Ucronia España vs EE.UU., Duelo de aguilas
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A BORDO DEL CRISTÓBAL COLÓN, almirante Cámara
El almirante Cámara observaba la oscuridad de la noche desde el puente del moderno crucero acorazado, sumido en sus pensamientos. Recordaba claramente el día, dos años antes, en el que el ministro de Marina, Beránger, le hiciese la pregunta que dio lugar a ese día. ¿Podemos medirnos a los EEUU? El camino hasta responder la pregunta había sido largo, debían romper la voluntad y capacidad de combatir norteamericana, pero sin entablar nunca una batalla decisiva con sus superiores fuerzas.
De esa necesidad, nació el ataque que estaba a punto de llevar a cabo.
Sin lugar a dudas, esta operación llegaba demasiado pronto, él hubiese preferido lanzar la segunda campaña de corso, obligando así a la US Navy a dispersar sus cruceros protegidos y auxiliares para combatirles. Solo entonces, hubiese lanzado las operaciones Santiago y Santa Ana que, recibieron esos nombres por haber calculado que sería en esas fechas cuando deberían tener lugar. Ahora, cancelada la segunda campaña de corso por las presiones británicas, no habían tenido más remedio que adelantar el ataque e inventar un subterfugio para tratar de despistar a los norteamericanos. Sin embargo, el tiempo disponible se acababa, y los norteamericanos pronto empezarían a sospechar, si no lo hacían ya.
Realmente, el plan pergeñado por Cámara y Manterola era extremadamente simple, y a la vez enmarañado, o más bien, complicado por la sucesión de acontecimientos que, esperaban provocar.
En primer lugar, encerrar la Escuadra de Instrucción en Santiago de Cuba, donde estaría a salvo tras las baterías de costa, y sobre todo, fijaría allí la atención del almirante norteamericano. Objetivo que habían cumplido sin mayores complicaciones.
En la segunda fase que, estaban llevando a cabo en esos momentos, la Escuadra de Reserva, debería atacar los mayores astilleros de los EEUU, y destruir sus buques en construcción, aunque debido al avance de los trabajos cuando estalló la guerra, esa misión se había transformado en tratar de robarlos.
Esto sin duda obligaría a Sampson a dividir su escuadra, y dirigirse al norte. Ese debía ser el momento elegido por Villaamil, quien permanecía en San Juan de Puerto Rico, para reunir sus cañoneros torpederos y su contratorpedero, y dirigirse a Santiago de Cuba, para caer sobre Schley por la espalda.
Tras esa tercera fase, llegaría la cuarta, en la que la Escuadra de Instrucción, debía romper el bloqueo amparada en el combate nocturno, y dirigirse a un puerto a elección de Manterola, no sin olvidar extender la destrucción a su paso. Schley, si sobrevivía, debería optar entre dejar escapar a Manterola, y con ello que este extendiese la destrucción en el Caribe, o perseguirle y abandonar a las fuerzas de tierra...
Empero, antes de nada, él debía cumplir con su parte.
El almirante Cámara observaba la oscuridad de la noche desde el puente del moderno crucero acorazado, sumido en sus pensamientos. Recordaba claramente el día, dos años antes, en el que el ministro de Marina, Beránger, le hiciese la pregunta que dio lugar a ese día. ¿Podemos medirnos a los EEUU? El camino hasta responder la pregunta había sido largo, debían romper la voluntad y capacidad de combatir norteamericana, pero sin entablar nunca una batalla decisiva con sus superiores fuerzas.
De esa necesidad, nació el ataque que estaba a punto de llevar a cabo.
Sin lugar a dudas, esta operación llegaba demasiado pronto, él hubiese preferido lanzar la segunda campaña de corso, obligando así a la US Navy a dispersar sus cruceros protegidos y auxiliares para combatirles. Solo entonces, hubiese lanzado las operaciones Santiago y Santa Ana que, recibieron esos nombres por haber calculado que sería en esas fechas cuando deberían tener lugar. Ahora, cancelada la segunda campaña de corso por las presiones británicas, no habían tenido más remedio que adelantar el ataque e inventar un subterfugio para tratar de despistar a los norteamericanos. Sin embargo, el tiempo disponible se acababa, y los norteamericanos pronto empezarían a sospechar, si no lo hacían ya.
Realmente, el plan pergeñado por Cámara y Manterola era extremadamente simple, y a la vez enmarañado, o más bien, complicado por la sucesión de acontecimientos que, esperaban provocar.
En primer lugar, encerrar la Escuadra de Instrucción en Santiago de Cuba, donde estaría a salvo tras las baterías de costa, y sobre todo, fijaría allí la atención del almirante norteamericano. Objetivo que habían cumplido sin mayores complicaciones.
En la segunda fase que, estaban llevando a cabo en esos momentos, la Escuadra de Reserva, debería atacar los mayores astilleros de los EEUU, y destruir sus buques en construcción, aunque debido al avance de los trabajos cuando estalló la guerra, esa misión se había transformado en tratar de robarlos.
Esto sin duda obligaría a Sampson a dividir su escuadra, y dirigirse al norte. Ese debía ser el momento elegido por Villaamil, quien permanecía en San Juan de Puerto Rico, para reunir sus cañoneros torpederos y su contratorpedero, y dirigirse a Santiago de Cuba, para caer sobre Schley por la espalda.
Tras esa tercera fase, llegaría la cuarta, en la que la Escuadra de Instrucción, debía romper el bloqueo amparada en el combate nocturno, y dirigirse a un puerto a elección de Manterola, no sin olvidar extender la destrucción a su paso. Schley, si sobrevivía, debería optar entre dejar escapar a Manterola, y con ello que este extendiese la destrucción en el Caribe, o perseguirle y abandonar a las fuerzas de tierra...
