El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
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- Teniente Primero
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
La historia es fantastica y puedo jartarme de haber leido mucho de ella antes que nadie
Espero ansioso el desenlace.
Saludos Luis
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Saludos Luis
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- General de Ejército
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Aquí aun queda mucha tela que cortar. En el otro foro algo menos.
Saludos
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Tu regere imperio fluctus Hispane memento
- Luis M. García
- Almirante General
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Domper escribió:¿Improbable por qué?
Pues hombre, comenzando con que al usar una Laffite las probabilidades de que resultara herido o muerto quien la lanzaba eran bastante altas...
Reconozco que la premisa de la que parto es muy restrictiva.
La cuestión es de salud mental: yo no puedo imaginar una ucronía con el Reich por medio y con genocidio.
Hombre, no es que sea restrictiva, es que a mi entender la personalidad de Goering no daba para tanto, aunque no fuera el fantoche gordinflón y hedonista que aparentó, tampoco era un figura tan fino como tú pintas. Creo que su auténtica talla se vio durante el proceso de Nüremberg, donde demostró inteligencia y capacidad de liderazgo, pero creo que más limitada de la que tú le concedes, lo que no deja de ser mi opinión, por supuesto. Lógicamente la hipótesis de la desaparición física de Hitler resulta insoslayable y además perfectamente plausible, creo que es mejor solución que hacerle ser quien no fue. Y una vez Adolf fuera de juego pues efectivamente su sucesor natural es el Reichsmarschall, pero lo que ya es menos plausible es eso de que Himmler y Heydrich se volvieran tarumbas e intentaran dar un golpe, sobre todo el segundo, porque al primero sí que le faltaban un par de hervores.
En fin, en todo caso el relato es tuyo y como ya te he dicho lo has estructurado bastante bien y está muy ameno.
Saludos y a ello.
Qué gran vasallo, si hubiese buen señor...
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- General de Ejército
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Yo creía que quedaba claro que la misión era suicida, y además que en el maletín no solo había bombas de mano, medio un poco inseguro (salvo que te abraces a la víctima y hagas estallar la bomba).
De Goering, pues no lo sé. La verdad es que pocos candidatos había, y ya he dicho el motivo por el que he forzado el suceso. Pero ¿crees que Himmler hubiese dejado ascender a Goering así como así, sin intentar apartarlo del poder?
Saludos
De Goering, pues no lo sé. La verdad es que pocos candidatos había, y ya he dicho el motivo por el que he forzado el suceso. Pero ¿crees que Himmler hubiese dejado ascender a Goering así como así, sin intentar apartarlo del poder?
Saludos
Última edición por Domper el 12 Feb 2015, 12:59, editado 1 vez en total.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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Capítulo 6. Otros sitios
Dinamismo
23 de Septiembre de 1940
Diario del Conde Ciano.
“El Jueves llegó la delegación alemana para preparar las operaciones conjuntas en Egipto. Falta que hacía, porque Graziani solo había empezado a moverse la semana anterior cuando el Duce le amenazó con relevarle. Pero para lo que hizo, mejor hubiese sido que se hubiese quedado en sus cuarteles. Sus tropas avanzaron tímidamente unos pocos kilómetros y se detuvieron. Graziani dijo que sus tropas estaban exhaustas y que se iba a atrincherar. Un ejército de 200.000 soldados para conquistar cien kilómetros de desierto. La situación en Libia no era nada satisfactoria, y se esperaba que los alemanes nos pusiesen en evidencia.
Pero algo había pasado con esos arrogantes germanos, porque los que llegaron eran todo amabilidad. Formaban la delegación el general de la Luftwaffe Keseslring, que iba a mandar las unidades aéreas alemanas en el Mediterráneo, y el Coronel General Von Manstein, que debía estar al mando de las fuerzas terrestres en África. A Von Manstein le acompañaba el general Rommel, que por lo visto es un oficial de tanques que se ha distinguido en Francia y que va a dirigir el contingente alemán.
La delegación se dirigió al Ministerio del Ejército, y empezaron a abrumar al pobre Badoglio con demandas sobre la red de ferrocarriles italiana, la capacidad de carga de los puertos del Sur de Italia y de Libia, la disponibilidad de buques de transporte, de combustibles, de todo. Tienen la intención de enviar a Libia unidades alemanas en el plazo más corto posible para presionar a los ingleses. También quieren enviar un grupo aéreo a Sicilia para controlar el Mediterráneo Central.
Los alemanes nos comunicaron que tenían intención de desplegar en África un ejército formidable: tres divisiones Panzer y dos divisiones de infantería motorizada. Los oficiales de Badoglio intentaron impedirlo, indicando las dificultades que supondría abastecer cien mil hombres más en Libia. Pero los alemanes se las sabían todas, e indicaron que en los dos meses de guerra apenas se habían enviado 50.000 toneladas de suministros a Libia, cuando la capacidad era de por lo menos 150.000 toneladas mensuales. Badoglio siguió objetando, y los alemanes acudieron al mismísimo Duce, que desautorizó a Badoglio.
El domingo llegó al Brennero el primer tren cargado de tanques y cañones, de los muchos que están empezando a recorrer nuestras tierras. Algo se va a mover en África.”
Dinamismo
23 de Septiembre de 1940
Diario del Conde Ciano.
“El Jueves llegó la delegación alemana para preparar las operaciones conjuntas en Egipto. Falta que hacía, porque Graziani solo había empezado a moverse la semana anterior cuando el Duce le amenazó con relevarle. Pero para lo que hizo, mejor hubiese sido que se hubiese quedado en sus cuarteles. Sus tropas avanzaron tímidamente unos pocos kilómetros y se detuvieron. Graziani dijo que sus tropas estaban exhaustas y que se iba a atrincherar. Un ejército de 200.000 soldados para conquistar cien kilómetros de desierto. La situación en Libia no era nada satisfactoria, y se esperaba que los alemanes nos pusiesen en evidencia.
Pero algo había pasado con esos arrogantes germanos, porque los que llegaron eran todo amabilidad. Formaban la delegación el general de la Luftwaffe Keseslring, que iba a mandar las unidades aéreas alemanas en el Mediterráneo, y el Coronel General Von Manstein, que debía estar al mando de las fuerzas terrestres en África. A Von Manstein le acompañaba el general Rommel, que por lo visto es un oficial de tanques que se ha distinguido en Francia y que va a dirigir el contingente alemán.
La delegación se dirigió al Ministerio del Ejército, y empezaron a abrumar al pobre Badoglio con demandas sobre la red de ferrocarriles italiana, la capacidad de carga de los puertos del Sur de Italia y de Libia, la disponibilidad de buques de transporte, de combustibles, de todo. Tienen la intención de enviar a Libia unidades alemanas en el plazo más corto posible para presionar a los ingleses. También quieren enviar un grupo aéreo a Sicilia para controlar el Mediterráneo Central.
Los alemanes nos comunicaron que tenían intención de desplegar en África un ejército formidable: tres divisiones Panzer y dos divisiones de infantería motorizada. Los oficiales de Badoglio intentaron impedirlo, indicando las dificultades que supondría abastecer cien mil hombres más en Libia. Pero los alemanes se las sabían todas, e indicaron que en los dos meses de guerra apenas se habían enviado 50.000 toneladas de suministros a Libia, cuando la capacidad era de por lo menos 150.000 toneladas mensuales. Badoglio siguió objetando, y los alemanes acudieron al mismísimo Duce, que desautorizó a Badoglio.
El domingo llegó al Brennero el primer tren cargado de tanques y cañones, de los muchos que están empezando a recorrer nuestras tierras. Algo se va a mover en África.”
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La calma antes de la tempestad
27 de Septiembre de 1940
“Gran Bretaña:
El enemigo continua su ofensiva aérea contra los aeródromos de West Anglia, aunque el mal tiempo está dificultando sus operaciones. La retirada del Mando de Cazas de los aeródromos próximos a la costa está complicando las operaciones sobre el Canal, donde se han repetido los ataques con bombarderos Stuka contra las defensas costeras.
Tras los dos grandes ataques sobre Londres de hace quince días la Luftwaffe no ha lanzado nuevas incursiones a gran escala sobre la capital, pero envía todas las noches un pequeño grupo de bombarderos, probablemente no con el objetivo de causar daños tangibles sino para impedir el descanso de los civiles.
El Coastal Command y el Bomber Command han continuado bombardeando los puertos del Canal destruyendo un importante número de embarcaciones de asalto, aunque a costa de serias pérdidas. El Bomber Command ha efectuado dos incursiones más contra Berlín y una contra Kiel.
Aunque un gran contingente alemán sigue desplegado en los aledaños del Canal de la Mancha parte de las embarcaciones de asalto han sido desplazadas a puertos más resguardados de nuestros ataques. Por eso se cree que los alemanes han desistido de sus intenciones de desembarcar en Inglaterra este año. Sin embargo, no disponemos de confirmación de las intenciones alemanas. Las lanchas de asalto podrían ser trasladadas a la costa en un plazo breve, y la división paracaidista alemana sigue desplegada en la periferia de París. Por ello se cree que aunque no hay peligro inminente de invasión, la situación podría cambiar en pocos días.
Es preciso mantener la defensa de Inglaterra mediante unidades aéreas, navales y terrestres, al menos hasta que el mal tiempo impida las operaciones, y teniendo en cuenta que los ataques pueden empeorar en periodos de buen tiempo.
Atlántico:
Han seguido los ataques contra buques principalmente por submarinos aunque los ataques por aviones de gran radio de acción se están haciendo más frecuentes. Los ataques se producen sobre todo contra mercantes navegando independientemente, pero el convoy HX–72 perdió once buques la semana pasada. No sabemos si se repetirán los ataques a convoyes escoltados.
En el Sur del Atlántico y el Índico se han producido varios ataques atribuidos a cruceros auxiliares camuflados.
Gibraltar:
El avance en Andalucía de los primeros días resultó muy exitoso, penetrando casi 5 km en territorio español, lo que impide el emplazamiento de la artillería pesada enemiga. Sin embargo se han producido repetidos bombardeos aéreos que aunque no han afectado a las instalaciones subterráneas han destruido parte de la ciudad y de los muelles. Nuestra artillería sigue bloqueando la navegación por el Estrecho y ha librado duelos con baterías españolas de la otra orilla, sin consecuencias. La guarnición dispone de recursos para persistir durante seis meses. No se han producido intentos de asalto españoles.
Canarias:
Tras la toma de la ciudad de Las Palmas parte de los españoles se retiraron a las fortificaciones de “La Isleta”, desde donde dominaban la bahía. Hasta que los últimos defensores no capitularon el día 17 no ha sido posible usar el puerto, que ha sufrido graves daños al ser demolidas gran parte de las instalaciones. El resto de las tropas españolas se han retirado al interior montañoso. Una columna ha intentado reducirlos, pero ha sido detenida por la fuerte defensa y lo difícil del terreno. Siguen las obras para reconstruir el aeródromo de Gando, y se espera que la próxima semana sea parcialmente operativo. La población civil resulta indiferente a nuestras tropas. En Las Palmas se han repetido incidentes como los de la Línea, por lo que ha sido preciso destinar tres batallones para controlar la ciudad. Ha habido ataques aislados contra nuestras tropas atribuidos a soldados españoles dispersos.
Los bombardeos del aeródromo de Tenerife y de su capital han disminuido los ataques aéreos a nuestras unidades, pero no han conseguido la capitulación de la isla.
En las operaciones se han perdido tres cargueros, dos destructores y el crucero ligero Dragon, este último al ser torpedeado por un submarino.
En la costa africana se ha detectado la presencia de aviones alemanes.
Se recomienda que una vez controlada la isla de Gran Canaria sea ocupada la de Lanzarote, para impedir que los españoles usen su aeródromo.
Mediterráneo:
Prosiguen las operaciones navales de abastecimiento a Malta. Durante la operación Hats un carguero fue hundido y el crucero York recibió daños importantes por ataques aéreos de aviones alemanes. Malta ha sufrido dos nuevos bombardeos que han causado pocos daños. En los ataques han participado aviones franceses procedentes de Túnez.
El enemigo ha comenzado a enviar convoyes escoltados a Libia. Parece que está siendo enviada una fuerza alemana al mando del general Manstein, cuyo paso por el Brennero ha sido detectado.
Yugoslavia:
La firma del Pacto de Aquisgrán por el Príncipe Paul ha sido muy mal vista por la población serbia y por el ejército, de mayoría serbia. Varios militares serbios se han puesto en contacto con nuestra embajada en Grecia.
Grecia:
Tras el hundimiento del crucero Elli no se habían producido nuevos incidentes. Sin embargo los italianos acumulan tropas en Albania. Inglaterra ha ofrecido auxilios, pero el gobierno griego los ha rechazado.
Palestina:
Se han producido escaramuzas con tropas regulares francesas de Siria, pero no operaciones a gran escala.
Egipto:
La ofensiva italiana se ha detenido, probablemente para reavituallarse. El enemigo ha construido varias posiciones fortificadas.
África Oriental:
Tras la invasión de Somaliland los italianos se han detenido y en la frontera con Kenya solo se han producido escaramuzas. En Sudán se han producido incursiones italianas de pequeña entidad. Un mercante ha sido hundido en el Estrecho de Adén por un submarino. Los bombarderos italianos han seguido atacando Adén con escasos resultados.
Extremo Oriente:
Un crucero francés ha capturado dos barcos en el Estrecho de Malaca.”
