El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Ya se verá en mensajes siguientes, pero de cualquier forma no va a ser fácil: el Ejército Rojo era una fuerza poderosísima. Sin embargo, dada la torpeza táctica soviética resulta casi conveniente dejarlo a su albur, ya que un ataque poco medido podría llevarlo al desastre.
Una ventaja era que el campo de batalla estaba compartimentado en su mitad occidental por las marismas de Pripet/Pripiat, lo que protegía el flanco derecho del avance hacia Moscú. En Ucrania, además, las grandes barreras fluviales (Dniester, Dnieper y Don) daban excelentes oportunidades de defensa e incluso de cerco a una fuerza inferior.
De todas formas, sigo creyendo que la invasión de la URSS no tiene una solución militar sencilla.
Saludos
Una ventaja era que el campo de batalla estaba compartimentado en su mitad occidental por las marismas de Pripet/Pripiat, lo que protegía el flanco derecho del avance hacia Moscú. En Ucrania, además, las grandes barreras fluviales (Dniester, Dnieper y Don) daban excelentes oportunidades de defensa e incluso de cerco a una fuerza inferior.
De todas formas, sigo creyendo que la invasión de la URSS no tiene una solución militar sencilla.
Saludos
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Esturión
El mismo día
El CANT Z.501, apodado Mammaiuto (mamá, socorro) por sus tripulaciones, volaba como una gaviota pero amerizaba como un cerdo. Eso le dijeron al sargento Fiorentini en el curso de conversión al hidroavión y ahora, tras seis meses de vuelos de patrulla, tenía que darle la razón a su instructor. El ligero hidroavión volaba muy bien a pesar de los apenas 800 caballos del motor Isotta-Fraschini. No tenía vicios, y gracias a su baja carga alar perdonaba los errores del piloto. Pero cuando tocaba el agua cambiaba: su ligera construcción de madera conllevaba una seria debilidad estructural, especialmente de los montantes que sujetaban el ala y el motor. El piloto tenía que tocar el agua como si la acariciase, porque si la golpeaba los montantes podían ceder, y entonces el conjunto de ala y motor caería sobre el fuselaje. La situación del motor hacía que cuando se rompía el montante delantero las palas de la hélice cortasen la cabina y amputasen las piernas del piloto con menos delicadeza pero con igual efectividad que la sierra de un cirujano. Fiorentini había perdido a tres de sus compañeros: uno había quedado relegado a una silla de ruedas de por vida, los otros dos se habían desangrado en unos segundos.
Por eso las unidades equipadas con el hidroavión intentaban evitar volarlo salvo que el mar estuviese tan calmado como una piscina. Dado que el Z.501 era el avión más numeroso de los grupos de reconocimiento navales de la Regia Aeronautica, los barcos ingleses podían moverse por el Mediterráneo sin ser advertidos, sobre todo en invierno. Pero ese día el mar parecía un espejo y no cabían pretextos. Fiorentini tuvo que despegar con su hidro desde su base en Bengasi, rezando para que el mar siguiese calmado cuando volviese.
El hidro se dirigió hacia el Noroeste, buscando al convoy con destino a Haifa al que debía dar protección: los convoyes con rumbo al Oriente Medio recorrían el Mar Jónico dirigiéndose hacia Cirenaica, para luego barajar la costa norteafricana hasta llegar al delta del Nilo, aproando luego hacia Palestina: así se daba el mayor resguardo posible a Malta y Creta, pues aunque no se hubiese detectado actividad británica en las últimas semanas más valía ser precavido.
El cabo Bergamaschi, observador ametrallador, alertó a Fiorentini al poco de despegar:
—Mi sargento, una estela a las dos, rumbo Este.
Según las instrucciones recibidas antes del despegue esa región debiera estar vacía, pero tal vez fuese algún barco francés navegando hacia Turquía o Siria. Aunque no estuviese en la zona de patrulla, Fiorentini decidió acercarse a investigar.
Desde el HMS Sturgeon un serviola divisó al avión cuando picaba hacia ellos.
—¡Alarma, avión a popa, se dirige hacia nosotros!
El teniente comandante St. Clair-Ford no dudó ni un momento: su barco estaba en aguas hostiles y el Mediterráneo central ya no era patrullado por la RAF.
—¡Inmersión de emergencia! ¡Todo el mundo abajo! ¡Inunden los tanques! ¡Todo avante! ¡Timones todo abajo! ¡Desembraguen los diésel y conecten las baterías!
Mientras los serviolas y los artilleros corrían por la cubierta hacia la escotilla, los tanques del HMS Sturgeon se abrieron y el agua entró a borbotones, expulsando el aire con un surtidor de espuma parecido al de un cetáceo. Los timones impulsaron la proa del submarino hacia el fondo, desapareciendo en unos segundos bajo las olas. Los oficiales se introdujeron en el buque y cerraron la escotilla segundos antes que el agua cubriese la torre de mando. Entonces el comandante ordenó un giro brusco a estribor. Justo a tiempo: el hidro italiano lanzó dos cargas de profundidad que fallaron por unos metros pero que hicieron vibrar el casco del submarino. Pedazos de corcho aislante saltaron por los aires y todos los objetos que no estaban sólidamente amarrados salieron disparados. Pero el submarino no había sufrido daños.
El hidroavión italiano sobrevoló el lugar donde se había sumergido el submarino mientras radiaba un informe de contacto a su base de Bengasi. Tras volar en círculos durante una hora sin observar nada, Fiorentini supuso que el submarino inglés había escapado y, escaso de combustible y sin más armas antisubmarinas, volvió hacia su base.
El Sturgeon siguió hacia el Este. Cuatro horas después asomó el periscopio, encontrando el cielo vacío. El submarino emergió y siguió rumbo Este.
El mismo día
El CANT Z.501, apodado Mammaiuto (mamá, socorro) por sus tripulaciones, volaba como una gaviota pero amerizaba como un cerdo. Eso le dijeron al sargento Fiorentini en el curso de conversión al hidroavión y ahora, tras seis meses de vuelos de patrulla, tenía que darle la razón a su instructor. El ligero hidroavión volaba muy bien a pesar de los apenas 800 caballos del motor Isotta-Fraschini. No tenía vicios, y gracias a su baja carga alar perdonaba los errores del piloto. Pero cuando tocaba el agua cambiaba: su ligera construcción de madera conllevaba una seria debilidad estructural, especialmente de los montantes que sujetaban el ala y el motor. El piloto tenía que tocar el agua como si la acariciase, porque si la golpeaba los montantes podían ceder, y entonces el conjunto de ala y motor caería sobre el fuselaje. La situación del motor hacía que cuando se rompía el montante delantero las palas de la hélice cortasen la cabina y amputasen las piernas del piloto con menos delicadeza pero con igual efectividad que la sierra de un cirujano. Fiorentini había perdido a tres de sus compañeros: uno había quedado relegado a una silla de ruedas de por vida, los otros dos se habían desangrado en unos segundos.
Por eso las unidades equipadas con el hidroavión intentaban evitar volarlo salvo que el mar estuviese tan calmado como una piscina. Dado que el Z.501 era el avión más numeroso de los grupos de reconocimiento navales de la Regia Aeronautica, los barcos ingleses podían moverse por el Mediterráneo sin ser advertidos, sobre todo en invierno. Pero ese día el mar parecía un espejo y no cabían pretextos. Fiorentini tuvo que despegar con su hidro desde su base en Bengasi, rezando para que el mar siguiese calmado cuando volviese.
El hidro se dirigió hacia el Noroeste, buscando al convoy con destino a Haifa al que debía dar protección: los convoyes con rumbo al Oriente Medio recorrían el Mar Jónico dirigiéndose hacia Cirenaica, para luego barajar la costa norteafricana hasta llegar al delta del Nilo, aproando luego hacia Palestina: así se daba el mayor resguardo posible a Malta y Creta, pues aunque no se hubiese detectado actividad británica en las últimas semanas más valía ser precavido.
