El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
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- General de Ejército
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Experimento
El mismo día
De Globalpedia, la Enciclopedia Total.
“La fabricación casera de Nitroglicerina es una técnica al alcance de cualquier persona, pero es muy peligrosa, por lo que debe ser reservada para obreros con experiencia en el manejo de productos químicos peligrosos.
Se necesita:
– Ácido Nítrico.
– Ácido sulfúrico.
– Glicerina.
– Agua destilada o, si no se dispone de ella, agua de lluvia recogida con recipientes de porcelana o de vidrio.
– Hielo.
– Sal de mesa.
– Bicarbonato de sodio.
Los ácidos deben ser almacenados con gran precaución en lugares secos, ya que captan la humedad del aire disminuyendo su potencia e inutilizándolos para ciertas reacciones químicas. Es conveniente que sean concentrados pero no es imprescindible, y además los ácidos diluidos pueden manejarse con más seguridad.
Materiales:
– Dos botellas de cuello ancho, mejor si son matraces de laboratorio.
– Tubo graduado para medir líquidos.
– Cubeta grande para enfriamiento.
– Contenedor para hielo.
– Dos cuentagotas.
– Mezclador de vidrio.
– Papel de Tornasol.
Todo el material debe estar lo más limpio posible porque las impurezas aumentan el peligro de la reacción.
Se seguirá el siguiente procedimiento:
– Es mejor preparar cantidades pequeñas varias veces que una grande.
– Se prepara la solución neutralizante en un matraz con agua destilada y bicarbonato sódico, que debe quedar disuelto por completo. Por eso hay que mezclarlo poco a poco y remover hasta que la solución sea transparente.
– Se prepara un baño refrigerante en la cubeta con agua, hielo y mucha sal. Debe quedar hielo de sobra para añadirlo al baño si se funde el que hay en él.
– Se coloca el otro matraz en el baño de hielo para que se enfríe.
– Se pone en ese matraz dos partes de agua por cada parte de ácido sulfúrico para conseguir una mezcla azeotrópica. Hay que verter el ácido sulfúrico poco a poco sobre el agua, y nunca el agua sobre el ácido por el peligro de explosión. No debe caer ácido en el baño refrigerante porque se desprenderían gases tóxicos. Si el ácido es diluido no es preciso añadir agua.
– Se diluye el ácido nítrico de forma similar al ácido sulfúrico.
– Se añaden una parte y media de ácido nítrico al 30% por cada parte de ácido sulfúrico, removiendo cuidadosamente con la varilla de vidrio, y deteniendo el proceso si la mezcla de ácidos se calienta.
– Una vez mezclados los ácidos se espera a que la mezcla se enfríe a menos de 10ºC.
– Con el cuentagotas se vierte con sumo cuidado la glicerina en la mezcla de ácidos, de gota en gota. Nunca hay que verter bruscamente la glicerina sobre la mezcla o la reacción se descontrolará, ni tampoco debe verterse la mezcla sobre la glicerina. Con el termómetro se vigila la temperatura que debe mantenerse en 15ºC y nunca debe sobrepasar los 30ºC, porque en ese caso la reacción se descontrolará y la mezcla estallará. Si la temperatura aumenta y no puede ser controlada añadiendo hielo hay que evacuar el lugar.
– La Nitroglicerina se forma como unas gotas aceitosas sobre la mezcla de ácidos. Cuando la reacción finalice se mantiene refrigerada la mezcla a 15ºC.
– Cuando la mezcla decante se extrae el sobrenadante con el cuentagotas y se vierte con el mayor cuidado en el matraz de solución neutralizante. Con el papel Tornasol se comprueba que se han neutralizado los ácidos.
– La Nitroglicerina queda en el fondo del matraz. Se extrae y se deja en un envase limpio en un lugar seguro. No debe permitirse que la temperatura sea inferior a 15ºC, para que no se congele, ni superior a 25ºC. Debe evitarse cualquier sacudida.
Nota: no recomiendo a nadie que prepare Nitroglicerina casera. No solo es un delito grave, sino que es enormemente peligroso incluso para químicos experimentados. Tampoco conviene utilizar la receta que pongo en estas páginas: contiene varios errores de bulto que, en principio, harán que la reacción no se produzca y no obtengamos Nitroglicerina. Pero ni lo he comprobado, ni animo a nadie a que lo intente: es posible que esos errores, en lugar de dejarnos sin reacción química, nos dejen sin manos y sin cara.
El mismo día
De Globalpedia, la Enciclopedia Total.
“La fabricación casera de Nitroglicerina es una técnica al alcance de cualquier persona, pero es muy peligrosa, por lo que debe ser reservada para obreros con experiencia en el manejo de productos químicos peligrosos.
Se necesita:
– Ácido Nítrico.
– Ácido sulfúrico.
– Glicerina.
– Agua destilada o, si no se dispone de ella, agua de lluvia recogida con recipientes de porcelana o de vidrio.
– Hielo.
– Sal de mesa.
– Bicarbonato de sodio.
Los ácidos deben ser almacenados con gran precaución en lugares secos, ya que captan la humedad del aire disminuyendo su potencia e inutilizándolos para ciertas reacciones químicas. Es conveniente que sean concentrados pero no es imprescindible, y además los ácidos diluidos pueden manejarse con más seguridad.
Materiales:
– Dos botellas de cuello ancho, mejor si son matraces de laboratorio.
– Tubo graduado para medir líquidos.
– Cubeta grande para enfriamiento.
– Contenedor para hielo.
– Dos cuentagotas.
– Mezclador de vidrio.
– Papel de Tornasol.
Todo el material debe estar lo más limpio posible porque las impurezas aumentan el peligro de la reacción.
Se seguirá el siguiente procedimiento:
– Es mejor preparar cantidades pequeñas varias veces que una grande.
– Se prepara la solución neutralizante en un matraz con agua destilada y bicarbonato sódico, que debe quedar disuelto por completo. Por eso hay que mezclarlo poco a poco y remover hasta que la solución sea transparente.
– Se prepara un baño refrigerante en la cubeta con agua, hielo y mucha sal. Debe quedar hielo de sobra para añadirlo al baño si se funde el que hay en él.
– Se coloca el otro matraz en el baño de hielo para que se enfríe.
