La 2ª Batalla del Pacífico
- flanker33
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Especial reportaje gráfico sobre el Frente de Corea:
Los A-10 atacan a tropas norcoreanas cerca Inchon:
Vehiculos blindado M-2 Bradley,s de la 2ª división de Infantería combaten al sur de Seúl:
Fuerzas especiales insertandose tras las lineas soviéticas:
Helicpoteros de la 25ª de Infantería Ligera transportan material pesado a una base cerca de Pusan:
El dominico en los cielos de Corea se decanta poco a poco a favor de los Estados Unidos y sus aliados surcoreanos. F-16 a punto de cazar a un Mig-29:
El apoyo aéreo es fundamental para las tropas de tierra en Corea. Phantoms atacan posiciones norcoreanas en la montañosa región central:
La situación pende de un hilo. Los T-72 soviéticos continuan imparables su avance:
Los A-10 atacan a tropas norcoreanas cerca Inchon:
Vehiculos blindado M-2 Bradley,s de la 2ª división de Infantería combaten al sur de Seúl:
Fuerzas especiales insertandose tras las lineas soviéticas:
Helicpoteros de la 25ª de Infantería Ligera transportan material pesado a una base cerca de Pusan:
El dominico en los cielos de Corea se decanta poco a poco a favor de los Estados Unidos y sus aliados surcoreanos. F-16 a punto de cazar a un Mig-29:
El apoyo aéreo es fundamental para las tropas de tierra en Corea. Phantoms atacan posiciones norcoreanas en la montañosa región central:
La situación pende de un hilo. Los T-72 soviéticos continuan imparables su avance:
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
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Isla de Adak
28 de octubre.
13:45 Hora local.
Mount Moffet era una serie de picos que se extendían a lo largo de unos 8 kilómetros al noroeste de la isla de Adak y que con una fuerte pendiente desde el nivel del mar alcanzaba en su punto más alto los casi 1.200 metros de altitud. Sus cumbres solían estar nevadas casi todo el año, y tan solo en el verano dejaba ver sus picos sin el blanco manto. Pero en otoño, la nieve ya hacía acto de presencia, no solo en sus cumbres si no también en sus laderas, aunque todavía de forma irregular.
Y era en Mount Moffet donde el cabo Nikolai Batkin y su batallón se encontraban ahora. Durante los primeros días de su estancia en Adak, él y su pelotón se habían dedicado a labores de rastreo de soldados enemigos al sur de la isla, dando caza a dos de ellos, que fueron a unirse al nutrido grupo de prisioneros americanos que los soviéticos custodiaban en la isla.
Pero desde hacía un par de días el batallón los había reclamado para acelerar las labores de fortificación de Mount Moffet, aunque lo de “fortificar” era más una esperanza que una realidad. Los ingenieros de la brigada y los que habían llegado como refuerzo, estaban trabajando febrilmente, pero no solo en aquella zona, sino principalmente al sur del pueblo y la base de Adak, en las zonas montañosas adyacentes. Habían traído consigo una buena cantidad de explosivos y con la ayuda de alguna maquinaria americana y rusa traída en barco estaban procediendo ha realizar en las montañas, líneas de trincheras, refugios antiaéreos de campaña, nidos de ametralladoras así como establecer toda suerte de obstáculos como algunos campos minados o incluso alambradas.
Pero algo debía haber acontecido para que todo el mundo disponible fuese reclamado para acelerar los trabajos.
Se pensó en la posibilidad de hacer trabajar a los prisioneros, pero el comandante de la guarnición se negó en rotundo. Tenía buenas razones para ello.
La principal labor de Batkin fue cavar en el duro suelo de la tundra para hacer hoyos de tirador, mientras otros ayudaban a tender minas o a colocar bombas trampa. Todos vieron como cuatro piezas de artillería eran llevadas a lo alto de una de las colinas y luego, unos pocos metros detrás se depositaron en unos grandes huecos cavados expresamente para ellas y después fueron cuidadosamente camufladas, a la vez que se elevaban grandes paredes de tierra compacta a su alrededor. Más abajo y más cerca de la base, se situaron algunos morteros, que junto con un pequeño destacamento de paracaidistas con ametralladoras y RPG,s formaban unos puntos fuertes en zonas medianamente defendibles, antes de llegar a la línea de trincheras principales que se extendían, con varios huecos entre ellas, a lo largo de la cadena montañosa, entre 50 y 100 metros por delante de la cresta de la montaña. Mas atrás y ya sobre los picos, se había dispuesto otra línea de trincheras, más precaria todavía en torno a puntos fuertes donde el terreno favorecía a los defensores. También había dado tiempo a medio construir algunos refugios que se suponía deberían resistir el impacto directo de bombas de aviación o proyectiles de artillería, pero eran escasos y a Batkin le parecieron poco seguros. Además de refugios, también servirían de puestos de auxilio para los heridos.
Pues bien, allí se encontraba él y su pelotón. El sargento Tamirov les había contado algunas cosas de las que le contaban a él.
La noticia del hundimiento de una flota enemiga fue una gran alegría para todos, pero cuando al poco tiempo comenzaron a caer bombas sobre ellos, luego ya no pararon, estaba claro que algo no funcionaba. Los cazas propios ya no aparecían en los cielos para defenderlos y aunque la llegada de la flota rusa supuso un gran alivio de ver que no estaban solos, el estado de algunos barcos así como el relato de los marineros y los camaradas que llegaron de refuerzo, hicieron crecer la duda sobre el futuro de su misión en la isla.
El sargento les dijo que en poco tiempo se esperaba que una flota enemiga se aproximase a la isla con intención de desembarcar y reconquistarla, pero que no teníamos que temer nada, ya que la poderosa flota roja y los camaradas de la fuerza aérea la destruirían antes de que se acercasen si quiera - “pero nosotros por si acaso tenemos que seguir cavando”. Aquello bastaba a los miembros del pelotón de Tamirov, que lo conocía bastante bien, para saber que significaba que seguramente deberían pelear por sus vidas.
Ya fuera de oídos indiscretos, el sargento fue informando uno a uno a sus hombres que se preparasen, ya que los americanos iban a desembarcar muy pronto, y que a ellos les había tocado quedarse a defender el punto más alto de la isla, pero una vez los marines americanos pusieran el pie en tierra, estarían aislados del resto de sus compañeros, al sur de la base. El objetivo era sostener aquella posición el máximo tiempo posible para que los americanos no pudieran enviar a aquellos soldados, barcos y aviones a atacar a la “Rodina”, pero el comandante de la brigada, había dejado claro que aquello no era una misión suicida. Deberían luchar hasta la última bala y no ceder fácilmente, pero si se veían superados ampliamente, el jefe de sección tenía la última palabra para rendirse al enemigo. Tamirov dijo que 24 horas sería un buen registro, pero el comandante del batallón esperaba no menos de tres días de dura lucha, lo que dejaba abierta la incertidumbre sobre si rendirse sería considerado traición o no. De todas formas, Batkin pensaba que cuando todo aquello comenzara ya se vería. Él estaba dispuesto a luchar y a vender cara su posición, pero como cualquier persona, no deseaba morir, por mucho que los eslóganes del partido le alentasen a ello para defender la madre Patria. No creía que una vez comenzada la lucha, pudiera escoger mucho, una bala, un trozo de metralla, o cualquier otra cosa podía arrebatarle la vida o amputarle un brazo o dejarlo ciego… eran demasiadas cosas como para pensar en ello. Mejor centrarse en lo inmediato y que pasara lo que tuviese que pasar. Pero no todos pensaban igual. Unos querían rendirse a la mínima oportunidad, visto lo fútil de su resistencia, mientras que otros pensaban matar al menos a 10 norteamericanos antes de caer o rendirse. Era cuestión del carácter de cada uno y del adoctrinamiento recibido.
La mañana había comenzado con un bombardeo aéreo y naval, sobre las cercanías y en el pueblo de Adak, menos en el refugio subterráneo del Hospital y en la Iglesia, que es donde el comandante soviético había concentrado a los prisioneros americanos. Este había comunicado dicha posición vía radio al enemigo, cuando estos llamaron exigiendo la rendición de la guarnición rusa en la isla. Por supuesto se negó, pero dio la posición de los prisioneros para que no sufrieran daño de los propios cañones y bombas americanas.
Al comandante ruso lo movían dos cosas, un trato digno y humanitario que en verdad sentía hacia los prisioneros, y el deseo que cuando sus hombres fueran hechos prisioneros, fueran tratados de igual manera, ya que no albergaba ninguna esperanza de poder vencer en la batalla que se avecinaba. Sabía que estaban solos y sin posibilidad de recibir refuerzos ni ser evacuados.
Los americanos habían bombardeado esas zonas, desconocedores de que las tropas rusas se habían retirado a zonas más defendibles en las montañas del interior de la isla, ya que los Seals y los marines del capitán Petrucci se habían visto obligados a retirarse ante la presión del incesante número de tropas enemigas que iban al sur, y aunque este movimiento si fue comunicado a la flota, no se pudo saber si los soviéticos dejaban soldados para defender la base y el pueblo, ya que los reconocimientos aéreos no dejaban clara la situación de las fuerzas enemigas, así que optaron por curarse en salud y bombardear la costa donde iban a desembarcar la 1ª División de Marines de los Estados Unidos, en la bahía de Kuluk.
P.D. - Mañana más (espero )
28 de octubre.
13:45 Hora local.
Mount Moffet era una serie de picos que se extendían a lo largo de unos 8 kilómetros al noroeste de la isla de Adak y que con una fuerte pendiente desde el nivel del mar alcanzaba en su punto más alto los casi 1.200 metros de altitud. Sus cumbres solían estar nevadas casi todo el año, y tan solo en el verano dejaba ver sus picos sin el blanco manto. Pero en otoño, la nieve ya hacía acto de presencia, no solo en sus cumbres si no también en sus laderas, aunque todavía de forma irregular.
Y era en Mount Moffet donde el cabo Nikolai Batkin y su batallón se encontraban ahora. Durante los primeros días de su estancia en Adak, él y su pelotón se habían dedicado a labores de rastreo de soldados enemigos al sur de la isla, dando caza a dos de ellos, que fueron a unirse al nutrido grupo de prisioneros americanos que los soviéticos custodiaban en la isla.
Pero desde hacía un par de días el batallón los había reclamado para acelerar las labores de fortificación de Mount Moffet, aunque lo de “fortificar” era más una esperanza que una realidad. Los ingenieros de la brigada y los que habían llegado como refuerzo, estaban trabajando febrilmente, pero no solo en aquella zona, sino principalmente al sur del pueblo y la base de Adak, en las zonas montañosas adyacentes. Habían traído consigo una buena cantidad de explosivos y con la ayuda de alguna maquinaria americana y rusa traída en barco estaban procediendo ha realizar en las montañas, líneas de trincheras, refugios antiaéreos de campaña, nidos de ametralladoras así como establecer toda suerte de obstáculos como algunos campos minados o incluso alambradas.
Pero algo debía haber acontecido para que todo el mundo disponible fuese reclamado para acelerar los trabajos.
Se pensó en la posibilidad de hacer trabajar a los prisioneros, pero el comandante de la guarnición se negó en rotundo. Tenía buenas razones para ello.
La principal labor de Batkin fue cavar en el duro suelo de la tundra para hacer hoyos de tirador, mientras otros ayudaban a tender minas o a colocar bombas trampa. Todos vieron como cuatro piezas de artillería eran llevadas a lo alto de una de las colinas y luego, unos pocos metros detrás se depositaron en unos grandes huecos cavados expresamente para ellas y después fueron cuidadosamente camufladas, a la vez que se elevaban grandes paredes de tierra compacta a su alrededor. Más abajo y más cerca de la base, se situaron algunos morteros, que junto con un pequeño destacamento de paracaidistas con ametralladoras y RPG,s formaban unos puntos fuertes en zonas medianamente defendibles, antes de llegar a la línea de trincheras principales que se extendían, con varios huecos entre ellas, a lo largo de la cadena montañosa, entre 50 y 100 metros por delante de la cresta de la montaña. Mas atrás y ya sobre los picos, se había dispuesto otra línea de trincheras, más precaria todavía en torno a puntos fuertes donde el terreno favorecía a los defensores. También había dado tiempo a medio construir algunos refugios que se suponía deberían resistir el impacto directo de bombas de aviación o proyectiles de artillería, pero eran escasos y a Batkin le parecieron poco seguros. Además de refugios, también servirían de puestos de auxilio para los heridos.
Pues bien, allí se encontraba él y su pelotón. El sargento Tamirov les había contado algunas cosas de las que le contaban a él.
La noticia del hundimiento de una flota enemiga fue una gran alegría para todos, pero cuando al poco tiempo comenzaron a caer bombas sobre ellos, luego ya no pararon, estaba claro que algo no funcionaba. Los cazas propios ya no aparecían en los cielos para defenderlos y aunque la llegada de la flota rusa supuso un gran alivio de ver que no estaban solos, el estado de algunos barcos así como el relato de los marineros y los camaradas que llegaron de refuerzo, hicieron crecer la duda sobre el futuro de su misión en la isla.
El sargento les dijo que en poco tiempo se esperaba que una flota enemiga se aproximase a la isla con intención de desembarcar y reconquistarla, pero que no teníamos que temer nada, ya que la poderosa flota roja y los camaradas de la fuerza aérea la destruirían antes de que se acercasen si quiera - “pero nosotros por si acaso tenemos que seguir cavando”. Aquello bastaba a los miembros del pelotón de Tamirov, que lo conocía bastante bien, para saber que significaba que seguramente deberían pelear por sus vidas.
Ya fuera de oídos indiscretos, el sargento fue informando uno a uno a sus hombres que se preparasen, ya que los americanos iban a desembarcar muy pronto, y que a ellos les había tocado quedarse a defender el punto más alto de la isla, pero una vez los marines americanos pusieran el pie en tierra, estarían aislados del resto de sus compañeros, al sur de la base. El objetivo era sostener aquella posición el máximo tiempo posible para que los americanos no pudieran enviar a aquellos soldados, barcos y aviones a atacar a la “Rodina”, pero el comandante de la brigada, había dejado claro que aquello no era una misión suicida. Deberían luchar hasta la última bala y no ceder fácilmente, pero si se veían superados ampliamente, el jefe de sección tenía la última palabra para rendirse al enemigo. Tamirov dijo que 24 horas sería un buen registro, pero el comandante del batallón esperaba no menos de tres días de dura lucha, lo que dejaba abierta la incertidumbre sobre si rendirse sería considerado traición o no. De todas formas, Batkin pensaba que cuando todo aquello comenzara ya se vería. Él estaba dispuesto a luchar y a vender cara su posición, pero como cualquier persona, no deseaba morir, por mucho que los eslóganes del partido le alentasen a ello para defender la madre Patria. No creía que una vez comenzada la lucha, pudiera escoger mucho, una bala, un trozo de metralla, o cualquier otra cosa podía arrebatarle la vida o amputarle un brazo o dejarlo ciego… eran demasiadas cosas como para pensar en ello. Mejor centrarse en lo inmediato y que pasara lo que tuviese que pasar. Pero no todos pensaban igual. Unos querían rendirse a la mínima oportunidad, visto lo fútil de su resistencia, mientras que otros pensaban matar al menos a 10 norteamericanos antes de caer o rendirse. Era cuestión del carácter de cada uno y del adoctrinamiento recibido.