El cabo Bergamaschi, observador ametrallador, alertó a Fiorentini al poco de despegar:
—Mi sargento, una estela a las dos, rumbo Este.
Según las instrucciones recibidas antes del despegue esa región debiera estar vacía, pero tal vez fuese algún barco francés navegando hacia Turquía o Siria. Aunque no estuviese en la zona de patrulla, Fiorentini decidió acercarse a investigar.
Desde el HMS Sturgeon un serviola divisó al avión cuando picaba hacia ellos.
—¡Alarma, avión a popa, se dirige hacia nosotros!
El teniente comandante St. Clair-Ford no dudó ni un momento: su barco estaba en aguas hostiles y el Mediterráneo central ya no era patrullado por la RAF.
—¡Inmersión de emergencia! ¡Todo el mundo abajo! ¡Inunden los tanques! ¡Todo avante! ¡Timones todo abajo! ¡Desembraguen los diésel y conecten las baterías!
Mientras los serviolas y los artilleros corrían por la cubierta hacia la escotilla, los tanques del HMS Sturgeon se abrieron y el agua entró a borbotones, expulsando el aire con un surtidor de espuma parecido al de un cetáceo. Los timones impulsaron la proa del submarino hacia el fondo, desapareciendo en unos segundos bajo las olas. Los oficiales se introdujeron en el buque y cerraron la escotilla segundos antes que el agua cubriese la torre de mando. Entonces el comandante ordenó un giro brusco a estribor. Justo a tiempo: el hidro italiano lanzó dos cargas de profundidad que fallaron por unos metros pero que hicieron vibrar el casco del submarino. Pedazos de corcho aislante saltaron por los aires y todos los objetos que no estaban sólidamente amarrados salieron disparados. Pero el submarino no había sufrido daños.
El hidroavión italiano sobrevoló el lugar donde se había sumergido el submarino mientras radiaba un informe de contacto a su base de Bengasi. Tras volar en círculos durante una hora sin observar nada, Fiorentini supuso que el submarino inglés había escapado y, escaso de combustible y sin más armas antisubmarinas, volvió hacia su base.
El Sturgeon siguió hacia el Este. Cuatro horas después asomó el periscopio, encontrando el cielo vacío. El submarino emergió y siguió rumbo Este.
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Invierno
El mismo día
Von Manstein repasó otra sección del informe mientras hacía pequeñas correcciones.
“Dado lo avanzado de la temporada actual se considera indispensable posponer la operación Rotbart hasta la próxima primavera. Es imposible lanzar el ataque con menos de un mes de preparación, y además luego solo quedarían un mes o dos hasta el comienzo de la temporada de lluvias, que convertirá las carreteras sin pavimentar en cenagales en los que quedarán atrapados nuestros vehículos. Un mes después tenemos que esperar el invierno. La derrota de Napoleón nos debe enseñar a no menospreciar el invierno ruso, durante el cual la luz del día solo dura ocho horas. Los registros históricos indican que debemos esperar temperaturas de treinta grados negativos o inferiores. En esas condiciones las operaciones militares se paralizarían, permitiendo al enemigo recuperarse y poner en liza sus recursos, superiores a los del Reich e incluso a los de la Unión Paneuropea.”
Tampoco va a gustarle mucho al Statthalter esta parte, pensó el mariscal. Ese imbécil de Seyss-Inquart le estaba llenando la cabeza de tonterías sobre superioridad racial y destino alemán, y el mariscal temía que acabase convenciendo a Goering para atacar durante el verano. Von Manstein había luchado en Polonia y en Rusia durante la Primera Guerra Mundial, y recordaba haber visto como el barro se tragaba un camión. También pensaba en las frígidas noches en las trincheras. Si se atacaba durante el verano las lluvias y las nieves caerían a mitad de camino a Moscú, y lo que tenía que ser una ofensiva decisiva quedaría como un golpe fallido, mientras los rusos se reponían amparados por el lodo y la nieve.
“La operación Rotbart no podrá iniciarse hasta el fin de las lluvias de primavera, es decir, Mayo o incluso Junio. Eso proporcionará al ejército un periodo de cuatro a seis meses de tiempo seco en el que podrá conseguirse una victoria decisiva sobre la URSS.
Aunque esté fuera de mis atribuciones, considero que ese tiempo puede emplearse para intensificar la guerra contra Inglaterra, hasta conseguir una paz favorable a nuestros intereses y que permita lanzar todas nuestras fuerzas contar Rusia.”
Von Manstein sabía que con esa sugerencia se excedía, pero Goering le había dado carta blanca ¿no era así? El mariscal pensaba que atacar a los rusos sin solucionar antes lo de Inglaterra era cosa de locos ¿No se había aprendido nada de Napoleón, que invadió Rusia teniendo a los ingleses en España? ¿Tampoco se había aprovechado la lección de la Gran Guerra? Alemania no debía luchar en dos frentes. Aunque los ingleses estuviesen contra las cuerdas, tener que seguir las operaciones contra ellos reclamaría fuerzas que podían echarse en falta en Rusia, donde podían suponer la diferencia entre la victoria y la derrota. Por otra parte, si se daba preferencia a la guerra con Rusia, Inglaterra gozaría de un respiro durante el que podría reponerse. En eso Von Manstein no tenía dudas: la invasión de Rusia tendría que postergarse hasta que Inglaterra fuese derrotada.
“Un grave inconveniente es que las comunicaciones y el tiempo atmosférico son mejores en el Reich y en los territorios de la UP que en la Unión Soviética, por lo que esta podría lanzar un ataque preventivo cuando nuestros preparativos no estén aun finalizados. Por ello deben planificarse las operaciones defensivas necesarias para salvaguardar el Reich, causar las mayores bajas posibles en el ER, y pasar al contraataque.”
El mismo día
Von Manstein repasó otra sección del informe mientras hacía pequeñas correcciones.
“Dado lo avanzado de la temporada actual se considera indispensable posponer la operación Rotbart hasta la próxima primavera. Es imposible lanzar el ataque con menos de un mes de preparación, y además luego solo quedarían un mes o dos hasta el comienzo de la temporada de lluvias, que convertirá las carreteras sin pavimentar en cenagales en los que quedarán atrapados nuestros vehículos. Un mes después tenemos que esperar el invierno. La derrota de Napoleón nos debe enseñar a no menospreciar el invierno ruso, durante el cual la luz del día solo dura ocho horas. Los registros históricos indican que debemos esperar temperaturas de treinta grados negativos o inferiores. En esas condiciones las operaciones militares se paralizarían, permitiendo al enemigo recuperarse y poner en liza sus recursos, superiores a los del Reich e incluso a los de la Unión Paneuropea.”
Tampoco va a gustarle mucho al Statthalter esta parte, pensó el mariscal. Ese imbécil de Seyss-Inquart le estaba llenando la cabeza de tonterías sobre superioridad racial y destino alemán, y el mariscal temía que acabase convenciendo a Goering para atacar durante el verano. Von Manstein había luchado en Polonia y en Rusia durante la Primera Guerra Mundial, y recordaba haber visto como el barro se tragaba un camión. También pensaba en las frígidas noches en las trincheras. Si se atacaba durante el verano las lluvias y las nieves caerían a mitad de camino a Moscú, y lo que tenía que ser una ofensiva decisiva quedaría como un golpe fallido, mientras los rusos se reponían amparados por el lodo y la nieve.
“La operación Rotbart no podrá iniciarse hasta el fin de las lluvias de primavera, es decir, Mayo o incluso Junio. Eso proporcionará al ejército un periodo de cuatro a seis meses de tiempo seco en el que podrá conseguirse una victoria decisiva sobre la URSS.
Aunque esté fuera de mis atribuciones, considero que ese tiempo puede emplearse para intensificar la guerra contra Inglaterra, hasta conseguir una paz favorable a nuestros intereses y que permita lanzar todas nuestras fuerzas contar Rusia.”
