Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Guerras y conflictos modernos desde 1945, como las guerras de Corea y Vietnam, hasta las de Afganistán o la Agresión de Rusia a Ucrania. La Guerra Fría.
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flanker33
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Re: Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Mensaje por flanker33 »

13 de julio

Waleed Hazizi llevaba ya unos días en Riad y se iba acostumbrando a su clima, sus gentes y a la propia ciudad. Una ciudad que casi había doblado el número de habitantes desde la última vez que estuvo en ella, lo que conllevaba una ampliación del suelo urbanizado, con barrios ampliados y otros nuevos nacidos de la nada. Hacía 4 días, tras su asentamiento en la ciudad después del largo periplo desde Sudan, lo había dedicado íntegramente a recorrer la ciudad en coche, conocer las nuevas zonas, las nuevas carreteras, las salidas y entradas a la ciudad así como su periferia, incluso había comprado unos planos actualizados para turistas para orientarse mejor. El gasto en combustible fue elevado, pero en un país donde la gasolina era casi gratis, no había problema por ello.
Al día siguiente Hazizi se dedicó a reconocer la zona donde llevaría a cabo su misión contra los Saud, una zona al sur del exclusivo barrios de las embajadas, que no era si no otra zona todavía más elitista y exclusiva, llena de palacios de la familia real y de otras familias importantes del país, algunos de ellos realmente impresionantes, que dejaban pequeño a la mayoría de los que las familias reales de todo el mundo poseían. Allí la vigilancia de las fuerzas de seguridad era mayor que en la mayoría de la ciudad, y la Guardia Nacional se dejaba ver bastante a menudo. Fueron viajes rápidos y algo alejados de su verdadero objetivo, uno de aquellos enormes palacios marcados por los soviéticos, curiosamente conocido como el “palacio rojo” por el color de los tejados de sus principales edificios. Buscaba rutas de escape, cámaras de seguridad, zonas de tiro libre de obstáculos,...pero aquello fue solo una toma de contacto, debería volver más veces, siempre con disimulo y guardándose bien de no llamar la atención.
Hazizi empleó el día 12 de julio a vigilar al príncipe Ghaleb. Lo siguió hasta su despacho en el Ministerio de Asuntos Exteriores, memorizó sus horarios, su escolta, sus salidas, y todo lo que consideró de interés, hasta que llegó a su casa al atardecer. Waleed tuvo que soportar temperaturas de hasta 43 grados centígrados, pero apenas los notó. Estaba concentrado en su objetivo y su mente planeaba uno tras otro, planes para llevar a buen termino su venganza contra aquel asesino sin alma.
Al finalizar su vigilancia, a últimas horas de la noche, cuando las luces del piso de Ghaleb se apagaron, Waleed regresó a su madriguera. Como el día anterior, debería volver para continuar su vigilancia. Aquel era un juego peligroso, no podía aventurarse a llevar a cabo sus misiones sin tener una buena información y un plan a prueba de fallos, pero a la vez no podía desperdiciar muchos días en recolectar la información ya que podía ser descubierto, y tampoco tenía seguridad de cuando los soviéticos le ordenarían realizarlo. Mientras cenaba, pensaba que debía adquirir otro medio de locomoción para alternarlo con el Patrol y pensó en una moto de mediana cilindrada, que le permitiese salir de una situación apurada llegado el caso, pero que no fuera demasiado llamativa para aquella ciudad, donde algún policía podía pararlo simplemente por el hecho de observar detenidamente una moto de aquellas.
Así que a primera hora de la mañana Hazizi se dirigió a un concesionario de motocicletas de segunda mano en un barrio modesto y adquirió una motocicleta de 250 cc de color negro, y fue con ella con la que se dirigió hacia el lugar donde tenía pensado pasar ese día. La dirección se la habían facilitado los rusos en Sudán. Un edificio-aparcamiento de un populoso barrio en el extremo sur de la ciudad, destinado en su totalidad a acoger los vehículos de los residentes en la zona y que se lo pudieran permitir. A juzgar por el número de coches, motos y furgonetas, no eran pocos. En el nivel inferior de aquel edificio, dos plantas por debajo del nivel del suelo, se encontraban algunos de las plazas más caras ya que eran las más amplias y estaban cerradas con un portón metálico. En aquella zona no se veía a tanta gente, lo que alivió a Waleed. Podría disfrutar de algo más de “intimidad” en su trabajo. Buscó en un pequeño ladrillo de la parte alta de la pared que estaba suelto, y tras él encontró una llave tal y como le habían dicho. La llave le permitía abrir la cochera número 27. Lo primero que observó fue la parte trasera de una furgoneta Volkswagen verde claro que no llegaba a ocupar ni la mitad del habitáculo. Encendió la luz y tras introducir la motocicleta y cerrar el portón, pudo inspeccionar tranquilamente el interior. La furgoneta estaba hasta los topes de combustible y arrancó a la primera. Tras unos segundos quitó el contacto y dejó de nuevo las llaves en la guantera.
Pero lo que de verdad interesaba a Hazizi era lo que había tras el falso muro del final del aparcamiento. Volvió a recordar las instrucciones que había recibido, y comenzó a tantear unos ladrillos hasta que dio con el resorte. Lo liberó, y una parte de la pared pareció moverse ligeramente en un lateral. Hazizi empujó. Al principio parecía que no podría moverlo, pero tras un segundo intento, el falso muro comenzó a desplazarse hacia dentro poco a poco. La cavidad era ancha pero de techo bajo. Waleed entró agachado e inspeccionó lo que había en su interior. Más de una docena de cajas de madera con interesantes “juguetitos” en su interior, tales como morteros de 60 mm, ametralladoras, munición y algún que otro artilugio, algunos más caros y sofisticados, otros simples piezas que se podrían encontrar en cualquier tienda medianamente especializada de la ciudad. Todo aquello formaba parte del plan de Waleed para realizar su misión, y había sido proporcionado por los soviéticos. Por un momento pensó lo tremendamente difícil que hubiera sido poder preparar su venganza sin la ayuda exterior. Arrastró las cajas al aparcamiento y examinó detenidamente su contenido. Tras un rato decidió que se ajustaba a lo que necesitaba. Era la hora de comer y todavía le quedaba un buen rato de trabajo allí, así que sacó un pequeño bocadillo que se había preparado y tras dar buena cuenta de él, se puso manos a la obra.








“Tenemos algo. Vuelvan inmediatamente” era lo que Sinclair había comunicado por radio al equipo Dorset a última hora de la tarde, mientras se encontraban realizando labores de contravigilancia. “Como si hubiésemos encontrado a alguien a quien contravigilar” pensaba el teniente MacCardy. “Quizás ahora el mayor tenía alguna buena nueva”. Cuando entraron en el despacho de Sinclair, este estaba conversando animadamente con su equivalente de la CIA, el señor Scott.

-Pasad muchachos. Tenemos buenas noticias.
Tomaron asiento y esperaron a que sus superiores comenzaran. Scott fue el primero en hablar.
-Caballeros, tenemos un hilo de donde tirar. Esta mañana hemos recibido información de Langley, comunicándonos algo muy interesante. Hace unos días, el día 8 de este mes para ser más exactos, unos contrabandistas etíopes trasladaron desde su país a Arabia Saudí a un hombre con ropas como las de un “árabe rico” según su descripción, y que por su morfología bien podría tratarse de nuestro hombre, y a dos hombres que eran extranjeros, posiblemente rusos - Scott esperó a que el anuncio hiciese su efecto, pero solo obtuvo una flemática respuesta inglesa por parte de Horrocks.
-¿Eso es todo señor Scott?
-En absoluto. Déjenme continuar – Scott se levantó e indicó un punto en el mapa al suroeste de la península arábiga. - Aquí es donde nos informaron que habían desembarcado al árabe, y parece ser que lo estaba esperando un coche negro “de ricos”. Al haber cumplido su parte del trato, los contrabandistas regresaron con sus otros dos pasajeros esperando recibir su jugosa recompensa, pero algo hizo sospechar a su jefe y desvió ligeramente el barco de su rumbo. Aquellos pasajeros no sabían mucho de navegación así que no se dieron cuenta. El jefe de los contrabandistas disimuladamente dio ordenes a sus hombres de armarse y estar preparados, era la primera vez que trabajaba para extranjeros “poderosos” y no se fiaba lo más mínimo. Cuando se iban acercando a la costa, reclamaron el pago del resto de lo convenido. Sus dos pasajeros se mostraron de acuerdo, y cuando se suponían que iban a sacar dinero del maletín que portaban, sacaron armas automáticas con silenciadores y comenzaron a disparar. Por desgracia para ellos y suerte para los etíopes, al estar prevenidos, lograron responder al ataque y matar a los dos extranjeros a los que arrojaron al mar, pero tres de ellos acabaron igualmente asesinados, incluido su jefe. Por suerte, al desviarse de su rumbo no recalaron donde se suponía que lo tenían que haber hecho, ya que otro equipo de rusos los estaba esperando según supieron más tarde. Una vez en tierra firme, los supervivientes pasaron el resto del día huyendo de la zona, hacia un poblado del interior donde se sentían a salvo. Tras aguardar unos días, por lo visto decidieron que ya que no habían cobrado nada y su barco era ahora un imán para la venganza de los posibles “amigos” de los extranjeros y lo daban por perdido, debían sacar algún dinero de todo aquello y vengarse de aquellos cabrones que habían querido jugársela jodiendolos lo más posible, aunque ello significara hacer tratos con alunas autoridades. Obviamente no podían dirigirse a las de su país ya que eran aliadas de Moscú, y algo parecido pasaba con Sudán. Pensaron en intentar llegar a Arabia Saudí y explicar lo sucedido allí, pero no les gustó demasiado la idea, los saudíes tienen fama de cortar manos y cabezas a los delincuentes como ellos sin mediar palabra. Así que finalmente se dirigieron a Djibouti y en la frontera se pusieron en contacto con las autoridades francesas. Convinieron una cita con algunos responsables de seguridad franceses en el lado etíope de la frontera, y tras pactar un precio, les explicaron lo sucedido. Los franceses se tomaron su tiempo para verificar la información, y finalmente la han dado por buena. Esta mañana se la han comunicado a nuestra central en Langley.
-¿Y nos creemos la palabra de unos contrabandistas que dirían lo que sea por conseguir unos cuantos dólares? - comentó Cowen.
-Créame, no han sido unos cuantos dólares precisamente, y los franceses ya están pidiendo que se los reembolsemos.
-La verdad – intervino Sinclair – es que es una historia demasiado rocambolesca para ser inventada. Además, los franceses encontraron el barco de los contrabandistas donde lo habían dejado, registrado y destrozado. Interrogaron sutilmente a lugareños y pudieron averiguar que efectivamente se habían echado a la mar el día que explicaron y que habían vuelto al poblado que dijeron todavía con el miedo en el cuerpo. Además, cuadra con la presencia de nuestro hombre en Sudán y su intención de adentrarse de territorio saudí.
-Bien, si asumimos que es cierto y es nuestro hombre, – comentó MacCardy – entonces nos lleva seis días de ventaja.
-Cierto, pero ahora que sabemos por donde buscar, la cosa se mueve rápido.
-¿Que más sabemos?
-Sabemos que su objetivo final está en Riad, y que desde donde desembarcó intentaría llegar a la ciudad en un “coche de ricos”.
-Lo cual no es mucho habida cuenta que en este país hay una ingente cantidad de “coches de ricos”.
-Tenga fe teniente, tenga fe. Ya hemos despachado hombres para que realicen una discreta investigación sobre quien pasó los controles de las carreteras que más probablemente utilizó para legar a la capital. Esperamos resultado en breve, pero hemos de asumir que seguramente ya lleve unos días en la ciudad.
-¿Y no sería más fácil pedir ayuda a los saudíes? - preguntó Horrocks.
-Todo a su debido tiempo sargento. De momento averigüemos todo lo posible por nosotros mismos antes de solicitar un intercambio de información con nuestros reservados colegas. Necesitamos tener algún as en la manga.
-Como usted diga, pero nunca entenderé estos juegos de espías que hacen ustedes.
-Ni es necesario que los entienda sargento, ni es necesario.







El coronel Al Rajhi salía del despacho del coronel Sami Al Jaber, un pariente, casi un hermano que Rajhi tenía en la Guardia Nacional. Se marchaba de lo más satisfecho tras su conversación con él.
Salió del cuartel y en su coche oficial se dirigió a su casa. Era de noche y no había un gran movimiento en la carretera, pero en el cielo, los aviones americanos despegaban y aterrizaban cada poco del aeropuerto que había en el centro de la ciudad, ahora transformado en una base aérea conjunta. Su casa era una confortable pero discreta mansión a las afueras de la ciudad. Tras dejar a sus escoltas fuera, entró en la casa y saludó a su familia, antes de encerrarse en su despacho.
Sacó dos sobres sin timbrar de su americana y los dejó sobre la amplia mesa de su despacho. Extrajo el contenido de uno de ellos y lo leyó. Era el informe diario que sus hombres le pasaban de las actividades de Waleed Hazizi, y parecía que el día de hoy lo había pasado bajo tierra, en el lugar exacto donde habían dejado para él sus “herramientas de trabajo”. Aquello le animó más todavía. Decididamente aquel soldado parecía ser el hombre que le permitiría cumplir sus planes.
En el segundo sobre, que le había entregado el coronel Al Jaber, encontró un listado codificado. Tras introducir los caracteres en un programa informático, algo que le resultó tedioso pero que no podía confiar a nadie más, aparecieron los nombres de personas de confianza, los contactos que se habían establecido con ellos y hasta donde estaban dispuestos a llegar, mientras que en el reverso, aparecía un listado de personas a evitar si quería que sus planes tuvieran éxito.
Por un momento Al Rajhi sintió un escalofrío por la espalda. “¿Miedo?” se preguntó, pero no, deshecho aquel pensamiento al instante. Aquello era para lo que se había preparado durante toda su carrera profesional. Era muy bueno en lo que hacía y todo marchaba según lo planificado.
Tras enterarse a través de su contacto con el KGB, que los soviéticos planeaban repetir en Riad lo que habían hecho en Teheran durante las primeras horas de la invasión de Irán, eliminando a su cúpula politico-religioso-militar, comprendió que aquella era su gran oportunidad. Sería tremendamente arriesgado, pero con su maestría en el juego de los espías y aquella guerra de por medio, era la mejor oportunidad que nunca tendría. Tras poner en contacto a los rusos con Hazizi, del que conocía su historia al estar en la lista de los más buscados por la inteligencia saudí, se volcó en que aquel soldado renegado tuviera éxito en su misión, sin descuidar en absoluto sus propios pasos para asegurarse que él, el coronel Nawaf Al Rajhi, llegara a ocupar el puesto que le correspondía en aquel país, y en todo el mundo árabe.


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flanker33
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Mensaje por flanker33 »

16 de julio

-Por fin dejamos atrás estas puñeteras montañas – dijo visiblemente satisfecho el soldado Anton Chichulin a sus otros dos compañeros del T-72A del que él era el conductor.
-Temporalmente, solo temporalmente – respondió el sargento comandante del carro, Aleksandr Mokin.
-Déjenos al menos disfrutar del momento sargento – respondió el cabo Samat Smakov, el artillero.
-Como queráis, si os apetece alegraros allá vosotros, pero me parece que tomar Sirjan no va a ser fácil. En la reunión de anoche el capitán nos dijo que el Cuartel General piensa que el anillo defensivo enemigo entorno a Bandar el Abbas comienza en esa ciudad.
-¿Y cuando esperaba contárnoslo, sargento? - dijo sin mucha sutileza Anton.
-Esperaba un momento de felicidad vuestra como este para estropearlo convenientemente – respondió con sorna su superior.
-Me da lo mismo sargento, después de esos interminables valles y desfiladeros y las emboscadas, me enfrentaría a un ejército entero si dan la cara.
-Bien dicho Samat. A ver si aparecen de una vez estos árabes de las narices.
-No son árabes – puntualizó el sargento – son persas. ¿Todavía no has leído el manual que os dí sobre este país?
-...sssiii...
-Ya veo, ya veo.
-Vamos Aleksandr, ya sabes que no me gusta leer y menos esos libros con letras tan pequeña.
-Sargento, Anton, recuerda que aquí soy el sargento Mokin. Y aprender un poco sobre el país donde estás no te iría mal.
-¿Y no podrías hacerme un resumen camarada sargento Aleksandr Mokin?
-Ni lo sueñes, ya no estamos en el instituto para que te ayude con tus deberes...callad un momento, Grigori está hablando por la radio – dijo refiriéndose al jefe de la compañía.