– Se pone en ese matraz dos partes de agua por cada parte de ácido sulfúrico para conseguir una mezcla azeotrópica. Hay que verter el ácido sulfúrico poco a poco sobre el agua, y nunca el agua sobre el ácido por el peligro de explosión. No debe caer ácido en el baño refrigerante porque se desprenderían gases tóxicos. Si el ácido es diluido no es preciso añadir agua.
– Se diluye el ácido nítrico de forma similar al ácido sulfúrico.
– Se añaden una parte y media de ácido nítrico al 30% por cada parte de ácido sulfúrico, removiendo cuidadosamente con la varilla de vidrio, y deteniendo el proceso si la mezcla de ácidos se calienta.
– Una vez mezclados los ácidos se espera a que la mezcla se enfríe a menos de 10ºC.
– Con el cuentagotas se vierte con sumo cuidado la glicerina en la mezcla de ácidos, de gota en gota. Nunca hay que verter bruscamente la glicerina sobre la mezcla o la reacción se descontrolará, ni tampoco debe verterse la mezcla sobre la glicerina. Con el termómetro se vigila la temperatura que debe mantenerse en 15ºC y nunca debe sobrepasar los 30ºC, porque en ese caso la reacción se descontrolará y la mezcla estallará. Si la temperatura aumenta y no puede ser controlada añadiendo hielo hay que evacuar el lugar.
– La Nitroglicerina se forma como unas gotas aceitosas sobre la mezcla de ácidos. Cuando la reacción finalice se mantiene refrigerada la mezcla a 15ºC.
– Cuando la mezcla decante se extrae el sobrenadante con el cuentagotas y se vierte con el mayor cuidado en el matraz de solución neutralizante. Con el papel Tornasol se comprueba que se han neutralizado los ácidos.
– La Nitroglicerina queda en el fondo del matraz. Se extrae y se deja en un envase limpio en un lugar seguro. No debe permitirse que la temperatura sea inferior a 15ºC, para que no se congele, ni superior a 25ºC. Debe evitarse cualquier sacudida.
Nota: no recomiendo a nadie que prepare Nitroglicerina casera. No solo es un delito grave, sino que es enormemente peligroso incluso para químicos experimentados. Tampoco conviene utilizar la receta que pongo en estas páginas: contiene varios errores de bulto que, en principio, harán que la reacción no se produzca y no obtengamos Nitroglicerina. Pero ni lo he comprobado, ni animo a nadie a que lo intente: es posible que esos errores, en lugar de dejarnos sin reacción química, nos dejen sin manos y sin cara.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
- UlisesII
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Hola amigos:
Eso sin contar las nuevas emociones y sentimientos que el Estado,amablemente, reserva a los aficionados a las demoliciones recreativas. Siempre hay descerebrados....
Por cierto, en tu mundo alternativo el mafioso de Kennedy padre ¿Sigue siendo embajador en Londres? Es una curiosidad.
Hasta otra.><>
Eso sin contar las nuevas emociones y sentimientos que el Estado,amablemente, reserva a los aficionados a las demoliciones recreativas. Siempre hay descerebrados....
Por cierto, en tu mundo alternativo el mafioso de Kennedy padre ¿Sigue siendo embajador en Londres? Es una curiosidad.
Hasta otra.><>
Dios con nosotros ¿Quién contra nosotros? (Romanos 8:31)
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- General de Ejército
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
No se cita, pero se supone. En lo que no se diga nada, y donde no haya demasiados cambios, hay que suponer que todo ocurría como en la realidad.
Saludos
Saludos
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Vigilancia
El mismo día
Sepp Dietrich sabía que había muchas formas de garantizar la seguridad. Una es extremar la vigilancia sobre posibles sospechosos. Pero si de algo sobraba en Jerusalén, era de sospechosos, y Dietrich no disponía ni información ni personal suficiente para controlarlos a todos. Otra forma era establecer una vigilancia estricta pero poco visible, con policías de paisano, centinelas ocultos, coches camuflados… Sin embargo Dietrich dudaba de la eficacia de dicha medida, porque la invisibilidad de la policía podría llevar a algún loco a pensar que no había vigilancia. Probablemente el intento fracasaría y se capturaría a los delincuentes, pero Dietrich no quería eso.
Por eso optó con el tercer sistema: exhibición de fuerza. Tras entrevistarse con Von Wiktorin y con Kesselring consiguió que se destinase a Jerusalén a la recién llegada 23ª División de Infantería. El primer batallón del 67º Regimiento fue destinado a proteger el llamado “fuerte Kesselring”: en pocos días había surgido una posición fortificada, alrededor del Hotel Rey David y de las antiguas instalaciones militares británicas, que estaba defendida con una triple barrera de alambre de espino. Las pocas puertas de acceso estaban vigiladas por pelotones armados con ametralladoras y por cañones de asalto StuG.
Otro batallón del 67º protegía la ciudad nueva, que fue dividida en zonas por otras barreras de alambre de espino, separando los barrios de las diferentes confesiones. El tránsito entre sectores debía pasar por controles estrictamente vigilados, y fuertes patrullas recorrían las calles.
Al 68º Regimiento le correspondió la seguridad de la Ciudad Vieja y los Santos Lugares. Se tomaron medidas similares para separar los barrios árabe, armenio y judío, y a un batallón se le encomendó mantener abiertas las comunicaciones con Jericó y con Hermón.
La misión más gratificante le correspondió al aristocrático 9º Regimiento, famoso por tener en sus filas más barones y condes que cualquier otra unidad alemana. La prestancia de sus soldados sería ideal para la misión que le había sido asignada: sus tres mil soldados formarían la guardia de honor del Statthalter durante la conferencia de la Unión Paneuropea.
El mismo día
Sepp Dietrich sabía que había muchas formas de garantizar la seguridad. Una es extremar la vigilancia sobre posibles sospechosos. Pero si de algo sobraba en Jerusalén, era de sospechosos, y Dietrich no disponía ni información ni personal suficiente para controlarlos a todos. Otra forma era establecer una vigilancia estricta pero poco visible, con policías de paisano, centinelas ocultos, coches camuflados… Sin embargo Dietrich dudaba de la eficacia de dicha medida, porque la invisibilidad de la policía podría llevar a algún loco a pensar que no había vigilancia. Probablemente el intento fracasaría y se capturaría a los delincuentes, pero Dietrich no quería eso.
