Andrés Eduardo González escribió::cool: Sólo una aclaración. El Negro Acacio fue dado de baja en 2007, en septiembre.
como dije no soy experto ............ el que no había muerto todavía era "Iván Ríos" pero bueno , es solo mi opinion, creo que por lo menos hubieran tratado de realizar un atentado
los contratistas de las fuerzas armadas si son suficientes para mover lo demás por tierra y por los ríos
justamente este tema de los subcontratistas civiles es un indicativo de la presión que existe sobre el sistema de abastecimiento. aun en condiciones normales , sin guerra y sin llamar a los reservistas el transporte es deficiente y normalmente se subcontrata transporte terrestre y aéreo para mitigar la deficiencia, https://www.contratos.gov.co/archivospu ... 235496.pdf http://www.contratos.gov.co/archivospuc ... 466641.pdf seria ilógico pensar que con guerra y una movilización general no habría aun mas problemas logisticos
La comida y la intendencia se transporta así desde hace rato, eso no es raro; igual, es para transportar por zonas de vías principales no al frente y como no se está en conflicto externo contra nadie, pues la cosa es más "relajada". Pero hay otras cosas más sensibles que esas sí no se mandan por Servientrega o DHL o Federal Express (sí, exagero, pero es para que se entienda la idea) así se esté en paz. Y así es en la mayoría de ejércitos del mundo: la tropa va a hacer mercado al supermercado cuando se está tranquilo.
Pero mire que eso tiene otro fin, al involucrar empresas civiles en una tarea tan rutinaria como esa, cuando llegue el día de la quema, donde todo el país tendrá que meter el hombro en la guerra, pues dichas empresas ya sabrán perfectamente qué hacer y cómo movilizar las cosas que les asignen y a qué unidades críticas deben llegar. Así como AVIANCA y SATENA prestarán sus aviones para transporte y carga, pues lo mismo harán estas.
cesar cardenas escribió: Hola Flanker, muchas gracias por ese nuevo pedazo de relato que te fajas, obvio que no vamos a tener (cualquiera con Internet y tiempo para matar) nada realmente preciso para decir cual bola de vidrio las cosas van a ser de X o Y forma. En cuanto a lo podría hacer la logística el Colombia lo único que te podría decir es que acá existe, y para la fecha del relato también, un conjunto de industrias (el GSED) que provee mucho de lo que son los consumibles básicos de unas fuerzas armadas y que aparte produce también para algunos clientes extranjeros, ademas de las reservas a nivel batallón, brigada y división que son mas grandes y mas numerosas que la suma de los otros países protagonistas.
saludos Cesar, permiteme decirte que pasas por alto lo que ya he dicho varias veces, la AMBV tiene ya varios dias atacando "objetivos estrategicos" en el interior de Colombia, y esos objetivos sin duda comprenderian ese conjunto de industrias de las que hablas ademas de las vias de comunicaciones para la distribución de esos suministros.
Sí, Saeta, pero es que el país tiene tanta empresa para eso, que les será imposible destruirlas todas. Además, Colombia tiene otra ventaja en ese aspecto: hay diversas zonas industriales, no es sólo Bogotá o Medellín. Podrán arrasar Cartagena y Barranquilla, que son las más cercanas, pero no son las únicas...
"En momentos de crisis, el pueblo clama a Dios y pide ayuda al soldado. En tiempos de paz, Dios es olvidado y el soldado despreciado».
Andrés Eduardo González escribió::cool: La comida y la intendencia se transporta así desde hace rato, eso no es raro; igual, es para transportar por zonas de vías principales no al frente y como no se está en conflicto externo contra nadie, pues la cosa es más "relajada". Pero hay otras cosas más sensibles que esas sí no se mandan por Servientrega o DHL o Federal Express (sí, exagero, pero es para que se entienda la idea) así se esté en paz. Y así es en la mayoría de ejércitos del mundo: la tropa va a hacer mercado al supermercado cuando se está tranquilo.
Pero mire que eso tiene otro fin, al involucrar empresas civiles en una tarea tan rutinaria como esa, cuando llegue el día de la quema, donde todo el país tendrá que meter el hombro en la guerra, pues dichas empresas ya sabrán perfectamente qué hacer y cómo movilizar las cosas que les asignen y a qué unidades críticas deben llegar. Así como AVIANCA y SATENA prestarán sus aviones para transporte y carga, pues lo mismo harán estas.
A eso es exactamente a lo que me refiero, la maquina logística de Colombia ha tenido años y años de experiencia afinándose, engrasándose y sumando musculo no como unas pocas grandes empresas sino mas aun una red muy tupida de contratistas y proveedores de todos los tamaños y muy dispersos (y ni que nos olvidemos de los oficiales y suboficiales de la reserva, todos técnicos y profesionales en áreas no militares pero si en todo lo que la logística puede abarcar) gracias a que aun haciendo operaciones dentro del territorio nacional, las fuerzas armadas de colombia sin llamarlas expedicionarias, ni mas faltaba, si que son una fuerza de campaña como pocas en el mundo por el volumen que día a día se maneja acá ¿puede eso compararse con el vecino, que precisamente se la pasa de practica en practica (y de eso no mucho antes del 2008) porque entiende ese "pequeño detalle"?.
Saludos.
Para sobrevivir moralmente a una guerra se debe combatir con honor y humanidad - Gustav Roedel
No olvidemos que la Fuerza Aérea Ecuatoriana habría bombardeado los accesos al sector, puentes, lugares de abastecimiento, sitios de abastecimiento de combustibles. No solamente habría estado dispuesta para apoyar a los combatientes en Tulcán.
Además para esas fechas las carreteras ecuatorianas que llevaban a la zona del conflicto estaban en excelentes condiciones. El sistema de transportación terrestre ecuatoriano totalmente habilitado. La producción de alimentos y en general la economía de la República del Ecuador estaba bollante.