… “han ordenado que nuestra compañía en unión de la compañía del teniente Gridin nos dirijamos al aeropuerto que hay en las afueras de la ciudad y lo tomemos. Una vez conseguido esperaremos nuevas órdenes. Ostapenko, tu tanque acompañará a uno de los BMP y a los vehículos de reconocimiento un kilómetro y medio por delante nuestro. Ahora en marcha, que el regimiento ya se está desplegando para iniciar el asalto a la ciudad.”

Cuando el sargento les explicó lo dicho por su superior, Smakov hizo los cálculos pertinentes. Su compañía tenía 8 tanques T-72, tras perder uno de ellos con una mina y estar el otro en reparación por el impacto de varios lanzagranadas, y la compañía de infantería mecanizada del teniente Gridin eran 9 BMP-2 si no habían tenido bajas de última hora. Ambas compañías habían operado juntas un par de veces al comenzar la invasión de Irán y tras unos desacuerdos iniciales, ahora cooperaban decentemente. Alguien tuvo la feliz idea de agregarles un par de BRDM para las labores de reconocimiento y desde entonces el comandante del regimiento los usaba como su fuerza de reconocimiento armado o para misiones puntuales como parecía ser en aquella ocasión. El capitán Grigori Kukeev era el comandante de aquella pequeña fuerza.

-Vale, ya sabéis de que va el asunto. Ahora a trabajar. Anton, situamos en el flanco izquierdo de la formación – y tras unos segundos de escuchar nuevas ordenes por la radio, terminó su comentario – formación cerrada. Ostapenko nos dirá si hay algo a lo que disparar, y si el enemigo aparece, pasaremos a formación de ataque.
-Recibido sargento. Voy para allá.
-Sargento, ¿que proyectil cargamos? - preguntó el artillero.
-Uno de alto explosivo camarada.
-Marchando.

La unidad mecanizada marchó junto al regimiento hasta que a la altura del pequeño pueblo de Hoseyn Abad y tras dejar atrás unos cuantos campos de cultivo, se separaron del resto y se dirigieron hacia el aeropuerto, abriéndose paso por el polvoriento terreno que los separaba de su objetivo. Cuando habían avanzado unos doce kilómetros, uno de los vehículos de reconocimiento informó de la presencia de lo que parecían posiciones defensivas de infantería alrededor del aeropuerto. Este había sido atacado en tres ocasiones por al aviación táctica soviética y ahora había numerosos cráteres alrededor. Profundizando alguno de aquellos agujeros y conectándolos con otros mediante trincheras, habían preparado un rudimentario sistema defensivo.

-Señores, tenemos un helicóptero de los nuestros que se une a nuestra misión – explicó al ver por su visor a un Mi-8 armado con cohetes dirigirse hacia el aeropuerto.
-Estupendo, a ver si nos dice que nos espera allí.

El sargento Mokin estuvo atento a la radio a la vez que seguía al helicóptero con la vista. Una voz salió por su frecuencia.

“Aquí Volga 3 sobrevolando las inmediaciones del aeropuerto de Sirjan. Ahí abajo parece que hay algo de infantería en algunas posiciones defensivas...que nos están disparando con armas ligeras...me parece que no le gusta que nos acerquemos. Un momento”

Mokin vio como el helicóptero comenzaba a escupir cohetes desde los cuatro lanzadores que portaba contra las posiciones iraníes. Pronto aquellas quedaron ocultas bajo una enorme nube de humo y polvo. Después el Mi-8 viró hacia el oeste y rodeo la pista y las instalaciones antes de volver a radiar información.

“Aquí Volga 3 de nuevo con ustedes. Señores, lamento comunicarles que esto no va a ser un paseo. Aquí hay ocultos varios tanques enemigos, parecen los M-60 americanos...espera, ¿que? ¡joder un misil! ¡Gira, gira!...”

Mokin llegó a atisbar entre la nube de humo que se iba disipando el impacto de un misil antiaéreo en el helicóptero. Sin embargo este no resultó destruido pero si bastante afectado, y tuvo que retirarse para realizar un aterrizaje de emergencia a un par de kilómetros del lugar del impacto.
Para el grueso de la formación mecanizada quedaban menos de cuatro kilómetros para llegar al aeropuerto, mientras que el elemento de reconocimiento iban ahora casi dos kilómetros por delante de ellos. Todavía no se había dispersado del todo la humareda sobre las posiciones cuando el BRDM pasó a informar de nuevo.

“Ahí delante hay bastante movimiento, parece como si unos trasladaran heridos y otros ocuparan posiciones”. Entonces habló por la red el capitán Kukeev “¿Estimación de fuerzas?” Tras unos segundos el oficial del BRDM contestó “de 50 a 100 hombres”.

Aquello era un poco vago pero Mokin ya tenía algo por donde empezar. Contando los que no se veían y los que debían haber muerto o estar heridos tras el ataque del helicóptero, allí habría aproximadamente una compañía de infantería, con algunos tanques de apoyo y algunos misiles tierra aire, posiblemente portátiles. Sería complicado pero no imposible se dijo a si mismo.
Cuando los vehículos de reconocimiento se acercaron a poco menos de un kilómetro, los iraníes abrieron fuego contra ellos. Al menos tres cañones sin retroceso pudo observar disparando uno de los BRDM. Ninguno de ellos dio en el blanco. Pero siguieron disparando, mientras que los soviéticos devolvían el fuego. De pronto aparecieron los tanques M-60A1 iraníes, como correctamente los había identificado “Volga 3”, en concreto media docena de ellos.
La infantería iraní lanzó un misil Dragon y poco después los tanques enemigos disparaban su primera salva. Uno de los BRDM saltó por los aires, al igual que el BMP-2 al ser alcanzados por los proyectiles de los tanques, mientras que el T-72 de Ostapenko resultó alcanzado por el misil contracarro, que si bien no lo destruyó, dejó algo atontada a la tripulación que tardó un rato en recuperarse. El vehículo de reconocimiento restante dio media vuelta y salio de la zona a toda velocidad.

Kukeev ordenó formación de ataque y los vehículos blindados se separaron en una formación de línea de frente abierta, con los tanques en vanguardia y los BMP a unos doscientos metros tras ellos.

“Fuego a discreción” ordenó el capitán por la radio “los tanques y las posiciones de misiles primero”

-¿Samat has visto de donde salió el misil?
-Creo que si sargento. Estoy en ello.
-Anton, detén el tanque.
-A la orden

Para cuando las 41 toneladas del T-72 se detuvieron por completo, Smakov había preparado el sistema de control de fuego y ahora medía el alcance a su objetivo con el láser.

-1.600 metros – anunció.- Tengo objetivo a la vista. - Corrigió el ángulo del cañón tras la correspondiente solución de fuego y anunció – Blanco fijado, puedo disparar – Gracias a su potente visor creía saber de donde había partido el misil y ahora lo tenía en su punto de mira.
-¡Fuego!
-¡Fuego! - repitió el artillero a la vez que disparaba el proyectil de alto explosivo.

Tras unos segundos el proyectil impacto justo delante de la posición iraní desde donde estaban a punto de disparar otro Dragon, y a pesar de que no dio en el blanco, su onda expansiva hirió a los sirvientes del arma dejándolos fuera de combate.

-Conductor adelante, en zig-zag. Despacio.

Anton puso al vehículo a realizar giros mientras avanzaba.
Pero el sargento quería a uno de aquellos tanques enemigos, y ya estaba centrándolo en su visor para pasarle los datos al artillero. No quería avanzar demasiado, su tanque tenía mejor cañón y blindaje, así que acercarse demasiado era contraproducente para él y su tripulación.

-Carga un perforador.
-A la orden. Cargando – dijo Samat a la vez que el autocargador del T-72 se desplazaba hacia el proyectil de ese modelo más cercano y lo introducía en el cañón junto con su carga propulsora.
-Conductor alto.
El T-72 se detuvo de nuevo.
-Ahí lo tienes artillero, quiero a ese cabrón volando por los aires.
Tras unos segundos Samat Smakov volvió a pedir permiso para disparar.
-¡Fuego! - ordenó el comandante.
-¡Fuego! - repitió el artillero.

El M-60 avanzaba lentamente, pero aquello no impidió que el proyectil acertara en la parte frontal de su casco, perforándolo y matando de inmediato al conductor e hiriendo gravemente a los demás miembros de la tripulación. A los pocos segundos el tanque estaba envuelto en llamas.

-Ahí lo tiene camarada sargento – anunció orgulloso Smakov.
-Bien hecho, cabo. Buen tiro.

Mokin miró de nuevo a las posiciones enemigas y vio llegar en ese momento un misil anticarro que impactó en otro M-60 destruyéndolo. Las posiciones de infantería iraníes estaban siendo cañoneadas sistemáticamente por los 30 milimetros de los BMP. Todo parecía ir bien, excepto por el T-72 de Ostapenko que ahora estaba ardiendo al haber recibido varios impactos adicionales por haber quedado inmovilizado y en primera línea de fuego durante un rato. No había rastro de su tripulación por los alrededores, y Mokin se temió lo peor.

-Avanza lento Anton.
-Avanzando.
-Carga otro perforante...no espera un momento. - vio aparecer lo que parecía otro vehículo blindado de detrás de un edificio del aeropuerto, parecía una caja metálica con algo encima. - No, carga un alto explosivo. Allí hay un blindado con un misil contracarro. ¡Samat, destrúyelo!

Lo que el sargento Mokin había visto era uno de los dos M-113 armados con misiles TOW que todavía le quedaba a la guarnición del aeropuerto. Pero antes que el artillero pudiese cumplir la orden de su comandante de carro, ambos M-113 lanzaron sus misiles contra los tanques soviéticos. Uno alcanzó su objetivo y lo destruyó, mientras que el segundo erró el blanco por escasos centímetros.

El T-72 de Mokin se detuvo para disparar, pero esta vez ellos también fallaron el blanco, al moverse en el último momento el M-113 y volver a la cobertura del edificio. Pero no tuvo la misma suerte su compañero, que resultó alcanzado y destrozado por una ráfaga de proyectiles de 30 mm.
Smakov estaba volviendo a recargar cuando los dos carros de combate enemigos comenzaron a lanzar sus proyectiles fumigenos y se retiraron. El sargento recibió las ordenes del capitán de la compañía y la transmitió a sus hombres.

-Atención conductor. Adelante a toda velocidad, hay que sobrepasar esas posiciones lo más rápido posible. - El comandante de la formación pensaba que una carga con todo su potencial ahora podía desmoralizar a los infantes enemigos que veían como sus tanques estaban ardiendo o se retiraban. - Artillero usa la ametralladora.
-A la orden - dijo Smakov a la vez que hacía funcionar la 7,62 coaxial.

Anton apretó a fondo y el tanque pronto aceleró a 35 km/h. El sargento pudo ver como la mayoría de soldados iraníes abandonaban sus posiciones y corrían hacia la retaguardia. Parecía que la táctica del capitán Kukeev estaba dando resultado. Pero no todos huyeron. Los sirvientes de uno de los cañones sin retroceso hicieron un último disparo, y su objetivo era el tanque de Mokin y los suyos. El sargento lo vio venir.

-¡Izquierda, Anton, izquierda!
-Giran...

En ese momento el proyectil impactó en la parte frontal de la cadena derecha del tanque, destruyendo la rueda tensora y saliéndose la cadena de su sitio. El T-72 quedó inmovilizado a unos trescientos metros de las posiciones enemigas.

-¿Estáis bien?
-Si – respondió el artillero
-¿Anton?
Tras unos segundos el conductor respondió.
-Algo aturdido, pero bien.
-¿Que ha pasado?
-Creo que nos han dañado el tren de rodaje derecho. No podemos seguir avanzando.
-¡Mierda!...Samat, ¿ves algún blanco?
El artillero pegó el ojo a la lente.
-Veo algo. Parece un camión que se aleja rápido.
-Dispárale.

Obedeció, pero el camión iba muy deprisa en un rumbo divergente y el proyectil paso por detrás suyo. Fue el último proyectil que disparó en aquél día. Tras la ocupación del aeropuerto por sus compañeros, Mokin solicitó un vehículo de recuperación para llevar a su tanque al taller del regimiento. La lucha allí había concluido, pero en la ciudad de Sirjan todavía resonaban los disparos y las explosiones. Dos tanques destruidos y uno averiado, más otros dos BMP y un BRDM destruidos fue el resultado de la ofensiva en la formación mecanizada.
Al final del día, cuando Mokin y sus hombres trabajaban ayudando en la reparación de su carro de combate, les llegaron las noticias de la caída de la ciudad. Finalmente habían hecho falta dos regimientos y todo el apoyo artillero de la división, además de helicópteros y cazabombarderos, pero la misión estaba cumplida.

-¿Y mañana que? - Preguntó Anton Chichulin a su sargento.
-Pues supongo que seguiremos avanzando. Ya sabes que nuestro objetivo es el estrecho de Ormuz.
-¿Y queda mucho para llegar?
-...¿te acuerdas del libro que hablábamos esta mañana? Allí tienes un bonito mapa que te conviene ojear querido camarada


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Mensaje por flanker33 »

19-20 de julio

“Malditos engreídos anglosajones. Acaso esperaban que no me enterase de sus investigaciones en mi propio país” pensaba el coronel Al Rajhi para si mismo cada vez que recordaba el burdo intento de los ingleses de avanzar en la investigación para encontrar a Hazizi en solitario sin comunicárselo a la inteligencia saudí. “Deberíamos expulsarlo ahora mismo de nuestro país. Si no fuera por ese estúpido de Sadam y su agresión al reino saudí, intentaría con todas mis fuerzas que así fuera, pero por otro lado, sin esa agresión en marcha y los rusos, también era cierto que no estaría tan cerca de cumplir mi destino”.
Pero los extranjeros estaban amenazando sus planes. Hacía dos días que llegaron las primeras informaciones que los ingleses y americanos estaban realizando una discreta investigación en la zona suroeste del país y a lo largo de la carretera que llevaba a Riad pasando por Abha y Kharj. A la mañana siguiente, y tras insistir ante el general Al Murrah, Al Rajhi consiguió que se convocase una reunión urgente a los “aliados” para pedir explicaciones y que de una vez por todas compartieran la información que tenían. La reunión desemboco en una acalorada discusión con los responsables de las agencias de espionaje americana, inglesa y francesa en Riad, que al final se avinieron a informar sobre lo que habían contado los contrabandistas etíopes a la inteligencia francesa y donde el coronel, por fin, supo hasta que punto eran peligroso para él los avances que habían efectuado los extranjeros.
Aunque no lo dejó traslucir en ningún momento, el coronel estaba profundamente contrariado. Gracias a aquellos mal olientes contrabandistas etíopes, y a lo chapucero de la actuación del KGB, ahora sus planes estaban en serio riesgo de ser abortados. Pero no pensaba permitirlo. Por suerte para él, el general Al Murrah delegó en él la búsqueda en base a los nuevos datos.
Para no descubrirse antes de tiempo, al mediodía, tras terminar la reunión, ordenó un rápido interrogatorio a todos los policías y militares que guardaban las carreteras y estaciones de transporte público, en el día que se supo que Hazizi había llegado a Arabia Saudí, y se averiguó que un individuo que coincidía con la descripción que habían hecho los etíopes, e incluso un vehículo que podría ser el que le estaba esperando, llegó aquella misma noche a Riad. El siguiente paso fue iniciar una búsqueda en todos los posibles alojamientos de la ciudad, ya que si bien el coronel insistió en la posibilidad que tuviera un piso franco para ralentizar la investigación, no era posible dejar de investigar todos y cada uno de los posibles alojamientos de Riad, de no haberlo hecho hubiese sido muy sospechoso.
Ya anocheciendo, y tras haber descartado un par de identificaciones erróneas, llegó la noticia de que alguien que coincidía a la perfección con la descripción del disfraz de Hazizi había pasado la noche en un pequeño hostal del barrio antiguo de la capital. Al Rajhi se comenzó a poner nervioso, aquella investigación avanzaba demasiado rápido. Pero reponiéndose, y haciendo gala de su veteranía en “el juego” supo sacar partido a la situación, y ordenó que la mayoría de los agentes disponibles para la investigación se centraran en aquel barrio, desviando la atención, aunque fuera temporalmente de otras lineas de investigación que hubieran sido más perjudiciales para sus planes. Y era solo algo de tiempo lo que necesitaba para que aquel renegado cumpliese con su misión.
A última hora de la noche, se le hizo llegar un mensaje en clave por debajo de la puerta de su piso alquilado, para que se dirigiese al escondite del edificio de aparcamientos, donde encontraría nuevas instrucciones. Desde luego no era el método de comunicación más seguro, pero no había tiempo, Hazizi debía llevar a cabo su plan cuanto antes si quería que tuviera éxito.

