El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Desde luego que los magnates norteamericanos actuaron por interés propio. Lo que quiero decir es que tanto la opinión pública norteamericana como FDR (que en parte la modelaba) harían que comerciar con Alemania, o con cualquiera de sus aliados (salvo tal vez Francia) resultase muy peligroso. En términos económicos e incluso legales.
Saludos
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Recepción
Seis de la tarde
A partir de las seis y media empezaron a llegar al Hotel Rey David las delegaciones de países aliados y neutrales. Largas filas de coches oficiales esperaban en la Hospedería de Notre Dame, mientras la guardia de honor era revisada por última vez por los suboficiales, que buscaban como sabuesos cualquier imperfección. La banda de música afinaba sus instrumentos mientras en el puesto de control se retiraban las barreras.
En el interior también se daban los últimos toques. El salón donde el Statthalter recibiría a sus invitados era inspeccionado por última vez: la gran sala estaba engalanada de rojo y oro. Aunque en los rincones había tríos de banderas alemanas, italianas y francesas, las esvásticas y las águilas impedirían que nadie olvidase quien había sido el vencedor real en Palestina.
En la bodega el sumiller se afanaba preparando las bebidas. Le preocupaba la mala calidad de los vinos del hotel, que apenas podía paliarse con lo que había encontrado en las bodegas cercanas a la ciudad. Para el Statthalter y para Goering había seleccionado un Riesling del cercano Monasterio Salesiano de Cremisán. Ni se acercaba a la suavidad de los vinos del Rin, pero bien frío podría pasar.
Cuando subía el sumiller vio que se le acercaba el capitán Von der Schulenburg.
—Buenas tardes, capitán.
—Buenas sean, Maurer ¿Están preparados los vinos?
—Sí, capitán. Menos mal que usted me ayudó, o no hubiese sabido que servirle al Statthalter.
—Ahora que lo dice, he encontrado una cosecha realmente interesante ¿Puede venir un momento?
Maurer estaba muy ocupado, pero si podía encontrar algún tinto razonable valdría la pena, por lo que siguió al capitán hasta una salita. Cuando entraron Von der Schulenburg cerró la puerta y apuntó al sumiller con su pistola.
—Pero ¿qué ocurre? —dijo Maurer.
—Calle o le mato.
El capitán introdujo un pañuelo en la boca del sumiller y luego lo amordazó. Lo cegó con una venda en los ojos y finalmente lo ató a una tubería.
—Escuche, Maurer. Va a haber un hombre vigilándole. Si le oye aunque sea un suspiro le cortará el cuello. Pero si se porta bien le soltará dentro de dos horas.
El capitán se vistió con un traje de color negro.
Seis de la tarde
A partir de las seis y media empezaron a llegar al Hotel Rey David las delegaciones de países aliados y neutrales. Largas filas de coches oficiales esperaban en la Hospedería de Notre Dame, mientras la guardia de honor era revisada por última vez por los suboficiales, que buscaban como sabuesos cualquier imperfección. La banda de música afinaba sus instrumentos mientras en el puesto de control se retiraban las barreras.
En el interior también se daban los últimos toques. El salón donde el Statthalter recibiría a sus invitados era inspeccionado por última vez: la gran sala estaba engalanada de rojo y oro. Aunque en los rincones había tríos de banderas alemanas, italianas y francesas, las esvásticas y las águilas impedirían que nadie olvidase quien había sido el vencedor real en Palestina.
En la bodega el sumiller se afanaba preparando las bebidas. Le preocupaba la mala calidad de los vinos del hotel, que apenas podía paliarse con lo que había encontrado en las bodegas cercanas a la ciudad. Para el Statthalter y para Goering había seleccionado un Riesling del cercano Monasterio Salesiano de Cremisán. Ni se acercaba a la suavidad de los vinos del Rin, pero bien frío podría pasar.
Cuando subía el sumiller vio que se le acercaba el capitán Von der Schulenburg.
—Buenas tardes, capitán.
—Buenas sean, Maurer ¿Están preparados los vinos?
—Sí, capitán. Menos mal que usted me ayudó, o no hubiese sabido que servirle al Statthalter.
—Ahora que lo dice, he encontrado una cosecha realmente interesante ¿Puede venir un momento?
Maurer estaba muy ocupado, pero si podía encontrar algún tinto razonable valdría la pena, por lo que siguió al capitán hasta una salita. Cuando entraron Von der Schulenburg cerró la puerta y apuntó al sumiller con su pistola.
—Pero ¿qué ocurre? —dijo Maurer.
—Calle o le mato.
El capitán introdujo un pañuelo en la boca del sumiller y luego lo amordazó. Lo cegó con una venda en los ojos y finalmente lo ató a una tubería.
—Escuche, Maurer. Va a haber un hombre vigilándole. Si le oye aunque sea un suspiro le cortará el cuello. Pero si se porta bien le soltará dentro de dos horas.
El capitán se vistió con un traje de color negro.
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Se acerca el momento.
Respecto a EEUU a loa industriales quien les pague les importa poco.
La población aunque partidaria de la democracia no está aún a favor de la guerra, lo que tiene que cambiar Alemania son los términos: es una guerra civil europea, lo que defiende Gran Bretaña es su imperio,...
No olvidemos que a los estadounidenses no les gustan los imperios tradicionales.
Quizás ofreciendo Alemania una conferencia de paz en NY y metiendo el conflicto chino dentro, puedan al menos ganar tiempo.
Respecto a EEUU a loa industriales quien les pague les importa poco.
La población aunque partidaria de la democracia no está aún a favor de la guerra, lo que tiene que cambiar Alemania son los términos: es una guerra civil europea, lo que defiende Gran Bretaña es su imperio,...
No olvidemos que a los estadounidenses no les gustan los imperios tradicionales.
Quizás ofreciendo Alemania una conferencia de paz en NY y metiendo el conflicto chino dentro, puedan al menos ganar tiempo.
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Tres cuestiones:
– Desde luego, el capital no tiene patria, y los magnates norteamericanos eran rapaces. Pero sus negocios dependían demasiado de la opinión pública, tanto directamente (porque los clientes no te compren) como indirecta (porque el estado no te compre). Recuerda un hecho bastante más cercano: el asunto Toshiba Kongsberg, cuando Toshiba vendió a la URSS máquinas herramientas que permitieron mejorar el corte de las hélices de sus submarinos y evitar el fenómeno de cavitación. Kongsberg quebró como consecuencia de las sanciones, y Toshiba estuvo muy cerca de irse a la porra, y si se salvó se debió a que pertenecía a un gran grupo empresarial (Mitsui) que prefirió mantener la marca. Es decir, si yo fuese un empresario norteamericano, en una época tan radicalizada, me lo pensaría dos veces antes de vender ni un tornillo a Alemania.