Von Manstein sabía que con esa sugerencia se excedía, pero Goering le había dado carta blanca ¿no era así? El mariscal pensaba que atacar a los rusos sin solucionar antes lo de Inglaterra era cosa de locos ¿No se había aprendido nada de Napoleón, que invadió Rusia teniendo a los ingleses en España? ¿Tampoco se había aprovechado la lección de la Gran Guerra? Alemania no debía luchar en dos frentes. Aunque los ingleses estuviesen contra las cuerdas, tener que seguir las operaciones contra ellos reclamaría fuerzas que podían echarse en falta en Rusia, donde podían suponer la diferencia entre la victoria y la derrota. Por otra parte, si se daba preferencia a la guerra con Rusia, Inglaterra gozaría de un respiro durante el que podría reponerse. En eso Von Manstein no tenía dudas: la invasión de Rusia tendría que postergarse hasta que Inglaterra fuese derrotada.
“Un grave inconveniente es que las comunicaciones y el tiempo atmosférico son mejores en el Reich y en los territorios de la UP que en la Unión Soviética, por lo que esta podría lanzar un ataque preventivo cuando nuestros preparativos no estén aun finalizados. Por ello deben planificarse las operaciones defensivas necesarias para salvaguardar el Reich, causar las mayores bajas posibles en el ER, y pasar al contraataque.”
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- urquhart
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Hola a todos,
Excelete Domper, Moscú y Berlín están planeando sus respectivas ofensivas... los fechas, 4 meses de campaña, tal vez algo más si empieza en mayo la ofensiva; el impass de finales de septiembre y octubre por las lluvias, y unos días de noviembre si se hielan los terrenos.
Superioridfad numérica soviética frente a superioridad operativa alemana.
¿Habrá como preveé Manstein un ataque preventivo de la URSS? En este punto del relato, sería interesante conocer que saben los unos y los otros de las intenciones del contrario.
Saludos
Excelete Domper, Moscú y Berlín están planeando sus respectivas ofensivas... los fechas, 4 meses de campaña, tal vez algo más si empieza en mayo la ofensiva; el impass de finales de septiembre y octubre por las lluvias, y unos días de noviembre si se hielan los terrenos.
Superioridfad numérica soviética frente a superioridad operativa alemana.
¿Habrá como preveé Manstein un ataque preventivo de la URSS? En este punto del relato, sería interesante conocer que saben los unos y los otros de las intenciones del contrario.
Saludos
Tempus Fugit
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¡A ver como se toma el "esbelto" que Manstein le aconseje políticamente!
- “El sueño de la razón produce monstruos”. Francisco de Goya.
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urquhart escribió:?Habrá como preveé Manstein un ataque preventivo de la URSS? En este punto del relato, sería interesante conocer que saben los unos y los otros de las intenciones del contrario.
Un poco de paciencia, porfa, qye ya se hablará de eso.
Con todo, por lo escrito hasta ahora, tanto la invasión de Alemania como la de la URSS no ha pasado de ser un proyecto sobr eel papel que está siendo estudiado por un número reducido de personas, por lo que en principio ambos bandos están in albis sobre las intenciones del contrario.
Eso no quiere decir que estén ciegos. Aunque Stalin no dispone de la fuente de información que significó ULTRA, tenía amplias redes de espías (aun no muy motivadas porque se suponía que Alemania y la URSS eran aliadas) y Polonia era un hervidero de ojos indiscretos. Por otra parte, ya se ha hablado de como los servicios de inteligencia alemanes están jugando con sus homólogos rusos.
Es que en su momento pensé que cualqueir escenario en el que Alemania venciese tenía que incluir que los alemanes se enterasen de la debilidad de Enigma. Otro problema puede ser Tritón (el teletipo), pero eso no será ningún problema hasta 1943.
Saludos
Última edición por Domper el 24 Mar 2015, 09:55, editado 1 vez en total.
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kaiser-1 escribió:¡A ver como se toma el "esbelto" que Manstein le aconseje políticamente!
Recuerda que Goering tenía muchos defectos, pero era una muy inteligente y por lo general escuchaba a sus subordinados. En la realidad yo creo que la devición hacia Hitler le hizo cometer errores, pero Goering era mucho más sensato que, por ejemplo, Harris.
Saludos
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Por desgracia, según se desprende de tu historia, Goering ya no escucha razones sino los susurros sibilinos de los pelotas que lo rodean.
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Paciencia. Insisto en que Goering no era tan tonto como lo han pintado, al revés, rayaba en la genialidad (según estudios que se le hicieron antes de ser juzgado). Una cosa pueden ser los cambios políticos y otra que no escuche un consejo sensato.
Saludos
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Operaciones especiales
El mismo día
El capitán Yegor Baryshnikov veía como un grupo de marineros se entrenaba en el castillo de proa de su barco. Aunque hablaban ruso, su tez era olivácea, por lo que supuso que procedían de Asia Central o del Cáucaso. Pero no pensaba preguntarles nada: en Rusia todos sabían que entrometerse con las Inostranny Otdel no era bueno para la salud.
Desde el nacimiento de la Unión Soviética los capitalistas habían buscado su destrucción. Los enemigos internos eran perseguidos implacablemente por la policía política, pero esa labor sería vana si una frontera, que solo era una raya sobre el papel, permitiese que las conspiraciones contra el movimiento proletario quedasen impunes. La Unión Soviética no reconocía las convenciones de los capitalistas, y había enviado a sus ejecutores para aplicar a los contrarrevolucionarios el castigo que merecían. Para eso se habían creado los equipos de Operaciones Especiales, las Inostranny Otdel, que habían recorrido todo el globo aniquilando a los enemigos de la revolución. Su participación en las guerras civiles en España y en China había permitido aprender valiosísimas lecciones.
Una orden perentoria había mantenido al petrolero Varlaam Avanesoven en puerto aduciendo dificultades con las máquinas. Un equipo de ingenieros del astillero embarcó, llevando un equipaje especialmente pesado. Una vez en el mar el equipo preparó sus herramientas, un tanto extrañas para un barco de ese tipo: morteros y fusiles ametralladores.
El capitán había recibido instrucciones de no detenerse en Estambul y, si se le obligaba, tenía que impedir por todos los medios el desembarco de ningún tripulante. Pero los guardacostas turcos se limitaron a comprobar su documentación. El petrolero cruzó el Bósforo y los Dardanelos y salió al Egeo. Casi inmediatamente después fue detenido por un patrullero italiano, un pesquero al que le habían instalado un viejo cañón. El patrullero comprobó la documentación del barco ruso y le ofreció unirse a un convoy con destino a Haifa, oferta que el capitán Baryshnikov rechazó con el pretexto del retraso en la partida. El Varlaam Avanesoven siguió navegando con independencia.
El mismo día
El capitán Yegor Baryshnikov veía como un grupo de marineros se entrenaba en el castillo de proa de su barco. Aunque hablaban ruso, su tez era olivácea, por lo que supuso que procedían de Asia Central o del Cáucaso. Pero no pensaba preguntarles nada: en Rusia todos sabían que entrometerse con las Inostranny Otdel no era bueno para la salud.
Desde el nacimiento de la Unión Soviética los capitalistas habían buscado su destrucción. Los enemigos internos eran perseguidos implacablemente por la policía política, pero esa labor sería vana si una frontera, que solo era una raya sobre el papel, permitiese que las conspiraciones contra el movimiento proletario quedasen impunes. La Unión Soviética no reconocía las convenciones de los capitalistas, y había enviado a sus ejecutores para aplicar a los contrarrevolucionarios el castigo que merecían. Para eso se habían creado los equipos de Operaciones Especiales, las Inostranny Otdel, que habían recorrido todo el globo aniquilando a los enemigos de la revolución. Su participación en las guerras civiles en España y en China había permitido aprender valiosísimas lecciones.
Una orden perentoria había mantenido al petrolero Varlaam Avanesoven en puerto aduciendo dificultades con las máquinas. Un equipo de ingenieros del astillero embarcó, llevando un equipaje especialmente pesado. Una vez en el mar el equipo preparó sus herramientas, un tanto extrañas para un barco de ese tipo: morteros y fusiles ametralladores.
