II CdE
Durante tres días, los ejércitos español y norteamericano maniobraron a lo largo del río Mobile, buscando un vado por el que cruzar el río, pero sin decidirse a cruzarlo. El general Summers, cauteloso, no quiso atravesar el río con un ejército español esperando al otro lado.
No sería hasta la mañana del 23 de diciembre, cuando las fuerzas del general Summers llegaron a Mount Vernon, donde el día anterior, 4 regimientos de voluntarios de Nebraska y 3 regimientos de caballería de Virginia, habían reunido suficientes barcazas y gabarras para construir un puente, consolidando su posición en el lado oeste del río.
Cuando la caballería española llego al pueblo y vio a las fuerzas enemigas al otro lado del río, volvió grupas para regresar en busca del II Cuerpo de Ejército. Los regimientos de caballería de Virginia, advertidos de la retirada de la caballería española, saldrían en su persecución.
Poco después los jinetes españoles les hicieron frente, desmontados y rodilla en tierra, disparando con ferocidad sus carabinas Máuser. La carga de la caballería de Virginia sería bruscamente abortada por la respuesta española. Permitiendo al Calatrava continuar la retirada mientras los virginianos se reagrupaban. Pese a la escasa duración del combate, las bajas entre la caballería virginiana habían sido muy elevadas, cerca de 210 muertos y heridos, y decenas de caballos perdidos. El general Summers, conocedor de la superioridad de las armas españolas, prohibiría cualquier otra acción individual de ese tipo.
El día 24 el V Cuerpo de Ejército estaba ya en la orilla occidental del río, en Mount Vernor. Arolas por su parte estaba junto a sus fuerzas en las suaves colinas situadas al norte de Turneville. Sin embargo ambos ejércitos permanecieron inmóviles durante dos días. Ambos generales parecieron ponerse de acuerdo para dejar pasar la navidad en paz a sus hombres.
Esto sin embargo serviría a Summers para reforzarse con la llegada de 3 regimientos de Michigan. Con ello alcanzaba los 32.000 hombres, incluyendo 4.600 de caballería, y 16 cañones. Empero, menos de 4.000 de ellos disponían de armas de repetición, y muchas de ellas eran viejos winchester, con un alcance irrisorio al lado de los máuser. No había más remedio que permanecer a la defensiva.
El ejército norteamericano era muy superior en número a los 18.000 españoles, 1.400 jinetes incluidos, aunque estos eran superiores en artillería al disponer de 18 Krupp de campaña y 6 Krupp de montaña y tiro rápido, y sobre todo, en armas modernas.
Producto de esto, Arolas estaba dispuesto a entablar batalla de forma inmediata, pero Summers quería evitarla, y se contentaba con amenazar el avance español para bloquear sus movimientos.
III CdE
También el III Cuerpo de Ejército había seguido marchando al norte, siempre con la caballería precediéndoles. Así, las divisiones 6ª y 7ª, acompañadas por la División de Caballería.
Durante 5 días, se desplazaron hacía Baton Rouge, ocupando sin dificultad la ciudad abandonada por las fuerzas enemigas. A continuación se desplazaron al noreste, hacia Shenandoah, e incluso más al este al día siguiente, siempre aplicando la política de la tea. Aunque los soldados respetaron las viviendas, granjas y los almacenes, graneros, y establos de las pequeñas poblaciones ardieron en llamas. Pronto el ejército estuvo avanzando con una recua de más de 300 animales de tiro capturados en las granjas y pueblos de la zona.
Desde Slaugher, los soldados de los regimientos de voluntarios pudieron contemplar como los cielos enrojecían a causa de los incendios provocados por el ejército enemigo. Con el ejército español dirigiéndose a Hammond, el general Mars, estuvo tentado de reunir sus fuerzas, aumentadas a 3 regimientos de milicias de Luisiana, 3 de Texas, 2 de Arkansas, y otros 2 de Nuevo México, para avanzar hacia Nueva Orleans. Sin embargo eso significaría arriesgarse a que, en una contramarcha, las fuerzas españolas lo atrapasen y destruyesen entre los pantanos de Luisiana.
Ante la perspectiva de su segura destrucción si actuaba de tal forma, no tuvo más remedio que esperar, y prepararse para perseguir a los españoles si lograba suficientes fuerzas.
Flotilla Barceló, Río Misisipi
La pequeña flotilla continuó remontando el río, destruyendo cuanta embarcación encontraban en el proceso. Este río, verdadera arteria del comercio estadounidense, transportaba cientos de miles de toneladas de productos al año y, ahora, estaba quedando irremediablemente dañada.
