Operación Impensable
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- Comandante
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aobre el tema de los abastecimientos rusos en persia bueno gaspacher tambien podrian usar el caspio pero aun asi.....
sobre los bases para B29 en pakistan es posible que empezasen a ponerlo todo en marcha antes del inicio de la guerra y ten en cuenta que es una zona relativamente bien comunicada con ferrocarriles y carretras . Con lo que en principio no habira que hacerlo todo a pico y pala como los chinos.
Gaspacher usar tanto las bases chinas no seria peligroso? por el camarada mao. Al menos hasta que estubeise operatibas las de pakistan.
gaspacher sobre lo que vienes escriviendo que tal una base para P51 en lesbos? toda ucrania estaria a su alcance.
sobre los bases para B29 en pakistan es posible que empezasen a ponerlo todo en marcha antes del inicio de la guerra y ten en cuenta que es una zona relativamente bien comunicada con ferrocarriles y carretras . Con lo que en principio no habira que hacerlo todo a pico y pala como los chinos.
Gaspacher usar tanto las bases chinas no seria peligroso? por el camarada mao. Al menos hasta que estubeise operatibas las de pakistan.
gaspacher sobre lo que vienes escriviendo que tal una base para P51 en lesbos? toda ucrania estaria a su alcance.
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Las bases chinas que he utilizado son totalmente reales y estaban en la zona nacionalista, si quieres saber más de ellas puedes buscar datos sobre la operación Matterhorn.
No voy a escribir nada sobre la guerra en Europa, simplemente quise aportar dos relatos sobre el bombardeo estratégico, pues flanker no los estaba contemplando.
No voy a escribir nada sobre la guerra en Europa, simplemente quise aportar dos relatos sobre el bombardeo estratégico, pues flanker no los estaba contemplando.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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- Comandante
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no si ya se doden estan, pero aun estando en zona nacionalista es peligroso, lo que digo es que en cuanto se terminasen bases en pakistan emigrarian de ahi. porque creo que desde china no lelgan a los urales.
lo de lesbos yo lo veo factible y supongo que el mando aliado estari rompiendose los cuernos para conseguir que sus bombarderos estubiesen escoltados cuanto mas km posibles.y es de las pocas posivilidades que veo.
lo de dinamarca iba para flanker.
lo de lesbos yo lo veo factible y supongo que el mando aliado estari rompiendose los cuernos para conseguir que sus bombarderos estubiesen escoltados cuanto mas km posibles.y es de las pocas posivilidades que veo.
lo de dinamarca iba para flanker.
- tacuster
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Apónez escribió:Gaspacher escribió:Los 318 bombarderos participantes habían lanzado 550.000 toneladas de bombas e incendiarías sobre Moscú.
Gaspacher, que se te ha ido un poco la mano con las bombas
Si yo tambien pienso igual, mejor le quitas 3 ceros o cambias kilos por toneladas excelente relato, al igual que el del dueño del topic!.
animo y a terminarlo que todos disfrutamos como cerdos con esto!
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- Capitán
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Hola a todos
El relato que a publicado Gaspacher sobre el bombardeo a la capital Moscovita es lo mas acertado no solo por lo comenta en el relato de desviar cazas del frentes y frenar la logística de transporte etc… si no también y estos los alemanes lo estudiaron cosa que no pudieron poner en practica es que el 80% de la producción eléctrica se encontraba en las cercanías de Moscu cualquier ataque a dichas centrales dejaría muy mermada la producción armamentística del país y se tardarían meses en volver a tener los mismo niveles, unido al destrozo ferroviario, los ruso se quedarían sin repuestos, y sin su principal via de transporte afectada en plena ofensiva soviética
El relato que a publicado Gaspacher sobre el bombardeo a la capital Moscovita es lo mas acertado no solo por lo comenta en el relato de desviar cazas del frentes y frenar la logística de transporte etc… si no también y estos los alemanes lo estudiaron cosa que no pudieron poner en practica es que el 80% de la producción eléctrica se encontraba en las cercanías de Moscu cualquier ataque a dichas centrales dejaría muy mermada la producción armamentística del país y se tardarían meses en volver a tener los mismo niveles, unido al destrozo ferroviario, los ruso se quedarían sin repuestos, y sin su principal via de transporte afectada en plena ofensiva soviética
- flanker33
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en lugar de 120 como en la ww2.
Y esos 120 ¿Qué son? ¿La media de todos los ejércitos en todas las fechas y escenarios del conflicto? ¿Del ejército ruso? ¿De operaciones defensivas? ¿Ofensivas? Los soviéticos en sus operaciones ofensivas tendían a dejar zonas del frente un poco desatendidas con las tropas justas para conseguir en las zonas de ruptura una superioridad numérica importante, así que si, se darían casos de 1.000 o más soldados por kilómetros dependiendo del tipo de operación y el terreno.
El ejército americano si tiene un buen equilibrio…
Pues que le vamos a hacer, a mi una infantería equipada con Mosin Nagant, Tokarev, PPSh-41 y DP,s me parece una fuerza bastante equilibrada, y para nada “con una potencia de fuego superior a todo lo que tuvieran los rusos”
Por no decir que un tercio de las fuerzas aliadas estaban equipadas con fusiles de cerrojo.
La realidad me temo, es que las ocasiones en que se utiliza fuego automático por encima del semiautomático, son casi nulas.
Pues depende del terreno y las circunstancias, pero prefiero tener esa capacidad y no usarla a tener que usarla y no tenerla.
¿Conoces cual era la proporción de enfrentamientos a menos de 50mts durante la ww2?
Pues no, y sería interesante saberlo, y también el porcentaje de bajas entre los soldados por armas de infantería individuales a distancias superiores a 200 metros.
Una cosa es darlo por perdido y otra no defenderlo
En eso estamos de acuerdo, cuando lo das por perdido, se entiende que no lo vas a defender (al menos no con la fuerza necesaria), por lo tanto son dos cosas diferentes.
Igual crees que el ejército español no tenía armamento
No, si que tenía. Obsoleto, dispar y con problemas para operarlo y abastecerlo, pero si tenía.
En cuanto a franceses e italianos, esos ya estaban equipados y movilizados al límite,
Los franceses tenían al acabar la SGM 1,3 millones de hombres en armas, con varias decenas de miles de soldados de las colonias. Su población era de unos 40 millones de habitantes (más los que se pudiesen reclutar en las colonias) y la de España unos 26, ¿y España si puede movilizar a 2 millones de soldados y Francia no puede llegar a 2,3?...
¿De cuantos efectivos era el ejército francés en 1940?
y de hecho los franceses tenían incluso una brigada equipada con Panther V.
Por supuesto, aquí había unos pocos Pz IV y Stug,s como lo más moderno, pero eso no es problema, desviamos unos cuantos barcos del Lend Lease y ya está, miles de Sherman a tutti plen. ¿Por qué eso también sirve para los franceses, no?
Déjame pensar el porcentaje de desertores de la división azul,…
Vale, déjame pensar a mí también. Recapitulemos, tenemos un ejército de élite de 2.000.000 de soldados, en una fortaleza inexpugnable que son los Pirineos fuertemente armados con material norteamericano…hombre, visto así, si la verdad, ¿para que va a haber reembarcos? aunque lo de los reembarcos en España lo querías tu para justificar el que los aliados se aliaran (valga la redundancia) con España.
y a tenor de la efectividad de los aviones torpederos rusos no va a quedar flota en dos días.
Ni en uno si me pongo a ello…
Polonia, Rumania, Hungria, ChecoEslovaquia, Yugoslavia, y los territorios alemanes del este, no creo que se quedaran quietos, puesto que ahora si, sin tapujos, les iba la existencia.
En Yugoslavia no lo creo. Fueron los propios yugoslavos los que se liberaron del nazismo, en todo caso los croatas.
Ya puse en unos de los relatos que habría tropas del NKVD y se reforzaría la seguridad interna con tropas sacadas de Frentes disueltos. Los dos ejércitos polacos podrían vigilar en Alemania por ejemplo y también habría tropas de esos países afines a los soviéticos. Pero si, es posible que hubiese problemas, no en vano los soviéticos tuvieron problemas en los países bálticos y Ucrania hasta años después de la SGM.
Pero también podrían los rusos alentar a los comunistas europeos a crear problemas en la retaguardia aliada, y aunque no creo que fuese un problema grave, también podría darse.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
- flanker33
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- flanker33
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20 de julio
18:22 Hora local
Sintió un fuerte tirón cuando se abrió el paracaídas y la velocidad de su caída se moderó hasta convertirse en un suave descenso. Atisbo a ver como debajo de él, en un incontrolado picado, su avión envuelto en llamas se dirigía a gran velocidad hacia el suelo, donde tras pocos instantes se estrellaba produciendo una espectacular explosión.
Poco después, el mayor Albert Holland aterrizaba en un llano cercano a un bosquecillo tras las líneas enemigas. Tras deshacerse de los arneses que le sujetaban al paracaídas y ocultarlo lo mejor que pudo en el bosquecillo, hincó la rodilla en tierra para recuperar el aliento y pensar en los pasos que debía dar a continuación. El mayor Holland no quería ser hecho prisionero si existía alguna posibilidad de evadirse de la persecución que se avecinaba. Su mente trabajaba a toda prisa y pensaba en las ventajas e inconvenientes de su situación, como por ejemplo, conocer la situación más o menos exacta de donde se encontraba - en algún lugar cercano a Budingen –, de no estar muy lejos de las líneas americanas, quizás treinta o treinta y cinco kilómetros y por último, no haber sufrido ninguna lesión durante el salto ni la recepción en el suelo. Por otra parte la explosión de su aparato había sido muy llamativa, por lo que cualquier soldado ruso medio ciego a cincuenta kilómetros a la redonda se habría dado cuenta del hecho, y muy posiblemente también viese el paracaídas descender, por lo que ahora estarían dirigiéndose a la zona en su búsqueda. Además, todavía quedaban casi un par de horas para que anocheciera, y allí era muy vulnerable.
