El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Dora menos cinco
13 de Mayo de 1941
Como volviese a pillar a uno de esos inútiles cogiendo agua del canal lo mandaba a cavar letrinas hasta que el cabo Finisterre llegase a sargento, pensaba el Feldwebel Boehm al ver otra vez una hilera de camiones detenida, y a sus conductores regando la cuneta con sus inmundicias. Esos inútiles se burlaban de los gendarmes y los llamaban perros de presa a la cara, a sabiendas que la necesidad de conductores impedía a los policías meterles el paquete que se merecían. Pero esta vez el teniente Koehler había sido tajante: para detener el brote de disentería que afectaba a las tropas la mejor arma era la higiene, y sobre todo evitar beber aguas contaminadas. Esos guarros egipcios bebían el agua en el que se metían a sus animales. Tal vez sus tripas resistiesen, pero no los civilizados intestinos germanos. Y si para mantener el colon teutónico a salvo había que dar algún porrazo, pues se daba.
—¡Probst, que te he conocido! ¡Vuelve inmediatamente a tu camión si no quieres vértelas conmigo!
El cabo Probst no estaba para discusiones tras una noche toledana en el retrete, por lo que obedeció al sargento y subió a su vehículo.
—¡Mueve ese condenado camión, que estás montando un atasco que llega hasta Tobruk!
—Mi sargento, es la colitis que tengo…
—¡Ni colitis ni leches! Haberme hecho caso el otro día. Ahora te aguantas en tu sitio que ya lavarás el camión cuando llegues ¡Arranca de una puñetera vez!
El camión siguió su camino mientras el sargento metía prisa a la columna. Tenía que aprovechar la noche para llegar a Ismailia y descargar sin que los Tommies les viesen. Oírles les oirían, que tanto motor creaba un estruendo que ríete de las trompetas de Jericó. Pero no sabrían por dónde se metían. Boehm se imaginaba el caos que la llegada de tanto camión crearía en sus destinos, pero ese no era su problema.
13 de Mayo de 1941
Como volviese a pillar a uno de esos inútiles cogiendo agua del canal lo mandaba a cavar letrinas hasta que el cabo Finisterre llegase a sargento, pensaba el Feldwebel Boehm al ver otra vez una hilera de camiones detenida, y a sus conductores regando la cuneta con sus inmundicias. Esos inútiles se burlaban de los gendarmes y los llamaban perros de presa a la cara, a sabiendas que la necesidad de conductores impedía a los policías meterles el paquete que se merecían. Pero esta vez el teniente Koehler había sido tajante: para detener el brote de disentería que afectaba a las tropas la mejor arma era la higiene, y sobre todo evitar beber aguas contaminadas. Esos guarros egipcios bebían el agua en el que se metían a sus animales. Tal vez sus tripas resistiesen, pero no los civilizados intestinos germanos. Y si para mantener el colon teutónico a salvo había que dar algún porrazo, pues se daba.
—¡Probst, que te he conocido! ¡Vuelve inmediatamente a tu camión si no quieres vértelas conmigo!
El cabo Probst no estaba para discusiones tras una noche toledana en el retrete, por lo que obedeció al sargento y subió a su vehículo.
—¡Mueve ese condenado camión, que estás montando un atasco que llega hasta Tobruk!
—Mi sargento, es la colitis que tengo…
—¡Ni colitis ni leches! Haberme hecho caso el otro día. Ahora te aguantas en tu sitio que ya lavarás el camión cuando llegues ¡Arranca de una puñetera vez!
El camión siguió su camino mientras el sargento metía prisa a la columna. Tenía que aprovechar la noche para llegar a Ismailia y descargar sin que los Tommies les viesen. Oírles les oirían, que tanto motor creaba un estruendo que ríete de las trompetas de Jericó. Pero no sabrían por dónde se metían. Boehm se imaginaba el caos que la llegada de tanto camión crearía en sus destinos, pero ese no era su problema.
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Pobre Probst , seguro que ahora se lo piensa dos veces antes de beber agua de una charca. De todas formas con el calor del desierto, unido a la deshidratación de la colitis, puede que el ejército alemán acabe sin conductores durante un tiempo.