Por eso optó con el tercer sistema: exhibición de fuerza. Tras entrevistarse con Von Wiktorin y con Kesselring consiguió que se destinase a Jerusalén a la recién llegada 23ª División de Infantería. El primer batallón del 67º Regimiento fue destinado a proteger el llamado “fuerte Kesselring”: en pocos días había surgido una posición fortificada, alrededor del Hotel Rey David y de las antiguas instalaciones militares británicas, que estaba defendida con una triple barrera de alambre de espino. Las pocas puertas de acceso estaban vigiladas por pelotones armados con ametralladoras y por cañones de asalto StuG.
Otro batallón del 67º protegía la ciudad nueva, que fue dividida en zonas por otras barreras de alambre de espino, separando los barrios de las diferentes confesiones. El tránsito entre sectores debía pasar por controles estrictamente vigilados, y fuertes patrullas recorrían las calles.
Al 68º Regimiento le correspondió la seguridad de la Ciudad Vieja y los Santos Lugares. Se tomaron medidas similares para separar los barrios árabe, armenio y judío, y a un batallón se le encomendó mantener abiertas las comunicaciones con Jericó y con Hermón.
La misión más gratificante le correspondió al aristocrático 9º Regimiento, famoso por tener en sus filas más barones y condes que cualquier otra unidad alemana. La prestancia de sus soldados sería ideal para la misión que le había sido asignada: sus tres mil soldados formarían la guardia de honor del Statthalter durante la conferencia de la Unión Paneuropea.
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
La mejor defensa
Ese mismo día
—Un último detalle, mariscal. Usted recomienda que hasta el último momento las tropas destinadas a Rotbart permanezcan a la defensiva ¿No se trata de una precaución excesiva? ¿De veras usted cree que Stalin atacará al Reich?
—Statthalter, he estado consultando con el general Schellenberg y me ha indicado que en el actual despliegue soviético no hay ningún indicio que apunte hacia un ataque, si no fuese por el enorme tamaño del Ejército Rojo. Ya le he señalado a su Excelencia que la Unión Soviética posee un ejército enorme, que es mayor que todos los demás ejércitos del mundo juntos. Nuestras estimaciones hablan de cinco o seis millones de soldados, diez mil tanques y cinco mil aviones de combate. Por otra parte la política soviética en lo que llevamos de guerra está siendo muy agresiva: no solo ocupó parte de Polonia, sino que ha atacado Finlandia y ha ocupado los Países Bálticos y la Besarabia rumana. Ahora mismo el embajador soviético está planteando a los fineses nuevas exigencias. Con nosotros Stalin está actuando como un aliado desleal, y nos cortó el flujo de petróleo justo cuando lo necesitábamos para atacar a los ingleses en Suez. Por suerte nuestras reservas bastaron para culminar la ofensiva y ahora Stalin está enviando de nuevo petróleo y materias primas…
—Que está cobrando religiosamente —dijo Goering.
—Desde luego, Statthalter. Pero lo que quiero decir es que los bolcheviques han mostrado su voluntad de usar tanto sus recursos naturales como el Ejército Rojo para conseguir sus objetivos. No sé si entra en sus planes atacarnos, pero considero posible que decidan anexionarse Rumania e incluso el resto de los Balcanes, que siempre han sido objetivo de los zares, sean blancos o rojos.
—Ploiesti es vital, por lo menos hasta que empecemos a recibir petróleo de Mosul y de Libia —dijo Seyss-Inquart.
—Tiene razón, ministro —dijo Goering—. General Schellenberg ¿Están haciendo preparativos contra nosotros los bolcheviques?
Schellenberg se adelantó para responder—. No lo sabemos, Statthalter. Siento no poder ser más explícito, pero las fuentes de inteligencia que tenemos en Rusia son muy limitadas y se encuentran con tremendas dificultades para operar. El estado ruso es inimaginablemente opresivo. Nuestros diplomáticos en Moscú son seguidos desde que salen de sus residencias hasta que vuelven, y por lo que sabemos cualquier persona con la que hablan, aunque tan solo sea para cruzar un saludo o para preguntar una dirección, es detenida e interrogada. Aunque he conseguido infiltrar algunos agentes, temo que sean identificados si tratan de enviarnos mensajes —todo el mundo entendió cuál sería el sino de esos infortunados—. Por ello tienen orden de permanecer en silencio, y solo deben ponerse en contacto con nosotros cuando descubran algo suficientemente importante.
—O sea que no sabemos nada de Rusia —dijo Goering con disgusto.
—No es así, Statthalter, porque los agentes sobre el terreno no son la única fuente de la que disponemos. Nuestros diplomáticos y comerciantes tienen los ojos bien abiertos, y han sido equipados con microcámaras fotográficas con las que captan todo lo que les llama la atención. La Luftwaffe está enviando aviones de reconocimiento de muy alta cota…
—Los Ju 86P, supongo —dijo Goering.
—Sí, excelencia, los Ju 86P que en tan buen momento usted mandó desarrollar. Vuelan tan alto que no solo no pueden ser interceptados, sino que ni siquiera son vistos desde tierra. Nos han proporcionado imágenes muy valiosas que no muestran movimientos de tropas.
—Menos mal —repuso Goering—. Eso quiere decir que no hay riesgo de que seamos atacados.
—Me temo que no es así, Statthalter —repuso Schellenberg—. Aunque no hayamos detectados movimientos, el Ejército Rojo ya está desplegado en la misma frontera, en posiciones perfectas para pasar al ataque tras solo unos días de preparativos. Además hay otro signo muy inquietante.
—Siga, general —dijo Goering con preocupación.
—Statthalter, temo revelar aspectos que…
Goering autorizó a seguir a Schellenberg con un gesto.
Schellenberg espero unos instantes para captar la atención de los presentes—. Como su Excelencia sabe, estamos vigilando las actividades soviéticas en Europa y especialmente en el Reich, y hemos detectado una de sus redes —Schellenberg calló que controlaba por completo varias redes rusas—. En lugar de desmantelarla hemos infiltrado uno de nuestros agentes, y usamos esa red tanto para enviar informes erróneos como para saber qué es lo que más interesa a nuestros vecinos.
Seyss-Inquart dijo—: Esos traidores merecen la horca.
—Claro que sí, ministro —dijo Schellenberg—, y la tendrán. Pero será mejor si antes usamos la cuerda para hacer tropezar a los que nos han enviado los espías ¿No le parece? La cuestión es que esa red ha recibido una orden de Moscú: deben investigar las defensas y fortificaciones en Alemania y en Rumania, y deben averiguar el estado de ciertas carreteras y vías férreas que resultan ideales para atacar desde Rusia.