Todo esto en base a los datos del Gobierno de la Revolución Ciudadana...
Entonces la logística ecuatoriana no tenía nada que temer, ni nada que no pudiera cumplir.
Sobre todo considerando que existía una capital provincial ecuatoriana invadida por un ejército extranjero, la ventaja estaba del lado ecuatoriano.
El arte de la estrategia es de vital importancia para una Nación. Es terreno de vida o muerte. El camino a la seguridad o a la ruina.
Sun Tzu
elpaisano escribió:y si nos ponemos con 5 euritos cada uno pa motivar al amigo??
Si son de 500 mejor... En serio, tras un periodo alejado del relato, pude terminar el fragmento del día 11 de marzo. Como verán, sigo resumiendo bastante, ya que no tengo tiempo para más, aún así espero que les resulte interesante.
saludos.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
Al amanecer el día 11, la situación continuaba con similares pautas a las que había terminado el día anterior. En torno a Maicao, la lucha proseguía sin prisa pero sin pausa. El Ejército venezolano había reforzado algunas de sus posiciones con tres centenares de hombres de la Guardia Nacional que habían estado patrullando la zona fronteriza cercana, y junto con el poder de fuego de la aviación, habían logrado mantener e incluso retomar algunas pequeñas posiciones perdidas al enemigo, pero en general, la disposición y la actitud de los contendientes no había variado. Las tropas colombianas mantenían la presión pero sin empeñarse a fondo ante la mayor paridad en fuerzas y poder de fuego, tratando de retener fuerzas enemigas en aquel sector para que no pudieran ser empleadas en otros.. Por su parte, las unidades venezolanas consolidaban sus posiciones tras el violento ataque enemigo del día anterior y realizaban pequeños contraataques locales donde la correlación de fuerzas se lo permitía. Al norte la carretera entre Maicao y Riohacha, los comandos colombianos y ataques esporádicos de helicópteros y aviones de combate de la FAC, sobre todo nocturnos, seguían acosando el envío de suministros y refuerzos enemigos que se desplazaban hacia “Cuatro Vías”. Los venezolanos habían traído un batallón de policía militar de la 3ª División para ayudar a mantener abierto el camino hacia aquel estratégico punto de la Guajira, que ahora se había vuelto a convertir en un campo de batalla en si mismo. Otro Batallón de Caribes, el último de la 3º División, había sido enviado a reforzar las unidades que combatían en aquella zona, lo que unido al envió de algunas unidades que combatían en Riohacha, había equilibrado en cierta medida la situación en torno al crítico cruce de carreteras. Allí la lucha apenas había cesado y se seguía combatiendo con dureza. El Ejército colombiano trataba de asentarse y ampliar sus posiciones, mientras los venezolanos intentaban producir bajas, limitar el avance enemigo y atacar donde las condiciones eran propicias, con un importante apoyo artillero y casi toda la aviación de combate posible de las FF.AA. A aquellas alturas, el General Molero poco más podía hacer, ya que aún con aquel apoyo artillero y aéreo del que gozaba, cumplir con las órdenes que llegaban desde Caracas, sobre retomar “Cuatro Vías” y terminar con la captura de Riohacha lo antes posible, eran tareas incompatibles entre si, simplemente carecía de la cantidad de fuerzas necesarias para ello. Pero no dejó de intentarlo, aún sabiendo que su esfuerzo sería con casi toda seguridad en vano. Así pues, tras el estrechamiento del frente en Riohacha y la irrupción de sus fuerzas en algunas zonas urbanas de la ciudad, Molero había decidido que podía distraer los blindados que restaban al Grupo de Caballería 102º y a la IM para apoyar la lucha entorno al cruce de caminos, junto a parte de la artillería que apoyaba el ataque contra la ciudad colombiana. Mientras, en la propia Riohacha, sus fuerzas trataban desesperadamente de avanzar contra una resistencia cada vez mayor. Tras una pequeña pausa nocturna, los combates se habían reanudado con renovada fiereza por la mañana, tratando ambos contendientes de realizar un último esfuerzo que decidiera la lucha por la ciudad. A mediodía tan solo pequeñas partes del sur de Riohacha estaban bajo control de las tropas del General Molero, mientras que la mayoría de ellas seguían empantanadas combatiendo en las afueras y en los arrabales de la ciudad, sobre todo al este de la misma. Finalmente, a media tarde, un grupo de soldados de infantería apoyados por unos pocos carros AMX-30 lograron llegar a las inmediaciones del centro de la ciudad, y otro grupo de unos cuantos blindados Scorpions y un puñado de infantes de marina finalmente, y a través del aeropuerto de la ciudad, alcanzaron la costa, haciendo un simbólico corte definitivo de la península de la Guajira en dos. Así que si bien todavía distaba bastante de considerar que la ciudad estaba bajo su control, Molero decidió que ya había tenido suficiente. Ordenó a sus hombres que izaran la bandera nacional en un edificio en una zona relativamente a salvo de los combates por un lado y en la playa donde se encontraban los Scorpions por otro, y que tomaran imágenes de video y fotografías. Aquello debía bastar para contentar a sus mandos en Caracas de que la mayor parte de la ciudad había caído, “y si no, que se vayan al carajo” pensaba el General. Sus hombres estaban en el filo de la navaja, y la prolongación de los combates por unos cuantos edificios más, junto a una mayor pérdida de efectivos, mientras su retaguardia estaba sufriendo constantes ataques y su principal vía de abastecimientos era bloqueada, podía producir una situación tremendamente complicada por no decir crítica. Debían dar por concluida la campaña mientras todavía sus fuerzas eran efectivas y estaban cohesionadas. Por otra parte, no dudaba que la propaganda oficial lograría vender aquellas imágenes y la campaña en general como un enorme éxito del pueblo y el Ejército bolivariano… “debía ser suficiente” se