El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund

[Domper]

Temblor

Media tarde

A medida que aumentaba la distancia al punto de origen, los efectos de la explosión se aminoraban. La mayoría de los restos del camión cayeron a menos de quinientos metros del epicentro, aunque posteriormente se encontró un fragmento de un eje en el tejado de la mezquita de Al Aqsa, a casi dos kilómetros de distancia. La onda de choque se expandió, fragmentando los cristales y proyectándolos contra los desgraciados que estaban cerca de las ventanas, pero fue perdiendo potencia con la distancia, y los cristales de las casas situadas a más de ochocientos metros por lo general resistieron. Más allá la onda de choque ya no fue capaz de causar daños, pero se sintió como un gran estampido que se fue extendiendo primero por la ciudad y luego por las colinas que la rodeaban. El sonido rebotó en las peladas colinas. Minutos después llegaba a Lidda, donde sonó como un trueno lejano.

—¿Truenos? No se ven nubes —dijo Goering.

Tanto Muller como Seyss-Inquart habían combatido en las trincheras en la anterior guerra, e identificaron el trueno como el efecto de una gran explosión.

—Statthalter, creo que ha sido una explosión lejana pero muy potente.

Siguieron conversando unos minutos hasta que los interrumpió un ordenanza—. Statthalter, tengo una llamada urgente de Von Wiktorin —dijo mientras le entregaba un papel.

Goering lo leyó y se enfadó todavía más— ¡Arthur, encárgate! —dijo a Seyss-Inquart—. El comandante militar de Jerusalén me dice que ha habido una gran explosión en la ciudad.

Seyss-Inquart volvió al edificio y salió unos minutos después.

—Statthalter, el general Von Wiktorin me ha confirmado que un grupo árabe ha atentado contra nuestras fuerzas, causando algunos daños. Según el general no son graves, pero las ventanas del Hotel Rey David han sufrido mucho y está preparando alojamientos en otro hotel de lujo.

—¿Solo para eso me ha llamado? Creo que ahí hay gato encerrado. Quiero que salgas inmediatamente hacia Jerusalén y te informes. Lleva a Muller, que no sé si fiarme de ese Dietrich. Aseguraos de tened todo bajo control y entonces me llamáis. Por si acaso, yo voy a pasar otra noche en este agujero.

Los dos jerarcas subieron en un Mercedes-Benz W31 pintado de negro y que ostentaba banderines nazis. Cuatro motoristas y un coche Horch 830 formaron la escolta. La comitiva se puso en marcha y, tras pasar bajo el fuerte Teggart de Latrún, tomó la carretera de Jerusalén.

Aunque las colinas de Judea son áridas y pedregosas, en las zonas protegidas crecen pequeños bosquecillos, y por eso desde los coches no pudieron ver al comando que elevó un panel blanco.

—¡Viene Goering! ¡Deprisa!

Dos soldados llevaron dos minas antitanques que pusieron en baches de la carretera, y las cubrieron apresuradamente con la arena de un saco. Luego corrieron a esconderse en la cuneta. Apenas se habían cubierto cuando llegaron los coches.

Desde el final de la corta recta los comandos ingleses apuntaron sus armas, esperando que llegasen a la altura de un raquítico pino que habían tomado como referencia. Las motocicletas sobrepasaron el pino, pero el Horch pisó una de las minas. La explosión arrancó la rueda delantera izquierda, y el pesado coche volcó. El Mercedes tuvo que frenar para no estrellarse contra el vehículo accidentado.

Los dos ametralladores dispararon contra los motoristas, que cayeron al suelo, mientras que los fusiles antitanques disparaban contra el Mercedes: aunque el fusil Boys era inútil contra los tanques modernos, sus proyectiles podían perforar con facilidad el ligero blindaje que podía llevar un coche. Desde la cuneta los soldados que habían puesto las minas lanzaron bombas de mano, y tras ellos los otros comandos dispararon contra los vehículos.

