La Pugna Continuación de "El Visitante"

Los Ejércitos del mundo, sus unidades, campañas y batallas. Los aviones, tanques y buques. Churchill, Roosevelt, Hitler, Stalin y sus generales.
Domper
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Mensaje por Domper »

El problema del posible dominio del Mar Rojo es mucho peor: en cuanto se limpie el Canal de Suez, se pueden enviar agrupaciones de cruceros o incluso acorazados al Índico. Teniendo que vigilar al mismo tiempo los pasos del Atlántico Norte, la costa española y la salida del Mar Rojo, la tarea de la Royal Navy se vuelve casi imposible. La flota del Pacto ocupa posición central y si consigue coordinarse (que esa es otra) puede conseguir superioridad local.

En estos momentos el Pacto tiene:

– En Kiel: dos acorazados modernos (los dos Bismarck) y tres cruceros pesados.

– En el Mediterráneo: cinco acorazados modernos (dos Littorio, dos Schanhorst, Strasbourg) y tres antiguos rápidos (Cavour modernizados, aunque el Cavour siga en la enfermería). Más trece cruceros pesados (siete italianos, cuatro franceses, uno alemán, uno español).

La principal deficiencia está en los portaviones, pero eso tiene mala solución. Solo hay uno en obras avanzadas (el Graf Zeppelin) que realmente es una patata a flote.

Respecto a Japón y el Pacífico, no penséis en pequeño.

Saludos



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Domper
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Mensaje por Domper »


La toma de la estrecha playa de Ramla, que estaba defendida por una única compañía, había costado ocho largas horas y quinientos hombres. Pero una vez afianzada la cabeza de playa, todo fue tarea fácil. Los alpini de Parpagnoli recorrieron el acantilado costero hasta ocupar el cercano puerto pesquero de Marsalforn, que fue abandonado por los ingleses. Pronto empezaron a llegar a él las lanchas para desembarcar sus pequeñas cargas en las playas de su rada, ya que en Marsalforn apenas había un pequeño muelle.

Inmediatamente después las tropas italianas se lanzaron hacia el interior de la isla. El ondulado interior, con colinas cubiertas de terrazas de cultivo, ofrecía excelentes posiciones para la defensa, pero la guarnición inglesa, compuesta de poco más de un batallón, no podía resistir el ataque de una brigada reforzada. Los hidros de observación observaban las trincheras británicas, sobre la que disparaba la flota: aunque estos bombardeos eran muy poco efectivos, resultaban impresionantes para los bisoños soldados ingleses, que nunca habían estado en combate. Luego los alpini italianos evitaban atacar frontalmente las posiciones británicas y las flanqueaban recorriendo los cerros. Los ingleses tuvieron que retirarse una y otra vez, y al anochecer los soldados habían ocupado la capital de la isla, Victoria. El siguiente objetivo era Migiarro, el único puerto de la isla digno de ese nombre, y especialmente Fort Chambray, la mayor fortificación de Gozo: un gran castillo construido en el siglo XVIII y que en el siglo XX había pasado a ser el manicomio del archipiélago. Aunque anticuados, los grandes muros, las casamatas y los baluartes podían suponer un serio obstáculo para las tropas ligeras italianas, que tan solo disponían de los pocos cañones de acompañamiento que habían conseguido desembarcar en Marsalforn.

Al amanecer la flota cubrió el fuerte con un diluvio de acero, mientras los alpini de Parpagnoli avanzaban bajo la protección de los cañones de acompañamiento y de una batería de montaña. Los italianos se adentraron en Migiarro, cuyas estrechas calles estaban desiertas: esquivas miradas los observaban tras las celosías de las ventanas, pero no se oyó ni un disparo. Al llegar a Fort Chambray los soldados solo encontraron unos pocos enfermos mentales cubiertos de sangre que intentaban escapar entre las ruinas. La guarnición inglesa había aprovechado la noche para huir en botes pesqueros.