Tras dormir un par de horas, al amanecer de aquel jueves 20 de julio, Al Rajhi se encontraba de nuevo en su despacho, impecablemente vestido y afeitado. Mientras aparentaba leer los informes de los, por suerte para él, escasos avances en la investigación durante la noche, su mente estaba tan solo centrada en una cosa. Una llamada de teléfono. Cuando finalmente sonó su linea de seguridad, el coronel cogió el auricular con toda la calma del mundo y sin articular palabra, escucho “los aliados están cooperando”. Era todo lo que necesitaba oír. Colgó el teléfono y respiró algo más aliviado. Aquella frase le informaba que Hazizi había hecho caso al mensaje y estaba ahora en su refugio de los aparcamientos, donde los hombres del coronel habían dejado una nota explicándole lo comprometido de la situación y le ordenaban, siempre haciéndose pasar por agentes soviéticos, que se llevara a cabo la misión en la mañana del día siguiente, cuando los hombres más poderosos de la familia saud se reunirían en el Palacio Rojo.



................



Waleed estaba algo confuso, pero se había adaptado a la nueva situación rápidamente y progresaba de forma adecuada para poder cumplir con su nuevo calendario. Le extrañó el sistema de comunicación que habían escogido los soviéticos, con una nota por debajo de la puerta de su apartamento con una rudimentaria clave fácil de descifrar para cualquier agente de inteligencia, aunque ininteligible para el común de los mortales. Quizás fuese por que la situación había variado súbitamente y necesitaban celeridad o, por que simplemente los soviéticos trabajaban así, no podía saberlo al no haber trabajado nunca antes con ellos, pero desde luego no parecía lo más profesional. Llegó a sospechar que hubiese sido descubierto y que aquello se tratara de una trampa, pero si hubiesen querido detenerlo, ¿para que esperar que fuera al edificio de los aparcamientos? lo hubiesen hecho de madrugada en su piso, mientras dormía. De cualquier forma siguió su instinto y aceptó la nota como fiable. Aquél día tenía previsto hacer la última de las visitas a las inmediaciones de la zona de los palacios reales, para terminar de hacerse una idea exacta de como y por donde realizaría su ataque, pero pensó que podría prescindir de ello, ya que tenía una idea bastante aproximada del modo de llevar a cabo la acción, y aunque aquella variación en sus planes podía trastocarlos algo, no pensó que fuera determinante para el éxito o el fracaso.
Al llegar al aparcamiento, y tras cerra la puerta del mismo, encontró un sobre en la guantera de la furgoneta con las instrucciones para que realizase su misión de inmediato. Waleed leyó el mensaje, donde le informaban que la situación internacional y la campaña bélica habían cambiado, y que era urgente la neutralización de sus objetivos a la mayor brevedad posible. Así mismo le informaban que las autoridades locales lo habían rastreado y centraban ahora su búsqueda en Riad, con pista solidas y que era cuestión de tiempo que dieran con él, por lo que le recomendaban que tomara todas las medidas necesarias para asegurar el éxito de la misión.
Le indicaron que el momento propicio sería a las nueve treinta de la mañana del día siguiente, 21 de julio, cuando la cúpula del gobierno saudí y los miembros más importantes de la familia real se reunirían en el Palacio Rojo.
“21 de julio” pensó Hazizi, el día en el que por fin veré cumplida mi venganza sobre los asesinos de mi familia. Destruyó la nota con un mechero y se puso manos a la obra. Tenía mucho por delante para estar preparado para que en poco más de 24 horas pudiese lanzar su ataque sobre los saud.
Pero antes tenía que visitar al asesino Ghaleb... y pensaba disfrutar de aquel encuentro.


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flanker33
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Re: Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Mensaje por flanker33 »

20-21 de julio

Aunque con el ruido del portón trasero abriéndose apenas podía oír nada, MacCardy creyó entender lo que le decía Sinclair.
-¡Por fin tiene algo de acción teniente! – le dijo el mayor mientras levantaba el pulgar de su mano derecha.
-Menos mal, comenzábamos a aburrirnos soberanamente – gritó el teniente.
Tras esperar a que el portón trasero del Hércules estuviera totalmente abierto, el equipo Dorset se acercó al vacío, recibiendo una ráfaga de aire cálido de aquella oscura noche sobre el cielo de Sudán.
Tras unos instantes de espera, la luz verde se encendió y los cuatro miembros de los SAS saltaron a una altitud de unos 400 metros. Tras abrir los paracaídas a una distancia de seguridad suficiente, guiaron el descenso y el equipo Dorset llegó agrupado al suelo, cerca del punto de encuentro con el equipo de tierra, en algún lugar al noreste de Kassala.
Aquella operación se había producido por la insistencia del equipo del MI6 en Sudán. Irritados tras perder a Hazizi en Jartum, habían proseguido con la búsqueda sin resultados satisfactorios, hasta que tras la información recibida de los contrabandistas etíopes, enfocaron más su búsqueda hacia las zonas fronterizas de Sudán con Etiopía, lo que condujo a que el día 19, uno de los operativos localizase en Kassala al individuo que el 29 de junio había recogido a Hazizi en el hotel de Jartum cuando se les escapó. Estaba comprando algunos víveres en una tienda local y se marchó de la ciudad en un vehículo todoterreno hacia el noreste. Le siguieron a distancia y pudieron comprobar como se detenía en una solitaria, pequeña y vieja casa de una sola planta en medio de ninguna parte, cerca del curso seco de un río y a unos 25 kilómetros de distancia en linea recta de una carretera, ya en Etiopía, que conducía directamente a Mitsiwa (también llamada Massawa) donde había salido el barco con el que Hazizi había cruzado el mar Rojo. Los motivos por lo que todavía había agentes del KGB en aquel lugar no estaban claros todavía. Se especuló que podía ser el centro de mando de la operación, pero parecía demasiado rudimentario y sin los necesarios equipos de comunicación, a menos a simple vista, más allá de una antena de radio aficionado que destacaba en el techo de la vivienda. Otro motivo podía ser que siguieran la búsqueda de los contrabandistas fugados desde allí, ya que era bien sabido que el KGB no perdonaba a los que les traicionaban,. Y el hecho que ellos mismo planearan la ejecución de aquellos marineros, no era excusa para librarlos de su suerte.
Tras avisar a Londres, mantuvieron una vigilancia de la casa, ocultándose en el lecho seco del río y tras algunos de los muchos arbustos presentes en aquella zona, pero siempre a una distancia y con unas medidas de seguridad que les asegurasen evitar la contravigilancia rusa. Estimaron que al menos había tres personas en aquella vivienda, a parte de otro más que con un vehículo marchó hacia Etiopía la mañana de aquel jueves.
Londres ordenó al equipo de Riad, que era el encargado de liderar la captura de Hazizi, que destacara unos operativos para capturar a los agentes rusos y someterlos a un interrogatorio lo antes posible. Y era aquella orden la que había hecho que MacCardy y los suyos, el equipo Dorset, saltaran sobre Sudán cerca de las tres de la madrugada, hora local.
El viaje fue largo, y aprovecharon para repasar la información que habían recibido del equipo de Sudán para preparar la misión sobre la marcha. Por suerte para ellos, el país seguía inmerso en la confusión tras el golpe de estado del 29 de junio, y su red de defensa aérea que nunca se había caracterizado por su eficacia, no supuso un problema para que el Hercules de la RAF que los transportaba se adentrara en el espacio aéreo sudanés.

Cuando MacCardy y sus hombres se encontraban recogiendo y ocultando sus paracaídas, oyeron el motor de un vehículo. Tomaron posiciones defensivas y esperaron hasta que una corta ráfaga de luces, la señal convenida, les advirtió que llegaba el equipo de tierra formado por 3 agentes del grupo local del MI6 en Sudán.
Tras acomodarse en el Land Rover 109 los miembros de los dos equipos, avanzaron con las luces apagadas y a poca velocidad para no hacer mucho ruido, y llegaron hasta un punto a 3 kilómetros de la casa, donde había otro Land Rover, perfectamente camuflado en una pequeña depresión del terreno con redes de camuflaje. Entonces los cuatro SAS, acompañados por uno de los efectivos locales, marcharon a pie hacia el puesto de observación, a unos 900 metros del objetivo, donde otro miembro del MI6 mantenía la vigilancia. Mientras, los otros dos británicos se quedaban con los vehículos a la espera.
Una vez en posición, MacCardy observó con un visor nocturno la casa del KGB y los alrededores. Era una casa de planta cuadrada de un solo nivel, con una sola puerta y ventanas en tres de los cuatro lados, ya que en la parte trasera no había. No se veía a nadie alrededor de la misma, pero una mortecina luz que se filtraba por la abertura de una ventana, delataba que todavía había alguien levantado o de guardia.
Tras una media hora de observación y planificación, MacCardy, Cowen y Stuart se pusieron en marcha hacia el objetivo, mientras Horrocks se adelantó tan solo unos quinientos metros hasta una posición a 400 metros de la casa, empuñando un rifle de precisión L96 con silenciador. Ataviados con pantalones de campaña gris tierra con fundas de pistola de pernera, jerseis y chalecos tácticos repletos de munición y otros utensilios y pasamontañas negros, se acercaron por la parte trasera de la casa, al no tener ventanas ni puertas y ser por tanto más segura la aproximación. Aún así, fueron moviéndose lentamente, de arbusto en arbusto, de matorral en matorral, aprovechando la vaguada cuando podían, hasta que al final estuvieron a distancia de asalto de la casa.
Entonces el teniente se comunicó por radio con Horrocks.

-Dingo, aquí cinco.
-Adelante cinco.
-Estamos en posición. Informa.
-Hace 15 segundos que un hostil ha salido de la casa. Lado 1 – dijo refiriéndose al de la puerta – y desplazándose hacia el lado 2 – refiriéndose entonces al lado derecho de la casa.
-¿Tienes un tiro claro?
-Tres sobre tres.
-De acuerdo, recibido. Tu comienzas “el baile”.
-Recibido.

Horrocks no se hizo de rogar, y en cuanto aquel fulano se detuvo un par de segundos, el veterano sargento apretó el gatillo de su fusil. El proyectil que salió del cañon del L96 se alojó en la cabeza del ruso, matándolo al instante.

-Hostil abatido. Vía libre– dijo escuetamente el sargento.
-Recibido. Vamos allá.

El teniente y los otros dos hombres avanzaron con decisión. Se acercaron a donde estaba el ruso abatido y se cercioraron de su muerte. Luego miraron dentro de la casa, gracias a la pequeña ranura abierta de la venta de ese lado. En su campo de visión, vieron a un hombre sentado delante de un equipo de radio, varias cajas por el suelo, una mesa, unos bancos y un aire viciado de humo de cigarrillos. También había una puerta a lo que parecía otro habitáculo de la casa. Cowen se quedó en la ventana y sacó una pistola con dardos somníferos, mientras que MacCardy y Stuart se dirigían a la puerta.
A una orden del teniente, Cowen entreabrió ligeramente la ventana y disparó en el cuello al hombre de la radio, que aunque fue consciente por un segundo que algo iba mal, no pudo reaccionar y cayó sobre la mesa donde estaba la emisora de radio. Acto seguido, los dos SAS entraron por la puerta sin hacer el menor ruido con sus MP-5 con silenciador escrutando cada rincón de la habitación en busca de amenazas. Tras comprobar que no había nadie más, comprobaron que el ruso, imbuido por el somnífero, dormía plácidamente. Cowen entró en la casa y los tres entraron en la habitación contigua. Era un dormitorio donde un par de rusos más dormían en pequeños y usados camastros. Un par de dardos más y la situación quedó bajo control, no quedaba nadie más en la casa. Engrilletaron a los tres dormilones y MacCardy se puso en contacto con los del MI6.

-Lima, aquí cinco. Objetivo asegurado. Traed los vehículos.
-Recibido, vamos para allá.

En el tiempo que tardaban en llegar con el Land Rover y recoger a los demás por el camino, los soldados británicos recavaron todos los documentos que pudieron encontrar en la casa, y que esperaban fueran de ayuda en la búsqueda de Hazizi.
Cuando todos estuvieron a bordo de los dos Land Rover, pusieron rumbo oeste, donde tras recorrer unos 25 kilómetros llegaron a una trozo de carretera recta (en realidad poco más que una pista de arena) con la longitud adecuada para que pudiera aterrizar un C-130, el mismo que los había llevado hasta Sudán, y que tras regresar a Arabia Saudí, había repostado rápidamente en el aeropuerto de Abha y ahora se aproximaba a recoger al equipo Dorset y a sus “invitados”.
Mientras esperaban a que llegara el Hercules, balizaron la carretera con luces de señal para el avión a la vez que los del MI6, que no iban a subir al avión, buscaron un lugar elevado para vigilar la zona y dirigir al avión en su aproximación final.
Tras más de media hora de nervios, en la que la presencia de cualquier vehículo por aquella carretera de tierra podía dar al traste la extracción, finalmente el Hercules respondió a la llamada del equipo de tierra. Estaba cerca y, minutos después se posaba en un arriesgado aterrizaje nocturno que el piloto ejecuto con la suficiente precisión y pericia.
Los SAS y los rusos, estos todavía adormecidos, subieron al Hercules que volvió al aire lo antes posible y puso rumbo al noreste, hacia Riad.



............