repetía una y otra vez, mientras esperaba la contestación del alto mando a su petición para dar por concluida la captura de Riohacha. En Caracas, en el interior del CEO, estaba teniendo lugar en aquellos mismos momentos una reunión entre los altos mandos políticos y militares de la nación. Aparte de seguir los acontecimientos del frente, también se había convocado la reunión para discutir la situación internacional que se estaba desarrollando en torno al conflicto. Esta era cada vez más agobiante para los contendientes en la misma. Tras el embargo de armas decretado por la ONU y la cada vez mayor presión diplomática por la mayoría de instituciones y países para una pronta resolución del conflicto, desde el propio Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, hasta la Organización de Estados Americanos, políticamente, parecía inevitable que la lucha debía resolverse con prontitud. Por supuesto que sus aliados, Rusia, Cuba o Nicaragua, seguían apoyando a Caracas y Quito, además de otros países latinoamericanos que mantenían una cierta equidistancia y una posición algo más ambigua, como también hacia China o España, pero otros muchos, con EEUU y sus más fieles aliados a la cabeza, seguían presionando para que Caracas se retirase de Colombia y se sentara en una mesa de negociaciones para un cese definitivo del conflicto. Esto había sido así desde el primer día, pero solo en los últimos días las amenazas habían ido creciendo de tono. Los Grupos Navales de la US Navy en el Caribe y el Pacífico se iban acercando poco a poco a la zona de conflicto, seguidos de cerca por dos Tu-142 rusos enviados a Cuba, y aunque nadie creía posible una intervención norteamericana, lo cierto es que creaban una cierta incertidumbre, que incluso había llegado a plantear por algún miembro de las FFAA venezolanas, el despliegue de parte de los cazas Su-30 y de la Armada para hacer frente a esa amenaza. Aquello no había cuajado y las cosas en el plano militar seguían como hasta ahora, pero lo que había motivado la mayor urgencia de aquella reunión, había sido la orden del Presidente Bush de deslindarse del 10% que los EEUU importaban de petroleo venezolano, y que aunque en el corto plazo no se notaría demasiado ya que las compras a futuros por parte de las empresas norteamericanas se habían realizado unas semanas atrás, en el medio plazo podría quedar seriamente afectado todo el sector petrolero venezolano. Aquella orden entraría en vigor aquella medianoche si Venezuela no se avenía a “sus razones”. Las amenazas dieron lugar a un acalorado debate entre los presentes en la sala, abogando unos por llegar a un acuerdo con los Estados Unidos y Colombia para encontrar una solución satisfactoria para todos en aquel conflicto, mientras que otros querían seguir manteniendo el ritmo de las operaciones y no dar nada por terminado hasta que se lograsen los objetivos, máxime ahora que algunas fuerzas colombianas ocupaban pequeños trozos de suelo patrio, y acababan de realizar una contraofensiva en la Guajira. Para estos, ceder al “imperio” era algo impensable y sería una muestra de debilidad que haría mucho daño al Gobierno y al país. Se estudiaron opciones para vender el sobrante del crudo que no iría a EEUU a otros países, a la vez que se presentarían recursos contra las decisiones de aquel gobierno contra su red petrolera, pero todo aquello llevaría mucho tiempo, y el daño económico sería muy importante a corto y medio plazo. Así que allí se encontraban debatiendo de todo aquello, cuando llegó el mensaje del General Molero sobre la toma parcial de Riohacha. Desde luego eran buenas noticias, y aunque algunos todavía esperaban la caida de toda la ciudad y una derrota total de las fuerzas colombianas, estaba claro para la mayoría que ahora se abría un posible nuevo curso de actuaciones.
Por parte colombiana, el General Suárez trataba de impedir el éxito en la toma de Riohacha, y tras tener conocimiento del alcance de algunas tropas enemigas en la ciudad, y con la confusión de los reportes que le llegaban, pareció como si toda la ciudad estuviera en peligro de caer en manos enemigas. Actuando rápido, ordenó el helitransporte del Batallón Móvil que había quedado en reserva en “Cuatro Vías”, y ordenó al ya muy castigado Grupo de Reacción “Torres”, que se uniese al contraataque. La infantería helitransportada tomó por asalto el aeropuerto “Almirante Padilla” de Riohacha con los últimos momentos de luz del atardecer, mientras que Torres y sus vehículos empujaban hacia el norte a los venezolanos que habían llegado a la costa. Estos, y en medio de la confusión y al ver cortada su ruta de escape con la toma del aeropuerto, se batían en retirada por la arteria principal de la ciudad que transcurría de suroeste al noreste, y que en algunos puntos estaba en manos colombianas y en otros, en manos venezolanas. Los Scorpions e infantes de marina venezolanos, presionados por Torres y la infantería movil, lograron contactar con las fuerzas que quedaban en el interior de Riohacha, y la retirada “de facto” de aquellas fuerzas ante el contraataque colombiano, se vio sancionada por las ordenes llegadas desde el CEO, allá en Caracas, que por fin habían dado por buena la solicitud de Molero. Así que , en medio de un muy confuso combate urbano nocturno, los últimos soldados venezolanos que se retiraban, abandonaron la ciudad antes de que concluyera el día 11 de marzo, dando por concluida con éxito su misión...o al menos así lo querían ver de un lado. Del otro lado, y tras haber logrado expulsar al enemigo de Riohacha, y con la toma de “Cuatro Vías”, el General Suárez, parecía que podía respirar, aunque fuera momentáneamente. A aquellos éxitos, no se habían unido la toma de Maicao o el corte total de los suministros venezolanos hacia el oeste, pero bajo su criterio, aquello eran dos cuestiones menores, ante la exitosa defensa de Riohacha y la toma de “Cuatro Vías”, donde ahora podía poner