¬– La población norteamericana era antibelicista, pero también antifascista. No hay que confundir una cosa con la otra.
– ¿Una conferencia internacional en NY?¿En territorio hostil? ¿Con la importante colonia polaca que hay en USA? Lo que ocurriría es que se plantearían proposiciones inaceptables (no olvides que el objetivo de FDR era la guerra) y Alemania quedaría como una intransigente. Si metemos por medio China, ya sabemos qué es lo que exigía Estados Unidos: retirada total.
Saludos
– Desde luego, el capital no tiene patria, y los magnates norteamericanos eran rapaces. Pero sus negocios dependían demasiado de la opinión pública, tanto directamente (porque los clientes no te compren) como indirecta (porque el estado no te compre). Recuerda un hecho bastante más cercano: el asunto Toshiba Kongsberg, cuando Toshiba vendió a la URSS máquinas herramientas que permitieron mejorar el corte de las hélices de sus submarinos y evitar el fenómeno de cavitación. Kongsberg quebró como consecuencia de las sanciones, y Toshiba estuvo muy cerca de irse a la porra, y si se salvó se debió a que pertenecía a un gran grupo empresarial (Mitsui) que prefirió mantener la marca. Es decir, si yo fuese un empresario norteamericano, en una época tan radicalizada, me lo pensaría dos veces antes de vender ni un tornillo a Alemania.
¬– La población norteamericana era antibelicista, pero también antifascista. No hay que confundir una cosa con la otra.
– ¿Una conferencia internacional en NY?¿En territorio hostil? ¿Con la importante colonia polaca que hay en USA? Lo que ocurriría es que se plantearían proposiciones inaceptables (no olvides que el objetivo de FDR era la guerra) y Alemania quedaría como una intransigente. Si metemos por medio China, ya sabemos qué es lo que exigía Estados Unidos: retirada total.
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Domper escribió: ¿Una conferencia internacional en NY?¿En territorio hostil? ¿Con la importante colonia polaca que hay en USA? Lo que ocurriría es que se plantearían proposiciones inaceptables (no olvides que el objetivo de FDR era la guerra) y Alemania quedaría como una intransigente. Si metemos por medio China, ya sabemos qué es lo que exigía Estados Unidos: retirada total.
Precisamente la Unión Paneuropea va de buen rollo y demostrando que quiere la paz y demás; EE.UU. solo sería el país anfitrión.
Por supuesto se podría hacer contraofertas (para Japón China es ahora un problema, quizás una salida con honor y conservando territorio es su mejor salida), por ejemplo proponer también la independencia India.
No se trata de que se llegue a acuerdo alguno, sino de marear la perdiz, si Alemania se muestra como conciliadora y Gran Bretaña como intransigente (y además rompe las negociaciones para invadir países) la imagen en EE.UU. puede cambiar. Además de aumentar el desgaste de FDR.
Domper escribió:La población norteamericana era antibelicista, pero también antifascista. No hay que confundir una cosa con la otra.
Antibelicista lo era, y el Comité Nye no había dado buena imagen de la última participación.
Fascismo había muchos que coqueteaban con ello, entre las diversas clases sociales, recordemos que lo veían como contrapeso al comunismo al que temían.
Y el racismo estaba demasiado asentado de aquella.
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Ramat Rachel
7 de la tarde
Entre los aplausos de los asistentes Mussolini y Goering hacen su entrada en el salón. Los invitados acuden a cumplimentarles. Primeramente pasan los reyezuelos balcánicos, y los dos dictadores dan un paso adelante para estrecharles la mano, como si fuese de igual a igual, aunque todos saben que esas testas coronadas no durarían ni un mes sin la ayuda germanoitaliana. El resto de los invitados, según su origen, saluda brazo en alto o hace reverencias. Un momento de tensión se produce cuando Pierre Laval, el presidente del consejo de ministros francés, que a pesar de todo ha viajado a Jerusalén, no se acerca a presentar sus respetos. Goering rompe el hielo yendo a su encuentro, estrechándole la mano y agradeciendo públicamente la ayuda francesa.
La orquesta comienza a tocar la obertura de Caballería Ligera y los camareros entran en la sala. En una mesa lateral se ha dispuesto un buffet frío, mientras que en otra estaban preparadas las bebidas. Varios camareros sirven vinos y zumos a los asistentes. Mientras, desde otra sala del hotel se emite una llamada por radio: RAMAT RAMAT RAMAT.
En un rincón, junto a las botellas de vino, espera un hombre fornido, en buena forma física. Lleva un traje negro de camarero y le cuelga del cuello la concha de sumiller. Pero el traje le sienta mal, como si no hubiese sido confeccionado para él. Luce una incipiente calvicie, pero los que lo miran no pueden apartar sus ojos de la cicatriz que le cruza la cara. Su rostro muestra a la vez signos de preocupación y de determinación.
El general Von Wiktorin se acerca y al reconocerlo pone cara de sorpresa. Pero el camarero inclina la cabeza y el general entiende. Acepta una copa de vino blanco y se retira.
Poco después llegan los anfitriones. Goering, exultante, pretende dar una lección sobre vinos a sus invitados.
—Camarero ¿Qué tiene que sea aceptable para mí?
—Statthalter, tengo una cosecha especialmente seleccionada para usted.
—¿Para mí? Enséñemela.
El camarero se vuelve y rebusca en una caja. No está completa ya que los gendarmes habían insistido en comprobar la calidad de los caldos, abriendo alguna botella de cada caja. Pero la que busca está en una esquina.
—¿De dónde es el vino?
—De un lugar cercano, Statthalter. Se llama Ramat Rachel.
—Acérqueme la botella —exige Goering.
El camarero la toma y se la aproxima, pero sin soltarla. Goering la toca y nota que está caliente.
—Camarero ¡no puede servir vino caliente!
—¡El vino de Ramat Rachel se saborea mejor cuando QUEMA!
Goering suelta la botella y mira al camarero. No lo conoce, pero las cicatrices de la cara… ¡son las cicatrices de duelo de los aristócratas alemanes! Intenta apartarse pero el camarero empuña la botella y le golpea con ella en la cabeza.
Un botellazo en la cabeza puede matar. Pero solo si se golpea con la fuerza suficiente y en el lugar adecuado. Además es frecuente que la botella se rompa, y eso disipa buena parte de la energía.