Empero, antes de nada, él debía cumplir con su parte.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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TROCHA JUCARO-MORON, fuerte nº 13, 03:30 19 de julio de 1898
Tras la batalla de Santiago el primero de julio, y la posterior concentración de fuerzas españolas, la situación norteamericana, era tremendamente complicada. Por ello el general Shafter había decidido tratar de ganar tiempo, atacando a los españoles en otras zonas, obligándoles así a dispersar sus esfuerzos.
Dentro de esta estrategia, al coronel mambí Chávez, al mando de 480 hombres armados por los norteamericanos, le había tocado el encargo de atravesar la trocha y llevar la guerra a las zonas declaradas pacificadas por Weyler. Mientras, otras partidas anteriormente derrotadas que, ahora pululaban por las zonas pacificadas, serían auxiliadas mediante el desembarco de armas y suministros por parte de la escuadra de bloqueo.
Las fuerzas españolas bajo el mando del Tte. Zenon, abrumadas por el ataque mambí, no lograrían repeler el ataque, logrando los mambises atravesar la trocha aun a costa de sufrir 30 bajas. Tras ellos dejarían un puesto de escucha arrasado y 7 hombres muertos y 11 heridos.
Tras la batalla de Santiago el primero de julio, y la posterior concentración de fuerzas españolas, la situación norteamericana, era tremendamente complicada. Por ello el general Shafter había decidido tratar de ganar tiempo, atacando a los españoles en otras zonas, obligándoles así a dispersar sus esfuerzos.
Dentro de esta estrategia, al coronel mambí Chávez, al mando de 480 hombres armados por los norteamericanos, le había tocado el encargo de atravesar la trocha y llevar la guerra a las zonas declaradas pacificadas por Weyler. Mientras, otras partidas anteriormente derrotadas que, ahora pululaban por las zonas pacificadas, serían auxiliadas mediante el desembarco de armas y suministros por parte de la escuadra de bloqueo.
Las fuerzas españolas bajo el mando del Tte. Zenon, abrumadas por el ataque mambí, no lograrían repeler el ataque, logrando los mambises atravesar la trocha aun a costa de sufrir 30 bajas. Tras ellos dejarían un puesto de escucha arrasado y 7 hombres muertos y 11 heridos.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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20 de julio de 1898, en algún lugar de Guahán
El Sargento Santiago Urquhart, conocido como Jimmy por su cabellera pelirroja, era descendiente de un militar irlandés huído tras la Batalla de Culloden. Alguno de sus antepasados había servido en los Regimientos Hibernia y Ultonia, a pesar de ser nacidos ya en España. Él era gallego, pues las postrimerías de la Guerra de Independencia habían convertido al Regimiento Ultonia en una unidad de recluta gallega, siendo esta la razón por la que su bisabuelo se acomodó en los montes de Orense una vez acabada la Guerra, siendo de los últimos irlandeses del Regimiento.
Santiago continuaba la tradición militar de sus antepasados, dada las escasas oportunidades que brindaba su aldea de la montaña orensana. Excelente cazador, que permitía a su familia completar su dieta; su destreza como tirador le habían llevado a convertirse en francotirador dentro de las disposiciones del General Polavieja.
Sus ordenes eran claras, debía hacer fuego contra los mandos estadounidenses, contra los oficiales al mando de secciones; y especialmente contra los sargentos, verdaderos aglutinadores de las unidades enemigas, sobretodo si éstas estaban formadas por voluntarios o milicias estatales llamadas al servicio federal.
El ataque a la columna de intendencia del día anterior, había demostrado a los estadounidenses que ni siquiera eran dueños de las escasa vías de comunicación con las que contaba la isla. Sabedores de la presencia de fuerzas emboscadas, pero desconociendo su composición; los estadounidenses decidieron recurrir a guías locales en vistas a adentrarse en la espesura, aunque fuera timidamente, sin más intención que dificultar la acción española.
Santiago tenía a su alcance una patrulla estadounidense, adentrandose con precaución en la espesura, con toda seguridad buscando las partidas que ocasionaban problemas a los trenes de suministro. Antes o después tenía que ocurrir. Pero la sorpresa fue que a los azules les acompañara un chamorro. Evidentemente, alguien de la patrulla estadounidense hablaba castellano, ya que ni el estadounidense hablaría chamorro, ni el chamorro hablaría inglés...
Las ordenes eran claras, oficiales y sargentos, un solo disparo y desaparecer.... disparar contra el chamorro podría poner a la población local del lado estadounidense, se sabía de levantamientos de la población local con anterioridad como en la del pasado mayo en Ponapé, sofocadas gracias a la participación de los cañoneros Quirós y Villalobos... tras unos minutos, un cabo se dirigió al chamorro, señalando éste la espesura... instantes después el cabo se dirigió al Teniente al mando de la patrulla. Sin duda el cabo, tenía conocimientos de español, con seguridad descendiente de mexicanos, o de californios. Estaba claro cual sería su presa... al poco, el Cabo Joseph Estudillo, de raíces andaluzas, descendiente de los primeros colonos de San Diego y emparentado con el que fuera Secretario del Tesoro de California José Guadalupe Estudillo, yacía muerto en Guahán.
Ahora tocaba caminar varias horas hasta una nueva posición. Informar a las partidas de la presencia de patrullas estadounidenses, sería primordial, aunque al Sargento Urquhart se le antoja harto difícil.
Cartel en Chamorro. Se observa influencias del castellano.
la imagen, tomada hacia 1930, nos da una idea de las dificultades del transporte en Guahán.
Con autorización de Gaspacher.
