LAS VICTIMAS OCULTAS: POLICIAS, EX-POLICIAS...

Los servicios de seguridad e inteligencia españoles. La Guardia Civil, Policía, Centro Nacional de Inteligencia (CNI). La lucha contra el terrorismo.
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ZULU 031
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Mensaje por ZULU 031 »

Carta de una joven a su padre asesinado por ETA
Mi padre fue enterrado en un pequeño pueblo de Salamanca, su tierra natal. Nosotros viajamos junto con el féretro hasta allí y una marea humana pareció invadir el pueblo aquel día. Mi madre, que enviudó con tan sólo 39 años, y mis hermanos y yo nos quedamos huérfanos con 4, 17 y 19 años. Parte de la familia abandonamos el País Vasco y mi madre, la gran heroína de nuestras vidas, nunca pudo rehacer su vida. No obstante, ella sola supo sacar fuerzas y tirar del carro de la vida que le había tocado vivir. Sacó a sus tres hijos adelante y consiguió que, a pesar de todo, los tres siguiéramos con nuestras vidas. Además, esta gran heroína, nuestra madre, nos enseñó con su ejemplo a enfrentarnos a la vida con coraje y valentía.

El asesino de mi padre fue detenido en Francia y extraditado a España. De una condena de casi 40 años a la que fue sentenciado, por su asesinato y el secuestro de un taxista en su huida, no cumplió más de 9 años; lleva mucho tiempo en libertad, haciendo vida normal, con su familia, sus amigos, trabajando, riendo, viendo crecer a sus hijos y envejecer a su mujer... Mi padre no pudo hacerlo y nuestras vidas nunca volvieron a ser las mismas.

En todos estos años, no ha pasado un solo día en mi vida en que no piense en él, aunque sea un instante. Siempre está presente en nuestras vidas, en nuestros corazones, en los buenos y malos momentos, alentándonos como hacía cuando éramos pequeños.

A pesar del trabajo infatigable y persistente de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en la lucha contra los terroristas, ETA sigue asesinando, extorsionando y colocando artefactos explosivos.

Me gustaría transmitir a todos aquellos que muchas veces dejan en el olvido a las víctimas de ETA, el dolor de las también víctimas colaterales que después de un atentado o sufrir el asesinato cruel de un familiar directo, un amigo, un compañero de trabajo… deben sobrevivir y seguir con sus vidas, pero sin ese ser querido.

Aquel fatídico día, 8 de septiembre de 1987, unos cobardes impidieron a mi padre, Subteniente de la Guardia Civil D. Cristóbal Martín Luengo, seguir con su vida y nada volvió a ser igual. Por esta razón, he decidido contar cómo aconteció dicho suceso con un poema que escribí el mismo día de su muerte hace ya 22 años, y para que ni su memoria ni la memoria de otras víctimas queden en el olvido.

“El sol brilla en un día esplendoroso, y las lágrimas caen brotando y resbalando por nuestras mejillas.
Lágrimas y lagrimas, llantos y desolación, ¡un hombre español ha muerto, de nuevo y sin razón!
Va a su casa tranquilo, sonriente, de buen humor. Habla con la gente y a alguno dice –adiós-.
Pero de un disparo en la nuca, un puto cobarde, su vida desgajo.
Yace tendido en el Suelo.

-¡Hay un hombre caído!-, grita una señora. Una hija y la madre se asoman
-Hay un señor en el suelo-, dice la hija, con sus labios asustados.
La madre se asoma, y con voz tenue y aterrorizada susurra,
-¡si parece papá!-,
bajan corriendo, yo desde mi ventana las veo llorando.
Las parásitas cotillas, se arremolinan a su alrededor.
¡Mi padre yace asesinado, por un cobarde traidor!

Su roja sangre inunda el asfalto, negro, sin calor,
como un campo de rosas rojas, que se extiende bajo el sol
Otro hombre español ha muerto, símbolo del terror.

Ya han acabado con otra verde guerrera,
con un número, que sé yo,
Esos enemigos de España, y de todo el que es español.

Iba contento a casa, desarmado, campechón,
con su niki blanco, y su nuevo pantalón,
las manos en los bolsillos, en una de ellas el reloj,
que a las tres menos cuarto, para siempre se paró.

Tendido solito en el suelo, indefenso, cerca de un callejón,
que albergó a su verdugo, que debía ser un cabrón.

Bajo corriendo, llorando, gritando, y tendido está en el suelo, sobre el frío y negro asfalto.
Su sangre roja brota, y se va resbalando, corriendo hacía la boca de una hambrienta alcantarilla.

Es su vida que se está yendo, gota a gota, son sus 50 años de sonrisas y esperanzas,
de alegrías y sueños, que se escapan.
Son cuatro vidas, que se parten,
sin la luz de su fuego.

Subo a casa y se lo llevan al hospital, a la hora mi madre y mi hermana aquí están.
Mi madre llorando me mira, y me dice que, –no han podido hacer nada-
que mi papá ha muerto, y yo digo –¡no!-.

