El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
- urquhart
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Hola a todos
¿Ha llegado el Águila?
¿Ha llegado el Águila?
Tempus Fugit
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Más bien el bulldog.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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Hola amigos:
Siguiendo con la pelicula en cuestión a quien mataron fue al doble (en la novela era un doble, pero no lo mataron)
Por lo demás magnífica ucronía y, aunque un poco tarde quisiera hacerte una pregunta amigo Domper. Puesto que el Ramillies estaría en puerto (en teoría seguro), su tripulación no esperaría ningún ataque ais que probablemente tendría compuertas y escotillas abiertas... lo que favorecería su hundimiento si quedaban al nivel del agua o por debajo de éste ¿me equivoco?
Un saludo y sigue así ><>
Siguiendo con la pelicula en cuestión a quien mataron fue al doble (en la novela era un doble, pero no lo mataron)
Por lo demás magnífica ucronía y, aunque un poco tarde quisiera hacerte una pregunta amigo Domper. Puesto que el Ramillies estaría en puerto (en teoría seguro), su tripulación no esperaría ningún ataque ais que probablemente tendría compuertas y escotillas abiertas... lo que favorecería su hundimiento si quedaban al nivel del agua o por debajo de éste ¿me equivoco?
Un saludo y sigue así ><>
Dios con nosotros ¿Quién contra nosotros? (Romanos 8:31)
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Gracias por los inmerecidos elogios.
la idea era esa: que el acorazado se golpeaba contra el muelle, y entre la falta de preparación, el trastorno causado por la explosión y la pérdida de oficiales (muchos tenían sus alojamientos cerca del puente, en una zona expuesta y sin blindar) el barco se hundiría quedando apoyado en el fondo de la rada. Pudiendo ser recuperado con relativa facilidad, otra cuestión la reparación. El modelo podría ser el accidente del Valiant en el dique seco en 1944, pero agravado.
Saludos
la idea era esa: que el acorazado se golpeaba contra el muelle, y entre la falta de preparación, el trastorno causado por la explosión y la pérdida de oficiales (muchos tenían sus alojamientos cerca del puente, en una zona expuesta y sin blindar) el barco se hundiría quedando apoyado en el fondo de la rada. Pudiendo ser recuperado con relativa facilidad, otra cuestión la reparación. El modelo podría ser el accidente del Valiant en el dique seco en 1944, pero agravado.
Saludos
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Facciones
12 de Julio de 1941
Las duras medidas anunciadas y ejecutadas por Kesselring habían aquietado en parte la violencia en Palestina, pero en Jerusalén poco había cambiado. Era sencillo esconderse tras una celosía y disparar con un fusil, y aun más fácil poner una bomba. Aunque Von Wiktorin aplicó con mano dura las nuevas normas, y los tribunales militares dictaron decenas de condenas a muerte, el efecto fue escaso: Dietrich pensaba que las comunidades estaban usando esas medidas como una nueva arma: ya habían encontrado a algún tirador judío en los barrios árabes, y un hebreo al que habían atrapado cargado con una bomba tras el interrogatorio reveló que era árabe, siendo su misión atraer las represalias alemanas contra los judíos.
Habría que tomar otras medidas. Dietrich tuvo que hacer de tripas corazón y decidió reunirse con los líderes de las dos comunidades. No iba a ser fácil sacar de su escondite a Yitzhak Rabin, oficial del Palmach (tropas de choque del Haganá) y jefe militar de Jerusalén. Pero por lo menos podría enviarle un mensaje.
Para ello, Dietrich se presentó en la Agencia Judía, que estaba desierta: los judíos no confiaban en Goering, y las autoridades civiles se habían escondido. Trató de interrogar a los rabinos más prestigiosos, pero ninguno sabía nada. Ni siquiera el rabino Weingarten, el más respetado de la ciudad y conocido por su postura antisionista, pudo ayudarle. Pero a Sepp se le ocurrió otro sistema. Hizo que le entregasen a un muchacho judío de quince años al que habían atrapado llevando varias bombas de mano. Seguramente no era sino un correo, pero había sido condenado a muerte. Sepp le ofreció la vida y la libertad, pero con una condición: debía entregar una carta a su jefe. Ordenó también que se aplazasen las ejecuciones pendientes. Pero le dijo al chico que si el señor Rabin no le contestaba antes de veinticuatro horas, se ejecutarían las penas de muerte pendientes.
El crío aceptó encantado y salió corriendo. Dietrich había dado órdenes de no seguirlo, por eso le divirtió ver como corrió a esconderse en una casa para salir a hurtadillas por el patio trasero. El policía se sentó a esperar: en la carta se indicaba un número de teléfono. Antes de seis horas recibió una llamada: alguien, que hablaba un alemán correcto, le dijo que Rabin acedía a reunirse con Dietrich, pero no se expondría: el policía tenía que ir a la recepción del Hotel Edén, donde encontraría un guía.
Dietrich se acercó al hotel, uno de los mejores de la ciudad, y se presentó. Un botones le saludó y le dijo que una persona le esperaba en el interior. Allí un hombre le llevó a la puerta trasera, donde esperaba un coche. Dietrich se subió al asiento trasero y dejó que le vendasen los ojos. Tras un recorrido por las calles le hicieron bajar y le llevaron al interior de una casa, donde estaba Rabin.
