El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund

Los Ejércitos del mundo, sus unidades, campañas y batallas. Los aviones, tanques y buques. Churchill, Roosevelt, Hitler, Stalin y sus generales.
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Me refiero a que el término "carro de combate" es un galicismo, igual que "tanque" es un anglicismo, y en este supuesto es posible que acabase usándose más ampliamente el término "panzer", un germanismo.

En los manuales del ET desde luego que se usa exclusivamente "carro de combate". No lo tengo tan claro en las revistas, pero voy a cambiar un poco la entrada.

Agradezco estas correcciones muchísimo.

Saludos

P.D.: ya está. He dejado en algún sitio "tanque" porque se supone que es una conversación informal y para no ser excesivamente reiterativo. Pero por ejemplo he cambiado el nombre del consorcio de "Eurotank", demasiado anglosajón, a "Europanzer".
Última edición por Domper el 12 Feb 2015, 13:43, editado 1 vez en total.



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Tras este "Spin off" volvemos a la línea principal.

Saludos



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Capítulo 14. Golpe

Problema

16 de Marzo de 1941


—Sir Winston, tenemos un serio problema en el Egeo. —El General Alan Brooke exponía la situación bélica ante el Primer Ministro—. La derrota que hemos sufrido en Egipto ha puesto a nuestra fuerza expedicionaria en Grecia en una situación muy comprometida. No solo la Royal Navy ha sufrido pérdidas muy importantes, sino que ha tenido que retirarse al Mar Rojo, y solo nos quedan en el Mediterráneo un puñado de destructores y submarinos. Confiábamos en la timidez de la marina italiana que nos permitiese mantener las comunicaciones con Grecia vía Chipre y Creta. Pero los alemanes han debido contagiar algo de valor a sus aliados italianos, como demostraron el otro día cuando hundieron al crucero griego Averof.

—No se necesita mucha valentía para hundir una reliquia —respondió Churchill.

Alan Brooke, acostumbrado a las salidas de tono del Primer Ministro, intentó aclarar la situación.

—Primer Ministro, desde luego que el Averof era un vejestorio oxidado, aunque su potente artillería no era despreciable. Los italianos han estado usando un barco muy parecido para bombardear nuestras posiciones. Pero la cuestión no es esa, sino que tras hundir al pobre barco griego los italianos han basado cruceros en Rodas. Ayer uno de ellos atacó a un pequeño convoy, y hundió a los transportes Ulster Prince y Slamat y al destructor Wryneck. Los transportes, afortunadamente, estaban vacíos. Pero las comunicaciones con Creta han sido cortadas, salvo con submarinos o con barcos rápidos.

—Siempre podremos usar los destructores, que con su velocidad podrán escapar de los italianos. Cuando nos retiramos de Dunkerque llegaron a llevar casi un millar de soldados cada uno.

—Desde luego, pero el viaje hasta Dover era muy corto. Aun así, en Haifa solo nos quedan siete destructores, tres de ellos bastante viejos. Aunque empezasen hoy mismo a retirar a la fuerza expedicionaria, teniendo en cuenta la distancia, necesitaríamos por lo menos un mes, por lo que la evacuación tiene que empezar inmediatamente.

Churchill meditó, dio una calada a su habano, y respondió—. No creo que la situación sea tan desesperada como para salir huyendo de Grecia. El territorio griego es ideal para la defensiva e incluso la ofensiva. Además que tenemos un compromiso con los griegos, y nuestros aliados no verían con buenos ojos una escapada.

—Premier, no me parece posible atacar en Grecia.

—Solos no —contestó Churchill—. Pero ¿y con ayuda yugoslava?

—¿Ayuda yugoslava? Yugoslavia es neutral —se extrañó Alan Brooke.

Churchill miró al general Stewart Menzies, jefe del Secret Intelligence Service, que tomó la palabra.

—Primer Ministro, General, es posible que tengamos una oportunidad en Yugoslavia. Varios altos oficiales yugoslavos están preparando un golpe de estado para poner el país de nuestra parte.

Alan Brooke se extrañó— ¿Un golpe de Estado a nuestro favor? ¿Ahora, en los Balcanes, ante las mismas narices de Alemania? Deben estar locos.

Menzies siguió—. Locos o no, es la información que nos ha llegado. No sé hasta qué punto conocen ustedes la historia de Yugoslavia. En los Balcanes las fronteras nunca han estado claras, y las diferentes comunidades siempre han vivido mezcladas, aunque separadas por la religión y la lengua y siempre dispuestas a matarse entre ellas. La comunidad más fieramente nacionalista ha sido la serbia, que tras cientos de años de lucha consiguió crear su propio estado independiente bajo una dinastía local, los Obrenovic. Pero a principios de siglo el rey Alejandro y su esposa fueron salvajemente asesinados, ascendiendo al trono Pedro I, de la dinastía rival Karageorgevic. Tras el asesinato del príncipe heredero austríaco y la anterior guerra varios estados balcánicos fueron unificados creándose el reino de Yugoslavia. Para entonces el rey Pedro estaba senil y el poder había pasado a Alejandro, su segundo hijo, porque el mayor había resultado un loco asesino y había tenido que encerrarlo. El caso es que Alejandro por fin ascendió al poder y acabó gobernando dictatorialmente, hasta que fue asesinado en 1934.

—La política balcánica parece bastante peligrosa —comentó Churchill—. Ahí en lugar de urnas utilizan asesinos.

—Sobre los reyes yugoslavos siempre ha pendido la espada de Damocles. La cuestión es que el príncipe Pedro, heredero de Alejandro, era menor de edad por lo que se estableció una regencia designando a uno de sus tíos, el Príncipe Pablo, como regente. El regente Pablo decidió que la democracia no era costumbre nacional, y siguió con los hábitos dictatoriales de su difunto primo Alejandro. El Príncipe Regente, sin embargo, cambió la política interna de la monarquía. Hasta entonces los reyes habían dado primacía a los serbios y a la religión ortodoxa, en contra de los croatas católicos y los bosnios musulmanes. El Príncipe Pablo decidió dar mayor autonomía a los croatas. Fue como echar aceite al fuego, porque no solo no contentó a los separatistas croatas, sino que los nacionalistas serbios pusieron el grito en el cielo. La cuestión es que los serbios controlan el ejército y la administración civil.

Los presentes asintieron. La situación yugoslava siempre había sido explosiva, pero en los años treinta se había caldeado todavía más. Menzies siguió:

—Hasta ahora la situación nos convenía porque el Príncipe Pablo estaba resultando un buen amigo de Inglaterra, seguramente añorando sus años colegiales en Eton. Los Servicios Secretos yugoslavos colaboraron con nosotros, en parte por amistad, pero también por temor al expansionismo italiano. Pero los croatas buscaron la ayuda italiana y alemana para conseguir su independencia. Pablo, intentando adelantarse, ha debido pensar que si se aliaba con los alemanes estos contendrían las ambiciones croatas e italianas. Aunque los serbios, mientras tanto, han seguido aumentando su desconfianza, y han empezado a conspirar.

—¿Otra conspiración? —dijo Churchill—. La política yugoslava parece tener más recovecos que el Partido conservador —los presentes rieron el chiste y Menzies siguió.

—Todo esto no tendría demasiada importancia porque no tenemos especiales intereses en Yugoslavia, salvo el de entretener a los alemanes. Pero el ataque italiano a Grecia ha cambiado el panorama. Grecia es uno de los países más montañosos de Europa, y varias cadenas montañosas la separan del resto de los Balcanes. Apoyados en esas montañas los griegos pueden resistir, como ha descubierto Mussolini en Albania. —La ofensiva italiana en Albania había resultado un fracaso ridículo—. Los griegos han fortificado su frontera norte, confiando en resistir cualquier ofensiva italiana o alemana. Pero la barrera montañosa tiene una brecha: el valle del río Vardar. Ese amplio valle ha sido que ha sido la puerta de entrada a Grecia de los invasores procedentes del Norte desde la época clásica.

—Como Alejandro Magno. —Churchill intentaba dar muestras de erudición clásica.

—Sí, como Filipo de Macedonia y su hijo Alejandro— siguió Menzies, bastante mejor conocedor de la Historia Clásica que su Primer Ministro—. El valle del Vardar es ahora aun más importante. Fue en el Vardar donde la ofensiva de Salónica derrotó a las Potencias Centrales y llevó al colapso al Imperio Austrohúngaro en 1918. Pero ahora el valle está en Yugoslavia. Los alemanes decidieron que ellos también podrían usarlo, y exigieron al Príncipe Pablo paso libre por Yugoslavia hacia Grecia.

Alan Brooke intervino—. Además la línea Metaxas, la línea fortificada en el Norte de Grecia, no llega hasta ese valle.

Siguió Menzies—. Ese es el problema. El caso es que los alemanes empezaron a presionar al Príncipe Pablo usando la amenaza italiana y croata. Pablo se ha resistido en lo posible, pero los alemanes le están acorralando contra la pared. El Príncipe se ha puesto en contacto con nuestra embajada para comunicarle que iba a tener que unirse al Pacto de Aquisgrán.

—Si Yugoslavia se une al Pacto, nuestra situación en Grecia será desesperada —dijo Alan Brooke—. Primer Ministro, tenemos que retirarnos inmediatamente. Como mínimo replegarnos de la Grecia continental y fortificarnos en Creta.

A Churchill le disgustó la respuesta—. General, deje seguir al general Menzies.

