Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
- flanker33
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
Hola a todos.
Vaya, he estado unos días fuera, desconectado de todo y se ha organizado un buen debate. Ahora pongo el siguiente capitulo, y en breve algo más.
También quería comentar una cosa. Como relato de ficción y ucronía que es, el inicio, la marcha y la resolución del conflicto es una idea personal, discutidas con algunos compañeros, y que bien podría darse de la forma que yo relato, o de otra forma diferente, logicamente es imposible de adivinar como ocurriría algo que no pasó nunca, pero trato de basarme en hechos, documentos y el sentido común para dar una versión factible de lo que podría haber ocurrido. Entiendo que a todo el mundo no tenga por que gustarle como se resuelve el relato, pero repito que personalmente a mi me ha parecido una hipótesis plausible.
Un saludo.
Vaya, he estado unos días fuera, desconectado de todo y se ha organizado un buen debate. Ahora pongo el siguiente capitulo, y en breve algo más.
También quería comentar una cosa. Como relato de ficción y ucronía que es, el inicio, la marcha y la resolución del conflicto es una idea personal, discutidas con algunos compañeros, y que bien podría darse de la forma que yo relato, o de otra forma diferente, logicamente es imposible de adivinar como ocurriría algo que no pasó nunca, pero trato de basarme en hechos, documentos y el sentido común para dar una versión factible de lo que podría haber ocurrido. Entiendo que a todo el mundo no tenga por que gustarle como se resuelve el relato, pero repito que personalmente a mi me ha parecido una hipótesis plausible.
Un saludo.
Última edición por flanker33 el 07 Jun 2012, 21:03, editado 1 vez en total.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
- flanker33
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
16 de agosto
Eran las dos de la tarde cuando Aleyev abandonó la sala de comunicaciones de su Cuartel General avanzado. Había sido la conversación más extraña y terrorífica de su larga vida. Su interlocutor, el Ministro de Defensa, había reclamado con urgencia una comunicación con él, que más bien fue un interrogatorio. Primero quiso saber lo que se conocía sobre el terreno del criminal ataque nuclear de los imperialistas contra sus aliados iraquíes. Después le preguntó por el desarrollo de la campaña terrestre, y por último le preguntó acerca de los blancos más probables para un ataque nuclear de represalia, con las limitaciones de que no fuera sobre blancos norteamericanos o europeos, y en suelo saudí solamente.
Él respondió que en ese caso, la mejor opción sería alguna unidad egipcia, ya que eran las fuerzas árabes que más resistencia estaban oponiendo al avance de su aliado, y así también se compensaría la perdida del regimiento acorazado iraquí. Para ambos también fue obvio que un ataque lejos de las lineas con tropas soviéticas era preferible.
El Ministro de Defensa, le informó que estaba en una reunión del Politburo, la cual se había interrumpido durante unos minutos para que varios miembros pudieran recabar más información sobre la situación tras el ataque nuclear americano. Le confesó que justo después del ataque, se había recibido de los imperialistas, una comunicación ofreciendo negociaciones para evitar una escalada nuclear en la región, y posiblemente en todo el planeta. El Ministro deseaba contestar a esa misiva reduciendo a polvo radioactivo a las fuerzas enemigas, pero la relación de poder del Politburó le impedía tomar aquella decisión. En aquel momento el equilibrio entre “halcones” y “palomas” respecto a una escalada nuclear estaba al 50%, y temía que finalmente se impusiera la opción de tomar en consideración la oferta de los imperialistas, aunque confiaba en que dentro de pocas horas, pudiera volver a hablar con Aleyev para ordenarle que iniciase un ataque de represalia.
El general, todavía algo confuso sobre todo lo que estaba aconteciendo en tan pocas horas, quedó al menos algo más aliviado al no haber cancelado la orden del Mariscal Jefe del Estado Mayor General de la Unión Soviética, que unas horas antes le había instruido para cancelar los ataques terrestres de mayor importancia de ese día, en tanto en cuanto no se aclarase la situación. Tan solo tenía permiso para ordenar ataques limitados y bombardeos artilleros y de la aviación, que siguieran debilitando al enemigo, a la vez que usaba ese tiempo para que sus ejércitos se reaprovisionaran y se reagruparan. A Aleyev no le gustaba demasiado la idea de las armas nucleares. Le horrorizaba la idea de que sus soldados, tanques y cañones fueran barridos como lo había sido el infortunado regimiento acorazado iraquí. Como general de artillería había presenciado barreras de fuego de una magnitud enorme, tanto en maniobras como en aquella guerra, de la que ya casi se cumplían dos meses, pero siempre recordaría la vez que fue invitado a presenciar una prueba nuclear. El poder de aquellas armas era sencillamente aterrador, no había parangón en cuanto a potencia destructiva. El uso de una sola arma ya era una mala noticia, pero la visión de que sus tropas fueran consumidas por aquellas bombas, le llenaba de congoja y de impotencia, y sin embargo, pensaba que algo había que hacer para responder a la provocación imperialista. De momento había tomado ciertas medidas, como que todo el personal del frente operase bajo estrictas mediadas NBQ, pese a lo agotador de operar en esas condiciones en el desierto, o dispersar sus unidades para no ofrecer blancos demasiado grandes a las armas atómicas enemigas, aunque eso fuera en contra del principio de concentración de fuerzas para una ofensiva acorazada. También había puesto en el aire a todos sus cazas sobre su linea de frente y su inmediata retaguardia, y a todos los SAM,s de los que pudo echar mano en las mismas zonas y en sus lineas de abastecimiento. Por último, había instruido al general del 34º Ejercito Aéreo, que tuviera preparado algunos Su-24 para lanzar un ataque de respuesta nuclear.
Su amigo el general Demko, confiaba en que mantener el ímpetu del avance sobre el enemigo, romper sus lineas y desplegarse por toda la península arábiga, junto con el entrenamiento y equipo ruso para la guerra NBQ, haría que los posibles ataques norteamericanos contra sus tropas fueran menos efectivos y finalmente acabaran prevaleciendo, aunque esta vez, Aleyev no estaba de acuerdo con él. Si sus tropas eran diezmadas y las ciudades y campos petrolíferos arrasados, no veía la victoria por ningún lado. Sería un terrorífico empate donde la única victoriosa sería la muerte.
Al menos por esta vez agradeció no tener que tomar esa decisión, pero por supuesto, cumpliría la orden que recibiese de Moscú.
La hora en punto sonaba en el reloj de uno de los presente. Eran las cuatro de la tarde, y hacía ya unos minutos que había comenzado la reunión de urgencia de algunos miembros escogidos del Consejo de Mando Revolucionario, en un bunker a las afueras de Bagdad.
En esos precisos momentos tenía la palabra el Teniente General Ayad Al-Rawaii, que había sido llamado con urgencia a la capital para informar del cobarde y criminal ataque norteamericano sobre sus tropas.
-... no solo hemos perdido ese regimiento acorazado que iba a emplear para lograr una ruptura definitiva de las lineas enemigas, sino que la carretera 50, nuestra principal vía de abastecimiento para mantener la ofensiva ha quedado contaminada y llena de basura radioactiva en varios kilómetros a la redonda, dificultando en gran medida el avituallamiento de nuestras tropas de vanguardia. En resumen, la ofensiva de nuestras tropas se ha visto gravemente afectada. Todavía es posible llevar a cabo ataques limitados, pero sin una linea de abastecimientos sólida y con parte de nuestras tropas combatiendo con trajes de protección radiológica, la efectividad de los soldados para realizar operaciones ofensivas caerá en muy poco tiempo.
-Y si los americanos vuelven a atacarnos ¿Podríamos mantener la ofensiva o deberíamos detenernos definitivamente? - preguntó uno de los presentes.
-Trataré de evitar que vuelva a suceder algo así – dijo sin mucho convencimiento el general, que sabía que dar muchas malas noticias juntas, sin ninguna alternativa por remota que fuese, podría ponerlo en un serio aprieto con el “Rais”.
-¿Y como piensa hacerlo? - inquirió el viceprimer ministro Tariq Aziz.
-Primero, deberíamos reforzar la cobertura aérea de nuestras tropas. Los aviones y los sistemas de defensa aérea han sido trasladados casi todos al este, en apoyo de la ofensiva soviética, y eso ha facilitado la tarea de los bombarderos americanos. Segundo – dijo, repitiendo algo que había preparado durante el viaje – nos acercaremos cuanto podamos a las tropas enemigas, para que sus armas les afecten a ellos casi tanto como a nosotros. Tercero, dispersaré las tropas para que no sean un blanco ni fácil ni apetecible para el enemigo. Y por último, y aunque esto ya escapa a mi cometido, creo que sería bueno que los americanos temiesen una respuesta por nuestra parte, recordandoles que nosotros también tenemos armas de destrucción masiva.
Algunos de los presentes miraron discretamente a Ali Hassan al-Majid, también conocido entre los Kurdos y en el resto del mundo como Ali “el químico” o simplemente “el carnicero del Kurdistan”.
Este, lejos de incomodarse, tomó la palabra.
-Querido primo – dijo refiriéndose a Saddam Hussein – y demás miembros de este consejo. Estamos ante un momento crucial de la historia de nuestro país y del mundo. Lo que decidamos hoy aquí, marcará el destino y el futuro de nuestra gran nación y de nuestras gentes...
-Y es por eso actuaremos como mejor convenga a nuestros ciudadanos, al partido y a la revolución, – interrumpió el “Rais” - por eso quiero que escuchen la información que tiene Tariq sobre la respuesta de nuestros aliados rusos en estos críticos momentos. - El presidente iraquí, mantenía el gesto serio y la rabia contenida se dibujaba en su rostro.
El Viceprimer Ministro y Ministro de Asuntos Exteriores cogió unas notas y se ajustó las gafas.
-Señores, unos minutos antes de entrar en esta reunión, he hablado con mi colega de asuntos exteriores soviético. Me ha informado que este mediodía ha habido una reunión del gobierno soviético para evaluar la situación y buscar respuestas a la crisis nuclear. - Se detuvo a beber un trago de agua. - No me ha contado los detalles, pero en un lenguaje diplomático, y tras varias promesas de que somos sus camaradas en la lucha, y que no quedará sin venganza esta monstruosidad contra nuestros soldados y nuestro país, ha venido a decir que los norteamericanos les han pedido negociaciones directas para solucionar el conflicto, antes que continuar con la escalada atómica, y que tras un debate muy tenso, el Politburó ha decidido reunirse de nuevo esta noche para tratar el tema con más información y opciones. Entre lineas he interpretado que la facción que podría optar por la negociación con los americanos está en ligera ventaja sobre la que quiere que se devuelva el golpe.
-Lo cual no es conveniente para nosotros – intervino el presidente – ya que no pienso dejar que esos asquerosos imperialistas y sus aliados nos ataquen de esa vil manera y queden indemnes.
El Teniente General Al-Rawaii pensó que todo dependería de la decisión de Moscú. Sin sus aliados, y aunque le costase reconocerlo, no solo la victoria era imposible, sino que la derrota de su ejército y el colapso de su gobierno y de su país podría producirse en un breve plazo. Naturalmente se abstuvo de contradecir a su presidente.
-Hemos de actuar – prosiguió Saddam Hussein – para vengar a nuestros soldados y para hacer ver a los americanos y al mundo entero, que los hijos de Iraq no pueden ser humillados, y que devolvemos golpe por golpe.
-Pero “Rais”, si los soviéticos nos traicionan y deciden emprender negociaciones ¿actuaremos nosotros en solitario? - dijo Tariq Aziz algo temeroso de la reacción de su líder.
-Podemos hacer algo mejor – intervino Alí “el químico” - podemos inclinar a nuestro favor la decisión de los rusos.
-¿Y como piensa que podamos influir tanto en nuestros aliados? - preguntó otro de los presentes.
-Nuestro querido presidente – respondió el Viceprimer Ministro – ha de hablar con urgencia con el Secretario General de la URSS y convencerlo de la necesidad de responder cuanto antes.
-No – respondió tajante Saddam Hussein mientras la cólera se iba apoderando de él - No voy a mendigar al hombre que ni siquiera ha tenido la deferencia de llamarme todavía para mostrarme su apoyo en estos momentos. Puede que esté muy ocupado en el lavabo, ensuciando sus pantalones ante la demostración de fuerza del enemigo, pero yo no les tengo miedo y pienso luchar hasta el final.
El General Al-Rawaii se sobrecogió al escuchar aquellas palabras. Estaba claro que no iba a ser el presidente el que luchara hasta el final, sino sus soldados, los que morirían por decenas de miles o incluso centenares de miles si el conflicto escalaba a una confrontación con armas de destrucción masiva.
-El presidente tiene razón – intervino “el carnicero del Kurdistan” - nuestra mejor opción para responder al enemigo, vengar a nuestros bravos soldados e influir en el resultado de la decisión de los rusos es hacer uso de nuestras armas químicas, y por eso pido formalmente una decisión de este Consejo a tal efecto. Hemos de ser decididos, rápidos y contundentes. Incluso dentro de unas horas ya será demasiado tarde.
-¿Usar nuestras armas químicas contra los norteamericanos? ¿Esa es la propuesta que plantea? - dijo el Al-Rawaii.
-Efectivamente general. ¿Acaso le parece mal?
-Depende – dijo el general con extrema cautela, sabiendo que su vida podía depender de sus próximas palabras. - Si atacamos a los americanos en la linea del frente, dada la climatología reinante en el teatro de operaciones, y que durará al menos hasta mañana, haría que los efectos de esas armas se sintieran en gran medida en la tropas rusas, al desplazarse los vientos hacía el norte. Eso no sería bueno para nosotros. Podríamos atacar a los egipcios o saudíes, pero pasaría lo mismo con nuestras tropas. Pese a que podríamos adoptar medidas especiales, perderíamos hombres y la moral de nuestras tropas seguramente se resentiría bastante. - El general giró la cabeza y vio el gesto de disgusto del “Rais”, por lo que se apresuró a concluir su intervención – Pero queda la alternativa de lanzar ese ataque químico contra instalaciones en la retaguardia enemiga. Yo propondría alguna de las bases aéreas norteamericanas. En Al-Kharj están concentrándose cada vez más aviones norteamericanos y, la negación de su uso sería un serio revés para el enemigo.
Saddam Hussein miró a su primo y esperó su respuesta al general.
-Soy de la misma opinión del general – dijo para alivio de Al-Rawaii – pero creo que hemos de ser más ambiciosos con los objetivos, no debemos mostrar clemencia. Los americanos han sido los que nos han atacado, pero también los saudíes son culpables, ya que los apoyan y, ha sido sobrevolando sus cielos como han podido llegar hasta nosotros. Sin duda ellos lo sabían y lo han consentido. Deben pagar también. Yo propongo como objetivo la base aérea que operan conjuntamente los saudíes y los americanos en Riad.
-Estoy de acuerdo – se apresuro a decir Tariq Aziz – golpeemos fuerte a los americanos y a sus aliados, los musulmanes traidores a su verdadera fe.
El “Rais” asintió con la cabeza. Ya estaba decidido, pero todavía quedaba algo que quería decir a sus “súbditos”.
-Queridos amigos, hemos tomado esta difícil decisión como la más acertada entre todas las posibles, pero nuestra venganza no estará completa mientras los sionistas sigan a salvo en sus fronteras, regocijándose en nuestro dolor y esperando un momento de debilidad para aplastar a nuestros hermanos palestinos e incluso unirse a nuestros enemigos. Por eso hemos de hacer ver a los verdaderos musulmanes de todo el mundo, pero especialmente a la población de aquellos países que están apoyando a los cruzados en esta guerra santa, que la cobarde actitud de sus gobiernos, no hace sino dar más fuerza a los sionistas para reprimir a nuestros hermanos en la región y humillar a los musulmanes. - La implicación de aquellas palabras estaba siendo rápidamente captadas por todos los presentes. - Este es el momento para hacer que todo el mundo musulmán se una y se alíe a nuestra causa. Si ven como combatimos también con Israel, la coalición de enemigos árabes se desintegrará, sus gobiernos no podrán parar la indignación de su pueblo que verían como sus gobiernos luchan contra quien combate al enemigo de los musulmanes. Incluso Siria o Jordania podrían unirse a nuestro bando, quizás todo el Magreb. Imaginaos esa alianza de países árabes lideradas por nuestro país, expulsando a los sionistas y los cruzados de nuestras tierras. Sería glorioso. Y entonces no necesitaríamos a los rusos, aunque de todas formas, después de nuestros ataques, ya no les quedará más opción que apoyarnos o retirarse como unos cobardes.
El general Al-Rawaii le comenzaba a asustar el tono mesiánico de aquellas palabras y de todo lo que se derivaba de ellas. Su presidente siempre había sido un líder más pragmático que religioso, y en aquellas reuniones no solía tener aquel discurso, que lo reservaba para sus apariciones públicas, pero quizás el ataque nuclear de aquella misma mañana había desequilibrado algo su mente. De cualquier modo, lo que estaba proponiendo era extremadamente peligroso, y si bien ya se había debatido con anterioridad en base a los mismos argumentos, aunque con armas convencionales, al final no se había decidido nada al no tener el apoyo de Moscú para esa acción y, mientras los ejércitos de ambos países fueran ganando la guerra, no se vieron demasiadas ventajas al involucrar a Israel en la contienda. Pero algo había cambiado en la percepción de Saddam Hussein sobre el asunto, y ahora propugnaba y defendía un ataque químico sobre las ciudades israelíes, y si el “Rais” lo había decidido, nadie iba a oponerse, aunque temieran lo peor para su país.