en un serio aprieto a las fuerzas enemigas al oeste de allí. Pero también estaba al tanto de que aquella fuerza mecanizada enemiga que ahora abandonaba Riohacha, era un hueso muy duro de roer, y tanto sus blindados como su artillería suponían una amenaza para sus fuerzas a lo largo de la carretera 90. Tal y como lo veía Suárez, al enemigo le quedaban dos alternativas. O intentaban de nuevo tomar Riohacha en un renovado ataque, o se batían en retirada hacia su país, para lo cual, la vía más corta era aquella carretera, lo que los llevaría directos a sus fuerzas, donde la poderosa 13ª Brigada se había atrincherado y contaba con buenas posiciones defensivas, apoyada por parte de la 2ª Brigada Móvil. Por un lado, si la fuerza mecanizada enemiga se retiraba, una parte de Suárez deseaba que intentase forzar sus posiciones en “Cuatro Vías” para hacer pagar al enemigo un alto precio por su ataque y el daño que habían causado en su país, e intentar producirle una derrota definitiva, pero otra parte, deseaba que Molero desviase sus fuerzas hacia el norte, y que no se produjese un choque importante, ya que allí sus fuerzas no tendrían la ventaja en un combate móvil contra fuerzas mecanizadas y bajo superioridad aérea enemiga, y por lo tanto el resultado sería mucho más incierto y sus bajas mas numerosas. A última hora de la noche, Suárez recibió unos informes que dejaban claro las inmediatas intenciones del enemigo. Según le hacían saber sus superiores en Bogotá, los noticiarios venezolanos habían comenzado a difundir la noticia, apoyada en imágenes de aquel mismo día, que pregonaba, “sus valerosas fuerzas armadas habían derrotado al enemigo y capturado la estratégica ciudad de Riohacha, partiendo en dos el territorio enemigo en el Teatro de Operaciones, con lo cual, y cumplidos los objetivos de la incursión de castigo en Colombia, sus invictas fuerzas volvían a la Patria”. El General colombiano no pudo contener un atisbo de alivio e incluso una pequeña sonrisa. Pese a lo eufórico de las noticias para consumo interno venezolano, y a lo difícil que había sido la situación en algunos momentos, parecía que la conclusión del conflicto estaba cercana, y para él, lo que en Caracas se vendía como una victoria, no dejaba de ser una derrota táctica venezolana al no haber podido tomar la ciudad, ni consolidar sus posiciones en la misma, a la vez que el Ejército colombiano no solo no había sido derrotado, sino que había podido contraatacar y ahora tenía en una difícil situación a sus enemigos. “Colombia no había sido derrotada y había logrado forzar la retirada enemiga” escribía Suárez en un correo electrónico a sus superiores al filo de la medianoche, esperando que este punto de vista se hiciera llegar adecuadamente a sus compatriotas, y también al mundo entero. Huelga decir que para Molero y sus oficiales, el punto de vista sobre la victoria en aquella inconclusa campaña, era bien distinto. Sus ordenes inmediatas pasaban por regresar hacia Maicao con su fuerza de vanguardia (la forma de hacerlo quedaba en sus manos), y aguardar allí hasta que los puntos donde tropas colombianas habían capturado algo de territorio venezolano, fueran desalojadas o se retirasen. Aunque quedaba por decidir todavía una parte importante de la operación “Huya”, en cuanto al retorno de sus tropas a territorio venezolano y a los demás flecos pendientes del conflicto, el General consideraba que en lineas generales, y pese a la modificación de última hora de la campaña para llegar hasta Riohacha, sus hombres habían cumplido sus objetivos, y pese a algún desencuentro con sus superiores en el Cuartel General en Caracas, parecía haber un ambiente de misión cumplida exitosamente en el mismo.
En el plano naval, ambos contendientes parecían contentarse con mantener el status quo creado tras el hundimiento de algunos de sus navíos más importantes durante los primeros días del conflicto. Por ejemplo, aunque la Armada de Colombia había tratado de atacar el convoy con refuerzos por vía marítima hacia Maracaibo de hacía un par de días, era consciente que su submarino “Pijao” que había hundido a la fragata venezolana días atrás, había estado a punto de sucumbir durante su ataque a la misma, y que solo la suerte había salvado a su sumergible de yacer en el fondo del Caribe. Y tras la pérdida de dos de sus fragatas ligeras, y la imposibilidad de terminar las reparaciones en la tercera, hacían que sus mandos fueran prudentes para no arriesgarse a quedar con una sola FFL y un solo SSK operativo si se arriesgaba y se perdía el otro submarino en misiones ofensivas más allá de sus zonas de patrulla en aguas colombianas. Era necesario poder mantener una vigilancia de sus fronteras navales con ciertas garantías. Mientras, la Armada de Venezuela, tras la pérdida de una de sus fragatas y un patrullero, además de no haber podido evitar el ataque de los comandos enemigos a la refinería de Paraguana, se había centrado en labores defensivas, tanto de sus límites marítimos, como del archipiélago de Los Monjes y de la entrada al Golfo de Venezuela, así como de la protección de los convoyes que llevaran refuerzos al frente de la Guajira. Esas operaciones ya habían estirado al máximo sus recursos, como para pensar en misiones ofensivas. La única tarea de este tipo, era la que llevaba por su parte, la aviación naval con sus aviones patrulleros, que seguía vigilando el mar en busca de la última fragata colombiana operativa en el Caribe, (la cual se encontraba lo suficientemente al oeste para no ser encontrada fácilmente, pero también como para no representar una amenaza a la Armada venezolana), así como de todo tipo de información de inteligencia electrónica que pudieran recabar. Por su parte, Moscú y la Habana pasaban a Caracas la información relevante que podían obtener sobre los desplazamientos del Grupo de Batalla del portaaviones “George Washington” que cada vez se iba acercando más a la zona de conflicto.
