El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
- Lucas de Escola
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
¿Podrías aportar más datos sobre esa película? Lo digo porque me interesa verla y con ese título no encuentro nada, Tampoco entre las páginas que he visitado sobre la filmografía de Werner Herzog me aparece nada con ese título y ese año, ni en castellano ni en inglés ni en alemán.
Un plan que no puede modificarse, no es un buen plan.
- vonneumann
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Lucas de Escola escribió:¿Podrías aportar más datos sobre esa película? Lo digo porque me interesa verla y con ese título no encuentro nada, Tampoco entre las páginas que he visitado sobre la filmografía de Werner Herzog me aparece nada con ese título y ese año, ni en castellano ni en inglés ni en alemán.
Pues le va a costar poder encontrarla, es la contraparte ucrónica de "Un puente muy lejano".
Money is a sign of poverty. Iain M. Banks.
It is a black Samsonite suitcase. Do you think maybe it’s possible that the Samsonite people, in some crazy scheme to actually turn a profit, made more than one? - Greg (Gaylord) Focker.
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Lucas de Escola escribió:¿Podrías aportar más datos sobre esa película? Lo digo porque me interesa verla y con ese título no encuentro nada, Tampoco entre las páginas que he visitado sobre la filmografía de Werner Herzog me aparece nada con ese título y ese año, ni en castellano ni en inglés ni en alemán.
Lucas, esa pelicula es parte de la ucronia.
Saludos
It matters not how strait the gate. How charged with punishments the scroll.
I am the master of my fate: I am the captain of my soul. - From "Invictus", poem by William Ernest Henley
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Entiendo que lo pone en el guion pero... un par de dudas que me surgen????
Esas tres son las que más me han llamado la atención
saludos
- La batalla sobre la cadena de oasis que resultan estar protegidos. Que yo recuerde la zona interior del desierto se consideraba impracticable para unidades motorizadas, sobre todo en esa zona donde existe la depresión de Qatara que la aísla de la costa, la misma depresión que evidenciaba que la lucha se circunscribiría a la costa, donde sí era posible aprovisionar las grandes unidades. Proteger esos oasis en esas condiciones ¿No es un desperdicio de recursos, más aun si pensaban en pasar a la ofensiva?
Por el relato parece que los australianos de Fayum tienen decenas de piezas AAA y los derribos se cuentan por docenas (se supone que le dan matarile a un regimiento )...encima parece que los paracaidistas saltan directamente sobre el Oasis en lugar de buscar una Lz segura a poca distancia de él, pero en la que no exista peligro de ser ametrallado, caer en el oasis y ahogarse, sobre un árbol o un edificio que les rompa la espalda, todo ello accidentes que pueden ocasionar graves heridas aun de no hallar resistencia...por no hablar de saltar en pleno día o no utilizar planeadores para un asalto silencioso
Entiendo que las cargas que colocan en las vías llevan temporizadores analógicos normales y corrientes... como estos son poco más que un reloj, el limite son 11 horas y 59 minutos a menos que quieras que estallen en sus manos
Esas tres son las que más me han llamado la atención
saludos
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Domper escribió: 3 de Febrero de 1941
La Decima Flottiglia MAS
Un pequeño inciso.
La Xª o 10ª Flottiglia MAS no recibió tal denominación hasta el 14 de marzo del 41:
10-03-1941
Il C.te Moccagatta , Capo Flottiglia prospetta all'Amm. De Courten l'opportunità del cambio di denominazione da "I^ Flottiglia a 10^ Flottiglia MAS"
14-03-1941
SUPERMARINA dispone il cambio di denominazione da I^ Flottiglia MAS a 10^ Flottiglia MAS
SUPERMARINA
nota interna n°229
http://www.anaim.it/old/cronologia.htm
• La SUPERMARINA:
http://digilander.libero.it/casellidome ... marina.htm
PD: Simplemente dejar el detalle.
Un saludo.
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Pues le va a costar poder encontrarla, es la contraparte ucrónica de "Un puente muy lejano".
Prrff...¡Vaya cagada...! En fin , no sigo el hilo y tan sólo vi la mención.
Agradecido por los comentarios aclaratorios.
Con respecto al asunto de un hipotético ataque sobre un oasis en el Norte de África, recuerdo de las memorias de Rommel las constantes reticencias de los Altos Mandos germano-italianos de apartarse de las acciones en la costa. Rommel solicitó más de una vez un ataque sobre determinados oasis ocupados por el SAS británico que usaban como base para el hostigamiento. Creo que, finalmente, consiguió el permiso, pero después de muchas pérdidas que. al fin, convencieron a los mandos. En realidad, estas bases no eran gran cosa, ocupadas por unas decenas de miembros y ni siquiera estaban defendidas, ya que sus operaciones consistían en cambiar de lugar para no ser descubiertos; un grano en el cul* del Áfricakorp que desde las altas esferas menospreciaban.
Un plan que no puede modificarse, no es un buen plan.
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Varias cuestiones:
Corrijo lo de la Flotilla MAS y lo de los temporizadores. Supongo que se podrán construir temporizadores analógicos para tiempos más largos, pero si se basan en relojes normales desde luego que es peligroso que sean de menos de 10 u 11 horas. Si no estaban los de ácido, pero esos son más aleatorios. Os agradezco enormemente que detectéis esos errores.
De los oasis, en la realidad se luchó por alguno de ellos (Siwa, Guiaradub). Ese fue un aspecto que me preocupó en su momento, y en la realidad al Sur de la depresión de Quattara el terreno es en principio practicable: es una llanura pedregosa (más al Sur sí hay un mar de arena) y varias pistas, que en ocasiones son poco más que las huellas de los vehículos, los unen. El SAS británico usó esos oasis como base para sus incursiones contra la costa.
Aunque los británicos preparen una ofensiva me parecería muy improbable que no se guarneciesen los oasis, aunque fuese mínimamente. Sobre todo el de Fayum, un antiguo lago unido al Nilo y comunicado con el valle por canales, carretera y vía férrea, etcétera.
Respecto a los antiaéreos, no hará falta que os diga lo vulnerables que eran los Ju-52, especialmente porque en este hilo aun no ha ocurrido lo de Creta. Bastaba cualquier arma antiaérea libera, incluso las ametralladoras de la infantería (las Bren, elevar las Vickers no era fácil) para hacer una carnicería aunque obviamente no al nivel de Creta o de Varsity. El oasis de marras, además, es muy grande y parece lógico saltar cerca del ramal que lo une al Nilo, pero esa zona también es la que probablemente esté mejor defendida. Tras el cuasi desastre de Creta o la 82ª aerotransportada en Sicilia se fue más cuidadoso con las rutas y zonas de salto.
Finalmente, no descubro nada diciendo que la película es la contraparte de “Un puente demasiado lejano”. Hay más guiños ucrónicos en ese mensaje, como los “Premios Goethe”.
Saludos
Corrijo lo de la Flotilla MAS y lo de los temporizadores. Supongo que se podrán construir temporizadores analógicos para tiempos más largos, pero si se basan en relojes normales desde luego que es peligroso que sean de menos de 10 u 11 horas. Si no estaban los de ácido, pero esos son más aleatorios. Os agradezco enormemente que detectéis esos errores.
De los oasis, en la realidad se luchó por alguno de ellos (Siwa, Guiaradub). Ese fue un aspecto que me preocupó en su momento, y en la realidad al Sur de la depresión de Quattara el terreno es en principio practicable: es una llanura pedregosa (más al Sur sí hay un mar de arena) y varias pistas, que en ocasiones son poco más que las huellas de los vehículos, los unen. El SAS británico usó esos oasis como base para sus incursiones contra la costa.
Aunque los británicos preparen una ofensiva me parecería muy improbable que no se guarneciesen los oasis, aunque fuese mínimamente. Sobre todo el de Fayum, un antiguo lago unido al Nilo y comunicado con el valle por canales, carretera y vía férrea, etcétera.
Respecto a los antiaéreos, no hará falta que os diga lo vulnerables que eran los Ju-52, especialmente porque en este hilo aun no ha ocurrido lo de Creta. Bastaba cualquier arma antiaérea libera, incluso las ametralladoras de la infantería (las Bren, elevar las Vickers no era fácil) para hacer una carnicería aunque obviamente no al nivel de Creta o de Varsity. El oasis de marras, además, es muy grande y parece lógico saltar cerca del ramal que lo une al Nilo, pero esa zona también es la que probablemente esté mejor defendida. Tras el cuasi desastre de Creta o la 82ª aerotransportada en Sicilia se fue más cuidadoso con las rutas y zonas de salto.
Finalmente, no descubro nada diciendo que la película es la contraparte de “Un puente demasiado lejano”. Hay más guiños ucrónicos en ese mensaje, como los “Premios Goethe”.
Saludos
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Domper escribió:Aunque los británicos preparen una ofensiva me parecería muy improbable que no se guarneciesen los oasis, aunque fuese mínimamente. Sobre todo el de Fayum, un antiguo lago unido al Nilo y comunicado con el valle por canales, carretera y vía férrea, etcétera.
Creo que no llegaron a establecer tropas en ellos precisamente porque seria desperdiciar recursos el destinar tropas a proteger oasis que tan solo servirían de base de patrullas para pequeñas unidades de infiltración como las del SAS, pero no era a eso a lo que me refería. Mi duda surgía de las palabras o pensamientos del coronel Meindl cuando teme ser recordado como el coronel que perdió su regimiento, ese volumen de perdidas significaría que en el oasis había cientos de hombres y me parece un demasiada guarnición para un oasis, sobre todo si también tenían AA. Perdón si no me explique bien.
PD Ya que mencionas Creta, allí en la 1ª oleada que contó con el elemento sorpresa, las perdidas de Ju-52 fueron de menos de una docenas de aviones. En realidad durante los primeros años de conflicto la AA británica dejaba bastante que desear, en la BdI no lograría el primer derribo hasta octubre o noviembre si no recuerdo mal.
Edito para añadir; Evidentemente si en la historia pone que son masacrados y había un batallón de defensores, bien esta , pero quedaría bien una exclamación del Col quejándose de que los habían lanzado encima de un nido de australianos
saludos
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Es verdad, las pérdidas en Creta se sufrieron sobre todo en Maleme. De la AA británica, completamente de acuerdo, pero insisto en la vulnerabilidad de los Ju-52.
Respecto al oasis, tuviese o no guarnición (ya indico que los otros están vigilados por el ejército egipcio) hay que considerar que realmente es parte del valle del Nilo y por ello me parece más probable que tuviese alguna protección, máxime cuando los alemanes estaban lanzando incursiones a través del desierto. De hecho ese es el objetivo de esa fase de la operación, atraer las reservas enemigas (las unidades situadas en el Delta) hacia los oasis y no hacia la costa.
Pero precisamente porque esa fase me parecía discutible es por lo que la he puesto en plan guion cinematográfico.
Saludos
Respecto al oasis, tuviese o no guarnición (ya indico que los otros están vigilados por el ejército egipcio) hay que considerar que realmente es parte del valle del Nilo y por ello me parece más probable que tuviese alguna protección, máxime cuando los alemanes estaban lanzando incursiones a través del desierto. De hecho ese es el objetivo de esa fase de la operación, atraer las reservas enemigas (las unidades situadas en el Delta) hacia los oasis y no hacia la costa.
Pero precisamente porque esa fase me parecía discutible es por lo que la he puesto en plan guion cinematográfico.
Saludos
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¿Qué demonios está pasando?
21 de Febrero de 1941
—¡Necesito ver inmediatamente al Almirante Cunningham! —el Rear Admiral Elliot insistía ante el ayudante, que le negaba el acceso.
—Contraalmirante, el Almirante está muy ocupado. Un submarino ha detectado un acorazado italiano cerca de Creta, y la flota va a salir al mar para proteger nuestros convoyes a Grecia.
—Capitán de fragata —Elliot pronunció cuidadosamente el cargo del ayudante para indicar la diferencia de grado—. ¡Déjeme pasar! —Elliot ignoró las protestas del ayudante y entró al despacho.
—Almirante Elliot ¿Qué es tan urgente para que interrumpa la reunión? —El Almirante Cunningham estaba reunido con varios oficiales de elevada graduación— ¿Ha conseguido limpiar esas dichosas minas o no?
—Almirante, esto es mucho más importante que esas minas ¿No ha notado la agitación en la ciudad?
—No, estaba muy ocupado. Como debiera estarlo usted —respondió agriamente Cunningham—. Mientras no limpie el puerto mis barcos no pueden moverse con seguridad.
Elliot ignoró la descortesía—. Pues yo sí he notado la agitación. Columnas de camiones están cruzando la ciudad y se dirigen hacia el Este. Además el Ejército está retirando los cañones antiaéreos del puerto.
—¿Qué están retirando los antiaéreos? ¿Cómo pretende que nos defendamos de los aviones italianos?
—Si solo fuese eso. Al ver todo ese jaleo he intentado hablar con El Cairo, pero la línea debe estar cortada. Por eso he ido a hablar con el coronel Bowdich, al mando de la antiaérea…
—Ya sé quién es el coronel. Abrevie.
—Pues eso, que he ido a hablar con el coronel, y me ha dicho que tiene órdenes de retirarse a Port Said. Por lo visto el Ejército ha sido derrotado por completo en el desierto y los alemanes están lanzando paracaidistas sobre el Cairo. Wavell ha ordenado la retirada al Canal de Suez.
Cunningham no daba crédito a la noticia—. El ejército ¿se retira a Suez? ¿Y la flota? ¿Es que no pensaban advertirnos? Sabía que algo pasaba, porque Wavell me había pedido que enviase barcos de apoyo a Mersa Matruh pero ¿Retirarse? ¡Capitán Barton! —gritó a su ayudante— ¡Póngase en contacto inmediatamente con el general Wavell y confirme la noticia! —Se dirigió al contraalmirante—. Elliot, inicie los preparativos para destruir todo lo que no podamos llevar. —El contraalmirante Elliot ignoró la nueva descortesía y salió inmediatamente: había mucho que hacer.
