PALACIO REAL, MADRID, 6 DE ENERO DE 1915.Ya estaban todos presentes. Para la ocasión él, el Rey Alfonso XIII había decidido vestir el uniforme de la Marina de Guerra.

La celebración de la Pascua Militar no sería como en los años anteriores. Desde su instauración en 1782 por Carlos III como celebración de la victoria frente a los británicos, la Pascua se convertiría en el encuentro de los Jefes de los Estados Mayores y Generales en activo, los Ministros de Guerra y Marina y el Presidente del Consejo de Ministros; donde repasar la situación militar del año anterior, bajo la presidencia del Rey. Ahora más que nunca tomaba sentido examinar la situación.
Alfonso XIII observaba como en aquella ocasión el número de presentes era pequeño; la mayoría de los Generales estaban al frente de sus unidades, ya fueran Brigadas, Divisiones, Cuerpos de Ejército, Ejércitos, o por primera vez en la Historia de España Grupo de Ejércitos; caso los Ejércitos que ocupan el Sur de Francia a las ordenes del General Ochando. Entre las ausencias, Alfonso XIII echaba en falta a Manuel Fernández Silvetre, ahora conocido como
Loco Silvestre, que según todos los indicios estaba preso de los franceses, al no poder internarse en Suiza con su partida de
descastados. Mientras los Jefes de Estado Mayor y Generales repasaban la situación en los habituales corrillos, Alfonso XIII todavía veía con buenos ojos intentar presionar a Eduardo Dato para canjear a Silvestre por el General Villefort, el cobarde que fue hecho prisionero cuando intentaba huír de Narbona.
Los parlamentos, como era habitual, Ministro de Guerra, Ministro de Marina y Presidente del Consejo de Ministros.
Tomó la palabra el general Ramón Echagüe y Méndez Vigo , Ministro de Guerra. Sí, tal como escuchaba; la situación en Francia se podía considerar como estancada, pero a diferencia de los Ejércitos de Guillermo, se trataba de una situación deseada, no impuesta por los acontecimientos. En un primer momento, el de la euforia, él había abogado por seguir penetrando en Francia, pero como le habían explicado y creía haber entendido, en el Este, el Macizo Central y el Ródano eran verdaderas barreras in franqueables con los medios disponibles, y al Oeste, al norte del Garona, lo mismo ocurría con los diversos cursos fluviales, es más el cruce del GArona se antojaba como peligroso.
Era el turno del Almirante Augusto Miranda y Godoy, Ministro de Marina. En el mar, los corsarios españoles lograban éxitos superiores a los de la Guerra de 1898; y la Zona de Exclusión en el Estrecho y Mar de Alborán era mantenida mediante campos minados y fuerzas ligeras; todo y la desaparición de la Escuadra del Estrecho, posibilitada sin duda con la complicidad por negligencia del Contralmirante Guerra Goyena. El Almirante Miranda, había salvado la cabeza gracias a hacer públicas las consecuencias del ataque británico a Cádiz; una suerte para su protegido. Escuchando a Miranda no podía olvidar la decisión del Ministro de Hacienda, Gabino Bugallal y Araújo de negar los fondos al novísimo Ministerio de Armamentos para reflotar los dos acorazados, los mismos que él había recibido en San Sebastián. El ataque franco británico a Cartagena se había saldado con una derrota enemiga; derrota que según todas las fuentes hubiera podido aprovechar la Marina de Guerra del anciano Francisco José.
eL Almirante Miranda, expondría la situación en las provincias no europeas, lógico, pues la continuidad de la España extrapeninsular dependía del buen hacer de la Marina
En el Caribe calma absoluta, e incluso se había infligido una seria derrota a los británicos con la destrucción de la base de Kingston en Jamaica.