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- General de Ejército
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El Delta del Nilo es todo menos un desierto.
Saludos
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- urquhart
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Hola a todos,
es difícil poder encontrar un casus belli en el nuevo panorama; pero convendrá el autor que los diferentes tratados anglo estadounidenses hasta el fallecimiento del Guía, existirían, y posteriores; así como varias de las declaraciones y leyes:
Cash and Carry, 09-39
Two Ocean Act, 06-40 reforma de la Navy Act d e1938 a los pocos días de la caida de Francia, aprobada en el Congreso por unanimidad
Destructores por Bases, 09-40
Selective Training and Service Act, 09-40
Arsenal de las Democracias, 05-40 a 12-40
Acuerdo Dano estadounidense sobre Groenlandia, 04-41
Ocupación de Islandia 07-41
Y no olvidemos el discurso de Roosevelt sobre la defensa de la democracia, el Hemisferio Occidental, la libertad de navegación... el 12 de octubre de 1940: http://www.presidency.ucsb.edu/ws/?pid=15870
Es real, pero se podría adecuar a la Ucronía este pasaje:
Ya desde la caida de Francia, los EE.UU. sabían que entrarían en Guerra.
es difícil poder encontrar un casus belli en el nuevo panorama; pero convendrá el autor que los diferentes tratados anglo estadounidenses hasta el fallecimiento del Guía, existirían, y posteriores; así como varias de las declaraciones y leyes:
Cash and Carry, 09-39
Two Ocean Act, 06-40 reforma de la Navy Act d e1938 a los pocos días de la caida de Francia, aprobada en el Congreso por unanimidad
Destructores por Bases, 09-40
Selective Training and Service Act, 09-40
Arsenal de las Democracias, 05-40 a 12-40
Acuerdo Dano estadounidense sobre Groenlandia, 04-41
Ocupación de Islandia 07-41
Y no olvidemos el discurso de Roosevelt sobre la defensa de la democracia, el Hemisferio Occidental, la libertad de navegación... el 12 de octubre de 1940: http://www.presidency.ucsb.edu/ws/?pid=15870
Es real, pero se podría adecuar a la Ucronía este pasaje:
We are building a total defense on land and sea and in the air sufficient to repel total attack from any part of the world. Forewarned by the deliberate attacks of the dictators upon free peoples, the United States, for the first time in its history, has undertaken the mustering of its men in peacetime. Unprecedented dangers have caused the United States to undertake the building of a navyand an air force sufficient to defend all the coasts of the Americas from any combination of hostile powers.
Ya desde la caida de Francia, los EE.UU. sabían que entrarían en Guerra.
Tempus Fugit
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De acuerdo por completo. Me parece muy difícil imaginar una variante de la SGM en la que Estados Unidos no intervenga.
Saludos
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- urquhart
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Y solo mencionando los acuerdos previos al fatal desenlace ucrónico para la Western Dessert Force.
El Pacto de Aquisgrán, no deja de ser poner negro sobre blanco la verdadera situación europea, exceptuando la beligerancia española.
La guerra entre Francia, la de Vichy, y el Imperio Británico existía de facto, Dakar, Mers el Kebir, Exporter... sumemos a los gaullistas en la AEF... ya han aparecido en la ucronía, pues eran éstos quienes ocuparon Kufra, y la Brigada Oriental de Africa al mando del Coronel Monclar participaba en los últimos combates por Keren... en la ucronía salvada mediante un puente aéreo.
Si exceptuamos la Guerra Civil, la amistad anglo estadounidense vendría desde aproximadamente desde 1846, con la firma del Tratado de Oregon. Todas las disputas posteriores siempre fueron solucionadas mediante arbitrajes.
Saludos
El Pacto de Aquisgrán, no deja de ser poner negro sobre blanco la verdadera situación europea, exceptuando la beligerancia española.
La guerra entre Francia, la de Vichy, y el Imperio Británico existía de facto, Dakar, Mers el Kebir, Exporter... sumemos a los gaullistas en la AEF... ya han aparecido en la ucronía, pues eran éstos quienes ocuparon Kufra, y la Brigada Oriental de Africa al mando del Coronel Monclar participaba en los últimos combates por Keren... en la ucronía salvada mediante un puente aéreo.