El capitán había recibido instrucciones de no detenerse en Estambul y, si se le obligaba, tenía que impedir por todos los medios el desembarco de ningún tripulante. Pero los guardacostas turcos se limitaron a comprobar su documentación. El petrolero cruzó el Bósforo y los Dardanelos y salió al Egeo. Casi inmediatamente después fue detenido por un patrullero italiano, un pesquero al que le habían instalado un viejo cañón. El patrullero comprobó la documentación del barco ruso y le ofreció unirse a un convoy con destino a Haifa, oferta que el capitán Baryshnikov rechazó con el pretexto del retraso en la partida. El Varlaam Avanesoven siguió navegando con independencia.
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Caballos
El mismo día
Von Manstein volvió a releer la siguiente sección. No terminaba de convencerle, pero trataba una cuestión que consideraba crucial para la consecución de la victoria.
“Los próximos meses deben ser usados no solo para culminar la guerra contra los británicos, sino para solucionar las deficiencias de los ejércitos de la UP, que en las últimas campañas han mostrado debilidades preocupantes.
La excesiva dependencia del transporte hipomóvil supone una rémora para las operaciones militares. En el ejército alemán solo las divisiones mecanizadas y unas pocas motorizadas disponen de un parque de vehículos mínimamente adecuado, mientras que las formaciones de infantería apenas tienen transporte motorizado. Aunque el transporte ferroviario permita la movilidad estratégica, durante las ofensivas la infantería se ha desplazado a la misma o incluso a menos velocidad que los soldados de Napoleón. Esta diferencia de velocidad respecto a las formaciones motorizadas ha abierto grandes brechas que si el enemigo no ha aprovechado ha sido solo por su desorganización. La lentitud de las formaciones de infantería obliga a que las formaciones motorizadas, especialmente a las divisiones panzer, realicen misiones que les son ajenas, como la defensa contra los contraataques o los asaltos a posiciones fortificadas. Esto ha causado un serio desgaste a las unidades de tanques que ha impedido rematar las operaciones, permitiendo la escapada del ejército inglés de Dunkerque o la retirada desde Egipto al Canal de Suez.
Este defecto afecta en grado aun mayor a los ejércitos aliados que previsiblemente participen en la operación Rotbart. Por este motivo el ejército italiano se visto limitado a operaciones estáticas en la campaña de África y Oriente Medio. Al contrario, la casi completa motorización del ejército inglés le ha permitido rehuir el cerco en Francia o en Grecia.”
¿Entenderían esto? Goering era al fin y al cabo un aviador y sabría poco de animales, ya que no era lo mismo dar un paseo a caballo que criarlos. Seguro que pensaba que los caballos bastarían para mover al ejército, y que además podrían vivir pastando la hierba que encontrasen, pero estaría muy errado. Los caballos eran muy delicados y si no se les suministraba alimento adecuado se debilitaban y morían. Además eran un sistema de transporte muy ineficiente: cada caballo necesitaba veinte o treinta kilos diarios de alimento, entre paja y grano. Para mover una pieza de artillería de campaña se necesitaban tiros de seis u ocho caballos, es decir, doscientos kilos diarios de pienso, pudiéndose recorrer a lo sumo treinta o cuarenta kilómetros cada día. Un camión podía hacer lo mismo en un par de horas consumiendo veinte litros de gasolina. Las ventajas del transporte motorizado no acababan allí. Permitía operar a mayor distancia de las cabeceras de ferrocarril, y aumentaba la movilidad estratégica de las unidades, permitiendo el desplazamiento rápido de reservas a puntos amenazados. Además los camiones no enfermaban si no se les cuidaba bien o si hacía mal tiempo, y si se necesitaban más no era necesario esperar varios años a que las yeguas criasen potros y se les domase.
“Un factor añadido es que el ganado equino es muy delicado, y cada vez resulta más difícil encontrar soldados que sepan cuidar adecuadamente a los animales. Por otra parte dichos animales solo se pueden conseguir en las explotaciones agrícolas, que ya tienen dificultades debido a la movilización de los granjeros, por lo que la requisa de su ganado causará una disminución de la producción alimentaria.
La carencia de suficiente transporte motorizado dificultará el transporte de suministros. Además al ser el ancho de vía de los ferrocarriles soviéticos diferente al europeo será preciso modificar las vías antes de poder usarlos, lo que implicará una presión mucho mayor sobre las unidades de transporte de camiones o hipomóviles. Si no se consigue mantener el flujo de suministros se tendrá que detener la ofensiva sin alcanzar sus objetivos, permitiendo la recuperación del ER.
Un segundo problema es la increíble variedad de modelos de vehículos en uso. En este momento hay en servicio en el ejército unos doscientos modelos diferentes de camiones y coches. Resulta imposible suministrar los repuestos necesarios para mantenerlos en uso, necesitándose mucho más esfuerzo para su mantenimiento, a pesar de lo cuan buena parte del parque automovilístico está fuera de servicio. Gran número de vehículos tienen que ser abandonados al no encontrarse repuestos. Sin embargo el ejército inglés utiliza una docena de familias de vehículos que son compatibles entre sí. Eso permite una disponibilidad mucho mayor, disminuye la necesidad de mantenimiento y por tanto aumenta la eficiencia en el transporte motorizado.
Se considera requisito imprescindible para la operación Rotbart aumentar tanto el grado de motorización como el de estandarización del ejército. Aunque resultará imposible conseguir la motorización completa en los próximos meses debe hacerse el mayor esfuerzo posible en la producción de vehículos militares y especialmente camiones.”
Si Goering recordaba un poco de su pasado como ministro de economía tampoco sería de su agrado este plato. Para producir más camiones iba a tenerse que multiplicar la capacidad industrial, creando nuevas cadenas de producción, e incluso recurrir a la industria de otros países de la UP. Aunque se tuviese que suspender la fabricación de vehículos innecesarios, incluyendo los coches de lujo de los gerifaltes del partido.
El mismo día
Von Manstein volvió a releer la siguiente sección. No terminaba de convencerle, pero trataba una cuestión que consideraba crucial para la consecución de la victoria.
“Los próximos meses deben ser usados no solo para culminar la guerra contra los británicos, sino para solucionar las deficiencias de los ejércitos de la UP, que en las últimas campañas han mostrado debilidades preocupantes.
La excesiva dependencia del transporte hipomóvil supone una rémora para las operaciones militares. En el ejército alemán solo las divisiones mecanizadas y unas pocas motorizadas disponen de un parque de vehículos mínimamente adecuado, mientras que las formaciones de infantería apenas tienen transporte motorizado. Aunque el transporte ferroviario permita la movilidad estratégica, durante las ofensivas la infantería se ha desplazado a la misma o incluso a menos velocidad que los soldados de Napoleón. Esta diferencia de velocidad respecto a las formaciones motorizadas ha abierto grandes brechas que si el enemigo no ha aprovechado ha sido solo por su desorganización. La lentitud de las formaciones de infantería obliga a que las formaciones motorizadas, especialmente a las divisiones panzer, realicen misiones que les son ajenas, como la defensa contra los contraataques o los asaltos a posiciones fortificadas. Esto ha causado un serio desgaste a las unidades de tanques que ha impedido rematar las operaciones, permitiendo la escapada del ejército inglés de Dunkerque o la retirada desde Egipto al Canal de Suez.
Este defecto afecta en grado aun mayor a los ejércitos aliados que previsiblemente participen en la operación Rotbart. Por este motivo el ejército italiano se visto limitado a operaciones estáticas en la campaña de África y Oriente Medio. Al contrario, la casi completa motorización del ejército inglés le ha permitido rehuir el cerco en Francia o en Grecia.”
