El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Sigo el hilo con interés, muy bien desarrollado.
"La muerte tan segura de su victoria nos da la vida como ventaja"
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- General de Ejército
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Comité
10 de Julio de 1940
El embajador en Turquía y antiguo Canciller, Franz von Papen, estaba sorprendido. Tres días antes había recibido un mensaje urgente que le ordenaba volver a Berlín. Desde la capital habían enviado un flamante Focke Wulf Condor de la Lufthansa. En Tempelhof le esperaba un coche oficial que le trasladó a la cancillería del Reich. Nada más llegar, fue introducido al despacho del Statthalter.
—Querido Von Papen, me alegro de volver a verle ¿Cómo van las cosas en Estambul?
—Más tranquilas que aquí, canciller —Von Papen prefería seguir usando los antiguos títulos de la República—. Lamento la muerte del Führer, pero le felicito por su designación.
—Felicitación algo prematura, embajador, hasta el día 28 no será la votación. Por ahora mi cargo es provisional.
Von Papen pensó que era más probable que Stalin se hiciese cardenal a que Goering perdiese la votación, pero no dijo nada. Conocía al nuevo líder de las luchas políticas de los treinta, y sabía que tras su fachada de un gordinflón fatuo y amable se escondía una personalidad calculadora a la que sería mejor no ofender.
—Canciller, me ha sorprendido la urgencia con la que me ha llamado ¿necesita de mis servicios? —preguntó Von Papen.
—No soy yo quien le necesita, sino Alemania —dijo Goering—. Creo que su talento está desaprovechado en Turquía, y puedo ofrecerle algo mejor. Como sabrá, durante la intentona de Himmler el Ministerio de Asuntos Exteriores fue ocupado por los rebeldes. Lo que no sabe es que aunque mis paracaidistas lo liberaron poco después, el Ministro Von Ribbentrop sufrió graves heridas. Unos matones de las SS le dieron una paliza que casi le mata. Mientras se recupera, necesitaré de sus servicios.
—¿Me ofrece el ministerio? —Von Papen estaba sorprendido, porque aunque había apoyado el ascenso de los nazis, se había distanciado de ellos—. Canciller, usted conoce mis opiniones.
—Canciller no, Statthalter, se lo ruego —le corrige Goering—. Claro que conozco sus discrepancias con la línea del Partido. Pero aunque voy a seguir la línea marcada por el Führer, creo que hay que modificar algunos aspectos del régimen.
—Como por ejemplo, lo de los judíos. —Von Papen era católico practicante, y aunque compartía parte de las ideas nazis, le repugnaba la persecución a los hebreos.
—Sabía que sería su principal objeción. Bien, usted sabe que algunos de mis subordinados son medio judíos. —Goering se había negado a excluir a algunos de sus colaboradores, diciendo que él era quien decía quien era judío—. Pienso modificar los decretos de Nuremberg dirigiéndolos contra los enemigos de Alemania y no contra rabinos inofensivos.
—Me alegra oírlo ¿y piensa liberalizar el régimen?
—Por favor, embajador, no sea infantil. Primero hay que ganar la guerra. Luego, todo es posible. Pero ahora la victoria es lo primero y lo único.
—Luego solo habrá libertades tras ganar la guerra.
—Veo que me entiende —dijo Goering—. Si usted está de acuerdo, le encomendaré su primera misión. En mi primer discurso a los alemanes como Statthalter hice una oferta a las naciones europeas, tanto aliadas como amigas e incluso vencidas. Bien, esa oferta no será vana. Deseo convocar a los enviados de las naciones europeas a una reunión. No será en Berlín, donde podría ser visto como una imposición, sino en Aquisgrán, la ciudad de Carlomagno. Pensaba ofrecerles a unirse con Alemania no como subordinados sino como aliados. Dirigidos por Alemania, desde luego, pues nosotros tenemos la primacía económica y militar. Pero será mejor para Alemania tener a franceses o noruegos como aliados renuentes que como enemigos.
—Usted quiere construir un imperio europeo. Como el de Napoleón.
—Es usted perspicaz. Sí, Napoleón podría ser mi modelo.
—Pero Napoleón se condenó en Rusia —respondió el embajador.
—Rusia. Sí, será un problema. Por ahora preferiría dejarles tranquilos. Las colonias francesas e inglesas tienen espacio más que suficiente para los colonos alemanes sin necesidad de molestar al oso. Supongo que Stalin no recibirá con agrado la invitación a la asamblea, por eso solo quería pedirle que enviase un observador.
—O sea, toda Europa, menos Inglaterra y Rusia ¿aceptarán?
—Esa será su tarea. Tiene mano libre. Ofrézcales lo que sea, engatúseles, pero que se presenten. Supongo que habrá quien rechace la invitación: mejor, así sabremos distinguir entre amigos y enemigos. Si usted consigue reunir la Asamblea, será quien la presida ¿No es eso mejor que una embajada en un país de mala muerte?
—Statthalter, acepto la misión ¿de qué plazo dispongo?
—No demasiado. Cuanto antes se reúna la asamblea, mejor. Las elecciones serán el 28 y la toma de posesión, el primero de Agosto. Había pensado en el domingo 4 de Agosto.
—Poco tiempo tengo. Statthalter, si no tiene más que decir, me gustaría empezar a trabajar cuanto antes.
—Un momento, por favor. Antes quiero presentarle a algunas personas —pulsa un timbre y llama al ordenanza—. Por favor, haga pasar a los caballeros de la antesala.
Un ordenanza introduce a cuatro militares.
—Embajador, le presento al Coronel Schellenberg, al Almirante Marschall, al general Kesselring y al general Von Manstein. He encomendado a este último que lidere un grupo de trabajo que estudie las futuras operaciones alemanas contra Inglaterra. Como dichas operaciones se beneficiarían de la ayuda de nuestros aliados, me gustaría que se reuniese con ellos y tuviese en cuenta sus sugerencias. Y ellos, las suyas. Por favor, desearía que mantuviesen en secreto sus deliberaciones. Quiero escuchar pasado mañana sus propuestas.
10 de Julio de 1940
El embajador en Turquía y antiguo Canciller, Franz von Papen, estaba sorprendido. Tres días antes había recibido un mensaje urgente que le ordenaba volver a Berlín. Desde la capital habían enviado un flamante Focke Wulf Condor de la Lufthansa. En Tempelhof le esperaba un coche oficial que le trasladó a la cancillería del Reich. Nada más llegar, fue introducido al despacho del Statthalter.
—Querido Von Papen, me alegro de volver a verle ¿Cómo van las cosas en Estambul?
—Más tranquilas que aquí, canciller —Von Papen prefería seguir usando los antiguos títulos de la República—. Lamento la muerte del Führer, pero le felicito por su designación.
—Felicitación algo prematura, embajador, hasta el día 28 no será la votación. Por ahora mi cargo es provisional.
Von Papen pensó que era más probable que Stalin se hiciese cardenal a que Goering perdiese la votación, pero no dijo nada. Conocía al nuevo líder de las luchas políticas de los treinta, y sabía que tras su fachada de un gordinflón fatuo y amable se escondía una personalidad calculadora a la que sería mejor no ofender.
—Canciller, me ha sorprendido la urgencia con la que me ha llamado ¿necesita de mis servicios? —preguntó Von Papen.
—No soy yo quien le necesita, sino Alemania —dijo Goering—. Creo que su talento está desaprovechado en Turquía, y puedo ofrecerle algo mejor. Como sabrá, durante la intentona de Himmler el Ministerio de Asuntos Exteriores fue ocupado por los rebeldes. Lo que no sabe es que aunque mis paracaidistas lo liberaron poco después, el Ministro Von Ribbentrop sufrió graves heridas. Unos matones de las SS le dieron una paliza que casi le mata. Mientras se recupera, necesitaré de sus servicios.
—¿Me ofrece el ministerio? —Von Papen estaba sorprendido, porque aunque había apoyado el ascenso de los nazis, se había distanciado de ellos—. Canciller, usted conoce mis opiniones.
—Canciller no, Statthalter, se lo ruego —le corrige Goering—. Claro que conozco sus discrepancias con la línea del Partido. Pero aunque voy a seguir la línea marcada por el Führer, creo que hay que modificar algunos aspectos del régimen.
—Como por ejemplo, lo de los judíos. —Von Papen era católico practicante, y aunque compartía parte de las ideas nazis, le repugnaba la persecución a los hebreos.
—Sabía que sería su principal objeción. Bien, usted sabe que algunos de mis subordinados son medio judíos. —Goering se había negado a excluir a algunos de sus colaboradores, diciendo que él era quien decía quien era judío—. Pienso modificar los decretos de Nuremberg dirigiéndolos contra los enemigos de Alemania y no contra rabinos inofensivos.
—Me alegra oírlo ¿y piensa liberalizar el régimen?
—Por favor, embajador, no sea infantil. Primero hay que ganar la guerra. Luego, todo es posible. Pero ahora la victoria es lo primero y lo único.
—Luego solo habrá libertades tras ganar la guerra.
—Veo que me entiende —dijo Goering—. Si usted está de acuerdo, le encomendaré su primera misión. En mi primer discurso a los alemanes como Statthalter hice una oferta a las naciones europeas, tanto aliadas como amigas e incluso vencidas. Bien, esa oferta no será vana. Deseo convocar a los enviados de las naciones europeas a una reunión. No será en Berlín, donde podría ser visto como una imposición, sino en Aquisgrán, la ciudad de Carlomagno. Pensaba ofrecerles a unirse con Alemania no como subordinados sino como aliados. Dirigidos por Alemania, desde luego, pues nosotros tenemos la primacía económica y militar. Pero será mejor para Alemania tener a franceses o noruegos como aliados renuentes que como enemigos.
—Usted quiere construir un imperio europeo. Como el de Napoleón.
—Es usted perspicaz. Sí, Napoleón podría ser mi modelo.
—Pero Napoleón se condenó en Rusia —respondió el embajador.
—Rusia. Sí, será un problema. Por ahora preferiría dejarles tranquilos. Las colonias francesas e inglesas tienen espacio más que suficiente para los colonos alemanes sin necesidad de molestar al oso. Supongo que Stalin no recibirá con agrado la invitación a la asamblea, por eso solo quería pedirle que enviase un observador.
—O sea, toda Europa, menos Inglaterra y Rusia ¿aceptarán?
—Esa será su tarea. Tiene mano libre. Ofrézcales lo que sea, engatúseles, pero que se presenten. Supongo que habrá quien rechace la invitación: mejor, así sabremos distinguir entre amigos y enemigos. Si usted consigue reunir la Asamblea, será quien la presida ¿No es eso mejor que una embajada en un país de mala muerte?
—Statthalter, acepto la misión ¿de qué plazo dispongo?
—No demasiado. Cuanto antes se reúna la asamblea, mejor. Las elecciones serán el 28 y la toma de posesión, el primero de Agosto. Había pensado en el domingo 4 de Agosto.
—Poco tiempo tengo. Statthalter, si no tiene más que decir, me gustaría empezar a trabajar cuanto antes.
—Un momento, por favor. Antes quiero presentarle a algunas personas —pulsa un timbre y llama al ordenanza—. Por favor, haga pasar a los caballeros de la antesala.
Un ordenanza introduce a cuatro militares.
—Embajador, le presento al Coronel Schellenberg, al Almirante Marschall, al general Kesselring y al general Von Manstein. He encomendado a este último que lidere un grupo de trabajo que estudie las futuras operaciones alemanas contra Inglaterra. Como dichas operaciones se beneficiarían de la ayuda de nuestros aliados, me gustaría que se reuniese con ellos y tuviese en cuenta sus sugerencias. Y ellos, las suyas. Por favor, desearía que mantuviesen en secreto sus deliberaciones. Quiero escuchar pasado mañana sus propuestas.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Una sobremesa informal.
11 de Julio de 1940
Tras la frugal comida los cinco comensales pasaron a un reservado—. Ordenanza, le ruego que nadie nos moleste. Vigile la puerta, por favor.
—A sus órdenes, mi general —salió y cerró la puerta.
—Felicidades por su ascenso, Oberst Schellenberg —dice Von Manstein—. Por lo que se dice usted tuvo un papel crucial en el golpe de Himmler ¿No es así?
Aunque solo era un coronel en presencia de generales, Schellenberg no estaba nada cohibido. Goering le había autorizado a proporcionar información secreta. También tenía otra misión, pero esa no la revelaría: tenía que vigilarlos de cerca. Los designados para el comité eran hombres muy prometedores, pero estaban a prueba.
—General, el Statthalter me ha ordenado informarles de lo ocurrido. Por lo que sabemos, el atentado de París fue cometido por un “lobo solitario”, un francés resentido que actuaba por su cuenta. No sabemos como consiguió los explosivos, pero eso se lo debemos a las SS: al conocer donde vivía el asesino, una compañía de las Waffen SS detuvo a los vecinos de la calle y empezó a fusilarlos. En ello estaba cuando llegó el ejército. Los miembros de las SS se negaron a desarmarse, y el ejército no tuvo más opciones que acabar con ellos. Cuando acabó el combate no quedan testigos vivos de las últimas horas del asesino.
—Lástima. Pero eso quiere decir que no fue obra de Heydrich —responde Von Manstein.
—No, lo que ocurrió es que al llegar las noticias a Berlín Heydrich propuso a Himmler detener a los otros jerarcas del partido y hacerse con el poder. Cuando supe lo que iban a hacer informé personalmente a Goering, y alerté a la guarnición de Berlín. Asñi se pudo detener el intento. Himmler y Heydrich fueron capturados e inmediatamente ejecutados.
—¿Sin juicio? No me gusta —comenta Von Papen.
—Señor, un juicio hubiese sido muy peligroso. Heydrich se dedicaba a espiar a todo el mundo y había confeccionado un archivo. Incluso tenía una carpeta con datos sobre las operaciones mercantiles de la familia Von Papen —Von Papen enrojeció— y sobre los antecedentes familiares de los Manstein —fue el turno de Von Manstein de acalorarse—. Hasta había espiado a Hitler. Sus últimas intrigas iban dirigidas contra Goering, pensaba utilizar la afición al lujo del Statthalter y la dudosa procedencia racial de sus subordinados.
—Entiendo lo de Heydrich ¿y Himmler?
—Himmler fue el primero en empezar a matar a todo el que pilló— respondió Schellenberg. No esperaba que mi antiguo jefe tuviese esa vena asesina—. Además el Statthalter estaba disgustado por el giro racial de la política del partido. Su antisemitismo nunca fue acérrimo, y temía verse compelido a actos repugnantes. Liquidando a Himmler y a Heydrich no solo castigaba su intentona, sino que permitía cambiar la política del Estado.
—Y esos archivos de Heydrich —pregunta Von Papen— estarán a buen recaudo.
—Eran demasiado peligrosos hasta para mí. Envié una patrulla a recogerlo, y tras mostrárselo a Goering, este ordenó quemarlo. No hay copias. Yo no me atrevería a conservar una. Supongo que el Statthalter me vigila.
Interrumpe Von Manstein—. Caballeros, tenemos poco tiempo y sería conveniente que nos pusiésemos a trabajar. El Statthalter me ha ordenado estudiar las opciones estratégicas de Alemania. El otro día hubo una reunión del OKW, pero degeneró en una discusión que no llevó a nada. Goering cree que un grupo más reducido permitirá llegar a alguna conclusión. En primer lugar, Coronel Schellenberg, usted que parece saberlo todo ¿qué pasó con el avión de Hess?
—No estamos muy seguros —contestó Schellenberg—. Hess últimamente no estaba muy centrado, y la muerte de Hitler acabó con la poca cordura que le quedaba. Creía que tenía que cumplir su designio, que era unir a Inglaterra y a Alemania en una cruzada antijudía y antibolchevique. Usando su autoridad se hizo con el avión que se estaba preparando en Tempelhof para la oferta de paz. Despegó por su cuenta, se dirigió hacia Londres y desapareció en el Canal. Creemos que fue confundido con un avión de reconocimiento y lo derribaron.
—Eso quiere decir que fue accidental ¿Existe posibilidad de una negociación con los ingleses? —preguntó Von Manstein.
—General, estuve hablando con el Almirante Canaris. La Abwehr dispone de muy poca información directa de Londres. Lo único que sabemos es que se están preparando para repeler una invasión.
Kesselring dice—. Nuestros reconocimientos aéreos lo confirman.
Von Papen interviene—. Sin embargo, creo que la resolución inglesa no es monolítica. Durante los días de la invasión de Francia hubo miembros del gobierno que intentaron entrar en contacto con nosotros mediante la embajada italiana, pero la declaración de guerra de Mussolini cortó dichos contactos. Parece que Churchill tiene oposición en su gabinete, probablemente liderada por Lord Halifax.
—Si la posición de Churchill no es firme, una derrota sonada podría acabar con él ¿no es así? —dice Von Manstein.
—Pero lo contrario también —responde Von Papen—. Cualquier victoria que consigan, por pequeña que sea, le afirmaría en el poder.
—Por tanto será primordial evitar fracasos ¿dónde podremos derrotarles? —pregunta Von Manstein.
Es el turno de Marschall—. General, sé que usted es partidario de una invasión a través del Canal de la Mancha, pero las posibilidades de una operación de ese tipo son mínimas. Hasta Otoño no terminaremos las reparaciones en los buques dañados en Noruega, y los barcos perdidos tardarán años en ser sustituidos. La Royal Navy es demasiado potente. Solo si la Luftwaffe consiguiese hundirla…
—Seré franco, almirante —responde Kesselring—. Por ahora no podemos. Durante esta semana hemos atacado varios convoyes en el Canal. Aunque estaban compuestos de mercantes viejos y lentos que apenas llevaban escolta, hemos sufrido pérdidas importantes y hemos hundido muy pocos barcos. Estamos entrenando un grupo aéreo para el ataque naval, pero llevará tiempo.