Los peores temores de Cunningham de confirmaron. El día anterior una pequeña fuerza paracaidista alemana había saltado cerca de El Cairo, y había creado tal pánico que el Ejército empezó a abandonar la ciudad. Ante el peligro de cerco también se retiraron los neozelandeses de El Alamein. Con la confusión nadie había pensado en avisar a la flota.
Afortunadamente los barcos estaban preparados para salir al mar. En seis horas el Valiant, el Barham y la mayor parte de los cruceros, destructores y submarinos saldrían hacia Port Said y luego hacia Suez. El Illustrious, que tras las reparaciones de emergencia podía alcanzar los veinte nudos, se uniría a la flota. Por desgracia ni el Hermes ni el Warspite podrían hacerlo. El Hermes estaba en el fondo del dique seco destruido, y los destrozos del casco lo hacían irrecuperable. En el Warspite no habían podido ser parcheados los daños causados por el torpedo alemán, y se había desembarcado el combustible y la munición para prepararlo para ser remolcado hasta Durban, donde estaba el dique seco más cercano. Preparar el acorazado para salir al mar llevaría dos o tres días.
El Almirante Cunningham se resignó a ordenar la demolición de los restos del Hermes, pero se resistía a abandonar el Warspite. Ordenó que los remolcadores lo sacasen del puerto, y que luego el crucero York lo remolcase hasta Port Said. Como escolta asignó tres corbetas y a los monitores Erebus y Terror, veteranos de la Primera Guerra Mundial.
21 de Febrero de 1941
—¡Necesito ver inmediatamente al Almirante Cunningham! —el Rear Admiral Elliot insistía ante el ayudante, que le negaba el acceso.
—Contraalmirante, el Almirante está muy ocupado. Un submarino ha detectado un acorazado italiano cerca de Creta, y la flota va a salir al mar para proteger nuestros convoyes a Grecia.
—Capitán de fragata —Elliot pronunció cuidadosamente el cargo del ayudante para indicar la diferencia de grado—. ¡Déjeme pasar! —Elliot ignoró las protestas del ayudante y entró al despacho.
—Almirante Elliot ¿Qué es tan urgente para que interrumpa la reunión? —El Almirante Cunningham estaba reunido con varios oficiales de elevada graduación— ¿Ha conseguido limpiar esas dichosas minas o no?
—Almirante, esto es mucho más importante que esas minas ¿No ha notado la agitación en la ciudad?
—No, estaba muy ocupado. Como debiera estarlo usted —respondió agriamente Cunningham—. Mientras no limpie el puerto mis barcos no pueden moverse con seguridad.
Elliot ignoró la descortesía—. Pues yo sí he notado la agitación. Columnas de camiones están cruzando la ciudad y se dirigen hacia el Este. Además el Ejército está retirando los cañones antiaéreos del puerto.
—¿Qué están retirando los antiaéreos? ¿Cómo pretende que nos defendamos de los aviones italianos?
—Si solo fuese eso. Al ver todo ese jaleo he intentado hablar con El Cairo, pero la línea debe estar cortada. Por eso he ido a hablar con el coronel Bowdich, al mando de la antiaérea…
—Ya sé quién es el coronel. Abrevie.
—Pues eso, que he ido a hablar con el coronel, y me ha dicho que tiene órdenes de retirarse a Port Said. Por lo visto el Ejército ha sido derrotado por completo en el desierto y los alemanes están lanzando paracaidistas sobre el Cairo. Wavell ha ordenado la retirada al Canal de Suez.
Cunningham no daba crédito a la noticia—. El ejército ¿se retira a Suez? ¿Y la flota? ¿Es que no pensaban advertirnos? Sabía que algo pasaba, porque Wavell me había pedido que enviase barcos de apoyo a Mersa Matruh pero ¿Retirarse? ¡Capitán Barton! —gritó a su ayudante— ¡Póngase en contacto inmediatamente con el general Wavell y confirme la noticia! —Se dirigió al contraalmirante—. Elliot, inicie los preparativos para destruir todo lo que no podamos llevar. —El contraalmirante Elliot ignoró la nueva descortesía y salió inmediatamente: había mucho que hacer.
Los peores temores de Cunningham de confirmaron. El día anterior una pequeña fuerza paracaidista alemana había saltado cerca de El Cairo, y había creado tal pánico que el Ejército empezó a abandonar la ciudad. Ante el peligro de cerco también se retiraron los neozelandeses de El Alamein. Con la confusión nadie había pensado en avisar a la flota.
Afortunadamente los barcos estaban preparados para salir al mar. En seis horas el Valiant, el Barham y la mayor parte de los cruceros, destructores y submarinos saldrían hacia Port Said y luego hacia Suez. El Illustrious, que tras las reparaciones de emergencia podía alcanzar los veinte nudos, se uniría a la flota. Por desgracia ni el Hermes ni el Warspite podrían hacerlo. El Hermes estaba en el fondo del dique seco destruido, y los destrozos del casco lo hacían irrecuperable. En el Warspite no habían podido ser parcheados los daños causados por el torpedo alemán, y se había desembarcado el combustible y la munición para prepararlo para ser remolcado hasta Durban, donde estaba el dique seco más cercano. Preparar el acorazado para salir al mar llevaría dos o tres días.
El Almirante Cunningham se resignó a ordenar la demolición de los restos del Hermes, pero se resistía a abandonar el Warspite. Ordenó que los remolcadores lo sacasen del puerto, y que luego el crucero York lo remolcase hasta Port Said. Como escolta asignó tres corbetas y a los monitores Erebus y Terror, veteranos de la Primera Guerra Mundial.
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La caza
22 de Febrero de 1941
Tras frenéticos preparativos los barcos de la Mediterranean Fleet habían abandonado durante la noche una Alejandría iluminada por las llamas de los depósitos de petróleo incendiados. Poco después del amanecer había sido avistado un hidroavión en la lejanía. Cunningham sabía que esas visitas podían ser seguidas de ataques aéreos, por lo que ordenó virar hacia el Norte, alejándose de la costa y sus bajos fondos.
Siete millas al norte el U-93 esperaba bajo la superficie.
—Kapitänleutnant, contacto hidrofónico al sur.
El Teniente de Navío Korth se acercó a la torre de mando y preguntó al hidrofonista —¿Qué le parece, Lintze?
—Capitán, son muchos barcos. Se oyen hélices rápidas pero también parece haber buques mayores. Creo que es la flota inglesa al completo dirigiéndose hacia nosotros.
Korth dio orden de subir a cota periscópica. Elevó el telescopio de exploración y tras un vistazo dijo al segundo—. Dietrich, mira a ver qué te parece. —El Oberleutnant miró por el periscopio y vio tres columnas de buques que se dirigían hacia ellos—. Capitán, es la flota inglesa. —Korth sonrió y dijo— ¡Ahí tenemos a nuestro objetivo! ¡Abajo el periscopio! Rumbo 150º, vamos a intentar meternos entre los destructores.
El submarino se movió sigilosamente bajo las aguas. Poco después cayó al sur, para dificultar la detección mediante el ASDIC inglés. Un destructor se le acercó, haciendo tanto ruido como un tren expreso. Parecía imposible que no detectase al submarino, pero pasó de largo.
—Arriba el periscopio de ataque. Despacio, no quiero que asome mucho ¡Alto! —Korth pudo ver un acorazado seguido de un portaaviones—. Un acorazado, parece un Queen Elizabeth, 800 metros, velocidad 20 nudos ¡marcación! —el capitán hizo girar el periscopio—. Uno de sus nuevos portaaviones, distancia 1.200 m, veinte nudos ¡marcación! Regule para tiro de velocidad, tubos uno y dos al acorazado, tubos tres y cuatro al portaaviones ¡Fuego el uno! ¡fuego el dos! ¡fuego el tres! ¡fuego el cuatro! ¡Todo avante, rumbo 330º! ¡Llévanos al fondo, Dietrich!
Unos segundos después se oía una explosión. Uno de los torpedos había encontrado un blanco.
En la superficie, el almirante Cunningham casi cae al suelo cuando el Valiant viró bruscamente a babor—. Almirante, el Barham está esquivando torpedos… —justo entonces una columna de agua se elevó en el costado del Illustrious. Un destructor se acercó a toda máquina y lanzó un rosario de cargas de profundidad sobre el punto desde el que había lanzado los torpedos.
—¡Malditos submarinos! Rumbo 90º, nos dirigiremos directamente hacia Port Said. Que el Ajax, el Firedrake y el Fame escolten al Illustrious.
---
—Tenente Buscaglia, veo estelas a las once.
El teniente tomó sus prismáticos e inspeccionó el mar. Finalmente vio lo que le señalaba el observador: un gran barco, que avanzaba lentamente remolcado por otro menor. Otros dos barcos de aspecto extraño lo acompañaban. Parecían balsas sobre las que se hubiese puesto una torre de artillería. Buscaglia dijo—: Por fin los hemos encontrado. Parece un acorazado con su escolta. El teniente movió las alas de su avión para alertar al resto de la escuadrilla.
Los Savoia Marchetti SM.79 italianos descendieron hasta el nivel del mar y se dividieron en dos grupos para atacar por cada banda. Los ingleses parecían haber detectado a los italianos a gran distancia, y la escolta del gran barco empezó a disparar sus cañones. El teniente Buscaglia vio un destructor que se interponía en su camino. Viró suavemente, intentando exponer lo menos posible su avión al fuego enemigo. El otro SM.79 no pudo esquivar al destructor, que lo alcanzó con sus armas automáticas, incendiándole el motor izquierdo. El avión lanzó su torpedo pero cuando intentó remontar el ala se desprendió y cayó dando volteretas al mar.
Buscaglia apenas vio por el rabillo del ojo lo ocurrido pues estaba concentrado en su ataque. El barco, que era un acorazado, apenas se movía, por lo que apuntó un poco por delante de su proa. Cuando estaba a seiscientos metros lanzó el torpedo y tomó altura para escapar. Pudo sentir como la metralla agujereaba su avión. Vio pasar como un relámpago otros dos aviones, los que habían atacado por la otra banda.
Momentos después el ametrallador de cola dio la buena noticia—. ¡Impacto, le hemos dado justo en el centro del buque¡ ¡Otro impacto! Ese barco está acabado.
---
—Capitán, parece que por fin se han ido.
Tras el ataque el U-93 había soportado seis ataques con cargas de profundidad. Habían contado 57 cargas, alguna tan cercana que habían saltado fragmentos del recubrimiento interior de corcho. Pero finalmente los ingleses se habían cansado y se habían ido.
—Lintze, haga un barrido —ordenó al hidrofonista— ¿Oye algo?
—No, mi capitán… sí, espere. Hélices rápidas no muy cercanas, parece que van y vienen.
El capitán Korth sonrió—. Me parece que nuestra presa no ha ido muy lejos. Sube despacio hasta cota periscópica —ordenó a su segundo.
Unos minutos después el U-93 pudo ver a su presa: a apenas 4.000 m había un gran portaaviones parado en el agua, rodeado por destructores. Otro barco, tal vez un crucero, estaba parado junto a él, probablemente estaba intentando tomarlo a remolque. Korth bajó el periscopio—. Profundidad 90 m. Avance lento rumbo 60º.
El U-93 se arrastró bajo el agua acercándose sigilosamente al Illustrious. Una hora después el U-93 lanzó una andanada de cuatro torpedos, dos de los cuales bastaron para hundir al cuarto portaaviones que la Royal Navy perdía en la guerra.
---
El Teniente Graubner siguió patrullando con sus seis Ju 88E. Habían salido de Bardía para intentar dar caza a la flota inglesa que escapaba de Bengasi. Los italianos decían que habían hundido un acorazado y tres cruceros, pero por ahí no se veía nada. Finalmente vio dos grandes barcos que se dirigían hacia el Este, cerca de la costa, rodeados por muchos otros más pequeños.
Junto a la costa los dos monitores trataban de escapar. Tras el ataque de la mañana el Warspite había quedado parado y se hundía poco a poco. Sabiendo que iba a ser imposible salvar el barco, el capitán Portal ordenó al Terror y al Erebus que se abarloasen al sentenciado acorazado y tomasen a su dotación, tras lo cual el destructor Kipling finiquitó al Warspite con cuatro torpedos. A sabiendas del riesgo que suponía la aviación enemiga tan cerca de la costa, Portal ordenó que el crucero York y los destructores se retirasen a toda máquina, y que los monitores, las corbetas y el resto del escuadrón costero los siguiesen hacia el Este como pudiesen.
El capitán de navío Ernest, a bordo del Terror, quedó al mando de la flotilla. Lo malo es que la colección de buques viejos y lanchas no podía dar más de seis nudos y, si destacaba a los barcos más rápidos, los más lentos serían presa fácil de los aviones alemanes. Solo podía rezar para que los alemanes no los viesen.
Justo entonces los seis Ju-88 de Graubner iniciaron su picado. El Terror fue alcanzado por dos bombas y empezó a hacer agua. Ernest vio con horror como el barco que le seguía, el monitor Erebus, desaparecía entre los piques de las bombas. Cuando el agua cayó vio como el Erebus escoraba rápidamente a estribor y daba la voltereta. Intentó virar para aproximarse, pero el timón del Terror no respondía, y cada vez embarcaba más agua. Temiendo sufrir la misma suerte del Erebus, y sabiendo que llevaba a bordo a cientos de hombres procedentes del Warspite, Ernest dio la orden de abandonar el barco.
La Royal Navy acababa de sufrir su peor derrota en doscientos años.
22 de Febrero de 1941
Tras frenéticos preparativos los barcos de la Mediterranean Fleet habían abandonado durante la noche una Alejandría iluminada por las llamas de los depósitos de petróleo incendiados. Poco después del amanecer había sido avistado un hidroavión en la lejanía. Cunningham sabía que esas visitas podían ser seguidas de ataques aéreos, por lo que ordenó virar hacia el Norte, alejándose de la costa y sus bajos fondos.
Siete millas al norte el U-93 esperaba bajo la superficie.
—Kapitänleutnant, contacto hidrofónico al sur.
El Teniente de Navío Korth se acercó a la torre de mando y preguntó al hidrofonista —¿Qué le parece, Lintze?