Si alguno de los presentes tenía sus dudas acerca que aquellos ataques pudieran inclinar la balanza en el Politburo a favor de los “halcones”, se guardó muy bien de decirlo. La reunión continuó durante unos minutos más debatiendo los blancos, las zonas de lanzamiento, el horario y otros detalles, pero al final, para bien o para mal, Iraq se disponía a lanzar unos ataques que influirían decisivamente en el transcurso de la contienda.
Eran las dos de la tarde cuando Aleyev abandonó la sala de comunicaciones de su Cuartel General avanzado. Había sido la conversación más extraña y terrorífica de su larga vida. Su interlocutor, el Ministro de Defensa, había reclamado con urgencia una comunicación con él, que más bien fue un interrogatorio. Primero quiso saber lo que se conocía sobre el terreno del criminal ataque nuclear de los imperialistas contra sus aliados iraquíes. Después le preguntó por el desarrollo de la campaña terrestre, y por último le preguntó acerca de los blancos más probables para un ataque nuclear de represalia, con las limitaciones de que no fuera sobre blancos norteamericanos o europeos, y en suelo saudí solamente.
Él respondió que en ese caso, la mejor opción sería alguna unidad egipcia, ya que eran las fuerzas árabes que más resistencia estaban oponiendo al avance de su aliado, y así también se compensaría la perdida del regimiento acorazado iraquí. Para ambos también fue obvio que un ataque lejos de las lineas con tropas soviéticas era preferible.
El Ministro de Defensa, le informó que estaba en una reunión del Politburo, la cual se había interrumpido durante unos minutos para que varios miembros pudieran recabar más información sobre la situación tras el ataque nuclear americano. Le confesó que justo después del ataque, se había recibido de los imperialistas, una comunicación ofreciendo negociaciones para evitar una escalada nuclear en la región, y posiblemente en todo el planeta. El Ministro deseaba contestar a esa misiva reduciendo a polvo radioactivo a las fuerzas enemigas, pero la relación de poder del Politburó le impedía tomar aquella decisión. En aquel momento el equilibrio entre “halcones” y “palomas” respecto a una escalada nuclear estaba al 50%, y temía que finalmente se impusiera la opción de tomar en consideración la oferta de los imperialistas, aunque confiaba en que dentro de pocas horas, pudiera volver a hablar con Aleyev para ordenarle que iniciase un ataque de represalia.
El general, todavía algo confuso sobre todo lo que estaba aconteciendo en tan pocas horas, quedó al menos algo más aliviado al no haber cancelado la orden del Mariscal Jefe del Estado Mayor General de la Unión Soviética, que unas horas antes le había instruido para cancelar los ataques terrestres de mayor importancia de ese día, en tanto en cuanto no se aclarase la situación. Tan solo tenía permiso para ordenar ataques limitados y bombardeos artilleros y de la aviación, que siguieran debilitando al enemigo, a la vez que usaba ese tiempo para que sus ejércitos se reaprovisionaran y se reagruparan. A Aleyev no le gustaba demasiado la idea de las armas nucleares. Le horrorizaba la idea de que sus soldados, tanques y cañones fueran barridos como lo había sido el infortunado regimiento acorazado iraquí. Como general de artillería había presenciado barreras de fuego de una magnitud enorme, tanto en maniobras como en aquella guerra, de la que ya casi se cumplían dos meses, pero siempre recordaría la vez que fue invitado a presenciar una prueba nuclear. El poder de aquellas armas era sencillamente aterrador, no había parangón en cuanto a potencia destructiva. El uso de una sola arma ya era una mala noticia, pero la visión de que sus tropas fueran consumidas por aquellas bombas, le llenaba de congoja y de impotencia, y sin embargo, pensaba que algo había que hacer para responder a la provocación imperialista. De momento había tomado ciertas medidas, como que todo el personal del frente operase bajo estrictas mediadas NBQ, pese a lo agotador de operar en esas condiciones en el desierto, o dispersar sus unidades para no ofrecer blancos demasiado grandes a las armas atómicas enemigas, aunque eso fuera en contra del principio de concentración de fuerzas para una ofensiva acorazada. También había puesto en el aire a todos sus cazas sobre su linea de frente y su inmediata retaguardia, y a todos los SAM,s de los que pudo echar mano en las mismas zonas y en sus lineas de abastecimiento. Por último, había instruido al general del 34º Ejercito Aéreo, que tuviera preparado algunos Su-24 para lanzar un ataque de respuesta nuclear.
Su amigo el general Demko, confiaba en que mantener el ímpetu del avance sobre el enemigo, romper sus lineas y desplegarse por toda la península arábiga, junto con el entrenamiento y equipo ruso para la guerra NBQ, haría que los posibles ataques norteamericanos contra sus tropas fueran menos efectivos y finalmente acabaran prevaleciendo, aunque esta vez, Aleyev no estaba de acuerdo con él. Si sus tropas eran diezmadas y las ciudades y campos petrolíferos arrasados, no veía la victoria por ningún lado. Sería un terrorífico empate donde la única victoriosa sería la muerte.
Al menos por esta vez agradeció no tener que tomar esa decisión, pero por supuesto, cumpliría la orden que recibiese de Moscú.
La hora en punto sonaba en el reloj de uno de los presente. Eran las cuatro de la tarde, y hacía ya unos minutos que había comenzado la reunión de urgencia de algunos miembros escogidos del Consejo de Mando Revolucionario, en un bunker a las afueras de Bagdad.
En esos precisos momentos tenía la palabra el Teniente General Ayad Al-Rawaii, que había sido llamado con urgencia a la capital para informar del cobarde y criminal ataque norteamericano sobre sus tropas.
-... no solo hemos perdido ese regimiento acorazado que iba a emplear para lograr una ruptura definitiva de las lineas enemigas, sino que la carretera 50, nuestra principal vía de abastecimiento para mantener la ofensiva ha quedado contaminada y llena de basura radioactiva en varios kilómetros a la redonda, dificultando en gran medida el avituallamiento de nuestras tropas de vanguardia. En resumen, la ofensiva de nuestras tropas se ha visto gravemente afectada. Todavía es posible llevar a cabo ataques limitados, pero sin una linea de abastecimientos sólida y con parte de nuestras tropas combatiendo con trajes de protección radiológica, la efectividad de los soldados para realizar operaciones ofensivas caerá en muy poco tiempo.
-Y si los americanos vuelven a atacarnos ¿Podríamos mantener la ofensiva o deberíamos detenernos definitivamente? - preguntó uno de los presentes.
-Trataré de evitar que vuelva a suceder algo así – dijo sin mucho convencimiento el general, que sabía que dar muchas malas noticias juntas, sin ninguna alternativa por remota que fuese, podría ponerlo en un serio aprieto con el “Rais”.
-¿Y como piensa hacerlo? - inquirió el viceprimer ministro Tariq Aziz.
-Primero, deberíamos reforzar la cobertura aérea de nuestras tropas. Los aviones y los sistemas de defensa aérea han sido trasladados casi todos al este, en apoyo de la ofensiva soviética, y eso ha facilitado la tarea de los bombarderos americanos. Segundo – dijo, repitiendo algo que había preparado durante el viaje – nos acercaremos cuanto podamos a las tropas enemigas, para que sus armas les afecten a ellos casi tanto como a nosotros. Tercero, dispersaré las tropas para que no sean un blanco ni fácil ni apetecible para el enemigo. Y por último, y aunque esto ya escapa a mi cometido, creo que sería bueno que los americanos temiesen una respuesta por nuestra parte, recordandoles que nosotros también tenemos armas de destrucción masiva.
Algunos de los presentes miraron discretamente a Ali Hassan al-Majid, también conocido entre los Kurdos y en el resto del mundo como Ali “el químico” o simplemente “el carnicero del Kurdistan”.
Este, lejos de incomodarse, tomó la palabra.
-Querido primo – dijo refiriéndose a Saddam Hussein – y demás miembros de este consejo. Estamos ante un momento crucial de la historia de nuestro país y del mundo. Lo que decidamos hoy aquí, marcará el destino y el futuro de nuestra gran nación y de nuestras gentes...
-Y es por eso actuaremos como mejor convenga a nuestros ciudadanos, al partido y a la revolución, – interrumpió el “Rais” - por eso quiero que escuchen la información que tiene Tariq sobre la respuesta de nuestros aliados rusos en estos críticos momentos. - El presidente iraquí, mantenía el gesto serio y la rabia contenida se dibujaba en su rostro.
El Viceprimer Ministro y Ministro de Asuntos Exteriores cogió unas notas y se ajustó las gafas.
-Señores, unos minutos antes de entrar en esta reunión, he hablado con mi colega de asuntos exteriores soviético. Me ha informado que este mediodía ha habido una reunión del gobierno soviético para evaluar la situación y buscar respuestas a la crisis nuclear. - Se detuvo a beber un trago de agua. - No me ha contado los detalles, pero en un lenguaje diplomático, y tras varias promesas de que somos sus camaradas en la lucha, y que no quedará sin venganza esta monstruosidad contra nuestros soldados y nuestro país, ha venido a decir que los norteamericanos les han pedido negociaciones directas para solucionar el conflicto, antes que continuar con la escalada atómica, y que tras un debate muy tenso, el Politburó ha decidido reunirse de nuevo esta noche para tratar el tema con más información y opciones. Entre lineas he interpretado que la facción que podría optar por la negociación con los americanos está en ligera ventaja sobre la que quiere que se devuelva el golpe.
-Lo cual no es conveniente para nosotros – intervino el presidente – ya que no pienso dejar que esos asquerosos imperialistas y sus aliados nos ataquen de esa vil manera y queden indemnes.
El Teniente General Al-Rawaii pensó que todo dependería de la decisión de Moscú. Sin sus aliados, y aunque le costase reconocerlo, no solo la victoria era imposible, sino que la derrota de su ejército y el colapso de su gobierno y de su país podría producirse en un breve plazo. Naturalmente se abstuvo de contradecir a su presidente.
-Hemos de actuar – prosiguió Saddam Hussein – para vengar a nuestros soldados y para hacer ver a los americanos y al mundo entero, que los hijos de Iraq no pueden ser humillados, y que devolvemos golpe por golpe.
-Pero “Rais”, si los soviéticos nos traicionan y deciden emprender negociaciones ¿actuaremos nosotros en solitario? - dijo Tariq Aziz algo temeroso de la reacción de su líder.
-Podemos hacer algo mejor – intervino Alí “el químico” - podemos inclinar a nuestro favor la decisión de los rusos.
-¿Y como piensa que podamos influir tanto en nuestros aliados? - preguntó otro de los presentes.
-Nuestro querido presidente – respondió el Viceprimer Ministro – ha de hablar con urgencia con el Secretario General de la URSS y convencerlo de la necesidad de responder cuanto antes.
-No – respondió tajante Saddam Hussein mientras la cólera se iba apoderando de él - No voy a mendigar al hombre que ni siquiera ha tenido la deferencia de llamarme todavía para mostrarme su apoyo en estos momentos. Puede que esté muy ocupado en el lavabo, ensuciando sus pantalones ante la demostración de fuerza del enemigo, pero yo no les tengo miedo y pienso luchar hasta el final.
El General Al-Rawaii se sobrecogió al escuchar aquellas palabras. Estaba claro que no iba a ser el presidente el que luchara hasta el final, sino sus soldados, los que morirían por decenas de miles o incluso centenares de miles si el conflicto escalaba a una confrontación con armas de destrucción masiva.
-El presidente tiene razón – intervino “el carnicero del Kurdistan” - nuestra mejor opción para responder al enemigo, vengar a nuestros bravos soldados e influir en el resultado de la decisión de los rusos es hacer uso de nuestras armas químicas, y por eso pido formalmente una decisión de este Consejo a tal efecto. Hemos de ser decididos, rápidos y contundentes. Incluso dentro de unas horas ya será demasiado tarde.
-¿Usar nuestras armas químicas contra los norteamericanos? ¿Esa es la propuesta que plantea? - dijo el Al-Rawaii.
-Efectivamente general. ¿Acaso le parece mal?
-Depende – dijo el general con extrema cautela, sabiendo que su vida podía depender de sus próximas palabras. - Si atacamos a los americanos en la linea del frente, dada la climatología reinante en el teatro de operaciones, y que durará al menos hasta mañana, haría que los efectos de esas armas se sintieran en gran medida en la tropas rusas, al desplazarse los vientos hacía el norte. Eso no sería bueno para nosotros. Podríamos atacar a los egipcios o saudíes, pero pasaría lo mismo con nuestras tropas. Pese a que podríamos adoptar medidas especiales, perderíamos hombres y la moral de nuestras tropas seguramente se resentiría bastante. - El general giró la cabeza y vio el gesto de disgusto del “Rais”, por lo que se apresuró a concluir su intervención – Pero queda la alternativa de lanzar ese ataque químico contra instalaciones en la retaguardia enemiga. Yo propondría alguna de las bases aéreas norteamericanas. En Al-Kharj están concentrándose cada vez más aviones norteamericanos y, la negación de su uso sería un serio revés para el enemigo.
Saddam Hussein miró a su primo y esperó su respuesta al general.
-Soy de la misma opinión del general – dijo para alivio de Al-Rawaii – pero creo que hemos de ser más ambiciosos con los objetivos, no debemos mostrar clemencia. Los americanos han sido los que nos han atacado, pero también los saudíes son culpables, ya que los apoyan y, ha sido sobrevolando sus cielos como han podido llegar hasta nosotros. Sin duda ellos lo sabían y lo han consentido. Deben pagar también. Yo propongo como objetivo la base aérea que operan conjuntamente los saudíes y los americanos en Riad.
-Estoy de acuerdo – se apresuro a decir Tariq Aziz – golpeemos fuerte a los americanos y a sus aliados, los musulmanes traidores a su verdadera fe.
El “Rais” asintió con la cabeza. Ya estaba decidido, pero todavía quedaba algo que quería decir a sus “súbditos”.
-Queridos amigos, hemos tomado esta difícil decisión como la más acertada entre todas las posibles, pero nuestra venganza no estará completa mientras los sionistas sigan a salvo en sus fronteras, regocijándose en nuestro dolor y esperando un momento de debilidad para aplastar a nuestros hermanos palestinos e incluso unirse a nuestros enemigos. Por eso hemos de hacer ver a los verdaderos musulmanes de todo el mundo, pero especialmente a la población de aquellos países que están apoyando a los cruzados en esta guerra santa, que la cobarde actitud de sus gobiernos, no hace sino dar más fuerza a los sionistas para reprimir a nuestros hermanos en la región y humillar a los musulmanes. - La implicación de aquellas palabras estaba siendo rápidamente captadas por todos los presentes. - Este es el momento para hacer que todo el mundo musulmán se una y se alíe a nuestra causa. Si ven como combatimos también con Israel, la coalición de enemigos árabes se desintegrará, sus gobiernos no podrán parar la indignación de su pueblo que verían como sus gobiernos luchan contra quien combate al enemigo de los musulmanes. Incluso Siria o Jordania podrían unirse a nuestro bando, quizás todo el Magreb. Imaginaos esa alianza de países árabes lideradas por nuestro país, expulsando a los sionistas y los cruzados de nuestras tierras. Sería glorioso. Y entonces no necesitaríamos a los rusos, aunque de todas formas, después de nuestros ataques, ya no les quedará más opción que apoyarnos o retirarse como unos cobardes.
El general Al-Rawaii le comenzaba a asustar el tono mesiánico de aquellas palabras y de todo lo que se derivaba de ellas. Su presidente siempre había sido un líder más pragmático que religioso, y en aquellas reuniones no solía tener aquel discurso, que lo reservaba para sus apariciones públicas, pero quizás el ataque nuclear de aquella misma mañana había desequilibrado algo su mente. De cualquier modo, lo que estaba proponiendo era extremadamente peligroso, y si bien ya se había debatido con anterioridad en base a los mismos argumentos, aunque con armas convencionales, al final no se había decidido nada al no tener el apoyo de Moscú para esa acción y, mientras los ejércitos de ambos países fueran ganando la guerra, no se vieron demasiadas ventajas al involucrar a Israel en la contienda. Pero algo había cambiado en la percepción de Saddam Hussein sobre el asunto, y ahora propugnaba y defendía un ataque químico sobre las ciudades israelíes, y si el “Rais” lo había decidido, nadie iba a oponerse, aunque temieran lo peor para su país.
Si alguno de los presentes tenía sus dudas acerca que aquellos ataques pudieran inclinar la balanza en el Politburo a favor de los “halcones”, se guardó muy bien de decirlo. La reunión continuó durante unos minutos más debatiendo los blancos, las zonas de lanzamiento, el horario y otros detalles, pero al final, para bien o para mal, Iraq se disponía a lanzar unos ataques que influirían decisivamente en el transcurso de la contienda.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
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- Registrado: 29 Ene 2012, 22:19
Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
Ufffff.....Excelente giro del relato !!