Von Manstein no estaba satisfecho pues había sido el principal partidario de la invasión —¿Tampoco sería posible una acción a menor escala? Parecido a las incursiones navales de 1914 y 1915.
—Por ahora serían peligrosas —responde Marschall—. Tal vez en Otoño cuando hayan acabado las reparaciones en los acorazados, o la primavera próxima, cuando entre en servicio el Bismarck. Eso si la Luftwaffe consigue la superioridad aérea.
—Siento oír eso —dice Von Manstein—. Quiere decir que este año no podremos invadir Inglaterra. Sin embargo, creo que debemos seguir con los preparativos, para presionar al enemigo y aprovechar cualquier oportunidad. Y si este año no es posible, la primavera próxima será el momento. Mientras, tendremos que buscar otro lugar donde conseguir esa victoria que haga caer a Churchill.
11 de Julio de 1940
Tras la frugal comida los cinco comensales pasaron a un reservado—. Ordenanza, le ruego que nadie nos moleste. Vigile la puerta, por favor.
—A sus órdenes, mi general —salió y cerró la puerta.
—Felicidades por su ascenso, Oberst Schellenberg —dice Von Manstein—. Por lo que se dice usted tuvo un papel crucial en el golpe de Himmler ¿No es así?
Aunque solo era un coronel en presencia de generales, Schellenberg no estaba nada cohibido. Goering le había autorizado a proporcionar información secreta. También tenía otra misión, pero esa no la revelaría: tenía que vigilarlos de cerca. Los designados para el comité eran hombres muy prometedores, pero estaban a prueba.
—General, el Statthalter me ha ordenado informarles de lo ocurrido. Por lo que sabemos, el atentado de París fue cometido por un “lobo solitario”, un francés resentido que actuaba por su cuenta. No sabemos como consiguió los explosivos, pero eso se lo debemos a las SS: al conocer donde vivía el asesino, una compañía de las Waffen SS detuvo a los vecinos de la calle y empezó a fusilarlos. En ello estaba cuando llegó el ejército. Los miembros de las SS se negaron a desarmarse, y el ejército no tuvo más opciones que acabar con ellos. Cuando acabó el combate no quedan testigos vivos de las últimas horas del asesino.
—Lástima. Pero eso quiere decir que no fue obra de Heydrich —responde Von Manstein.
—No, lo que ocurrió es que al llegar las noticias a Berlín Heydrich propuso a Himmler detener a los otros jerarcas del partido y hacerse con el poder. Cuando supe lo que iban a hacer informé personalmente a Goering, y alerté a la guarnición de Berlín. Asñi se pudo detener el intento. Himmler y Heydrich fueron capturados e inmediatamente ejecutados.
—¿Sin juicio? No me gusta —comenta Von Papen.
—Señor, un juicio hubiese sido muy peligroso. Heydrich se dedicaba a espiar a todo el mundo y había confeccionado un archivo. Incluso tenía una carpeta con datos sobre las operaciones mercantiles de la familia Von Papen —Von Papen enrojeció— y sobre los antecedentes familiares de los Manstein —fue el turno de Von Manstein de acalorarse—. Hasta había espiado a Hitler. Sus últimas intrigas iban dirigidas contra Goering, pensaba utilizar la afición al lujo del Statthalter y la dudosa procedencia racial de sus subordinados.
—Entiendo lo de Heydrich ¿y Himmler?
—Himmler fue el primero en empezar a matar a todo el que pilló— respondió Schellenberg. No esperaba que mi antiguo jefe tuviese esa vena asesina—. Además el Statthalter estaba disgustado por el giro racial de la política del partido. Su antisemitismo nunca fue acérrimo, y temía verse compelido a actos repugnantes. Liquidando a Himmler y a Heydrich no solo castigaba su intentona, sino que permitía cambiar la política del Estado.
—Y esos archivos de Heydrich —pregunta Von Papen— estarán a buen recaudo.
—Eran demasiado peligrosos hasta para mí. Envié una patrulla a recogerlo, y tras mostrárselo a Goering, este ordenó quemarlo. No hay copias. Yo no me atrevería a conservar una. Supongo que el Statthalter me vigila.
Interrumpe Von Manstein—. Caballeros, tenemos poco tiempo y sería conveniente que nos pusiésemos a trabajar. El Statthalter me ha ordenado estudiar las opciones estratégicas de Alemania. El otro día hubo una reunión del OKW, pero degeneró en una discusión que no llevó a nada. Goering cree que un grupo más reducido permitirá llegar a alguna conclusión. En primer lugar, Coronel Schellenberg, usted que parece saberlo todo ¿qué pasó con el avión de Hess?
—No estamos muy seguros —contestó Schellenberg—. Hess últimamente no estaba muy centrado, y la muerte de Hitler acabó con la poca cordura que le quedaba. Creía que tenía que cumplir su designio, que era unir a Inglaterra y a Alemania en una cruzada antijudía y antibolchevique. Usando su autoridad se hizo con el avión que se estaba preparando en Tempelhof para la oferta de paz. Despegó por su cuenta, se dirigió hacia Londres y desapareció en el Canal. Creemos que fue confundido con un avión de reconocimiento y lo derribaron.
—Eso quiere decir que fue accidental ¿Existe posibilidad de una negociación con los ingleses? —preguntó Von Manstein.
—General, estuve hablando con el Almirante Canaris. La Abwehr dispone de muy poca información directa de Londres. Lo único que sabemos es que se están preparando para repeler una invasión.
Kesselring dice—. Nuestros reconocimientos aéreos lo confirman.
Von Papen interviene—. Sin embargo, creo que la resolución inglesa no es monolítica. Durante los días de la invasión de Francia hubo miembros del gobierno que intentaron entrar en contacto con nosotros mediante la embajada italiana, pero la declaración de guerra de Mussolini cortó dichos contactos. Parece que Churchill tiene oposición en su gabinete, probablemente liderada por Lord Halifax.
—Si la posición de Churchill no es firme, una derrota sonada podría acabar con él ¿no es así? —dice Von Manstein.
—Pero lo contrario también —responde Von Papen—. Cualquier victoria que consigan, por pequeña que sea, le afirmaría en el poder.
—Por tanto será primordial evitar fracasos ¿dónde podremos derrotarles? —pregunta Von Manstein.
Es el turno de Marschall—. General, sé que usted es partidario de una invasión a través del Canal de la Mancha, pero las posibilidades de una operación de ese tipo son mínimas. Hasta Otoño no terminaremos las reparaciones en los buques dañados en Noruega, y los barcos perdidos tardarán años en ser sustituidos. La Royal Navy es demasiado potente. Solo si la Luftwaffe consiguiese hundirla…
—Seré franco, almirante —responde Kesselring—. Por ahora no podemos. Durante esta semana hemos atacado varios convoyes en el Canal. Aunque estaban compuestos de mercantes viejos y lentos que apenas llevaban escolta, hemos sufrido pérdidas importantes y hemos hundido muy pocos barcos. Estamos entrenando un grupo aéreo para el ataque naval, pero llevará tiempo.
Von Manstein no estaba satisfecho pues había sido el principal partidario de la invasión —¿Tampoco sería posible una acción a menor escala? Parecido a las incursiones navales de 1914 y 1915.
—Por ahora serían peligrosas —responde Marschall—. Tal vez en Otoño cuando hayan acabado las reparaciones en los acorazados, o la primavera próxima, cuando entre en servicio el Bismarck. Eso si la Luftwaffe consigue la superioridad aérea.
—Siento oír eso —dice Von Manstein—. Quiere decir que este año no podremos invadir Inglaterra. Sin embargo, creo que debemos seguir con los preparativos, para presionar al enemigo y aprovechar cualquier oportunidad. Y si este año no es posible, la primavera próxima será el momento. Mientras, tendremos que buscar otro lugar donde conseguir esa victoria que haga caer a Churchill.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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- Registrado: 13 Ago 2014, 16:15
El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Informe preliminar
17 de Julio de 1940
—Manstein, explíqueme lo de este papelote —Goering sacudía en su mano un informe—. Según lo que pone aquí, recomiendan preparar la invasión, pero anularla a última hora. Que tenemos que intensificar la guerra al tráfico naval, pero coordinando las acciones navales y aéreas. Y que tenemos que enviar un cuerpo de ejército a Libia ¿Qué se nos ha perdido allí? ¿No sería mejor desembarcar en Dover y dejarnos de historias?
—Eso creía yo, pero Kesselring y Marschall me han convencido de su inviabilidad.
—No fue buena elección la de esos dos —dijo el disgustado Goering.
—Al contrario, Statthalter, fue la mejor posible. Los dos han colaborado espléndidamente.
—Bueno, prosiga.
—Como le decía, va a ser muy arriesgado desembarcar en Inglaterra este año. Si lo hacemos es probable que seamos derrotados. Esa derrota sería poco importante militarmente, pero tendría gran repercusión política. Afirmaría en el poder a Churchill y a los partidarios de la guerra, y haría dudar a nuestros posibles aliados. Según Von Papen, hasta que se haya constituido la Unión Europea liderada por Alemania no podemos permitirnos errores. El problema no es perder un par de regimientos sino como sufriría nuestra aura de invencibles ante nuestros aliados. Recuerde como el revés que sufrió Napoleón en la batalla de Bailén animó a los austriacos a declararle la guerra.
—Tiene usted razón. Siga, por favor.
—Lo que sería conveniente serían las incursiones a pequeña escala. Primero por grupos de comandos llevados por submarinos o lanchas rápidas. Más adelante, incursiones de mayor entidad, dirigidas contra algún objetivo sencillo. Concretamente, una opción factible para más adelante sería invadir las islas Shetland.
—¿Las Shetland? Están al Norte de Escocia, creo —Goering hacía gala de sus conocimientos geográficos— ¿No es un páramo helado?
—Sí, pero están muy cerca de Noruega, y serían una buena base para nuestra aviación. Pero todo eso serán solo picotazos. Más importante es que debemos intensificar los ataques contra la navegación inglesa con nuestros submarinos y nuestros aviones. Coordinados.
—Coordinación… ¿Eso que significa? —preguntó Goering.
—Será preciso entrenar a grupos aéreos y navales, sobre todo de submarinos, para que actúen juntos. Con un mando único.
—Veo que Raeder ha instruido bien a Marschall, esos marineros estirados quieren decirle a mis pilotos lo que tienen que hacer. —Goering siempre había considerado la aviación como su feudo privado que defendía con uñas y dientes contra las intromisiones de otros, especialmente de aristócratas soberbios como Raeder.
—Le sorprenderá, pero Kesselring se mostró de acuerdo. A cambio sugirió que la marina no debía operar por su cuenta, sino subordinarse al OKW.
—El OKW que presido yo. Muy inteligente, ese Albertito. Bueno, lo tendré en cuenta. Pero aun no me ha explicado lo de Egipto.
—Statthalter, como le decía hemos considerado que es crucial no ser derrotados. Ni nosotros, ni nuestros aliados, porque eso no solo reforzaría a Churchill sino que sugeriría al resto de Europa que podemos dejarles en la estacada. Pero me temo que el ejército italiano no lo va a tener sencillo en su invasión de Egipto. Por lo que dice nuestro agregado militar, siguen con el mismo equipo anticuado que tenían en España, y cree que los ingleses les derrotarán.
—Ya se lucieron en España en Guadalajara —en esa batalla un cuerpo de ejército italiano había atacado a los republicanos, pero se desbandó ante un contraataque.
—Me temo que pase lo mismo —dijo Von Manstein—. Como le decía, Italia solo se enfrenta a los ingleses en Somalia y en Egipto. Somalia está fuera de nuestro alcance, pero Egipto no. Una gran victoria allí amenazaría el Imperio inglés y podría ser lo que buscamos. Además aseguraría el Mediterráneo y facilitaría la colaboración de España, Francia y Turquía.
—Es algo razonable, pero habrá que consultar con Mussolini. Se toman muy a pecho el orgullo patrio.
—Sí, Von Papen dice que habría que ofrecerles algo. Sugiere que les cedamos equipo francés capturado y licencias para producir armamento moderno. Pero lo que más les seduciría es que les cedamos parte de la producción de petróleo de Ploiesti.
Goering había sido también ministro de economía y sabía de la importancia de esos yacimientos—. Eso no será posible.
—Creo que sí, Statthalter. Por ahora, y gracias a las entregas de petróleo ruso, nos sobra. Si en algún momento necesitamos el petróleo de Ploiesti, siempre podremos quedarnos con la producción, al fin y al cabo se transporta a través del Danubio.
—General, me está llevando usted por donde quiere ¿Tengo que hacer algo más? —replica irónicamente Goering.
—Por favor, no me malinterprete, tan solo traslado las conclusiones del comité que usted creó. Pero sí, consideramos muy importante que Francia y España se unan a la guerra contra Inglaterra. Francia, por su flota y sus colonias. España, por su posición estratégica.
—Eso será trabajo para Von Papen —respondió Goering— ¿Algún detalle más?
—Sí, Statthalter. Sería recomendable iniciar los preparativos de invasión cuanto antes. Para que los ingleses no puedan enviar refuerzos a Egipto.
—Si ustedes lo creen necesario, ordenaré que se inicien. Gracias, general, puede retirarse.
Mientras salía Goering le miró con expresión divertida. Ese tipo pensaba que le manipulaba… no sabía que había instruido cuidadosamente a Kesselring sobre lo que se podría ceder, y que Schellenberg le informaba puntualmente de todas las decisiones del comité. Pero lo de Egipto no sería mala idea. Al fin al cabo, Napoleón había conquistado Egipto ¿Por qué no Goering? Se imaginó desfilando en un coche abierto, con un uniforme resplandeciente cuajado de condecoraciones, pasando ante las Pirámides.
17 de Julio de 1940
—Manstein, explíqueme lo de este papelote —Goering sacudía en su mano un informe—. Según lo que pone aquí, recomiendan preparar la invasión, pero anularla a última hora. Que tenemos que intensificar la guerra al tráfico naval, pero coordinando las acciones navales y aéreas. Y que tenemos que enviar un cuerpo de ejército a Libia ¿Qué se nos ha perdido allí? ¿No sería mejor desembarcar en Dover y dejarnos de historias?
—Eso creía yo, pero Kesselring y Marschall me han convencido de su inviabilidad.
—No fue buena elección la de esos dos —dijo el disgustado Goering.
—Al contrario, Statthalter, fue la mejor posible. Los dos han colaborado espléndidamente.
—Bueno, prosiga.
—Como le decía, va a ser muy arriesgado desembarcar en Inglaterra este año. Si lo hacemos es probable que seamos derrotados. Esa derrota sería poco importante militarmente, pero tendría gran repercusión política. Afirmaría en el poder a Churchill y a los partidarios de la guerra, y haría dudar a nuestros posibles aliados. Según Von Papen, hasta que se haya constituido la Unión Europea liderada por Alemania no podemos permitirnos errores. El problema no es perder un par de regimientos sino como sufriría nuestra aura de invencibles ante nuestros aliados. Recuerde como el revés que sufrió Napoleón en la batalla de Bailén animó a los austriacos a declararle la guerra.
—Tiene usted razón. Siga, por favor.
—Lo que sería conveniente serían las incursiones a pequeña escala. Primero por grupos de comandos llevados por submarinos o lanchas rápidas. Más adelante, incursiones de mayor entidad, dirigidas contra algún objetivo sencillo. Concretamente, una opción factible para más adelante sería invadir las islas Shetland.
—¿Las Shetland? Están al Norte de Escocia, creo —Goering hacía gala de sus conocimientos geográficos— ¿No es un páramo helado?
—Sí, pero están muy cerca de Noruega, y serían una buena base para nuestra aviación. Pero todo eso serán solo picotazos. Más importante es que debemos intensificar los ataques contra la navegación inglesa con nuestros submarinos y nuestros aviones. Coordinados.
—Coordinación… ¿Eso que significa? —preguntó Goering.
—Será preciso entrenar a grupos aéreos y navales, sobre todo de submarinos, para que actúen juntos. Con un mando único.
—Veo que Raeder ha instruido bien a Marschall, esos marineros estirados quieren decirle a mis pilotos lo que tienen que hacer. —Goering siempre había considerado la aviación como su feudo privado que defendía con uñas y dientes contra las intromisiones de otros, especialmente de aristócratas soberbios como Raeder.
—Le sorprenderá, pero Kesselring se mostró de acuerdo. A cambio sugirió que la marina no debía operar por su cuenta, sino subordinarse al OKW.
—El OKW que presido yo. Muy inteligente, ese Albertito. Bueno, lo tendré en cuenta. Pero aun no me ha explicado lo de Egipto.
—Statthalter, como le decía hemos considerado que es crucial no ser derrotados. Ni nosotros, ni nuestros aliados, porque eso no solo reforzaría a Churchill sino que sugeriría al resto de Europa que podemos dejarles en la estacada. Pero me temo que el ejército italiano no lo va a tener sencillo en su invasión de Egipto. Por lo que dice nuestro agregado militar, siguen con el mismo equipo anticuado que tenían en España, y cree que los ingleses les derrotarán.
—Ya se lucieron en España en Guadalajara —en esa batalla un cuerpo de ejército italiano había atacado a los republicanos, pero se desbandó ante un contraataque.
—Me temo que pase lo mismo —dijo Von Manstein—. Como le decía, Italia solo se enfrenta a los ingleses en Somalia y en Egipto. Somalia está fuera de nuestro alcance, pero Egipto no. Una gran victoria allí amenazaría el Imperio inglés y podría ser lo que buscamos. Además aseguraría el Mediterráneo y facilitaría la colaboración de España, Francia y Turquía.