—Capitán, son muchos barcos. Se oyen hélices rápidas pero también parece haber buques mayores. Creo que es la flota inglesa al completo dirigiéndose hacia nosotros.
Korth dio orden de subir a cota periscópica. Elevó el telescopio de exploración y tras un vistazo dijo al segundo—. Dietrich, mira a ver qué te parece. —El Oberleutnant miró por el periscopio y vio tres columnas de buques que se dirigían hacia ellos—. Capitán, es la flota inglesa. —Korth sonrió y dijo— ¡Ahí tenemos a nuestro objetivo! ¡Abajo el periscopio! Rumbo 150º, vamos a intentar meternos entre los destructores.
El submarino se movió sigilosamente bajo las aguas. Poco después cayó al sur, para dificultar la detección mediante el ASDIC inglés. Un destructor se le acercó, haciendo tanto ruido como un tren expreso. Parecía imposible que no detectase al submarino, pero pasó de largo.
—Arriba el periscopio de ataque. Despacio, no quiero que asome mucho ¡Alto! —Korth pudo ver un acorazado seguido de un portaaviones—. Un acorazado, parece un Queen Elizabeth, 800 metros, velocidad 20 nudos ¡marcación! —el capitán hizo girar el periscopio—. Uno de sus nuevos portaaviones, distancia 1.200 m, veinte nudos ¡marcación! Regule para tiro de velocidad, tubos uno y dos al acorazado, tubos tres y cuatro al portaaviones ¡Fuego el uno! ¡fuego el dos! ¡fuego el tres! ¡fuego el cuatro! ¡Todo avante, rumbo 330º! ¡Llévanos al fondo, Dietrich!
Unos segundos después se oía una explosión. Uno de los torpedos había encontrado un blanco.
En la superficie, el almirante Cunningham casi cae al suelo cuando el Valiant viró bruscamente a babor—. Almirante, el Barham está esquivando torpedos… —justo entonces una columna de agua se elevó en el costado del Illustrious. Un destructor se acercó a toda máquina y lanzó un rosario de cargas de profundidad sobre el punto desde el que había lanzado los torpedos.
—¡Malditos submarinos! Rumbo 90º, nos dirigiremos directamente hacia Port Said. Que el Ajax, el Firedrake y el Fame escolten al Illustrious.
---
—Tenente Buscaglia, veo estelas a las once.
El teniente tomó sus prismáticos e inspeccionó el mar. Finalmente vio lo que le señalaba el observador: un gran barco, que avanzaba lentamente remolcado por otro menor. Otros dos barcos de aspecto extraño lo acompañaban. Parecían balsas sobre las que se hubiese puesto una torre de artillería. Buscaglia dijo—: Por fin los hemos encontrado. Parece un acorazado con su escolta. El teniente movió las alas de su avión para alertar al resto de la escuadrilla.
Los Savoia Marchetti SM.79 italianos descendieron hasta el nivel del mar y se dividieron en dos grupos para atacar por cada banda. Los ingleses parecían haber detectado a los italianos a gran distancia, y la escolta del gran barco empezó a disparar sus cañones. El teniente Buscaglia vio un destructor que se interponía en su camino. Viró suavemente, intentando exponer lo menos posible su avión al fuego enemigo. El otro SM.79 no pudo esquivar al destructor, que lo alcanzó con sus armas automáticas, incendiándole el motor izquierdo. El avión lanzó su torpedo pero cuando intentó remontar el ala se desprendió y cayó dando volteretas al mar.
Buscaglia apenas vio por el rabillo del ojo lo ocurrido pues estaba concentrado en su ataque. El barco, que era un acorazado, apenas se movía, por lo que apuntó un poco por delante de su proa. Cuando estaba a seiscientos metros lanzó el torpedo y tomó altura para escapar. Pudo sentir como la metralla agujereaba su avión. Vio pasar como un relámpago otros dos aviones, los que habían atacado por la otra banda.
Momentos después el ametrallador de cola dio la buena noticia—. ¡Impacto, le hemos dado justo en el centro del buque¡ ¡Otro impacto! Ese barco está acabado.
---
—Capitán, parece que por fin se han ido.
Tras el ataque el U-93 había soportado seis ataques con cargas de profundidad. Habían contado 57 cargas, alguna tan cercana que habían saltado fragmentos del recubrimiento interior de corcho. Pero finalmente los ingleses se habían cansado y se habían ido.
—Lintze, haga un barrido —ordenó al hidrofonista— ¿Oye algo?
—No, mi capitán… sí, espere. Hélices rápidas no muy cercanas, parece que van y vienen.
El capitán Korth sonrió—. Me parece que nuestra presa no ha ido muy lejos. Sube despacio hasta cota periscópica —ordenó a su segundo.
Unos minutos después el U-93 pudo ver a su presa: a apenas 4.000 m había un gran portaaviones parado en el agua, rodeado por destructores. Otro barco, tal vez un crucero, estaba parado junto a él, probablemente estaba intentando tomarlo a remolque. Korth bajó el periscopio—. Profundidad 90 m. Avance lento rumbo 60º.
El U-93 se arrastró bajo el agua acercándose sigilosamente al Illustrious. Una hora después el U-93 lanzó una andanada de cuatro torpedos, dos de los cuales bastaron para hundir al cuarto portaaviones que la Royal Navy perdía en la guerra.
---
El Teniente Graubner siguió patrullando con sus seis Ju 88E. Habían salido de Bardía para intentar dar caza a la flota inglesa que escapaba de Bengasi. Los italianos decían que habían hundido un acorazado y tres cruceros, pero por ahí no se veía nada. Finalmente vio dos grandes barcos que se dirigían hacia el Este, cerca de la costa, rodeados por muchos otros más pequeños.
Junto a la costa los dos monitores trataban de escapar. Tras el ataque de la mañana el Warspite había quedado parado y se hundía poco a poco. Sabiendo que iba a ser imposible salvar el barco, el capitán Portal ordenó al Terror y al Erebus que se abarloasen al sentenciado acorazado y tomasen a su dotación, tras lo cual el destructor Kipling finiquitó al Warspite con cuatro torpedos. A sabiendas del riesgo que suponía la aviación enemiga tan cerca de la costa, Portal ordenó que el crucero York y los destructores se retirasen a toda máquina, y que los monitores, las corbetas y el resto del escuadrón costero los siguiesen hacia el Este como pudiesen.
El capitán de navío Ernest, a bordo del Terror, quedó al mando de la flotilla. Lo malo es que la colección de buques viejos y lanchas no podía dar más de seis nudos y, si destacaba a los barcos más rápidos, los más lentos serían presa fácil de los aviones alemanes. Solo podía rezar para que los alemanes no los viesen.
Justo entonces los seis Ju-88 de Graubner iniciaron su picado. El Terror fue alcanzado por dos bombas y empezó a hacer agua. Ernest vio con horror como el barco que le seguía, el monitor Erebus, desaparecía entre los piques de las bombas. Cuando el agua cayó vio como el Erebus escoraba rápidamente a estribor y daba la voltereta. Intentó virar para aproximarse, pero el timón del Terror no respondía, y cada vez embarcaba más agua. Temiendo sufrir la misma suerte del Erebus, y sabiendo que llevaba a bordo a cientos de hombres procedentes del Warspite, Ernest dio la orden de abandonar el barco.
La Royal Navy acababa de sufrir su peor derrota en doscientos años.
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Capítulo 11. Reacciones
Sinceridad
27 de Febrero de 1941
El Primer Ministro Sir Winston Churchill se dirige a los honorables miembros de la Cámara de los Comunes
—Ujier, abra las puertas. Nuestra Gran Nación, fuerte en la adversidad y magnánima en la victoria, tiene que escuchar estas palabras.
Los ujieres abren las puertas de la cámara, tras las que se agolpa una multitud de curiosos. La tribuna está llena de visitantes y periodistas. También están presentes los embajadores de las potencias neutrales. La radio alemana afirmaba haber derrotado al ejército y la marina ingleses en el Mediterráneo, y todo el mundo quería oír las explicaciones de Churchill.
—Compatriotas, hemos sufrido una gran derrota.
Los murmullos corrieron por la sala. Los rumores eran ciertos. Churchill siguió.
—El pasado día doce un ejército italoalemán de quince divisiones atacó al XIII Cuerpo en la frontera entre Libia y Egipto. Nuestras tropas, comandadas por el General O’Connor, combatieron con decisión, rechazando los asaltos italianos y alemanes y posteriormente contraatacando. El XIII Cuerpo rompió el frente del ejército italiano, cuyas tropas se desbandaron. Hicimos más de tres mil prisioneros y capturamos grandes cantidades de material.
—Sin embargo —Churchill no dejó que la audiencia se complaciese en la fugaz victoria— un ejército de tanques alemán atacó al XIII Cuerpo por el Sur. Nuestros tanques salieron a su encuentro, pero fueron derrotados tras una durísima batalla, en la que los alemanes perdieron la mitad de sus fuerzas. Pero el resto avanzó rápidamente por la costa dirigiéndose hacia Alejandría. O’Connor tuvo que cesar su ofensiva y retirarse para crear una línea defensiva a 100 millas al Este de Alejandría. Pero los tanques alemanes, de nuevos modelos nunca vistos, avanzaron rápidamente y desbordaron a las tropas de O’Connor.
La sala se quedó silenciosa mientras Churchill seguía con su relato.
—Simultáneamente los alemanes lanzaron paracaidistas sobre los oasis del Nilo, algo al Sur de El Cairo. Nuestra guarnición se defendió bravamente y casi consiguió aniquilar a los atacantes, pero eso les impidió acudir a la costa a apoyar a O’Connor. Por ello los tanques alemanes siguieron su avance y embolsaron al XIII Cuerpo en Fuka. El Teniente General Wavell, al mando del Middle East Command, corría riesgo de ver cercadas el resto de sus tropas, lo que permitiría a los alemanes avanzar por Palestina y Mesopotamia hacia el Golfo Pérsico. Por ello el general Wavell ordenó la retirada de sus tropas al Canal de Suez, donde pudieron detener el avance alemán.
El silencio seguía mientras la Cámara esperaba peores noticias.
—La obligada retirada del General Wavell dejó al XIII Cuerpo de O’Connor aislado en Fuka, y la Royal Navy tuvo que abandonar la base naval de Alejandría. Durante la retirada la Mediterranean Fleet fue atacada repetidamente por submarinos y aviones del Eje y perdió el acorazado Warspite, los portaaviones Hermes e Illustrious, el crucero Coventry, los monitores Erebus y Terror, tres destructores y otros buques auxiliares. Me complace decir que las dotaciones de esos buques han sido rescatadas casi al completo, pero la Mediterranean Fleet ha dejado de existir como fuerza combatiente. Los buques supervivientes, entre los cuales están los acorazados Valiant y Barham, han tenido que retirarse al Mar Rojo.
Las lágrimas corrieron por las mejillas de varios espectadores. El ejército podía sufrir derrotas, pero no la Royal Navy.
—Tras la retirada de la flota solo quedaron en el Mediterráneo buques menores, que gallardamente intentaron socorrer al XIII Cuerpo. Pero la flota italiana, ya sin miedo a nuestros acorazados, salió de su base y cortó la línea de suministros. Sin esperanza de rescate, el XIII Cuerpo se rindió ayer. Han sido capturados 36.000 soldados.
En las gradas se empezaron a escuchar protestas contra el Premier, pero Churchill siguió.
—El general Wavell, reforzado por tropas imperiales y por la Legión Árabe, ha conseguido formar una línea defensiva en el Canal de Suez y en el Delta del Nilo, donde ha conseguido rechazar los ataques alemanes. Nuestra posición en Palestina no corre peligro.
Ahora Churchill sube el tono:
—Compatriotas, lamento repetirlo, pero hemos sufrido una gran derrota. Hemos perdido nuestra posición en Egipto y, sobre todo, a miles de valientes. Pero no hemos perdido la guerra. Las bases de Haifa y de Chipre nos permiten seguir controlando el Mediterráneo, y nuestro cuerpo expedicionario en Grecia está preparado para expulsar a los alemanes de los Balcanes. Nuestra marina sigue dominando las olas, y los convoyes siguen afluyendo a nuestros puertos desde medio mundo, mientras que los barcos con la Union Jack bloquean los puertos del enemigo, llevándolo a la miseria. Con la ayuda de Estados unidos, el Imperio está unido en la lucha contra el expansionismo de Goering.
Las miradas buscan a Joseph Kennedy, embajador norteamericano, presente en la galería, pero este intenta rehuirlas
—Alemania ha llegado a su límite. Más allá de Suez la bandera británica ondea sobre miles de kilómetros. Es ahora cuando el orgullo y la tenacidad inglesa derrotarán la barbarie huna. Porque ¿qué han conseguido los teutones? Han conquistado un desierto, han llegado a un río, han tomado la misma ciudad que ya vio a Napoleón vencer y ser derrotado. Mientras tendrán que vigilar sus espaldas, porque tras las arenas de sus playas la Royal Navy les acecha. Desde el mar la fuerza del Imperio les seguirá acosando hasta que el mundo libre se une contra la opresión germánica.
El orgullo despierta en los corazones de los asistentes, que empiezan a vitorear.
—Honorables Parlamentarios, la lucha que queda será larga y triste, pero alumbrará una nueva era. Esa lucha necesita un liderazgo firme, por lo que os pido que confirméis vuestra confianza en el actual gobierno.
Sinceridad
27 de Febrero de 1941
El Primer Ministro Sir Winston Churchill se dirige a los honorables miembros de la Cámara de los Comunes
—Ujier, abra las puertas. Nuestra Gran Nación, fuerte en la adversidad y magnánima en la victoria, tiene que escuchar estas palabras.
Los ujieres abren las puertas de la cámara, tras las que se agolpa una multitud de curiosos. La tribuna está llena de visitantes y periodistas. También están presentes los embajadores de las potencias neutrales. La radio alemana afirmaba haber derrotado al ejército y la marina ingleses en el Mediterráneo, y todo el mundo quería oír las explicaciones de Churchill.
—Compatriotas, hemos sufrido una gran derrota.
Los murmullos corrieron por la sala. Los rumores eran ciertos. Churchill siguió.