—Gracias, Primer Ministro. Bien, ya había dicho que los oficiales serbios están preparando una conspiración. Se han puesto en contacto con nuestros agentes y nosotros, siguiendo las indicaciones del Primer Ministro, les hemos informado de la inminente firma del Pacto por el Regente, y les hemos prometido nuestro apoyo si se rebelaban.

Alan Brooke empezó a sopesar opciones—. Si Yugoslavia se une a nosotros podríamos aguantar en Grecia, sobre todo si su ejército hace como el serbio en 1916, y se retira hacia Grecia. Nosotros podríamos consolidarnos en el Norte de Grecia y ganar tiempo.

Churchill respondió—. General Alan Brooke, no se trata de replegarse sino de atacar. Si Yugoslavia se pone de nuestro lado, apenas 150 kilómetros la separan de Viena o de Budapest. Con la ayuda de nuestros nuevos aliados yugoslavos podremos hundir una daga en el vientre blando de Europa.



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Otro problema

21 de Marzo de 1941


—¿Qué hacemos con esos mostrencos? —acompañaban al Statthalter Goering el general Schellenberg, el Mariscal Beck y el Ministro de Asuntos Exteriores Von Papen. La semana anterior Goering se había reunido secretamente con el Príncipe Pablo, regente de Yugoslavia, para negociar la adhesión de su país al Pacto de Aquisgrán.

El despliegue de un ejército británico en Grecia proporcionaba a Alemania la ocasión de conseguir una segunda gran victoria. La pérdida de Alejandría y la retirada de la mayor parte de la Royal Navy del Mediterráneo, seguida por la ofensiva de la marina italiana, había aislado al cuerpo expedicionario inglés en Grecia. El inconsciente de Churchill había enviado sus reservas de Egipto a Grecia, y no las había retirado cuando la Royal Navy aun dominaba el milenario mar. Pero había indicios de cambio en la estrategia inglesa, y se había detectado el repliegue de parte de las unidades inglesas desplegadas en Tesalia. Si la ofensiva alemana se retrasaba la presa podría escapar. Lo malo era que la frontera norte de Grecia era terriblemente abrupta y estaba sólidamente fortificada, y superación no solo costaría sufrir graves pérdidas, sino sobre todo un retraso que permitiría escapar al ejército griego a la siguiente línea montañosa. El genio del soldado alemán le permitiría vencer en lo que se anunciaba como una larga y costosa guerra de montaña, pero eso permitiría la retirada británica a las islas griegas y, posteriormente, a Chipre.

Había una alternativa. El valle del río Vardar había sido desde la época clásica la ruta de comunicación entre la costa tesalia y la llanura del Danubio. Un ejército que recorriese dicho valle rodearía las líneas fortificadas griegas y atraparía los ejércitos desplegados en la frontera, y posteriormente podría avanzar rápidamente por la península helena. Pero el valle del Vardar partía de Yugoslavia, que aun no había firmado el Pacto de Aquisgrán.

La diplomacia alemana había intentado presionar al Príncipe Pablo, regente de Yugoslavia, para que se integrase en el Pacto de Aquisgrán, pero el príncipe había intentado todo tipo de maniobras dilatorias. Primero había tratado de unir a Turquía y Bulgaria en un frente neutral, hasta que la firma del acuerdo de amistad entre búlgaros y turcos echó por tierra dichas pretensiones. Luego el príncipe regente había hecho todo tipo de propuestas para conservar su neutralidad. Finalmente accedió a reunirse con Goering en Karinhall, donde el Príncipe dijo al dictador que si Yugoslavia firmaba el Pacto no duraría ni seis meses más como regente.

—Statthalter —intervino Beck—, Alemania necesita la colaboración yugoslava. Si tenemos que atacar frontalmente la línea Metaxas la superaremos, pero costará semanas y será un baño de sangre.

—Mariscal, según usted es imprescindible que Yugoslavia firme ¿Y qué piensa usted, Ministro Von Papen? —preguntó Goering.

—Statthalter, comprendo la posición del Mariscal, pero él a su vez tiene que entender la delicada posición del Príncipe Pablo. Yugoslavia nunca ha sido un estado, sino un batiburrillo creado en Versalles para colmar las ambiciones serbias. Pero los habitantes de los territorios que formaron parte del Impero Austrohúngaro tienen poco cariño por esa Yugoslavia controlada por los serbios y desde que acabó la anterior guerra están luchando por independizarse. Recuerde que el Príncipe Pablo alcanzó la regencia tras el asesinato del rey Alejandro por un terrorista búlgaro.

—En los Balcanes todo lo resuelven con magnicidios. O lo enmarañan todavía más —dijo Goering, recordando que el asesinato del heredero austrohúngaro por un serbio había sido el detonante de la Primera Guerra Mundial.

—Tiene razón, Statthalter, la política yugoslava es peligrosa —respondió Von Papen—. La cuestión es que el regente tiene que contener, por una parte, a los croatas, que son partidarios de asociarse con nosotros, y por otra a los serbios. El ejército yugoslavo está mandado por oficiales serbios que siguen soñando con la Gran Serbia que, según ellos, debe extenderse desde Viena hasta Salónica.

—¡Y un cuerno! Viena es y será alemana — saltó Beck.

—Claro que Viena es alemana. Pero la cuestión no es esa, sino que el ejército serbio considera que Alemania es su enemiga.

—¿Y qué importa eso? Que el regente Pablo se imponga, y ya está —dijo Goering.

—No es tan fácil, Statthalter. Los serbios no solo dominan el ejército sino también la policía y la administración del Estado. Además el rey Pedro II está cerca de la mayoría de edad y podría ser usado contra el regente. Además parece que los extremistas serbios están siendo alentados por ingleses y norteamericanos.

—¿Walter? —Goering estaba tan sorprendido que llamó a Schellenberg por su nombre.

—Es así, Statthalter. Aun no le había elevado el informe porque estamos tratando de corroborar nuestras sospechas, pero hemos tenido noticias de que el mes pasado un enviado del presidente norteamericano Roosevelt presentó un ultimátum a los yugoslavos, amenazándoles con apoyar la división del país si daban paso libre a nuestras tropas. También hemos detectado a agentes ingleses prometiendo apoyo al ejército yugoslavo si se les une. Fíjese que les han ofrecido participar en una ofensiva conjunta hacia Viena y Budapest.

Todos los presentes rieron. Que los ingleses llegasen a Viena era tan poco probable como viajar a la Luna. Schellenberg siguió.

—Sí, esa ofensiva es una locura, pero lo que cuenta es que el ejército serbio les ha creído. Nuestros informantes coinciden en que si Yugoslavia se une al Pacto de Aquisgrán el ejército dará un golpe de estado cuyos planes ya están preparados —Schellenberg extendió unos documentos sobre la mesa—. Aquí tenemos una lista de los implicados en la conjura y de sus planes.

—Gracias, general, entregaré estos documentos al Príncipe Regente que sabrá cómo acabar con esa conspiración.

—Espere, Statthalter. Lamentablemente creo que la detención de los implicados podría poner en marcha el golpe. Es probable que los policías enviados a detener a los conspiradores sean los primeros en secundar la rebelión. Le propongo una alternativa. Los oficiales implicados en la conspiración no son demasiados y casi todos pertenecen a la Fuerza Aérea. Si descabezamos la conjura podríamos ganar el tiempo suficiente para que el Príncipe Pablo pueda desmovilizar el ejército y nombrar oficiales afines.

—Interesante —respondió Goering— ¿En qué ha pensado?

—En algo sencillo. Simplemente, que se reúna de nuevo con el Príncipe Pablo y le presione para llegar a un acuerdo secreto. El día de la publicación del acuerdo podríamos desembarcar tropas especiales en sus principales aeródromos y mientras agentes del Abwehr podrían acabar con los cabecillas.

Beck contestó—. General Schellenberg, le recuerdo que nuestra división paracaidista ha sufrido importantes pérdidas en Egipto.

Goering cambió de expresión. La casi destrucción de sus paracaidistas le había sentado muy mal— ¿El ejército no tiene infantería ligera que pueda ser llevada en avión? Aun quedan muchos Junkers 52.

Beck reculó—. Podríamos utilizar alguna división de montaña.

—Bien —repuso Goering— ¿Alguna otra cuestión?

Von Papen no estaba aun de acuerdo—. Statthalter, le recomiendo que medite la conveniencia de una intervención alemana en Yugoslavia. Aparte de los riesgos de la operación, sentaría muy mal en países como Turquía, Suecia, Suiza o Portugal, que temen nuestra invasión.

Schellenberg contestó—. Ministro, por desgracia no veo otra salida. Creo que antes o después habrá una sublevación serbia, incluso sin nuestra intervención. Nuestra única opción es adelantarnos. Respecto a cómo sea vista nuestra acción en Suiza o Suecia, será tarea suya calmarles. Respecto a Portugal… —Schellenberg parecía estar tramando otra maldad.



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Solución a la yugoslava

26 de Marzo de 1941


El general Simovic se dirigía en su coche oficial al Beli Dvor, el Palacio Blanco, residencia del Príncipe regente Pablo. Mandado construir por el difunto rey Alejandro II, había sido finalizado cuatro años antes, pero la reina viuda y su hijo se habían negado a trasladarse y residían en el cercano Palacio Real.