La mañana había comenzado con un bombardeo aéreo y naval, sobre las cercanías y en el pueblo de Adak, menos en el refugio subterráneo del Hospital y en la Iglesia, que es donde el comandante soviético había concentrado a los prisioneros americanos. Este había comunicado dicha posición vía radio al enemigo, cuando estos llamaron exigiendo la rendición de la guarnición rusa en la isla. Por supuesto se negó, pero dio la posición de los prisioneros para que no sufrieran daño de los propios cañones y bombas americanas.
Al comandante ruso lo movían dos cosas, un trato digno y humanitario que en verdad sentía hacia los prisioneros, y el deseo que cuando sus hombres fueran hechos prisioneros, fueran tratados de igual manera, ya que no albergaba ninguna esperanza de poder vencer en la batalla que se avecinaba. Sabía que estaban solos y sin posibilidad de recibir refuerzos ni ser evacuados.
Los americanos habían bombardeado esas zonas, desconocedores de que las tropas rusas se habían retirado a zonas más defendibles en las montañas del interior de la isla, ya que los Seals y los marines del capitán Petrucci se habían visto obligados a retirarse ante la presión del incesante número de tropas enemigas que iban al sur, y aunque este movimiento si fue comunicado a la flota, no se pudo saber si los soviéticos dejaban soldados para defender la base y el pueblo, ya que los reconocimientos aéreos no dejaban clara la situación de las fuerzas enemigas, así que optaron por curarse en salud y bombardear la costa donde iban a desembarcar la 1ª División de Marines de los Estados Unidos, en la bahía de Kuluk.
P.D. - Mañana más (espero )
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
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A pesar de los 9 km que le separaban de las playas de desembarco, Batkin pudo ver a través del visor de su fusil Dragunov como los medios de desembarco americanos se acercaban a la costa. Primero vehículos anfibios que dejaban una estela de humo tras de sí para ocultar a sus compañeros que venían detrás. Estos a su vez eran guiados hacia sus lugares de desembarco por pequeños equipos de marines de reconocimiento que habían precedido a la fuerza de invasión en unos minutos.
Cuando los primeros anfibios llegaron a la costa, los helicópteros artillados hicieron su aparición, cubriéndolos desde el aire, a la vez que escoltaban a otros helicópteros de transporte que llevaban a más marines a tierra. De momento los rusos no habían disparado un solo tiro, y no lo hicieron hasta que las tropas de la segunda oleada, llegada en lanchones de desembarco pusieron pie en tierra. Entonces los obuses de 122 mm soviéticos comenzaron a caer sobre la playa y sus cercanías causando las primeras bajas a los americanos.
Comenzó en ese momento una frenética carrera para salir lo antes posible de allí, lo que hizo que algunos despistados cayeran victimas de las minas y bombas trampa que se habían dejado en las inmediaciones y que no habían sido afectadas por el bombardeo inicial, pero en general, los marines pusieron en tierra a dos regimientos enteros con pocas bajas, en menos de una hora y media.
Batkin iba siguiendo sus pasos y se los comunicaba a sus compañeros que podían oírle desde su hoyo de tirador.
Los americanos desembarcaron a lo largo de toda la bahía, pero su concentración principal y su primer objetivo era asegurar el pueblo, la base y rescatar a los prisioneros, todo ello bajo un fuego ligero de artillería enemiga.
Los americanos no habían llevado a Adak más vehículos blindados que los LVPT-7 de desembarco, ya que los M-60 y los LAV seguían rumbo a Corea, donde eran más necesarios, ya que en Adak, el general de la primera de marines había pensado que con infantería podría reconquistarse la isla. De hecho tan solo dos de los tres regimientos de la división se habían desviado hacia Adak, mientras que la mayoría de los vehículos y el material pesado y el tercer regimiento de la división continuaban navegando hacia el oeste.
Inteligencia había estimado los defensores entre 3.000 y 4.000, y esta vez había acertado. Los marines esperaban desembarcar a más de 7.000 marines en dos regimientos y algunas unidades de apoyo. Desde luego no era la clásica proporción de 3 a 1 para el atacante, pero tampoco las defensas enemigas se preveían importantes, además de contar con el apoyo de un enorme volumen de fuego de apoyo en forma de aviones, helicópteros y artillería naval, y entre esta última destacaba de forma sobresaliente los imponentes cañones de 406 mm del viejo pero poderoso acorazado New Jersey, el cual todavía no había abierto fuego. El comandante americano creía suficiente sus fuerzas para vencer a la resistencia enemiga.
Tras comprobar los americanos que no había resistencia en sus objetivos primarios, trasladaron a los prisioneros hacia los barcos, en los lanchones de desembarco que volvía hacia la flota, y una vez hecho esto, comenzaron su avance hacia donde los aviones y helicópteros de reconocimiento habían identificado posiciones enemigas, hacia el sur y el noroeste.
Un helicóptero Cobra que se había acercado demasiado a Mount Moffet, recibió el cordial saludo de dos misiles Strela, y si bien pudo evadir ambos, el segundo explotó cerca de su rotor de cola, causando daños y haciéndole que tuviese que hacer un aterrizaje de emergencia en tierra de nadie, donde sus pilotos pudieron salir y escabullirse hacia sus tropas, que avanzaban desde Adak.
El sol estaba cada vez más bajo en el horizonte cuando un primero contingente de americanos llegaron a las inmediaciones de la falda de Mt. Moffet. Iban dentro y encima de los LVPT-7, pero desmontaron para comenzar el ascenso por la empinada ladera.
Los soviéticos retuvieron durante unos minutos el fuego hasta que el enemigo entró bien adentro de su zona de fuego, y entonces, las ametralladoras, los fusiles, los morteros y todo lo que podía escupir fuego, se abatió sobre ellos. Quedaron paralizados de inmediato. La falta de cobertura impedía un avance mayor sin exponerse a recibir una bala o una esquirla. Un par de vehículos anfibios intentaron apoyar a sus compañeros, pero llegados a un punto, la pendiente simplemente era demasiada para poder subirla.
El grueso de los demás marines avanzaba a pie y llegaría en media hora a la posición de donde había partido el primer ataque, por lo que se ordenó a la primera oleada de marines que se mantuvieran en sus posiciones y devolvieran el fuego.
Pero el mando no se conformó con eso, y llamó a sus Harriers y Cobras para que atizaran con fuerza a los defensores.
-Agachad la cabeza. Aquí vienen de nuevo esos bastardos – grito el sargento Tamirov a sus hombres.
Batkin se hundió todo lo que pudo en su hoyo mientras que oía el ruido de los reactores al pasar y poco después la tremenda sacudida que producían las bombas al llegar a tierra y explotar, y luego llegaba la onda expansiva y parecía que se fuera a quedar sin oxígeno en sus pulmones, y finalmente llovía sobre su posición un montón de tierra fruto de la explosión. No era una experiencia agradable, pero al menos seguía con vida.
Otros no tuvieron tanta suerte, y cuando el New Jersey abrió fuego guiado por sus RPV, produjo un shock importante en muchos jóvenes soldados soviéticos, y causo varias bajas.
El cabo Batkin había cavado su propio hoyo de tirador bien profundo y lo había acondicionado con tierra compacta a su alrededor para ofrecerle la mejor cobertura posible, a la vez que lo cubría con tela de paracaídas que oscurecida con algo tierra y hierbas, intentaba que pasara lo más desapercibido posible a los ojos del enemigo.
A su lado, el camarada Moldin y su ametralladora ligera le guardaban su flanco izquierdo y al otro lado, el soldado Misha con su AK le cubría el flanco derecho. Un poco más arriba y a su espalda, el sargento Tamirov manejaba una ametralladora media acompañado del cabo Volodya, y por detrás de estos, y protegidos por un saliente de roca que los hacía invisibles e invulnerables al fuego delantero, un mortero de 80 mm disparaba con fuego indirecto sobre los atacantes.
Ya se hacía casi de noche cuando llegaron más soldados enemigos hasta donde estaban inmovilizados sus compañeros, y de nuevo comenzaron a presionar montaña arriba.
-¡A ellos! – grito el sargento antes de comenzar a disparar su ametralladora.
Todos obedecieron al sargento y abrieron fuego. Batkin tenía localizado a un tipo que parecía ser un oficial, por como parecía indicar a los demás lo que debían hacer, y por que a su lado iba un radio operador que aunque intentaba ocultar la antena de su equipo, resultaba visible a los ojos del francotirador soviético.
El primer disparo falló, pero el segundo acertó en el abdomen del posible oficial, haciendo que cayera al suelo inmediatamente. El radio operador se acercó tirándose al suelo a su lado y tras un instante se incorporó levemente, seguramente para pedir un sanitario. Fue todo lo que Batkin necesitó. Otro disparo y la cabeza de aquel soldado fue destrozada por un proyectil de 7.62 mm.
Pero el cabo ruso también hubo de agacharse al oír los proyectiles enemigos silbar por encima de su cabeza. Luego proyectiles de mayor tamaño comenzaron a caer cada vez más cerca de su posición, y finalmente una salva de cohetes de un helicóptero inundó su posición.
Al disiparse el humo y el estruendo, y ya casi en la oscuridad, comenzó a escuchar los grito de alguno de sus compañeros. Al principio no pudo identificar de quien se trataba, pero al final reconoció la voz de su sargento.
-Sargento ¿esta usted bien? – preguntó el cabo. - ¡Sargento!
-Batkin – dijoMisha – creo que Tamirov está herido.
-Volodya, ¿que pasa ahí arriba?
Pero Volodya no respondió, y al echar una mirada hacia abajo, vio como el enemigo se acercaba cada vez más a su posición. Pensó rápidamente que si el sargento y Volodya estaban heridos o muertos, entonces el mando le correspondía a él, y tomó una decisión.
Nunca le había gustado la posición tan expuesta que ocupaban, así que ordenó a sus compañeros restantes que se reunieran con él en la posición de Tamirov, aprovechando la creciente oscuridad y el humo y el polvo que todavía flotaba en el aire.
Cuando llegaron, vieron a Volodya, o mejor dicho, a lo que quedaba de él, junto a Tamirov con todo su cuerpo ensangrentado y la ametralladora hecha un amasijo de hierro. Trataron de auxiliar a su sargento, pero era imposible, no tenían el material ni los conocimientos para curar heridas de aquel tipo. Seguramente ni un cirujano en el mejor hospital de Moscú podría haberle salvado la vida. En un último gesto, el sargento les ordenó que se retirasen hasta la siguiente posición mediante gestos. Tras despedirse rápidamente de Tamirov, los tres soldados rusos subieron hasta encontrarse con los sirvientes del mortero, que aunque confusos y desorientados estaban vivos y sin ningún rasguño.
Estuvieron todos de acuerdo en intentar llegar a la línea de trincheras principal, y tras hacer estallar el mortero, subieron amparándose en la oscuridad, la misma que si bien les hacía un blanco difícil para el enemigo, les ocultaba su verdadera identidad a sus camaradas más arriba, lo que hacía peligroso el regreso a sus líneas. Por suerte para ellos y otros como ellos que comenzaban a llegar a las trincheras soviéticas, se había establecido un código de luces con sus linternas para las horas nocturnas y luego una contraseña que trataba que el riesgo de fuego fraticida fuera lo menor posible.
Tras varios minutos de angustia, perseguidos por los tiros de los marines y sin saber si sus compañeros les reconocerían, finalmente el pequeño grupo del cabo Batkin llegó a las trincheras amigas, donde pudieron hacerse reconocer y finalmente entrar en ellas, resguardándose del fuego enemigo.
Pero no pudieron descansar mucho. El enemigo ascendía montaña arriba, y si bien el fuego de los helicópteros y los aviones había descendido significativamente, el fuego de la artillería naval continuaba sin tregua. Los Strela ya habían derribado a tres de los incómodos RPV que dirigían el fuego naval y parecía que ahora era más impreciso, pero de todas formas, seguía siendo terriblemente machacón.
Comenzaron a disparar de nuevo, pero ahora ya prácticamente no se veía nada, y tan solo cuando las bengalas iluminaban a los marines, tenía el fuego ruso posibilidades de infligir bajas. Batkin miró un momento hacia el sur y vio como allí, en las posiciones que ocupaban la mayoría de fueras soviéticas, el combate parecía de mucha menor entidad, y se preguntó si sería debido a la distancia o a que los americanos habían preferido acabar con ellos antes de marchar al sur.
De todas formas, tras otra hora de intenso tiroteo, finalmente los americanos desistieron de seguir la lucha por aquella noche. Las posiciones enemigas eran más fuertes de lo esperado y sin un apoyo de fuegos más certero, lo único que iban a conseguir era aumentar el número de bajas propias.
Así fue como por fin, tras una violenta tarde noche, Batkin y sus compañeros pudieron por fin descansar un poco. Al cesar la adrenalina de correr por sus venas, el agotamiento se hizo patente, así como el dolor por la perdida de dos buenos camaradas. Alguno trató de comer algo, pero el cabo tan solo pudo beber un trago de su cantimplora, antes de vomitar. Logró conciliar el sueño durante no más de 15 minutos y luego probó un bocado de carne en lata. Al terminar, entró de guardia durante dos horas en las que cada sombra, cada ruido, cada murmullo, le parecía un soldado enemigo que le quería rebanar la garganta. Por suerte, alguien tuvo la brillante idea de lanzar bengalas durante toda la noche para poder vigilar bien a los americanos, que se encontraban a 200 o 300 metros montaña abajo, algunos ocupando las posiciones avanzadas que habían dejado los soviéticos, otros en la intemperie, cavando un poco para tratar de no congelarse y poder tener algo de abrigo contra los esporádicos disparos enemigos.
Fue una noche larga y tensa, pero lo peor para los dos bandos estaba por llegar.
Cuando los primeros anfibios llegaron a la costa, los helicópteros artillados hicieron su aparición, cubriéndolos desde el aire, a la vez que escoltaban a otros helicópteros de transporte que llevaban a más marines a tierra. De momento los rusos no habían disparado un solo tiro, y no lo hicieron hasta que las tropas de la segunda oleada, llegada en lanchones de desembarco pusieron pie en tierra. Entonces los obuses de 122 mm soviéticos comenzaron a caer sobre la playa y sus cercanías causando las primeras bajas a los americanos.
Comenzó en ese momento una frenética carrera para salir lo antes posible de allí, lo que hizo que algunos despistados cayeran victimas de las minas y bombas trampa que se habían dejado en las inmediaciones y que no habían sido afectadas por el bombardeo inicial, pero en general, los marines pusieron en tierra a dos regimientos enteros con pocas bajas, en menos de una hora y media.
Batkin iba siguiendo sus pasos y se los comunicaba a sus compañeros que podían oírle desde su hoyo de tirador.
Los americanos desembarcaron a lo largo de toda la bahía, pero su concentración principal y su primer objetivo era asegurar el pueblo, la base y rescatar a los prisioneros, todo ello bajo un fuego ligero de artillería enemiga.