Utilizando Baton Rouge como base avanzada, la flotilla fluvial patrullo en varias ocasiones las aguas río arriba, hasta lugares tan alejados como Natchez, a unos 200km. En esas patrullas, aunque no encontrarían nuevas unidades militares que, tratasen de atacarles, si serían frecuentes los tiroteos por parte de los habitantes de las poblaciones rivereñas. Afortunadamente el río era muy amplió, y eso les permitió jugar con cierto margen de seguridad. Aun así, otras 13 bajas se sumarían a las anteriores.
Un precio pequeño a cambió de asegurar la destrucción del comercio.
Península de Cod
Decididos a terminar con el general Weyler y regresar al sur, el almirante Sampson acerco sus cruceros protegidos y cañoneros a la costa de Sandwich, iniciando el bombardeo de las posiciones españolas. Mientras tanto, el New York y el Brooklyn acompañados del Illinois, protegían el despliegue de la intervención de las cañoneras o posibles torpederos españoles que, se hubiesen refugiado en Wellfleet.
No sería sin embargo una tarea fácil, pues los cañones Verdes Montenegro respondieron con fuerza, logrando alcanzar al cañonero Machias, aunque sin provocar graves daños. En tierra, tras los duros bombardeos de los días anteriores, y ante la duda que, estuviesen sirviendo para debilitar al enemigo, el general Miles se decidió a atacar.
Frente a ellos, como temía el general Miles, los españoles se habían resguardado en las trincheras, algunas de ellas sobre todo en los ramales de tránsito, dotadas de techados de troncos y tierra que, servían para resguardar a los hombres de los elementos, pero también de la metralla.
Por ello cuando las tropas del ejército de Nueva Inglaterra, más de 40.000 hombres en total, se lanzaron al asalto, se encontraron con los soldados españoles frente a ellos.
Los soldados atacaron en masa, mientras, tras ellos, los cañones Hotchkiss arreciaban en su fuego, y la escuadra les apoyaba desde la bahía Cod.
No serviría de nada, los cañones Sotomayor pronto tomaron como blanco a los asaltantes, sumando sus disparos a los de la infantería. Durante minutos, las granadas de metralla de los cañones Sotomayor, y los obuses Plasencia, regaron el campo de batalla, causando decenas de bajas.
Sin embargo serían los fusiles Máuser los que darían nombre a la jornada. La infantería, dirigida por el propio Weyler, esperaría hasta que los atacantes hubieron recorrido la mitad de la distancia hasta sus posiciones. En ese momento, más de 12.000 tiradores españoles se asomaron en las trincheras, disparando a discreción con sus fusiles y carabinas.
Las bajas en el campo norteamericano fueron abrumadoras. Cientos de soldados caerían derribados por las primeras descargas, provocando la paralización de la ofensiva al obligar al resto de soldados a echar cuerpo a tierra. Allí, muchos de los soldados tratarían de enterrarse en la nieve para escapar de los proyectiles. Esto no les salvaría sin embargo de la artillería, cuyas granadas de espoleta a tiempos, estallaban en el aire regando la zona de metralla. Muchos de los soldados tratarían de enterrarse en la nieva para escapar de los disparos.
Con sus fuerzas echadas sobre la nieve en mitad de la tierra de nadie, y aumentando las bajas por momentos, el general Miles estaba en un serio problema, del que trato de salir enviando a la batalla a los regimientos de las milicias de Maine, Connecticut, New York y Pensilvania. La llegada de 5.000 soldados de refresco, tal vez diesen a las fuerzas el empujón necesario para superar las líneas españolas. Aunque, esta vez, lanzaría a estos hombres en la zona de Sandwich, donde los cañones de los buques podían apoyarles con mayor efectividad.
Como esperaba, la llegada de los refuerzos animo a los hombres a avanzar con decisión, recorriendo unos cientos de metros antes de verse obligados a detenerse. Ahora las fuerzas en el extremo norte, estaban a solo 100 metros de las trincheras españolas, aunque entre ellos mediaba una quíntuple línea de alambradas. Cientos de hombres caerían abatidos en esa zona mientras intentaban cortarlas, aunque finalmente, los soldados pudieron pasar al otro lado.
Ante la perspectiva del asalto, el general Weyler ordeno a sus hombres retroceder a la segunda línea, frente a la propia Sandwich, mientras la VIII brigada, perteneciente a la división del general Melguizo, tomaba posiciones en una su flanco izquierdo. Allí, días atrás, ante la posibilidad de enfrentarse a una flota bombardeando esa zona de través, y un asalto frontal, el general Weyler había ordenado crear una nueva línea de trincheras que, corriese paralela a las playas de Sagamore, y en perpendicular a la línea principal de trincheras.