Se decidió a correr hacia una zona al suroeste de su posición que parecía más escarpada y arbolada, donde estaría más a salvo de miradas indiscretas, y desde allí podía intentar avanzar hacia Frankfurt. Había casi un kilómetro de terreno despejado hasta las colinas que tenía frente a él, así que corrió como alma que lleva el diablo hasta la primera línea de árboles de su nuevo refugio, y tras adentrarse unos metros más en el bosque, se paró para recobrar el aliento. Creía no haber corrido a esa velocidad desde sus tiempos del instituto, y seguramente esa tarde habría batido algún tipo de record de la distancia.
Tras un par de minutos de reposo, vio como a lo lejos, por una carretera adyacente al bosquecillo donde había dejado el paracaídas, aparecía un camión militar que se detuvo a escasos doscientos metros de donde había tomado tierra. Varios soldados saltaron del camión y se desplegaron en busca de un piloto enemigo.
Holland no necesitó más acicate para salir de allí. Todavía casi sin resuello y con mucha cautela se movió en dirección contraria a los soldados rusos que comenzaban a investigar el bosquecillo en la distancia, y tras perderlos de vista comenzó a correr al trote en dirección oeste. Siguió corriendo durante una hora entre árboles y maleza, monte a través, antes de caer al suelo agotado.
El miedo empezaba a dominarle, ya que tenía la sensación de que ahora todo el ejército rojo lo buscaba, y no había puesto suficiente tierra por en medio antes de caer agotado. De todas formas, tampoco podía pensar con claridad en aquel estado, así que se obligo a no pensar y a tranquilizarse lo máximo posible.
Ahora comenzaba a anochecer y la luz del sol se perdía en el horizonte por momentos. Tras unos quince minutos de descanso y angustia, empezó a pensar otra vez con claridad. Vio un pequeño torrente de agua a pocos metros de donde se hallaba, y decidió seguir su curso hacia el sur durante unos cientos de metros por lo menos, ya que así despistaría a sus seguidores, ya fuese que lo rastreasen por sus huellas o si trajesen perros que lo buscasen por el olor.
Al entrar en el riachuelo, se refrescó la cara y la cabeza, a la vez que bebía un buen trago, lo que le despejó bastante y le dio ánimos para seguir con su huida. Acto seguido comenzó a avanzar hacia el sur a buen paso, mirando a su alrededor al menor ruido o síntoma de peligro. Salio del curso del riachuelo ya siendo noche cerrada como a kilómetro y medio de donde entró, y tras avanzar un poco hacía el oeste, vio como una pequeña carretera se cruzaba en su camino y le hacía perder la cobertura de los árboles durante un centenar de metros antes de llegar otra vez a la arboleda en el lado contrario. A medio kilómetro más abajo, parecía haber unos edificios, posiblemente una pequeña granja. Sopesó la posibilidad de ir a pasar la noche allí, pero lo descartó pronto. Aunque seguramente estaría deshabitada por lo cercano de la lucha, era un sitio demasiado obvio donde buscar a un evadido, y además, tenía que aprovechar las horas nocturnas para avanzar el mayor trozo de terreno posible.
Tras cerciorarse durante unos minutos de que no hubiese nadie a cierta distancia, se lanzó a la carrera en pos de los árboles al otro lado de la carretera. Llegó sin mayores contratiempos, y se adentró una vez más en lo espeso del bosque.
Siguió avanzando en la oscuridad durante un par de horas antes de caer extenuado al suelo. Sus piernas ya no daban más de sí y su espalda le dolía hasta límites insoportables. Decidió no seguir avanzando por el momento, y tras recobrarse un poco, buscó un sitio donde descansar fuera de la vista de curiosos.
En una zona apartada encontró una pequeña hendidura en el terreno, lo justo para yacer echado más o menos cómodamente durante unas horas. Recogió, arena y algunas ramas y hojarasca por los alrededores. Con todo esos trató de hacer que su improvisado camastro fuese lo más acogedor posible a la vez que trataba de camuflarlo para que pasara desapercibido. Cuando estuvo satisfecho de su obra, se recostó en el suelo recubierto de hojarasca y comió y bebió un poco para recobrar fuerzas con lo escaso de sus víveres. Trató de conciliar el sueño, pero a su mente acudían las imágenes de la lucha en el cielo aquella tarde, de cómo pese a la favorable proporción de dos aviones soviéticos derribados por cada uno aliado, los aviones enemigos tenían superioridad numérica una y otra vez. De cómo hacía unas horas, apenas veinte cazas de su grupo, se enfrentaron en los cielos de Frankfurt a más de cuarenta y dos aviones enemigos. De cómo había derribado a uno de ellos, cuando su suerte se acabó, y tres aparatos rusos se pusieron a su cola, y si bien logró despistar a uno de ellos, entre los otros dos lograron varios impactos directos en su aparato, convirtiéndolo en una antorcha voladora y dejándole el tiempo justo para salir del avión. Al cabo de muchos minutos dando vueltas a las mismas imágenes, presa del cansancio y el estrés de ese día, caía dormido en un sueño intranquilo.
Despertó sobresaltado al cabo de lo que le parecieron pocos minutos, al oír un ruido en las cercanías. Se quedó totalmente quieto a la vez que agudizaba el oído. Allí estaba de nuevo, esta vez más cercano. Le parecieron pasos de alguien que andaba por los alrededores, alguien que seguramente todavía no lo habría descubierto. Se llevo la mano a la funda de la pistola que llevaba consigo y la sacó. Volvió a oír el sonido, esta vez muy cerca, así que no tubo más remedio que actuar. Tensó los músculos para sacarse de encima el agarrotamiento que tenía y se incorporó rápidamente, apuntando en dirección al ruido. Se llevó un susto colosal, y estuvo a punto de llenar de agujeros al pequeño jabalí que husmeaba en las inmediaciones, a escasos metros de donde Holland se encontraba, pero en el último suspiro, desvió el arma y sacó el dedo del gatillo. El jabalí, a su vez, se fue rápidamente espantado, en dirección contraria al piloto.
Cuando el mayor logró volver a colocar el corazón en su sitio, consultó su reloj. Apenas había dormido tres horas, y le dolían todos los huesos del cuerpo, pero los primeros rayos de sol despuntaban al alba, y había que tomar una decisión. Su cuerpo le pedía descanso y el sentido común le decía que moverse de día, ya cerca de las posiciones de retaguardia de las tropas rusas, era tremendamente peligroso. Pero aún así, era más peligroso quedarse allí sin hacer nada, ya que era posible que los aproximadamente veinte kilómetros de distancia que ahora le separaban de sus líneas, al final del día fueran más si los rusos iniciaban otro de sus ataques, y además existía la posibilidad que los soldados que le estuvieran buscando, ya estuvieran en marcha, y si tenían algún rastro, no tardarían mucho en encontrarlo.
Se sentó bajo uno de los árboles, comió un par de galletas y bebió un sorbo de agua de la cantimplora, con mucho cuidado de no dejar restos que sirviesen para delatar su presencia. Después consultó el mapa que llevaba en el mono de vuelo, y tras hacerse una idea de por donde debía andar, se puso de nuevo en marcha.
Anduvo durante un tiempo por aquel bosque, aprovechando al máximo el cobijo que le ofrecía, incluso yendo durante un rato en direcciones que no le llevaban directamente a sus líneas. Se encontró con los restos de combates que habían tenido lugar en aquella zona tan solo unos pocos días antes, y esparcidos por doquier, restos de armas, ropas e incluso algún resto humano. Encontró una guerrera de un soldado ruso en bastante buen estado, con tan solo algún jirón y restos de sangre seca, así como un casco abollado y un subfusil enemigo que se encontró en lo hondo de un pozo de tirador. Le pareció buena idea coger todo esto por si acaso tenía que disfrazarse.
En la lejanía se comenzaron a oír descargas de artillería, y poco después, divisó como volvían a encontrarse de nuevo los aviones de ambos bandos para medirse sobre el cielo de Alemania.
Ahora que se acercaba al frente, le iba dando vueltas a la idea de cómo atravesar las posiciones enemigas para llegar a las líneas americanas, lo cual no le parecía fácil en absoluto.
Hacía mediodía, de repente se encontró con el final del bosque, y como a un kilómetro del límite de los árboles, comenzó a divisar las posiciones soviéticas. Parecía un destacamento logístico, con suministros para las tropas del frente, pero también había un pequeño hospital de campaña y algunos tanques que parecían averiados junto a unas tiendas de campaña que hacían las veces de improvisado taller.