Los americanos no habían llevado a Adak más vehículos blindados que los LVPT-7 de desembarco, ya que los M-60 y los LAV seguían rumbo a Corea, donde eran más necesarios, ya que en Adak, el general de la primera de marines había pensado que con infantería podría reconquistarse la isla. De hecho tan solo dos de los tres regimientos de la división se habían desviado hacia Adak, mientras que la mayoría de los vehículos y el material pesado y el tercer regimiento de la división continuaban navegando hacia el oeste.
Inteligencia había estimado los defensores entre 3.000 y 4.000, y esta vez había acertado. Los marines esperaban desembarcar a más de 7.000 marines en dos regimientos y algunas unidades de apoyo. Desde luego no era la clásica proporción de 3 a 1 para el atacante, pero tampoco las defensas enemigas se preveían importantes, además de contar con el apoyo de un enorme volumen de fuego de apoyo en forma de aviones, helicópteros y artillería naval, y entre esta última destacaba de forma sobresaliente los imponentes cañones de 406 mm del viejo pero poderoso acorazado New Jersey, el cual todavía no había abierto fuego. El comandante americano creía suficiente sus fuerzas para vencer a la resistencia enemiga.
Tras comprobar los americanos que no había resistencia en sus objetivos primarios, trasladaron a los prisioneros hacia los barcos, en los lanchones de desembarco que volvía hacia la flota, y una vez hecho esto, comenzaron su avance hacia donde los aviones y helicópteros de reconocimiento habían identificado posiciones enemigas, hacia el sur y el noroeste.
Un helicóptero Cobra que se había acercado demasiado a Mount Moffet, recibió el cordial saludo de dos misiles Strela, y si bien pudo evadir ambos, el segundo explotó cerca de su rotor de cola, causando daños y haciéndole que tuviese que hacer un aterrizaje de emergencia en tierra de nadie, donde sus pilotos pudieron salir y escabullirse hacia sus tropas, que avanzaban desde Adak.
El sol estaba cada vez más bajo en el horizonte cuando un primero contingente de americanos llegaron a las inmediaciones de la falda de Mt. Moffet. Iban dentro y encima de los LVPT-7, pero desmontaron para comenzar el ascenso por la empinada ladera.
Los soviéticos retuvieron durante unos minutos el fuego hasta que el enemigo entró bien adentro de su zona de fuego, y entonces, las ametralladoras, los fusiles, los morteros y todo lo que podía escupir fuego, se abatió sobre ellos. Quedaron paralizados de inmediato. La falta de cobertura impedía un avance mayor sin exponerse a recibir una bala o una esquirla. Un par de vehículos anfibios intentaron apoyar a sus compañeros, pero llegados a un punto, la pendiente simplemente era demasiada para poder subirla.
El grueso de los demás marines avanzaba a pie y llegaría en media hora a la posición de donde había partido el primer ataque, por lo que se ordenó a la primera oleada de marines que se mantuvieran en sus posiciones y devolvieran el fuego.
Pero el mando no se conformó con eso, y llamó a sus Harriers y Cobras para que atizaran con fuerza a los defensores.
-Agachad la cabeza. Aquí vienen de nuevo esos bastardos – grito el sargento Tamirov a sus hombres.
Batkin se hundió todo lo que pudo en su hoyo mientras que oía el ruido de los reactores al pasar y poco después la tremenda sacudida que producían las bombas al llegar a tierra y explotar, y luego llegaba la onda expansiva y parecía que se fuera a quedar sin oxígeno en sus pulmones, y finalmente llovía sobre su posición un montón de tierra fruto de la explosión. No era una experiencia agradable, pero al menos seguía con vida.
Otros no tuvieron tanta suerte, y cuando el New Jersey abrió fuego guiado por sus RPV, produjo un shock importante en muchos jóvenes soldados soviéticos, y causo varias bajas.
El cabo Batkin había cavado su propio hoyo de tirador bien profundo y lo había acondicionado con tierra compacta a su alrededor para ofrecerle la mejor cobertura posible, a la vez que lo cubría con tela de paracaídas que oscurecida con algo tierra y hierbas, intentaba que pasara lo más desapercibido posible a los ojos del enemigo.
A su lado, el camarada Moldin y su ametralladora ligera le guardaban su flanco izquierdo y al otro lado, el soldado Misha con su AK le cubría el flanco derecho. Un poco más arriba y a su espalda, el sargento Tamirov manejaba una ametralladora media acompañado del cabo Volodya, y por detrás de estos, y protegidos por un saliente de roca que los hacía invisibles e invulnerables al fuego delantero, un mortero de 80 mm disparaba con fuego indirecto sobre los atacantes.
Ya se hacía casi de noche cuando llegaron más soldados enemigos hasta donde estaban inmovilizados sus compañeros, y de nuevo comenzaron a presionar montaña arriba.
-¡A ellos! – grito el sargento antes de comenzar a disparar su ametralladora.
Todos obedecieron al sargento y abrieron fuego. Batkin tenía localizado a un tipo que parecía ser un oficial, por como parecía indicar a los demás lo que debían hacer, y por que a su lado iba un radio operador que aunque intentaba ocultar la antena de su equipo, resultaba visible a los ojos del francotirador soviético.
El primer disparo falló, pero el segundo acertó en el abdomen del posible oficial, haciendo que cayera al suelo inmediatamente. El radio operador se acercó tirándose al suelo a su lado y tras un instante se incorporó levemente, seguramente para pedir un sanitario. Fue todo lo que Batkin necesitó. Otro disparo y la cabeza de aquel soldado fue destrozada por un proyectil de 7.62 mm.
Pero el cabo ruso también hubo de agacharse al oír los proyectiles enemigos silbar por encima de su cabeza. Luego proyectiles de mayor tamaño comenzaron a caer cada vez más cerca de su posición, y finalmente una salva de cohetes de un helicóptero inundó su posición.
Al disiparse el humo y el estruendo, y ya casi en la oscuridad, comenzó a escuchar los grito de alguno de sus compañeros. Al principio no pudo identificar de quien se trataba, pero al final reconoció la voz de su sargento.
-Sargento ¿esta usted bien? – preguntó el cabo. - ¡Sargento!
-Batkin – dijoMisha – creo que Tamirov está herido.
-Volodya, ¿que pasa ahí arriba?
Pero Volodya no respondió, y al echar una mirada hacia abajo, vio como el enemigo se acercaba cada vez más a su posición. Pensó rápidamente que si el sargento y Volodya estaban heridos o muertos, entonces el mando le correspondía a él, y tomó una decisión.
Nunca le había gustado la posición tan expuesta que ocupaban, así que ordenó a sus compañeros restantes que se reunieran con él en la posición de Tamirov, aprovechando la creciente oscuridad y el humo y el polvo que todavía flotaba en el aire.
Cuando llegaron, vieron a Volodya, o mejor dicho, a lo que quedaba de él, junto a Tamirov con todo su cuerpo ensangrentado y la ametralladora hecha un amasijo de hierro. Trataron de auxiliar a su sargento, pero era imposible, no tenían el material ni los conocimientos para curar heridas de aquel tipo. Seguramente ni un cirujano en el mejor hospital de Moscú podría haberle salvado la vida. En un último gesto, el sargento les ordenó que se retirasen hasta la siguiente posición mediante gestos. Tras despedirse rápidamente de Tamirov, los tres soldados rusos subieron hasta encontrarse con los sirvientes del mortero, que aunque confusos y desorientados estaban vivos y sin ningún rasguño.
Estuvieron todos de acuerdo en intentar llegar a la línea de trincheras principal, y tras hacer estallar el mortero, subieron amparándose en la oscuridad, la misma que si bien les hacía un blanco difícil para el enemigo, les ocultaba su verdadera identidad a sus camaradas más arriba, lo que hacía peligroso el regreso a sus líneas. Por suerte para ellos y otros como ellos que comenzaban a llegar a las trincheras soviéticas, se había establecido un código de luces con sus linternas para las horas nocturnas y luego una contraseña que trataba que el riesgo de fuego fraticida fuera lo menor posible.
Tras varios minutos de angustia, perseguidos por los tiros de los marines y sin saber si sus compañeros les reconocerían, finalmente el pequeño grupo del cabo Batkin llegó a las trincheras amigas, donde pudieron hacerse reconocer y finalmente entrar en ellas, resguardándose del fuego enemigo.
Pero no pudieron descansar mucho. El enemigo ascendía montaña arriba, y si bien el fuego de los helicópteros y los aviones había descendido significativamente, el fuego de la artillería naval continuaba sin tregua. Los Strela ya habían derribado a tres de los incómodos RPV que dirigían el fuego naval y parecía que ahora era más impreciso, pero de todas formas, seguía siendo terriblemente machacón.
Comenzaron a disparar de nuevo, pero ahora ya prácticamente no se veía nada, y tan solo cuando las bengalas iluminaban a los marines, tenía el fuego ruso posibilidades de infligir bajas. Batkin miró un momento hacia el sur y vio como allí, en las posiciones que ocupaban la mayoría de fueras soviéticas, el combate parecía de mucha menor entidad, y se preguntó si sería debido a la distancia o a que los americanos habían preferido acabar con ellos antes de marchar al sur.
De todas formas, tras otra hora de intenso tiroteo, finalmente los americanos desistieron de seguir la lucha por aquella noche. Las posiciones enemigas eran más fuertes de lo esperado y sin un apoyo de fuegos más certero, lo único que iban a conseguir era aumentar el número de bajas propias.
Así fue como por fin, tras una violenta tarde noche, Batkin y sus compañeros pudieron por fin descansar un poco. Al cesar la adrenalina de correr por sus venas, el agotamiento se hizo patente, así como el dolor por la perdida de dos buenos camaradas. Alguno trató de comer algo, pero el cabo tan solo pudo beber un trago de su cantimplora, antes de vomitar. Logró conciliar el sueño durante no más de 15 minutos y luego probó un bocado de carne en lata. Al terminar, entró de guardia durante dos horas en las que cada sombra, cada ruido, cada murmullo, le parecía un soldado enemigo que le quería rebanar la garganta. Por suerte, alguien tuvo la brillante idea de lanzar bengalas durante toda la noche para poder vigilar bien a los americanos, que se encontraban a 200 o 300 metros montaña abajo, algunos ocupando las posiciones avanzadas que habían dejado los soviéticos, otros en la intemperie, cavando un poco para tratar de no congelarse y poder tener algo de abrigo contra los esporádicos disparos enemigos.
Fue una noche larga y tensa, pero lo peor para los dos bandos estaba por llegar.
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El final de la resistencia...
Pese a la sensación de soledad que los paracaidistas soviéticos en Adak en general y en Mount Moffet en particular tenían desde la partida de la flota roja y la salida de los últimos cazas, acentuada tras la invasión de la isla por parte de los Marines, no era del todo exacta, ya que más fuerzas rusas estaban intentando apoyarlos.
El mismo día 28, y antes del desembarco, un ataque de un regimiento mixto de bombarderos intentó frustrar el asalto, pero con ningún resultado. Si el almirante soviético intentaba repetir el éxito que había tenido contra el Enterprise, las circunstancias no eran en absoluto semejantes. Con la mitad de fuerzas atacantes, sin apoyo de cazas debido a la distancia y a no querer arriesgar el Mando de Caza a sus escasos aviones modernos que les quedaban, unidos al doble de cazas y buques americanos, dieron como resultado la perdida de un Tu-16 de bombardeo y otro de reconocimiento para acabar disparando sus misiles a una distancia totalmente inadecuada para lograr algún resultado.
En la mañana del día 29 comenzó con un intento más serio, de nuevo el regimiento de bombarderos intentó un ataque contra la flota enemiga en el que sufrió un total de 4 bajas (dos bombarderos, un avión EW y uno de reconocimiento) para conseguir que un solo misil, de todos los lanzados, fuera derribado por la defensa de punto de un destructor que sufrió daños moderados debido a la ráfaga de la metralla del proyectil que barrio al destructor.
Mientras, un Victor III que había seguido a la flota por fin se encontraba en posición de ataque, pero descubierto cuando intentaba internarse entre la escolta en busca de los grandes buques, fue hundido por dos torpedos de un helicóptero y una fragata que a su vez resultó partida por la mitad por un torpedo del submarino ruso.
En un último esfuerzo y aprovechando el revuelo de los demás ataques, 6 Su-24 que despegaron desde Shemya armados con 4 Kh-29 (AS-14) volaron muy bajo y siguieron la cadena de islas Aleutianas hasta llegar a las cercanías de Adak, donde fueron descubiertos. Se elevaron y comenzaron una carrera para lograr algún blanco antes de que los cazas los derribasen. Tres fueron cazados antes de poder lanzar su carga, pero los restantes localizaron a un LST clase Newport, el USS Frederick, que se acercaba a Kuluk Bay para entregar vehículos, municiones y recoger heridos, pero en lugar de eso, recibió el impacto de siete proyectiles, convirtiéndolo de inmediato en una inmensa bola de fuego. El capitán del buque logró acercar el navío a la costa y al hundirse lo hico en aguas muy poco profundas, lo que sirvió para que una buena parte de la tripulación se salvara. Fue la mayor perdida de la flota ese día.
Por su parte, los tres Fencer restantes fueron derribados al poco de lanzar sus misiles.
Los intentos por frenar o entorpecer la recuperación de Adak por parte de los norteamericanos, llegaron a su fin tras esa mañana. Finalmente se decidió que era una causa perdida, y que era mejor conservar los medios para los días venideros que se antojaban inciertos.
En la isla, el día 29 los Marines volvían a la carga. Tres ataques tuvieron lugar en Mount Moffet aquella mañana. El primero sucedió poco antes de amanecer, y fue poco más que un reconocimiento y afianzamiento de las posiciones enemigas y propias. El segundo y el tercero si fueron ataques en toda regla, pero los marines aquél día no recibieron el apoyo de fuego del día anterior, ya que este se había desviado en gran parte hacia el sur, contra las principales posiciones soviéticas en la isla. También sufrían las bajas del día anterior que no habían sido repuestas y del cansancio de una noche en tensión y pasando mucho frío en aquella maldita montaña. De todas formas, seguían superando en número a los defensores casi en una proporción de tres a uno, y estos, aunque más resguardados del frío, estaban igualmente agotados.
En el tercer ataque, pasado ya mediodía, lo americanos llegaron en varios puntos a las trincheras soviéticas, donde se vivieron episodios de gran ferocidad incluidas terribles luchas cuerpo a cuerpo. Algunas posiciones fueron conquistadas, en otras los defensores prevalecieron y en muy pocas, los rusos se rindieron.
Ante lo inestable de la línea de defensa de los paracaidistas, el jefe del batallón decidió retirar a las tropas restantes a la última línea de defensa en las cumbres del macizo, en posiciones aisladas, pero que se podían proporcionar apoyo mutuo.
Los marines ocuparon rápidamente las posiciones vacantes, y tras consolidarlas, decidieron tomarse un descanso para reagruparse, comer algo y descansar antes del siguiente ataque.