El informe presentado por el General Dill era tranquilizador. A pesar de las pérdidas sufridas por la RAF la invasión no era inminente. Egipto, Malta y Gibraltar resistían, y las operaciones en Canarias proseguían aunque a ritmo lento. Churchill consultó sobre la posibilidad de enviar refuerzos a Gibraltar, pero el almirante Pound respondió que se trataba de una operación enormemente arriesgada y que, aunque los buques de guerra consiguiesen superar el bloqueo, no lo harían los barcos de carga. Recomendaba en cambio enviar refuerzos a Canarias. Churchill lo admitió, pero insistió que se estudiasen operaciones para abastecer Gibraltar. También sugirió a Menzies que una crisis en Yugoslavia permitiría retrasar las operaciones de alemanes e italianos en el Mediterráneo.
27 de Septiembre de 1940
“Gran Bretaña:
El enemigo continua su ofensiva aérea contra los aeródromos de West Anglia, aunque el mal tiempo está dificultando sus operaciones. La retirada del Mando de Cazas de los aeródromos próximos a la costa está complicando las operaciones sobre el Canal, donde se han repetido los ataques con bombarderos Stuka contra las defensas costeras.
Tras los dos grandes ataques sobre Londres de hace quince días la Luftwaffe no ha lanzado nuevas incursiones a gran escala sobre la capital, pero envía todas las noches un pequeño grupo de bombarderos, probablemente no con el objetivo de causar daños tangibles sino para impedir el descanso de los civiles.
El Coastal Command y el Bomber Command han continuado bombardeando los puertos del Canal destruyendo un importante número de embarcaciones de asalto, aunque a costa de serias pérdidas. El Bomber Command ha efectuado dos incursiones más contra Berlín y una contra Kiel.
Aunque un gran contingente alemán sigue desplegado en los aledaños del Canal de la Mancha parte de las embarcaciones de asalto han sido desplazadas a puertos más resguardados de nuestros ataques. Por eso se cree que los alemanes han desistido de sus intenciones de desembarcar en Inglaterra este año. Sin embargo, no disponemos de confirmación de las intenciones alemanas. Las lanchas de asalto podrían ser trasladadas a la costa en un plazo breve, y la división paracaidista alemana sigue desplegada en la periferia de París. Por ello se cree que aunque no hay peligro inminente de invasión, la situación podría cambiar en pocos días.
Es preciso mantener la defensa de Inglaterra mediante unidades aéreas, navales y terrestres, al menos hasta que el mal tiempo impida las operaciones, y teniendo en cuenta que los ataques pueden empeorar en periodos de buen tiempo.
Atlántico:
Han seguido los ataques contra buques principalmente por submarinos aunque los ataques por aviones de gran radio de acción se están haciendo más frecuentes. Los ataques se producen sobre todo contra mercantes navegando independientemente, pero el convoy HX–72 perdió once buques la semana pasada. No sabemos si se repetirán los ataques a convoyes escoltados.
En el Sur del Atlántico y el Índico se han producido varios ataques atribuidos a cruceros auxiliares camuflados.
Gibraltar:
El avance en Andalucía de los primeros días resultó muy exitoso, penetrando casi 5 km en territorio español, lo que impide el emplazamiento de la artillería pesada enemiga. Sin embargo se han producido repetidos bombardeos aéreos que aunque no han afectado a las instalaciones subterráneas han destruido parte de la ciudad y de los muelles. Nuestra artillería sigue bloqueando la navegación por el Estrecho y ha librado duelos con baterías españolas de la otra orilla, sin consecuencias. La guarnición dispone de recursos para persistir durante seis meses. No se han producido intentos de asalto españoles.
Canarias:
Tras la toma de la ciudad de Las Palmas parte de los españoles se retiraron a las fortificaciones de “La Isleta”, desde donde dominaban la bahía. Hasta que los últimos defensores no capitularon el día 17 no ha sido posible usar el puerto, que ha sufrido graves daños al ser demolidas gran parte de las instalaciones. El resto de las tropas españolas se han retirado al interior montañoso. Una columna ha intentado reducirlos, pero ha sido detenida por la fuerte defensa y lo difícil del terreno. Siguen las obras para reconstruir el aeródromo de Gando, y se espera que la próxima semana sea parcialmente operativo. La población civil resulta indiferente a nuestras tropas. En Las Palmas se han repetido incidentes como los de la Línea, por lo que ha sido preciso destinar tres batallones para controlar la ciudad. Ha habido ataques aislados contra nuestras tropas atribuidos a soldados españoles dispersos.
Los bombardeos del aeródromo de Tenerife y de su capital han disminuido los ataques aéreos a nuestras unidades, pero no han conseguido la capitulación de la isla.
En las operaciones se han perdido tres cargueros, dos destructores y el crucero ligero Dragon, este último al ser torpedeado por un submarino.
En la costa africana se ha detectado la presencia de aviones alemanes.
Se recomienda que una vez controlada la isla de Gran Canaria sea ocupada la de Lanzarote, para impedir que los españoles usen su aeródromo.
Mediterráneo:
Prosiguen las operaciones navales de abastecimiento a Malta. Durante la operación Hats un carguero fue hundido y el crucero York recibió daños importantes por ataques aéreos de aviones alemanes. Malta ha sufrido dos nuevos bombardeos que han causado pocos daños. En los ataques han participado aviones franceses procedentes de Túnez.
El enemigo ha comenzado a enviar convoyes escoltados a Libia. Parece que está siendo enviada una fuerza alemana al mando del general Manstein, cuyo paso por el Brennero ha sido detectado.
Yugoslavia:
La firma del Pacto de Aquisgrán por el Príncipe Paul ha sido muy mal vista por la población serbia y por el ejército, de mayoría serbia. Varios militares serbios se han puesto en contacto con nuestra embajada en Grecia.
Grecia:
Tras el hundimiento del crucero Elli no se habían producido nuevos incidentes. Sin embargo los italianos acumulan tropas en Albania. Inglaterra ha ofrecido auxilios, pero el gobierno griego los ha rechazado.
Palestina:
Se han producido escaramuzas con tropas regulares francesas de Siria, pero no operaciones a gran escala.
Egipto:
La ofensiva italiana se ha detenido, probablemente para reavituallarse. El enemigo ha construido varias posiciones fortificadas.
África Oriental:
Tras la invasión de Somaliland los italianos se han detenido y en la frontera con Kenya solo se han producido escaramuzas. En Sudán se han producido incursiones italianas de pequeña entidad. Un mercante ha sido hundido en el Estrecho de Adén por un submarino. Los bombarderos italianos han seguido atacando Adén con escasos resultados.
Extremo Oriente:
Un crucero francés ha capturado dos barcos en el Estrecho de Malaca.”
El informe presentado por el General Dill era tranquilizador. A pesar de las pérdidas sufridas por la RAF la invasión no era inminente. Egipto, Malta y Gibraltar resistían, y las operaciones en Canarias proseguían aunque a ritmo lento. Churchill consultó sobre la posibilidad de enviar refuerzos a Gibraltar, pero el almirante Pound respondió que se trataba de una operación enormemente arriesgada y que, aunque los buques de guerra consiguiesen superar el bloqueo, no lo harían los barcos de carga. Recomendaba en cambio enviar refuerzos a Canarias. Churchill lo admitió, pero insistió que se estudiasen operaciones para abastecer Gibraltar. También sugirió a Menzies que una crisis en Yugoslavia permitiría retrasar las operaciones de alemanes e italianos en el Mediterráneo.
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Otro punto de vista
3 de octubre de 1940
“Frente Occidental:
Las operaciones aéreas sobre Gran Bretaña se mantienen, aunque el mal tiempo las está dificultando. Han proseguido los bombardeos sobre bases aéreas al sur de Londres, sobre las fortificaciones del Canal, y seguimos realizando incursiones nocturnas sobre Londres y otras ciudades británicas.
Los ingleses han disminuido sus ataques sobre los puertos del Canal debido a las graves pérdidas que hemos causado a sus bombarderos. Una vez a la semana efectúan un ataque sobre Alemania, pero con muy poca puntería y causando daños mínimos.
Atlántico:
Sigue el despliegue de los submarinos, que han comenzado el ataque a convoyes con tácticas de grupo. Aviones de gran radio de acción operando desde Burdeos y desde Galicia siguen patrullando los accesos a Gran Bretaña, aunque la marina se sigue quejando de la mala coordinación. El Fw.200 se ha mostrado solo en parte adecuado para estas operaciones, por su escasa carga bélica y por ser poco resistente a los daños en combate.
En Canarias las operaciones inglesas siguen circunscritas a Gran Canaria y a ataques aéreos y navales a Tenerife. Tras el hundimiento de un crucero y varios transportes por submarinos oceánicos han retirado sus buques mayores de la zona.
Sigue el acondicionamiento de los aeródromos de Cabo Juby y de Lanzarote, pero la ausencia de comunicaciones terrestres impide destacar fuerzas importantes, a pesar del apoyo de los aviones de transporte españoles y franceses.
Mediterráneo:
Siguen los bombardeos de Gibraltar con aviones españoles, franceses y alemanes. Los españoles no han contraatacado el avance inglés, pero están acumulando infantería y tanques en la región, así como un buen número de cañones pesados. Han llegado tres de nuestros morteros pesados y cuatro cañones ferroviarios. Se prevé seguir con los bombardeos aéreos.
La flota francesa de Tolón ha recibido oficiales de enlace y de comunicaciones alemanes y han iniciado los procedimientos conjuntos. Sin embargo aducen escasez de combustible para iniciar las operaciones. Nuestros delegados confirman la escasez de fuel, pero señalan que la actitud francesa es poco entusiasta, y recomiendan que los barcos franceses no operen en el Atlántico por el riesgo de deserción.
Italia:
Sigue el despliegue de los Fliegerkorps II, IV y X. Este último ha iniciado los ataques contra convoyes de suministro a Malta, alcanzando a varios barcos. El cuerpo II se ha unido a los italianos en los bombardeos sobre Malta.
El desplazamiento de las unidades terrestres está siendo costoso debido a la escasa capacidad de las líneas férreas transalpinas, y a la limitada capacidad de transporte marítimo y de descarga italiana. Hasta el momento solo elementos de la 5ª División Ligera han llegado a Libia. Se cree que podrá ser desplazada una división cada dos semanas, y que las operaciones terrestres en masa no podrán iniciarse hasta Diciembre. Se podrán efectuar ataques a pequeña escala a finales de este mes.
La división paracaidista será transferida al Sur de Italia a partir del 15 de Noviembre. Se recomienda mantenerla por ahora en Francia como medida de decepción para el enemigo.
Libia:
Tras detenerse la ofensiva italiana siguen las escaramuzas con unidades ligeras.
África Oriental:
Los italianos han detenido su avance en Sudán y Kenya. Destructores y submarinos atacan la navegación inglesa en el Mar Rojo pero con escasa fortuna.
Oriente Medio:
Prosiguen las escaramuzas de escasa intensidad en Siria.”
—Más o menos, lo previsto —dice el general Beck, nuevo jefe del OKW—. El despliegue en África está siendo algo dificultoso, pero esperamos que para mediados de Diciembre esté todo preparado.
—¿Los italianos están colaborando? —pregunta Goering, que dirige la reunión.
—Según Von Manstein, a medias. La capacidad de transporte naval italiana es reducida porque se olvidaron de advertir a sus mercantes que iban a declarar la guerra, y ahora tienen a la mitad de su flota dispersa por medio mundo. Aunque esos barcos están intentando llegar a España y Francia, no contaría con ellos por ahora. Pero el problema es que aunque los barcos disponibles son escasos, tampoco los aprovechan, y los envían a media carga. Luego los dejan amarrados en Trípoli y Bengasi expuestos a ataques ingleses. A pesar de eso apenas han tenido pérdidas, pero no durará.
El agregado militar italiano, el coronel Heruzzo, protestó—. General, no resulta fácil cargar y descargar equipo pesado en los barcos. Además es preciso escoltarlos, y las derrotas son largas por la necesidad de evitar Malta o los ataques de la flota inglesa.
El Almirante Marschall dio la razón al italiano—. Coincido con el coronel, la amenaza de ataques ingleses obliga a los barcos a navegar en convoy y a recorrer la costa tunecina y Libia, lo que es muy ineficiente. Si pretendemos mantener operaciones prolongadas en África será preciso expulsar a la flota inglesa y tomar o al menos anular Malta.
—Está previsto iniciar ataques aéreos a gran escala contra Malta y contra los barcos ingleses en el Mediterráneo —dice el general Jeschonneck, delegado de la Luftwaffe en el OKW—, pero es mejor esperar a disponer de medios masivos que puedan desbordar las defensas inglesas. Estamos transfiriendo a Italia, Sicilia y Libia unidades de apoyo, manteniendo los aviones en Francia hasta el último momento para no alertar a los ingleses. A mitad de este mes la 7ª Flieger División será transferida al Sur de Italia. Hemos demorado este movimiento porque esa división está interesando mucho a los ingleses. Casi todos los días aviones de reconocimiento la sobrevuelan porque al parecer creen que encabezará la invasión de Inglaterra.
—Está bien ¿y la flota francesa?