—El pasado día doce un ejército italoalemán de quince divisiones atacó al XIII Cuerpo en la frontera entre Libia y Egipto. Nuestras tropas, comandadas por el General O’Connor, combatieron con decisión, rechazando los asaltos italianos y alemanes y posteriormente contraatacando. El XIII Cuerpo rompió el frente del ejército italiano, cuyas tropas se desbandaron. Hicimos más de tres mil prisioneros y capturamos grandes cantidades de material.
—Sin embargo —Churchill no dejó que la audiencia se complaciese en la fugaz victoria— un ejército de tanques alemán atacó al XIII Cuerpo por el Sur. Nuestros tanques salieron a su encuentro, pero fueron derrotados tras una durísima batalla, en la que los alemanes perdieron la mitad de sus fuerzas. Pero el resto avanzó rápidamente por la costa dirigiéndose hacia Alejandría. O’Connor tuvo que cesar su ofensiva y retirarse para crear una línea defensiva a 100 millas al Este de Alejandría. Pero los tanques alemanes, de nuevos modelos nunca vistos, avanzaron rápidamente y desbordaron a las tropas de O’Connor.
La sala se quedó silenciosa mientras Churchill seguía con su relato.
—Simultáneamente los alemanes lanzaron paracaidistas sobre los oasis del Nilo, algo al Sur de El Cairo. Nuestra guarnición se defendió bravamente y casi consiguió aniquilar a los atacantes, pero eso les impidió acudir a la costa a apoyar a O’Connor. Por ello los tanques alemanes siguieron su avance y embolsaron al XIII Cuerpo en Fuka. El Teniente General Wavell, al mando del Middle East Command, corría riesgo de ver cercadas el resto de sus tropas, lo que permitiría a los alemanes avanzar por Palestina y Mesopotamia hacia el Golfo Pérsico. Por ello el general Wavell ordenó la retirada de sus tropas al Canal de Suez, donde pudieron detener el avance alemán.
El silencio seguía mientras la Cámara esperaba peores noticias.
—La obligada retirada del General Wavell dejó al XIII Cuerpo de O’Connor aislado en Fuka, y la Royal Navy tuvo que abandonar la base naval de Alejandría. Durante la retirada la Mediterranean Fleet fue atacada repetidamente por submarinos y aviones del Eje y perdió el acorazado Warspite, los portaaviones Hermes e Illustrious, el crucero Coventry, los monitores Erebus y Terror, tres destructores y otros buques auxiliares. Me complace decir que las dotaciones de esos buques han sido rescatadas casi al completo, pero la Mediterranean Fleet ha dejado de existir como fuerza combatiente. Los buques supervivientes, entre los cuales están los acorazados Valiant y Barham, han tenido que retirarse al Mar Rojo.
Las lágrimas corrieron por las mejillas de varios espectadores. El ejército podía sufrir derrotas, pero no la Royal Navy.
—Tras la retirada de la flota solo quedaron en el Mediterráneo buques menores, que gallardamente intentaron socorrer al XIII Cuerpo. Pero la flota italiana, ya sin miedo a nuestros acorazados, salió de su base y cortó la línea de suministros. Sin esperanza de rescate, el XIII Cuerpo se rindió ayer. Han sido capturados 36.000 soldados.
En las gradas se empezaron a escuchar protestas contra el Premier, pero Churchill siguió.
—El general Wavell, reforzado por tropas imperiales y por la Legión Árabe, ha conseguido formar una línea defensiva en el Canal de Suez y en el Delta del Nilo, donde ha conseguido rechazar los ataques alemanes. Nuestra posición en Palestina no corre peligro.
Ahora Churchill sube el tono:
—Compatriotas, lamento repetirlo, pero hemos sufrido una gran derrota. Hemos perdido nuestra posición en Egipto y, sobre todo, a miles de valientes. Pero no hemos perdido la guerra. Las bases de Haifa y de Chipre nos permiten seguir controlando el Mediterráneo, y nuestro cuerpo expedicionario en Grecia está preparado para expulsar a los alemanes de los Balcanes. Nuestra marina sigue dominando las olas, y los convoyes siguen afluyendo a nuestros puertos desde medio mundo, mientras que los barcos con la Union Jack bloquean los puertos del enemigo, llevándolo a la miseria. Con la ayuda de Estados unidos, el Imperio está unido en la lucha contra el expansionismo de Goering.
Las miradas buscan a Joseph Kennedy, embajador norteamericano, presente en la galería, pero este intenta rehuirlas
—Alemania ha llegado a su límite. Más allá de Suez la bandera británica ondea sobre miles de kilómetros. Es ahora cuando el orgullo y la tenacidad inglesa derrotarán la barbarie huna. Porque ¿qué han conseguido los teutones? Han conquistado un desierto, han llegado a un río, han tomado la misma ciudad que ya vio a Napoleón vencer y ser derrotado. Mientras tendrán que vigilar sus espaldas, porque tras las arenas de sus playas la Royal Navy les acecha. Desde el mar la fuerza del Imperio les seguirá acosando hasta que el mundo libre se une contra la opresión germánica.
El orgullo despierta en los corazones de los asistentes, que empiezan a vitorear.
—Honorables Parlamentarios, la lucha que queda será larga y triste, pero alumbrará una nueva era. Esa lucha necesita un liderazgo firme, por lo que os pido que confirméis vuestra confianza en el actual gobierno.
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Impresiones
27 de Febrero de 1941
El general Schellenberg despachaba con Goering—. Hermann, esta es la traducción del discurso de Churchill en el parlamento.
—¿Cómo es que Churchill sigue en el poder? Me prometiste que el gobierno inglés caería cuando los expulsásemos de Egipto.
Schellenberg pensó que él no había hecho ninguna promesa, y que ese condenado inglés estaba demostrando tener más vidas que un gato. Con todo, la maniobra de Egipto había sido un éxito resonante que había conmocionado al mundo. Varios países neutrales, entre ellos Turquía y Argentina, habían solicitado la visita de plenipotenciarios alemanes. En el frente interno la gran victoria de Egipto se había celebrado en las calles, con especial alegría al saber que había sido poco costosa. La derrota de la flota inglesa en la conocida como la batalla de Damietta se veía como una venganza tras la pérdida de la flota en 1918.
—Statthalter —Schellenberg prefirió pasar a un tono más formal—. Churchill ha demostrado ser más listo que un zorro al pedir una votación del Parlamento antes que sus opositores estuviesen preparados, y se ha ganado a los parlamentarios con su oratoria. Nadie esperaba su sinceridad, y con ella desarmó a sus oponentes. Pero ¿qué cambia con su discurso? Ni una coma. Egipto ha caído en nuestras manos, y nuestros tanques han llegado al Canal de Suez. La Royal Navy ha sido barrida del Mediterráneo, y el cuerpo expedicionario inglés en Grecia ha quedado casi aislado. Incluso es mejor que Inglaterra aguante un poco más: así su derrota será peor y nuestras condiciones podrán ser más duras.
---
—Lo siento, Dorothy, pero ese tipo me subleva. Está llevando a nuestro país a una catástrofe y los memos de los Comunes le aplauden.
—Edward, por favor, cálmate…
Edward Frederick Lindley Wood, Vizconde de Halifax, había estado escuchando el discurso del Primer Ministro en el Parlamento por la radio. Tras presentar su renuncia a Churchill tras las matanzas de La Línea de la Concepción, había visto como el Premier llevaba paso a paso el país hacia la catástrofe. La invasión de Andalucía, lanzada sin provocación, no solo había enfrentado a Inglaterra con casi toda Europa, sino que había acabado en un desastre al perder Gibraltar y el acceso occidental al Mediterráneo. No contento con ello, Churchill había enviado un ejército a Grecia persiguiendo un sueño enloquecido, mientras el Eje preparaba su ofensiva en Egipto. Tras la derrota cualquier político medianamente honesto hubiese dimitido pero no, ese intrigante chaquetero había conseguido convencer a los asnos del parlamento con un discurso florido. Bonitas palabras, sí, pero ¿qué había cambiado su discurso? Porque los Panzer alemanes seguían asomados al Canal de Suez, los países neutrales se cuestionaban sus alianzas, e incluso Stalin empezaba a ambicionar un bocado del Imperio Británico.
Lord Halifax recordaba esas tardes en Yorkshire, en los días negros de Mayo de 1940, cuando temió ver su patria violada por la bota hitleriana. Fue el momento para haber buscado la paz. Una ocasión que la oratoria churchilliana abortó. Luego el Primer Ministro había respondido con cañonazos a la mano tendida por Goering y se había lanzado contra Francia y España. Churchill había sembrado vientos, y Halifax temía ver las suaves colinas de Yorkshire aplastadas por la peor tempestad de la Historia.
Para Lord Halifax estaba siendo también un drama personal. Su primogénito Charles había desaparecido en Egipto. El embajador rezaba porque hubiese sido capturado, pero aun no tenían noticias. Además las cartas de su hermano, piloto de la RAF en Palestina, relataban los combates desesperados sobre el Canal de Suez. Halifax pensaba en cuantas familias habían sufrido más que la suya en su amada patria. Eso tenía que acabar.
—Dorothy, esto no puede seguir así. Hablaré con algunos amigos a ver si hay forma de detener esta locura.
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—Bueno, Ramón, los ingleses no se rinden ¿Y ahora, qué? —el dictador Franco, que había entrado renuentemente en la guerra, temía que esta continuase.
—Paco, Churchill siempre ha sido un gran orador, y ha contado a los hijos de la Pérfida Albión lo que quieren escuchar. Que Egipto no es importante, que siguen dominando el mar, que si Napoleón por aquí, Napoleón por allá, y que van a ganar la guerra. Mucho floreado pero poca sustancia. —contestó Ramón Serrano Suñer, el “cuñadísimo”, hombre fuerte del régimen y nuevo Ministro de Asuntos Exteriores.
—Es que en realidad no ha cambiado nada ¿Qué importancia tenía Egipto? —Franco alardeaba de sus conocimientos militares—. Total, han perdido el Canal de Suez, que con Italia en guerra de poco servía. Han conquistado una ciudad llena de moscas, y punto. Para conquistar los pozos de petróleo de Mosul les quedan dos mil kilómetros de pedregales. Mientras siguen conquistándonos las Canarias, una a una. Ayer mismo desembarcaron en El Hierro y La Palma. Ya solo conservamos parte de Tenerife y La Gomera.
Serrano Suñer no era tan pesimista—. Paco, no lo veas todo tan negro. Desde Suez hasta Mosul quedarán muchos kilómetros, pero los Panzer los recorrerán en un plis plas. Además ahora que el Mediterráneo vuelve a abrirse a la navegación nos llegará petróleo de Rumania y de Bakú.
—No será tan fácil. Si los ingleses no se rinden, una de dos: o se les bloquea con submarinos, o se desembarca en su isla. Ambas cosas son difíciles. Pero por desgracia no tenemos opción y nuestro destino está ligado al de Alemania. En cuanto volvamos a tener un poco de petróleo ordenaré que el Canarias salga de nuevo al Atlántico.
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—Almirante ¿qué opina del mensaje de Churchill?
El almirante Darlan estaba reunido con el Jefe del Estado, el anciano Mariscal Pétain, que lo había nombrado Jefe del Gobierno un par de semanas antes. El almirante, como buen marino francés, hacía gala de ser antibritánico. Bajo su dirección la flota francesa había colaborado con la inglesa contra Alemania pero, tras la derrota y sobre todo tras los sucesos de Mers el Kebir y Alejandría, se había sentido traicionado, por lo que había solicitado al Mariscal Pétain la declaración de guerra a Gran Bretaña. Pero el Mariscal había conseguido calmarlo. En los siguientes meses Darlan había reconsiderado su postura, pensando que la fortaleza naval británica le defendería contra los ataques alemanes, y que era mejor para Francia permanecer entre dos aguas a la espera de una oportunidad ¿La victoria alemana en Egipto lo sería? Esa era la pregunta real del Mariscal Pétain, y el destino de Francia podía depender de su respuesta.
—Que se trata de un discurso incendiario para la galería. La realidad es que Inglaterra ha sufrido una gran derrota y va a ser expulsada del Mediterráneo. Es más, si no retira cuanto antes su ejército de Grecia, este se puede ver atrapado.
—Luego cree que los ingleses van a perder la guerra —dice Pétain.
—No me parece tan sencillo, Mariscal. Sí, los ingleses han sido derrotados en Egipto pero ¿qué han perdido en realidad? Un par de decenas de miles de soldados, bastantes menos que los que perdieron en cualquier batalla de la Gran Guerra. —El Mariscal Pétain había sido uno de los líderes franceses durante la guerra anterior, no estaba de más recordársela—. También han perdido el Canal de Suez, pero este tiene escaso valor ya que el Mediterráneo está cerrado a su navegación. Pero Inglaterra sigue disponiendo de un ejército formidable, que ya han conseguido rearmar, y su flota es muy superior a las demás marinas europeas juntas. Además Churchill está recibiendo cada vez más ayuda norteamericana. No solo fusiles y cañones para rearmar los soldados escapados de Dunkerque, sino nada menos que cincuenta destructores, tantos como todos los que nos quedan a nosotros.
—Pero la flota británica solo ejerce su poder sobre el mar.
—Cierto, Mariscal. Pero mientras los ingleses puedan mantener sus líneas de comunicaciones abiertas podrán resistir. Peor todavía, su dominio del mar les permite atacar cualquiera de nuestras colonias, y les permite conservar las colonias que nos han arrebatado los traidores seguidores de De Gaulle.
—¿Cuál sería su recomendación?
—Mariscal, creo que para Francia lo mejor sería mantener nuestra actual postura, tal vez un poco más favorable a Alemania, pero sin intervenir en la guerra. También recomendaría que asegurásemos a Churchill por medio de los americanos que, si él no actúa contra nuestras colonias, nosotros permaneceremos al margen.
---
—Dime Harry ¿qué te parece el discurso de Winston?
—Presidente, una cosa es lo que dice y otra el trasfondo. Que sigue siendo el mismo: Inglaterra podrá resistir contra Alemania, sobre todo si nosotros incrementamos nuestra ayuda. Pero que por sí solos nunca podrán vencer.