La toma de Migiarro fue la señal para el asalto a la pequeña isla de Comino. Tras un nuevo bombardeo naval una gran flota de aviones SM.75 y SM.81 sobrevoló el islote, y de ellos saltó el segundo batallón paracaidista italiano, que ya se había distinguido en Cefalonia. Al mismo tiempo las lanchas MAS guiaron a una flotilla de lanchas hacia las calas del norte. La compañía inglesa que defendía la isla, al verse desbordada, entregó sus armas. En el que había sido el tercer salto de combate de paracaidistas italianos y el primero con oposición, el fuerte viento produjo más bajas que el enemigo.

Al mismo tiempo la Luftwaffe y la Regia Aeronautica intensificaron los ataques aéreos sobre Malta. Los aeródromos malteses, cubiertos de cráteres, ya no eran objetivo que mereciese la pena, y los bombarderos en picado se concentraron en las baterías costeras, especialmente las que dominaban el estrecho entre Gozo y Malta: Fuerte Bingemma, con un cañón de 234 mm y varios de 152 mm, Fuerte Campbell y la batería Wardija, dotadas con cañones de 152 mm. Por desgracia para los ingleses los emplazamientos habían sido construidos durante el siglo XIX y aunque gruesos muros escondían los cañones del tiro naval no ofrecían protección contra los aviones. Los cañones fueron destruidos rápidamente y pequeños cargueros empezaron a llegar a Migiarro, descargando todo tipo de suministros pero especialmente artillería. También llegaron varios trasbordadores transformados en buques de asalto que trasladaron dos grupos de artillería a Comino.

A medida que eran instaladas las baterías artilleras de Gozo y de Comino se unían al bombardeo de la mitad norte de la isla de Malta.



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APVid
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Mensaje por APVid »

Una nueva rendición en ciernes, eso acabará por desmoralizar a Chipre y Creta.

Domper escribió: se pueden enviar agrupaciones de cruceros o incluso acorazados al Índico.

Cruceros y corsarios harían más daño que un acorazado, que podría mantenerse en flota en potencia.

Por supuesto el Índico se va a inundar de submarinos tanto para interceptar comunicaciones como para realizar misiones Monsun con los submarinos italianos y otros. Japón podría recibir y enviar todo aquello que no pueda seguir la ruta soviética.

Todo ello obligará a requerir escoltas pero con la batalla del Atlántico va a ser difícil obligando a desviar las rutas al Pacífico.

Domper escribió:La principal deficiencia está en los portaviones, pero eso tiene mala solución.

Hay una solución sencilla aunque un poco rara, los estados unidos han cedido a Gran Bretaña a cambio del uso de ciertas bases en el Caribe 50 destructores.
Si Japón recibiera el uso de las bases francesas del Índico y la India: Reunión, Mayotte,..., a cambio podría ceder uno de sus portaaviones más viejos. Simplemente la flota va al Mar Rojo en plan misión diplomática y deja allí el portaaviones.

La sorpresa de Gran Bretaña será enorme, y con japoneses en la India le va a dar un colapso a Churchill.


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urquhart
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Mensaje por urquhart »

Hola a todos,

APVid los nipones tenían la costumbre de asignar escuadrillas concretas a portaaviones concretos, es decir, ceder cualquiera de sus CV significaba dejar sin montura a sus más experimentados pilotos. Tras Coral Sea, los Kaku estaban en perfecto estado de navegación, pero al perder sus escuadrillas en combate, no participaron en Aleutianas/Midway. En 1941, los japos tenían 6 CV de escuadra en condiciones de operar: Akagi, Kaga, Soryu, Hiryu,Shokaku (08/1941) y Zuikaku (09/1941). Entre los CVL disponían del Hosho (21 aparatos), Ryujo (48 aparatos). El Zuiho (30 aparatos) estaría en operaciones de entrenamiento hasta finales de 1941.

Independientemente del bajo número de CVs y CVLs de la IJN, en el momento de una posible recepción por parte del Pacto serían simples buques de transporte, casi sin valor militar, hasta que los italianos o alemanes pusieran en orden de batalla un grupo aéreo, bien con conceptos propios, bien con aparatos adquiridos al Japón.