—Vaya —se le escapó a Goering.
—No es buena señal —dijo Beck.
—Mariscal, parece que el peligro no es tan hipotético como pensábamos. Por favor, prosiga.
—Gracias, Statthalter —dijo Von Manstein antes de seguir con su exposición—. El riesgo que corremos es que si Stalin nos ataca a mitad de los preparativos nos encontraremos con un despliegue defectuoso y con nuestros almacenes cerca de la frontera. Por eso creo conveniente adoptar un dispositivo defensivo durante las primeras fases de la preparación. Por una parte eso nos asegura ante sorpresas, por otra facilita mantener la discreción respecto a nuestros movimientos. Solo en las dos últimas semanas nuestro despliegue pasará a ser ofensivo. Aunque los rusos lo detecten no tendrán tiempo para reaccionar.
—¿Y si Stalin se adelanta? —preguntó Goering.
—Entonces lamentará haber levantado la mano contra el Reich —dijo Von Manstein con una sonrisa.
Goering, satisfecho, dio su aprobación al plan preliminar, aunque advirtiendo que sería preciso revisar y corregir muchos detalles. Estaba saludando al mariscal Von Manstein cuando se abrió la puerta de la sala y entró un oficial con uniforme paracaidista, que entregó al dictador una nota.
—Mayor Schulz, espero que tenga motivos para interrumpirme.
—Statthalter, he sido enviado por el mariscal Von Greim. Se trata de un asunto urgente.
El dictador empezó a leer la nota y su expresión cambió. Enseguida empezó a gritar—: ¡Ese hijo de perra desagradecido malnacido!
Los presentes guardaron silencio mientras Goering seguía gritando— ¡No esperaba eso de esa rata! ¡No conoce a su padre porque su madre fue una ramera!
Seyss-Inquart se atrevió a preguntar—: ¿Qué ocurre, Statthalter?
—¿Qué ocurre? Pues que Ritter me dice que ha interceptado un mensaje italiano. Ese cabrón de Mussolini está volando hacia Egipto. Va a desfilar en el Cairo pasado mañana. Me debe la victoria pero quiere todos los laureles ¡Pues no será así! Eric —dijo dirigiéndose a Von Manstein—, tu plan tendrá que esperar porque me voy a Jerusalén. Mayor Schulz, encárguese de que se prepare mi equipaje. Asegúrese de incluir suficientes uniformes de gala. Ante todo, dígale al mariscal Von Greim que necesito que mi avión esté preparado antes del amanecer.
El mayor salió de la sala y Goering se dirigió a los presentes: Arthur —dijo a Seyss-Inquarth—, te vienes conmigo. Avisa a Muller, que también vendrá. Id a casa a coger vuestros uniformes, y a las cinco de la mañana os quiero en Tempelhoff ¡Marchando!
Los nombrados salieron de la sala corriendo. Era la primera vez que Goering los trataba así, como un sargento con un grupo de reclutas. El dictador siguió:
—Walter —dirigiéndose a Schellenberg—, tú te quedas con Papen, Beck y Manstein en casa. Quiero que cuidéis de Berlín hasta que vuelva.
Ese mismo día
—Un último detalle, mariscal. Usted recomienda que hasta el último momento las tropas destinadas a Rotbart permanezcan a la defensiva ¿No se trata de una precaución excesiva? ¿De veras usted cree que Stalin atacará al Reich?
—Statthalter, he estado consultando con el general Schellenberg y me ha indicado que en el actual despliegue soviético no hay ningún indicio que apunte hacia un ataque, si no fuese por el enorme tamaño del Ejército Rojo. Ya le he señalado a su Excelencia que la Unión Soviética posee un ejército enorme, que es mayor que todos los demás ejércitos del mundo juntos. Nuestras estimaciones hablan de cinco o seis millones de soldados, diez mil tanques y cinco mil aviones de combate. Por otra parte la política soviética en lo que llevamos de guerra está siendo muy agresiva: no solo ocupó parte de Polonia, sino que ha atacado Finlandia y ha ocupado los Países Bálticos y la Besarabia rumana. Ahora mismo el embajador soviético está planteando a los fineses nuevas exigencias. Con nosotros Stalin está actuando como un aliado desleal, y nos cortó el flujo de petróleo justo cuando lo necesitábamos para atacar a los ingleses en Suez. Por suerte nuestras reservas bastaron para culminar la ofensiva y ahora Stalin está enviando de nuevo petróleo y materias primas…
—Que está cobrando religiosamente —dijo Goering.
—Desde luego, Statthalter. Pero lo que quiero decir es que los bolcheviques han mostrado su voluntad de usar tanto sus recursos naturales como el Ejército Rojo para conseguir sus objetivos. No sé si entra en sus planes atacarnos, pero considero posible que decidan anexionarse Rumania e incluso el resto de los Balcanes, que siempre han sido objetivo de los zares, sean blancos o rojos.
—Ploiesti es vital, por lo menos hasta que empecemos a recibir petróleo de Mosul y de Libia —dijo Seyss-Inquart.
—Tiene razón, ministro —dijo Goering—. General Schellenberg ¿Están haciendo preparativos contra nosotros los bolcheviques?
Schellenberg se adelantó para responder—. No lo sabemos, Statthalter. Siento no poder ser más explícito, pero las fuentes de inteligencia que tenemos en Rusia son muy limitadas y se encuentran con tremendas dificultades para operar. El estado ruso es inimaginablemente opresivo. Nuestros diplomáticos en Moscú son seguidos desde que salen de sus residencias hasta que vuelven, y por lo que sabemos cualquier persona con la que hablan, aunque tan solo sea para cruzar un saludo o para preguntar una dirección, es detenida e interrogada. Aunque he conseguido infiltrar algunos agentes, temo que sean identificados si tratan de enviarnos mensajes —todo el mundo entendió cuál sería el sino de esos infortunados—. Por ello tienen orden de permanecer en silencio, y solo deben ponerse en contacto con nosotros cuando descubran algo suficientemente importante.
—O sea que no sabemos nada de Rusia —dijo Goering con disgusto.