Si exceptuamos la Guerra Civil, la amistad anglo estadounidense vendría desde aproximadamente desde 1846, con la firma del Tratado de Oregon. Todas las disputas posteriores siempre fueron solucionadas mediante arbitrajes.
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Tempus Fugit
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Aun así hubo cierta rivalidad hasta la Primera Guerra Mundial, y en 1862 se estuvo cerca de un conflicto armado. La colonia irlandesa, además, odiaba a los británicos. Eran mayores los lazos emocionales que unían a Estados Unidos con Francia.
Aun con todo los hechos son los que son. Roosevelt deseaba la guerra ¿Cómo lo resolverá Goering? Porque hay una posibilidad... que no he citado hasta ahora, malo que soy.
Un anuncio para a los que temen que la historia se quede en el aire: acabo de finalizar el último capítulo, a falta tan solo de un epílogo. Pero aun tardará un tiempo en ver la luz aquí.
Saludos
Aun con todo los hechos son los que son. Roosevelt deseaba la guerra ¿Cómo lo resolverá Goering? Porque hay una posibilidad... que no he citado hasta ahora, malo que soy.
Un anuncio para a los que temen que la historia se quede en el aire: acabo de finalizar el último capítulo, a falta tan solo de un epílogo. Pero aun tardará un tiempo en ver la luz aquí.
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Creo recordar que en fechas tan tardías como los años 20, los EEUU aun hacían supuestos en los que se enfrentaban a UK
Tal vez la única fuese que Charles Lindbergh se impusiese en las elecciones del 40
De hecho ya existe una ucronia sobre esa posibilidad
http://es.wikipedia.org/wiki/La_conjura ... %C3%A9rica
saludos
Domper escribió:De acuerdo por completo. Me parece muy difícil imaginar una variante de la SGM en la que Estados Unidos no intervenga.
Tal vez la única fuese que Charles Lindbergh se impusiese en las elecciones del 40
De hecho ya existe una ucronia sobre esa posibilidad
http://es.wikipedia.org/wiki/La_conjura ... %C3%A9rica
saludos
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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En su día ojeé el libro de Roth, pero no me gustó mucho, y terminé por no adquirirlo. Aparte que hace una serie de giros mentales que me parecen demasiado traídos por los pelos.
Se me ocurre una opción mucho más factible para que uSA no entre en guerra... o al menos se demore su entrada. Pero habrá que esperar.
Saludos
Se me ocurre una opción mucho más factible para que uSA no entre en guerra... o al menos se demore su entrada. Pero habrá que esperar.
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Dora menos cuatro
13 de Mayo de 1941
De todo tenía que haber en el ejército. Unos soldados corrían el peligro de morir por un disparo inglés, pero el teniente Niklas Schweizer sufría el riesgo inminente de perecer aplastado bajo una montaña de papeles.
Era muy bonito lo de llegar con el camión, descargarlo a toda prisa y salir zumbando. Pero daba igual que un disparo de artillería estuviese en la fábrica de Essen o en el frente de Suez si nadie sabía dónde lo habían dejado. Alguien tenía que saber cuándo llegaba cada cartucho, donde se guardaba y a que batería estaba destinado. Esa tarea de enanos le había caído a Schweizer. A la tienda del teniente llegaba una nota que indicaba la composición de cada carga y donde se dejaba. Si el camión había traído bidones de gasolina, gorras de oficial o latas de sardinas pasaba la nota a otro desgraciado como él, pero si traía proyectiles de artillería, tenía que anotarlo en su libro, comprobar las reservas de cada batería, asignar las municiones a la que tuviese menos, y enviar una camioneta para que moviese los proyectiles a la noche siguiente. Schweizer había oído que para un ejército el papel era más importante que las balas, y ahora daba fe de ello. El teniente imaginaba como bosques enteros de su Turingia natal eran convertidos en enormes rodillos de papel sobre los que rodaba el ejército alemán.
