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Polibio:
Sobre la formación macedonia y la romana
"Teniendo, como tiene, la falange sus características propias y su potencia, es fácil entender (para ello hay muchos argumentos) que nadie puede resistir su ataque frontal ni su arremetida. Cuando su formación se aprieta para entrar en liza, cada hombre con sus armas ocupa un espacio de tres pies de ancho; la longitud de las picas, según su diseño primitivo, fue de dieciséis codos, pero, adaptada a las necesidades actuales, es de catorce, de los cuales hay que descontar la distancia entre las dos manos del que la empuña y la longitud de la parte propiamente llevada detrás, que sirve para tenerla abatida, cuatro codos en total. Es evidente, pues, que se alarga diez codos por delante del cuerpo de cada hoplita cuando éste va contra el enemigo y la aferra con ambas manos. El resultado es que las picas de la hilera segunda, tercera y cuarta sobresalen más, y las de la quinta, dos codos por delante de los hombres de la primera fila. Y la falange no pierde sus características en lo referente a su longitud y a su espesor, según demuestra Homero en lo que sigue:
Juntó casco con casco, escudo con escudo, hombre con hombre
y los penachos brillantes de los cascos, de crin de caballo,
se unían al agacharse: tan apretados se colocaron
cosa dicha con tanta belleza como verdad, ya que es evidente que las picas se adelantarán a los hombres, de primera fila cinco codos, pues en longitud distan dos una de otra. De ahí se puede ver fácilmente la potencia de ataque, la fuerza que, naturalmente, tiene la falange a dieciséis hileras de profundidad. Los que están detrás de la quinta hilera no pueden intervenir directamente en la embestida, por lo que no levantan las picas contra el adversario: las llevan sobre los hombros para asegurar por arriba el conjunto de la formación; las picas, compactas, defienden de aquellos proyectiles que vienen lanzados por encima de los combatientes y que pueden caer en las filas delanteras o en los que las siguen inmediatamente. Y éstos, por la presión de sus cuerpos en la arremetida empujan violentamente a los precedentes y hacen duro su ataque; resulta imposible que los de las primeras filas den la media vuelta.
Ésta es, en su conjunto y en sus partes, la disposición de la falange; ya podemos tratar el armamento romano, la formación romana en su organización total, y comparar diferencias y peculiaridades. También los romanos ocupan con sus armas un espacio de tres pies cuadrados. Pero, puesto que en su modo de luchar cada uno se mueve separadamente, porque el escudo protege el cuerpo girándose siempre a prevenir la posible herida, y el legionario romano en el combate lucha con la espada que hiere de punta y de filo, es notorio que se precisará un orden más suelto y un espacio por lo menos de tres pies entre hombre y hombre en la misma fila colateral y longitudinal, si han de cumplir a satisfacción su cometido. La conclusión será que cada legionario romano se opondrá a dos soldados de la primera fila de la falange, de modo que su lucha y su encuentro serán contra diez picas, y que, cuando se ha entrado en combate, un hombre no puede golpear, por muy rápido que actúe, ni logra fácilmente forzar, tanto menos cuanto los romanos apostados en segundo término no pueden colaborar con los delanteros ni en su esfuerzo ni en la acción de las espadas. En resumen, se ve muy claro que, frontalmente, es imposible resistir el ataque de la falange cuando ésta mantiene su peculiaridad y su fuerza; ya lo dije al principio".
"¿Qué causa, pues, hacía triunfar a los romanos y cuál era el fallo de los que usaban la formación en falange? Resulta que la guerra no tiene determinados ni el momento ni el lugar de la acción, y la falange sólo dispone de una ocasión y de un tipo de terreno en los que puede ser totalmente útil. Si a los rivales les fuera forzoso avenirse a los sitios y ocasiones propias de la falange cuando se trata de una batalla decisiva, sería natural, según lo dicho, que los que usan tal formación se alzaran siempre con la victoria, pero si es posible y aun fácil esquivar estas condiciones, ¿cómo puede ser temible esta formación? Es cosa reconocida que la falange necesita lugares llanos y sin vegetación, y que, además, no tengan obstáculos, me refiero a fosos, surcos, barrancos o a corrientes fluviales, todo lo cual es suficiente para perturbar y aun echar a perder la formación de que se trata. También todo el mundo estará de acuerdo en que es muy difícil, por no decir imposible, encontrar lugares ya de veinte estadios cuadrados, ya de más, libres de todo lo que se mencionó. Pero con todo, supongamos que se han encontrado: si el otro bando combatiente no accede a ellos, sino que recorre y devasta el país y el de sus aliados, y sus ciudades, ¿qué provecho se extraerá de la formación en falange? Ésta, si se queda en los lugares que le convienen, no sólo no aprovechará a sus aliados, sino que ni se salvará a sí misma. En efecto, el enemigo interceptará cómodamente el suministro de provisiones cuando domine indisputadamente el campo libre; si la falange quiere hacer algo y abandona el terreno propicio, el adversario la manejará sin dificultad. Supongamos incluso que alguien, en su confrontación con la falange, accede al terreno llano, pero no arriesga todo su ejército en una sola ocasión, sino que mantiene alejadas del choque una pequeña parte de sus fuerzas: lo que sucederá se echa de ver por lo que ahora hacen los romanos.
Pues no hay que demostrar con palabras lo que hemos expuesto hasta ahora, sino con hechos ya ocurridos. Los romanos no alinean sus legiones longitudinalmente a la falange, sino que parte de ellas inicialmente no entra en combate; sólo la restante ataca al enemigo. Y sólo por esto, tanto si los soldados de la falange presionan a los que se lanzan de frente contra ellos como si se ven apremiados por éstos, las propiedades de la falange se desvanecen, porque o perseguirán a los que ceden o huirán de los que les acosan y abandonarán a los demás componentes de su formación, tras lo cual ya se ha dado a la reserva enemiga un espacio vacío, el que los de la falange ocupaban, que ya no podrán atacar de frente; el adversario asaltará a la falange por los flancos y por la espalda. Cuando resulte fácil evitar las ventajas y la oportunidad de la falange, pero ésta no pueda esquivar lo que le es adverso, ¿cómo no se seguirá en la práctica que la diferencia entre los dos sistemas es enorme? Los que usan la formación en falange deben necesariamente recorrer lugares de todo tipo y acampar en ellos, también anticiparse a ocupar posiciones estratégicas, deben asediar o soportar asedios y afrontar apariciones inesperadas de sus rivales: todo esto pertenece a la guerra e influye largamente en la obtención de victorias ya importantes, ya definitivas. Y, en todo ello, la formación macedonia es poco útil y, a veces, inútil, puesto que el soldado de la falange no puede aprestarse a luchar individualmente o en destacamentos. En cambio, la formación romana es óptima, pues todo romano, una vez se ha armado y se dirige al combate, está equipado igualmente para cualquier lugar y cualquier ocasión, contra cualquier aparición del enemigo. Y está dispuesto y está, igualmente, bien preparado tanto si se trata de una batalla decisiva como de un combate parcial: luchará por manípulos o individualmente. He aquí por qué, siendo mucho más efectivo el uso de las partes, sucederá que el resultado corresponde mucho más a los proyectos de los romanos que a los de los otros. Creí indispensable hacer memoria del tema con cierta amplitud, porque algunos griegos, con ocasión de la derrota de los macedonios, juzgaron que lo sucedido era increíble y, luego, muchos se preguntaron el cómo y el porqué de la inferioridad de la ordenación en falange ante el armamento romano".
XVIII, 29 - 32
Nota: Este texto es una de las principales fuentes a la hora de tratar el tema de la legión republicana. Coma ya puse lo tocante a la falange, me parecía oportuno reproducirlo en su totalidad retomando la parte que ya mencioné en otro post
Sobre la formación macedonia y la romana
"Teniendo, como tiene, la falange sus características propias y su potencia, es fácil entender (para ello hay muchos argumentos) que nadie puede resistir su ataque frontal ni su arremetida. Cuando su formación se aprieta para entrar en liza, cada hombre con sus armas ocupa un espacio de tres pies de ancho; la longitud de las picas, según su diseño primitivo, fue de dieciséis codos, pero, adaptada a las necesidades actuales, es de catorce, de los cuales hay que descontar la distancia entre las dos manos del que la empuña y la longitud de la parte propiamente llevada detrás, que sirve para tenerla abatida, cuatro codos en total. Es evidente, pues, que se alarga diez codos por delante del cuerpo de cada hoplita cuando éste va contra el enemigo y la aferra con ambas manos. El resultado es que las picas de la hilera segunda, tercera y cuarta sobresalen más, y las de la quinta, dos codos por delante de los hombres de la primera fila. Y la falange no pierde sus características en lo referente a su longitud y a su espesor, según demuestra Homero en lo que sigue:
Juntó casco con casco, escudo con escudo, hombre con hombre
y los penachos brillantes de los cascos, de crin de caballo,
se unían al agacharse: tan apretados se colocaron
cosa dicha con tanta belleza como verdad, ya que es evidente que las picas se adelantarán a los hombres, de primera fila cinco codos, pues en longitud distan dos una de otra. De ahí se puede ver fácilmente la potencia de ataque, la fuerza que, naturalmente, tiene la falange a dieciséis hileras de profundidad. Los que están detrás de la quinta hilera no pueden intervenir directamente en la embestida, por lo que no levantan las picas contra el adversario: las llevan sobre los hombros para asegurar por arriba el conjunto de la formación; las picas, compactas, defienden de aquellos proyectiles que vienen lanzados por encima de los combatientes y que pueden caer en las filas delanteras o en los que las siguen inmediatamente. Y éstos, por la presión de sus cuerpos en la arremetida empujan violentamente a los precedentes y hacen duro su ataque; resulta imposible que los de las primeras filas den la media vuelta.
Ésta es, en su conjunto y en sus partes, la disposición de la falange; ya podemos tratar el armamento romano, la formación romana en su organización total, y comparar diferencias y peculiaridades. También los romanos ocupan con sus armas un espacio de tres pies cuadrados. Pero, puesto que en su modo de luchar cada uno se mueve separadamente, porque el escudo protege el cuerpo girándose siempre a prevenir la posible herida, y el legionario romano en el combate lucha con la espada que hiere de punta y de filo, es notorio que se precisará un orden más suelto y un espacio por lo menos de tres pies entre hombre y hombre en la misma fila colateral y longitudinal, si han de cumplir a satisfacción su cometido. La conclusión será que cada legionario romano se opondrá a dos soldados de la primera fila de la falange, de modo que su lucha y su encuentro serán contra diez picas, y que, cuando se ha entrado en combate, un hombre no puede golpear, por muy rápido que actúe, ni logra fácilmente forzar, tanto menos cuanto los romanos apostados en segundo término no pueden colaborar con los delanteros ni en su esfuerzo ni en la acción de las espadas. En resumen, se ve muy claro que, frontalmente, es imposible resistir el ataque de la falange cuando ésta mantiene su peculiaridad y su fuerza; ya lo dije al principio".