—Se está reuniendo en Casablanca y en Tolón —dice Marschall— y han empezado a llegar oficiales de enlace y equipos de comunicación alemanes e italianos. Sin embargo, están demorando las operaciones con el pretexto de no disponer de suficiente combustible. Es cierto, pero podrían haber intentado atacar a los ingleses en Canarias y no lo han hecho. Yo recomendaría no contar por ahora con los franceses más que como flota en potencia, y tampoco les comunicaría nuestros planes. Sobre todo, no sería conveniente enviarlos a efectuar operaciones independientes en el Atlántico por el riesgo de deserción. Aunque hasta ahora no se haya producido ninguna, es mejor ser prudentes.
—Gracias, almirante —dice Goering—. General Infantes, le agradecería nos informase sobre las operaciones en Gibraltar y en Canarias.
El General Emilio Esteban Infantes aun no se había acostumbrado a que los alemanes se equivocasen con su apellido, pero el puesto de delegado español en el OKW tenía esa penitencia—. Statthalter, los planes ingleses incluían la invasión de las zonas aledañas a Gibraltar para ampliar el perímetro, y atacaron por sorpresa al mismo tiempo que sus acorazados bombardeaban Canarias. En un primer momento consiguieron su objetivo, pero su avance, en realidad, nos favorece. El General Vigón sugirió al Generalísimo que la guarnición inglesa, que sería muy difícil de reducir en sus fortificaciones subterráneas, es demasiado escasa para mantener el perímetro que han tomado. Vamos a seguir con los bombardeos aéreos, aprovechando que buena parte de sus emplazamientos artilleros están expuestos a las bombas. Pero lo que pretendemos es atacar el perímetro en cuanto sea posible, probablemente está próxima semana, intentando atrapar a la guarnición fuera de sus agujeros.
—Está bien, General —dice Goering— ¿Y en Canarias?
—Nuestra posición ahí es más delicada. Aunque buena parte de la guarnición de Las Palmas pudo retirarse al interior de la isla, está aislada y escasa de munición y armamento, por lo que se ve reducida a efectuar acciones de hostigamiento. En Tenerife los bombardeos ingleses han destruido la refinería y han dañado las pistas de la base de Los Rodeos, en la que apenas quedan aviones disponibles, pero la guarnición es importante y por ahora no ha sido molestada. Tampoco han atacado las islas menores aunque están muy débilmente defendidas. Estamos intentando reforzar Lanzarote, ya que su base permite enlazar con la costa. También hemos intentado operar desde el Sahara pero las dificultades de aprovisionamiento y la carencia de gasolina lo dificultan.
—Gracias, general. Por ahora las operaciones principales se efectuarán en Egipto, pero en cuanto sea posible enviaremos unidades a la costa occidental africana que les permitan expulsar a los ingleses de su territorio.
—Statthalter, si me lo permite, debo plantearle un problema — responde Esteban Infantes—. Hasta ahora la marina británica no ha interferido con nuestras operaciones en Gibraltar, pero es muy probable que intervengan una vez ataquemos. Nuestra marina no es capaz de impedir las operaciones inglesas, y tampoco nuestra aviación. Con el mayor respeto solicito que se envía a Andalucía fuerzas aéreas y navales en cantidad suficiente que puedan impedir las operaciones británicas.
Goering reflexionó y preguntó a Jeschonneck —¿Sería posible atender a la solicitud española?
—Excelencia, en España hemos desplegado ya un grupo de bombarderos en picado y otro de bombarderos medios, que junto con los aviones españoles y franceses debieran ser suficientes. Además los aeródromos de Andalucía son rudimentarios, y hay dificultades en el transporte de combustible.
—¿Se puede, o no se puede? —Goering pregunta algo irritado—. Una derrota en Gibraltar afectaría no solo a las operaciones en el Atlántico, sino que sería una seria advertencia para los miembros del Pacto de Aquisgrán. Es preciso apoyar a los españoles.
—Excelencia —Jeschonneck se resignó—. Podríamos desplazar un grupo de cazas de largo alcance y otro más de bombarderos en picado.
—Excelente. Que se haga cuanto antes.
3 de octubre de 1940
“Frente Occidental:
Las operaciones aéreas sobre Gran Bretaña se mantienen, aunque el mal tiempo las está dificultando. Han proseguido los bombardeos sobre bases aéreas al sur de Londres, sobre las fortificaciones del Canal, y seguimos realizando incursiones nocturnas sobre Londres y otras ciudades británicas.
Los ingleses han disminuido sus ataques sobre los puertos del Canal debido a las graves pérdidas que hemos causado a sus bombarderos. Una vez a la semana efectúan un ataque sobre Alemania, pero con muy poca puntería y causando daños mínimos.
Atlántico:
Sigue el despliegue de los submarinos, que han comenzado el ataque a convoyes con tácticas de grupo. Aviones de gran radio de acción operando desde Burdeos y desde Galicia siguen patrullando los accesos a Gran Bretaña, aunque la marina se sigue quejando de la mala coordinación. El Fw.200 se ha mostrado solo en parte adecuado para estas operaciones, por su escasa carga bélica y por ser poco resistente a los daños en combate.
En Canarias las operaciones inglesas siguen circunscritas a Gran Canaria y a ataques aéreos y navales a Tenerife. Tras el hundimiento de un crucero y varios transportes por submarinos oceánicos han retirado sus buques mayores de la zona.
Sigue el acondicionamiento de los aeródromos de Cabo Juby y de Lanzarote, pero la ausencia de comunicaciones terrestres impide destacar fuerzas importantes, a pesar del apoyo de los aviones de transporte españoles y franceses.
Mediterráneo:
Siguen los bombardeos de Gibraltar con aviones españoles, franceses y alemanes. Los españoles no han contraatacado el avance inglés, pero están acumulando infantería y tanques en la región, así como un buen número de cañones pesados. Han llegado tres de nuestros morteros pesados y cuatro cañones ferroviarios. Se prevé seguir con los bombardeos aéreos.
La flota francesa de Tolón ha recibido oficiales de enlace y de comunicaciones alemanes y han iniciado los procedimientos conjuntos. Sin embargo aducen escasez de combustible para iniciar las operaciones. Nuestros delegados confirman la escasez de fuel, pero señalan que la actitud francesa es poco entusiasta, y recomiendan que los barcos franceses no operen en el Atlántico por el riesgo de deserción.
Italia:
Sigue el despliegue de los Fliegerkorps II, IV y X. Este último ha iniciado los ataques contra convoyes de suministro a Malta, alcanzando a varios barcos. El cuerpo II se ha unido a los italianos en los bombardeos sobre Malta.
El desplazamiento de las unidades terrestres está siendo costoso debido a la escasa capacidad de las líneas férreas transalpinas, y a la limitada capacidad de transporte marítimo y de descarga italiana. Hasta el momento solo elementos de la 5ª División Ligera han llegado a Libia. Se cree que podrá ser desplazada una división cada dos semanas, y que las operaciones terrestres en masa no podrán iniciarse hasta Diciembre. Se podrán efectuar ataques a pequeña escala a finales de este mes.
La división paracaidista será transferida al Sur de Italia a partir del 15 de Noviembre. Se recomienda mantenerla por ahora en Francia como medida de decepción para el enemigo.
Libia:
Tras detenerse la ofensiva italiana siguen las escaramuzas con unidades ligeras.
África Oriental:
Los italianos han detenido su avance en Sudán y Kenya. Destructores y submarinos atacan la navegación inglesa en el Mar Rojo pero con escasa fortuna.
Oriente Medio:
Prosiguen las escaramuzas de escasa intensidad en Siria.”
—Más o menos, lo previsto —dice el general Beck, nuevo jefe del OKW—. El despliegue en África está siendo algo dificultoso, pero esperamos que para mediados de Diciembre esté todo preparado.
—¿Los italianos están colaborando? —pregunta Goering, que dirige la reunión.
—Según Von Manstein, a medias. La capacidad de transporte naval italiana es reducida porque se olvidaron de advertir a sus mercantes que iban a declarar la guerra, y ahora tienen a la mitad de su flota dispersa por medio mundo. Aunque esos barcos están intentando llegar a España y Francia, no contaría con ellos por ahora. Pero el problema es que aunque los barcos disponibles son escasos, tampoco los aprovechan, y los envían a media carga. Luego los dejan amarrados en Trípoli y Bengasi expuestos a ataques ingleses. A pesar de eso apenas han tenido pérdidas, pero no durará.
El agregado militar italiano, el coronel Heruzzo, protestó—. General, no resulta fácil cargar y descargar equipo pesado en los barcos. Además es preciso escoltarlos, y las derrotas son largas por la necesidad de evitar Malta o los ataques de la flota inglesa.
El Almirante Marschall dio la razón al italiano—. Coincido con el coronel, la amenaza de ataques ingleses obliga a los barcos a navegar en convoy y a recorrer la costa tunecina y Libia, lo que es muy ineficiente. Si pretendemos mantener operaciones prolongadas en África será preciso expulsar a la flota inglesa y tomar o al menos anular Malta.
—Está previsto iniciar ataques aéreos a gran escala contra Malta y contra los barcos ingleses en el Mediterráneo —dice el general Jeschonneck, delegado de la Luftwaffe en el OKW—, pero es mejor esperar a disponer de medios masivos que puedan desbordar las defensas inglesas. Estamos transfiriendo a Italia, Sicilia y Libia unidades de apoyo, manteniendo los aviones en Francia hasta el último momento para no alertar a los ingleses. A mitad de este mes la 7ª Flieger División será transferida al Sur de Italia. Hemos demorado este movimiento porque esa división está interesando mucho a los ingleses. Casi todos los días aviones de reconocimiento la sobrevuelan porque al parecer creen que encabezará la invasión de Inglaterra.
—Está bien ¿y la flota francesa?
—Se está reuniendo en Casablanca y en Tolón —dice Marschall— y han empezado a llegar oficiales de enlace y equipos de comunicación alemanes e italianos. Sin embargo, están demorando las operaciones con el pretexto de no disponer de suficiente combustible. Es cierto, pero podrían haber intentado atacar a los ingleses en Canarias y no lo han hecho. Yo recomendaría no contar por ahora con los franceses más que como flota en potencia, y tampoco les comunicaría nuestros planes. Sobre todo, no sería conveniente enviarlos a efectuar operaciones independientes en el Atlántico por el riesgo de deserción. Aunque hasta ahora no se haya producido ninguna, es mejor ser prudentes.
—Gracias, almirante —dice Goering—. General Infantes, le agradecería nos informase sobre las operaciones en Gibraltar y en Canarias.
El General Emilio Esteban Infantes aun no se había acostumbrado a que los alemanes se equivocasen con su apellido, pero el puesto de delegado español en el OKW tenía esa penitencia—. Statthalter, los planes ingleses incluían la invasión de las zonas aledañas a Gibraltar para ampliar el perímetro, y atacaron por sorpresa al mismo tiempo que sus acorazados bombardeaban Canarias. En un primer momento consiguieron su objetivo, pero su avance, en realidad, nos favorece. El General Vigón sugirió al Generalísimo que la guarnición inglesa, que sería muy difícil de reducir en sus fortificaciones subterráneas, es demasiado escasa para mantener el perímetro que han tomado. Vamos a seguir con los bombardeos aéreos, aprovechando que buena parte de sus emplazamientos artilleros están expuestos a las bombas. Pero lo que pretendemos es atacar el perímetro en cuanto sea posible, probablemente está próxima semana, intentando atrapar a la guarnición fuera de sus agujeros.
—Está bien, General —dice Goering— ¿Y en Canarias?
—Nuestra posición ahí es más delicada. Aunque buena parte de la guarnición de Las Palmas pudo retirarse al interior de la isla, está aislada y escasa de munición y armamento, por lo que se ve reducida a efectuar acciones de hostigamiento. En Tenerife los bombardeos ingleses han destruido la refinería y han dañado las pistas de la base de Los Rodeos, en la que apenas quedan aviones disponibles, pero la guarnición es importante y por ahora no ha sido molestada. Tampoco han atacado las islas menores aunque están muy débilmente defendidas. Estamos intentando reforzar Lanzarote, ya que su base permite enlazar con la costa. También hemos intentado operar desde el Sahara pero las dificultades de aprovisionamiento y la carencia de gasolina lo dificultan.
—Gracias, general. Por ahora las operaciones principales se efectuarán en Egipto, pero en cuanto sea posible enviaremos unidades a la costa occidental africana que les permitan expulsar a los ingleses de su territorio.
—Statthalter, si me lo permite, debo plantearle un problema — responde Esteban Infantes—. Hasta ahora la marina británica no ha interferido con nuestras operaciones en Gibraltar, pero es muy probable que intervengan una vez ataquemos. Nuestra marina no es capaz de impedir las operaciones inglesas, y tampoco nuestra aviación. Con el mayor respeto solicito que se envía a Andalucía fuerzas aéreas y navales en cantidad suficiente que puedan impedir las operaciones británicas.
Goering reflexionó y preguntó a Jeschonneck —¿Sería posible atender a la solicitud española?
—Excelencia, en España hemos desplegado ya un grupo de bombarderos en picado y otro de bombarderos medios, que junto con los aviones españoles y franceses debieran ser suficientes. Además los aeródromos de Andalucía son rudimentarios, y hay dificultades en el transporte de combustible.
—¿Se puede, o no se puede? —Goering pregunta algo irritado—. Una derrota en Gibraltar afectaría no solo a las operaciones en el Atlántico, sino que sería una seria advertencia para los miembros del Pacto de Aquisgrán. Es preciso apoyar a los españoles.