¿Entenderían esto? Goering era al fin y al cabo un aviador y sabría poco de animales, ya que no era lo mismo dar un paseo a caballo que criarlos. Seguro que pensaba que los caballos bastarían para mover al ejército, y que además podrían vivir pastando la hierba que encontrasen, pero estaría muy errado. Los caballos eran muy delicados y si no se les suministraba alimento adecuado se debilitaban y morían. Además eran un sistema de transporte muy ineficiente: cada caballo necesitaba veinte o treinta kilos diarios de alimento, entre paja y grano. Para mover una pieza de artillería de campaña se necesitaban tiros de seis u ocho caballos, es decir, doscientos kilos diarios de pienso, pudiéndose recorrer a lo sumo treinta o cuarenta kilómetros cada día. Un camión podía hacer lo mismo en un par de horas consumiendo veinte litros de gasolina. Las ventajas del transporte motorizado no acababan allí. Permitía operar a mayor distancia de las cabeceras de ferrocarril, y aumentaba la movilidad estratégica de las unidades, permitiendo el desplazamiento rápido de reservas a puntos amenazados. Además los camiones no enfermaban si no se les cuidaba bien o si hacía mal tiempo, y si se necesitaban más no era necesario esperar varios años a que las yeguas criasen potros y se les domase.
“Un factor añadido es que el ganado equino es muy delicado, y cada vez resulta más difícil encontrar soldados que sepan cuidar adecuadamente a los animales. Por otra parte dichos animales solo se pueden conseguir en las explotaciones agrícolas, que ya tienen dificultades debido a la movilización de los granjeros, por lo que la requisa de su ganado causará una disminución de la producción alimentaria.
La carencia de suficiente transporte motorizado dificultará el transporte de suministros. Además al ser el ancho de vía de los ferrocarriles soviéticos diferente al europeo será preciso modificar las vías antes de poder usarlos, lo que implicará una presión mucho mayor sobre las unidades de transporte de camiones o hipomóviles. Si no se consigue mantener el flujo de suministros se tendrá que detener la ofensiva sin alcanzar sus objetivos, permitiendo la recuperación del ER.
Un segundo problema es la increíble variedad de modelos de vehículos en uso. En este momento hay en servicio en el ejército unos doscientos modelos diferentes de camiones y coches. Resulta imposible suministrar los repuestos necesarios para mantenerlos en uso, necesitándose mucho más esfuerzo para su mantenimiento, a pesar de lo cuan buena parte del parque automovilístico está fuera de servicio. Gran número de vehículos tienen que ser abandonados al no encontrarse repuestos. Sin embargo el ejército inglés utiliza una docena de familias de vehículos que son compatibles entre sí. Eso permite una disponibilidad mucho mayor, disminuye la necesidad de mantenimiento y por tanto aumenta la eficiencia en el transporte motorizado.
Se considera requisito imprescindible para la operación Rotbart aumentar tanto el grado de motorización como el de estandarización del ejército. Aunque resultará imposible conseguir la motorización completa en los próximos meses debe hacerse el mayor esfuerzo posible en la producción de vehículos militares y especialmente camiones.”
Si Goering recordaba un poco de su pasado como ministro de economía tampoco sería de su agrado este plato. Para producir más camiones iba a tenerse que multiplicar la capacidad industrial, creando nuevas cadenas de producción, e incluso recurrir a la industria de otros países de la UP. Aunque se tuviese que suspender la fabricación de vehículos innecesarios, incluyendo los coches de lujo de los gerifaltes del partido.
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Rubios
El mismo día
No estaba resultando tan fácil como parecía, pensaba Jamal el-Husseini. Estaba seguro que los alemanes eran infieles corruptos tan deleznables como los ingleses, pero le costaba conseguir los servicios de algún desertor.
Mientras fueron los ingleses los ocupantes el clan de los Husseini siempre había podido hacerse con los servicios de algún rumí para los trabajos sucios. Pero los desertores desaparecieron de Palestina en cuanto el ejército británico mostró signos de debilidad. Ahora en Jerusalén había otros europeos aparentemente iguales, pero Jamal no conseguía sobornar a ninguno ¿qué les pasaba a esos idólatras? Dudaba que a los alemanes les gustase el dinero menos que a los ingleses.
El sobrino del Muftí no iba tan desencaminado. El ejército alemán tenía su propia cuota de indeseables, pero la disciplina alemana era mucho más estricta. Un desertor inglés se arriesgaba a un arresto y una reprimenda, o como mucho a una corta pena en una cárcel en la que no silbaba la metralla. Un desertor alemán podía acabar en un batallón disciplinario… si tenía suerte, pues los casos peores terminaban en el patíbulo. Además las unidades motorizadas y mecanizadas eran formaciones de elite en las que había menos garbanzos negros. Finalmente, el idioma estaba suponiendo una barrera difícil de franquear. Muchos árabes conocían o al menos chapurreaban el inglés, pero a un alemán aspirante a contrabandista le costaba hacerse entender.
Finalmente Jamal el-Husseini se dio por vencido. No iba a encontrar los desertores que necesitaba el-Kutub para sus planes. Cuando iba a confesarle su fracaso al Muftí, el líder del clan, se le ocurrió la solución: los soldados no eran los únicos alemanes de Palestina. Los ocupantes ya habían tenido algunas diferencias con una secta infiel alemana, y su tío estaba en buenas relaciones con ellos. Le pediría al Muftí que mediase ante los Templarios.
El mismo día
No estaba resultando tan fácil como parecía, pensaba Jamal el-Husseini. Estaba seguro que los alemanes eran infieles corruptos tan deleznables como los ingleses, pero le costaba conseguir los servicios de algún desertor.
Mientras fueron los ingleses los ocupantes el clan de los Husseini siempre había podido hacerse con los servicios de algún rumí para los trabajos sucios. Pero los desertores desaparecieron de Palestina en cuanto el ejército británico mostró signos de debilidad. Ahora en Jerusalén había otros europeos aparentemente iguales, pero Jamal no conseguía sobornar a ninguno ¿qué les pasaba a esos idólatras? Dudaba que a los alemanes les gustase el dinero menos que a los ingleses.
El sobrino del Muftí no iba tan desencaminado. El ejército alemán tenía su propia cuota de indeseables, pero la disciplina alemana era mucho más estricta. Un desertor inglés se arriesgaba a un arresto y una reprimenda, o como mucho a una corta pena en una cárcel en la que no silbaba la metralla. Un desertor alemán podía acabar en un batallón disciplinario… si tenía suerte, pues los casos peores terminaban en el patíbulo. Además las unidades motorizadas y mecanizadas eran formaciones de elite en las que había menos garbanzos negros. Finalmente, el idioma estaba suponiendo una barrera difícil de franquear. Muchos árabes conocían o al menos chapurreaban el inglés, pero a un alemán aspirante a contrabandista le costaba hacerse entender.
Finalmente Jamal el-Husseini se dio por vencido. No iba a encontrar los desertores que necesitaba el-Kutub para sus planes. Cuando iba a confesarle su fracaso al Muftí, el líder del clan, se le ocurrió la solución: los soldados no eran los únicos alemanes de Palestina. Los ocupantes ya habían tenido algunas diferencias con una secta infiel alemana, y su tío estaba en buenas relaciones con ellos. Le pediría al Muftí que mediase ante los Templarios.
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Tanques
El mismo día
“Otra necesidad imperiosa es reforzar el arma acorazada. Aunque el rendimiento de los tanques alemanes haya sido muy bueno, no se ha debido tanto a sus cualidades técnicas como al pésimo uso que del blindaje han hecho nuestros enemigos. El excelente entrenamiento de nuestros tanquistas les han permitido conseguir enormes éxitos, incluso con vehículos obsoletos como los Panzer I y II. Pero los británicos han presentado en el Sinaí nuevos modelos de tanques que son iguales o superiores a los nuestros. Además del tanque Matilda impenetrable a nuestras armas antitanques con excepción de cañón antiaéreo del 88, los nuevos modelos Valentina y Cruzado, y el tanque norteamericano Estuardo, están fuertemente blindados, bien armados, y no tienen algunos de los defectos de los tipos previos.