Ahora era posible realizar un movimiento de flanqueo y llevar tropas al otro lado de la montaña para coger a los comunistas entre dos fuegos, pero el comandante norteamericano desecho la idea. La premura en tomar aquella montaña era vital, y un rodeo para posicionar tropas en la otra ladera le llevaría muchas horas y no acabaría antes de la noche, por lo que debería esperar hasta la mañana siguiente para proseguir su avance. Simplemente no podía. Sus órdenes eran claras, tomar el macizo lo antes posible, sin retrasarse por ningún motivo. El hecho de que ya llevara varias horas de retraso sobre la planificación del estado mayor, no le animaba a tomar la decisión de flanquear las posiciones enemigas, si no todo lo contrario.
Así fue como se ordenó otro ataque para primera hora de aquella tarde. De nuevo la lucha fue feroz y las bajas en ambos bando severas, pero los rusos aguantaron la embestida. Tras reagruparse, de nuevo lanzaron los asaltantes otro intento de tomar las últimas posiciones enemigas, pero de nuevo fallaron, pese a haber conquistado algunos de los puntos enemigos. En uno de ellos, los paracaidistas lanzaron un contraataque que desalojó a los norteamericanos antes de haberse podido consolidar en aquella posición.
Finalmente, y acercándose la noche, el coronel de los marines que estaba al cargo de la operación, hablo con el mando de la misión y les comunicó que podía tomar la montaña esa misma tarde-noche, pero necesitaba más apoyo de fuego. Al final, el New Jersey y algunos Cobras y Harriers adicionales fueron desviados para apoyar a los marines en Mount Moffet.
Tras un bombardeo importante, los marines lanzaron su asalto definitivo, logrando conquistar la mayoría de puestos de los paracaidistas, no sin antes haber luchado con gran violencia en las nevadas cumbres de aquella montaña. Las últimas posiciones soviéticas resistieron hasta el anochecer e incluso unos pocos paracaidistas soviéticos intentaron infiltrarse en la oscuridad para llegar a sus líneas en el sur. Ninguno lo consiguió.
Las bajas americanas fueron altas. Los aproximadamente 1.800 marines que intervinieron en el ataque sufrieron 374 bajas (112 muertos, 260 heridos y 2 desaparecidos). Pero las bajas soviéticas fueron peores, ya que de los algo más de 600 efectivos que defendieron Mount Moffet durante algo más de día y medio, se contabilizaron 316 bajas, aproximadamente dos tercios muertos y el resto heridos y desaparecidos.
Nikolai Batkin luchó hasta el final, sobre la cresta de la montaña, disparando la ametralladora RPK de su camarada Moldin, que se encontraba gravemente herido a su lado, y fue allí donde encontró la muerte. Un trozo de metralla le seccionó el brazo a la altura del hombro derecho. El shock y la enorme perdida de sangre, hicieron que en poco tiempo, el joven cabo muriese en aquella helada isla, lejos de su Rusia natal.
Del resto del pelotón, tan solo Moldin sobrevivió, aunque con serias heridas de las que nunca se recuperaría del todo. Acabó la guerra en un campo de prisioneros en Alaska.
Por otro lado, tras la caída de Mount Moffet, las acciones americanas se aceleraron. Los marines que habían atacado la montaña volvieron para apoyar a sus compañeros que luchaban en el sur, donde ahora se utilizaba todo el poder de fuego aeronaval americano.
Utilizando su movilidad y mediante helicópteros, se situaron un buen número de tropas a la espalda del enemigo, cogiéndolo así entre dos fuegos.
Petrucci y los suyos guiaron a los helicópteros en su descenso y balizaron las zonas de aterrizaje. Acabaron su misión haciendo de “snipers” para los marines de la 1ª, lo cual costó una herida de bala en el costado del cabo Murphy, que si bien lo incapacitó durante varias semanas, no hubo de temer por su vida en ningún momento.
Al final, la resistencia organizada soviética en Adak terminó a mediodía del 30 de octubre, con la rendición del general soviético que puso como única condición la asistencia sanitaria para sus heridos y el respeto a la convención de Ginebra.
A primera hora de la tarde, comenzaba a llegar a una de las pistas semi reparadas de la base aérea, los primeros C-130 que transportaban a dos batallones de la 6ª División de infantería ligera que defenderían desde entonces esta importante isla, y permitirían a los marines continuar su rumbo hacia Corea tras “la escala” en Adak.
Pese a la sensación de soledad que los paracaidistas soviéticos en Adak en general y en Mount Moffet en particular tenían desde la partida de la flota roja y la salida de los últimos cazas, acentuada tras la invasión de la isla por parte de los Marines, no era del todo exacta, ya que más fuerzas rusas estaban intentando apoyarlos.
El mismo día 28, y antes del desembarco, un ataque de un regimiento mixto de bombarderos intentó frustrar el asalto, pero con ningún resultado. Si el almirante soviético intentaba repetir el éxito que había tenido contra el Enterprise, las circunstancias no eran en absoluto semejantes. Con la mitad de fuerzas atacantes, sin apoyo de cazas debido a la distancia y a no querer arriesgar el Mando de Caza a sus escasos aviones modernos que les quedaban, unidos al doble de cazas y buques americanos, dieron como resultado la perdida de un Tu-16 de bombardeo y otro de reconocimiento para acabar disparando sus misiles a una distancia totalmente inadecuada para lograr algún resultado.
En la mañana del día 29 comenzó con un intento más serio, de nuevo el regimiento de bombarderos intentó un ataque contra la flota enemiga en el que sufrió un total de 4 bajas (dos bombarderos, un avión EW y uno de reconocimiento) para conseguir que un solo misil, de todos los lanzados, fuera derribado por la defensa de punto de un destructor que sufrió daños moderados debido a la ráfaga de la metralla del proyectil que barrio al destructor.
Mientras, un Victor III que había seguido a la flota por fin se encontraba en posición de ataque, pero descubierto cuando intentaba internarse entre la escolta en busca de los grandes buques, fue hundido por dos torpedos de un helicóptero y una fragata que a su vez resultó partida por la mitad por un torpedo del submarino ruso.
En un último esfuerzo y aprovechando el revuelo de los demás ataques, 6 Su-24 que despegaron desde Shemya armados con 4 Kh-29 (AS-14) volaron muy bajo y siguieron la cadena de islas Aleutianas hasta llegar a las cercanías de Adak, donde fueron descubiertos. Se elevaron y comenzaron una carrera para lograr algún blanco antes de que los cazas los derribasen. Tres fueron cazados antes de poder lanzar su carga, pero los restantes localizaron a un LST clase Newport, el USS Frederick, que se acercaba a Kuluk Bay para entregar vehículos, municiones y recoger heridos, pero en lugar de eso, recibió el impacto de siete proyectiles, convirtiéndolo de inmediato en una inmensa bola de fuego. El capitán del buque logró acercar el navío a la costa y al hundirse lo hico en aguas muy poco profundas, lo que sirvió para que una buena parte de la tripulación se salvara. Fue la mayor perdida de la flota ese día.
Por su parte, los tres Fencer restantes fueron derribados al poco de lanzar sus misiles.
Los intentos por frenar o entorpecer la recuperación de Adak por parte de los norteamericanos, llegaron a su fin tras esa mañana. Finalmente se decidió que era una causa perdida, y que era mejor conservar los medios para los días venideros que se antojaban inciertos.
En la isla, el día 29 los Marines volvían a la carga. Tres ataques tuvieron lugar en Mount Moffet aquella mañana. El primero sucedió poco antes de amanecer, y fue poco más que un reconocimiento y afianzamiento de las posiciones enemigas y propias. El segundo y el tercero si fueron ataques en toda regla, pero los marines aquél día no recibieron el apoyo de fuego del día anterior, ya que este se había desviado en gran parte hacia el sur, contra las principales posiciones soviéticas en la isla. También sufrían las bajas del día anterior que no habían sido repuestas y del cansancio de una noche en tensión y pasando mucho frío en aquella maldita montaña. De todas formas, seguían superando en número a los defensores casi en una proporción de tres a uno, y estos, aunque más resguardados del frío, estaban igualmente agotados.
En el tercer ataque, pasado ya mediodía, lo americanos llegaron en varios puntos a las trincheras soviéticas, donde se vivieron episodios de gran ferocidad incluidas terribles luchas cuerpo a cuerpo. Algunas posiciones fueron conquistadas, en otras los defensores prevalecieron y en muy pocas, los rusos se rindieron.
Ante lo inestable de la línea de defensa de los paracaidistas, el jefe del batallón decidió retirar a las tropas restantes a la última línea de defensa en las cumbres del macizo, en posiciones aisladas, pero que se podían proporcionar apoyo mutuo.
Los marines ocuparon rápidamente las posiciones vacantes, y tras consolidarlas, decidieron tomarse un descanso para reagruparse, comer algo y descansar antes del siguiente ataque.
Ahora era posible realizar un movimiento de flanqueo y llevar tropas al otro lado de la montaña para coger a los comunistas entre dos fuegos, pero el comandante norteamericano desecho la idea. La premura en tomar aquella montaña era vital, y un rodeo para posicionar tropas en la otra ladera le llevaría muchas horas y no acabaría antes de la noche, por lo que debería esperar hasta la mañana siguiente para proseguir su avance. Simplemente no podía. Sus órdenes eran claras, tomar el macizo lo antes posible, sin retrasarse por ningún motivo. El hecho de que ya llevara varias horas de retraso sobre la planificación del estado mayor, no le animaba a tomar la decisión de flanquear las posiciones enemigas, si no todo lo contrario.
Así fue como se ordenó otro ataque para primera hora de aquella tarde. De nuevo la lucha fue feroz y las bajas en ambos bando severas, pero los rusos aguantaron la embestida. Tras reagruparse, de nuevo lanzaron los asaltantes otro intento de tomar las últimas posiciones enemigas, pero de nuevo fallaron, pese a haber conquistado algunos de los puntos enemigos. En uno de ellos, los paracaidistas lanzaron un contraataque que desalojó a los norteamericanos antes de haberse podido consolidar en aquella posición.
Finalmente, y acercándose la noche, el coronel de los marines que estaba al cargo de la operación, hablo con el mando de la misión y les comunicó que podía tomar la montaña esa misma tarde-noche, pero necesitaba más apoyo de fuego. Al final, el New Jersey y algunos Cobras y Harriers adicionales fueron desviados para apoyar a los marines en Mount Moffet.
Tras un bombardeo importante, los marines lanzaron su asalto definitivo, logrando conquistar la mayoría de puestos de los paracaidistas, no sin antes haber luchado con gran violencia en las nevadas cumbres de aquella montaña. Las últimas posiciones soviéticas resistieron hasta el anochecer e incluso unos pocos paracaidistas soviéticos intentaron infiltrarse en la oscuridad para llegar a sus líneas en el sur. Ninguno lo consiguió.
Las bajas americanas fueron altas. Los aproximadamente 1.800 marines que intervinieron en el ataque sufrieron 374 bajas (112 muertos, 260 heridos y 2 desaparecidos). Pero las bajas soviéticas fueron peores, ya que de los algo más de 600 efectivos que defendieron Mount Moffet durante algo más de día y medio, se contabilizaron 316 bajas, aproximadamente dos tercios muertos y el resto heridos y desaparecidos.
Nikolai Batkin luchó hasta el final, sobre la cresta de la montaña, disparando la ametralladora RPK de su camarada Moldin, que se encontraba gravemente herido a su lado, y fue allí donde encontró la muerte. Un trozo de metralla le seccionó el brazo a la altura del hombro derecho. El shock y la enorme perdida de sangre, hicieron que en poco tiempo, el joven cabo muriese en aquella helada isla, lejos de su Rusia natal.
Del resto del pelotón, tan solo Moldin sobrevivió, aunque con serias heridas de las que nunca se recuperaría del todo. Acabó la guerra en un campo de prisioneros en Alaska.
Por otro lado, tras la caída de Mount Moffet, las acciones americanas se aceleraron. Los marines que habían atacado la montaña volvieron para apoyar a sus compañeros que luchaban en el sur, donde ahora se utilizaba todo el poder de fuego aeronaval americano.
Utilizando su movilidad y mediante helicópteros, se situaron un buen número de tropas a la espalda del enemigo, cogiéndolo así entre dos fuegos.
Petrucci y los suyos guiaron a los helicópteros en su descenso y balizaron las zonas de aterrizaje. Acabaron su misión haciendo de “snipers” para los marines de la 1ª, lo cual costó una herida de bala en el costado del cabo Murphy, que si bien lo incapacitó durante varias semanas, no hubo de temer por su vida en ningún momento.
Al final, la resistencia organizada soviética en Adak terminó a mediodía del 30 de octubre, con la rendición del general soviético que puso como única condición la asistencia sanitaria para sus heridos y el respeto a la convención de Ginebra.
A primera hora de la tarde, comenzaba a llegar a una de las pistas semi reparadas de la base aérea, los primeros C-130 que transportaban a dos batallones de la 6ª División de infantería ligera que defenderían desde entonces esta importante isla, y permitirían a los marines continuar su rumbo hacia Corea tras “la escala” en Adak.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
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Este relato está realizado con un poco más de prisa de lo habitual y no está revisado en absoluto, así que puede contener más errores de lo normal.
28 de octubre
El día 28 de octubre fue tranquilo en el Mar de la China Meridional ya que ambos bandos esperaban a reponer efectivos antes de lanzarse a otra embestida, y tan solo el B-427 avanzaba lentamente hacia el Mar de Filipinas en busca de nuevos objetivos.
También la campaña contra los SSBN soviéticos se encontraba estancada. Con cada vez menos objetivos y estos mejor protegidos, el cobrarse una victima era realmente complicado para los “silent hunters” de la US Navy.
A parte de los importantes acontecimientos que ocurrían en las Aleutianas, otros sucesos de igual importancia tenían lugar ese mismo día.
En la frontera chino-soviética la tensión continuaba en aumento y algunos guardafronteras del KGB ya habían intercambiado disparos de armas ligeras con sus homólogos chinos, mientras que los dirigentes de ambas potencias ideaban como manejar esa repentina crisis que a ningún bando interesaba, pero que tampoco parecían saber como solucionar. Los soviéticos habían retirado algunas de sus mejores divisiones del teatro para reforzar su campaña en Europa, que no avanzaba como estaba planificada, mientras que otras divisiones estaban en Corea, enzarzadas en combates, o en la zona de Vladivostok a punto de desplazarse a la península coreana justo cuando estallo la crisis con China.
El EPL había desplazado un importante número de divisiones pero las mantenía a una distancia prudencial de la frontera, excepto en algunos lugares, como en las cercanías de la frontera entre Corea del Norte, la URSS y China, o en algunas zonas en disputa como en Amur-Ussuri cerca de Javarovsk, lo que irritaba profundamente a los militares soviéticos de la región.
También ese día, el general Sharp ordenó una ofensiva aérea que había planificado hacía días y que se había visto obligado a retrasar por los acontecimientos en el teatro de operaciones coreano.
