HAY QUE DERRIBAR AL ENEMIGOEl consejo de Guerra formado por el presidente del consejo de Ministros; D Valeriano Weyler, y los ministros de La Guerra; el general Coca y Luque, de la Marina; almirante Florez, y el jefe del servicio secreto; general Díaz, se había reunido Su Majestad el Rey Alfonso XIII tan pronto llego la noticia del torpedeamiento del Bretagne francés. La baja de este último acorazado suponía el vuelco definitivo de la situación en el Mediterráneo. Desde ese momento y durante al menos varios meses los franceses solo podrían alinear 5 acorazados modernos y otros 6 ó 7 anticuados pre Dreadnought
(1), lo que los colocaba en inferioridad frente a la flota combinada hispano-germana que operaba desde la península.
Por el contrario la flota española nunca había sido tan poderosa. Cuatro modernos cruceros de batalla
(2) y tres acorazados formaban el núcleo principal de una flota que incluía otros 2 acorazados pre Dreadnought, 3 cruceros acorazados, 8 cruceros ligeros, 1 crucero protegido, 11 cruceros auxiliares, 29 destructores, 38 torpederos, 96 corbetas antisubmarinas, 17 cañoneros, 75 patrulleros costeros, y 180 dragaminas incluyendo 12 oceánicos basados en las corbetas. Todo ello sin olvidar los 29 sumergibles desplegados en la península (escuadras de las Antillas y Filipinas no incluidas). A todo esto se sumaban los 24 dirigibles y varios hidroaviones afectos a la aeronáutica naval, que ofrecían una más que reseñable capacidad de exploración aérea.
Las pérdidas en cambio empezaban a pesar. Dos acorazados pre Dreadnought, tres cruceros acorazados, seis cruceros protegidos, tres destructores, siete torpederos, cuatro corbetas, tres cañoneros, ocho cruceros auxiliares, y seis submarinos a los que recientemente se había sumado el único portahidroaviones, el Dédalo, suponían un duro golpe que tan solo las recientes incorporaciones amortiguaba. Spor desgracia nunca nadie dijo que las guerras fuesen caminos de rosas, así que había que apretar los dientes mientras se iban sumando nuevas unidades navales que aumentarían la potencia de la armada al tiempo que se trataba de dar un impulso a las operaciones.
Mientras tanto el ejército peninsular que para ese momento y con las nuevas incorporaciones a filas había alcanzado una nada desdeñable cifra de 900.000 efectivos, de los que cerca de 700.000 estaban en los pirineos y el resto en el norte de África y especialmente en la frontera portuguesa, estaba en su mejor momento desde el estallido de la guerra. A nadie podía escapársele que la única razón por la que España sobrevivía era porque el enemigo no podía centrar su atención en la península, y que esto había librado a las fuerzas españolas de los peores efectos de la batalla. De hecho se calculaba que en el frente español solo se consumía uno de cada veinte proyectiles de artillería enemigos, lo que unido a las fuertes posiciones defensivas permitía una buena supervivencia de las tropas. Además, las industrias españolas habían hecho un trabajo excelente en equipar a los ejércitos que ahora disponían de cañones, ametralladoras, y fusiles de gran calidad y abundantes suministros, lo que redundaba en la moral y la eficacia combativa de los soldados.
Por desgracia, junto a estas capacidades también habían llegado malas noticias. Informes procedentes de Tenerife, la última isla bajo control español en Canarias, hablaban de la reciente llegada de una gran escuadra a la zona. Igualmente otros informes de inteligencia llegados a través de los rifeños hablaban de un redespliegue británico, habiéndose contabilizado hasta el momento al menos 6 acorazados, 4 cruceros, y 28 destructores en Casablanca, y era una cifra provisional pues seguían llegando más día a día para ocupar el gran puerto recientemente construido. Sin duda con dos flotas de ese tamaño a escasa distancia del estrecho de Gibraltar, las grandes unidades españolas tendrían graves problemas para romper nuevamente el bloqueo.
Sin duda las cosas cambiarían mucho debido a los nuevos enemigos, era necesario romper de una vez por todas, el precario equilibrio que se mantenía en Europa. Era pues tiempo de llevar a cabo los planes tanto tiempo postergados. El presidente miro fijamente a Coca, quien asintió sin decir palabra, ese era el voto más sencillo pues Coca ya venía manteniendo la necesidad de pasar al ataque desde meses atrás. A continuación miro a Florez, quien siempre se mostró más cauto debido a la incapacidad de la Armada por reponer sus pérdidas a corto o medio plazo. Esta vez sin embargo Florez asintió con decisión. Dos votos a favor, restando el decisivo voto de Díaz, el jefe de los servicios de inteligencia, quien aun en minoría podía dar al traste con la decisión de pasar a la ofensiva…
Durante lo que parecieron unos interminables segundos Weyler y Díaz se miraron fijamente mientras la sala permanecía en silencio, hasta que unas simples palabras parecieron resonar en la sala pese a la sueva voz con la que fueron dichas.
-Hagámoslo, y que Dios nos proteja. Inmediatamente Weyler se volvió hacia su majestad el Rey Alfonso XIII para comunicarle.
–Mi voto también es afirmativo. ¡Majestad! Por decisión unánime del consejo, se ha decidido que debemos pasar a la ofensiva.
La operación “Muntaner” puede empezar.- Parte de su flota de pre Dreadnought estaba en Malta o el Egeo para dar soporte a italianos y británicos respectivamente, en sus tareas de controlar las flotas austrohúngaras y otomanas. De todas formas recordemos que por su inferior velocidad no solían operar junto a los acorazados modernos.
- Dos de ellos alemanes
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.