A ver con qué "apocalipsis" nos deleitas
A ver con qué "apocalipsis" nos deleitas
- flanker33
- Teniente Coronel
- Mensajes: 2238
- Registrado: 18 Jun 2005, 12:02
Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
16 de agosto
Faltaban 10 minutos para las siete de la tarde cuando en un movimiento coordinado, y tras casi una hora de preparación, los transportes-lanzadores (TEL) de los misiles Al-Hussein, mantenidos en reserva hasta la fecha, salieron de sus escondrijos en cuevas o instalaciones subterráneas y de superficie, al oeste y al sur de Iraq. Estos misiles, una versión local del Scud-B soviético, tenía un alcance superior a los 600 km, y habían sido los elegidos para lanzar el ataque químico iraquí de represalia sobre Arabia Saudí e Israel. Poco antes se había procedido por los técnicos a mezclar los dos componentes del gas nervioso Sarin, el GB y el GF, que habían de ser almacenados por separado para mantener la “calidad” del agente en condiciones de uso. Los vehículos avanzaron unos metros hasta sus posiciones de disparo y comenzaron a elevar los misiles, apuntando al cielo. Las tripulaciones estaban nerviosas, pese a que habían sido informadas de que los aviones de caza iraquíes y baterías de defensa antiaérea les protegerían de posibles ataques aéreos enemigos, y que en tierra se encontraban rodeados por un “impenetrable” cordón de fuerzas de la Guardia Republicana, por lo que no debían temer por ser atacadas, y concentrarse en realizar a la perfección su trabajo, que sería de vital importancia para el desenlace de la guerra y para su país. Pese a ello, a nadie se le escapaba que aquellos lanzadores y sus misiles eran un blanco prioritario de sus enemigos y que ya desde las primeras horas de la guerra habían logrado destruir algunos vehículos y sus misiles asociados, pero después de los primeros lanzamientos sobre Riad, los americanos y sus aliados habían aumentado los ataques sobre los lanzadores de misiles tierra-tierra, aunque por suerte para ellos, no había sido todo lo intensa y efectiva que el mando aliado hubiese deseado.
Aquellas tripulaciones eran las mejores y sus entrenamientos continuos estaban dando ahora sus frutos. Todo iba como debía funcionar. Las coordenadas de los objetivos habían sido introducidas en los ordenadores, las últimas comprobaciones efectuadas y los misiles precalentaban los motores. A las 19:20 todos los operadores accionaron los mandos de disparo, y 24 misiles se elevaron en medio de una gran cortina de humo generada por la primera fase de sus motores al impulsarlos hacia el cielo, mientras ganaban velocidad y se dirigían hacia sus objetivos. Los vehículos volvieron rápidamente a sus escondrijos antes de que fueran visitados por la aviación o los comandos enemigos.
El lanzamiento fue detectado en primera instancia por los satélites DSP y luego por los radares de tierra y los AWAC,s que patrullaban en el cielo. Tras unos instantes, los potentes ordenadores calcularon su numero, su velocidad y poco después el rumbo de los misiles atacantes. Acto seguido predijeron los puntos de impacto y los catalogaron como blancos hostiles. La alarma de ataque con misiles SSM recorrió toda la cadena de mando lo más deprisa posible, como las veces anteriores que los iraquíes habían lanzado misiles contra Arabia Saudí. Pero esta vez era diferente. El número de misiles era bastante superior a lo habitual, pero sobre todo, y era lo más preocupante, la mitad de ellos habían sido lanzados desde el oeste del país, y su blanco era Tel Aviv, la capital de Israel. Los otros 12 SSM se dirigía hacia Riad, y los dos grupos de misiles impactarían en sus objetivos en pocos minutos.
Las autoridades alertaron a la defensa civil y dieron la alarma de ataque aéreo en ambas ciudades. Mientras la población civil corría a sus refugios, los operadores de las baterías de misiles SAM Patriot ya estaban intentando detener el ataque. En Arabia Saudí, se encontraba desde el inicio de la guerra casi toda la 11º Brigada de Artillería de Defensa Aérea con sus batallones de misiles Stinger, Chaparral, Hawk y Patriots, pero solo estos últimos tenían alguna posibilidad de interceptar los Al-Hussein, como habían demostrados en las semanas anteriores. Las 12 baterías de Patriots con que contaba la brigada, habían sido desplegadas en torno Riad, en las principales bases aéreas en toda la región, en instalaciones petrolíferas y en los puertos en el mar Rojo y el de Salalah en Omán. En torno a la capital saudí, dos baterías con 14 lanzadores cuádruples (2 habían sido destruidos por ataques aéreos soviéticos) estaban apostadas defendiendo la gran urbe desde cualquier ángulo posible, y con anterioridad ya habían acreditado el derribo de más de una quincena de misiles enemigos, aunque otros habían logrado pasar su barrera y producir daños ligeros la mayoría de las veces, moderados en alguna ocasión, en la ciudad y en instalaciones militares.
En Israel, la red de defensa aérea activo sus baterías de misiles HAWK, pero la capacidad de estos contra los Al-Hussein era prácticamente cero. Por desgracia para el estado judío, el ejército norteamericano no había podido desplegar ninguna batería de misiles Patriot en Israel, al necesitarlos desesperadamente en el Golfo Pérsico, en Turquía y no poder desplazar ninguna desde Europa debido al clima de extrema tensión reinante.
Cuando los misiles comenzaron a picar en busca de su objetivo a más de 5,000 km por hora, los misiles SAM empezaron a salir de sus lanzadores en su busca. Segundos después se producía la primera interceptación sobre el cielo saudí. Las baterías que defendían Riad lograron un 40% de derribos, eliminando a 5 de los misiles atacantes, mientras que las defensas en Israel no lograron derribar a ninguno de ellos.
El primer Al-Hussein en impactar lo hizo en el centro de la capital saudí, a 800 metros del punto al que se dirigía, una de las pistas de la base aérea de Riad, pero dentro del recinto de la enorme y atestada base. Le siguieron otros cuatro misiles más, mientras que otro se desvió bastante de su objetivo e impactó en un populoso barrio al suroeste de la base aérea. El último se desintegró en la atmosfera y sus restos se esparcieron por muchos kilómetros a la redonda, sin que la carga química llegase a afectar a nadie.
Mientras en Tel Aviv, uno de los misiles se estrelló en el agua, frente a las costas de la ciudad, y otros dos se destruyeron por fallos estructurales durante su reentrada Los restantes nueve misiles impactaron por toda la ciudad.
Los efectos del gas en Riad fueron importantes. Algún que otro avión fue destruido por la metralla que produjo la explosión de los misiles, pero sobre todo se produjeron muchas bajas entre el personal de tierra de la base, incluidos docenas y docenas de soldados americanos, y también de los civiles alcanzados por el gas pese a la alarma de ataque aéreo emitida unos pocos minutos antes. En la capital israelí, pese a que fue más duramente golpeada, la mejor preparación de la defensa civil evitó que se produjeran un número muy elevado de bajas entre la población civil.
En general los acontecimientos que se sucedieron en ambas ciudades fueron parecidos. Las explosiones aéreas de los misiles provocaron nubes de gas de color rojizo, que más que un gas propiamente dicho eran un aerosol con millones de gotitas menudas que se adherían a la piel y a la ropa, se inhalaban o se ingerían, y tan solo 0,1 gramo de aquella sustancia producía efectos letales. Las personas expuestas a él, sufrían primero mareos, sudoración excesiva, cansancio y vómitos. A medida que el agente químico iba afectando a su sistema nervioso, las sensaciones del cuerpo pasaban de un frío extremos a un calor horrendo o a un dolor agudo. Finalmente llegaba la descoordinación completa del cuerpo y cuando las células de su cerebro se veían afectadas, el fin era rápido. Su corazón dejaba de latir y la muerte sobrevenía casi al instante. El proceso entero no duraba más de 20 o 30 segundos. Tan solo unos algunos militares norteamericanos y saudíes, y algunos civiles israelíes, pudieron hacer uso de inyecciones de atropina que les salvó de las garras de una muerte segura.
Por suerte para los habitantes de las ciudades afectadas, el Sarin era un agente nervioso no persistente, y en las condiciones de calor de aquel verano, sobre todo en Riad, el efecto no duró demasiado, apenas 10 o 15 minutos, aunque las bajas por el ataque se contaron por miles de muertos y afectados.
Minutos después, y cada uno por su cuenta, los gobiernos de los países afectados y de EEUU convocaban reuniones de urgencia para tratar de la respuesta a dar a los ataques químicos iraquíes.
Eran casi las 9 de la noche cuando desde la base de la Fuerza Aérea Israelí de Tel Nof, un escuadrón formado por 8 cazas F-15 y 6 cazas F-16 despegaban rumbo a Iraq, su nombre en clave, “Escuadrón Vengador”. A la vez, y desde otras bases, se estaban lanzando más y más aviones al aire, para defenderse de cualquier posible ataque aéreo enemigo, a la vez que para intimidar al gobierno jordano, cuyo espacio aéreo iba a ser violado por los cazabombarderos que se dirigían rumbo a Iraq.
Minutos después comenzaba la reunión en Moscú del Politburo para decidir la respuesta al bombardeo nuclear norteamericano de la mañana, ahora con más datos, pero también con las preocupantes noticias del ataque químico iraquí a Israel y Arabia Saudí.
Los aviones israelíes cruzaron el cielo jordano a media cota, y pese a que fueron detectado por los radares del reino hachemita, sus fuerzas aéreas optaron por la prudente actitud de mirar hacia otro lado y mantenerse en tierra. Algo después, el “Escuadrón Vengador” cruzaba la frontera con Iraq, descendiendo y manteniendo un perfil de vuelo a baja cota, lo que unido a que la red de radares de defensa aérea iraquíes estaba bastante degradada, permitió que no fueran detectados hasta que les quedaba apenas unas 70 millas para su objetivo, la ciudad de nacimiento del líder iraquí, Tikrit.
Se había discutido si se debía devolver el golpe contra Bagdad, pero finalmente se llegó a la conclusión que en la capital las bajas civiles serían mucho mayores, y por lo tanto sería tremendamente desproporcionada con las bajas israelíes, y aunque aquello era del agrado de determinados miembros de gabinete hebreo, al final se optó por cierta mesura, además la probabilidad de matar a gran cantidad de soldados rusos también era muy alta y aquello no convenía a Israel de momento. Así que se optó por aquel blanco simbólico, donde una ciudad de apenas 30,000 habitantes iba a ser atacada y se esperaban bajas de alrededor del 50% entre muertos y heridos. Sería suficiente para mandar un mensaje al dictador y a los que le apoyaban. Si se volvía a repetir un ataque contra suelo israelí, entonces si se atomizaría Bagdad.
Mientras los F-15 y F-16 hebreos se aproximaban a toda velocidad a su blanco, desde la base saudí de misiles de alcance medio de Al Sulayyil, comenzaron a despegar una decena de misiles DF-3A de fabricación china que el gobierno saudí había adquirido a Pekín, y que eran los únicos operativos en el país desde que hiciera un año, comenzasen las entregas.
Así pues, casi por casualidad, la defensa aérea soviético-iraquí se encontró a la vez con dos nuevos problemas a parte de su ya complicada labor de mantener el control sobre el espacio aéreo del frente de batalla y las vías de abastecimiento. Los primeros en acercarse a su objetivo, dada su gran velocidad fueron los misiles saudíes. A ellos se enfrentaron los misiles S-200 (SA-5) que los soviéticos habían desplegado desde hacía unas semanas en las inmediaciones de Bagdad. Estos misiles, de limitada efectividad contra misiles balísticos, tan solo lograron derribar a uno de los IRBM atacantes. Los 9 restantes, equipados cada uno con una cabeza de guerra dos toneladas de alto explosivo impactaron en la capital iraquí, importando poco que algunos se desviaran más de un kilómetro de su punto previsto de impacto, ya que todos ellos cayeron dentro de los límites de la ciudad, y mataron a varios centenares de civiles.
Pero el ataque más devastador fue el de la IAF. Los F-15 de escolta lograron mantener alejados a 6 Mig-23 soviéticos y dos Mig-21 iraquíes que habían logrado salir a su paso, mientras que cuatro de los F-16, equipados con misiles HARM y equipos ECM interferían y destruían los radares asociados a sistemas SAM que se encontraban en el camino de su objetivo. Finalmente, uno de los 2 F-16 armados con una bomba nuclear, la lanzó sobre la ciudad de Tikrit e inmediatamente después todo el “Escuadrón Vengador” salía de la zona a máxima velocidad, mientras que los soviéticos e iraquíes eran incapaces de poner más aviones en el aire para su persecución, habida cuenta de que el grueso de sus fuerzas estaban desplegadas al sur del país y en estado de alerta ante otro posible ataque norteamericano. Más tarde aterrizarían en Tel Nof sin más novedad.
En Tikrit, una explosión nuclear similar en potencia a la realizada durante la mañana de aquel mismo día por los norteamericanos, destruía gran parte del centro de la ciudad y mataba en el acto a miles de personas. Varios miles más morirían en las horas, días y semanas posteriores. El número de heridos fue también muy elevado. De una forma u otra, prácticamente toda la población de la ciudad se vio afectada por el ataque nuclear.
17 de agosto
La conmoción en el gobierno iraquí fue grande. La posibilidad de que los israelíes devolvieran el golpe con armas atómicas era grande y había sido contemplada, pero aún así, predominaba un cierto engaño autoimpuesto que pregonaba que no se atreverían a hacerlo, o que si lo hacían, sería incluso beneficioso para sus fines de amalgamar al mundo musulmán bajo su liderazgo. Después de saber que realmente había tenido lugar el ataque nuclear israelí y enfrentarse a la cruda realidad, la sensación en muchos órganos de poder iraquí fue de una cierta incredulidad y parálisis, cuando no directamente miedo. Y el más sorprendido y afectado por el objetivo escogido por los hebreos fue el “Rais”. El dictador Saddam Hussein se debatía entre la indignación y la rabia que le producía aquella matanza, con los consejos de cada vez más miembros de su círculo íntimo e incluso de su instinto de supervivencia, que le decía que no debía seguir subiendo la apuesta si quería seguir manteniendo el poder, o incluso su propia vida.
Eran ya altas horas de la madrugada del día 17 cuando se encontraba reunido de nuevo el gabinete de crisis iraquí, y llegaban noticias de Moscú. El Secretario General del PCUS remitió un comunicado urgente al propio Saddam Hussein. Era una carta densa, con mucho lenguaje diplomático y palabras vacías, pero de donde se sacaban algunos puntos en claro. Se le instaba a no volver a realizar ataques químicos sobre Israel o sus enemigos en el Golfo Pérsico, a la vez que le pedía que interrumpiera sus ataques convencionales. Se le informaba que el gobierno soviético, ante el cariz de la situación internacional, entre los que se destacaba el estado de alerta máxima de las fuerzas nucleares de todas las potencias atómicas del mundo, y el peligro de que una escalada nuclear destruyese la humanidad e, hiciese inútil todos los esfuerzos que en aquella costosa guerra se habían conseguido por parte de ambos países, se había acordado comenzar negociaciones directas con los EEUU para poner fin al riesgo de una Destrucción Mutua Asegurada, a la vez que aseguraba a su aliado iraquí que se presentarían en las negociaciones con las exigencias irrenunciables de que Iraq conservase Kuwait como su provincia número 19, y la URSS estableciera un gobierno pro-soviético en Teherán, a la vez que tratarían de consolidar las ganancias en Arabia Saudí y condiciones ventajosas para ambos países por no llevar al mundo entero al abismo.
Los dirigentes iraquíes tuvieron una dosis de realismo tras aquella carta. Estaba claro que no habían logrado influir en la decisión del gobierno soviético para que optaran por la línea dura, si no más bien todo lo contrario, y la reacción del mundo árabe en general, tampoco había sido hasta el momento la esperada. Si bien se habían sucedido comunicados de condena hacia la acción israelí en términos bastante duros, algún que otro país musulmán incluso se habían atrevido a condenar también el ataque químico iraquí, y prácticamente todos ellos habían llamado a que no se repitiesen nuevos ataques con armas de destrucción masiva y se entablasen negociaciones de urgencia entre todas las partes.
El animo de los gobernantes iraquíes había sufrido un duro golpe, y finalmente, a pesar de la oposición de algunos de los miembros más recalcitrantes, Saddam Hussein optó por el pragmatismo y asumió el comunicado soviético, instruyendo a sus ministros para que su país se presentara como víctima y a la vez ganador de aquellas locas 24 horas, y él mismo se pondría en contacto con sus aliados en Moscú para exigir un puesto en las negociaciones y sus propias exigencias. En aquellas circunstancias era a lo más que podía aspirar.