Lloro de dolor, y pido a Dios, Que acabe con ese traidor,
¡Enemigo de España, y de todo el que es Español!


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colde
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Mensaje por colde »

carlos perez llera escribió:De hecho yo dudo mucho que hoy exista un GRAPO como tal. Saludos


No cantemos victoria tan poco,ese animal (el GRAPO) está muerto,pero nunca hay que confiarse no vaya a resucitar.Dentro de poco sus antiguos miembros saldrán de la carcel...Espero que se les ponga vigilancia.


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ZULU 031
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Mensaje por ZULU 031 »

Policías y guardias víctimas del terrorismo, abandonados por sus jefes y " La Casta ".

http://www.abc.es/20101212/espana/victi ... 20957.html


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Gran Khan
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Mensaje por Gran Khan »

Hola compañeros. Increíblemente emotivos muchos de los testimonios y cartas que se han posteado en este tema.

Aquí os dejo una cita más, la historia de un TEDAX:

Se llamaba Francisco y tenía 29 años. Era uno de los miembros del Equipo Especial de Desactivación de Explosivos que actuaba en el País Vasco en 1.979, y perdió la vida desactivando su bomba 586.

Era la madrugada del 13 de Enero de 1.979, en la autopista de Behobia-Bilbao, soplaba un viento frío y muy desagradable. Francisco Mota, sentía una sensación de ansiedad en la boca del estómago, a las 5:20, le había despertado el teléfono de su casa. Matilde, su mujer, saltó de la cama para preparar el café, echó una ojeada a la habitación de su hijo, de seis años, afortunadamente, seguía dormido.

Como cada mañana que le avisaban urgentemente del servicio, el matrimonio mantuvo un diálogo absurdo. "¿Por qué tienes que ir tú?, no te corresponde, espera a que localicen al que tiene el turno"; "Pero mujer, qué cosas tienes, la rapidez es importante. Han cazado a un Land Rover a las tres y pico de la mañana , han muerto dos compañeros, y seguro que han dejado por allí alguna trampa. Hay que ir y encontrarla antes de que haya más sangre". "Podrías decir que estás enfermo, que no te encuentras bien"; "No te preocupes, San Pedro no me quiere todavía".

Francisco vio como el convoy salta de la autopista para entrar en la carretera comarcal de Azpéitia a Azcóitia, eran las 6:20 de la mañana y aún faltaba bastante rato para el amanecer. Tenía la cabeza despejada, pero el dolor de estómago iba a más; otros sentían un poco de vértigo, como Paco “el montañero”: "Para mí, cuando vas a desactivar una bomba, es como si estuvieras colgado de una pared en plena escalada". Emilio “el paracaidista” confesaba: “yo siento lo mismo que cuando veías la puerta del avión abierta y sabías que en unos segundos saltarías al vacío”. Francisco trató de distraerse pensando en sus cosas, había salido del Colegio Internado de la Guardia Civil dispuesto a incorporarse al Cuerpo. Lo suyo era de familia, después de la Academia, fue elegido para el servicio de Información. Pidió el País Vasco para estar más cerca de Matilde, su novia de la infancia, con la que se había casado en Vitoria en 1.970.

Cuando se creó el T.E.D.A.X, él era ya un experto, había hecho un cursillo en la época más dura, cuando todavía no tenían el material adecuado, ni la organización suficiente para enfrentarse con las bombas terroristas. Se enfrentaban a ellas a base de valor, fue el período en el que más compañeros habían caído, sobre todo con las "ikurriñas", que había que retirarlas porque no estaban legalizadas, pero muchas de ellas eran trampas explosivas. Ya en 1.976, tanto los TEDAX de la Policía Nacional como lo de la Guardia Civil, se habían organizado de una forma operativa. Llegaron materiales y medios nuevos, y se impartieron cursos muy selectivos. Para pertenecer a esta unidad de élite, se impuso como condición presentarse voluntario después de haber servido un mínimo de tres años como Guardia Civil o Policía. De los 300 voluntarios que se presentaron, aprobaron alrededor de 30, uno de ellos, era Francisco.

Matilde en su piso de San Sebastián, calculó mentalmente que su marido, estaría ya próximo a la zona del suceso. Se limitó a pasear nerviosa, rezando entre dientes. La esposa de Paco “el montañero”, solía poner una velita a la Virgen del Pilar. La mujer de Emilio “el paracaidista”, encendía una mariposa, esas lamparitas de aceite que esperan parpadeando a los toreros en la habitación del hotel. La mujer de Francisco, hizo un recuento de las bombas que llevaba desactivadas su marido. En estos últimos cinco años, había apuntado 585 salidas, un record escalofriante que le llenaba a la vez de angustia y de orgullo. Pensaba en su marido y padre de su hijo, un joven de 29 años y 1.92 de estatura. Un “toro” lleno de vida, pero con la cabeza en su sitio.