Simovic era uno de los militares serbios más prestigiosos. Veterano de las guerras de los Balcanes y de la Primera Guerra Mundial, había sido el fundador y jefe de la Fuerza Aérea Yugoslava. En 1939 había sido designado Jefe del Estado Mayor del Ejército. Simovic fue encargado de la defensa de su país frente a posibles ataques de los contendientes, pero las medidas que tomó estuvieron dedicadas casi exclusivamente a la defensa contra alemanes e italianos: el general recelaba del expansionismo germano, pensando que el régimen nazi querría la devolución de los territorios de la antigua corona austríaca y que ahora formaban parte de Yugoslavia.

Pero Simovic no solo tenía que prepararse para combatir al enemigo externo, sino también al interno. Los croatas no aceptaban unirse a los serbios y seguían empecinados en su catolicismo rechazando a la única iglesia, la ortodoxa. El Partido Campesino Croata había conseguido tal preeminencia que el príncipe regente había cedido ante ellos, concediéndoles la autonomía. No solo Simovic veía esa medida como una traición a la tradición serbia: en las salas de banderas de los cuarteles arreciaban las protestas. Unos días antes su antiguo subordinado y afamado conspirador, el general de la fuerza aérea Mirkovic, le había pedido que dirigiese un golpe de estado que depusiese al Regente. Simovic declinó la oferta, pero tampoco denunció a Mirkovic: iba a darle una oportunidad al Príncipe Pablo.

Sin embargo el Príncipe había acabado por plegarse a las pretensiones alemanas y había aceptado viajar a Viena para reunirse con Goering. Varios ministros presentaron su dimisión como protesta, y Simovic llamó a Mirkovic: en cuanto se anunciase la adhesión al Pacto de Aquisgrán el general Simovic lideraría el levantamiento de Ejército contra el Príncipe Regente Pablo.

Se esperaba para hoy la declaración conjunta que sería el detonante del golpe, pero el regente había vuelto inopinadamente a Belgrado la noche anterior y le había mandado llamar. Tal vez el regente había rechazado las pretensiones alemanas y le llamaba para organizar la defensa. Si era así, aun estaba a tiempo de llamar a Mirkovic y parar el golpe.

De repente el coche se paró. Simovic preguntó a su conductor— ¿Por qué se detiene? —el conductor respondió—. Hay un control y están inspeccionando los vehículos —Simovic no estaba para tonterías—. Soldado, toque la bocina y siga adelante.

El soldado intentó obedecer la orden, pero tres policías con subfusiles se plantaron ante el coche. Simovic descendió.

—¿Qué hacen ustedes? ¡La policía no puede detener a un coche oficial del Ejército! Soy el general Simovic y tengo una cita con el Príncipe Regente ¡apártense inmediatamente!

El general vio como uno de los policías asentía y daba una orden. Los policías apuntaron sus subfusiles y dispararon. Mientras caía, Simovic comprendió que los policías hablaban en alemán, y que todo era una trampa. Intentó abrir su cartuchera, pero le fallaron las fuerzas.



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Solución a la alemana

25 de Marzo de 1941


Los primeros aviones llegaron a la base aérea de Medosevac dos horas tras el amanecer. Cuatro cazas bimotores Messerschmitt Bf 110 se acercaron desde el Este y empezaron a sobrevolar la base a baja altura. Casi inmediatamente después seis pesados trimotores tomaron tierra y se dirigieron hacia los extremos de la base. Apenas se detuvieron de sus puertas empezaron a saltar soldados con uniforme gris.

En los primeros minutos la confusión se adueñó de la base. El teniente Coronel Leonid Badjak, al mando del aeródromo, intentó ponerse en contacto con Belgrado, pero las líneas estaban saturadas. Finalmente consiguió hablar con el Estado Mayor, pero le dijeron que los generales Simovic y Mirkovic habían salido y aun no habían vuelto. Badjak era uno de los oficiales conjurados, pero sabía que si actuaba sin órdenes podía hacer fracasar el golpe.

Mientras los soldados del 13º Regimiento de Cazadores de Montaña alemán ocupaban la base. Una patrulla llegó a la torre de control y se hizo con las comunicaciones. Un grupo de pilotos intentó correr hacia sus cazas Hurricane, alineados en la explanada, pero uno de los Bf-110 lanzó varias ráfagas ante ellos, haciéndoles desistir. Mientras otros trimotores tomaron tierra.

Viendo al caza alemán disparar Badjak se decidió y ordenó combatir a los asaltantes. Pero casi todos los soldados de la base estaban en los barracones y no pudo ponerse en contacto con ellos. Viendo que una patrulla alemana se acercaba el coronel comprendió la futilidad del intento y dio orden de no resistirse.

Lo mismo ocurría en otros trece aeródromos yugoslavos.



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Problema inglés

27 de Marzo de 1941


—General, resúmame lo que está pasando en Yugoslavia ¿Ha sido un golpe de Estado, una invasión, o qué demonios?

—Primer Ministro —respondió el general Stewart Menzies—, aun no conocemos todos los detalles del caso. Parece que el Príncipe Regente Pablo quería purgar sus fuerzas armadas de elementos proserbios, pero el asunto se le ha ido de las manos. Nuestros agentes habían conseguido establecer un canal de comunicación con militares yugoslavos opuestos a Alemania, especialmente con el jefe del Estado Mayor del ejército yugoslavo, el general Simovic, y el de la Aviación, el general Mirkovic…

—No sé cómo se aclara con todos esos apellidos.

Menzies estaba acostumbrado a las interrupciones y disquisiciones churchillianas, y siguió con su exposición sin inmutarse—. El general Mirkovic era un firme nacionalista, feroz defensor del paneslavismo serbio, y absolutamente opuesto a las ambiciones alemanas e italianas…

—Ha dicho era ¿lo han matado?

—Ha desaparecido, pero todavía no sabemos si lo han detenido, si lo han secuestrado, o lo han asesinado. Como le decía, el general Mirkovic era enemigo de cualquier acercamiento a Alemania, y llevaba varios años planificando un golpe de estado ayudado por militares radicales serbios, pero no tenía suficiente predicamento entre el resto del ejército. Pero las presiones alemanas para que Yugoslavia se uniese al Pacto de Aquisgrán consiguieron malquistar al Príncipe Regente Pablo con los militares, y finalmente Mirkovic consiguió comprometer al general Simovic. Simovic aceptó unirse cuando supo que el regente estaba pensando en jubilarlo. Nuestros agentes se pusieron en contacto con los dos generales y les prometieron nuestro apoyo.

—Bien, será en los Balcanes donde Alemania perderá la guerra. Igual que en 1918.

Menzies prefirió no discutir con el Premier, del que conocía su manía por los Balcanes, y siguió con su exposición—. El general Simovic, sin embargo, no era partidario de un golpe de estado inmediato, sino solo si Yugoslavia se adhería al Pacto de Aquisgrán. Mientras tanto en Belgrado se produjeron algaradas organizadas por círculos nacionalistas serbios, que llegaron a rodear el palacio del regente, pidiendo su destitución y la mayoría de edad del Rey Pedro II.

—¿Rey Pedro II? Perdona, Stewart, pero me confundo con toda esa gente.

—Pedro II es el heredero del asesinado rey Alejandro II, y los golpistas iban a deponer al Príncipe Regente en su nombre. El regente viajó a Viena el otro día para reunirse con Goering. El Príncipe informó a nuestra embajada que iba a tener que ceder a las demandas germanas, y nosotros informamos a los conspiradores.

—Entiendo. O sea que el Príncipe Pablo se confía con nosotros, y nosotros informamos a sus enemigos.

—Correcto, Primer Ministro. El regente es un caballo perdedor. Lo malo es que alguien debió irse de la lengua, y los planes del golpe llegaron al regente, que pidió la ayuda alemana. Los principales conspiradores han desaparecido, o al menos nuestros agentes no pueden ponerse en contacto con ellos. A Belgrado han llegado unidades militares de mayoría croata procedentes de Zagreb, que están protegiendo el Palacio Real.

—Ese Pablo se ha adelantado, pero el Ejército no le es fiel. No creo que pueda resistir.

Menzies y Churchill siguieron valorando la situación, cuando un ayudante llamó y les entregó una nota. Menzies la leyó y le cambió la cara.

—Primer Ministro, se está produciendo una invasión alemana. Varias columnas han atravesado la frontera. El ejército yugoslavo ha recibido órdenes de no combatir y está dando paso libre a los alemanes. Además aviones alemanes que llevan soldados han aterrizado en varias bases aéreas y aeropuertos, donde combaten con las guarniciones. En Belgrado se producen enfrentamientos entre manifestantes y soldados croatas y alemanes.



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Solución europea

30 de Marzo de 1941


La radio está retransmitiendo la alocución de Goering—.El Statthalter se dirigirá ahora al Pleno de la Asamblea Paneuropea.

—Ciudadanos de Europa. Alemanes, italianos, españoles. Rumanos, fineses, húngaros, eslovacos, búlgaros. Franceses, noruegos, daneses, holandeses. Ciudadanos europeos unidos.

Sigue Goering—. Ciudadanos europeos unidos, camaradas de la vieja Europa. Os hablo a vosotros, representantes de vuestras naciones, unidas en la creación de Europa, pero hablo también a cada uno de los soldados y ciudadanos que en sus tanques, en sus barcos, en sus trincheras, pero también en sus trabajos y en sus casas contribuyen a la causa del Renacimiento europeo. Me dirijo a vosotros para comunicaros que tenéis, que tenemos nuevos hermanos en el camino a la victoria y a la unión.