—No es así, Statthalter, porque los agentes sobre el terreno no son la única fuente de la que disponemos. Nuestros diplomáticos y comerciantes tienen los ojos bien abiertos, y han sido equipados con microcámaras fotográficas con las que captan todo lo que les llama la atención. La Luftwaffe está enviando aviones de reconocimiento de muy alta cota…
—Los Ju 86P, supongo —dijo Goering.
—Sí, excelencia, los Ju 86P que en tan buen momento usted mandó desarrollar. Vuelan tan alto que no solo no pueden ser interceptados, sino que ni siquiera son vistos desde tierra. Nos han proporcionado imágenes muy valiosas que no muestran movimientos de tropas.
—Menos mal —repuso Goering—. Eso quiere decir que no hay riesgo de que seamos atacados.
—Me temo que no es así, Statthalter —repuso Schellenberg—. Aunque no hayamos detectados movimientos, el Ejército Rojo ya está desplegado en la misma frontera, en posiciones perfectas para pasar al ataque tras solo unos días de preparativos. Además hay otro signo muy inquietante.
—Siga, general —dijo Goering con preocupación.
—Statthalter, temo revelar aspectos que…
Goering autorizó a seguir a Schellenberg con un gesto.
Schellenberg espero unos instantes para captar la atención de los presentes—. Como su Excelencia sabe, estamos vigilando las actividades soviéticas en Europa y especialmente en el Reich, y hemos detectado una de sus redes —Schellenberg calló que controlaba por completo varias redes rusas—. En lugar de desmantelarla hemos infiltrado uno de nuestros agentes, y usamos esa red tanto para enviar informes erróneos como para saber qué es lo que más interesa a nuestros vecinos.
Seyss-Inquart dijo—: Esos traidores merecen la horca.
—Claro que sí, ministro —dijo Schellenberg—, y la tendrán. Pero será mejor si antes usamos la cuerda para hacer tropezar a los que nos han enviado los espías ¿No le parece? La cuestión es que esa red ha recibido una orden de Moscú: deben investigar las defensas y fortificaciones en Alemania y en Rumania, y deben averiguar el estado de ciertas carreteras y vías férreas que resultan ideales para atacar desde Rusia.
—Vaya —se le escapó a Goering.
—No es buena señal —dijo Beck.
—Mariscal, parece que el peligro no es tan hipotético como pensábamos. Por favor, prosiga.
—Gracias, Statthalter —dijo Von Manstein antes de seguir con su exposición—. El riesgo que corremos es que si Stalin nos ataca a mitad de los preparativos nos encontraremos con un despliegue defectuoso y con nuestros almacenes cerca de la frontera. Por eso creo conveniente adoptar un dispositivo defensivo durante las primeras fases de la preparación. Por una parte eso nos asegura ante sorpresas, por otra facilita mantener la discreción respecto a nuestros movimientos. Solo en las dos últimas semanas nuestro despliegue pasará a ser ofensivo. Aunque los rusos lo detecten no tendrán tiempo para reaccionar.
—¿Y si Stalin se adelanta? —preguntó Goering.
—Entonces lamentará haber levantado la mano contra el Reich —dijo Von Manstein con una sonrisa.
Goering, satisfecho, dio su aprobación al plan preliminar, aunque advirtiendo que sería preciso revisar y corregir muchos detalles. Estaba saludando al mariscal Von Manstein cuando se abrió la puerta de la sala y entró un oficial con uniforme paracaidista, que entregó al dictador una nota.
—Mayor Schulz, espero que tenga motivos para interrumpirme.
—Statthalter, he sido enviado por el mariscal Von Greim. Se trata de un asunto urgente.
El dictador empezó a leer la nota y su expresión cambió. Enseguida empezó a gritar—: ¡Ese hijo de perra desagradecido malnacido!
Los presentes guardaron silencio mientras Goering seguía gritando— ¡No esperaba eso de esa rata! ¡No conoce a su padre porque su madre fue una ramera!
Seyss-Inquart se atrevió a preguntar—: ¿Qué ocurre, Statthalter?
—¿Qué ocurre? Pues que Ritter me dice que ha interceptado un mensaje italiano. Ese cabrón de Mussolini está volando hacia Egipto. Va a desfilar en el Cairo pasado mañana. Me debe la victoria pero quiere todos los laureles ¡Pues no será así! Eric —dijo dirigiéndose a Von Manstein—, tu plan tendrá que esperar porque me voy a Jerusalén. Mayor Schulz, encárguese de que se prepare mi equipaje. Asegúrese de incluir suficientes uniformes de gala. Ante todo, dígale al mariscal Von Greim que necesito que mi avión esté preparado antes del amanecer.
El mayor salió de la sala y Goering se dirigió a los presentes: Arthur —dijo a Seyss-Inquarth—, te vienes conmigo. Avisa a Muller, que también vendrá. Id a casa a coger vuestros uniformes, y a las cinco de la mañana os quiero en Tempelhoff ¡Marchando!
Los nombrados salieron de la sala corriendo. Era la primera vez que Goering los trataba así, como un sargento con un grupo de reclutas. El dictador siguió:
—Walter —dirigiéndose a Schellenberg—, tú te quedas con Papen, Beck y Manstein en casa. Quiero que cuidéis de Berlín hasta que vuelva.
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Capítulo 34. Puesta en escena
De madrugada
22 de Julio de 1941
La negrura cayó sobre la ciudad cuando las nubes ocultaron la luna. El oscurecimiento hacía que la animación de la antaño famosa noche berlinesa no fuese sino un recuerdo. Pero aun había noctámbulos que en su búsqueda de locales que siguiesen abiertos, vieron las rendijas de luz que salían de los faros de los automóviles. En Berlín todos sabían lo que significaban los coches negros, y los trasnochadores se apresuraron a refugiarse en los portales.
Un coche se detuvo en una calle de un barrio popular. El conductor siguió al volante, mientras otros dos hombres vestidos con gabardinas largas, a pesar de lo caluroso de la noche, descendieron del automóvil. Alumbraron con una linterna la placa de la puerta y empezaron a llamar. Un vecino bajó a abrir y se apresuró a franquearles el paso. Porque era mejor ser servicial con los que en Alemania llamaban a las puertas a las tres de la mañana.
—Perdone, ciudadano ¿Es el 16 de la Eduardstrasse? La placa está dañada y no se lee bien.
El pobre hombre intentaba dominar su miedo y respondió con voz entrecortada.