Cuando llego el asalto, los soldados norteamericanos lograron superar las trincheras ahora desiertas, pero al seguir corriendo hacia la localidad, fueron destrozados por los disparos procedentes de su flanco derecho y de la población situada al frente al mismo tiempo. Eso destrozo el avance norteamericano, y aun fue peor cuando los obuses pesados abrieron fuego sobre esa zona.
Las bajas aumentaban por momentos, y pronto superarían los 8.000 muertos y heridos. Aun así, incapaces de detener el ataque cuando parecía a punto de romper la línea española, los generales norteamericanos lanzaron nuevas unidades a la lucha. Aun así, estas estaban en una enorme desventaja, pues sus armas eran modelos obsoletos, muchos de los cuales tenían problemas ante la humedad, acrecentada por tener que echarse sobre la nieve.
Decidido a acabar con sus atacantes de una vez por todas, el general Weyler movilizo sus reservas, ordenando a las otras dos brigadas de la división independiente acudir a la batalla. Estos 2.500 hombres de refresco, equipados con las ametralladoras capturadas semanas atrás, acabaron de destruir el ímpetu del ataque. Pronto, las primeras unidades de milicias echaron a correr, arrastrando tras ellas al resto de las unidades.
Finalmente, tras haber sufrido más de 13.000 bajas, el general Miles que, había pasado de estar exultante al ver como sus hombres superaban las defensas españolas, a contemplar atónito la huida, se vería obligado a dar la orden de retirada. Siendo perseguidas las fuerzas que retrocedían por los disparos españoles, sobre todo de la artillería que, no ceso de disparar hasta bastantes minutos después de que, estos hombres se perdiesen en los bosques.
No tardaron en aparecer los médicos norteamericanos en el campo, permitiéndoles los tiradores españoles realizar su labor sin trabas, e incluso saliendo a ayudarles los médicos españoles, para atender a los caídos más cercanos a las posiciones españolas que, luego entregarían a sus homólogos.
En el mar, el crucero protegido Cincinnati que, se había aproximado a menos de 1.000 yardas de la costa para apoyar con sus disparos el avance de la infantería, tuvo que ser enviado a Boston para su reparación, después de ser alcanzado por 9 granadas de 15cm.
Las bajas españolas habían sido muy escasas, menos de 800 hombres, aunque la proporción de muertos fue bastante alta a causa de las heridas en la cabeza, única parte del cuerpo que, quedaba desprotegida fuera de las trincheras. Weyler estaba convencido que podría seguir resistiendo.
En días posteriores las fuerzas de Miles se enfrentarían a otro problema, el número de enfermos a causa del frio se había disparado, y muchos de los heridos morirían a causa de neumonía. Sin duda provocadas por el tiempo pasado tendidos en la nieve. Para empeorar las cosas, los tiradores españoles empezaron a disparar sobre los hombres que se descubrían demasiado, acabando con 35 hombres en los días siguientes.
Hawái
La escuadra de Reserva llego a aguas hawaianas el 21 de diciembre, dirigiéndose de inmediato a la isla de Maui. Allí, protegidos por los buques de la escuadra, desembarcarían sin oposición los batallones de infantería, para ocupar la isla.
Previsoramente, el almirante Cámara había decidido atacar en ese lugar, pues consideraba acertadamente que, los norteamericanos concentrarían la mayoría de sus efectivos en la isla de Oahu.
El comodoro Dewey, cuya escuadra estaba en Pearl Harbour, tratando de reparar en la medida de lo posible sus maltrechos buques (1). No advertiría la maniobra española hasta cinco días después, cuando llego un pequeño aviso procedente de la isla. Entonces, no tuvo más remedio que preparar su escuadra para la batalla. Una duda asaltaba su mente ahora, presentar batalla o regresar al continente.
Washington
Las bajas entre el ejército de Nueva Inglaterra habían sido desastrosas, hasta el punto de serle imposible reemprender los ataques en breve. Además, a decir del general Miles, los ataques frontales de infantería sobre las líneas españolas estaban condenados a menos que, los soldados recibiesen un apoyo masivo de artillería de sitio. Una artillería que el ejército estaba lejos de poseer, y que no podría disponer en breve a causa de, la destrucción de las industrias de armamento. No quedaba más remedio que intentar adquirir fuera esas armas.
Cuál sería su sorpresa al encontrar cerrados todos los mercados principales, Alemania, Francia, y la propia Gran Bretaña. Aun peor, esta última presionaba fuertemente para que, el resto de naciones europeas se mantuviesen al margen y mantuviesen un embargo de armas. Esto que, podía favorecerles al retener el segundo Colón en Italia, ahora se convertía en un serio problema.
- Muchos de ellos dañados en Subic, y Guam, y sin haber sido reparados o pasado por un puerto con un mínimo de medios desde Marzo.