Por lo menos entendía que había que llevar algún registro de las municiones, de los alimentos, de las piezas de repuesto, incluso de los ataúdes que también llegaban a decenas. Pero, por Dios ¿por qué tenían que registrar la llegada de cada caja de preservativos? ¿Qué pensaban en Berlín que iban a hacer los Feldgrau con ellos en medio del desierto?
13 de Mayo de 1941
De todo tenía que haber en el ejército. Unos soldados corrían el peligro de morir por un disparo inglés, pero el teniente Niklas Schweizer sufría el riesgo inminente de perecer aplastado bajo una montaña de papeles.
Era muy bonito lo de llegar con el camión, descargarlo a toda prisa y salir zumbando. Pero daba igual que un disparo de artillería estuviese en la fábrica de Essen o en el frente de Suez si nadie sabía dónde lo habían dejado. Alguien tenía que saber cuándo llegaba cada cartucho, donde se guardaba y a que batería estaba destinado. Esa tarea de enanos le había caído a Schweizer. A la tienda del teniente llegaba una nota que indicaba la composición de cada carga y donde se dejaba. Si el camión había traído bidones de gasolina, gorras de oficial o latas de sardinas pasaba la nota a otro desgraciado como él, pero si traía proyectiles de artillería, tenía que anotarlo en su libro, comprobar las reservas de cada batería, asignar las municiones a la que tuviese menos, y enviar una camioneta para que moviese los proyectiles a la noche siguiente. Schweizer había oído que para un ejército el papel era más importante que las balas, y ahora daba fe de ello. El teniente imaginaba como bosques enteros de su Turingia natal eran convertidos en enormes rodillos de papel sobre los que rodaba el ejército alemán.
Por lo menos entendía que había que llevar algún registro de las municiones, de los alimentos, de las piezas de repuesto, incluso de los ataúdes que también llegaban a decenas. Pero, por Dios ¿por qué tenían que registrar la llegada de cada caja de preservativos? ¿Qué pensaban en Berlín que iban a hacer los Feldgrau con ellos en medio del desierto?
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Dora menos tres
14 de Mayo de 1941
Al cabo Neumann se le ocurrían mejores usos mejores para tanto condón. Sus compañeros le consideraban un palurdo pero incluso en su Golmbach natal había donde emplear un preservativo. El cabo se había extrañado al ver llegar tanta goma higiénica a una unidad de la Luftwaffe: los pilotos eran famosos por su vida licenciosa, pero ni todo el Fliegerkorps era capaz de acabar con ese alegre suministro.
Neumann no era tan tonto como sus compañeros pensaban. Desde pequeño se había dedicado a reparar la maquinaria agrícola de la finca de su familia, y luego había sido aprendiz en el taller del pueblo. Por ello no le había extrañado que fuese enviado a una unidad de mantenimiento de la Luftwaffe. En el taller del pueblo había aprendido cómo distinguir si un motor estaba mal ajustado por su ruido, y a juzgar el equilibrio de una biela haciéndola tañer como una campana. Había manejado varillas, correas dentadas, válvulas, pero nunca condones. Tanta goma higiénica solo podía ser un error.
Entonces vio al teniente que ordenaba cubrir los escapes de los motores Jumo de los Junkers Ju 88 con los preservativos, y entendió el motivo. Los motores Jumo eran muy sensibles al polvo, tanto que tenían que cubrir radiadores y admisión de aire y solo abrirlos cuando el avión iba a volar, pero ni así se conseguían evitar las continuas averías. El polvo entraba por todos los resquicios y acababa en los pistones, cuyas camisas se gastaban rápidamente. Habían tratado de cubrir las posibles entradas de aire con lonas, pero tuvieron que dejar de hacerlo cuando una vez olvidaron retirarlas y el motor de un Ju 88 se incendió. Pero los preservativos eran la solución ideal, porque protegían tan bien de la gonorrea como del polvo, y las delicadas gomas explotaban cuando el motor se ponía en marcha. Gracias a un suministro ilimitado de condones se mantenía la Luftwaffe de Egipto en el aire.
