Me pareció interesnate.
El filósofo y economista austríaco Ludwig von Mises advirtió en 1927 que
la tendencia de muchas personas hacia la militancia de ultraizquierda tiene raíces profundamente psicológicas. En su libro Liberalismo este notable pensador afirma que las raíces del antiliberalismo no son de orden racional sino producto de cierta disposición mental generada por dos patologías: el resentimiento, por una parte, y lo que él llamó el complejo de Fourier, por la otra.
A la primera patología Mises no le atribuye mucha peligrosidad. La describe de la siguiente manera:
Está uno resentido cuando odia tanto que no le preocupa soportar daño personal grave con tal de que otro sufra también. Gran número de los enemigos del capitalismo saben perfectamente que su personal situación se perjudicaría bajo cualquier otro orden económico. Propugnan, sin embargo, la reforma, es decir, el socialismo, con pleno conocimiento de lo anterior, por suponer que los ricos, a quienes envidian, también padecerán. ¡Cuántas veces oímos decir que la penuria socialista resultará fácilmente soportable ya que, bajo tal sistema, todos sabrán que nadie disfruta de mayor bienestar! Esta actitud mental, sin embargo, puede ser combatida por medio de la lógica, según nos lo explica el propio Mises, haciéndole ver al resentido que lo que a él le interesa es en verdad mejorar su propia posición, sin tener en cuenta que los otros prosperen aún más.
El complejo de Fourier, en cambio, es cosa mucho más seria, ya que se trata de una verdadera enfermedad mental. Von Mises, que no era psicólogo pero sí un agudo observador de las acciones y conductas humanas, estudió esta perturbación mental (apenas advertida por el propio Freud) y la describió de la siguiente manera: Muy difícil es alcanzar en esta vida todo lo que ambicionamos. Ni uno por millón lo consigue.
Los grandiosos proyectos juveniles, aunque la suerte acompañe, cristalizan con el tiempo muy por debajo de lo ambicionado. Mil obstáculos destrozan planes y ambiciones, la personal capacidad resulta insuficiente para conseguir aquellas altas cumbres que uno pensó escalar fácilmente. Diario drama es para el hombre ese fracaso de las más queridas esperanzas, esa paralización de los más ambicionados planes y la percepción de la propia incapacidad para conseguir las tan apetecidas metas. Pero eso a todos nos sucede. «Ante esta situación, uno puede reaccionar de dos maneras: odiando la vida por haberle negado la realización de los sueños juveniles, o siguiendo adelante con renovadas esperanzas.
Aquellos que aceptan la vida como en realidad es no necesitan recurrir a piadosas mentiras que gratifiquen su atormentado ego (...) Si el triunfo tan largamente añorado no llega, si los hados, en un abrir y cerrar de ojos, desarticulan lo que tantos años de duro trabajo costó estructurar, no hay más solución que seguir trabajando como si nada hubiera pasado.
El neurótico, en cambio, no puede soportar la vida como en verdad es. La realidad resulta pa ra él demasiado dura, agria, grosera. Carece, en efecto, a diferencia de las personas saludables, de la capacidad para seguir adelante, como si tal cosa. Su debilidad se lo impide. Prefiere escudarse tras meras ilusiones». Tras lo cual von Mises llega a la conclusión de que la teoría de la neurosis es la única que puede explicar el éxito de las absurdas ideas de Fourier, aquel socialista loco que sostenía en sus escritos que los bienes ofrecidos por la naturaleza eran superabundantes y no necesitaban ser economizados para asegurar a todos la abundancia y prosperidad. De allí deriva la confianza marxista en la posibilidad de un ilimitado incremento de la producción sin otro requisito que suprimir la propiedad privada.
Pero Mises va aún más lejos.
Sostiene que la mentira piadosa tiene doble finalidad para el neurótico. Lo consuela, por un lado, de sus pasados fracasos, abriéndole, por otro, la perspectiva de futuros éxitos. El enfermo se consuela con la idea de que si fracasó en sus ambiciones, la culpa no fue suya sino del defectuoso orden social prevalente. Espera que con la desaparición del injusto sistema logrará el éxito que anteriormente no consiguiera (1). Contra esto no se puede emplear la lógica.
Ello explicaría el por qué es imposible convencer a un marxista aún cuando utilicemos los más sólidos argumentos para demostrarle su error. El neurótico se aferra de tal manera a su utopía que de tener que optar entre la ensoñación y la lógica, no vacila en sacrificar esta última, pues la vida, sin el consuelo que el ideario socialista le proporciona, resultaría insoportable. Efectivamente, el marxismo le dice al fracasado que de su fracaso él no es responsable, sino la sociedad. Este consuelo le permite recuperar su perdida autoestima, liberándolo del sentimiento de inferioridad que, en otro caso, lo atormentaría. Recordemos que los textos socialistas no sólo prometen riqueza para todos, sino también amor y felicidad, pleno desarrollo físico y espiritual y, oh sorpresa, la aparición de abundantes talentos artísticos y científicos.
"En verdad parezco de los que hacen planes? Sabes que soy? Soy un perro persiguiendo autos. ¡No sabría que hacer cuando agarre uno!, yo solo... Hago cosas"