Saludos


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Mensaje por Domper »

Además ¿Qué podían ceder los japoneses? Sus portaaviones más viejos eran los Akagi y Kaga, recién modernizados, casi reconstruidos por completo. Tenía otros cuatro portaaviones de flota (Soryu, Hiryu y los dos Shokaku), siendo el resto una colección de miniportaaviones, uno de los cuales, el Hosho, tenía un valor militar mínimo.

Si Alemania quisiese hacerse con portaaviones, en esta historia, yo propondría:

- Finalizar el Seydlitz como crucero y no como portaaviones.

– ¬Reconstruir el Graf Zeppelin con consejeros japoneses, y usarlo para instrucción.

– Comenzar con conversiones urgentes, aunque sea simplemente poner una cubierta, para usarlos para instrucción.

– Adquirir los planos de los Unryu y del Shokaku, y empezar a construirlos a porrillo: empezar por ejemplo diez Unryu (incluso “descafeinados” similares a lso Colossus británicos) y seis Shokaku.

Aun así, nada hasta 1944 por lo menos.

Saludos



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Mensaje por kaiser-1 »

Precisamente ese carácter elitista de la Teikokaku Kaigun sería su tumba. Tras la Batalla del Mar de las Filipinas (o llamada con más acierto por los americanos la Caza del Pavo de las Marianas) la cantidad de pilotos disponibles en TODA la flota de portaaviones no era suficiente como para cubrir el grupo de vuelo teórico del Zhuikaku. Aún así sirvieron hasta el amargo final en Cabo Engaño como señuelo.
Los japoneses. aunque estuvieran dispuestos a ceder uno de sus portaaviones (de qué sirve el Hosho o los ligeros como el Soho, Ryujo, Zuiho, las necesidades de la Kriegsmarine en ese momento son más de portaaviones de flota tipo Akagi, Soryu o Shokaku) me parece que pedirían algo más que unas bases aisladas en el Índico o el Pacífico.
Esta propuesta me parece más sensata. Como Roosevelt está buscando como loco la manera de entrar en l gresca y lo intenta cortando todos los suministros de materias primas a Japón, hay que buscar otro lugar que le sirva como fuente de suministros: las Indias Orientales Holandesas. Si el Reino de Holanda o forma parte del Pacto (que no lo hace), se podría crear un gobernó títere en Holanda que alegando el peligro que corren sus más preciadas posesiones a manos de ingleses, australianos y neozelandeses (visto el asunto de Portugal podría parecer aún más lógico) solicita al Imperio Japonés que proteja sus posesiones con las fuerzas necesarias como para hacer imposible un ataque inglés. Las fuerzas y el gasto que conllevaría su despliegue serían pagados con materias primas (petróleo, caucho, etc.). A la vez que se aconseja al Ejercito de las Indias Orientales que apoye en todo a las tropas japonesas, que van como protectores (en realidad nuevos propietarios, para qué engañarnos).
De esa manera se podría solicitar uno de los portaaviones ligeros más modernos (El Ryuho o el Soho) y los planos de los Shokaku como una pequeña ayuda para el Pacto.


- “El sueño de la razón produce monstruos”. Francisco de Goya.
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Mensaje por APVid »

Ciertamente ese planteamiento es interesante.

Habría que disolver el Comisariado del Reich para los Países Bajos, y con Seyß-Inquart muerto no sería difícil, la cuestión es que a Holanda los alemanes les gustaría anexionarla y por otro lado está el NSB de Anton Mussert.

Pero con una autorización holandesa para "proteger las Indias Orientales" Japón podría ocuparla, igual que haría EE.UU. en noviembre con Surinam (por cierto la Guayana Francesa tiene un gobierno provichy).
Incluso se podría sincronizar la acción: al día siguiente de que EE.UU. ocupe Surinam aparecen los japoneses con la misma autorización frente a Yakarta (y con un contingente naval bastante considerable para aclarar las ideas).


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urquhart
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Mensaje por urquhart »

Hola a todos,

respecto a los CV el pacto debería acelerar el Aquila y Sparviero. En varios hilos he comentado que los italianos tenían muy desarrollado el asunto de la catapulta, hasta tal punto que los estadounidenses lo consideraron de primerísima calidad y se hicieron con él tras la Guerra. también se interesaron por los siluranti, y las minas capaces de fondos de 400 mts, como las que se cobraron la Force K.