Faltaban 10 minutos para las siete de la tarde cuando en un movimiento coordinado, y tras casi una hora de preparación, los transportes-lanzadores (TEL) de los misiles Al-Hussein, mantenidos en reserva hasta la fecha, salieron de sus escondrijos en cuevas o instalaciones subterráneas y de superficie, al oeste y al sur de Iraq. Estos misiles, una versión local del Scud-B soviético, tenía un alcance superior a los 600 km, y habían sido los elegidos para lanzar el ataque químico iraquí de represalia sobre Arabia Saudí e Israel. Poco antes se había procedido por los técnicos a mezclar los dos componentes del gas nervioso Sarin, el GB y el GF, que habían de ser almacenados por separado para mantener la “calidad” del agente en condiciones de uso. Los vehículos avanzaron unos metros hasta sus posiciones de disparo y comenzaron a elevar los misiles, apuntando al cielo. Las tripulaciones estaban nerviosas, pese a que habían sido informadas de que los aviones de caza iraquíes y baterías de defensa antiaérea les protegerían de posibles ataques aéreos enemigos, y que en tierra se encontraban rodeados por un “impenetrable” cordón de fuerzas de la Guardia Republicana, por lo que no debían temer por ser atacadas, y concentrarse en realizar a la perfección su trabajo, que sería de vital importancia para el desenlace de la guerra y para su país. Pese a ello, a nadie se le escapaba que aquellos lanzadores y sus misiles eran un blanco prioritario de sus enemigos y que ya desde las primeras horas de la guerra habían logrado destruir algunos vehículos y sus misiles asociados, pero después de los primeros lanzamientos sobre Riad, los americanos y sus aliados habían aumentado los ataques sobre los lanzadores de misiles tierra-tierra, aunque por suerte para ellos, no había sido todo lo intensa y efectiva que el mando aliado hubiese deseado.
Aquellas tripulaciones eran las mejores y sus entrenamientos continuos estaban dando ahora sus frutos. Todo iba como debía funcionar. Las coordenadas de los objetivos habían sido introducidas en los ordenadores, las últimas comprobaciones efectuadas y los misiles precalentaban los motores. A las 19:20 todos los operadores accionaron los mandos de disparo, y 24 misiles se elevaron en medio de una gran cortina de humo generada por la primera fase de sus motores al impulsarlos hacia el cielo, mientras ganaban velocidad y se dirigían hacia sus objetivos. Los vehículos volvieron rápidamente a sus escondrijos antes de que fueran visitados por la aviación o los comandos enemigos.
El lanzamiento fue detectado en primera instancia por los satélites DSP y luego por los radares de tierra y los AWAC,s que patrullaban en el cielo. Tras unos instantes, los potentes ordenadores calcularon su numero, su velocidad y poco después el rumbo de los misiles atacantes. Acto seguido predijeron los puntos de impacto y los catalogaron como blancos hostiles. La alarma de ataque con misiles SSM recorrió toda la cadena de mando lo más deprisa posible, como las veces anteriores que los iraquíes habían lanzado misiles contra Arabia Saudí. Pero esta vez era diferente. El número de misiles era bastante superior a lo habitual, pero sobre todo, y era lo más preocupante, la mitad de ellos habían sido lanzados desde el oeste del país, y su blanco era Tel Aviv, la capital de Israel. Los otros 12 SSM se dirigía hacia Riad, y los dos grupos de misiles impactarían en sus objetivos en pocos minutos.
Las autoridades alertaron a la defensa civil y dieron la alarma de ataque aéreo en ambas ciudades. Mientras la población civil corría a sus refugios, los operadores de las baterías de misiles SAM Patriot ya estaban intentando detener el ataque. En Arabia Saudí, se encontraba desde el inicio de la guerra casi toda la 11º Brigada de Artillería de Defensa Aérea con sus batallones de misiles Stinger, Chaparral, Hawk y Patriots, pero solo estos últimos tenían alguna posibilidad de interceptar los Al-Hussein, como habían demostrados en las semanas anteriores. Las 12 baterías de Patriots con que contaba la brigada, habían sido desplegadas en torno Riad, en las principales bases aéreas en toda la región, en instalaciones petrolíferas y en los puertos en el mar Rojo y el de Salalah en Omán. En torno a la capital saudí, dos baterías con 14 lanzadores cuádruples (2 habían sido destruidos por ataques aéreos soviéticos) estaban apostadas defendiendo la gran urbe desde cualquier ángulo posible, y con anterioridad ya habían acreditado el derribo de más de una quincena de misiles enemigos, aunque otros habían logrado pasar su barrera y producir daños ligeros la mayoría de las veces, moderados en alguna ocasión, en la ciudad y en instalaciones militares.
En Israel, la red de defensa aérea activo sus baterías de misiles HAWK, pero la capacidad de estos contra los Al-Hussein era prácticamente cero. Por desgracia para el estado judío, el ejército norteamericano no había podido desplegar ninguna batería de misiles Patriot en Israel, al necesitarlos desesperadamente en el Golfo Pérsico, en Turquía y no poder desplazar ninguna desde Europa debido al clima de extrema tensión reinante.
Cuando los misiles comenzaron a picar en busca de su objetivo a más de 5,000 km por hora, los misiles SAM empezaron a salir de sus lanzadores en su busca. Segundos después se producía la primera interceptación sobre el cielo saudí. Las baterías que defendían Riad lograron un 40% de derribos, eliminando a 5 de los misiles atacantes, mientras que las defensas en Israel no lograron derribar a ninguno de ellos.
El primer Al-Hussein en impactar lo hizo en el centro de la capital saudí, a 800 metros del punto al que se dirigía, una de las pistas de la base aérea de Riad, pero dentro del recinto de la enorme y atestada base. Le siguieron otros cuatro misiles más, mientras que otro se desvió bastante de su objetivo e impactó en un populoso barrio al suroeste de la base aérea. El último se desintegró en la atmosfera y sus restos se esparcieron por muchos kilómetros a la redonda, sin que la carga química llegase a afectar a nadie.
Mientras en Tel Aviv, uno de los misiles se estrelló en el agua, frente a las costas de la ciudad, y otros dos se destruyeron por fallos estructurales durante su reentrada Los restantes nueve misiles impactaron por toda la ciudad.
Los efectos del gas en Riad fueron importantes. Algún que otro avión fue destruido por la metralla que produjo la explosión de los misiles, pero sobre todo se produjeron muchas bajas entre el personal de tierra de la base, incluidos docenas y docenas de soldados americanos, y también de los civiles alcanzados por el gas pese a la alarma de ataque aéreo emitida unos pocos minutos antes. En la capital israelí, pese a que fue más duramente golpeada, la mejor preparación de la defensa civil evitó que se produjeran un número muy elevado de bajas entre la población civil.
En general los acontecimientos que se sucedieron en ambas ciudades fueron parecidos. Las explosiones aéreas de los misiles provocaron nubes de gas de color rojizo, que más que un gas propiamente dicho eran un aerosol con millones de gotitas menudas que se adherían a la piel y a la ropa, se inhalaban o se ingerían, y tan solo 0,1 gramo de aquella sustancia producía efectos letales. Las personas expuestas a él, sufrían primero mareos, sudoración excesiva, cansancio y vómitos. A medida que el agente químico iba afectando a su sistema nervioso, las sensaciones del cuerpo pasaban de un frío extremos a un calor horrendo o a un dolor agudo. Finalmente llegaba la descoordinación completa del cuerpo y cuando las células de su cerebro se veían afectadas, el fin era rápido. Su corazón dejaba de latir y la muerte sobrevenía casi al instante. El proceso entero no duraba más de 20 o 30 segundos. Tan solo unos algunos militares norteamericanos y saudíes, y algunos civiles israelíes, pudieron hacer uso de inyecciones de atropina que les salvó de las garras de una muerte segura.
Por suerte para los habitantes de las ciudades afectadas, el Sarin era un agente nervioso no persistente, y en las condiciones de calor de aquel verano, sobre todo en Riad, el efecto no duró demasiado, apenas 10 o 15 minutos, aunque las bajas por el ataque se contaron por miles de muertos y afectados.
Minutos después, y cada uno por su cuenta, los gobiernos de los países afectados y de EEUU convocaban reuniones de urgencia para tratar de la respuesta a dar a los ataques químicos iraquíes.
Eran casi las 9 de la noche cuando desde la base de la Fuerza Aérea Israelí de Tel Nof, un escuadrón formado por 8 cazas F-15 y 6 cazas F-16 despegaban rumbo a Iraq, su nombre en clave, “Escuadrón Vengador”. A la vez, y desde otras bases, se estaban lanzando más y más aviones al aire, para defenderse de cualquier posible ataque aéreo enemigo, a la vez que para intimidar al gobierno jordano, cuyo espacio aéreo iba a ser violado por los cazabombarderos que se dirigían rumbo a Iraq.
Minutos después comenzaba la reunión en Moscú del Politburo para decidir la respuesta al bombardeo nuclear norteamericano de la mañana, ahora con más datos, pero también con las preocupantes noticias del ataque químico iraquí a Israel y Arabia Saudí.
Los aviones israelíes cruzaron el cielo jordano a media cota, y pese a que fueron detectado por los radares del reino hachemita, sus fuerzas aéreas optaron por la prudente actitud de mirar hacia otro lado y mantenerse en tierra. Algo después, el “Escuadrón Vengador” cruzaba la frontera con Iraq, descendiendo y manteniendo un perfil de vuelo a baja cota, lo que unido a que la red de radares de defensa aérea iraquíes estaba bastante degradada, permitió que no fueran detectados hasta que les quedaba apenas unas 70 millas para su objetivo, la ciudad de nacimiento del líder iraquí, Tikrit.
Se había discutido si se debía devolver el golpe contra Bagdad, pero finalmente se llegó a la conclusión que en la capital las bajas civiles serían mucho mayores, y por lo tanto sería tremendamente desproporcionada con las bajas israelíes, y aunque aquello era del agrado de determinados miembros de gabinete hebreo, al final se optó por cierta mesura, además la probabilidad de matar a gran cantidad de soldados rusos también era muy alta y aquello no convenía a Israel de momento. Así que se optó por aquel blanco simbólico, donde una ciudad de apenas 30,000 habitantes iba a ser atacada y se esperaban bajas de alrededor del 50% entre muertos y heridos. Sería suficiente para mandar un mensaje al dictador y a los que le apoyaban. Si se volvía a repetir un ataque contra suelo israelí, entonces si se atomizaría Bagdad.
Mientras los F-15 y F-16 hebreos se aproximaban a toda velocidad a su blanco, desde la base saudí de misiles de alcance medio de Al Sulayyil, comenzaron a despegar una decena de misiles DF-3A de fabricación china que el gobierno saudí había adquirido a Pekín, y que eran los únicos operativos en el país desde que hiciera un año, comenzasen las entregas.
Así pues, casi por casualidad, la defensa aérea soviético-iraquí se encontró a la vez con dos nuevos problemas a parte de su ya complicada labor de mantener el control sobre el espacio aéreo del frente de batalla y las vías de abastecimiento. Los primeros en acercarse a su objetivo, dada su gran velocidad fueron los misiles saudíes. A ellos se enfrentaron los misiles S-200 (SA-5) que los soviéticos habían desplegado desde hacía unas semanas en las inmediaciones de Bagdad. Estos misiles, de limitada efectividad contra misiles balísticos, tan solo lograron derribar a uno de los IRBM atacantes. Los 9 restantes, equipados cada uno con una cabeza de guerra dos toneladas de alto explosivo impactaron en la capital iraquí, importando poco que algunos se desviaran más de un kilómetro de su punto previsto de impacto, ya que todos ellos cayeron dentro de los límites de la ciudad, y mataron a varios centenares de civiles.
Pero el ataque más devastador fue el de la IAF. Los F-15 de escolta lograron mantener alejados a 6 Mig-23 soviéticos y dos Mig-21 iraquíes que habían logrado salir a su paso, mientras que cuatro de los F-16, equipados con misiles HARM y equipos ECM interferían y destruían los radares asociados a sistemas SAM que se encontraban en el camino de su objetivo. Finalmente, uno de los 2 F-16 armados con una bomba nuclear, la lanzó sobre la ciudad de Tikrit e inmediatamente después todo el “Escuadrón Vengador” salía de la zona a máxima velocidad, mientras que los soviéticos e iraquíes eran incapaces de poner más aviones en el aire para su persecución, habida cuenta de que el grueso de sus fuerzas estaban desplegadas al sur del país y en estado de alerta ante otro posible ataque norteamericano. Más tarde aterrizarían en Tel Nof sin más novedad.
En Tikrit, una explosión nuclear similar en potencia a la realizada durante la mañana de aquel mismo día por los norteamericanos, destruía gran parte del centro de la ciudad y mataba en el acto a miles de personas. Varios miles más morirían en las horas, días y semanas posteriores. El número de heridos fue también muy elevado. De una forma u otra, prácticamente toda la población de la ciudad se vio afectada por el ataque nuclear.
17 de agosto
La conmoción en el gobierno iraquí fue grande. La posibilidad de que los israelíes devolvieran el golpe con armas atómicas era grande y había sido contemplada, pero aún así, predominaba un cierto engaño autoimpuesto que pregonaba que no se atreverían a hacerlo, o que si lo hacían, sería incluso beneficioso para sus fines de amalgamar al mundo musulmán bajo su liderazgo. Después de saber que realmente había tenido lugar el ataque nuclear israelí y enfrentarse a la cruda realidad, la sensación en muchos órganos de poder iraquí fue de una cierta incredulidad y parálisis, cuando no directamente miedo. Y el más sorprendido y afectado por el objetivo escogido por los hebreos fue el “Rais”. El dictador Saddam Hussein se debatía entre la indignación y la rabia que le producía aquella matanza, con los consejos de cada vez más miembros de su círculo íntimo e incluso de su instinto de supervivencia, que le decía que no debía seguir subiendo la apuesta si quería seguir manteniendo el poder, o incluso su propia vida.
Eran ya altas horas de la madrugada del día 17 cuando se encontraba reunido de nuevo el gabinete de crisis iraquí, y llegaban noticias de Moscú. El Secretario General del PCUS remitió un comunicado urgente al propio Saddam Hussein. Era una carta densa, con mucho lenguaje diplomático y palabras vacías, pero de donde se sacaban algunos puntos en claro. Se le instaba a no volver a realizar ataques químicos sobre Israel o sus enemigos en el Golfo Pérsico, a la vez que le pedía que interrumpiera sus ataques convencionales. Se le informaba que el gobierno soviético, ante el cariz de la situación internacional, entre los que se destacaba el estado de alerta máxima de las fuerzas nucleares de todas las potencias atómicas del mundo, y el peligro de que una escalada nuclear destruyese la humanidad e, hiciese inútil todos los esfuerzos que en aquella costosa guerra se habían conseguido por parte de ambos países, se había acordado comenzar negociaciones directas con los EEUU para poner fin al riesgo de una Destrucción Mutua Asegurada, a la vez que aseguraba a su aliado iraquí que se presentarían en las negociaciones con las exigencias irrenunciables de que Iraq conservase Kuwait como su provincia número 19, y la URSS estableciera un gobierno pro-soviético en Teherán, a la vez que tratarían de consolidar las ganancias en Arabia Saudí y condiciones ventajosas para ambos países por no llevar al mundo entero al abismo.
Los dirigentes iraquíes tuvieron una dosis de realismo tras aquella carta. Estaba claro que no habían logrado influir en la decisión del gobierno soviético para que optaran por la línea dura, si no más bien todo lo contrario, y la reacción del mundo árabe en general, tampoco había sido hasta el momento la esperada. Si bien se habían sucedido comunicados de condena hacia la acción israelí en términos bastante duros, algún que otro país musulmán incluso se habían atrevido a condenar también el ataque químico iraquí, y prácticamente todos ellos habían llamado a que no se repitiesen nuevos ataques con armas de destrucción masiva y se entablasen negociaciones de urgencia entre todas las partes.
El animo de los gobernantes iraquíes había sufrido un duro golpe, y finalmente, a pesar de la oposición de algunos de los miembros más recalcitrantes, Saddam Hussein optó por el pragmatismo y asumió el comunicado soviético, instruyendo a sus ministros para que su país se presentara como víctima y a la vez ganador de aquellas locas 24 horas, y él mismo se pondría en contacto con sus aliados en Moscú para exigir un puesto en las negociaciones y sus propias exigencias. En aquellas circunstancias era a lo más que podía aspirar.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
pues ya me termine mis uñas.....estoy pensando seriamente en ir a un rastro a comprar una pezuña para seguir mordiendo....
- Llanero
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
Mi opinión, es que Kuwait pasará a formar parte de Irak. La U.R.S.S, se quedaría con Irán y los ejercitos de ambos paises abandonarian suelo Saudí.
El petroleo, alcanzaría precios astronómicos, lo cual empujaría a los paises occidentales a buscar con más ahinco nuevos yacimientos de petróleo y a explotar los que antes resultaban anti económicos. Amén de invertir todavía más en nuevas fuentes de energía ya fueran renovables o de otro tipo.
Cordiales saludos
El petroleo, alcanzaría precios astronómicos, lo cual empujaría a los paises occidentales a buscar con más ahinco nuevos yacimientos de petróleo y a explotar los que antes resultaban anti económicos. Amén de invertir todavía más en nuevas fuentes de energía ya fueran renovables o de otro tipo.
