RETAZOS DE GUERRA EN FILIPINASSubicEl submarino Argonauta estaba en las últimas. Una semana atrás había logrado torpedear su enésimo mercante en las cercanías de la bahía Lingayen, donde ahora se estaban concentrando todos los esfuerzos de los sumergibles españoles en detrimento del norte de Luzón. Sin embargo este hundimiento acabo acarreando el fin del propio submarino.
El mercante de 2.000 toneladas resulto estar cargado de municiones, y estas explosionaron por simpatía poco después del impacto del torpedo. La explosión resultante basto para que una inmensa onda de choque golpease violentamente al submarino averiándolo. Durante unos angustiosos minutos el agua se filtró por juntas y cañerías, y el submarino se fue al fondo sin remedio. Allí la tripulación permanecería en una casi total oscuridad, luchando con las vías de agua mientras trataban de poner nuevamente en funcionamiento sus motores. Por fin tras siete horas de lucha el submarino pudo moverse nuevamente abandonando aquellas aguas para regresar a su base, donde tratarían de reparar el buque.
No hubo nada que hacer. Los ingenieros de la base naval declararon que tan solo podía ser reparado en un astillero mucho mejor, no siendo el dique flotante de la base suficiente. Con el corazón constreñido por la emoción, el Tte de navío Montoya vio como declaraban su submarino como baja total. A continuación en el astillero se iniciaron los trabajos para desmontar todo lo utilizable del submarino. Su pequeño cañón de 57mm sería instalado en un afuste de circunstancias en donde decidiese el mando. Sus tubos lanzatorpedos servirían para aumentar las defensas de la entrada al golfo de Manila. Sus motores y equipos servirían para mantener operativos otros submarinos, y el propio casco sería hundido en la entrada a Subic para impedir la entrada de los japoneses. Por su parte la tripulación al mando de Montoya se agrupo en una sección de infantería naval.
Con un último vistazo al Argonauta, Montoya recordó que el sumergible no había tenido una mala vida. Había funcionado espléndidamente a lo largo de sus 9 años de vida, y en los últimos meses había hundido 17 mercantes, un destructor, y un crucero de batalla de 2ª clase. Un más que digno historial para un submarino.
Manila
La situación empezaba a ser angustiosa para las fuerzas españolas. Los japoneses habían completado el cerco de la plaza de Manila y aunque la zona defendida por las fuerzas españolas tenía aun cientos de kilómetros cuadrados, era evidente que la defensa de todo el perímetro sería imposible.
Con un nudo en el estómago el general Aznar ordeno iniciar la evacuación de todo el personal y equipo posible hacia la península de Batan, donde desde hacía meses se acumulaban todos los suministros que era posible. Inmediatamente se inició el desmontaje de las piezas de artillería que protegían la propia Manila para embarcarlas hacia su nuevo destino. La bahía quedo a partir de ese momento únicamente defendida por las baterías de la entrada.
A partir de ese momento los cañoneros españoles Malaspina
(1), y Guillem de Montredon
(2), que contaron con la ayuda de los cañoneros alemanes Iltis, Jaguar, Luch, y Tiger, empezaron a trasladar o escoltar alimentos y equipos a la nueva posición. Este movimiento no pasó desapercibido para las fuerzas niponas que acudían a vigilar la entrada del puerto de forma habitual, pero siempre por poco tiempo para evitar la amenaza submarina en la medida de lo posible. Desgraciadamente para el mando japonés, la situación desaconsejaba la actuación en aquellas aguas tan restringidas.
Río Pansipit, Luzón centralLa brigada alemana evacuada de Tsingtao que protegía el río por fin había entrado en contacto con las fuerzas japonesas desembarcadas al sur de su posición días atrás, y ahora se encontraba sometida a un duro ataque por parte de las fuerzas del general Kouji. La situación sin ser aun angustiosa si presagiaba un futuro incierto, pues parecía que los japoneses habían decidido realizar su primer intento de romper el perímetro de Manila en el sur, sin duda tratando de debilitar la dura línea defensiva planteada por el general Aznar en el norte. Las fuerzas empleadas serían sin duda menores, pero si las fuerzas japonesas rompían el frente alemán, obligarían a defender una línea mucho más extensa al norte de allí, lo que debilitaría aún más la posición de Manila.
