En el valle de Magat los defensores retrocedieron por escalones separándose de un enemigo que fue forzado a avanzar bajo el fuego de la artillería sufriendo fuertes bajas. Al anochecer fue el turno de la artillería para retirarse, para lo cual engancharon las piezas a sus armones e iniciaron el repliegue a marchas forzadas. Los animales estaban ansiosos tras varias semanas de inactividad, pero los artilleros estaban agotados por la dura labor del día. Pese a todo tuvieron que sobreponerse al cansancio y al dolor para cabalgar rumbo al sur por la carretera central. Alejándose del cercano enemigo. No tardaron en adelantar a la infantería que les había precedido en la retirada y ahora, caída la noche, descansaba a la vera del camino.

Mientras en las trincheras los dos regimientos de caballería que habían quedado cubriendo la retaguardia se enfrentaban a nuevos asaltos enemigos. Por fortuna para ellos ya habían perdido el brío inicial tras una dura jornada de combates. Pese a todo, la situación era tremendamente adversa para los soldados españoles, y a las 4:00 se dio la orden de retirada mientras se demolían los depósitos de municiones y víveres para que no cayesen en manos del enemigo. Al amanecer los jinetes cabalgaban a buen ritmo rumbo al sur, alcanzando a mediodía a las fuerzas de infantería que habían reemprendido la marcha tras tan solo 4 horas de descanso. Una vez más los jinetes desmontaron para desplegarse a retaguardia de esta formación e impedir la persecución del enemigo, al tiempo que daban un descanso a sus animales.
La infantería que había iniciado el repliegue mucho antes era la que peor lo llevaba. En algunos casos habían caminado hasta 30km con el pesado equipo a cuestas, tan solo el primer día. Y esto solo era el inicio del sufrimiento que se avecinaba en días venideros. En largas jornadas de marcha en las que recorrían entre 30 y 40km al día, la sufrida infantería avanzaba hacia el sur para unirse a sus líneas en Bulacan.
Tan solo la media brigada de reserva se dirigía a la batalla para reforzar a las tropas enviadas por el Tte Gral Aznar a Urdaneta, donde 3.000 hombres apresuradamente reunidos trataban de impedir a las fuerzas desembarcadas que penetrasen hacia la carretera central. Afortunadamente el comandante japonés se estaba demorando, sin duda lastrado por la destrucción de los puertos de la zona. Diferente era el caso de las fuerzas perseguidoras al mando del Gral. Kongo, pues en este caso estaban lastradas por el cansancio de los combates y las dificultades logísticas que ocasionaba el que tan solo disponían de una delgada carretera de más de 300km.
Tan solo en la población de Baguio dos batallones españoles quedaron aislados, incapaces de alcanzar la carretera central por el avance japones. Sus comandantes se atrincherarían allí, dispuestos a defenderse y ganar tiempo para que sus compañeros alcanzasen la seguridad de la nueva línea de defensa construida en los últimos meses. En ella las nuevas unidades de voluntarios se aprestaban a la defensa.
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Pese a todo, los combates con las unidades de caballería española que actuaba de retaguardia, con sus perseguidores fueron muy frecuentes. El gran número de combates de resultado incierto tan solo serviría a la postre para aumentar el número de bajas en ambos bandos. Con todo a mediados de mes era evidente que las fuerzas españolas lograrían alcanzar su nueva línea defensiva. Habían sufrido 10.000 bajas y otros 1.600 hombres habían quedado aislados en Baguio.
El día 20 de abril las primeras unidades japonesas tomaron contacto con la nueva línea española. Dos días después empezaría a llegar el grueso del ejército japonés. Cn él arribaría el Tte Gral Kongo, quien establecería su puesto de mando en la localidad de Mabalacat, a la sombra del volcán Pinatubo, en el cual ondeaba la bandera española. Subic y Manila estaban ya al alcance de la mano.