Tras una pausa, sigue el discurso—. Me complace anunciar que el martes día 25 de Marzo del presente mes el Príncipe Pablo, regente de Yugoslavia, el reino de serbios, croatas y eslovenos, ha solicitado formalmente su admisión en el Pacto de Aquisgrán. Pido a esta asamblea que apruebe la admisión del nuevo hermano europeo.

Los delegados se ponen de pie, primero los alemanes y españoles, seguidos por los franceses, los de las pequeñas naciones, y finalmente por los italianos. Los aplausos y vítores se extienden por la sala. Tras unos minutos, Goering pide silencio con las manos y prosigue.

—Gracias, camaradas. Vuestros aplausos muestran como las almas europeas se unen con el ya miembro de pleno derecho de la Unión Paneuropea —de nuevo las ovaciones se extienden por la sala.

—Gracias de nuevo, camaradas europeos. Declaro que Yugoslavia, el nuevo miembro de la Unión Paneuropea, goza de la protección total del Pacto de Aquisgrán contra las intrusiones de las potencias enemigas del renacimiento europeo. En esta asamblea anuncio que si Yugoslavia no ha caído en las redes del corrompido Churchill ha sido gracias a la protección de las fuerzas militares del Pacto. El Rey Pablo de Yugoslavia llegó a saber que existía una conspiración, promovida por mentes degeneradas pagadas por Inglaterra, que pretendía destronar la monarquía, subvertir el orden en la nación y llevar a Yugoslavia a la catástrofe. Esos agitadores intentaban usar el estandarte del paneslavismo para oprimir los sentimientos europeístas de los pueblos que componen Yugoslavia. Intentaron tentar al pueblo serbio con la idea de una Yugoslavia aplastada por la bota del pangermanismo. Incluso quisieron usar a la santa y respetada Iglesia Ortodoxa contra sus hermanos croatas y eslovenos. Felizmente los serbios yugoslavos repudiaron la repugnante conspiración y se levantaron contra los conspiradores.

Esta vez la sala permanece en silencio, esperando las explicaciones de Goering a la intervención en Yugoslavia.

—El Rey Pablo, sabiendo que los conspiradores querían hundir a Yugoslavia en la guerra civil, y aunque no dudaba de la fidelidad de su pueblo, pidió ayuda al Pacto de Aquisgrán, temiendo que la segura derrota de los conspiradores conllevase la muerte de muchos de sus fieles súbditos. Me alegra anunciar que una vez recibida la solicitud yugoslava las fuerzas armadas alemanas, bajo el mando del Mariscal Von Bock, entraron en el país para colaborar con la policía en la detención de los cabecillas de los agitadores. La conspiración se había hecho fuerte especialmente en la Fuerza Aérea Yugoslava y en la Guardia Real, siendo preciso su desarme, que se consiguió con mínima resistencia, porque los nobles ciudadanos yugoslavos, hermanos serbios, croatas o eslovenos, rechazaron seguir a los conspiradores en el camino de la destrucción. Tras detener a los responsables el ejército alemán, mano a mano con las unidades leales del ejército y la policía yugoslavas, mantienen el orden en la nación.

Goering sigue—. Tras el arresto de los traidores se ha descubierto que habían conseguido el apoyo del heredero, el Príncipe Pedro. Los conspiradores usaron su juventud y la perniciosa influencia de la ex reina viuda para que olvidase que debía ser rey de todos los yugoslavos y no jefe de un movimiento paneslávico que había sido creado por los ingleses para destruir la tendencia unitaria de los pueblos europeos. Siento tener que anunciar que el príncipe Pedro pudo eludir la mano de la justicia y con el apoyo de la traición escapó a Grecia. Haciendo gala de responsabilidad y sentido del honor el Príncipe Regente ha tenido que aceptar la dirección de la nación, ascendiendo al trono como el rey Pablo de Yugoslavia, con la misión de conciliar las aspiraciones de los pueblos de la nación yugoslava. Camaradas, os pido un vítor por el Rey Pablo, firme aliado de la Unión Paneuropea.

La cámara, obedientemente, se pudo en pie y vitoreó al nuevo monarca.

Con tono oscuro Goering siguió—. También lamento comunicar a la cámara que la detención de los traidores que conspiraban contra el pueblo yugoslavo ha demostrado que no actuaban solos sino que seguían obedientemente las directrices de los agentes ingleses, refugiados en su embajada. Policías yugoslavos y alemanes la han tomado, deteniendo al embajador y descubriendo que la embajada era un nido de espías. Los documentos capturados mostraban que el asesino Churchill pretendía usar al pueblo yugoslavo para atacar a traición al pueblo alemán. Eso lo esperábamos, porque el criminal Churchill, que está llevando a Inglaterra a la ruina, está detrás de las mentes degeneradas que conspiran para mantener a Europa dividida y en la ruina. Pero lo que no esperábamos era que el apoyo inglés tenía un precio: el papel de Grecia como lacayo de Churchill no era desinteresado, y Yugoslavia tenía que ceder a Grecia, como pago por su pervertido apoyo, la provincia de Macedonia a Grecia, dilapidando la herencia serbia.

La cámara empieza a abuchear a los griegos. Goering pide silencio y sigue.

—Camaradas, Grecia ya había rechazado a la Unión Paneuropea y respondió a las justas demandas italianas con la agresión militar. Pero para Grecia no basta y pretende atacar a la Unión con el sufrimiento del pueblo yugoslavo. Camaradas, no podemos consentir que un ridículo estado, creado por las maquinaciones de la política inglesa, ataque a la Unión. Os pido que aprobéis una declaración de guerra a Grecia.



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Capítulo 15. Viento del Este, viento del Oeste

Valor

31 de Marzo de 1941


Luis de la Sierra. El Atlántico en la Guerra de Hegemonía. Ed. Juventud. 1974.

“Regresemos con los cruceros de batalla alemanes. El día 9 de Marzo habían tomado combustible del Esso Hamburg y del Ermland y buscaron sus objetivos al Oeste del meridiano de los 40°. Sin embargo solo avistaron por aquellos derroteros barcos que navegaban con independencia a los que no se quiso detener, pues el objetivo de Lutjens era atacar a los convoyes, y detener a esos buques y enviarlos al abismo tras recoger a sus tripulantes hubiese significado perder un tiempo precioso. Finalmente el 14 de Marzo se avistó una columna de humo en el gris horizonte, luego varias, finalmente una infinidad ¡por fin se encontraba al convoy enemigo! ¿Estaría protegido por algún acorazado enemigo?

Se trataba del convoy HX-112, que solo estaba escoltado por el crucero auxiliar Ranpura, de 16.580 toneladas y armado con ocho cañones de 152 mm y cuatro de 102 mm, al mando del capitán de navío Mooney. Al ser descubierta la formación alemana el comodoro del convoy, el contraalmirante Watson, a bordo de la motonave de 3.300 toneladas Tortuguero, ordenó al convoy caer a estribor, aumentar a toda máquina y lanzar flotadores con humo, mientras el Ranpura se sacrificaba situándose entre los acorazados alemanes y el convoy.

El Almirante Lutjens no quiso correr riesgos y ordenó a sus tres buques disparar contra el crucero auxiliar inglés. Es de suponer que la fatiga impuesta por los continuos temporales había alterado el ánimo del almirante germano, que intentaba acabar con su enemigo sin darle ocasión de causar daños. Pero hubiese sido más acertado ordenar al crucero Hipper acabar con el vulnerable paquebote armado y caer con sus dos acorazados contra el convoy. El fuego de los tres barcos rodeó de piques al valiente británico, pero confundió a sus directores de tiro. El Ranpura cambiaba continuamente de curso y velocidad para evitar ser centrado por sus adversarios, mientras disparaba con su artillería, aunque sin efecto, pues el alcance era excesivo para sus cañones.

Finalmente el Ranpura fue alcanzado por un proyectil, probablemente del Hipper, que fue seguido de varias más. El barco fue destrozado por las explosiones y los incendios se extendieron por sus cubiertas, pero el crucero seguía disparando, esperando un tiro afortunado y sobre todo luchando para dar tiempo a los mercantes, pues la noche estaba cercana e impediría dar caza al convoy.

Lutjens finalmente ordenó al Hipper que rematara al Ranpura mientras con sus dos acorazados intentó dar caza al convoy, pero el Scharnhorst fue alcanzado a proa por un proyectil de 152 mm que aunque no causó daños aconsejó detener la caza hasta hundir al crucero auxiliar.

En el Ranpura el capitán Mooney sabía perfectamente que estaba condenado, pero no dudó ni un momento en cumplir su deber. Los proyectiles pesados rasgaban al barco y fueron silenciando uno a uno los cañones, hasta que solo un cañón de 102 mm siguió disparando desafiantemente hasta el final. En el crucero auxiliar las explosiones se sucedían como mazazos de gigante, reventando mamparos y lanzando chorros de llamas por las cubiertas, que a su vez causaban explosiones secundarias al alcanzar las cajas de urgencia. Por las vías de agua el mar fue inundando el barco, concebido para llevar pasajeros y no para luchar a muerte con tres leviatanes. Cuando caía la noche el Ranpura comenzó a escorarse y el capitán Mooney ordenó su abandono. Lutjens, admirado por la valentía de aquellos hombres, ordenó al Hipper acercarse a recoger a los supervivientes, pero cuando el crucero llegó al lugar las aguas se habían cerrado sobre el Ranpura y solo encontró a doce miembros de su dotación, entre los que no estaba Mooney. Al capitán Rupert Inglis Mooney se le concedería a título póstumo la Cruz Victoria. Su muerte y la de su valiente dotación no fue estéril, al dar al convoy dos preciosas horas para escapar, además del ejemplo de valor que supuso para los marineros del convoy.