La reciente defección de una unidad de tanques soviética ha mostrado los imponderables a los que se puede enfrentar la operación Rotbart. La unidad estaba equipada con un modelo de tanque del que no teníamos noticias, el llamado Kliment Voroshílov KV. Se trata de un tanque pesado, de 45 toneladas, armado con un cañón de 76 mm de alta velocidad, y que supera incluso al tanque pesado Panzer V actualmente en desarrollo. El interrogatorio de los desertores ha puesto de manifiesto que los soviéticos están sustituyendo sus tanques anticuados de las series 26 y BT no solo por tanques KV sino también por un tanque medio, el modelo 34, y por varios tanques ligeros, los modelos 40, 50 y 60. El modelo 34 parece el más preocupante porque parece que tiene el mismo armamento y protección que el tanque KV pero con movilidad mucho mayor. Parece que el ER ha recibido ya más de un millar de tanques KV y 34. Es razonable suponer, además, que la URSS esté desarrollando nuevos tipos de tanques que serán superiores a los KV y 34, y que es posible que estén en servicio cuando se inicie Rotbart.
Por otra parte, incluso según los cálculos más conservadores la URSS ha producido durante los últimos doce meses entre dos mil y tres mil tanques, de los que la mitad son de los tipos avanzados ya citados. Parece razonable esperar que durante los meses que faltan hasta la primavera se construya por lo menos otro millar de tanques avanzados.
Aunque gran parte del parque blindado soviético esté compuesto de tipos más antiguos, según estimaciones muy conservadoras el ER tiene más de 8.000 tanques de los tipos 26 y BT, buena parte de ellos armados con cañones de 45 y 76 mm, superiores a los alemanes, más 2.000 tanques de tipos modernos, a los que habrá que añadir los que consiga fabricar en los próximos meses. Por tanto, tenemos que esperar encontrarnos como mínimo con tres mil tanques de tipos modernos, más otros diez mil de tipos más antiguos, la mayoría construidos en los últimos cinco años.”
Según Guderian no eran 10.000 sino 20.000 tanques los que tenían los rusos. Por malos que fuesen, por mal que los utilizasen, era un número abrumador.
“Los nuevos tipos de tanques británicos y soviéticos han dejado definitivamente anticuados todos nuestros tanques con cañones de calibre 37 mm o inferior, es decir, los Panzer I, II, 35 y 38, y la mayor parte de los Panzer III. Incluso los cañones de 50 mm y 75 mm usados por los Panzer III y IV tienen capacidad limitada contra los tanques rusos KV, y probablemente tampoco pueden batir a los 34.
En las campañas de los dos últimos años las fuerzas acorazadas han resultado cruciales, y los grandes éxitos conseguidos en Palestina se han debido a que el ejército disponía de una proporción inusitadamente elevada de fuerzas acorazadas y motorizadas. Sin embargo la presencia de tanques rusos de características superiores puede anular nuestra ventaja, conduciendo al fracaso de la operación Rotbart. De nuevo, hay que recordar que el fracaso de Rotbart amenaza a la supervivencia del Reich y de la misma Alemania.
Por tanto, la realización de operaciones ofensivas contra la Unión Soviética requerirá la renovación y potenciación de nuestras fuerzas acorazadas, teniendo en cuenta especialmente los siguientes factores:
– Debe ser abandonada la producción de tipos de tanques anticuados. Si por motivos industriales es preciso seguir con la producción de sus chasis, deberán ser reservados para funciones auxiliares, como vehículos de recuperación, de ingenieros o transportes de armas.
– Debe acelerarse el desarrollo acelerado de un nuevo tanque medio que pueda ser producido en grandes cantidades y que sea capaz de enfrentarse a los tipos rusos KV y 34, que tiene que entrar en servicio el año próximo.
– Como medida interina debe potenciarse el armamento de nuestros Panzer III y IV, con cañones de alta velocidad de 50 y 75 mm. Deben ser equipados con ese armamento todos los tanques de nueva producción, y además, si es factible, rearmar con él parte de los modelos más antiguos.
– Serán necesarios al menos 4.000 tanques de los tipos III, IV y StuG con armamento potenciado. Los modelos antiguos cuyo armamento no pueda mejorarse pueden dedicarse a misiones de guarnición o ser transferidos a ejércitos aliados de la UP.
– En varias ocasiones la artillería no ha sido capaz de mantener el ritmo de avance de las unidades acorazadas que quedan sin apoyo, por lo que considero que es preciso que al menos la tercera parte de la artillería de las formaciones móviles sea autopropulsada.
– También ha sido insuficiente la movilidad de las formaciones de infantería, lo que ha obligado a utilizar los carros de combate en misiones que no les corresponden, con el consiguiente desgaste. Por eso se considera imprescindible aumentar la producción de vehículos de transporte que permitan a nuestra infantería acompañar a los panzer. Los tipos en servicio son muy eficientes, pero también son excesivamente complejos, lo que hace que sean producidos en menor cantidad de lo conveniente. Es por ello por lo que recomiendo que se estudie la producción en masa de un transporte de infantería simplificado, y hasta entonces también se aumente la producción de los tipos actuales.
– También es necesario la potenciación del armamento antitanque de la infantería, sustituyendo las actuales armas de 37 mm por cañones antitanques de 50 y de 75 mm, siendo preciso el desarrollo de armas portátiles antitanques.
– La Sturmartillerie se ha mostrado especialmente eficaz para el apoyo de la infantería, y se recomienda su potenciación, aunque el armamento del StuG también necesita ser mejorado.
La construcción de 4.000 tanques y del doble de vehículos blindados es un reto asumible para la industria alemana si esta adopta métodos de producción masiva ya en uso en otras potencias. La capacidad industrial de la UP es al menos el doble a la soviética por lo que no debiera ser difícil conseguir ese objetivo, especialmente tras la llegada de petróleo procedente de Mosul y de Libia. Aun así se requerirá la racionalización de la producción militar, y sobre todo un importante sacrificio, que incluya el racionamiento de bienes de lujo, similar al existente hoy día en Gran Bretaña.”
Otro sapo que tendría que tragarse Goering. Von Manstein había hablado con Speer, que estaba muy preocupado por la desorganización que imperaba en la industria germana. Se estaban dedicando más fábricas, más recursos y más horas de trabajo a la producción de bienes de consumo que de armamento. A Von Manstein le parecía absurdo seguir fabricando relojes de pulsera o gramófonos cuando faltaban espoletas o radios de campaña. Pero a Speer le alarmaba aun más la desorganización, e hizo ver al mariscal que se estaban fabricando simultáneamente cuatro modelos diferentes de tanques, más de diez tipos de blindados y semiorugas, y se pretendía la introducción de nuevos tipos sin cesar la fabricación de los anticuados. En algunos aspectos el equipamiento alemán parecía fruto de los delirios de un orate: se daba el caso que cuando varios fabricantes producían el mismo tipo de camión, los de cada marca eran incompatibles con los otros, necesitando repuestos diferentes. Al oír eso Von Manstein pensó en sus tropas de África, que habían tenido que operar con todo tipo de vehículos capturados, y se alegró de no estar encargado de conseguir repuestos para semejante zoo. Si a eso se le sumaban los tanques y camiones italianos y franceses…
Si Alemania quería vencer, eso tenía que acabar. Había que estandarizar la producción: unos pocos modelos de tanques que usasen todos los ejércitos, unos pocos transportes de tropas, unos pocos camiones, pero todos ellos fabricados en masa, no por cientos sino por decenas de miles. Si para eso las señoras alemanas tenían que prescindir de sus pendientes, o los magnates industriales tenían que ceder algunas regalías, que lo hiciesen. Mucho más perderían con la derrota.