—Winston ya sabe que tiene todo mi apoyo, pero que no tengo tanta libertad de acción como cree. La opinión pública está contra la guerra, y la postura de Inglaterra, atacando a sus antiguos aliados franceses y a los países neutrales, resulta cada día más criticada. Me costó Dios y ayuda conseguir que el Congreso aceptase la cesión de los destructores, y no sé si las Cámaras aprobarán el proyecto de Ley de Préstamo y Arriendo.
—Presidente, el Partido tiene mayoría en ambas cámaras.
—Ya sabes que no es tan sencillo. He tenido que recibir a varios congresistas y senadores que se oponen a una mayor implicación de los Estados Unidos en la guerra, especialmente ahora que parece que Inglaterra solo lucha por mantener su primacía en Europa.
—A cambio hay bastantes republicanos que apoyarían la ayuda a Inglaterra.
—Sí, Harry, pero el margen es muy pequeño, y no puedo permitirme un fracaso. Habrá que decirle a Winston que se tranquilice durante una temporada y no haga más patochadas ¿Te sientes capaz de viajar a Londres?
---
El recientemente designado Jefe del Estado Mayor Central, el general Georgy Zhukov, presentaba su primer informe ante el Politburó.
—Camaradas, considero que aunque los imperialistas británicos han sufrido una gran derrota, su situación no es crítica. Las pérdidas que han sufrido son menores que las que tuvieron el primer día de la Batalla del Somme. En cuanto a su marina, sigue siendo muy superior a la alemana. Más delicada es su situación estratégica pues, si no retiran inmediatamente su ejército de Grecia puede quedar atrapado, y no dispondrán de fuerzas con las que frenar el avance alemán.
—¿Alemán o del Pacto de Aquisgrán, camarada general? —preguntó el Mariscal Timoshenko, Comisario del Pueblo para la Defensa.
—Camarada, todos sabemos que el Pacto de Aquisgrán no es sino una farsa montada por Goering y Papen para dar una apariencia legal a su hegemonía europea. La estrategia del Pacto se decide en Berlín y los demás son solo marionetas. Incluso los italianos, a pesar de la fanfarronería de Mussolini, bailan al son de Berlín —intervino el Ministro de Exteriores, Vyacheslav Molotov.
—Luego es un enfrentamiento entre Alemania e Inglaterra —dijo Zhdánov, Presidente del Soviet.
—Siempre lo ha sido, camarada Secretario General —respondió Zhukov—. Dicen combatir por recuperar sus tierras perdidas, o para defender la libertad, pero realmente son los capitalistas alemanes e ingleses peleándose para dominar los mercados y lograr la supremacía mundial. —Nunca estaba demás un poco de ortodoxia ideológica.
—Entiendo, camarada general. Pero ¿usted cree que Inglaterra podrá superar esa derrota? —preguntó Molotov.
—Debiera poder hacerlo —repuso Zhukov—. Inglaterra sigue dominando el mar, por lo que cualquier intento de invasión alemán resultará muy costoso. Por otra parte, si Alemania sigue su ofensiva en Oriente Medio, las distancias son tan grandes que su ejército se debilitará. Camarada, creo que si Inglaterra es derrotada no será en el campo de batalla sino por su debilidad interna —Zhukov pensó que había que mostrar su adhesión a la línea ideológica del Partido, sin saber la repercusión que tendrían sus palabras.
El temido Lázar Kaganóvich, que nominalmente desempeñaba cargos relacionados con la industria, pero en realidad era el encargado de vigilar al Partido, apoyó la declaración de Zhukov:
—Tiene usted razón, camarada general. La imperialista Inglaterra lleva a morir a sus trabajadores para que los capitalistas se enriquezcan, pero pronto el proletariado británico se levantará y acabará con la opresión, sobre todo si la guerra se prolonga. Como en 1917, una guerra larga ahondará las contradicciones internas de los fascistas y de los capitalistas y llevará a la Revolución, que se extenderá primero por Inglaterra y Alemania, luego por el resto de Europa, finalmente por el mundo.
El secretario del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, mundialmente conocido como Stalin, tomo la palabra por primera vez.
—La reflexión del camarada Kaganóvich tiene gran valor ¿El Comité Central cree que la continuación de la guerra favorecería la Revolución Mundial? —Stalin miró a los presentes, que asintieron silenciosamente—. Está bien. Camarada General —dijo dirigiéndose a Zhukov— ¿Crees que Inglaterra podrá seguir luchando?
Zhukov tragó saliva, porque sabía que su respuesta le comprometería. Si se equivocaba sería premiado con una bala en la nuca. Por ello intentó tomar una postura tibia.
—Camarada, militarmente Inglaterra está lejos de ser derrotada, aunque corre el peligro de sufrir una nueva derrota en Oriente Medio. Pero, como antes he indicado, para Alemania sigue siendo muy difícil desembarcar en Gran Bretaña y acabar con la guerra. Además la superioridad naval inglesa les permitirá mantener las comunicaciones con Estados Unidos y hostigar a los aliados de Alemania. Por eso considero que, desde el punto de vista militar Inglaterra puede seguir resistiendo. Sin embargo no puedo opinar sobre el aspecto político.
Stalin miró al Comisario Popular de Asuntos internos, es decir, al jefe de la policía secreta, Lavrenti Beria.
—Camaradas —dijo Beria—, nuestras fuentes en Inglaterra nos indican que por desgracia el país aun no está maduro para la revolución. Desafortunadamente los socialtraidores laboristas han conseguido acallar a las masas obreras ofreciéndoles las pocas migajas que los capitalistas se han dignado proporcionarles. Sin embargo, la posición de su Primer Ministro, Churchill, en menos segura. Aunque su discurso en el Parlamento le ha ganado apoyos estos no durarán. Y si cae Churchill, es probable que sea sustituido por políticos como Halifax, partidarios de un acuerdo con Goering. Un acuerdo de ese tipo permitiría a los ingleses controlar a su proletariado. Si para la Revolución Mundial conviene que siga la guerra es preciso que Churchill se mantenga en el poder, aunque repugne apoyar a un asesino de trabajadores.
Stalin respondió —Gracias, camarada ¿Cómo recomienda que ayudemos a Churchill?
—Directamente, poco podemos hacer —dijo Beria—. Tan solo podemos pedir a los camaradas del Partido Comunista de la Gran Bretaña que apoyen la guerra y a Churchill —todos entendieron lo que significaba esa “petición”—. Pero también podemos ayudar a Inglaterra de otra forma. Alemania depende de nuestras exportaciones. Sin nuestro petróleo, nuestro cereal y nuestras materias primas ni podrá seguir la guerra ni podrá mantener a sus aliados.
—¿Recomiendas romper las relaciones con Alemania? —preguntó Stalin.
—No por ahora, camarada. Alemania dispone de un gran ejército victorioso y, aunque no sea enemigo para el Ejército Rojo, tampoco conviene provocarles. No, sería mejor que simplemente haya “dificultades” que ralenticen las entregas.
27 de Febrero de 1941
El general Schellenberg despachaba con Goering—. Hermann, esta es la traducción del discurso de Churchill en el parlamento.
—¿Cómo es que Churchill sigue en el poder? Me prometiste que el gobierno inglés caería cuando los expulsásemos de Egipto.
Schellenberg pensó que él no había hecho ninguna promesa, y que ese condenado inglés estaba demostrando tener más vidas que un gato. Con todo, la maniobra de Egipto había sido un éxito resonante que había conmocionado al mundo. Varios países neutrales, entre ellos Turquía y Argentina, habían solicitado la visita de plenipotenciarios alemanes. En el frente interno la gran victoria de Egipto se había celebrado en las calles, con especial alegría al saber que había sido poco costosa. La derrota de la flota inglesa en la conocida como la batalla de Damietta se veía como una venganza tras la pérdida de la flota en 1918.
—Statthalter —Schellenberg prefirió pasar a un tono más formal—. Churchill ha demostrado ser más listo que un zorro al pedir una votación del Parlamento antes que sus opositores estuviesen preparados, y se ha ganado a los parlamentarios con su oratoria. Nadie esperaba su sinceridad, y con ella desarmó a sus oponentes. Pero ¿qué cambia con su discurso? Ni una coma. Egipto ha caído en nuestras manos, y nuestros tanques han llegado al Canal de Suez. La Royal Navy ha sido barrida del Mediterráneo, y el cuerpo expedicionario inglés en Grecia ha quedado casi aislado. Incluso es mejor que Inglaterra aguante un poco más: así su derrota será peor y nuestras condiciones podrán ser más duras.
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—Lo siento, Dorothy, pero ese tipo me subleva. Está llevando a nuestro país a una catástrofe y los memos de los Comunes le aplauden.
—Edward, por favor, cálmate…
Edward Frederick Lindley Wood, Vizconde de Halifax, había estado escuchando el discurso del Primer Ministro en el Parlamento por la radio. Tras presentar su renuncia a Churchill tras las matanzas de La Línea de la Concepción, había visto como el Premier llevaba paso a paso el país hacia la catástrofe. La invasión de Andalucía, lanzada sin provocación, no solo había enfrentado a Inglaterra con casi toda Europa, sino que había acabado en un desastre al perder Gibraltar y el acceso occidental al Mediterráneo. No contento con ello, Churchill había enviado un ejército a Grecia persiguiendo un sueño enloquecido, mientras el Eje preparaba su ofensiva en Egipto. Tras la derrota cualquier político medianamente honesto hubiese dimitido pero no, ese intrigante chaquetero había conseguido convencer a los asnos del parlamento con un discurso florido. Bonitas palabras, sí, pero ¿qué había cambiado su discurso? Porque los Panzer alemanes seguían asomados al Canal de Suez, los países neutrales se cuestionaban sus alianzas, e incluso Stalin empezaba a ambicionar un bocado del Imperio Británico.
Lord Halifax recordaba esas tardes en Yorkshire, en los días negros de Mayo de 1940, cuando temió ver su patria violada por la bota hitleriana. Fue el momento para haber buscado la paz. Una ocasión que la oratoria churchilliana abortó. Luego el Primer Ministro había respondido con cañonazos a la mano tendida por Goering y se había lanzado contra Francia y España. Churchill había sembrado vientos, y Halifax temía ver las suaves colinas de Yorkshire aplastadas por la peor tempestad de la Historia.
Para Lord Halifax estaba siendo también un drama personal. Su primogénito Charles había desaparecido en Egipto. El embajador rezaba porque hubiese sido capturado, pero aun no tenían noticias. Además las cartas de su hermano, piloto de la RAF en Palestina, relataban los combates desesperados sobre el Canal de Suez. Halifax pensaba en cuantas familias habían sufrido más que la suya en su amada patria. Eso tenía que acabar.
—Dorothy, esto no puede seguir así. Hablaré con algunos amigos a ver si hay forma de detener esta locura.
---
—Bueno, Ramón, los ingleses no se rinden ¿Y ahora, qué? —el dictador Franco, que había entrado renuentemente en la guerra, temía que esta continuase.
—Paco, Churchill siempre ha sido un gran orador, y ha contado a los hijos de la Pérfida Albión lo que quieren escuchar. Que Egipto no es importante, que siguen dominando el mar, que si Napoleón por aquí, Napoleón por allá, y que van a ganar la guerra. Mucho floreado pero poca sustancia. —contestó Ramón Serrano Suñer, el “cuñadísimo”, hombre fuerte del régimen y nuevo Ministro de Asuntos Exteriores.
—Es que en realidad no ha cambiado nada ¿Qué importancia tenía Egipto? —Franco alardeaba de sus conocimientos militares—. Total, han perdido el Canal de Suez, que con Italia en guerra de poco servía. Han conquistado una ciudad llena de moscas, y punto. Para conquistar los pozos de petróleo de Mosul les quedan dos mil kilómetros de pedregales. Mientras siguen conquistándonos las Canarias, una a una. Ayer mismo desembarcaron en El Hierro y La Palma. Ya solo conservamos parte de Tenerife y La Gomera.
Serrano Suñer no era tan pesimista—. Paco, no lo veas todo tan negro. Desde Suez hasta Mosul quedarán muchos kilómetros, pero los Panzer los recorrerán en un plis plas. Además ahora que el Mediterráneo vuelve a abrirse a la navegación nos llegará petróleo de Rumania y de Bakú.
—No será tan fácil. Si los ingleses no se rinden, una de dos: o se les bloquea con submarinos, o se desembarca en su isla. Ambas cosas son difíciles. Pero por desgracia no tenemos opción y nuestro destino está ligado al de Alemania. En cuanto volvamos a tener un poco de petróleo ordenaré que el Canarias salga de nuevo al Atlántico.
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—Almirante ¿qué opina del mensaje de Churchill?
El almirante Darlan estaba reunido con el Jefe del Estado, el anciano Mariscal Pétain, que lo había nombrado Jefe del Gobierno un par de semanas antes. El almirante, como buen marino francés, hacía gala de ser antibritánico. Bajo su dirección la flota francesa había colaborado con la inglesa contra Alemania pero, tras la derrota y sobre todo tras los sucesos de Mers el Kebir y Alejandría, se había sentido traicionado, por lo que había solicitado al Mariscal Pétain la declaración de guerra a Gran Bretaña. Pero el Mariscal había conseguido calmarlo. En los siguientes meses Darlan había reconsiderado su postura, pensando que la fortaleza naval británica le defendería contra los ataques alemanes, y que era mejor para Francia permanecer entre dos aguas a la espera de una oportunidad ¿La victoria alemana en Egipto lo sería? Esa era la pregunta real del Mariscal Pétain, y el destino de Francia podía depender de su respuesta.
—Que se trata de un discurso incendiario para la galería. La realidad es que Inglaterra ha sufrido una gran derrota y va a ser expulsada del Mediterráneo. Es más, si no retira cuanto antes su ejército de Grecia, este se puede ver atrapado.
—Luego cree que los ingleses van a perder la guerra —dice Pétain.