—Excelencia —Jeschonneck se resignó—. Podríamos desplazar un grupo de cazas de largo alcance y otro más de bombarderos en picado.
—Excelente. Que se haga cuanto antes.
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Fuego
11 de Octubre de 1940
En la Línea de la Concepción los soldados británicos seguían cavando.
La conquista de Sierra Carbonera había proporcionado a los ingleses una buena posición defensiva que impedía el acceso al istmo. Pero la ampliación del perímetro requería fuerzas mayores y había sido preciso trasladar un tercer batallón.
Los españoles, tras unos tímidos contraataques el segundo día, habían permanecido tranquilos, salvo por escaramuza nocturna. Por desgracia lo limitado de la guarnición disponible había impedido enviar patrullas, y la información disponible sobre las actividades españolas era limitada. Un desertor español había dicho que se estaban trasladando importantes refuerzos a la zona.
La tranquilidad en el perímetro no se extendía a Gibraltar. El segundo día se produjeron seis incursiones de bombarderos a gran altura. Aunque las defensas antiaéreas derribaron cuatro de los aviones atacantes, mostraron la principal debilidad de las fortificaciones: la mayoría de los emplazamientos habían sido construidos a principios de siglo y estaban muy expuestos a las bombas. La guarnición, refugiada en túneles y trincheras, apenas había sufrido bajas, pero tres de los nueve cañones de 234 mm en los que se basaba la defensa de la Roca quedaron fuera de combate.
Después de las pérdidas del primer día los españoles modificaron su táctica: sus baterías de costa empezaron a disparar contra los emplazamientos de la artillería antiaérea en cuanto esta disparaba contra los bombarderos. Tras una semana de duelos artilleros solo quedaban tres cañones de 94 mm. Fue entonces cuando comenzaron a actuar los bombarderos ligeros a baja cota. A finales de Septiembre todos los cañones de 234 mm y parte de los de 152 mm habían sido destruidos.
Mientras las líneas inglesas seguían en calma en el lado español la actividad aumentaba. La tarde del día once, víspera de la Hispanidad, dos generales españoles se acercaron a San Roque, desde donde observaron las líneas inglesas de Sierra Carbonera. Se trataba de los generales Juan Vigón y Rafael García Valiño. Los dos generales formaban un dúo temible. Vigón había concebido la estrategia franquista en la segunda mitad de la guerra, cuando las ofensivas de Aragón y de Toledo habían sido modelo para la Blitzkrieg. García Valiño era un excelente táctico que en tres años había pasado de mandar un regimiento a dirigir un cuerpo de ejército, y que a sus 42 años era uno de los generales más jóvenes de Europa.
La toma de La Línea de la Concepción por los ingleses sin apenas resistencia había causado conmoción en Madrid. Vigón, jefe del Alto Estado Mayor, cesó fulminantemente al Capitán General de Andalucía, Fidel Dávila, nombrando en su lugar a García Valiño. Durante el mes de Septiembre Vigón coordinó los bombardeos de Gibraltar, mientras García Valiño traía refuerzos. Ahora se desplegaban en el Campo de Gibraltar dos divisiones de veteranos de guerra y una impresionante masa artillera. La artillería costera del estrecho siempre había sido muy potente, e incluía treinta cañones pesados, desde 240 a 381 mm. Algunos eran viejos, pero se iban a usar hasta que se agotase la munición. Además se habían trasladado a la zona diez obuses pesados “legionarios” de 305 y 260 mm, más diez grupos de campaña españoles de 105, 150 y 155 mm. Los alemanes habían llevado tres monstruosos morteros de 600 mm, cuatro cañones ferroviarios de 240 mm, y ocho grupos de artillería de campaña.
García Valiño explicaba a Vigón los pormenores del ataque:
—Juan, está ya todo preparado. Mañana a las ocho empezará el baile. La serpiente inglesa ha sacado la cabeza y se la vamos a cortar.
—Tienes razón. El incapaz de Dávila nos ha hecho un favor. En lugar de un cese merecía una medalla. Con haber puesto un par de ametralladoras hubiese podido defender La Línea, pero entonces los ingleses se hubiesen escondido en los túneles de Gibraltar y hubiese sido muy difícil sacarlos. Pero al retirarse les ha cedido a los Misters ese precioso cerro que será su tumba.
El problema de Gibraltar había sido estudiado cientos de veces en las academias militares españolas. Las armas modernas hacían que Gibraltar ya no fuese inexpugnable, pero su conquista podía ser muy costosa. También se había considerado el supuesto en el que los ingleses extendían su perímetro: sería más fácil atacarlo, pero los defensores tendrían tiempo de retirarse a sus túneles. Cerrar el istmo entre La Línea y Gibraltar no era fácil. Además, aunque se rompiesen las líneas inglesas, avanzar a través de La Línea tampoco sería tarea sencilla. Un desembarco desde la bahía de Algeciras o desde el Mar de Alborán sería aun más peligroso.
García Valiño temía repetir la experiencia del Ebro, cuando miles de sus soldados habían perecido atacando las líneas republicanas a pesar de intensísimos bombardeos artilleros. Por ello iba a usar la táctica que le permitió romper el frente en la Sierra de Cavalls. En lugar de una preparación artillera prolongada, usaría todos sus cañones de campaña para batir un pequeño sector del frente entre Sierra Carbonera y La Línea. La preparación duraría solo diez minutos, e inmediatamente después se produciría el asalto. Entonces los cañones cambiarían sus objetivos para batir La Línea, protegiendo el flanco derecho español, y sobre todo para intentar cerrar el istmo. Mientras la aviación, la artillería de costa y los cañones pesados bombardearían los emplazamientos de los pocos cañones que quedaban en Gibraltar.
11 de Octubre de 1940
En la Línea de la Concepción los soldados británicos seguían cavando.
La conquista de Sierra Carbonera había proporcionado a los ingleses una buena posición defensiva que impedía el acceso al istmo. Pero la ampliación del perímetro requería fuerzas mayores y había sido preciso trasladar un tercer batallón.
Los españoles, tras unos tímidos contraataques el segundo día, habían permanecido tranquilos, salvo por escaramuza nocturna. Por desgracia lo limitado de la guarnición disponible había impedido enviar patrullas, y la información disponible sobre las actividades españolas era limitada. Un desertor español había dicho que se estaban trasladando importantes refuerzos a la zona.
La tranquilidad en el perímetro no se extendía a Gibraltar. El segundo día se produjeron seis incursiones de bombarderos a gran altura. Aunque las defensas antiaéreas derribaron cuatro de los aviones atacantes, mostraron la principal debilidad de las fortificaciones: la mayoría de los emplazamientos habían sido construidos a principios de siglo y estaban muy expuestos a las bombas. La guarnición, refugiada en túneles y trincheras, apenas había sufrido bajas, pero tres de los nueve cañones de 234 mm en los que se basaba la defensa de la Roca quedaron fuera de combate.
Después de las pérdidas del primer día los españoles modificaron su táctica: sus baterías de costa empezaron a disparar contra los emplazamientos de la artillería antiaérea en cuanto esta disparaba contra los bombarderos. Tras una semana de duelos artilleros solo quedaban tres cañones de 94 mm. Fue entonces cuando comenzaron a actuar los bombarderos ligeros a baja cota. A finales de Septiembre todos los cañones de 234 mm y parte de los de 152 mm habían sido destruidos.
Mientras las líneas inglesas seguían en calma en el lado español la actividad aumentaba. La tarde del día once, víspera de la Hispanidad, dos generales españoles se acercaron a San Roque, desde donde observaron las líneas inglesas de Sierra Carbonera. Se trataba de los generales Juan Vigón y Rafael García Valiño. Los dos generales formaban un dúo temible. Vigón había concebido la estrategia franquista en la segunda mitad de la guerra, cuando las ofensivas de Aragón y de Toledo habían sido modelo para la Blitzkrieg. García Valiño era un excelente táctico que en tres años había pasado de mandar un regimiento a dirigir un cuerpo de ejército, y que a sus 42 años era uno de los generales más jóvenes de Europa.
La toma de La Línea de la Concepción por los ingleses sin apenas resistencia había causado conmoción en Madrid. Vigón, jefe del Alto Estado Mayor, cesó fulminantemente al Capitán General de Andalucía, Fidel Dávila, nombrando en su lugar a García Valiño. Durante el mes de Septiembre Vigón coordinó los bombardeos de Gibraltar, mientras García Valiño traía refuerzos. Ahora se desplegaban en el Campo de Gibraltar dos divisiones de veteranos de guerra y una impresionante masa artillera. La artillería costera del estrecho siempre había sido muy potente, e incluía treinta cañones pesados, desde 240 a 381 mm. Algunos eran viejos, pero se iban a usar hasta que se agotase la munición. Además se habían trasladado a la zona diez obuses pesados “legionarios” de 305 y 260 mm, más diez grupos de campaña españoles de 105, 150 y 155 mm. Los alemanes habían llevado tres monstruosos morteros de 600 mm, cuatro cañones ferroviarios de 240 mm, y ocho grupos de artillería de campaña.
García Valiño explicaba a Vigón los pormenores del ataque:
—Juan, está ya todo preparado. Mañana a las ocho empezará el baile. La serpiente inglesa ha sacado la cabeza y se la vamos a cortar.
—Tienes razón. El incapaz de Dávila nos ha hecho un favor. En lugar de un cese merecía una medalla. Con haber puesto un par de ametralladoras hubiese podido defender La Línea, pero entonces los ingleses se hubiesen escondido en los túneles de Gibraltar y hubiese sido muy difícil sacarlos. Pero al retirarse les ha cedido a los Misters ese precioso cerro que será su tumba.
El problema de Gibraltar había sido estudiado cientos de veces en las academias militares españolas. Las armas modernas hacían que Gibraltar ya no fuese inexpugnable, pero su conquista podía ser muy costosa. También se había considerado el supuesto en el que los ingleses extendían su perímetro: sería más fácil atacarlo, pero los defensores tendrían tiempo de retirarse a sus túneles. Cerrar el istmo entre La Línea y Gibraltar no era fácil. Además, aunque se rompiesen las líneas inglesas, avanzar a través de La Línea tampoco sería tarea sencilla. Un desembarco desde la bahía de Algeciras o desde el Mar de Alborán sería aun más peligroso.
García Valiño temía repetir la experiencia del Ebro, cuando miles de sus soldados habían perecido atacando las líneas republicanas a pesar de intensísimos bombardeos artilleros. Por ello iba a usar la táctica que le permitió romper el frente en la Sierra de Cavalls. En lugar de una preparación artillera prolongada, usaría todos sus cañones de campaña para batir un pequeño sector del frente entre Sierra Carbonera y La Línea. La preparación duraría solo diez minutos, e inmediatamente después se produciría el asalto. Entonces los cañones cambiarían sus objetivos para batir La Línea, protegiendo el flanco derecho español, y sobre todo para intentar cerrar el istmo. Mientras la aviación, la artillería de costa y los cañones pesados bombardearían los emplazamientos de los pocos cañones que quedaban en Gibraltar.
Última edición por Domper el 15 Sep 2014, 22:38, editado 1 vez en total.
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Asalto
12 de Octubre de 1940
El 12 de Octubre era una de las festividades más importantes de España. Era el día de la Virgen del Pilar, venerada en Aragón y en toda España, pero sobre todo era el Día de la Raza, aniversario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón. Durante la Guerra Civil las mayores batallas se habían iniciado en días señalados, y la recuperación de Gibraltar no iba a ser menos.
Durante la semana anterior la artillería de campaña había disparado ocasionalmente contra la Línea y Gibraltar. Los soldados ingleses de Sierra Carbonera parecían haber sido olvidados por la artillería. Sin embargo, los oficiales sabían que esos aparentemente inofensivos bombardeos eran tiros de calibración, en los que se calculaban alcances y se corregían las tablas de tiro, e hicieron a sus hombres profundizar aun más sus refugios. El árido y pedregoso suelo de la sierra dificultaba las excavaciones, aunque a cambio las trincheras eran secas y cómodas. Para reforzarlas había sido preciso usar la mayor parte de las puertas de la ciudad española de la Línea, y se habían conseguido vigas derruyendo varios edificios. Lamentablemente no había hormigón, pero aun así la Sierra Carbonera parecía una trinchera de 1918: una doble línea de trincheras protegida por alambradas rodeaba la cima, y había puestos de ametralladoras cubriendo los accesos. Varios refugios subterráneos permitirían a los defensores escapar de lo peor de los bombardeos. En la Línea de la Concepción habían sido fortificados varios edificios, y una trinchera de comunicación unía la ciudad con Gibraltar. Los ingleses confiaban resistir cualquier ataque desde esas fuertes posiciones.
Aunque los ingleses no habían podido enviar patrullas, ocasionalmente algún desertor español proporcionaba información, pero el flujo de huidos se había secado durante la última semana. Los centinelas habían escuchado varios disparos, por lo que parecía que los españoles habían aumentado la vigilancia. Temiendo un ataque los oficiales ingleses adoptaron una rutina: dos horas antes del amanecer reforzaban la línea de centinelas y enviaban al resto de la tropa a los refugios.