La entrevista fue mucho más sencilla de lo que Dietrich esperaba. Sepp hizo una oferta: si el Haganá aceptaba una tregua los alemanes no detendrían a los judíos armados, y las fuerzas de ocupación protegerían los establecimientos hebreos de los árabes. Pero si no aceptaba la oferta, la población hebrea de Jerusalén sería deportada. Rabin se apresuró a decir que la comunidad judía de Jerusalén aceptaba la oferta del Statthalter, y que si había tomado las armas era solo para defenderse de los ataques árabes. El Haganá y el Palmach colaborarían con los ocupantes. Sin embargo le previno que no tenía control sobre los terroristas de los grupos judíos Irgún y Leji, aunque el Haganá ayudaría a las autoridades de ocupación a encontrar a los que cometiesen actos violentos.
Tras llegar a un acuerdo se estrecharon las manos, aunque los dos sabían que no era sino un arreglo temporal: ni Dietrich tenía autoridad para conceder nada, ni Rabin confiaba en los alemanes. Las espadas seguían en alto.
12 de Julio de 1941
Las duras medidas anunciadas y ejecutadas por Kesselring habían aquietado en parte la violencia en Palestina, pero en Jerusalén poco había cambiado. Era sencillo esconderse tras una celosía y disparar con un fusil, y aun más fácil poner una bomba. Aunque Von Wiktorin aplicó con mano dura las nuevas normas, y los tribunales militares dictaron decenas de condenas a muerte, el efecto fue escaso: Dietrich pensaba que las comunidades estaban usando esas medidas como una nueva arma: ya habían encontrado a algún tirador judío en los barrios árabes, y un hebreo al que habían atrapado cargado con una bomba tras el interrogatorio reveló que era árabe, siendo su misión atraer las represalias alemanas contra los judíos.
Habría que tomar otras medidas. Dietrich tuvo que hacer de tripas corazón y decidió reunirse con los líderes de las dos comunidades. No iba a ser fácil sacar de su escondite a Yitzhak Rabin, oficial del Palmach (tropas de choque del Haganá) y jefe militar de Jerusalén. Pero por lo menos podría enviarle un mensaje.
Para ello, Dietrich se presentó en la Agencia Judía, que estaba desierta: los judíos no confiaban en Goering, y las autoridades civiles se habían escondido. Trató de interrogar a los rabinos más prestigiosos, pero ninguno sabía nada. Ni siquiera el rabino Weingarten, el más respetado de la ciudad y conocido por su postura antisionista, pudo ayudarle. Pero a Sepp se le ocurrió otro sistema. Hizo que le entregasen a un muchacho judío de quince años al que habían atrapado llevando varias bombas de mano. Seguramente no era sino un correo, pero había sido condenado a muerte. Sepp le ofreció la vida y la libertad, pero con una condición: debía entregar una carta a su jefe. Ordenó también que se aplazasen las ejecuciones pendientes. Pero le dijo al chico que si el señor Rabin no le contestaba antes de veinticuatro horas, se ejecutarían las penas de muerte pendientes.
El crío aceptó encantado y salió corriendo. Dietrich había dado órdenes de no seguirlo, por eso le divirtió ver como corrió a esconderse en una casa para salir a hurtadillas por el patio trasero. El policía se sentó a esperar: en la carta se indicaba un número de teléfono. Antes de seis horas recibió una llamada: alguien, que hablaba un alemán correcto, le dijo que Rabin acedía a reunirse con Dietrich, pero no se expondría: el policía tenía que ir a la recepción del Hotel Edén, donde encontraría un guía.
Dietrich se acercó al hotel, uno de los mejores de la ciudad, y se presentó. Un botones le saludó y le dijo que una persona le esperaba en el interior. Allí un hombre le llevó a la puerta trasera, donde esperaba un coche. Dietrich se subió al asiento trasero y dejó que le vendasen los ojos. Tras un recorrido por las calles le hicieron bajar y le llevaron al interior de una casa, donde estaba Rabin.
La entrevista fue mucho más sencilla de lo que Dietrich esperaba. Sepp hizo una oferta: si el Haganá aceptaba una tregua los alemanes no detendrían a los judíos armados, y las fuerzas de ocupación protegerían los establecimientos hebreos de los árabes. Pero si no aceptaba la oferta, la población hebrea de Jerusalén sería deportada. Rabin se apresuró a decir que la comunidad judía de Jerusalén aceptaba la oferta del Statthalter, y que si había tomado las armas era solo para defenderse de los ataques árabes. El Haganá y el Palmach colaborarían con los ocupantes. Sin embargo le previno que no tenía control sobre los terroristas de los grupos judíos Irgún y Leji, aunque el Haganá ayudaría a las autoridades de ocupación a encontrar a los que cometiesen actos violentos.
Tras llegar a un acuerdo se estrecharon las manos, aunque los dos sabían que no era sino un arreglo temporal: ni Dietrich tenía autoridad para conceder nada, ni Rabin confiaba en los alemanes. Las espadas seguían en alto.
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Planes de guerra
13 de Julio de 1941
—Camarada general ¿Han decidido cómo se va a llamar la operación? No quiero que la ofensiva destinada a liberar Europa del yugo fascista tenga nombre de pez ¿Se imagina a los libros de Historia hablando de la Operación Merluza?