Mientras los hombres del teniente MacCardy hacían de las suyas en Sudán, Waleed, tras dejar todo preparado en su escondite del aparcamiento, buscaba venganza y, parecía que el destino le había preparado una oportunidad de resarcirse, enjuagando en parte uno de sus más terribles pecados.
Como cada atardecer, el príncipe Ghaleb salió con su coche del ministerio de asuntos exteriores, en compañía de su “lameculos” particular y dos guardaespaldas. Waleed notó que un segundo coche sin marcas lo seguía discretamente a poca distancia. Tras seguirlos a bordo de su moto durante unos minutos, se dio cuenta que los guardaespaldas de Ghaleb deberían haber notado que les seguía aquel coche, que al contrario que él, no hacía mucho por disimularlo, por lo que dedujo que el segundo vehículo era parte de la seguridad, seguramente un coche de la policía camuflado. Aquello no estaba previsto, pero no era insalvable. Pero poco después, la comitiva del príncipe no hizo el giro que hacía cada día de regreso a su casa, y siguió avanzando por una avenida hasta cerca del barrio antiguo, donde comenzó a callejear, como si intentara perderse entre las calles, pero a Waleed no le fue difícil continuar la persecución, aunque volvió a preocuparse. Eran muchas variaciones sobre la rutina diaria, justo el día en que él buscaba cobrarse su merecida venganza. Pero no dejó que los nervios hicieran presa de él. Desde luego su plan se iba al garete, pero improvisaría, no se le daba mal hacerlo, y desde luego estaba demasiado cerca de lograrlo y solo tendría una oportunidad, por lo que no tuvo ninguna sombra de duda sobre continuar con su misión.
Finalmente, los dos coches a los que seguía, entraron en un callejón sin salida, y mientras los supuestos policías se quedaban en el coche, Ghaleb y su séquito al completo entraron en una pequeña puerta lateral, donde no había ninguna inscripción o cartel. Aquello era cada vez más extraño. Se le pasó por la cabeza que finalmente hubiera sido descubierto y que le estaban tendiendo una trampa, pero de pronto recordó sus tiempos al servicio de aquel asesino, y se le heló la sangre. Todo cuadraba, aquel secretismo, aquel lugar. Pero esta vez no iba a dejar que pasara de nuevo.
Tratando de calmarse, dejó la motocicleta aparcada no lejos de allí, entre otra docena de ellas que había en la calle y se dirigió al callejón. Era ya de noche, y no había demasiada gente por la calle. Cruzó por delante del callejón como un peatón más y lanzó una fugaz mirada al interior. Los policías seguían sentados en el coche, de espaldas a la calle donde él estaba, aunque podían verlo acercarse por los retrovisores. Se detuvo a pocos metros de la entrada del callejón fingiendo atarse un zapato, hasta que no vio a nadie cerca de allí. Entonces sacó una pistola de la funda que tenía en el tobillo y con total naturalidad, le roscó un silenciador que levaba en un bolsillo de la chaqueta. Se dirigió hacia el callejón y al doblar la esquina apuntó a la cabeza del individuo que estaba al volante del coche. A unos cinco o seis metros, la bala se alojó en su cerebro matándolo de inmediato, el infeliz ni se percató de que estaba en peligro y, su compañero apenas se dio cuenta de que algo iba mal cuando el conductor se desplomó sobre el volante, pero ya era demasiado tarde también para él. En esta ocasión dos proyectiles le alcanzaron en la cabeza y en el cuello acabando con su vida.
Waleed llegó a la puerta y la inspeccionó. No tenía maneta o pomo alguno para poder abrirla desde el exterior, y si una rejilla a la altura de los ojos que ahora estaba cerrada. No perdió el tiempo. Sacó un juego de ganzúas de un bolsillo interior y al tercer intento la puerta se abrió. La empujó un poco y vio un pasillo oscuro. Entró y cerró la puerta tras él. Avanzó casi a ciegas por la falta de luz, pero desde luego era un pasillo estrecho sin ningún tipo de puertas a los lados. Llegó al final del pasillo y había otra puerta, pero esta era de interior y no estaba cerrada. Cogió aire y abrió la puerta enérgicamente. Rápidamente detectó dos amenazas. Los guardaespaldas de Ghaleb estaban sentados en un sofá dentro de una amplia habitación, acompañados por dos jovencitas sentadas en su regazo. Quizás fueran aquellas muchachas o quizás la seguridad de que por una vez los policías de fuera les hacían el trabajo por lo que estaban más relajados de lo habitual. Aquello les costó la vida. Otros tres disparos y los dos tenían los sesos desparramados contra la pared. Las chicas comenzaron a gritar al verse salpicadas de sangre y salieron a correr hacia una puerta en el extremo más alejado de aquel gran salón. El baboso lameculos de Ghaleb estaba de pie en el centro del salón hablando con el que parecía el proxeneta de aquel burdel clandestino. Su cara pasó del asombro a la estupefacción y finalmente al horror al reconocer a Waleed. Recibió un disparo en el estómago, que no era mortal de inmediato pero si tremendamente doloroso, y mientras caía al suelo y se retorcía de dolor, el tipo con el que hablaba intentó escapar por la misma puerta que las chicas, pero no llegó muy lejos y dos balas de 9 mm entraron por su espalda y destrozaron sus pulmones, cayendo al suelo moribundo, donde fue rematado con otro disparo.
Hazizi aprovechó que no había nadie más en el salón para recargar su arma con un cargador nuevo y evaluar la situación. En una rápida mirada pudo ver una escalera enfrente del sofá donde yacían los guardaespaldas y la puerta por donde habían salido las chicas. Desde allí salía algo de ruido por lo que se dirigió a investigar primero esa puerta. Justo cuando iba a abrirla, oyó pasos que venían hacia el salón desde detrás de la puerta. Se colocó a un lado del marco de la puerta y en cuanto salió un “gorila” armado con una escopeta de cañones recortados, le puso la bocacha del silenciador en la sien y apretó el gatillo. La seguridad del burdel seguramente. Se internó tras aquella puerta con cuidado y vio otra gran habitación, pero esta era diferente. Había algunas literas, unos pocos armarios y una pequeña cocina y al final un lavabo. Cerca de este, arrinconadas y muertas de miedo había media docena de chicas jóvenes semidesnudas. Waleed se aseguró que no hubiera ninguna otra puerta o ventana por donde pudieran escapar, y comprobó como aquel proxeneta había pensado en eso antes que él y había tapiado las dos ventanas que había en la habitación. Tras pedir silencio y calma a las chicas mediante gestos, se retiró y cerró la puerta. Empujó un armario hasta bloquear la puerta para que no pudieran salir y dar la alarma o simplemente llamar la atención en la calle.
Hazizi se dirigió entonces hacia la escalera y al pasar al lado del esbirro de Ghaleb que seguía gimiendo de dolor en el suelo, le propinó una patada en la cara que lo dejó inconsciente. Moriría minutos después desangrado.
Subió las escaleras mientras cubría cualquier posible peligro apuntando la pistola por delante de él. La escalera terminaba en otra planta, con un corto pasillo donde había cinco habitaciones, dos a cada lado y una al final. Las dos puertas de la izquierda estaban abiertas y no había nadie en su interior. Abrió las dos de la derecha y tampoco encontró a nadie. A aquel bastardo le gustaba la intimidad para llevar a cabo sus repugnantes deseos. Pero aquello se iba a terminar aquella noche. Dio una patada a la puerta y lleno de rabia entró en la habitación. Era un dormitorio grande sin ventanas y dominado por una gran cama en el centro. Allí vio al asesino de su familia, el monstruo que había destrozado su vida y su futuro, el que lo había convertido en la bestia sin sentimientos que era entonces.
Ghaleb estaba desnudo, encima de una pequeña niña, de posiblemente no más de 10 u 11 años que no paraba de sollozar. Cuando oyó abrir la puerta miró con sobre su hombro con cara de furia mientras gritaba:
-¿Como te atreves a interrumpirme? Haré que te corten la cabeza – y no lo decía en sentido figurado.
Su cara de enfado dio paso a la extrañeza al ver como quien estaba allí detrás de él, no se iba ni articulaba palabra. Por mucho que le importunara en aquel momento, se incorporó y se levantó de la cama, para mirar bien a quien le molestaba y quien sin duda pagaría con su vida tamaño atrevimiento. Iba a volver a decir algo en tono iracundo cuando observó en la mano de aquel individuo una pistola que apuntaba hacia el suelo. De pronto la confusión, luego la incertidumbre y finalmente el miedo se dibujaron en su rostro.
-¿Quien eres? ¿Que quieres de mi? - dijo ahora mucho más cautamente.
-Nadia – respondió Waleed
-¿Que?
-Abdul
-¿Quien? ¿Que demonios quieres decirme...? - pero de pronto Ghaleb reconoció al hombre de la pistola. Había cambiado, era mayor, pero si, era él. El guardaespaldas que años atrás osó contradecirle y atacarle. Aquel hombre al que encerró en una cárcel negra, y el cual vio como asesinó a su familia delante de él. De pronto lo comprendió todo, y supo quien era Nadia y Abdul.
Se puso a temblar de miedo. Los temblores eran incontrolables y allí desnudo en medio de la habitación, resultaba patético. Waleed vio el terror dibujado en su rostro y sonrió.
-Noo, no..o..no...daré...quieres...todo...tuyo...
Pero Waleed no escuchaba lo que decía el monstruo. Llevaba esperando aquel momento durante demasiado tiempo. Lo había deseado con todas sus fuerzas desde hacía años. Lo había imaginado una y mil veces, pero ahora no era como ninguna de ellas.
Casi instintivamente le disparó en una rodilla. Ghaleb cayó al suelo gritando como un cerdo. Aquello era música para los oídos de Hazizi. Se acercó a él.
-Por fa...vor. Por fa... - no pudo decir más. Waleed le dio una patada con todas sus fuerzas en pecho que le produjo la rotura de un par de costillas.
Ghaleb perdió el aliento durante unos segundos y cuando lo recuperó apenas podía gritar y su vista se nublaba a medida que las lagrimas salían de sus ojos. Su agresor esperó unos segundos a que se recuperase, mientras cogía a la niña de la cama y la sacó a otra habitación del pasillo dándole algo para vestirse. Le dijo que se quedara allí hasta que él se lo dijera y cerro la puerta. Luego volvió hacia donde yacía el asesino de su familia y le dijo.
-Te voy a hacer un favor a ti y al mundo – y acto seguido le pegó un tiro en los genitales, consiguiendo que el monstruo volviera a gritar, ahora salvajemente.
El príncipe se encontraba en medio de un charco de sangre cada vez más grande. A Hazizi le hubiese gustado seguir así toda la noche, pero era imposible. Respiró hondo un par de veces, salió de su estado de furia y se centró. Había dos policías muertos en un coche en el callejón y no podía saber cuanto tiempo tardarían en ser descubiertos. O quizás las chicas de la habitación de abajo hubiesen logrado escapar, pero sobre todo, debía de aprovechar las horas de oscuridad que todavía quedaban de aquella noche para preparar el acto final de su venganza contra la familia real saudí. No disponía de mas tiempo, así que se agacho al lado del monstruo mientras este seguía gritando. Hubiese sido más sencillo pegarle un tiro en la cabeza, pero también hubiese sido más rápido y piadoso con aquel bastardo. Quería algo más personal. Le cogió por el cuello con fuerza y comenzó a estrangularle mientras le obligaba a mirarle a la cara. Ghaleb dejó de gritar y comenzó aponerse morado por la falta de oxigeno. Intentó a la desesperada agarrar las manos de Waleed y deshacer la presa que apretaba su cuello, pero lógicamente era inútil. Hazizi se lo tomó con calma, viendo como la cara de Ghaleb se desfiguraba y como la vida se le iba escapando poco a poco, hasta que dejó de luchar y de respirar.
Se levantó y lo miró durante unos segundos. Luego le vació todas las balas que quedaban en el cargador en su orondo cuerpo.
Recargó el arma y volvió a respirar profundo. Salió de la habitación y recogió a la niña. Bajaron hasta el piso de abajo y retiró el armario que bloqueaba la puerta de las chicas. Entró y les entregó a la niña.
-Esperad cinco minutos. Luego podéis iros. Volved a vuestra casa y no habléis de esto con nadie.
La muchachas, asustadas, asintieron, pero no había manera de saber si lo cumplirían, así que se dio prisa. Salió al callejón. Los cadáveres de los policías estaban allí. Nadie había notado nada.
En la calle ahora había menos gente todavía que antes. Cogió la moto y se marchó de allí.
Mientras conducía hacia el edificio de aparcamientos, su mente estaba bloqueada con los recuerdos de hacía tan solo unos minutos y lo que había hecho. Las imágenes de su mujer y su hijo también acudieron a su cabeza, hasta que estuvo a punto de ser atropellado en un cruce que se saltó sin mirar. Se obligó a concentrarse. Había cumplido su misión, su objetivo en la vida, pero todavía quedaba alguien por pagar y no iba a dejar que aquellos hombres se fueran de vacío. En unas horas todo habría acabado.




Era de madrugada y la oscuridad era total en el cielo sobre Riad cuando Waleed Hazizi preparaba el penúltimo acto de su venganza. Después de llegar al edificio de aparcamientos tras su encuentro con Ghaleb, guardó la moto, y se montó en la furgoneta que había cargado durante buena parte del día anterior. Salió con ella del edificio y se dirigió a tres puntos que había previsto hacía unos días. El primero eran una pequeña depresión en el terreno a unos quinientos metros de una carretera y que no era fácilmente visible desde esta, al oeste de la ciudad. El segundo, una gran zona arbolada con palmeras, propiedad de algún rico empresario de Riad, pero que debía de llevar meses sino años sin ser visitada. En ambos lugares dejó tres morteros de 60 mm bien camuflados, cargados y con un temporizador que lanzaría los proyectiles a la hora precisa, y ambos lugares distaban entre 2,5 y 3 kilómetros del Palacio Rojo del rey de Arabia Saudí. Y si la operación de llegar en plena noche y dejar preparados los morteros en la oscuridad y en medio de crecientes medidas de seguridad “enemigas” en aquellos puntos ya fue arriesgada, la mas osada fue la tercera parada.
El Palacio Rojo ocupaba una inmensa extensión en los límites de la ciudad, y todo los edificios del complejo estaban rodeados por una gran muralla de más de cuatro metros de altura, y solo unas pocas puertas daban acceso al interior del recinto. El perimetro era patrullado cada pocos minutos por vehículos de la Guardia Nacional Saudí, y aquella noche parecían haber incrementado su presencia, así como la seguridad en general, y seguramente él era el responsable de aquello. Pues bien, a apenas trescientos metros de la puerta sur, había unos pequeños huertos con algunos arboles frutales que tras los varios días que Waleed había pasado controlándolos, jamas vio a alguien ni cultivando nada ni tan siquiera por allí. Con sumo cuidado y tras avanzar un buen trecho a pie, llegó a la posición que quería, oculta tras unos arboles, donde colocó en el suelo una ametralladora ligera Minimi con una caja de 200 proyectiles que sería accionada, al igual que los morteros, por un sencillo sistema con temporizador. La cubrió con una red mimética y la camuflo de tal modo que hubiese sido difícil de localizar incluso en pleno día y a unos metros de distancia. Su corazón latía a pleno ritmo, pero controlaba la situación. Mientras se retiraba y entraba en la furgoneta pensó que la suerte estaba echada. Si alguien descubría alguno de sus “juguetitos”, toda la operación se iría al carajo, pero de momento todo marchaba bien. Había conseguido colocar las armas sin ser descubierto, gracias a su entrenamiento, conocimiento de las técnicas de seguridad del “enemigo”, a las labores de vigilancia que había realizado durante varios días y por supuesto, con algo de buena suerte.
Condujo alejándose de allí. Dejó la furgoneta a poco menos de un kilómetro del Palacio, donde había dejado el Nissan Patrol, y antes de cerrarla, activó el temporizador que activaría los explosivos con la que había cargado el falso suelo de la parte trasera.
Cuando se subió en el todoterreno y se alejó hacia las afueras de la ciudad, estaba comenzando a amanecer y Hazizi comenzaba a sentir todo el cansancio y el estrés del día, y sobre todo, de la noche anterior. “Un poco más Waleed, aguanta un poco más y todo habrá acabado” se dijo a si mismo mientras se alejaba de Riad.


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Re: Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Mensaje por depreyautja »

:claps: :claps: :claps: :claps: :claps: :claps: :claps: :claps: :claps: :claps:


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Re: Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Mensaje por flanker33 »

Gracias depreyautja :noda: , a ver si esta semana termino la saga Hazizi-MacCardy.

Saludos.


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Urbano Calleja
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Re: Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Mensaje por Urbano Calleja »

Espectacular... :noda:
Pegadito al relato


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KL Albrecht Achilles
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Re: Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Mensaje por KL Albrecht Achilles »

:claps: Excelente historia.
Amigo flanker!, John le Carré contrató los mismos abogados de Clancy para hacerte una visita. :lol:

Saludos :cool:


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Re: Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Mensaje por flanker33 »

Gracias a ambos, me alegro que os guste.

John le Carré contrató los mismos abogados de Clancy para hacerte una visita


No se preocupe, yo ya tengo el mio, y es infalible:

Imagen

:mrgreen:

Saludos.