A García Valiño no le agradaba atacar al amanecer, pues los ingleses seguramente lo esperarían, pero no tenía muchas otras opciones, Por lo menos la noche ocultaría los últimos desplazamientos de las tropas, mientras que si demoraba el asalto el sol naciente cegaría a sus soldados. Al menos intentaría una finta: durante los últimos días se habían cavado trincheras de aproximación al norte de la sierra, el lugar más expuesto de la posición inglesa, pero el asalto iba a ser en el sur, en la franja de terreno entre la Línea de la Concepción y la cima de los cerros. Atacando por ese lugar expondría a sus hombres a recibir fuego de enfilada, pero confiaba en que el lugar estuviese menos protegido. Había ordenado que la artillería disparase por las noches, para silenciar los desplazamientos de sus tropas. A las tres de la mañana los grupos de asalto salieron de sus posiciones y se adentraron en la tierra de nadie, esperando a unos cientos de metros de las posiciones inglesas.
—Sargento, como nos vean los misters aquí nos apiolan seguro —el soldado Montano era un veterano del Ebro y sabía lo que podían hacer las ametralladoras.
—Montano, o te callas o vas tú delante. Tápate con la red de camuflaje y chitón.
Por el Este empezaba a clarear y una luz grisácea empezaba a iluminar la bahía de Algeciras. Los centinelas intentaban ver algo pero la sombra de la sierra impedía divisar nada. Pero a las 5:20 tuvieron toda la luz que pudieran necesitar: doscientos cañones dispararon simultáneamente y todo tipo de proyectiles cayó sobre las posiciones inglesas. La artillería de campaña disparó contra las trincheras inglesas, mientras que los cañones y obuses gigantes empezaron a disparar proyectiles de tres quintales contra la Línea y contra el tómbolo arenoso que la unía al peñón. Los soldados ingleses se encogieron en sus pozos y en sus refugios, confiando en la solidez de sus paredes.
Un huracán de fuego cayó sobre las líneas de trincheras, demoliendo los parapetos, derrumbando el techo de los puestos de ametralladoras y cortando los alambres de espino, aunque sus efectos fueron relativamente pequeños: para que el fuego artillero destruyese una trinchera se necesitaban bombardeos muy prolongados. Pero no era ese el objetivo de la preparación española.
A los cinco minutos de iniciarse la preparación los cañones cambiaron de objetivos y empezaron a batir la segunda línea de trincheras. Los oficiales ingleses ordenaron salir a sus hombres de los refugios y ocupar sus puestos, cuando vieron con horror que la barrera artillera retrocedía y volvía a caer sobre la trinchera: habían caído en una de las trampas artilleras más antiguas. Los proyectiles rompedores apenas se enterraban en el duro suelo, por lo que al estallar su metralla barría a los defensores, y los proyectiles de Shrapnell estallaban en el aire con una pequeña explosión, cayendo sus balines oblicuamente sobre las posiciones inglesas. Aunque no hubo demasiabas bajas los soldados corrieron a enterrarse en los refugios, esperando que el bombardeo escampase.
—¡Ahora! —gritó un capitán disparando con su revólver al aire. Cientos de soldados retiraron las redes que les ocultaban y corrieron hacia la línea inglesa, sobre la que seguían cayendo los proyectiles. Se ocultaron en los hoyos creados por la artillería y emplazaron armas automáticas con las que empezaron a disparar contra los ingleses, mientras que los zapadores llevaban gruesos tubos: torpedos Bangalore. Ocasionalmente caían proyectiles cortos que causaban bajas, pero la infantería española, veterana de la guerra civil, ya sabía cual era el precio de distanciarse de las barreras de artillería.
A los diez minutos la artillería volvió a alargar sus alcances castigando la segunda línea mientras los morteros de la infantería se unían al bombardeo. En los refugios los oficiales ingleses temían que fuese añagaza, y esperaron unos segundos preciosos. Mientras los zapadores introdujeron los tubos en la alambrada, prendieron las mechas y se resguardaron: los torpedos Bangalore eran tubos llenos de explosivo que al estallar cortaban las alambradas. Los grupos de asalto entraron por las brechas abiertas.
Al oír fuego de armas ligeras los ingleses intentaron salir de sus refugios, pero era demasiado tarde: los españoles habían entrado por las trincheras y empezaron a lanzar bombas de mano en las salidas. Mientras otros soldados tendieron puentes sobre la zanja, y otra oleada de atacantes corrió hacia la segunda línea de trincheras.
El soldado Nazario Montano corrió por el tablón y siguió adelante, intentando aproximarse lo más posible a la barrera de artillería que seguía cayendo sobre la segunda línea inglesa. Como buen veterano temía más a las ametralladoras que a algún proyectil desviado, y había que aprovechar los escasos segundos en los que los defensores seguían con las cabezas gachas. Tomó una granada y cuando cesó el fuego llegó a las alambradas, mucho menos tupidas que las de la primera línea, y las saltó sin esperar a los zapadores. Corrió hasta al borde de la trinchera y lanzó la bomba de mano. Cuatro segundos después estalló y el soldado español se metió en la zanja, cayendo sobre un soldado que se retorcía. Tomó su naranjero y lo ultimó de una ráfaga. Tras comprobar que ese sector estuviese libre de enemigos, corrió por la trinchera, deteniéndose cuando cambiaba de sentido: entonces lanzaba una bomba de mano y saltaba en la siguiente sección disparando su subfusil y, tirando bombas por la salida de los refugios, hasta que los ingleses empezaron a salir con las manos en alto.
Cuando los zapadores abrieron brechas en la alambrada encontraron con el sector de trincheras despejado. Un acalorado capitán llegó hasta el soldado, palmeó su espalda y le dijo—: Nazario, eres Medalla Militar Individual —luego salió de la trinchera y siguió corriendo hacia la cima de la colina.
A los veinte minutos la cota 57, la más meridional de la Sierra Carbonera, había sido tomada por las tropas de García Valiño.
En Gibraltar el general Gerard Liddell, gobernador de la colonia, observaba la batalla desde un observatorio de su túnel de mando. Los cañones pesados españoles disparaban contra la franja arenosa junto al peñón, alternando con ataques de bombarderos en picado. Se imaginó que ya no quedaba nada de la trinchera de comunicación, pero sus hombres tendrían que arriesgarse y cruzar ese espacio batido.
—Mayor, ordene a los Devonshire que se preparen para retirarse a La Línea —ordenó—, y que les cubran los Black Watch. Luego, que se retiren ellos.
—Gobernador, hemos perdido el contacto con los Devons y con los Blacks, el bombardeo ha debido cortar los cables de teléfono.
—Envíe una patrulla para repararlos, o envíe mensajeros. Pero es imperativo que llegue la orden.
Una hora después el mayor informó al gobernador que la patrulla y los mensajeros se habían perdido, y que solo tenían contacto por radio. En Sierra Carbonera los ingleses resistían bien, pero la pérdida de la cota 57 les había dejado aislados.
Gerard Liddell comprendió entonces cuales eran las intenciones españolas. No querían reconquistar La Línea sino que iban a por todo. Si perdía los tres batallones del perímetro sería imposible cubrir los accesos a Gibraltar.
—Mayor, los Dons quieren atrapar a nuestros soldados. Ordene a los Devons y a los Blacks que se retiren. Si es imposible, que aguanten hasta la noche y que entonces rompan el cerco. Los Somerset deben resistir en La Línea hasta la noche, y retirarse cuando lo hayan hecho los otros dos batallones.
Fue imposible. Los defensores de Sierra Carbonera estaban superados cinco a uno, y los bombardeos y asaltos continuos habían roto la cohesión de las unidades. Apoyados desde la cota 57 otra división española atacaba al 2º batallón de infantería ligera de Somerset, apostado en La Línea. Aunque las ruinas de lo que había sido una ciudad facilitaban la defensa, los ingleses estaban eran superados por los españoles 10 a 1, y soportaban un bombardeo de artillería que no se recordaba desde el Somme. A mediodía la resistencia se rompió y los Somerset intentaron retirarse. Fue entonces cuando toda al artillería española dirigió sus ataques contra el istmo, que se convirtió en una trampa mortal. Solo unos pocos soldados pudieron llegar a la Roca. Durante la tarde las posiciones inglesas en el cerro, aisladas, sin municiones y plagadas de muertos y heridos, se rindieron.
12 de Octubre de 1940
El 12 de Octubre era una de las festividades más importantes de España. Era el día de la Virgen del Pilar, venerada en Aragón y en toda España, pero sobre todo era el Día de la Raza, aniversario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón. Durante la Guerra Civil las mayores batallas se habían iniciado en días señalados, y la recuperación de Gibraltar no iba a ser menos.
Durante la semana anterior la artillería de campaña había disparado ocasionalmente contra la Línea y Gibraltar. Los soldados ingleses de Sierra Carbonera parecían haber sido olvidados por la artillería. Sin embargo, los oficiales sabían que esos aparentemente inofensivos bombardeos eran tiros de calibración, en los que se calculaban alcances y se corregían las tablas de tiro, e hicieron a sus hombres profundizar aun más sus refugios. El árido y pedregoso suelo de la sierra dificultaba las excavaciones, aunque a cambio las trincheras eran secas y cómodas. Para reforzarlas había sido preciso usar la mayor parte de las puertas de la ciudad española de la Línea, y se habían conseguido vigas derruyendo varios edificios. Lamentablemente no había hormigón, pero aun así la Sierra Carbonera parecía una trinchera de 1918: una doble línea de trincheras protegida por alambradas rodeaba la cima, y había puestos de ametralladoras cubriendo los accesos. Varios refugios subterráneos permitirían a los defensores escapar de lo peor de los bombardeos. En la Línea de la Concepción habían sido fortificados varios edificios, y una trinchera de comunicación unía la ciudad con Gibraltar. Los ingleses confiaban resistir cualquier ataque desde esas fuertes posiciones.
Aunque los ingleses no habían podido enviar patrullas, ocasionalmente algún desertor español proporcionaba información, pero el flujo de huidos se había secado durante la última semana. Los centinelas habían escuchado varios disparos, por lo que parecía que los españoles habían aumentado la vigilancia. Temiendo un ataque los oficiales ingleses adoptaron una rutina: dos horas antes del amanecer reforzaban la línea de centinelas y enviaban al resto de la tropa a los refugios.
A García Valiño no le agradaba atacar al amanecer, pues los ingleses seguramente lo esperarían, pero no tenía muchas otras opciones, Por lo menos la noche ocultaría los últimos desplazamientos de las tropas, mientras que si demoraba el asalto el sol naciente cegaría a sus soldados. Al menos intentaría una finta: durante los últimos días se habían cavado trincheras de aproximación al norte de la sierra, el lugar más expuesto de la posición inglesa, pero el asalto iba a ser en el sur, en la franja de terreno entre la Línea de la Concepción y la cima de los cerros. Atacando por ese lugar expondría a sus hombres a recibir fuego de enfilada, pero confiaba en que el lugar estuviese menos protegido. Había ordenado que la artillería disparase por las noches, para silenciar los desplazamientos de sus tropas. A las tres de la mañana los grupos de asalto salieron de sus posiciones y se adentraron en la tierra de nadie, esperando a unos cientos de metros de las posiciones inglesas.
—Sargento, como nos vean los misters aquí nos apiolan seguro —el soldado Montano era un veterano del Ebro y sabía lo que podían hacer las ametralladoras.
—Montano, o te callas o vas tú delante. Tápate con la red de camuflaje y chitón.
Por el Este empezaba a clarear y una luz grisácea empezaba a iluminar la bahía de Algeciras. Los centinelas intentaban ver algo pero la sombra de la sierra impedía divisar nada. Pero a las 5:20 tuvieron toda la luz que pudieran necesitar: doscientos cañones dispararon simultáneamente y todo tipo de proyectiles cayó sobre las posiciones inglesas. La artillería de campaña disparó contra las trincheras inglesas, mientras que los cañones y obuses gigantes empezaron a disparar proyectiles de tres quintales contra la Línea y contra el tómbolo arenoso que la unía al peñón. Los soldados ingleses se encogieron en sus pozos y en sus refugios, confiando en la solidez de sus paredes.
Un huracán de fuego cayó sobre las líneas de trincheras, demoliendo los parapetos, derrumbando el techo de los puestos de ametralladoras y cortando los alambres de espino, aunque sus efectos fueron relativamente pequeños: para que el fuego artillero destruyese una trinchera se necesitaban bombardeos muy prolongados. Pero no era ese el objetivo de la preparación española.
A los cinco minutos de iniciarse la preparación los cañones cambiaron de objetivos y empezaron a batir la segunda línea de trincheras. Los oficiales ingleses ordenaron salir a sus hombres de los refugios y ocupar sus puestos, cuando vieron con horror que la barrera artillera retrocedía y volvía a caer sobre la trinchera: habían caído en una de las trampas artilleras más antiguas. Los proyectiles rompedores apenas se enterraban en el duro suelo, por lo que al estallar su metralla barría a los defensores, y los proyectiles de Shrapnell estallaban en el aire con una pequeña explosión, cayendo sus balines oblicuamente sobre las posiciones inglesas. Aunque no hubo demasiabas bajas los soldados corrieron a enterrarse en los refugios, esperando que el bombardeo escampase.
—¡Ahora! —gritó un capitán disparando con su revólver al aire. Cientos de soldados retiraron las redes que les ocultaban y corrieron hacia la línea inglesa, sobre la que seguían cayendo los proyectiles. Se ocultaron en los hoyos creados por la artillería y emplazaron armas automáticas con las que empezaron a disparar contra los ingleses, mientras que los zapadores llevaban gruesos tubos: torpedos Bangalore. Ocasionalmente caían proyectiles cortos que causaban bajas, pero la infantería española, veterana de la guerra civil, ya sabía cual era el precio de distanciarse de las barreras de artillería.