Escuadra del PacificoEl contralmirante Carranza observaba con sus prismáticos la costa de la Conchinchina francesa del delta del Mekong, en la que podían verse con claridad una multitud de las pequeñas embarcaciones típicas de la zona que articulaban su comercio. Una vez más ordeno a sus comandantes el ataque al tráfico mercante civil, por lo que los cruceros protegidos Hernán Cortes, Orellana y Pizarro se abalanzaron sobre los juncos mientras el resto de la escuadra permanecía vigilante en mar abierto. Pronto el caos se desató en las costas de la Conchinchina y decenas de juncos ardieron con brillantes llamas que se elevaban altas en el cielo.
El ataque no podía compararse en sus efectos al realizado semanas atrás sobre el comercio franco-británico hacia Vladivostok
(3), pero sin duda soliviantaría aún más los ánimos franceses y obligaría a estos a exigir soluciones a los japoneses.
¿Cuál sería su respuesta?
Golfo de LingayenLa actividad alrededor de los buques de transporte japoneses era febril. Cada día llegaban uno o dos transportes dotados con su propia grúa que inmediatamente procedían a descargar sus bodegas en varias gabarras capturadas en la zona y utilizadas para trasladar los abastecimientos a la costa. Una vez en las playas, recuas de mulas con la ayuda de varios tractores holt, llevaban los suministros a tres grandes depósitos situados varios kilómetros al interior. Se trataba así de evitar problemas similares a los sufridos en el bombardeo español de puerto Irene.
Por supuesto la actividad en la bahía no se limitaba a la carga y descarga, pues los ingenieros del ejército estaban construyendo un gran muelle que cuando entrase en servicio, facilitaría las tareas de descarga de los buques. Para ello centenares de hombres creaban grandes estructuras de acero y hormigón armado que eran recubiertas por tablones de madera procedentes de los bosques cercanos. Si todo funcionaba como esperaban los mandos de ingenieros a mediados de julio las fuerzas japonesas dispondrían de un mejor sistema de aprovisionamiento.
Posiciones de la artillería japonesa en la cota 213, cerca del PinatuboLos artilleros japoneses se desplazaban aturdidos entre sus piezas de artillería, atendiendo a los heridos y buscando a los muertos causados por el último ataque de los 4 aviones españoles y alemanes que operaban en la zona. Estos aparatos, aviones BCD-1 y Taube alemanes se habían convertido en un incordio para las fuerzas japonesas que no tenían nada que se pudiera oponer a ellos en los cielos.
Debido a este total dominio de los cielos las misiones de ataque a tierra se multiplicaron. Cada día despegaban rumbo al norte, donde buscaban las posiciones de artillería o caravanas logísticas japonesas para atacarlas, primero lanzando las pequeñas bombas improvisadas que se construían en Manila para ello, y a continuación descendiendo para utilizar sus ametralladoras. Ante estos ataques los japoneses que ya habían perdido tres hidroaviones de reconocimiento ante estos aparatos, no podían oponer más que los disparos de sus fusiles.
Al menos la guerra aérea había tomado un cariz totalmente favorable a las armas españolas que empleaban los dirigibles como directores de fuego y los aviones para atacar. Desgraciadamente este uso intensivo de los aviones también estaba teniendo sus efectos y el mantenimiento era cada vez más difícil y exigente, además se habían producido los primeros accidentes en tierra, aunque afortunadamente los daños habían logrado ser reparados.
Al menos de momento…
- ex USS Bancroft, fue capturado en la costa sur de Cuba diez días después de la huida de la escuadra española de Santiago de Cuba, mientras aún permanecía ignorante de su presencia en el mar.
- De la serie María de Molina aprobada en 1896.
- Durante una semana la escuadra española permaneció en las cercanías de Vladivostok, cortando la vital línea de comercio con el resto de la Entente y capturando tres mercantes cargados de suministros bélicos que serían enviados a las Filipinas. Tan solo cuando fueron divisados por un mercante norteamericano se alejaron de aquellas aguas.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.