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Re: Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Mensaje por flanker33 »

21 de julio

En el interior de la cabina de carga del C-130 de la RAF de regreso a Riad, la mortecina luz roja alumbraba a los miembros del equipo Dorset, que tras el esfuerzo y la tensión de la noche trataban ahora de descansar. Pero a pocos metros de ellos el mayor Sinclair, el señor Scott y un par de hombres más estaban “trabajando” a los rusos, y entre el ruido de los motores, los vaivenes del avión y los gritos de los rusos, no había quien durmiera, así que MacCardy se levantó y se dirigió a Sinclair que se había apartado momentáneamente del interrogatorio. Dos de los soviéticos estaban ahora sentados a un lado vigilados por un guardia, mientras que Scott y otro se ocupaban de un solo ruso.

-¿Como va el tema?
-Mejor de lo que esperaba, ya hemos conseguido aislar al líder del grupo y ahora nos estamos centrando en él.
-¿Y no sería mejor esperar a llegar a Riad?
-Quizás, pero el tiempo apremia y por suerte hemos traído “instrumental” y técnicos, así que podemos ir adelantando la cosa.
-Ciertamente Hazizi nos lleva ventaja, esperemos que esto sirva de algo.
-Servirá, no se preocupe. Su equipo ha hecho un muy buen trabajo esta noche.

Entonces apareció otro hombre que estaba trabajando casi al lado de la cabina de los pilotos con la documentación que MacCardy había recogido del interior de la casa en Sudán y llamó la atención de Sinclair agitando unos papeles que tenía en su mano.

-Mayor, creo que tenemos algo sólido.
-¿De que se trata Pete?
-Hay algunas fotos de satélite, planos y apuntes, pero me ha llamado especialmente la atención estos documentos.

El mayor cogió las hojas que le tendía su subordinado y les dio un vistazo.

-Este es el “Palacio Rojo”, donde está alojado el Rey Fahd.
-Y mire esta – dijo señalandole a una hoja de papel transparente.
Tras estudiarla unos segundos, Sinclair se sobresalto.
-Malditos cabrones. Esto son los planos de un túnel subterráneo que sale del Palacio...Scott, deja eso y ven un momento.

El americano se acercó al inglés, mientras esté le tendía el plano del túnel.

-¿Sabes que coñ* es esto?
-Parecen los planos de un túnel subterraneo.
-Exacto, y parece indicar que por las marcas que hay en él y en esta fotografía del Palacio Rojo, si se superponen, encajan perfectamente – Sinclair se lo mostró. - ¿Sabíais vosotros algo de esto?
-...yo no, pero cuando lleguemos puedo tratar de hablar con alguien más a ver si saben algo.
-No. Tiene que ser ahora, llama por radio y pregunta a quien sea, pero debemos saberlo cuanto antes. Está previsto que el Rey recibirá a sus ministros y hombres de confianza esta misma mañana en el palacio, y todo esto me está dando muy mala espina.

MacCardy se acercó y le preguntó a Sinclair.

-¿Que es ese recuadro de grandes dimensiones al final del túnel?
-A ver...- dijo Pete -...lo que hay al inicio del túnel, bajo el palacio, parece un bunker para refugiarse de ataques aéreos pero no serviría en caso de una invasión por tierra del palacio, por lo que ese túnel es una vía de escape hacia algo. Yo he visto imágenes aéreas de esa zona y en la superficie no hay nada en varios kilómetros a la redonda...quizás sea una especie de último refugio con tropas para resistir el avance de los enemigos que avancen por el estrecho túnel.
-Me parece que no – comentó MacCardy, ahora ya con una idea sobre lo que podría ser – no creo que escapen para luego quedar acorralados. Puede ser, y a lo mejor me equivoco, pero yo apostaría la paga de Horrocks a que tiene pinta de ser un hangar, un hangar para helicópteros.
-¿Que quieres decir? - preguntó Sinclair.
-¿Y si en superficie no se ve nada, por que no hay nada?, solo unas compuertas perfectamente camufladas, que llegado el momento se abren y sale un helicóptero para transportar al Rey y a sus allegados a cualquier punto lejos de allí, posiblemente una base aérea para salir del país en caso necesario.
-Tiene sentido – convino Scott – incluso dependiendo del modelo de helicóptero, podría llegar a Qatar o a los Emiratos Árabes.
-Quizás Hazizi planee colarse por ahí para entrar en el Palacio y acabar con buena parte de la familia real – dijo MacCardy.
-Solo hay una manera de estar seguros – sentenció el mayor Sinclair mientras miraba hacia el líder de los agentes rusos. - Pete, trae el pentotal, es hora de que sepamos algo y deprisa. Scott, llama a quien sea, pero averigua que coñ* es lo que hay al final de ese túnel.




….....




Hazizi miró su reloj. Eran las 10 de la mañana y un par de minutos, y aunque estaba demasiado lejos para ver u oír algo, supo que todo había comenzado al escuchar los primeros mensajes de alarma a través de la emisora portátil que tenía a su lado, sintonizada con frecuencia de emergencias de la Guardia Nacional Saudí.
A las 10 en punto, 2 proyectiles de mortero cayeron sobre el recinto del Palacio Rojo, un minuto después cayó el tercero y poco después, comenzaron a dispararse todas las alarmas. Otro minuto después, la ametralladora comenzó a disparar sobre la puerta sur del muro que rodeaba el palacio. Los disparos fueron altos y se estrellaron contra el muro sin producir ningún daño personal, pero sirvió para que los guardias de aquella puerta comunicaran que estaban bajo fuego enemigo. En ese punto, la seguridad de palacio era una locura. Las alarmas sonoras aullaban, hombres armados corrían de arriba a abajo ocupando sus posiciones, mientras que desde el puesto de mando se solicitaban refuerzos a un cuartel cercano de la Guardia Nacional, gritándoles que se dieran prisa, que estaban bajo ataque terrestre enemigo. Cuando a las 10 y siete minutos cayeron cada 30 segundos los 3 proyectiles de mortero restantes en el palacio, se tomó la decisión de evacuar al Rey, y a algunos miembros seleccionados de la familia real que ya aguardaban en el bunker bajo el edificio principal del palacio. Los demás miembros menores de la familia real y del gobierno presentes, se quedaron en el bunker protegidos por los soldados de la Guardia Nacional.
El Rey y su comitiva subieron a dos pequeñas furgonetas junto a otros dos vehículos todoterreno de gran cilindrada que transportaba a los escoltas y soldados armados, y se dirigieron rápidamente hacia el otro extremo del túnel excavado en la roca, donde les esperaba el cuarto helicóptero AS-61 en configuración VIP que años atrás había comprado la fuerza aérea saudí, y de los cuales, tres operaban en el escuadrón real desde la base aérea de Riad, mientras que ese cuarto aparato, el “invisible”, se había mantenido para esta clase de contingencia. En ese momento estalló la furgoneta que había utilizado Hazizi a unos 850 metros del palacio. Fue el último acto del “ataque al Palacio Rojo”.


A las afueras de Riad, Waleed Hazizi aguardaba tumbado bajo una red de camuflaje, al abrigo de una gran roca, refugiándose como podía del calor y de miradas indiscretas, mientras seguía con interés las emisiones de la Guardia Nacional Delante. Delante de él había apostado un misil contracarro Milán al que tenía enfilado hacia una porción vacía de desierto.
Había llegado allí después de conducir un rato tras finalizar de colocar los morteros y la ametralladora. Llegó al final de una carretera secundaria asfaltada y luego se internó por una pista de tierra durante unos kilómetros, a baja velocidad para levantar la menor cantidad posible de polvo y no ser visto a mucha distancia. Finalmente hasta la pista de tierra se terminó y tuvo que recorrer el último kilómetro con el coche campo a través. Dejó el Patrol al un lado de una pequeña cresta y lo cubrió con redes miméticas para el desierto. Después cargó con un lanzador y un solo misil contracarro Milán, la radio portátil, una cantimplora de agua, un pistola y otra red para camuflarse él y el lanzamisiles.
Había estudiado fotografías de la zona durante bastante tiempo y había estado allí en persona una sola vez en los días anteriores, ya que era arriesgado aparecer por aquel lugar tan apartado dos veces sin comprometer una buena coartada del porque de su estancia si era detenido. Por suerte para él, la vigilancia del lugar se hacía de tanto en cuando para no levantar sospechas de lo que podían estar vigilando las fuerzas de seguridad. Alguien había creído que el anonimato era la mejor protección de “la puerta trasera del Rey Fahd”.
Escogió el lugar idóneo para tener un buen campo de tiro y luego poder abandonar la zona rápidamente en el coche. Situado a 400 metros de donde esperaba, que según toda la información recibida de los rusos y en la que se basaba toda aquella operación, apareciera un helicóptero con el Rey y los príncipes más importantes de la familia real saudí, el misil recorrería esa distancia en tres segundos, impactando contra el helicóptero y destruyéndolo con sus ocupantes dentro. O al menos eso era lo que había preparado Waleed y sus “camaradas” soviéticos.


Pero lo que Hazizi desconocía era que sus, para él, desconocidos “camaradas saudíes” lo estaban vigilando. Desde una posición elevada de la zona, quinientos metros más atrás de donde estaba Waleed, un hombre del coronel Al Rajhi que se ocultaba en el hueco entre dos grandes rocas con unos poderosos prismáticos y una radio que había usado para informar a otros dos hombres del coronel de la posición de Hazizi, y estos se habían desplazado sigilosamente sobre la cresta de la pequeña colina que había sobre él, en el camino de regreso de Waleed hacia su vehículo. Allí permanecían inmóviles esperando confirmar la destrucción del helicóptero y atrapar al asesino del Rey cuando intentase huir. Luego lo llevarían a una cárcel negra con hombres de Al Rajhi y le sacarían la confesión que quisieran, confesión a la que no sobreviviría, por supuesto.



…...



A pocos kilómetros de Riad el Hercules de la RAF que transportaba al equipo Dorset inició un rápido descenso y, a poca altitud, cuatro figuras saltaron del avión en paracaídas.
Minutos antes, Scott informó que aquel túnel lo había construido una empresa norteamericana hacia ya varios años, pero que era secreto de estado y por eso casi nadie de la CIA en Riad tenía conocimiento de ello, a la vez que pudo confirmar que lo que había al final del túnel, era un hangar para un helicóptero que facilitaría la huida en caso de ataque por tierra al palacio donde vivía en épocas de crisis el rey de Arabia Saudí. Sinclair había logrado extraer algo más de información al agente soviético. El pobre desgraciado le confirmó que alguien del gobierno o las fuerzas armadas saudíes les habían proporcionado información y ayuda, y que el ataque contra el Rey se produciría cuando este intentara huir. Nada más pudo sacar ya de él.
Después, mientras informaban de lo descubierto a sus superiores por radio segura desde el C-130, estos le informaron que se estaba produciendo un ataque en el Palacio Rojo.
Los mandos del MI6 le explicaron que la comunicación con el gobierno y los servicios de seguridad saudí era casi imposible debido al ataque contra el palacio y a lo caótico de la situación en aquel momento, y teniendo conocimiento que al menos algún mando saudí importante estaba implicado tampoco querían arriesgarse demasiado a comunicar la información hasta tener más datos. Pero la razón fundamental era el tiempo, seguramente ya se habría ordenado la evacuación, así que había que actuar sin demora.
Pensando rápido, Sinclair vio que la zona al noroeste de la capital donde iba a tener lugar el ataque contra el hangar o el helicóptero real, estaba muy cerca de su línea de vuelo por lo que decidió actuar, y tras informar a sus superiores y recibir su aprobación, ordenó al piloto que sobrevolara a baja altura el punto de huida del Rey Fahd en medio de aquel pedregoso desierto.

Por un momento pensó en que el Hércules volase muy bajo dando vueltas sobre el punto de huida para impedir que el helicóptero alzase el vuelo y volviesen a cerrar las compuertas, pero se dio cuenta que ellos mismos podías ser abatidos con cualquier misil SAM portátil que tuviera Hazizi, o que incluso algún caza saudí que fuera a escoltar al helicóptero, podría abatirlo si se interponía en la huida del Rey, así que hizo lo único posible, ordenar a MacCardy que saltase con sus hombres y encontrasen a Hazizi y lo eliminasen antes que el Rey Fahd intentara su huida.


…..


En cuanto escuchó el ruido de los motores supo que algo iba mal. Levantó la vista y vio pasar un avión de carga, un Hercules para ser más exactos, de que saltaron algunos paracaidistas. ¿Quiénes eran aquellos soldados? No creía que fueran refuerzos precisamente, así que se esperó lo peor. Debía haber sido descubierto, aunque le pareció una forma un tanto extraña de llegar a la zona para intentar detenerlo. De todas formas, poco podía hacer ya. No sabía cuantos hombres habían saltado ni por donde podían aparecer algunos de ellos. Debía confiar en su camuflaje y esperar que no lo encontraran a tiempo, ya que armado con tan solo una pistola, no tenía intención de iniciar un tiroteo para delatar su posición hasta que tuviera la oportunidad de lanzar el misil sobre el helicóptero, que de un momento a otro debería aparecer delante de él.


…..


Tras un breve salto, en cuanto MacCardy toco suelo y se deshizo del paracaídas, cogió su arma y dio un vistazo a su alrededor. Lo que le había encargado Sinclair era jodidamente difícil. Debía encontrar a Hazizi, que estaría bien camuflado en una extensión bastante grande de terreno y en muy poco tiempo. Al menos tenía a su favor que conocían el punto exacto del hangar, y antes de saltar pudo echar una mirada a la fotografía de la zona y valorar los puntos que él utilizaría para emboscar al helicóptero, ya que ese creía el teniente que era el plan del saudí, por que intentar asaltar el hangar el solo, aunque hubiese descubierto una forma de infiltrarse, sería poco menos que un suicido con todos los guardias que debía haber en aquel hangar. Hizo que el piloto pasase cerca de los cuatro puntos que le había marcado en la foto y los cuatro miembros del equipo Dorset saltaron del avión.
MacCardy no vio nada a primera vista, así que decidió acercarse al punto por donde se abrirían las compuertas del hangar subterráneo para tener una mejor panorámica del área circundante. En el poco tiempo que había tenido, memorizó la fotografía de la zona lo mejor que pudo, y con aquella información, se dirigió hacia una pequeña colina, tras la cual creía que estaba el hangar. Al acercarse vio algo que le pareció extraño. Parecía como si a la ladera de la colina le hubiese salido una protuberancia poco “natural”. Puso rodilla en el suelo y sacó unos pequeños prismáticos de bolsillo y lo enfocó. Definitivamente aquello no era algo de la montaña. Estaba cerca de su ladera y parecía como si alguien quisiera que pasara desapercibido. Se acercó con toda la cautela que pudo, pero apremiado por la urgencia del momento. Cuando avanzó unos cuantos metros más, vio de lo que se trataba, un coche con una red de camuflaje encima muy bien colocada.“Hazizi” pensó al instante.

-Aquí Dorset Líder – dijo MacCardy por la radio a su equipo. - Al lado norte de la colina cerca de la que he saltado, tengo un todoterreno con una red de camuflaje encima. Podría ser de nuestro hombre. Estad atentos.
-Dos recibido
-Tres recibido
-Cuatro recibido.

El teniente avanzaba ligeramente inclinado hacia delante apuntando su MP-5, ahora sin silenciador, hacia el coche. Lo registró someramente y vio que no había nadie en su interior. Observó la zona alrededor del coche y pudo ver rastros apenas visibles de huellas que subían la colina. Miró hacia arriba y no vio nada. Estaría al otro lado.

-El coche está vació. Estoy subiendo la colina. ¿Alguien ve algo al otro lado?
“Negativo” fue la respuesta de los demás soldados del SAS.

MacCardy continuo la ascensión sin pausa y a buen ritmo, cuando escuchó por su auricular a Cowen.

-¡Al suelo teniente! - gritó el neozelandés.