Los soldados montados en el Horch fueron barridos por las ametralladoras mientras intentaban salir, mientras las balas perforantes astillaban el parabrisas del Mercedes y destrozaban la cabeza del conductor y del escolta del asiento delantero. Seyss-Inquart iba desarmado, pero Muller llevaba una pequeña automática que desenfundó. Abrió la puerta para disparar, solo para encontrarse una docena de balas del calibre 45 disparadas por un subfusil Thompson. Seyss-Inquart intentó refugiarse en el fondo del vehículo, cuando estallaron bajo él dos granadas.

El comando siguió disparando durante dos minutos, hasta asegurarse que nade había sobrevivido, y luego abandonó corriendo el lugar de la emboscada. A tan corta distancia de los puestos de control de Latrún y de Bab el Oued las patrullas alemanas llegarían en minutos, y solo la velocidad podría salvarles. Subieron a la carrera por el pequeño cerro situado al sur: gracias a su excelente forma física ya estaban bajando por la ladera contraria cuando un vehículo blindado encontró los restos de la comitiva.

[APVid]

Continua la limpieza: gestapo Muller y seis y un cuarto.

[Domper]

Está quedando Palestina como una patena.

[zaptor]

Esto va a acabar como Juego de Tronos....

[UlisesII]

Hola amigos:
Lo interesante del asunto es que se ha librado de la influencia de ambos dos y tambien que Dietrich seguira siendo el encargado de la seguridad ¿Me equivoco?
Por lo demas lastima que no estuviera tambien Rosemberg. Y el que Dietrich le haya dado matarile al miserable del mufti me ha producido un hondo placer.... No es muy cristiano, pero es que el personaje se lo merecia.
Una pregunta maestro, Kesselring ¿Era tan lamelibranquio como lo dibujas? Tenia otra idea la verdad.
Hasta otra ><>

[Gaspacher]

Mil conjuras que se sobreponen las unas a las otras y al final no paran de entorpecerse y matarse los unos a los otros. salvando las distancias me recuerdan al escuadron suicida de la Vida de Brian

Dicho esto espero que esos heroicos ingleses (por una vez), logren escapar por el servicio prestado a la humanidad...

seguiremos a la espera

[UlisesII]

Mas bien a la batalla en el Palacio de "Pilatoz"

[Domper]

Hola amigos:
Lo interesante del asunto es que se ha librado de la influencia de ambos dos y tambien que Dietrich seguira siendo el encargado de la seguridad ¿Me equivoco?
Por lo demas lastima que no estuviera tambien Rosemberg. Y el que Dietrich le haya dado matarile al miserable del mufti me ha producido un hondo placer.... No es muy cristiano, pero es que el personaje se lo merecia.
Una pregunta maestro, Kesselring ¿Era tan lamelibranquio como lo dibujas? Tenia otra idea la verdad.
Hasta otra ><>

¿Rosemberg? Ya me acuerdo de él. Paciencia.

¿Kesselring? No llego ni a describirle, ni tampoco participa en nada, apenas le da tiempo.Tan solo a aguantar una bronca ¿qué podría hacer ante semejante chorreo?

Saludos

[Lucas de Escola]

El comando siguió disparando durante dos minutos, hasta asegurarse que nade había sobrevivido

Joer..., eso ya es ensañamiento.

[APVid]

Vas a dejar a John C. Woods sin trabajo.

No te olvides también a los médicos Mengele y compañía.

[Domper]

La lista puede ser muy larga, y ya he dicho por ahí que no voy a ser exhaustivo. Respecto a algunos de estos personajes, dejaré a juicio del lector que piense en su posible destino.

Saludos

[Domper]

Fastos

Atardecer

El Duce estaba muy enfadado. El desfile había durado solo tres horas y habían sido las peores de su vida.

Cuando Mussolini supo que Goering estaba volando hacia Jerusalén, adelantó su celebración de la victoria en El Cairo. Había salido de Bengasi al amanecer, y al poco de llegar a la ciudad de las Pirámides comenzó el desfile. Pero la precipitación con la que se hicieron los preparativos finales quitó lustre al aspecto de las tropas: los uniformes estaban arrugados, y los penachos de plumas, aplastados, sin que recobrasen su natural prestancia por muchos peinados que se les diesen.

