SEDE DE LA PRESIDENCIA DEL GOBIERNO, MADRID, SEPTIEMBRE DE 1918Don Valeriano Weyler leía los informes de los juicios sumarísimos qa los que en Badajoz se había sometido a los revoltosos de la Puebla de Alcocer y la Comarca de la SIberia.
Junto a ellos tenía un escrito del Gobernador Civil de Badajoz, Ricardo Aparicio, en el que detallaba los hechos acontecidos en la Provincia;adjuntando su carta de dimisión, y la solicitud para incorporarse a filas.
Las estratagemas de los propietarios y Alcaldes para traspasar las propiedades al Estado, una vez conocidas por los beneficiarios de fincas y sus convecinos habían provocado una respuesta tumultuosa por parte de los últimos. Debía tenerse en cuenta que para muchos, aquellas pequeñas fincas era la primera buena noticia en los cuatro años desde que se iniciase la Guerra. Aparicio describía un sistema de peonaje agrícola que poco se diferenciaba del Siervo de la Gleva de la Edad Media, donde los latifundistas pagaban escasos jornales, o si arrendaban las tierras, exigían elevados porcentajes de los frutos del campo. Con sueldos de miseria, pocas familias podían contar con ganado que llevar a pastar a las tierras comunales, que por otro lado en las más de las ocasiones se encontraban ocupadas por cercanos a los Alcaldes. Zonas dedicadas a pastos, habían sido roturadas, o cercadas para el disfrute de unos pocos sportmen capitalinos en la práctica cinegética.
Sí, todo eso era cierto. Weyler contestaría de su puño y letra a Aparicio.
Lamento antes que nada su intención de abandonar el cargo de Gobernador Civil de la Provincia. He sido informado de los sucesos acaecidos en la Puebla de Alcocer, y de los intentos de Su Excelencia por llegar a una solución pacífica.
Soy consciente de la dureza de las medidas tomadas contra los revoltosos, pero debe comprender que el Gobierno de SU MAjestad que me honro presidir, no puede, ni debe, tolerar el más mínimo atisbo de sedición o revuelta armada. No finiquitar con prontitud estos alborotos, pueden prender la mecha de la perniciosa revolución.
Convendrá conmigo, que si la situación no hubiera ido más allá de encerrar a los felones en la Casa Consistorial, la solución hubiera sido otra; pero el asesinato, más en tiempo de Guerra, de dos agentes de la autoridad, convertía una revuelta en un alzamiento armado.
Excelencia, si he sido acusado de algo durante mi Presidencia, sin duda es de ser próximo a las clases humildes, y contrario a las clases propietarias. Los trabajadores del campo, gozan desde inicios de mi Gobierno de una serie de derechos que en otras circustancias hubieran tardado lustros en obtener. Son las clases humildes quienes soportan el peso de la Guerra, y no solo en el Frente. Es por todo ello, que decidí conceder tierras a los deudos más débiles de los caidos, viudas y huérfanos del campo. Ellos, si fueron violentados por los caciques y terratenientes siberianos, deberían haber acudido a la Justicia del Rey. Al tomarse ésta por su mano, y sin faltarles razón, sufrieron el peso de la Ley.
Han sido ajusticiados todos aquellos que fueron prendidos con armas de fuego en las manos, así como aquellos que sin hacer uso de éstas, usaron otro tipo de armas para acabar con la vida de las autoridades y vecinos. Sabrá que han sido fusilados, una muerte más digna que la que les espera a los acusados de alta traición por no solo ignorar la Legislación, si no por pretender saltarse ésta mediante engaños y maniobras que solo merecen el calificativo de felonía.
Estos terratenientes, poco importa su cuna, alcaldes, poco importa su Partido, y el mismo párroco de la Puebla, han sido acusados por el Fiscal Militar, por supuesto, de alta traición, asociación de malhechores, de incitación a la revuelta, y la más grave, de lesa majestad. Recuerde las palabras de ALfonso X escritas en el Fuero Juzgo:
Laesae majestatis crimen, tanto quiere decir en romance, como yerro de traycion que faze ome contra la persona del rey
y recoge como una de éstas la falsedad en documentos públicos.
No, no serán ajusticiados ante un pelotón, serán,lo han sido ya, muertos como el más vil de los delincuentes, a garrote vil y en Plaza Pública.
Excelencia, sirvan estas palabras a su vez para confortarle en su pena, pues como ya escribí, soy consciente de sus intentos de evitar el derramamiento de sangre
Valeriano Weyler y Nicolau
Presidente
Tras releer la carta escrita a Ricardo Aparicio, un buen hombre, Weyler leía los partes de varias Capitanías Generales.
En Barcelona, Sevilla y Valencia se producían disturbios por la muerte de los siberianos.