Pero no es el golpe lo que rompe la botella. La nitroglicerina que contiene es un producto químico enormemente inestable, especialmente cuando se ha congelado, luego se ha calentado, y han quedado burbujas en su interior. La energía debida a la agitación y al golpe supera los 0,3 Julios que bastan para descomponer el explosivo. Las moléculas reordenan sus átomos, y el exceso de oxígeno se desprende, uniéndose al carbono y al hidrógeno. Donde antes había cuatro moléculas de Nitroglicerina ahora hay veintinueve de Nitrógeno, Dióxido de Carbono y Agua, y muchísima energía. La temperatura asciende a miles de grados y la presión se hace 6.000 veces mayor, formando una onda de choque que recorre el interior de la botella a velocidad hipersónica.
La velocidad de la onda de choque de la Nitroglicerina es varias magnitudes superior a la orgánica, por lo que Goering no llega a sentir dolor: los estímulos producidos por el botellazo no han recorrido ni dos centímetros por las terminaciones nerviosas cuando la botella y su contenido se han convertido en un una bola de gas, vidrio pulverizado y luz que atraviesa cabello, piel, hueso y cerebro. El alma condenada de Goering ya afronta su juicio final cuando el cerebro del capitán Von der Schulenburg aun no ha recibido los impulsos nerviosos que el destello de la explosión genera en sus ojos. No llegarán.
Los gases producidos al descomponerse la Nitroglicerina se extienden a miles de metros por segundo, proyectando contra los infortunados cercanos esquirlas de huesos, dientes y astillas de madera tan letalmente como si hubiesen sido de acero. Las arterias y los pulmones estallan, las ropas son arrancadas, y luego el gas a temperatura capaz de vaporizar el acero abrasa todo lo que toca. A medida que aumenta la distancia la onda explosiva se atenúa, pero aun así proyecta a los hombres como si fuesen muñecos de trapo, revienta las ventanas y arranca las puertas de sus goznes.
Cuando la guardia intenta entrar se encuentra con el general Von Wiktorin, que resulta casi irreconocible: está cubierto de sangre y su uniforme está hecho jirones. Tras ordenar a los guardias que auxilien a los heridos toma el arma de uno de ellos y vuelve a entrar en el salón.
Primero necesita abrirse paso entre los aterrorizados invitados que, ensangrentados y con las ropas deshechas, intentan abandonar la sala. A medida que se acerca al foco de la explosión tiene que pasar sobre cuerpos, unos quietos y otros gimientes. Al llegar al lugar donde había estado el mostrador de las bebidas la escena parecía extraída de una pesadilla del Bosco: extremidades arrancadas, espinas dorsales descarnadas, vísceras abrasadas, escombros ardientes caídos del cielorraso. Las paredes estaban manchadas de sangre y restos humanos.
El general baja el arma, que ya no va a ser necesaria, y sale del salón. Ordena que se bloqueen las comunicaciones y se dedica a organizar la asistencia a los heridos.
Minutos después un coronel hace que se envíe un mensaje por radio: RAMAT RACHEL RAMAT RACHEL RAMAT RACHEL.
7 de la tarde
Entre los aplausos de los asistentes Mussolini y Goering hacen su entrada en el salón. Los invitados acuden a cumplimentarles. Primeramente pasan los reyezuelos balcánicos, y los dos dictadores dan un paso adelante para estrecharles la mano, como si fuese de igual a igual, aunque todos saben que esas testas coronadas no durarían ni un mes sin la ayuda germanoitaliana. El resto de los invitados, según su origen, saluda brazo en alto o hace reverencias. Un momento de tensión se produce cuando Pierre Laval, el presidente del consejo de ministros francés, que a pesar de todo ha viajado a Jerusalén, no se acerca a presentar sus respetos. Goering rompe el hielo yendo a su encuentro, estrechándole la mano y agradeciendo públicamente la ayuda francesa.
La orquesta comienza a tocar la obertura de Caballería Ligera y los camareros entran en la sala. En una mesa lateral se ha dispuesto un buffet frío, mientras que en otra estaban preparadas las bebidas. Varios camareros sirven vinos y zumos a los asistentes. Mientras, desde otra sala del hotel se emite una llamada por radio: RAMAT RAMAT RAMAT.
En un rincón, junto a las botellas de vino, espera un hombre fornido, en buena forma física. Lleva un traje negro de camarero y le cuelga del cuello la concha de sumiller. Pero el traje le sienta mal, como si no hubiese sido confeccionado para él. Luce una incipiente calvicie, pero los que lo miran no pueden apartar sus ojos de la cicatriz que le cruza la cara. Su rostro muestra a la vez signos de preocupación y de determinación.
El general Von Wiktorin se acerca y al reconocerlo pone cara de sorpresa. Pero el camarero inclina la cabeza y el general entiende. Acepta una copa de vino blanco y se retira.
Poco después llegan los anfitriones. Goering, exultante, pretende dar una lección sobre vinos a sus invitados.
—Camarero ¿Qué tiene que sea aceptable para mí?
—Statthalter, tengo una cosecha especialmente seleccionada para usted.
—¿Para mí? Enséñemela.
El camarero se vuelve y rebusca en una caja. No está completa ya que los gendarmes habían insistido en comprobar la calidad de los caldos, abriendo alguna botella de cada caja. Pero la que busca está en una esquina.
—¿De dónde es el vino?
—De un lugar cercano, Statthalter. Se llama Ramat Rachel.
—Acérqueme la botella —exige Goering.
El camarero la toma y se la aproxima, pero sin soltarla. Goering la toca y nota que está caliente.
—Camarero ¡no puede servir vino caliente!
—¡El vino de Ramat Rachel se saborea mejor cuando QUEMA!
Goering suelta la botella y mira al camarero. No lo conoce, pero las cicatrices de la cara… ¡son las cicatrices de duelo de los aristócratas alemanes! Intenta apartarse pero el camarero empuña la botella y le golpea con ella en la cabeza.
Un botellazo en la cabeza puede matar. Pero solo si se golpea con la fuerza suficiente y en el lugar adecuado. Además es frecuente que la botella se rompa, y eso disipa buena parte de la energía.
Pero no es el golpe lo que rompe la botella. La nitroglicerina que contiene es un producto químico enormemente inestable, especialmente cuando se ha congelado, luego se ha calentado, y han quedado burbujas en su interior. La energía debida a la agitación y al golpe supera los 0,3 Julios que bastan para descomponer el explosivo. Las moléculas reordenan sus átomos, y el exceso de oxígeno se desprende, uniéndose al carbono y al hidrógeno. Donde antes había cuatro moléculas de Nitroglicerina ahora hay veintinueve de Nitrógeno, Dióxido de Carbono y Agua, y muchísima energía. La temperatura asciende a miles de grados y la presión se hace 6.000 veces mayor, formando una onda de choque que recorre el interior de la botella a velocidad hipersónica.