Mientras los mercantes escapaban a toda máquina, y en sus máquinas todos eran voluntarios para alimentarlas con carbón. Incluso los más viejos cascarones dieron todo de sí, y el petrolero Chesapeake, que nunca había pasado de los 11 nudos, llegó esa noche a los 15. Pero es que los monstruos alemanes daban caza a los rezagados.

El primero en ser alcanzado fue el carguero SS Black Condor, de 5.400 toneladas, que valientemente intentó defenderse con su cañón de popa. Una salva del Scharnhorst lo deshizo, y ya su casco se hundía mientras los sus restos de su superestructura seguían cayendo al agua. El Gneisenau disparó contra el petrolero Ahamo, de 8.260 toneladas, que se incendió. En el Hipper el capitán de navío Meise avistó la silueta de un gran buque. La iluminó con sus reflectores y cuando iba a disparar ¡reconoció que se trataba del Gneisenau, que a su vez apuntaba sus piezas contra él! Lutjens comprendió el riesgo que significaba una caza general en la oscuridad, y ordenó terminantemente al Scharnhorst y al Hipper ponerse a su estela.

Mientras se avistó un carguero pequeño, al que disparó el Gneisenau, incendiándolo, y siendo rematado poco después por un torpedo del Hipper. Mientras el Scharnhorst descubrió otro barco. El pálido haz de sus proyectores lo iluminó, siendo alcanzado con la primera andanada. El barco debía ir cargado con gasolina y municiones y estalló, convirtiéndose en una hoguera y hundiéndose en pocos minutos.

La flota alemana no se detuvo, y siguió disparando contra los barcos detectados mediante el radiotelémetro o los reflectores. Como una segadora siguió cosechando barcos enemigos con una táctica letal: una vez detectados, el Gneisenau o el Scharnhorst los incapacitaban con una salva de la artillería principal, para ser finiquitados por la artillería secundaria de 150 mm o por el crucero Admiral Hipper. Tras tres horas de caza la flota había gastado, en esta acción y en el combate con el Naiad, el 60% de su dotación de proyectiles. Los barcos supervivientes radiaban sus llamadas de auxilio al éter, y Lutjens decidió suspender la persecución.

En el ataque al convoy HX-112 los ingleses reconocen haber perdido, además del Ranpura, el Black Condor y el Ahamo, los petroleros Robert F. Hand (12.200 toneladas), Oilreliance (5.600 toneladas), Beduin (8.140 toneladas), Diloma (8.160 toneladas), Cistula (8.100 toneladas) y Winamac (8.621 toneladas), y los cargueros Ixion (10.260 toneladas), Westland (5.800 toneladas) y Bic Island (4.000 toneladas). En su diario de a bordo Lutjens dice haber disparado sobre veinte barcos. Aun suponiendo que alguno de esos buques no fuese alcanzado, significa que por lo menos ocho o diez sufrieron daños más o menos graves. Teniendo en cuenta que los astilleros ingleses estaban sobrecargados con las nuevas construcciones, y un millón y medio de toneladas de barcos esperaban turno para ser reparadas, los barcos dañados en el ataque no iban a poder ser usados en varios meses, lo que significaba que la marina inglesa había perdido definitiva o temporalmente 150.000 toneladas de buques, sobre todo valiosísimos petroleros.

Pero no fue éste el peor daño causado, porque los convoyes del Atlántico Norte quedaron desorganizados temporalmente. Los tres convoyes siguientes, que ya habían zarpado, recibieron orden de volver, y lo mismo ocurrió con dos convoyes de vuelta desde el Reino Unido, uno de los cuales sería descubierto por una “manada” de submarinos que le hundió ocho barcos más. Los historiadores navales británicos coinciden en que los trastornos causados en el plan de importaciones de la Gran Bretaña por la irrupción de la flota alemana en la ruta principal de sus convoyes fueron mucho mayores que la de los cargamentos hundidos por Lutjens. Recordemos que, según palabras de Churchill, el político que estaba llevando su país a la ruina, Inglaterra era como un buzo en el fondo del mar respirando por una manguera, manguera formada por vitales pero vulnerables convoyes que se dirigían hacia los puertos de Albión y que depredaban los escualos de acero y ahora los acorazados alemanes.

Al conocerse la presencia de la agrupación alemana se hicieron a la mar precipitadamente desde Scapa Flow al mando del almirante Tovey los cruceros de batalla Hood y Repulse, el nuevo acorazado King George V, los acorazados Nelson y Rodney, el portaaviones Furious, seis cruceros y doce destructores, situándose en una posición doscientas millas al Sur de Islandia, desde la que acudir rápidamente a cualquiera de las dos salidas al Atlántico, siempre que los cruceros enviados para cubrirlas o los aviones enviados por el Coastal Command los descubriesen. Desde el bello Puerto de la Luz en Las Palmas de Gran Canaria, ahora en manos británicas, zarpó la Fuerza H al mando de Sommerville, con el crucero de batalla Renown, los acorazados Malaya y Valiant y el portaaviones Ark Royal. También se ordenó partir en su caza a los acorazados Ramillies y Resolution, que escoltaban convoyes en el Atlántico Norte. Un total de siete acorazados, tres cruceros de batalla y dos portaaviones se dirigían contra la flota alemana. Ni que decir tiene que esa fuerza era enormemente superior y trituraría a la agrupación alemana de detectarla.

Lutjens, suponiendo que toda la Royal Navy le estaría dando caza, se alejó primero hacia el Sur a 20 nudos y luego hacia el Oeste, con lo que la garra británica se cerró en vano. El almirante Tovey, al encontrar el mar vacío, supuso que los barcos alemanes trataban de escapar por el paso entre Islandia y las islas Feroe, el más amplio y difícil de cubrir, por lo que se dirigió hacia él, perdiendo tiempo y petróleo, y finalmente tuvo que volverse a Scapa Flow con las manos vacías. Porque Lutjens se encontraba 500 millas al Sur de Terranova, donde se reunió con el petrolero Schlettstadt y llenó sus depósitos.

Sin embargo la marcha a toda máquina estaba pasando factura en sus barcos. Las calderas del Scharnhorst estaban sufriendo pérdidas continuas e, inopinadamente, el crucero Admiral Hipper sufrió una fractura en su tubería de alta presión que escaldó a cuatro fogoneros, que morirían en las horas siguientes, y que obligó a abandonar la sala de calderas de proa. El barco tuvo que detenerse, quedando al garete en un océano enemigo, mientras sus maquinistas trabajando frenéticamente trataban de reparar la avería. Lutjens dudaba si seguir protegiendo al crucero o abandonarlo a su suerte, cuando los maquinistas del Hipper lograron un milagro, y el barco comenzó a moverse, alcanzando los veinte nudos. Pero las averías mostraron a Lutjens que proseguir su crucero sería imposible, y se dirigió hacia la costa gallega.

El día 28 de Marzo, estando a 300 millas al Noreste de las Azores, desde el Gneisenau se avistó un bimotor Catalina, que los siguió durante varias horas. Como medida de decepción Lutjens ordenó virar al Sur, para volver al Oeste durante la noche. Era demasiado tarde para que Tovey pudiese dar caza a los corsarios alemanes, pero la Fuerza H de Sommerville estaba mucho mejor situada. Al recibirse el informe del avistamiento del Catalina comprendió que los alemanes se dirigían hacia los puertos españoles, aunque sin poder decidir si su destino sería Galicia o Andalucía. Se dirigió hacia la costa portuguesa situándose a 60 millas al Oeste de Lisboa, desde donde podría interceptar a los alemanes.

La agrupación alemana, como hemos visto, había vuelto a tomar el rumbo Oeste, dirigiéndose hacia El Ferrol del Caudillo. La mañana del 29 de Marzo de detectó un pequeño buque de vuelta encontrada: se trataba del destructor portugués Douro, un buque de factura británica que había salido a la búsqueda de los barcos alemanes. Siguiendo una secular tradición el Almirantazgo había pedido a Lisboa colaboración para localizar a los escurridizos germanos, y el Almirante Mata Oliveira, Mayor General de la Marinha de Guerra Portuguesa, ordenó a los destructores Tejo y Douro buscar a los corsarios, sin considerar las consecuencias de su acción.

Desde el Gneisenau se observó que el destructor, aunque de clara factura inglesa, ondeaba la bandera portuguesa y se identificaba como el Douro. Conocedor de los ardides británicos Lutjens decidió dar un resguardo al pequeño barco, pero este viró para acercarse al crucero de batalla e hizo señales para que la agrupación se detuviese. La escuadra se encontraba en aguas internacionales, por lo que el almirante alemán hizo caso omiso a la demanda. Sin embargo el destructor tomó rumbo paralelo al alemán y empezó a enviar mensajes radiofónicos. El Gneisenau intentó interceptarlos, pero fue inútil. Poco después se detectaron fuertes transmisiones radiofónicas desde el Sur, que solo podían corresponder a una gran unidad de guerra. El Hipper recibió la orden de forzar sus calderas, y la escuadra alcanzó los veintisiete nudos.