14 de Mayo de 1941
Al cabo Neumann se le ocurrían mejores usos mejores para tanto condón. Sus compañeros le consideraban un palurdo pero incluso en su Golmbach natal había donde emplear un preservativo. El cabo se había extrañado al ver llegar tanta goma higiénica a una unidad de la Luftwaffe: los pilotos eran famosos por su vida licenciosa, pero ni todo el Fliegerkorps era capaz de acabar con ese alegre suministro.
Neumann no era tan tonto como sus compañeros pensaban. Desde pequeño se había dedicado a reparar la maquinaria agrícola de la finca de su familia, y luego había sido aprendiz en el taller del pueblo. Por ello no le había extrañado que fuese enviado a una unidad de mantenimiento de la Luftwaffe. En el taller del pueblo había aprendido cómo distinguir si un motor estaba mal ajustado por su ruido, y a juzgar el equilibrio de una biela haciéndola tañer como una campana. Había manejado varillas, correas dentadas, válvulas, pero nunca condones. Tanta goma higiénica solo podía ser un error.
Entonces vio al teniente que ordenaba cubrir los escapes de los motores Jumo de los Junkers Ju 88 con los preservativos, y entendió el motivo. Los motores Jumo eran muy sensibles al polvo, tanto que tenían que cubrir radiadores y admisión de aire y solo abrirlos cuando el avión iba a volar, pero ni así se conseguían evitar las continuas averías. El polvo entraba por todos los resquicios y acababa en los pistones, cuyas camisas se gastaban rápidamente. Habían tratado de cubrir las posibles entradas de aire con lonas, pero tuvieron que dejar de hacerlo cuando una vez olvidaron retirarlas y el motor de un Ju 88 se incendió. Pero los preservativos eran la solución ideal, porque protegían tan bien de la gonorrea como del polvo, y las delicadas gomas explotaban cuando el motor se ponía en marcha. Gracias a un suministro ilimitado de condones se mantenía la Luftwaffe de Egipto en el aire.
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Dora menos dos
15 de Mayo de 1941
Al soldado Freech no le gustaba que su pesado cañón disparase. Aunque el alcance de su sFH 18 le mantenía fuera del alcance de la mayoría de los cañones ingleses, cuando disparaba a veces desencadenaba duelos artilleros que mal podían acabar. Además cada proyectil de 15 centímetros pesaba 45 kilos, que parecían un quintal después de unos cuantos disparos.
El soldado veía la montaña de proyectiles que se acumulaba tras su cañón. Por lo menos había un millar, e iba a tener que cargarlos todos. Temblaba con solo pensarlo. Pero por ahora su cañón solo disparaba de vez en cuando. Incluso Freech sabía que la balística no era una ciencia exacta, y que los primeros disparos solían caer muy lejos de donde se pensaba. Los mapas raramente eran precisos, y el cañón o el objetivo podían estar más cerca o más lejos de lo que creían. Para eso estaban los tiros de corrección: el cañón empezaba a disparar sobre su objetivo, y los observadores avanzados decían si los disparos caían cortos o largos. Una vez conseguido el alcance exacto y corregida la desviación causada por el viento, se empezaba a disparar a toda velocidad hasta destruir el blanco asignado.
Pero lo malo de los tiros de corrección es que alertaban al enemigo. Los soldados se refugiaban en los agujeros más hondos que hubiese, que los cañones de campaña solo destruían con raros impactos directos. Disparar más no era la solución, porque una barrera de artillería prolongada avisaba al mando enemigo de lo que ocurría y, cuando la posición era destruida, los atacantes se encontraban con otra igual un poco más atrás.
Pero a algún alma condenada se le había ocurrido que se podía reglar el tiro sin alertar al enemigo. Bastaba con simular duelos artilleros, disparando contra objetivos alejados del real, y comprobar la desviación de los proyectiles. Luego se iba a las tablas, se calculaba el alcance del objetivo y así, cuando se iniciase la preparación artillera, sería alcanzado por un montón de proyectiles sin previo aviso.
Freech seguía cargando proyectiles para disparar contra el desierto del otro lado del Canal.