"¿Qué causa, pues, hacía triunfar a los romanos y cuál era el fallo de los que usaban la formación en falange? Resulta que la guerra no tiene determinados ni el momento ni el lugar de la acción, y la falange sólo dispone de una ocasión y de un tipo de terreno en los que puede ser totalmente útil. Si a los rivales les fuera forzoso avenirse a los sitios y ocasiones propias de la falange cuando se trata de una batalla decisiva, sería natural, según lo dicho, que los que usan tal formación se alzaran siempre con la victoria, pero si es posible y aun fácil esquivar estas condiciones, ¿cómo puede ser temible esta formación? Es cosa reconocida que la falange necesita lugares llanos y sin vegetación, y que, además, no tengan obstáculos, me refiero a fosos, surcos, barrancos o a corrientes fluviales, todo lo cual es suficiente para perturbar y aun echar a perder la formación de que se trata. También todo el mundo estará de acuerdo en que es muy difícil, por no decir imposible, encontrar lugares ya de veinte estadios cuadrados, ya de más, libres de todo lo que se mencionó. Pero con todo, supongamos que se han encontrado: si el otro bando combatiente no accede a ellos, sino que recorre y devasta el país y el de sus aliados, y sus ciudades, ¿qué provecho se extraerá de la formación en falange? Ésta, si se queda en los lugares que le convienen, no sólo no aprovechará a sus aliados, sino que ni se salvará a sí misma. En efecto, el enemigo interceptará cómodamente el suministro de provisiones cuando domine indisputadamente el campo libre; si la falange quiere hacer algo y abandona el terreno propicio, el adversario la manejará sin dificultad. Supongamos incluso que alguien, en su confrontación con la falange, accede al terreno llano, pero no arriesga todo su ejército en una sola ocasión, sino que mantiene alejadas del choque una pequeña parte de sus fuerzas: lo que sucederá se echa de ver por lo que ahora hacen los romanos.
Pues no hay que demostrar con palabras lo que hemos expuesto hasta ahora, sino con hechos ya ocurridos. Los romanos no alinean sus legiones longitudinalmente a la falange, sino que parte de ellas inicialmente no entra en combate; sólo la restante ataca al enemigo. Y sólo por esto, tanto si los soldados de la falange presionan a los que se lanzan de frente contra ellos como si se ven apremiados por éstos, las propiedades de la falange se desvanecen, porque o perseguirán a los que ceden o huirán de los que les acosan y abandonarán a los demás componentes de su formación, tras lo cual ya se ha dado a la reserva enemiga un espacio vacío, el que los de la falange ocupaban, que ya no podrán atacar de frente; el adversario asaltará a la falange por los flancos y por la espalda. Cuando resulte fácil evitar las ventajas y la oportunidad de la falange, pero ésta no pueda esquivar lo que le es adverso, ¿cómo no se seguirá en la práctica que la diferencia entre los dos sistemas es enorme? Los que usan la formación en falange deben necesariamente recorrer lugares de todo tipo y acampar en ellos, también anticiparse a ocupar posiciones estratégicas, deben asediar o soportar asedios y afrontar apariciones inesperadas de sus rivales: todo esto pertenece a la guerra e influye largamente en la obtención de victorias ya importantes, ya definitivas. Y, en todo ello, la formación macedonia es poco útil y, a veces, inútil, puesto que el soldado de la falange no puede aprestarse a luchar individualmente o en destacamentos. En cambio, la formación romana es óptima, pues todo romano, una vez se ha armado y se dirige al combate, está equipado igualmente para cualquier lugar y cualquier ocasión, contra cualquier aparición del enemigo. Y está dispuesto y está, igualmente, bien preparado tanto si se trata de una batalla decisiva como de un combate parcial: luchará por manípulos o individualmente. He aquí por qué, siendo mucho más efectivo el uso de las partes, sucederá que el resultado corresponde mucho más a los proyectos de los romanos que a los de los otros. Creí indispensable hacer memoria del tema con cierta amplitud, porque algunos griegos, con ocasión de la derrota de los macedonios, juzgaron que lo sucedido era increíble y, luego, muchos se preguntaron el cómo y el porqué de la inferioridad de la ordenación en falange ante el armamento romano".
XVIII, 29 - 32
Nota: Este texto es una de las principales fuentes a la hora de tratar el tema de la legión republicana. Coma ya puse lo tocante a la falange, me parecía oportuno reproducirlo en su totalidad retomando la parte que ya mencioné en otro post
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Situación tras la batalla - Disensión entre Flaminio y los etolios
Filipo se retira hacia el Valle del Tempe y, al día siguiente, avanza hasta Gonos esperando a los que se hubieran podido salvar en la huida. Envía hombres a Larisa para quemar los documentos reales a fin de evitar que cayeran en manos de sus enemigos; al poco tiempo se retira a Macedonia.
Flaminio pone en venta parte de los prisioneros y del botín dejando el resto a sus soldados; parte hacia Larisa sin saber muy bien que dirección había tomado el rey y cuales eran sus propósitos.
Allí acude un emisario de Filipo para conseguir una tregua mientras eran retirados y enterrados los caídos en el campo de batalla, pero en realidad con el propósito de conseguir autorización para el envío de parlamentarios. Flaminio hace ambas concesiones y añade un mensaje al rey animándole a no desesperar. Este gesto molesta especialmente a los etolios que ya andaban enfadados porque habían experimentado un cambio en Flaminio tras la batalla. Antes, según ellos, solía hacer partícipes a sus aliados de todos los asuntos; ahora los tenía al margen de todas las decisiones. Lo acusan de buscar congraciarse con Filipo depués de que ellos han cargado con todo el peso de la guerra mientras que el romano recogía todos los frutos de la paz. Era indudable que en cierta medida habían perdido el favor de que gozaban, pero ignoraban por qué se les daba de lado.
Efectivamente Flaminio tenía sus razones. Estaba molesto con los etolios, y no sin motivo, a causa de su insaciable codicia de botín y su arrogancia al atribuirse el mérito de la victoria, presuntuosidad que resultaba ofensiva a los oídos de todos los aliados, y por otra parte veía que una vez quitado de en medio Filipo y quebrantado el poder del reino macedonio los etolios debían ser considerados los dueños de Grecia.
Entre ambos había esta tirantez, cuando al cabo de unos días llegan de parte de Filipo los embajadores Demóstenes, Ciclíadas y Limneo. Flaminino dialoga con ellos largamente en presencia de los tribunos militares; pacta inmediatamente una tregua de quince días y concerta que, durante el armisticio, se entrevistaría personalmente con Filipo para tratar de la situación presente.
Estas conversaciones encienden doblemente las sospechas de los etolios.
"Por aquel entonces, en Grecia el soborno prevalecía y nadie hacía nada gratis; esto circula como moneda corriente entre los etolios, que no podían creer que aquel cambio de Tito Flaminino para con Filipo se hubiera dado sin la existencia de regalos. En cuanto a esto, los etolios desconocían los usos y costumbres romanas; se orientaban según ellos mismos y calculaban que lo lógico era que Filipo en aquella ocasión hubiera alargado una gran cantidad de dinero, y que Tito Flaminino no hubiera podido resistir la tentación". Pol. XXXVIII, 34
Flaminio, a la espera de entrevistarse con el rey, llama a los aliados a asamblea. Propone que expongan las condiciones de paz que querían que se pusiesen.
Filipo se retira hacia el Valle del Tempe y, al día siguiente, avanza hasta Gonos esperando a los que se hubieran podido salvar en la huida. Envía hombres a Larisa para quemar los documentos reales a fin de evitar que cayeran en manos de sus enemigos; al poco tiempo se retira a Macedonia.
Flaminio pone en venta parte de los prisioneros y del botín dejando el resto a sus soldados; parte hacia Larisa sin saber muy bien que dirección había tomado el rey y cuales eran sus propósitos.
Allí acude un emisario de Filipo para conseguir una tregua mientras eran retirados y enterrados los caídos en el campo de batalla, pero en realidad con el propósito de conseguir autorización para el envío de parlamentarios. Flaminio hace ambas concesiones y añade un mensaje al rey animándole a no desesperar. Este gesto molesta especialmente a los etolios que ya andaban enfadados porque habían experimentado un cambio en Flaminio tras la batalla. Antes, según ellos, solía hacer partícipes a sus aliados de todos los asuntos; ahora los tenía al margen de todas las decisiones. Lo acusan de buscar congraciarse con Filipo depués de que ellos han cargado con todo el peso de la guerra mientras que el romano recogía todos los frutos de la paz. Era indudable que en cierta medida habían perdido el favor de que gozaban, pero ignoraban por qué se les daba de lado.
Efectivamente Flaminio tenía sus razones. Estaba molesto con los etolios, y no sin motivo, a causa de su insaciable codicia de botín y su arrogancia al atribuirse el mérito de la victoria, presuntuosidad que resultaba ofensiva a los oídos de todos los aliados, y por otra parte veía que una vez quitado de en medio Filipo y quebrantado el poder del reino macedonio los etolios debían ser considerados los dueños de Grecia.
Entre ambos había esta tirantez, cuando al cabo de unos días llegan de parte de Filipo los embajadores Demóstenes, Ciclíadas y Limneo. Flaminino dialoga con ellos largamente en presencia de los tribunos militares; pacta inmediatamente una tregua de quince días y concerta que, durante el armisticio, se entrevistaría personalmente con Filipo para tratar de la situación presente.
Estas conversaciones encienden doblemente las sospechas de los etolios.
"Por aquel entonces, en Grecia el soborno prevalecía y nadie hacía nada gratis; esto circula como moneda corriente entre los etolios, que no podían creer que aquel cambio de Tito Flaminino para con Filipo se hubiera dado sin la existencia de regalos. En cuanto a esto, los etolios desconocían los usos y costumbres romanas; se orientaban según ellos mismos y calculaban que lo lógico era que Filipo en aquella ocasión hubiera alargado una gran cantidad de dinero, y que Tito Flaminino no hubiera podido resistir la tentación". Pol. XXXVIII, 34
Flaminio, a la espera de entrevistarse con el rey, llama a los aliados a asamblea. Propone que expongan las condiciones de paz que querían que se pusiesen.
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Asamblea previa y reunión con Filipo
Aminandro, rey de los atamanes, piensa que había que llegar a un acuerdo de paz tal que incluso en ausencia de los romanos fuese Grecia suficientemente capaz de defenderse (los atamanes siempre eran presa fácil de los macedonios tanto por ser débiles como por tener su territorio muy cerca).
Alejandro de Etolia le dice a Flaminio que se engañaba si creía que, tras firmar la paz con Filipo, dejaría una calma segura a los romanos, o a los griegos una libertad sin riesgos; afirma que la única manera de hacer la paz con los macedonios era matar o deponer a Filipo del reino.