Saludos.


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La catapulta del Aquila fue la del Graf Zeppelin, cedida por Alemania. Pero la catapulta importaba bastante poco, porque durante la SGM solo se usaba para aviones pesados como los Avenger, desde portaaviones de escolta. En los demás casos los aviones despegaban tras una carrera corta, por sus medios.

Además la catapulta de esos buques sería interesante, pero muy compleja,con carritos específicos para cada tipo deavión.

Lo realmente importante era el sistema de detención de aviones, que tanto en el Aquila como en el Graf Zeppelin brillaba por su ausencia. La idea era despegar, hacer lo que fuese, e ir a buscar una base terrestre cercana, salvo —tal vez— los Fi 167. Para eso se necesitaba la ayuda japonesa.

Los italianos tuvieron ideas muy buenas. Mirad las "Motobomba FF", por ejemplo.

Saludos



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Durante cuatro días los cañones emplazados en Gozo y Comino dispararon contra la isla de Malta. La península de Marfa fue barrida por un huracán de fuego mientras la aviación seguía bombardeando el centro de la isla. El 29 de Septiembre el bombardeo artillero llegó a su clímax, cayendo sobre la península norteña un proyectil cada medio segundo. Cuando los proyectiles explosivos fueron sustituidos por fumígenos todos supieron que había llegado el momento. De nuevo una flotilla de lanchas a motor se dirigió hacia una playa maltesa. Esta vez los objetivos eran cuatro pequeñas calas situadas bajo las ruinas de lo que había sido el pueblo de l’Armier. Esta vez las lecciones de Ramla habían sido aprendidas: los dragaminas habían abierto el paso a dos destructores que se introdujeron en el poco profundo canal y dispararon a bocajarro contra los viejos reductos que protegían la costa norte de Malta. Las lanchas rápidas esta vez no se apartaron, sino que con sus ametralladoras cubrieron la aproximación de las lanchas de asalto.

Las lanchas llegaron a la playa y de nuevo Parpagnoli salto hacia la arena. Esta vez era diferente. Una cacofonía de explosiones mostraba que la artillería italiana seguía batiendo el interior de la península. A su derecha solo quedaban escombros del búnker construido sobre el reducto de l’Armier y a su derecha ardía una pequeña aldea de pescadores. Los alpini recorrieron la estrecha playa y llegaron a la ladera. La salida de la estrecha playa estaba cerrada por una alambrada, que había resistido el bombardeo; pero el pelotón de Parpagnoli llevaba torpedos Bangalore con los que abrieron una gran brecha. Luego ascendieron por la ladera, antes cubierta de arbustos y ahora arrasada por el fuego. No había más alambradas ni tampoco encontraron defensores, salvo unos pocos soldados que, aun desorientados por el bombardeo, salieron con las manos en alto de los restos del búnker.

El capitán ordenó que se hiciesen señales a los destructores: la playa estaba abierta. Luego siguió avanzando, primero hacia el interior y, al llegar a lo alto de la colina, hacia el sureste, hacia el abrupto cerro coronado por el fuerte de Santa Ágata, que era ahora blanco de la artillería. El viejo fuerte no tenía ya ningún valor, pero la cadena de búnkeres que lo flanqueaban podían batir con sus armas el objetivo del día: el puerto de trasbordadores de Marfa, hacia el que se aproximaban cuatro ferris de Messina transformados en buques de desembarco de tanques.

Los alpini ascendieron trabajosamente la ladera, y cuando la compañía estaba acercándose a los restos de la Torre Roja, situada en lo alto del cerro de Marfa, varios soldados cayeron: una construcción redondeada de piedras, que parecía una cabaña de pastores, era realmente un búnker que escondía una ametralladora. Los soldados intentaron flanquearlo, pero cayeron bajo el fuego de otro búnker escondido entre los arbustos. Como cuatro días antes la compañía de Parpagnoli estaba atrapada bajo el fuego. Pero esta vez tenían apoyo. Un cañón de 65 mm empezó a disparar. Uno de los búnkeres, construido con piedras del lugar, se derrumbó al ser alcanzado, pero el otro, de hormigón, no fue ni arañado por los livianos proyectiles del cañón de acompañamiento. Parpagnoli tuvo que usar la misma técnica que en la playa: ordenó que se disparasen proyectiles fumígenos contra el blocao. En el canal de Comino el destructor Euro, que seguía el ascenso de los alpini, disparó tres andanadas. Como estaba convenido, tras la tercera los hombres de Parpagnoli se lanzaron al asalto. Un soldado disparó contra la tronera mientras otro lanzaba dentro una carga explosiva. Una nube de humo y escombros surgió por la tronera, y los soldados siguieron ascendiendo.