15 de Mayo de 1941
Al soldado Freech no le gustaba que su pesado cañón disparase. Aunque el alcance de su sFH 18 le mantenía fuera del alcance de la mayoría de los cañones ingleses, cuando disparaba a veces desencadenaba duelos artilleros que mal podían acabar. Además cada proyectil de 15 centímetros pesaba 45 kilos, que parecían un quintal después de unos cuantos disparos.
El soldado veía la montaña de proyectiles que se acumulaba tras su cañón. Por lo menos había un millar, e iba a tener que cargarlos todos. Temblaba con solo pensarlo. Pero por ahora su cañón solo disparaba de vez en cuando. Incluso Freech sabía que la balística no era una ciencia exacta, y que los primeros disparos solían caer muy lejos de donde se pensaba. Los mapas raramente eran precisos, y el cañón o el objetivo podían estar más cerca o más lejos de lo que creían. Para eso estaban los tiros de corrección: el cañón empezaba a disparar sobre su objetivo, y los observadores avanzados decían si los disparos caían cortos o largos. Una vez conseguido el alcance exacto y corregida la desviación causada por el viento, se empezaba a disparar a toda velocidad hasta destruir el blanco asignado.
Pero lo malo de los tiros de corrección es que alertaban al enemigo. Los soldados se refugiaban en los agujeros más hondos que hubiese, que los cañones de campaña solo destruían con raros impactos directos. Disparar más no era la solución, porque una barrera de artillería prolongada avisaba al mando enemigo de lo que ocurría y, cuando la posición era destruida, los atacantes se encontraban con otra igual un poco más atrás.
Pero a algún alma condenada se le había ocurrido que se podía reglar el tiro sin alertar al enemigo. Bastaba con simular duelos artilleros, disparando contra objetivos alejados del real, y comprobar la desviación de los proyectiles. Luego se iba a las tablas, se calculaba el alcance del objetivo y así, cuando se iniciase la preparación artillera, sería alcanzado por un montón de proyectiles sin previo aviso.
Freech seguía cargando proyectiles para disparar contra el desierto del otro lado del Canal.
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Dora menos uno
16 de Mayo de 1941
De pie en la escotilla de su tanque el sargento Barkmann intentaba divisar las banderolas que marcaban la ruta. Aunque la luna menguante iluminaba la pista resultaba muy fácil confundirse, pues el terreno estaba lleno de rodadas de tanques. Ocasionalmente una batería pesada disparaba a su derecha, y los proyectiles se perdían en la negra noche antes de estallar al otro lado del Canal.
El ruido de los motores se oía desde muy lejos en el desierto, por lo que el sargento Barkmann había tenido que salir todas las noches a dar una vuelta con el tanque. Así los escuchas ingleses no podrían adivinar las verdaderas intenciones alemanas.
El regimiento había recibido un lote de nuevos Panzer III J para sustituir a los perdidos en la batalla de la frontera, y Barkmann se sorprendió al recibir uno de los tanques nuevos, heredando otra dotación su gastado tanque. El nuevo J conservaba el cañón de 50 mm corto, insuficiente para perforar la coraza frontal de los Matilda ingleses, pero tenía coraza más espesa y un visor mejor. La dotación de Barkmann pintó a toda prisa veintitrés anillos negros en el tubo del cañón, para que todo el mundo supiese que ese tanque no era como cualquier otro.
La salida de esta noche iba a ser diferente. El Panzer había embarcado toda la munición posible, e incluso llevaban latas de gasolina en el interior. El sargento sabía el peligro que suponía, pero pensaba usar ese combustible para reponer lo gastado. Porque esta vez el tanque no iba a volver al acuartelamiento, sino que seguiría en dirección Este, acercándose al Canal.
16 de Mayo de 1941
De pie en la escotilla de su tanque el sargento Barkmann intentaba divisar las banderolas que marcaban la ruta. Aunque la luna menguante iluminaba la pista resultaba muy fácil confundirse, pues el terreno estaba lleno de rodadas de tanques. Ocasionalmente una batería pesada disparaba a su derecha, y los proyectiles se perdían en la negra noche antes de estallar al otro lado del Canal.