El general Meretskov tragó saliva. Había pensado llamar a la ofensiva Operación Treski, es decir, bacalao. El general sabía que era mejor que el nombre en código no diese pistas al enemigo y, cuanto más banal, menos probable sería que los alemanes llegasen a sospechar nada. Pero como decía Kruschev, “cuando Stalin ordena bailar, el hombre inteligente baila”. Meretskov empezó a pensar a toda prisa en un nombre alternativo. Tampoco se le escapaba que Stalin le había demostrado que estaba al tanto de todo lo que se cocía, y de la amenaza implícita que suponían sus palabras.
—Tiene razón, camarada secretario general —respondió Meretskov—. Había pensado en algo como Aurora, o Krasny Rassvet, es decir, amanecer rojo —en ruso krasny significa a la vez rojo y bello.
—Krasny Rassvet… me gusta. Se llamará Operación Krasny Rassvet ¿Me puede indicar los planes generales?
—Desde luego, camarada. En el Estado Mayor hemos estado revisando la invasión de Europa. En primer lugar hay que considerar que el estado fascista alemán es aparentemente muy fuerte, pero tiene varias debilidades. Una de ella es, desde luego, el odio que las clases trabajadoras profesan a los fascistas capitalistas opresores. Por ello nuestro ejército de trabajadores y campesinos encontrará el apoyo de la población de los pueblos que vaya liberando. También contamos con el valor y sacrificio de nuestros soldados, mientras que los fascistas tienen que confiar en sus máquinas de guerra.
—Desde luego, camarada general.
—Como nuestro ejército no tiene esa debilidad nuestra ofensiva no necesitará basarse en el avance de unos pocos tanques, sino que avanzará como una apisonadora empujada por nuestros valientes campesinos y obreros. Eso no quiere decir que hayamos planteado una ofensiva a pie, sino que nuestro ejército se moverá en camiones, de los que descenderá para aplastar las defensas fascistas. Nuestros soldados las vencerán combinando su valor y su pericia, y con la ayuda de nuestros artilleros y de los tanques que, como bien sabemos, deben emplearse para reforzar el valor de los soldados y no para sustituirlos. Calculamos que el avance se producirá a una velocidad de veinte a treinta kilómetros diarios, impidiendo la recuperación de los nazis, y permitiendo alcanzar los principales objetivos en un plazo de una semana a un mes, dependiendo de la distancia.
—¿No le preocupa que los fascistas puedan detener el avance de su ejército?
—Está previsto, camarada secretario general. Es más, estamos casi seguros de que lo conseguirán, porque la movilidad de los ejércitos modernos permite responder rápidamente ante los ataques. Pero cuando una de nuestras ofensivas se agote, atacaremos en otro punto, como un boxeador que debilita a su adversario golpeándolo una y otra vez. Cada ofensiva penetrará más profundamente en el territorio enemigo y, cuando consigan contenerla, nuestro ejército usará todas esas carreteras y ferrocarriles que los alemanes se han afanado en construir. Mediante ellas trasladaremos a nuestros ejércitos a otro punto donde volveremos a sorprender y derrotar a los fascistas. Esos ataques repetidos que se apoyarán unos a otros y penetrarán profundamente en el territorio de los fascistas, hasta llegar a nuestros objetivos.
—¿Cuáles serán?
—Habrá tres objetivos principales, camarada Secretario General. En el Norte serán las capitales: Varsovia y, posteriormente, Berlín. En el centro, la región minera e industrial de Silesia. Al Sur, nos dirigiremos hacia el campo petrolífero de Ploiesti, que podrá ser liberado antes de una semana al hallarse a escasa distancia de nuestra frontera. Tras Ploiesti se liberarán las capitales de los estados marioneta de los Balcanes y, finalmente, Viena.
—Está bien ¿El ejército enemigo no será el objetivo?
—No, camarada Secretario General, ya que los soldados de los fascistas son trabajadores que abandonarán a sus amos en cuanto fallen las máquinas con que los dominan. Para eso bastará con descabezar el aparato de opresión fascista, tomando sus capitales, y dejándoles sin petróleo que mueva sus motores. Con todo, los avances del norte y el centro se apoyarán mutuamente, y al unirse con el procedente del sur atraparán en Alemania Central a todo el ejército enemigo. Los pocos nazis que consigan escapar ya no tendrán un pueblo que esclavizar, y los obreros alemanes podrán recibirnos con flores.
—Bien, bien. Siga.
—Posteriormente y siguiendo las instrucciones del Politburó se podrá seguir hasta Europa Occidental: los Países Bajos, París, incluso España. Calculamos que pueden requerir de tres a cinco meses de operaciones. Considero que necesitaremos los primeros dos o tres meses para herir mortalmente a la bestia fascista, y el resto para que el pueblo soviético recoja los frutos de su victoria. Una vez Europa pertenezca al proletariado, el resto del mundo nos seguirá.
—Camarada general —preguntó Stalin mientras el resto del Politburó permanecía en silencio— ¿No le preocupa que los alemanes se le adelanten?