La velocidad de la onda de choque de la Nitroglicerina es varias magnitudes superior a la orgánica, por lo que Goering no llega a sentir dolor: los estímulos producidos por el botellazo no han recorrido ni dos centímetros por las terminaciones nerviosas cuando la botella y su contenido se han convertido en un una bola de gas, vidrio pulverizado y luz que atraviesa cabello, piel, hueso y cerebro. El alma condenada de Goering ya afronta su juicio final cuando el cerebro del capitán Von der Schulenburg aun no ha recibido los impulsos nerviosos que el destello de la explosión genera en sus ojos. No llegarán.
Los gases producidos al descomponerse la Nitroglicerina se extienden a miles de metros por segundo, proyectando contra los infortunados cercanos esquirlas de huesos, dientes y astillas de madera tan letalmente como si hubiesen sido de acero. Las arterias y los pulmones estallan, las ropas son arrancadas, y luego el gas a temperatura capaz de vaporizar el acero abrasa todo lo que toca. A medida que aumenta la distancia la onda explosiva se atenúa, pero aun así proyecta a los hombres como si fuesen muñecos de trapo, revienta las ventanas y arranca las puertas de sus goznes.
Cuando la guardia intenta entrar se encuentra con el general Von Wiktorin, que resulta casi irreconocible: está cubierto de sangre y su uniforme está hecho jirones. Tras ordenar a los guardias que auxilien a los heridos toma el arma de uno de ellos y vuelve a entrar en el salón.
Primero necesita abrirse paso entre los aterrorizados invitados que, ensangrentados y con las ropas deshechas, intentan abandonar la sala. A medida que se acerca al foco de la explosión tiene que pasar sobre cuerpos, unos quietos y otros gimientes. Al llegar al lugar donde había estado el mostrador de las bebidas la escena parecía extraída de una pesadilla del Bosco: extremidades arrancadas, espinas dorsales descarnadas, vísceras abrasadas, escombros ardientes caídos del cielorraso. Las paredes estaban manchadas de sangre y restos humanos.
El general baja el arma, que ya no va a ser necesaria, y sale del salón. Ordena que se bloqueen las comunicaciones y se dedica a organizar la asistencia a los heridos.
Minutos después un coronel hace que se envíe un mensaje por radio: RAMAT RACHEL RAMAT RACHEL RAMAT RACHEL.
Última edición por Domper el 09 Jun 2015, 13:27, editado 1 vez en total.
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El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Ya era hora de que a Goring le llegara su final, jeje.
Ahora me surgen varias dudas.
¿Quiénes más han fallecido en él magnicidio? ¿alguno era alguien importante?
¿Qué pasará ahora en Alemania? ¿Quién ocupará el poder y cómo afectará a la guerra?
¿Cómo va a reaccionar Gran Bretaña? ¿Lastrará este vacío de poder una hipotética respuesta alemana al ataque británico proyectado en la península? Sería el momento de acelerar la operación.
Un saludo.
Ahora me surgen varias dudas.
¿Quiénes más han fallecido en él magnicidio? ¿alguno era alguien importante?
¿Qué pasará ahora en Alemania? ¿Quién ocupará el poder y cómo afectará a la guerra?
¿Cómo va a reaccionar Gran Bretaña? ¿Lastrará este vacío de poder una hipotética respuesta alemana al ataque británico proyectado en la península? Sería el momento de acelerar la operación.
Un saludo.
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- Teniente
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Habrá que esperar a que los forenses terminen de raspar con espátula las paredes para conocer a los que estaban cerca del Montero Mayor del Reich. Los que estaban más alejados los conoceremos pronto, creo. ¿Y el cuñado de Paco?
- “El sueño de la razón produce monstruos”. Francisco de Goya.
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- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Llegamo a este punto justo cuando se me funde el portatil...
Ahhhhjjjjj
Aunque eso del teuton suicida...
De ellos hubiese esperado un complicado plan que fallase en el ultimo segundo
Ahhhhjjjjj
Aunque eso del teuton suicida...
De ellos hubiese esperado un complicado plan que fallase en el ultimo segundo
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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- General de Ejército
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- Registrado: 13 Ago 2014, 16:15
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En la realidad ya hubo quien se ofreció a inmolarse con la bestia.
Saludos
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¿La nitroglicerina no es muy inestable? Tanto en la fabricación como el transporte podrían haber tenido problemas por ello.
Pues eliminado el sucesor le tocará al sucedaneo.
De la Administración nazi solo quedan segundones: Brack y Bouhler de la Cancillería del Fuhrer (aunque a lo mejor el Gordo ya la eliminó) o a Lammers de la Cancillería del Reich. Los Gauleiters no los veo muy poderosos, y posiblemente Göering ya había cambiado los mandos del partido por gente más afín a él.
De la Administración civil me inclino sobre todo por Von Papen, podría ser la imagen pública adecuada o al menos volver como vicecanciller. Secundariamente Frick o Meissner
De las Fuerzas Armadas pues el lío es la antigüedad y la afiliación política, salvo sacar a Beck de la carcel hay que recurrir a la lista de los 12 ascendidos (si Göering lo mantuvo) a mariscal de campo en julio 1940.
Kesselring y Sperrle no porque les hicieron un ascenso desde grados inferiores y además son de la Luftwaffe.
Reichenau es demasiado político, y varios oficiales lo rechazaron cuando le intentaron dar el mando del Ejército.
Keitel ya sabemos para que vale y Milch no es competente.
El resto tenemos a antinazis como Von Leeb, conspiradores,...
Si nos atenemos a la antigüedad, en el anterior grado muy igualados Bock, Brauchitsch y Rundstedt (y en su primer grado Rundstedt).
Si pensamos en la fuerza militar que los respalda 4 de ellos comandan grupos de ejército en ese momento: Leeb, Witzleben, Bock y Rundstedt.
Como opción alternativa sacar algún antiguo militar del retiro como Heye o Hammerstein-Equord.
wilhelm escribió:¿Qué pasará ahora en Alemania? ¿Quién ocupará el poder y cómo afectará a la guerra?
Pues eliminado el sucesor le tocará al sucedaneo.