Cordiales saludos
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
pero seria un proceso de años....o decadas.en un escenario asi suponiendo que los occidentales aceptan la victoria sovietica con la condición de que no avancen mas.los sovieticos tendrian de un plumazo el control de mas del 40% del crudo consumido solo en EU.los efectos en la economia aun si se decretara un cese al fuego serian demoledores.la gran depresión seria nada comparado con esto;peor aun,la SGM reactivo la economia en este caso hipotetico seria todo lo contrario....
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
depreyautja escribió:pero seria un proceso de años....o decadas.en un escenario asi suponiendo que los occidentales aceptan la victoria sovietica con la condición de que no avancen mas.los sovieticos tendrian de un plumazo el control de mas del 40% del crudo consumido solo en EU.los efectos en la economia aun si se decretara un cese al fuego serian demoledores.la gran depresión seria nada comparado con esto;peor aun,la SGM reactivo la economia en este caso hipotetico seria todo lo contrario....
Ése hipotético escenario sería terrible... pero hay que puntualizar una cosa: en 1989 la dependencia energética de EEUU era del 43,9%, importándose en el año 1988 hasta 332 Mt de crudo y derivados... pero de ésas 332 Mt el 49% procedían de países no pertenecientes a la OPEC (como Canada, México o el Reino Unido), y del 51% restante, no todo procedía del Golfo: el petroleo del Golfo representaba "sólo" el 42,4% de las importaciones de EEUU y buena parte del mismo provenía de países que no serían afectados directamente por la guerra (el 16% provenía de Arabia Saudita, pero el 26,4% restante de "otros países del Golfo", entre los que se encontraba Kuwait pero supongo que no Irán, al menos no en cantidades significativas).
Fuente: US Energy Policy In The Face Of Growing Oil Dependence
Con todo, la situación sería similar a la que pinta depreyautja, aunque el desabastecimiento golpearía mas a países que dependieran del petroleo iraní (Europa Occidental o Japón, sobre todo). Eso si, las ondas de choque que se provocarían en el precio del petroleo harían que todo ésto sea un poco "académico". Las economías occidentales quedarían arruinadas, incluida la de EEUU... sería un escenario dantesco: el comunismo al borde del colapso (dudo que la guerra sirviera para evitar su caída... incluso podría generar aún mas descontento) y Occidente arruinado.
Gracias, flanker33, haces que la crisis actual parezca una pelea de almohadas en una fiesta de pijamas
EDITADO para corregir un sonrojante error de suma
Última edición por sergiopl el 11 Jun 2012, 09:57, editado 1 vez en total.
- flanker33
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
17 de agosto
Corrían como alma que lleva el diablo a la vez que intentaban devolver el fuego. La mayoría de las balas enemigas pasaban lejos, otras cerca, algunas les silbaban en los oídos. Los cuatro miembros del equipo Dorset estaban cansados. Pese a su magnifica forma física, los últimos días habían sido agotadores, y aquella tarde llevaban corriendo casi tres horas sin parar monte a través.
-¡RPG a las 12! - gritó Cowen, que como era habitual, fue el que primero se dio cuenta de la nueva amenaza.
Una estela de humo. Una explosión delante de ellos. Nadie herido...por el momento ¿Que había sido aquello? ¿No tenían a sus perseguidores a su espalda? MacCardy intentaba evaluar la situación, pero las prisas, las balas y el cansancio no jugaban a su favor, así que fue Horrocks quien lo dijo.
-¡Capitán, tenemos tropas enemigas a las doce!
-¡Joder, y a nuestra izquierda! ¡Nos están rodeando! - añadió el cabo Stuart
-¿Que hacemos capitán? - pregunto el sargento.
-Parapetaos y no dejéis de disparar.
Los cuatro se detuvieron, ocultándose entre la maleza y las rocas, pero el enemigo sabía donde estaban y continuaban disparando. MacCardy dio un vistazo y sopeso las posibilidades. Aquello pintaba muy mal, los soldados enemigos que se les acercaban por tres lados parecían lo bastante numerosos como para frustrar un intento de contraataque fulgurante que los sacara de aquella jodida situación. La única salida que le quedaba era una colina no muy por encima del equipo, a su derecha. Quizás no hubiera enemigos al otro lado y podrían salir de la trampa en que se habían metido, y si no, siempre podrían hacerse fuertes en aquella posición, contando con la ventaja de una posición dominante.
-¡Lanzad humo! ¡Ahí que llegar hasta aquella cresta!- dijo el capitán señalando la cima del risco.
Tres bote de humo salieron en dirección a los atacantes, a la vez que los cuatro SAS avanzaban agachados lo más rápido que podían hacia su objetivo inmediato. La estratagema tuvo éxito, y los cuatro hombres consiguieron llegar a la pequeña cima, pero el comandante enemigo se anticipó a la maniobra de los SAS y ordenó que alguno de sus hombres avanzaran para rodear la colina por el otro lado, así que cuando comenzaban el descenso, los AK-74 volvieron a tronar cerca de ellos.
-¡Mierda, capitán estamos copados! - dijo el sargento Horrocks.
-¡Atrás, atrás. Replegaros a la cima! ¡Hay que establecer una posición defensiva!
-¡Vamos rápido! - arengo el sargento al equipo.
Los cuatro hombres no necesitaron instrucciones al llegar a su posición. Cada uno se atribuyó un sector de fuego, se camufló como pudo con la escasa vegetación presente y se protegió entre las rocas.
El comandante enemigo, pensando que quizás ya los tenía vencidos o quizás para intentar no perder el ímpetu del momento, ordenó un ataque total a sus fuerzas. Fue el primer fallo que MacCardy le vio cometer tras varias horas de persecución a su equipo aquel día. Los rusos subían a la carrera la cuesta, casi sin protegerse, a la vez que disparaban sin demasiada precisión. Los SAS, ahora con posiciones estables de tiro, mejor protegidos y con la ventaja de la altura, crearon un fuego preciso y mortal sobre las tropas rusas. Varias granadas británicas hicieron aumentar las bajas soviéticas, y finalmente, el ataque perdió impulso y se agotó, volviendo los enemigos colina abajo, hacía sus posiciones de partida, unos 200 metros más allá, donde buscaron protección y asistir a sus heridos.El ataque había fallado.
Tras unos instantes el capitán pregunto a los suyos.
-¿Estáis todos bien? ¿Algún herido?
-Negativo señor.
-Yo estoy bien.
-Sin novedad.
-Estupendo. Preparad posiciones defensivas en vuestros sectores - MacCardy trató de recuperar algo de aliento y despejar su mente. - Recuento de municiones – ordenó.
-Cuatro cargadores señor.
-Los míos suman tres.
-Cinco capitán.
-Yo también tengo cuatro. Cowen pásale uno a Stuart, así estaremos todos igual, tu usa el fusil de precisión. A partir de ahora conservad la munición, recordad, blancos seguros.
-Señor, al final estamos rodeados – dijo casi para él mismo el sargento Horrocks.
-Lo se, ese cabrón por fin ha conseguido tenernos donde quería.
-¿Que vamos a hacer capitán? - preguntó Stuart.
-Dejadme pensar un momento.
MacCardy se veía venir aquella situación desde que hacía un par de días habían comenzado a sentirse acosados por fuerzas soviéticas. Tras el ataque al puente sobre el rió Aras, habían logrado evadirse de la zona sin más problemas, pero a las pocas horas, la vigilancia y las patrullas soviéticas se habían intensificado, haciendo imposible volver a acercarse al río para atacar a alguna otra concentración de tropas, así que había decidido irse algo más al sur, y probar fortuna con los convoyes de suministro enemigos que se dirigían al sur. Pronto descubrió que la vigilancia de la carretera por donde viajaban los suministros y las tropas enemigas era muy estricta y, cuando finalmente lograron encontrar un punto débil en sus defensas y llevar a cabo una acción para que el cabo Stuart pudiese usar sus juguetitos explosivos, no habían hecho sino agitar un avispero. Cierto es que lograron llevarse por delante media docena de camiones cargados de suministros, pero desde entonces, y tras pensar que habían logrado evadirse limpiamente, los rusos habían soltado a un perro de presa tras ellos.
MacCardy estaba convencido que si hubieran sido tropas regulares del KGB o incluso del ejercito rojo, habrían podido escapar, pero quien comenzó a perseguirles, sabía muy bien lo que hacía. Durante las siguientes treinta y tantas horas, habían intentado todas las técnicas de evasión que conocían para despistar al enemigo y que perdiera su rastro, pero había sido inútil. Al final, aquel mismo mediodía, las patrullas enemigas habían dado con ellos y se había iniciado la cacería.
Ahora se daba cuenta MacCardy que aquel cabrón los había dirigido exactamente hacia donde quería. Los había encerrado en una trampa mortal, de la que prácticamente no tenían posibilidades de escapar.
El capitán inglés tenía razón en sus sospechas. Otro capitán de las fuerzas especiales soviéticas había sido el encargado de perseguirlos. Este oficial y muchos de sus hombres eran veteranos de Afganistán, y tenían una gran experiencia en tácticas de contraguerrilla contra los talibanes en zonas montañosas como aquellas, por lo que habían sido destinados por los mandos rusos a aquella región tras la ofensiva contra los puentes del río Aras, al sospechar que habían sido dirigidos por tropas desde tierra. MacCardy no lo sabía, pero aquella táctica rusa ya había logrado dar con dos equipos como el suyo, uno mediante la búsqueda activa del mismo, y otro tras haber realizado este un ataque contra instalaciones del ejército soviético en el norte de Irán. Si MacCardy y los suyos no querían convertirse en el tercero de aquellos equipos, más le valía que encontrasen alguna solución rápida.
-Sargento, acérquese. - Este le obedeció, y aunque los disparos habían cesado, lo hizo arrastrándose por el suelo.
-¿Si señor?
-Son casi las cinco, ¿cree que podremos aguantar hasta que oscurezca?
-No lo se, pero no creo que cometan otra vez el error de lanzar un ataque como el último.
-Pues vamos a hacer todo lo posible por defendernos hasta que no haya luz, y luego intentaremos colarnos entre sus lineas para huir.
Al sargento le pareció sumamente arriesgado, pero pronto vio que no les quedaban mejores opciones.
-¿Iremos juntos o en solitario?
-El sentido común dicta que tendría que ser en solitario o en parejas como mucho, pero si vamos los cuatro por libre, si descubren a alguno, a los otros tres les será casi imposible escapar por la situación de alerta en que entrara el enemigo. Si vamos los cuatro y somos descubiertos, tendremos la posibilidad de abrirnos paso como sea, y quizás alguno lo consiga.
-Si señor.
-Además, si hemos llegado hasta aquí juntos, más vale que acabemos juntos ¿no le parece sargento?
-Me parece – dijo el sargento casi como cuando un padre asume con orgullo la decisión de un hijo.
-Informa a los otros, y recordad, no malgastéis munición, reservar uno o dos cargadores para luego.
-A la orden – dijo partiendo hacia las posiciones de Cowen y Stuart.
Al cabo de unos minutos vieron como los soldados enemigos se replegaban unas decenas de metros más atrás. Aquello no presagiaba nada bueno, y efectivamente, la tranquilidad duró poco más de media hora, cuando un proyectil cayó a cien metros de la cima de la colina.
-¡Morteros! ¡Cubrios! - ordenó el capitán.
Los cuatro hombres se guarecieron como pudieron entre lo poco que habían escavado sin exponerse al fuego enemigo y las rocas que habían colocado a su alrededor. Otro morterazo cayó a la mitad de distancia que el anterior.
-¡Preparados para fuego de efecto! - gritó Horrocks.
El sargento no era un visionario, pero no hacía falta para saber que con el tercer proyectil, que cayo a apenas diez metros de su posición, comenzaría el bombardeo de sus posiciones. Uno tras otros, tres docenas de proyectiles de morteros ligeros y medios barrieron la colina y su cima. Tras unos minutos de terrorífico bombardeo, por fin ceso la lluvia de proyectiles. MacCardy estaba atontado. Abrió mucho la boca para destaponar los oídos a la vez que se palpaba el cuerpo en busca de alguna herida. Por suerte para él no encontró nada. Miró hacia abajo esperando ver a al enemigo avanzar, y así fue, solo que esta vez estaba haciendo las cosas mejor. Los morteros también habían lanzado algunos proyectiles fumígenos a media altura de la colina que enmascaraban casi por completo a los rusos. Tan solo algunas figuras fantasmagóricas se intuían moverse colina arriba a través de los escasos hueco que había en la pantalla de humo.
-¡Capitán! ¡Stuart está herido! - le dijo Cowen.
“Mierda” pensó MacCardy. Había pasado por alto lo primero que tenía que haber hecho, antes incluso que ver si el estaba herido, y que era chequear el estado de sus hombres.
-¡Voy yo! Quedaos donde estáis y vigilad. El enemigo está atacando. - ordenó MacCardy.
Arrastrándose llegó a la posición del cabo Stuart. Estaba con medio cuerpo fuera de su improvisado refugio, mirando hacia arriba con la vista perdida y con la guerrera cubierta de sangre. El capitán sacó su pequeño botiquín a la vez que trataba de examinar al cabo, pero cuando iba a dirigirse a él para animarlo, vio como exhalaba su último aliento. Stuart había recibido demasiada metralla en su costado izquierdo como para sobrevivir.
MacCardy maldijo aquella muerte. No hacía demasiado que conocía a Stuart, pero desde entonces, habían hecho cosas importantes juntos, y le parecía un gran soldado y un tipo afable. Ya daba lo mismo, tenía cosas más importantes en las que pensar. El enemigo se acercaba.
Cogió los cargadores del cabo y se marchó. Fue a ocupar un posición intermedia entre la suya y la de Stuart de modo que tuviese un campo de tiro parcial de lo que hasta entonces eran dos sectores diferenciados de tiro, y que hubo de unir en uno solo.
Cuando los soldados rusos comenzaron a salir de la ahora ya más débil cortina fumígena, iban lanzando botes de humo ellos mismos para cubrir su avance. Pero el efecto no era el mismo que el de los morteros y con la ligera brisa que se había levantado en la parte alta de la colina, había varios huecos por donde disparar a las tropas asaltantes. MacCardy disparaba en semiautomático, apuntando cada tiro que disparaba, y aunque no siempre acertaba, produjo las suficientes bajas como para ralentizar el avance enemigo. Los rusos comenzaron a avanzar a pequeños saltos, reptando, a cuatro patas o de la manera que fuesen menos vulnerables, y lograban ir acercarse poco a poco.
-Estoy sin munición para el fusil de precisión, cambio al M-4 – anunció Cowen.
-Me queda menos de un cargador capitán – dijo el sargento.
-Ten Horrocks, hay van dos cargadores de Stuart. Dales buen uso.
MacCardy volvió a concentrarse y a disparar sobre las cada vez más cercanas tropas enemigas. Durante unos minutos parecía que los habían contenido, ya que los soviéticos se quedaron clavados en el terreno incapaces de soportar más bajas.
-Capitán – dijo Horrocks – parece que los hemos detenido, pero estoy casi sin munición, no creo que aguantemos hastaaaggg...
-¿Sargento? - gritó MacCardy girando la cabeza hacia la posición de su amigo. - ¿Sargento?
-Capitán, lo han alcanzado. Espere, voy a ver.
“Joder, Horrocks no, mierda, mierda, mierda” pensaba MacCardy mientras que con un ojo vigilaba al enemigo y con el otro seguía a Cowen hasta el lugar donde yacía el sargento.
-Señor, una bala le ha atravesado el cuello...ha debido ser un francotirador...está...está muerto.
-¡coñ*, no! - y acto seguido enfiló el M-4 hacia los rusos y vació lo que le quedaba de cargador contra ellos. No alcanzó a ningún enemigo.
Los rusos devolvieron el fuego tímidamente. De pronto ceso y una voz surgió de abajo. Parecía alguien hablando desde un megáfono y en un inglés pésimo.
-¡Soldaddos amerricanos o brritanicos! ¡Soldaddos amerricanos o brritanicos! Les habbla el commandante de las fuerrzas sovvieticas. Sabemos que tiennen bbajas. Riendanse y ayudarremos a ssus herridos. No pueden escaparr. Tiennen un minuto parra decidirrsse.
Cowen llegó a la posición de MacCardy con sangre en su uniforme. El capitán le miró alarmado.
-No capitán, no es mía, es del sargento. Estoy bien. - El neozelandés se quedó mirándo al capitán con ojos inquisitivos.
MacCardy sabía que se le habían agotado las opciones. Todavía faltaba mucho para que anocheciera y solo le quedaba un cargador y una granada, y Cowen estaba más o menos igual. Ya solo tenía dos alternativas. O morían luchando o se entregaban a los rusos. Dudo unos momentos. Su corazón le pedía vengar a sus compañeros, pero su cabeza le decía claramente que era inútil. La resistencia no tenía ya ningún objeto. No iban a ganar tiempo para nadie, ni nadie iba a venir a rescatarlos, pero además, si decidía seguir resistiendo, condenaría al único de los hombres que le quedaba a una muerte segura...
-Hasta aquí hemos llegado. Lamento que esto tenga que acabar así, pero si seguimos luchando nuestra muerte es segura y no tendría ningún sentido – dijo abatido el capitán MacCardy.