—No me parece tan sencillo, Mariscal. Sí, los ingleses han sido derrotados en Egipto pero ¿qué han perdido en realidad? Un par de decenas de miles de soldados, bastantes menos que los que perdieron en cualquier batalla de la Gran Guerra. —El Mariscal Pétain había sido uno de los líderes franceses durante la guerra anterior, no estaba de más recordársela—. También han perdido el Canal de Suez, pero este tiene escaso valor ya que el Mediterráneo está cerrado a su navegación. Pero Inglaterra sigue disponiendo de un ejército formidable, que ya han conseguido rearmar, y su flota es muy superior a las demás marinas europeas juntas. Además Churchill está recibiendo cada vez más ayuda norteamericana. No solo fusiles y cañones para rearmar los soldados escapados de Dunkerque, sino nada menos que cincuenta destructores, tantos como todos los que nos quedan a nosotros.
—Pero la flota británica solo ejerce su poder sobre el mar.
—Cierto, Mariscal. Pero mientras los ingleses puedan mantener sus líneas de comunicaciones abiertas podrán resistir. Peor todavía, su dominio del mar les permite atacar cualquiera de nuestras colonias, y les permite conservar las colonias que nos han arrebatado los traidores seguidores de De Gaulle.
—¿Cuál sería su recomendación?
—Mariscal, creo que para Francia lo mejor sería mantener nuestra actual postura, tal vez un poco más favorable a Alemania, pero sin intervenir en la guerra. También recomendaría que asegurásemos a Churchill por medio de los americanos que, si él no actúa contra nuestras colonias, nosotros permaneceremos al margen.
---
—Dime Harry ¿qué te parece el discurso de Winston?
—Presidente, una cosa es lo que dice y otra el trasfondo. Que sigue siendo el mismo: Inglaterra podrá resistir contra Alemania, sobre todo si nosotros incrementamos nuestra ayuda. Pero que por sí solos nunca podrán vencer.
—Winston ya sabe que tiene todo mi apoyo, pero que no tengo tanta libertad de acción como cree. La opinión pública está contra la guerra, y la postura de Inglaterra, atacando a sus antiguos aliados franceses y a los países neutrales, resulta cada día más criticada. Me costó Dios y ayuda conseguir que el Congreso aceptase la cesión de los destructores, y no sé si las Cámaras aprobarán el proyecto de Ley de Préstamo y Arriendo.
—Presidente, el Partido tiene mayoría en ambas cámaras.
—Ya sabes que no es tan sencillo. He tenido que recibir a varios congresistas y senadores que se oponen a una mayor implicación de los Estados Unidos en la guerra, especialmente ahora que parece que Inglaterra solo lucha por mantener su primacía en Europa.
—A cambio hay bastantes republicanos que apoyarían la ayuda a Inglaterra.
—Sí, Harry, pero el margen es muy pequeño, y no puedo permitirme un fracaso. Habrá que decirle a Winston que se tranquilice durante una temporada y no haga más patochadas ¿Te sientes capaz de viajar a Londres?
---
El recientemente designado Jefe del Estado Mayor Central, el general Georgy Zhukov, presentaba su primer informe ante el Politburó.
—Camaradas, considero que aunque los imperialistas británicos han sufrido una gran derrota, su situación no es crítica. Las pérdidas que han sufrido son menores que las que tuvieron el primer día de la Batalla del Somme. En cuanto a su marina, sigue siendo muy superior a la alemana. Más delicada es su situación estratégica pues, si no retiran inmediatamente su ejército de Grecia puede quedar atrapado, y no dispondrán de fuerzas con las que frenar el avance alemán.
—¿Alemán o del Pacto de Aquisgrán, camarada general? —preguntó el Mariscal Timoshenko, Comisario del Pueblo para la Defensa.
—Camarada, todos sabemos que el Pacto de Aquisgrán no es sino una farsa montada por Goering y Papen para dar una apariencia legal a su hegemonía europea. La estrategia del Pacto se decide en Berlín y los demás son solo marionetas. Incluso los italianos, a pesar de la fanfarronería de Mussolini, bailan al son de Berlín —intervino el Ministro de Exteriores, Vyacheslav Molotov.
—Luego es un enfrentamiento entre Alemania e Inglaterra —dijo Zhdánov, Presidente del Soviet.
—Siempre lo ha sido, camarada Secretario General —respondió Zhukov—. Dicen combatir por recuperar sus tierras perdidas, o para defender la libertad, pero realmente son los capitalistas alemanes e ingleses peleándose para dominar los mercados y lograr la supremacía mundial. —Nunca estaba demás un poco de ortodoxia ideológica.
—Entiendo, camarada general. Pero ¿usted cree que Inglaterra podrá superar esa derrota? —preguntó Molotov.
—Debiera poder hacerlo —repuso Zhukov—. Inglaterra sigue dominando el mar, por lo que cualquier intento de invasión alemán resultará muy costoso. Por otra parte, si Alemania sigue su ofensiva en Oriente Medio, las distancias son tan grandes que su ejército se debilitará. Camarada, creo que si Inglaterra es derrotada no será en el campo de batalla sino por su debilidad interna —Zhukov pensó que había que mostrar su adhesión a la línea ideológica del Partido, sin saber la repercusión que tendrían sus palabras.
El temido Lázar Kaganóvich, que nominalmente desempeñaba cargos relacionados con la industria, pero en realidad era el encargado de vigilar al Partido, apoyó la declaración de Zhukov:
—Tiene usted razón, camarada general. La imperialista Inglaterra lleva a morir a sus trabajadores para que los capitalistas se enriquezcan, pero pronto el proletariado británico se levantará y acabará con la opresión, sobre todo si la guerra se prolonga. Como en 1917, una guerra larga ahondará las contradicciones internas de los fascistas y de los capitalistas y llevará a la Revolución, que se extenderá primero por Inglaterra y Alemania, luego por el resto de Europa, finalmente por el mundo.
El secretario del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, mundialmente conocido como Stalin, tomo la palabra por primera vez.
—La reflexión del camarada Kaganóvich tiene gran valor ¿El Comité Central cree que la continuación de la guerra favorecería la Revolución Mundial? —Stalin miró a los presentes, que asintieron silenciosamente—. Está bien. Camarada General —dijo dirigiéndose a Zhukov— ¿Crees que Inglaterra podrá seguir luchando?
Zhukov tragó saliva, porque sabía que su respuesta le comprometería. Si se equivocaba sería premiado con una bala en la nuca. Por ello intentó tomar una postura tibia.
—Camarada, militarmente Inglaterra está lejos de ser derrotada, aunque corre el peligro de sufrir una nueva derrota en Oriente Medio. Pero, como antes he indicado, para Alemania sigue siendo muy difícil desembarcar en Gran Bretaña y acabar con la guerra. Además la superioridad naval inglesa les permitirá mantener las comunicaciones con Estados Unidos y hostigar a los aliados de Alemania. Por eso considero que, desde el punto de vista militar Inglaterra puede seguir resistiendo. Sin embargo no puedo opinar sobre el aspecto político.
Stalin miró al Comisario Popular de Asuntos internos, es decir, al jefe de la policía secreta, Lavrenti Beria.
—Camaradas —dijo Beria—, nuestras fuentes en Inglaterra nos indican que por desgracia el país aun no está maduro para la revolución. Desafortunadamente los socialtraidores laboristas han conseguido acallar a las masas obreras ofreciéndoles las pocas migajas que los capitalistas se han dignado proporcionarles. Sin embargo, la posición de su Primer Ministro, Churchill, en menos segura. Aunque su discurso en el Parlamento le ha ganado apoyos estos no durarán. Y si cae Churchill, es probable que sea sustituido por políticos como Halifax, partidarios de un acuerdo con Goering. Un acuerdo de ese tipo permitiría a los ingleses controlar a su proletariado. Si para la Revolución Mundial conviene que siga la guerra es preciso que Churchill se mantenga en el poder, aunque repugne apoyar a un asesino de trabajadores.
Stalin respondió —Gracias, camarada ¿Cómo recomienda que ayudemos a Churchill?
—Directamente, poco podemos hacer —dijo Beria—. Tan solo podemos pedir a los camaradas del Partido Comunista de la Gran Bretaña que apoyen la guerra y a Churchill —todos entendieron lo que significaba esa “petición”—. Pero también podemos ayudar a Inglaterra de otra forma. Alemania depende de nuestras exportaciones. Sin nuestro petróleo, nuestro cereal y nuestras materias primas ni podrá seguir la guerra ni podrá mantener a sus aliados.
—¿Recomiendas romper las relaciones con Alemania? —preguntó Stalin.
—No por ahora, camarada. Alemania dispone de un gran ejército victorioso y, aunque no sea enemigo para el Ejército Rojo, tampoco conviene provocarles. No, sería mejor que simplemente haya “dificultades” que ralenticen las entregas.
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Capítulo 12. Interludio interior
¿Palo o zanahoria?
2 de Marzo de 1941
—Embajador, es un placer volver a verle —Von Papen había conocido al recién llegado embajador francés en Berlín, André François-Poncet, durante su estancia en Berlín durante la década anterior.
—Excelencia —responde François-Poncet—, siempre he admirado la cultura alemana, y volver a Berlín es como volver a casa.
—Me alegra la reapertura de la embajada francesa en Berlín. La Parisier Platz se veía vacía sin la bandera tricolor. Embajador, será un placer colaborar con usted para fortalecer la amistad francoalemana.
El embajador pensó que esa amistad francoalemana se solía dirimir en el campo de batalla, que ya había visto cinco guerras entre Francia y Prusia en los últimos 150 años. Pero Francia no ganaría nada con descortesías. François-Poncet agradeció las atenciones recibidas, mientras esperaba que el ministro dijese lo que deseaba.
—Embajador, supongo que está al tanto de las declaraciones del criminal Churchill. Aunque los ejércitos del Pacto de Aquisgrán lo han derrotado una y otra vez, pretende continuar la guerra, intentando implicar para ello a Estados Unidos. No hará falta que le recuerde que la prolongación de la guerra está siendo una catástrofe para Francia. Inglaterra está enviando sus aviones para efectuar bombardeos criminales sobre Francia y, aunque la Luftwaffe intenta defender a su patria —así Von Papen recordó al embajador francés que los combates se producían sobre Francia— y aunque les causemos tremendas bajas, no podemos impedir que algunas bombas maten a mujeres y niños franceses.
—Ministro, mi gobierno ha protestado repetidas veces ante el gobierno de Londres por esos bombardeos.
—Embajador, sé de esas protestas —al parecer los servicios secretos alemanes habían conseguido infiltrarse en la diplomacia francesa— y también sé de su inutilidad. Pero los bombardeos no es lo único que padece Francia. El bloqueo ilegal al que la somete la marina inglesa está arruinando la economía francesa. Sus fábricas están cerrando y el desempleo se multiplica. Si no fuese por el petróleo y los cereales de las reservas alemanas que el Statthalter Goering ha enviado como presente a la aliada Francia los niños franceses estarían pasando hambre.
Buena forma de tergiversar los hechos, pensó el embajador. La ruina de la economía francesa se debía a las indemnizaciones impuestas por Alemania, a su rapaz política económica, y a la retención de cientos de miles de prisioneros de guerra. Pero era cierto que Francia dependía de las migajas que quisiese ceder Alemania, por lo que el embajador asintió.
—Pero Francia, a pesar de los ataques del delincuente Churchill —siguió Von Papen— no está cumpliendo sus compromisos con el Pacto de Aquisgrán. Aunque firmó la declaración condenando la agresión británica a España, aunque se comprometió a entrar en guerra contra Inglaterra al lado de Alemania, ustedes apenas han hecho nada. Unas pocas incursiones en las colonias inglesas y alguna corta razzia de sus buques de guerra.
— Ministro —interrumpió el embajador, que tenía órdenes expresas de Pétain de no dejarse arrastrar a una mayor colaboración—, para Francia ha sido imposible hacer nada más. Ni la marina ni la fuerza aérea disponen del combustible suficiente para operar. Nuestros aviones ni siquiera tienen gasolina para poder derribar a los bombarderos ingleses que atacan las ciudades francesas. Además ya sabe que la situación en nuestras colonias es delicada. No solo algunas de nuestras colonias del África Ecuatorial se han pasado al traidor De Gaulle, sino que en otras la situación no es clara, y una mayor implicación en la guerra podría llevar a su defección. Hasta que el régimen del Mariscal Pétain no se consolide en dichas tierras no se podrá pasar a la ofensiva. Por otra parte, gran parte de nuestro ejército sigue prisionero en Alemania.
—Embajador, Alemania cumplió el compromiso de liberar 400.000 prisioneros franceses, pero Francia incumplió los suyos. Ni declaró la guerra formalmente a Gran Bretaña, ni formó unidades cobeligerantes, ni cedió los barcos señalados a la marina alemana. Embajador, siento decirlo, pero el honor francés está en juego.
El embajador se tragó el sapo. Von Papen tenía razón, Francia estaba incumpliendo lo firmado, pero la situación de su patria era difícil. Los servicios de inteligencia parecían estar jugando con doble baraja, filtrando información a los ingleses. Los tripulantes del Strasbourg y del Dunkerque habían saboteado sus buques para evitar su entrega. Iba a intentar paliar la situación con alguna concesión menor.
—Excelencia, el Mariscal Pétain me ha autorizado a ofrecer mayor cooperación antibritánica mediante una ofensiva de nuestras fuerzas estacionadas en Siria contra la Palestina británica. Pero esas fuerzas están aisladas por completo de la metrópoli y carecen de los medios adecuados para lanzar dicha operación. Dispongo de una lista de nuestras necesidades, que con gusto le entregaré, pero le anticipo que el general Dentz solicita dos grupos de caza, uno de bombardeo, y dos regimientos de carros de combate modernos, con los correspondientes repuestos, más el combustible necesario para moverlos y las municiones que necesiten. Además Francia necesita con urgencia un millón de barriles de petróleo para que la aviación impida los ataques ingleses y la industria pueda ponerse en marcha ¿Podría Alemania atender a la petición francesa?
—Embajador, el Statthalter Goering cedió en Diciembre a Francia medio millón de barriles procedentes de sus reservas estratégicas.
—Excelencia, el Mariscal Pétain y la nación francesa agradecieron el regalo del Statthalter, pero la cantidad sigue siendo mucho menos de las necesidades francesas.