De la Administración nazi solo quedan segundones: Brack y Bouhler de la Cancillería del Fuhrer (aunque a lo mejor el Gordo ya la eliminó) o a Lammers de la Cancillería del Reich. Los Gauleiters no los veo muy poderosos, y posiblemente Göering ya había cambiado los mandos del partido por gente más afín a él.
De la Administración civil me inclino sobre todo por Von Papen, podría ser la imagen pública adecuada o al menos volver como vicecanciller. Secundariamente Frick o Meissner
De las Fuerzas Armadas pues el lío es la antigüedad y la afiliación política, salvo sacar a Beck de la carcel hay que recurrir a la lista de los 12 ascendidos (si Göering lo mantuvo) a mariscal de campo en julio 1940.
Kesselring y Sperrle no porque les hicieron un ascenso desde grados inferiores y además son de la Luftwaffe.
Reichenau es demasiado político, y varios oficiales lo rechazaron cuando le intentaron dar el mando del Ejército.
Keitel ya sabemos para que vale y Milch no es competente.
El resto tenemos a antinazis como Von Leeb, conspiradores,...
Si nos atenemos a la antigüedad, en el anterior grado muy igualados Bock, Brauchitsch y Rundstedt (y en su primer grado Rundstedt).
Si pensamos en la fuerza militar que los respalda 4 de ellos comandan grupos de ejército en ese momento: Leeb, Witzleben, Bock y Rundstedt.
Como opción alternativa sacar algún antiguo militar del retiro como Heye o Hammerstein-Equord.
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Por eso utilizaria el hielo que menciono el sumiller para estabilizar la nitroglierina
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Gaspacher escribió:Por eso utilizaria el hielo que menciono el sumiller para estabilizar la nitroglierina
Si pero aún así es sumamente sensible. Hubiera sido mejor otro explosivo más estable.
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La inestabilidad de la Nitroglicerina es tremenda, pero no es la que se ve en las películas. Durante un par de décadas del siglo XIX se fabricó y se transportó, incluso a grandes distancias. Lógicamente, los accidentes fueron muy frecuentes, y acabó prohibiéndose el transporte de la Nitro, obligándose a su fabricación in situ. Pero, por ejemplo, el accidente de San Francisco de 1866 muestra que el riesgo real no era como el que vemos en las películas: tres cajas con el explosivo, sin marcas, fueron enviadas desde Hamburgo hasta Panamá, cruzaron el istmo, y se reembarcaron para San Francisco, para ser enviadas a las obras del ferrocarril transcontinental. Pero un empleado del muelle notó que una de las cajas rezumaba un líquido aceitoso, y las tres cajas fueron enviadas a las oficinas de la Wells Fargo, donde unos diligentes empleados se dispusieron a abrir la caja estropeada… y no se supo más ni de los pobres, ni de las oficinas, ni de medio barrio.
Pero la caja había viajado por medio mundo sin un trato especial, había pasado el istmo de Panamá, supongo que en carretas, con temperaturas tropicales (Dios mío), había sido desembarcada, y en algún momento se había roto el envase. Casi na.
De hecho la Nitroglicerina siguió usándose en las obras del ferrocarril (fabricada en el lugar) y solo hubo dos accidentes mortales más, que además parece que se debieron a la pólvora negra.
No quiero decir que el explosivo sea seguro, válgame Dios. Para transportarla, lo que se hacía con frecuencia era congelarla (porque era más estable, y bastaba con un baño de hielo o incluso agua fría) pero al descongelarse se volvía tremendamente inestable. Asimismo, si la producción era descuidada, y había impurezas, el que la fabricaba o los que la usaban conseguían unas alitas y un arpa y se iban a cantar salmos al más allá.
El motivo de escoger la Nitro para la historia es triple:
– Para un militar en tiempos de guerra es fácil conseguir explosivos. Por ejemplo, se puede extraer de cargas de demolición, o sacando la trilita de varias bombas de mano. Lo malo es que los explosivos militares (o los industriales) tienden a ser muy seguros y solo estallan con un detonador. Además si el explosivo no está en bloques o si no está confinado, lo más probable es que pegue un fogonazo curioso, pero que no llegue a formar una onda de choque. No hará falta decir que para un guardia con la mosca detrás de la oreja un paquete con una mecha tiende a ser sospechoso. Una botella con un detonador de tiempo (como la del intento de asesinato de Hitler en 1943) solo resiste una inspección superficial.
– De los explosivos potentes, la Nitroglicerina es el más fácil de fabricar, no solo porque la reacción química es relativamente sencilla (pero muy peligrosa y, repito, la receta que he dado NO FUNCIONA), y los productos químicos necesarios son relativamente fáciles de obtener. Otros explosivos, como el TNT, necesitan sustratos menos comunes (en la droguería de la esquina no venden Tolueno), requieren varias fases (necesita ser nitrado tres veces, purificando el producto conseguido tras cada paso) y además es tan peligroso fabricarlos en casa como la Nitroglicerina (no lo intentéis).
– La Nitroglicerina es de los pocos explosivos modernos tan inestables que no requiere ni detonador, ni mecha, ni nada de eso (supongo que a los guardias les llamaría la atención si Von der Schulenburg entra con una botella y una mecha), puede pasar por un líquido (vino blanco, si no se mira con atención), estalla con un buen golpe, y además la potencia del producto basta para conseguir el resultado deseado.
Otra cuestión, sobre los sucesores de Goering ¿de verdad creéis que un grupo de conspiradores van a matar al dictador para entregarle el poder a otros? ¿para que los juzguen?
Saludos
Pero la caja había viajado por medio mundo sin un trato especial, había pasado el istmo de Panamá, supongo que en carretas, con temperaturas tropicales (Dios mío), había sido desembarcada, y en algún momento se había roto el envase. Casi na.
De hecho la Nitroglicerina siguió usándose en las obras del ferrocarril (fabricada en el lugar) y solo hubo dos accidentes mortales más, que además parece que se debieron a la pólvora negra.
No quiero decir que el explosivo sea seguro, válgame Dios. Para transportarla, lo que se hacía con frecuencia era congelarla (porque era más estable, y bastaba con un baño de hielo o incluso agua fría) pero al descongelarse se volvía tremendamente inestable. Asimismo, si la producción era descuidada, y había impurezas, el que la fabricaba o los que la usaban conseguían unas alitas y un arpa y se iban a cantar salmos al más allá.