—Es algo razonable, pero habrá que consultar con Mussolini. Se toman muy a pecho el orgullo patrio.
—Sí, Von Papen dice que habría que ofrecerles algo. Sugiere que les cedamos equipo francés capturado y licencias para producir armamento moderno. Pero lo que más les seduciría es que les cedamos parte de la producción de petróleo de Ploiesti.
Goering había sido también ministro de economía y sabía de la importancia de esos yacimientos—. Eso no será posible.
—Creo que sí, Statthalter. Por ahora, y gracias a las entregas de petróleo ruso, nos sobra. Si en algún momento necesitamos el petróleo de Ploiesti, siempre podremos quedarnos con la producción, al fin y al cabo se transporta a través del Danubio.
—General, me está llevando usted por donde quiere ¿Tengo que hacer algo más? —replica irónicamente Goering.
—Por favor, no me malinterprete, tan solo traslado las conclusiones del comité que usted creó. Pero sí, consideramos muy importante que Francia y España se unan a la guerra contra Inglaterra. Francia, por su flota y sus colonias. España, por su posición estratégica.
—Eso será trabajo para Von Papen —respondió Goering— ¿Algún detalle más?
—Sí, Statthalter. Sería recomendable iniciar los preparativos de invasión cuanto antes. Para que los ingleses no puedan enviar refuerzos a Egipto.
—Si ustedes lo creen necesario, ordenaré que se inicien. Gracias, general, puede retirarse.
Mientras salía Goering le miró con expresión divertida. Ese tipo pensaba que le manipulaba… no sabía que había instruido cuidadosamente a Kesselring sobre lo que se podría ceder, y que Schellenberg le informaba puntualmente de todas las decisiones del comité. Pero lo de Egipto no sería mala idea. Al fin al cabo, Napoleón había conquistado Egipto ¿Por qué no Goering? Se imaginó desfilando en un coche abierto, con un uniforme resplandeciente cuajado de condecoraciones, pasando ante las Pirámides.
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Capítulo 3. Diplomacia
Vacaciones termales
21 de Julio de 1940
El verano en Vichy estaba siendo agobiante. La pequeña ciudad había sido tomada por un ejército de políticos, parlamentarios y funcionarios, que habían ocupado el Gran Casino, los hoteles y hasta la última habitación libre. En ese maremagno un apurado Pierre Laval, el nuevo Ministro de Asuntos Exteriores, solicitó entrevistarse urgentemente con el Mariscal Pétain. Tras una larga espera un ordenanza le condujo al despacho del Presidente de la República.
—Tranquilícese, ministro —aunque Pierre Laval era un protegido de Pétain, el viejo militar era partidario de guardar las formas— ¿Qué es tan urgente para traerle con esas prisas?
—Discúlpeme, Mariscal, pero el asunto lo merece. El lunes pasado recibí al un enviado alemán, Monsieur Abetz, que traía una invitación a la asamblea de Aquisgrán.
—Ese tal Abetz es una persona repugnante. Desde que llegó a Alemania no ha hecho sino saquear nuestros tesoros artísticos. Mal embajador ha elegido Goering si quiere vernos en Aquisgrán.
— Mariscal, a mi tampoco me gusta Ms. Abetz. Pero esta vez solo era un mensajero que, además de la invitación, traía una solicitud para que me reuniese con una delegación alemana.
Pétain ensombreció su gesto. Laval era muy dado a actuar por su cuenta, y no había informado al Presidente de esa reunión—. No me informó usted de ello, ministro.
—Lo siento, Mariscal —responde Laval— pero Abetz solicitó expresamente que no lo hiciese. No por desconfianza a su persona, sino porque Vichy está lleno de espías, y Goering deseaba que la reunión fuese secreta.
—¿Goering? ¿Se reunió usted con Goering? —se sorprende Pétain.
—No Mariscal, la situación en Berlín aun no es del todo clara. Lo hice con su enviado a quien ya conoce, el antiguo canciller Von Papen. Y me hizo una propuesta increíble: Alemania quiere ofrecer a Francia una alianza.
—¿Alianza o subordinación?
—Alianza, Mariscal. Júzguelo usted mismo. —Laval le entrega un documento.
“El Statthalter Goering desea que Francia y Alemania olviden sus enfrentamientos, inducidos por los que buscan la ruina de las dos naciones vecinas. Francia, aunque derrotada, luchó con honor en el campo de batalla, por lo que Alemania quiere hacerle una propuesta honorable que de bases a una futura amistad francoalemana que sea la fuerza de Europa, como en tiempos de Carlomagno.
Por ello Alemania ofrece a Francia un tratado de paz y amistad justo, que incluirá la liberación de los prisioneros de guerra y la independencia de su territorio, su economía y sus fuerzas armadas. Pero Alemania está en guerra y Francia, como nueva amiga y aliada, deberá unirse a Alemania y a Italia contra Inglaterra. La oferta alemana incluye:
– Alemania repatriará a los prisioneros de guerra en cinco contingentes de 200.000 cada tres meses. 400.000 prisioneros serán liberados inmediatamente tras la entrada de Francia en guerra.
– Los prisioneros que permanezcan en Alemania lo harán como trabajadores y recibirán un salario justo, similar al de los obreros alemanes. Podrán conservar ese salario o enviarlo a sus hogares, sin interferencia alemana.
– A los prisioneros liberados se les ofrecerá quedarse en Alemania como trabajadores en las mismas condiciones, pero con libertad de movimientos y de contratación. Por cada prisionero liberado que permanezca en Alemania será liberado otro prisionero.
– A todos prisioneros se les ofrecerá integrarse en un Nuevo Ejército Francés cobeligerante. Por cada soldado que se enrole en el Nuevo Ejército será liberado otro prisionero.
– Francia podrá reconstruir unas nuevas fuerzas armadas cobeligerantes, que incluirán a la aviación, al ejército de tierra y a la marina. Las unidades de ese nuevo ejército tendrán mandos franceses, aunque operarán conjuntamente con unidades alemanas bajo mando alemán, hasta que se pueda constituir un mando francés independiente.
– Francia conservará sus colonias, a excepción de rectificaciones menores de fronteras, y podrá incorporar las colonias inglesas conquistadas.
– Alemania retirará gradualmente su ejército de Francia, a excepción de las zonas necesarias para la guerra, especialmente las costeras. Alemania podrá mantener en territorio francés los servicios de intendencia y aprovisionamiento que necesite y una pequeña fuerza de seguridad. Alemania tendrá libertad de movimientos de tropas en territorio francés. Alemania será quien costee la manutención de esas unidades.
– Alemania incorporará a su territorio las zonas germanoparlantes de Alsacia y Lorena, es decir, aquellas en las que la proporción de germanoparlantes era mayor del 50%, basándose en los censos previos a la Gran Guerra. Alemania y Francia facilitarán el reasentamiento de quienes lo deseen.
– Francia e Italia llegarán a un acuerdo similar referente a Córcega y a Niza.
– A cambio de las provincias cedidas Francia podrá incorporar la parte francófona de Bélgica.
– Alemania colaborará con Francia para solucionar sus necesidades de materias primas.
– El gobierno francés gozará de independencia, y será escuchado por el de Berlín antes de tomar decisiones que le afecten.
A cambio de la oferta alemana, Francia se unirá como aliado de pleno derecho al Eje, y declarará la guerra a los enemigos de Alemania inmediatamente tras la firma del tratado de alianza francoalemana.
– Francia formará un ejército y una aviación cobeligerante. Los podrá equipar con el armamento que Alemania capturó durante la guerra, cedido por un precio razonable, con equipo nuevo fabricado por sus propias fábricas, o con equipos adquiridos por Francia.
– Las unidades de dicho ejército, hasta nivel regimental, estarán bajo mando francés, y se integrarán con unidades alemanas. Según su comportamiento estas unidades podrán reunirse en brigadas o divisiones bajo mando francés. Las unidades coloniales permanecerán bajo control francés salvo cuando sean precisas operaciones conjuntas.
– El Ejército que Francia aporte debe ser equivalente a un mínimo de 30 divisiones, 20 metropolitanas y 10 en colonias. También debe aportar una fuerza aérea equipada con un mínimo de 500 cazas y 500 bombarderos.
– Francia se compromete a que su flota se una a la guerra contra Inglaterra. Dado que la flota francesa es crucial en esta guerra, hará los mayores esfuerzos para evitar que los barcos se autohundan o se entreguen al enemigo. Por ello los oficiales que hundan o entreguen sus barcos deberán ser juzgados por tribunales militares. Además si una fracción importante de la flota se hunde o se entrega a los enemigos de Alemania, Alemania podrá considerar otras cláusulas del presente acuerdo, especialmente las relativas a la liberación de prisioneros de guerra.
– Los buques que permanezcan en bases enemigas intentarán hacerse a la mar para volver a puertos de la Francia metropolitana. Si no fuese posible, las dotaciones hundirán sus buques bloqueando las bases enemigas.
– Francia cederá a Alemania dos acorazados modernos, seis cruceros modernos y doce destructores, de tipos por determinar. Alemania pagará una compensación adecuada.
– Si Francia participa en operaciones ofensivas contra Inglaterra, dichos buques quedarán bajo control francés y con tripulaciones francesas, aunque seguirán las órdenes de la Marina alemana.
– Francia cederá a Alemania el uso de las instalaciones militares que necesite para su lucha contra Inglaterra, tanto en la metrópolis como en las colonias. Tras la victoria Alemania devolverá dichas instalaciones a Francia”.
—¿Qué le parece, Mariscal?
—Esperaba cualquier cosa menos esto, ministro. Es una propuesta que convendrá estudiar y negociar.
—Mariscal —dice Laval—, lamentablemente no podrá ser así. Von Papen insistió en que es una oferta cerrada, que debemos admitir o rechazar, y que tenemos que responder antes de la reunión de la asamblea en Aquisgrán. Me recordó que Alemania tiene otros amigos que desean nuestras colonias.
—Supongo que se referirá a Mussolini.
—A Mussolini, y a Franco. Von Papen dice que si Francia no se une a Alemania en la guerra, o si se hunde la flota, o si intenta alguna traición, los alemanes ocuparán toda Francia y dividirán su imperio colonial.
—El palo y la zanahoria.
—Sí, pero la zanahoria es muy golosa. Según Von Papen tendríamos que ceder parte de Marruecos a los españoles, Alsacia y parte de Lorena a Alemania, y Córcega. Que no temamos por Niza. A cambio, incorporaríamos la zona minera e industrial de Bélgica. Y tras la victoria nos ofrece las colonias inglesas del Golfo de Guinea. Eso sí, nos exige mantener la propuesta en absoluto secreto para evitar ataques ingleses. Y le ruega especialmente que no lo comente ni en el Gabinete ni con subalternos.
—Esta oferta es aun más sorprendente que el pacto Ribbentrop-Molotov. Le adelanto que creo que Francia no podrá rechazarla.
Vacaciones termales
21 de Julio de 1940
El verano en Vichy estaba siendo agobiante. La pequeña ciudad había sido tomada por un ejército de políticos, parlamentarios y funcionarios, que habían ocupado el Gran Casino, los hoteles y hasta la última habitación libre. En ese maremagno un apurado Pierre Laval, el nuevo Ministro de Asuntos Exteriores, solicitó entrevistarse urgentemente con el Mariscal Pétain. Tras una larga espera un ordenanza le condujo al despacho del Presidente de la República.
—Tranquilícese, ministro —aunque Pierre Laval era un protegido de Pétain, el viejo militar era partidario de guardar las formas— ¿Qué es tan urgente para traerle con esas prisas?
—Discúlpeme, Mariscal, pero el asunto lo merece. El lunes pasado recibí al un enviado alemán, Monsieur Abetz, que traía una invitación a la asamblea de Aquisgrán.
—Ese tal Abetz es una persona repugnante. Desde que llegó a Alemania no ha hecho sino saquear nuestros tesoros artísticos. Mal embajador ha elegido Goering si quiere vernos en Aquisgrán.
— Mariscal, a mi tampoco me gusta Ms. Abetz. Pero esta vez solo era un mensajero que, además de la invitación, traía una solicitud para que me reuniese con una delegación alemana.
Pétain ensombreció su gesto. Laval era muy dado a actuar por su cuenta, y no había informado al Presidente de esa reunión—. No me informó usted de ello, ministro.
—Lo siento, Mariscal —responde Laval— pero Abetz solicitó expresamente que no lo hiciese. No por desconfianza a su persona, sino porque Vichy está lleno de espías, y Goering deseaba que la reunión fuese secreta.
—¿Goering? ¿Se reunió usted con Goering? —se sorprende Pétain.
—No Mariscal, la situación en Berlín aun no es del todo clara. Lo hice con su enviado a quien ya conoce, el antiguo canciller Von Papen. Y me hizo una propuesta increíble: Alemania quiere ofrecer a Francia una alianza.
—¿Alianza o subordinación?
—Alianza, Mariscal. Júzguelo usted mismo. —Laval le entrega un documento.
“El Statthalter Goering desea que Francia y Alemania olviden sus enfrentamientos, inducidos por los que buscan la ruina de las dos naciones vecinas. Francia, aunque derrotada, luchó con honor en el campo de batalla, por lo que Alemania quiere hacerle una propuesta honorable que de bases a una futura amistad francoalemana que sea la fuerza de Europa, como en tiempos de Carlomagno.
Por ello Alemania ofrece a Francia un tratado de paz y amistad justo, que incluirá la liberación de los prisioneros de guerra y la independencia de su territorio, su economía y sus fuerzas armadas. Pero Alemania está en guerra y Francia, como nueva amiga y aliada, deberá unirse a Alemania y a Italia contra Inglaterra. La oferta alemana incluye:
– Alemania repatriará a los prisioneros de guerra en cinco contingentes de 200.000 cada tres meses. 400.000 prisioneros serán liberados inmediatamente tras la entrada de Francia en guerra.
– Los prisioneros que permanezcan en Alemania lo harán como trabajadores y recibirán un salario justo, similar al de los obreros alemanes. Podrán conservar ese salario o enviarlo a sus hogares, sin interferencia alemana.
– A los prisioneros liberados se les ofrecerá quedarse en Alemania como trabajadores en las mismas condiciones, pero con libertad de movimientos y de contratación. Por cada prisionero liberado que permanezca en Alemania será liberado otro prisionero.
– A todos prisioneros se les ofrecerá integrarse en un Nuevo Ejército Francés cobeligerante. Por cada soldado que se enrole en el Nuevo Ejército será liberado otro prisionero.
– Francia podrá reconstruir unas nuevas fuerzas armadas cobeligerantes, que incluirán a la aviación, al ejército de tierra y a la marina. Las unidades de ese nuevo ejército tendrán mandos franceses, aunque operarán conjuntamente con unidades alemanas bajo mando alemán, hasta que se pueda constituir un mando francés independiente.
– Francia conservará sus colonias, a excepción de rectificaciones menores de fronteras, y podrá incorporar las colonias inglesas conquistadas.
– Alemania retirará gradualmente su ejército de Francia, a excepción de las zonas necesarias para la guerra, especialmente las costeras. Alemania podrá mantener en territorio francés los servicios de intendencia y aprovisionamiento que necesite y una pequeña fuerza de seguridad. Alemania tendrá libertad de movimientos de tropas en territorio francés. Alemania será quien costee la manutención de esas unidades.
– Alemania incorporará a su territorio las zonas germanoparlantes de Alsacia y Lorena, es decir, aquellas en las que la proporción de germanoparlantes era mayor del 50%, basándose en los censos previos a la Gran Guerra. Alemania y Francia facilitarán el reasentamiento de quienes lo deseen.
– Francia e Italia llegarán a un acuerdo similar referente a Córcega y a Niza.
– A cambio de las provincias cedidas Francia podrá incorporar la parte francófona de Bélgica.
– Alemania colaborará con Francia para solucionar sus necesidades de materias primas.
– El gobierno francés gozará de independencia, y será escuchado por el de Berlín antes de tomar decisiones que le afecten.
A cambio de la oferta alemana, Francia se unirá como aliado de pleno derecho al Eje, y declarará la guerra a los enemigos de Alemania inmediatamente tras la firma del tratado de alianza francoalemana.
– Francia formará un ejército y una aviación cobeligerante. Los podrá equipar con el armamento que Alemania capturó durante la guerra, cedido por un precio razonable, con equipo nuevo fabricado por sus propias fábricas, o con equipos adquiridos por Francia.
– Las unidades de dicho ejército, hasta nivel regimental, estarán bajo mando francés, y se integrarán con unidades alemanas. Según su comportamiento estas unidades podrán reunirse en brigadas o divisiones bajo mando francés. Las unidades coloniales permanecerán bajo control francés salvo cuando sean precisas operaciones conjuntas.
– El Ejército que Francia aporte debe ser equivalente a un mínimo de 30 divisiones, 20 metropolitanas y 10 en colonias. También debe aportar una fuerza aérea equipada con un mínimo de 500 cazas y 500 bombarderos.
– Francia se compromete a que su flota se una a la guerra contra Inglaterra. Dado que la flota francesa es crucial en esta guerra, hará los mayores esfuerzos para evitar que los barcos se autohundan o se entreguen al enemigo. Por ello los oficiales que hundan o entreguen sus barcos deberán ser juzgados por tribunales militares. Además si una fracción importante de la flota se hunde o se entrega a los enemigos de Alemania, Alemania podrá considerar otras cláusulas del presente acuerdo, especialmente las relativas a la liberación de prisioneros de guerra.
– Los buques que permanezcan en bases enemigas intentarán hacerse a la mar para volver a puertos de la Francia metropolitana. Si no fuese posible, las dotaciones hundirán sus buques bloqueando las bases enemigas.
– Francia cederá a Alemania dos acorazados modernos, seis cruceros modernos y doce destructores, de tipos por determinar. Alemania pagará una compensación adecuada.