—No podrán, camarada. El tiempo será nuestro aliado. A causa de las lluvias los caminos de nuestra Patria serán impracticables hasta el final de la Primavera, hasta mayo o junio, mientras que las carreteras alemanas permitirán que lancemos nuestra ofensiva liberadora en cuando se fundan las nieves y el tiempo permita las operaciones aéreas. Nosotros podremos atacar en marzo o a lo sumo en abril, mientras que los fascistas tendrán que esperar a mayo. Sin embargo, ahora corremos cierto peligro: aunque no hemos detectado movimientos fascistas, si los nazis atacasen ahora, durante este verano, encontrarían a nuestro ejército recuperándose tras haber expulsado a los elementos contrarrevolucionarios, y podrían causarnos algunos daños antes de ser derrotados.
—Es un grave riesgo, camarada general. La Rodina, la patria, no debe ser hollada por la bota invasora ¿Qué es lo que propone para evitarlo?
—Lo que haría cualquier ejército fascista sería replegarse y ponerse a la defensiva, pero ese movimiento interferiría con nuestros preparativos. Nuestro ejército no debe defenderse sino atacar y vencer.
—¿Quiere vencer a los alemanes este mismo verano?
—Lo había considerado, pero aunque los soldados del ejército del pueblo son capaces de conseguirlo, al no estar adecuadamente preparada nuestra ofensiva podría encontrarse con demoras. No, lo que propongo es destruir la cabeza de la serpiente. Si aplastamos a los dirigentes fascistas sus esbirros lucharán por el poder, sin advertir que nosotros preparemos la operación Krasny Rassvet.
—¿Y cómo propone hacerlo?
—El nazi Goering nos va a dar una ocasión dorada con la conferencia que va a convocar en Jerusalén. Será el momento de decapitar a todos los gobiernos fascistas de un papirotazo.
Stalin pensó un momento y se dirigió a Beria— Camarada comisario ¿su departamento podría llevar a cabo esa misión?
—Es posible —respondió Beria— aunque el tiempo que tenemos es muy justo. Afortunadamente entre los colonos judíos en Palestina hay miles de origen ruso, y tenemos entre ellos muchos agentes.
—Estudie la operación, camarada, y ejecútela.
13 de Julio de 1941
—Camarada general ¿Han decidido cómo se va a llamar la operación? No quiero que la ofensiva destinada a liberar Europa del yugo fascista tenga nombre de pez ¿Se imagina a los libros de Historia hablando de la Operación Merluza?
El general Meretskov tragó saliva. Había pensado llamar a la ofensiva Operación Treski, es decir, bacalao. El general sabía que era mejor que el nombre en código no diese pistas al enemigo y, cuanto más banal, menos probable sería que los alemanes llegasen a sospechar nada. Pero como decía Kruschev, “cuando Stalin ordena bailar, el hombre inteligente baila”. Meretskov empezó a pensar a toda prisa en un nombre alternativo. Tampoco se le escapaba que Stalin le había demostrado que estaba al tanto de todo lo que se cocía, y de la amenaza implícita que suponían sus palabras.
—Tiene razón, camarada secretario general —respondió Meretskov—. Había pensado en algo como Aurora, o Krasny Rassvet, es decir, amanecer rojo —en ruso krasny significa a la vez rojo y bello.
—Krasny Rassvet… me gusta. Se llamará Operación Krasny Rassvet ¿Me puede indicar los planes generales?
—Desde luego, camarada. En el Estado Mayor hemos estado revisando la invasión de Europa. En primer lugar hay que considerar que el estado fascista alemán es aparentemente muy fuerte, pero tiene varias debilidades. Una de ella es, desde luego, el odio que las clases trabajadoras profesan a los fascistas capitalistas opresores. Por ello nuestro ejército de trabajadores y campesinos encontrará el apoyo de la población de los pueblos que vaya liberando. También contamos con el valor y sacrificio de nuestros soldados, mientras que los fascistas tienen que confiar en sus máquinas de guerra.
—Desde luego, camarada general.
—Como nuestro ejército no tiene esa debilidad nuestra ofensiva no necesitará basarse en el avance de unos pocos tanques, sino que avanzará como una apisonadora empujada por nuestros valientes campesinos y obreros. Eso no quiere decir que hayamos planteado una ofensiva a pie, sino que nuestro ejército se moverá en camiones, de los que descenderá para aplastar las defensas fascistas. Nuestros soldados las vencerán combinando su valor y su pericia, y con la ayuda de nuestros artilleros y de los tanques que, como bien sabemos, deben emplearse para reforzar el valor de los soldados y no para sustituirlos. Calculamos que el avance se producirá a una velocidad de veinte a treinta kilómetros diarios, impidiendo la recuperación de los nazis, y permitiendo alcanzar los principales objetivos en un plazo de una semana a un mes, dependiendo de la distancia.
—¿No le preocupa que los fascistas puedan detener el avance de su ejército?