Recapacitó sobre su situación de nuevo. A esas alturas, estaba ya casi seguro que sus perseguidores debían haber dejado la persecución o haber errado completamente la dirección que tomó, por que sino creía que con toda seguridad, ya lo hubiesen alcanzado. Aquello era bueno, pensó. Ahora bien, estaba relativamente cerca de las posiciones americanas, pero a la vez era el trozo más difícil de superar. Difícil no, se dijo, imposible. Tenía a varios miles de soldados enemigos entre él y su objetivo, y no había manera, o al menos no se le ocurrían, de atravesar aquellas posiciones sin ser descubierto. Lo primero que pensó fue en disfrazarse de soldado ruso con lo que había encontrado en el bosque, pero ya no lo parecía tan buena idea. El primer enemigo que le hablase le descubriría. Pensó en esperar a la noche y tratar de escabullirse en medio de tanto ruso, pero para que tuviera una mínima oportunidad de éxito, debía moverse muy despacio, lo que dado la distancia que lo separaba todavía de sus compatriotas, lo dejaría al amanecer del día siguiente en medio de centenares de soldados enemigos. Continuó dándole vueltas durante un buen rato, y la opción de esperar a la noche era la que le parecía más acertada, pero tenía que resolver el problema de la velocidad a que se desplazaría.
Mientras aguardaba la llegada de la oscuridad, vio como algunos camiones llegaban de la línea del frente, y poco después eran cargados con grupos de soldados que aguardaban fuera del hospital de campaña, muchos de ellos todavía con vendajes, y emprendían el camino inverso, de regreso a la lucha.
A la vista de aquello, decidió jugársela. Era una oportunidad muy remota, pero si seguían con ese procedimiento durante la noche, tenía que intentarlo. Se vestiría con la guerrera y el casco ruso, colgaría el arma sobre su hombro, y amparándose en la oscuridad, se acercaría a alguno de aquellos grupos de heridos leves, que debían volver al frente. Se colocaría alguno de los vendajes que llevaba en su botiquín personal, y la sangre seca del uniforme, la tensión y la suciedad que ya se reflejaban en su rostro tras muchas horas de huida desesperada, debían acabar de darle el aspecto de un soldado enemigo que acabase de recibir algunas curas tras una herida, y que ahora ya estaba listo para ser enviado al combate. Creyó solucionar el problema del idioma, puniéndose un aparatoso vendaje sobre la mandíbula y parte de la boca, como si hubiese recibido un trozo de metralla, y por lo tanto no pudiese hablar.
Cuando ya tenía decidido el plan, cayó en la cuenta de que si lo descubrían vistiendo un uniforme ruso, lo acusarían de espía y lo fusilarían allí mismo. Pensó en ello durante unos minutos, pero al final decidió que casi valía más la pena ese destino que pasarse años en un gulag en Siberia.
Durante las horas que restaban para el anochecer, preparó a conciencia su disfraz, a la vez que observaba los movimientos de los heridos en las inmediaciones del hospital y trataba de aprender la rutina y los gestos que hacían. Tampoco, y pese al cansancio que acumulaba, pudo dejar de vigilar su espalda, por si finalmente sus perseguidores habían dado con su rastro.
Durante la tarde, tuvo que cambiar de posición un par de veces ante el temor de ser descubierto, ya que algunos soldados rusos se acercaban al bosque para hacer sus necesidades.
Finalmente, busco el lugar idóneo para iniciar su aproximación al hospital ruso.
Al cabo de poco tiempo se hizo de noche. Había comprobado como seguían llegando camiones y el proceso se repetía, incluso en la oscuridad mal alumbrada por unos pocos candiles, aunque ahora a intervalos mayores de tiempo. También el número de rusos aguardando su regreso al frente, era algo menor.
Tras esperar a que estuviera bien oscuro, comenzó a acercarse a los soldados enemigos con cautela pero con seguridad. Cuando llegó a lo que creyó que era el límite visual de los rusos, se subió la bragueta de su pantalón y avanzó un poco más como si tal cosa. Daba pasos cortos y avanzaba encorvado para dar apariencia de cansado. Se sentó en el suelo, en la penumbra, a unos pocos metros de una quincena de soldados que esperaban la llegada de otro camión. Algunos de ellos hablaban en voz baja, mientras que otros trataban de dormir o fumaban un cigarrillo con aire abatido. Ninguno mostró el más mínimo interés en el recién llegado, y nadie hizo ademán de querer comunicarse con él. Algo más allá había un oficial, seguramente del NKVD, que se paseaba arriba y abajo, y que por lo que había observado durante el día, parecía tener la misión de vigilar que los hombres no se marchasen sin permiso, pero que no tenía la más mínima intención de entablar conversación con ellos.
Holland se echó como si tuviese la intención de echar una cabezada, pero sin quitar el ojo del grupo de heridos ni del oficial que los vigilaba.
Pasaron casi cuarenta minutos que al piloto se le hicieron una autentica eternidad, hasta que al final llegó un camión. El oficial que les vigilaba y otro que descendió del camión, les ordenaron subir a la parte trasera del mismo. Los hombres obedecieron con tan poco entusiasmo, que los oficiales se vieron obligados a sacar sus pistolas y amenazarles con ellas.
El norteamericano, consiguió subirse el último en la caja del camión sin levantar sospechas, antes de que cerrasen la lona.
Hasta ahora todo iba bien, pero Holland sentía como si el corazón se le fuese a salir por la situación en que se había metido. Estaba en la atiborrada parte trasera de un camión ruso, llena de soldados enemigos armados y adentrándose en sus posiciones de vanguardia. A su favor tan solo tenía un tosco disfraz, la oscuridad y la apatía de los rusos del camión. En cuanto se hiciese de día o alguien un poco más despierto que sus compañeros de viaje se diese cuenta de su disfraz, estaría muerto.
Por suerte para él, su cabeza trabajaba bien en situaciones de presión, y ahora ya estaba planeando la próxima acción a realizar. Estaba claro que no podía esperar a estar en el frente para escabullirse, ya que estaría mucho más vigilado, y las posibilidades de huir serían nulas. Por lo tanto, tenía que abandonar el camión en marcha en algún momento y sobrepasar las líneas enemigas y la tierra de nadie para llegar con los suyos, pero eso suponía la dificultad de cuando hacerlo, ya que no tenía ni idea de la distancia a la primera línea soviética, y sobre todo, como iban a reaccionar sus “camaradas” de viaje, ya que si daban la alarma, era hombre muerto.
De todas maneras ya daba igual, era su única oportunidad y tenía que aprovecharla. Afortunadamente, el camión de noche avanzaba a poca velocidad y con las luces apagadas. En la parte trasera del camión, la sensación de hacinamiento y sopor, había hecho que la mayoría de rusos dormitaran. Holland simulaba dormir apoyado sobre la lona que cubría la salida del camión. Poco a poco fue quitando algunas cuerdas que ataban la lona trasera y la que cubría el lateral del camión, y cuando pensó que la abertura era lo suficientemente grande para pasar por ella, se preparo. Tenso los músculos para salir de aquel camión lo más rápido posible, pero entonces sus ojos se cruzaron con los de un joven soldado herido en el pecho, que le miraba con curiosidad. De repente no sabía que hacer, aquel muchacho parecía haberle descubierto, pero no daba señales de alarmarse. El joven ruso le hizo un gesto con la cabeza como preguntándole si tenía la intención de abandonar el vehiculo por la abertura de la lona. La respuesta de Holland fue un instintivo movimiento afirmativo con la cabeza, casi involuntario, del que al momento se arrepintió. Pero el ruso no dijo nada, se quedo pensando un momento, y luego avanzó en la atestada caja del camión, haciendo el mínimo ruido posible hasta llegar a la altura del norteamericano. El muchacho le dijo algo al oído en ruso, pero aunque Holland no lo entendió, no le hizo falta. Estaba claro que aquel chico quería unirse a su fuga.
Ahora ya no sabía que hacer, no había pensado esa posibilidad, y su cabeza trataba de encontrar una solución para la situación en que se hallaba. Tras unos instantes, comprendió que su única opción era llevarlo con él, ya que si lo rechazaba, el ruso podía dar la alarma y todo se acabaría antes de empezar.
Holland le hizo un gesto afirmativo con la cabeza y le enseño el hueco en la lona. Esperaron a que el camión aminorase la velocidad aún más al llegar a una curva para iniciar la huida, pero en ese momento, el silbido de proyectiles de artillería rasgó el silencio de la noche. Lo que vino a continuación, sucedió todo muy rápido. Uno de los obuses cayo muy cerca del camión, y las esquirlas alcanzaron a varios de los hombres que había dentro. El propio camión fue alcanzado en una de sus ruedas motrices, y se salio de la carretera, golpeándose la cabina con un árbol, y muriendo en el acto sus dos ocupantes. Holland estaba ahora caído, algo magullado por el golpe, en medio de varios soldados rusos muertos o heridos. Logro recuperarse a duras penas, y salio como pudo del camión que estaba incendiándose. Echó a correr lejos de allí sin mirar atrás, guiándose hacia el oeste por la carretera y la posición en que había quedado el camión. No volvió a ver al joven ruso ni a ninguno de aquellos hombres con los que había compartido viaje.
Cuando dejo de correr y se sentó para recobrar el aliento, se dio cuenta que estaba en medio de un bombardeo de artillería americana sobre las posiciones rusas. Mientras jadeaba, pensó en la ironía que supondría, tras tanto esfuerzo, morir bajo los proyectiles de sus compatriotas.
De pronto se dio cuenta que aquella era su oportunidad. Si estaba lo bastante loco como para correr en medio de un bombardeo, quizás lograse llegar a sus líneas. Los soldados enemigos estarían cubriéndose en sus trincheras, y si lo veían con su disfraz de soldado soviético correr hacia el enemigo, seguramente pensaría que se había derrumbado por el bombardeo y que se estaba suicidando.