– Si Francia participa en operaciones ofensivas contra Inglaterra, dichos buques quedarán bajo control francés y con tripulaciones francesas, aunque seguirán las órdenes de la Marina alemana.
– Francia cederá a Alemania el uso de las instalaciones militares que necesite para su lucha contra Inglaterra, tanto en la metrópolis como en las colonias. Tras la victoria Alemania devolverá dichas instalaciones a Francia”.
—¿Qué le parece, Mariscal?
—Esperaba cualquier cosa menos esto, ministro. Es una propuesta que convendrá estudiar y negociar.
—Mariscal —dice Laval—, lamentablemente no podrá ser así. Von Papen insistió en que es una oferta cerrada, que debemos admitir o rechazar, y que tenemos que responder antes de la reunión de la asamblea en Aquisgrán. Me recordó que Alemania tiene otros amigos que desean nuestras colonias.
—Supongo que se referirá a Mussolini.
—A Mussolini, y a Franco. Von Papen dice que si Francia no se une a Alemania en la guerra, o si se hunde la flota, o si intenta alguna traición, los alemanes ocuparán toda Francia y dividirán su imperio colonial.
—El palo y la zanahoria.
—Sí, pero la zanahoria es muy golosa. Según Von Papen tendríamos que ceder parte de Marruecos a los españoles, Alsacia y parte de Lorena a Alemania, y Córcega. Que no temamos por Niza. A cambio, incorporaríamos la zona minera e industrial de Bélgica. Y tras la victoria nos ofrece las colonias inglesas del Golfo de Guinea. Eso sí, nos exige mantener la propuesta en absoluto secreto para evitar ataques ingleses. Y le ruega especialmente que no lo comente ni en el Gabinete ni con subalternos.
—Esta oferta es aun más sorprendente que el pacto Ribbentrop-Molotov. Le adelanto que creo que Francia no podrá rechazarla.
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Sol y moscas
22 de Julio de 1940
—Ministro, no entiendo como pueden vivir aquí. —El verano madrileño estaba siendo especialmente caluroso. Aunque los gruesos muros del Hotel Palace y los ventiladores atenuaban un poco el bochorno, seguía siendo sofocante para un hombre del Norte.
—Embajador Von Papen —el alemán de Ramón Serrano Súñer era excelente—, solo es cuestión de habituarse.
Von Papen estudió a su interlocutor. Ramón Serrano Súñer se estaba convirtiendo en uno de los hombres fuertes del régimen. No solo era cuñado de Franco, sino que el asesinato de sus dos hermanos en la guerra civil era el mejor aval de su lealtad. Además de Ministro de Gobernación estaba tomando protagonismo en la política exterior española ante el inesperado giro anglófilo del actual ministro, el coronel Beigbeder.
—Ministro, he sido enviado por el Statthalter Goering para proponerle que España se una a la guerra contra Inglaterra.
—Ese es mi deseo. Pero el Generalísimo no está convencido. España está devastada tras la guerra. Necesita petróleo, carbón, alimentos, y solo puede conseguirlos por mar. Si España entra en guerra los ingleses nos bloquearán, y los españoles pasarán hambre ¿Cómo podría Alemania evitar que España pasase hambre?
—Es sencillo. Solo hay que derrotar a los ingleses — respondió Von Papen.
—Como si fuese tan fácil. Además la victoria no será inmediata ¿Qué comerán los españoles este invierno?
Von Papen conocía las demandas españolas, pero también sabía que Serrano Suñer y gran parte del Ejército deseaban unirse a Alemania. Solo necesitarían un pequeño empujón.
—Ministro, el Statthalter me ha pedido que le asegure que Alemania hará el mayor esfuerzo posible para ayudar a España. Petróleo no tiene demasiado, pero sí carbón. Y tenemos alimentos, pues pudimos capturar la cosecha polaca. Con ella podrá alimentar a España durante todo el invierno.
—Esa cosecha ¿a qué precio se venderá? —duda Serrano Súñer, porque las relaciones comerciales hasta ahora no habían sido fáciles, al imponer los alemanes precios exagerados para sus productos.
— ¿Quién ha hablado de precio? —dice Von Papen—. Alemania cederá los suministros como ayuda al nuevo aliado. No solo eso, le promete que una vez conquiste Gibraltar…
—Perdone, embajador, pero el honor español requiere que seamos nosotros quienes reconquistemos el Peñón.
—Lo entiendo, ministro, pero supongo que España no menospreciará la ayuda alemana. Como le decía, tras la conquista, el Peñón será suyo. Pero no solo eso. El Statthalter le ofrece unificar la Península: Portugal y Andorra.
Serrano Súñer casi se atraganta— ¿Portugal? Pero si nos ayudó durante la guerra civil.
—Si Portugal se une a Alemania, conservará su independencia. Pero si no lo hace, será de ustedes. También le ofrece el norte de Marruecos hasta Fez.
—¿Y el Oranesado? —pregunta Serrano Súñer.
Von Papen piensa para sus adentros que ha pillado al español. Portugal y Marruecos han sido buen cebo. Ahora solo se trata de tirar del sedal.
—El Oranesado dependería de la participación española. Pero tengo que hacerle una confidencia: Pétain también está pensando declarar la guerra. Cuando ganemos la guerra, si España ha permanecido neutral, tendremos que compensar a Francia de alguna forma ¿no le parece? Y los italianos también están muy interesados en las Baleares.
—El problema será Canarias, los ingleses se lanzarán a por ellas.
—El Statthalter no desea que las Canarias pasen a ser una nueva rapiña inglesa. Por eso Alemania va a ceder a España el material necesario para defenderlas aunque ustedes no entren en guerra. Durante la semana próxima llegarán a la frontera francesa dos docenas de cañones de costa pesados, cincuenta cañones antiaéreos, 50 cazas Messerschmitt y 25 bombarderos Junkers. Son un regalo del Statthalter. El único compromiso español será destinar esos equipos para la defensa de Canarias, y enviarlos cuanto antes.
22 de Julio de 1940
—Ministro, no entiendo como pueden vivir aquí. —El verano madrileño estaba siendo especialmente caluroso. Aunque los gruesos muros del Hotel Palace y los ventiladores atenuaban un poco el bochorno, seguía siendo sofocante para un hombre del Norte.
—Embajador Von Papen —el alemán de Ramón Serrano Súñer era excelente—, solo es cuestión de habituarse.
Von Papen estudió a su interlocutor. Ramón Serrano Súñer se estaba convirtiendo en uno de los hombres fuertes del régimen. No solo era cuñado de Franco, sino que el asesinato de sus dos hermanos en la guerra civil era el mejor aval de su lealtad. Además de Ministro de Gobernación estaba tomando protagonismo en la política exterior española ante el inesperado giro anglófilo del actual ministro, el coronel Beigbeder.
—Ministro, he sido enviado por el Statthalter Goering para proponerle que España se una a la guerra contra Inglaterra.
—Ese es mi deseo. Pero el Generalísimo no está convencido. España está devastada tras la guerra. Necesita petróleo, carbón, alimentos, y solo puede conseguirlos por mar. Si España entra en guerra los ingleses nos bloquearán, y los españoles pasarán hambre ¿Cómo podría Alemania evitar que España pasase hambre?
—Es sencillo. Solo hay que derrotar a los ingleses — respondió Von Papen.
—Como si fuese tan fácil. Además la victoria no será inmediata ¿Qué comerán los españoles este invierno?
Von Papen conocía las demandas españolas, pero también sabía que Serrano Suñer y gran parte del Ejército deseaban unirse a Alemania. Solo necesitarían un pequeño empujón.
—Ministro, el Statthalter me ha pedido que le asegure que Alemania hará el mayor esfuerzo posible para ayudar a España. Petróleo no tiene demasiado, pero sí carbón. Y tenemos alimentos, pues pudimos capturar la cosecha polaca. Con ella podrá alimentar a España durante todo el invierno.
—Esa cosecha ¿a qué precio se venderá? —duda Serrano Súñer, porque las relaciones comerciales hasta ahora no habían sido fáciles, al imponer los alemanes precios exagerados para sus productos.
— ¿Quién ha hablado de precio? —dice Von Papen—. Alemania cederá los suministros como ayuda al nuevo aliado. No solo eso, le promete que una vez conquiste Gibraltar…
—Perdone, embajador, pero el honor español requiere que seamos nosotros quienes reconquistemos el Peñón.
—Lo entiendo, ministro, pero supongo que España no menospreciará la ayuda alemana. Como le decía, tras la conquista, el Peñón será suyo. Pero no solo eso. El Statthalter le ofrece unificar la Península: Portugal y Andorra.
Serrano Súñer casi se atraganta— ¿Portugal? Pero si nos ayudó durante la guerra civil.
—Si Portugal se une a Alemania, conservará su independencia. Pero si no lo hace, será de ustedes. También le ofrece el norte de Marruecos hasta Fez.
—¿Y el Oranesado? —pregunta Serrano Súñer.
Von Papen piensa para sus adentros que ha pillado al español. Portugal y Marruecos han sido buen cebo. Ahora solo se trata de tirar del sedal.
—El Oranesado dependería de la participación española. Pero tengo que hacerle una confidencia: Pétain también está pensando declarar la guerra. Cuando ganemos la guerra, si España ha permanecido neutral, tendremos que compensar a Francia de alguna forma ¿no le parece? Y los italianos también están muy interesados en las Baleares.
—El problema será Canarias, los ingleses se lanzarán a por ellas.
—El Statthalter no desea que las Canarias pasen a ser una nueva rapiña inglesa. Por eso Alemania va a ceder a España el material necesario para defenderlas aunque ustedes no entren en guerra. Durante la semana próxima llegarán a la frontera francesa dos docenas de cañones de costa pesados, cincuenta cañones antiaéreos, 50 cazas Messerschmitt y 25 bombarderos Junkers. Son un regalo del Statthalter. El único compromiso español será destinar esos equipos para la defensa de Canarias, y enviarlos cuanto antes.
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Incidente
29 de Julio de 1940
29 de Julio de 1940
Noticia de la Agencia EFE. Un acorazado de la marina inglesa ha hundido al buque de la Armada Española “Castillo de Bellver” cuando se dirigía desde Cádiz hacia Las Palmas de Gran Canaria. El barco español fue detenido por el blindado inglés, que le ordenó dirigirse a Inglaterra. El “Castillo de Bellver” rechazó la orden, continuando su rumbo. Los ingleses, sin aviso y sin justificación, han atacado al barco español, que ha defendido la bandera hasta el final. Al conocerse la noticia el minador Júpiter ha partido en busca de supervivientes, siendo también atacado por los ingleses, que le causaron importantes daños.
THE TIMES. El crucero ligero Enterprise ha sido torpedeado en aguas de Canarias cuando se dirigía a inspeccionar un buque español. El crucero, junto con el crucero pesado Suffolk, detuvieron a un barco de bandera española del que se sospechaba que llevaba contrabando de guerra. Mientras dialogaban con el capitán del barco español un submarino torpedeó al Enterprise, que se hundió con gran pérdida de vidas. El Suffolk hundió al barco español, y ahuyentó a otro buque de guerra que se aproximó a la zona.
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Casus belli
30 de Julio de 1940
—Statthalter, le felicito por los resultados de la elección. El pueblo alemán ha sabido decidir.
—Schellenberg, no sea irónico, por favor. Ese humor suyo algún día le llevará a la ruina. Usted fue el encargado de asegurar la elección.
—Statthalter, no fue preciso. Los sondeos que hicimos predecían un triunfo abrumador ¿para qué mancharlo? Preferí no intervenir, al contrario, invité a observadores neutrales para que diesen fe de la limpieza del plebiscito.
El coronel Schellenberg se estaba mostrando como un manipulador nato. Goering había quedado satisfecho de su papel en el comité especial, por ello le había nombrado enlace de la cancillería en el Abwehr y en el Ministerio del Interior. De facto, era Schellenberg y no Canaris quien controlaba la inteligencia alemana. Aun conociendo su capacidad, a veces le sorprendía. Menos mal que el coronel era demasiado joven y poco conocido como para aspirar a sustituirle. De hecho Goering estaba pensando en hacerle una oferta: cuando se retirase, tras ganar la guerra y consolidar la nación, podría ser su sucesor si mantenía una absoluta lealtad. Schellenberg podría ser el mejor apoyo. Pero si su afición por la conspiración le llevaba demasiado lejos Goering acabaría con él.
—Bien, coronel, cuénteme que pasó con el barco español.
—Recordará que les regalamos a los españoles unos cuantos cañones viejos. Sobrantes de la marina del Kaiser que llevaban veinte años oxidándose.
—Ha sido un regalo envenenado, por lo que veo —responde Goering.
—Cierto. La condición para que recibiesen los cañones era que se enviasen a Canarias para su defensa, e inmediatamente tras su llegada fueron embarcados en un transporte militar. Durante su viaje a Canarias el barco fue interceptado por los ingleses. Resultó que un submarino nuestro estaba de caza, y hundió a uno de los cruceros ingleses. Y entonces no tuvieron mejor idea que hundir al barco español.
—Vaya coincidencia más afortunada para nosotros. Usted no tendría nada que ver en ello, supongo.
—Fueron los ingleses los que metieron la cabeza en el lazo. Desde hace algún tiempo sospechaba que los ingleses leían nuestros códigos. El general Kesselring dice que aunque han intentado todo tipo de tácticas sobre Inglaterra, nunca consiguen la sorpresa. Por eso probé un jueguecito. Envié un mensaje dirigido a nuestro cónsul en Canarias, informándole que los españoles pretendían reforzar las Canarias previamente a la declaración de guerra, y que iban a enviar un barco cargado de material alemán. El mensaje fue cifrado mediante la cifra diplomática. Además de eso, envié otro mensaje con la clave de la Luftwaffe, informando de la fecha de salida y la prevista de llegada del barco, y de su rumbo. También pedí a Marschall que sugiriese a Doenitz que enviase un submarino para escoltar al barco español. Y los ingleses han picado. El ataque que han sufrido los españoles indica que esos condenados ingleses pueden leer tanto la cifra diplomática como la de la Luftwaffe. Tan solo la cifra naval parece segura, pero teniendo en cuenta que el método de cifrado es similar, no confiaría mucho en ella.
— No puede ser, me aseguraron que era imposible descifrar nuestros mensajes — se sorprende Goering. Alemania, al saber que los aliados habían conseguido averiguar los códigos del Ejército y de la Marina durante la Primera Guerra Mundial, había desarrollado un sistema de cifrado electromecánico, la máquina Enigma, que se consideraba imposible de descifrar. Pero expertos en criptografía polacos y luego británicos habían descubierto debilidades que les habían permitido romper el código Enigma y descifrar la mayor parte de los mensajes del Ejército y la Luftwaffe. Por desgracia para ellos la ventaja que obtenían al conocerlos planes alemanes había descubierto su juego.
—De alguna forma los ingleses han conseguido lo imposible —dice Schellenberg—. No sé como pero han conseguido leer los mensajes cifrados con la máquina Enigma. Habrá que revisar nuestros procedimientos, e ir pensando en desarrollar algún otro sistema. Pero yo por ahora recomendaría que mantuviésemos las claves actuales, y las usásemos para cebar a los ingleses con algunos mensajes que tengo preparados.
—¿Cómo han reaccionado los españoles a lo del barco?
—Pues como era de esperar, se han subido por las paredes. Han retirado el embajador de Londres y han expulsado al embajador británico de Madrid. Además han decretado la movilización de los reservistas en las Canarias, y han enviado un convoy, escoltado con lo que les queda de flota, con el resto del material que les enviamos y todo lo que han podido reunir en la Península. Esta vez los ingleses no se han atrevido a molestarles, porque tras lo de Mers–el–Kebir y Dakar este nuevo ataque ha sentado muy mal en los países neutrales.
—En resumen, que España va a entrar en guerra —dijo Goering.
—No estamos seguros todavía, nadie sabe lo que pueda pensar ese generalote que tienen por dictador. Es muy ladino. Pero por lo menos han autorizado a nuestros submarinos a repostar en puertos españoles. Espero que eso no sea causa de un nuevo incidente que les lleve a la guerra.
—Le veo venir —responde Goering—. Pero sea discreto, por favor, no quisiera que sus manejos nos saltasen a la cara.
—Había pensado enviar otro mensaje a Las Palmas sugiriendo que el petróleo yanqui que recibe España es destinado a nuestros submarinos. Si España no entra en guerra es solo porque tienen miedo a quedarse sin petróleo. Pero si de ninguna forma lo van a tener…
—Schellenberg, recuérdeme que no juegue a las cartas con usted. A veces me da miedo ¿Y Francia? ¿Cómo van las negociaciones con Pétain?
—Von Papen no está seguro, pero la repatriación inmediata de 50.000 prisioneros ha creado muy buena impresión. Más importante, la marina francesa ha empezado a desplazar los cruceros y destructores de Dakar y de las Antillas a Casablanca. También sabemos que ha habido incidentes entre ingleses y franceses en Alejandría. Creo que Pétain ya ha aceptado y solo falta que nos lo confirme. Querrá adelantarse a los españoles. Aunque tal vez necesite un empujoncito que le decida.
—¿Cómo piensa empujarles? —pregunta Goering.
—Había pensado en seguir usando la radio. A nuestra embajada en Tokio le interesará saber que la flota francesa en Alejandría va a autohundirse bloqueando el puerto.
30 de Julio de 1940
—Statthalter, le felicito por los resultados de la elección. El pueblo alemán ha sabido decidir.
—Schellenberg, no sea irónico, por favor. Ese humor suyo algún día le llevará a la ruina. Usted fue el encargado de asegurar la elección.