Mientras, Francisco, vio las luces de los otros coches que habían ocupado un amplio circulo en torno al lugar exacto donde había explotado una bomba al paso de un Land Rover, hacía tres o cuatro horas. Los agentes de paisano del Servicio de Información, habían ya recorrido la zona, sin resultado. Otros agentes uniformados cubrían un perímetro de varios centenares de metros. Notó que su dolor de estómago había cesado por completo. Él no era un héroe, tan solo un profesional que iba a cumplir con un trabajo. Todos los compañeros le habían comentado lo mismo, los nervios se tienen en el camino. En cuanto uno comienza a ponerse el uniforme se convierte en un autómata con nervios de acero, no cabe el error, un fallo es la muerte segura. El instructor se lo había repetido hasta la saciedad, “no necesitamos suicidas, ni locos. El valor se demuestra con la eficacia. La eficacia está reñida con el riesgo inútil, perder el miedo, es peligroso. La confianza será vuestro peor enemigo". Trató de que se apartaran sus compañeros, para despejar la zona y empezar a trabajar. ETA, había sofisticado de una forma muy complicada sus trampas. Cambiaban de sistema en cuanto notaban que los T.E.D.A.X.. no tenían víctimas. En un segundo y mientras recorría con la vista el terreno que iluminaba su linterna, pensó en muchas otras llamadas que había recibido en las semanas y meses anteriores. Siempre lo hacía. Siguió buscando, el instinto le decía que allí había una trampa, pero no conseguían encontrarla. En los últimos días, la violencia se había endurecido en la zona. Primero había muerto el Comandante Ayudante del Gobernador Militar de Guipúzcoa. En Pamplona, un compañero moría cuando intentaba desactivar un artefacto colocado en una nave empresarial. ETA acababa de robar 600 kilogramos de Goma-2, la revista “La Gaceta Ilustrada”, publicaba unas fotografías de un comando de ETA, entrenándose en el sur de Francia. En Madrid, hacía pocos días que habían asesinado al Gobernador Militar, el General de División Constantino Ortiz. Un Guardia Civil y su novia, habían sido ametrallados en Beasín. El día 9 de enero, moría en Madrid el Magistrado Miguel Cruz, Presidente de la Sala Sexta del Tribunal Supremo.

En ese momento, los pensamientos de Francisco se inturrumpieron al oir a su compañero Miguel, el chófer, que le decía a su lado. “mira, aquí hay una pila”. Francisco chilló en décimas con toda la fuerza que pudo sacar de sus pulmones: “¡No la cojas!”, pero era demasiado tarde. La bomba número 586 resonó en el fondo de su mente. Su compañero moría instantáneamente, mientras él sentía su propia sangre correr entre sus piernas. En aquel momento, no sabía que su pierna izquierda estaba a unos cuantos metros. Había perdido un ojo y también su otra pierna, que yacía sobre su pecho, además de graves daños en el resto de su cuerpo. Pero, por difícil que parezca, no perdió el conocimiento, e inexplicablemente, sobrevivió. Inevitablemente, perdería la vida dos días después.

Matilde, en su casa, se revolvía inquieta, su marido tenía que haberla llamado ya, siempre lo hacía. Si la bomba era sencilla la llamaba en media hora como mucho. Si la bomba era complicada, solía tardar una hora, casi nunca había tardado más. A las 9:00 de la mañana, casi cuatro horas después de su marcha, Francisco todavía no había llamado. Sintió el timbre de la puerta, y se quedó congelada, sin aliento: "¿Quién?" preguntó temblorosa "¿Compañeros?". Se hizo un silencio. "Sí...". Las palabras partieron su alma, y no pudo soportarlo. "No pude gritar, ni llorar. Me llevaron en volandas hasta la Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Aranzazu. Oí que alguien decía en la puerta, en voz baja: <<Aquí no nos gusta atender a "txakurras" (perras en euskera)>>. Eso me heló aun más el corazón. Luego supe que era una práctica normal. A mi marido lo tuvieron unas horas en la UVI, sin querer atenderlo, y me contaron que un Capitán de la Guardia Civil, tuvo que sacar su pistola, y ponérsela en el cuello al Jefe del Servicio de Urgencias, para que diera la orden de que lo bajaran rápido al quirófano. Fue inútil, y en el mejor de los casos, habría quedado con graves secuelas irreversibles. Dios prefirió llevárselo en dos días".

Los compañeros de Francisco, siguen trabajando en uno de los oficios más duros del mundo. Son los “revienta-bombas”, unos hombres orgullosos de la insignia con la calavera que les distingue, miembros de una Unidad que han alcanzado después de muchos esfuerzos. Cien hombres, además de los veinte o veinticinco que saldrán después de superar el último curso, que cobran lo mismo que los demás, salvo un mínimo plus. Hombres de nervios templados, que estudian después de cada accidente dónde pudo estar el fallo que se llevó por delante la vida del compañero. Hombres que deben aguantar la presión psicológica de su familia, “di que estas enfermo”, y que saben que solo recibirán la medalla del valor, después de muertos.


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gabriel garcia garcia
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