Dos incendios forestales en Imbabura cambiaron ayer los planes del equipo militar que combate el fuego desde el aire en la Sierra norte. Un día antes estaba previsto trabajar en la reserva ecológica El Ángel (Carchi). El fuego no ha parado desde hace una semana. Según el Ministerio del Ambiente, hasta ahora, se han destruido 500 hectáreas de la reserva.
Sin embargo, a las 06:00 de ayer, una llamada de alerta puso a correr a los cinco tripulantes del helicóptero MI, de la Brigada del Aire Paquisha, que llegó desde Quito. La nave del Ejército despegó rumbo a Otavalo, en el sur de Imbabura, desde las instalaciones de la Fuerza de Tarea 1, en la ciudad de Atuntaqui. El ruido del rotor del helicóptero se escuchaba fuerte. Édison Altamirano, comandante del vehículo, informaba a los tripulantes, a través de las radios internas, que las llamas estaban destruyendo un bosque de pino. Desde el aire, a través de las ventanillas, se podía ver las lenguas de fuego color naranja, que consumían 20 hectáreas.
Las llamas amenazaban a la fábrica de cementos Lafarge, en la parroquia Selva Alegre, en Otavalo. Minutos antes, la nave se aprovisionó de agua en el lago San Pablo. Para ello sumerge y alza un recipiente de plástico de 3 metros de diámetro, denominado Bambi Bucket, que es llevado con unas cadenas. Según Héctor Ponce, encargado de soltar el líquido sobre los incendios forestales, el envase tiene capacidad para 2 500 litros de agua. Recostado sobre el piso del helicóptero, él sostiene una palanca con la que controla la caída del agua. Como si estuviera en una guerra se concentra y apunta al núcleo de las llamas. La recolección y el esparcimiento del agua, a manera de lluvia, se repitió durante cinco veces. La tarea tarda una hora y media. “Todo depende del sitio de aprovisionamiento del líquido hasta la zona del incendio”, explica Altamirano.
La ayuda área no extingue totalmente el fuego. En tierra, un grupo de 12 bomberos y voluntarios azota con ramas las últimas llamas. Desde la puerta del helicóptero, Lenin Osejo, informa que el incendio fue apagado. El helicóptero retorna a la base. El descanso es corto. Mientras los tripulantes estiran las piernas en tierra, el personal técnico carga 270 galones de gasolina en el helicóptero, desde un tanquero. En 45 minutos, una nueva alerta pone en acción al equipo militar de combate contra el fuego. Esta vez la aeronave va rumbo al cantón Urcuquí, en el noroccidente de Imbabura. En la zona de Pisangacho otro incendio amenaza no solo a los bosques y a los cultivos, sino a un pequeño poblado .
La aeronave se aprovisionó de agua en un tanque de reserva agrícola. Luego sobrevuela sobre el incendio. Ponce vuelve a repetir con precisión la maniobra. Durante 11 veces la nave vuela entre el estanque y las llamas. La tarea dura dos horas. Pasado el mediodía, el helicóptero vuelve a la base. Sin embargo, la tarea no se ha terminado. Un helicóptero Lama, más pequeño, recorre Imbabura y Carchi haciendo vuelos de reconocimiento en las montañas y valles. Hay preocupación por lo que sucede en El Ángel. Pero el fuego no se puede combatir aún desde el aire.
Según Édison Altamirano, las características del helicóptero MI, de fabricación rusa, limitan el operativo contra incendios en el parque natural. Además, hay una nube de humo y ceniza que dificulta la visibilidad de los pilotos militares. Ayer, otro incendio en el cantón Espejo alarmó a la población. Un bosque del sector de La Calera también se quemó. En la mayoría de casos el difícil acceso de personal y maquinaria de bomberos limitan las tareas de socorro. Es por eso que los militares seguirán combatiendo el fuego. Los daños aumentan La alerta naranja sigue en Imbabura y Carchi. El Comité de Operaciones Emergentes de las dos provincias está activo. Los bomberos y militares están en máxima alerta. Los seis cantones de Imbabura han sido afectados por los incendios forestales. Se han destruido 1 120 hectáreas, según datos de Bomberos de Ibarra. Los pajonales y bosques primarios y secundarios de las dos provincias se han destruido.
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