DARDANELOS, 18 de marzoEl intento de forzar la entrada de los Dardanelos para atacar Estambul y así forzar al Imperio Otomano a solicitar la paz, dejando la ruta del mar negro libre, había resultado un rotundo fracaso.
En una operación naval impulsada desde el Almirantazgo, fuerzas combinadas franco-británicas habían reunido una poderosa flota de decenas de buques, incluyendo 16 acorazados, y cruceros de batalla. En opinión de los dirigentes políticos británicos encabezados por el primer lord del almirantazgo, Sir Winston Churchill, esta fuerza debía bastar para derrotar al que consideraban como “el hombre enfermo de Europa”, el Imperio Otomano.
Los ataques empezaron tan pronto como el 4 de noviembre del año anterior, cuando la escuadra aliada midió la resistencia de las defensas otomanas en un breve ataque en el que la buena fortuna estuvo de su parte, de forma que tan solo después de 30 minutos el arsenal de la fortaleza de Sedd el Bar destruyéndolo, y acabando con decenas de soldados. Las armas sin embargo no sufrirían daños y los británicos desperdiciaron su oportunidad, por lo que el ataque sería contraproducente al servir para que los turcos y sus aliados alemanes aprendiesen sobre sus puntos débiles.
Durante los 3 meses de espera que mediaron hasta el siguiente ataque, se prepararon nuevas defensas en el estrecho. Estas consistirían en un sistema mixto de baterías de artillería fijas y móviles, dispuestas en 3 anillos, exterior, intermedio, e interior. La pieza fundamental sin embargo serían los campos de minas tendidos en la parte más angosta del estrecho para evitar el tránsito de los buques británicos y franceses, y una red de acero para impedir que los submarinos pudiesen forzar el estrecho.
La siguiente batalla tendría lugar el 19 de febrero, cuando los destructores enviados a reconocer el estrecho serían atacados por baterías de 240mm Krupp, forzando a los acorazados Cornwallis y Vengeance a intervenir en su ayuda. El 25 se intentó de nuevo, desembarcando los marines británicos en las posiciones exteriores que los turcos habían abandonado poco antes para dinamitarlas sin oposición.
El anillo exterior había superado por la falta de oposición turca, y ahora debían enfrentarse al anillo intermedio, iniciando los bombardeos el 1 de marzo. Los intentos de levantar los campos de minas resultaron sin embargo infructuosos, pues las tripulaciones civiles de los arrastreros modificados huyeron de la zona en repetidas ocasiones en cuanto empezaban los disparos. De nada sirvieron las reprimendas o las amenazas de sustituirlas con marineros de los buques. Una y otra vez huyeron de la zona al primer disparo, pese a que generalmente ni tan siquiera disparaban sobre ellos al estar los defensores concentrados en los grandes buques, de los que resultaría dañado el crucero Amethyst. Finalmente, el día 15 se aprobó llevar a cabo una operación diurna con la intervención de toda la flota para proteger a los dragaminas, retrasándose la operación por diversos motivos hasta el 18 de marzo.
Desgraciadamente para los franco-británicos, los turcos habían observado la estrategia enemiga durante las acciones de las semanas anteriores, y notado que sus buques utilizaban una bahía a estribor para virar al retirarse. No tardaron en sembrar un nuevo campo de minas en esas aguas durante la noche, preparándose para el siguiente embate.
Frente a ellos el plan británico consistían en silenciar los fuertes turcos para permitir el desminado de los primeros cinco campos turcos, continuando el día siguiente con los fuertes restantes y las últimas cinco barreras de minas. Por desgracia para ellos pese a que las aguas eran muy claras y las minas turcas podían ser vistas desde el aire, desconocían la última barrera tendida noches atrás.
El ataque lo iniciarían los buques de la División A, compuesto por el Queen Elizabeth, Agamenon, Inflexible, y Lord Nelson. Poco después mientras los buques recibían daños de diversa gravedad, la División B, con los acorazados franceses Gaulois, Carlomagno, Suffren, y Saint Louis se aproximaron aún más a la costa para hacer fuego directo sobre los fuertes. Tras varias horas de combate el fuego turco empezó a menguar, más por falta de municiones que por los daños sufridos. Era alrededor de la una y el último acto acababa de empezar.
El contralmirante John de Robeck ordenó a la División C británica y a dos acorazados de la reserva entrar en liza y sustituir a la división B. Mientras la maniobra tenía lugar, el Saint Louis viro a estribor y choco con una mina hundiéndose con rapidez, llevándose consigo a 640 tripulantes. El hundimiento impacto en la moral de la flota con brutalidad. Unos segundos atrás un poderoso acorazado navegaba junto a ellos y ahora había desaparecido.
Creyendo que se trataba de la acción de un submarino o del afortunado impacto de un proyectil en la Santa Bárbara del buque, el ataque continuó sin pausa. A las cuatro, mientras el Inflexible se retiraba por el mismo lugar por el que poco antes pasase el Saint Louis, choco con una mina y su comandante se vio obligado a embarrancar el buque en la isla de Tenedos para salvarlo. Ahora los hechos se precipitaron y el Irresistible y más tarde el Ocena cayeron víctimas de la misma barrera de minas quedando a la deriva. En este caso aunque gran parte de sus tripulaciones fue rescatada el rescate de los buques fue imposible, y tras muchas horas acabaron desapareciendo bajo el mar durante la noche.
La batalla había acabado con una increíble victoria para los otomanos. 3 acorazados hundidos y muchos más dañados, incluyendo el flamante crucero de batalla Inflexible. Los británicos en cambio habían sufrido los efectos de la mala planificación y graves problemas en su cadena de mando, pues esa mañana los dragaminas habían encontrado 3 minas en el campo tendido por el destructor Nusret, pero esa información jamás llego a su comandante.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.