MacCardy se lanzó al suelo rápidamente, lo justo para esquivar a la ráfaga que pasó por encima de su cabeza.

-¡Está aquí arriba! ¡En la cresta! - gritó el teniente mientras más balas le pasaban a centimetros.
-¡Estese quieto! Casi los tengo.

“Los” pensó fugazmente MacCardy mientras respondía al fuego con su subfusil aún sin conseguir ver a su agresor. Entonces, si Cowen no se equivocaba, y el joven cabo ya había dado muestras de una buena vista en ocasiones anteriores, Hazizi tenía ayuda, lo que concordaba con lo que había dicho el ruso sobre la ayuda que habían recibido desde el interior de Arabia Saudí.

-Uno abatido. Queda otro- MacCardy dejó de escuchar las balas sobre su cabeza cuando Cowen anunció su logro por la radio.
-Todos, converger sobre la colina, tienen que estar aquí. Hazizi no está solo, repito no está solo.
-Recibido – respondieron sus hombres.
MacCardy siguió con su ascenso mientras Cowen continuaba el tiroteo con otro hostil, y esta vez fue Horrocks quien le avisó.
-Líder, tenemos unos portones abriéndose en el suelo. Tenemos muy poco tiempo.
“Mierda”
-Tres ¿lo tienes?
-Lo he alcanzado, pero sigue disparando.
-Acaba con él.
-Estoy en ello.

El teniente pensaba a toda velocidad. Quizás aquel era Hazizi, o quizás era el hostil abatido, o quizás aquellos eran la escolta del renegado saudí. No había manera de saberlo, pero si al menos Cowen mantenía ocupado a aquel individuo, este no podría actuar contra el helicóptero y le permitiría a él o a alguno de los otros componentes de Dorset encontrar y abatir a Hazizi.
Y pensando aquello, MacCardy llegó a la cima de la colina y pudo ver a pocos metros a su izquierda a un hombre con traje de camuflaje que disparaba contra Cowen, pero no se había percatado de su presencia. El teniente no tardó ni un segundo en apuntar y disparar, matándolo en el acto.
MacCardy tomó aire un segundo. Vio a los dos individuos abatidos, pero ninguno de ellos era Hazizi. “Joder, joder, joder”. Y en ese mismo momento comenzó a ver como las hélices de un helicóptero empezaban a asomar desde el interior del hangar.

-¡Ninguno de estos es Hazizi! ¡Repito no son Hazizi!, ¡El muy cabrón sigue ahí fuera! - aullaba por la radio mientras miraba desesperadamente como en pocos segundos el helicóptero estaría fuera del hangar.
-Tengo en el punto de mira a un tirador emboscado – dijo en tono sereno Horrocks.
Pero MacCardy vio como desde el pie de la colina salía una llamarada intensa y luego un proyectil que se acercaba al helicóptero que ahora asomaba la hélice y los motores por encima del nivel del suelo.
Tres, dos, uno...
-Le he dado – anunció Horrocks.
En el último momento el misil ascendió, se desvió ligeramente y en vez de impactar en la cabina, se estrelló contra los motores del AS-61 produciendo su explosión. El helicóptero perdió potencia de inmediato y volvió a caer al hangar.

-¡Cubridme! - ordenó MacCardy mientras bajaba a toda velocidad la ladera de la colina.

Cuando estaba llegando vio al sargento avanzar con cautela sin dejar de apuntar con su MP-5, hacia donde había salido el proyectil que había atacado al helicóptero. El teniente frenó su descenso y avanzó también con cautela los últimos metros. Estaba bien cubierto por Cowen y Horrocks. Vio la red mimética encima de una persona y de lo que quedaba de lo que le pareció un lanzador de misiles.

-Salga de la red con las manos en alto – dijo en árabe. - Si intenta algo dispararemos.

Pero la figura bajo la red no se movía. Podía ser una trampa para que se acercaran más, pero podía estar muerto o malherido. Opto por arriesgarse, por que “quien se arriesga gana” o eso decían.
Descubrió la red y encontró un rostro familiar bajo ella. Era Hazizi, sin duda, más envejecido y con una cara marcada por el dolor y el sufrimiento. Estaba vivo, pero bastante mal. Le ató las manos a la espalda con una brida de plástico y le registró. Encontró la pistola y tras requisarela y asegurarse que no tuviera otro arma, finalmente le revisó en busca de heridas. Tenía un orificio de entrada a la altura de la clavícula derecha, pero no encontró el de salida.

-Bien, el hostil está asegurado. Cuatro avisa para que vengan a recogernos... ¿cuatro?
“¿Donde puñetas se había metido Stuart en medio de todo aquel fregado?” se preguntó al instante MacCardy.
-Cuatro dame tu posición.
Tras unos segundos, Stuart respondió.
-Estoy a unos quinientos metros hacia el oeste de vuestra posición
-¿Y que coñ* haces ahí? Dije que vinierais a esta posición.
-Lo se Líder, pero de camino hacia allá, vi algo sospechosamente brillante en una posición elevada y me acerque a echar un vistazo.
-¿Y? - dijo impaciente MacCardy.
-Había otro tipo con traje de camuflaje saudí, unos buenos prismáticos y una radio. Creo que comunicó algo antes de que pudiera inmovilizarlo.
-¿Y cuando ha sido eso?
-Justo tras el ataque al helicóptero.
-¿Está vivo?
-Afirmativo.
El teniente pensó que si había un cuarto miembro, podía haber más, quizás todavía no estuvieran a salvo.
-Cuatro ¿Tienes una buena posición de observación?
-Cojonuda.
-¿Ves algún hostil más?
-Negativo, estoy en ello, pero no he visto nada.
-De acuerdo, asegúrate y luego llama para que nos recojan ¿entendido?
-Entendido jefe.


Tras comunicarse con Sinclair para informar del resultado de aquel encuentro, MacCardy pensó por un momento en acercarse hasta el hangar, pero se lo pensó dos veces y finalmente decidió que no era una buena idea. Cualquiera que apareciera en aquel momento en lo alto del hangar seguramente sería recibido a tiros por los escoltas de los VIP, y de todas formas el helicóptero no había explotado, tan solo había caído desde unos cuantos metros de altura con los motores ardiendo y pensó que había bastantes posibilidades que los ocupantes hubieran sobrevivido. Si el misil no hubiera cambiado de rumbo en el último instante, ahora el aparato sería una masa de hierros ardientes.
Optó por retirarse hacia el otro lado de la colina, y esperar a que los recogieran al lado del Patrol de Hazizi, al fin y al cabo, esperaba que Sinclair ya estuviera en contacto con las autoridades adecuadas explicando lo que habían averiguado y lo que acababa de suceder. Ahora se imponía la prudencia hasta que las cosas se calmasen un poco.

Hazizi recuperó un momento la consciencia y pudo ver a unos hombres armados a su alrededor. La cara de uno le resultaba extrañamente familiar, pero en aquella situación no reconocía de quien se trataba, pero eso ya no importaba, el había cumplido su venganza, ya podía morir en paz. Unos segundos después volvió a perder el conocimiento.





…....




El coronel Al Rajhi estaba colérico. Hacía unos minutos que había perdido la comunicación con su equipo de “limpieza”. Tres hombres que debían arrestar a Hazizi y llevarlo a un sitio seguro, pero tan importante como aquello, era confirmarle que el helicóptero del rey había sido destruido con él dentro. Pero en vez de aquello, ahora había perdido el contacto con sus hombres y el último mensaje decía que el misil de Hazizi “había impactado en el helicóptero”. Pero, ¿que diablos significaba “impactar”? ¿lo había destruido?¿Había explotado en mil pedazos? Pero lo más importante ¿estaba muerto el rey y los demás ocupantes del maldito helicóptero?
Se maldijo así mismo por no haber mandado más hombres para aquella crucial misión, pero no perdió demasiado tiempo en aquello. Había sido una buena decisión. Con más hombres corría el riesgo que un tipo entrenado como Hazizi, los hubiese descubierto. Fue lo correcto, pero ahora debía tomar una decisión en base a información parcial, y el tiempo de la tibieza había pasado, era el momento de actuar con energía y decisión e iniciar su plan.
Cogió el micrófono de una potente radio que tenía en su puesto de mando en el cuartel central del Servicio General de Inteligencia y emitió por tres veces el mismo mensaje.

-Código azul, repito código azul.

En ese momento, el coronel Al Jaber, el compinche de Al Rajhi en la Guardia Nacional Saudí, y que con sus tropas se había desplazado al Palacio Rojo para ayudar en la defensa contra el supuesto ataque, comenzó a repartir ordenes. Varios miembros del gobierno y de la familia real que se habían quedado en el bunker fueron arrestados, a la vez que extendía ordenes para el arresto de otros miembros de la Guardia Nacional en algunos cuarteles de la capital, y que ejecutarían soldados afines a la causa.
Otros dos coroneles del Ejército saudí hicieron lo mismo en las fuerzas armadas, ocupando zonas claves y arrestando a generales importante y fieles al Rey Fahd.
El mismo Al Rajhi comenzó su operación de limpieza en el servicio de inteligencia saudí, pero una de las misiones más importante fue la de llevar hacia los estudios de la radio y la televisión públicas un mensaje para que fuera leído y televisado pro antena a todo el país, lo que sucedió poco después.
El mensaje en síntesis venía a decir que el Rey Fahd y varios miembros de su gabinete habían sido asesinados por miembros rebeldes del propio gobierno, fuerzas armadas y servicios de seguridad en una conjura perpetrada para impedir que se acordase en la reunión de aquella misma mañana del gobierno con el Rey, una propuesta que ya estaba pactada para llegar a un acuerdo negociado con los soviéticos y los iraquíes que haría que estos últimos se retiraran del país y que los soviéticos se comprometieran a no invadir Arabia Saudi ni ninguna otra monarquía del Golfo, a cambio de que se reconociera a Kuwait como la provincia número 19 de Iraq y el cambio de régimen impulsado por Moscú en Irán. Pero la parte más importante de los compromisos del gobierno de Riad era el acuerdo para la expulsión de todas las tropas no árabes de suelo saudí con carácter inmediato. Finalmente se hablaba de un pacto de amistad y cooperación económica entre Riad y Moscú.
Terminaba el mensaje explicando que el nuevo director de los servicios de inteligencia había descubierto el complot, aunque por desgracia demasiado tarde, y que había hecho arrestar a los culpables. Que la población mantuviera la calma ya que en poco tiempo la situación volvería a la normalidad, se restablecería el orden y se castigaría a los culpables contra los que habían solidas pruebas de su culpabilidad.




…......




Las horas siguientes en la capital de Arabia Saudí fueron un caos total. Mientras los golpistas intentaban hacerse con el poder y consolidarlo, varios miembros menores de la familia real se creían con el derecho de reclamar el trono, y con él, el poder que conllevaba. Hubo enfrentamientos entre los hombres armados de un par de príncipes que acudieron al Palacio Rojo a “hacerse cargo de la situación” y en el mismo centro de la ciudad también hubo intercambio de disparos. En los cuarteles militares, la situación era tensa pero no hubo enfrentamientos graves a la espera de más información.
Pero al final, y cuando ya caía la noche sobre Riad, todo cambió cuando un equipo de soldados de las fuerzas especiales británicas y americanas, tomaron el control de la televisión y la radio, y emitieron un mensaje del Rey Fahd, grabado en el interior de una base americana de las afueras de la capital, donde se había refugiado. El rey, al que se le veía con algún moratón y tiritas en la cara, anunció que seguía con vida y denunció su intento de asesinato, a la vez que ordenaba que se arrestara a varios coroneles de las fuerzas de seguridad y del ejército a los que apuntó como los autores de la conspiración.
Tras aquello, la suerte estaba echada. Las tropas saudíes comenzaron a salir de los cuarteles y tomaron los edificios donde se refugiaban los golpistas. Algunos intentaron huir, pero no huyeron muy lejos. Otros fueron apresados y se respetó su vida para conocer el alcance de la traición, ya habría tiempo de ajustar cuentas. La excepción fue el coronel Al Rajhi. Con un traje italiano impecable, se sentó en la silla de su despacho y cuando oyó como se acercaban las tropas leales al rey, se descerrajó un tiro en la boca. Así concluía el sueño loco de aquel hombre demasiado ambicioso, pero que sin embargo había estado a punto de tener éxito.


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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Mensaje por flanker33 »

26 de julio

La visión era dantesca. La ciudad ardía por los cuatro costados con incendios incontrolados por doquier. El calor y el humo se sumaban a las altas temperaturas propias de aquellas fechas de finales de julio, y convertían el aire en casi irrespirable. Un tercio de los edificios de la ciudad habían sido demolidos y de otro tercio tan solo quedaba el armazón de cemento y metal. Las casas más humildes realizadas con peores materiales habían desaparecido las primeras.
Las calles, las plazas y los jardines de Bandar e Abbas estaban repletos de escombros, vehículos calcinados y cuerpos humanos en descomposición, y todo aquello tras apenas cuatro días de violentos combates en la ciudad, aunque los bombardeos aéreos y artilleros habían comenzado aún cuando los soldados rusos no habían entrado en la misma. Ahora se combatía a lo largo y ancho de la ciudad, y los contendientes estaban echando el resto. Los soviéticos utilizaban todos los hombres y máquinas de guerra que tenían, haciendo un uso muy liberal de la munición que disponían, sin preocuparse por las bajas civiles o el daño a las infraestructuras básicas, ni tampoco demasiado por el castigo para sus propios hombres. Los regimientos que llegaban se lanzaban a la lucha sobre la marcha. Tal era la sensación de urgencia. Y no era para menos, ya que la situación iraní era desesperada. La batalla en el Khuzestan, tras una maniobra de flanqueo a través de Irak de tropas soviéticas y una limitada ofensiva iraquí al sur de la frontera común con Irán, habían desarmado las líneas de resistencia persas en torno a aquella importante región petrolera y estaban a punto de claudicar. Mientras, más al este, la lucha por alcanzar el Estrecho de Hormuz, se había vuelto totalmente salvaje. Las defensas iraníes habían sido rotas en diversos puntos, pero las fuerzas iraníes, con un alto componente de tropas Pasdaran y de milicianos Basij, se resistían a retirarse, y quedaban embolsadas o eran arrasadas, lo que obligaba a los soviéticos a mantener tropas para rodear y eliminar las bolsas de resistencia a la vez que sumaba más y más bajas en las operaciones de limpieza y mantenimiento de las líneas de suministros.
El general Demko, que había asumido el mando mientras Aleyev se recuperaba en un hospital de Baku de las heridas recibidas semanas atrás en un ataque aéreo, había aportado su impronta a la conducción de la campaña, y había echo avanzar más rápidamente a sus tropas, restando fuerzas de las labores de control de las zonas conquistadas y de las tareas de seguridad de la retaguardia, para sumarlas al ataque y acelerar la derrota del enemigo, lo que a la larga contribuiría a tener menos bajas, pero sobre todo, y de ahí el especial interés de Moscú por conseguir una rápida victoria sobre los iraníes, a poder enfocar sus fuerzas hacia la conquista del resto del Golfo Pérsico antes que los imperialistas reforzasen sus fuerzas en la zona. Para ayudar a Demko, el alto mando soviético estaba liberando tropas y material que deberían destinarse a una hipotética campaña en Europa para suplir las bajas ocurridas en Persia y, aceleraba el proceso de alistamiento de las divisiones de categoría C para que entrasen el Irán y mantuviesen en control del país, mientras sus divisiones A y B, ahora veteranas del combate y, una vez eliminada la resistencia iraní, se prepararían a toda velocidad para cumplir con el resto de los objetivos de la campaña.

….