Von Papen ya esperaba esa táctica disuasoria, pero no se iba a dejar enredar. Por una parte, la reserva estratégica alemana de petróleo se estaba vaciando. Aunque la producción de petróleo en los campos rumanos de Ploiesti había aumentado seguía siendo insuficiente para las necesidades alemanas e italianas. Además el Mediterráneo Oriental seguía cerrado a la navegación, por lo que el petróleo del Cáucaso que la URSS vendía a Alemania tenía que ser transportado por el Danubio, complicando su transporte.
—Embajador, Alemania entiende las necesidades francesas, pero Francia debe comprender que Alemania está enfrentada en lucha a muerte con Inglaterra. Es el deber de los aliados de Alemania unirse a ella para conseguir la victoria final, tras la cual las demandas francesas quedarán más que satisfechas.
El mensaje implícito quedaba claro: Von Papen reprochaba a Francia su inactividad, y no cedería nada a los franceses hasta que estos se moviesen.
—Excelencia, Francia entiende, como no, la posición alemana, pero el pueblo francés no aprobará que mientras sus hijos tiritan de frío se use nuestro escaso petróleo para una ofensiva al otro lado del mundo.
Luego tenéis petróleo, aunque sea poco, pensó Von Papen, pero no os da la gana colaborar con nosotros. Bueno, habría que poner las cartas sobre la mesa.
—Embajador, no solo los niños franceses pasan frío durante este duro invierno. Pero el pueblo alemán, bien conducido por el Statthalter, entiende que es necesario este sacrificio para liberar a Europa de las intrigas inglesas. Será la paz victoriosa la que colme las ambiciones del pueblo alemán. Si el pueblo francés no entiende las ventajas que conseguirá con esa paz tal vez sea por una conducción inadecuada.
¿A dónde quiere ir a parar Von Papen, pensó el embajador? —Excelencia, el Mariscal Pétain está creando una nueva Francia alejada de las influencias degeneradas, siguiendo el camino marcado por Alemania.
—En ningún momento Alemania ha durado de la amistad que une al Mariscal con sus antiguos enemigos —la ironía de Von Papen no pareció hacer mella en el embajador francés— pero sí de la de sus colaboradores. Embajador, Alemania tenía amigos en el gobierno francés, pero han sido relegados. El ministro Pierre Laval, que medió entre nuestros dos países, ha sido detenido y apartado del gobierno. El Almirante Darlan, actual Primer Ministro, está manteniendo contactos con los ingleses. Nuestros servicios de inteligencia no son completamente ineptos ¿lo sabía? Esta situación es inaceptable para Alemania. El Statthalter Goering me ha indicado que le diga que, de no ser sustituido el Almirante Darlan por Pierre Laval antes del fin de la semana, las tropas de Alemania y del Pacto de Aquisgrán procederán a ocupar el Norte y el Centro de Francia, y Alemania unirá a su territorio Alsacia y Lorena, sin plebiscitos.
El embajador francés enrojeció—. Ministro, me está presentando un ultimátum.
—No, mi querido embajador. No se trata de un ultimátum sino de la realidad. Francia y Alemania llegaron a un compromiso que Francia está violando sistemáticamente. Ese compromiso incluía grandes ventajas para Francia, tales como la resolución definitiva del problema belga. Alemania ayudará a una Francia amiga pero nunca a una Francia hostil. Le recuerdo también que tanto Italia como España, fieles aliadas del Reich en la lucha por la victoria, tiene sus propias apetencias territoriales.
—Transmitiré su ultimátum a mi gobierno, señor ministro.
—No, embajador, insisto en que no es un ultimátum sino una elección. Francia puede unirse a la Europa victoriosa, obteniendo grandes ventajas, o unirse a los derrotados. Será su elección.
François-Poncet tragó saliva. Esperaba que Von Papen tuviese alguna demanda, pero no esto. Que un diplomático veterano fuese tan brusco indicaba que existía un riesgo inminente de una nueva invasión alemana de Francia. En el estado de debilidad en el que su país se encontraba, no tendría otro remedio que ceder. Iba a trasladar a Vichy la exigencia alemana, pero se imaginaba la respuesta. El embajador se levantó pero Von Papen le interrumpió.
—Un último detalle, embajador. La propuesta de la ofensiva en Siria sería muy bien recibida por el Statthalter. El cambio de rumbo que tanto conviene a Francia debe incluir esa ofensiva.
¿Palo o zanahoria?
2 de Marzo de 1941
—Embajador, es un placer volver a verle —Von Papen había conocido al recién llegado embajador francés en Berlín, André François-Poncet, durante su estancia en Berlín durante la década anterior.
—Excelencia —responde François-Poncet—, siempre he admirado la cultura alemana, y volver a Berlín es como volver a casa.
—Me alegra la reapertura de la embajada francesa en Berlín. La Parisier Platz se veía vacía sin la bandera tricolor. Embajador, será un placer colaborar con usted para fortalecer la amistad francoalemana.
El embajador pensó que esa amistad francoalemana se solía dirimir en el campo de batalla, que ya había visto cinco guerras entre Francia y Prusia en los últimos 150 años. Pero Francia no ganaría nada con descortesías. François-Poncet agradeció las atenciones recibidas, mientras esperaba que el ministro dijese lo que deseaba.
—Embajador, supongo que está al tanto de las declaraciones del criminal Churchill. Aunque los ejércitos del Pacto de Aquisgrán lo han derrotado una y otra vez, pretende continuar la guerra, intentando implicar para ello a Estados Unidos. No hará falta que le recuerde que la prolongación de la guerra está siendo una catástrofe para Francia. Inglaterra está enviando sus aviones para efectuar bombardeos criminales sobre Francia y, aunque la Luftwaffe intenta defender a su patria —así Von Papen recordó al embajador francés que los combates se producían sobre Francia— y aunque les causemos tremendas bajas, no podemos impedir que algunas bombas maten a mujeres y niños franceses.
—Ministro, mi gobierno ha protestado repetidas veces ante el gobierno de Londres por esos bombardeos.
—Embajador, sé de esas protestas —al parecer los servicios secretos alemanes habían conseguido infiltrarse en la diplomacia francesa— y también sé de su inutilidad. Pero los bombardeos no es lo único que padece Francia. El bloqueo ilegal al que la somete la marina inglesa está arruinando la economía francesa. Sus fábricas están cerrando y el desempleo se multiplica. Si no fuese por el petróleo y los cereales de las reservas alemanas que el Statthalter Goering ha enviado como presente a la aliada Francia los niños franceses estarían pasando hambre.
Buena forma de tergiversar los hechos, pensó el embajador. La ruina de la economía francesa se debía a las indemnizaciones impuestas por Alemania, a su rapaz política económica, y a la retención de cientos de miles de prisioneros de guerra. Pero era cierto que Francia dependía de las migajas que quisiese ceder Alemania, por lo que el embajador asintió.
—Pero Francia, a pesar de los ataques del delincuente Churchill —siguió Von Papen— no está cumpliendo sus compromisos con el Pacto de Aquisgrán. Aunque firmó la declaración condenando la agresión británica a España, aunque se comprometió a entrar en guerra contra Inglaterra al lado de Alemania, ustedes apenas han hecho nada. Unas pocas incursiones en las colonias inglesas y alguna corta razzia de sus buques de guerra.
— Ministro —interrumpió el embajador, que tenía órdenes expresas de Pétain de no dejarse arrastrar a una mayor colaboración—, para Francia ha sido imposible hacer nada más. Ni la marina ni la fuerza aérea disponen del combustible suficiente para operar. Nuestros aviones ni siquiera tienen gasolina para poder derribar a los bombarderos ingleses que atacan las ciudades francesas. Además ya sabe que la situación en nuestras colonias es delicada. No solo algunas de nuestras colonias del África Ecuatorial se han pasado al traidor De Gaulle, sino que en otras la situación no es clara, y una mayor implicación en la guerra podría llevar a su defección. Hasta que el régimen del Mariscal Pétain no se consolide en dichas tierras no se podrá pasar a la ofensiva. Por otra parte, gran parte de nuestro ejército sigue prisionero en Alemania.
—Embajador, Alemania cumplió el compromiso de liberar 400.000 prisioneros franceses, pero Francia incumplió los suyos. Ni declaró la guerra formalmente a Gran Bretaña, ni formó unidades cobeligerantes, ni cedió los barcos señalados a la marina alemana. Embajador, siento decirlo, pero el honor francés está en juego.
El embajador se tragó el sapo. Von Papen tenía razón, Francia estaba incumpliendo lo firmado, pero la situación de su patria era difícil. Los servicios de inteligencia parecían estar jugando con doble baraja, filtrando información a los ingleses. Los tripulantes del Strasbourg y del Dunkerque habían saboteado sus buques para evitar su entrega. Iba a intentar paliar la situación con alguna concesión menor.
—Excelencia, el Mariscal Pétain me ha autorizado a ofrecer mayor cooperación antibritánica mediante una ofensiva de nuestras fuerzas estacionadas en Siria contra la Palestina británica. Pero esas fuerzas están aisladas por completo de la metrópoli y carecen de los medios adecuados para lanzar dicha operación. Dispongo de una lista de nuestras necesidades, que con gusto le entregaré, pero le anticipo que el general Dentz solicita dos grupos de caza, uno de bombardeo, y dos regimientos de carros de combate modernos, con los correspondientes repuestos, más el combustible necesario para moverlos y las municiones que necesiten. Además Francia necesita con urgencia un millón de barriles de petróleo para que la aviación impida los ataques ingleses y la industria pueda ponerse en marcha ¿Podría Alemania atender a la petición francesa?
—Embajador, el Statthalter Goering cedió en Diciembre a Francia medio millón de barriles procedentes de sus reservas estratégicas.
—Excelencia, el Mariscal Pétain y la nación francesa agradecieron el regalo del Statthalter, pero la cantidad sigue siendo mucho menos de las necesidades francesas.
Von Papen ya esperaba esa táctica disuasoria, pero no se iba a dejar enredar. Por una parte, la reserva estratégica alemana de petróleo se estaba vaciando. Aunque la producción de petróleo en los campos rumanos de Ploiesti había aumentado seguía siendo insuficiente para las necesidades alemanas e italianas. Además el Mediterráneo Oriental seguía cerrado a la navegación, por lo que el petróleo del Cáucaso que la URSS vendía a Alemania tenía que ser transportado por el Danubio, complicando su transporte.
—Embajador, Alemania entiende las necesidades francesas, pero Francia debe comprender que Alemania está enfrentada en lucha a muerte con Inglaterra. Es el deber de los aliados de Alemania unirse a ella para conseguir la victoria final, tras la cual las demandas francesas quedarán más que satisfechas.
El mensaje implícito quedaba claro: Von Papen reprochaba a Francia su inactividad, y no cedería nada a los franceses hasta que estos se moviesen.
—Excelencia, Francia entiende, como no, la posición alemana, pero el pueblo francés no aprobará que mientras sus hijos tiritan de frío se use nuestro escaso petróleo para una ofensiva al otro lado del mundo.
Luego tenéis petróleo, aunque sea poco, pensó Von Papen, pero no os da la gana colaborar con nosotros. Bueno, habría que poner las cartas sobre la mesa.
—Embajador, no solo los niños franceses pasan frío durante este duro invierno. Pero el pueblo alemán, bien conducido por el Statthalter, entiende que es necesario este sacrificio para liberar a Europa de las intrigas inglesas. Será la paz victoriosa la que colme las ambiciones del pueblo alemán. Si el pueblo francés no entiende las ventajas que conseguirá con esa paz tal vez sea por una conducción inadecuada.
¿A dónde quiere ir a parar Von Papen, pensó el embajador? —Excelencia, el Mariscal Pétain está creando una nueva Francia alejada de las influencias degeneradas, siguiendo el camino marcado por Alemania.
—En ningún momento Alemania ha durado de la amistad que une al Mariscal con sus antiguos enemigos —la ironía de Von Papen no pareció hacer mella en el embajador francés— pero sí de la de sus colaboradores. Embajador, Alemania tenía amigos en el gobierno francés, pero han sido relegados. El ministro Pierre Laval, que medió entre nuestros dos países, ha sido detenido y apartado del gobierno. El Almirante Darlan, actual Primer Ministro, está manteniendo contactos con los ingleses. Nuestros servicios de inteligencia no son completamente ineptos ¿lo sabía? Esta situación es inaceptable para Alemania. El Statthalter Goering me ha indicado que le diga que, de no ser sustituido el Almirante Darlan por Pierre Laval antes del fin de la semana, las tropas de Alemania y del Pacto de Aquisgrán procederán a ocupar el Norte y el Centro de Francia, y Alemania unirá a su territorio Alsacia y Lorena, sin plebiscitos.
El embajador francés enrojeció—. Ministro, me está presentando un ultimátum.
—No, mi querido embajador. No se trata de un ultimátum sino de la realidad. Francia y Alemania llegaron a un compromiso que Francia está violando sistemáticamente. Ese compromiso incluía grandes ventajas para Francia, tales como la resolución definitiva del problema belga. Alemania ayudará a una Francia amiga pero nunca a una Francia hostil. Le recuerdo también que tanto Italia como España, fieles aliadas del Reich en la lucha por la victoria, tiene sus propias apetencias territoriales.
—Transmitiré su ultimátum a mi gobierno, señor ministro.
—No, embajador, insisto en que no es un ultimátum sino una elección. Francia puede unirse a la Europa victoriosa, obteniendo grandes ventajas, o unirse a los derrotados. Será su elección.
François-Poncet tragó saliva. Esperaba que Von Papen tuviese alguna demanda, pero no esto. Que un diplomático veterano fuese tan brusco indicaba que existía un riesgo inminente de una nueva invasión alemana de Francia. En el estado de debilidad en el que su país se encontraba, no tendría otro remedio que ceder. Iba a trasladar a Vichy la exigencia alemana, pero se imaginaba la respuesta. El embajador se levantó pero Von Papen le interrumpió.
—Un último detalle, embajador. La propuesta de la ofensiva en Siria sería muy bien recibida por el Statthalter. El cambio de rumbo que tanto conviene a Francia debe incluir esa ofensiva.