Cowen lo miró y asintió con la mirada. Solo mucho tiempo después admitiría el neozelandés que aquella decisión del capitán le alivió muchísimo.
MacCardy cogió su fusil por la bocacha caliente y lo levantó y agitó de un lado a otro.
-¡He vosotros, los de ahí abajo! ¡Habéis ganado cabrones, nos rendimos!
Corrían como alma que lleva el diablo a la vez que intentaban devolver el fuego. La mayoría de las balas enemigas pasaban lejos, otras cerca, algunas les silbaban en los oídos. Los cuatro miembros del equipo Dorset estaban cansados. Pese a su magnifica forma física, los últimos días habían sido agotadores, y aquella tarde llevaban corriendo casi tres horas sin parar monte a través.
-¡RPG a las 12! - gritó Cowen, que como era habitual, fue el que primero se dio cuenta de la nueva amenaza.
Una estela de humo. Una explosión delante de ellos. Nadie herido...por el momento ¿Que había sido aquello? ¿No tenían a sus perseguidores a su espalda? MacCardy intentaba evaluar la situación, pero las prisas, las balas y el cansancio no jugaban a su favor, así que fue Horrocks quien lo dijo.
-¡Capitán, tenemos tropas enemigas a las doce!
-¡Joder, y a nuestra izquierda! ¡Nos están rodeando! - añadió el cabo Stuart
-¿Que hacemos capitán? - pregunto el sargento.
-Parapetaos y no dejéis de disparar.
Los cuatro se detuvieron, ocultándose entre la maleza y las rocas, pero el enemigo sabía donde estaban y continuaban disparando. MacCardy dio un vistazo y sopeso las posibilidades. Aquello pintaba muy mal, los soldados enemigos que se les acercaban por tres lados parecían lo bastante numerosos como para frustrar un intento de contraataque fulgurante que los sacara de aquella jodida situación. La única salida que le quedaba era una colina no muy por encima del equipo, a su derecha. Quizás no hubiera enemigos al otro lado y podrían salir de la trampa en que se habían metido, y si no, siempre podrían hacerse fuertes en aquella posición, contando con la ventaja de una posición dominante.
-¡Lanzad humo! ¡Ahí que llegar hasta aquella cresta!- dijo el capitán señalando la cima del risco.
Tres bote de humo salieron en dirección a los atacantes, a la vez que los cuatro SAS avanzaban agachados lo más rápido que podían hacia su objetivo inmediato. La estratagema tuvo éxito, y los cuatro hombres consiguieron llegar a la pequeña cima, pero el comandante enemigo se anticipó a la maniobra de los SAS y ordenó que alguno de sus hombres avanzaran para rodear la colina por el otro lado, así que cuando comenzaban el descenso, los AK-74 volvieron a tronar cerca de ellos.
-¡Mierda, capitán estamos copados! - dijo el sargento Horrocks.
-¡Atrás, atrás. Replegaros a la cima! ¡Hay que establecer una posición defensiva!
-¡Vamos rápido! - arengo el sargento al equipo.
Los cuatro hombres no necesitaron instrucciones al llegar a su posición. Cada uno se atribuyó un sector de fuego, se camufló como pudo con la escasa vegetación presente y se protegió entre las rocas.
El comandante enemigo, pensando que quizás ya los tenía vencidos o quizás para intentar no perder el ímpetu del momento, ordenó un ataque total a sus fuerzas. Fue el primer fallo que MacCardy le vio cometer tras varias horas de persecución a su equipo aquel día. Los rusos subían a la carrera la cuesta, casi sin protegerse, a la vez que disparaban sin demasiada precisión. Los SAS, ahora con posiciones estables de tiro, mejor protegidos y con la ventaja de la altura, crearon un fuego preciso y mortal sobre las tropas rusas. Varias granadas británicas hicieron aumentar las bajas soviéticas, y finalmente, el ataque perdió impulso y se agotó, volviendo los enemigos colina abajo, hacía sus posiciones de partida, unos 200 metros más allá, donde buscaron protección y asistir a sus heridos.El ataque había fallado.
Tras unos instantes el capitán pregunto a los suyos.
-¿Estáis todos bien? ¿Algún herido?
-Negativo señor.
-Yo estoy bien.
-Sin novedad.
-Estupendo. Preparad posiciones defensivas en vuestros sectores - MacCardy trató de recuperar algo de aliento y despejar su mente. - Recuento de municiones – ordenó.
-Cuatro cargadores señor.
-Los míos suman tres.
-Cinco capitán.
-Yo también tengo cuatro. Cowen pásale uno a Stuart, así estaremos todos igual, tu usa el fusil de precisión. A partir de ahora conservad la munición, recordad, blancos seguros.
-Señor, al final estamos rodeados – dijo casi para él mismo el sargento Horrocks.
-Lo se, ese cabrón por fin ha conseguido tenernos donde quería.
-¿Que vamos a hacer capitán? - preguntó Stuart.
-Dejadme pensar un momento.
MacCardy se veía venir aquella situación desde que hacía un par de días habían comenzado a sentirse acosados por fuerzas soviéticas. Tras el ataque al puente sobre el rió Aras, habían logrado evadirse de la zona sin más problemas, pero a las pocas horas, la vigilancia y las patrullas soviéticas se habían intensificado, haciendo imposible volver a acercarse al río para atacar a alguna otra concentración de tropas, así que había decidido irse algo más al sur, y probar fortuna con los convoyes de suministro enemigos que se dirigían al sur. Pronto descubrió que la vigilancia de la carretera por donde viajaban los suministros y las tropas enemigas era muy estricta y, cuando finalmente lograron encontrar un punto débil en sus defensas y llevar a cabo una acción para que el cabo Stuart pudiese usar sus juguetitos explosivos, no habían hecho sino agitar un avispero. Cierto es que lograron llevarse por delante media docena de camiones cargados de suministros, pero desde entonces, y tras pensar que habían logrado evadirse limpiamente, los rusos habían soltado a un perro de presa tras ellos.
MacCardy estaba convencido que si hubieran sido tropas regulares del KGB o incluso del ejercito rojo, habrían podido escapar, pero quien comenzó a perseguirles, sabía muy bien lo que hacía. Durante las siguientes treinta y tantas horas, habían intentado todas las técnicas de evasión que conocían para despistar al enemigo y que perdiera su rastro, pero había sido inútil. Al final, aquel mismo mediodía, las patrullas enemigas habían dado con ellos y se había iniciado la cacería.
Ahora se daba cuenta MacCardy que aquel cabrón los había dirigido exactamente hacia donde quería. Los había encerrado en una trampa mortal, de la que prácticamente no tenían posibilidades de escapar.
El capitán inglés tenía razón en sus sospechas. Otro capitán de las fuerzas especiales soviéticas había sido el encargado de perseguirlos. Este oficial y muchos de sus hombres eran veteranos de Afganistán, y tenían una gran experiencia en tácticas de contraguerrilla contra los talibanes en zonas montañosas como aquellas, por lo que habían sido destinados por los mandos rusos a aquella región tras la ofensiva contra los puentes del río Aras, al sospechar que habían sido dirigidos por tropas desde tierra. MacCardy no lo sabía, pero aquella táctica rusa ya había logrado dar con dos equipos como el suyo, uno mediante la búsqueda activa del mismo, y otro tras haber realizado este un ataque contra instalaciones del ejército soviético en el norte de Irán. Si MacCardy y los suyos no querían convertirse en el tercero de aquellos equipos, más le valía que encontrasen alguna solución rápida.
-Sargento, acérquese. - Este le obedeció, y aunque los disparos habían cesado, lo hizo arrastrándose por el suelo.
-¿Si señor?
-Son casi las cinco, ¿cree que podremos aguantar hasta que oscurezca?
-No lo se, pero no creo que cometan otra vez el error de lanzar un ataque como el último.
-Pues vamos a hacer todo lo posible por defendernos hasta que no haya luz, y luego intentaremos colarnos entre sus lineas para huir.
Al sargento le pareció sumamente arriesgado, pero pronto vio que no les quedaban mejores opciones.
-¿Iremos juntos o en solitario?
-El sentido común dicta que tendría que ser en solitario o en parejas como mucho, pero si vamos los cuatro por libre, si descubren a alguno, a los otros tres les será casi imposible escapar por la situación de alerta en que entrara el enemigo. Si vamos los cuatro y somos descubiertos, tendremos la posibilidad de abrirnos paso como sea, y quizás alguno lo consiga.
-Si señor.
-Además, si hemos llegado hasta aquí juntos, más vale que acabemos juntos ¿no le parece sargento?
-Me parece – dijo el sargento casi como cuando un padre asume con orgullo la decisión de un hijo.
-Informa a los otros, y recordad, no malgastéis munición, reservar uno o dos cargadores para luego.
-A la orden – dijo partiendo hacia las posiciones de Cowen y Stuart.
Al cabo de unos minutos vieron como los soldados enemigos se replegaban unas decenas de metros más atrás. Aquello no presagiaba nada bueno, y efectivamente, la tranquilidad duró poco más de media hora, cuando un proyectil cayó a cien metros de la cima de la colina.
-¡Morteros! ¡Cubrios! - ordenó el capitán.
Los cuatro hombres se guarecieron como pudieron entre lo poco que habían escavado sin exponerse al fuego enemigo y las rocas que habían colocado a su alrededor. Otro morterazo cayó a la mitad de distancia que el anterior.
-¡Preparados para fuego de efecto! - gritó Horrocks.
El sargento no era un visionario, pero no hacía falta para saber que con el tercer proyectil, que cayo a apenas diez metros de su posición, comenzaría el bombardeo de sus posiciones. Uno tras otros, tres docenas de proyectiles de morteros ligeros y medios barrieron la colina y su cima. Tras unos minutos de terrorífico bombardeo, por fin ceso la lluvia de proyectiles. MacCardy estaba atontado. Abrió mucho la boca para destaponar los oídos a la vez que se palpaba el cuerpo en busca de alguna herida. Por suerte para él no encontró nada. Miró hacia abajo esperando ver a al enemigo avanzar, y así fue, solo que esta vez estaba haciendo las cosas mejor. Los morteros también habían lanzado algunos proyectiles fumígenos a media altura de la colina que enmascaraban casi por completo a los rusos. Tan solo algunas figuras fantasmagóricas se intuían moverse colina arriba a través de los escasos hueco que había en la pantalla de humo.
-¡Capitán! ¡Stuart está herido! - le dijo Cowen.
“Mierda” pensó MacCardy. Había pasado por alto lo primero que tenía que haber hecho, antes incluso que ver si el estaba herido, y que era chequear el estado de sus hombres.
-¡Voy yo! Quedaos donde estáis y vigilad. El enemigo está atacando. - ordenó MacCardy.
Arrastrándose llegó a la posición del cabo Stuart. Estaba con medio cuerpo fuera de su improvisado refugio, mirando hacia arriba con la vista perdida y con la guerrera cubierta de sangre. El capitán sacó su pequeño botiquín a la vez que trataba de examinar al cabo, pero cuando iba a dirigirse a él para animarlo, vio como exhalaba su último aliento. Stuart había recibido demasiada metralla en su costado izquierdo como para sobrevivir.
MacCardy maldijo aquella muerte. No hacía demasiado que conocía a Stuart, pero desde entonces, habían hecho cosas importantes juntos, y le parecía un gran soldado y un tipo afable. Ya daba lo mismo, tenía cosas más importantes en las que pensar. El enemigo se acercaba.
Cogió los cargadores del cabo y se marchó. Fue a ocupar un posición intermedia entre la suya y la de Stuart de modo que tuviese un campo de tiro parcial de lo que hasta entonces eran dos sectores diferenciados de tiro, y que hubo de unir en uno solo.
Cuando los soldados rusos comenzaron a salir de la ahora ya más débil cortina fumígena, iban lanzando botes de humo ellos mismos para cubrir su avance. Pero el efecto no era el mismo que el de los morteros y con la ligera brisa que se había levantado en la parte alta de la colina, había varios huecos por donde disparar a las tropas asaltantes. MacCardy disparaba en semiautomático, apuntando cada tiro que disparaba, y aunque no siempre acertaba, produjo las suficientes bajas como para ralentizar el avance enemigo. Los rusos comenzaron a avanzar a pequeños saltos, reptando, a cuatro patas o de la manera que fuesen menos vulnerables, y lograban ir acercarse poco a poco.
-Estoy sin munición para el fusil de precisión, cambio al M-4 – anunció Cowen.
-Me queda menos de un cargador capitán – dijo el sargento.
-Ten Horrocks, hay van dos cargadores de Stuart. Dales buen uso.
MacCardy volvió a concentrarse y a disparar sobre las cada vez más cercanas tropas enemigas. Durante unos minutos parecía que los habían contenido, ya que los soviéticos se quedaron clavados en el terreno incapaces de soportar más bajas.
-Capitán – dijo Horrocks – parece que los hemos detenido, pero estoy casi sin munición, no creo que aguantemos hastaaaggg...
-¿Sargento? - gritó MacCardy girando la cabeza hacia la posición de su amigo. - ¿Sargento?
-Capitán, lo han alcanzado. Espere, voy a ver.
“Joder, Horrocks no, mierda, mierda, mierda” pensaba MacCardy mientras que con un ojo vigilaba al enemigo y con el otro seguía a Cowen hasta el lugar donde yacía el sargento.
-Señor, una bala le ha atravesado el cuello...ha debido ser un francotirador...está...está muerto.
-¡coñ*, no! - y acto seguido enfiló el M-4 hacia los rusos y vació lo que le quedaba de cargador contra ellos. No alcanzó a ningún enemigo.
Los rusos devolvieron el fuego tímidamente. De pronto ceso y una voz surgió de abajo. Parecía alguien hablando desde un megáfono y en un inglés pésimo.
-¡Soldaddos amerricanos o brritanicos! ¡Soldaddos amerricanos o brritanicos! Les habbla el commandante de las fuerrzas sovvieticas. Sabemos que tiennen bbajas. Riendanse y ayudarremos a ssus herridos. No pueden escaparr. Tiennen un minuto parra decidirrsse.
Cowen llegó a la posición de MacCardy con sangre en su uniforme. El capitán le miró alarmado.
-No capitán, no es mía, es del sargento. Estoy bien. - El neozelandés se quedó mirándo al capitán con ojos inquisitivos.
MacCardy sabía que se le habían agotado las opciones. Todavía faltaba mucho para que anocheciera y solo le quedaba un cargador y una granada, y Cowen estaba más o menos igual. Ya solo tenía dos alternativas. O morían luchando o se entregaban a los rusos. Dudo unos momentos. Su corazón le pedía vengar a sus compañeros, pero su cabeza le decía claramente que era inútil. La resistencia no tenía ya ningún objeto. No iban a ganar tiempo para nadie, ni nadie iba a venir a rescatarlos, pero además, si decidía seguir resistiendo, condenaría al único de los hombres que le quedaba a una muerte segura...
-Hasta aquí hemos llegado. Lamento que esto tenga que acabar así, pero si seguimos luchando nuestra muerte es segura y no tendría ningún sentido – dijo abatido el capitán MacCardy.
Cowen lo miró y asintió con la mirada. Solo mucho tiempo después admitiría el neozelandés que aquella decisión del capitán le alivió muchísimo.
MacCardy cogió su fusil por la bocacha caliente y lo levantó y agitó de un lado a otro.
-¡He vosotros, los de ahí abajo! ¡Habéis ganado cabrones, nos rendimos!
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
caer en manos sovieticas despues de haber matado a decenas de soldados....opción 1:dejar una o dos balas para uso propio..... opción 2: dejar una ultima granada en reserva para ponerla en la boca.... solo de imaginar la tortura sovietica era preferible un suicidio....
- flanker33
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
18 de agosto
El sargento Mokin estaba contrariado. Desde la gran batalla del día 15, las cosas habían sucedido de una manera muy extraña. Primero, cuando en la madrugada del día 16 ya se habían realizado todos los preparativos para reanudar la ofensiva, llegó la orden de cancelarla tan solo unos minutos antes de su inicio. Luego apresuradas ordenes para utilizar el equipo de protección nuclear, y con ello la confusión y una angustia generalizada entre las tropas. A media mañana, cuando los rumores se habían comenzado a disparar, llegó la confirmación a través de la cadena de mando de un ataque nuclear norteamericano sobre los aliados iraquíes al oeste de las posiciones soviéticas.
Desde entonces y hasta aquella mañana, la situación de las tropas rusas había sido muy tensa. Por un lado, se iba posponiendo continuamente la reanudación de la ofensiva, lo cual no gustaba a nadie, ya que estaban dando tiempo al enemigo para recuperarse de una mala situación general, y por otro la incertidumbre y la posibilidad de ser atomizados como lo habían sido los iraquíes, destrozaban los nervios de la mayoría de soldados. Aunque durante aquellas 48 horas, el Ejército Rojo no se había estado quieto. Habían llegado al frente un mayor número de unidades de defensa NBQ, más baterías de defensa aérea y los cazas sobrevolaban a todas horas las posiciones rusas. Incluso en tierra, y a pesar de no reanudar la ofensiva, si se habían realizado algunos intercambios de fuego artillero y pequeños ataques de reconocimiento sobre las posiciones americanas, nada más alla de simples escaramuzas locales, pero lo suficiente como para mantener un mínimo de espiritu combativo y ofensivo en la tropa.