—Está previsto, camarada secretario general. Es más, estamos casi seguros de que lo conseguirán, porque la movilidad de los ejércitos modernos permite responder rápidamente ante los ataques. Pero cuando una de nuestras ofensivas se agote, atacaremos en otro punto, como un boxeador que debilita a su adversario golpeándolo una y otra vez. Cada ofensiva penetrará más profundamente en el territorio enemigo y, cuando consigan contenerla, nuestro ejército usará todas esas carreteras y ferrocarriles que los alemanes se han afanado en construir. Mediante ellas trasladaremos a nuestros ejércitos a otro punto donde volveremos a sorprender y derrotar a los fascistas. Esos ataques repetidos que se apoyarán unos a otros y penetrarán profundamente en el territorio de los fascistas, hasta llegar a nuestros objetivos.
—¿Cuáles serán?
—Habrá tres objetivos principales, camarada Secretario General. En el Norte serán las capitales: Varsovia y, posteriormente, Berlín. En el centro, la región minera e industrial de Silesia. Al Sur, nos dirigiremos hacia el campo petrolífero de Ploiesti, que podrá ser liberado antes de una semana al hallarse a escasa distancia de nuestra frontera. Tras Ploiesti se liberarán las capitales de los estados marioneta de los Balcanes y, finalmente, Viena.
—Está bien ¿El ejército enemigo no será el objetivo?
—No, camarada Secretario General, ya que los soldados de los fascistas son trabajadores que abandonarán a sus amos en cuanto fallen las máquinas con que los dominan. Para eso bastará con descabezar el aparato de opresión fascista, tomando sus capitales, y dejándoles sin petróleo que mueva sus motores. Con todo, los avances del norte y el centro se apoyarán mutuamente, y al unirse con el procedente del sur atraparán en Alemania Central a todo el ejército enemigo. Los pocos nazis que consigan escapar ya no tendrán un pueblo que esclavizar, y los obreros alemanes podrán recibirnos con flores.
—Bien, bien. Siga.
—Posteriormente y siguiendo las instrucciones del Politburó se podrá seguir hasta Europa Occidental: los Países Bajos, París, incluso España. Calculamos que pueden requerir de tres a cinco meses de operaciones. Considero que necesitaremos los primeros dos o tres meses para herir mortalmente a la bestia fascista, y el resto para que el pueblo soviético recoja los frutos de su victoria. Una vez Europa pertenezca al proletariado, el resto del mundo nos seguirá.
—Camarada general —preguntó Stalin mientras el resto del Politburó permanecía en silencio— ¿No le preocupa que los alemanes se le adelanten?
—No podrán, camarada. El tiempo será nuestro aliado. A causa de las lluvias los caminos de nuestra Patria serán impracticables hasta el final de la Primavera, hasta mayo o junio, mientras que las carreteras alemanas permitirán que lancemos nuestra ofensiva liberadora en cuando se fundan las nieves y el tiempo permita las operaciones aéreas. Nosotros podremos atacar en marzo o a lo sumo en abril, mientras que los fascistas tendrán que esperar a mayo. Sin embargo, ahora corremos cierto peligro: aunque no hemos detectado movimientos fascistas, si los nazis atacasen ahora, durante este verano, encontrarían a nuestro ejército recuperándose tras haber expulsado a los elementos contrarrevolucionarios, y podrían causarnos algunos daños antes de ser derrotados.
—Es un grave riesgo, camarada general. La Rodina, la patria, no debe ser hollada por la bota invasora ¿Qué es lo que propone para evitarlo?
—Lo que haría cualquier ejército fascista sería replegarse y ponerse a la defensiva, pero ese movimiento interferiría con nuestros preparativos. Nuestro ejército no debe defenderse sino atacar y vencer.
—¿Quiere vencer a los alemanes este mismo verano?
—Lo había considerado, pero aunque los soldados del ejército del pueblo son capaces de conseguirlo, al no estar adecuadamente preparada nuestra ofensiva podría encontrarse con demoras. No, lo que propongo es destruir la cabeza de la serpiente. Si aplastamos a los dirigentes fascistas sus esbirros lucharán por el poder, sin advertir que nosotros preparemos la operación Krasny Rassvet.
—¿Y cómo propone hacerlo?
—El nazi Goering nos va a dar una ocasión dorada con la conferencia que va a convocar en Jerusalén. Será el momento de decapitar a todos los gobiernos fascistas de un papirotazo.
Stalin pensó un momento y se dirigió a Beria— Camarada comisario ¿su departamento podría llevar a cabo esa misión?
—Es posible —respondió Beria— aunque el tiempo que tenemos es muy justo. Afortunadamente entre los colonos judíos en Palestina hay miles de origen ruso, y tenemos entre ellos muchos agentes.
—Estudie la operación, camarada, y ejecútela.
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Media luna
13 de Junio de 1941
Mucho más fácil que localizar a Rabin fue encontrar a la máxima autoridad árabe de Jerusalén, el Muftí Haj Amin el Husseini: estaba arrestado en un calabozo de la Jefatura de la Policía Palestina. Sin embargo, fue más difícil llegar a un acuerdo.
Dietrich pidió al Doctor Wagner que actuase como traductor pero, tras revisar el expediente del doctor y de Husseini, pensó que sería conveniente que la traducción fuese exacta. No conocía oficiales alemanes de confianza que conociesen el árabe, por lo que tuvo que solicitar a Yitzhak Rabin que le enviase un judío alemán que entendiese esa lengua. Tras disfrazarlo con un uniforme de la Feldgendarmerie solicitó que llevasen al Muftí a su despacho.