Flaminio argumenta que ese no es el proceder de los romanos y pone como ejemplo lo sucedido con Aníbal y Cartago. Presenta Macedonia como baluarte de Grecia ante las incursiones de tracios y galos. Los etolios insisten hasta que Flaminio zanja la cuestión:
«Basta de alborotar cuando hay que deliberar; se amarrará al rey con unas condiciones tales que no le sea posible iniciar la guerra»
Al día siguiente se presenta Filipo en el desfiladero que conduce a Tempe, lugar señalado para la entrevista; la siguiente jornada se le da audiencia en una concurrida asamblea de romanos y aliados. En ella, Filipo, sin
esperar a que se las arrancasen en la negociación hizo aquellas concesiones sin las que no había posibilidad de conseguir la paz; dijo que estaba de acuerdo en todo lo que le habían exigido los romanos y pedido los aliados de éstos en la entrevista anterior, y que se remitiría al senado para lo demás.
Dicho esto todos guardan silencio excepto Feneas el etolio, quien exclama:
«¿Por fin nos devuelves Filipo, Larisa, Cremasta, Farsalo, Tebas de Ptía y Equino?»
Filipo responde que las recuperarían sin demora alguna, pero Flaminino se lo deniega. Y entonces se origina una discusión entre el general romano y los etolios.
Feneas consideraba justo, en nombre de la alianza bélica, que les fuera devuelto a los etolios lo que tenían antes de la guerra, aparte de que se había estipulado en el primer tratado de alianza que, del botín de guerra, correspondería a los romanos lo que pudiese ser transportado o conducido, y a los etolios el territorio y las ciudades conquistadas.
A lo que Flaminio replica:
«Fuisteis vosotros mismos quienes no respetasteis los términos de esa alianza en el momento en que nos abandonasteis y ajustasteis la paz con Filipo. Aunque estuviese en vigor la alianza, esa condición, en todo caso, sería aplicable a las ciudades conquistadas, pero las ciudades de Tesalia se sometieron a nosotros por su propia voluntad»
"Estas palabras de Tito Flaminino agradaron a todos, pero los etolios las llevaron muy a mal, como si fueran otro inicio de grandes conflictos, ya que, poco después, de esta diferencia y de esta chispa prendió el fuego de la guerra contra los etolios y el de la guerra contra Antíoco. El motivo principal que movía a Tito Flaminino al cese de hostilidades era que sabía que, en Siria, Antíoco había levantado el campo con todo su ejército y marchaba contra Europa, lo cual le hacía recelar que Filipo se acogiera a esta esperanza, se quedara en las ciudades y alargara la guerra, e incluso que se presentara el otro cónsul y se le atribuyera el honor de toda la gesta. Por esto, concedió al rey lo que pedía, una tregua de cuatro meses". Pol. XVIII, 39
Aminandro, rey de los atamanes, piensa que había que llegar a un acuerdo de paz tal que incluso en ausencia de los romanos fuese Grecia suficientemente capaz de defenderse (los atamanes siempre eran presa fácil de los macedonios tanto por ser débiles como por tener su territorio muy cerca).
Alejandro de Etolia le dice a Flaminio que se engañaba si creía que, tras firmar la paz con Filipo, dejaría una calma segura a los romanos, o a los griegos una libertad sin riesgos; afirma que la única manera de hacer la paz con los macedonios era matar o deponer a Filipo del reino.
Flaminio argumenta que ese no es el proceder de los romanos y pone como ejemplo lo sucedido con Aníbal y Cartago. Presenta Macedonia como baluarte de Grecia ante las incursiones de tracios y galos. Los etolios insisten hasta que Flaminio zanja la cuestión:
«Basta de alborotar cuando hay que deliberar; se amarrará al rey con unas condiciones tales que no le sea posible iniciar la guerra»
Al día siguiente se presenta Filipo en el desfiladero que conduce a Tempe, lugar señalado para la entrevista; la siguiente jornada se le da audiencia en una concurrida asamblea de romanos y aliados. En ella, Filipo, sin
esperar a que se las arrancasen en la negociación hizo aquellas concesiones sin las que no había posibilidad de conseguir la paz; dijo que estaba de acuerdo en todo lo que le habían exigido los romanos y pedido los aliados de éstos en la entrevista anterior, y que se remitiría al senado para lo demás.
Dicho esto todos guardan silencio excepto Feneas el etolio, quien exclama:
«¿Por fin nos devuelves Filipo, Larisa, Cremasta, Farsalo, Tebas de Ptía y Equino?»
Filipo responde que las recuperarían sin demora alguna, pero Flaminino se lo deniega. Y entonces se origina una discusión entre el general romano y los etolios.
Feneas consideraba justo, en nombre de la alianza bélica, que les fuera devuelto a los etolios lo que tenían antes de la guerra, aparte de que se había estipulado en el primer tratado de alianza que, del botín de guerra, correspondería a los romanos lo que pudiese ser transportado o conducido, y a los etolios el territorio y las ciudades conquistadas.
A lo que Flaminio replica:
«Fuisteis vosotros mismos quienes no respetasteis los términos de esa alianza en el momento en que nos abandonasteis y ajustasteis la paz con Filipo. Aunque estuviese en vigor la alianza, esa condición, en todo caso, sería aplicable a las ciudades conquistadas, pero las ciudades de Tesalia se sometieron a nosotros por su propia voluntad»
"Estas palabras de Tito Flaminino agradaron a todos, pero los etolios las llevaron muy a mal, como si fueran otro inicio de grandes conflictos, ya que, poco después, de esta diferencia y de esta chispa prendió el fuego de la guerra contra los etolios y el de la guerra contra Antíoco. El motivo principal que movía a Tito Flaminino al cese de hostilidades era que sabía que, en Siria, Antíoco había levantado el campo con todo su ejército y marchaba contra Europa, lo cual le hacía recelar que Filipo se acogiera a esta esperanza, se quedara en las ciudades y alargara la guerra, e incluso que se presentara el otro cónsul y se le atribuyera el honor de toda la gesta. Por esto, concedió al rey lo que pedía, una tregua de cuatro meses". Pol. XVIII, 39
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Concedida la tregua de cuatro meses, Filipo abona a Flaminino doscientos talentos y le entrega a su hijo Demetrio (su segundo hijo, de once años) y a otros amigos como rehenes; en cuanto a lo demás, enviaría embajadores a Roma a tratar la situación y a confiar al senado la decisión definitiva. Se estipula que si no se llegaba a una paz definitiva Tito Flaminino devolvería a Filipo los rehenes y los doscientos talentos.
196
Entran en funciones los cónsules Lucio Furio Purpúreo y Marco Claudio Marcelo
FC:
L. Furius Sp.f. Sp.n. Purpureo , M. Claudius M.f. M.n. Marcellus
Llega a Roma el informe enviado por Flaminio. La carta es leída primeramente en el senado por el pretor Marco Sergio, y después, por decisión del senado, en la asamblea del pueblo, y se decretan cinco días de pública acción de gracias por los éxitos obtenidos.
Poco tiempo después llegan las embajadas enviadas tanto por Flaminio como por el rey Filipo. A la embajada macedonia el senado le da audiencia en el templo de Belona. Poco había que hablar, el rey estaba dispuesto a hacer lo que el senado acordara.
Se nombra una comisión de diez miembros con cuyo asesoramiento expondría Flaminio a Filipo las condiciones para la paz; una cláusula adicional del decreto establecía que entre esos diez figurarían Publio Sulpicio Galba y Publio Vilio Tápulo, que habían estado como cónsules al frente de la provincia de Macedonia.
Se dispone que Tito Quincio Flaminino siguiera en su provincia con el mismo ejército, y en cuanto al mando, se considera que con la prórroga anterior era suficiente.
- Condiciones de paz
Llegan a Grecia los diez miembros de la comisión con las condiciones siguientes:
«Todos los demás griegos, tanto los de Asia como los de Europa, serán libres y se regirán por sus leyes propias, pero Filipo entregará a los romanos los hombres que le estaban sometidos y las ciudades que ocupó con sus guarniciones; la entrega se efectuará antes de los Juegos Ístmicos. Las ciudades son Euromo, Pédasa, Bargilia y la población de los yasios; igualmente, Abido, Taso, Mirina y Perinto, de las cuales Filipo licenciará las guarniciones y las dejará ir libres. En cuanto a la independencia de la ciudad de los cianeos (Cío, puerto de Bitinia), Tito Flaminino debe escribir a Prusias comunicándole el decreto del senado. Filipo restituirá a los romanos todos los prisioneros y los desertores en aquel mismo momento, y entregará todas las naves cubiertas a excepción de cinco y de la nave real, poco maniobrable a causa de su tamaño, impulsada por dieciséis bancadas de remos; no conservará ningún elefante ni más de cinco mil hombres armados; no hará la guerra fuera de las fronteras de Macedonia sin la autorización del senado; entregará mil talentos al pueblo romano, la mitad al contado y la otra mitad en diez anualidades»
Final de la IIª Guerra Macedónica
196
Entran en funciones los cónsules Lucio Furio Purpúreo y Marco Claudio Marcelo
FC:
L. Furius Sp.f. Sp.n. Purpureo , M. Claudius M.f. M.n. Marcellus
Llega a Roma el informe enviado por Flaminio. La carta es leída primeramente en el senado por el pretor Marco Sergio, y después, por decisión del senado, en la asamblea del pueblo, y se decretan cinco días de pública acción de gracias por los éxitos obtenidos.
Poco tiempo después llegan las embajadas enviadas tanto por Flaminio como por el rey Filipo. A la embajada macedonia el senado le da audiencia en el templo de Belona. Poco había que hablar, el rey estaba dispuesto a hacer lo que el senado acordara.
Se nombra una comisión de diez miembros con cuyo asesoramiento expondría Flaminio a Filipo las condiciones para la paz; una cláusula adicional del decreto establecía que entre esos diez figurarían Publio Sulpicio Galba y Publio Vilio Tápulo, que habían estado como cónsules al frente de la provincia de Macedonia.
Se dispone que Tito Quincio Flaminino siguiera en su provincia con el mismo ejército, y en cuanto al mando, se considera que con la prórroga anterior era suficiente.
- Condiciones de paz
Llegan a Grecia los diez miembros de la comisión con las condiciones siguientes:
«Todos los demás griegos, tanto los de Asia como los de Europa, serán libres y se regirán por sus leyes propias, pero Filipo entregará a los romanos los hombres que le estaban sometidos y las ciudades que ocupó con sus guarniciones; la entrega se efectuará antes de los Juegos Ístmicos. Las ciudades son Euromo, Pédasa, Bargilia y la población de los yasios; igualmente, Abido, Taso, Mirina y Perinto, de las cuales Filipo licenciará las guarniciones y las dejará ir libres. En cuanto a la independencia de la ciudad de los cianeos (Cío, puerto de Bitinia), Tito Flaminino debe escribir a Prusias comunicándole el decreto del senado. Filipo restituirá a los romanos todos los prisioneros y los desertores en aquel mismo momento, y entregará todas las naves cubiertas a excepción de cinco y de la nave real, poco maniobrable a causa de su tamaño, impulsada por dieciséis bancadas de remos; no conservará ningún elefante ni más de cinco mil hombres armados; no hará la guerra fuera de las fronteras de Macedonia sin la autorización del senado; entregará mil talentos al pueblo romano, la mitad al contado y la otra mitad en diez anualidades»
Final de la IIª Guerra Macedónica
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Con la derrota de Filipo no se iba a restablecer el equilibrio en Grecia. El concepto helenístico de fronteras era desconocido para Roma: política de alianzas cambiantes, complicados movimientos diplomáticos, mantener influencias y prestigio frente a estados semejantes... Para Roma la seguridad de fronteras no estaba en este juego diplomático influenciado por la política oriental.