En el aire, dada la superioridad obtenida por la AMBV, esta podía operar de forma más o menos libre en el frente de la Guajira, donde, excepto los cazas que mantenía para proporcionar CAPs sobre el puente General Urdaneta y algunos interceptores desde tierra, había desviado todos sus recursos. Ese apoyo y el de los helicópteros de ataque y artillados, hacía que en buena parte la situación para las fuerzas de tierra no fuera más difícil, sobre todo para las tropas que desde el día anterior se habían visto superadas en “Cuatro Vías”. Por todo esto, la reiniciada campaña contra blancos estratégicos tuvo que ser suspendida ante la necesidad de que aquellos aparatos se utilizaran de nuevo para atacar a las fuerzas terrestres enemigas. Por su parte, la FAC no se había quedado de brazos cruzados, y sobre todo mediante ataques nocturnos, de golpear y salir corriendo, seguían manteniendo una cierta presencia en la zona. El peso de aquellos ataques era de los Super Tucano, los Dragonfly y los helicópteros artillados. Aún con todo, el impacto de la aviación colombiana en aquellos momentos de la campaña por la Guajira, era mucho menos importante que la de sus contrincantes. También ambos bandos seguían sufriendo un cierto desgaste en sus aparatos y el mantenimiento de los mismos se resentía ante las urgentes necesidades del combate. El episodio más dramático del mismo fue una parada total del motor de un Mirage cuando acababa de despegar, haciendo que el aparato se estrellase, perdiéndose definitivamente el avión y el piloto que no pudo saltar a tiempo. Aquello que en tiempos de paz podría haber supuesto la paralización de la flota de esos venerables aviones hasta averiguar el motivo de un fallo tan estrepitoso, ahora, en aquel momento, tan solo fue un doloroso e inconveniente accidente, ya que no había margen para “un descanso” prolongado en tierra de ningún avión. Por su parte, un Kfir colombiano tuvo otro problema al aterrizar de una misión, al ceder en tren de aterrizaje delantero cuando ya casi se había detenido, ocasionando daños en el morro del avión que requerirían del paso por las instalaciones de mantenimiento. A pesar de todo, ambos contendientes trataban de realizar un adecuado mantenimiento a sus aviones, lo que se tradujo aquel día en un ligero descenso en el número de salidas operativas. En el aire, hubo algunos episodios destacados, como el de un AC-47 “Fantasma” que hizo acto de presencia la noche del 10 al 11 de marzo, escapando por los pelos de ser abatido por un caza venezolano que no logró localizarlo al volar pegado al suelo el venerable bimotor, en un acto, tanto de valentía como de desesperación de su piloto para no ser derribado. Ya por la tarde, y durante la puesta de sol, tuvo lugar uno de los episodios más curiosos en el aire de aquel día. Un A-29 de la FAC que había descargado sus cohetes sobre posiciones venezolanas en torno a “Cuatro Vías”, de pronto observó no muy lejos de él a un T-27 Tucano de la AMBV, y como aún le quedaban bastantes proyectiles en sus dos ametralladoras de 0.50, decidió trabarse en un curioso “dogfight” que parecía sacado de la propia Batalla de Inglaterra, al estilo de los Spitfire y los Messerchmitt Bf-109. El Tucano venezolano portaba un pod de ametralladoras y pudo repeler el ataque en primera instancia, pero la el A-29 lo había cogido por sorpresa y con la iniciativa de su lado, tras unas cuantas maniobras alcanzo al T-27, que tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en una de las pistas de tierra al norte de la carretera 90 que controlaba el Ejército venezolano, quedando el aparato en muy mal estado. El piloto colombiano se hubiera podido pintar una escarapela venezolana en su aparato al derribar al Tucano, de no ser por que un solitario Su-30 venezolano. Mientras la mayoría de los Flankers realizaban CAP y misiones de interceptor en tierra, el solitario Su-30, que junto a otros 3 de los cazas rusos habían sido destinados a misiones CAS dada la magnitud del contraataque colombiano, estaba llevando a cabo un ataque contra la artillería colombiana en torno a Maicao, cuando fue avisado del encuentro aéreo entre el A-29 y el Tucano. Tras acelerar y dirigirse a la zona, localizó primero, y “cazó” después con un proyectil de 30 mm, al turbohelice que se retiraba volando muy bajo, partiendo el avión por la mitad y sin dar tiempo al piloto a eyectarse. Pero mientras el piloto del Sukhoi giraba y ganaba altura, un nuevo episodio del conflicto estaba a punto de comenzar. En tierra, en el interior de las posiciones de la 13º Brigada, Rick Pérez y un capitán colombiano de la artillería antiaérea estaban apuntando al caza con sendos misiles Stingers. Aquel solitario Flanker representaba un blanco demasiado tentador, y entraba a la perfección en los parámetros de tiro del misil en aquel momento, así que sin pensarlo más, le indicó a su acompañante que disparase en cuanto recibiese tono de la cabeza buscadora. Dos segundos después, uno tras otro, los dos FIM-92 salían disparados en pos de las toberas del caza venezolano, que sin previo aviso, vio como resultaba alcanzado uno de sus motores por un Stinger. El fuego se extendió rápidamente al otro motor, y en pocos segundos, el reactor se precipitó al suelo, dejando una gran explosión al estallar el combustible interno y falleciendo los tripulantes en el acto. A unos 20 km de allí, y tres minutos después, otro de los contratistas que formaba pareja con un sargento de las fuerzas especiales colombianas, recibió la comunicación por parte de Pérez de abrir fuego si tenían algún blanco. Tras cinco minutos de espera, y cuando todavía los mandos de la aviación venezolana se preguntaban que había sucedido con el Flanker, un par de Mi-17 armados con cuatro lanzacohetes cada uno, se aproximaba a Maicao desde la frontera venezolana, para lanzar su letal carga sobre las tropas colombianas como ya habían realizado tres veces aquel mismo día. Pero esta vez la cosa fue diferente. Los operadores de los Stingers, dejaron pasar a los helicópteros y solo entonces, lanzaron un misil contra cada uno de ellos. Uno de los tripulantes del Mi-17 más retrasado pudo ver como dos pequeñas estelas salían de tierra y se dirigían hacia ellos, dando la voz de alarma a los pilotos. El más adelantado pudo lanzar bengalas y maniobrar lo suficiente para evadir el misil, pero el otro aparato fue alcanzado cerca del rotor principal, dañándolo de manera que tuvo que realizar un aterrizaje forzoso, y aunque no hubo que lamentar ninguna baja entre la tripulación, la mala fortuna para ellos hizo que cayeran en una zona controlada por fuerzas colombianas que los detenían poco después, a la vez que los sacaban de la zona donde el Mi-17 ardiendo, amenazaba con explotar. Tras aquello, el Mi-17 restante rompió el contacto y regreso a su base, alejándose lo más posible de terreno controlado por el enemigo. Poco después, los mandos del Ejército y de la Aviación, eran conscientes que su dominio del aire acababa de ser puesto en entredicho, al menos a baja altura, y que las cosas ya no iban a ser tan fáciles para ellos. Las implicaciones de quienes habían suministrado aquel armamento, también quedaron claras.