La madrugada del 27 al 28, un grupo de 10 A-6 Intruder lanzaron un ataque contra el único puente sobre el río Tumen en la frontera soviético-norcoreana, que sostenía el esfuerzo bélico del 5º Ejército de Armas Combinadas. El puente fue seriamente dañado por el impacto de varias bombas guiadas por láser, pero a las pocas horas, los ingenieros estaban trabajando en su reparación, mientras que los pontoneros tendían un puente de los que tenían preparados (y bien ocultos) ante tal eventualidad a pocos kilómetros de allí. El tráfico de suministros hacia el sur sufrió un retraso de varias horas en alcanzar a las unidades combatientes. Pero aquel ataque no salio gratis a los norteamericanos, ya que 5 de los Intruder fueron abatidos y uno más, que aunque logró aterrizar, sufrió daños que lo dejaron para siempre en tierra.
Esa misma madrugada, los tres F-117 que habían participado en el ataque a Anadyr, atacaron un importante objetivo a las afueras de Vladivostok, en una zona fuertemente protegida, y en la que tan solo estos furtivos aviones podían internarse con alguna posibilidad de éxito. Un gran deposito de municiones había sido identificado, y pese a su situación bajo tierra, se pensó que con unas bombas perforantes bien colocadas había muchas posibilidades de conseguir su destrucción, la cual ayudaría a las tropas en Corea, ya que se creía que de allí salían muchas de las municiones que se enviaban a las tropas rusas allí desplegadas.
El éxito de la operación fue relativo, ya que si bien se alcanzó el depósito y los Nighthawk lograron evadirse sin ser derribados, la destrucción de municiones no fue la esperada, ya que la estructura del depósito, dividido en varios compartimentos estancos y a diferentes niveles, impidió una explosión catastrófica del total de explosivos allí almacenados. Los soviéticos calcularon la perdida de entre el 15 y el 25% de la munición que todavía había en el depósito, pero lo que de verdad impactó al mando del lejano oriente, a pesar de los informes desde Europa y al ataque en Anadyr, fue la incursión de aquellos aviones “fantasma” que no pudieron ser abatidos pese a entrar en una de las zonas más defendidas de la URSS.
Pero aquello no fue todo, en uno de los más osados y profundos raids de la aviación norteamericana, 6 B-52 que habían despegado de Andersen, en Guam, atacaron en las cercanías de Javarosk, la unión de las vías ferreas del Transiberiano y el BAM, el ferrocarril que discurría casi por entero en paralelo al primero, pero a mayor distancia de la frontera china.
Amparados en la oscuridad y en su vuelo rasante, los bombarderos pudieron llegar lejos pero finalmente fueron detectados ya cerca de su objetivo. La mitad de ellos fueron derribados, pero el resto, confiando en sus equipos ECM y sus señuelos, lograron llegar al punto donde lanzaron su enorme cargamento de bombas y causaron muchos daños en aquel importante punto de transporte de suministros para las fuerzas soviéticas en el lejano oriente. Otros dos B-52 fueron abatidos nada más lanzar su carga, pero el último, seriamente dañado, cruzó la frontera con China y logró aterrizar en un aeropuerto del norte del gigante asiático, siendo escoltado por cazas en su vuelo a lo largo de su espacio aéreo.
Aquel incidente supuso un enorme susto para los chinos, al ver como desde la URSS llegaba un avión con intenciones y nacionalidad desconocida, y la sorpresa al constatar que era norteamericano fue mayúscula. Pero a los soviéticos tampoco les agradó este incidente, que vieron como la incursión en espacio aéreo chino por parte del bombardero americano, no hizo si no aumentar la fuerte sospecha de que los capitalistas y los chinos tenían una especie de alianza secreta.
Ya en la madrugada del 28 al 29, una escuadrilla 8 F-111 y dos EF-111, atacaron la planta de fabricación que Sukhoi tenía en Komsomolsk-on-Amur y de donde salían los poderosos cazas Su-27. Los daños fueron escasos y las perdidas graves (cuatro Aardvak y un Raven) pero acabó de convencer a los soviéticos de que los americanos habían comenzado una campaña en toda regla contra su industria y red de suministros en aquella región del país, y tomaron medidas, como la de reclamar todos los cazas modernos (los cada vez más escasos Su-27, Mig-29 y Mig-31) que combatían por todo el teatro de operaciones, para defender las zonas que estaban siendo atacadas, siendo sustituidos estos aparatos por aparatos más antiguos, principalmente Mig-23, pero también por Mig-21 y 25. Algo parecido sucedió con los sistemas SAM, la artillería antiaérea o la marina de guerra, que se centró en defender sus costas y a sus SSBN.
En definitiva, los soviéticos, viéndose más acosados cada vez, dejaron en un segundo plano las acciones ofensivas, ya fuera en Corea, las Aleutianas o el Pacífico, para centrarse en la defensa de su territorio, sus instalaciones e industria y sus mares adyacentes.
La situación en Corea era la siguiente:
En el frente central, la situación se había estancado al sufrir un constante drenaje las tropas norcoreanas de la zona para ser enviadas a la conquista de Seúl, la cual se había convertido en un punto capital de la campaña en la península.
Si bien unos días atrás, y sobre todo tras completar el cerco terrestre a la capital del “estado títere” los generales norcoreanos esperaban que cayera como fruta madura, la situación había cambiado. Aquella ciudad y su periferia consumían soldados y material a un ritmo endemoniado, y ahora parecía que la conquista de Seúl no sería tan rápida como habían esperado y deseado.
Los aliados también sufrían serias pérdidas, pero la situación en la que se encontraba había sido prevista durante décadas por las fuerzas conjuntas, y contaban con un importante número de soldados y material para la defensa, así como suministros que en teoría deberían valer para al menos tres meses, pero visto el ritmo de consumo de suministros de la contienda, era más realista pensar en cuatro o cinco semanas. De todas formas, al tener en sus manos el puerto y el dominio naval, así como cierta ventaja en el aire, permitía que mediante lanchas rápidas, submarinos, aviones pequeños e incluso algún pequeño pesquero, se transportasen pequeñas cantidades de suministros a la vez que se retiraban heridos para tratar de aliviar la penosa situación de los hospitales dentro del cerco.
Lo que estaba claro es que los norcoreanos deberían poner toda la carne en el asador si querían tomar la capital enemiga de una vez por todas.
Mientras, en la costa este, los soviéticos habían avanzado hasta algunos kilómetros al norte de Pohang, donde los aguardaban tres brigadas del ejército norteamericano y la brigada ANZAC, apoyada por un batallón de tanques M-48A5 surcoreanos. A su izquierda una división de infantería de reserva surcoreana, apoyada también por otro batallón de carros, cubría el frente en el que se esperaba recibir y detener a los soviéticos. Los ingenieros surcoreanos ayudados por civiles, se habían afanado todo lo posible en preparar todo tipo de posiciones defensivas para ayudar a las tropas combatientes. También continuaron llegando helicópteros y todo tipo de unidades armadas con misiles anticarro, así como las 2 divisiones japonesas enviadas a Corea que se encontraban en transito y que se esperaba que llegasen en algún momento del día 29 a las inmediaciones de Pohang. Todo hacía presagiar que al día siguiente se produciría una gran batalla.
En Japón, los vuelos sobre las islas de Kunashir, Habomai y Shikotan se intensificaron, en especial los de reconocimiento, pero también los de ataque, buscando dañar los puestos de mando y sistemas de comunicación que se localizaban. También miembros de las fuerzas especiales niponas, transportados en helicópteros o en submarinos, comenzaron a realizar reconocimientos de posibles puntos de desembarco en aquellas islas.
28 de octubre
El día 28 de octubre fue tranquilo en el Mar de la China Meridional ya que ambos bandos esperaban a reponer efectivos antes de lanzarse a otra embestida, y tan solo el B-427 avanzaba lentamente hacia el Mar de Filipinas en busca de nuevos objetivos.
También la campaña contra los SSBN soviéticos se encontraba estancada. Con cada vez menos objetivos y estos mejor protegidos, el cobrarse una victima era realmente complicado para los “silent hunters” de la US Navy.
A parte de los importantes acontecimientos que ocurrían en las Aleutianas, otros sucesos de igual importancia tenían lugar ese mismo día.
En la frontera chino-soviética la tensión continuaba en aumento y algunos guardafronteras del KGB ya habían intercambiado disparos de armas ligeras con sus homólogos chinos, mientras que los dirigentes de ambas potencias ideaban como manejar esa repentina crisis que a ningún bando interesaba, pero que tampoco parecían saber como solucionar. Los soviéticos habían retirado algunas de sus mejores divisiones del teatro para reforzar su campaña en Europa, que no avanzaba como estaba planificada, mientras que otras divisiones estaban en Corea, enzarzadas en combates, o en la zona de Vladivostok a punto de desplazarse a la península coreana justo cuando estallo la crisis con China.
El EPL había desplazado un importante número de divisiones pero las mantenía a una distancia prudencial de la frontera, excepto en algunos lugares, como en las cercanías de la frontera entre Corea del Norte, la URSS y China, o en algunas zonas en disputa como en Amur-Ussuri cerca de Javarovsk, lo que irritaba profundamente a los militares soviéticos de la región.
También ese día, el general Sharp ordenó una ofensiva aérea que había planificado hacía días y que se había visto obligado a retrasar por los acontecimientos en el teatro de operaciones coreano.
La madrugada del 27 al 28, un grupo de 10 A-6 Intruder lanzaron un ataque contra el único puente sobre el río Tumen en la frontera soviético-norcoreana, que sostenía el esfuerzo bélico del 5º Ejército de Armas Combinadas. El puente fue seriamente dañado por el impacto de varias bombas guiadas por láser, pero a las pocas horas, los ingenieros estaban trabajando en su reparación, mientras que los pontoneros tendían un puente de los que tenían preparados (y bien ocultos) ante tal eventualidad a pocos kilómetros de allí. El tráfico de suministros hacia el sur sufrió un retraso de varias horas en alcanzar a las unidades combatientes. Pero aquel ataque no salio gratis a los norteamericanos, ya que 5 de los Intruder fueron abatidos y uno más, que aunque logró aterrizar, sufrió daños que lo dejaron para siempre en tierra.
Esa misma madrugada, los tres F-117 que habían participado en el ataque a Anadyr, atacaron un importante objetivo a las afueras de Vladivostok, en una zona fuertemente protegida, y en la que tan solo estos furtivos aviones podían internarse con alguna posibilidad de éxito. Un gran deposito de municiones había sido identificado, y pese a su situación bajo tierra, se pensó que con unas bombas perforantes bien colocadas había muchas posibilidades de conseguir su destrucción, la cual ayudaría a las tropas en Corea, ya que se creía que de allí salían muchas de las municiones que se enviaban a las tropas rusas allí desplegadas.
El éxito de la operación fue relativo, ya que si bien se alcanzó el depósito y los Nighthawk lograron evadirse sin ser derribados, la destrucción de municiones no fue la esperada, ya que la estructura del depósito, dividido en varios compartimentos estancos y a diferentes niveles, impidió una explosión catastrófica del total de explosivos allí almacenados. Los soviéticos calcularon la perdida de entre el 15 y el 25% de la munición que todavía había en el depósito, pero lo que de verdad impactó al mando del lejano oriente, a pesar de los informes desde Europa y al ataque en Anadyr, fue la incursión de aquellos aviones “fantasma” que no pudieron ser abatidos pese a entrar en una de las zonas más defendidas de la URSS.
Pero aquello no fue todo, en uno de los más osados y profundos raids de la aviación norteamericana, 6 B-52 que habían despegado de Andersen, en Guam, atacaron en las cercanías de Javarosk, la unión de las vías ferreas del Transiberiano y el BAM, el ferrocarril que discurría casi por entero en paralelo al primero, pero a mayor distancia de la frontera china.
Amparados en la oscuridad y en su vuelo rasante, los bombarderos pudieron llegar lejos pero finalmente fueron detectados ya cerca de su objetivo. La mitad de ellos fueron derribados, pero el resto, confiando en sus equipos ECM y sus señuelos, lograron llegar al punto donde lanzaron su enorme cargamento de bombas y causaron muchos daños en aquel importante punto de transporte de suministros para las fuerzas soviéticas en el lejano oriente. Otros dos B-52 fueron abatidos nada más lanzar su carga, pero el último, seriamente dañado, cruzó la frontera con China y logró aterrizar en un aeropuerto del norte del gigante asiático, siendo escoltado por cazas en su vuelo a lo largo de su espacio aéreo.
Aquel incidente supuso un enorme susto para los chinos, al ver como desde la URSS llegaba un avión con intenciones y nacionalidad desconocida, y la sorpresa al constatar que era norteamericano fue mayúscula. Pero a los soviéticos tampoco les agradó este incidente, que vieron como la incursión en espacio aéreo chino por parte del bombardero americano, no hizo si no aumentar la fuerte sospecha de que los capitalistas y los chinos tenían una especie de alianza secreta.
Ya en la madrugada del 28 al 29, una escuadrilla 8 F-111 y dos EF-111, atacaron la planta de fabricación que Sukhoi tenía en Komsomolsk-on-Amur y de donde salían los poderosos cazas Su-27. Los daños fueron escasos y las perdidas graves (cuatro Aardvak y un Raven) pero acabó de convencer a los soviéticos de que los americanos habían comenzado una campaña en toda regla contra su industria y red de suministros en aquella región del país, y tomaron medidas, como la de reclamar todos los cazas modernos (los cada vez más escasos Su-27, Mig-29 y Mig-31) que combatían por todo el teatro de operaciones, para defender las zonas que estaban siendo atacadas, siendo sustituidos estos aparatos por aparatos más antiguos, principalmente Mig-23, pero también por Mig-21 y 25. Algo parecido sucedió con los sistemas SAM, la artillería antiaérea o la marina de guerra, que se centró en defender sus costas y a sus SSBN.
En definitiva, los soviéticos, viéndose más acosados cada vez, dejaron en un segundo plano las acciones ofensivas, ya fuera en Corea, las Aleutianas o el Pacífico, para centrarse en la defensa de su territorio, sus instalaciones e industria y sus mares adyacentes.
La situación en Corea era la siguiente:
En el frente central, la situación se había estancado al sufrir un constante drenaje las tropas norcoreanas de la zona para ser enviadas a la conquista de Seúl, la cual se había convertido en un punto capital de la campaña en la península.
Si bien unos días atrás, y sobre todo tras completar el cerco terrestre a la capital del “estado títere” los generales norcoreanos esperaban que cayera como fruta madura, la situación había cambiado. Aquella ciudad y su periferia consumían soldados y material a un ritmo endemoniado, y ahora parecía que la conquista de Seúl no sería tan rápida como habían esperado y deseado.
Los aliados también sufrían serias pérdidas, pero la situación en la que se encontraba había sido prevista durante décadas por las fuerzas conjuntas, y contaban con un importante número de soldados y material para la defensa, así como suministros que en teoría deberían valer para al menos tres meses, pero visto el ritmo de consumo de suministros de la contienda, era más realista pensar en cuatro o cinco semanas. De todas formas, al tener en sus manos el puerto y el dominio naval, así como cierta ventaja en el aire, permitía que mediante lanchas rápidas, submarinos, aviones pequeños e incluso algún pequeño pesquero, se transportasen pequeñas cantidades de suministros a la vez que se retiraban heridos para tratar de aliviar la penosa situación de los hospitales dentro del cerco.
Lo que estaba claro es que los norcoreanos deberían poner toda la carne en el asador si querían tomar la capital enemiga de una vez por todas.