La facción romana filohelena, Flaminio el primero, se iba a rendir pronto ante la evidencia. Abandonar Grecia tras declarar la libertad de la misma hubiera supuesto abandonarla a la anarquía. Por otro lado, la comisión de diez miembros enviados por el senado no lo iba a permitir (estas son las dos facciones senatoriales que algunos autores argumentan).
Antes de la celebración de los Juegos Ístmicos ya surgen las primeras quejas de la Liga Etolia.
En las condiciones de paz impuestas a los macedonios las ciudades a liberar venían señaladas nominalmente, y eran las de Asia; las entregadas a los romanos estaba claro que eran las de Europa: Oreo, Eretria, Corinto, Calcis y Demetriade (recordemos que estas tres últimas eran las mencionadas por Filipo como "Las verdaderas Cadenas de Grecia").
Roma iniciaba una nueva y complicada fase en su política exterior.
La facción romana filohelena, Flaminio el primero, se iba a rendir pronto ante la evidencia. Abandonar Grecia tras declarar la libertad de la misma hubiera supuesto abandonarla a la anarquía. Por otro lado, la comisión de diez miembros enviados por el senado no lo iba a permitir (estas son las dos facciones senatoriales que algunos autores argumentan).
Antes de la celebración de los Juegos Ístmicos ya surgen las primeras quejas de la Liga Etolia.
En las condiciones de paz impuestas a los macedonios las ciudades a liberar venían señaladas nominalmente, y eran las de Asia; las entregadas a los romanos estaba claro que eran las de Europa: Oreo, Eretria, Corinto, Calcis y Demetriade (recordemos que estas tres últimas eran las mencionadas por Filipo como "Las verdaderas Cadenas de Grecia").
Roma iniciaba una nueva y complicada fase en su política exterior.
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Juegos Ístmicos
Las ciudades de Grecia y Asia iban a ser liberadas pero la situación de Corinto, Calcis y Demetriade, por resolución del senado, quedaban bajo la decisión de los diez miembros enviados para formalizar los términos de paz. No cabía duda que el rey Antíoco tenía intención de pasar a Europa en cuanto contara con las tropas adecuadas y no se quería dejar a su merced aquellas tres ciudades.
Flaminio parte para Corinto con la comisión y allí dedican varios días a discutir que se iba a hacer al respecto. Flaminio insiste en que se debe abandonar toda Grecia; los comisionados no ponen ninguna objeción en lo referente a la liberación de las ciudades pero sostienen que deben mantenerse un tiempo bajo tutela militar en previsión de una incursión del rey Antíoco. Finalmente se llega a una decisión: Calcis y Demetriade seguirían retenidas hasta que desapareciese la preocupación por Antíoco, Corinto sería devuelta a los aqueos pero con la condición de que permaneciese una guarnición en el Acrocorinto (ciudadela que dominaba la ciudad).
Templo de Apolo con el Acrocorinto al fondo
Se da inicio a los juegos; el pregonero, acompañado por un trompetero, se adelanta hasta el centro del espacio desde el que solía dar inicio a los festejos con una fórmula tradicional; una vez que la trompeta impuso silencio hace esta proclama:
«El senado romano y el general Tito Quincio, después de haber sido derrotados el rey Filipo y los macedonios, disponen que sean libres, queden exentos de tributos, y tengan sus propias leyes los corintios, los focenses, todos los locrenses y la isla de Eubea, y los magnetes, los tesalios, los perrebos y los aqueos ftiotas»
Había citado a todos los pueblos que habían estado bajo el dominio de Filipo.
Los asistentes apenas creen lo que acababan de oír. El pregonero es obligado a repetir la proclama y la multitud estalla en aplausos.
Flaminius restoring Liberty to Greece at the Isthmian Games, John Leech
Inmediatamente después de los juegos, Flaminio y los diez diputados reciben a las delegaciones. Los primeros en ser convocados son los embajadores del rey Antíoco. La advertencia es clara: se les conmina a que Antíoco debe abandonar inmediatamente las ciudades de Asia que hubieran pertenecido a Filipo y a Ptolomeo, debía respetar a las ciudades autónomas y se le insta sobre todo a no pasar ni él ni sus tropas a Europa.
Las ciudades de Grecia y Asia iban a ser liberadas pero la situación de Corinto, Calcis y Demetriade, por resolución del senado, quedaban bajo la decisión de los diez miembros enviados para formalizar los términos de paz. No cabía duda que el rey Antíoco tenía intención de pasar a Europa en cuanto contara con las tropas adecuadas y no se quería dejar a su merced aquellas tres ciudades.
Flaminio parte para Corinto con la comisión y allí dedican varios días a discutir que se iba a hacer al respecto. Flaminio insiste en que se debe abandonar toda Grecia; los comisionados no ponen ninguna objeción en lo referente a la liberación de las ciudades pero sostienen que deben mantenerse un tiempo bajo tutela militar en previsión de una incursión del rey Antíoco. Finalmente se llega a una decisión: Calcis y Demetriade seguirían retenidas hasta que desapareciese la preocupación por Antíoco, Corinto sería devuelta a los aqueos pero con la condición de que permaneciese una guarnición en el Acrocorinto (ciudadela que dominaba la ciudad).
Templo de Apolo con el Acrocorinto al fondo
Se da inicio a los juegos; el pregonero, acompañado por un trompetero, se adelanta hasta el centro del espacio desde el que solía dar inicio a los festejos con una fórmula tradicional; una vez que la trompeta impuso silencio hace esta proclama:
«El senado romano y el general Tito Quincio, después de haber sido derrotados el rey Filipo y los macedonios, disponen que sean libres, queden exentos de tributos, y tengan sus propias leyes los corintios, los focenses, todos los locrenses y la isla de Eubea, y los magnetes, los tesalios, los perrebos y los aqueos ftiotas»
Había citado a todos los pueblos que habían estado bajo el dominio de Filipo.
Los asistentes apenas creen lo que acababan de oír. El pregonero es obligado a repetir la proclama y la multitud estalla en aplausos.
Flaminius restoring Liberty to Greece at the Isthmian Games, John Leech
Inmediatamente después de los juegos, Flaminio y los diez diputados reciben a las delegaciones. Los primeros en ser convocados son los embajadores del rey Antíoco. La advertencia es clara: se les conmina a que Antíoco debe abandonar inmediatamente las ciudades de Asia que hubieran pertenecido a Filipo y a Ptolomeo, debía respetar a las ciudades autónomas y se le insta sobre todo a no pasar ni él ni sus tropas a Europa.
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Para los acontecimientos que se avecinan cabe destacar dos hechos.
Atalo, rey de Pérgamo, murió el año anterior (197) no habiéndose recuperado de la parálisis parcial que sufrió en Tebas; su hijo Eumenes subió al trono (sería conocido como Eumenes II).
Por otro lado, Cneo Cornelio Léntulo, uno de los diez comisionados, se reúne con el rey Filipo en Tempe. Léntulo, después de tratar las cuestiones de menor importancia, pregunta al rey si está dispuesto a prestar oídos a un consejo no ya útil sino de vital importancia. El rey contesta que incluso le daría las gracias si le hacía alguna sugerencia provechosa para él. Léntulo le aconseja que mande embajadores a Roma para pedir un tratado de alianza y amistad; Filipo responde que los enviaría inmediatamente.
• Por extraño que parezca, este consejo, llamémoslo extraoficial, y la aceptación del mismo por parte de Filipo tenían su razón de ser, como ya se verá en su momento.
Atalo, rey de Pérgamo, murió el año anterior (197) no habiéndose recuperado de la parálisis parcial que sufrió en Tebas; su hijo Eumenes subió al trono (sería conocido como Eumenes II).
Por otro lado, Cneo Cornelio Léntulo, uno de los diez comisionados, se reúne con el rey Filipo en Tempe. Léntulo, después de tratar las cuestiones de menor importancia, pregunta al rey si está dispuesto a prestar oídos a un consejo no ya útil sino de vital importancia. El rey contesta que incluso le daría las gracias si le hacía alguna sugerencia provechosa para él. Léntulo le aconseja que mande embajadores a Roma para pedir un tratado de alianza y amistad; Filipo responde que los enviaría inmediatamente.
• Por extraño que parezca, este consejo, llamémoslo extraoficial, y la aceptación del mismo por parte de Filipo tenían su razón de ser, como ya se verá en su momento.
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195
Entran en funciones los cónsules Lucio Valerio Flaco y Marco Porcio Catón
FC:
L. Valerius P.f. L.n. Flaccus , M. Porcius M.f. Cato
A Tito Quincio Flaminino se le prorroga el mando por un año y se le asignan dos legiones, las cuales no iban a quedar inactivas en ese papel de vigilancia que debían ejercer.
Exilio de Aníbal en Asia
En Cartago, Aníbal (había sido elegido sufete el año anterior) se crea enemistad con la clase dominante argumentando que las indemnizaciones que se debían pagar a Roma no saldrían del tesoro público:
"Los recursos públicos se perdían en parte por dejadez y en parte repartidos como botín entre algunos principales y magistrados, llegando incluso a faltar dinero para pagar cada año el tributo a los romanos, y parecía cernirse sobre los particulares la amenaza de una onerosa contribución. Cuando Aníbal descubrió a cuánto ascendían las recaudaciones de impuestos de tierra y mar, en qué se invertían, cuánto se empleaba en los gastos corrientes del Estado, y qué cantidad era distraída hacia peculios privados, declaró ante la asamblea que el Estado tendría recursos suficientes para hacer efectivo el tributo a los romanos, sin imponer contribuciones a los particulares, si se exigía todo el dinero atrasado; y cumplió lo prometido.
Pero entonces, todos aquellos que durante bastantes años habían engordado a costa de los fondos públicos, ofendidos como si los hubieran despojado de bienes suyos en vez de hacerles soltar el botín de sus robos, instigaban en contra de Aníbal a los romanos que ya de por sí buscaban una coartada para su odio." Liv. XXXIII, 46 - 47
A pesar de la oposición de Publio Cornelio Escipión, los detractores de Aníbal consiguen que se envíen emisarios a Cartago para acusarlo ante el senado cartaginés de estar urdiendo planes con el rey Antíoco para hacer la guerra contra Roma.