En Madrid, los disturbios los promovían los burgueses con propiedades adquiridas durante las desamortizaciones del siglo anterior, la nobleza de cuna y como no los mauristas y romanonistas; los latifundistas, y la peor especie que conociera la Tierra, los especuladores; cuando se supo de la ejecución de los propietarios, en Badajoz, y ampliamente difundido en la Prensa
En Pamplona y Bilbao, eran las tropas de la Comunión Tradicionalista las que alborotaban por el ajusticiamiento del sacerdote aquel, saltandose el Concordato... le daba igual el Concordato... el Obispo de Roma había bendecido a las tropas italianas, las del enemigo.
Todos los periódicos, todos, cargaban contra Weyler, aunque cada uno por sus razones... no existía unanimidad.
General Coca y Luque, ordene el envío de tropas del Frente a Madrid, BArcelona, Bilbao, Pamplona, Valencia, Sevilla... ya me oyó, tropas veteranas, nada de regimientos de reclutas o milicias provinciales... sí, lo entiende bien, tropas cuya lealtad esté fuera de toda duda. Que entren con bastones, no con armas de fuego... no, no disolveré el Parlamento, ni me salto su Autoridad, hace dos años aprobaron el Estado de Guerra... dos años después de iniciada... claro que de inmediato, ¿quiere que se envalentonen' ¿quiere una Guerra Civil?... Ah, el Decreto de Diolución de las Milicias de la Comunón Tradicionalista está siendo redactado... tienen tres cuatro opciones: volverse a Navarra y Álava, integrarse en las Milicias Provinciales, integrarse en el Ejército Regular, o morir si no se acogen a las tres anteriores.Varios días después, las principales ciudades de España volvían al orden, bajo estrecha vigilancia de tropas cuya lelatad para el General Weyler , y el Rey, estaba fuera de toda duda.
Ayudó al restablecimieento de la calma en las ciudades industriosas el hecho que el rey conmutara la pena de las mujeres y menores condenados a Cadena Perpetua por la de cinco años de cárcel, y la de perdonar a los varones que condenados a la misma pena que se alistaran en alguno de los batallones del Tercio de Extranjeros. Para muchos anarquistas, libertarios y socialistas saber que ni Weyler ni el Rey se apiadaran del párroco de la Puebla, era toda una señal de que no habría perdón para aquellos que se opusieran a la entrega de tierars para las viudas y huérfanos.
La disolución de las Milicias de la Comunión Tradicionalista, permitían por fin que el Ejército dejara de tener en sus filas unidades cuya lelatad podía verse en entredicho. Todos los milicianos se habían intregado en el Ejército Regular. La liberal Bilbao respiró cuando el aliento de los muy conservadores en costumbres tradicionalistas desapareció.
También, para sectores de la burguesía, la decisión de Weyler de no ceder el control de las calles al proletariado, como Kerensky en Rusia, calmó muchos ánimos, y en conciencia reconocían la maldad de aquellos que por su simple saber leer pretendían sacar provecho de los desfavorecidos.
Algunos clérigos acusaron a Alfonso XIII de
regalista, por la ejecución del párroco. Era una oportunidad servida en bandeja para enviar fuera de Madrid a muchos de aquellos sacerdotes que sustentaban a los sectores más conservadores e intransigentes con los nuevos tiempos, aquellos para los que
Rerum Novarum (2) era papel mojado; amenazando a Roma con un nuevo
Decreto Urquijo (3), si no cesaban las críticas a la acción de Gobierno.
(1)
http://es.wikipedia.org/wiki/Regalismo(2)
http://es.wikipedia.org/wiki/Rerum_novarumhttp://www.vatican.va/holy_father/leo_x ... um_sp.html(3)
La divina Providencia se ha servido llevarse ante sí en 29 de Agosto último el alma de nuestro Santísimo padre Pio VI; y no pudiéndose esperar de las circunstancias actuales de Europa, y de las turbulencias que la agitan, que la eleccion de un sucesor en el Pontificado se haga con aquella tranquilidad y paz tan debidas, ni acaso tan pronto como necesitaria la Iglesia; a fin de que entre tanto mis vasallos de todos mis dominios no carezcan de los auxilios precisos de la religión, he resuelto que hasta que Yo les de a conocer el nuevo nombramiento de Papa, los Arzobispos y Obispos usen de toda la plenitud de sus facultades, conforme a la antigua disciplina de la Iglesia para las dispensas matrimoniales y demás que les competen: que el tribunal de la Inquisicion siga como hasta aquí ejerciendo sus funciones, y el de la Rota sentencie las causas que hasta ahora le estaban cometidas en función de la comisión de los papas, y que Yo quiero ahora que continúe por sí. En los demas puntos de consagración de Obispos y Arzobispos, u otros cualesquiera mas graves que puedan ocurrir, me consultará la Cámara, cuando se verifique alguno, por mano de mi primer Secretario de Estado y del Despacho; y entonces con el parecer de las personas a quienes tuviese a bien pedirle, determinaré lo conveniente, siendo aquel supremo tribunal el que me lo represente, y a quien acudirán todos los Prelados de mis dominios hasta nueva órden mia. Tendrase entendido en mi Consejo y Cámara, y expedirá estas las órdenes correspondientes a los referidos Prelados para su cumplimiento