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Chorro
4 de Marzo de 1941
El Generaloberst Ritter von Greim miró disgustado a su visitante—. Herr Heinkel, he atendido a su solicitud sólo por sus pasados servicios a la Patria, pero su petición me parece del todo irregular.
—General, entiendo su enfado, pero el asunto es importante —dijo Ernst Heinkel, director del grupo de empresas aeronáuticas del mismo nombre.
—Herr Heinkel, en su carta usted sugiere que mis subordinados Udet y Milch están causando un grave perjuicio a Alemania bloqueando sus proyectos. Herr Heinkel, tanto Ernst Udet como Erhard Milch son nazis fervientes que con su labor han engrandecido la Luftwaffe y están llevando a Alemania a la victoria.
Heinkel respiró. La entrevista no iba a ser fácil—. General, usted sabe que esa victoria solo será posible si la Luftwaffe mantiene su supremacía —Von Greim asintió— y la supremacía depende de la superioridad técnica. Porque ¿Qué podrán hacer nuestros valientes pilotos cuando se enfrenten a cazas volando a 900 kilómetros por hora?
Ritter von Greim sabía de la afición de Heinkel por las altas velocidades. Lo malo es que sus veloces prototipos no se traducían en diseños realizables— ¿Cazas volando a 900? Creo que tardaremos mucho en ver eso.
—General, habrá que esperar bastante poco —responde Heinkel—. Si todo va bien este mes hará el primer vuelo propulsado mi prototipo Heinkel 280.
—¿Heinkel 280? Creo que no había oído hablar de ese avión ¿Podría refrescarme la memoria? —Von Greim empezó a mostrar algún interés.
—Mire, general, usted ya sabe que uno de los intereses de la compañía de aviación Heinkel es el desarrollo de aviones de alta velocidad. No hará falta que le recuerde las ventajas de un avión veloz: como caza, puede elegir como y cuando atacar a sus enemigos, como bombardero puede eludir las defensas enemigas como si no existiesen. Hasta ahora la forma de conseguir un avión más veloz era doble: mejorando la célula del avión para que oponga menos resistencia al aire, e instalando plantas motrices más potentes. Pero mi último modelo de caza, el prototipo Heinkel He-100, mostró las limitaciones de la fórmula.
—Sí, el He-100. Lo recuerdo. Un derroche de tiempo y dinero para un avión que nunca sería un caza —el asunto del He.100 había sido escandaloso, porque Heinkel había intentado colar como avión de combate lo que no era sino una aeronave para romper récords pero sin posibilidad de uso práctico.
—General, cada marco gastado en el He-100 ha sido bien empleado. No voy a discutir, reconozco que el He.100 ha sido un fiasco, pero hemos aprendido muchísimo con ese avión. El He-100 incorporaba todo tipo de refinamientos aerodinámicos…
—Como esos radiadores por evaporación que le daban una autonomía de quince minutos.
—Sí, como esos radiadores. Pero a pesar de eso, a pesar de llevar el motor más potente que se ha fabricado en Alemania, ajustado para que rindiese el doble de potencia, el avión nunca alcanzó los 800 kilómetros por hora, que es lo que pretendíamos. Le pasó lo mismo al avión de Messerschmitt, el Me 209. El problema es que a partir de esa velocidad las puntas de las hélices sobrepasan la velocidad del sonido y pierden eficacia. No importa que instalemos un motor más potente o que modifiquemos las hélices, los cálculos que hemos hecho muestran que el límite absoluto está alrededor de los 800 kilómetros por hora.
—Eso quiere decir que hay un límite en el desarrollo de los aviones.
—Hay un límite, general, pero solo si usamos hélices. Pero ¿qué pasaría si usamos otro sistema? Por ejemplo, un cohete. Con cohetes suficientemente potentes no hay otros límites de velocidad que los que imponga la resistencia del aire —Von Greim fue a responder pero Heinkel se adelantó—. Sí, sé que mi entrañable rival Messerschmitt está desarrollando un caza con motor cohete, pero lo malo de ese sistema es que la autonomía del avión será muy limitada, apenas unos minutos. Yo propongo algo mucho mejor, un avión con un motor que produce un chorro de gas como el de un cohete, pero que pueda mantenerse en el aire tanto tiempo como los cazas actuales.
—Espere. Usted ya hizo volar un avión de ese tipo, creo recordar. Fue otro de sus fracasos, un avión que era más lento que los aviones actuales y que gastaba el combustible en pocos minutos.
—Sí, fue el Heinkel 178. Pero general, recuerde que ese avión solo fue un prototipo, el primer avión con motor de chorro que ha volado. Imagine que el avión de los hermanos Wright hubiese llegado a los 500 kilómetros por hora. Es lo que consiguió mi prototipo ¿se imagina que capacidad de desarrollo tiene? Pues mire, el He 280, que hará su primer vuelo propulsado este mes, es un avión de ese tipo pero mejorado. Espero que alcance los 800 o 900 kilómetros por hora. Trescientos kilómetros por hora más rápido que cualquier otro caza del mundo. Con él Alemania será la reina de los cielos.
—Hasta que otras potencias desarrollen aviones parecidos.
—Claro, general —repuso Heinkel—. Pero es que hay equipos de otras potencias que están estudiando aviones de propulsión a chorro. También puede ocurrir lo contrario. Que nosotros sigamos con los mismos aviones y nuestros enemigos tengan aviones de nuevos tipos.
—Mire, Heinkel, tengo un informe del general Udet en el que recomienda abandonar el desarrollo de los reactores, como usted los llama, y otro del general Milch donde dice que usted es propenso a ideas fantasiosas y que tendría que concentrarse en producir el bombardero Heinkel 111 y en desarrollar el bombardero He 177.
—General, permítame serle franco. El General Udet será un magnífico piloto pero su personalidad es, digamos, algo inestable. Y con Milch el problema es que solo ve por los ojos de Messerschmitt y Junkers.
—Le ruego que respete a los generales Udet y Milch —dijo Von Greim, aunque sabía que Heinkel tenía razón.
—Y ellos deben respetarme a mí. El otro día tuve un enfrentamiento con el general Milch a propósito de mi caza zerstorer He 219, que quiere bloquear, aunque es mucho mejor que ese fabricante de viudas de Messerschmitt, el Me 210. El Heinkel 111 será todo lo necesario que se quiera, pero está anticuado, y el Heinkel 177 será un fracaso si seguimos las recomendaciones del Ministerio del Aire.
—Señor Heinkel, Alemania necesita un bombardero pesado como el He 177.
Heinkel vio la mueca de disgusto de Von Greim. Si no variaba de táctica tendría un no por respuesta—. General, desde luego que el He-177 es necesario, pero tal como está nunca será un buen avión. Le voy a hacer una propuesta en la que me juego mi compañía. Permítame subcontratar la producción del Heinkel 111, y déjeme libertad de acción con el He 177, con el He 219 y con el He 280. Necesitaré que el Ministerio financie el desarrollo de esos aviones a cuenta de mi compañía. Si los aviones son un fracaso, que la Luftwaffe se quede con ella. Pero si salen adelante, Alemania será la reina de los cielos.
4 de Marzo de 1941
El Generaloberst Ritter von Greim miró disgustado a su visitante—. Herr Heinkel, he atendido a su solicitud sólo por sus pasados servicios a la Patria, pero su petición me parece del todo irregular.
—General, entiendo su enfado, pero el asunto es importante —dijo Ernst Heinkel, director del grupo de empresas aeronáuticas del mismo nombre.
—Herr Heinkel, en su carta usted sugiere que mis subordinados Udet y Milch están causando un grave perjuicio a Alemania bloqueando sus proyectos. Herr Heinkel, tanto Ernst Udet como Erhard Milch son nazis fervientes que con su labor han engrandecido la Luftwaffe y están llevando a Alemania a la victoria.
Heinkel respiró. La entrevista no iba a ser fácil—. General, usted sabe que esa victoria solo será posible si la Luftwaffe mantiene su supremacía —Von Greim asintió— y la supremacía depende de la superioridad técnica. Porque ¿Qué podrán hacer nuestros valientes pilotos cuando se enfrenten a cazas volando a 900 kilómetros por hora?
Ritter von Greim sabía de la afición de Heinkel por las altas velocidades. Lo malo es que sus veloces prototipos no se traducían en diseños realizables— ¿Cazas volando a 900? Creo que tardaremos mucho en ver eso.
—General, habrá que esperar bastante poco —responde Heinkel—. Si todo va bien este mes hará el primer vuelo propulsado mi prototipo Heinkel 280.
—¿Heinkel 280? Creo que no había oído hablar de ese avión ¿Podría refrescarme la memoria? —Von Greim empezó a mostrar algún interés.
—Mire, general, usted ya sabe que uno de los intereses de la compañía de aviación Heinkel es el desarrollo de aviones de alta velocidad. No hará falta que le recuerde las ventajas de un avión veloz: como caza, puede elegir como y cuando atacar a sus enemigos, como bombardero puede eludir las defensas enemigas como si no existiesen. Hasta ahora la forma de conseguir un avión más veloz era doble: mejorando la célula del avión para que oponga menos resistencia al aire, e instalando plantas motrices más potentes. Pero mi último modelo de caza, el prototipo Heinkel He-100, mostró las limitaciones de la fórmula.
—Sí, el He-100. Lo recuerdo. Un derroche de tiempo y dinero para un avión que nunca sería un caza —el asunto del He.100 había sido escandaloso, porque Heinkel había intentado colar como avión de combate lo que no era sino una aeronave para romper récords pero sin posibilidad de uso práctico.
—General, cada marco gastado en el He-100 ha sido bien empleado. No voy a discutir, reconozco que el He.100 ha sido un fiasco, pero hemos aprendido muchísimo con ese avión. El He-100 incorporaba todo tipo de refinamientos aerodinámicos…
—Como esos radiadores por evaporación que le daban una autonomía de quince minutos.
—Sí, como esos radiadores. Pero a pesar de eso, a pesar de llevar el motor más potente que se ha fabricado en Alemania, ajustado para que rindiese el doble de potencia, el avión nunca alcanzó los 800 kilómetros por hora, que es lo que pretendíamos. Le pasó lo mismo al avión de Messerschmitt, el Me 209. El problema es que a partir de esa velocidad las puntas de las hélices sobrepasan la velocidad del sonido y pierden eficacia. No importa que instalemos un motor más potente o que modifiquemos las hélices, los cálculos que hemos hecho muestran que el límite absoluto está alrededor de los 800 kilómetros por hora.
—Eso quiere decir que hay un límite en el desarrollo de los aviones.
—Hay un límite, general, pero solo si usamos hélices. Pero ¿qué pasaría si usamos otro sistema? Por ejemplo, un cohete. Con cohetes suficientemente potentes no hay otros límites de velocidad que los que imponga la resistencia del aire —Von Greim fue a responder pero Heinkel se adelantó—. Sí, sé que mi entrañable rival Messerschmitt está desarrollando un caza con motor cohete, pero lo malo de ese sistema es que la autonomía del avión será muy limitada, apenas unos minutos. Yo propongo algo mucho mejor, un avión con un motor que produce un chorro de gas como el de un cohete, pero que pueda mantenerse en el aire tanto tiempo como los cazas actuales.
—Espere. Usted ya hizo volar un avión de ese tipo, creo recordar. Fue otro de sus fracasos, un avión que era más lento que los aviones actuales y que gastaba el combustible en pocos minutos.
—Sí, fue el Heinkel 178. Pero general, recuerde que ese avión solo fue un prototipo, el primer avión con motor de chorro que ha volado. Imagine que el avión de los hermanos Wright hubiese llegado a los 500 kilómetros por hora. Es lo que consiguió mi prototipo ¿se imagina que capacidad de desarrollo tiene? Pues mire, el He 280, que hará su primer vuelo propulsado este mes, es un avión de ese tipo pero mejorado. Espero que alcance los 800 o 900 kilómetros por hora. Trescientos kilómetros por hora más rápido que cualquier otro caza del mundo. Con él Alemania será la reina de los cielos.
—Hasta que otras potencias desarrollen aviones parecidos.
—Claro, general —repuso Heinkel—. Pero es que hay equipos de otras potencias que están estudiando aviones de propulsión a chorro. También puede ocurrir lo contrario. Que nosotros sigamos con los mismos aviones y nuestros enemigos tengan aviones de nuevos tipos.
—Mire, Heinkel, tengo un informe del general Udet en el que recomienda abandonar el desarrollo de los reactores, como usted los llama, y otro del general Milch donde dice que usted es propenso a ideas fantasiosas y que tendría que concentrarse en producir el bombardero Heinkel 111 y en desarrollar el bombardero He 177.
—General, permítame serle franco. El General Udet será un magnífico piloto pero su personalidad es, digamos, algo inestable. Y con Milch el problema es que solo ve por los ojos de Messerschmitt y Junkers.
—Le ruego que respete a los generales Udet y Milch —dijo Von Greim, aunque sabía que Heinkel tenía razón.
—Y ellos deben respetarme a mí. El otro día tuve un enfrentamiento con el general Milch a propósito de mi caza zerstorer He 219, que quiere bloquear, aunque es mucho mejor que ese fabricante de viudas de Messerschmitt, el Me 210. El Heinkel 111 será todo lo necesario que se quiera, pero está anticuado, y el Heinkel 177 será un fracaso si seguimos las recomendaciones del Ministerio del Aire.
—Señor Heinkel, Alemania necesita un bombardero pesado como el He 177.
Heinkel vio la mueca de disgusto de Von Greim. Si no variaba de táctica tendría un no por respuesta—. General, desde luego que el He-177 es necesario, pero tal como está nunca será un buen avión. Le voy a hacer una propuesta en la que me juego mi compañía. Permítame subcontratar la producción del Heinkel 111, y déjeme libertad de acción con el He 177, con el He 219 y con el He 280. Necesitaré que el Ministerio financie el desarrollo de esos aviones a cuenta de mi compañía. Si los aviones son un fracaso, que la Luftwaffe se quede con ella. Pero si salen adelante, Alemania será la reina de los cielos.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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