Gneo Servilio, Marco Claudio Marcelo y Quinto Terencio Culeón llegan a Cartago con el pretexto de que iban para resolver las diferencias que hubiera entre Masinisa, rey de los númidas, y los cartagineses; a Aníbal no se le escapa que él era el objetivo. Aquel mismo día se deja ver por el foro para alejar los motivos de sospecha; nada más oscurecer llega hasta la puerta con dos acompañantes que no estaban al tanto de sus planes y sale de la ciudad. Al día siguiente llega a un lugar de la costa en donde le esperaba una nave equipada y dotada de remeros; abandona África y hace escala en la isla de Cercina (Islas Kerkennah). En una travesía sin problemas arriba a Tiro, en donde permanece unos pocos días hasta que zarpa en dirección a Antioquía, encontrando finalmente en Efeso al rey Antíoco.
Entran en funciones los cónsules Lucio Valerio Flaco y Marco Porcio Catón
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A Tito Quincio Flaminino se le prorroga el mando por un año y se le asignan dos legiones, las cuales no iban a quedar inactivas en ese papel de vigilancia que debían ejercer.
Exilio de Aníbal en Asia
En Cartago, Aníbal (había sido elegido sufete el año anterior) se crea enemistad con la clase dominante argumentando que las indemnizaciones que se debían pagar a Roma no saldrían del tesoro público:
"Los recursos públicos se perdían en parte por dejadez y en parte repartidos como botín entre algunos principales y magistrados, llegando incluso a faltar dinero para pagar cada año el tributo a los romanos, y parecía cernirse sobre los particulares la amenaza de una onerosa contribución. Cuando Aníbal descubrió a cuánto ascendían las recaudaciones de impuestos de tierra y mar, en qué se invertían, cuánto se empleaba en los gastos corrientes del Estado, y qué cantidad era distraída hacia peculios privados, declaró ante la asamblea que el Estado tendría recursos suficientes para hacer efectivo el tributo a los romanos, sin imponer contribuciones a los particulares, si se exigía todo el dinero atrasado; y cumplió lo prometido.
Pero entonces, todos aquellos que durante bastantes años habían engordado a costa de los fondos públicos, ofendidos como si los hubieran despojado de bienes suyos en vez de hacerles soltar el botín de sus robos, instigaban en contra de Aníbal a los romanos que ya de por sí buscaban una coartada para su odio." Liv. XXXIII, 46 - 47
A pesar de la oposición de Publio Cornelio Escipión, los detractores de Aníbal consiguen que se envíen emisarios a Cartago para acusarlo ante el senado cartaginés de estar urdiendo planes con el rey Antíoco para hacer la guerra contra Roma.
Gneo Servilio, Marco Claudio Marcelo y Quinto Terencio Culeón llegan a Cartago con el pretexto de que iban para resolver las diferencias que hubiera entre Masinisa, rey de los númidas, y los cartagineses; a Aníbal no se le escapa que él era el objetivo. Aquel mismo día se deja ver por el foro para alejar los motivos de sospecha; nada más oscurecer llega hasta la puerta con dos acompañantes que no estaban al tanto de sus planes y sale de la ciudad. Al día siguiente llega a un lugar de la costa en donde le esperaba una nave equipada y dotada de remeros; abandona África y hace escala en la isla de Cercina (Islas Kerkennah). En una travesía sin problemas arriba a Tiro, en donde permanece unos pocos días hasta que zarpa en dirección a Antioquía, encontrando finalmente en Efeso al rey Antíoco.
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Guerra contra Nabis de Esparta o Guerra Laconia
Antecedentes
Recordemos que cuando Filocles es enviado por Filipo (año 198) en ayuda de Corinto, la facción pro macedonia de Argos aprovechó la ocasión y cambió de bando.
Para la campaña del 197 Filipo comprendió que Argos era indefendible por lo que decidió confiársela en usufructo a Nabis, tirano de Lacedemonia y rey de Esparta, de forma que si él resultaba vencedor se la devolviera, y si las cosas salían mal se quedara con ella. Una vez que cambió Argos de manos, Nabis olvidó lo pactado con Filipo y envió emisarios a Flaminio para entablar una alianza. Flaminio le puso como condiciones que acabara su guerra contra la Liga Aquea y que mandase tropas auxiliares contra Filipo.
El rey Átalo no estubo de acuerdo en establecer una alianza con Nabis si éste no retiraba antes la guarnición que había introducido en Argos, a lo que Nabis se negó. Flaminio aplazó temporalmente la cuestión con la formalización de una tregua de cuatro meses entre aqueos y lacedemonios.
Terminada la guerra con Filipo resurge de nuevo la cuestión de Argos. El senado romano envía un decreto en el que deja la decisión de la guerra en manos de Flaminio. Éste, tras dar lectura al comunicado, anuncia un congreso de las delegaciones de todas las ciudades aliadas, que se celebraría en Corinto en una fecha determinada.
Llega el día y se reúnen todos en Corinto. Flaminio se dirige a las delegaciones:
«La decisión que hemos de tomar hoy depende por entero de vosotros. La cuestión que someto a vuestra consideración, en efecto, es si estáis dispuestos a consentir que Argos, ocupada, como bien sabéis, por Nabis, siga bajo su dominio, o si pensáis que es justo que una ciudad tan noble y tan antigua, situada en el centro de Grecia, recobre la libertad y goce del mismo estatuto que las demás ciudades del Peloponeso y de Grecia. Como veis, se debate aquí una cuestión que os concierne de lleno a vosotros. Os pido que os pronunciéis sobre este punto, y me atendré a lo que decida la mayoría».
Alejandro, jefe etolio, denuncia a la Liga Aquea alegando que todo es una maniobra de ellos para hacerse con Argos; a la vez acusa a los romanos de fraude al poner a Nabis como escusa para mantener las guarniciones en Grecia. Exige que Flaminio retire sus tropas a Italia mientras que los etolios garantizaban que Nabis retiraría de Argos su guarnición de forma voluntaria y con condiciones, o bien lo obligarían por la fuerza de las armas a someterse al poder de una Grecia unida.
Aristeno de Megalópolis, strategos de los aqueos, replica:
«Qué Júpiter Óptimo Máximo y Juno Reina, patrona de Argos, no permitan, dijo, que aquella ciudad sea el premio en disputa entre el tirano lacedemonio y los salteadores etolios, sometida al trance de recibir peor trato si vosotros la reconquistáis que cuando aquél la tomó. El mar que nos separa no nos defiende de esos piratas, Tito Quincio; ¿qué va a ser de nosotros si se construyen una ciudadela en el centro del Peloponeso? . De griegos sólo tienen la lengua, igual que de hombres tienen únicamente la apariencia; viven de acuerdo con unas costumbres y unas prácticas más salvajes que las de cualquier bárbaro, peor incluso que las bestias salvajes. Por eso os rogamos, romanos, que le quitéis Argos de nuevo a Nabis y arregléis la situación de Grecia de forma que quede además suficientemente asegurada frente al bandidaje de los etolios esta zona».
Flaminio, satisfecho al ver de que a excepción de los etolios cuenta con el respaldo de todos los aliados, les pide que se pronuncien acerca de la guerra contra Nabis en el caso de que no devolviera Argos a los aqueos. Todos se manifiestan inmediatamente a favor.
Antecedentes
Recordemos que cuando Filocles es enviado por Filipo (año 198) en ayuda de Corinto, la facción pro macedonia de Argos aprovechó la ocasión y cambió de bando.
Para la campaña del 197 Filipo comprendió que Argos era indefendible por lo que decidió confiársela en usufructo a Nabis, tirano de Lacedemonia y rey de Esparta, de forma que si él resultaba vencedor se la devolviera, y si las cosas salían mal se quedara con ella. Una vez que cambió Argos de manos, Nabis olvidó lo pactado con Filipo y envió emisarios a Flaminio para entablar una alianza. Flaminio le puso como condiciones que acabara su guerra contra la Liga Aquea y que mandase tropas auxiliares contra Filipo.
El rey Átalo no estubo de acuerdo en establecer una alianza con Nabis si éste no retiraba antes la guarnición que había introducido en Argos, a lo que Nabis se negó. Flaminio aplazó temporalmente la cuestión con la formalización de una tregua de cuatro meses entre aqueos y lacedemonios.
Terminada la guerra con Filipo resurge de nuevo la cuestión de Argos. El senado romano envía un decreto en el que deja la decisión de la guerra en manos de Flaminio. Éste, tras dar lectura al comunicado, anuncia un congreso de las delegaciones de todas las ciudades aliadas, que se celebraría en Corinto en una fecha determinada.
Llega el día y se reúnen todos en Corinto. Flaminio se dirige a las delegaciones:
«La decisión que hemos de tomar hoy depende por entero de vosotros. La cuestión que someto a vuestra consideración, en efecto, es si estáis dispuestos a consentir que Argos, ocupada, como bien sabéis, por Nabis, siga bajo su dominio, o si pensáis que es justo que una ciudad tan noble y tan antigua, situada en el centro de Grecia, recobre la libertad y goce del mismo estatuto que las demás ciudades del Peloponeso y de Grecia. Como veis, se debate aquí una cuestión que os concierne de lleno a vosotros. Os pido que os pronunciéis sobre este punto, y me atendré a lo que decida la mayoría».
Alejandro, jefe etolio, denuncia a la Liga Aquea alegando que todo es una maniobra de ellos para hacerse con Argos; a la vez acusa a los romanos de fraude al poner a Nabis como escusa para mantener las guarniciones en Grecia. Exige que Flaminio retire sus tropas a Italia mientras que los etolios garantizaban que Nabis retiraría de Argos su guarnición de forma voluntaria y con condiciones, o bien lo obligarían por la fuerza de las armas a someterse al poder de una Grecia unida.
Aristeno de Megalópolis, strategos de los aqueos, replica:
«Qué Júpiter Óptimo Máximo y Juno Reina, patrona de Argos, no permitan, dijo, que aquella ciudad sea el premio en disputa entre el tirano lacedemonio y los salteadores etolios, sometida al trance de recibir peor trato si vosotros la reconquistáis que cuando aquél la tomó. El mar que nos separa no nos defiende de esos piratas, Tito Quincio; ¿qué va a ser de nosotros si se construyen una ciudadela en el centro del Peloponeso? . De griegos sólo tienen la lengua, igual que de hombres tienen únicamente la apariencia; viven de acuerdo con unas costumbres y unas prácticas más salvajes que las de cualquier bárbaro, peor incluso que las bestias salvajes. Por eso os rogamos, romanos, que le quitéis Argos de nuevo a Nabis y arregléis la situación de Grecia de forma que quede además suficientemente asegurada frente al bandidaje de los etolios esta zona».