Mientras, en la costa este, los soviéticos habían avanzado hasta algunos kilómetros al norte de Pohang, donde los aguardaban tres brigadas del ejército norteamericano y la brigada ANZAC, apoyada por un batallón de tanques M-48A5 surcoreanos. A su izquierda una división de infantería de reserva surcoreana, apoyada también por otro batallón de carros, cubría el frente en el que se esperaba recibir y detener a los soviéticos. Los ingenieros surcoreanos ayudados por civiles, se habían afanado todo lo posible en preparar todo tipo de posiciones defensivas para ayudar a las tropas combatientes. También continuaron llegando helicópteros y todo tipo de unidades armadas con misiles anticarro, así como las 2 divisiones japonesas enviadas a Corea que se encontraban en transito y que se esperaba que llegasen en algún momento del día 29 a las inmediaciones de Pohang. Todo hacía presagiar que al día siguiente se produciría una gran batalla.
En Japón, los vuelos sobre las islas de Kunashir, Habomai y Shikotan se intensificaron, en especial los de reconocimiento, pero también los de ataque, buscando dañar los puestos de mando y sistemas de comunicación que se localizaban. También miembros de las fuerzas especiales niponas, transportados en helicópteros o en submarinos, comenzaron a realizar reconocimientos de posibles puntos de desembarco en aquellas islas.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
- flanker33
- Teniente Coronel
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29 y 30 de Octubre
Estos dos días fueron el punto culminante de casi todo lo acontecido con anterioridad en el Teatro de Operaciones del Pacífico.
-Uno de los principales actos fue la llamada “Batalla de Pohang”, en Corea del Sur, el choque entre el 5º Ejército de Armas Combinadas soviético y las fuerzas coreano-norteamericanas, reunidas a toda prisa para frenar el avance comunista por la costa este de la península que amenazaba a los principales puertos del sur del país y a provocar el hundimiento del frente.
Los soviéticos tenían desplegadas la 5º División de Tanques y la 194º División Mecanizada, ambas de categoría A en la punta de lanza de la formación, mientras que protegiendo su flanco y la retaguardia (ya que las tropas norcoreanas se habían demostrado incapaces de seguir el ritmo soviético y por la poca confianza que inspiraban en los mandos rusos) estaba protegida por la 17º D. Mecanizada (Cat. B), menos su batallón de reconocimiento, su regimiento acorazado y algunas unidades de artillería, que conformaban el Grupo de Maniobra Operacional (GMO) del 5ª Ejército.
Desde unos 18 kilómetros al norte de la industrial ciudad de Pohang, los rusos comenzarían el ataque al alba del día 29. Esta ciudad ya era importante por si misma, al tener unos grandes astilleros y ser fuente de grandes acererías que suministraban una cantidad significativa de dicho material para el esfuerzo bélico de su país. Pero además era la línea de defensa que los aliados había trazado (como en la primera guerra de Corea, durante el asedio al perímetro de Pusan) para frenar al enemigo, y su desmoronamiento, supondría un duro golpe para las fuerzas aliadas ya que pondría al alcance ruso las importantes ciudades de Ulsan y Pusan, y la retaguardia del conjunto de los ejércitos aliados en Corea. Para la lucha, los aliados habían dispuesto a las 3 brigadas americanas recién llegadas (procedentes de la 82º Aerotransportada y la 7º la 25º de infantería ligera) en la propia ciudad, en una primera línea defensiva en la parte norte, por encima del río Hyeongsan, con avanzadillas en las carreteras 7 y 20, que llegaban directamente a la ciudad, y posiciones de retaguardia al sur del río, en la otra parte de la ciudad. Se habían constituido en una División de Infantería Ligera Provisional y ese fue su nombre durante unos días. Por su parte, la brigada ANZAC con el apoyo de un batallón de tanques surcoreanos equipado con M-48A5K, se situaría a su izquierda, sobre la autovía nº 20, e igualmente con posiciones de retaguardia tras el río Hyeongsan. A los surcoreanos, les correspondía el flanco izquierdo y para ello contaban con posiciones de vanguardia a pocos kilómetros de las tropas rusas, y una línea de resistencia principal también sobre la autovía nº 20. Su última línea de defensa se situaba entre 8 y 12 kilómetros más atrás, desde Angang en contacto con los ANZAC y se desplazaba hacia el noroeste hasta Suseong. Para cumplir con esta misión, el ejército surcoreano había enviado a la 72º D. de Infantería de Reserva, que todavía estaba relativamente intacta y tenía asignado un batallón de tanques M-48A3K y un batallón de artillería pesada del 155.
Pero la principal baza que jugaba el general Sharp aquél día fue la aviación. Había mandado llamar a la mayor parte de sus fuerzas aéreas disponibles para lograr la superioridad aérea en la zona y permitir que los aviones de ataque al suelo pudieran despacharse a gusto con los tanques soviéticos. Y lo iban a necesitar, puesto que pese a los días que llevaba combatiendo y al desgaste lógico en unidades mecanizadas, los carros de combate de las dos divisiones soviéticas todavía superan los 500 vehículos. Pero los aliados también llamaron a casi todos sus helicópteros de ataque, y así, entre coreanos, americanos y unos pocos aparatos japoneses, lograron reunir más de 40 AH-1 Cobra que serían muy bien venidos. Por su parte, los rusos habían tenido que devolver todos sus Mig-29 y Su-27 que quedaban a su propio territorio para defenderse de los ataques cada vez más osados de los norteamericanos, quedando así la defensa aérea del 5º Ejército en manos de un número cada vez menor de Mig-23 y 21, varios de ellos sacados de la unidades de reserva.
Cuando se puso en marcha, el ataque soviético lo primero que se encontró fue con unas posiciones de avanzadilla de las fuerzas aliadas que defendiendo puntos fuertes lograron frenar a las unidades reconocimiento enemigas y que algunas unidades de combate que las seguían hubiesen de desplegarse para tomarlas por asalto, lo cual no fue necesario, ya que los aliados se replegaron tras hacer gastar algo de tiempo, munición y combustible a los rusos, y dejar vía libre para que los aviones de ataque norteamericanos, principalmente, y surcoreanos hicieran su trabajo. Los soviéticos emplearon sus unidades motorizadas antiaéreas, mientras que los Mig,s intentaban disputar el cielo a los F-15, F-14 y F-16 sin demasiada fortuna. La superioridad aérea norteamericana se mantendría a lo largo de toda la jornada, aunque a veces con violentos combates en las alturas.
Los aproximadamente 16 kilómetros que había hasta las afueras de Pohang fueron un suplicio para la 194º Mecanizada, que perdió varias docenas de vehículos, la mayoría tanques T-72, pero la peor parte se la llevó la 5º de Tanques, ya que, por su peligrosidad y el terreno por donde atacaba, fue escogida para ser el blanco de la mayoría de los ataque aéreos aliados, produciendo un gran número de bajas entre sus tanques que eran los blancos primarios de los cazabombarderos aliados. El precio en aviones y helicópteros norteamericanos y surcoreanos fue alto aunque no prohibitivo para seguir lanzado ataques, pero en opinión de Sharp, mereció la pena.
Cuando los tanques y los BMP soviéticos se aproximaban a las líneas principales de defensa enemigas, fueron encauzadas por grandes campos de minas y obstáculos hacia sectores donde la infantería, con misiles TOW y Dragon podían disparar con relativa seguridad y posibilidad de causar daños. Pero los rusos no se estuvieron quietos y usaron su artillería para neutralizar esas posiciones, a la vez que sus ingenieros habrían paso por los campos minados y los obstáculos antitanque.
En Pohang, la lucha degeneró rápidamente en un combate calle por calle y casa por casa, compensando en parte la infantería ligera norteamericana la superioridad en potencia de fuego rusa al combatir en aquel tipo de terreno. Por su parte los ANZAC y los surcoreanos lo tenían más difícil contra la división de tanques enemiga, pero su apoyo de carros de combate y dos batallones de artillería del 155 (el 1-8º de la 25º de infantería con sus obuses M-198 también apoyaban ese sector) le conferían una resistencia adicional.
La lucha fue dura, muy dura, y se extendió a lo largo de toda la mañana y el medio día, hasta que los soviéticos, se retiraron unos pocos kilómetros para reagruparse y preparar la siguiente embestida, lo cual aprovechó en general Sharp para ordenar un repliegue de sus castigadas tropas hasta la segunda y última línea defensa, con la instrucción de no retroceder ni un paso.
Los soviéticos volvieron a la carga al poco tiempo, y se encontraron con las posiciones enemigas que habían atacado por la mañana vacías. Temiendo una trampa, los rusos avanzaron con cautela, a la vez que la aviación enemiga volvía a hacer acto de presencia y martirizaba a las tropas mecanizadas. La 194º se había hecho con el control de la mayoría de las zonas urbanas de la ciudad que estaban al norte del río, pero las zonas industriales quedaban ahora tras el Hyeongsan, y estaban defendidas por la División de Infantería provisional norteamericana. Los cuatro puentes que había sobre el río habían sido volados y los rusos tuvieron que intentar el cruce por sus propios medios. Tres fueron los intentos, el primero poco más que un reconocimiento, el segundo fue el más serio y logró colocar una compañía reforzada al otro lado, pero un contraataque con las únicas reservas que tenía la División, logró reponer la situación y tomar más de un centenar de prisioneros. La tercera “intentona” no logró más que las anteriores y al finalizar el día, la situación se había estancado en Pohang.
Al este de la ciudad, los surcoreanos y los ANZAC combatían desde posiciones preparadas en los días anteriores. Los australianos y neozelandeses pudieron replegarse tras el río, pero los surcoreanos quedaron más al descubierto. Ese iba a ser el punto más débil de todo el dispositivo, y Sharp lo comprendió al momento. Desvió hacia allí a los tanques que quedaban del batallón que apoyaba a los ANZAC y a toda la artillería que pudo, pero viendo que quizás no fuera suficiente ayuda para los reservistas, enfrentados a una de las mejores divisiones soviéticas del Lejano Oriente, ordenó a los aviones y helicópteros realizar un último esfuerzo para frenar a los tanques rusos.
Pese a todo, la situación pendía de un hilo, la 5º de Tanques siguió presionando y haciendo retroceder a los surcoreanos, y en un momento dado pareció que todo el frente se iba a desmoronar, pero entonces llegó al frente una de las brigadas de la 3º División de Infantería japonesa, y logró bloquear la primera ruptura que habían logrado los soviéticos en el punto de unión entre la brigada ANZAC y los surcoreanos. Frustrado por habérsele escapado semejante oportunidad de las manos, el comandante del 5º Ejército, ordenó a su GMO que atacara en el centro del dispositivo surcoreano, pensando que el peso de sus casi 100 tanques lograría desequilibrar la balanza a su favor. Al principio todo fue bien, y los surcoreanos debieron seguir retrocediendo, pero el mando ruso no conseguí la deseada ruptura, mientras sus tanques y soldados se desangraban para conseguir avanzar algunos kilómetros. La noche se acercaba rápidamente y los rusos presionaban despiadadamente para perforar un hueco en las defensas enemigas, lo cual finalmente lograron cunado los últimos rayos del sol desaparecían tras el horizonte.
El desarrollo de los acontecimientos posteriores fue de gran confusión. Con los tanques y BMP,s soviéticos avanzando en la oscuridad, el grueso de la 3º División de infantería japonesas llegó a la zona para enfrentarse a los rusos. En la noche, y sin conocimiento del terreno, los japoneses no pudieron interponerse con más de una brigada y alo de apoyo artillero, pero fue suficiente para ralentizar de nuevo el avance comunista, para desesperación de sus mandos. Los surcoreanos retrasaron de nuevo sus líneas para no quedar con los flancos al aire, mientras que los pocos carros de los dos batallones de tanques que les quedaban recibieron la orden de contraatacar la base de la penetración enemiga, y si bien no logró un avance importante, confundió a los soviéticos que desviaron unidades en un momento crucial para hacer frente al ataque. En una última misión, los aviones norteamericanos con capacidad para atacar de noche, realizaron misiones sobre la punta de lanza del GMO, causando daños importantes, aunque también varias bajas entre las filas japonesas, al no estar debidamente coordinadas y por la fluidez de la situación. Finalmente, y ya de madrugada, la situación crítica había pasado. El frente se había recompuesto a base de frenar a los rusos y retroceder las líneas de la 72º División surcoreana, y cuando finalmente los japoneses pudieron contactar con las tropas desplegadas, se ubicaron en las zonas más amenazadas, reforzándolas, y haciendo que al menos, por aquella noche, los rusos fueran incapaces de continuar su ataque. El día había acabado con un moderado avance de las posiciones soviéticas, pero todo parecía indicar que se había logrado un sangriento empate.
Ahora había llegado el tiempo para ambos bandos de descansar aunque fuera unas horas y reaprovisionarse, lo cual sería más complicado para los rusos, que veían como sus suministros comenzaban a llegar con intermitencias desde hacía unas 24 horas. Luego empezó a llegar informaciones confusas de hechos preocupantes en Seúl, y poco después, la logística soviética sería una pesadilla.
Estos dos días fueron el punto culminante de casi todo lo acontecido con anterioridad en el Teatro de Operaciones del Pacífico.
-Uno de los principales actos fue la llamada “Batalla de Pohang”, en Corea del Sur, el choque entre el 5º Ejército de Armas Combinadas soviético y las fuerzas coreano-norteamericanas, reunidas a toda prisa para frenar el avance comunista por la costa este de la península que amenazaba a los principales puertos del sur del país y a provocar el hundimiento del frente.
Los soviéticos tenían desplegadas la 5º División de Tanques y la 194º División Mecanizada, ambas de categoría A en la punta de lanza de la formación, mientras que protegiendo su flanco y la retaguardia (ya que las tropas norcoreanas se habían demostrado incapaces de seguir el ritmo soviético y por la poca confianza que inspiraban en los mandos rusos) estaba protegida por la 17º D. Mecanizada (Cat. B), menos su batallón de reconocimiento, su regimiento acorazado y algunas unidades de artillería, que conformaban el Grupo de Maniobra Operacional (GMO) del 5ª Ejército.
Desde unos 18 kilómetros al norte de la industrial ciudad de Pohang, los rusos comenzarían el ataque al alba del día 29. Esta ciudad ya era importante por si misma, al tener unos grandes astilleros y ser fuente de grandes acererías que suministraban una cantidad significativa de dicho material para el esfuerzo bélico de su país. Pero además era la línea de defensa que los aliados había trazado (como en la primera guerra de Corea, durante el asedio al perímetro de Pusan) para frenar al enemigo, y su desmoronamiento, supondría un duro golpe para las fuerzas aliadas ya que pondría al alcance ruso las importantes ciudades de Ulsan y Pusan, y la retaguardia del conjunto de los ejércitos aliados en Corea. Para la lucha, los aliados habían dispuesto a las 3 brigadas americanas recién llegadas (procedentes de la 82º Aerotransportada y la 7º la 25º de infantería ligera) en la propia ciudad, en una primera línea defensiva en la parte norte, por encima del río Hyeongsan, con avanzadillas en las carreteras 7 y 20, que llegaban directamente a la ciudad, y posiciones de retaguardia al sur del río, en la otra parte de la ciudad. Se habían constituido en una División de Infantería Ligera Provisional y ese fue su nombre durante unos días. Por su parte, la brigada ANZAC con el apoyo de un batallón de tanques surcoreanos equipado con M-48A5K, se situaría a su izquierda, sobre la autovía nº 20, e igualmente con posiciones de retaguardia tras el río Hyeongsan. A los surcoreanos, les correspondía el flanco izquierdo y para ello contaban con posiciones de vanguardia a pocos kilómetros de las tropas rusas, y una línea de resistencia principal también sobre la autovía nº 20. Su última línea de defensa se situaba entre 8 y 12 kilómetros más atrás, desde Angang en contacto con los ANZAC y se desplazaba hacia el noroeste hasta Suseong. Para cumplir con esta misión, el ejército surcoreano había enviado a la 72º D. de Infantería de Reserva, que todavía estaba relativamente intacta y tenía asignado un batallón de tanques M-48A3K y un batallón de artillería pesada del 155.