El mismo día
“Otra necesidad imperiosa es reforzar el arma acorazada. Aunque el rendimiento de los tanques alemanes haya sido muy bueno, no se ha debido tanto a sus cualidades técnicas como al pésimo uso que del blindaje han hecho nuestros enemigos. El excelente entrenamiento de nuestros tanquistas les han permitido conseguir enormes éxitos, incluso con vehículos obsoletos como los Panzer I y II. Pero los británicos han presentado en el Sinaí nuevos modelos de tanques que son iguales o superiores a los nuestros. Además del tanque Matilda impenetrable a nuestras armas antitanques con excepción de cañón antiaéreo del 88, los nuevos modelos Valentina y Cruzado, y el tanque norteamericano Estuardo, están fuertemente blindados, bien armados, y no tienen algunos de los defectos de los tipos previos.
La reciente defección de una unidad de tanques soviética ha mostrado los imponderables a los que se puede enfrentar la operación Rotbart. La unidad estaba equipada con un modelo de tanque del que no teníamos noticias, el llamado Kliment Voroshílov KV. Se trata de un tanque pesado, de 45 toneladas, armado con un cañón de 76 mm de alta velocidad, y que supera incluso al tanque pesado Panzer V actualmente en desarrollo. El interrogatorio de los desertores ha puesto de manifiesto que los soviéticos están sustituyendo sus tanques anticuados de las series 26 y BT no solo por tanques KV sino también por un tanque medio, el modelo 34, y por varios tanques ligeros, los modelos 40, 50 y 60. El modelo 34 parece el más preocupante porque parece que tiene el mismo armamento y protección que el tanque KV pero con movilidad mucho mayor. Parece que el ER ha recibido ya más de un millar de tanques KV y 34. Es razonable suponer, además, que la URSS esté desarrollando nuevos tipos de tanques que serán superiores a los KV y 34, y que es posible que estén en servicio cuando se inicie Rotbart.
Por otra parte, incluso según los cálculos más conservadores la URSS ha producido durante los últimos doce meses entre dos mil y tres mil tanques, de los que la mitad son de los tipos avanzados ya citados. Parece razonable esperar que durante los meses que faltan hasta la primavera se construya por lo menos otro millar de tanques avanzados.
Aunque gran parte del parque blindado soviético esté compuesto de tipos más antiguos, según estimaciones muy conservadoras el ER tiene más de 8.000 tanques de los tipos 26 y BT, buena parte de ellos armados con cañones de 45 y 76 mm, superiores a los alemanes, más 2.000 tanques de tipos modernos, a los que habrá que añadir los que consiga fabricar en los próximos meses. Por tanto, tenemos que esperar encontrarnos como mínimo con tres mil tanques de tipos modernos, más otros diez mil de tipos más antiguos, la mayoría construidos en los últimos cinco años.”
Según Guderian no eran 10.000 sino 20.000 tanques los que tenían los rusos. Por malos que fuesen, por mal que los utilizasen, era un número abrumador.
“Los nuevos tipos de tanques británicos y soviéticos han dejado definitivamente anticuados todos nuestros tanques con cañones de calibre 37 mm o inferior, es decir, los Panzer I, II, 35 y 38, y la mayor parte de los Panzer III. Incluso los cañones de 50 mm y 75 mm usados por los Panzer III y IV tienen capacidad limitada contra los tanques rusos KV, y probablemente tampoco pueden batir a los 34.
En las campañas de los dos últimos años las fuerzas acorazadas han resultado cruciales, y los grandes éxitos conseguidos en Palestina se han debido a que el ejército disponía de una proporción inusitadamente elevada de fuerzas acorazadas y motorizadas. Sin embargo la presencia de tanques rusos de características superiores puede anular nuestra ventaja, conduciendo al fracaso de la operación Rotbart. De nuevo, hay que recordar que el fracaso de Rotbart amenaza a la supervivencia del Reich y de la misma Alemania.
Por tanto, la realización de operaciones ofensivas contra la Unión Soviética requerirá la renovación y potenciación de nuestras fuerzas acorazadas, teniendo en cuenta especialmente los siguientes factores:
– Debe ser abandonada la producción de tipos de tanques anticuados. Si por motivos industriales es preciso seguir con la producción de sus chasis, deberán ser reservados para funciones auxiliares, como vehículos de recuperación, de ingenieros o transportes de armas.
– Debe acelerarse el desarrollo acelerado de un nuevo tanque medio que pueda ser producido en grandes cantidades y que sea capaz de enfrentarse a los tipos rusos KV y 34, que tiene que entrar en servicio el año próximo.
– Como medida interina debe potenciarse el armamento de nuestros Panzer III y IV, con cañones de alta velocidad de 50 y 75 mm. Deben ser equipados con ese armamento todos los tanques de nueva producción, y además, si es factible, rearmar con él parte de los modelos más antiguos.
– Serán necesarios al menos 4.000 tanques de los tipos III, IV y StuG con armamento potenciado. Los modelos antiguos cuyo armamento no pueda mejorarse pueden dedicarse a misiones de guarnición o ser transferidos a ejércitos aliados de la UP.
– En varias ocasiones la artillería no ha sido capaz de mantener el ritmo de avance de las unidades acorazadas que quedan sin apoyo, por lo que considero que es preciso que al menos la tercera parte de la artillería de las formaciones móviles sea autopropulsada.
– También ha sido insuficiente la movilidad de las formaciones de infantería, lo que ha obligado a utilizar los carros de combate en misiones que no les corresponden, con el consiguiente desgaste. Por eso se considera imprescindible aumentar la producción de vehículos de transporte que permitan a nuestra infantería acompañar a los panzer. Los tipos en servicio son muy eficientes, pero también son excesivamente complejos, lo que hace que sean producidos en menor cantidad de lo conveniente. Es por ello por lo que recomiendo que se estudie la producción en masa de un transporte de infantería simplificado, y hasta entonces también se aumente la producción de los tipos actuales.
– También es necesario la potenciación del armamento antitanque de la infantería, sustituyendo las actuales armas de 37 mm por cañones antitanques de 50 y de 75 mm, siendo preciso el desarrollo de armas portátiles antitanques.
– La Sturmartillerie se ha mostrado especialmente eficaz para el apoyo de la infantería, y se recomienda su potenciación, aunque el armamento del StuG también necesita ser mejorado.
La construcción de 4.000 tanques y del doble de vehículos blindados es un reto asumible para la industria alemana si esta adopta métodos de producción masiva ya en uso en otras potencias. La capacidad industrial de la UP es al menos el doble a la soviética por lo que no debiera ser difícil conseguir ese objetivo, especialmente tras la llegada de petróleo procedente de Mosul y de Libia. Aun así se requerirá la racionalización de la producción militar, y sobre todo un importante sacrificio, que incluya el racionamiento de bienes de lujo, similar al existente hoy día en Gran Bretaña.”
Otro sapo que tendría que tragarse Goering. Von Manstein había hablado con Speer, que estaba muy preocupado por la desorganización que imperaba en la industria germana. Se estaban dedicando más fábricas, más recursos y más horas de trabajo a la producción de bienes de consumo que de armamento. A Von Manstein le parecía absurdo seguir fabricando relojes de pulsera o gramófonos cuando faltaban espoletas o radios de campaña. Pero a Speer le alarmaba aun más la desorganización, e hizo ver al mariscal que se estaban fabricando simultáneamente cuatro modelos diferentes de tanques, más de diez tipos de blindados y semiorugas, y se pretendía la introducción de nuevos tipos sin cesar la fabricación de los anticuados. En algunos aspectos el equipamiento alemán parecía fruto de los delirios de un orate: se daba el caso que cuando varios fabricantes producían el mismo tipo de camión, los de cada marca eran incompatibles con los otros, necesitando repuestos diferentes. Al oír eso Von Manstein pensó en sus tropas de África, que habían tenido que operar con todo tipo de vehículos capturados, y se alegró de no estar encargado de conseguir repuestos para semejante zoo. Si a eso se le sumaban los tanques y camiones italianos y franceses…
Si Alemania quería vencer, eso tenía que acabar. Había que estandarizar la producción: unos pocos modelos de tanques que usasen todos los ejércitos, unos pocos transportes de tropas, unos pocos camiones, pero todos ellos fabricados en masa, no por cientos sino por decenas de miles. Si para eso las señoras alemanas tenían que prescindir de sus pendientes, o los magnates industriales tenían que ceder algunas regalías, que lo hiciesen. Mucho más perderían con la derrota.