El tiempo apremiaba, tenía que tomar una decisión. Todavía no sabía a que distancia estaba del frente, pero por el tiempo que había transcurrido subido en el camión, no podía ser mucho.
Pensó que ya que había llegado hasta allí, no podía volverse atrás. Si esperaba al final del bombardeo, seguramente se haría de día al intentar cruzar las posiciones rusas, lo que equivalía a una certeza de la muerte mayor que con el bombardeo, y que si tenía que morir, más valía que fuera al menos teniendo una oportunidad de éxito en su objetivo. Así que con una lúgubre determinación, y tras consultar su brújula, se lanzó a correr hacia el oeste como alma que lleva el diablo.
En la oscuridad, y en una superficie removida por las bombas y la metralla, cayo varias veces al suelo, pero otras tantas se recuperó y siguió su camino. Llegó un momento que no sentía el flato, el dolor de sus articulaciones o la falta de oxigeno que empezaba a marearle, tan solo corría en una dirección fija entre los fogonazos de las explosiones y la oscuridad de la noche.
En algún momento vio a soldados rusos como le gritaban, vio como saltaba por encima de trincheras y alambradas, que casi frenan su loca carrera, y finalmente como entraba en un lugar donde no parecía haber nada ni nadie, y donde las explosiones parecían desaparecer de su alrededor. Casi como un autómata, y sin saber muy bien el motivo en ese momento, se sacó la guerrera, se quitó el casco y tiró el subfusil al suelo, sin dejar de correr. Le pareció ver las líneas americanas a un centenar de metros delante de él y empezó a gritar como un poseso:
-¡Americano! ¡Soy americano! ¡No disparéis!
Repitió eso mismo, hasta que al final fue interceptado por dos soldados norteamericanos que lo placaron como si de un partido de fútbol se tratara.
Cuando se encontró en el suelo, mirando hacia arriba y vio la cara de pocos amigos de aquellos dos barbudos soldados americanos encima de él, se echó a reír de felicidad y acto seguido perdió el conocimiento.
Cuando despertó al mediodía del día siguiente, se encontraba en un hospital de campaña repleto de heridos, con algunos vendajes y algo de suero.
Una figura conocida se le acercó al verlo despierto. Era el teniente coronel Burcham.
-Mayor Holland, ha tenido usted una suerte endiablada, le dábamos por muerto. ¡Diablos! Me alegro que haya conseguido escapar y llegar hasta nosotros. En cuanto salga de aquí, me tiene que explicar como lo ha logrado.
El mayor trató de responder, pero no pasó de un vano intento. Se encontraba demasiado agotado para articular siquiera una palabra.
-Tranquilo mayor, ya habrá tiempo. Ahora recupérese y venga a vernos lo antes posible.
El teniente coronel Burcham se volvió y salió de la tienda.
De repente a la mente de Holland acudieron de golpe, todos los recuerdos de aquella loca noche que acababa de pasar, y su mente se bloqueo por un momento. Al poco, se rindió de nuevo al cansancio y volvió a caer dormido.
18:22 Hora local
Sintió un fuerte tirón cuando se abrió el paracaídas y la velocidad de su caída se moderó hasta convertirse en un suave descenso. Atisbo a ver como debajo de él, en un incontrolado picado, su avión envuelto en llamas se dirigía a gran velocidad hacia el suelo, donde tras pocos instantes se estrellaba produciendo una espectacular explosión.
Poco después, el mayor Albert Holland aterrizaba en un llano cercano a un bosquecillo tras las líneas enemigas. Tras deshacerse de los arneses que le sujetaban al paracaídas y ocultarlo lo mejor que pudo en el bosquecillo, hincó la rodilla en tierra para recuperar el aliento y pensar en los pasos que debía dar a continuación. El mayor Holland no quería ser hecho prisionero si existía alguna posibilidad de evadirse de la persecución que se avecinaba. Su mente trabajaba a toda prisa y pensaba en las ventajas e inconvenientes de su situación, como por ejemplo, conocer la situación más o menos exacta de donde se encontraba - en algún lugar cercano a Budingen –, de no estar muy lejos de las líneas americanas, quizás treinta o treinta y cinco kilómetros y por último, no haber sufrido ninguna lesión durante el salto ni la recepción en el suelo. Por otra parte la explosión de su aparato había sido muy llamativa, por lo que cualquier soldado ruso medio ciego a cincuenta kilómetros a la redonda se habría dado cuenta del hecho, y muy posiblemente también viese el paracaídas descender, por lo que ahora estarían dirigiéndose a la zona en su búsqueda. Además, todavía quedaban casi un par de horas para que anocheciera, y allí era muy vulnerable.
Se decidió a correr hacia una zona al suroeste de su posición que parecía más escarpada y arbolada, donde estaría más a salvo de miradas indiscretas, y desde allí podía intentar avanzar hacia Frankfurt. Había casi un kilómetro de terreno despejado hasta las colinas que tenía frente a él, así que corrió como alma que lleva el diablo hasta la primera línea de árboles de su nuevo refugio, y tras adentrarse unos metros más en el bosque, se paró para recobrar el aliento. Creía no haber corrido a esa velocidad desde sus tiempos del instituto, y seguramente esa tarde habría batido algún tipo de record de la distancia.
Tras un par de minutos de reposo, vio como a lo lejos, por una carretera adyacente al bosquecillo donde había dejado el paracaídas, aparecía un camión militar que se detuvo a escasos doscientos metros de donde había tomado tierra. Varios soldados saltaron del camión y se desplegaron en busca de un piloto enemigo.
Holland no necesitó más acicate para salir de allí. Todavía casi sin resuello y con mucha cautela se movió en dirección contraria a los soldados rusos que comenzaban a investigar el bosquecillo en la distancia, y tras perderlos de vista comenzó a correr al trote en dirección oeste. Siguió corriendo durante una hora entre árboles y maleza, monte a través, antes de caer al suelo agotado.
El miedo empezaba a dominarle, ya que tenía la sensación de que ahora todo el ejército rojo lo buscaba, y no había puesto suficiente tierra por en medio antes de caer agotado. De todas formas, tampoco podía pensar con claridad en aquel estado, así que se obligo a no pensar y a tranquilizarse lo máximo posible.
Ahora comenzaba a anochecer y la luz del sol se perdía en el horizonte por momentos. Tras unos quince minutos de descanso y angustia, empezó a pensar otra vez con claridad. Vio un pequeño torrente de agua a pocos metros de donde se hallaba, y decidió seguir su curso hacia el sur durante unos cientos de metros por lo menos, ya que así despistaría a sus seguidores, ya fuese que lo rastreasen por sus huellas o si trajesen perros que lo buscasen por el olor.
Al entrar en el riachuelo, se refrescó la cara y la cabeza, a la vez que bebía un buen trago, lo que le despejó bastante y le dio ánimos para seguir con su huida. Acto seguido comenzó a avanzar hacia el sur a buen paso, mirando a su alrededor al menor ruido o síntoma de peligro. Salio del curso del riachuelo ya siendo noche cerrada como a kilómetro y medio de donde entró, y tras avanzar un poco hacía el oeste, vio como una pequeña carretera se cruzaba en su camino y le hacía perder la cobertura de los árboles durante un centenar de metros antes de llegar otra vez a la arboleda en el lado contrario. A medio kilómetro más abajo, parecía haber unos edificios, posiblemente una pequeña granja. Sopesó la posibilidad de ir a pasar la noche allí, pero lo descartó pronto. Aunque seguramente estaría deshabitada por lo cercano de la lucha, era un sitio demasiado obvio donde buscar a un evadido, y además, tenía que aprovechar las horas nocturnas para avanzar el mayor trozo de terreno posible.
Tras cerciorarse durante unos minutos de que no hubiese nadie a cierta distancia, se lanzó a la carrera en pos de los árboles al otro lado de la carretera. Llegó sin mayores contratiempos, y se adentró una vez más en lo espeso del bosque.
Siguió avanzando en la oscuridad durante un par de horas antes de caer extenuado al suelo. Sus piernas ya no daban más de sí y su espalda le dolía hasta límites insoportables. Decidió no seguir avanzando por el momento, y tras recobrarse un poco, buscó un sitio donde descansar fuera de la vista de curiosos.
En una zona apartada encontró una pequeña hendidura en el terreno, lo justo para yacer echado más o menos cómodamente durante unas horas. Recogió, arena y algunas ramas y hojarasca por los alrededores. Con todo esos trató de hacer que su improvisado camastro fuese lo más acogedor posible a la vez que trataba de camuflarlo para que pasara desapercibido. Cuando estuvo satisfecho de su obra, se recostó en el suelo recubierto de hojarasca y comió y bebió un poco para recobrar fuerzas con lo escaso de sus víveres. Trató de conciliar el sueño, pero a su mente acudían las imágenes de la lucha en el cielo aquella tarde, de cómo pese a la favorable proporción de dos aviones soviéticos derribados por cada uno aliado, los aviones enemigos tenían superioridad numérica una y otra vez. De cómo hacía unas horas, apenas veinte cazas de su grupo, se enfrentaron en los cielos de Frankfurt a más de cuarenta y dos aviones enemigos. De cómo había derribado a uno de ellos, cuando su suerte se acabó, y tres aparatos rusos se pusieron a su cola, y si bien logró despistar a uno de ellos, entre los otros dos lograron varios impactos directos en su aparato, convirtiéndolo en una antorcha voladora y dejándole el tiempo justo para salir del avión. Al cabo de muchos minutos dando vueltas a las mismas imágenes, presa del cansancio y el estrés de ese día, caía dormido en un sueño intranquilo.