Pronto llegaron a lo alto del cerro de Marfa. De la Torre Roja, del fuerte de Santa Ágata y de las torres de observación solo quedaban ruinas, pero más allá se podían ver varios montones de piedra gris que se parecían sospechosamente al búnker que habían encontrado durante el ascenso. La planicie era de piedra casi desnuda, sin árboles ni arbustos, y no solo no daba protección sino que las esquirlas de sus rocas, rotas por las explosiones, eran tan letales como la metralla. Además la cima del cerro no era visible desde el mar por lo que ya no podían contar con el apoyo del Euro. El capitán pensó que ya había perdido demasiados buenos hombres como para correr riesgos. Esperó a que subiesen el cañón de acompañamiento, y ordenó que se disparase contra uno de los montones de piedra. El primero se deshizo, pero el segundo era otro blocao enemigo que necesitó varios disparos. Siguieron avanzando poco a poco, pero iba a ser tarea de horas.

Paralelamente otras compañías avanzaban por la costa hasta llegar al puerto de Marfa. Allí el antiguo trasbordador de trenes y ahora transporte de tanques Reggio desembarcó seis de los nuevos cañones autopropulsados Semovente 75/18. Estos carros habían sido concebidos como artillería autopropulsada pero, a la vista del éxito conseguido por los alemanes con sus StuG, el ejército quería probarlos como cañones de asalto. Cuatro de los blindados se dirigieron al istmo que separaba la península de Mellieha. Los otros dos ascendieron trabajosamente hasta el cerro de Marfa, y una vez en lo alto, destruyeron uno a uno los búnkeres enemigos. A las 13:30 se habían rendido los últimos defensores del cerro y los italianos se preparaban para seguir su avance hacia el sur.

Sin embargo los combates por Marfa no habían sido sino un aperitivo para lo que quedaba. El istmo que unía la península al resto de la isla era una banda de poco más de un kilómetro de anchura, cortado en la parte norte por una laguna pantanosa y al sur por otra colina rocosa. Resguardado en las ruinas de la torre roja el capitán Parpagnoli vio a la infantería ascender la ladera, para encontrarse posiciones escondidas en la ladera contraria. Al intentar asaltarlas los soldados cayeron bajo el fuego de la artillería británica, que por primera vez hacía oír su voz en la batalla. Un intento por la carretera que pasaba entre la playa y la laguna fue rechazado por armas automáticas. Finalmente fueron los seis Semovente desembarcados por el Reggio y otros once traídos por los Messina y Aspromonte los que consiguieron superar las defensas y destruir las posiciones inglesas. Sin embargo al seguir avanzando tres de los blindados quedaron fuera de combate, mostrando que la siguiente línea disponía de cañones antitanque.

Esta nueva línea era todavía más formidable que la anterior: un nuevo istmo de tierras bajas, algo más ancho, dominado por una línea de colinas empinadas presididas por el pueblo de Mellieha. Además la nueva línea estaba fuera del alcance de la artillería de Gozo, salvo de los pocos cañones pesados, y solo el grupo de artillería de Comino podría apoyar el avance. De nuevo fracasó la infantería, a causa de un bien dirigido bombardeo artillero británico. Con el apoyo de los blindados consiguieron llegar a la base de las colinas, que estaban cortadas por barrancos y por terrazas de cultivo. Estas terrazas tenían con muretes de piedra de dos metros de altura que había que escalar uno a uno, y que además impedían que los blindados saliesen de los caminos.