A los diez minutos la artillería volvió a alargar sus alcances castigando la segunda línea mientras los morteros de la infantería se unían al bombardeo. En los refugios los oficiales ingleses temían que fuese añagaza, y esperaron unos segundos preciosos. Mientras los zapadores introdujeron los tubos en la alambrada, prendieron las mechas y se resguardaron: los torpedos Bangalore eran tubos llenos de explosivo que al estallar cortaban las alambradas. Los grupos de asalto entraron por las brechas abiertas.
Al oír fuego de armas ligeras los ingleses intentaron salir de sus refugios, pero era demasiado tarde: los españoles habían entrado por las trincheras y empezaron a lanzar bombas de mano en las salidas. Mientras otros soldados tendieron puentes sobre la zanja, y otra oleada de atacantes corrió hacia la segunda línea de trincheras.
El soldado Nazario Montano corrió por el tablón y siguió adelante, intentando aproximarse lo más posible a la barrera de artillería que seguía cayendo sobre la segunda línea inglesa. Como buen veterano temía más a las ametralladoras que a algún proyectil desviado, y había que aprovechar los escasos segundos en los que los defensores seguían con las cabezas gachas. Tomó una granada y cuando cesó el fuego llegó a las alambradas, mucho menos tupidas que las de la primera línea, y las saltó sin esperar a los zapadores. Corrió hasta al borde de la trinchera y lanzó la bomba de mano. Cuatro segundos después estalló y el soldado español se metió en la zanja, cayendo sobre un soldado que se retorcía. Tomó su naranjero y lo ultimó de una ráfaga. Tras comprobar que ese sector estuviese libre de enemigos, corrió por la trinchera, deteniéndose cuando cambiaba de sentido: entonces lanzaba una bomba de mano y saltaba en la siguiente sección disparando su subfusil y, tirando bombas por la salida de los refugios, hasta que los ingleses empezaron a salir con las manos en alto.
Cuando los zapadores abrieron brechas en la alambrada encontraron con el sector de trincheras despejado. Un acalorado capitán llegó hasta el soldado, palmeó su espalda y le dijo—: Nazario, eres Medalla Militar Individual —luego salió de la trinchera y siguió corriendo hacia la cima de la colina.
A los veinte minutos la cota 57, la más meridional de la Sierra Carbonera, había sido tomada por las tropas de García Valiño.
En Gibraltar el general Gerard Liddell, gobernador de la colonia, observaba la batalla desde un observatorio de su túnel de mando. Los cañones pesados españoles disparaban contra la franja arenosa junto al peñón, alternando con ataques de bombarderos en picado. Se imaginó que ya no quedaba nada de la trinchera de comunicación, pero sus hombres tendrían que arriesgarse y cruzar ese espacio batido.
—Mayor, ordene a los Devonshire que se preparen para retirarse a La Línea —ordenó—, y que les cubran los Black Watch. Luego, que se retiren ellos.
—Gobernador, hemos perdido el contacto con los Devons y con los Blacks, el bombardeo ha debido cortar los cables de teléfono.
—Envíe una patrulla para repararlos, o envíe mensajeros. Pero es imperativo que llegue la orden.
Una hora después el mayor informó al gobernador que la patrulla y los mensajeros se habían perdido, y que solo tenían contacto por radio. En Sierra Carbonera los ingleses resistían bien, pero la pérdida de la cota 57 les había dejado aislados.
Gerard Liddell comprendió entonces cuales eran las intenciones españolas. No querían reconquistar La Línea sino que iban a por todo. Si perdía los tres batallones del perímetro sería imposible cubrir los accesos a Gibraltar.
—Mayor, los Dons quieren atrapar a nuestros soldados. Ordene a los Devons y a los Blacks que se retiren. Si es imposible, que aguanten hasta la noche y que entonces rompan el cerco. Los Somerset deben resistir en La Línea hasta la noche, y retirarse cuando lo hayan hecho los otros dos batallones.
Fue imposible. Los defensores de Sierra Carbonera estaban superados cinco a uno, y los bombardeos y asaltos continuos habían roto la cohesión de las unidades. Apoyados desde la cota 57 otra división española atacaba al 2º batallón de infantería ligera de Somerset, apostado en La Línea. Aunque las ruinas de lo que había sido una ciudad facilitaban la defensa, los ingleses estaban eran superados por los españoles 10 a 1, y soportaban un bombardeo de artillería que no se recordaba desde el Somme. A mediodía la resistencia se rompió y los Somerset intentaron retirarse. Fue entonces cuando toda al artillería española dirigió sus ataques contra el istmo, que se convirtió en una trampa mortal. Solo unos pocos soldados pudieron llegar a la Roca. Durante la tarde las posiciones inglesas en el cerro, aisladas, sin municiones y plagadas de muertos y heridos, se rindieron.
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Crisis
21 de Octubre de 1940
—Póngame con el Primer Ministro.
Desde su nombramiento como Jefe del Estado Mayor Imperial, el General John Dill apenas había visto su domicilio. Tras la catástrofe de Francia y la amenaza de invasión, estaba lo de Gibraltar.
Que la crisis hubiese sido causada por el Primer Ministro no iba a facilitar las cosas. Churchill pensaba que España cedería ante la amenaza, pero al contrario, la agresión británica la había encorajinado. También por insistencia de Churchill se había ocupado las fortificaciones españolas frente a Gibraltar. Pero no había tenido en cuenta que la guarnición era demasiado pequeña para mantener el nuevo perímetro.
Dill había recomendado la retirada a las fortificaciones del Peñón, manteniendo solo puestos avanzados. Pero la masacre de La Línea de la Concepción había cambiado todo. El inútil del Gobernador de Gibraltar, el general Gerard Liddell, no había tenido en cuenta la tensión social en la ciudad española, y no había destinado fuerzas a mantener el orden. Al ser detenidas las autoridades franquistas los izquierdistas habían emprendido una vendetta que había llenado las calles de cadáveres. Cuando Gerard Liddell se decidió a intervenir los muertos se contaban por centenares.
La noticia de la masacre casi hizo caer al Primer Ministro. No solo Lord Halifax había renunciado a su ministerio, sino que en el Parlamento se habían escuchado duras críticas. Churchill había intentado minimizar lo ocurrido. Pero la pantomima solo se podría mantener mientras los ingleses conservasen el control de la ciudad y pudiesen soterrar las pruebas. Por eso había ordenado que se conservasen las posiciones de La Línea.
El día doce de octubre los españoles habían atacado. Dill había instruido a Gerard Liddell que se retirase si era amenazado, pero por algún motivo no lo había conseguido. Al día siguiente el gobernador de Gibraltar envió un mensaje histérico solicitando refuerzos. Churchill, tan aficionado a la historia, recordó como Rodney había conseguido abastecer a Gibraltar durante el Gran Sitio del siglo XVIII. El almirante Pound intento argumentar que en el siglo XVIII no había ni submarinos ni Stukas, y que los españoles habían erizado de cañones el Estrecho. Fue en vano, el Primer Ministro ordenó que se enviasen refuerzos inmediatamente. La única fuerza disponible era la reserva para la ocupación de Canarias, donde lo que tenía que ser un paseo militar estaba siendo una difícil campaña en un terreno imposible. El general Sturges, al mando de la operación, reclamaba refuerzos, pero hubo que privárselos y dirigirlos al estrecho.
Pasó lo que tenía que pasar. El día 15 de Octubre el transporte MS Sobieski fue torpedeado en las cercanías de Larache y se hundió con dos mil soldados a bordo. Luego empezaron los ataques aéreos. Afortunadamente los alemanes no tenían bombas pesadas, pero aun así el Ark Royal y el Malaya fueron alcanzados y tuvieron que retirarse. Luego el destructor Ashanti se hundió tras chocar con una mina. Finalmente Churchill autorizó a que se suspendiese la operación, pero ordenó que se preparase un desembarco en Tarifa. Iluso.
Bueno, Dill se había resignado a su suerte. Si Churchill quería relevarle, que le relevase, y que otro le aguantase.
—Primer Ministro, hemos recibido un mensaje de Gibraltar. Los españoles y los alemanes han superado las fortificaciones y ya no quedan ni reservas ni municiones. Gerard Liddell va a capitular esta tarde.
Tras 237 años la bandera inglesa dejó de ondear sobre Gibraltar.
21 de Octubre de 1940
—Póngame con el Primer Ministro.
Desde su nombramiento como Jefe del Estado Mayor Imperial, el General John Dill apenas había visto su domicilio. Tras la catástrofe de Francia y la amenaza de invasión, estaba lo de Gibraltar.
Que la crisis hubiese sido causada por el Primer Ministro no iba a facilitar las cosas. Churchill pensaba que España cedería ante la amenaza, pero al contrario, la agresión británica la había encorajinado. También por insistencia de Churchill se había ocupado las fortificaciones españolas frente a Gibraltar. Pero no había tenido en cuenta que la guarnición era demasiado pequeña para mantener el nuevo perímetro.
Dill había recomendado la retirada a las fortificaciones del Peñón, manteniendo solo puestos avanzados. Pero la masacre de La Línea de la Concepción había cambiado todo. El inútil del Gobernador de Gibraltar, el general Gerard Liddell, no había tenido en cuenta la tensión social en la ciudad española, y no había destinado fuerzas a mantener el orden. Al ser detenidas las autoridades franquistas los izquierdistas habían emprendido una vendetta que había llenado las calles de cadáveres. Cuando Gerard Liddell se decidió a intervenir los muertos se contaban por centenares.
La noticia de la masacre casi hizo caer al Primer Ministro. No solo Lord Halifax había renunciado a su ministerio, sino que en el Parlamento se habían escuchado duras críticas. Churchill había intentado minimizar lo ocurrido. Pero la pantomima solo se podría mantener mientras los ingleses conservasen el control de la ciudad y pudiesen soterrar las pruebas. Por eso había ordenado que se conservasen las posiciones de La Línea.
El día doce de octubre los españoles habían atacado. Dill había instruido a Gerard Liddell que se retirase si era amenazado, pero por algún motivo no lo había conseguido. Al día siguiente el gobernador de Gibraltar envió un mensaje histérico solicitando refuerzos. Churchill, tan aficionado a la historia, recordó como Rodney había conseguido abastecer a Gibraltar durante el Gran Sitio del siglo XVIII. El almirante Pound intento argumentar que en el siglo XVIII no había ni submarinos ni Stukas, y que los españoles habían erizado de cañones el Estrecho. Fue en vano, el Primer Ministro ordenó que se enviasen refuerzos inmediatamente. La única fuerza disponible era la reserva para la ocupación de Canarias, donde lo que tenía que ser un paseo militar estaba siendo una difícil campaña en un terreno imposible. El general Sturges, al mando de la operación, reclamaba refuerzos, pero hubo que privárselos y dirigirlos al estrecho.
Pasó lo que tenía que pasar. El día 15 de Octubre el transporte MS Sobieski fue torpedeado en las cercanías de Larache y se hundió con dos mil soldados a bordo. Luego empezaron los ataques aéreos. Afortunadamente los alemanes no tenían bombas pesadas, pero aun así el Ark Royal y el Malaya fueron alcanzados y tuvieron que retirarse. Luego el destructor Ashanti se hundió tras chocar con una mina. Finalmente Churchill autorizó a que se suspendiese la operación, pero ordenó que se preparase un desembarco en Tarifa. Iluso.
Bueno, Dill se había resignado a su suerte. Si Churchill quería relevarle, que le relevase, y que otro le aguantase.
—Primer Ministro, hemos recibido un mensaje de Gibraltar. Los españoles y los alemanes han superado las fortificaciones y ya no quedan ni reservas ni municiones. Gerard Liddell va a capitular esta tarde.
Tras 237 años la bandera inglesa dejó de ondear sobre Gibraltar.
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- Luis M. García
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- Ubicación: Al bressol d'Espanya. Puxa Asturies!!
El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Uaaauh!! Este momentazo ya había sucedido en el What if "La victoria del Eje", pero es igual, se me vuelve a inflamar la vena lo mismo...
Yiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiihaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!
Hale, siga, siga y olvídese de cualquier pero que le haya puesto, ya me tiene vuesa merced comiendo en su mano.
Saludos.
Yiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiihaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!
Hale, siga, siga y olvídese de cualquier pero que le haya puesto, ya me tiene vuesa merced comiendo en su mano.
Saludos.
Qué gran vasallo, si hubiese buen señor...
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Estoy enganchadísimo, mas, mas mas .....
"Algunos fallos humanos son virtudes militares como por ejemplo la estupidez, la arrogancia y la estrechez mental".
Harry Flashman
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Estimado Domper:
Qué buen texto. Un relato entretenidísimo, y con buena lógica en la introducción y desarrollo. Me quedo a la espera de lo que sigue.
Saludos,
Qué buen texto. Un relato entretenidísimo, y con buena lógica en la introducción y desarrollo. Me quedo a la espera de lo que sigue.
Saludos,
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- General de Ejército
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Capítulo 7. Frente interno
Música nocturna
23 de Octubre de 1940
La noche estaba despejada, pero la débil luna menguante apenas iluminaba. Los incendios de Harwich al Oeste y al Noroeste las luces de los proyectores y los destellos de la artillería antiaérea sobre Ipswich orientaban a los pilotos. Pero sobre el mar no se veía nada.