11 de marzo. Frontera colombiano-venezolana.
En los puntos de la frontera entre ambos países donde el día anterior se habían lanzado operaciones colombianas contra suelo venezolano, la situación había seguido evolucionando. Donde quizás menos lo hiciera fue en las montañas de la Sierra del Perijá, donde las dos cotas conquistadas por las tropas de montaña colombianas, se habían visto sometidas a tres intentos de ser retomadas por la fuerzas venezolanas. Aunque el último de ellos estuvo a punto de ser coronado por el éxito, al final del día, las cimas permanecían en poder de los soldados colombianos, mientras que pequeñas unidades venezolanas, procedían a tratar de aislar las cimas de la frontera colombiana, dejando rodeadas las fuerzas enemigas allí establecidas, lo que dio lugar a continuas escaramuzas que no finalizaron ni al caer la noche, manteniéndose un cierto contacto entre las fuerzas colombianas en las dos cimas conquistadas, y algunas patrullas de su Ejercito que traían víveres y suministros, tras hacerse muy arriesgado la llegada de esos avituallamientos por helicóptero dada la oposición enemiga. En la zona de Los Llanos, durante la madrugada y la mañana del día once, finalmente el Ejército colombiano había capturado el Amparo de Apure y ciertas zonas de sus alrededores. En las horas posteriores se mantuvo una cierta calma tras los combates matutinos, pero durante la tarde, un fuerte contraataque con las mejores unidades y el grueso de la 9º División venezolana, forzó primero a asumir una postura defensiva a las fuerzas colombianas, y luego a retroceder en todos los puntos. Los blindados de uno y otro bando lucharon al oeste, pero sobre todo al este de la ciudad, mientras que la infantería combatía entre las casas de la población. La aviación venezolana, principalmente con los dos Mi-35 que operaban desde el aeropuerto de Santo Domingo, había apoyado con fuerza el ataque, mientras que algunos Broncos de la FAC desde Yopal, hacían lo propio con sus fuerzas. Al final de la jornada, la situación era muy delicada para las tropas colombianas, y una buena parte de ellas se había visto obligada a retirarse al otro lado de la frontera, quedando tan solo dos pequeñas cabezas de puente, una al este del Amparo de Apure, y otra sobre el puente internacional José Antonio Paez, pero la impresión en ambos bandos era que aquellas no podrían sostenerse por mucho más tiempo.
En Isla Ratón, en el Orinoco, los combates del día once fueron tan cruentos o más que los del día anterior. De nuevo volvieron las embarcaciones fluviales de ambos bandos a luchar por el control de las aguas circundante, a la vez que llevaban refuerzos y suministros, y evacuaban heridos de la isla. En el aire, los helicópteros realizaban aquellas misma tareas, pero también combatían a las lanchas y fuerzas enemigas en tierra. En la propia isla Ratón, los venezolanos habían logrado reunir suficientes fuerzas como para hacer retroceder a los colombianos y mejorar sus posiciones desde el extremo que ocupaban al noreste de la isla, y del cual estuvieron a punto de ser expulsados horas antes. A lo largo del todo el día, los combate alrededor del centro de la misma se tornaron muy violentos, con ambas fuerzas presionando para echar al agua a sus enemigos, pero al final de la jornada, el ejército venezolano ocupaba la parte norte de la isla, mientras que la Armada colombiana, retenía la parte sur. Las fuerzas de ambos habían sufrido tantas bajas, sobre todo heridos, que estaban agotadas y se produjo una pausa en los combates, o al menos descendieron en intensidad, dándose ataques de mortero y pequeñas incursiones de patrullas, para seguir hostigando al enemigo durante las horas nocturnas.
11 de marzo. Tulcán y alrededores. Ecuador.