Despertó sobresaltado al cabo de lo que le parecieron pocos minutos, al oír un ruido en las cercanías. Se quedó totalmente quieto a la vez que agudizaba el oído. Allí estaba de nuevo, esta vez más cercano. Le parecieron pasos de alguien que andaba por los alrededores, alguien que seguramente todavía no lo habría descubierto. Se llevo la mano a la funda de la pistola que llevaba consigo y la sacó. Volvió a oír el sonido, esta vez muy cerca, así que no tubo más remedio que actuar. Tensó los músculos para sacarse de encima el agarrotamiento que tenía y se incorporó rápidamente, apuntando en dirección al ruido. Se llevó un susto colosal, y estuvo a punto de llenar de agujeros al pequeño jabalí que husmeaba en las inmediaciones, a escasos metros de donde Holland se encontraba, pero en el último suspiro, desvió el arma y sacó el dedo del gatillo. El jabalí, a su vez, se fue rápidamente espantado, en dirección contraria al piloto.
Cuando el mayor logró volver a colocar el corazón en su sitio, consultó su reloj. Apenas había dormido tres horas, y le dolían todos los huesos del cuerpo, pero los primeros rayos de sol despuntaban al alba, y había que tomar una decisión. Su cuerpo le pedía descanso y el sentido común le decía que moverse de día, ya cerca de las posiciones de retaguardia de las tropas rusas, era tremendamente peligroso. Pero aún así, era más peligroso quedarse allí sin hacer nada, ya que era posible que los aproximadamente veinte kilómetros de distancia que ahora le separaban de sus líneas, al final del día fueran más si los rusos iniciaban otro de sus ataques, y además existía la posibilidad que los soldados que le estuvieran buscando, ya estuvieran en marcha, y si tenían algún rastro, no tardarían mucho en encontrarlo.
Se sentó bajo uno de los árboles, comió un par de galletas y bebió un sorbo de agua de la cantimplora, con mucho cuidado de no dejar restos que sirviesen para delatar su presencia. Después consultó el mapa que llevaba en el mono de vuelo, y tras hacerse una idea de por donde debía andar, se puso de nuevo en marcha.
Anduvo durante un tiempo por aquel bosque, aprovechando al máximo el cobijo que le ofrecía, incluso yendo durante un rato en direcciones que no le llevaban directamente a sus líneas. Se encontró con los restos de combates que habían tenido lugar en aquella zona tan solo unos pocos días antes, y esparcidos por doquier, restos de armas, ropas e incluso algún resto humano. Encontró una guerrera de un soldado ruso en bastante buen estado, con tan solo algún jirón y restos de sangre seca, así como un casco abollado y un subfusil enemigo que se encontró en lo hondo de un pozo de tirador. Le pareció buena idea coger todo esto por si acaso tenía que disfrazarse.
En la lejanía se comenzaron a oír descargas de artillería, y poco después, divisó como volvían a encontrarse de nuevo los aviones de ambos bandos para medirse sobre el cielo de Alemania.
Ahora que se acercaba al frente, le iba dando vueltas a la idea de cómo atravesar las posiciones enemigas para llegar a las líneas americanas, lo cual no le parecía fácil en absoluto.
Hacía mediodía, de repente se encontró con el final del bosque, y como a un kilómetro del límite de los árboles, comenzó a divisar las posiciones soviéticas. Parecía un destacamento logístico, con suministros para las tropas del frente, pero también había un pequeño hospital de campaña y algunos tanques que parecían averiados junto a unas tiendas de campaña que hacían las veces de improvisado taller.
Recapacitó sobre su situación de nuevo. A esas alturas, estaba ya casi seguro que sus perseguidores debían haber dejado la persecución o haber errado completamente la dirección que tomó, por que sino creía que con toda seguridad, ya lo hubiesen alcanzado. Aquello era bueno, pensó. Ahora bien, estaba relativamente cerca de las posiciones americanas, pero a la vez era el trozo más difícil de superar. Difícil no, se dijo, imposible. Tenía a varios miles de soldados enemigos entre él y su objetivo, y no había manera, o al menos no se le ocurrían, de atravesar aquellas posiciones sin ser descubierto. Lo primero que pensó fue en disfrazarse de soldado ruso con lo que había encontrado en el bosque, pero ya no lo parecía tan buena idea. El primer enemigo que le hablase le descubriría. Pensó en esperar a la noche y tratar de escabullirse en medio de tanto ruso, pero para que tuviera una mínima oportunidad de éxito, debía moverse muy despacio, lo que dado la distancia que lo separaba todavía de sus compatriotas, lo dejaría al amanecer del día siguiente en medio de centenares de soldados enemigos. Continuó dándole vueltas durante un buen rato, y la opción de esperar a la noche era la que le parecía más acertada, pero tenía que resolver el problema de la velocidad a que se desplazaría.
Mientras aguardaba la llegada de la oscuridad, vio como algunos camiones llegaban de la línea del frente, y poco después eran cargados con grupos de soldados que aguardaban fuera del hospital de campaña, muchos de ellos todavía con vendajes, y emprendían el camino inverso, de regreso a la lucha.
A la vista de aquello, decidió jugársela. Era una oportunidad muy remota, pero si seguían con ese procedimiento durante la noche, tenía que intentarlo. Se vestiría con la guerrera y el casco ruso, colgaría el arma sobre su hombro, y amparándose en la oscuridad, se acercaría a alguno de aquellos grupos de heridos leves, que debían volver al frente. Se colocaría alguno de los vendajes que llevaba en su botiquín personal, y la sangre seca del uniforme, la tensión y la suciedad que ya se reflejaban en su rostro tras muchas horas de huida desesperada, debían acabar de darle el aspecto de un soldado enemigo que acabase de recibir algunas curas tras una herida, y que ahora ya estaba listo para ser enviado al combate. Creyó solucionar el problema del idioma, puniéndose un aparatoso vendaje sobre la mandíbula y parte de la boca, como si hubiese recibido un trozo de metralla, y por lo tanto no pudiese hablar.
Cuando ya tenía decidido el plan, cayó en la cuenta de que si lo descubrían vistiendo un uniforme ruso, lo acusarían de espía y lo fusilarían allí mismo. Pensó en ello durante unos minutos, pero al final decidió que casi valía más la pena ese destino que pasarse años en un gulag en Siberia.
Durante las horas que restaban para el anochecer, preparó a conciencia su disfraz, a la vez que observaba los movimientos de los heridos en las inmediaciones del hospital y trataba de aprender la rutina y los gestos que hacían. Tampoco, y pese al cansancio que acumulaba, pudo dejar de vigilar su espalda, por si finalmente sus perseguidores habían dado con su rastro.
Durante la tarde, tuvo que cambiar de posición un par de veces ante el temor de ser descubierto, ya que algunos soldados rusos se acercaban al bosque para hacer sus necesidades.
Finalmente, busco el lugar idóneo para iniciar su aproximación al hospital ruso.
Al cabo de poco tiempo se hizo de noche. Había comprobado como seguían llegando camiones y el proceso se repetía, incluso en la oscuridad mal alumbrada por unos pocos candiles, aunque ahora a intervalos mayores de tiempo. También el número de rusos aguardando su regreso al frente, era algo menor.
Tras esperar a que estuviera bien oscuro, comenzó a acercarse a los soldados enemigos con cautela pero con seguridad. Cuando llegó a lo que creyó que era el límite visual de los rusos, se subió la bragueta de su pantalón y avanzó un poco más como si tal cosa. Daba pasos cortos y avanzaba encorvado para dar apariencia de cansado. Se sentó en el suelo, en la penumbra, a unos pocos metros de una quincena de soldados que esperaban la llegada de otro camión. Algunos de ellos hablaban en voz baja, mientras que otros trataban de dormir o fumaban un cigarrillo con aire abatido. Ninguno mostró el más mínimo interés en el recién llegado, y nadie hizo ademán de querer comunicarse con él. Algo más allá había un oficial, seguramente del NKVD, que se paseaba arriba y abajo, y que por lo que había observado durante el día, parecía tener la misión de vigilar que los hombres no se marchasen sin permiso, pero que no tenía la más mínima intención de entablar conversación con ellos.
Holland se echó como si tuviese la intención de echar una cabezada, pero sin quitar el ojo del grupo de heridos ni del oficial que los vigilaba.
Pasaron casi cuarenta minutos que al piloto se le hicieron una autentica eternidad, hasta que al final llegó un camión. El oficial que les vigilaba y otro que descendió del camión, les ordenaron subir a la parte trasera del mismo. Los hombres obedecieron con tan poco entusiasmo, que los oficiales se vieron obligados a sacar sus pistolas y amenazarles con ellas.
El norteamericano, consiguió subirse el último en la caja del camión sin levantar sospechas, antes de que cerrasen la lona.
Hasta ahora todo iba bien, pero Holland sentía como si el corazón se le fuese a salir por la situación en que se había metido. Estaba en la atiborrada parte trasera de un camión ruso, llena de soldados enemigos armados y adentrándose en sus posiciones de vanguardia. A su favor tan solo tenía un tosco disfraz, la oscuridad y la apatía de los rusos del camión. En cuanto se hiciese de día o alguien un poco más despierto que sus compañeros de viaje se diese cuenta de su disfraz, estaría muerto.