El Sargento Santiago Urquhart, conocido como Jimmy por su cabellera pelirroja, era descendiente de un militar irlandés huído tras la Batalla de Culloden. Alguno de sus antepasados había servido en los Regimientos Hibernia y Ultonia, a pesar de ser nacidos ya en España. Él era gallego, pues las postrimerías de la Guerra de Independencia habían convertido al Regimiento Ultonia en una unidad de recluta gallega, siendo esta la razón por la que su bisabuelo se acomodó en los montes de Orense una vez acabada la Guerra, siendo de los últimos irlandeses del Regimiento.
Santiago continuaba la tradición militar de sus antepasados, dada las escasas oportunidades que brindaba su aldea de la montaña orensana. Excelente cazador, que permitía a su familia completar su dieta; su destreza como tirador le habían llevado a convertirse en francotirador dentro de las disposiciones del General Polavieja.
Sus ordenes eran claras, debía hacer fuego contra los mandos estadounidenses, contra los oficiales al mando de secciones; y especialmente contra los sargentos, verdaderos aglutinadores de las unidades enemigas, sobretodo si éstas estaban formadas por voluntarios o milicias estatales llamadas al servicio federal.
El ataque a la columna de intendencia del día anterior, había demostrado a los estadounidenses que ni siquiera eran dueños de las escasa vías de comunicación con las que contaba la isla. Sabedores de la presencia de fuerzas emboscadas, pero desconociendo su composición; los estadounidenses decidieron recurrir a guías locales en vistas a adentrarse en la espesura, aunque fuera timidamente, sin más intención que dificultar la acción española.
Santiago tenía a su alcance una patrulla estadounidense, adentrandose con precaución en la espesura, con toda seguridad buscando las partidas que ocasionaban problemas a los trenes de suministro. Antes o después tenía que ocurrir. Pero la sorpresa fue que a los azules les acompañara un chamorro. Evidentemente, alguien de la patrulla estadounidense hablaba castellano, ya que ni el estadounidense hablaría chamorro, ni el chamorro hablaría inglés...
Las ordenes eran claras, oficiales y sargentos, un solo disparo y desaparecer.... disparar contra el chamorro podría poner a la población local del lado estadounidense, se sabía de levantamientos de la población local con anterioridad como en la del pasado mayo en Ponapé, sofocadas gracias a la participación de los cañoneros Quirós y Villalobos... tras unos minutos, un cabo se dirigió al chamorro, señalando éste la espesura... instantes después el cabo se dirigió al Teniente al mando de la patrulla. Sin duda el cabo, tenía conocimientos de español, con seguridad descendiente de mexicanos, o de californios. Estaba claro cual sería su presa... al poco, el Cabo Joseph Estudillo, de raíces andaluzas, descendiente de los primeros colonos de San Diego y emparentado con el que fuera Secretario del Tesoro de California José Guadalupe Estudillo, yacía muerto en Guahán.
Ahora tocaba caminar varias horas hasta una nueva posición. Informar a las partidas de la presencia de patrullas estadounidenses, sería primordial, aunque al Sargento Urquhart se le antoja harto difícil.
Cartel en Chamorro. Se observa influencias del castellano.
la imagen, tomada hacia 1930, nos da una idea de las dificultades del transporte en Guahán.
Con autorización de Gaspacher.
Tempus Fugit
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BAHÍA DE DELAWARE, 19 de julio de 1898, 21:30
La 3ª división de la Escuadra de Reserva se aproximaba lentamente a la bahía de Delaware, hasta que, a falta de 80 millas y 4 horas para oscurecer, se lanzó a una desaforada carrera rumbo a ella. A esa velocidad, el almirante Cámara, esperaba poder dejar atrás a cualquier buque que, pudiese divisarles y tratar de advertir al mando norteamericano. Además, al navegar las ultimas 20 millas en la oscuridad de una noche sin luna, cruzarían la zona de mayor tráfico de cabotaje sin poder ser observados por espectadores indiscretos.
El crucero protegido Carlos V avanzaba tras el yate armado Urania, dispuesto a adentrarse en la bahía de Delaware. Tras él, le seguían los cruceros auxiliares Ciudad de Cádiz, Alfonso XIII, Montserrat, y el transporte de tropas Mar Negro. A bordo de cada uno de dichos cruceros auxiliares, un batallón de infantería de entre 6 y 800 soldados y marineros, preparaban sus armas y tomaban un tentempié. La noche prometía ser larga, y sería solo el preludio del largo día siguiente.
La ruta escogida, otorgaba todo el anonimato que era posible, por tratarse de la ruta que enlazaba las Antillas memores con Delaware, una ruta controlada mayoritariamente por los británicos, más aun después de las capturas de mayo. Incluso el ser una ruta comercial tenía otra ventaja, pues era evitada por los pequeños pesqueros, deseosos de evitar accidentes con los grandes vapores trasatlánticos. Aun así, el almirante Cámara, deseoso de hacer cuanto fuese posible por el éxito de la misión, ordeno izar la bandera de Gran Bretaña, Francia o el Imperio Alemán, según fuese necesario.
Gracias a esto, tan solo se encontraron con dos vapores durante el día. El primero en ruta encontrada, era un vapor ingles que, se dirigía a St Thomas, según declaró. No suponía ningún peligro, por lo que lo dejarían continuar rumbo al sur, pues aunque se dirigiese a tierra a dar la alerta, no podría avisar antes de 2 días. Mucho más cerca de la costa encontraron un segundo vapor, esta vez francés que hacía la ruta en sentido contrario. Inmediatamente, el contratorpedero Proserpina lo intercepto, comunicándole por señales que, debía variar el rumbo y dirigirse a Nueva York o Boston. Pues se estaba adentrando en zona de guerra, y de seguir aproximándose a la costa, no podrían garantizar su seguridad.
Al oscurecer, continuaron navegando a 15 nudos dirigiéndose a la entrada de la bahía mientras, equipos dobles de vigías, trataban de evitar cualquier peligro en la navegación escudriñando entre las sombras. A bordo, con todas las luces apagadas y con ordenes de oscuridad total, tan solo una luz en la popa de cada uno de los buques, servía de guía al siguiente.