—Ahí están, mayor, dos luces verdes. Voy a soltar el cable. —El planeador se desprendió del He-111 que lo remolcaba. Siguiendo las instrucciones, el piloto del planeador viró al norte al divisar otro par de luces, estas rojas.
—¿Ve algo? —El mayor Siegfried Grabert estaba preocupado porque suya había sido la decisión de no posponer la operación Küsschen. El mal tiempo no había permitido aprovechar la luna llena, pero si esperaba a que coincidiesen buen tiempo y luna tal vez hubiese que esperar hasta la primavera. Al menos la Kriegsmarine había podido situar las lanchas con balizas.
—Por ahora solo mar… espere, ahí veo la costa, y un río con una punta arenosa… ya veo la pradera ¡Agárrese fuerte, Mayor!
Momentos después el planeador tomaba tierra con un crujido, deteniéndose tras unos pocos saltos.
—Silencio. Esperemos a ver si llegan los demás.
Poco después llegaron otros tres planeadores a la estrecha pradera. Uno más se estrelló contra los setos situados al norte. Faltaban tres más.
—No podemos esperar. Adelante.
Un pelotón de comandos se dirigió hacia la playa, donde debía suprimir los blocaos que mostraban las fotos aéreas. Otro pelotón situó balizas en la pradera. El mayor se dirigió con dos pelotones hacia la mansión. Había pensado como tomarla por sorpresa.
La operación Küsschen era la primera incursión alemana en suelo inglés. La Batalla de Inglaterra había sido un fracaso para la Luftwaffe. La RAF había conseguido resistir y causar importantes pérdidas a los alemanes, que se habían visto obligados a suspender los bombardeos diurnos. El Blitz estaba siendo una tortura para miles de londinenses, pero el pueblo inglés estaba mostrando una fortaleza inesperada. La operación León Marino, el desembarco en Inglaterra, había sido retrasada sine die. Pero el OKW había ordenado mantener la presión sobre Inglaterra. Se mantenían los preparativos de invasión, aunque a menor ritmo, y se decidió efectuar incursiones a pequeña escala, con el objetivo de mantener la alerta e impedir que los británicos enviasen refuerzos a otros frentes.
Bawdsey Manor iba a ser el primer objetivo. Era un palacio de estilo romántico construido a finales del siglo XIX por un político inglés, uno de cuyos descendientes lo había puesto a disposición del Ministerio del Aire. Allí se habían establecido los científicos que desarrollaron el radar. Al declararse la guerra habían sido trasladados a un lugar más seguro, pero Bawdsey Manor seguía siendo una estación de radar. Justo al norte del palacio se elevaban las altas torres del sistema de alerta conocido como Chain Home. También había una instalación portátil del sistema Chain Home Low.
El objetivo del ataque había sido seleccionado no por su relevancia sino por su situación. La mansión estaba en una península arenosa entre el estuario del río Deben y el mar, y el reflejo de la luna sobre el agua facilitaría la orientación de los planeadores. Además estaba rodeada de marismas, y solo una estrecha y serpenteante carretera la comunicaba con el interior. Un ferry comunicaba durante el día la estación con Felixtowe.
La Operación Küsschen iba a ser el modelo de las operaciones interarmas.
La Kriegsmarine inició la operación. Durante las dos semanas anteriores varios convoyes de buques anfibios se habían dirigido desde Zeebrugge y otros puertos del Canal hacia Amsterdam, aparentemente para llevar a lugares más seguros las embarcaciones de asalto reunidas para la invasión. El día 21 había salido otro de esos convoyes desde Boulogne, con una docena de barcos anfibios escoltado por seis torpederas, tres destructores y cuatro dragaminas. Este convoy se adentró algo más en el Canal que los anteriores para evitar los campos minados de la costa. Pero al atardecer del 23 viró hacia el Oeste.
Esa misma tarde la Luftwaffe bombardeó Harwich. Mientras los bombarderos castigaban la ciudad, cazas Bf 110 patrullaron el Canal para impedir los vuelos de reconocimientos ingleses. Además los incendios ayudarían a orientar el asalto aerotransportado. Por la noche le tocó a Ipswich. Durante varias horas los bombarderos nocturnos alemanes lanzaron bombas incendiarias y bengalas sobre la pobre ciudad.
Mientras un grupo de Ju 52 remolcó los planeadores que llevaban a una unidad de comandos Brandenburger, entre los que había soldados que habían vivido en colonias inglesas. Se preveía que la luna menguante dificultaría la navegación, por eso dos lanchas torpederas de la marina se adelantaron para señalar el rumbo a los planeadores. Los comandos tenían que tomar la mansión y suprimir las defensas costeras, preparando el terreno para el salto de dos compañías de fallschirmjäger.
John Taylor miraba preocupado los destellos sobre Ipswich. Esperaba que sus tíos estuviesen seguros, pero la ciudad parecía sufrir graves daños. Cada pocos minutos pasaban aviones alemanes sobre la mansión, y Taylor rogaba para que ninguno lanzase sus bombas antes de tiempo. Taylor era un agricultor de la cercana Alderton. Demasiado mayor para el ejército y demasiado joven para haber conocido la Gran Guerra, pensaba que el servicio en la Home Guard iba a ser otra cosa. Disciplina militar, entrenamiento, armas modernas… nada de eso. Solo guardias interminables a la puerta de la Mansión, con un fusil herrumbroso que tenía más años que él, vigilando a unos señoritos estirados de la RAF que se dedicaban a jugar con la radio. El condenado caserón estaba en el rincón más húmedo de Inglaterra, y las lluvias de la semana pasada le habían afectado a los huesos. Por lo menos la noche era despejada.
Otro avión pasó en vuelo rasante, y Taylor se encogió. Entonces vio una luz por el camino y unas voces.
—Waltzing Matilda, Waltzing Matilda, You'll come a Waltzing Matilda, with me...
—¡Alto! ¿Quién va?
—And he sang as he watched and waited 'til his billy boiled "You'll come a Waltzing Matilda, with me?"
La linterna iluminaba a media docena de soldados con uniformes de la RAF. Tambaleantes, cantaban a voz en grito Waltzing Matilda y movían la luz como si quisiesen alertar a todos los alemanes de Europa.
—Apagad esa luz si no queréis que un Jerry nos tire una bomba ¿Quiénes sois?
—Australia e Inglaterra, hija y madre unidas… hip.
—¿Santo y seña?
—Australia e Inglaterra…
—Quedaos quietos u os frío. —Taylor tomó el fusil y lo apuntó hacia los australianos, cuando vio unos fogonazos. Sin saber como soltó el fusil y cayó al suelo ¿Cómo podía ser? No había oído nada…
Doce horas después el General Alan Brooke, al mando de las fuerzas de defensa de Inglaterra, visitaba el lugar.
—Tenga cuidado, general, puede haber bombas trampa. Ya hemos perdido a dos hombres allí —señalaba las ruinas ardientes de la mansión.
—¿Qué ha pasado aquí, capitán?
—Ha sido una operación minuciosamente planeada, general. Los bombardeos de Harwich e Ipswich fueron una distracción mientras comandos alemanes en paracaídas y con planeadores aterrizaban en la pradera. Sorprendieron a los centinelas, tomaron la mansión, mataron al personal y escaparon en botes. La alerta no sonó porque debieron cortar las líneas de teléfono. En el puesto de control no se alarmaron pensando que el bombardeo de Ipswich las habría cortado. En Alderton oyeron ruidos pero pensaron que serían bombas desviadas. Decidieron enviar una patrulla de la Home Guard para prestar ayuda, pero no estuvo preparada hasta un par de horas después. Luego se encontraron con minas en la carretera. Cuando llegaron aquí al amanecer, ya no quedaba nada.
—¿Cuántos eran?
—Unos doscientos creemos, por los paracaídas que han dejado y por los planeadores. Allí —señaló hacia unos árboles— se estrelló un planeador y hemos encontrado un par de jerrys muertos. Alguno más en las instalaciones de la RAF.
—¿Hemos hecho prisioneros? ¿Algún herido?
—Ninguno, se los llevaron.
—¿Y nuestras bajas?
—En las instalaciones de la RAF, por lo menos cincuenta. Otros veinte o treinta en la mansión. Unas pobres chicas auxiliares se quedaron atrapadas cuando la casa se incendió. Además han destruido las instalaciones del Chain Home. Aunque todavía no hemos podido hacer un recuento completo.
Alan Brooke estaba cada vez más malhumorado— ¿Es que falta gente?
—Sí, por lo menos una docena de técnicos y alguna chica, no sabemos si están bajo las ruinas.
—O si los han capturado y se los han llevado.
—Es posible, señor —el capitán mostraba su creciente inseguridad.
—Tampoco sabemos si se han llevado algo, claro.
—Será difícil saberlo hasta que se enfríen los escombros. Pero …
—Continúe, capitán.
El capitán tragó saliva—. Falta un equipo de radar Chain Home Low.
Alan Brooke no daba crédito a lo que oía— ¿Dice que faltan partes de un radar?
—No señor, falta el radar entero. Era un equipo móvil en camiones, y creemos que los alemanes lo encontraron, lo embarcaron en sus lanchas y se lo han llevado.
Alan Brooke ya no pudo aguantar más—. Capitán, esto es inaudito. Usted estaba a cargo de la defensa de este lugar, uno de los más importantes de la costa ¿y qué hace? Dormir como un bendito mientras los jerrys se llevan nuestro equipo más reciente ¿Es que no veía que la instalación estaba al borde del mar? ¿Y que al otro lado del mar estaban los alemanes?
—Señor, confiábamos en la Royal Navy y…
—¡Ni Royal Navy ni puñetas! La marina ha perdido dos destructores intentando cazar a esos alemanes que se colaron sin que usted se enterase. No sé como explicaré esto al Primer Ministro. Pero sí sé lo que voy a hacer con usted ¿le gustan las Shetlands?
Música nocturna
23 de Octubre de 1940
La noche estaba despejada, pero la débil luna menguante apenas iluminaba. Los incendios de Harwich al Oeste y al Noroeste las luces de los proyectores y los destellos de la artillería antiaérea sobre Ipswich orientaban a los pilotos. Pero sobre el mar no se veía nada.
—Ahí están, mayor, dos luces verdes. Voy a soltar el cable. —El planeador se desprendió del He-111 que lo remolcaba. Siguiendo las instrucciones, el piloto del planeador viró al norte al divisar otro par de luces, estas rojas.
—¿Ve algo? —El mayor Siegfried Grabert estaba preocupado porque suya había sido la decisión de no posponer la operación Küsschen. El mal tiempo no había permitido aprovechar la luna llena, pero si esperaba a que coincidiesen buen tiempo y luna tal vez hubiese que esperar hasta la primavera. Al menos la Kriegsmarine había podido situar las lanchas con balizas.
—Por ahora solo mar… espere, ahí veo la costa, y un río con una punta arenosa… ya veo la pradera ¡Agárrese fuerte, Mayor!
Momentos después el planeador tomaba tierra con un crujido, deteniéndose tras unos pocos saltos.
—Silencio. Esperemos a ver si llegan los demás.
Poco después llegaron otros tres planeadores a la estrecha pradera. Uno más se estrelló contra los setos situados al norte. Faltaban tres más.
—No podemos esperar. Adelante.
Un pelotón de comandos se dirigió hacia la playa, donde debía suprimir los blocaos que mostraban las fotos aéreas. Otro pelotón situó balizas en la pradera. El mayor se dirigió con dos pelotones hacia la mansión. Había pensado como tomarla por sorpresa.
La operación Küsschen era la primera incursión alemana en suelo inglés. La Batalla de Inglaterra había sido un fracaso para la Luftwaffe. La RAF había conseguido resistir y causar importantes pérdidas a los alemanes, que se habían visto obligados a suspender los bombardeos diurnos. El Blitz estaba siendo una tortura para miles de londinenses, pero el pueblo inglés estaba mostrando una fortaleza inesperada. La operación León Marino, el desembarco en Inglaterra, había sido retrasada sine die. Pero el OKW había ordenado mantener la presión sobre Inglaterra. Se mantenían los preparativos de invasión, aunque a menor ritmo, y se decidió efectuar incursiones a pequeña escala, con el objetivo de mantener la alerta e impedir que los británicos enviasen refuerzos a otros frentes.
Bawdsey Manor iba a ser el primer objetivo. Era un palacio de estilo romántico construido a finales del siglo XIX por un político inglés, uno de cuyos descendientes lo había puesto a disposición del Ministerio del Aire. Allí se habían establecido los científicos que desarrollaron el radar. Al declararse la guerra habían sido trasladados a un lugar más seguro, pero Bawdsey Manor seguía siendo una estación de radar. Justo al norte del palacio se elevaban las altas torres del sistema de alerta conocido como Chain Home. También había una instalación portátil del sistema Chain Home Low.
El objetivo del ataque había sido seleccionado no por su relevancia sino por su situación. La mansión estaba en una península arenosa entre el estuario del río Deben y el mar, y el reflejo de la luna sobre el agua facilitaría la orientación de los planeadores. Además estaba rodeada de marismas, y solo una estrecha y serpenteante carretera la comunicaba con el interior. Un ferry comunicaba durante el día la estación con Felixtowe.
La Operación Küsschen iba a ser el modelo de las operaciones interarmas.