Como era de esperar tres horas después un avión Swordfish del Ark Royal, siguiendo las emisiones del Douro, localizó a los barcos alemanes. Era ya tarde para un ataque, por lo que Sommerville ordenó destacarse al Renown y al Ark Royal para atacar al amanecer a los barcos alemanes. En el portaaviones se prepararon los torpederos Swordfish, apodados cariñosamente “Stringbacks” por sus dotaciones. Pero las pérdidas sufridas en Cádiz a principios de mes pasaron factura, por lo que solo ocho bombarderos en picado Skua y once torpederos Swordfish pudieron tomar parte en el ataque.

Ya solo quedaban noventa millas para la costa gallega cuando desde el Scharnhorst se avistó un grupo de aviones que se preparaban para atacar. Los bombarderos tomaron altura, mientras los torpederos bajaban al nivel del mar. Los barcos alemanes les recibieron con un fuego densísimo, y dos Skua y un Swordfish cayeron al mar. Sin embargo los restantes consiguieron lanzar sus armas. El Scharnhorst fue rodeado de explosiones y, segundos después una columna de agua se elevó en la amura del Scharnhorst ¡había sido alcanzado por un pez mecánico! Justo entonces desde el crucero Admiral Hipper se vislumbraron dos altos mástiles, que solo podrían corresponder a un blindado inglés que estaría armado con poderosos cañones de 15 pulgadas. Desde el Gneisenau, viendo a su gemelo cubierto de humo, se temieron lo peor, y se prepararon para enfrentarse a su mortal enemigo.

Pero la suerte había sonreído a los alemanes. Los ingleses habían equipado a sus torpedos con detonadores magnéticos, para que estallasen bajo el fondo de los cascos de sus enemigos, burlando la protección de los flancos. Sin embargo esos detonadores eran muy sensibles, y el torpedo hizo explosión prematuramente. Aun así la explosión submarina causó importantes daños en el doble casco, y se inició una lenta filtración de agua a la sala de turbinas de babor. El acorazado también había sido alcanzado por dos bombas de 225 kilos, que causaron importantes bajas en la dotación de las armas antiaéreas. Afortunadamente el acorazado pudo mantener su velocidad. Lutjens ordenó seguir a toda máquina, y pronto dejaron de verse los mástiles del blindado enemigo. Finalmente los dos acorazados entraron entre aclamaciones en El Ferrol del Caudillo, seguidos tres horas después por el crucero pesado Admiral Hipper, que había sufrido una nueva avería en su delicada maquinaria.

Sin embargo, una inspección posterior del Scharnhorst mostró que los daños eran mayores de lo pensado. La explosión había causado daños estructurales graves que tendrían que ser reparados en un dique seco. Pero el Scharnhorst no cabía en el mayor dique de El Ferrol, diseñado para nuestros cruceros pesados Baleares y Canarias. Mediante buzos se parcheó al barco para evitar mayores inundaciones, pero las reparación definitiva requeriría el traslado de la dañada unidad a otro puerto.“



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La ratonera

1 de Abril de 1941


—No esperaba verle tan pronto, Mayor —el general Schellenberg recibía al Mayor Nebe— ¿Tan pronto ha conseguido atrapar a nuestra rata? —Schellenberg había ordenado a Nebe buscar la filtración por la que los secretos alemanes llegaban a la URSS.

—Lamento tener que decirle que ni la Kripo es tan eficaz. Usted conoce el trabajo de contraespionaje mejor que yo, y sabe lo tedioso que es: mil y una comprobaciones, vigilancias… todo lleva tiempo.

Schellenberg se disgustó. Estaba muy ocupado, especialmente con la delegación francesa en Berlín, y Nebe le había pedido una cita urgente. Ahora resultaba que no había atrapado a nadie. Pero Schellenberg usaba su encanto como arma, por lo que puso su mejor cara y le dijo a Nebe—: Aunque no haya pillado al espía, supongo que me habrá interrumpido con algún motivo.

—Desde luego, general. Todavía no sabemos quién es el traidor, pero lo atraparemos. Pero sabemos en qué departamento se encuentra. No ha sido difícil. Simplemente, hemos revisado las intercepciones de tráfico radial del Ejército Rojo.

—¿Intercepciones radiales? Que recuerde no hemos roto la cifra soviética, y aunque lo hubiésemos conseguido, dudo mucho que envíen sus planes por radio, lo normal es que lo hagan por teléfono.

—Desde luego, general. La radio solo la usan los ejércitos cuando no hay otro medio de comunicación, especialmente en el caso de un ejército tan paranoico como el ruso, en el que hasta tu mejor amigo puede ser un soplón de la policía secreta. Pero en nuestra investigación no estábamos tan interesados en lo que se decían, sino donde o cuando. Supuse que nuestra rata tiene acceso a información de máxima calidad, y también de un canal seguro para transmitir sus mensajes a Moscú. También supuse que Moscú confía en lo que el traidor les dice, porque ha comprobado varias veces que es verdad. Por ello cuando recibe la información, actúa en consecuencia, emitiendo unas órdenes destinadas a sus ejércitos. Nosotros no podemos interceptar esas órdenes, ni siquiera saber cuándo se envían, porque no tenemos acceso al sistema interno de comunicaciones ruso. Pero tenemos acceso a sus efectos. Cuando un general recibe una orden de Moscú la transmite a sus subordinados, y estos a las unidades. Las unidades actúan a su vez, y se trasladan o modifican su despliegue. Entonces, antes o después, utilizan la radio. Lo que he hecho es confeccionar un archivo con el número de mensajes enviados en cada zona y otro con los operadores de radio, ya sabe que cada uno tiene su particular estilo al teclear, su “firma”, que a veces podemos reconocer. También podemos analizar los mensajes entre aviones y sus aeródromos, o los mensajes de las unidades militares cuando efectúan maniobras.

—Un trabajo tedioso, pero no demasiado original. Creo que los espías de César ya usaban métodos parecidos —respondió un tanto burlonamente Schellenberg.

Nebe no se inmutó y siguió—: También supuse que el espía no tiene acceso a todos nuestros secretos sino solo a parte, y los soviéticos deducen lo demás a partir de la información fragmentaria que han robado. Cuanto más alejada esté la deducción de la fuente original, más tardía y menos precisa será la respuesta. Por ejemplo, si el espía estuviese infiltrado en un grupo de minadores en el Báltico, enviaría la disposición de nuestros campos minados y de algunos de nuestros buques. Por ello los primeros movimientos se producirían en las fuerzas de dragaminas, luego en el resto de la flota del Báltico. También podrían deducir los posibles movimientos de tropas, por lo que luego serían las unidades de defensa costera las que reaccionarían, pero probablemente sus movimientos fuesen menos acertados. La fuerza aérea soviética del Norte también cambiaría su despliegue, pero con menos precisión. Y así sucesivamente.

—Eso es lógico —dijo Schellenberg—. Supongo que se les habrá ocurrido hasta a los de la Gestapo.

—Creo que no ha sido así. La Gestapo como investiga es dando palizas a sospechosos a ver si alguno habla. Con licencia que usted me entregó me puse en contacto con el Mayor Gehlen, de la inteligencia del Ejército, que me conformó lo mismo, que habían detectado movimientos rusos en respuesta a los nuestros, pero que la Gestapo no se había interesado especialmente en ellos.

—Ese Müller es un incompetente. Siga, Nebe.

—Luego filtré los movimientos soviéticos que habíamos detectado según la demora con la que respondían a nuestros propios movimientos, y según el grado de error. Y la respuesta es clara: el topo soviético está infiltrado en el Estado Mayor de la Luftwaffe. Por si teníamos alguna duda, hemos detectado el aumento de las transmisiones radiales en Transcaucasia como respuesta a los planes para el envío de aviones a Irak, planes que no han llegado todavía a las unidades sino que solo están siendo estudiados en el Estado Mayor. Por tanto, le recomendaría que…

Nebe se quedó de piedra al ver como Schellenberg se levantaba como movido por un resorte, se le acercaba y le felicitaba efusivamente—. Mayor Nebe, esto es más de lo que esperaba de usted.

—Gracias, general, pero solo es mi deber. Pero me iba a atrever a recomendarle que tengan mucha cautela con la información que se envíe a la Luftwaffe hasta que atrapemos a la rata.

—Mi querido mayor, me parece que usted no ha entendido la trascendencia de lo que ha encontrado. Mire, no me importa demasiado saber quién es el traidor. Realmente sí que me importa, y me gustará verlo en la guillotina, pero en su debido momento. Lo realmente importante es que ahora disponemos de un canal de comunicación directo con Moscú. Nebe, esto es importantísimo: necesito que mantenga la máxima reserva. No escriba informes ni a mano, y ni se le ocurra pasárselos a los mecanógrafos. No lo hable ni con su esposa y menos con su amante, si la tiene. Suspenda por ahora todas las investigaciones en la Luftwaffe. Más aun, hablaré por Gehlen, porque deseo que los dos pasen a sus subordinados datos falsos que apunten a otra dirección, donde se pondrán a buscar en todos los rincones. Por ejemplo, en la Organización Todt. Si allí encuentran algún ratoncillo, mejor que mejor. Porque es de vital importancia que Moscú no sospeche que ahora disponemos de este especial canal de comunicaciones.