En los puentes, las comprobaciones de posición eran constantes, mientras los buques se acercaban a las costas norteamericanas. Poco después de medianoche, la escuadra debía adentrarse en la bahía de Delaware y navegar río arriba durante la noche. Una maniobra difícil pues, en muchos lugares de la costa el pánico se había extendido, entre sus habitantes que, habían obscurecido sus ciudades.
Al menos, la entrada de la bahía era muy ancha, de unas 10 millas náuticas, y luego aun aumentaba de tamaño durante cerca de 30 millas, por lo que el riesgo de embarrancar o colisionar estaba controlado. La entrada en la bahía, sería navegando a 15 nudos, manteniendo esa velocidad cerca de una hora. A continuación reducirían a 10 nudos durante otra hora, momento para el que ya deberían estar casi en el río. Allí deberían encontrarse de nuevo con el Urania que, se les habría adelantado, y remontar el río a una velocidad de entre 4 y 6 nudos. Si todo marchaba segun lo previsto, los buques estarían en posición cuando aun restasen dos horas de oscuridad.
Tras adentrarse en la bahía, el Urania siguió navegando a 10 nudos, buscando el río con el fin de orientarse. Solo cuando divisaron la orilla del río, en lo que debía ser el río Maurice, lanzaría dos botes con sendos equipos de señalización y regresaría al centro en busca de la escuadra, a la que guiaría hacia el río. Allí, guiados por los botes de señalización que, encendieron sendas linternas al divisar la escuadra, podrían enfilar con seguridad. Una tarea difícil aun para el equipo formado por los capitanes y pilotos de la mercante Julián Romero, Néstor Beltrán, Hipólito Oliver, Amadeo Humberto, Honorio Calderón y Mario Celestino, todos ellos experimentados marinos habituados a estas aguas, a la sazón embarcados en los buques como pilotos.
A las 03:30, tras divisar el Urania la orilla occidental del río frente a ellos, la escuadra viraría una vez más hacia el norte, reduciendo ahora la velocidad a 3 nudos, mientras el Urania realizaba una pequeña comprobación de la posición acercándose a la orilla para el reconocimiento final.
A bordo de los cruceros auxiliares, era el momento de ponerse manos a la obra. Las lanchas y botes fueron lanzados al agua, embarcando en ellos los 1.600 soldados transportados por el crucero auxiliar Montserrat y el transporte Mar Negro en una maniobra que llevo 30 minutos en completa oscuridad. Estas fuerzas, divididas en 3 columnas, se dirigieron inmediatamente a sus respectivos objetivos.
La primera compuesta de 600 hombres, al mando del comandante Peláez, se dirigió a la orilla occidental, antes de empezar a remontar el río pegada a ella. La segunda, con otros tantos hombres, al mando del comandante Jarillo, haría otro tanto por la orilla derecha. La última, con los 400 hombres restantes, al mando del comandante Gurpegui, acompañaría a la primera hasta el canal de Chesapeake y Delaware, cuando se adentraría en el río para buscar la isla de Pea Patch. Eran las 05:20 y faltaban minutos para el amanecer.
Tras ellos, la escuadra empezaba a ponerse de nuevo en marcha, mientras el Montserrat y el Mar Negro permanecían en la zona.
La 3ª división de la Escuadra de Reserva se aproximaba lentamente a la bahía de Delaware, hasta que, a falta de 80 millas y 4 horas para oscurecer, se lanzó a una desaforada carrera rumbo a ella. A esa velocidad, el almirante Cámara, esperaba poder dejar atrás a cualquier buque que, pudiese divisarles y tratar de advertir al mando norteamericano. Además, al navegar las ultimas 20 millas en la oscuridad de una noche sin luna, cruzarían la zona de mayor tráfico de cabotaje sin poder ser observados por espectadores indiscretos.
El crucero protegido Carlos V avanzaba tras el yate armado Urania, dispuesto a adentrarse en la bahía de Delaware. Tras él, le seguían los cruceros auxiliares Ciudad de Cádiz, Alfonso XIII, Montserrat, y el transporte de tropas Mar Negro. A bordo de cada uno de dichos cruceros auxiliares, un batallón de infantería de entre 6 y 800 soldados y marineros, preparaban sus armas y tomaban un tentempié. La noche prometía ser larga, y sería solo el preludio del largo día siguiente.
La ruta escogida, otorgaba todo el anonimato que era posible, por tratarse de la ruta que enlazaba las Antillas memores con Delaware, una ruta controlada mayoritariamente por los británicos, más aun después de las capturas de mayo. Incluso el ser una ruta comercial tenía otra ventaja, pues era evitada por los pequeños pesqueros, deseosos de evitar accidentes con los grandes vapores trasatlánticos. Aun así, el almirante Cámara, deseoso de hacer cuanto fuese posible por el éxito de la misión, ordeno izar la bandera de Gran Bretaña, Francia o el Imperio Alemán, según fuese necesario.
Gracias a esto, tan solo se encontraron con dos vapores durante el día. El primero en ruta encontrada, era un vapor ingles que, se dirigía a St Thomas, según declaró. No suponía ningún peligro, por lo que lo dejarían continuar rumbo al sur, pues aunque se dirigiese a tierra a dar la alerta, no podría avisar antes de 2 días. Mucho más cerca de la costa encontraron un segundo vapor, esta vez francés que hacía la ruta en sentido contrario. Inmediatamente, el contratorpedero Proserpina lo intercepto, comunicándole por señales que, debía variar el rumbo y dirigirse a Nueva York o Boston. Pues se estaba adentrando en zona de guerra, y de seguir aproximándose a la costa, no podrían garantizar su seguridad.