El motivo de escoger la Nitro para la historia es triple:
– Para un militar en tiempos de guerra es fácil conseguir explosivos. Por ejemplo, se puede extraer de cargas de demolición, o sacando la trilita de varias bombas de mano. Lo malo es que los explosivos militares (o los industriales) tienden a ser muy seguros y solo estallan con un detonador. Además si el explosivo no está en bloques o si no está confinado, lo más probable es que pegue un fogonazo curioso, pero que no llegue a formar una onda de choque. No hará falta decir que para un guardia con la mosca detrás de la oreja un paquete con una mecha tiende a ser sospechoso. Una botella con un detonador de tiempo (como la del intento de asesinato de Hitler en 1943) solo resiste una inspección superficial.
– De los explosivos potentes, la Nitroglicerina es el más fácil de fabricar, no solo porque la reacción química es relativamente sencilla (pero muy peligrosa y, repito, la receta que he dado NO FUNCIONA), y los productos químicos necesarios son relativamente fáciles de obtener. Otros explosivos, como el TNT, necesitan sustratos menos comunes (en la droguería de la esquina no venden Tolueno), requieren varias fases (necesita ser nitrado tres veces, purificando el producto conseguido tras cada paso) y además es tan peligroso fabricarlos en casa como la Nitroglicerina (no lo intentéis).
– La Nitroglicerina es de los pocos explosivos modernos tan inestables que no requiere ni detonador, ni mecha, ni nada de eso (supongo que a los guardias les llamaría la atención si Von der Schulenburg entra con una botella y una mecha), puede pasar por un líquido (vino blanco, si no se mira con atención), estalla con un buen golpe, y además la potencia del producto basta para conseguir el resultado deseado.
Otra cuestión, sobre los sucesores de Goering ¿de verdad creéis que un grupo de conspiradores van a matar al dictador para entregarle el poder a otros? ¿para que los juzguen?
Saludos
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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- Registrado: 13 Ago 2014, 16:15
El Visitante. Historia Alternativa de la Segunda Guerra Mund
Epílogo
En Berlín todo está dispuesto. La fallida intentona inglesa de tres días antes no solo había dejado fuera de juego a los principales rivales, sino que había permitido afinar los planes.
Al recibir el primer mensaje Walter Schellenberg llama por teléfono al a Von Manstein, al ministro Von Papen y al coronel Nebe para alertarles. Cuando un ayudante le entrega el segundo mensaje el general ordena que se pongan en marcha los planes para prevenir un golpe de estado.
El general Schellenberg y el mariscal Von Manstein se dirigen al cuartel general del ejército en el Bendlerblock. Allí el mariscal le pide a Schellenberg detalles sobre lo ocurrido, pero el general tiene que decirle que la información que tiene es limitada: tan solo ha recibido la confirmación radiofónica de la muerte de Goering. Espera que el gobernador de Palestina frene la difusión de la noticia, por lo que tienen unas horas para hacerse con el control de la ciudad.
Desde el Bendlerblock el mariscal ordena la movilización del ejército de reserva de Berlín para frustrar un supuesto intento de liberación del detenido Kaltenbrunner por parte de sus seguidores. Se forman columnas que se dirigen a los ministerios y a los centros de comunicaciones. Durante la noche se les agregan formaciones de la marina y de la Luftwaffe.
El coronel Arthur Nebe, que ejerce provisionalmente las funciones de director de la Oficina Central de Seguridad del Reich, envía a los hombres de la Kripo con listas de personas. Los coches negros recorren la ciudad deteniendo a nazis prominentes, especialmente los relacionados con el ala dura del partido, y los conducen a la prisión de Plötzensee, que está custodiada por una compañía del ejército. Un policía muestra una orden especial y exige que se le conduzca a la celda donde está cierto detenido: Kaltenbrunner no llegará a ver el nuevo amanecer.
La aurora revela una ciudad ocupada. Patrullas militares vigilan los principales cruces de Berlín y custodian los edificios públicos. Nerviosos rumores empiezan a correr. Como las emisoras de radio solo retransmiten marchas militares, algunos berlineses se atreven a sintonizar la BBC, que difunde una noticia aterradora: los ingleses han matado a Goering. A las diez de la mañana todas las emisoras de radio retransmiten el mismo mensaje:
“Alemanes. Tengo el triste deber de comunicaros la muerte del Statthalter Hermann Goering tras haber sufrido un atentado durante su visita a Jerusalén. Pero no temáis, la Patria seguirá siendo dirigida con mano firme y los traidores asesinos pagarán con sus vidas. A las doce de la mañana el ministro Von Papen se dirigirá a la nación. Dios salve a Alemania”
Mientras, la noticia se difunde. Los frustrados periodistas que iban a cubrir la conferencia en Jerusalén se encuentran con que las oficinas de telégrafo están cerradas y custodiadas. Aunque las salidas de la ciudad están bloqueadas por controles militares algunos de ellos, más emprendedores, alquilan caballos para desplazarse a las ciudades más próximas. Sin embargo no será hasta el día siguiente cuando la primera crónica de lo ocurrido llegue a Nueva York.
Los reyes, jefes de estado, ministros y diplomáticos presentes en la Ciudad Santa, muchos de ellos heridos por el atentado, exigen comunicarse con sus gobiernos. Los gabinetes de comunicaciones, siguiendo órdenes del gobernador militar, les dicen que las comunicaciones con el exterior están cortadas. Hasta media tarde no se les permite comunicarse con sus capitales, aunque previa censura de los mensajes y exigiendo absoluta discreción sobre lo ocurrido.
El almirante Brivonesi, que se había librado de la explosión por haber tenido que acudir al servicio, consigue entrar en el salón antes que el hotel fuese cerrado. Puede reconocer un caído con uniforme del partido fascista: el conde Ciano, que estaba inconsciente pero todavía respiraba. Más allá ve un tórax descarnado parcialmente envuelto con los jirones de una guerrera negra. Inmediatamente sale del hotel, exige su coche, y abandona la ciudad antes que se cierren las carreteras. Ocho horas después llega a Haifa tras un difícil viaje nocturno y utiliza la radio de uno de los destructores del puerto para comunicar el infausto suceso.
En Chipre los equipos de radioescucha detectan el repentino cambio de patrón de los mensajes de radio en Palestina. Jerusalén desaparece del éter. Horas después interceptan un mensaje naval italiano desde Haifa, rápidamente respondido desde Roma. Transmiten la localización de los emisores a Inglaterra. En Bletchley Park también han captado los mensajes de radio, cifrados con la versión italiana de Enigma, una de las pocas que aun podían leer: el Primer Ministro Churchill recibe la noticia de lo ocurrido.
Casi al mismo tiempo la embajada norteamericana en Londres informa al gobierno que según la legación en Berlín se estaban produciendo movimientos de tropas en la capital alemana.