Por suerte para él, su cabeza trabajaba bien en situaciones de presión, y ahora ya estaba planeando la próxima acción a realizar. Estaba claro que no podía esperar a estar en el frente para escabullirse, ya que estaría mucho más vigilado, y las posibilidades de huir serían nulas. Por lo tanto, tenía que abandonar el camión en marcha en algún momento y sobrepasar las líneas enemigas y la tierra de nadie para llegar con los suyos, pero eso suponía la dificultad de cuando hacerlo, ya que no tenía ni idea de la distancia a la primera línea soviética, y sobre todo, como iban a reaccionar sus “camaradas” de viaje, ya que si daban la alarma, era hombre muerto.
De todas maneras ya daba igual, era su única oportunidad y tenía que aprovecharla. Afortunadamente, el camión de noche avanzaba a poca velocidad y con las luces apagadas. En la parte trasera del camión, la sensación de hacinamiento y sopor, había hecho que la mayoría de rusos dormitaran. Holland simulaba dormir apoyado sobre la lona que cubría la salida del camión. Poco a poco fue quitando algunas cuerdas que ataban la lona trasera y la que cubría el lateral del camión, y cuando pensó que la abertura era lo suficientemente grande para pasar por ella, se preparo. Tenso los músculos para salir de aquel camión lo más rápido posible, pero entonces sus ojos se cruzaron con los de un joven soldado herido en el pecho, que le miraba con curiosidad. De repente no sabía que hacer, aquel muchacho parecía haberle descubierto, pero no daba señales de alarmarse. El joven ruso le hizo un gesto con la cabeza como preguntándole si tenía la intención de abandonar el vehiculo por la abertura de la lona. La respuesta de Holland fue un instintivo movimiento afirmativo con la cabeza, casi involuntario, del que al momento se arrepintió. Pero el ruso no dijo nada, se quedo pensando un momento, y luego avanzó en la atestada caja del camión, haciendo el mínimo ruido posible hasta llegar a la altura del norteamericano. El muchacho le dijo algo al oído en ruso, pero aunque Holland no lo entendió, no le hizo falta. Estaba claro que aquel chico quería unirse a su fuga.
Ahora ya no sabía que hacer, no había pensado esa posibilidad, y su cabeza trataba de encontrar una solución para la situación en que se hallaba. Tras unos instantes, comprendió que su única opción era llevarlo con él, ya que si lo rechazaba, el ruso podía dar la alarma y todo se acabaría antes de empezar.
Holland le hizo un gesto afirmativo con la cabeza y le enseño el hueco en la lona. Esperaron a que el camión aminorase la velocidad aún más al llegar a una curva para iniciar la huida, pero en ese momento, el silbido de proyectiles de artillería rasgó el silencio de la noche. Lo que vino a continuación, sucedió todo muy rápido. Uno de los obuses cayo muy cerca del camión, y las esquirlas alcanzaron a varios de los hombres que había dentro. El propio camión fue alcanzado en una de sus ruedas motrices, y se salio de la carretera, golpeándose la cabina con un árbol, y muriendo en el acto sus dos ocupantes. Holland estaba ahora caído, algo magullado por el golpe, en medio de varios soldados rusos muertos o heridos. Logro recuperarse a duras penas, y salio como pudo del camión que estaba incendiándose. Echó a correr lejos de allí sin mirar atrás, guiándose hacia el oeste por la carretera y la posición en que había quedado el camión. No volvió a ver al joven ruso ni a ninguno de aquellos hombres con los que había compartido viaje.
Cuando dejo de correr y se sentó para recobrar el aliento, se dio cuenta que estaba en medio de un bombardeo de artillería americana sobre las posiciones rusas. Mientras jadeaba, pensó en la ironía que supondría, tras tanto esfuerzo, morir bajo los proyectiles de sus compatriotas.
De pronto se dio cuenta que aquella era su oportunidad. Si estaba lo bastante loco como para correr en medio de un bombardeo, quizás lograse llegar a sus líneas. Los soldados enemigos estarían cubriéndose en sus trincheras, y si lo veían con su disfraz de soldado soviético correr hacia el enemigo, seguramente pensaría que se había derrumbado por el bombardeo y que se estaba suicidando.
El tiempo apremiaba, tenía que tomar una decisión. Todavía no sabía a que distancia estaba del frente, pero por el tiempo que había transcurrido subido en el camión, no podía ser mucho.
Pensó que ya que había llegado hasta allí, no podía volverse atrás. Si esperaba al final del bombardeo, seguramente se haría de día al intentar cruzar las posiciones rusas, lo que equivalía a una certeza de la muerte mayor que con el bombardeo, y que si tenía que morir, más valía que fuera al menos teniendo una oportunidad de éxito en su objetivo. Así que con una lúgubre determinación, y tras consultar su brújula, se lanzó a correr hacia el oeste como alma que lleva el diablo.
En la oscuridad, y en una superficie removida por las bombas y la metralla, cayo varias veces al suelo, pero otras tantas se recuperó y siguió su camino. Llegó un momento que no sentía el flato, el dolor de sus articulaciones o la falta de oxigeno que empezaba a marearle, tan solo corría en una dirección fija entre los fogonazos de las explosiones y la oscuridad de la noche.
En algún momento vio a soldados rusos como le gritaban, vio como saltaba por encima de trincheras y alambradas, que casi frenan su loca carrera, y finalmente como entraba en un lugar donde no parecía haber nada ni nadie, y donde las explosiones parecían desaparecer de su alrededor. Casi como un autómata, y sin saber muy bien el motivo en ese momento, se sacó la guerrera, se quitó el casco y tiró el subfusil al suelo, sin dejar de correr. Le pareció ver las líneas americanas a un centenar de metros delante de él y empezó a gritar como un poseso:
-¡Americano! ¡Soy americano! ¡No disparéis!
Repitió eso mismo, hasta que al final fue interceptado por dos soldados norteamericanos que lo placaron como si de un partido de fútbol se tratara.
Cuando se encontró en el suelo, mirando hacia arriba y vio la cara de pocos amigos de aquellos dos barbudos soldados americanos encima de él, se echó a reír de felicidad y acto seguido perdió el conocimiento.
Cuando despertó al mediodía del día siguiente, se encontraba en un hospital de campaña repleto de heridos, con algunos vendajes y algo de suero.
Una figura conocida se le acercó al verlo despierto. Era el teniente coronel Burcham.
-Mayor Holland, ha tenido usted una suerte endiablada, le dábamos por muerto. ¡Diablos! Me alegro que haya conseguido escapar y llegar hasta nosotros. En cuanto salga de aquí, me tiene que explicar como lo ha logrado.
El mayor trató de responder, pero no pasó de un vano intento. Se encontraba demasiado agotado para articular siquiera una palabra.
-Tranquilo mayor, ya habrá tiempo. Ahora recupérese y venga a vernos lo antes posible.
El teniente coronel Burcham se volvió y salió de la tienda.
De repente a la mente de Holland acudieron de golpe, todos los recuerdos de aquella loca noche que acababa de pasar, y su mente se bloqueo por un momento. Al poco, se rindió de nuevo al cansancio y volvió a caer dormido.
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flanker33 escribió:[
En Yugoslavia no lo creo. Fueron los propios yugoslavos los que se liberaron del nazismo, en todo caso los croatas.
Ya puse en unos de los relatos que habría tropas del NKVD y se reforzaría la seguridad interna con tropas sacadas de Frentes disueltos. Los dos ejércitos polacos podrían vigilar en Alemania por ejemplo y también habría tropas de esos países afines a los soviéticos. Pero si, es posible que hubiese problemas, no en vano los soviéticos tuvieron problemas en los países bálticos y Ucrania hasta años después de la SGM.
Pero también podrían los rusos alentar a los comunistas europeos a crear problemas en la retaguardia aliada, y aunque no creo que fuese un problema grave, también podría darse.
Creo que seria un poco mas grave, los Ejercitos Polacos, viendo que en lugar de liberar Polonia, eran destinados a otro pais, no se si serian muy fiables, en cuanto a paises afines a los sovieticos, pocos, ocupados por los Sovieticos seria mas correcto, lo cual, al igual que las Republicas Balticas, los convierte en muy peligrosos en acciones de insurgencia y sabotaje. En cuanto a Yugoeslavia, es el mismo caso, Croacia, de tendencia pro Alemana, y el resto desengañados de su liberacion, un poco de campaña nacionalista, y ya esta liada.
Un saludo.
El vientre de mi enemigo, sera la unica vaina para mi espada. Salut.
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Es evidente que en las operaciones ofensivas se concentran muchas más tropas en la zona del ataque, sin embargo no es lo mismo tener 2.000.000 de soldados en una zona tan estrecha como Corea, que tener 5.000.000 en Europa occidental en un frente que va del báltico a la frontera Suiza, y eso sin contar Austria, Grecia, e Italia.
Lo es, para enfrentarse a un ejército equipado con máuser 98k, Mp-40, y walther p-38 esta bien, para uno equipado con M-1, Thompson y M-3, y colt 1911, no. Básicamente, porque la cadencia de fuego del M-1 es de +24 disparos por minuto, mientras que la del mosint-nagant es de 10-12. En cuanto a los fusiles de cerrojo aliados, el Lee Enfield tenía una cadencia cercana a los 20 dpm, y era superior a los mosint.
Ya, pero es que aquí nadie dice que los americanos no tengan esa capacidad, lo que se dice es que los rusos no tienen la capacidad de los americanos en cuanto a fuego semiautomático al tener armas de cerrojo, el tema de los subfusiles es parecido.