Al oscurecer, continuaron navegando a 15 nudos dirigiéndose a la entrada de la bahía mientras, equipos dobles de vigías, trataban de evitar cualquier peligro en la navegación escudriñando entre las sombras. A bordo, con todas las luces apagadas y con ordenes de oscuridad total, tan solo una luz en la popa de cada uno de los buques, servía de guía al siguiente.
En los puentes, las comprobaciones de posición eran constantes, mientras los buques se acercaban a las costas norteamericanas. Poco después de medianoche, la escuadra debía adentrarse en la bahía de Delaware y navegar río arriba durante la noche. Una maniobra difícil pues, en muchos lugares de la costa el pánico se había extendido, entre sus habitantes que, habían obscurecido sus ciudades.
Al menos, la entrada de la bahía era muy ancha, de unas 10 millas náuticas, y luego aun aumentaba de tamaño durante cerca de 30 millas, por lo que el riesgo de embarrancar o colisionar estaba controlado. La entrada en la bahía, sería navegando a 15 nudos, manteniendo esa velocidad cerca de una hora. A continuación reducirían a 10 nudos durante otra hora, momento para el que ya deberían estar casi en el río. Allí deberían encontrarse de nuevo con el Urania que, se les habría adelantado, y remontar el río a una velocidad de entre 4 y 6 nudos. Si todo marchaba segun lo previsto, los buques estarían en posición cuando aun restasen dos horas de oscuridad.
Tras adentrarse en la bahía, el Urania siguió navegando a 10 nudos, buscando el río con el fin de orientarse. Solo cuando divisaron la orilla del río, en lo que debía ser el río Maurice, lanzaría dos botes con sendos equipos de señalización y regresaría al centro en busca de la escuadra, a la que guiaría hacia el río. Allí, guiados por los botes de señalización que, encendieron sendas linternas al divisar la escuadra, podrían enfilar con seguridad. Una tarea difícil aun para el equipo formado por los capitanes y pilotos de la mercante Julián Romero, Néstor Beltrán, Hipólito Oliver, Amadeo Humberto, Honorio Calderón y Mario Celestino, todos ellos experimentados marinos habituados a estas aguas, a la sazón embarcados en los buques como pilotos.
A las 03:30, tras divisar el Urania la orilla occidental del río frente a ellos, la escuadra viraría una vez más hacia el norte, reduciendo ahora la velocidad a 3 nudos, mientras el Urania realizaba una pequeña comprobación de la posición acercándose a la orilla para el reconocimiento final.
A bordo de los cruceros auxiliares, era el momento de ponerse manos a la obra. Las lanchas y botes fueron lanzados al agua, embarcando en ellos los 1.600 soldados transportados por el crucero auxiliar Montserrat y el transporte Mar Negro en una maniobra que llevo 30 minutos en completa oscuridad. Estas fuerzas, divididas en 3 columnas, se dirigieron inmediatamente a sus respectivos objetivos.
La primera compuesta de 600 hombres, al mando del comandante Peláez, se dirigió a la orilla occidental, antes de empezar a remontar el río pegada a ella. La segunda, con otros tantos hombres, al mando del comandante Jarillo, haría otro tanto por la orilla derecha. La última, con los 400 hombres restantes, al mando del comandante Gurpegui, acompañaría a la primera hasta el canal de Chesapeake y Delaware, cuando se adentraría en el río para buscar la isla de Pea Patch. Eran las 05:20 y faltaban minutos para el amanecer.
Tras ellos, la escuadra empezaba a ponerse de nuevo en marcha, mientras el Montserrat y el Mar Negro permanecían en la zona.
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Habra que esperar haber si hoy empieza la accion
Cuidado que vienen los Indios y al septimo de caballeria le van a volver a dar matarile
Pd: Ese Sargento Urquhart se quiere ganar una Laureada
Cuidado que vienen los Indios y al septimo de caballeria le van a volver a dar matarile
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Cuando llegue el cable a la casa blanca, de que los "manolete boys" han desembarcado, han destruido los astilleros y han hundido o robado los buques en construcción y que no tienen nada de nada para detener esa escuadra ..... veremos a ver lo rápido que aparece el panico en Washington.
El no saber que va hacer esa escuadra y encima saber que lleva tropas de desembarco.... mas de uno gritará "maric** el último"...
Un saludo
El no saber que va hacer esa escuadra y encima saber que lleva tropas de desembarco.... mas de uno gritará "maric** el último"...
Un saludo
"Pienso que se presenta una importante crisis. Jamás hubo cosa tan valiente, tan generosa, tan noble, como la conducta de los asturianos"
Cámara de los comunes el 15 de julio de 1808
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Más bien yo creo que más de uno gritará "cortarle los huevos a McKinley, Sampson y compañía"
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huarlot escribió:Habra que esperar haber si hoy empieza la accion
Esperemos no defraudar
Pd: Ese Sargento Urquhart se quiere ganar una Laureada
Dependerá de si se carga a Anderson, o a Greene cuando llegue dentro de 10 días a Guam.
ASTUR escribió:Cuando llegue el cable a la casa blanca, de que los "manolete boys" han desembarcado, han destruido los astilleros y han hundido o robado los buques en construcción y que no tienen nada de nada para detener esa escuadra ..... veremos a ver lo rápido que aparece el panico en Washington.
El no saber que va hacer esa escuadra y encima saber que lleva tropas de desembarco.... mas de uno gritará "mari*** el último"...
Un saludo
Tengo todo un post dedicado a FOBOS
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BAHÍA DE CHESAPEAKE, 20 de julio de 1898, 03:30.
A semejanza de lo que ocurría 120 millas náuticas al norte, el resto de la Escuadra de Reserva, al mando del Almirante Cámara y Livermoore, avanzaba hacia la bahía de Chesapeake. A priori, la dificultad de esta operación era mucho menor, pese a ser el objetivo mucho más jugoso. Dos astilleros y 3 acorazados en construcción, además, por supuesto, de la mayor base naval norteamericana.