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Otro golpe

2 de Abril de 1941


El general Schellenberg estaba en su despacho cuando recibió un paquete procedente del Ministerio de Asuntos Exteriores: tres cajas de cigarrillos turcos. Todo el mundo conocía sabía de la afición del general por el tabaco, tanta que había sido apodado “chimenea”, por lo que nadie se extrañó.

Schellenberg tosió —ese catarro no se le terminaba de curar— y avisó a su ayudante que estaba cansado y que se retiraba. No, no hacía falta el coche oficial, daría un paseo para disfrutar de la primavera, a ver si así se le curaba la dichosa tos.

El general salió y recorrió la avenida Unter den Linden, parándose en los escaparates. Llegó a la Friedrichstrasse, y entró en un café saludando al camarero, que lo reconoció y lo hizo pasar a un reservado. Ahí le esperaba el Ministro de Asuntos Exteriores Von Papen.

—Franz, estas visitas clandestinas nos van a costar un disgusto —dijo Schellenberg— ¿Qué ocurre?

—Walter, ya sé que estos encuentros significan correr un riesgo, pero es que prefiero consultar contigo antes de presentar el asunto al Statthalter. Creo que una postura común nos favorecerá. Porque no me gustaría que Goering tome una decisión irreflexiva.

—Que sí, que lo entiendo, pero si Goering se entera se nos puede venir el mundo encima. —Von Papen no sabía que tras una lámpara del reservado un micrófono recogía toda la conversación, y que Schellenberg entregaba puntualmente copia a Goering de las reuniones. Pensaba que a largo plazo le sería mucho más útil jugar la carta de la fidelidad.

—Mira, Walter, acabamos de recibir un aviso urgente de nuestra embajada en Ankara…

—¿Tan pronto? Yo creía que Rashid Alí se lo pensaría más ¿Nos pide ayuda?

Von Papen se quedó asombrado— ¿Es que sabes lo de Irak?

Schellenberg tomó un cigarrillo turco, lo encendió, y ofreció otro a Von Papen, que lo rechazó. Disfrutó viendo como el ministro enrojecía antes de seguir.

—Pues claro que sé lo de Irak, Franz. Mi trabajo es saberlo todo. Malo sería que no supiese lo que hacen mis agentes.

Von Papen estaba todavía más asombrado— ¿El golpe de estado de Irak es cosa tuya?

—No del todo. Tampoco me quiero poner medallas que no me corresponden. El regente de Irak y su Primer Ministro Nuri al-Said se las han apañado ellos solos para ganarse el odio de sus súbditos, y en Bagdad el deporte nacional es la conspiración. Pero pensé que si los ingleses podían dar golpes de estado en Yugoslavia, nosotros podríamos jugar a lo mismo, y envié agentes para ofrecer a los iraquíes apoyo militar. Era solo cuestión de tiempo. También ayudó que mi agente llevase unos cuantos soberanos de oro. No imaginas como los aprecian por ahí.

—Para, para, para. Me dices que has metido a Alemania en otro lío y sin consultarme.

—No es un lío. Mis informadores me dijeron que los ingleses son tremendamente impopulares en Irak, y que una sublevación era inevitable. Salvo que los ingleses ocupasen el país, porque entonces sería imposible. El desastre que han sufrido en Egipto les ha obligado a echar mano de todas sus tropas en Oriente Medio. Era el momento ideal para el golpe, antes que pudiesen llevar su ejército de la India.

—Hubiese preferido que me informases.

—Mira, Franz, ni yo te cuento todo ni tú me cuentas todo ¿no? Porque no me has dicho nada de esa reunión en Estocolmo.

Von Papen recula—. Walter, eso puede ser un bluff. Un amigo sueco me ha dicho que algunos ingleses quieren hablar conmigo. Pensaba recibir a mi amigo a ver que tienen que decir.

—Todo sea por la paz. Lo entiendo, aunque tal vez no sea el mejor momento. Bueno ¿qué querías decirme?

—Ya lo sabes todo. Que en Irak se ha producido un golpe de estado, y que han pedido nuestra ayuda. Tenemos que pensar qué hacer, si ayudarles o no. Porque no creo que sea muy fácil enviar ayuda militar.

Schellenberg encendió otro cigarrillo, reflexionó, y contestó—. Yo creo que tenemos que ayudarles. Imagínate lo que conseguiremos si sale todo bien. Petróleo de Mosul. Los ingleses de Palestina y Suez, cercados. Los de Grecia, atrapados.

—No será nada fácil —dijo Von Papen—. Podría ser mejor esperar y ver qué ocurre. No creo que nuestros aliados vean con agrado una cabalgada por Asia. Stalin, todavía menos.

—Stalin, sí, Stalin. Habrá que hacer algo con Stalin ¿Tú sabes si a Stalin le gusta escuchar la radio?



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Prisas

5 de Abril de 1941


El Focke-Wulf Fw 200 aterrizó en el aeropuerto de Tempelhof tras un largo vuelo desde El Cairo. La presencia de los ingleses en Creta impedía realizar vuelos directos, por lo que había tenido que hacer un rodeo por Bengasi y aterrizar para repostar en Nápoles. Del avión descendieron varios oficiales alemanes, que montaron en tres coches Mercedes con las banderitas del Oberkommando der Wehrmacht.

Los vehículos se dirigieron al barrio diplomático, y entraron en el pato de la Bendlerblock, sede del Estado Mayor Alemán. Los oficiales fueron guiados a una sala de espera donde se les sirvió un refrigerio, pero dos de ellos fueron reclamados por un comandante cuyos pantalones llevaban las rayas rojas del Estado Mayor.

Los oficiales acudieron a un despacho. El ayudante, tras solicitar permiso, les hizo pasar y se retiró.

El Feldmarsshall Beck se levantó y les saludó efusivamente.

—Bien, tenemos aquí al dúo terrible. Me alegro de veros en Berlín. Bien lo de África ¿no? El Statthalter está encantado.

Los dos generales respondieron a los agasajos del mariscal. Tras unos minutos de charla intrascendente Beck vio que los generales empezaban a impacientarse, y pasó al grano.

—Generaloberst Von Manstein, Generalleutnant Rommel, supongo que estaréis sorprendidos por la llamada urgente, y por haber tenido que dejar la dirección de las operaciones en curso en manos de vuestros subordinados —el ejército italiano, apoyado por unidades alemanas, seguía atacando los últimos enclaves ingleses cercanos a Port Said, y proseguía su avance hacia el Alto Nilo—. Hay dos motivos por el que deseaba teneros en Berlín.

—Mariscal, perdone mi interrupción, pero las operaciones están en una fase crítica. Nuestros comandos se han infiltrado en las cercanías de Port Said y están a punto de cercarla —el general Rommel mantenía un tono más formal con su superior.

—Erwin, no te preocupes, estoy seguro que tu Estado Mayor sabrá trabajar sin ti durante una o dos semanas —Beck siguió tratando familiarmente a los dos generales—. El Statthalter me pidió que os reclamase a Berlín cuanto antes. Mañana celebrará una recepción en vuestro honor para concederos las hojas de roble para vuestras Cruces de Caballero. Además hoy mismo se publicará vuestro ascenso. Enhorabuena, General der Panzertruppe Rommel. Enhorabuena, Generalfeldmarshall Von Manstein.

Los dos generales quedaron impresionados. La campaña de Egipto había sido un éxito, pero la resistencia inglesa había sido tan desorganizada que les parecía excesiva recompensa para tan pequeños méritos.

—Mariscal, general, la celebración será mañana. Hoy podrán descansar un poco y reunirse con sus familias. Me he tomado la libertad de traer a vuestras esposas, que os están esperando en suites del Hotel Adlon. Mientras los sastres prenderán las nuevas insignias en los uniformes, porque mañana tenéis que presentaros a las seis de la tarde en la Cancillería para la recepción que el Statthalter os ofrecerá.

—Gracias por su delicadeza, Mariscal —Von Manstein hacía gala de sus buenas maneras.

—Pero pasado mañana os quiero trabajando. Tenéis reservado un despacho en este mismo edificio. Porque vais a tener una nueva tarea urgente ¿Habéis oído lo de Irak? —Beck se respondió a sí mismo—. Supongo que sí, vuestros oficiales de inteligencia os mantendrán informados o ya los hubieseis sustituido. En Irak se ha producido un golpe de estado antimonárquico. Lo que no creo que sepáis es que el nuevo hombre fuerte de Irak, Rashid Ali, nos ha pedido ayuda. Vuestra tarea será planear el modo de ayudarle. Entiendo que nuestra fuerza en Egipto es limitada y las distancias son enormes. Pero es mayor todavía es la oportunidad. Pensad en lo que significaría tener Irak bajo nuestro control.