Flaminio, satisfecho al ver de que a excepción de los etolios cuenta con el respaldo de todos los aliados, les pide que se pronuncien acerca de la guerra contra Nabis en el caso de que no devolviera Argos a los aqueos. Todos se manifiestan inmediatamente a favor.
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Flaminio ordena a sus tribunos militares que trasladen el ejército desde Elacia. Una vez a la cabeza de las tropas se dirige hacia Argos; en las proximidades de Cleonas sale a su encuentro Aristeno, strategos aqueo, con 10.000 infantes y 1.000 jinetes. Al día siguiente descienden a la llanura de Argos y emplazan el campamento a unas cuatro millas de la ciudad (cerca de 6 km). Pitágoras, comandante de la guarnición lacedemonia, había reforzado ambas ciudadelas (Argos tenía dos) y otros puntos estratégicos antes de la llegada de los romanos.
A la alarma causada desde el exterior se suma además una revuelta en el interior encabezada por un argivo llamado Damocles. Con unos cuantos hombres se dirige hacia el ágora para pedir el apoyo de los demás ciudadanos; los lacedemonios los rodean y le dan muerte junto con los suyos. Muchos otros son arrestados y ejecutados, otros consiguen descolgarse con cuerdas desde las murallas y llegar al campamento romano. Estos le aseguran a Flaminio que si aproxima su campamento se dará una rebelión interna general.
Flaminio envía tropas de infantería ligera y caballería para tantear el terreno; cerca de Cilabari, palestra de la ciudad, entablan combate con los lacedemonios que habían efectuado una salida por una de las puertas, siendo estos rechazados al interior de la ciudad sin mayores dificultades. Flaminio traslada el campamento al lugar en el que se ha desarrollado el combate (a unos 450 m de la ciudad).
Durante todo el día siguiente se mantiene a la expectativa por si se producía algún movimiento. Al ver que la población estaba atenazada por el miedo convoca el consejo para decidir si se ponía sitio a Argos. Todos los jefes griegos excepto Aristeno eran del mismo parecer: puesto que Argos era la única causa de la guerra, con ella precisamente debía iniciarse la guerra. Flaminio no estaba en absoluto de acuerdo por lo que dejó que se expresara Aristeno el cual era del parecer que si se había emprendido la guerra contra Nabis sería incoherente detenerse en Argos y desentenderse del enemigo; propone atacar el centro de Lacedemonia.
Flaminio disuelve el consejo y manda a la infantería ligera a recoger trigo. El que había maduro por los alrededores es segado y acarreado, el verde es pisoteado y destrozado para que el enemigo no se sirviera de él más adelante. A continuación levanta el campamento y, después de salvar el monte Partenio, deja atrás Tegea y al tercer día acampa cerca de Carias. Allí espera a las tropas auxiliares aliadas antes de penetrar en territorio enemigo. Llegan 1.500 macedonios enviados por Filipo y 400 jinetes tesalios.
A la vez se iban concentrando numerosos efectivos navales; de Leucade llega Lucio Quincio con 40 navíos. A la flota se le unen 18 naves rodias; el rey Eumenes de Pérgamo estaba cerca de las Cícladas con 10 naves cubiertas, 30 lemboi (del tipo ilirio) y otras embarcaciones de menor tamaño.
Al campamento romano llegan también muchos exiliados al mando de Agesipolis, heredero legítimo del trono lacedemonio, expulsado siendo aún niño por el tirano Licurgo.
• Cuando se están realizando los preparativos llegan embajadores del rey Antíoco para negociar una alianza; Flaminio les contesta que en ausencia de la comisión de los diez delegados no tenía nada de que hablar. Se desentiende de ellos y les dice que si quieren algo que acudan ante el senado en Roma.
A la alarma causada desde el exterior se suma además una revuelta en el interior encabezada por un argivo llamado Damocles. Con unos cuantos hombres se dirige hacia el ágora para pedir el apoyo de los demás ciudadanos; los lacedemonios los rodean y le dan muerte junto con los suyos. Muchos otros son arrestados y ejecutados, otros consiguen descolgarse con cuerdas desde las murallas y llegar al campamento romano. Estos le aseguran a Flaminio que si aproxima su campamento se dará una rebelión interna general.
Flaminio envía tropas de infantería ligera y caballería para tantear el terreno; cerca de Cilabari, palestra de la ciudad, entablan combate con los lacedemonios que habían efectuado una salida por una de las puertas, siendo estos rechazados al interior de la ciudad sin mayores dificultades. Flaminio traslada el campamento al lugar en el que se ha desarrollado el combate (a unos 450 m de la ciudad).
Durante todo el día siguiente se mantiene a la expectativa por si se producía algún movimiento. Al ver que la población estaba atenazada por el miedo convoca el consejo para decidir si se ponía sitio a Argos. Todos los jefes griegos excepto Aristeno eran del mismo parecer: puesto que Argos era la única causa de la guerra, con ella precisamente debía iniciarse la guerra. Flaminio no estaba en absoluto de acuerdo por lo que dejó que se expresara Aristeno el cual era del parecer que si se había emprendido la guerra contra Nabis sería incoherente detenerse en Argos y desentenderse del enemigo; propone atacar el centro de Lacedemonia.
Flaminio disuelve el consejo y manda a la infantería ligera a recoger trigo. El que había maduro por los alrededores es segado y acarreado, el verde es pisoteado y destrozado para que el enemigo no se sirviera de él más adelante. A continuación levanta el campamento y, después de salvar el monte Partenio, deja atrás Tegea y al tercer día acampa cerca de Carias. Allí espera a las tropas auxiliares aliadas antes de penetrar en territorio enemigo. Llegan 1.500 macedonios enviados por Filipo y 400 jinetes tesalios.
A la vez se iban concentrando numerosos efectivos navales; de Leucade llega Lucio Quincio con 40 navíos. A la flota se le unen 18 naves rodias; el rey Eumenes de Pérgamo estaba cerca de las Cícladas con 10 naves cubiertas, 30 lemboi (del tipo ilirio) y otras embarcaciones de menor tamaño.
Al campamento romano llegan también muchos exiliados al mando de Agesipolis, heredero legítimo del trono lacedemonio, expulsado siendo aún niño por el tirano Licurgo.
• Cuando se están realizando los preparativos llegan embajadores del rey Antíoco para negociar una alianza; Flaminio les contesta que en ausencia de la comisión de los diez delegados no tenía nada de que hablar. Se desentiende de ellos y les dice que si quieren algo que acudan ante el senado en Roma.
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Preparativos de Nabis
Nabis hace venir de Creta a 1.000 hombres escogidos, los cuales suma a otros 1.000 de la isla con los que ya contaba; arma un ejército con 3.000 soldados mercenarios y reúne 10.000 de su propio país; por otro lado refuerza Esparta con foso y empalizada. •
Como recelaba de algunos ciudadanos, hace salir a todas las fuerzas armadas a una llanura llamada Dromo (cerca del río Eurotas) y ordena que los lacedemonios acudan sin armas a una asamblea en donde son rodeados por su guardia. Les dice que en previsión de una revuelta tomaría como rehenes a los sospechosos y que una vez eliminado el peligro los dejaría libres. Acto seguido son llamados por su nombre unos ochenta ciudadanos principales. A medida que se les va nombrando los hace encarcelar; la noche siguiente son todos ejecutados.
Algunos ilotas acusados de querer pasarse a los romanos son azotados y paseados por pueblos y aldeas dándoles muerte.
Nabis, a la espera de los romanos y sus aliados, acuartela a todas las tropas en Esparta sabedor de su inferioridad en caso de pretender entablar una batalla regular.
• Al decir que se efectúan trabajos de refuerzo de la ciudad, esto no quiere decir que Esparta no estuviera amurallada, que sí lo estaba:
"Tiempo atrás, Esparta no tenía murallas; hacía poco, los tiranos habían levantado un muro en los puntos abiertos y llanos; los sitios elevados y de difícil acceso se protegían con puestos armados (stationibus armatorum) en lugar de fortificaciones". Liv. XXXIV, 38
Polibio, comparando Esparta con Megalópolis:
"Así, si alguien afirma que la ciudad de Megalopolis tiene un perímetro de cincuenta estadios y que Esparta lo tiene de cuarenta y ocho, pero que en realidad duplica en extensión a Megalopolis..." Frag. IX, 26a
Si dijimos que en tiempos de Polibio un estadio equivalía a 177,6 m, tenemos un perímetro de un poco más de 8´5 Km.
- Algunos autores fechan el inicio de construcción hacia el siglo III ac.
Nabis hace venir de Creta a 1.000 hombres escogidos, los cuales suma a otros 1.000 de la isla con los que ya contaba; arma un ejército con 3.000 soldados mercenarios y reúne 10.000 de su propio país; por otro lado refuerza Esparta con foso y empalizada. •
Como recelaba de algunos ciudadanos, hace salir a todas las fuerzas armadas a una llanura llamada Dromo (cerca del río Eurotas) y ordena que los lacedemonios acudan sin armas a una asamblea en donde son rodeados por su guardia. Les dice que en previsión de una revuelta tomaría como rehenes a los sospechosos y que una vez eliminado el peligro los dejaría libres. Acto seguido son llamados por su nombre unos ochenta ciudadanos principales. A medida que se les va nombrando los hace encarcelar; la noche siguiente son todos ejecutados.
Algunos ilotas acusados de querer pasarse a los romanos son azotados y paseados por pueblos y aldeas dándoles muerte.
Nabis, a la espera de los romanos y sus aliados, acuartela a todas las tropas en Esparta sabedor de su inferioridad en caso de pretender entablar una batalla regular.
• Al decir que se efectúan trabajos de refuerzo de la ciudad, esto no quiere decir que Esparta no estuviera amurallada, que sí lo estaba:
"Tiempo atrás, Esparta no tenía murallas; hacía poco, los tiranos habían levantado un muro en los puntos abiertos y llanos; los sitios elevados y de difícil acceso se protegían con puestos armados (stationibus armatorum) en lugar de fortificaciones". Liv. XXXIV, 38
Polibio, comparando Esparta con Megalópolis:
"Así, si alguien afirma que la ciudad de Megalopolis tiene un perímetro de cincuenta estadios y que Esparta lo tiene de cuarenta y ocho, pero que en realidad duplica en extensión a Megalopolis..." Frag. IX, 26a
Si dijimos que en tiempos de Polibio un estadio equivalía a 177,6 m, tenemos un perímetro de un poco más de 8´5 Km.
- Algunos autores fechan el inicio de construcción hacia el siglo III ac.
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Vae Victis
Flaminio, una vez ultimados todos los preparativos, sale de sus cuarteles (cerca de Carias - Karyai en el mapa) y al día siguiente llega a Selasia (a unos 12 Km de Esparta), en el río Enunte •. Enterado de que el descenso desde allí era por un camino difícil y estrecho, manda hombres por delante para que abran una ruta bordeando ligeramente los montes, y llega, por un sendero bastante ancho y despejado, hasta el río Eurotas.