—Sí, agentes, es el 16. La semana pasada una bomba inglesa cayó cerca y la placa se cayó, y en estos días no se encuentran repuestos.
—Gracias, ciudadano —la amabilidad de los policías sorprendió al portero.
Los dos policías subieron hasta el segundo piso y llamaron a la puerta. Oyeron pasos apresurados y la puerta se entreabrió lo que permitía la cadena de seguridad. Una mujer les miró con ojos asustados.
—¿Señora, vive aquí Elmer Maurer? —la mujer asintió débilmente— Le ruego que nos abra o tendremos que romper el cerrojo.
—Un momento, por favor —la señora cerró la puerta, quitó la cadena de seguridad y abrió a los agentes, que vieron a una mujer de edad madura en camisón y a un cincuentón sobrado de kilos en pijama.
—¿Elmer Maurer? Debe acompañarnos. Tiene diez minutos para hacer la maleta. Ponga todo lo que pueda necesitar los próximos quince días.
—¡Mi marido no ha hecho nada! —gritó la mujer.
—No grite, señora. No venimos a detener a su marido sino a acompañarle. Tiene que prestar un servicio al Reich.
Tras recoger a sus pasajeros los coches se dirigieron hacia el centro de Berlín. Cuando el vehículo que lo llevaba entró en la Prinzalbertstrasse Maurer empezó a protestar— ¡No he hecho nada! Soy un fiel servidor del Reich y pertenezco al Partido —dijo intentando sacar la cartera. Uno de los policías sonrió por lo absurdo de la situación.
—No tiene nada que temer, señor Maurer —justo entonces el coche se detuvo en el patio de la Geheime Staatspolizei, la temida Gestapo. El conductor bajó, cogió la pesada maleta y la dejó junto a otras. Maurer se sorprendió: jamás había pensado ver a un esbirro de la Gestapo haciendo de maletero. Los otros policías hicieron descender a su pasajero y lo condujeron a una sala, donde muchos otros hombres esperaban. Maurer reconoció a muchos de ellos: como él, trabajaban en el servicio del lujoso hotel Excelsior.
Un hombre entró en la sala y se dirigió a los presentes—: Caballeros, siento haber tenido que sacarles de sus camas, pero es necesario que ustedes presten un importante servicio al Reich. Los policías que han ido a buscarles les acompañarán al hotel en el que trabajan, donde recogerán todo lo que necesiten para organizar un banquete.
Maurer se tranquilizó. Pensando que su carné del Partido le daba alguna garantía, se atrevió a preguntar— ¿Qué es lo que tenemos que llevar?
—¿Cuál es su trabajo?
—Soy el sumiller del hotel
—¿Sumiqué?
Maurer supuso que el hombre que les hablaba era un patán como tantos otros del Partido, pero le respondió con toda la humildad que pudo—: Señoría, el sumiller es el encargado de los vinos, el que los selecciona, vigila su almacenamiento en la bodega, y los presenta a los clientes.
—¿Usted es el de los vinos? Perfecto. Me ahorra el tiempo de buscarle. Vaya al su bodega y escoja doscientas de sus mejores botellas. Las llevaremos a Hegel para embarcarlas inmediatamente.
—¿Embarcarlas? —preguntó Maurer.
—Sí, en avión ¿Cómo si no van a llegar a Jerusalén a tiempo?
—Excelencia, mis vinos son muy delicados y en el viaje se estropearán. Las vibraciones del avión los echarán a perder.
—No me venga con historias y vaya a recoger sus vinos si sabe lo que le conviene.
Los coches volvieron rumbo a los mejores hoteles berlineses. Desde la ventana de su despacho Müller los veía pasar. El jefe de la Gestapo pensó en la sorpresa que se llevaría el Statthalter al encontrarse en Jerusalén al mejor servicio de Europa. Luego rio silenciosamente pensando en el susto que se habían llevado los camareros: aunque no era bueno para la imagen de la Gestapo gastar esas bromas, alguna vez había que divertirse.
De madrugada
22 de Julio de 1941
La negrura cayó sobre la ciudad cuando las nubes ocultaron la luna. El oscurecimiento hacía que la animación de la antaño famosa noche berlinesa no fuese sino un recuerdo. Pero aun había noctámbulos que en su búsqueda de locales que siguiesen abiertos, vieron las rendijas de luz que salían de los faros de los automóviles. En Berlín todos sabían lo que significaban los coches negros, y los trasnochadores se apresuraron a refugiarse en los portales.
Un coche se detuvo en una calle de un barrio popular. El conductor siguió al volante, mientras otros dos hombres vestidos con gabardinas largas, a pesar de lo caluroso de la noche, descendieron del automóvil. Alumbraron con una linterna la placa de la puerta y empezaron a llamar. Un vecino bajó a abrir y se apresuró a franquearles el paso. Porque era mejor ser servicial con los que en Alemania llamaban a las puertas a las tres de la mañana.
—Perdone, ciudadano ¿Es el 16 de la Eduardstrasse? La placa está dañada y no se lee bien.
El pobre hombre intentaba dominar su miedo y respondió con voz entrecortada.
—Sí, agentes, es el 16. La semana pasada una bomba inglesa cayó cerca y la placa se cayó, y en estos días no se encuentran repuestos.
—Gracias, ciudadano —la amabilidad de los policías sorprendió al portero.
Los dos policías subieron hasta el segundo piso y llamaron a la puerta. Oyeron pasos apresurados y la puerta se entreabrió lo que permitía la cadena de seguridad. Una mujer les miró con ojos asustados.
—¿Señora, vive aquí Elmer Maurer? —la mujer asintió débilmente— Le ruego que nos abra o tendremos que romper el cerrojo.
—Un momento, por favor —la señora cerró la puerta, quitó la cadena de seguridad y abrió a los agentes, que vieron a una mujer de edad madura en camisón y a un cincuentón sobrado de kilos en pijama.
—¿Elmer Maurer? Debe acompañarnos. Tiene diez minutos para hacer la maleta. Ponga todo lo que pueda necesitar los próximos quince días.
—¡Mi marido no ha hecho nada! —gritó la mujer.
—No grite, señora. No venimos a detener a su marido sino a acompañarle. Tiene que prestar un servicio al Reich.
Tras recoger a sus pasajeros los coches se dirigieron hacia el centro de Berlín. Cuando el vehículo que lo llevaba entró en la Prinzalbertstrasse Maurer empezó a protestar— ¡No he hecho nada! Soy un fiel servidor del Reich y pertenezco al Partido —dijo intentando sacar la cartera. Uno de los policías sonrió por lo absurdo de la situación.