Del propio MinisDef, hay algunas tablas interesantes.
http://www.portalcultura.mde.es/Galeria ... _fuego.pdf
Nadie impide las ayudas a Francia, aunque Francia ya tenía su propio tejido industrial, que por cierto empleaba a gran parte de la población masculina, sin olvidar el serio problema de la resistencia comunista. Lo que se pide es que se deriven las ayudas a la ahora enemiga URSS a un posible aliado situado geoestratégicamente y de gran utilidad. Posponer esa alianza podría tener el efecto de que luego fuera demasiado tarde, y los aliados se viesen sin un lugar al que retroceder.
No, es al revés, quería la alianza con España para que las fuerzas aliadas pudiesen retroceder hacia la península en caso de derrota, y evitar así difíciles reembarques en la costa atlántica francesa, de espaldas al mar y con los flancos presionados por los carros y el cielo cubierto de aviones rusos. Porque vista la efectividad de los aviones rusos en Dinamarca, mejor evitar eso. En cuanto a los 2.000.000 en los pirineos, me refería a 1.000.000 de soldados españoles y otro de aliados que, en caso de tener que retroceder, podían despegarse allí.
Lo sé, has pasado de una aviación incapaz de hundir una sola unidad militar de porte superior a patrullera, pese a operar en total superioridad numerica, a ser capaz de hundir 1 acorazado, y dañar otro pese al equilibrio aéreo y falta de entrenamiento y doctrina torpedera...
PD. Evidentemente me refería a kilos, y ya ha sido corregido.
Lo es, para enfrentarse a un ejército equipado con máuser 98k, Mp-40, y walther p-38 esta bien, para uno equipado con M-1, Thompson y M-3, y colt 1911, no. Básicamente, porque la cadencia de fuego del M-1 es de +24 disparos por minuto, mientras que la del mosint-nagant es de 10-12. En cuanto a los fusiles de cerrojo aliados, el Lee Enfield tenía una cadencia cercana a los 20 dpm, y era superior a los mosint.
Ya, pero es que aquí nadie dice que los americanos no tengan esa capacidad, lo que se dice es que los rusos no tienen la capacidad de los americanos en cuanto a fuego semiautomático al tener armas de cerrojo, el tema de los subfusiles es parecido.
Del propio MinisDef, hay algunas tablas interesantes.
http://www.portalcultura.mde.es/Galeria ... _fuego.pdf
Nadie impide las ayudas a Francia, aunque Francia ya tenía su propio tejido industrial, que por cierto empleaba a gran parte de la población masculina, sin olvidar el serio problema de la resistencia comunista. Lo que se pide es que se deriven las ayudas a la ahora enemiga URSS a un posible aliado situado geoestratégicamente y de gran utilidad. Posponer esa alianza podría tener el efecto de que luego fuera demasiado tarde, y los aliados se viesen sin un lugar al que retroceder.
No, es al revés, quería la alianza con España para que las fuerzas aliadas pudiesen retroceder hacia la península en caso de derrota, y evitar así difíciles reembarques en la costa atlántica francesa, de espaldas al mar y con los flancos presionados por los carros y el cielo cubierto de aviones rusos. Porque vista la efectividad de los aviones rusos en Dinamarca, mejor evitar eso. En cuanto a los 2.000.000 en los pirineos, me refería a 1.000.000 de soldados españoles y otro de aliados que, en caso de tener que retroceder, podían despegarse allí.
Lo sé, has pasado de una aviación incapaz de hundir una sola unidad militar de porte superior a patrullera, pese a operar en total superioridad numerica, a ser capaz de hundir 1 acorazado, y dañar otro pese al equilibrio aéreo y falta de entrenamiento y doctrina torpedera...
PD. Evidentemente me refería a kilos, y ya ha sido corregido.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Como en todas las cosas había de todo, en carros de combate eran muy superiores, en aviación francamente inferiores, en artillería disponían de magnificas piezas en gran cantidad, pero los americanos también disponían de magnificas piezas y las utilizaban de forma más flexible y eran superiores en control de fuego.
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21 de julio
17:35 hora local
Las alarmas antiaéreas empezaron a sonar con fuerza sobresaltando tanto a jugadores como a espectadores del partido de futbol que enfrentaba a la artillería con la armada. Para la mayoría de las tropas integrantes de las fuerzas del extremo oriente, era la primera vez que vislumbraban un poco de acción, ya que el frente con Japón había permanecido tranquilo desde la firma del tratado de agresión 5 años atrás. A pesar de todo el cabo Vasili corrió a toda velocidad hacía la pieza de 76mm en la que servía como apuntador, reuniéndose allí con el resto de la dotación bajo el mando del sargento Boris.
-Vamos muchachos, preparad el cañón, fundas fuera, y alerta- ordeno el sargento, veterano de la guerra patria en la que había perdido un ojo, razón por la que ahora estaba en este lejano lugar- Dmitry, prepara la munición, y tú, Rustam, atento al teléfono, no tardaremos en recibir órdenes.
Sin embargo, incluso antes de que sonase la radio el soldado Yegor lanzo un grito de asombro- ¡Allí! Sargento, allí están, al sureste de aquí y se acercan a gran velocidad, nunca había visto tantos aviones juntos.
-Sí, ya los veo-respondió el sargento tras observar la pesada formación de B-29 que se aproximaba- ¡Rustam, avisa al mando del batallón que tenemos contacto visual! Gran formación de aviones a 12km y unos 4.000mts de altura, Yegor te pasara la cuenta cuando haya acabado. El resto, preparados para abrir fuego.
Pronto Vasili había preparado el cañón que había sido cargado con munición con temporizador, para que hiciese explosión precisamente a 4.000mts, sin embargo el gran número de aviones enemigos le intranquilizaba profundamente. Pronto llego la orden de abrir fuego y a partir de ese momento ya no tuvo tiempo para pensar. Apuntar y disparar, apuntar y disparar, esos sencillos actos se convirtieron en toda su realidad durante un tiempo que nunca sería capaz de precisar, mientras el resto de la dotación no cesaba de cargar una y otra vez el arma, y pasar las correcciones de tiro precisas para que el fuego fuese efectivo.
-Arma cargada- gritaba Popov, e inmediatamente el sargento respondía-¡Fuego!- para que Slava volviese a anunciar-¡Anima libre, retroceso sin novedad!-provocando un nuevo inicio de las operaciones de disparo-
Tras ellos la base naval de Vladivostok era ya un infierno de llamas, los pesados bombarderos B-29 se habían adentrado en la bahía de Zolotoi Rog sin que las explosiones de la antiaérea pareciesen molestarles, para a continuación soltar su mortal carga en la base naval que quedo sumida en llamas. Los daños eran cuantiosos, y varias naves eran pasto de las llamas dentro del puerto, al igual que ocurría con la propia ciudad, sin embargo había que continuar luchando pues una nueva formación de bombarderos estaba entrando ya en su zona de responsabilidad, obligando a las piezas antiaéreas a reanudar su fuego, consumiendo ingentes cantidades de municiones, más de las que Vasili creyó que dispararía en toda su vida. De hecho durante las dos horas siguientes consumieron tanta munición que tuvo que revelar temporalmente a Popov para que este descansara mientras tomaba el puesto de apuntador, por suerte el sargento siempre había exigido que todos sus hombres supiesen realizar todas las tareas de la pieza, e incluso tuvieron que permanecer unos minutos sin disparar mientras les traían más municiones.
-¡Anima libre, retroceso al límite!-Grito de pronto Rustam que había sustituido a Slava en la pieza para permitir a este recuperarse.
-¡Maldita sea!- grito el sargento- ¡Hay que enfriar al pieza o nos reventara en las narices, ¡Dejad el cierre abierto, y traed cubos de agua! en cuanto se haya enfriado un poco remojaremos el cañón antes de continuar. Yegor ¿Cómo van las cosas en la base?
Yegor que ya había rotado dos veces antes de volver a su puesto de observador respondió- Mal sargento, muy mal, por lo que veo la mayor parte de las bombas americanas han caído en la base naval y la ciudad. Desde aquí veo que el crucero Kalinin está muy inclinado, tres cargueros ardiendo, y dos lanchas torpederas y una de patrulla semihundidas, además los muelles de los submarinos han sido muy castigados, y en la ciudad las cosas están peor, les ha caído de todo, y veo mucho humo en donde estaba la estación de tren.
-¿Y los americanos? Volvió a preguntar el sargento-
-Hemos derribado 11 aviones, incluyendo 3 que han explotado en el aire, y otros varios se han alejado perdiendo altura. Me ha parecido ver paracaídas en el horizonte, aunque algunos de ellos han saltado cerca de nuestras costas.
-¡Malditos americanos! Nos han dado fuerte, mirad camaradas, allí llegan más aviones. ¡Traed esa agua rápido! Vamos a enfriar este cañón y a hacerles pagar caro el haber desafiado a la madre Rusia.
A bordo del Lucky horse, el teniente Fitzjames se adentraba en esos momentos en la nube de explosiones de la antiaérea rusa, que para esos momentos ya se había reducido mucho tras perderse varias piezas en el bombardeo. Veterano de los bombardeos sobre Alemania, había sido destinado al pacifico varios meses atrás para participar en la ofensiva general sobre Japón, aunque ahora tras el estallido de la guerra con la URSS, la ofensiva había sido aplazada para atacar al nuevo enemigo. Por ello tras despegar junto al resto de B-29 de los nuevos aeródromos de Okinawa, habían sobrevolado Japón, donde la aviación nipona ya había desaparecido de los cielos, para adentrarse en Golfo de Pedro el Grande, bajo el mando del cual había servido de sus antepasados, para atacar a los traicioneros comunistas, a los que odiaba desde muchos años atrás.