El General Freire tenía sentimientos contradictorios con lo sucedido aquel día en la lucha por derrotar a los invasores colombianos y expulsarlos del suelo patrio. Consciente de lo decisivo de aquella jornada, el General se había dirigido personalmente a las fuerzas bajo su mando en un mensaje que redacto de madrugada y que fue leído a sus hombres antes del inicio de los combates, arengando a sus tropas a darlo todo en un esfuerzo supremo por la victoria. La lucha comenzó temprano, y de nuevo, las tropas ecuatorianas presionaron las defensas enemigas en Tulcan y sus alrededores, apoyados por la artillería, los blindados y la aviación, tal y como los manuales describían que se debía hacer este tipo de ofensiva de armas combinadas contra un objetivo urbanizado. Pero los colombianos también habían leído el manual para defenderse en ese terreno y contra esas tácticas, y apoyados por su artillería y aviación (los escasos blindados del 3º Grupo de Caballería permanecían en reserva cerca del puente internacional Rumichaca), en posiciones bien establecidas y convenientemente fortificadas, hacían que la ofensiva ecuatoriana fuera difícil y costosa, tanto en tiempo como en bajas. Freire tenía confianza en sus oficiales, y según todos los informes, sus soldados estaban actuando como se esperaba de ellos, así que poco más podía hacer con los elementos que contaba. El envío de más unidades estaba descartado, tan solo algunos reemplazos para suplir las bajas, y el empleo de más poder de fuego tampoco era asumible dadas las órdenes de no destruir la ciudad y causar bajas civiles en la medida de lo posible, lo limitaban en ese aspecto al uso muy concreto de artillería en el interior de la ciudad. Así, debía seguir insistiendo con los recursos que tenía, pese a que con ellos, el resultado fuera incierto. Hacia mediodía, las llamadas desde Quito se multiplicaban pidiendo informes de la situación. Los políticos y altos mandos estaban deseosos de poder anunciar la liberación de Tulcan, pero por desgracia, aquello era algo que todavía no se había producido, y aunque se había avanzado algo en ciertas partes de la ciudad, y el terreno tomado por el invasor en los alrededores de la misma era cada vez menor, básicamente, el Ejército colombiano seguía manteniendo el control del centro-norte de la ciudad. La lucha se tornaba más dura y cruenta a la vez que aumentaba la presión sobre los mandos para que obtuviesen resultados, pero sus hombres estaban sufriendo demasiadas bajas, pensaba el General Freire, aunque parecía que a los colombianos tampoco las cosas les iban mucho mejor, y cada vez llegaban más informes con importantes perdidas enemigas. Además, se había visto algunas fuerzas colombianas cruzar la frontera hacia su país, en lo que podría ser una especie de retirada táctica, pero también otros que indicaban lo contrario, que llegaban refuerzos desde Colombia…, la inevitable “incertidumbre de la guerra” pensaba Freire. Así que mientras trataba de lidiar con las peticiones de sus superiores, leía los informes procedentes del frente y se reunía con su Estado mayor, intentaba encontrar algún hueco para exprimirse la cabeza por enésima vez tratando de hallar una solución para acelerar el avance y disminuir sus bajas. Así que visto el relativo estancamiento de las operaciones, y tras conferenciar con sus oficiales, decidió tomar un nuevo rumbo en las mismas. Ordenó que las operaciones en el interior de la ciudad se redujeran al mínimo, tan solo para retener a las unidades enemigas allí estacionadas. Mientras, algunas unidades de blindados se desviarían hacia el aeropuerto desde donde se lanzaría un ataque hacia el norte por la carretera con el objeto de aislar la ciudad del paso fronteriza, mientras que las últimas reservas de infantería y algunas unidades sacadas de los combates por la ciudad, intentarían avanzar al este del aeropuerto con el objetivo de tomar el puente de Rumichaca. Pero todo aquello tomaba tiempo, y el redespliegue de sus fuerzas no estuvo a punto hasta el atardecer, cuando el sol estaba bajo sobre el horizonte, por lo que el ataque se desarrollaría en la oscuridad de la noche. Ya desde el principio, el ataque blindado a lo largo de la carretera se vio sometido a fuertes ataques enemigos. Estos parecían tener un lanzagranadas antitanque por cada infante suyo, y los soldados colombianos salían de cualquier lugar para cobrarse una nueva victima. También algunas zonas habían sido minadas y en otras había IED,s colocados a lo largo de la carretera. Un demoledor fuego de artillería proveniente del otro lado de la frontera, bien reglado y con un objetivo bastante preciso, castigaba duramente la columna ecuatoriana. Todo aquello unido, hizo que el avance fuera lento y penoso, y que en poco más de un kilómetro, este tuviera que detenerse. Por supuesto, las muestras de valor de los soldados colombianos enfrentados a los blindados se cobraron un elevado tributo en sangre, cayendo muchos de ellos bajo las balas y los cañones ecuatorianos. Más al este, el ataque que había comenzado sin una barrera de artillería previa, se desarrollaba mejor, y los reportes que llegaban al Cuartel General de Freire eran alentadores. Sus fuerzas habían logrado sorprender al enemigo y estaban avanzando, a veces haciéndolo retroceder, a veces infiltrándose entre ellos gracias a lo abrupto del terreno. En algunos puntos, el ataque se había estancado, pero en otros, la vanguardia ecuatoriana había avanzado significativamente, acercándose peligrosamente para los intereses colombianos, al paso fronterizo. Entonces, las fuerzas colombianas retrasaron sus posiciones hasta establecer de nuevo un frente continuado, y llamaron a su artillería que había estado ocupada contra la fuerza blindada enemiga. De nuevo una fuerte y efectiva barrera artillera frenó a los ecuatorianos momentáneamente. Estos a su vez llamaron a su propia artillería a su aviación que descargaron toneladas de alto explosivo sobre los castigados soldados colombianos. Las fuerzas colombianas trajeron más hombres y armas a aquel punto desde el otro lado de la frontera, casi agotando las últimas reservas de las que disponían en aquel sector. Tras este paréntesis, y ya en la más absoluta oscuridad de la noche, cuando no faltaba demasiado para el cambio de día, y el combate amenazaba con reanudarse, una llamada al Cuartel General de Freire lo cambio todo.