Cuando los romanos están haciendo el trazado del campamento y Flaminio se había adelantado con la caballería y la infantería ligera, las tropas auxiliares de Nabis siembran el pánico y la confusión con un ataque con el que no contaban ni por asomo, porque durante toda la marcha no se habían encontrado con nadie y habían atravesado el territorio como si estuviera pacificado. Durante algún tiempo reina el desconcierto; los soldados de infantería llamaban a los de caballería y éstos a los de infantería, pues ni unos ni otros confiaban demasiado en sus propias fuerzas. Al fin aparecen las enseñas de las legiones, y al entrar en combate las cohortes de cabeza de la columna, los que poco antes habían sembrado el pánico son rechazados al interior de la ciudad en pleno desconcierto. Los romanos se alejan de la muralla lo justo para estar fuera del alcance de las armas arrojadizas y después de formar en orden de combate se mantienen así algún tiempo; luego, como no salía a enfrentárseles ningún enemigo, regresan al campamento.
• Livio dice:
"...al día siguiente llegó a Selasia, en el río Enunte, lugar donde, según se decía, el rey de los macedonios Antigono había librado una batalla campal contra el tirano lacedemonio Cleómenes". XXXIV, 28
Se refiere a la llamada "Batalla de Selasia", librada en el 222 a. C. entre los ejércitos de Antígono III de Macedonia, y Cleómenes III, rey de Esparta.
http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Selasia
Esta batalla se suele ubicar en los alrededores del lugar llamado Palaiogoulas. La ubicación de Selasia no se ha identificado con certeza aunque es muy posible que estuviera situada en la colina de Haghios Konstantinos.
http://www.perseus.tufts.edu/hopper/tex ... irect=true
- La emboscada de las tropas auxiliares de Nabis se debió dar cerca de Esparta, en el curso del río Eurotas. El campamento se situaría en el valle de Selasia.
Cuando los romanos están haciendo el trazado del campamento y Flaminio se había adelantado con la caballería y la infantería ligera, las tropas auxiliares de Nabis siembran el pánico y la confusión con un ataque con el que no contaban ni por asomo, porque durante toda la marcha no se habían encontrado con nadie y habían atravesado el territorio como si estuviera pacificado. Durante algún tiempo reina el desconcierto; los soldados de infantería llamaban a los de caballería y éstos a los de infantería, pues ni unos ni otros confiaban demasiado en sus propias fuerzas. Al fin aparecen las enseñas de las legiones, y al entrar en combate las cohortes de cabeza de la columna, los que poco antes habían sembrado el pánico son rechazados al interior de la ciudad en pleno desconcierto. Los romanos se alejan de la muralla lo justo para estar fuera del alcance de las armas arrojadizas y después de formar en orden de combate se mantienen así algún tiempo; luego, como no salía a enfrentárseles ningún enemigo, regresan al campamento.
• Livio dice:
"...al día siguiente llegó a Selasia, en el río Enunte, lugar donde, según se decía, el rey de los macedonios Antigono había librado una batalla campal contra el tirano lacedemonio Cleómenes". XXXIV, 28
Se refiere a la llamada "Batalla de Selasia", librada en el 222 a. C. entre los ejércitos de Antígono III de Macedonia, y Cleómenes III, rey de Esparta.
http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Selasia
Esta batalla se suele ubicar en los alrededores del lugar llamado Palaiogoulas. La ubicación de Selasia no se ha identificado con certeza aunque es muy posible que estuviera situada en la colina de Haghios Konstantinos.
http://www.perseus.tufts.edu/hopper/tex ... irect=true
- La emboscada de las tropas auxiliares de Nabis se debió dar cerca de Esparta, en el curso del río Eurotas. El campamento se situaría en el valle de Selasia.
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Vae Victis
Al día siguiente Flaminio marcha al frente de sus tropas formadas, sigue el curso del río Eurotas en dirección a la falda del monte Menelao. En previsión de una salida de tropas desde Esparta abren la marcha las cohortes de la legión y la cierran la infantería ligera junto a la caballería al mando de Apio Claudio.
Nabis tenía a sus tropas preparadas dentro del recinto amurallado con la intención de atacar al enemigo por la espalda. Una vez que pasan los últimos de la columna, se lanzan fuera de la ciudad por muchos sitios a la vez. Apio Claudio, que había preparado a sus hombres con vistas a lo que iba a ocurrir, inmediatamente cambia la dirección de las enseñas y dirige toda la formación de cara al enemigo. Consiguientemente, durante algún tiempo hubo una batalla regular, como si hubieran chocado dos frentes de combate en toda línea. Finalmente los soldados de Nabis emprenden la huida; ésta es especialmente desastrosa y atropellada por que los persiguieron de cerca los aqueos, conocedores del terreno, que hicieron una gran carnicería y desarmaron a la mayoría cuando la huida los había dispersado en todas direcciones.
Flaminio acampa cerca de Amiclas. Luego, tras devastar completamente todas las zonas pobladas y los campos de los alrededores de la ciudad, como ya no salía de puertas afuera ningún enemigo, traslada el campamento junto al río Eurotas. Desde allí sale a devastar el valle que se extiende al pie del Taigeto y los campos que llegan hasta el mar.
Nabis tenía a sus tropas preparadas dentro del recinto amurallado con la intención de atacar al enemigo por la espalda. Una vez que pasan los últimos de la columna, se lanzan fuera de la ciudad por muchos sitios a la vez. Apio Claudio, que había preparado a sus hombres con vistas a lo que iba a ocurrir, inmediatamente cambia la dirección de las enseñas y dirige toda la formación de cara al enemigo. Consiguientemente, durante algún tiempo hubo una batalla regular, como si hubieran chocado dos frentes de combate en toda línea. Finalmente los soldados de Nabis emprenden la huida; ésta es especialmente desastrosa y atropellada por que los persiguieron de cerca los aqueos, conocedores del terreno, que hicieron una gran carnicería y desarmaron a la mayoría cuando la huida los había dispersado en todas direcciones.
Flaminio acampa cerca de Amiclas. Luego, tras devastar completamente todas las zonas pobladas y los campos de los alrededores de la ciudad, como ya no salía de puertas afuera ningún enemigo, traslada el campamento junto al río Eurotas. Desde allí sale a devastar el valle que se extiende al pie del Taigeto y los campos que llegan hasta el mar.
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Toma de Giteo
Lucio Quincio, hermano de Flaminio, recibe la sumisión de algunas poblaciones de la costa, en unos casos voluntaria y en otros consecuencia del miedo o de la fuerza. Enterado de que la plaza de Giteo (o Gytheion) era para los lacedemonios lugar de almacenamiento de toda clase de efectos navales y de que el campamento romano no estaba lejos del mar, decide atacar la plaza con todas sus tropas.
La ciudad contaba con gran número de ciudadanos y estaba equipada con toda clase de material bélico.
Cuando se está preparando para la empresa, llegan el rey Éumenes y la flota de los rodios. El gran contingente de marinos procedentes de las tres flotas lleva a cabo en pocos días todos los trabajos que se requerían para el ataque a una ciudad bien defendida por tierra y por mar.
Se comienza el asedio socavando la muralla y batiéndola con los arietes. Tras repetidos golpes es derribada una de las torres que arrastra en su caída la parte de muro adosada a ella; los romanos, para desviar la atención del enemigo de la zona más abierta, tratan de forzar la entrada por el lado del puerto, desde donde era más llano el camino de acceso •, y, simultáneamente, de irrumpir por la brecha abierta con el derrumbe. A punto están de penetrar por donde se lo habían propuesto; pero el asalto se retrasa al presentarse la posibilidad de que se rindiera la ciudad. Mandaban en Giteo Dexagóridas y Gorgopas con iguales poderes. Dexagóridas había enviado un mensaje a Lucio Quincio diciendo que él estaba dispuesto a entregar la plaza, y cuando ya se había convenido el momento y la forma de dicha operación, el traidor fue muerto por Gorgopas, y éste, en solitario, toma el mando de la defensa.
El asalto hubiera presentado mayores dificultades de no haber llegado Flaminio con 4.000 soldados de refuerzo. Cuando éste se deja ver con sus tropas en formación sobre la cima de una colina no muy distante de Giteo, desde el lado opuesto Lucio Quincio presiona a partir de sus obras de asedio por tierra y mar; finalmente la desesperación obliga a Gorgopas a rendir la ciudad con la condición de que se le permitiera llevarse de allí los soldados que tenía como guarnición.
Poco antes de la rendición de Giteo, Pitágoras, que estaba al mando en Argos, había confiado la defensa de la ciudad a Timócrates de Pelene y fue a reunirse con Nabis, en Esparta, con 1.000 soldados mercenarios y 2.000 argivos.
Nabis se había alarmado con la llegada de la flota romana y la rendición de las ciudades de la costa, y de igual modo había albergado una pequeña esperanza con la retención de Giteo; pero cuando se entera de que también se había entregado esta plaza a los romanos, como por tierra no había nada que esperar porque toda la zona circundante era hostil y por mar estaba también completamente bloqueado, considera que era preciso rendirse a la suerte y como primer paso envía un parlamentario para enterarse de si los romanos permitirían que se les enviase una embajada.
• El camino era tan llano que en la actualidad esa zona se encuentra sumergida:
http://www2.rgzm.de/Navis2/Home/Harbour ... R=Gytheion
Siguiendo el enlace, a falta de evidencias arqueológicas, hay desacuerdo a la hora de considerar Giteo como puerto militar de Esparta
Lucio Quincio, hermano de Flaminio, recibe la sumisión de algunas poblaciones de la costa, en unos casos voluntaria y en otros consecuencia del miedo o de la fuerza. Enterado de que la plaza de Giteo (o Gytheion) era para los lacedemonios lugar de almacenamiento de toda clase de efectos navales y de que el campamento romano no estaba lejos del mar, decide atacar la plaza con todas sus tropas.
La ciudad contaba con gran número de ciudadanos y estaba equipada con toda clase de material bélico.
Cuando se está preparando para la empresa, llegan el rey Éumenes y la flota de los rodios. El gran contingente de marinos procedentes de las tres flotas lleva a cabo en pocos días todos los trabajos que se requerían para el ataque a una ciudad bien defendida por tierra y por mar.
Se comienza el asedio socavando la muralla y batiéndola con los arietes. Tras repetidos golpes es derribada una de las torres que arrastra en su caída la parte de muro adosada a ella; los romanos, para desviar la atención del enemigo de la zona más abierta, tratan de forzar la entrada por el lado del puerto, desde donde era más llano el camino de acceso •, y, simultáneamente, de irrumpir por la brecha abierta con el derrumbe. A punto están de penetrar por donde se lo habían propuesto; pero el asalto se retrasa al presentarse la posibilidad de que se rindiera la ciudad. Mandaban en Giteo Dexagóridas y Gorgopas con iguales poderes. Dexagóridas había enviado un mensaje a Lucio Quincio diciendo que él estaba dispuesto a entregar la plaza, y cuando ya se había convenido el momento y la forma de dicha operación, el traidor fue muerto por Gorgopas, y éste, en solitario, toma el mando de la defensa.