El ruido de los motores se oía desde muy lejos en el desierto, por lo que el sargento Barkmann había tenido que salir todas las noches a dar una vuelta con el tanque. Así los escuchas ingleses no podrían adivinar las verdaderas intenciones alemanas.
El regimiento había recibido un lote de nuevos Panzer III J para sustituir a los perdidos en la batalla de la frontera, y Barkmann se sorprendió al recibir uno de los tanques nuevos, heredando otra dotación su gastado tanque. El nuevo J conservaba el cañón de 50 mm corto, insuficiente para perforar la coraza frontal de los Matilda ingleses, pero tenía coraza más espesa y un visor mejor. La dotación de Barkmann pintó a toda prisa veintitrés anillos negros en el tubo del cañón, para que todo el mundo supiese que ese tanque no era como cualquier otro.
La salida de esta noche iba a ser diferente. El Panzer había embarcado toda la munición posible, e incluso llevaban latas de gasolina en el interior. El sargento sabía el peligro que suponía, pero pensaba usar ese combustible para reponer lo gastado. Porque esta vez el tanque no iba a volver al acuartelamiento, sino que seguiría en dirección Este, acercándose al Canal.
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Dora, Heinrich menos veinte
16 de Mayo de 1941
El teniente Sander reunió a los suboficiales y a los soldados de su pelotón, que casi no cabían en el huertucho en el que habían construido un modelo a escala de la posición británica que sería su objetivo. Gracias a las fotos aéreas y las exploraciones efectuadas por los nadadores italianos se habían hecho una idea bastante precisa de la disposición de las armas, los fosos y trincheras, las alambradas y los campos de minas. Sander no conocía el nombre de su objetivo, pero había recibido el nombre en código de “El Castillo” Aunque poco se parecía a un castillo medieval, porque la posición británica apenas sobrepasaba el nivel del suelo, para dificultar la observación y escapar del fuego directo de los cañones del Pacto.
El Castillo era una posición formidable. Un asaltante primero se encontraría con un campo de minas cruzado por alambradas y batido por dos ametralladoras emplazadas en búnkeres situados en los flancos. Si conseguía escapar de las minas, caería en un foso antitanque, con una alambrada en su fondo y con cargas explosivas dispuestas para que los asaltantes no pudiesen usar el foso como refugio. Tras el foso había una trinchera equipada con armas automáticas, y tras ella las posiciones de tres cañones de 25 libras, el omnipresente cañón de campaña inglés, de cadencia de tiro tan rápida que los soldados italianos pensaban que era automático, y que era usado también como cañón antitanque. Esos cañones podían batir los cruces del Canal, por lo que era crítico inutilizarlos. El asaltante, además, no vería ninguna tronera a la que disparar, porque todas estaban resguardadas por muros de cemento que las protegían del fuego directo. Si trataban de rodear la posición se encontrarían también con minas, alambradas y pozos de tirador que protegían la retaguardia.
Tomar al asalto el Castillo parecía imposible, pero lo imposible era la especialidad de los Pioniere, los ingenieros de asalto alemanes. El Panzergruppen Afrika había recibido como refuerzo tres regimientos de ingenieros de asalto que liderarían el ataque. Dos de ellos abrirían los pasos del Canal, mientras un tercero permanecería en reserva. Cada regimiento disponía de ocho compañías, y cada una de ellas tres pelotones. Teniendo en cuenta que cada unidad mantenía en la reserva parte de sus unidades, solo veinte pelotones encabezarían el asalto. De su actuación dependería en buena parte el éxito de la ofensiva.
El ejército alemán iba a compensar el reducido número de ingenieros con una potencia de fuego abrumadora. El Castillo iba a recibir un bombardeo que recordaría a los de Verdún en la Gran Guerra. Pero no se esperaba que el diluvio de proyectiles acabase con la posición. En la Primera Guerra Mundial incluso tras el más feroz bombardeo los infantes habían salido tambaleándose de sus agujeros y habían causado enormes bajas a los atacantes. Impedirlo sería la labor de los Pioniere de Sander.