—No tiene nada que temer, señor Maurer —justo entonces el coche se detuvo en el patio de la Geheime Staatspolizei, la temida Gestapo. El conductor bajó, cogió la pesada maleta y la dejó junto a otras. Maurer se sorprendió: jamás había pensado ver a un esbirro de la Gestapo haciendo de maletero. Los otros policías hicieron descender a su pasajero y lo condujeron a una sala, donde muchos otros hombres esperaban. Maurer reconoció a muchos de ellos: como él, trabajaban en el servicio del lujoso hotel Excelsior.
Un hombre entró en la sala y se dirigió a los presentes—: Caballeros, siento haber tenido que sacarles de sus camas, pero es necesario que ustedes presten un importante servicio al Reich. Los policías que han ido a buscarles les acompañarán al hotel en el que trabajan, donde recogerán todo lo que necesiten para organizar un banquete.
Maurer se tranquilizó. Pensando que su carné del Partido le daba alguna garantía, se atrevió a preguntar— ¿Qué es lo que tenemos que llevar?
—¿Cuál es su trabajo?
—Soy el sumiller del hotel
—¿Sumiqué?
Maurer supuso que el hombre que les hablaba era un patán como tantos otros del Partido, pero le respondió con toda la humildad que pudo—: Señoría, el sumiller es el encargado de los vinos, el que los selecciona, vigila su almacenamiento en la bodega, y los presenta a los clientes.
—¿Usted es el de los vinos? Perfecto. Me ahorra el tiempo de buscarle. Vaya al su bodega y escoja doscientas de sus mejores botellas. Las llevaremos a Hegel para embarcarlas inmediatamente.
—¿Embarcarlas? —preguntó Maurer.
—Sí, en avión ¿Cómo si no van a llegar a Jerusalén a tiempo?
—Excelencia, mis vinos son muy delicados y en el viaje se estropearán. Las vibraciones del avión los echarán a perder.
—No me venga con historias y vaya a recoger sus vinos si sabe lo que le conviene.
Los coches volvieron rumbo a los mejores hoteles berlineses. Desde la ventana de su despacho Müller los veía pasar. El jefe de la Gestapo pensó en la sorpresa que se llevaría el Statthalter al encontrarse en Jerusalén al mejor servicio de Europa. Luego rio silenciosamente pensando en el susto que se habían llevado los camareros: aunque no era bueno para la imagen de la Gestapo gastar esas bromas, alguna vez había que divertirse.
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- General de Ejército
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Llamadas
Primeras luces
Un asistente llamó al Primer Ministro. Por suerte, aunque se había retirado a su habitación al acabar la alarma aérea, todavía no se había dormido.
—Pase, por favor.
Menzies entró en el dormitorio y se encontró a Churchill vestido con una especie de kimono y calzado con pantuflas— ¿Qué ocurre, Stewart? —preguntó.
Menzies esperó a que el asistente cerrase la puerta antes de responder —Sir Winston, Ultra ha interceptado un mensaje.
—¿Han vuelto a ver la luz los chicos de Bletchley Park? Mejor para ellos. Estaba pensando en disolver la unidad.
—Sir Winston, no lo haga, por favor. Aunque desde que los alemanes cambiaron sus métodos no estamos consiguiendo casi nada de ellos, aun podemos interceptar los mensajes de otras fuentes.
—Eso quiere decir que no es de Alemania lo que me trae.
—No, Premier. Es de los italianos —dijo Menzies—. Estos días estaban muy parlanchines y por fin Ultra ha conseguido descifrar sus códigos —si en Bletchley Park le hubiesen oído hablar de códigos se hubiesen horrorizado, porque en 1941 ya nadie usaba códigos sino sistemas de cifrado electromecánicos. Pero para Menzies el mundo de la criptografía era algo tan nebuloso como la metafísica.
—No me haga esperar. Será importante si viene a estas horas.
—Desde luego que lo es: Supermarina está enviando mensajes a sus barcos ordenándoles que sitúen por todo el Mediterráneo: tienen que estar preparados porque Mussolini va a despegar dentro de unas horas con destino a El Cairo. Anteayer llegó a Tarento, donde ha estado inspeccionando la flota. Hoy volará hasta Bengasi, donde hará escala, y mañana llegará a El Cairo.
—¿Podemos interceptarlo y acabar con él?
—El mensaje es muy explícito e informa del horario de vuelo, luego tenemos una oportunidad. No será fácil, pues van a evitar acercarse a Malta o a Creta, pero en la primera parte de su viaje podremos alcanzarlos si enviamos cazas Beaufighter desde Malta ¿Me da su autorización para hacerlo?
—Desde luego. Igual podemos cazar dos patos en lugar de uno ¿Cómo va lo de Palestina?
—Ayer recibimos un mensaje: el comando ha desembarcado sin incidentes. No sabemos nada más.
—Bien, bien. Esta va a ser nuestra ocasión. En pocos días cortaremos las cabezas de la hidra. Espero que en Mesopotamia esté todo a punto, porque será el momento de nuestro contraataque.
Primeras luces
Un asistente llamó al Primer Ministro. Por suerte, aunque se había retirado a su habitación al acabar la alarma aérea, todavía no se había dormido.
—Pase, por favor.
Menzies entró en el dormitorio y se encontró a Churchill vestido con una especie de kimono y calzado con pantuflas— ¿Qué ocurre, Stewart? —preguntó.
Menzies esperó a que el asistente cerrase la puerta antes de responder —Sir Winston, Ultra ha interceptado un mensaje.
—¿Han vuelto a ver la luz los chicos de Bletchley Park? Mejor para ellos. Estaba pensando en disolver la unidad.
—Sir Winston, no lo haga, por favor. Aunque desde que los alemanes cambiaron sus métodos no estamos consiguiendo casi nada de ellos, aun podemos interceptar los mensajes de otras fuentes.
—Eso quiere decir que no es de Alemania lo que me trae.
—No, Premier. Es de los italianos —dijo Menzies—. Estos días estaban muy parlanchines y por fin Ultra ha conseguido descifrar sus códigos —si en Bletchley Park le hubiesen oído hablar de códigos se hubiesen horrorizado, porque en 1941 ya nadie usaba códigos sino sistemas de cifrado electromecánicos. Pero para Menzies el mundo de la criptografía era algo tan nebuloso como la metafísica.