La Kriegsmarine inició la operación. Durante las dos semanas anteriores varios convoyes de buques anfibios se habían dirigido desde Zeebrugge y otros puertos del Canal hacia Amsterdam, aparentemente para llevar a lugares más seguros las embarcaciones de asalto reunidas para la invasión. El día 21 había salido otro de esos convoyes desde Boulogne, con una docena de barcos anfibios escoltado por seis torpederas, tres destructores y cuatro dragaminas. Este convoy se adentró algo más en el Canal que los anteriores para evitar los campos minados de la costa. Pero al atardecer del 23 viró hacia el Oeste.
Esa misma tarde la Luftwaffe bombardeó Harwich. Mientras los bombarderos castigaban la ciudad, cazas Bf 110 patrullaron el Canal para impedir los vuelos de reconocimientos ingleses. Además los incendios ayudarían a orientar el asalto aerotransportado. Por la noche le tocó a Ipswich. Durante varias horas los bombarderos nocturnos alemanes lanzaron bombas incendiarias y bengalas sobre la pobre ciudad.
Mientras un grupo de Ju 52 remolcó los planeadores que llevaban a una unidad de comandos Brandenburger, entre los que había soldados que habían vivido en colonias inglesas. Se preveía que la luna menguante dificultaría la navegación, por eso dos lanchas torpederas de la marina se adelantaron para señalar el rumbo a los planeadores. Los comandos tenían que tomar la mansión y suprimir las defensas costeras, preparando el terreno para el salto de dos compañías de fallschirmjäger.
John Taylor miraba preocupado los destellos sobre Ipswich. Esperaba que sus tíos estuviesen seguros, pero la ciudad parecía sufrir graves daños. Cada pocos minutos pasaban aviones alemanes sobre la mansión, y Taylor rogaba para que ninguno lanzase sus bombas antes de tiempo. Taylor era un agricultor de la cercana Alderton. Demasiado mayor para el ejército y demasiado joven para haber conocido la Gran Guerra, pensaba que el servicio en la Home Guard iba a ser otra cosa. Disciplina militar, entrenamiento, armas modernas… nada de eso. Solo guardias interminables a la puerta de la Mansión, con un fusil herrumbroso que tenía más años que él, vigilando a unos señoritos estirados de la RAF que se dedicaban a jugar con la radio. El condenado caserón estaba en el rincón más húmedo de Inglaterra, y las lluvias de la semana pasada le habían afectado a los huesos. Por lo menos la noche era despejada.
Otro avión pasó en vuelo rasante, y Taylor se encogió. Entonces vio una luz por el camino y unas voces.
—Waltzing Matilda, Waltzing Matilda, You'll come a Waltzing Matilda, with me...
—¡Alto! ¿Quién va?
—And he sang as he watched and waited 'til his billy boiled "You'll come a Waltzing Matilda, with me?"
La linterna iluminaba a media docena de soldados con uniformes de la RAF. Tambaleantes, cantaban a voz en grito Waltzing Matilda y movían la luz como si quisiesen alertar a todos los alemanes de Europa.
—Apagad esa luz si no queréis que un Jerry nos tire una bomba ¿Quiénes sois?
—Australia e Inglaterra, hija y madre unidas… hip.
—¿Santo y seña?
—Australia e Inglaterra…
—Quedaos quietos u os frío. —Taylor tomó el fusil y lo apuntó hacia los australianos, cuando vio unos fogonazos. Sin saber como soltó el fusil y cayó al suelo ¿Cómo podía ser? No había oído nada…
Doce horas después el General Alan Brooke, al mando de las fuerzas de defensa de Inglaterra, visitaba el lugar.
—Tenga cuidado, general, puede haber bombas trampa. Ya hemos perdido a dos hombres allí —señalaba las ruinas ardientes de la mansión.
—¿Qué ha pasado aquí, capitán?
—Ha sido una operación minuciosamente planeada, general. Los bombardeos de Harwich e Ipswich fueron una distracción mientras comandos alemanes en paracaídas y con planeadores aterrizaban en la pradera. Sorprendieron a los centinelas, tomaron la mansión, mataron al personal y escaparon en botes. La alerta no sonó porque debieron cortar las líneas de teléfono. En el puesto de control no se alarmaron pensando que el bombardeo de Ipswich las habría cortado. En Alderton oyeron ruidos pero pensaron que serían bombas desviadas. Decidieron enviar una patrulla de la Home Guard para prestar ayuda, pero no estuvo preparada hasta un par de horas después. Luego se encontraron con minas en la carretera. Cuando llegaron aquí al amanecer, ya no quedaba nada.
—¿Cuántos eran?
—Unos doscientos creemos, por los paracaídas que han dejado y por los planeadores. Allí —señaló hacia unos árboles— se estrelló un planeador y hemos encontrado un par de jerrys muertos. Alguno más en las instalaciones de la RAF.
—¿Hemos hecho prisioneros? ¿Algún herido?
—Ninguno, se los llevaron.
—¿Y nuestras bajas?
—En las instalaciones de la RAF, por lo menos cincuenta. Otros veinte o treinta en la mansión. Unas pobres chicas auxiliares se quedaron atrapadas cuando la casa se incendió. Además han destruido las instalaciones del Chain Home. Aunque todavía no hemos podido hacer un recuento completo.
Alan Brooke estaba cada vez más malhumorado— ¿Es que falta gente?
—Sí, por lo menos una docena de técnicos y alguna chica, no sabemos si están bajo las ruinas.
—O si los han capturado y se los han llevado.
—Es posible, señor —el capitán mostraba su creciente inseguridad.
—Tampoco sabemos si se han llevado algo, claro.
—Será difícil saberlo hasta que se enfríen los escombros. Pero …
—Continúe, capitán.
El capitán tragó saliva—. Falta un equipo de radar Chain Home Low.
Alan Brooke no daba crédito a lo que oía— ¿Dice que faltan partes de un radar?
—No señor, falta el radar entero. Era un equipo móvil en camiones, y creemos que los alemanes lo encontraron, lo embarcaron en sus lanchas y se lo han llevado.
Alan Brooke ya no pudo aguantar más—. Capitán, esto es inaudito. Usted estaba a cargo de la defensa de este lugar, uno de los más importantes de la costa ¿y qué hace? Dormir como un bendito mientras los jerrys se llevan nuestro equipo más reciente ¿Es que no veía que la instalación estaba al borde del mar? ¿Y que al otro lado del mar estaban los alemanes?
—Señor, confiábamos en la Royal Navy y…
—¡Ni Royal Navy ni puñetas! La marina ha perdido dos destructores intentando cazar a esos alemanes que se colaron sin que usted se enterase. No sé como explicaré esto al Primer Ministro. Pero sí sé lo que voy a hacer con usted ¿le gustan las Shetlands?
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Radio
27 de Octubre de 1940
—Statthalter, el Generalleutnant Von Greim.
—Hágale pasar, por favor. Luego, déjenos solos.
Un ordenanza hace pasar al general de la Luftwaffe. Von Greim no ocultaba su incomodidad porque tras el ascenso al poder de Goering su posición no había quedado clara y temía que el canciller se dejase llevar por aduladores.
—Amigo Ritter, deseaba tener una conversación a solas con usted. Estoy francamente satisfecho por los resultados de la incursión en… ¿Cómo se llamaba ese sitio?
—Bawdsey, excelencia.
—Bawdsey pues. Lo que le he dicho, estoy muy satisfecho. Especialmente de cómo se han coordinado las tres armas, ejército, Luftwaffe y marina ¿Hubo algún problema para ello?
—No, Statthalter. Siguiendo las indicaciones del OKW me reuní con el almirante Marschall y planeamos la operación. Hicimos algunos ensayos en la costa holandesa, hasta que cada unidad supo su misión. Luego todo salió como un reloj, incluso las bajas fueron menores de lo esperado. Se pudo reembarcar a todos los heridos, y consiguieron traer no solo a varios prisioneros, sino un equipo completo de radiotelemetría que nuestros técnicos están analizando.
—¿Un radiotelémetro?
—Sí, Statthalter, la instalación inglesa resultó ser una estación de detección de aviones por ondas de radio parecida a nuestras Freya. Los condenados ingleses han conseguido tender una cadena de vigilancia que cubre los accesos a su isla.
—Esa ha sido la causa de nuestras pérdidas durante el verano.
—Statthalter, es pronto para decirlo porque aun no hemos podido analizar las capacidades del equipo. Pero mi impresión es que si han conseguido rechazarnos ha sido por eso
—Habrá que destruir esas instalaciones.
—No será tan fácil. Los primeros días atacamos algunos de esos equipos de radiotelemetría, pero están compuestos por antenas metálicas difíciles de destruir y sencillas de reparar. Además tienen equipos móviles.
—Pues será necesario investigar alguna forma de interferirlas.
—Así se hará, Statthalter, pero nos llevará algún tiempo. Podremos intentar cegar a los radiotelémetros de la zona más estrecha del Canal, pero no las de otras partes de la isla, porque están demasiado lejos de nuestras costas.
—¿Se podrían instalar en aviones?
—No, Statthalter, son equipos demasiado grandes y pesados.
—¿Y está seguro que todo eso no se puede embarcar en un avión? ¿Tal vez en un dirigible? —Goering apenas había oído hablar de los nuevos radiotelémetros, y sus nuevas obligaciones políticas le mantenían alejado de los desarrollos técnicos.
—He estado hablando con los técnicos de ERMA, y me dicen que es imposible miniaturizar los equipos porque necesitan antenas de gran tamaño.
—Entiendo. Habrá que pensar en alguna otra cosa. Encárguese, por favor. Y sigan planeando nuevas incursiones contra la costa inglesa. Al menos para mantenerlos ocupados. Pero no corra demasiados riesgos.
—A sus órdenes. Pero con una salvedad, el almirante Marschall y el general Von Manstein me han pedido que no efectuemos incursiones en Escocia o en las Shetland, prefieren hacer creer al enemigo que están fuera de nuestro alcance.
—Está bien. Ritter, la incursión ha sido un éxito. Militar y propagandístico. El Reich sabrá mostrar su gratitud.
27 de Octubre de 1940
—Statthalter, el Generalleutnant Von Greim.
—Hágale pasar, por favor. Luego, déjenos solos.
Un ordenanza hace pasar al general de la Luftwaffe. Von Greim no ocultaba su incomodidad porque tras el ascenso al poder de Goering su posición no había quedado clara y temía que el canciller se dejase llevar por aduladores.
—Amigo Ritter, deseaba tener una conversación a solas con usted. Estoy francamente satisfecho por los resultados de la incursión en… ¿Cómo se llamaba ese sitio?
—Bawdsey, excelencia.
—Bawdsey pues. Lo que le he dicho, estoy muy satisfecho. Especialmente de cómo se han coordinado las tres armas, ejército, Luftwaffe y marina ¿Hubo algún problema para ello?
—No, Statthalter. Siguiendo las indicaciones del OKW me reuní con el almirante Marschall y planeamos la operación. Hicimos algunos ensayos en la costa holandesa, hasta que cada unidad supo su misión. Luego todo salió como un reloj, incluso las bajas fueron menores de lo esperado. Se pudo reembarcar a todos los heridos, y consiguieron traer no solo a varios prisioneros, sino un equipo completo de radiotelemetría que nuestros técnicos están analizando.
—¿Un radiotelémetro?
—Sí, Statthalter, la instalación inglesa resultó ser una estación de detección de aviones por ondas de radio parecida a nuestras Freya. Los condenados ingleses han conseguido tender una cadena de vigilancia que cubre los accesos a su isla.
—Esa ha sido la causa de nuestras pérdidas durante el verano.
—Statthalter, es pronto para decirlo porque aun no hemos podido analizar las capacidades del equipo. Pero mi impresión es que si han conseguido rechazarnos ha sido por eso
—Habrá que destruir esas instalaciones.
—No será tan fácil. Los primeros días atacamos algunos de esos equipos de radiotelemetría, pero están compuestos por antenas metálicas difíciles de destruir y sencillas de reparar. Además tienen equipos móviles.
—Pues será necesario investigar alguna forma de interferirlas.
—Así se hará, Statthalter, pero nos llevará algún tiempo. Podremos intentar cegar a los radiotelémetros de la zona más estrecha del Canal, pero no las de otras partes de la isla, porque están demasiado lejos de nuestras costas.
—¿Se podrían instalar en aviones?
—No, Statthalter, son equipos demasiado grandes y pesados.
—¿Y está seguro que todo eso no se puede embarcar en un avión? ¿Tal vez en un dirigible? —Goering apenas había oído hablar de los nuevos radiotelémetros, y sus nuevas obligaciones políticas le mantenían alejado de los desarrollos técnicos.
—He estado hablando con los técnicos de ERMA, y me dicen que es imposible miniaturizar los equipos porque necesitan antenas de gran tamaño.
—Entiendo. Habrá que pensar en alguna otra cosa. Encárguese, por favor. Y sigan planeando nuevas incursiones contra la costa inglesa. Al menos para mantenerlos ocupados. Pero no corra demasiados riesgos.
—A sus órdenes. Pero con una salvedad, el almirante Marschall y el general Von Manstein me han pedido que no efectuemos incursiones en Escocia o en las Shetland, prefieren hacer creer al enemigo que están fuera de nuestro alcance.
—Está bien. Ritter, la incursión ha sido un éxito. Militar y propagandístico. El Reich sabrá mostrar su gratitud.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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