El desembarco de Gozo había mostrado la necesidad de potencia de fuego, y esta vino de mano de la Luftwaffe. Un grupo de Stuka bombardeó las posiciones visibles en las colinas, mientras otro sobrevolaba el centro de la isla, presto a lanzarse sobre la artillería inglesa, que calló sus fuegos temporalmente para no delatarse. Ese pequeño respiro permitió que el siguiente asalto, lanzado en la parte occidental de las colinas, menos empinada, consiguiese su objetivo. Ante el peligro de cerco los defensores ingleses que seguían en Melieha se retiraron. Pero la noche estaba ya cayendo, y los asaltantes cavaron pozos en los que refugiarse durante la noche.



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Mensaje por Domper »


La ciencia nace de la experiencia, y fue la experiencia del día anterior la que hizo aconsejable que el asalto contra la siguiente línea se hiciese con muchísima más potencia de fuego. El amanecer fue la señal para que un grupo de SM.79 lanzase sus bombas sobre la cuarta cadena de colinas. Tras el bombardeo aéreo siguió el naval: otra vez desde el acorazado Cesare se dio la orden de fuego, y dos acorazados y dos cruceros dispararon contra las colinas que escondían el pueblo de Manikata. Finalmente fue la artillería terrestre, desembarcada durante la noche, la que se unió al concierto, mientras los infantes salían de sus refugios y corrían hacia la sierra. El ataque se produjo en el lado occidental, más suave, y en poco tiempo sobre las ruinas de la aldea de Manikata ondeó la bandera italiana. Pero a los soldados encargados del asalto les pareció que estaban haciendo el trabajo de Sísifo: al otro lado había otra línea de colinas fortificadas, la quinta desde el desembarco.

Volvió a ser tarea para los alpini. El capitán Parpagnoli había recibido el mando de lo poco que quedaba del batallón Vicenza, y tenía que atacar siguiendo la costa occidental mientras el resto del regimiento atacaba en el centro y en el oeste. Desde las ruinas de una granja estudió sus opciones. El terreno estaba compuesto por pequeños huertos cercados por vallas de piedras, y justo ante él se abría un suave valle que parecía accesible. Pero según las fotos aéreas el valle se volvía hacia el Este, y seguramente escondía posiciones inglesas que no podía ver. Era mejor atacar una de las dos colinas que tenía al frente. Como la de la izquierda era más empinada y una aldea en su base daba una excelente posición a los británicos, Parpagnoli se decidió otra vez por la colina junto al mar. Era más suave, no tenía las odiosas terrazas, y daba acceso al siguiente valle. Pero a cambio sus laderas abiertas ofrecían un magnífico campo de tiro para las ametralladoras enemigas. Con el apoyo de los Semovente no hubiese tenido dificultades, pero la mitad estaban fuera de servicio tras los combates del día anterior.

Entonces se fijó en el acantilado costero en el que acababa la colina: en esa parte ya no era un cortado vertical, sino una pendiente muy inclinada en la que parecían verse senderos de cabras. Pensó que podría enviar una compañía para que rodease por allí la colina, mientras él atacaba con otra frontalmente.

—Teniente Marsan, mire esa orilla.

—Es un despeñadero.

—No exagere —le replicó el capitán— que parece un jardín comparado con los Alpes ¿ve esas sendas? —dijo señalando unas pequeñas cornisas en el talud rocoso—. Quiero que las use para situarse a la espalda de los ingleses. Dentro de cincuenta minutos iniciaré el ataque. Para entonces usted debe estar en la base de la cota 75 y la atacará de revés.

Otra vez la artillería disparó. Tras unos minutos en los que machacó las cimas y especialmente las contrapendientes, formó una barrera que avanzó lentamente, mientras los alpini se pegaban lo más posible a las explosiones. Aun así cruzar los 400 metros de terreno llano costó muchas bajas, sobre todo cuando los cañones británicos volvieron a disparar. Al llegar a la ladera se encontraron con alambradas y pozos de tirador que les retrasaron, separando a los soldados italianos de la barrera de artillería. Parpagnoli ordenó a sus hombres que acelerasen su avance sin importar las bajas: si permitía que la barrera artillera se separase más los defensores ingleses podrían dispararles a placer. Aun así el avance no resultó fácil… hasta que vio que los ingleses se levantaban y se echaban a correr: la compañía del teniente Marsan estaba tras ellos. Sin más dificultades alcanzaron la cima de la colina.