-El fuego antiaéreo es errático y débil- comento a su copiloto, el teniente Heinz- Nada parecido al fuego de 88, 105, y 120mm alemán. Parece que los informes eran ciertos y la mayor parte de los antiaéreos de esta zona son los obsoletos cañones de 76mm, ni tan siquiera los de 85. Hemos tenido suerte.
-Nosotros sí, pero parece que Robert no ha tenido tanta suerte- Respondió el copiloto- Sus motores izquierdos están en llamas, y tiene diversos daños en el fuselaje, está perdiendo altura, esperare a ver si veo paracaídas… veo uno, en la cola, ahora son dos, dos más por la derecha… otros tres más, y esos dos son los pilotos y el navegante, parece que falta uno, le deben haber dado, no, ahí está, justo a tiempo. El avión cae en barrena hacia el mar. -
-¡De acuerdo!- dijo Fitzjames mientras accionaba la radio- ¡Delfín, Delfín, aquí Cóndor 48!
-¡Aquí Delfín 02!- Llego la inmediata respuesta- ¿Qué necesitan nuestros alados amigos?
-¡Delfín aquí Cóndor 48! 10 Paracaídas, en el agua en las coordenadas 42°29´50-131°57´05 repito, uno cero paracaídas en 42°29´50-131°57´05.
-¡Cóndor 48, 10 paracaídas en 42°29´50-131°57´05, no os preocupéis, ahora son cosa nuestra! ¡Buena suerte con el regreso!
Minutos después el submarino SS-203 Tuna, uno de los 12 submarinos que habían sido dispuestos en las aguas cercanas a la base naval soviética para rescatar a las tripulaciones derribadas durante la operación Basilisk, emergía y recogía a los 10 hombres. 8 días después desembarcarían en Okinawa.
17:35 hora local
Las alarmas antiaéreas empezaron a sonar con fuerza sobresaltando tanto a jugadores como a espectadores del partido de futbol que enfrentaba a la artillería con la armada. Para la mayoría de las tropas integrantes de las fuerzas del extremo oriente, era la primera vez que vislumbraban un poco de acción, ya que el frente con Japón había permanecido tranquilo desde la firma del tratado de agresión 5 años atrás. A pesar de todo el cabo Vasili corrió a toda velocidad hacía la pieza de 76mm en la que servía como apuntador, reuniéndose allí con el resto de la dotación bajo el mando del sargento Boris.
-Vamos muchachos, preparad el cañón, fundas fuera, y alerta- ordeno el sargento, veterano de la guerra patria en la que había perdido un ojo, razón por la que ahora estaba en este lejano lugar- Dmitry, prepara la munición, y tú, Rustam, atento al teléfono, no tardaremos en recibir órdenes.
Sin embargo, incluso antes de que sonase la radio el soldado Yegor lanzo un grito de asombro- ¡Allí! Sargento, allí están, al sureste de aquí y se acercan a gran velocidad, nunca había visto tantos aviones juntos.
-Sí, ya los veo-respondió el sargento tras observar la pesada formación de B-29 que se aproximaba- ¡Rustam, avisa al mando del batallón que tenemos contacto visual! Gran formación de aviones a 12km y unos 4.000mts de altura, Yegor te pasara la cuenta cuando haya acabado. El resto, preparados para abrir fuego.
Pronto Vasili había preparado el cañón que había sido cargado con munición con temporizador, para que hiciese explosión precisamente a 4.000mts, sin embargo el gran número de aviones enemigos le intranquilizaba profundamente. Pronto llego la orden de abrir fuego y a partir de ese momento ya no tuvo tiempo para pensar. Apuntar y disparar, apuntar y disparar, esos sencillos actos se convirtieron en toda su realidad durante un tiempo que nunca sería capaz de precisar, mientras el resto de la dotación no cesaba de cargar una y otra vez el arma, y pasar las correcciones de tiro precisas para que el fuego fuese efectivo.
-Arma cargada- gritaba Popov, e inmediatamente el sargento respondía-¡Fuego!- para que Slava volviese a anunciar-¡Anima libre, retroceso sin novedad!-provocando un nuevo inicio de las operaciones de disparo-
Tras ellos la base naval de Vladivostok era ya un infierno de llamas, los pesados bombarderos B-29 se habían adentrado en la bahía de Zolotoi Rog sin que las explosiones de la antiaérea pareciesen molestarles, para a continuación soltar su mortal carga en la base naval que quedo sumida en llamas. Los daños eran cuantiosos, y varias naves eran pasto de las llamas dentro del puerto, al igual que ocurría con la propia ciudad, sin embargo había que continuar luchando pues una nueva formación de bombarderos estaba entrando ya en su zona de responsabilidad, obligando a las piezas antiaéreas a reanudar su fuego, consumiendo ingentes cantidades de municiones, más de las que Vasili creyó que dispararía en toda su vida. De hecho durante las dos horas siguientes consumieron tanta munición que tuvo que revelar temporalmente a Popov para que este descansara mientras tomaba el puesto de apuntador, por suerte el sargento siempre había exigido que todos sus hombres supiesen realizar todas las tareas de la pieza, e incluso tuvieron que permanecer unos minutos sin disparar mientras les traían más municiones.
-¡Anima libre, retroceso al límite!-Grito de pronto Rustam que había sustituido a Slava en la pieza para permitir a este recuperarse.
-¡Maldita sea!- grito el sargento- ¡Hay que enfriar al pieza o nos reventara en las narices, ¡Dejad el cierre abierto, y traed cubos de agua! en cuanto se haya enfriado un poco remojaremos el cañón antes de continuar. Yegor ¿Cómo van las cosas en la base?
Yegor que ya había rotado dos veces antes de volver a su puesto de observador respondió- Mal sargento, muy mal, por lo que veo la mayor parte de las bombas americanas han caído en la base naval y la ciudad. Desde aquí veo que el crucero Kalinin está muy inclinado, tres cargueros ardiendo, y dos lanchas torpederas y una de patrulla semihundidas, además los muelles de los submarinos han sido muy castigados, y en la ciudad las cosas están peor, les ha caído de todo, y veo mucho humo en donde estaba la estación de tren.
-¿Y los americanos? Volvió a preguntar el sargento-
-Hemos derribado 11 aviones, incluyendo 3 que han explotado en el aire, y otros varios se han alejado perdiendo altura. Me ha parecido ver paracaídas en el horizonte, aunque algunos de ellos han saltado cerca de nuestras costas.
-¡Malditos americanos! Nos han dado fuerte, mirad camaradas, allí llegan más aviones. ¡Traed esa agua rápido! Vamos a enfriar este cañón y a hacerles pagar caro el haber desafiado a la madre Rusia.
A bordo del Lucky horse, el teniente Fitzjames se adentraba en esos momentos en la nube de explosiones de la antiaérea rusa, que para esos momentos ya se había reducido mucho tras perderse varias piezas en el bombardeo. Veterano de los bombardeos sobre Alemania, había sido destinado al pacifico varios meses atrás para participar en la ofensiva general sobre Japón, aunque ahora tras el estallido de la guerra con la URSS, la ofensiva había sido aplazada para atacar al nuevo enemigo. Por ello tras despegar junto al resto de B-29 de los nuevos aeródromos de Okinawa, habían sobrevolado Japón, donde la aviación nipona ya había desaparecido de los cielos, para adentrarse en Golfo de Pedro el Grande, bajo el mando del cual había servido de sus antepasados, para atacar a los traicioneros comunistas, a los que odiaba desde muchos años atrás.
-El fuego antiaéreo es errático y débil- comento a su copiloto, el teniente Heinz- Nada parecido al fuego de 88, 105, y 120mm alemán. Parece que los informes eran ciertos y la mayor parte de los antiaéreos de esta zona son los obsoletos cañones de 76mm, ni tan siquiera los de 85. Hemos tenido suerte.
-Nosotros sí, pero parece que Robert no ha tenido tanta suerte- Respondió el copiloto- Sus motores izquierdos están en llamas, y tiene diversos daños en el fuselaje, está perdiendo altura, esperare a ver si veo paracaídas… veo uno, en la cola, ahora son dos, dos más por la derecha… otros tres más, y esos dos son los pilotos y el navegante, parece que falta uno, le deben haber dado, no, ahí está, justo a tiempo. El avión cae en barrena hacia el mar. -
-¡De acuerdo!- dijo Fitzjames mientras accionaba la radio- ¡Delfín, Delfín, aquí Cóndor 48!
-¡Aquí Delfín 02!- Llego la inmediata respuesta- ¿Qué necesitan nuestros alados amigos?
-¡Delfín aquí Cóndor 48! 10 Paracaídas, en el agua en las coordenadas 42°29´50-131°57´05 repito, uno cero paracaídas en 42°29´50-131°57´05.
-¡Cóndor 48, 10 paracaídas en 42°29´50-131°57´05, no os preocupéis, ahora son cosa nuestra! ¡Buena suerte con el regreso!
Minutos después el submarino SS-203 Tuna, uno de los 12 submarinos que habían sido dispuestos en las aguas cercanas a la base naval soviética para rescatar a las tripulaciones derribadas durante la operación Basilisk, emergía y recogía a los 10 hombres. 8 días después desembarcarían en Okinawa.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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