Manstein y Rommel asintieron y Beck siguió—. Si conseguimos controlar Irak, los ingleses pueden dar por perdida Palestina y todas sus posiciones en el Mediterráneo. De nuevo, no creo sorprenderos al decir que vamos a atacar a Grecia. Mañana al amanecer la Luftwaffe atacará los aeródromos griegos, y un ejército acorazado invadirá Grecia desde Yugoslavia, burlando las fortificaciones griegas. El terreno es muy difícil y sospecho que la operación será más dura que la que tan brillantemente han ejecutado. Pero lo importante, de nuevo, no es conquistar Grecia, sino atrapar a los ingleses. Churchill ha enviado imprudentemente una importante fuerza expedicionaria a Grecia, que su derrota en Egipto ha dejado aislado. Pero no creo que consigamos impedir que los ingleses escapen a las islas griegas. Tomar esas islas puede ser costoso y tedioso. Pero si consiguiésemos expulsar a los británicos de Palestina todo el Mediterráneo caería en nuestras manos. Otro factor de gran importancia es que Rashid Ali ha prometido cedernos todo el petróleo que necesitemos. Sí, sé que vosotros descubristeis que Libia es una enorme bolsa de petróleo, pero se tardará mucho tiempo en extraerlo. El petróleo de Mosul podríamos tenerlo aquí este mismo verano. Bien, queridos amigos, id con vuestras esposas, divertíos. Pero pasado mañana, al despacho. Quiero presentar al Statthalter un plan de operaciones dentro de cinco días.



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Indignación

7 de Abril de 1941


Diario Informaciones

“El ministro alemán ante el gobierno portugués ha presentado la siguiente nota:

El pasado domingo 30 de Marzo una fuerza naval del Pacto de Aquisgrán se dirigía a la base naval de El Ferrol del Caudillo, situada en España, que es miembro de pleno derecho de la Unión Paneuropea y firmante del Pacto de Aquisgrán. Cuando la formación se encontraba en aguas internacionales fue avistada por el destructor de la marina de guerra portuguesa Douro. Esta unidad de guerra portuguesa en lugar de respetar la neutralidad a la que se había comprometido el gobierno portugués, siguió de cerca de la escuadra del Pacto de Aquisgrán, guiando hacia ella a aviones y buques ingleses. Las fuerzas del Pacto de Aquisgrán fueron atacadas por la marina británica y, aunque consiguieron rechazar la agresión, sufrieron daños y bajas.

Este ataque no se hubiese producido de no haber sido seguida por el destructor Douro. Las medidas tomadas por el destructor Douro son contrarias de la neutralidad a la que se había comprometido el gobierno portugués, y darían derecho a las fuerzas armadas del Pacto de Aquisgrán a tomar medidas coercitivas proporcionadas.

La Unión Paneuropea, al contrario que los imperialistas ingleses, es amante de la paz y de la concordia entre los pueblos europeos, y aunque una respuesta armada fuese legítima, quiere dar la oportunidad al gobierno y al pueblo portugués de rechazar la execrable acción cometida por un barco de su marina de guerra.

Por ello la Unión Paneuropea exige al gobierno portugués:

1. El gobierno portugués efectuará una investigación para conocer los motivos por los que el comandante del destructor Douro cometió un acto de agresión contra buque del Pacto de Aquisgrán, y sancionará a la persona o personas implicadas en tal acción.

2. El gobierno portugués admitirá una delegación de la Unión Paneuropea que colaborará con las autoridades portuguesas en la investigación exigida en el punto 1.

3. Las fuerzas armadas portuguesas mantendrán una estricta neutralidad en sus relaciones con la Unión Paneuropea y sus enemigos.

4. Para asegurar la estricta neutralidad de las fuerzas armadas portuguesas y en particular de su marina de guerra, los barcos de dicha bandera que efectúen misiones fuera de sus seis millas de aguas territoriales recibirán un observador del Pacto de Aquisgrán.

5. El gobierno de Portugal impedirá en su territorio el espionaje dirigido contra la Unión Paneuropea.

6. El gobierno de Portugal admitirá observadores de la Unión Paneuropea que colaborarán con las autoridades portuguesas en la persecución de las actividades contrarias a la Unión Paneuropea.

7. El gobierno de Portugal no permitirá el comercio con enemigos de la Unión Paneuropea en barcos de bandera portuguesa.

8. Para asegurar el cumplimiento del punto 7, los barcos que salgan de puertos portugueses serán inspeccionados en puertos de la Unión Paneuropea, que oportunamente se señalarán, antes de proseguir hacia sus destinos.

9. El gobierno de Portugal romperá cualquier pacto de alianza con los enemigos de la Unión Paneuropea.

De no recibirse respuesta afirmativa antes de las once horas del día nueve del corriente mes, la Unión Paneuropea considerará que Portugal está agrediendo a los intereses de la Unión Paneuropea, y procederá a tomar las medidas que considere oportunas, incluyendo las militares, para defender sus intereses.“



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Peninsular

8 de Abril de 1941


—¡Los tenemos, esta vez sí que los tenemos! —Winston estaba exultante, aunque parte de esa euforia tal vez se debiese a cierto tufillo a brandy.

—Por favor, Sir Winston, la situación es crítica —Alan Brooke, jefe del Estado Mayor Imperial, intentaba hacer entrar en razón al Primer Ministro—. Las noticias de Grecia son terribles. La aviación alemana ha machacado las bases aéreas, y sus tanques han rodeado las fortificaciones griegas a través del valle del Struma y del Vardar, y están avanzando hacia Salónica. Si toman la ciudad el ejército griego de Macedonia estará cercado, y los alemanes tendrán paso libre hacia Grecia.

—No te alarmes tanto, que los detendremos en las Termópilas.

El general estaba cansado de las ilusiones de Churchill—. Premier, olvide los cuentos clásicos. Las Termópilas ya no son un paso estrecho, sino una llanura de varios kilómetros de anchura. Defendiéndonos ahí podremos retrasar a los alemanes, pero nada más. Mire, si quiere salvar nuestra fuerza expedicionaria tiene que permitir que la retiremos inmediatamente.

—¿No me dijo el otro día que no se podía?

Alan Brooke había dicho lo contrario, que por su dificultad había que hacerlo cuanto antes, peor no quiso discutir—. Trasladarla a Palestina no será fácil, pero puede retirarse a Creta, donde podrá resistir durante un tiempo prolongado. Hasta que abramos el Canal de Suez de nuevo. Si es posible.
—Claro que será posible. Abrir el Canal debe ser nuestra prioridad ¿Cuándo podrá atacar Wavell?

Desesperado, Alan Brooke contestó— ¿Atacar? Si apenas puede defenderse. La revuelta de Irak es muy peligrosa y sabemos que los agentes nazis han sido los instigadores. Además parece que los franceses están preparando una ofensiva desde Siria y el Líbano. No tienen muchas tropas allí, pero hemos detectado barcos franceses llegando a Beirut. Creo que la prioridad de Wavell debe ser defenderse en Suez y destruir la rebelión en Irak. Voy a enviar refuerzos desde la India, pero no bastarán. Por eso tenemos que retirarnos a Creta, porque tardaremos en poder socorrer a nuestras fuerzas del Mediterráneo. Allí tendrán que resistir.

Churchill transigió—. Como desee, ordene la retirada a Creta. Me duele abandonar a nuestros valientes aliados.

—Intentaremos retirar también todas las tropas griegas que sea posible.

—Eso espero. Pero está la otra cuestión. Por fin tenemos un frente continental donde dañar a los amigotes de Alemania ¿Está preparado para enviar tropas a Portugal?

El general se temía lo que le iba a pedir Churchill—. Primer Ministro, aunque Portugal no ha aceptado el ultimátum, ha dicho que no irá a la guerra. Tampoco hay movimientos en el lado español. El ultimátum parece que ha sido más una forma de asustarles que otra cosa.

—Tonterías. Voy a invocar el Pacto de Windsor para establecer bases navales y aéreas en Lisboa, en los archipiélagos oceánicos y en sus colonias. Nuestro ejército podrá protegerlas, apostado en las montañas portuguesas. Si los alemanes atacan con fuerza, nos retiraremos a Torres Vedras donde podremos derrotarles.

Alan Brooke pensaba que Torres Vedras funcionó en la época de Napoleón porque el mariscal francés Massena tenía detrás una España alzada en armas que le cortaba los suministros. Pero ahora sería al revés. Iba a tener que intentar disuadir a Churchill de sus sueños. Otra vez.



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Nada

10 de Abril de 1941


E. F. L. Wood, conde de Halifax, leía con tristeza la nota que John Lonsdale-Bryans le remitía desde Estocolmo, en la que le decía que había sido imposible ponerse en contacto con los alemanes. En un primer momento había conseguido ponerse en contacto con Von Hassel, diplomático alemán y antinazi, pero los ánimos en Alemania estaban demasiado exaltados tras las victorias y el movimiento de resistencia prácticamente había desaparecido. Luego había intentado que Londsale-Bryans, de conocidas simpatías progermanas, preparase una reunión en terreno neutral. Pero Londsale-Bryans le decía que los alemanes no se habían presentado en la reunión, y que rechazaban nuevos contactos.

Lógico, pensó Lord Halifax. Inglaterra estaba siendo derrotada en todos los frentes. Hoy mismo había oído por la radio que los tanques alemanes habían entrado en Salónica, y que el ejército inglés se retiraba a Creta. Pero también había oído, esta vez con horror, que Inglaterra se estaba preparando para ayudar a su eterno aliado Portugal. Portugal, que no había hecho nada, y que Churchill iba a llevar a la catástrofe de la guerra.

Halifax tenía cada vez más claro que la negativa de Churchill en reconocer la realidad estaba llevando a Inglaterra a la peor derrota de su Historia, tal vez a la disolución del Imperio. Era preciso echar a Churchill de su puesto. Sabía que el apoyo parlamentario del Primer Ministro era cada vez más frágil. Tendría que hacer algo. Pediría una cita con Anthony Eden y con Clement Attlee, ese impresentable socialista.



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