La semana en el calabozo al parecer no había hecho mella en el hombre, un asceta vestido sencillamente pero de modales altaneros. Dietrich temía a esos hombres: sus ideas los cegaban y negociar con ellos podía ser imposible. De todas formas lo intentaría. Iba a seguir la misma táctica que con Rabin: arrogarse un poder que no era suyo, y prometer lo que fuese con tal que Jerusalén estuviese tranquila durante la visita del Statthalter.
El Muftí fue conducido a un saloncito, donde les esperaba un juego de té. A Sepp le habían dicho que la hospitalidad era muy valorada en la cultura árabe, por lo que se apresuró a abrir la puerta, y hacer pasar a sus “invitados”. Había ordenado que el Doctor Wagner acompañase a la patrulla que fuese a buscar al religioso y que no se le esposase. Detrás de él un “feldgendarme” vigilaba, armado con un subfusil. Dietrich dijo que había preferido disponer de un guardia porque quería proteger al Muftí de cualquier cosa que tramasen los hebreos, mientras se reía para su interior: el gendarme era un judío que le había recomendado Rabin, que hubiese ametrallado al árabe si lo hubiesen dejado. Por eso antes de la entrevista el policía le dijo al falso gendarme que el cargador de la metralleta estaba vacío... pero el de su pistola, no.
Dietrich sirvió té al árabe y a Wagner, y se disculpó por el trato que había recibido el religioso. Dijo que el coronel Von Tresckow se había excedido en sus funciones y que sería castigado. Tras las disculpas, siguió con una conversación intrascendente que, según le habían dicho, era señal de cortesía en el mundo árabe, en el que solo iban al grano los patanes.
Tras quince minutos de charla banal Dietrich señaló que Alemania era amiga de los pueblos árabes, pero que también podría necesitar una pequeña ayuda, que al Muftí no le costaría mucho esfuerzo prestar.
Wagner tradujo la respuesta del Muftí: deseaba ayudar a Alemania en lo que pudiese, pero también el pueblo árabe necesitaba una prueba de la amistad germana. Dietrich pidió al Muftí que le dijese lo que necesitaba, y Wagner tradujo:
—El Muftí necesita solo una pequeña prueba de amistad. Recientemente los judíos asesinaron a su más querido sobrino ¿Podría Alemania llevar a sus asesinos ante la justicia?
Dietrich había leído los informes sobre las actividades del Muftí, y sabía que su sobrino había caído en una emboscada cuando trataba de destruir una colonia hebrea. Los informes también contaban las actividades del clérigo, que había enviado a sus asesinos para eliminar a sus enemigos fuesen judíos o árabes.
—Doctor Wagner, claro que ayudaremos al Muftí a conseguir justicia, pero ¿Podría decirme quién fue el criminal?
Wagner tradujo la pregunta, y el árabe empezó a hablar en borbotones, mientras su expresión destilaba odio. Finalmente el alemán tradujo:
—El Muftí dice que no fue uno sino miles de judíos de toda Galilea los que mataron a su sobrino. Dice que Alemania tiene que destruirlos o, al menos, cederle las armas que necesita para conseguir vengarse —Wagner no advirtió que lo que había empezado como petición de justicia había pasado a ser deseo de venganza.
—Doctor, el ejército alemán desarmará a los hebreos armados y los juzgará para que reciban el castigo que merecen, pero no se puede acusar a miles de personas ¿Qué debo hacer, ir a Galilea y detener a todo el mundo?
Wagner tradujo y el Muftí respondió con una única palabra —¡Daian!
—¿Cómo? —preguntó Dietrich.
Fue Wagner el que respondió —Un judío que se llama Moisés Dayán o algo así y que es el comandante de las milicias sionistas de Galilea. Ese es el hombre que quiere.
Dietrich pensó que si lo que había leído era cierto, Alemania también lo querría… pero para enrolarlo en su ejército. Con todo, prometió al árabe que haría detener al judío, pero tomando una nota mental: le enviaría un mensaje a Rabin sugiriéndole que Dayán debía esconderse. Luego le dijo al Muftí cual era el favor que quería: necesitaba una tregua que tenía que durar un mes como mínimo.
Wagner tradujo, y el rostro del árabe enrojeció de ira. Estuvo gritando un rato y luego Wagner resumió:
—El Muftí dice que será imposible mientras los asquerosos sionistas sigan ocupando las tierras que pertenecen a los árabes. Nunca habrá tregua y solo habrá paz cuando los sucios judíos fuesen expulsados. Al Muftí no le importa si son deportados, si se les echa al mar, o a la tumba, pero mientras haya judíos los árabes lucharán por lo que es suyo.
Dietrich se temía algo así, que ese sacerdote fanático le pidiese lo imposible. Aunque aceptase las condiciones de los árabes, no sería posible limpiar Palestina de hebreos en las pocas semanas que quedaban hasta la visita del Statthalter. Había intentado atraerse a los árabes y no lo había conseguido. Pero además de la zanahoria, se podía usar el palo.
—Doctor Wagner, tradúzcale al Muftí lo que voy a decirle palabra por palabra: quiero tener una tregua y la voy a tener. Si estalla una sola bomba, si se dispara una sola bala, si alguien hace una mala mirada, sabré que ha sido por orden suya y entonces iré y personalmente lo mataré.