Aun mejor, no tendría que adentrarse y navegar en un río, por ancho que este fuese, en plena oscuridad. Por estar su primero objetivo, la llave de toda la operación, en la bahía a solo unas a solo 15 millas de la entrada. Este primer objetivo lo formaban, como no podía ser de otra manera, los fuertes que guardaban la entrada, Monroe, y Wool. Gracias a ello, el almirante Cámara pudo permitirse varias mercedes.
En primer lugar, podría permitirse iniciar la carrera hacia la bahía desde 100 millas de distancia, recorriéndolas todas en unas 7 horas. Así pues, realizaron los cálculos para recorrer la mayor parte del trayecto en la oscuridad, y que aun así les quedasen al menos dos horas, tal vez tres, de margen para preparar el desembarco de la infantería encargada de anular esos fuertes.
De igual manera y por seguridad, la ruta empleada en esta ocasión, sería la de Bermuda, por ser una isla con poco tráfico comercial. Gracias a ello, tan solo se cruzarían con media docena de pequeñas goletas de pesca que, aunque descubriesen la verdad tras la bandera británica de los buques, jamás lograrían llegar a tierra antes que los buques de Cámara.
Pese a todo, la carrera a 15 nudos de los buques fue extremadamente dificultosa, quedándose atrás a alguno de los transportes y cruceros auxiliares como el Antonio López, por su menor andar. De todas formas, incluso eso había sido previsto, pues estos pertenecerían a la segunda oleada y su participación no sería necesaria hasta después del amanecer.
Navegando en doble columna, los buques recorrerían el camino sin contratiempos dignos de mención, adentrándose en la bahía cerca de las 03:15. Tan solo restaban unas 10 millas de navegación hasta el punto elegido. Distancia que recorrieron sin más dilación durante los 45 minutos siguientes. Ahora, tan solo 4 millas separaban a la escuadra de los fuertes norteamericanos, y si bien la falta de luna les protegía, no debían arriesgarse a ser descubiertos antes de tiempo. Era hora de echar los botes y lanchas auxiliares al agua, y que fuesen estas menudas embarcaciones las que hiciesen el resto.
A bordo del Ciudad de Valencia, los hombres del regimiento Soria se ajustaron los correajes y los equipos. Cada uno de los soldados, portaba para la ocasión, una carabina máuser M-1895, 250 cartuchos de dotación que, era casi el doble de la dotación habitual, y su bayoneta reglamentaria. Además, cada soldado cargaba 4 de las nuevas granadas de mano desarrolladas para la ocasión, y uno de cada cuatro, una carga de demolición destinada a destruir las fortificaciones norteamericanas.
Tras descender a los botes por las escalas preparadas a tal efecto, en una maniobra repetida hasta la saciedad en la ría de Ferrol, los soldados se acomodaron en los botes que, partieron de inmediato. Para ello, las pequeñas lanchas auxiliares a vapor, remolcaron a los botes, logrando una velocidad más que aceptable, a la vez que evitaban que la noche y las corrientes les dispersasen.
Los primeros en tocar tierra serían los 700 hombres al mando del coronel Burguillo, aunque, debido a un error de navegación nocturna, lo hicieron a casi tres kilómetros de fuerte en lugar de a uno. Inmediatamente el coronel Burguillo organizo sus fuerzas, iniciando un lento avance hacia el sur. Mientras, las lanchas emprendieron el regreso a la escuadra, con la excepción de 2 pequeñas lanchas a vapor armadas con sendas ametralladoras de 11mm, Nordenfelt que, les cubrirían desde el mar.
Empezaba a clarear en el horizonte cuando las tropas llegaron a la primera de las baterías en construcción. Se trataba de una batería de morteros pesados (1) casi finalizada pero aun desarmada, y por lo tanto sin vigilancia. Tras dejar una compañía de 100 hombres en ella, encargada de proteger la retaguardia, las fuerzas del coronel Burguillo reanudaron la marcha llegando de inmediato a la siguiente batería (2), también en construcción. Dos centinelas que patrullaban la zona, fueron rápidamente capturados por 4 soldados españoles, veteranos de la guerra de Cuba (3). Las fuerzas continuaron avanzando, ahora casi a la carrera, pues el tiempo escaseaba.
En la bahía, mientras tanto, las fuerzas que debían asaltar el fuerte Wool, habían esperado inmóviles en el agua, hasta que, con las primeras luces, divisaron claramente la isla y el fuerte frente a ellos, a unos 800 metros. Inmediatamente el capitán Castaños ordeno a las fuerzas ponerse en marcha, imprimiendo toda la velocidad de la que eran capaces a los 5 pequeños vapores en los que se desplazaban los 125 hombres a sus órdenes. El riesgo de esperar al amanecer para la aproximación final era grande, pero se consideró que peor hubiese sido perderse en la oscuridad.
En tierra, la misma situación de edificaciones en construcción se encontrarían en las siguientes dos baterías (4 y 5), que fueron rápidamente superadas. Tan solo, cuando ya estaban llegando al propio Fuerte Monroe, encontraron las baterías del fuerte activas (6 y 7), al menos parcialmente. Por supuesto, su suerte acabaría entonces. En lo alto del fuerte Monroe, el soldado O´Mallory, cumplía la última guardia, cuando diviso unos 500 metros a cientos de hombres que, corrían hacia el fuerte.
Pronto el primer disparo rasgo el aire mientras gritaba llamando a las armas.
La batalla de Chesapeake, acababa de empezar.