El capitán ordenó a sus soldados que emplazasen las armas automáticas y se preparasen para la defensa: los minutos tras tomar una posición eran cuando los contrataques enemigos podían ser más peligrosos. No iba descaminado: casi inmediatamente la artillería británica empezó a dispararles. Tras un corto bombardeo una compañía inglesa asaltó las que habían sido sus posiciones. Desde la trinchera en la que se había refugiado Parpagnoli vio como las ametralladoras segaban a los infantes ingleses. Aun así algunos se acercaron lo suficiente, y comenzó un combate a corta distancia con bombas de mano, subfusiles y hasta bayonetas. A pesar del tesón con el que atacaron los británicos, el combate se decidió a favor de los italianos, más numerosos, mejor armados y con más moral. Los alpini quisieron perseguir a los británicos en su desordenada retirada, pero el capitán les retuvo, viendo que la persecución los llevaría hacia una vaguada sin protección que podía acabar siendo una trampa.

Mientras los otros batallones del 9º Alpini seguían atascados frente a las posiciones británicas de las otras colinas. Parpagnoli dejó a su antigua compañía para defender el cerro, y avanzó con otras dos hacia el este. Envió una sección a reconocer los pueblos de Mgarro y Zebbieh, y con el resto siguió recorriendo la cadena de cerros. La presencia de los italianos a su espalda debilitó la decisión británica, y los ingleses empezaron a retirarse apresuradamente. Poco después recibió al teniente coronel Tedeschi en el pueblecito de Mgarro.

—Parpagnoli, usted ha salvado el día. Voy a recomendar su ascenso a mayor.

—Gracias, mi teniente coronel.

—Vaya estudiando las colinas de enfrente —dijo, señalando unas cimas el doble de alta de las que había superado hasta entonces—. Allí está la línea Victoria, la principal línea de resistencia inglesa. Si la tomamos saldremos a terreno llano y podremos usar nuestros tanques y semoventes con libertad.

Parpagnoli inspeccionó la línea inglesa con sus prismáticos, y era imponente. En su sector empezaba con una ladera con terrazas, como tantas de Malta, pero al final había un acantilado de veinte metros, en lo alto del cual se hallaban las martirizadas ruinas del fuerte Bingemma. Los barrancos entre los cerros estaban cerrados por una muralla levantada en el siglo XIX, que había sido reforzada con alambradas. Atacar siguiendo la costa no era opción, ya que estaba cortada por varios barrancos verticales. Más hacia el este la pendiente era más suave, pero eso significaría que habría todavía más ingleses. Siguió estudiando las fortificaciones inglesas cuando se le ocurrió una idea.



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Mensaje por APVid »

Domper escribió:Los barrancos entre los cerros estaban cerrados por una muralla levantada en el siglo XIX, que había sido reforzada con alambradas.

Era una línea defensiva ya considerada anticuada a inicios del S XX y abandonada por lo que mucha defensa no supone.

A esas alturas el mando británico en la isla está contra la espada y la pared: los italianos están firmemente asentados y no dispone de recursos para expulsarlos (si envía a sus tropas a campo abierto los masacraran los aviones).
Controla aún los aeródromos pero los ataques aéreos los han neutralizado, además la línea de radares ha caído en parte dejando zonas cegadas.
Cada hora que pueden desembarcar más tropas italianas, mientras se agota la munición de la isla.

Su única opción es preparar la demolición de las instalaciones del puerto y el embarque del personal más cualificado para que escape en submarino o hidroavión de allí. Y enviar mensajes a Londrés pidiendo el envió de auxilio (imposible) o el permiso para capitular (capitularán igual con permiso o sin él, que no son suicidas como algunos mandos japoneses).

Así pues en cuanto se rompa la línea Victoria y por ejemplo los italianos se acerquen a Taqali o Mosta ofrecerán la rendición.


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Sebastian Haffner. “El nacimiento de Europa”. Op.cit.