Sin embargo la confirmación llega a Londres por una vía insospechada. Abdalá, el reyezuelo de Transjordania, deseaba recuperar el favor inglés. El rey siempre había ambicionado integrar Palestina en su reino, por lo que mantenía una red de informadores en Jerusalén. Uno de ellos forma parte de una brigada de limpieza del hotel, a la que se había unido por ser de los pocos árabes que tenían mínimos conocimientos de alemán. Cuando oye repetir “Göring tot” supone lo ocurrido. Desde una centralita telefónica que mantiene su primo puede hablar con Jericó. Luego un corredor llega hasta el Jordán, casi seco durante el estiaje, lo vadea, y entrega el mensaje a un oficial de inteligencia. Tres horas después Amman comunica lo ocurrido a Londres, y a las ocho de la mañana la BBC anuncia al mundo que un comando inglés había ejecutado a Goering.
París conoce por la BBC que se ha producido un atentado, pero hasta el mediodía no llega un radiomensaje desde el Líbano que confirma la muerte de Goering y de Mussolini, pero que indica que los demás líderes europeos, incluyendo el ministro Pierre Laval, solo han recibido heridas leves. De forma similar la noticia llega a Madrid y otras capitales europeas.
Alemania queda paralizada por la noticia incluso más que por la ocupación militar. Los alemanes temen que el atentado alargue una guerra de la que ya se atisbaba el final victorioso.
En Roma el rey Víctor Manuel III aprovecha la ocasión para retomar sus poderes constitucionales, y nombra al mariscal Pietro Badoglio como Primer Ministro. El férreo control policial previene cualquier incidente, pero los italianos siguen preocupados por su futuro.
Tras el bombardeo de la noche, poco júbilo hay entre los londinenses. Pero en el 10 de Downing Street un satisfecho Primer Ministro se sirve una copa. Piensa usar la muerte de su rival para convencer al Estado Mayor Imperial de que es el momento para llevar la guerra a territorio enemigo.
Hay manifestaciones de alegría en París, rápidamente disueltas por los gendarmes. El mariscal Pétain prefiere esperar los acontecimientos.
En el triste Madrid los españoles no lamentan la muerte de Goering, ya que solo les preocupa encontrar comida para aguantar otro día más.
La Casa Blanca declina hacer comentarios, pero el presidente brinda con sus allegados, diciendo que así mueren los tiranos.
En Moscú Beria presenta el atentado como logro del equipo de operaciones especiales. Stalin respira aliviado considerando que el asesinato va a impedir cualquier ataque alemán en lo que queda del verano, y ordena acelerar los preparativos de la operación Krasny Rassvet.
El teniente Ludwig Bauer escucha la noticia por la radio de su tanque, mientras empiezan a caer los proyectiles ingleses a su alrededor. Cierra la escotilla y se dispone a seguir el combate.
Al conocer la noticia del atentado el capitán Jabs aferra con fuerza los mandos de su avión y busca algún objetivo en el que descargar su rabia.
Desde el puente del acorazado Bismarck el Kapitän zur See Ernst Lindemann ve como evoluciona su flamante gemelo Tirpitz en las calmadas aguas bálticas. En pocas semanas los dos acorazados estarán dispuestos a salir al mar y derrotar todo lo que los traidores ingleses puedan lanzar contra ellos.
El comisario Sepp Dietrich se recupera tras ser intervenido. El cirujano ha prohibido que se le diga nada hasta que supere la fase crítica.
A bordo del Canarias, amarrado en San Fernando, el capitán Rodríguez González ordena que se reúna la tripulación para celebrar un acto religioso en memoria de los fallecidos.
En el Atlántico Central, el SS Botwey se hunde poco a poco, mientras sus tripulantes respiran aliviados tras ser rescatados por el Copeland. Cientos de metros más allá la dotación del Atlantic City duda si volver a su buque, que aunque está muy escorado no se hunde.
A treinta metros de profundidad el U-141 trata de eludir a los escoltas que quieren vengar los ataques de la noche anterior.
El coronel Oskar Dinort respira aliviado y ordena que se prepare su grupo de bombarderos en picado: al día siguiente atacarán Ammán.
En todo el mundo la guerra sigue con furia.
____________ FIN ____________
En Berlín todo está dispuesto. La fallida intentona inglesa de tres días antes no solo había dejado fuera de juego a los principales rivales, sino que había permitido afinar los planes.
Al recibir el primer mensaje Walter Schellenberg llama por teléfono al a Von Manstein, al ministro Von Papen y al coronel Nebe para alertarles. Cuando un ayudante le entrega el segundo mensaje el general ordena que se pongan en marcha los planes para prevenir un golpe de estado.
El general Schellenberg y el mariscal Von Manstein se dirigen al cuartel general del ejército en el Bendlerblock. Allí el mariscal le pide a Schellenberg detalles sobre lo ocurrido, pero el general tiene que decirle que la información que tiene es limitada: tan solo ha recibido la confirmación radiofónica de la muerte de Goering. Espera que el gobernador de Palestina frene la difusión de la noticia, por lo que tienen unas horas para hacerse con el control de la ciudad.
Desde el Bendlerblock el mariscal ordena la movilización del ejército de reserva de Berlín para frustrar un supuesto intento de liberación del detenido Kaltenbrunner por parte de sus seguidores. Se forman columnas que se dirigen a los ministerios y a los centros de comunicaciones. Durante la noche se les agregan formaciones de la marina y de la Luftwaffe.
El coronel Arthur Nebe, que ejerce provisionalmente las funciones de director de la Oficina Central de Seguridad del Reich, envía a los hombres de la Kripo con listas de personas. Los coches negros recorren la ciudad deteniendo a nazis prominentes, especialmente los relacionados con el ala dura del partido, y los conducen a la prisión de Plötzensee, que está custodiada por una compañía del ejército. Un policía muestra una orden especial y exige que se le conduzca a la celda donde está cierto detenido: Kaltenbrunner no llegará a ver el nuevo amanecer.
La aurora revela una ciudad ocupada. Patrullas militares vigilan los principales cruces de Berlín y custodian los edificios públicos. Nerviosos rumores empiezan a correr. Como las emisoras de radio solo retransmiten marchas militares, algunos berlineses se atreven a sintonizar la BBC, que difunde una noticia aterradora: los ingleses han matado a Goering. A las diez de la mañana todas las emisoras de radio retransmiten el mismo mensaje:
“Alemanes. Tengo el triste deber de comunicaros la muerte del Statthalter Hermann Goering tras haber sufrido un atentado durante su visita a Jerusalén. Pero no temáis, la Patria seguirá siendo dirigida con mano firme y los traidores asesinos pagarán con sus vidas. A las doce de la mañana el ministro Von Papen se dirigirá a la nación. Dios salve a Alemania”
Mientras, la noticia se difunde. Los frustrados periodistas que iban a cubrir la conferencia en Jerusalén se encuentran con que las oficinas de telégrafo están cerradas y custodiadas. Aunque las salidas de la ciudad están bloqueadas por controles militares algunos de ellos, más emprendedores, alquilan caballos para desplazarse a las ciudades más próximas. Sin embargo no será hasta el día siguiente cuando la primera crónica de lo ocurrido llegue a Nueva York.