En el interior de Tulcan, el Coronel Ariza recibió una comunicación de parte del General al mando de la 3ª División. Su contenido lo dejó perplejo durante unos cuantos minutos. Luego se dispuso a cumplir lo que las nuevas ordenes indicaban. Ordenó a sus oficiales que hicieran llegar una orden de alto el fuego inmediato a partir de la medianoche a sus subordinados. Solo deberían abrir fuego si eran atacados por el enemigo o en defensa propia. Como es natural con un aviso de tan poco tiempo, se produjeron algunas escaramuzas hasta después de la hora fijada, pero en general, las armas callaron a lo largo, no solo de Tulcan y sus alrededores, si no de toda la frontera ecuato-colombiana, en las horas siguientes. En el mensaje llegado a Ariza, le explicaban, que tras conversaciones al más alto nivel entre representantes de los dos países, se había dispuesto una tregua entre las fuerzas colombinas y ecuatorianas a lo largo de toda la frontera y de todos los puntos en contacto con el enemigo. Dicha tregua o alto el fuego, duraría en principio doce horas, pero debía esperar recibir confirmación antes del mediodía siguiente sobre si se podían reanudar los combates o la tregua era prolongada. También le ordenaban, que en caso de que recibiese otra comunicación indicando que la tregua seguía en vigor durante todo el día 12, debería estar listo en ese mismo momento, para comenzar una retirada de sus fuerzas a través del puente Rumichaca hacia suelo colombiano. Ariza se sentía bastante extrañado por un lado, pero aliviado por otro, ya que si aquello cuajaba, no tendría que morir ninguno más de sus hombres, y significaría que el conflicto estaba a punto de terminar. Quizás los acontecimientos en la Guajira, y la contraofensiva colombiana que había tenido lugar allí el día anterior hubieran tenido algo que ver.
Efectivamente, y como sospechaba el Coronel Ariza, los acontecimientos al norte de su país habían tenido mucho que ver con aquel brusco giro en los acontecimientos en aquel lugar de Ecuador. El Gobierno y los altos mandos colombianos nunca habían estado verdaderamente interesados en combatir en una guerra en dos frentes, ni tampoco en invadir territorio ecuatoriano. Se habían visto “forzados” en parte por una cuestión de orgullo nacional, como una operación de castigo por la incursión de fuerzas ecuatorianas en Ipiales y el intento de captura de uno de los altos mandos del Ejército, pero también para proteger a la ciudad fronteriza de los ataques de la artillería enemiga. Pero aquello no era bien comprendido ni visto por la opinión pública internacional ni por muchos gobiernos, lo que hacía que la postura de Bogotá ante el mundo quedara debilitada y su demanda de estar siendo agredida por Venezuela, perdiera fuerza en cierta manera. Además, aquellas fuerzas y sus suministros, podían haber sido mejor empleadas en otros puntos, lo que unido al bloqueo naval ecuatoriano sobre sus principales puertos del Pacífico, habían hecho que desde casi el primer día de combates, Bogotá intentase encontrar una solución a aquella situación. Finalmente, y ante el anuncio de Caracas de la toma de Riohacha y el retorno de sus fuerzas a su país, el Gobierno de Quito, había discutido la proposición que las autoridades colombianas le hicieran antes de que diese comienzo la contraofensiva ecuatoriana para retomar Tulcán. En aquel momento se había previsto que sus fuerzas fueran capaces de expulsar al enemigo y ganar la batalla en suelo ecuatoriano, pero ante el desarrollo de los acontecimientos en las últimas 48 horas, y aunque cabía la posibilidad que en las próximas horas o al día siguiente, sus fuerzas aislaran efectivamente a los colombianos que seguían en el interior de Tulcán, la rendición de estos se consideró que podría prolongarse durante varios días más, quizás incluso semanas. Visto que las fuerzas aliadas venezolanas regresaban a su país, que por lo tanto más fuerzas colombianas podrían unirse a la lucha en el sur, y aunque un portavoz del Ejército venezolano había tratado de salir al paso de las informaciones de los noticiarios de su país sobre la retirada de sus fuerzas, explicando que “las Fuerzas Armadas Bolivarianas mantendrían la lucha contra Colombia mientras sus hermanos ecuatorianos luchasen por liberar su Patria del invasor”, todo parecía indicar que aquel conflicto estaba a punto de finalizar, y que Caracas no tenía mayor interés en proseguir la lucha durante varios días o semanas más. Todo ello, unido al elevado precio que la lucha por Tulcán se había cobrado en vidas humanas, decidió al Gobierno del presidente Correa, aún con la oposición de algunos mandos militares, a aceptar la propuesta colombiana. Esta estipulaba, que tras una tregua de doce horas, y tras su prorroga, las fuerzas colombianas comenzarían a evacuar a sus unidades de suelo ecuatoriano, y que en doce horas, veinticuatro a lo sumo, no quedarían fuerzas colombianas en Ecuador. A su vez, Quito debía retirar a cualquier efectivo que estuviese operando en territorio colombiano, y comenzar a levantar el bloqueo naval, empezando por el puerto de Tumaco y finalmente, con la retirada en un plazo similar al colombiano, de toda la flota de guerra a aguas ecuatorianas. Tras ello, comenzarían conversaciones para un alto el fuego definitivo y el intercambio de prisioneros de guerra, pero Ecuador había indicado que estas negociaciones se llevarían a termino, conjuntamente con las que deberían desarrollarse con Venezuela. Esto había causado cierto malestar en Bogotá, ya que el Gobierno del Presidente Uribe quería mantener lo más separado posible ambos “asuntos”, pero finalmente, se acabó por aceptar aquella propuesta de Quito. Así que cuando a última hora de la tarde del día once, y tras las conversaciones que habían sido llevadas a cabo en la sede de Washington de la OEA, y con el acuerdo alcanzado, los mensajes partieron hacia hacia sus fuerzas en el frente, donde llegaron poco antes de la medianoche.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
Muy bueno, sin embargo, leo que el "enemigo" se reproduce cual conejos y nosotros parecemos infértiles y que no tuviésemos un chorro de millones de reservistas (ni me llamaron... ). En lo personal, no veo cómo Venezuela pueda mantener una ofensiva a plena capacidad en La Guajira y defender el resto del país como si fuera al revés: un ejército 3 veces más grande al nuestro. En fin...
"En momentos de crisis, el pueblo clama a Dios y pide ayuda al soldado. En tiempos de paz, Dios es olvidado y el soldado despreciado».