El agente Vulcano abandono las dependencias del hotel para dirigirse al Barrio Rojo como otras tantas noches desde que llegase a Paris. Sin embargo en esta ocasión no se detendría mucho tiempo en él. Tras alquilar una habitación en un conocido club, donde subió con una meretriz, no tardo en salir por la puerta de atrás vestido de forma diferente y con su barba afeitada salvo un fino bigote, alquilar un taxi, y dirigirse a la Porte de Les Lilas. Una vez allí andaría durante 15 minutos antes de coger un nuevo taxi que le llevaría a Ozoir la Ferriere, en las afueras de Paris. Allí descansaría durante el resto de la noche antes de coger un tren con destino a Clermont aunque desembarcaría en Auxerre. Su pista empezaba así a difuminarse, y para cuando no acudió a la reunión que tenía concertada esa tarde con su patrón, Basil Zaharroff, era ya difícil que fuese encontrado.
Basil Zaharroff extrañado por la ausencia de su empleado, mando a llamarlo al hotel en el que se hospedaba, donde le dieron nota de la ausencia de este desde la noche del día anterior y como habían llamado a un taxi para conducirlo al barrio rojo. Creyendo que se trataba de una ausencia por una simple noche de desenfreno, Basil lo dejo pasar dejando nota que se presentase a la mañana siguiente en su despacho. Fue esa mañana cuando ante su nueva ausencia empezó a sospechar sobre la ausencia de su jefe de contabilidad.
La posibilidad de que su ausencia tuviese que ver con la guerra empezó a formarse en su cabeza. Podía haber sido asesinado o incluso secuestrado por agentes enemigos, sin embargo algo en su fuero interno le retenía a la hora de dar la alarma. No sabía que era, pero algo le decía que podría verse en problemas, por lo que telegrafió a Londres pidiendo los datos de contratación de este. No pasaron muchas horas antes de que llegase la respuesta que le lleno de pavor. En la contratación de su agente comercial al que ya no sabía cómo llamar, había intervenido de forma decisiva su amante Pilar, y si Pilar había intervenido la pista le llevaba directamente a España.

Si los españoles habían logrado colocar un espía en su empresa y lo hacía público, su amante podía verse en graves dificultades, pero si no alertaba de ello y la policía lo descubría el problema sería suyo. No podía escoger, amaba sinceramente a Pilar y no quería exponerla. Finalmente opto por la salomónica decisión de alertar sobre la desaparición de su empleado en el barrio rojo. Serviría para cubrirse las espaldas mientras borraba los rastros más acusadores de su procedencia.
Tres días después Vulcano atravesaba tranquilamente la frontera Suiza con los planos de numerosas armas y procesos industriales de la Vickers y sus filiales que incluían procesos del acero, explosivos, turbinas navales, electricidad, aviones, motores, cañones, y buques, cosidos en el forro de sus ropas y en diversos escondrijos ocultos en su equipaje.