16 de Mayo de 1941
El teniente Sander reunió a los suboficiales y a los soldados de su pelotón, que casi no cabían en el huertucho en el que habían construido un modelo a escala de la posición británica que sería su objetivo. Gracias a las fotos aéreas y las exploraciones efectuadas por los nadadores italianos se habían hecho una idea bastante precisa de la disposición de las armas, los fosos y trincheras, las alambradas y los campos de minas. Sander no conocía el nombre de su objetivo, pero había recibido el nombre en código de “El Castillo” Aunque poco se parecía a un castillo medieval, porque la posición británica apenas sobrepasaba el nivel del suelo, para dificultar la observación y escapar del fuego directo de los cañones del Pacto.
El Castillo era una posición formidable. Un asaltante primero se encontraría con un campo de minas cruzado por alambradas y batido por dos ametralladoras emplazadas en búnkeres situados en los flancos. Si conseguía escapar de las minas, caería en un foso antitanque, con una alambrada en su fondo y con cargas explosivas dispuestas para que los asaltantes no pudiesen usar el foso como refugio. Tras el foso había una trinchera equipada con armas automáticas, y tras ella las posiciones de tres cañones de 25 libras, el omnipresente cañón de campaña inglés, de cadencia de tiro tan rápida que los soldados italianos pensaban que era automático, y que era usado también como cañón antitanque. Esos cañones podían batir los cruces del Canal, por lo que era crítico inutilizarlos. El asaltante, además, no vería ninguna tronera a la que disparar, porque todas estaban resguardadas por muros de cemento que las protegían del fuego directo. Si trataban de rodear la posición se encontrarían también con minas, alambradas y pozos de tirador que protegían la retaguardia.
Tomar al asalto el Castillo parecía imposible, pero lo imposible era la especialidad de los Pioniere, los ingenieros de asalto alemanes. El Panzergruppen Afrika había recibido como refuerzo tres regimientos de ingenieros de asalto que liderarían el ataque. Dos de ellos abrirían los pasos del Canal, mientras un tercero permanecería en reserva. Cada regimiento disponía de ocho compañías, y cada una de ellas tres pelotones. Teniendo en cuenta que cada unidad mantenía en la reserva parte de sus unidades, solo veinte pelotones encabezarían el asalto. De su actuación dependería en buena parte el éxito de la ofensiva.
El ejército alemán iba a compensar el reducido número de ingenieros con una potencia de fuego abrumadora. El Castillo iba a recibir un bombardeo que recordaría a los de Verdún en la Gran Guerra. Pero no se esperaba que el diluvio de proyectiles acabase con la posición. En la Primera Guerra Mundial incluso tras el más feroz bombardeo los infantes habían salido tambaleándose de sus agujeros y habían causado enormes bajas a los atacantes. Impedirlo sería la labor de los Pioniere de Sander.
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Dora, Heinrich menos quince
16 de Mayo de 1941
El cabo Maximilian Drechsler siguió apilando rollos de vendas. El Feldlazarett 5/542 se había establecido en el Victoria College, antiguo colegio británico de Alejandría. Los laboratorios habían sido convertidos en quirófanos y las aulas en salas de hospitalización. Los médicos habían dado el alta a todos los enfermos que podían reintegrarse a sus unidades, y las salas donde antes los hijos de los militares británicos aprendían las primeras letras estaban llenas de camas vacías. En la puerta se había despejado el espacio para las ambulancias, y en las antiguas salas de profesores médicos y enfermeros despachaban nerviosos cigarrillos, esperando el torrente de heridos que llegaría en las próximas horas.
16 de Mayo de 1941
El cabo Maximilian Drechsler siguió apilando rollos de vendas. El Feldlazarett 5/542 se había establecido en el Victoria College, antiguo colegio británico de Alejandría. Los laboratorios habían sido convertidos en quirófanos y las aulas en salas de hospitalización. Los médicos habían dado el alta a todos los enfermos que podían reintegrarse a sus unidades, y las salas donde antes los hijos de los militares británicos aprendían las primeras letras estaban llenas de camas vacías. En la puerta se había despejado el espacio para las ambulancias, y en las antiguas salas de profesores médicos y enfermeros despachaban nerviosos cigarrillos, esperando el torrente de heridos que llegaría en las próximas horas.
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