Por fin aquella mañana, habían recibido ordenes de prepararse para reanudar la ofensiva terrestre sobre los norteamericanos. Los movimientos y los preparativos eran lentos debido a que debían operar bajo condiciones NBQ, lo cual ya estaba causando un elevado número de bajas por desidratación entre los soldados, y sin todavía haber comenzado un ataque serio. Por suerte para los hombres bajo el mando de Mokin, este era un sargento organizado y previsor, y había realizado muchas de las tareas en los días y horas previos, ahorrándose un sobreesfuerzo en aquella calurosa mañana. De lo que no pudieron librarse fueron de los rumores que corrían como la pólvora por todas las unidades del frente. Algunos indicaban que se había desatado una guerra nuclear en Europa, otros que los americanos se habían rendido y que íban a luchar solo contra los árabes, otro sobre la aparición de un nuevo ejército enemigo en la retaguardia que había que destruir cuanto antes, y algunos incluso anunciaban el cambio de bando de los iraquíes.
Pero el sargento había aprendido a no prestar atención a tanta habladuría y a concentrarse en su tarea. Por fin, para bien o para mal, parecía que se iba a terminar aquella inactividad agotadora y absurda.
-Ah, coronel, me alegro de verlo por fin.
-Gracias contralmirante. He llegado tan pronto como me ha sido posible.
-Si, si. Las cosas están un poco caóticas y cuesta organizar un viaje para un oficial aunque se tenga el cargo de almirante, no se crea. Pero tome asiento, tiene muchas cosas que contarnos.
Pasaban varios minutos de las ocho de la tarde. El coronel William Peabody había sido llamado desde su puesto en Riad, para que se reuniera con el Contralmirante McConnell y su equipo en Ginebra, Suiza, donde habían comenzado hacía pocas horas las conversaciones cara a cara entre los soviéticos y los norteamericanos y sus aliados, en la sede de la ONU.
Peabody había sido reclamado, no solo por ser miembro todavía de el equipo del Contraalmirante, si no sobretodo por su conocimiento de la situación sobre el terreno, e incluso su participación en la determinante reunión donde el general Schwarzkopf había solicitado permiso para llevar a cabo el ataque nuclear.
-Lamento que no tengamos más tiempo y que pueda ir a su habitación a descansar y asearse un poco, pero el tiempo apremia.
-No se preocupe señor, esto es el paraiso comparado con mi último destino.
Algunos de los presente sonrieron, reduciendo un poco la tensión en aquella sala de reunión en la embajada norteamericana en Ginebra. Cuando el coronel tomó asiento y sacó varios folios y documentos de un maletín, el Contralmirante McConnell comenzó a hablar.
-Bien William, lo primero lo pondré al día de lo que hasta el momento han dado de si las dos reuniones del día de hoy, haciéndole un somero resumen. La primera ha tenido lugar esta mañana a primera hora, y ha sido una toma de posturas de máximos en los dos bandos. Los rusos han exigido que nos retiremos del Golfo Pérsico y que las autoridades de Riad dejen el poder para que el pueblo saudita pueda escoger a sus lideres “libremente”, y por su puesto han pedido la cabeza de los responsables del ataque nuclear sobre los iraquíes, tanto de los nuestros como de los israelíes.
-Ya veo. ¿Y nuestra postura?
-Nosotros hemos contraatacado exigiendo la retirada de las tropas rusas de todo el Golfo, incluido Irán, y la retirada iraquí y devolución de Kuwait a su legítimo gobierno, así como la entrega de los criminales de guerra. En lo único que hemos estado de acuerdo es en la necesidad de intercambiar prisioneros cuanto antes, tras la firma de un alto el fuego definitivo.
-¿Y en que ha quedado todo?
-Pues como se puede imaginar, con posturas tan enconadas, al final los rusos nos han acusado de hacerles perder el tiempo y nos han amenazado con proseguir la ofensiva terrestre en Arabia Saudí y utilizar sus armas atómicas a la más mínima provocación. El gobierno hebreo nos ha informado de que han recibido una amenaza similar si no se consiguen avances pronto en la negociación.
-Supongo que la segunda reunión habrá sido más constructiva.
-Pues algo más. Tras comprobar que lso rusos habían iniciado efectivamente, los preparativos para seguir avanzando por el desierto saudí, y aunque es posible que no fuera más que una bravuconada, Washington se lo ha tomado en serio y a solicitado otra reunión a las tres de la tarde. - McConnell se puso de pie y se sirvió un vaso de agua. - Nuestro equipo negociador, compuesto por los secretarios de estado y defensa y sus asesores, se han reunido de nuevo con los ministros de asuntos exteriores y del interior soviéticos, y han avanzado algo. Lo primero que hemos pedido ha sido retirar las propuestas de máximos de ambas partes y comenzar de nuevo. Las peticiones sobre retiradas y los cambios y formaciones de gobiernos en los diferentes países se han suavizado bastante, así como la petición de responsabilidades en ambos bandos.
-Suena como si hubiera una verdadera voluntad de llegar a un acuerdo por las partes.
-No queda otro remedio coronel. O lo solucionamos aquí y ahora, o destruimos el mundo. Y aquí es donde entra usted. Nos gustaría a los presentes que nos hiciera un resumen de lo acontecido en los últimos días en el frente y como ve usted la situación.
-Por supuesto. Caballeros...- dijo Peabody levantándose e iniciando su exposición.
Tras más de media hora de explicación, interrumpida con ocasionales preguntas, el coronel dio por concluida su intervención y quedó a la expectativa del Contralmirante. Este lo miró fijamente y le pasó un folio por encima de la mesa. Peabody lo leyó detenidamente.
-¿Y bien? ¿Que le parece? Es hasta donde estamos dispuesto a llegar. ¿Cree que será suficiente o vamos a tener que mandar al mundo a la edad de piedra?
-Le mentiría si le dijese que no he pensado en algo así y le he dado muchas vueltas en mi cabeza. No soy político y no tengo la capacidad para decidir una postura u otra, pero si de mi dependiera, pondría fin a esta guerra cuanto antes, o corremos un gran peligro de que se nos vaya de las manos totalmente. - Se llevó la mano al mentón y concluyó – Hacemos grandes concesiones, sin duda, pero no veo otra alternativa. Los rusos no se retiraran si no es por la fuerza, y ahora mismo esa opción está totalmente descartada. Yo diría que ha de ser suficiente para poner el punto y final a esto.
-¿Entiende que con un escenario así, el mundo va a cambiar mucho de como lo conocemos hoy día?
-El mundo cambió el 20 de junio señor, y ya no podemos hacer nada para evitarlo. Debemos recoger lo que quede de ese mundo y no destruirlo por completo.
El Contralmirante McConnell asintió. Miró a los demás miembros de su equipo y finalmente dijo.
-Estoy de acuerdo, no hay mucho más que decir. Nos hemos quedado sin margen de maniobra. Recomendaré a la Junta de Jefes de Estado Mayor la adopción de esta propuesta.
19 de agosto
Estaba apenas amaneciendo cuando avisaron al general Aleyev para que acudiera de forma urgente al puesto de comunicaciones de su Cuartel General. Él y Demko acudieron rápidamente, ya que estaban a la espera de noticias desde Moscú para tener conocimiento del desarrollo de las conversaciones de paz en Ginebra.
El coronel encargado de las transmisiones de más alto nivel le exteondió un rollo de papel continuo de impresora, debidamente doblado y sellado por el mismo, que impedía que nadie, ni siquiera el mismo coronel que lo había recibido, pudiese haberlo leído.
Ambos generales leyeron a la vez la comunicación de Moscú. Era algo más extensa de lo habitual, pero igualmente concreta y precisa. Demko miró a Aleyev.
-Vaya ¿es esto el final?
-Eso parece querido amigo, eso parece.
Minutos después se reunía el Estado Mayor del Ejército de Aleyev, y este resumió los puntos más importantes del comunicado ante sus oficiales superiores.
-... y en definitiva camaradas, los acuerdos son estos: la Unión Soviética mantendrá las fuerzas que estime convenientes en Irán para asegurar la estabilidad y seguridad del nuevo gobierno hermano de Teheran. A su vez, nuestros aliados iraquíes se anexionarán su decimonovena provincia, que nunca debió de dejar de serlo, e igualmente mantendrán las tropas que consideren oportunas, así como una pequeña representación de nuestro ejército. Tras muchos esfuerzos no hemos conseguido consolidar las ganancias territoriales en Arabia Saudí, y tendremos que abandonar el país, pero hemos conseguido que los imperialistas americanos y sus títeres europeos y egipcios lo abandonen también, aunque podrán mantener tropas en otros países del Golfo que autoricen su presencia. No es lo que buscábamos pero al menos hemos conseguido que se declare una zona no militarizada desde la frontera entre Irak y Arabia Saudí, hasta la carretera 85, lo cual deja una zona sin presencia militar enemiga bastante amplia, a la vez que se imponen severas restricciones al tamaño y potencia de las fuerzas armadas saudíes.- Tragó saliva y continuó. - También hemos conseguido que se abra una investigación en la ONU sobre los criminales ataque nucleares imperialistas, pero no hay que esperar mucho de una investigación así, y mucho menos que algún día los responsables de ellos sean juzgados. Por su parte ellos han conseguido algo similar para el ataque químico iraquí.
-¿Y los prisioneros, camarada general?
-Se ha acordado que el intercambio comience tan pronto como se den las circunstancias mínimas exigibles de seguridad para llevarlo a cabo, y en todo caso se hará antes de que nos retiremos de este país. Y por último camaradas, en un plano más económico y político, hemos logrado que el gobierno de Riad nos suministre petroleo a muy buen precio en los próximos 30 años, lo que unido a nuestro dominio de Irán y el de Kuwait por nuestros aliados iraquíes, nos asegura un suministro generoso en las próximos años, y aleja el fantasma del desabastecimiento y el caos que planeaba sobre nuestra economía desde los terribles acontecimientos en nuestra gran refinería hace unos meses, y que fue la precursora de todos estos acontecimientos. Les puedo asegurar por tanto, que el Ejército Soviético ha cumplido una vez más su misión y ha logrado rescatar al país de una situación terrible.
Aleyev dio por concluida la reunión tras algunas preguntas más. Lo importante era que por fin había concluido la guerra, y sobre todo, que nadie había cometido la locura de seguir la confrontación nuclear hasta sus últimas consecuencias. El general se había guardado sus opiniones respecto al futuro, que le parecía como mínimo complicado, pero ciertamente la posición en que quedaba occidente, con una gran crisis energética y de precios que causaría estragos en sus economías de mercado, era bastante peor que la suya, lo cual siempre era reconfortante.
Malloy y su punto, el teniente Spencer,patrullaban los cielos saudíes al sur de Dhahran en sus F-18. Eran dos de los tres únicos pilotos que quedaban del 314º, que se había visto obligado a amalgamarse con otros escuadrones para mantener un mínimo de entidad operativa.
-Dallas. Prince. Aquí Control 1. Tienen orden de regresar a la base.
-Recibido Control 1. Dos Hornets regresando a la base.
Aunque ellos no lo supieron en ese momento, cuando finalmente tocaron tierra al ponerse el sol sobre el horizonte, y aunque más adelante seguirían volando desde Al Kharj durante unos días, aquella fue su última misión de combate en la guerra. Por fin había terminado todo.
EPILOGO
Los saud eran la familia más poderosa del Reino, la que regía sus destinos desde hacía décadas, y no había sido mostrando clemencia como lo habían logrado. Tras el intento de regicidio del rey Fahd y del golpe de estado, los saud había desencadenado una autentica “caza de brujas”, encerrando o eliminando a todo aquel que fuera sospechoso de deslealtad hacia el régimen. Se habían llevado ejecuciones públicas, especialmente en los días posteriores al final de la guerra, para que todo el mundo supiera quien mantenía el poder. Algunas ejecuciones fueron más discretas, dependiendo de quien se tratase, y una en especial iba a ser bastante oscura.
“El peor criminal del Reino” como se había declarado a Waleed Hazizi, iba a ser decapitado por el verdugo real, en una inhóspita región al suroeste de la capital, en medio de ninguna parte, en presencia del Rey Fahd y de algunos miembros del gobierno y las fuerzas armadas.
La comitiva real había llegado con puntualidad a la cita, y el Rey en su vehículo blindado y con aire acondicionado, aguardaba a la llegada de los transportes que conducirían al reo ante su destino.
El Rey quería mirar a los ojos de aquel hombre y ver la desesperación en su rostro antes de morir. Conocía la historia que había llevado a aquel desgraciado a atentar contra su vida, y conocía el destino del príncipe Ghaleb. Le convenía que el príncipe ahora estuviese muerto y el soldado renegado en su poder, y aunque tras aquella terrible guerra, la historia de Waleed Hazizi carecía de toda importancia, nunca se sabía si alguna día podría salir a la luz pública y causar daño a la monarquía, así que era mejor que todo aquello se terminase aquel día.
Tras varios minutos, el Rey comenzó a impacientarse. No era habitual hacer esperar al monarca, era considerado un desprecio, y se castigaba severamente. Cuando sus acólitos se percataron del enfado del Rey, comenzaron a movilizarse para conocer el motivo del retraso de la llegada del condenado.
Finalmente llegaron noticias a la comitiva real. Unos todoterrenos de la Guardia Nacional que habían sido enviados a la pista sin asfalta por donde se trasladaba al preso, se encontraron con los tres vehículos que lo conducían al lugar de la ejecución. Uno estaba volcado y los otros dos con algunos agujeros de balas. Todos los miembros de seguridad estaban muertos de una u otra forma, pero lo más inquietante para los oídos del Rey fue que no había rastro del cuerpo del prisionero. Waleed Hazizi, el renegado, había desaparecido.
Acababa de despedir a Cowen en el aeropuerto de Heathrow. El neozelandés regresaba a su hogar tras muchos meses fuera de él y se había ganado un buen permiso. Como él. A pesar de los dos meses que habían pasado desde el fin de la contienda, MacCardy seguía convaleciente de las heridas recibidas durante su breve cautiverio en manos de los rusos, y solo recientemente había salido del hospital donde había sido ingresado tras su repatriación.
Tras abandonar el aeropuerto, había conducido hasta su pequeño pueblo natal, en las afueras de Londres y una vez allí, entró en el Pub de Paddy el Gales ha tomar una cerveza, la necesitaba. Se sentó en una mesa y le pidió al pequeño Paddy que le sirviera una pinta, pero antes de que se marchara, le pidió dos más. Y allí estaba,con tres jarras de cerveza, una para él, otra para el cabo Stuart y otra para el sargento Horrocks, y se las pensaba beber las tres.
-Señor, señor. Tenga, es para usted.
-...¿que? - se volvió y vio a un chaval de no más de 9 o 10 años que le entregaba una carta - ¿que es esto?
-Me la ha dado aquel señor para usted – dijo señalando por la ventana, hacia la calle, solo que no había nadie donde indicaba el crío. - Es verdad se lo juro. Mire, me ha dado una libra por entregársela – dijo mostrandole el billete con un gesto de orgullo.
MacCardy se puso en guardia inmediatamente. ¿Una carta bomba? La cogió y despidió al chaval dándole las gracias y ordenandole que saliera rápidamente de allí. La miró con suspicacia y recelo, pero algo llamó rápidamente su atención. Efectivamente iba dirigida a él, pero el remitente era de lo más curioso: “Waleed Hazizi”. La carta estaba abierta y al mirarla al trasluz no descubrió nada sospechoso, así que al ver que no había nadie a su alrededor, se arriesgó a abrirla.
Dentro encontró varios folios escritos a mano, con una caligrafía más que correcta en un inglés bastante pasable. La leyó detenidamente. Lo que relataba era sencillamente horrible, y al terminarla, no pudo por menos que sentir comprensión y una cierta simpatía hacia su antiguo alumno saudí. Si no fuera por que los servicios de inteligencia saudíes le habían asegurado al MI6 que Hazizi había sido decapitado, juraría que aquella carta y aquella firma eran suyas. MacCardy esbozó una ligera sonrisa, y pidió otra pinta más. Todavía quedaba otra persona por la que beber un buen trago.
El sargento Mokin estaba contrariado. Desde la gran batalla del día 15, las cosas habían sucedido de una manera muy extraña. Primero, cuando en la madrugada del día 16 ya se habían realizado todos los preparativos para reanudar la ofensiva, llegó la orden de cancelarla tan solo unos minutos antes de su inicio. Luego apresuradas ordenes para utilizar el equipo de protección nuclear, y con ello la confusión y una angustia generalizada entre las tropas. A media mañana, cuando los rumores se habían comenzado a disparar, llegó la confirmación a través de la cadena de mando de un ataque nuclear norteamericano sobre los aliados iraquíes al oeste de las posiciones soviéticas.