—Statthalter, no fue preciso. Los sondeos que hicimos predecían un triunfo abrumador ¿para qué mancharlo? Preferí no intervenir, al contrario, invité a observadores neutrales para que diesen fe de la limpieza del plebiscito.
El coronel Schellenberg se estaba mostrando como un manipulador nato. Goering había quedado satisfecho de su papel en el comité especial, por ello le había nombrado enlace de la cancillería en el Abwehr y en el Ministerio del Interior. De facto, era Schellenberg y no Canaris quien controlaba la inteligencia alemana. Aun conociendo su capacidad, a veces le sorprendía. Menos mal que el coronel era demasiado joven y poco conocido como para aspirar a sustituirle. De hecho Goering estaba pensando en hacerle una oferta: cuando se retirase, tras ganar la guerra y consolidar la nación, podría ser su sucesor si mantenía una absoluta lealtad. Schellenberg podría ser el mejor apoyo. Pero si su afición por la conspiración le llevaba demasiado lejos Goering acabaría con él.
—Bien, coronel, cuénteme que pasó con el barco español.
—Recordará que les regalamos a los españoles unos cuantos cañones viejos. Sobrantes de la marina del Kaiser que llevaban veinte años oxidándose.
—Ha sido un regalo envenenado, por lo que veo —responde Goering.
—Cierto. La condición para que recibiesen los cañones era que se enviasen a Canarias para su defensa, e inmediatamente tras su llegada fueron embarcados en un transporte militar. Durante su viaje a Canarias el barco fue interceptado por los ingleses. Resultó que un submarino nuestro estaba de caza, y hundió a uno de los cruceros ingleses. Y entonces no tuvieron mejor idea que hundir al barco español.
—Vaya coincidencia más afortunada para nosotros. Usted no tendría nada que ver en ello, supongo.
—Fueron los ingleses los que metieron la cabeza en el lazo. Desde hace algún tiempo sospechaba que los ingleses leían nuestros códigos. El general Kesselring dice que aunque han intentado todo tipo de tácticas sobre Inglaterra, nunca consiguen la sorpresa. Por eso probé un jueguecito. Envié un mensaje dirigido a nuestro cónsul en Canarias, informándole que los españoles pretendían reforzar las Canarias previamente a la declaración de guerra, y que iban a enviar un barco cargado de material alemán. El mensaje fue cifrado mediante la cifra diplomática. Además de eso, envié otro mensaje con la clave de la Luftwaffe, informando de la fecha de salida y la prevista de llegada del barco, y de su rumbo. También pedí a Marschall que sugiriese a Doenitz que enviase un submarino para escoltar al barco español. Y los ingleses han picado. El ataque que han sufrido los españoles indica que esos condenados ingleses pueden leer tanto la cifra diplomática como la de la Luftwaffe. Tan solo la cifra naval parece segura, pero teniendo en cuenta que el método de cifrado es similar, no confiaría mucho en ella.
— No puede ser, me aseguraron que era imposible descifrar nuestros mensajes — se sorprende Goering. Alemania, al saber que los aliados habían conseguido averiguar los códigos del Ejército y de la Marina durante la Primera Guerra Mundial, había desarrollado un sistema de cifrado electromecánico, la máquina Enigma, que se consideraba imposible de descifrar. Pero expertos en criptografía polacos y luego británicos habían descubierto debilidades que les habían permitido romper el código Enigma y descifrar la mayor parte de los mensajes del Ejército y la Luftwaffe. Por desgracia para ellos la ventaja que obtenían al conocerlos planes alemanes había descubierto su juego.
—De alguna forma los ingleses han conseguido lo imposible —dice Schellenberg—. No sé como pero han conseguido leer los mensajes cifrados con la máquina Enigma. Habrá que revisar nuestros procedimientos, e ir pensando en desarrollar algún otro sistema. Pero yo por ahora recomendaría que mantuviésemos las claves actuales, y las usásemos para cebar a los ingleses con algunos mensajes que tengo preparados.
—¿Cómo han reaccionado los españoles a lo del barco?
—Pues como era de esperar, se han subido por las paredes. Han retirado el embajador de Londres y han expulsado al embajador británico de Madrid. Además han decretado la movilización de los reservistas en las Canarias, y han enviado un convoy, escoltado con lo que les queda de flota, con el resto del material que les enviamos y todo lo que han podido reunir en la Península. Esta vez los ingleses no se han atrevido a molestarles, porque tras lo de Mers–el–Kebir y Dakar este nuevo ataque ha sentado muy mal en los países neutrales.
—En resumen, que España va a entrar en guerra —dijo Goering.
—No estamos seguros todavía, nadie sabe lo que pueda pensar ese generalote que tienen por dictador. Es muy ladino. Pero por lo menos han autorizado a nuestros submarinos a repostar en puertos españoles. Espero que eso no sea causa de un nuevo incidente que les lleve a la guerra.
—Le veo venir —responde Goering—. Pero sea discreto, por favor, no quisiera que sus manejos nos saltasen a la cara.
—Había pensado enviar otro mensaje a Las Palmas sugiriendo que el petróleo yanqui que recibe España es destinado a nuestros submarinos. Si España no entra en guerra es solo porque tienen miedo a quedarse sin petróleo. Pero si de ninguna forma lo van a tener…
—Schellenberg, recuérdeme que no juegue a las cartas con usted. A veces me da miedo ¿Y Francia? ¿Cómo van las negociaciones con Pétain?
—Von Papen no está seguro, pero la repatriación inmediata de 50.000 prisioneros ha creado muy buena impresión. Más importante, la marina francesa ha empezado a desplazar los cruceros y destructores de Dakar y de las Antillas a Casablanca. También sabemos que ha habido incidentes entre ingleses y franceses en Alejandría. Creo que Pétain ya ha aceptado y solo falta que nos lo confirme. Querrá adelantarse a los españoles. Aunque tal vez necesite un empujoncito que le decida.
—¿Cómo piensa empujarles? —pregunta Goering.
—Había pensado en seguir usando la radio. A nuestra embajada en Tokio le interesará saber que la flota francesa en Alejandría va a autohundirse bloqueando el puerto.
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Como buenos amigos
1 de Agosto de 1940
Diario del Conde Ciano.
“Los aviones que traían al Mariscal Goering y al Ministro Von Papen aterrizaron en el aeródromo de Ciampino pasadas las doce. Nuestra delegación, encabezada por el Duce, les esperaba. La llegada de dos cuatrimotores escoltados por una docena de cazas bimotores causó sensación, porque nosotros no disponemos de cazas de largo alcance.
El Duce estaba preocupado por la entrevista con el Statthalter. Sus relaciones con Hitler habían sido cordiales, pero apenas había tratado a Goering. Yo tampoco conocía al sustituto de Ribbentrop. Pero el encuentro fue muy amistoso. En lugar de recriminaciones por nuestra tardía entrada en guerra, Goering se adelantó a abrazar al Duce, que le dio sus condolencias por la muerte de Hitler y le felicitó por la elección. Goering, a su vez, declaró que el primer acto de su mandato tenía que ser visitar al gran aliado y amigo de Alemania. Al Duce le agradó la deferencia de Goering, y la reunión comenzó con buen pie.
Tras las salutaciones acompañamos a la delegación alemana hasta el Palazzio Venezia donde, dado lo avanzado de la hora, tomamos un pequeño refrigerio. Luego celebramos la conferencia. Goering expuso los motivos por los que había convocado la Asamblea de Aquisgrán. Dijo que no quería que las victorias militares fuesen vacías, sino que contribuyesen a crear un espacio común europeo en que las naciones pudiesen lograr sus legítimas aspiraciones.
Luego nos aseguró que el pilar de la Nueva Europa iba a seguir siendo la amistad germanoitaliana. Italia había señalado el camino a seguir, y la fuerza militar de Alemania lo allanaría. La amistad germanoitaliana no iba a depender de Aquisgrán.
Mussolini admitió las intenciones de Goering, pero señaló que los intereses alemanes no debían enfrentarse a los italianos. Las actividades alemanas en los Balcanes y su creciente interés por Egipto podían enfrentarse a las legítimas aspiraciones italianas. Goering intentó tranquilizarle. Insistió en que las ambiciones alemanas estaban colmadas con las últimas victorias, y que Alemania no tenía ningún interés en Grecia. Respecto a África, repitió que Alemania tampoco tenía intereses allí, pero que era preciso conseguir una gran victoria sobre los ingleses. Que no dudaba de la capacidad italiana para lograrla, pero era interés de ambas partes que la campaña fuese lo más fulgurante y demoledora posible. Mussolini asintió, y yo pensé que los alemanes conocían tan bien como nosotros que no estábamos del todo preparados para derrotar a los ingleses.
Goering repitió que tenía gran importancia conseguir una victoria decisiva, y que era tan importante o más evitar reveses que diesen alas a los británicos. Yo sabía a que se refería a los recientes encuentros navales en el Mediterráneo, que nos habían costado varios buques sin que pudiésemos impedir que flota inglesa pasease ante nuestras costas. Por eso nos proponía desplegar en el Sur de Italia y en Libia unidades de la Luftwaffe que pudiesen contrarrestar las incursiones inglesas. También proponía enviar a Libia un cuerpo de ejército de tanques para poder tomar Egipto cuanto antes.
Mussolini se mostró de acuerdo, pero surgió la cuestión del mando. Ambas partes creíamos que era preciso un mando unificado, pero Libia es una colonia italiana, e Italia aporta las fuerzas navales y la mayor parte de las terrestres. Goering nos dio la razón, pero insistió que su guerra relámpago era un método radicalmente nuevo y que los generales italianos aun no lo dominaban, por lo que no deseaba supeditar unidades alemanas a un mando italiano. Finalmente alcanzamos un consenso. El mando superior sería italiano, así como el de las unidades navales y de las aéreas que apoyasen a la marina. El mando superior en Libia sería también italiano, pero su jefe de operaciones sería un general alemán, con independencia operativa.
Contrariamente a lo que esperábamos, no hubo discusiones respecto a los objetivos. Goering admitió que Egipto pasase a ser un protectorado italiano, junto con Sudán, Abisinia y Somalia. De la espinosa cuestión de los Balcanes, Goering aceptó la futura invasión italiana de Grecia con asistencia alemana, pero solo cuando se resolviesen las operaciones en Egipto. También aceptó que Italia recibiese un cupo de petróleo rumano.
Finalmente nos encomendó interceder ante los españoles, renuentes a aliarse con nosotros. Yo creo que se debe sobre todo a la arrogancia alemana de anteriores reuniones, pero lo cierto es que en esta conferencia había sido muy amistosa a pesar de lo delicado de los asuntos tratados.
Tras la cena la legación alemana se dirigió a su embajada, con la intención de volver a Berlín a la mañana siguiente, y estableciendo un calendario para citas posteriores.
Yo creo que todos quedamos muy satisfechos de la reunión, aunque tal vez estemos dando demasiado protagonismo a los alemanes.”
1 de Agosto de 1940
Diario del Conde Ciano.
“Los aviones que traían al Mariscal Goering y al Ministro Von Papen aterrizaron en el aeródromo de Ciampino pasadas las doce. Nuestra delegación, encabezada por el Duce, les esperaba. La llegada de dos cuatrimotores escoltados por una docena de cazas bimotores causó sensación, porque nosotros no disponemos de cazas de largo alcance.
El Duce estaba preocupado por la entrevista con el Statthalter. Sus relaciones con Hitler habían sido cordiales, pero apenas había tratado a Goering. Yo tampoco conocía al sustituto de Ribbentrop. Pero el encuentro fue muy amistoso. En lugar de recriminaciones por nuestra tardía entrada en guerra, Goering se adelantó a abrazar al Duce, que le dio sus condolencias por la muerte de Hitler y le felicitó por la elección. Goering, a su vez, declaró que el primer acto de su mandato tenía que ser visitar al gran aliado y amigo de Alemania. Al Duce le agradó la deferencia de Goering, y la reunión comenzó con buen pie.
Tras las salutaciones acompañamos a la delegación alemana hasta el Palazzio Venezia donde, dado lo avanzado de la hora, tomamos un pequeño refrigerio. Luego celebramos la conferencia. Goering expuso los motivos por los que había convocado la Asamblea de Aquisgrán. Dijo que no quería que las victorias militares fuesen vacías, sino que contribuyesen a crear un espacio común europeo en que las naciones pudiesen lograr sus legítimas aspiraciones.
Luego nos aseguró que el pilar de la Nueva Europa iba a seguir siendo la amistad germanoitaliana. Italia había señalado el camino a seguir, y la fuerza militar de Alemania lo allanaría. La amistad germanoitaliana no iba a depender de Aquisgrán.
Mussolini admitió las intenciones de Goering, pero señaló que los intereses alemanes no debían enfrentarse a los italianos. Las actividades alemanas en los Balcanes y su creciente interés por Egipto podían enfrentarse a las legítimas aspiraciones italianas. Goering intentó tranquilizarle. Insistió en que las ambiciones alemanas estaban colmadas con las últimas victorias, y que Alemania no tenía ningún interés en Grecia. Respecto a África, repitió que Alemania tampoco tenía intereses allí, pero que era preciso conseguir una gran victoria sobre los ingleses. Que no dudaba de la capacidad italiana para lograrla, pero era interés de ambas partes que la campaña fuese lo más fulgurante y demoledora posible. Mussolini asintió, y yo pensé que los alemanes conocían tan bien como nosotros que no estábamos del todo preparados para derrotar a los ingleses.
Goering repitió que tenía gran importancia conseguir una victoria decisiva, y que era tan importante o más evitar reveses que diesen alas a los británicos. Yo sabía a que se refería a los recientes encuentros navales en el Mediterráneo, que nos habían costado varios buques sin que pudiésemos impedir que flota inglesa pasease ante nuestras costas. Por eso nos proponía desplegar en el Sur de Italia y en Libia unidades de la Luftwaffe que pudiesen contrarrestar las incursiones inglesas. También proponía enviar a Libia un cuerpo de ejército de tanques para poder tomar Egipto cuanto antes.
Mussolini se mostró de acuerdo, pero surgió la cuestión del mando. Ambas partes creíamos que era preciso un mando unificado, pero Libia es una colonia italiana, e Italia aporta las fuerzas navales y la mayor parte de las terrestres. Goering nos dio la razón, pero insistió que su guerra relámpago era un método radicalmente nuevo y que los generales italianos aun no lo dominaban, por lo que no deseaba supeditar unidades alemanas a un mando italiano. Finalmente alcanzamos un consenso. El mando superior sería italiano, así como el de las unidades navales y de las aéreas que apoyasen a la marina. El mando superior en Libia sería también italiano, pero su jefe de operaciones sería un general alemán, con independencia operativa.
Contrariamente a lo que esperábamos, no hubo discusiones respecto a los objetivos. Goering admitió que Egipto pasase a ser un protectorado italiano, junto con Sudán, Abisinia y Somalia. De la espinosa cuestión de los Balcanes, Goering aceptó la futura invasión italiana de Grecia con asistencia alemana, pero solo cuando se resolviesen las operaciones en Egipto. También aceptó que Italia recibiese un cupo de petróleo rumano.
Finalmente nos encomendó interceder ante los españoles, renuentes a aliarse con nosotros. Yo creo que se debe sobre todo a la arrogancia alemana de anteriores reuniones, pero lo cierto es que en esta conferencia había sido muy amistosa a pesar de lo delicado de los asuntos tratados.
Tras la cena la legación alemana se dirigió a su embajada, con la intención de volver a Berlín a la mañana siguiente, y estableciendo un calendario para citas posteriores.
Yo creo que todos quedamos muy satisfechos de la reunión, aunque tal vez estemos dando demasiado protagonismo a los alemanes.”
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Capítulo 4. La Nueva Europa
Editorial
2 de Agosto de 1940
Publicado en Das Reich.
“La fuerza de la raza germana
…
Están equivocados aquellos que piensan que la raza es algo que se transmite de padres a hijos, igual que se heredan los muebles de la tía abuela. Reducir la idea de la raza alemana a la herencia es pensar que los alemanes lo son por tener un pedigrí como las mascotas de compañía. Demasiadas veces personas que se llamaban así misma alemanas, con antecesores impecables, han demostrado con sus ideas y con sus hechos ser más peligrosos para la nación que un pobre zapatero remendón con la desgracia de tener padres judíos. En la pasada Gran Guerra muchos hijos de judíos demostraron con su heroísmo que habían renegado de sus bajos ancestros y se habían imbuido de la esencia de la raza germana.
Porque la raza germana no es algo biológico sino un ideal, que trasciende al mundo físico de la procreación, y conecta con la mente de los hombres. Es algo que se demuestra con la fuerza y la nobleza. El judaísmo no es ni una herencia ni una religión, sino el fruto de la mente de unos manipuladores que quieren esclavizar a la humanidad ¿Quién es más judío, el inofensivo rabino que reza en su sinagoga, o el masón que en su logia maquina traiciones?
Los que han tenido la suerte de recibir una herencia limpia disfrutan del ideal de la raza desde el nacimiento. Por ello son más abyectos los que renuncian a ella, como el traidor Heydrich. Aquellos que no tuvieron la fortuna de una herencia limpia pueden adquirirla mediante el esfuerzo y la voluntad ¿Quién merecerá más respeto, el hijo de un rabino que ha superado sus bajos orígenes y ha contribuido al engrandecimiento de la Patria, o el alemán de pura cepa que se ha dejado contaminar por las ideas judías y las ha abrazado, renunciando a su patria y a su raza? Porque no es judío quien nace sino quien vive como judío. Y es alemán quien vive como alemán.