El asalto hubiera presentado mayores dificultades de no haber llegado Flaminio con 4.000 soldados de refuerzo. Cuando éste se deja ver con sus tropas en formación sobre la cima de una colina no muy distante de Giteo, desde el lado opuesto Lucio Quincio presiona a partir de sus obras de asedio por tierra y mar; finalmente la desesperación obliga a Gorgopas a rendir la ciudad con la condición de que se le permitiera llevarse de allí los soldados que tenía como guarnición.
Poco antes de la rendición de Giteo, Pitágoras, que estaba al mando en Argos, había confiado la defensa de la ciudad a Timócrates de Pelene y fue a reunirse con Nabis, en Esparta, con 1.000 soldados mercenarios y 2.000 argivos.
Nabis se había alarmado con la llegada de la flota romana y la rendición de las ciudades de la costa, y de igual modo había albergado una pequeña esperanza con la retención de Giteo; pero cuando se entera de que también se había entregado esta plaza a los romanos, como por tierra no había nada que esperar porque toda la zona circundante era hostil y por mar estaba también completamente bloqueado, considera que era preciso rendirse a la suerte y como primer paso envía un parlamentario para enterarse de si los romanos permitirían que se les enviase una embajada.
• El camino era tan llano que en la actualidad esa zona se encuentra sumergida:
http://www2.rgzm.de/Navis2/Home/Harbour ... R=Gytheion
Siguiendo el enlace, a falta de evidencias arqueológicas, hay desacuerdo a la hora de considerar Giteo como puerto militar de Esparta
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Vae Victis
Entrevista de Nabis y Flaminio
Obtenida la autorización se presenta Pitágoras ante Flaminio con una única petición: que Nabis pudiese entrevistarse con el general.
Reunido el consejo, todos estaban de acuerdo en que se concediese la entrevista, y se fija el día y el lugar. Llegan a unas colinas situadas en el centro de la comarca acompañados por una reducida escolta armada, la dejan de guardia en un sitio bien visible desde ambos lados y descienden acompañados Nabis por su escogida guardia personal y Flaminio por su hermano, por el rey Éumenes, el rodio Sósila, el strategos aqueo Aristeno y unos pocos tribunos militares.
Se deja elegir a Nabis si prefiere hablar primero o escuchar, Nabis elige empezar:
«Si hubiera sido capaz de descubrir por mí mismo, Tito Quincio, y vosotros los aquí presentes, la razón de que me declaraseis e hicieseis la guerra, habría esperado en silencio el desenlace de mi destino. Pero no he podido contener mi deseo de saber, antes de sucumbir, la razón por la que iba a sucumbir»
Nabis alega en su defensa que no ocupó Argos sino que fue llamado por los ciudadanos que le entregaron la ciudad. Continua diciendo que una vez ocupada la plaza abandonó el bando macedonio y se pasó a los romanos.
«Me exculpa el hecho de que ajusté una alianza con vosotros cuando ya tenía Argos en mi poder, y lo convenido fue que os enviaría tropas auxiliares para la guerra, no que retiraría de Argos mi guarnición
Recuerdo que entonces me llamabais rey; veo que ahora me llamáis tirano»
La embajada de Flaminio se muestra poco favorable ante los argumentos de Nabis; la discusión se alarga hasta que llega la noche.
Al día siguiente Nabis dice que dejaría Argos y que retiraría su guarnición, puesto que ese era el deseo de los romanos, y que devolvería los prisioneros y desertores; si había alguna otra demanda pide que la hagan constar por escrito con el objeto de poder discutirlo con sus amigos. Se le concede un plazo al mismo tiempo que Flaminio celebra un consejo con los jefes de los aliados; el criterio de la gran mayoría es que se debía continuar la guerra y eliminar al tirano, que hubiera sido mucho mejor no iniciar la guerra contra él que abandonarla una vez iniciada. Añaden que el propio tirano saldría fortalecido, al ser en cierto modo legitimado si recibía el respaldo del pueblo romano y, por otra parte, su ejemplo podría incitar a otros a acceder al poder en otras ciudades.
Flaminio era proclive a la paz; Nabis estaba fuertemente atrincherado en Esparta con gran número de hombres y armas; esto supondría un asedio muy prolongado. Por otro lado, Antíoco había pasado a Europa con numerosas fuerzas de tierra y mar. Si el ejército estaba ocupado asediando Esparta, Antíoco podía aprovechar el momento.
"Esto era lo que exponía públicamente, pero más adentro tenía otra preocupación que no expresaba: que un nuevo cónsul obtuviera en suerte la provincia de Grecia, y que la victoria bélica iniciada hubiera de ser entregada a su sucesor"
Como sus argumentos en contra de proseguir la guerra no surten efecto en los aliados los lleva a todos a aceptar su propio planteamiento:
«Sitiemos Lacedemón enhorabuena, dijo, puesto que así lo deseáis, siempre que no os malengañéis en esto: dado que el asedio de una ciudad es una tarea que lleva tiempo, como bien sabéis, y a menudo cansa antes a los sitiadores que a los sitiados, conviene que desde ahora mismo os hagáis a la idea de que habrá que pasar el invierno en torno a las murallas de Lacedemón. Si esta espera implicara solamente fatigas y peligros, yo os animaría a que estuvierais mental y físicamente preparados para arrostrarlos. Pero requiere además considerables gastos para los trabajos y las máquinas de lanzamiento y de asedio necesarias para asaltar una ciudad tan grande, para habilitar suministros para vosotros y para nosotros de cara al invierno. Por consiguiente, para que no os llevéis algún susto inesperado o paséis la vergüenza de renunciar a la empresa una vez iniciada, creo que primero debéis escribir a vuestras ciudades y sondear cuál es la actitud y cuáles las fuerzas con que cuenta cada una. Tropas auxiliares tengo más que suficientes; pero cuantos más seamos, mayores serán nuestras necesidades. En la tierra enemiga ya no queda nada más que el suelo pelado. A esto se sumará la estación invernal, con su dificultad para el transporte a larga distancia»
Este discurso hace que los pensamientos de todos se centren por primera vez en la consideración de los problemas internos de cada uno. Con un súbito cambio de actitud, autorizan a Flaminio a que hiciera lo que considerase conforme con el interés común.
Obtenida la autorización se presenta Pitágoras ante Flaminio con una única petición: que Nabis pudiese entrevistarse con el general.
Reunido el consejo, todos estaban de acuerdo en que se concediese la entrevista, y se fija el día y el lugar. Llegan a unas colinas situadas en el centro de la comarca acompañados por una reducida escolta armada, la dejan de guardia en un sitio bien visible desde ambos lados y descienden acompañados Nabis por su escogida guardia personal y Flaminio por su hermano, por el rey Éumenes, el rodio Sósila, el strategos aqueo Aristeno y unos pocos tribunos militares.
Se deja elegir a Nabis si prefiere hablar primero o escuchar, Nabis elige empezar:
«Si hubiera sido capaz de descubrir por mí mismo, Tito Quincio, y vosotros los aquí presentes, la razón de que me declaraseis e hicieseis la guerra, habría esperado en silencio el desenlace de mi destino. Pero no he podido contener mi deseo de saber, antes de sucumbir, la razón por la que iba a sucumbir»
Nabis alega en su defensa que no ocupó Argos sino que fue llamado por los ciudadanos que le entregaron la ciudad. Continua diciendo que una vez ocupada la plaza abandonó el bando macedonio y se pasó a los romanos.
«Me exculpa el hecho de que ajusté una alianza con vosotros cuando ya tenía Argos en mi poder, y lo convenido fue que os enviaría tropas auxiliares para la guerra, no que retiraría de Argos mi guarnición
Recuerdo que entonces me llamabais rey; veo que ahora me llamáis tirano»
La embajada de Flaminio se muestra poco favorable ante los argumentos de Nabis; la discusión se alarga hasta que llega la noche.
Al día siguiente Nabis dice que dejaría Argos y que retiraría su guarnición, puesto que ese era el deseo de los romanos, y que devolvería los prisioneros y desertores; si había alguna otra demanda pide que la hagan constar por escrito con el objeto de poder discutirlo con sus amigos. Se le concede un plazo al mismo tiempo que Flaminio celebra un consejo con los jefes de los aliados; el criterio de la gran mayoría es que se debía continuar la guerra y eliminar al tirano, que hubiera sido mucho mejor no iniciar la guerra contra él que abandonarla una vez iniciada. Añaden que el propio tirano saldría fortalecido, al ser en cierto modo legitimado si recibía el respaldo del pueblo romano y, por otra parte, su ejemplo podría incitar a otros a acceder al poder en otras ciudades.
Flaminio era proclive a la paz; Nabis estaba fuertemente atrincherado en Esparta con gran número de hombres y armas; esto supondría un asedio muy prolongado. Por otro lado, Antíoco había pasado a Europa con numerosas fuerzas de tierra y mar. Si el ejército estaba ocupado asediando Esparta, Antíoco podía aprovechar el momento.
"Esto era lo que exponía públicamente, pero más adentro tenía otra preocupación que no expresaba: que un nuevo cónsul obtuviera en suerte la provincia de Grecia, y que la victoria bélica iniciada hubiera de ser entregada a su sucesor"
Como sus argumentos en contra de proseguir la guerra no surten efecto en los aliados los lleva a todos a aceptar su propio planteamiento:
«Sitiemos Lacedemón enhorabuena, dijo, puesto que así lo deseáis, siempre que no os malengañéis en esto: dado que el asedio de una ciudad es una tarea que lleva tiempo, como bien sabéis, y a menudo cansa antes a los sitiadores que a los sitiados, conviene que desde ahora mismo os hagáis a la idea de que habrá que pasar el invierno en torno a las murallas de Lacedemón. Si esta espera implicara solamente fatigas y peligros, yo os animaría a que estuvierais mental y físicamente preparados para arrostrarlos. Pero requiere además considerables gastos para los trabajos y las máquinas de lanzamiento y de asedio necesarias para asaltar una ciudad tan grande, para habilitar suministros para vosotros y para nosotros de cara al invierno. Por consiguiente, para que no os llevéis algún susto inesperado o paséis la vergüenza de renunciar a la empresa una vez iniciada, creo que primero debéis escribir a vuestras ciudades y sondear cuál es la actitud y cuáles las fuerzas con que cuenta cada una. Tropas auxiliares tengo más que suficientes; pero cuantos más seamos, mayores serán nuestras necesidades. En la tierra enemiga ya no queda nada más que el suelo pelado. A esto se sumará la estación invernal, con su dificultad para el transporte a larga distancia»
Este discurso hace que los pensamientos de todos se centren por primera vez en la consideración de los problemas internos de cada uno. Con un súbito cambio de actitud, autorizan a Flaminio a que hiciera lo que considerase conforme con el interés común.
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