Pero la principal baza que jugaba el general Sharp aquél día fue la aviación. Había mandado llamar a la mayor parte de sus fuerzas aéreas disponibles para lograr la superioridad aérea en la zona y permitir que los aviones de ataque al suelo pudieran despacharse a gusto con los tanques soviéticos. Y lo iban a necesitar, puesto que pese a los días que llevaba combatiendo y al desgaste lógico en unidades mecanizadas, los carros de combate de las dos divisiones soviéticas todavía superan los 500 vehículos. Pero los aliados también llamaron a casi todos sus helicópteros de ataque, y así, entre coreanos, americanos y unos pocos aparatos japoneses, lograron reunir más de 40 AH-1 Cobra que serían muy bien venidos. Por su parte, los rusos habían tenido que devolver todos sus Mig-29 y Su-27 que quedaban a su propio territorio para defenderse de los ataques cada vez más osados de los norteamericanos, quedando así la defensa aérea del 5º Ejército en manos de un número cada vez menor de Mig-23 y 21, varios de ellos sacados de la unidades de reserva.
Cuando se puso en marcha, el ataque soviético lo primero que se encontró fue con unas posiciones de avanzadilla de las fuerzas aliadas que defendiendo puntos fuertes lograron frenar a las unidades reconocimiento enemigas y que algunas unidades de combate que las seguían hubiesen de desplegarse para tomarlas por asalto, lo cual no fue necesario, ya que los aliados se replegaron tras hacer gastar algo de tiempo, munición y combustible a los rusos, y dejar vía libre para que los aviones de ataque norteamericanos, principalmente, y surcoreanos hicieran su trabajo. Los soviéticos emplearon sus unidades motorizadas antiaéreas, mientras que los Mig,s intentaban disputar el cielo a los F-15, F-14 y F-16 sin demasiada fortuna. La superioridad aérea norteamericana se mantendría a lo largo de toda la jornada, aunque a veces con violentos combates en las alturas.
Los aproximadamente 16 kilómetros que había hasta las afueras de Pohang fueron un suplicio para la 194º Mecanizada, que perdió varias docenas de vehículos, la mayoría tanques T-72, pero la peor parte se la llevó la 5º de Tanques, ya que, por su peligrosidad y el terreno por donde atacaba, fue escogida para ser el blanco de la mayoría de los ataque aéreos aliados, produciendo un gran número de bajas entre sus tanques que eran los blancos primarios de los cazabombarderos aliados. El precio en aviones y helicópteros norteamericanos y surcoreanos fue alto aunque no prohibitivo para seguir lanzado ataques, pero en opinión de Sharp, mereció la pena.
Cuando los tanques y los BMP soviéticos se aproximaban a las líneas principales de defensa enemigas, fueron encauzadas por grandes campos de minas y obstáculos hacia sectores donde la infantería, con misiles TOW y Dragon podían disparar con relativa seguridad y posibilidad de causar daños. Pero los rusos no se estuvieron quietos y usaron su artillería para neutralizar esas posiciones, a la vez que sus ingenieros habrían paso por los campos minados y los obstáculos antitanque.
En Pohang, la lucha degeneró rápidamente en un combate calle por calle y casa por casa, compensando en parte la infantería ligera norteamericana la superioridad en potencia de fuego rusa al combatir en aquel tipo de terreno. Por su parte los ANZAC y los surcoreanos lo tenían más difícil contra la división de tanques enemiga, pero su apoyo de carros de combate y dos batallones de artillería del 155 (el 1-8º de la 25º de infantería con sus obuses M-198 también apoyaban ese sector) le conferían una resistencia adicional.
La lucha fue dura, muy dura, y se extendió a lo largo de toda la mañana y el medio día, hasta que los soviéticos, se retiraron unos pocos kilómetros para reagruparse y preparar la siguiente embestida, lo cual aprovechó en general Sharp para ordenar un repliegue de sus castigadas tropas hasta la segunda y última línea defensa, con la instrucción de no retroceder ni un paso.
Los soviéticos volvieron a la carga al poco tiempo, y se encontraron con las posiciones enemigas que habían atacado por la mañana vacías. Temiendo una trampa, los rusos avanzaron con cautela, a la vez que la aviación enemiga volvía a hacer acto de presencia y martirizaba a las tropas mecanizadas. La 194º se había hecho con el control de la mayoría de las zonas urbanas de la ciudad que estaban al norte del río, pero las zonas industriales quedaban ahora tras el Hyeongsan, y estaban defendidas por la División de Infantería provisional norteamericana. Los cuatro puentes que había sobre el río habían sido volados y los rusos tuvieron que intentar el cruce por sus propios medios. Tres fueron los intentos, el primero poco más que un reconocimiento, el segundo fue el más serio y logró colocar una compañía reforzada al otro lado, pero un contraataque con las únicas reservas que tenía la División, logró reponer la situación y tomar más de un centenar de prisioneros. La tercera “intentona” no logró más que las anteriores y al finalizar el día, la situación se había estancado en Pohang.
Al este de la ciudad, los surcoreanos y los ANZAC combatían desde posiciones preparadas en los días anteriores. Los australianos y neozelandeses pudieron replegarse tras el río, pero los surcoreanos quedaron más al descubierto. Ese iba a ser el punto más débil de todo el dispositivo, y Sharp lo comprendió al momento. Desvió hacia allí a los tanques que quedaban del batallón que apoyaba a los ANZAC y a toda la artillería que pudo, pero viendo que quizás no fuera suficiente ayuda para los reservistas, enfrentados a una de las mejores divisiones soviéticas del Lejano Oriente, ordenó a los aviones y helicópteros realizar un último esfuerzo para frenar a los tanques rusos.
Pese a todo, la situación pendía de un hilo, la 5º de Tanques siguió presionando y haciendo retroceder a los surcoreanos, y en un momento dado pareció que todo el frente se iba a desmoronar, pero entonces llegó al frente una de las brigadas de la 3º División de Infantería japonesa, y logró bloquear la primera ruptura que habían logrado los soviéticos en el punto de unión entre la brigada ANZAC y los surcoreanos. Frustrado por habérsele escapado semejante oportunidad de las manos, el comandante del 5º Ejército, ordenó a su GMO que atacara en el centro del dispositivo surcoreano, pensando que el peso de sus casi 100 tanques lograría desequilibrar la balanza a su favor. Al principio todo fue bien, y los surcoreanos debieron seguir retrocediendo, pero el mando ruso no conseguí la deseada ruptura, mientras sus tanques y soldados se desangraban para conseguir avanzar algunos kilómetros. La noche se acercaba rápidamente y los rusos presionaban despiadadamente para perforar un hueco en las defensas enemigas, lo cual finalmente lograron cunado los últimos rayos del sol desaparecían tras el horizonte.
El desarrollo de los acontecimientos posteriores fue de gran confusión. Con los tanques y BMP,s soviéticos avanzando en la oscuridad, el grueso de la 3º División de infantería japonesas llegó a la zona para enfrentarse a los rusos. En la noche, y sin conocimiento del terreno, los japoneses no pudieron interponerse con más de una brigada y alo de apoyo artillero, pero fue suficiente para ralentizar de nuevo el avance comunista, para desesperación de sus mandos. Los surcoreanos retrasaron de nuevo sus líneas para no quedar con los flancos al aire, mientras que los pocos carros de los dos batallones de tanques que les quedaban recibieron la orden de contraatacar la base de la penetración enemiga, y si bien no logró un avance importante, confundió a los soviéticos que desviaron unidades en un momento crucial para hacer frente al ataque. En una última misión, los aviones norteamericanos con capacidad para atacar de noche, realizaron misiones sobre la punta de lanza del GMO, causando daños importantes, aunque también varias bajas entre las filas japonesas, al no estar debidamente coordinadas y por la fluidez de la situación. Finalmente, y ya de madrugada, la situación crítica había pasado. El frente se había recompuesto a base de frenar a los rusos y retroceder las líneas de la 72º División surcoreana, y cuando finalmente los japoneses pudieron contactar con las tropas desplegadas, se ubicaron en las zonas más amenazadas, reforzándolas, y haciendo que al menos, por aquella noche, los rusos fueran incapaces de continuar su ataque. El día había acabado con un moderado avance de las posiciones soviéticas, pero todo parecía indicar que se había logrado un sangriento empate.
Ahora había llegado el tiempo para ambos bandos de descansar aunque fuera unas horas y reaprovisionarse, lo cual sería más complicado para los rusos, que veían como sus suministros comenzaban a llegar con intermitencias desde hacía unas 24 horas. Luego empezó a llegar informaciones confusas de hechos preocupantes en Seúl, y poco después, la logística soviética sería una pesadilla.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
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Situación general en la peninsula de Corea en la mañanadel día 29 de octubre:
Situación y desarrollo de la batalla de Pohang:
En azul las posiciones norteamericanas y ANZAC, en verde las surcoreanas y japonesas, y en rojo las soviéticas.
Espero que sirva para entender un poco más la situación.
Situación y desarrollo de la batalla de Pohang:
En azul las posiciones norteamericanas y ANZAC, en verde las surcoreanas y japonesas, y en rojo las soviéticas.
Espero que sirva para entender un poco más la situación.
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29 y 30 de octubre
-Desde hacía unos días, los generales norcoreanos decían cada mañana y cada noche al Gran Lider Kim Il Sung que la capital del estado títere del sur estaba a punto de caer, pero Seúl se resistía a ser tomada. Cada día las perdidas norcoreanas en hombres y material eran mayores para conseguir avances cada vez más insignificantes. Los soldados no eran una preocupación de los mandos militares y mucho menos para el Gran Líder y su hijo Kim Jong Il, pero el material y la munición gastada, costaba mucho de reponer, y los suministros soviéticos cada vez llegaban en menos cantidad. Eso sumado al enorme gasto en todo el frente, pero en particular en el cerco de Seúl y la destrucción de las fabricas por parte de la aviación enemiga en los días anteriores, hacía que algunas unidades ya tuvieran problemas de aprovisionamiento, y eso que en el frente central, en muchos lugares se habían detenido las operaciones ofensivas para desviar recursos a los sitiadores de la capital enemiga.
El problema residía en gran medida en las enormes bajas producidas en los primeros días durante las batallas en las zonas fronterizas. Los mejor del Ejército norcoreano había sido diezmado y ahora solo quedaba una sombra de lo que había sido. Los lideres creían que las unidades del segundo y tercer escalón lograrían la victoria, y pensaban que el sacrificio había merecido la pena, pero no fue así. Aquellas otras tropas, algunas muy validas para el combate, se encontraban ahora diseminadas a lo largo de varios cientos de kilómetros, y aunque su grueso principal se encontraba intentando tomar Seúl y sus zonas urbanas adyacente, la propia naturaleza del combate urbano hacía que el precio en hombres a pagar por cada pequeño avance fuera desproporcionado ante defensores bien atrincherados y pertrechados. Además hacían frente a algunos de los mejores soldados surcoreanos y norteamericanos.
Así pues, la situación en el cerco de Seúl en la mañana del día 29 se había estancado, cuando el Gran Lider, en la reunión matinal, en un arrebato emocional poco frecuente en él, destituyó a la mayoría de la jerarquía militar del país, cambiándola por otra en esa misma reunión. El nuevo comandante en jefe del Ejército, impactado todavía al ver salir a su antiguo jefe por la puerta de la sala de reuniones, camino de un campo de reeducación, fue interpelado por Kim Il Sung sobre que pensaba hacer para cambiar la situación, hubo de pensar rápido. Era conocedor del balance de fuerzas y no creía posible una rápida victoria que era lo que demandaba su amo, quizás con un enorme gasto de hombres y material, dentro de una semana o dos, podría tomar Seúl, pero tampoco estaba convencido de ello, así que lo único que se le ocurrió para salvar su cuello fue recurrir a una medida desesperada.
Corea del Norte tenía en esas fechas un importante arsenal de armas químicas, ya que desde los años 50, tanto China como la URSS habían comenzado a enseñar técnicas para el combate en este tipo de armas. El principal agente químico ofensivo con que contaba era el conocido como Gas Mostaza, el cual fue escogido en aquella reunión para llevar a cabo un ataque aquel mismo día contra los defensores y la población de Seúl. Fue escogido en parte por que permitía una más fácil protección de sus propios soldados, que serían avisados unos minutos antes de que se llevase a cabo el ataque, y en parte por que lanzado contra la población civil de Seúl, los síntomas serían visibles para todos y el pánico se apoderaría de la ciudad. Era ese el objetivo final, que la presión de sus ciudadanos ante la crisis provocada por las armas químicas y su miedo a morir gaseados, hiciera que el gobierno títere rindiera la capital a las tropas norcoreanas, aunque también serían atacadas las tropas enemigas. El Gran Lider y su hijo, se mostraron de acuerdo y apoyaron el plan para vencer la resistencia en Seúl. Después, con las tropas que ahora se atascaban en la ciudad, podrían dar un impulso al frente central para terminar la conquista y la reunificación de su país. Quien sabe, quizás incluso el gobierno títere buscase la rendición después de aquello.
Todo pudo hacerse con gran celeridad, en parte debido a que había un buen stock de proyectiles con carga química que seguía de cerca de las unidades de artillería pesada que ahora bombardeaban Seúl, y en parte por que el otro vector de lanzamiento serían aviones Mig-21 provisto de dispersores de agentes químicos. Se reunió a un pequeño número de los aviones de caza que todavía les quedaban a los norcoreanos para proporcionar escolta a los aviones que llevarían a cabo el ataque.
Eran poco más de las seis de la tarde cuando los proyectiles químicos lanzados desde obuses y los dispersores de agentes químicos de los Mig comenzaban a inundar zonas escogidas de la capital de Corea del Sur. Unas fueron zonas donde la resistencia de las tropas enemiga era más fuerte, otras lo fueron por que estaban más densamente pobladas. En general las bajas fueron graves, bastante menores entre los militares, equipados y entrenado en parte para aquello, pero terribles entre la población civil pese a lo poco que las autoridades pudieron hacer para paliar en la medida de lo posible aquella situación de caos.