En tiempos anteriores el traidor Heydrich y el engañado Himmler adulteraron la idea de nuestro Guía, y no persiguieron a las alimañas que abrazaron las ideas judías sino que buscaron una distracción mientras planeaban destruir la Gran Obra. Por desgracia, demasiados seguidores del Líder no supieron distinguir entre el judaísmo ideológico y la religión judía que aunque equivocada es inofensiva. Por eso, y desde ahora, ya no hablaremos de judíos sino de subhombres, los traidores a la patria.
Pero no se equivoquen los judíos del mundo. Alemania no les abre sus brazos. Han recibido una herencia despreciable a la que tienen que renunciar si quieren demostrar que pertenecen a la patria alemana. Si quieren seguir con sus equivocadas ideas no serán perseguidos pero sí vigilados, como huéspedes no deseados. Si demuestran que son subhombres que viven como parásitos a la sombra de la Nación, caerá sobre ellos la ira y la justicia alemana.”
Editorial
2 de Agosto de 1940
Publicado en Das Reich.
“La fuerza de la raza germana
…
Están equivocados aquellos que piensan que la raza es algo que se transmite de padres a hijos, igual que se heredan los muebles de la tía abuela. Reducir la idea de la raza alemana a la herencia es pensar que los alemanes lo son por tener un pedigrí como las mascotas de compañía. Demasiadas veces personas que se llamaban así misma alemanas, con antecesores impecables, han demostrado con sus ideas y con sus hechos ser más peligrosos para la nación que un pobre zapatero remendón con la desgracia de tener padres judíos. En la pasada Gran Guerra muchos hijos de judíos demostraron con su heroísmo que habían renegado de sus bajos ancestros y se habían imbuido de la esencia de la raza germana.
Porque la raza germana no es algo biológico sino un ideal, que trasciende al mundo físico de la procreación, y conecta con la mente de los hombres. Es algo que se demuestra con la fuerza y la nobleza. El judaísmo no es ni una herencia ni una religión, sino el fruto de la mente de unos manipuladores que quieren esclavizar a la humanidad ¿Quién es más judío, el inofensivo rabino que reza en su sinagoga, o el masón que en su logia maquina traiciones?
Los que han tenido la suerte de recibir una herencia limpia disfrutan del ideal de la raza desde el nacimiento. Por ello son más abyectos los que renuncian a ella, como el traidor Heydrich. Aquellos que no tuvieron la fortuna de una herencia limpia pueden adquirirla mediante el esfuerzo y la voluntad ¿Quién merecerá más respeto, el hijo de un rabino que ha superado sus bajos orígenes y ha contribuido al engrandecimiento de la Patria, o el alemán de pura cepa que se ha dejado contaminar por las ideas judías y las ha abrazado, renunciando a su patria y a su raza? Porque no es judío quien nace sino quien vive como judío. Y es alemán quien vive como alemán.
En tiempos anteriores el traidor Heydrich y el engañado Himmler adulteraron la idea de nuestro Guía, y no persiguieron a las alimañas que abrazaron las ideas judías sino que buscaron una distracción mientras planeaban destruir la Gran Obra. Por desgracia, demasiados seguidores del Líder no supieron distinguir entre el judaísmo ideológico y la religión judía que aunque equivocada es inofensiva. Por eso, y desde ahora, ya no hablaremos de judíos sino de subhombres, los traidores a la patria.
Pero no se equivoquen los judíos del mundo. Alemania no les abre sus brazos. Han recibido una herencia despreciable a la que tienen que renunciar si quieren demostrar que pertenecen a la patria alemana. Si quieren seguir con sus equivocadas ideas no serán perseguidos pero sí vigilados, como huéspedes no deseados. Si demuestran que son subhombres que viven como parásitos a la sombra de la Nación, caerá sobre ellos la ira y la justicia alemana.”
Última edición por Domper el 06 Oct 2014, 13:25, editado 1 vez en total.
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Últimos preparativos
2 de Agosto de 1940
Goering estaba reunido con Von Papen, Schellenberg, Kesselring y Von Manstein. Esas reuniones informales se estaban haciendo cada vez más frecuentes, y la antigua comisión se estaba convirtiendo en un gabinete en la sombra que aconsejaba al dictador.
—¿Qué les parece? Se publicará en Das Reich mañana mismo. —A Goering no le gustaba dar explicaciones a sus subordinados, pero Von Papen se estaba revelando un colaborador muy valioso que además tenía razón, el antisemitismo estaba perjudicando a Alemania. Von Papen y Schellenberg le habían mostrado como muchos arribistas estaban apartando a aquellos cuyos puestos codiciaban usando sus supuestos antecedentes hebraicos. Exteriormente empañaba la imagen de Alemania. Más amenazador era que al haber estado los judíos limitados a la vida urbana, una importante proporción de los científicos, investigadores y eruditos eran de origen hebreo. Recuperar a esas personas, bajo condiciones estrictas y estrecha vigilancia, claro está, solo podría beneficiar a Alemania.
—Statthalter, me alegra que se haga justicia a los judíos que combatieron por Alemania en 1914. Nunca entendí que se les persiguiese. —La respuesta de Von Manstein era más interesada de lo que parecía, porque el árbol familiar del general ocultaba ramas hebreas.
—Statthalter, esto facilitará mucho mi trabajo —dice ahora Von Papen—. Los gobiernos de nuestros aliados ya han manifestado su voluntad de asistir a la asamblea de Aquisgrán, así como España, Francia y los países balcánicos. El abjurar del antisemitismo visceral ayudará a que países neutrales y ocupados se sienten con nosotros.
Schellenberg interrumpe —Statthalter, debo consultarle un aspecto. Supongo que la política del Partido ya no perseguirá lo que antes se llamaba ciencia judía. Entiendo que un cuadro o un poema puedan ser depravados, pero no sé cómo puede serlo un experimento.
—Diga lo que pretende, Coronel. —Goering ya había tratado lo suficiente a Schellenberg como para saber que había pensado algo.
—Statthalter, en los últimos cinco años muchos científicos y profesores, de antecedentes judíos o medio judíos, han sido expulsados de sus puestos, y la mayoría ha huido al extranjero. Esos científicos eran casi todos ateos y apolíticos, por lo que se podrían convertir en alemanes arios.
—Me parece un poco precipitado —responde Goering—. Demos tiempo a que la nueva doctrina cale. Va a ser difícil impedir que unos cuantos camisas pardas salgan a apalear rabinos.
—Excelencia, es que me preocupa que tantos sabios estén saliendo del país. Prefiero tenerlos en Alemania, trabajando para la Patria, que en un laboratorio extranjero maquinando con nuestros enemigos.
—Está bien. Ofrézcales volver a Alemania y restituirlos en sus puestos.
—¿Y no convendría indemnizarlos? Muchos tuvieron que dejarlo todo. Con que uno de ellos invente un nuevo explosivo compensará cualquier pequeño dispendio.
Goering se resignó a la solicitud. —Como quiera. Pero, por favor, sea discreto. No quiero que sufra el prestigio del Partido. —Se dirige a Von Papen— ¿Cómo van los preparativos de la asamblea de pasado mañana?
—Por ahora bien. Como le decía, los aliados y varios neutrales han confirmado que acudirán a Aquisgrán. Italia estará, claro, pero también Francia, España, Noruega, Finlandia, Rumania, Yugoslavia, Hungría, Rumania y Bulgaria. Enviarán delegaciones Suecia, Turquía, Portugal, Argentina y Japón. Esperamos convencer al gobierno danés. Grecia ha rechazado…
Schellenberg estaba sonriendo. Goering le pregunta —¿Otra vez usted por medio?
Es Von Papen quien responde—. No, Statthalter, esta vez he sido yo. Recuerde que el Conde Ciano nos dijo que si Grecia acudía a Aquisgrán, Italia se retiraría. Pero no podíamos dejar de invitar a Grecia a una asamblea paneuropea. Por eso instruí al embajador a presentar la invitación como una exigencia y de la forma más descortés posible, sugiriendo que en Aquisgrán íbamos a obligarles a ceder Macedonia a los italianos y Salónica a los búlgaros. El gobierno griego, naturalmente, se ha negado a acudir.
—Usted se está contagiando del bribón de Schellenberg. —Goering estaba satisfecho de la astucia de la jugada— ¿Y la Unión Soviética?
—Les hemos invitado a acudir como observadores, pero aun no han confirmado su asistencia. Extraoficialmente el embajador ruso me ha dicho que están muy molestos con la invitación a Finlandia. El oso ruso todavía tiene hambre —dice Von Papen.
—Ínstelos a que acudan. Alemania no puede permitirse la guerra con Rusia. Ya lo aprendimos en 1918, incluso la victoria sobre los moscovitas nos llevó a la derrota final. Ofrézcales cualquier cosa: Persia, Afganistán, China, lo que sea. Pero Finlandia, no.
Ahora interrumpe Schellenberg—. Statthalter, es importante que conozca algún otro detalle. El otro día le expliqué que iba a lanzar algún cebo a los ingleses. Creo que mañana puede ser buen día para empezar, así les dará tiempo a los ingleses para meter la pata durante las deliberaciones de la Asamblea.
—¿Y qué cebo va a ser? —pregunta Goering.
—Había pensado que la flota francesa de Alejandría podría servir. Los ingleses la tienen bloqueada, y no se me ocurre ninguna forma de hacernos con ella. Por eso quiero hacer creer a los ingleses que las tripulaciones van a zabordar los buques bloqueando el acceso al puerto. Iba a enviar un mensaje a la embajada en Tokio dándoles cuenta detallada de las futuras operaciones. También hemos enviado un mensaje a las unidades de la Luftwaffe indicándoles que se preparen para operar junto con la Regia Aeronautica italiana contra Alejandría para crear distracción. He pedido al Almirante Marschall que se ponga en contacto con sus compañeros de Supermarina advirtiéndoles de que vamos a atacar Alejandría, para que aprovechen para enviar suministros a Libia. También he pedido al ministro francés, Laval, que informe a Darlan que nuestros espías han descubierto que los ingleses van a intentar abordar los barcos franceses una vez estén desmilitarizados.
—¿Qué pretende con todo ese montaje? —pregunta Von Manstein.
—General, los ingleses tal vez supongan que todo esto sea una trampa. Pero creemos que han roto nuestra cifra diplomática y la de la Luftwaffe. Si al mismo tiempo los italianos empiezan a mover barcos y los franceses empiezan a parlotear entre Tolón y Alejandría, los ingleses sumarán dos y dos… y obtendrán cinco.
2 de Agosto de 1940
Goering estaba reunido con Von Papen, Schellenberg, Kesselring y Von Manstein. Esas reuniones informales se estaban haciendo cada vez más frecuentes, y la antigua comisión se estaba convirtiendo en un gabinete en la sombra que aconsejaba al dictador.
—¿Qué les parece? Se publicará en Das Reich mañana mismo. —A Goering no le gustaba dar explicaciones a sus subordinados, pero Von Papen se estaba revelando un colaborador muy valioso que además tenía razón, el antisemitismo estaba perjudicando a Alemania. Von Papen y Schellenberg le habían mostrado como muchos arribistas estaban apartando a aquellos cuyos puestos codiciaban usando sus supuestos antecedentes hebraicos. Exteriormente empañaba la imagen de Alemania. Más amenazador era que al haber estado los judíos limitados a la vida urbana, una importante proporción de los científicos, investigadores y eruditos eran de origen hebreo. Recuperar a esas personas, bajo condiciones estrictas y estrecha vigilancia, claro está, solo podría beneficiar a Alemania.
—Statthalter, me alegra que se haga justicia a los judíos que combatieron por Alemania en 1914. Nunca entendí que se les persiguiese. —La respuesta de Von Manstein era más interesada de lo que parecía, porque el árbol familiar del general ocultaba ramas hebreas.
—Statthalter, esto facilitará mucho mi trabajo —dice ahora Von Papen—. Los gobiernos de nuestros aliados ya han manifestado su voluntad de asistir a la asamblea de Aquisgrán, así como España, Francia y los países balcánicos. El abjurar del antisemitismo visceral ayudará a que países neutrales y ocupados se sienten con nosotros.
Schellenberg interrumpe —Statthalter, debo consultarle un aspecto. Supongo que la política del Partido ya no perseguirá lo que antes se llamaba ciencia judía. Entiendo que un cuadro o un poema puedan ser depravados, pero no sé cómo puede serlo un experimento.
—Diga lo que pretende, Coronel. —Goering ya había tratado lo suficiente a Schellenberg como para saber que había pensado algo.
—Statthalter, en los últimos cinco años muchos científicos y profesores, de antecedentes judíos o medio judíos, han sido expulsados de sus puestos, y la mayoría ha huido al extranjero. Esos científicos eran casi todos ateos y apolíticos, por lo que se podrían convertir en alemanes arios.
—Me parece un poco precipitado —responde Goering—. Demos tiempo a que la nueva doctrina cale. Va a ser difícil impedir que unos cuantos camisas pardas salgan a apalear rabinos.
—Excelencia, es que me preocupa que tantos sabios estén saliendo del país. Prefiero tenerlos en Alemania, trabajando para la Patria, que en un laboratorio extranjero maquinando con nuestros enemigos.
—Está bien. Ofrézcales volver a Alemania y restituirlos en sus puestos.
—¿Y no convendría indemnizarlos? Muchos tuvieron que dejarlo todo. Con que uno de ellos invente un nuevo explosivo compensará cualquier pequeño dispendio.
Goering se resignó a la solicitud. —Como quiera. Pero, por favor, sea discreto. No quiero que sufra el prestigio del Partido. —Se dirige a Von Papen— ¿Cómo van los preparativos de la asamblea de pasado mañana?
—Por ahora bien. Como le decía, los aliados y varios neutrales han confirmado que acudirán a Aquisgrán. Italia estará, claro, pero también Francia, España, Noruega, Finlandia, Rumania, Yugoslavia, Hungría, Rumania y Bulgaria. Enviarán delegaciones Suecia, Turquía, Portugal, Argentina y Japón. Esperamos convencer al gobierno danés. Grecia ha rechazado…
Schellenberg estaba sonriendo. Goering le pregunta —¿Otra vez usted por medio?
Es Von Papen quien responde—. No, Statthalter, esta vez he sido yo. Recuerde que el Conde Ciano nos dijo que si Grecia acudía a Aquisgrán, Italia se retiraría. Pero no podíamos dejar de invitar a Grecia a una asamblea paneuropea. Por eso instruí al embajador a presentar la invitación como una exigencia y de la forma más descortés posible, sugiriendo que en Aquisgrán íbamos a obligarles a ceder Macedonia a los italianos y Salónica a los búlgaros. El gobierno griego, naturalmente, se ha negado a acudir.
—Usted se está contagiando del bribón de Schellenberg. —Goering estaba satisfecho de la astucia de la jugada— ¿Y la Unión Soviética?
—Les hemos invitado a acudir como observadores, pero aun no han confirmado su asistencia. Extraoficialmente el embajador ruso me ha dicho que están muy molestos con la invitación a Finlandia. El oso ruso todavía tiene hambre —dice Von Papen.
—Ínstelos a que acudan. Alemania no puede permitirse la guerra con Rusia. Ya lo aprendimos en 1918, incluso la victoria sobre los moscovitas nos llevó a la derrota final. Ofrézcales cualquier cosa: Persia, Afganistán, China, lo que sea. Pero Finlandia, no.
Ahora interrumpe Schellenberg—. Statthalter, es importante que conozca algún otro detalle. El otro día le expliqué que iba a lanzar algún cebo a los ingleses. Creo que mañana puede ser buen día para empezar, así les dará tiempo a los ingleses para meter la pata durante las deliberaciones de la Asamblea.
—¿Y qué cebo va a ser? —pregunta Goering.
—Había pensado que la flota francesa de Alejandría podría servir. Los ingleses la tienen bloqueada, y no se me ocurre ninguna forma de hacernos con ella. Por eso quiero hacer creer a los ingleses que las tripulaciones van a zabordar los buques bloqueando el acceso al puerto. Iba a enviar un mensaje a la embajada en Tokio dándoles cuenta detallada de las futuras operaciones. También hemos enviado un mensaje a las unidades de la Luftwaffe indicándoles que se preparen para operar junto con la Regia Aeronautica italiana contra Alejandría para crear distracción. He pedido al Almirante Marschall que se ponga en contacto con sus compañeros de Supermarina advirtiéndoles de que vamos a atacar Alejandría, para que aprovechen para enviar suministros a Libia. También he pedido al ministro francés, Laval, que informe a Darlan que nuestros espías han descubierto que los ingleses van a intentar abordar los barcos franceses una vez estén desmilitarizados.
—¿Qué pretende con todo ese montaje? —pregunta Von Manstein.
—General, los ingleses tal vez supongan que todo esto sea una trampa. Pero creemos que han roto nuestra cifra diplomática y la de la Luftwaffe. Si al mismo tiempo los italianos empiezan a mover barcos y los franceses empiezan a parlotear entre Tolón y Alejandría, los ingleses sumarán dos y dos… y obtendrán cinco.
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¿Vamos o no?
3 de Agosto de 1940
Las reuniones con Stalin siempre eran peligrosas. Muchos de los que se habían sentado en esas sillas habían acabado con un disparo en la cabeza. Por eso la prudencia era la guía de los asistentes.
El Comisario para Asuntos Exteriores, Molotov, explicó a Stalin las pretensiones alemanas: querían crear una unión paneuropea encabezada por Alemania y dirigida contra la democracia capitalista, pero que en ningún caso rivalizaría con la Unión Soviética. Los alemanes decían que Europa necesitaba espacio para colonizarlo con los excedentes de población y para conseguir materias primas, pero que las antiguas colonias francesas e inglesas eran suficientes para muchas generaciones. Tampoco pretendían sustituir la tradicional influencia rusa en los Balcanes. Deseaban mantener e incluso ampliar las actuales relaciones comerciales con la Unión Soviética, y proponían construir con capital alemán un nuevo oleoducto entre Bakú y el Mar Negro, así como patrocinar la realización de prospecciones petrolíferas.