A semejanza de lo que ocurría 120 millas náuticas al norte, el resto de la Escuadra de Reserva, al mando del Almirante Cámara y Livermoore, avanzaba hacia la bahía de Chesapeake. A priori, la dificultad de esta operación era mucho menor, pese a ser el objetivo mucho más jugoso. Dos astilleros y 3 acorazados en construcción, además, por supuesto, de la mayor base naval norteamericana.
Aun mejor, no tendría que adentrarse y navegar en un río, por ancho que este fuese, en plena oscuridad. Por estar su primero objetivo, la llave de toda la operación, en la bahía a solo unas a solo 15 millas de la entrada. Este primer objetivo lo formaban, como no podía ser de otra manera, los fuertes que guardaban la entrada, Monroe, y Wool. Gracias a ello, el almirante Cámara pudo permitirse varias mercedes.
En primer lugar, podría permitirse iniciar la carrera hacia la bahía desde 100 millas de distancia, recorriéndolas todas en unas 7 horas. Así pues, realizaron los cálculos para recorrer la mayor parte del trayecto en la oscuridad, y que aun así les quedasen al menos dos horas, tal vez tres, de margen para preparar el desembarco de la infantería encargada de anular esos fuertes.
De igual manera y por seguridad, la ruta empleada en esta ocasión, sería la de Bermuda, por ser una isla con poco tráfico comercial. Gracias a ello, tan solo se cruzarían con media docena de pequeñas goletas de pesca que, aunque descubriesen la verdad tras la bandera británica de los buques, jamás lograrían llegar a tierra antes que los buques de Cámara.
Pese a todo, la carrera a 15 nudos de los buques fue extremadamente dificultosa, quedándose atrás a alguno de los transportes y cruceros auxiliares como el Antonio López, por su menor andar. De todas formas, incluso eso había sido previsto, pues estos pertenecerían a la segunda oleada y su participación no sería necesaria hasta después del amanecer.
Navegando en doble columna, los buques recorrerían el camino sin contratiempos dignos de mención, adentrándose en la bahía cerca de las 03:15. Tan solo restaban unas 10 millas de navegación hasta el punto elegido. Distancia que recorrieron sin más dilación durante los 45 minutos siguientes. Ahora, tan solo 4 millas separaban a la escuadra de los fuertes norteamericanos, y si bien la falta de luna les protegía, no debían arriesgarse a ser descubiertos antes de tiempo. Era hora de echar los botes y lanchas auxiliares al agua, y que fuesen estas menudas embarcaciones las que hiciesen el resto.
A bordo del Ciudad de Valencia, los hombres del regimiento Soria se ajustaron los correajes y los equipos. Cada uno de los soldados, portaba para la ocasión, una carabina máuser M-1895, 250 cartuchos de dotación que, era casi el doble de la dotación habitual, y su bayoneta reglamentaria. Además, cada soldado cargaba 4 de las nuevas granadas de mano desarrolladas para la ocasión, y uno de cada cuatro, una carga de demolición destinada a destruir las fortificaciones norteamericanas.
Tras descender a los botes por las escalas preparadas a tal efecto, en una maniobra repetida hasta la saciedad en la ría de Ferrol, los soldados se acomodaron en los botes que, partieron de inmediato. Para ello, las pequeñas lanchas auxiliares a vapor, remolcaron a los botes, logrando una velocidad más que aceptable, a la vez que evitaban que la noche y las corrientes les dispersasen.
Los primeros en tocar tierra serían los 700 hombres al mando del coronel Burguillo, aunque, debido a un error de navegación nocturna, lo hicieron a casi tres kilómetros de fuerte en lugar de a uno. Inmediatamente el coronel Burguillo organizo sus fuerzas, iniciando un lento avance hacia el sur. Mientras, las lanchas emprendieron el regreso a la escuadra, con la excepción de 2 pequeñas lanchas a vapor armadas con sendas ametralladoras de 11mm, Nordenfelt que, les cubrirían desde el mar.
Empezaba a clarear en el horizonte cuando las tropas llegaron a la primera de las baterías en construcción. Se trataba de una batería de morteros pesados (1) casi finalizada pero aun desarmada, y por lo tanto sin vigilancia. Tras dejar una compañía de 100 hombres en ella, encargada de proteger la retaguardia, las fuerzas del coronel Burguillo reanudaron la marcha llegando de inmediato a la siguiente batería (2), también en construcción. Dos centinelas que patrullaban la zona, fueron rápidamente capturados por 4 soldados españoles, veteranos de la guerra de Cuba (3). Las fuerzas continuaron avanzando, ahora casi a la carrera, pues el tiempo escaseaba.
En la bahía, mientras tanto, las fuerzas que debían asaltar el fuerte Wool, habían esperado inmóviles en el agua, hasta que, con las primeras luces, divisaron claramente la isla y el fuerte frente a ellos, a unos 800 metros. Inmediatamente el capitán Castaños ordeno a las fuerzas ponerse en marcha, imprimiendo toda la velocidad de la que eran capaces a los 5 pequeños vapores en los que se desplazaban los 125 hombres a sus órdenes. El riesgo de esperar al amanecer para la aproximación final era grande, pero se consideró que peor hubiese sido perderse en la oscuridad.
En tierra, la misma situación de edificaciones en construcción se encontrarían en las siguientes dos baterías (4 y 5), que fueron rápidamente superadas. Tan solo, cuando ya estaban llegando al propio Fuerte Monroe, encontraron las baterías del fuerte activas (6 y 7), al menos parcialmente. Por supuesto, su suerte acabaría entonces. En lo alto del fuerte Monroe, el soldado O´Mallory, cumplía la última guardia, cuando diviso unos 500 metros a cientos de hombres que, corrían hacia el fuerte.
Pronto el primer disparo rasgo el aire mientras gritaba llamando a las armas.
La batalla de Chesapeake, acababa de empezar.