Los reyes, jefes de estado, ministros y diplomáticos presentes en la Ciudad Santa, muchos de ellos heridos por el atentado, exigen comunicarse con sus gobiernos. Los gabinetes de comunicaciones, siguiendo órdenes del gobernador militar, les dicen que las comunicaciones con el exterior están cortadas. Hasta media tarde no se les permite comunicarse con sus capitales, aunque previa censura de los mensajes y exigiendo absoluta discreción sobre lo ocurrido.
El almirante Brivonesi, que se había librado de la explosión por haber tenido que acudir al servicio, consigue entrar en el salón antes que el hotel fuese cerrado. Puede reconocer un caído con uniforme del partido fascista: el conde Ciano, que estaba inconsciente pero todavía respiraba. Más allá ve un tórax descarnado parcialmente envuelto con los jirones de una guerrera negra. Inmediatamente sale del hotel, exige su coche, y abandona la ciudad antes que se cierren las carreteras. Ocho horas después llega a Haifa tras un difícil viaje nocturno y utiliza la radio de uno de los destructores del puerto para comunicar el infausto suceso.
En Chipre los equipos de radioescucha detectan el repentino cambio de patrón de los mensajes de radio en Palestina. Jerusalén desaparece del éter. Horas después interceptan un mensaje naval italiano desde Haifa, rápidamente respondido desde Roma. Transmiten la localización de los emisores a Inglaterra. En Bletchley Park también han captado los mensajes de radio, cifrados con la versión italiana de Enigma, una de las pocas que aun podían leer: el Primer Ministro Churchill recibe la noticia de lo ocurrido.
Casi al mismo tiempo la embajada norteamericana en Londres informa al gobierno que según la legación en Berlín se estaban produciendo movimientos de tropas en la capital alemana.
Sin embargo la confirmación llega a Londres por una vía insospechada. Abdalá, el reyezuelo de Transjordania, deseaba recuperar el favor inglés. El rey siempre había ambicionado integrar Palestina en su reino, por lo que mantenía una red de informadores en Jerusalén. Uno de ellos forma parte de una brigada de limpieza del hotel, a la que se había unido por ser de los pocos árabes que tenían mínimos conocimientos de alemán. Cuando oye repetir “Göring tot” supone lo ocurrido. Desde una centralita telefónica que mantiene su primo puede hablar con Jericó. Luego un corredor llega hasta el Jordán, casi seco durante el estiaje, lo vadea, y entrega el mensaje a un oficial de inteligencia. Tres horas después Amman comunica lo ocurrido a Londres, y a las ocho de la mañana la BBC anuncia al mundo que un comando inglés había ejecutado a Goering.
París conoce por la BBC que se ha producido un atentado, pero hasta el mediodía no llega un radiomensaje desde el Líbano que confirma la muerte de Goering y de Mussolini, pero que indica que los demás líderes europeos, incluyendo el ministro Pierre Laval, solo han recibido heridas leves. De forma similar la noticia llega a Madrid y otras capitales europeas.
Alemania queda paralizada por la noticia incluso más que por la ocupación militar. Los alemanes temen que el atentado alargue una guerra de la que ya se atisbaba el final victorioso.
En Roma el rey Víctor Manuel III aprovecha la ocasión para retomar sus poderes constitucionales, y nombra al mariscal Pietro Badoglio como Primer Ministro. El férreo control policial previene cualquier incidente, pero los italianos siguen preocupados por su futuro.
Tras el bombardeo de la noche, poco júbilo hay entre los londinenses. Pero en el 10 de Downing Street un satisfecho Primer Ministro se sirve una copa. Piensa usar la muerte de su rival para convencer al Estado Mayor Imperial de que es el momento para llevar la guerra a territorio enemigo.
Hay manifestaciones de alegría en París, rápidamente disueltas por los gendarmes. El mariscal Pétain prefiere esperar los acontecimientos.
En el triste Madrid los españoles no lamentan la muerte de Goering, ya que solo les preocupa encontrar comida para aguantar otro día más.
La Casa Blanca declina hacer comentarios, pero el presidente brinda con sus allegados, diciendo que así mueren los tiranos.
En Moscú Beria presenta el atentado como logro del equipo de operaciones especiales. Stalin respira aliviado considerando que el asesinato va a impedir cualquier ataque alemán en lo que queda del verano, y ordena acelerar los preparativos de la operación Krasny Rassvet.
El teniente Ludwig Bauer escucha la noticia por la radio de su tanque, mientras empiezan a caer los proyectiles ingleses a su alrededor. Cierra la escotilla y se dispone a seguir el combate.
Al conocer la noticia del atentado el capitán Jabs aferra con fuerza los mandos de su avión y busca algún objetivo en el que descargar su rabia.
Desde el puente del acorazado Bismarck el Kapitän zur See Ernst Lindemann ve como evoluciona su flamante gemelo Tirpitz en las calmadas aguas bálticas. En pocas semanas los dos acorazados estarán dispuestos a salir al mar y derrotar todo lo que los traidores ingleses puedan lanzar contra ellos.
El comisario Sepp Dietrich se recupera tras ser intervenido. El cirujano ha prohibido que se le diga nada hasta que supere la fase crítica.
A bordo del Canarias, amarrado en San Fernando, el capitán Rodríguez González ordena que se reúna la tripulación para celebrar un acto religioso en memoria de los fallecidos.
En el Atlántico Central, el SS Botwey se hunde poco a poco, mientras sus tripulantes respiran aliviados tras ser rescatados por el Copeland. Cientos de metros más allá la dotación del Atlantic City duda si volver a su buque, que aunque está muy escorado no se hunde.
A treinta metros de profundidad el U-141 trata de eludir a los escoltas que quieren vengar los ataques de la noche anterior.
El coronel Oskar Dinort respira aliviado y ordena que se prepare su grupo de bombarderos en picado: al día siguiente atacarán Ammán.
En todo el mundo la guerra sigue con furia.
____________ FIN ____________
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