Sin embargo, Alemania deseaba que se frenase la expansión soviética en Europa, y consideraba que las anexiones de Carelia, los estados bálticos, parte de Polonia y Moldavia eran suficientes, y que subsiguientes expansiones serían vistas como una amenaza por los países europeos. En su lugar, recomendaba la expansión en Asia Central, Mongolia y China, para lo que contarían con el apoyo alemán.
Stalin dudó de las intenciones alemanas. La unión paneuropea era una amenaza muy grave para la Unión Soviética, especialmente si incluía a los países balcánicos. En cualquier caso la unión sería un enemigo mucho más peligroso que Alemania o Italia por separado, por lo que preguntó al Comisario Popular de Defensa, Timoshenko, sobre el estado de los preparativos militares soviéticos tras los fracasos sufridos en la Guerra de Invierno con Finlandia.
Timoshenko reconoció que el Ejército Rojo había mostrado debilidades muy preocupantes durante los combates en Carelia, y que no estaba preparado para el nuevo estilo de guerra que habían usado los alemanes en Polonia y Francia. Se estaban reorganizando las unidades de tanques, y equipando con nuevo material. Pero hasta el año siguiente sería mejor evitar las acciones ofensivas.
Stalin, inquieto, preguntó al Comisario Popular de Asuntos Internos, Beria, sobre los posibles preparativos alemanes. Este le tranquilizó, asegurándole que no había movimientos de tropas en el Este de Europa. La mayor parte del Ejército alemán seguía en Francia, preparándose para la invasión de Inglaterra, o había vuelto a sus cuarteles de Alemania. Beria informó a Stalin que Alemania esperaba lanzar la invasión a finales de Septiembre y, si no era posible, en la primavera de 1941.
Stalin preguntó a Timoshenko sobre la posibilidad de intervenir en los Balcanes aprovechando las operaciones alemanas en Inglaterra. Ya se había intentado en Junio de 1940, durante la ofensiva alemana en Francia. Se creía que las operaciones durarían meses o años, dando la oportunidad al Ejército Rojo, que procedió a ocupar Besarabia. Pero el inesperado derrumbamiento de Francia aconsejó detenerse.
Timoshenko informó a Stalin que las operaciones alemanas en Inglaterra requerirían una fracción importante de su ejército, y dada la inferioridad naval alemana seguramente no serían fáciles, por lo que podría actuarse contra Rumania aunque la mayor parte del Ejército Rojo aun no estuviese preparado. Pero si esa intervención conllevaba una respuesta unida de los países europeos, sería peligroso.
Molotov alentó a Stalin a mantener buenas relaciones con Alemania, al menos temporalmente, mientras se reconstituía el Ejército Rojo, y esperase a que la unión paneuropea se desintegrase, suceso muy probable dadas las contradicciones sociales de los estados miembros. Mientras sería mejor seguir actuando como fieles amigos. Recomendaba mantener e incluso ampliar las relaciones comerciales, enviando observadores a Aquisgrán, aunque llegasen con un retraso que se podría justificar por el poco tiempo disponible.
3 de Agosto de 1940
Las reuniones con Stalin siempre eran peligrosas. Muchos de los que se habían sentado en esas sillas habían acabado con un disparo en la cabeza. Por eso la prudencia era la guía de los asistentes.
El Comisario para Asuntos Exteriores, Molotov, explicó a Stalin las pretensiones alemanas: querían crear una unión paneuropea encabezada por Alemania y dirigida contra la democracia capitalista, pero que en ningún caso rivalizaría con la Unión Soviética. Los alemanes decían que Europa necesitaba espacio para colonizarlo con los excedentes de población y para conseguir materias primas, pero que las antiguas colonias francesas e inglesas eran suficientes para muchas generaciones. Tampoco pretendían sustituir la tradicional influencia rusa en los Balcanes. Deseaban mantener e incluso ampliar las actuales relaciones comerciales con la Unión Soviética, y proponían construir con capital alemán un nuevo oleoducto entre Bakú y el Mar Negro, así como patrocinar la realización de prospecciones petrolíferas.
Sin embargo, Alemania deseaba que se frenase la expansión soviética en Europa, y consideraba que las anexiones de Carelia, los estados bálticos, parte de Polonia y Moldavia eran suficientes, y que subsiguientes expansiones serían vistas como una amenaza por los países europeos. En su lugar, recomendaba la expansión en Asia Central, Mongolia y China, para lo que contarían con el apoyo alemán.
Stalin dudó de las intenciones alemanas. La unión paneuropea era una amenaza muy grave para la Unión Soviética, especialmente si incluía a los países balcánicos. En cualquier caso la unión sería un enemigo mucho más peligroso que Alemania o Italia por separado, por lo que preguntó al Comisario Popular de Defensa, Timoshenko, sobre el estado de los preparativos militares soviéticos tras los fracasos sufridos en la Guerra de Invierno con Finlandia.
Timoshenko reconoció que el Ejército Rojo había mostrado debilidades muy preocupantes durante los combates en Carelia, y que no estaba preparado para el nuevo estilo de guerra que habían usado los alemanes en Polonia y Francia. Se estaban reorganizando las unidades de tanques, y equipando con nuevo material. Pero hasta el año siguiente sería mejor evitar las acciones ofensivas.
Stalin, inquieto, preguntó al Comisario Popular de Asuntos Internos, Beria, sobre los posibles preparativos alemanes. Este le tranquilizó, asegurándole que no había movimientos de tropas en el Este de Europa. La mayor parte del Ejército alemán seguía en Francia, preparándose para la invasión de Inglaterra, o había vuelto a sus cuarteles de Alemania. Beria informó a Stalin que Alemania esperaba lanzar la invasión a finales de Septiembre y, si no era posible, en la primavera de 1941.
Stalin preguntó a Timoshenko sobre la posibilidad de intervenir en los Balcanes aprovechando las operaciones alemanas en Inglaterra. Ya se había intentado en Junio de 1940, durante la ofensiva alemana en Francia. Se creía que las operaciones durarían meses o años, dando la oportunidad al Ejército Rojo, que procedió a ocupar Besarabia. Pero el inesperado derrumbamiento de Francia aconsejó detenerse.
Timoshenko informó a Stalin que las operaciones alemanas en Inglaterra requerirían una fracción importante de su ejército, y dada la inferioridad naval alemana seguramente no serían fáciles, por lo que podría actuarse contra Rumania aunque la mayor parte del Ejército Rojo aun no estuviese preparado. Pero si esa intervención conllevaba una respuesta unida de los países europeos, sería peligroso.
Molotov alentó a Stalin a mantener buenas relaciones con Alemania, al menos temporalmente, mientras se reconstituía el Ejército Rojo, y esperase a que la unión paneuropea se desintegrase, suceso muy probable dadas las contradicciones sociales de los estados miembros. Mientras sería mejor seguir actuando como fieles amigos. Recomendaba mantener e incluso ampliar las relaciones comerciales, enviando observadores a Aquisgrán, aunque llegasen con un retraso que se podría justificar por el poco tiempo disponible.
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La espada y la pared
11 de Agosto de 1940
—Cuéntame, Ramón ¿Qué tal en Aquisgrán? Supongo que lo de Alejandría sería una conmoción.
—No te lo imaginas, Paco. —Ramón Serrano Súñer, Ministro de Gobernación y cuñado de Franco, era de los pocos que se atrevían a tutearle—. Si lo de Mazalquivir ya fue malo, esto resultó peor. El relato del embajador francés fue espeluznante. Según dijo los ingleses trataron de abordar la flota francesa en Alejandría por sorpresa. Los franceses estaban al tanto y se resistieron. Entonces, toda la flota británica disparó a bocajarro contra los barcos franceses, como si tuviesen prisa por hundirlos. Ha sido un matadero. Puedes suponer lo enfadados que estaban los franceses.
—Ramón, no entiendo a los ingleses. O están desesperados, o ese Churchill está loco. Primero atacan a la flota francesa en Mazalquivir. Luego hunden nuestro Castillo de Bellver, y no contentos con eso, nos retiran los Navycerts y nos bloquean, como si no supiesen que eso nos llevará al hambre. Luego cometen esa atrocidad en Alejandría ¿Qué pretenden? Benjumea me ha informado que si se mantiene el bloqueo inglés las reservas de petróleo durarán apenas dos meses, y las de carbón, cuatro. Y cuando se acaben ya no podremos distribuir alimentos ni hacer nada.
—O sea, que nos ponen entre la espada y la pared —dice Serrano Súñer.
—Ni siquiera eso, no nos están dando alternativas. Es como si deseasen que España entrase en guerra. Los ingleses siempre han aprovechado cualquier pretexto para robar alguna parte de España, y creo que esta vez quieren robarnos las Canarias. Yo creo que una nueva guerra no le conviene a España, pero seguir así será catastrófico ¿conseguiste algo de ese Von Papen?
—Von Papen apunta como el próximo ministro de Asuntos Exteriores. Por lo menos, se comporta como tal. Ribbentrop ni siquiera estuvo en Aquisgrán porque según dijeron está recuperándose de sus heridas. Por lo menos Von Papen es católico y un amigo de España. Nos ha ofrecido cien mil toneladas de petróleo y un millón de toneladas de trigo procedentes de las reservas alemanas.
—No será a cambio de nada. Querrán que declaremos la guerra a los ingleses.
—Pues eso es lo sorprendente es que no. Nos pide que nos unamos a la declaración final de la Asamblea, a algo que pretenden llamar “Pacto de Aquisgrán”. Ese pacto va a ser un tratado de mutua defensa, no un pacto ofensivo. Es decir, que no estaremos obligados a atacar a los ingleses pero, si son ellos los que nos atacan, Alemania e Italia nos apoyarán. Y también Francia, porque es casi seguro que declare la guerra a Inglaterra.
Franco está pensativo— ¿No nos piden nada más?
—Sí, otro detalle: que exijamos la aplicación estricta de los términos del tratado de Utrech sobre Gibraltar. Alemania y todos los firmantes del Pacto de Aquisgrán nos apoyarán. Según los términos del tratado los ingleses estarán obligados a abandonar la zona neutral y no podrán usar la bahía de Algeciras como fondeadero. Ese Von Papen es muy cuco, si los ingleses lo aceptan Gibraltar quedará neutralizado. Si no lo aceptan, sugiere que usemos medios pacíficos. Por ejemplo, minar la bahía, que al fin y al cabo son aguas territoriales españolas.
—Lo que me temo es que todo este asunto nos llevará a la guerra.
—Paco, yo creo que la guerra es inevitable. La diferencia es que si nos unimos ahora a Alemania, seremos uno de los vencedores y podremos exigir nuestra recompensa. Si nos meten a la fuerza, no tendremos ni las migajas. Como en 1814, que ganamos la guerra a Napoleón pero perdimos un Imperio.
Franco sigue dudando—. Creo que para España será mejor la neutralidad, pero solo si nos dejan. Le diré a Beigbeder que hable con el embajador de Estados Unidos para que les diga a sus primos que si finalizan el bloqueo y expenden nuevos Navycerts, consideraríamos nuestra postura en Aquisgrán. Pero que queremos una respuesta antes del final de la Asamblea.
11 de Agosto de 1940
—Cuéntame, Ramón ¿Qué tal en Aquisgrán? Supongo que lo de Alejandría sería una conmoción.
—No te lo imaginas, Paco. —Ramón Serrano Súñer, Ministro de Gobernación y cuñado de Franco, era de los pocos que se atrevían a tutearle—. Si lo de Mazalquivir ya fue malo, esto resultó peor. El relato del embajador francés fue espeluznante. Según dijo los ingleses trataron de abordar la flota francesa en Alejandría por sorpresa. Los franceses estaban al tanto y se resistieron. Entonces, toda la flota británica disparó a bocajarro contra los barcos franceses, como si tuviesen prisa por hundirlos. Ha sido un matadero. Puedes suponer lo enfadados que estaban los franceses.
—Ramón, no entiendo a los ingleses. O están desesperados, o ese Churchill está loco. Primero atacan a la flota francesa en Mazalquivir. Luego hunden nuestro Castillo de Bellver, y no contentos con eso, nos retiran los Navycerts y nos bloquean, como si no supiesen que eso nos llevará al hambre. Luego cometen esa atrocidad en Alejandría ¿Qué pretenden? Benjumea me ha informado que si se mantiene el bloqueo inglés las reservas de petróleo durarán apenas dos meses, y las de carbón, cuatro. Y cuando se acaben ya no podremos distribuir alimentos ni hacer nada.
—O sea, que nos ponen entre la espada y la pared —dice Serrano Súñer.
—Ni siquiera eso, no nos están dando alternativas. Es como si deseasen que España entrase en guerra. Los ingleses siempre han aprovechado cualquier pretexto para robar alguna parte de España, y creo que esta vez quieren robarnos las Canarias. Yo creo que una nueva guerra no le conviene a España, pero seguir así será catastrófico ¿conseguiste algo de ese Von Papen?
—Von Papen apunta como el próximo ministro de Asuntos Exteriores. Por lo menos, se comporta como tal. Ribbentrop ni siquiera estuvo en Aquisgrán porque según dijeron está recuperándose de sus heridas. Por lo menos Von Papen es católico y un amigo de España. Nos ha ofrecido cien mil toneladas de petróleo y un millón de toneladas de trigo procedentes de las reservas alemanas.
—No será a cambio de nada. Querrán que declaremos la guerra a los ingleses.
—Pues eso es lo sorprendente es que no. Nos pide que nos unamos a la declaración final de la Asamblea, a algo que pretenden llamar “Pacto de Aquisgrán”. Ese pacto va a ser un tratado de mutua defensa, no un pacto ofensivo. Es decir, que no estaremos obligados a atacar a los ingleses pero, si son ellos los que nos atacan, Alemania e Italia nos apoyarán. Y también Francia, porque es casi seguro que declare la guerra a Inglaterra.
Franco está pensativo— ¿No nos piden nada más?
—Sí, otro detalle: que exijamos la aplicación estricta de los términos del tratado de Utrech sobre Gibraltar. Alemania y todos los firmantes del Pacto de Aquisgrán nos apoyarán. Según los términos del tratado los ingleses estarán obligados a abandonar la zona neutral y no podrán usar la bahía de Algeciras como fondeadero. Ese Von Papen es muy cuco, si los ingleses lo aceptan Gibraltar quedará neutralizado. Si no lo aceptan, sugiere que usemos medios pacíficos. Por ejemplo, minar la bahía, que al fin y al cabo son aguas territoriales españolas.
—Lo que me temo es que todo este asunto nos llevará a la guerra.
—Paco, yo creo que la guerra es inevitable. La diferencia es que si nos unimos ahora a Alemania, seremos uno de los vencedores y podremos exigir nuestra recompensa. Si nos meten a la fuerza, no tendremos ni las migajas. Como en 1814, que ganamos la guerra a Napoleón pero perdimos un Imperio.
Franco sigue dudando—. Creo que para España será mejor la neutralidad, pero solo si nos dejan. Le diré a Beigbeder que hable con el embajador de Estados Unidos para que les diga a sus primos que si finalizan el bloqueo y expenden nuevos Navycerts, consideraríamos nuestra postura en Aquisgrán. Pero que queremos una respuesta antes del final de la Asamblea.
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Pacto
15 de Agosto de 1940
“Las Partes Contratantes,
Reafirmando su aspiración de crear un sistema de seguridad colectiva en Europa, basado en la participación de todos los Estados europeos, con independencia de su régimen social y político, que les permitiría unir sus esfuerzos en el interés de asegurar la paz en Europa;
Teniendo en cuenta que la situación actual de conflicto se debe a que el Reino Unido de la Gran Bretaña está formando una organización militar, con la ayuda de gobiernos títeres, que le permita mantener su dominio mundial impidiendo las justas aspiraciones de los pueblos europeos.
Convencidas de que en estas circunstancias los Estados Europeos amantes de la paz deben tomar las medidas necesarias para asegurar su seguridad y promover el mantenimiento de la paz en Europa;
Guiándose en los propósitos y principios de la Sociedad de las Naciones.
Deseosas de fortalecer y desarrollar aún más la amistad, cooperación y asistencia mutua conforme a los principios del respeto a la independencia y soberanía de los Estados y de la no intervención en sus asuntos internos.
Han resuelto concluir el presente Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua, y con tal propósito han nombrado como sus Plenipotenciarios.
Quienes, después de haber presentado sus plenos poderes y hallarlos en buena y debida forma, han convenido en lo siguiente:
Artículo 1
Las Partes Contratantes se comprometen a abstenerse en sus relaciones internacionales de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza y a arreglar sus controversias internacionales por medios pacíficos, de tal manera que no se pongan en peligro la paz y la seguridad internacionales.
Artículo 2
Las Partes Contratantes declaran que están prestas a participar, en el espíritu de una sincera colaboración, en toda acción internacional que tenga por objeto asegurar la paz y la seguridad internacionales; y que consagrarán por completo sus esfuerzos a la realización de tal objetivo.
A ese efecto, las Partes Contratantes tratarán, de acuerdo con los otros Estados que deseen colaborar en esta obra, de que se adopten medidas efectivas para la reducción general de armamentos, y para la prohibición de las armas químicas y microbiológicas.
Artículo 3
Las Partes Contratantes se consultarán mutuamente sobre todas las cuestiones internacionales importantes que afecten a sus intereses comunes, con miras al fortalecimiento de la paz y la seguridad internacionales.