Todavía se asustaba al oír las explosiones de la artillería a su alrededor y, los gritos de los heridos y moribundos le hacían llorar a veces. Al fin y al cabo, con apenas 14 años recién cumplidos, no era más que un niño. Pero Ehsan Rahmati no se sentía avergonzado por ello, ya que en los pocos días que llevaba combatiendo al infiel, había notado que también les sucedía a otros chicos más grandes que él y a algunos hombres mayores, incluso su abuelo, antes de morir había llorado desconsoladamente ante la impotencia y la rabia por la perdida de sus seres queridos y de la guerra en si. Para Ehsan, la perdida de su abuelo había sido la gota que colmaba el vaso.
Su padre y su hermano mayor habían sido reclutados nada más iniciarse las hostilidades y se marcharon a luchar contra los invasores, desde su casa en un pueblecito a las afueras de Teheran. De su hermano no había vuelto a tener noticias, pero de su padre si supo a través de un vecino del pueblo que había resultado herido y había regresado al pueblo convaleciente. Les dijo que su padre había muerto en combate nada más llegar al frente luchando contra el invasor, con gran valor, lo cual lo elevó a la categoría de auténtico héroe en la imaginación de Ehsan. Entonces, su madre, su hermana, su abuelo y él, comenzaron un viaje hacia el sur, tratando de evitar la llegada de la guerra a sus hogares, uniéndose a otros miles de refugiados que también huían de las bombas. Y fue en una de aquellas carreteras donde tras un bombardeo de la aviación enemiga, murieron su madre y su hermana. A él no le quedó más remedio que seguir avanzando hacia el sur con su abuelo, pero este era una persona muy mayor, y el cansancio y la tensión de los últimos días y semanas le pasaron factura. Una mañana, tras despertarse en la cuneta de un camino, Ehsan halló muerto a su abuelo. No pudo hacer nada, ni supo que fue lo que finalmente acabo con su vida. Supuso que simplemente se había cansado de vivir aquella tragedia.
Totalmente desorientado e indefenso, siguió marchando con el resto de los refugiados, hasta que en un pequeño pueblo se encontró con un control de milicianos Basij que reclutaban voluntarios para luchar con los infieles. Pedían muchachos que quisieran matar enemigos y vengar a sus familias. Ehsan vio como algunos chicos de su edad o algo mayores se acercaban a preguntar y poco después tenían una cinta roja en la cabeza y empuñaban un fusil. Él, que había perdido a toda su familia, dudó durante un rato, hasta que finalmente, arengado por los milicianos y otros jóvenes, decidió unirse a ellos para vengar a sus seres queridos.
Los milicianos le prometían que sería un mártir y entraría en el cielo si moría matando infieles, y él pensaba que no tendría miedo a la muerte y que si moría sería una liberación. Pero aquello fue hasta que se vio envuelto en el primer combate. De repente tuvo miedo, mucho miedo, del ruido, de las explosiones, de las balas, de los gritos, del humo, del fuego,… y de todos aquellos mortiferos artilugios y personas que solo pensaban en acabar con su vida. En su primer combate no disparó un solo tiro y se mantuvo acurrucado sollozando en lo profundo de una trinchera, y aquello, que en otras circunstancias le hubiera valido la cárcel o un pelotón de fusilamiento, ante lo desesperación de los milicianos por la falta de efectivos, solo comportó una dura reprimenda, que en parte hizo que en su segundo combate si luchase con sus compañeros, pero no evitó que finalmente fueran desalojados de su posición y obligados a retirarse. Y ahora, tras varios días, se encontraba combatiendo en Bandar e Abbas, en medio de una ciudad rodeada de enemigos, de espaldas al mar y sin escapatoria posible.

Era última hora de la tarde y el sol comenzaba a caer en el horizonte. Ehsan descansaba cerca del paseo marítimo tras haber sido relevado y después de pasarse todo el día jugando al gato y al ratón con los soldados enemigos. Sus amigos y él, jugaban a ver cuantos infieles mataban cada día, y en aquella jornada, él creía haber matado a cuatro soldados rusos, uno más que el anterior. Era una buena marca aunque el máximo estaba en seis, y lo consiguió Pejman el primer día de la lucha por la ciudad. Era un muchacho de 15 años muy habilidoso a la hora de ocultarse, lastima que el día anterior murió aplastado al caersele un muro encima por la explosión de un proyectil de artillería.
En realidad, cada vez quedaban menos compañeros con los que “jugar” ya que de su grupo, apenas quedaban otros tres chicos y él, ya que aquel día había sido particularmente horrendo en perdidas, y cinco de sus amigos yacían muertos en un lugar u otro de la ciudad.
Cuando el joven intentaba cerrar los ojos y descansar, oyó la voz de su comandante, el miliciano Mehdi.

-Ehsan, ven aquí. Tengo un trabajo para ti.

El chico se levantó como si las piernas le pesaran cien kilos y se dirigió a la presencia de su superior.

-Se presenta el soldado Rahmati – dijo sin mucho ímpetu.
-Vamos, no tenemos todo día – y empujándolo por la espalda lo dirigió hacia el interior de un edificio en ruinas. - Este es Karim y va a ser tu superior en esta misión.
-Hola muchacho – saludo sin mucho interés el miliciano Karim, un hombre de 40 años pero que aparentaba 60.- Está noche haremos de guardaespaldas de estos mártires.

Karim le indicó al fondo de la habitación, donde sumidos en penumbras, cuatro muchachos, alguno quizás incluso más joven que él mismo aguardaban en silencio y con rostro serio. Había algo extraño en ellos. Al poco se dio cuenta. Todos llevaban un chaleco por donde asomaban cables de un lado y otro y llevaban un pulsador cogido en con la mano derecha. Ehsan dio un paso atrás.

-No te asustes chico, los explosivos no están conectados todavía – le explicó Karim.
-Escuchadme todos – ordenó Mehdi – esta noche vais a llevar a cabo una misión arriesgada. Karim a trabajado en los sistemas de alcantarillas de la ciudad varios años y los conoce bien, por lo que el os guiará a través de ellas hasta situaros a la espalda del enemigo. Os dejará en una zona donde creemos que hay abastecimientos enemigos. Una vez salgáis a la superficie, debéis buscar objetivos como camiones cisterna, piezas de artillería, o grupos de soldados enemigos. Tenis que causar el máximo de daño posible a esos perros infieles para que regresen a su sucio país con el rabo entre las piernas. Vosotros dos – dijo refiriéndose a Karim y Ehsan – escoltareis a los mártires, pero no disparéis si no es absolutamente necesario. Ellos son los que tienen que atacar al enemigo, y lo mejor es que no sepan que estáis allí hasta que sea demasiado tarde ¿entendido?

Todos asintieron. Mehdi se llevó a parte a los suicidas e intercambió palabras de aliento y rezaron juntos una última vez. Cuando terminaron, Karim los condujo hasta una entrada al alcantarillado en una calle cercana. Cuando se introdujeron en ella, el sol se había ocultado totalmente.
Karim guió a los muchachos abriendo la marcha, mientras que Ehsan la cerraba para prevenir cualquier sorpresa por la espalda. Ehsan estaba nervioso y agotado. No le gustaba aquella misión, tenía la sensación que no regresaría vivo de ellas, pero no podía hacer nada. Su superior se lo había ordenado, ya que ahora era uno de los “veteranos” del grupo y se suponía que tenía más experiencia en combatir, pese al poco tiempo que levaba en las filas de la milicia Basij.
Los seis iban vestido con ropas oscuras, y sus rostros, manos y fusiles habían sido igualmente ennegrecidos. El único toque de color lo aportaban las cintas rojas anudadas a su cabeza con mensajes proclamando la grandeza de Alá. Los futuros mártires no hablaron en todo el camino, y Karim se dedicaba a farfullar cada vez que se encontraba en una bifurcación y a mover la única linterna que llevaban de un lado a otro. El aire allí abajo era irrespirable y el hedor y el calor eran igualmente insoportable. El sufrimiento duró más de una hora, hasta que por fin Karim se detuvo debajo de una tapa de alcantarilla e indicó con señas que aquella era la salida.
El hombre fue el primero en aventurarse al exterior. Comprobó que no había nadie cerca y ordenó a los demás salir. Cuando todos estuvieron fuera, se apegaron a un muro derruido de un edificio y se camuflaron entre los cascotes. Comenzaron a avanzar a gatas hasta una esquina, donde Karim vio al otro lado a un convoy de tropas rusas estacionados en el lado opuesto de la calle y hacia el norte. Eran tres camiones, y había varios soldados rusos que descansaban y fumaban cigarrillos a su alrededor. Otros cocinaban en el interior de un edificio al lado de los camiones. Solo vio a uno de ellos hacer guardia unos metros por delante, entre el ellos y el convoy. Karim se volvió a los cuatro chavales y les contó lo que había visto.

-Hay tres camiones y bastantes soldados, pero están demasiado lejos como para que os acerquéis sin que os maten antes, así que iréis agachados por esta acera hacia el principio de la calle, cubriéndoos tras los restos de los coche y los cascotes. Cuando estéis a su altura, salid corriendo hacia ellos y ya sabéis lo que se espera de vosotros. Nosotros os cubriremos mientras cumplís con vuestra sagrada misión.

Los chicos asintieron y comenzaron a desplazarse calle arriba, tras los coches, en el lado contrario de la calle a donde estaban los rusos. Karim ordenó a Ehsan que se apostara en la esquina para disparar a los rusos si detectaban a los mártires, y que no se moviese hasta que ellos hubiesen cumplido su objetivo, mientras que el aseguraría la vía de escape.
Así fue como de repente Ehsan se encontró solo, cerca de tropas enemigas en la retaguardia rusa, y con una incierta escapatoria. Ya no veía a Karim y las sombras de los jóvenes suicidas eran cada vez más difusas. Se concentró en seguir los movimientos del centinela ruso, pero pudo ver que los mártires se habían colado limpiamente en su zona de vigilancia sin ser descubiertos por este. Unos segundos más y los chicos iraníes se detuvieron. Todo parecía propicio para iniciar su ataque cuando alguno de ellos tropezó o hizo algún tipo de ruido. El centinela y alguno de los soldados que estaban más cerca se giraron, fusiles en mano. Ehsan pensó rápido y actuó en consecuencia. Se descolgó una granada de mano y tras quitarle el seguro la arrojó hacia donde estaba el centinela ruso. La explosión lo arrojó al suelo con heridas de metralla. Ehsan comenzó a disparar su fusil hacia los soldados rusos, pero estos ya corrían a refugiarse. No logró alcanzar a ninguno más, pero había echo su parte, llamar la atención de los rusos y permitir que los suicidas corrieran como locos hacia los camiones y soldados rusos. Cuando estos se dieron cuenta del ataque de los chicos con los chalecos llenos de explosivos, llegaron a partir por la mitad a uno de ellos con fuego de ametralladora, pero los otros tres se inmolaron inmediatamente. Uno de ellos, el que iba más retrasado apenas consiguió nada a cambio de su vida, y tan solo un poco de metralla alcanzó a la chapa y la lona de uno de los camiones, sin causar ningún daño grave. Pero los otros dos fueron diferentes. Uno se llevó por delante un camión haciendo explotar la cabina e hiriendo gravemente a dos rusos que se habían refugiado tras el vehículo, y el último se lanzó a un cráter producido por un obús de artillería donde se habían refugiado cinco enemigos, consiguiendo matar a tres y herir a los otros dos.
Ehsan, que se había refugiado en la esquina durante las explosiones, sacó la cabeza para ver el daño ocasionado. Los rusos restantes volvían a disparar en todas direcciones, así que el chico decidió que allí no hacía nada y volvió sobre sus pasos hasta la tapa de la alcantarilla. Allí estaba Karim, con medio cuerpo dentro del agujero, esperando a ver si volvía Ehsan.

-¿Que ha pasado? ¿Han tenido éxito?
-Han destruido un camión y creo que por los gritos debe haber varios heridos
-¿Y muertos? ¿A cuantos han matado?
-No lo se...alguno supongo.
-¿“Supongo”?...está bien. Diremos que han sido ocho, dos por cada uno de los nuestros ¿entendido chaval?
-Si...si.
-De acuerdo, vayámonos ya. Ah, y nosotros hemos matado a otros dos, uno cada uno ¿vale?
Ehsan asintió poco convencido de aquello.

Volvieron por aquellas apestosas cloacas hasta el paseo marítimo de la ciudad sin intercambiar ni una palabra. Cuando salieron, el fresco aire que llegaba del mar fue una bendición para el muchacho. Estaba agotado y no tenía fuerzas ni para sostener el fusil.

-Vete a descansar muchacho, yo informaré al comandante.
-Gracias – atinó a decir.

Se fue a donde sus compañeros y amigos dormían bajo una palmera, cerca de la playa. Se recostó junto a ellos y a pesar de las horribles imágenes que acudían a su cabeza, pronto se quedó dormido debido al agotamiento físico y mental. Fue un sueño largo.



…...

27 de julio

El capitán Nizayi voló a 3.000 metros de altitud hasta que llegó a la linea de la costa. Entonces hizo señales con la mano a sus dos acompañantes que volaban en formación cerrada con él y descendieron a apenas 500 metros para seguir el contorno de la costa. Diez millas más allá les esperaba su objetivo, la ciudad de Bandar e Abbas, donde se libraba una durísima lucha por su control. Una lucha tan dura y desesperada, que había echo que los Mig-29 que quedaban del 115º Regimiento de Cazas de la Guardia se dedicaran a apoyar la lucha en tierra, en vez de dedicarse a las misiones que venían desempeñando con mayor regularidad y que eran la de defender los cielos de incursiones americanas, que aunque escasas en número, casi siempre eran bastante dañinas. El general al mando de la ofensiva, quería a todos los aviones disponibles lanzando bombas sobre el enemigo hasta que se rindiera o fuera destruido totalmente.
Nizayi y los otros dos Mig-29 habían despegado del aeropuerto de Sirjan una media hora antes y, ahora con las primeras luces del alba, se disponía a atacar a los iranies. Los aviones de reconocimiento indicaban que la zona cerca de la playa y el puerto estaba siendo lugar de descanso para cientos de enemigos que se replegaban allí para descansar y reaprovisionarse. Así que aquella mañana, sus aviones iban a darles un buen despertar a aquellos soldados.
Con la ciudad ya a la vista, iniciaron un rápido ascenso para echar una ojeada y comparar lo que veían con las fotos del reconocimiento aéreo y confirmar la posición de su objetivo. Tras asegurarse de haber localizado donde debían soltar las bombas, los Mig,s volvieron a descender y aceleraron. La amenaza de los misiles antiaéreos portátiles y, las ametralladoras y cañones ligeros todavía estaba presente y no era necesario asumir riesgos inútiles. Aun así, cuando llegaron a las afueras de la ciudad, balas trazadoras comenzaron a elevarse al cielo en su búsqueda. La mayoría pasaban lejos, algunas cerca. Pero ninguna pudo detener la carrera hacia su objetivo, una zona del paseo marítimo cerca de una playa donde las escuchas también habían localizado lo que parecían trasmisiones de un cuartel general.
Nizayi apretó el botón de su palanca de mando y los contenedores de napalm salieron despedidos hacia el suelo. Sus acompañantes lo imitaron y momentos después, el suelo por debajo de ellos fue engullido por una enorme lengua de fuego que arrasó con todos aquellos que estaban a la intemperie e incluso con muchos que se habían refugiado en cualquier cobijo.
Los aviones rusos se elevaron salieron de la zona a plena potencia. El ataque apenas había durado unos segundos, pero varias docenas de hombres y niños-soldados iraníes habían muerto y otros tantos heridos con graves quemaduras. Y aquella era solo la primera de las centenares de explosiones que sacudirían aquel día la ciudad.


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flanker33
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Mensaje por flanker33 »

1 de agosto

A unos 30 kilómetros de las posiciones iraquíes, el coronel Peabody entró en el puesto de mando subterraneo preparado por los ingenieros del ejército a las afueras Nairyah, que albergaba al cuartel general del XVIII Cuerpo Aerotransportado de los Estados Unidos. Construido en pocos días tras la ofensiva iraquí de hacía un mes, era bastante espartano y tenía todo el carácter de algo provisional, a la espera de la próxima envestida enemiga.
El coronel estaba acompañado por el general de dos estrellas Carl Stiner, que desde hacía dos años y medio se encontraba al mando de aquel cuerpo. Entraron en una sala de operaciones con mesas y paneles con mapas, equipos de comunicaciones y mucho personal yendo de un lado a otro. Desde allí accedieron a un pequeño “despacho” si es que se podía llamar así, buscando algo más de silencio y privacidad, y que hacía las veces de dormitorio del general. Stiner cerró la cortina y le ofreció una silla a Peabody a la vez que el tomaba asiento en su pequeño camastro de campaña.