—No me haga esperar. Será importante si viene a estas horas.
—Desde luego que lo es: Supermarina está enviando mensajes a sus barcos ordenándoles que sitúen por todo el Mediterráneo: tienen que estar preparados porque Mussolini va a despegar dentro de unas horas con destino a El Cairo. Anteayer llegó a Tarento, donde ha estado inspeccionando la flota. Hoy volará hasta Bengasi, donde hará escala, y mañana llegará a El Cairo.
—¿Podemos interceptarlo y acabar con él?
—El mensaje es muy explícito e informa del horario de vuelo, luego tenemos una oportunidad. No será fácil, pues van a evitar acercarse a Malta o a Creta, pero en la primera parte de su viaje podremos alcanzarlos si enviamos cazas Beaufighter desde Malta ¿Me da su autorización para hacerlo?
—Desde luego. Igual podemos cazar dos patos en lugar de uno ¿Cómo va lo de Palestina?
—Ayer recibimos un mensaje: el comando ha desembarcado sin incidentes. No sabemos nada más.
—Bien, bien. Esta va a ser nuestra ocasión. En pocos días cortaremos las cabezas de la hidra. Espero que en Mesopotamia esté todo a punto, porque será el momento de nuestro contraataque.
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- Sargento Segundo
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Ummm una operación similar a la que se utilizó con Yamamoto, supongo que Mussolini viajará en algún Savoia – Marchetti, quizás escoltado por algunos Macchi M.C.200 ya que el Macchi M.C.202 aún no estará disponible en grandes cantidades. Promete ser una operación interesante.
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Hola amigos:
Los Bristol no son precisamente P-38. Si lleva escolta lo mas seguro es qu se las tengan muy tiesas. Los MC-202 entraron en servicio en julio. Si algun escuadron esta CR lo mas seguro es que ese sea la escolta.
Y no olvideis a Leslie Howard.
Hasta otra.><>
Los Bristol no son precisamente P-38. Si lleva escolta lo mas seguro es qu se las tengan muy tiesas. Los MC-202 entraron en servicio en julio. Si algun escuadron esta CR lo mas seguro es que ese sea la escolta.
Y no olvideis a Leslie Howard.
Hasta otra.><>
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- Teniente Coronel
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Domper escribió: los Ju 86P que en tan buen momento usted mandó desarrollar. Vuelan tan alto que no solo no pueden ser interceptados
¿Los cazas rusos de altura como el MiG-3 no se acercan a su techo?
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- General de Ejército
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
No lo sé, pero lo dudo, porque los Spitfire con motor modificado apenas llegaban. Conn todo, el problema de esas intercepciones está también en la detección, y sin radar...
Respecto al Macchi 202, no me parece lógico que se encomiende la escolta del Duce a una unidad recién convertida.
Saludos
Respecto al Macchi 202, no me parece lógico que se encomiende la escolta del Duce a una unidad recién convertida.
Saludos
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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- Teniente Coronel
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Los Spitifire eran aviones de cota media mejorados.
Los MiG 3 eran aviones de alta cota ya de origen, con un techo de 12.000 m.
Los MiG 3 eran aviones de alta cota ya de origen, con un techo de 12.000 m.
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- Teniente
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En diversas páginas que he visto, le dan al MiG-3 un techo máximo operativo de entre 11500 y 12000m, mientras que el Ju-86 tiene un techo de servicio entre 12000 y 13000m. Diversas páginas dicen que los Ju-86 era imposibles de interceptar para los soviéticos y que sus pérdidas en combate tuvieron lugar a manos de los aliados occidentales.
- “El sueño de la razón produce monstruos”. Francisco de Goya.
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- Teniente Coronel
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
kaiser-1 escribió: interceptar para los soviéticos
Quizás el problema estuviera en la detección a fin de cuentas los rusos aún tenían un sistema muy limitado. Aunque antes de la 2ª GM habían derribado algún avión de reconocimiento.
Respecto a la detección aparte de la visual y la sonora (de eficacia limitada), tenían algunos radares como el RUS-1 y RUS-2 antes de empezar la guerra.
Domper escribió:¿Han vuelto a ver la luz los chicos de Bletchley Park?
¿La Luftwaffe no debería enviar un ataque contra esas instalaciones para eliminarlas o retrasar sus trabajos?
Domper escribió: el Ejército Rojo ya está desplegado en la misma frontera, en posiciones perfectas para pasar al ataque tras solo unos días de preparativos.
Stalin no quería planes de defensa en profundidad (lo tradicional en Rusia), sino que quería una defensa avanzada de cara al ataque librando el combate en territorio enemigo (aunque la estrategia de guerra de Tujachevski aún no estaba recuperada).
Tenían la línea Stalin pero la habían dejado atrás con las anexiones, lo que dejaba las formaciones soviéticas mal desplegadas y protegidas por lo que estaban construyendo la línea Molotov.
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- Teniente
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Por todas las fuentes que tengo los soviéticos No derribaron ninguno de los diversos aviones de reconocimiento que emplearon los alemanes en los meses previos a Barbarroja. Es más, cuando un He-111 tuvo problemas y se vió forzado a realizar un aterrizaje de emergencia en territorio soviético, éstos devolvieron el avión (con sus cámaras y fotos intactas(y éstas sin revelarlas o visionarlas). Es más, aun cuando en caso de otros aviones distintos al Ju-86, podían interceptarlos (He-111, Do-17, Ju-88, Hs-126 por citar algunos), Stalin dio órdenes terminantes a los comandantes de las unidades aéreas de los distritos occidentales de que no se les atacase y se les dejase realizar sus vuelos con toda tranquilidad. Y en esa época nadie replicaba a Stalin (a menos que no tuviera gran aprecio por su propio pellejo y el de su familia).Es más, muchos de esos pobres diablos que pedían permiso para actuar y se les negó y tuvieron la "suerte" de sobrevivir a la "obertura" alemana de Barbarroja y a los combates posteriores es muy posible que fueran arrestados y ejecutados, al menos los altos oficiales, para ocultar el descomunal fallo de Stalin (o en el caso de Rybalko atreverse a criticar la calidad de sus aviones respecto a los alemanes)
- “El sueño de la razón produce monstruos”. Francisco de Goya.
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