El doctor palideció y tradujo la orden de Dietrich, así como la corta respuesta del clérigo.
—Dice que no teme la muerte. Si le mata un infiel llegará antes al Paraíso.
—Doctor, dígale que debería tener miedo, porque no solo le mataré, sino que todo el clan Husseini perecerá. Mataré a los hombres, venderé a las mujeres y esclavizaré a sus hijos. Quemaré sus casas y sembraré de sal sus campos. Bastará que un árabe haga un disparo, solo uno, para que el ejército que ha destruido al Imperio Británico aplaste a los Husseini. Doctor Wagner, pregúntele que prefiere: tregua o muerte.
El Muftí aceptó la tregua. Fue acompañado hasta la calle y escoltado hasta su domicilio. Mientras andaba por las calles el árabe rumiaba su venganza.
13 de Junio de 1941
Mucho más fácil que localizar a Rabin fue encontrar a la máxima autoridad árabe de Jerusalén, el Muftí Haj Amin el Husseini: estaba arrestado en un calabozo de la Jefatura de la Policía Palestina. Sin embargo, fue más difícil llegar a un acuerdo.
Dietrich pidió al Doctor Wagner que actuase como traductor pero, tras revisar el expediente del doctor y de Husseini, pensó que sería conveniente que la traducción fuese exacta. No conocía oficiales alemanes de confianza que conociesen el árabe, por lo que tuvo que solicitar a Yitzhak Rabin que le enviase un judío alemán que entendiese esa lengua. Tras disfrazarlo con un uniforme de la Feldgendarmerie solicitó que llevasen al Muftí a su despacho.
La semana en el calabozo al parecer no había hecho mella en el hombre, un asceta vestido sencillamente pero de modales altaneros. Dietrich temía a esos hombres: sus ideas los cegaban y negociar con ellos podía ser imposible. De todas formas lo intentaría. Iba a seguir la misma táctica que con Rabin: arrogarse un poder que no era suyo, y prometer lo que fuese con tal que Jerusalén estuviese tranquila durante la visita del Statthalter.
El Muftí fue conducido a un saloncito, donde les esperaba un juego de té. A Sepp le habían dicho que la hospitalidad era muy valorada en la cultura árabe, por lo que se apresuró a abrir la puerta, y hacer pasar a sus “invitados”. Había ordenado que el Doctor Wagner acompañase a la patrulla que fuese a buscar al religioso y que no se le esposase. Detrás de él un “feldgendarme” vigilaba, armado con un subfusil. Dietrich dijo que había preferido disponer de un guardia porque quería proteger al Muftí de cualquier cosa que tramasen los hebreos, mientras se reía para su interior: el gendarme era un judío que le había recomendado Rabin, que hubiese ametrallado al árabe si lo hubiesen dejado. Por eso antes de la entrevista el policía le dijo al falso gendarme que el cargador de la metralleta estaba vacío... pero el de su pistola, no.
Dietrich sirvió té al árabe y a Wagner, y se disculpó por el trato que había recibido el religioso. Dijo que el coronel Von Tresckow se había excedido en sus funciones y que sería castigado. Tras las disculpas, siguió con una conversación intrascendente que, según le habían dicho, era señal de cortesía en el mundo árabe, en el que solo iban al grano los patanes.
Tras quince minutos de charla banal Dietrich señaló que Alemania era amiga de los pueblos árabes, pero que también podría necesitar una pequeña ayuda, que al Muftí no le costaría mucho esfuerzo prestar.
Wagner tradujo la respuesta del Muftí: deseaba ayudar a Alemania en lo que pudiese, pero también el pueblo árabe necesitaba una prueba de la amistad germana. Dietrich pidió al Muftí que le dijese lo que necesitaba, y Wagner tradujo:
—El Muftí necesita solo una pequeña prueba de amistad. Recientemente los judíos asesinaron a su más querido sobrino ¿Podría Alemania llevar a sus asesinos ante la justicia?
Dietrich había leído los informes sobre las actividades del Muftí, y sabía que su sobrino había caído en una emboscada cuando trataba de destruir una colonia hebrea. Los informes también contaban las actividades del clérigo, que había enviado a sus asesinos para eliminar a sus enemigos fuesen judíos o árabes.
—Doctor Wagner, claro que ayudaremos al Muftí a conseguir justicia, pero ¿Podría decirme quién fue el criminal?
Wagner tradujo la pregunta, y el árabe empezó a hablar en borbotones, mientras su expresión destilaba odio. Finalmente el alemán tradujo:
—El Muftí dice que no fue uno sino miles de judíos de toda Galilea los que mataron a su sobrino. Dice que Alemania tiene que destruirlos o, al menos, cederle las armas que necesita para conseguir vengarse —Wagner no advirtió que lo que había empezado como petición de justicia había pasado a ser deseo de venganza.
—Doctor, el ejército alemán desarmará a los hebreos armados y los juzgará para que reciban el castigo que merecen, pero no se puede acusar a miles de personas ¿Qué debo hacer, ir a Galilea y detener a todo el mundo?
Wagner tradujo y el Muftí respondió con una única palabra —¡Daian!
—¿Cómo? —preguntó Dietrich.