Desde entonces y hasta aquella mañana, la situación de las tropas rusas había sido muy tensa. Por un lado, se iba posponiendo continuamente la reanudación de la ofensiva, lo cual no gustaba a nadie, ya que estaban dando tiempo al enemigo para recuperarse de una mala situación general, y por otro la incertidumbre y la posibilidad de ser atomizados como lo habían sido los iraquíes, destrozaban los nervios de la mayoría de soldados. Aunque durante aquellas 48 horas, el Ejército Rojo no se había estado quieto. Habían llegado al frente un mayor número de unidades de defensa NBQ, más baterías de defensa aérea y los cazas sobrevolaban a todas horas las posiciones rusas. Incluso en tierra, y a pesar de no reanudar la ofensiva, si se habían realizado algunos intercambios de fuego artillero y pequeños ataques de reconocimiento sobre las posiciones americanas, nada más alla de simples escaramuzas locales, pero lo suficiente como para mantener un mínimo de espiritu combativo y ofensivo en la tropa.
Por fin aquella mañana, habían recibido ordenes de prepararse para reanudar la ofensiva terrestre sobre los norteamericanos. Los movimientos y los preparativos eran lentos debido a que debían operar bajo condiciones NBQ, lo cual ya estaba causando un elevado número de bajas por desidratación entre los soldados, y sin todavía haber comenzado un ataque serio. Por suerte para los hombres bajo el mando de Mokin, este era un sargento organizado y previsor, y había realizado muchas de las tareas en los días y horas previos, ahorrándose un sobreesfuerzo en aquella calurosa mañana. De lo que no pudieron librarse fueron de los rumores que corrían como la pólvora por todas las unidades del frente. Algunos indicaban que se había desatado una guerra nuclear en Europa, otros que los americanos se habían rendido y que íban a luchar solo contra los árabes, otro sobre la aparición de un nuevo ejército enemigo en la retaguardia que había que destruir cuanto antes, y algunos incluso anunciaban el cambio de bando de los iraquíes.
Pero el sargento había aprendido a no prestar atención a tanta habladuría y a concentrarse en su tarea. Por fin, para bien o para mal, parecía que se iba a terminar aquella inactividad agotadora y absurda.
-Ah, coronel, me alegro de verlo por fin.
-Gracias contralmirante. He llegado tan pronto como me ha sido posible.
-Si, si. Las cosas están un poco caóticas y cuesta organizar un viaje para un oficial aunque se tenga el cargo de almirante, no se crea. Pero tome asiento, tiene muchas cosas que contarnos.
Pasaban varios minutos de las ocho de la tarde. El coronel William Peabody había sido llamado desde su puesto en Riad, para que se reuniera con el Contralmirante McConnell y su equipo en Ginebra, Suiza, donde habían comenzado hacía pocas horas las conversaciones cara a cara entre los soviéticos y los norteamericanos y sus aliados, en la sede de la ONU.
Peabody había sido reclamado, no solo por ser miembro todavía de el equipo del Contraalmirante, si no sobretodo por su conocimiento de la situación sobre el terreno, e incluso su participación en la determinante reunión donde el general Schwarzkopf había solicitado permiso para llevar a cabo el ataque nuclear.
-Lamento que no tengamos más tiempo y que pueda ir a su habitación a descansar y asearse un poco, pero el tiempo apremia.
-No se preocupe señor, esto es el paraiso comparado con mi último destino.
Algunos de los presente sonrieron, reduciendo un poco la tensión en aquella sala de reunión en la embajada norteamericana en Ginebra. Cuando el coronel tomó asiento y sacó varios folios y documentos de un maletín, el Contralmirante McConnell comenzó a hablar.
-Bien William, lo primero lo pondré al día de lo que hasta el momento han dado de si las dos reuniones del día de hoy, haciéndole un somero resumen. La primera ha tenido lugar esta mañana a primera hora, y ha sido una toma de posturas de máximos en los dos bandos. Los rusos han exigido que nos retiremos del Golfo Pérsico y que las autoridades de Riad dejen el poder para que el pueblo saudita pueda escoger a sus lideres “libremente”, y por su puesto han pedido la cabeza de los responsables del ataque nuclear sobre los iraquíes, tanto de los nuestros como de los israelíes.
-Ya veo. ¿Y nuestra postura?
-Nosotros hemos contraatacado exigiendo la retirada de las tropas rusas de todo el Golfo, incluido Irán, y la retirada iraquí y devolución de Kuwait a su legítimo gobierno, así como la entrega de los criminales de guerra. En lo único que hemos estado de acuerdo es en la necesidad de intercambiar prisioneros cuanto antes, tras la firma de un alto el fuego definitivo.
-¿Y en que ha quedado todo?
-Pues como se puede imaginar, con posturas tan enconadas, al final los rusos nos han acusado de hacerles perder el tiempo y nos han amenazado con proseguir la ofensiva terrestre en Arabia Saudí y utilizar sus armas atómicas a la más mínima provocación. El gobierno hebreo nos ha informado de que han recibido una amenaza similar si no se consiguen avances pronto en la negociación.
-Supongo que la segunda reunión habrá sido más constructiva.
-Pues algo más. Tras comprobar que lso rusos habían iniciado efectivamente, los preparativos para seguir avanzando por el desierto saudí, y aunque es posible que no fuera más que una bravuconada, Washington se lo ha tomado en serio y a solicitado otra reunión a las tres de la tarde. - McConnell se puso de pie y se sirvió un vaso de agua. - Nuestro equipo negociador, compuesto por los secretarios de estado y defensa y sus asesores, se han reunido de nuevo con los ministros de asuntos exteriores y del interior soviéticos, y han avanzado algo. Lo primero que hemos pedido ha sido retirar las propuestas de máximos de ambas partes y comenzar de nuevo. Las peticiones sobre retiradas y los cambios y formaciones de gobiernos en los diferentes países se han suavizado bastante, así como la petición de responsabilidades en ambos bandos.
-Suena como si hubiera una verdadera voluntad de llegar a un acuerdo por las partes.
-No queda otro remedio coronel. O lo solucionamos aquí y ahora, o destruimos el mundo. Y aquí es donde entra usted. Nos gustaría a los presentes que nos hiciera un resumen de lo acontecido en los últimos días en el frente y como ve usted la situación.
-Por supuesto. Caballeros...- dijo Peabody levantándose e iniciando su exposición.
Tras más de media hora de explicación, interrumpida con ocasionales preguntas, el coronel dio por concluida su intervención y quedó a la expectativa del Contralmirante. Este lo miró fijamente y le pasó un folio por encima de la mesa. Peabody lo leyó detenidamente.
-¿Y bien? ¿Que le parece? Es hasta donde estamos dispuesto a llegar. ¿Cree que será suficiente o vamos a tener que mandar al mundo a la edad de piedra?
-Le mentiría si le dijese que no he pensado en algo así y le he dado muchas vueltas en mi cabeza. No soy político y no tengo la capacidad para decidir una postura u otra, pero si de mi dependiera, pondría fin a esta guerra cuanto antes, o corremos un gran peligro de que se nos vaya de las manos totalmente. - Se llevó la mano al mentón y concluyó – Hacemos grandes concesiones, sin duda, pero no veo otra alternativa. Los rusos no se retiraran si no es por la fuerza, y ahora mismo esa opción está totalmente descartada. Yo diría que ha de ser suficiente para poner el punto y final a esto.
-¿Entiende que con un escenario así, el mundo va a cambiar mucho de como lo conocemos hoy día?
-El mundo cambió el 20 de junio señor, y ya no podemos hacer nada para evitarlo. Debemos recoger lo que quede de ese mundo y no destruirlo por completo.
El Contralmirante McConnell asintió. Miró a los demás miembros de su equipo y finalmente dijo.
-Estoy de acuerdo, no hay mucho más que decir. Nos hemos quedado sin margen de maniobra. Recomendaré a la Junta de Jefes de Estado Mayor la adopción de esta propuesta.
19 de agosto
Estaba apenas amaneciendo cuando avisaron al general Aleyev para que acudiera de forma urgente al puesto de comunicaciones de su Cuartel General. Él y Demko acudieron rápidamente, ya que estaban a la espera de noticias desde Moscú para tener conocimiento del desarrollo de las conversaciones de paz en Ginebra.
El coronel encargado de las transmisiones de más alto nivel le exteondió un rollo de papel continuo de impresora, debidamente doblado y sellado por el mismo, que impedía que nadie, ni siquiera el mismo coronel que lo había recibido, pudiese haberlo leído.
Ambos generales leyeron a la vez la comunicación de Moscú. Era algo más extensa de lo habitual, pero igualmente concreta y precisa. Demko miró a Aleyev.
-Vaya ¿es esto el final?
-Eso parece querido amigo, eso parece.
Minutos después se reunía el Estado Mayor del Ejército de Aleyev, y este resumió los puntos más importantes del comunicado ante sus oficiales superiores.
-... y en definitiva camaradas, los acuerdos son estos: la Unión Soviética mantendrá las fuerzas que estime convenientes en Irán para asegurar la estabilidad y seguridad del nuevo gobierno hermano de Teheran. A su vez, nuestros aliados iraquíes se anexionarán su decimonovena provincia, que nunca debió de dejar de serlo, e igualmente mantendrán las tropas que consideren oportunas, así como una pequeña representación de nuestro ejército. Tras muchos esfuerzos no hemos conseguido consolidar las ganancias territoriales en Arabia Saudí, y tendremos que abandonar el país, pero hemos conseguido que los imperialistas americanos y sus títeres europeos y egipcios lo abandonen también, aunque podrán mantener tropas en otros países del Golfo que autoricen su presencia. No es lo que buscábamos pero al menos hemos conseguido que se declare una zona no militarizada desde la frontera entre Irak y Arabia Saudí, hasta la carretera 85, lo cual deja una zona sin presencia militar enemiga bastante amplia, a la vez que se imponen severas restricciones al tamaño y potencia de las fuerzas armadas saudíes.- Tragó saliva y continuó. - También hemos conseguido que se abra una investigación en la ONU sobre los criminales ataque nucleares imperialistas, pero no hay que esperar mucho de una investigación así, y mucho menos que algún día los responsables de ellos sean juzgados. Por su parte ellos han conseguido algo similar para el ataque químico iraquí.
-¿Y los prisioneros, camarada general?
-Se ha acordado que el intercambio comience tan pronto como se den las circunstancias mínimas exigibles de seguridad para llevarlo a cabo, y en todo caso se hará antes de que nos retiremos de este país. Y por último camaradas, en un plano más económico y político, hemos logrado que el gobierno de Riad nos suministre petroleo a muy buen precio en los próximos 30 años, lo que unido a nuestro dominio de Irán y el de Kuwait por nuestros aliados iraquíes, nos asegura un suministro generoso en las próximos años, y aleja el fantasma del desabastecimiento y el caos que planeaba sobre nuestra economía desde los terribles acontecimientos en nuestra gran refinería hace unos meses, y que fue la precursora de todos estos acontecimientos. Les puedo asegurar por tanto, que el Ejército Soviético ha cumplido una vez más su misión y ha logrado rescatar al país de una situación terrible.
Aleyev dio por concluida la reunión tras algunas preguntas más. Lo importante era que por fin había concluido la guerra, y sobre todo, que nadie había cometido la locura de seguir la confrontación nuclear hasta sus últimas consecuencias. El general se había guardado sus opiniones respecto al futuro, que le parecía como mínimo complicado, pero ciertamente la posición en que quedaba occidente, con una gran crisis energética y de precios que causaría estragos en sus economías de mercado, era bastante peor que la suya, lo cual siempre era reconfortante.
Malloy y su punto, el teniente Spencer,patrullaban los cielos saudíes al sur de Dhahran en sus F-18. Eran dos de los tres únicos pilotos que quedaban del 314º, que se había visto obligado a amalgamarse con otros escuadrones para mantener un mínimo de entidad operativa.
-Dallas. Prince. Aquí Control 1. Tienen orden de regresar a la base.
-Recibido Control 1. Dos Hornets regresando a la base.
Aunque ellos no lo supieron en ese momento, cuando finalmente tocaron tierra al ponerse el sol sobre el horizonte, y aunque más adelante seguirían volando desde Al Kharj durante unos días, aquella fue su última misión de combate en la guerra. Por fin había terminado todo.
EPILOGO
Los saud eran la familia más poderosa del Reino, la que regía sus destinos desde hacía décadas, y no había sido mostrando clemencia como lo habían logrado. Tras el intento de regicidio del rey Fahd y del golpe de estado, los saud había desencadenado una autentica “caza de brujas”, encerrando o eliminando a todo aquel que fuera sospechoso de deslealtad hacia el régimen. Se habían llevado ejecuciones públicas, especialmente en los días posteriores al final de la guerra, para que todo el mundo supiera quien mantenía el poder. Algunas ejecuciones fueron más discretas, dependiendo de quien se tratase, y una en especial iba a ser bastante oscura.
“El peor criminal del Reino” como se había declarado a Waleed Hazizi, iba a ser decapitado por el verdugo real, en una inhóspita región al suroeste de la capital, en medio de ninguna parte, en presencia del Rey Fahd y de algunos miembros del gobierno y las fuerzas armadas.
La comitiva real había llegado con puntualidad a la cita, y el Rey en su vehículo blindado y con aire acondicionado, aguardaba a la llegada de los transportes que conducirían al reo ante su destino.
El Rey quería mirar a los ojos de aquel hombre y ver la desesperación en su rostro antes de morir. Conocía la historia que había llevado a aquel desgraciado a atentar contra su vida, y conocía el destino del príncipe Ghaleb. Le convenía que el príncipe ahora estuviese muerto y el soldado renegado en su poder, y aunque tras aquella terrible guerra, la historia de Waleed Hazizi carecía de toda importancia, nunca se sabía si alguna día podría salir a la luz pública y causar daño a la monarquía, así que era mejor que todo aquello se terminase aquel día.
Tras varios minutos, el Rey comenzó a impacientarse. No era habitual hacer esperar al monarca, era considerado un desprecio, y se castigaba severamente. Cuando sus acólitos se percataron del enfado del Rey, comenzaron a movilizarse para conocer el motivo del retraso de la llegada del condenado.
Finalmente llegaron noticias a la comitiva real. Unos todoterrenos de la Guardia Nacional que habían sido enviados a la pista sin asfalta por donde se trasladaba al preso, se encontraron con los tres vehículos que lo conducían al lugar de la ejecución. Uno estaba volcado y los otros dos con algunos agujeros de balas. Todos los miembros de seguridad estaban muertos de una u otra forma, pero lo más inquietante para los oídos del Rey fue que no había rastro del cuerpo del prisionero. Waleed Hazizi, el renegado, había desaparecido.
Acababa de despedir a Cowen en el aeropuerto de Heathrow. El neozelandés regresaba a su hogar tras muchos meses fuera de él y se había ganado un buen permiso. Como él. A pesar de los dos meses que habían pasado desde el fin de la contienda, MacCardy seguía convaleciente de las heridas recibidas durante su breve cautiverio en manos de los rusos, y solo recientemente había salido del hospital donde había sido ingresado tras su repatriación.
Tras abandonar el aeropuerto, había conducido hasta su pequeño pueblo natal, en las afueras de Londres y una vez allí, entró en el Pub de Paddy el Gales ha tomar una cerveza, la necesitaba. Se sentó en una mesa y le pidió al pequeño Paddy que le sirviera una pinta, pero antes de que se marchara, le pidió dos más. Y allí estaba,con tres jarras de cerveza, una para él, otra para el cabo Stuart y otra para el sargento Horrocks, y se las pensaba beber las tres.
-Señor, señor. Tenga, es para usted.
-...¿que? - se volvió y vio a un chaval de no más de 9 o 10 años que le entregaba una carta - ¿que es esto?
-Me la ha dado aquel señor para usted – dijo señalando por la ventana, hacia la calle, solo que no había nadie donde indicaba el crío. - Es verdad se lo juro. Mire, me ha dado una libra por entregársela – dijo mostrandole el billete con un gesto de orgullo.
MacCardy se puso en guardia inmediatamente. ¿Una carta bomba? La cogió y despidió al chaval dándole las gracias y ordenandole que saliera rápidamente de allí. La miró con suspicacia y recelo, pero algo llamó rápidamente su atención. Efectivamente iba dirigida a él, pero el remitente era de lo más curioso: “Waleed Hazizi”. La carta estaba abierta y al mirarla al trasluz no descubrió nada sospechoso, así que al ver que no había nadie a su alrededor, se arriesgó a abrirla.
Dentro encontró varios folios escritos a mano, con una caligrafía más que correcta en un inglés bastante pasable. La leyó detenidamente. Lo que relataba era sencillamente horrible, y al terminarla, no pudo por menos que sentir comprensión y una cierta simpatía hacia su antiguo alumno saudí. Si no fuera por que los servicios de inteligencia saudíes le habían asegurado al MI6 que Hazizi había sido decapitado, juraría que aquella carta y aquella firma eran suyas. MacCardy esbozó una ligera sonrisa, y pidió otra pinta más. Todavía quedaba otra persona por la que beber un buen trago.
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
BRAVOOO!!!!!!
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- Edwin Freyner Moreno Fies
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Relato. "1989. La Campaña del Golfo"
Genial, me gusto y te digo que me quede con ganas de mas
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