Las Parles Contratantes se consultarán inmediatamente cada vez que, en opinión de una de ellas, surja una amenaza de ataque armado contra uno o varios Estados Partes en el Tratado, a fin de proveer para la defensa colectiva y de mantener la paz y seguridad
Artículo 4
En cada caso de ataque armado contra uno o varios de los Estados Partes en el Tratado, por cualquier Estado o grupo de Estados, cada Estado Parte en el Tratado, en el ejercicio de su derecho de legítima defensa individual o colectiva, prestará al Estado o Estados víctimas de tal ataque una inmediata asistencia, individualmente o por acuerdo con los otros Estados Partes en el Tratado, por todos los medios que considere necesarios, incluso el uso de la fuerza armada. Los Estados Partes en el Tratado se consultarán inmediatamente sobre las medidas colectivas necesarias para restablecer y mantener la paz y la seguridad internacionales. Las medidas tomadas de acuerdo con este artículo se comunicarán a la representación permanente de la Asamblea Paneuropea. Tales medidas quedarán sin efecto tan pronto la Asamblea haya tomado la acción necesaria para el restablecimiento de la paz y la seguridad internacionales.
Artículo 5
Las Partes Contratantes han convenido en crear un Mando Unificado de las fuerzas armadas que se colocarán por acuerdo entre aquellas bajo sus órdenes, actuando sobre la base de principios establecidos de común acuerdo. Tomarán, asimismo, cualquiera otra acción concertada que se re quiera para reforzar su capacidad defensiva, a fin de proteger el trabajo pacífico de sus pueblos, garantizar la integridad de sus fronteras y territorios y asegurar la defensa contra cualquier agresión eventual.
Artículo 6
A los efectos de las consultas previstas en este Tratado entre los Estados Partes en el mismo, y para examinar las cuestiones que surjan en el curso de su aplicación, se crea una Comisión Consultiva Política, en la cual cada Estado Parte estará representado por un miembro del Gobierno o por otro representante nombrado especialmente.
Esta Comisión puede crear los órganos auxiliares que juzgue necesarios.
Artículo 7
Las Partes Contratantes se comprometen a no participar en ninguna coalición o alianza, y a no concluir ningún convenio cuyos propósitos estén en contradicción con los de este Tratado.
Las Partes Contratantes declaran que las obligaciones contraídas por ellas en virtud de tratados internacionales vigentes no son incompatibles con las disposiciones del presente Tratado.
Artículo 8
Las Partes Contratantes declaran que se conducirán en un espíritu de amistad y cooperación con el objeto de promover un mayor desarrollo y fortalecimiento de los lazos económicos y culturales entre ellas existentes, conforme a los principios de mutuo respeto de su independencia y soberanía y de no intervención en sus asuntos internos.
Artículo 9
El presente Tratado queda abierto a la adhesión de otros Estados Europeos, independientemente de su régimen social y político, que declaren su disposición a contribuir, participando en el presente Tratado, a la unión de esfuerzos de los Estados amantes de la paz para asegurar la paz y seguridad de los pueblos. Esta adhesión entrará en vigor con el consentimiento de los Estados Partes en el Tratado, una vez que los instrumentos de adhesión hayan sido depositados cerca del Gobierno del Reich Alemán.
Artículo 10
El presente Tratado queda sometido a ratificación y los instrumentos de ratificación se depositarán cerca del Gobierno del Reich Alemán.
El Tratado entrará en vigor el día del depósito del último instrumento de ratificación. El Gobierno del Reich Alemán informará a los otros Estados Partes en el Tratado del depósito de cada instrumento.
Artículo 11
El presente Tratado permanecerá en vigor durante diez años. Para las Partes Contratantes que un año antes de la expiración de este período no hayan enviado al Gobierno del Reich Alemán una declaración denunciando el Tratado, permanecerá en vigor durante los cinco años siguientes. Caso de crearse en Europa un sistema de seguridad colectiva y de que se concluya con este objeto un Tratado general europeo sobre seguridad colectiva, a lo que tenderán invariablemente los esfuerzos de las Partes Contratantes, el presente Tratado perderá su fuerza desde el día de entrada en vigor del Tratado general europeo.
Hecho en Aquisgrán el 21 de agosto de 1940, en seis ejemplares: alemán, italiano, francés, español, inglés y ruso, todos ellos igualmente auténticos. Copias certificadas del presente Tratado se enviarán por el Gobierno del Reich Alemán a los otros signatarios.
En fe de lo cual los Plenipotenciarios han firmado y sellado este Tratado.”
15 de Agosto de 1940
“Las Partes Contratantes,
Reafirmando su aspiración de crear un sistema de seguridad colectiva en Europa, basado en la participación de todos los Estados europeos, con independencia de su régimen social y político, que les permitiría unir sus esfuerzos en el interés de asegurar la paz en Europa;
Teniendo en cuenta que la situación actual de conflicto se debe a que el Reino Unido de la Gran Bretaña está formando una organización militar, con la ayuda de gobiernos títeres, que le permita mantener su dominio mundial impidiendo las justas aspiraciones de los pueblos europeos.
Convencidas de que en estas circunstancias los Estados Europeos amantes de la paz deben tomar las medidas necesarias para asegurar su seguridad y promover el mantenimiento de la paz en Europa;
Guiándose en los propósitos y principios de la Sociedad de las Naciones.
Deseosas de fortalecer y desarrollar aún más la amistad, cooperación y asistencia mutua conforme a los principios del respeto a la independencia y soberanía de los Estados y de la no intervención en sus asuntos internos.
Han resuelto concluir el presente Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua, y con tal propósito han nombrado como sus Plenipotenciarios.
Quienes, después de haber presentado sus plenos poderes y hallarlos en buena y debida forma, han convenido en lo siguiente:
Artículo 1
Las Partes Contratantes se comprometen a abstenerse en sus relaciones internacionales de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza y a arreglar sus controversias internacionales por medios pacíficos, de tal manera que no se pongan en peligro la paz y la seguridad internacionales.
Artículo 2
Las Partes Contratantes declaran que están prestas a participar, en el espíritu de una sincera colaboración, en toda acción internacional que tenga por objeto asegurar la paz y la seguridad internacionales; y que consagrarán por completo sus esfuerzos a la realización de tal objetivo.
A ese efecto, las Partes Contratantes tratarán, de acuerdo con los otros Estados que deseen colaborar en esta obra, de que se adopten medidas efectivas para la reducción general de armamentos, y para la prohibición de las armas químicas y microbiológicas.
Artículo 3
Las Partes Contratantes se consultarán mutuamente sobre todas las cuestiones internacionales importantes que afecten a sus intereses comunes, con miras al fortalecimiento de la paz y la seguridad internacionales.
Las Parles Contratantes se consultarán inmediatamente cada vez que, en opinión de una de ellas, surja una amenaza de ataque armado contra uno o varios Estados Partes en el Tratado, a fin de proveer para la defensa colectiva y de mantener la paz y seguridad
Artículo 4
En cada caso de ataque armado contra uno o varios de los Estados Partes en el Tratado, por cualquier Estado o grupo de Estados, cada Estado Parte en el Tratado, en el ejercicio de su derecho de legítima defensa individual o colectiva, prestará al Estado o Estados víctimas de tal ataque una inmediata asistencia, individualmente o por acuerdo con los otros Estados Partes en el Tratado, por todos los medios que considere necesarios, incluso el uso de la fuerza armada. Los Estados Partes en el Tratado se consultarán inmediatamente sobre las medidas colectivas necesarias para restablecer y mantener la paz y la seguridad internacionales. Las medidas tomadas de acuerdo con este artículo se comunicarán a la representación permanente de la Asamblea Paneuropea. Tales medidas quedarán sin efecto tan pronto la Asamblea haya tomado la acción necesaria para el restablecimiento de la paz y la seguridad internacionales.
Artículo 5
Las Partes Contratantes han convenido en crear un Mando Unificado de las fuerzas armadas que se colocarán por acuerdo entre aquellas bajo sus órdenes, actuando sobre la base de principios establecidos de común acuerdo. Tomarán, asimismo, cualquiera otra acción concertada que se re quiera para reforzar su capacidad defensiva, a fin de proteger el trabajo pacífico de sus pueblos, garantizar la integridad de sus fronteras y territorios y asegurar la defensa contra cualquier agresión eventual.
Artículo 6
A los efectos de las consultas previstas en este Tratado entre los Estados Partes en el mismo, y para examinar las cuestiones que surjan en el curso de su aplicación, se crea una Comisión Consultiva Política, en la cual cada Estado Parte estará representado por un miembro del Gobierno o por otro representante nombrado especialmente.
Esta Comisión puede crear los órganos auxiliares que juzgue necesarios.
Artículo 7
Las Partes Contratantes se comprometen a no participar en ninguna coalición o alianza, y a no concluir ningún convenio cuyos propósitos estén en contradicción con los de este Tratado.
Las Partes Contratantes declaran que las obligaciones contraídas por ellas en virtud de tratados internacionales vigentes no son incompatibles con las disposiciones del presente Tratado.
Artículo 8
Las Partes Contratantes declaran que se conducirán en un espíritu de amistad y cooperación con el objeto de promover un mayor desarrollo y fortalecimiento de los lazos económicos y culturales entre ellas existentes, conforme a los principios de mutuo respeto de su independencia y soberanía y de no intervención en sus asuntos internos.
Artículo 9
El presente Tratado queda abierto a la adhesión de otros Estados Europeos, independientemente de su régimen social y político, que declaren su disposición a contribuir, participando en el presente Tratado, a la unión de esfuerzos de los Estados amantes de la paz para asegurar la paz y seguridad de los pueblos. Esta adhesión entrará en vigor con el consentimiento de los Estados Partes en el Tratado, una vez que los instrumentos de adhesión hayan sido depositados cerca del Gobierno del Reich Alemán.
Artículo 10
El presente Tratado queda sometido a ratificación y los instrumentos de ratificación se depositarán cerca del Gobierno del Reich Alemán.
El Tratado entrará en vigor el día del depósito del último instrumento de ratificación. El Gobierno del Reich Alemán informará a los otros Estados Partes en el Tratado del depósito de cada instrumento.
Artículo 11
El presente Tratado permanecerá en vigor durante diez años. Para las Partes Contratantes que un año antes de la expiración de este período no hayan enviado al Gobierno del Reich Alemán una declaración denunciando el Tratado, permanecerá en vigor durante los cinco años siguientes. Caso de crearse en Europa un sistema de seguridad colectiva y de que se concluya con este objeto un Tratado general europeo sobre seguridad colectiva, a lo que tenderán invariablemente los esfuerzos de las Partes Contratantes, el presente Tratado perderá su fuerza desde el día de entrada en vigor del Tratado general europeo.
Hecho en Aquisgrán el 21 de agosto de 1940, en seis ejemplares: alemán, italiano, francés, español, inglés y ruso, todos ellos igualmente auténticos. Copias certificadas del presente Tratado se enviarán por el Gobierno del Reich Alemán a los otros signatarios.
En fe de lo cual los Plenipotenciarios han firmado y sellado este Tratado.”
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Crisis
25 de agosto de 1940
—¿Qué es toda esta basura? —El Premier británico, Sir Winston Churchill, golpeaba los papeles extendidos sobre la mesa—. Primero el pacto ese de las narices, lleno de palabrería sobre la paz, pero que quiere decir que media Europa se esclaviza al payaso de Goering. Luego el inicio de conversaciones de paz francoalemanas, seguidas por la petición de los franceses que dejemos de operar sobre su territorio, reclamándonos una compensación por sus buques. Ahora, la exigencia española de que abandonemos la zona neutral de Gibraltar y su bahía. Esto es una conspiración.
El nuevo Jefe del Estado Mayor Imperial, el General John Dill, estaba igual de preocupado—. Primer Ministro, está claro que ese Goering parecerá un fantoche, pero ha sido capaz de urdir toda esta trama. Con su generosidad se ha atraído a franceses y españoles. Y nosotros les hemos ayudado. Ya recomendé prudencia con lo de Canarias y Alejandría.
—¿Prudencia? —exclama Churchill—. Si hubiésemos sido prudentes los franceses hubiesen movido sus barcos hasta la bocana del puerto y lo hubiesen bloqueado. Y los españoles se hubiesen armado hasta los dientes. Solo nos han dejado una salida, y la usaremos. Halifax ¿quiénes son los firmantes del tratado?
El Vizconde Halifax miró con disgusto al Primer Ministro. Desde Mayo ya sabía que la guerra estaba perdida, pero el borracho de Churchill se negó a considerar cualquier negociación. Pero esto sería todavía peor, ahora tendría que tratar con Alemania y con sus satélites.
—Premier, por ahora son Alemania, Italia, Francia, España, Eslovaquia, Finlandia, Hungría, Rumania, Yugoslavia, Bulgaria, y el gobierno títere de Noruega. Casi toda Europa.
Churchill contestó—. Sin Alemania son un cero a la izquierda. Es a Alemania a quien tenemos que derrotar. Igual que en 1815, cuando Inglaterra sola pudo derrotar a Napoleón.
Halifax pensó que para derrotar a Napoleón habían muerto muchos más rusos, alemanes o españoles que ingleses, pero dejó seguir al Primer Ministro.
—Ahora Inglaterra está como en 1810, y luchará igual. Desangraremos a la bestia por mil heridas, y destruiremos a sus esbirros. Vamos a mantener los ataques contra los preparativos de invasión alemanes, y activaremos las operaciones Goldeneye, Monkey y Puma.
Halifax preguntó— ¿Goldeneye? ¿Monkey? ¿Puma? ¿Qué operaciones son esas?
Dill le contestó—. Vizconde, son operaciones encaminadas a garantizar la seguridad de Gibraltar. Goldeneye es la infiltración de comandos en Andalucía para sabotear instalaciones estratégicas. Monkey, la ocupación de las baterías costeras españolas. Puma, la invasión de Canarias.
Halifax se horrorizó— ¡Será un desastre! Todo el mundo se pondrá contra nosotros. Premier, usted no está capacitado para tomar una decisión tan grave, que debe ser votada por el Gabinete.
Churchill respondió—. Si lo desea, procederemos a una votación, pero creo que no será necesario —los dos representantes laboristas asintieron: con su apoyo Churchill ganaría cualquier moción—. Bien, veo que no va a ser precisa. El próximo 10 de Septiembre nuestro embajador en Lisboa presentará un ultimátum al gobierno de España exigiendo su retirada del Pacto de Aquisgrán, y al mismo tiempo una fuerza británica exigirá la rendición de Canarias.
25 de agosto de 1940
—¿Qué es toda esta basura? —El Premier británico, Sir Winston Churchill, golpeaba los papeles extendidos sobre la mesa—. Primero el pacto ese de las narices, lleno de palabrería sobre la paz, pero que quiere decir que media Europa se esclaviza al payaso de Goering. Luego el inicio de conversaciones de paz francoalemanas, seguidas por la petición de los franceses que dejemos de operar sobre su territorio, reclamándonos una compensación por sus buques. Ahora, la exigencia española de que abandonemos la zona neutral de Gibraltar y su bahía. Esto es una conspiración.
El nuevo Jefe del Estado Mayor Imperial, el General John Dill, estaba igual de preocupado—. Primer Ministro, está claro que ese Goering parecerá un fantoche, pero ha sido capaz de urdir toda esta trama. Con su generosidad se ha atraído a franceses y españoles. Y nosotros les hemos ayudado. Ya recomendé prudencia con lo de Canarias y Alejandría.
—¿Prudencia? —exclama Churchill—. Si hubiésemos sido prudentes los franceses hubiesen movido sus barcos hasta la bocana del puerto y lo hubiesen bloqueado. Y los españoles se hubiesen armado hasta los dientes. Solo nos han dejado una salida, y la usaremos. Halifax ¿quiénes son los firmantes del tratado?
El Vizconde Halifax miró con disgusto al Primer Ministro. Desde Mayo ya sabía que la guerra estaba perdida, pero el borracho de Churchill se negó a considerar cualquier negociación. Pero esto sería todavía peor, ahora tendría que tratar con Alemania y con sus satélites.
—Premier, por ahora son Alemania, Italia, Francia, España, Eslovaquia, Finlandia, Hungría, Rumania, Yugoslavia, Bulgaria, y el gobierno títere de Noruega. Casi toda Europa.
Churchill contestó—. Sin Alemania son un cero a la izquierda. Es a Alemania a quien tenemos que derrotar. Igual que en 1815, cuando Inglaterra sola pudo derrotar a Napoleón.
Halifax pensó que para derrotar a Napoleón habían muerto muchos más rusos, alemanes o españoles que ingleses, pero dejó seguir al Primer Ministro.
—Ahora Inglaterra está como en 1810, y luchará igual. Desangraremos a la bestia por mil heridas, y destruiremos a sus esbirros. Vamos a mantener los ataques contra los preparativos de invasión alemanes, y activaremos las operaciones Goldeneye, Monkey y Puma.
Halifax preguntó— ¿Goldeneye? ¿Monkey? ¿Puma? ¿Qué operaciones son esas?
Dill le contestó—. Vizconde, son operaciones encaminadas a garantizar la seguridad de Gibraltar. Goldeneye es la infiltración de comandos en Andalucía para sabotear instalaciones estratégicas. Monkey, la ocupación de las baterías costeras españolas. Puma, la invasión de Canarias.
Halifax se horrorizó— ¡Será un desastre! Todo el mundo se pondrá contra nosotros. Premier, usted no está capacitado para tomar una decisión tan grave, que debe ser votada por el Gabinete.
Churchill respondió—. Si lo desea, procederemos a una votación, pero creo que no será necesario —los dos representantes laboristas asintieron: con su apoyo Churchill ganaría cualquier moción—. Bien, veo que no va a ser precisa. El próximo 10 de Septiembre nuestro embajador en Lisboa presentará un ultimátum al gobierno de España exigiendo su retirada del Pacto de Aquisgrán, y al mismo tiempo una fuerza británica exigirá la rendición de Canarias.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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