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Leche
El mismo día
Los terroristas del grupo Leji necesitaron tres noches enteras para extraer los cuatrocientos kilos de explosivos de los almacenes del Irgún. Meridor había proporcionado a Stern una lista de nombres: en sus tumbas ya no reposaban sus huesos sino el trinitrotolueno conseguido de los almacenes ingleses.
El enterrador del cementerio aceptó el soborno de los judíos y los acompañó hasta las tumbas designadas, ayudándoles a vaciarlas sigilosamente. Pero cuando le pidieron que abriese otras tumbas se cerró en banda: el Irgún le abonaba un generoso estipendio, pero se vengaría en su familia si no cuidaba los alijos de armas.
Sin embargo una cosa era tener los explosivos y otra llevarlos a Jerusalén. La solución fue simple: leche. Un colaborador del Leji tenía una vaquería cerca de Jaffa, y una flota de camionetas con la que distribuía la leche por media Palestina: los árabes criaban pocas vacas, y muchas estaban enfermas de tuberculosis. Un inglés nunca se arriesgaría a que la nube de leche de su té proviniese de una vaca árabe. Incluso durante la guerra las furgonetas con el rótulo Halebé disponían de combustible para llevar su producto a los hoteles de lujo.
Shai Sapir condujo la furgoneta hacia Jerusalén, siguiendo la carretera de Ramla y Lidda, por la que apenas un mes antes no se hubiese arriesgado ningún hebreo: las draconianas medidas de Kesselring empezaban a surtir efecto, y aunque los árabes de los cafetines escupían al ver pasar a los judíos, nadie se atrevía a levantar una mano. Poco después la furgoneta pasó bajo la imponente abadía de Latrún, donde se encontró con el primer control de carretera: unas barricadas obligaban a los pocos vehículos que pasaban a detenerse. Mientras un feldgendarme comprobaba la documentación otros revisaban los vehículos.
Un gendarme exigió al conductor el salvoconducto. El judío lo entregó con confianza, pues era auténtico. Sin embargo vio con intranquilidad lo exhaustivo de la inspección que estaba sufriendo un camión militar, a pesar de las protestas de su conductor: no solo habían descargado todos los bultos que llevaba, sino que estaban desmontando los asientos para mirar el relleno, estaban comprobando el depósito de combustible e incluso la rueda de repuesto. Entonces fue el turno de la furgoneta. Sapir pensó que si un camión militar era revisado tan a fondo, su camioneta iba a ser desmontada, y no iba desencaminado: le obligaron a descargar las treinta lecheras de diez litros que llevaba, y tuvo que abrir una a una, mientras un gendarme metía una varilla y probaba el contenido. Luego desmontaron los asientos, el revestimiento de las puertas y hasta las cuatro ruedas. Solo cuando ya no sabían dónde mirar le permitieron a Sapir volver a montar las ruedas y cargar la leche. Un gendarme colocó un precinto sobre la carga y le dejaron seguir. Sapir suspiró… pero se encontró un nuevo control unos kilómetros más adelante, en el que de nuevo revisaron su documentación e inspeccionaron detenidamente los precintos. Un tercer control en Jerusalén supuso otra revisión, y finalmente hubo un cuarto más a la entrada del recinto en el que se encontraban las principales instalaciones militares de la ciudad y el Hotel Rey David. Allí la inspección fue tan detenida como en Latrún. En total el viaje le llevó doce horas, pero finalmente Sapir entregó sus lecheras en el hotel, donde varios asistentes las llevaron a la cámara refrigerada. Tomó otras lecheras vacías y salió hacia Jaffa.
En el sótano del Hotel un hombre vació los recipientes y recortó la soldadura del fondo: cada lechera tenía en su interior una botella metálica, la que se llenaba de leche, estando el resto del envase lleno de explosivos. En ese primer viaje había podido llevar cien kilos de explosivo: unos pocos viajes más y el Leji podría recibir adecuadamente al Statthalter.
El mismo día
Los terroristas del grupo Leji necesitaron tres noches enteras para extraer los cuatrocientos kilos de explosivos de los almacenes del Irgún. Meridor había proporcionado a Stern una lista de nombres: en sus tumbas ya no reposaban sus huesos sino el trinitrotolueno conseguido de los almacenes ingleses.
El enterrador del cementerio aceptó el soborno de los judíos y los acompañó hasta las tumbas designadas, ayudándoles a vaciarlas sigilosamente. Pero cuando le pidieron que abriese otras tumbas se cerró en banda: el Irgún le abonaba un generoso estipendio, pero se vengaría en su familia si no cuidaba los alijos de armas.
Sin embargo una cosa era tener los explosivos y otra llevarlos a Jerusalén. La solución fue simple: leche. Un colaborador del Leji tenía una vaquería cerca de Jaffa, y una flota de camionetas con la que distribuía la leche por media Palestina: los árabes criaban pocas vacas, y muchas estaban enfermas de tuberculosis. Un inglés nunca se arriesgaría a que la nube de leche de su té proviniese de una vaca árabe. Incluso durante la guerra las furgonetas con el rótulo Halebé disponían de combustible para llevar su producto a los hoteles de lujo.
Shai Sapir condujo la furgoneta hacia Jerusalén, siguiendo la carretera de Ramla y Lidda, por la que apenas un mes antes no se hubiese arriesgado ningún hebreo: las draconianas medidas de Kesselring empezaban a surtir efecto, y aunque los árabes de los cafetines escupían al ver pasar a los judíos, nadie se atrevía a levantar una mano. Poco después la furgoneta pasó bajo la imponente abadía de Latrún, donde se encontró con el primer control de carretera: unas barricadas obligaban a los pocos vehículos que pasaban a detenerse. Mientras un feldgendarme comprobaba la documentación otros revisaban los vehículos.
Un gendarme exigió al conductor el salvoconducto. El judío lo entregó con confianza, pues era auténtico. Sin embargo vio con intranquilidad lo exhaustivo de la inspección que estaba sufriendo un camión militar, a pesar de las protestas de su conductor: no solo habían descargado todos los bultos que llevaba, sino que estaban desmontando los asientos para mirar el relleno, estaban comprobando el depósito de combustible e incluso la rueda de repuesto. Entonces fue el turno de la furgoneta. Sapir pensó que si un camión militar era revisado tan a fondo, su camioneta iba a ser desmontada, y no iba desencaminado: le obligaron a descargar las treinta lecheras de diez litros que llevaba, y tuvo que abrir una a una, mientras un gendarme metía una varilla y probaba el contenido. Luego desmontaron los asientos, el revestimiento de las puertas y hasta las cuatro ruedas. Solo cuando ya no sabían dónde mirar le permitieron a Sapir volver a montar las ruedas y cargar la leche. Un gendarme colocó un precinto sobre la carga y le dejaron seguir. Sapir suspiró… pero se encontró un nuevo control unos kilómetros más adelante, en el que de nuevo revisaron su documentación e inspeccionaron detenidamente los precintos. Un tercer control en Jerusalén supuso otra revisión, y finalmente hubo un cuarto más a la entrada del recinto en el que se encontraban las principales instalaciones militares de la ciudad y el Hotel Rey David. Allí la inspección fue tan detenida como en Latrún. En total el viaje le llevó doce horas, pero finalmente Sapir entregó sus lecheras en el hotel, donde varios asistentes las llevaron a la cámara refrigerada. Tomó otras lecheras vacías y salió hacia Jaffa.
En el sótano del Hotel un hombre vació los recipientes y recortó la soldadura del fondo: cada lechera tenía en su interior una botella metálica, la que se llenaba de leche, estando el resto del envase lleno de explosivos. En ese primer viaje había podido llevar cien kilos de explosivo: unos pocos viajes más y el Leji podría recibir adecuadamente al Statthalter.
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Cuanto protocolo de seguridad, como para quejarte de los controles de los aeropuertos.
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