El uso de aquellas armas, que habían sido utilizadas sin conocimiento de Moscú, supuso un punto de inflexión en aquella campaña en particular y en la guerra en general. El gobierno americano, al tener noticia de aquel ataque un par de horas después, convocó una reunión de emergencia. En la misma se decidió que se contestaría con armas químicas, y no con armas atómicas, en una primera fase, pero si había un nuevo ataque, entonces Corea del Norte sería borrada del mapa. Lo siguiente que se decidió fue el objetivo de la represalia. Pyongyang fue la elección natural, pero también, y como habían muerto soldados norteamericanos en el ataque, y Washington no tenía medio de saber si Moscú estaba detrás de aquello, se incluyo en los objetivos a la retaguardia del 5º Ejército de Armas Combinadas, peor preparada que las tropas del frente en guerra química y cuya paralización supondría un duro traspié para la ofensiva soviética que estaba a punto de romper las líneas del general Sharp. Un último objetivo fueron algunas de las tropas norcoreanas que cercaban Seúl, como modo de restablecer la relación de fuerzas, debilitada hacía unas horas.
De madrugada, aviones F-111 que habían despegado desde Japón, lanzaron un ataque químico contra la capital norcoreana, produciendo centenares si no miles de muertos, mientras que unos A-6 hacían lo propio sobre la retaguardia del 5º Ejército. Finalmente, la artillería norteamericana dentro de Seúl, lanzó proyectiles químicos sobre algunas de las posiciones norcoreanas más amenazantes en las inmediaciones de la ciudad.
En unas pocas horas se habían producido miles de muertos y heridos, y la situación amenazaba con descontrolarse en toda Corea.
-Desde hacía unos días, los generales norcoreanos decían cada mañana y cada noche al Gran Lider Kim Il Sung que la capital del estado títere del sur estaba a punto de caer, pero Seúl se resistía a ser tomada. Cada día las perdidas norcoreanas en hombres y material eran mayores para conseguir avances cada vez más insignificantes. Los soldados no eran una preocupación de los mandos militares y mucho menos para el Gran Líder y su hijo Kim Jong Il, pero el material y la munición gastada, costaba mucho de reponer, y los suministros soviéticos cada vez llegaban en menos cantidad. Eso sumado al enorme gasto en todo el frente, pero en particular en el cerco de Seúl y la destrucción de las fabricas por parte de la aviación enemiga en los días anteriores, hacía que algunas unidades ya tuvieran problemas de aprovisionamiento, y eso que en el frente central, en muchos lugares se habían detenido las operaciones ofensivas para desviar recursos a los sitiadores de la capital enemiga.
El problema residía en gran medida en las enormes bajas producidas en los primeros días durante las batallas en las zonas fronterizas. Los mejor del Ejército norcoreano había sido diezmado y ahora solo quedaba una sombra de lo que había sido. Los lideres creían que las unidades del segundo y tercer escalón lograrían la victoria, y pensaban que el sacrificio había merecido la pena, pero no fue así. Aquellas otras tropas, algunas muy validas para el combate, se encontraban ahora diseminadas a lo largo de varios cientos de kilómetros, y aunque su grueso principal se encontraba intentando tomar Seúl y sus zonas urbanas adyacente, la propia naturaleza del combate urbano hacía que el precio en hombres a pagar por cada pequeño avance fuera desproporcionado ante defensores bien atrincherados y pertrechados. Además hacían frente a algunos de los mejores soldados surcoreanos y norteamericanos.
Así pues, la situación en el cerco de Seúl en la mañana del día 29 se había estancado, cuando el Gran Lider, en la reunión matinal, en un arrebato emocional poco frecuente en él, destituyó a la mayoría de la jerarquía militar del país, cambiándola por otra en esa misma reunión. El nuevo comandante en jefe del Ejército, impactado todavía al ver salir a su antiguo jefe por la puerta de la sala de reuniones, camino de un campo de reeducación, fue interpelado por Kim Il Sung sobre que pensaba hacer para cambiar la situación, hubo de pensar rápido. Era conocedor del balance de fuerzas y no creía posible una rápida victoria que era lo que demandaba su amo, quizás con un enorme gasto de hombres y material, dentro de una semana o dos, podría tomar Seúl, pero tampoco estaba convencido de ello, así que lo único que se le ocurrió para salvar su cuello fue recurrir a una medida desesperada.
Corea del Norte tenía en esas fechas un importante arsenal de armas químicas, ya que desde los años 50, tanto China como la URSS habían comenzado a enseñar técnicas para el combate en este tipo de armas. El principal agente químico ofensivo con que contaba era el conocido como Gas Mostaza, el cual fue escogido en aquella reunión para llevar a cabo un ataque aquel mismo día contra los defensores y la población de Seúl. Fue escogido en parte por que permitía una más fácil protección de sus propios soldados, que serían avisados unos minutos antes de que se llevase a cabo el ataque, y en parte por que lanzado contra la población civil de Seúl, los síntomas serían visibles para todos y el pánico se apoderaría de la ciudad. Era ese el objetivo final, que la presión de sus ciudadanos ante la crisis provocada por las armas químicas y su miedo a morir gaseados, hiciera que el gobierno títere rindiera la capital a las tropas norcoreanas, aunque también serían atacadas las tropas enemigas. El Gran Lider y su hijo, se mostraron de acuerdo y apoyaron el plan para vencer la resistencia en Seúl. Después, con las tropas que ahora se atascaban en la ciudad, podrían dar un impulso al frente central para terminar la conquista y la reunificación de su país. Quien sabe, quizás incluso el gobierno títere buscase la rendición después de aquello.
Todo pudo hacerse con gran celeridad, en parte debido a que había un buen stock de proyectiles con carga química que seguía de cerca de las unidades de artillería pesada que ahora bombardeaban Seúl, y en parte por que el otro vector de lanzamiento serían aviones Mig-21 provisto de dispersores de agentes químicos. Se reunió a un pequeño número de los aviones de caza que todavía les quedaban a los norcoreanos para proporcionar escolta a los aviones que llevarían a cabo el ataque.
Eran poco más de las seis de la tarde cuando los proyectiles químicos lanzados desde obuses y los dispersores de agentes químicos de los Mig comenzaban a inundar zonas escogidas de la capital de Corea del Sur. Unas fueron zonas donde la resistencia de las tropas enemiga era más fuerte, otras lo fueron por que estaban más densamente pobladas. En general las bajas fueron graves, bastante menores entre los militares, equipados y entrenado en parte para aquello, pero terribles entre la población civil pese a lo poco que las autoridades pudieron hacer para paliar en la medida de lo posible aquella situación de caos.
El uso de aquellas armas, que habían sido utilizadas sin conocimiento de Moscú, supuso un punto de inflexión en aquella campaña en particular y en la guerra en general. El gobierno americano, al tener noticia de aquel ataque un par de horas después, convocó una reunión de emergencia. En la misma se decidió que se contestaría con armas químicas, y no con armas atómicas, en una primera fase, pero si había un nuevo ataque, entonces Corea del Norte sería borrada del mapa. Lo siguiente que se decidió fue el objetivo de la represalia. Pyongyang fue la elección natural, pero también, y como habían muerto soldados norteamericanos en el ataque, y Washington no tenía medio de saber si Moscú estaba detrás de aquello, se incluyo en los objetivos a la retaguardia del 5º Ejército de Armas Combinadas, peor preparada que las tropas del frente en guerra química y cuya paralización supondría un duro traspié para la ofensiva soviética que estaba a punto de romper las líneas del general Sharp. Un último objetivo fueron algunas de las tropas norcoreanas que cercaban Seúl, como modo de restablecer la relación de fuerzas, debilitada hacía unas horas.
De madrugada, aviones F-111 que habían despegado desde Japón, lanzaron un ataque químico contra la capital norcoreana, produciendo centenares si no miles de muertos, mientras que unos A-6 hacían lo propio sobre la retaguardia del 5º Ejército. Finalmente, la artillería norteamericana dentro de Seúl, lanzó proyectiles químicos sobre algunas de las posiciones norcoreanas más amenazantes en las inmediaciones de la ciudad.
En unas pocas horas se habían producido miles de muertos y heridos, y la situación amenazaba con descontrolarse en toda Corea.
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29 y 30 de octubre
-Mientras, en la frontera chino-soviética, la actividad era mayor, las formaciones de combate de ambas potencias se acercaban cada vez más unas a otras, y la situación amenazaba con degenerar en un conflicto abierto.
Cuando Pekín, dispuesto a retirarse de su “bluff” estaba a punto de llamar a Moscú para rebajar las tensiones, llegaron noticias de que un submarino había torpedeado a un petrolero y un mercante que navegaban por el estrecho de Luzón con destino a la China continental, justo antes de que su escolta naval china llegase a la zona. Cuando todavía estaban digiriendo aquella acción y el curso de acción que debían seguir, llegó otra noticia. En un oscuro incidente, las fuerzas chinas y soviéticas se habían enzarzado en un violento duelo artillero en la zona del río Amur, cerca de Javarovsk, produciéndose dos docenas de bajas entre soldados y civiles en las filas chinas. Tras aquella nueva información, y tras esperar confirmación de ambas noticias, el politburó chino decidió que la situación había cambiado y que no era momento de retirarse de su “juego” todavía. Cuando de madrugada comenzaron a llegar informes sobre el uso de armas químicas en Corea, se decidió la movilización en secreto de algunas unidades de la “Segunda Artillería” como eran conocidas las fuerzas estratégicas de misiles chinas. Aquella situación amenazaba con degenerar en un conflicto con armas de destrucción masiva.
Mientras, Moscú, más preocupado por el retraso en sus operaciones terrestres en Europa occidental, y principalmente en el centro y el sur de Alemania, y sus reveses navales en el Atlántico, se enteró con gran sorpresa del ataque norcoreano a Seúl y la réplica norteamericana, incluido el ataque a sus tropas. Además, la situación con China era cada vez más peligrosa, y se podía perder el control si no se reconducía el tema lo antes posible. Todo ello, unido a la eliminación sistemática de sus SSBN, hacía que se dibujara un panorama sombrío de la situación hacia la que estaba degenerando la guerra. Unos miembros del Politburó defendían el reforzamiento de sus ofensivas en curso, llegando a usar el uso de armas de destrucción masivas si la situación lo requería, mientras que otros se oponían a ello, argumentando entre otras razones que la dispersión de sus fuerzas si llegaba a abrirse un frente con China, podría ser demasiado para su Ejército. Al final la decisión quedó aparcada hasta la mañana siguiente en espera de acontecimientos y de la confirmación de las preocupantes noticias que se iban recibiendo.
-El día 30 comenzó en el Pacífico con una importante operación japonesa. Nada más amanecer las fuerzas de autodefensa volvían a poner el pie en las islas Kuriles. Tropas helitransportadas de la 2ª División de infantería ocuparon las escasamente defendidas islas de Habomai, donde solo tuvieron lugar algunos encuentros con tropas de fronteras del KGB. Al mismo tiempo, tropas de la 1º Brigada Aerotransportada se lanzaban sobre la isla de Shikotan, donde sería reforzada poco después por tropas adicionales de la 5ª División, llegadas en destructores de la marina de guerra y buques civiles de transporte rápido. La resistencia soviética era de un batallón motorizado de unos 500 efectivos y algunas tropas de la guardia de fronteras.
-Mientras, en la frontera chino-soviética, la actividad era mayor, las formaciones de combate de ambas potencias se acercaban cada vez más unas a otras, y la situación amenazaba con degenerar en un conflicto abierto.
Cuando Pekín, dispuesto a retirarse de su “bluff” estaba a punto de llamar a Moscú para rebajar las tensiones, llegaron noticias de que un submarino había torpedeado a un petrolero y un mercante que navegaban por el estrecho de Luzón con destino a la China continental, justo antes de que su escolta naval china llegase a la zona. Cuando todavía estaban digiriendo aquella acción y el curso de acción que debían seguir, llegó otra noticia. En un oscuro incidente, las fuerzas chinas y soviéticas se habían enzarzado en un violento duelo artillero en la zona del río Amur, cerca de Javarovsk, produciéndose dos docenas de bajas entre soldados y civiles en las filas chinas. Tras aquella nueva información, y tras esperar confirmación de ambas noticias, el politburó chino decidió que la situación había cambiado y que no era momento de retirarse de su “juego” todavía. Cuando de madrugada comenzaron a llegar informes sobre el uso de armas químicas en Corea, se decidió la movilización en secreto de algunas unidades de la “Segunda Artillería” como eran conocidas las fuerzas estratégicas de misiles chinas. Aquella situación amenazaba con degenerar en un conflicto con armas de destrucción masiva.
Mientras, Moscú, más preocupado por el retraso en sus operaciones terrestres en Europa occidental, y principalmente en el centro y el sur de Alemania, y sus reveses navales en el Atlántico, se enteró con gran sorpresa del ataque norcoreano a Seúl y la réplica norteamericana, incluido el ataque a sus tropas. Además, la situación con China era cada vez más peligrosa, y se podía perder el control si no se reconducía el tema lo antes posible. Todo ello, unido a la eliminación sistemática de sus SSBN, hacía que se dibujara un panorama sombrío de la situación hacia la que estaba degenerando la guerra. Unos miembros del Politburó defendían el reforzamiento de sus ofensivas en curso, llegando a usar el uso de armas de destrucción masivas si la situación lo requería, mientras que otros se oponían a ello, argumentando entre otras razones que la dispersión de sus fuerzas si llegaba a abrirse un frente con China, podría ser demasiado para su Ejército. Al final la decisión quedó aparcada hasta la mañana siguiente en espera de acontecimientos y de la confirmación de las preocupantes noticias que se iban recibiendo.
-El día 30 comenzó en el Pacífico con una importante operación japonesa. Nada más amanecer las fuerzas de autodefensa volvían a poner el pie en las islas Kuriles. Tropas helitransportadas de la 2ª División de infantería ocuparon las escasamente defendidas islas de Habomai, donde solo tuvieron lugar algunos encuentros con tropas de fronteras del KGB. Al mismo tiempo, tropas de la 1º Brigada Aerotransportada se lanzaban sobre la isla de Shikotan, donde sería reforzada poco después por tropas adicionales de la 5ª División, llegadas en destructores de la marina de guerra y buques civiles de transporte rápido. La resistencia soviética era de un batallón motorizado de unos 500 efectivos y algunas tropas de la guardia de fronteras.
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- Registrado: 18 Jun 2005, 12:02
El apoyo aéreo fue fundamental para frenar el avance soviético pro la peninsula coreana.
A-10 en su "salsa" destruyendo tanques enemigos:
También los Phantoms contribuyeron al esfuerzo:
Los Cobra se cobraron numerosas víctimas a lo largo de todo el día:
Los combates en tierra fueron más duros todabía.
Puestos de avanzada de la 72º División surcoreana:
Los misiles CC jugaron un importante papel en la defensa de Pohang:
Saludos.
A-10 en su "salsa" destruyendo tanques enemigos:
También los Phantoms contribuyeron al esfuerzo:
Los Cobra se cobraron numerosas víctimas a lo largo de todo el día:
Los combates en tierra fueron más duros todabía.
Puestos de avanzada de la 72º División surcoreana:
Los misiles CC jugaron un importante papel en la defensa de Pohang:
Saludos.
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