En Filipinas y las Islas del Pácífico, una vez acabada la temporada del Monzón; Guahán había resistido una primera tentativa de invasión japonesa, y si bien en Luzón los japoneses avanzaban hacia Manila, los escasísimos informes llegados desde Oriente indicaban que todo sucedía según lo previsto. Alfonso XIII no lograba comprender el porqué de permitir a los japoneses adentrarse en Luzón, pero todos los Oficiales y Generales pertenecientes a su círculo de Gentilhombres de Cámara, con quien había discutido este extremo, aseveraban de lo acertado de la táctica empleada en aquel infierno verde.
El turno de Dato, la situación interna, que incluiría Ceuta y Melilla; y la situación de las colonias africanas del Atlántico... todavía en su cabeza le rondaba su pensar sobre lo inadecuado de aquel hombre para dirigir el Gobierno en aquellos momentos, pero Maura, el muy imbecil, había exigido unas condiciones inasumibles para serlo.
Marruecos, Alfonso XIII observó la preocupación en Eduardo Dato cuando tomo la palabra, en la que repasaría la situación diplomática, con especial mención al juego italiano. Ceuta y Melilla habían podido ser abastecidas pero no en la medida que hubiera sido adecuada en función de la actitud italiana, que finalmente se daba por de próxima beligerancia. Una Brigada de Voluntarios Catalanes y un Batallón de Castigo de la Marina eran todos los refuerzos para Melilla; mientras que Ceuta había sido reforzada con las milicias provinciales de Andalucía Occidental, 5 batallones, uno por provincia, con la excepción de Sevilla que había alistado 2 de esos batallones... milicias... cierto que con mandos profesionales en activo en destinos administrativos y otros que movilizados de su retiro habían servido en la Guerra de 1898, como gran parte de la tropa, pero de aquello habían pasado ya 16 años. Muchos de los voluntarios lo eran al no ser llamados a filas, por edad, cargas familiares, o pro ser considerados no aptos en las revisiones médicas... las milicias provinciales no hacían ascos a nadie. Alfonso XIII no se engañaba, eso estaba seguro, tropas mal entrenadas y mal equipadas, a las que no faltaba el valor y el coraje; pero también los territoriales franceses había derrochado valor, como sabía que había ocurrido al serle mostradas varias fotos tomadas en las trincheras, o en el ataque a SIlvestre en Quillán.
De Guinea poco se sabía, a excepción de que se habían internado parte de lasfuerzas alemanas del Camerún cuando no sabía que dichoso puerto había sido ocupado por los franco briánicos, y que la defensa organizada se había reducido a Santa Isabel y Anobón, y otras pequeñas islas en el estuario del Río Muni, dejando el continente a su suerte. En Rio de Oro, Seguia el Hamra o Cabo Bojador, Tarfaya o Cabo Juby e Ifni, la calma era total; a pesar de encontrarse rodeados de fuerzas francesas. La verdad es que tampoco España podía iniciar ninguna acción desde las posesiones atlánticas. Es algo que debía comentar con el General Echagüe y Méndez Vigo.
Ahora el turno de palabra del Almirante Bustamante y Quevedo, Ministro de Armamento. Una riada de números y datos técnicos le aburrían sobremanera... ai igual que a todos. Al menos Bustamante lanzó un dardo al Presidente del Consejo, al exponer que ciertas nuevas técnicas de soldadura hubieran podido ser experimentadas en los desdichados acorazados.
Pero los presentes esperaban al último orador, el General Don Valeriano Weyler, de regreso de su visita a Holanda, y sorprendenetemente a Alemania donde se entervistó con Alberto I de Bélgica, prisionero de los alemanes... ¡Qué Hombre! Había desafiado abiertamente al todopoderoso Guillermo II, y tanto en Berlín como en Viena había profetizado lo que ocurriría durante el otoño. Para muchos al empezar el conflicto Valeriano era como un jarrón de porcelana china, y como artífice de la victoria de 1898 no se le podía ningunear, desde luego, pero su presencia podía llegar a ser molesta, pues en su madurez, vejez que diantres, era lo que en el Congreso de Diputados llamaban
verso suelto, en fin, que no se callaba, y hacía callar. Pensaba lo que decía, y decía lo que pensaba.
CONTINUARÁ