El Duce montó en su coche oficial, un lujoso Lancia Astura Ministeriale, y soltó un improperio: el coche había sido traído desde Libia, y el polvo arenoso se había colado por todos los rincones. A alguien no se le había ocurrido mejor idea que frotarlo con paños húmeros, y la arena herrumbrosa había dejado tales marcas que el color negro original parecía óxido. Además el largo viaje desde Cirenaica había castigado los amortiguadores del vehículo: cuando el coche se puso en marcha entretuvo a sus ocupantes con tales bandazos que tuvieron que aferrarse a los asientos para no caer.

Al pasar el Lancia las tropas en las calles corrieron a formar: con el tremendo calor del mediodía de El Cairo los soldados no aguantaban al sol, y se habían refugiado en las escasas sombras que encontraron. Solo corrieron a sus puestos cuando vieron llegar el auto oficial: entre carreras y sombreros caídos la formación resultó, como poco, deslucida. Desde el coche Mussolini se aferraba con fuerza al respaldo del asiento delantero para que no le pasase lo que a Badoglio: cuando levantó el brazo para saludar una sacudida lo había tirado del coche y habían tenido que parar a recogerlo. Ahora el mariscal estaba sentado dolorido, intentando sacudirse el polvo, mientras el Duce hacía equilibrios a su lado.

Finalmente el Lancia llegó a la tribuna donde lo esperaba el rey Faruk. Mussolini no lo conocía, y esperaba encontrarse con algún dignatario árabe de aspecto digno, cubierto con lujosos ropajes. Pero Faruk resultó ser un jovenzuelo obeso y de baja estatura, vestido con traje occidental de color blanco, que estaba sentado a la sombra tomando una bebida con hielo. Se levantó para saludar a Mussolini, pero tras estrecharle blandamente la mano volvió a su asiento, dejando a los italianos presidir el desfile.

Que desfile. Los bersaglieri pasaron a la carrera, pero con 45 tórridos grados a la sombra, muchos no habían podido aguantar el ritmo: al principio solo pasó parte de la formación, y luego llegaron los retrasados, dando carreritas cortas y abanicándose con sus sombreros. Las siguientes formaciones se enredaron con los rezagados perdiendo cualquier atisbo de orden. Los oficiales proferían alaridos para que sus soldados rehiciesen las hileras cuanto antes, porque detrás estaban los autos blindados y los tanques, que tenían que zigzaguear entre los retrasados.

En la tribuna los jerarcas también padecían el calor bajo sus floridos uniformes. La carrera de los bersaglieri y el paso de los blindados levantaron una polvareda que cayó sobre los dignatarios italianos. El sudor cubrió de churretones de barro caras y uniformes, y atrajo nubes de moscas que empezaron a picar furiosamente a los jerarcas: estos pasaron de formar marcialmente con el pecho fuera a bailar una especie de danza demente intentando apartarse los insectos de la cara. Mussolini se esforzaba en aguantar, pero cuando se volvió y vio a Faruk riendo a carcajadas, bebiendo un cóctel helado, mientras un sirviente con un abanico de plumas le espantaba las moscas, decidió que había tenido bastante. Ordenó suspender el desfile y volvió al Lancia, que lo llevó a su residencia entre sacudidas.

Lo único bueno del día había sido que el espectáculo había tenido pocos espectadores ya que las calles estaban desiertas: los egipcios, más inteligentes que sus nuevos ocupantes, habían preferido evitar el calor del mediodía quedándose en sus frescas casas.

[APVid]

Solo les faltó una tormenta de arena.

[kaiser-1]

Y los egipcios fresquitos en sus casas riéndose a carcajadas de esos locos infieles que no tienen mejor idea de pasar el día que ponerse a desfilar (igualito que en los tiempos de Cleopatra que diría alguno ) Y encima el pobre Benito teniendo que aguantar que una nulidad como Faruk se ría de él No me extraña que estuviera de mal humor: el caballo, el coche, un mariscal por los suelos, soldados poco marciales y ¡¡¡¡Guárdate de los Idus de Junio, Mussolini!!!!

[Domper]

Solo les faltó una tormenta de arena.

Ya había pasado la época.

Saludos