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A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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FORT DUPONT, 05:50 del 20 de julio de 1898
Los 400 hombres encargados de la toma de Fort Duponthabían tomado tierra 20 minutos antes en la costa norte del canal Chesapeake&Delaware. Solo 2 kilómetros los separaban de su objetivo, por lo que se pusieron manos a la obra de inmediato, avanzando hacia el norte al tiempo que daban un pequeño rodeo para caer sobre los defensores desde el oeste. Afortunadamente, la vegetación en la zona era abundante, lo que les permitiría acercarse tanto como fuese posible al fuerte.
Este fuerte construido 20 años antes con planta rectangular y dos parapetos en los flancos, había sido diseñado para acomodar 20 cañones y morteros, pero nunca fue completamente armado. Ahora, esperaba casi indefenso el ataque de la infantería del regimiento Principe que, equipada de forma idéntica a sus compañeros del Soria, se disponían a dar el golpe de gracia a los defensores del fuerte.
Al llegar al linde del bosque, el comandante Márquez ordeno detenerse a la columna que mandaba, adelantándose junto al sargento Butron a inspeccionar el terreno. Pronto divisaron su objetivo frente a ellos, el fuerte Dupont permanecía en silencio, ignorante a lo que se le venía encima. Aún quedaba algo de tiempo para que amaneciese, tiempo suficiente para prepararse para el asalto.
Mientras un pelotón al mando del Tte de ingenieros Maqueda, localizaba y cortaba el tendido telegráfico del fuerte, para a continuación desplazarse en busca del tendido de la población de Delaware, el sargento Butron y 4 de sus veteranos hombres se armaban cuidadosamente para una tarea muy especial. Serían los primeros en coronar el fuerte.
Para ello se atarían diversos ramajes al cuerpo, y con el fusil a la espalda, los bolsillos llenos de granadas, y un revolver en la mano, se arrastrarían lentamente hacia el fuerte, aprovechando la oscuridad reinante. La distancia era larga, pero tanto el sargento Butron, como los soldados que lo acompañaron en la difícil tarea, Emilio, José, Jerónimo, y Antonio, estaban bien motivados.
Al amanecer, la distancia que los separaba del fuerte era de solo unas decenas de metros, aunque la presencia de un centinela sobre el muro, cerca de ellos les impedía finalizar la aproximación. Desde la espesura, sonó un disparo que acertó al centinela en el pecho derribándolo, momento en el que los 5 hombres se levantaron como uno solo y empezaron acorrer hacia sus objetivos. También en el otro lado del río, sonaban ya los primeros disparos.
La batalla de Delaware, acababa de comenzar.
Los 400 hombres encargados de la toma de Fort Duponthabían tomado tierra 20 minutos antes en la costa norte del canal Chesapeake&Delaware. Solo 2 kilómetros los separaban de su objetivo, por lo que se pusieron manos a la obra de inmediato, avanzando hacia el norte al tiempo que daban un pequeño rodeo para caer sobre los defensores desde el oeste. Afortunadamente, la vegetación en la zona era abundante, lo que les permitiría acercarse tanto como fuese posible al fuerte.
Este fuerte construido 20 años antes con planta rectangular y dos parapetos en los flancos, había sido diseñado para acomodar 20 cañones y morteros, pero nunca fue completamente armado. Ahora, esperaba casi indefenso el ataque de la infantería del regimiento Principe que, equipada de forma idéntica a sus compañeros del Soria, se disponían a dar el golpe de gracia a los defensores del fuerte.
Al llegar al linde del bosque, el comandante Márquez ordeno detenerse a la columna que mandaba, adelantándose junto al sargento Butron a inspeccionar el terreno. Pronto divisaron su objetivo frente a ellos, el fuerte Dupont permanecía en silencio, ignorante a lo que se le venía encima. Aún quedaba algo de tiempo para que amaneciese, tiempo suficiente para prepararse para el asalto.
Mientras un pelotón al mando del Tte de ingenieros Maqueda, localizaba y cortaba el tendido telegráfico del fuerte, para a continuación desplazarse en busca del tendido de la población de Delaware, el sargento Butron y 4 de sus veteranos hombres se armaban cuidadosamente para una tarea muy especial. Serían los primeros en coronar el fuerte.
Para ello se atarían diversos ramajes al cuerpo, y con el fusil a la espalda, los bolsillos llenos de granadas, y un revolver en la mano, se arrastrarían lentamente hacia el fuerte, aprovechando la oscuridad reinante. La distancia era larga, pero tanto el sargento Butron, como los soldados que lo acompañaron en la difícil tarea, Emilio, José, Jerónimo, y Antonio, estaban bien motivados.
Al amanecer, la distancia que los separaba del fuerte era de solo unas decenas de metros, aunque la presencia de un centinela sobre el muro, cerca de ellos les impedía finalizar la aproximación. Desde la espesura, sonó un disparo que acertó al centinela en el pecho derribándolo, momento en el que los 5 hombres se levantaron como uno solo y empezaron acorrer hacia sus objetivos. También en el otro lado del río, sonaban ya los primeros disparos.
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Fuerte Hampton
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Cordiales saludos,
Última edición por Llanero el 07 Feb 2013, 01:02, editado 1 vez en total.
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Ejemmmm !!!
¿ No hay más por hoy ?.
No nos deje con la miel en los labios.
Cordiales saludos,
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No, por hoy ya esta bien, así pueden imaginar lo que gusten y seguir con la onicofagia...
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Sí, se que alguno se estará @#@~#@# en mis muertos...
Eso pasa por yonkis
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¿Como resolverán el problema del carbón los de la escuadra de reserva, especialmente el Pelayo? Tendrán que repostar pronto, salvo quizá el Carlos V.
En Key West y en la Habana la ONI había creado una organización de información muy potente. Al parecer podían comunicar con los barcos de la escuadra en unas pocas horas... No tardarán en saber lo que está pasando en Norfolk y Philadelphia.
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