-No tiene usted aquí mucha comodidad general.
-Nadie la tiene coronel. Esto solo es para que pueda estar cerca del centro de mando en cualquier momento. Supongo que en Whasington y en Riad estarán acostumbrados a otras cosas.
-Digamos que es diferente – Peabody echaba terriblemente de menos el aire acondicionado en aquel lugar, por que aunque había instalados sistemas de refrigeración para los equipos electrónicos, apenas se notaba con el calor que hacía allí a esas horas de la tarde, y que en superficie era infernal.
-¿Le apetece un trago? - dijo Stiner cambiando de tema.
El coronel se hizo rogar unos segundos pero finalmente asintió.
-Es un escoces de 10 años, el único lujo que me puedo permitir aquí.
Peabody presumía que aquello no era del todo cierto, pero el general tenía fama de ser un tipo duro, veterano de Vietnam y forjado en los paracaidistas y en las fuerzas especiales, así que asintió sin más.
Tras servir dos pequeños vasos, Stiner pasó a lo que realmente los reunía aquella calurosa tarde de verano.
-¿Y bien coronel, hemos pasado la revisión para el gran jefe?
-Sus hombres están en buena forma y motivados. Su equipo bien mantenido y preparado, y sus planes operativos son sólidos, así que creo que puede estar tranquilo, mi informe será positivo.
-Me alegra oír eso – dijo el general medio en serio, medio en broma.
-La verdad es que no son nuestras tropas las que me preocupan. Tanto sus chicos como los Marines están tan preparados como es posible.

Desde la llegada hacía poco de la 48º de Infantería Mecanizada, la brigada “Roundup” de la Guardía Nacional de la 24º, y la 194º Brigada Acorzada, se había completado el despliegue previsto del XVIII C. AT. al que había que sumar los marines, que con la llegada del 5º Regimiento y algunas unidades divisionarias, especialmente otro batallón de tanques M-60, habían conformado la 1º División de Marines. Con los reemplazos, tanto de soldados como material, las brigadas norteamericanas estaban rondando el 95% de su potencial.

-¿Como están las cosas entre nuestros aliados árabes?
-Algo peor.
-No se comportaron mal del todo en la ofensiva iraquí.
-Las cosas han cambiado algo desde entonces.
-¿Ha influido mucho el intento de golpe de estado en Riad?
-Ha influido.

Peabody, había pasado los dos días anteriores inspeccionando las unidades árabes en el frente, y en especial las saudíes, tras haber recibido el encargo del general Schwarzkopf de hacer una ronda por las posiciones adelantadas de todo el frente e informarle del estado de las tropas bajo sus mando y las posibilidades de resistir una ofensiva soviética, pero aunque nunca estaba de más otra opinión y serviría para que se pudiera formar su propia opinión e informar a su vez a Whasington, en realidad su verdadera misión era informarle sobre el estado de las tropas saudíes tras el intento de golpe de estado días atrás. Pero no podía hacerlo directamente, así que se sacó de la manga aquella “tourne” para no molestar innecesariamente a los saudíes, pero las indicaciones de CINCCENT fueron claras al respecto. Necesitaba conocer el estado combativo de los saudíes, ya que estos habían retirado su brigada paracaidista y la de Marines de sus posiciones adelantadas y las habían trasladado a la capital, a la vez que desplegaban a todas las fuerzas de la Guardia Nacional Saudí a escasos kilómetros al norte de la capital, en las principales carreteras que daban acceso a la ciudad. Al menos habían dejado todas sus fuerzas mecanizadas, que sumaban dos brigadas acorazadas y cuatro mecanizadas, que tras la bajas sufridas, habían sido rellenadas lo mejor posible con el material bélico que mantenían almacenado por falta “de mano de obra” y con nuevos reclutas movilizados. Pero sus fuerzas se encontraban entre las más castigadas tras la fallida ofensiva iraquí, y el golpe que para la moral de sus soldados y oficiales había supuesto el intento de derrocar al rey, se dejaba sentir. Los rumores corrían como la pólvora y la moral de la tropa había caído bastante, pese a los intentos de la oficialidad por mantener una cierta capacidad combativa. Pero tampoco ayudaba las inspecciones que se estaban llevando a cabo entre los mandos, desde simples tenientes a generales, para saber si estaban implicados o conocían algo de la conjura contra los saud, y si existía cualquier tipo de duda, se les llamaba a Riad, para aclarar la situación. Algunos no volvían al frente.

-Pero lucharán, es su país – respondió Stiner – deben hacerlo.
-No dudo que lo harán general. Lo que me cuestiono es el grado de compromiso y operatividad , y no soy especialmente optimista al respecto. Más si tenemos en cuenta que también la paranoia del gobierno saudí esta afectando a los demás contingentes.
Stiner puso gesto de disgusto.
-Desde luego que se haya desplegado la Brigada de Policía Militar del 18º en Riad, no a sido una buena decisión para nosotros.
-Y las fuerzas del Consejo de Cooperación del Golfo, también han sido requeridas para la defensa de la capital.
-¿Por que ha accedido Norman a ello?
-Ya sabe usted, que en una coalición de aliados, a veces hay que hacer concesiones, y la familia real saudí está especialmente nerviosa, y quiere tener cerca a tropas aliadas que puedan sofocar otra rebelión llegado el caso.
-Política – sentenció Stiner.
-Por supuesto, al fin y al cabo, ¿no se trata siempre de eso?
El general se levantó y se sirvió otro trago. Peabody rehusó el que le ofrecía, muy a su pesar, no quería dar mala sensación a Stiner.
-¿Y que tiene en mente CINCCENT para mejorar la situación en el sector saudí?
-Bueno, digamos que su sector no es el más expuesto, como usted bien sabe – Stiner asintió – y el peso de las operaciones contra el más que probable ataque soviético recaerá con toda seguridad en nuestro sector y en el de los egipcios, franceses y británicos. Los egipcios han reforzado su 3º División Mecanizada y la 4º Acorazada y han traído la 6º Brigada Acorazada, mientras que los europeos han suplido sus bajas e incluso aumentado ligeramente su contingente, por lo que ahora, las formaciones ligeras y pesadas se han combinado, dando lugar a dos pequeñas divisiones. Aunque no le estoy diciendo nada que usted ya sepa ¿verdad?
-En efecto, ya estaba al corriente de dichos cambios en el Orden de Batalla. Pero sigue sin responderme coronel.
-Que quiere que le diga general. Los milagros no existen. Las 6 brigadas saudíes van a estar más extendidas que antes, posiblemente mucho más, ya que una ofensiva enemiga más al noroeste es posible. ¿Las medidas que ha tomado el general me pregunta? Pues la reformada 35º Brigada kuwaití, estará a retaguardia como reserva, y esos soldados si están motivados, creame. Además se han despachado unos 15.000 efectivos de las milicias tribales. – Stiner puso cara de escepticismo – Ya sabemos que solo son soldados de infantería ligera sin mucho entrenamiento ni disciplina, pero conocen bien el terreno y nuestros expertos indican que tienen voluntad de lucha de sobras, y que pueden galvanizar a su alrededor a sus compatriotas del ejército regular en el combate. Eso y darles algo de apoyo aéreo extra es todo lo que se puede hacer por ahora. Como le decía, los milagros no existen, y si el Pentágono no nos manda más unidades desde Europa, la situación será muy comprometida para todos dentro de unos días o semanas.
-Lo se coronel, lo se. Esperemos que al menos lleguen nuestras divisiones de la Guardia Nacional antes de que los soviéticos tengan tiempo de rehacerse de su campaña en Irán. ¿Que últimas noticias tenemos al respecto? Seguro que de eso sabe usted más que yo.
-Por lo que sabemos, se están librando lo que parecen ser los últimos combates, tanto al suroeste del país, cerca de la frontera iraquí, en el Khuzestan, como en la zona de Banddar e Abbas. Es cuestión de días, en realidad de muy pocos días que den por concluida su conquista del país.
-Y luego tendrán que reorganizarse, recibir suministros y desplegarse en Iraq y Kuwait. Eso debería llevarles alguna que otra semana – dijo el general sin mucho convencimiento.
-Los analistas de inteligencia del Pentagono creen que es posible que una vez concluida su aventura en Irán, aceleren su preparación para la conquista del resto del Golfo, y que en unos cuantos días estén en condiciones de lanzar otra ofensiva, aunque – dijo ahora el coronel a modo de consuelo – al menos no tendrán el apoyo logístico y la preparación que si esperasen un tiempo más prudencial, y eso puede que nos venga muy bien.
Peabody se levantó también y miró directamente a los ojos de Stiner.
-Dígame la verdad ¿cree usted que podemos detener a los soviéticos si lanzan esa ofensiva?
-Pues va a depender de muchos factores, por supuesto. ¿Que fuerzas van a lanzar al ataque?¿Los acompañaran los iraquies? ¿Cuanto van a tardar en hacerlo? ¿Como afectara la resistencia iraní a sus lineas de suministros? ¿Llegarán nuestros refuerzos a tiempo? Pero le voy a ser franco, sin esas fuerzas de la Guardia Nacional, no creo que tengamos ni una oportunidad. Con ellas tendremos una, pero solo una. Si fallamos, y no podemos detenerlos, toda el Golfo estará perdido.

Peabody pensó unos instantes. Las fuerzas a las que se refería Stiner eran la 35º y la 40º Divisiones de Infantería Mecanizada de la GN, a las que acompañaba la 30º Brigada Mecanizada, también de la Guardia Nacional. Todas ellas eran unidades cuya misión era reforzar a la OTAN en tiempos de guerra en Europa, pero a medio camino, en algún lugar del Atlántico recibieron la orden de desviarse y dirigirse al Golfo, a donde llegarían dentro de unos días tras un periplo que incluyó bordear el cabo de Buena Esperanza. Debían desembarcar en el puerto omaní de Salalah, el único con capacidad para desembarcar aquel contingente en el mar arábigo sin tener que entrar en el propio Golfo Pérsico, donde el convoy estaría mucho más expuesto a los ataques de la aviación enemiga. Entrar en el Mar Rojo tampoco era una opción mucho mejor, ya que el estrecho de Bab el-Mandeb aparecía minado reiteradamente, y se sospechaba de la presencia de al menos dos o tres submarinos enemigos en la zona. Así pues, hacía algunas semanas,CINCCENT había ordenado a los “seabees” de la US Navy que preparará aquel puerto para acoger futuros desembarcos de grandes unidades norteamericanas, a la vez que ordenó defenderlo de ataques aéreos y navales. La 48º, la 194º y el 5º de Marines habían desembarcado en aquel puerto, sin ser molestados, ya que unas estrictas medidas EMCON por parte de los convoyes que transportaban dichas unidades, unido a la práctica destrucción de la flota de superficie soviética y su falta de capacidad de patrulla marítima de largo alcance, habían hecho que llegaran sin contratiempos y que no fueran molestados durante la descarga en puerto. Pero los soviéticos no eran tontos y no se les podía engañar durante mucho tiempo. Ellos también se dieron cuenta de la importancia de aquel puerto, y debido a la dificultad para localizar y atacar el convoy que transportaba a las fuerzas de la GN, decidieron atacar el puerto en si.

-¿Se ha enterado del ataque enemigo a Salalah?
-No, ¿Cuando ha sido?
-Esta misma mañana.
-Dios mio, ¿que ha pasado?
-Todo ha comenzado con un ataque de aviones tácticos escoltados por cazas contra nuestras bases en los Emiratos Árabes Unidos y Omán. Han causado algún daño en las bases y alguna estación de radar, pero por suerte, hace días que allí operan, además de unos 20 Mirage 2000 de nuestros aliados, un escuadrón de F-16 y un par de Phantoms. Su aventura les ha salido cara, nuestros pilotos y la defensa aérea reclaman más de 30 derribos, por la perdida de16 de los nuestros, incluidos 4 Mirages.
-Y ahora me va a dar las malas noticias ¿verdad?
-Lo malo era que ese ataque era tan solo una cortina de humo para mantener distraídos a nuestros cazas. Mientras, volando bajo y rápido, un regimiento de bombarderos enemigos ha conseguido acercarse a distancia de lanzamiento de sus misiles contra el puerto. Por suerte para nosotros, los Tomcats del portaaviones “America” estaban cerca y han podido derribar a varios de ellos antes de que se produjese el lanzamiento, y ha algunos más al regreso, pero al menos la mitad de los bombarderos enemigos han escapado. Han lanzado 32 misiles, de los que algunos de los F-18 del “America” que han logrado colocarse en posición de disparo y las baterías antiaéreas de Patriots desplegadas cerca del puerto han dado cuenta de 17. De los 15 misiles restantes, 5 han fallado el blanco, pero los otros 10 han impactado en el puerto o muy cerca de él, produciendo daños que todavía se están evaluando, pero que podrían ser importantes.
-Mierda.
-Y que lo diga.
-¿Podrá repararse antes de que llegue el convoy?
-Esperemos que si. Se ha autorizado el despliegue de más ingenieros de la Armada desde otros teatros que serán aerotransportados hasta Omán, y los propios omanies y los saudíes van a llevar todo el material que pueden para iniciar las reparaciones lo antes posible, pero de todas formas, va a ser complicado poder operar el puerto al 100% para cuando llegue el convoy.
-¿Y si repiten el ataque?
-La marina ha ordenado acercarse a la costa al Grupo de Batalla del “America” que con sus sistemas Aegis, supondrá un considerable refuerzo, a la vez que sus cazas se concentrarán en la defensa del puerto. Confiemos que sea suficiente por si vuelven a intentarlo.

Stiner se sentó y se tomó su tercer escoces de la tarde. Parecía un poco desanimado por lo que acababa de oír.

-Coronel, ahora sea usted sincero conmigo ¿si no podemos frenar a los soviéticos, se autorizará el uso de armas nucleares?
Peabody puso cara de circunstancias.
-General Stiner, ya sabe que eso es una decisión política, y que yo no tengo acceso a esos niveles de decisión, y además conoce lo que dice nuestra doctrina al respecto, así que creo que no puedo decirle más de lo que usted ya sabe.

Ambos soldados se quedaron en silencio durante unos instantes, hasta que el coronel decidió dar por concluida la reunión.

-General, ha sido un placer estar aquí hoy con usted, pero he de marcharme para seguir mi “ronda” y visitar a nuestros chicos del “cuerpo”, y ya sabe que no les gusta que les hagan esperar.
-Por supuesto Peabody. Mi chófer le acompañará hasta el Cuartel de la 1ª División como estaba dispuesto. Adiós coronel.
-Adiós genera Stiner, hasta la próxima, y buena suerte.
-La vamos a necesitar.

Ambos hombres se estrecharon la mano y el coronel Peabody salió para dirigirse a su próxima cita.


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ferreret
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Mensaje por ferreret »

Sigue escribiendo.. que nosotros lo leemos con muchisimo gusto :claps: :claps: :claps:


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flanker33
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Mensaje por flanker33 »

Gracias Ferreret, aunque lamento el bajo ritmo de las entregas. Ya tengo medio perfilado el siguiente, a ver si puedo ponerlo esta semana. Por cierto, ya que algún compañero forista me lo ha comentado, ¿cual les parece que debe ser el futuro de Hazizi? Mi idea era que no saldría vivo cuando los ingleses se lo "pasaran" a los saudies, pero hay voces que piden clemencia y que pueda escapar sano y salvo. Y también me gustaría saber si el final de la historia Hazizi-MacCardy les parecio bien o fue muy peliculera. Espero sus opiniones.

Saludos.


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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"

Mensaje por tacuster »

Tú sigue que está genial!!!


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