Fue Wagner el que respondió —Un judío que se llama Moisés Dayán o algo así y que es el comandante de las milicias sionistas de Galilea. Ese es el hombre que quiere.
Dietrich pensó que si lo que había leído era cierto, Alemania también lo querría… pero para enrolarlo en su ejército. Con todo, prometió al árabe que haría detener al judío, pero tomando una nota mental: le enviaría un mensaje a Rabin sugiriéndole que Dayán debía esconderse. Luego le dijo al Muftí cual era el favor que quería: necesitaba una tregua que tenía que durar un mes como mínimo.
Wagner tradujo, y el rostro del árabe enrojeció de ira. Estuvo gritando un rato y luego Wagner resumió:
—El Muftí dice que será imposible mientras los asquerosos sionistas sigan ocupando las tierras que pertenecen a los árabes. Nunca habrá tregua y solo habrá paz cuando los sucios judíos fuesen expulsados. Al Muftí no le importa si son deportados, si se les echa al mar, o a la tumba, pero mientras haya judíos los árabes lucharán por lo que es suyo.
Dietrich se temía algo así, que ese sacerdote fanático le pidiese lo imposible. Aunque aceptase las condiciones de los árabes, no sería posible limpiar Palestina de hebreos en las pocas semanas que quedaban hasta la visita del Statthalter. Había intentado atraerse a los árabes y no lo había conseguido. Pero además de la zanahoria, se podía usar el palo.
—Doctor Wagner, tradúzcale al Muftí lo que voy a decirle palabra por palabra: quiero tener una tregua y la voy a tener. Si estalla una sola bomba, si se dispara una sola bala, si alguien hace una mala mirada, sabré que ha sido por orden suya y entonces iré y personalmente lo mataré.
El doctor palideció y tradujo la orden de Dietrich, así como la corta respuesta del clérigo.
—Dice que no teme la muerte. Si le mata un infiel llegará antes al Paraíso.
—Doctor, dígale que debería tener miedo, porque no solo le mataré, sino que todo el clan Husseini perecerá. Mataré a los hombres, venderé a las mujeres y esclavizaré a sus hijos. Quemaré sus casas y sembraré de sal sus campos. Bastará que un árabe haga un disparo, solo uno, para que el ejército que ha destruido al Imperio Británico aplaste a los Husseini. Doctor Wagner, pregúntele que prefiere: tregua o muerte.
El Muftí aceptó la tregua. Fue acompañado hasta la calle y escoltado hasta su domicilio. Mientras andaba por las calles el árabe rumiaba su venganza.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
- JLVassallo
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Jerusalem es una bomba de tiempo por favor. Y no se pero Goering me parece que tiene los días contados (y ojala sea así) para ver a Alemania sin esos racistas asesinos y conquistando Inglaterra y luego Rusia. :-)
Saludos.
Saludos.
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- General de Ejército
- Mensajes: 14692
- Registrado: 13 Ago 2014, 16:15
El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Que manía con Barbarroja ¿Qué se les ha perdido a los alemanes en Rusia?
Saludos
Saludos
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- UlisesII
- Comandante
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- Ubicación: En Estoeselcolmo (o sea España... o lo que quede)
El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Hola amigos:
Me parece que hay tanta gente interesada en matar a Goering que acabarán matándose entre ellos. Sería un buen toque de humor.
Hasta otra. ><>
Me parece que hay tanta gente interesada en matar a Goering que acabarán matándose entre ellos. Sería un buen toque de humor.
Hasta otra. ><>
Dios con nosotros ¿Quién contra nosotros? (Romanos 8:31)
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- General de Ejército
- Mensajes: 14692
- Registrado: 13 Ago 2014, 16:15
El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Huy lo que has dicho...
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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- Teniente
- Mensajes: 987
- Registrado: 17 Nov 2014, 21:39
El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
El kriminaloberstsekretar Kaltenbrunner está muy interesado. Detalles, detalles...
- “El sueño de la razón produce monstruos”. Francisco de Goya.
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- Sargento Segundo
- Mensajes: 312
- Registrado: 14 Oct 2014, 13:05
El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Tiene pinta que entre tantos asesinos en el mismo sitio se va a liar gorda.
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- Sargento
- Mensajes: 273
- Registrado: 13 May 2003, 22:26
El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
He estado leyendo la historia, y hasta el momento es la mar de interesante.
Aunque como ahora resulte que al Statthalter le de un patatús por el calor y la palme el solito... podría ser el momento de introducir la reseña de otra película: "Pero, ¿quién mató a Hermann?
Nota: ya me parecía a mí que los británicos iban dados... con un DeLaPoer al mando...
Aunque como ahora resulte que al Statthalter le de un patatús por el calor y la palme el solito... podría ser el momento de introducir la reseña de otra película: "Pero, ¿quién mató a Hermann?
Nota: ya me parecía a mí que los británicos iban dados... con un DeLaPoer al mando...
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- Teniente Coronel
- Mensajes: 2021
- Registrado: 27 Ene 2009, 18:25
El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
cesar escribió: podría ser el momento de introducir la reseña de otra película: "Pero, ¿quién mató a Hermann?
O de la versión alemana de Crónica de una muerte anunciada.
Habría que enviar más equipos para liarla más
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