“La decisión del mayor general Dobbie de defender el extremo norte de la isla fue un error. Aunque el terreno era favorable a los defensores, que cobraron un peaje en sangre a los invasores italianos y consiguieron retrasar dos días sus planes, expuso a los soldados ingleses al fuego de la artillería terrestre y naval italiana en posiciones improvisadas. Dobbie, que ya había perdido un batallón en Gozo, perdió otro en Marfa, y dos más cuando los italianos llegaron a Mgarro, es decir, la quinta parte de sus fuerzas habían sido eliminadas tras dos días de combate. Otros cuatro batallones estaban tan debilitados que tuvo que disolverlos para formar dos batallones incompletos.

A pesar de las pérdidas a Dobbie le quedaban diez batallones de tropas británicas y cuatro de recluta local, con los que hubiese podido defender las fortificaciones de la línea Victoria. Esta línea, construida a finales del siglo XIX, tenía escaso valor ante las armas modernas, pero se apoyaba en obstáculos naturales formidables, especialmente en sus extremos occidental y oriental, donde una línea de acantilados de decenas de metros de altura se oponía al avance italiano. En la parte central, con relieve más suave, la muralla y las casamatas decimonónicas habían sido reforzadas con alambradas, trincheras y campos de minas. Incluso tras la pérdida de cuatro batallones Dobbie tenía tropas suficientes para mantenerse en la línea Victoria durante un tiempo prolongado.

Sin embargo el general temía que el Pacto usase su superioridad naval y aérea para lanzar un ataque a su espalda. Las costas norte y este no tenían playas adecuadas para un desembarco, pero había varias bahías con pequeños puertos. Dobbie temía que fuesen asaltados, ya que la defensa de las bahías se basaba en la artillería costera, que estaba muy disminuida tras los repetidos bombardeos. Además al general le preocupaba que los italianos utilizasen sus paracaidistas, a los que ya había visto actuar en Comino, para tomar alguno de los aeródromos cercanos a La Valetta. Por ello mantuvo dos de sus cuatro brigadas custodiando las costas y los aeródromos, y destinó a la línea Victoria las otras dos restantes, una de ellas la formada por los batallones tan maltratados los días anteriores.

Incluso con solo dos brigadas Dobbie consideraba que podrían defender la posición por lo menos durante una semana, ya que de los doce kilómetros de la línea Victoria los obstáculos naturales hacían infranqueables la mitad. Situó a la mayor parte de los defensores en el centro de la línea, la única zona que no estaba protegida por despeñaderos, destinando las formaciones más desgastadas a vigilar los acantilados de los extremos.

Sin embargo el general Martinat, no queriendo empeñarse en un ataque contra posiciones preparadas, aceptó la idea del coronel Tedeschi y el mayor Parpagnoli. Durante la noche una sección de alpini, compuesta por guías de escalada de los Alpes, ascendió los farallones que defendían Fuerte Bingemma y arrolló a su guarnición, que ante la creencia de que el fuerte era inexpugnable consistía en solo un pelotón. Por las cuerdas colocadas por los guías ascendió una compañía que atacó por la retaguardia las posiciones que defendían el barranco de Ghermieri. Al mismo tiempo un grupo de cañones autopropulsados ascendió por la pista que ascendía por el fondo del barranco. La vista de carros de combate en lo alto provocó el “pánico Panzer” en los defensores ingleses, que abandonaron sus trincheras y se echaron a correr hacia La Valetta. Al amanecer todo el flanco occidental de la línea Victoria había caído: la línea que debía resistir durante una semana no lo había hecho ni doce horas. Poco después las patrullas italianas entraron en Mdina, la antigua capital de Malta.

Dobbie ordenó a sus brigadas que se retirasen hacia la capital, La Valetta, donde pensaba ofrecer la última resistencia, pero los renovados ataques aéreos y los bombardeos navales estaban causando muchas bajas entre sus soldados y retrasaban sus movimientos. A mediodía los italianos ocuparon el aeródromo de Ta’Qali, al norte de Mdina, y cuando cayó la noche estaban en los arrabales de La Valetta. Solo seis batallones habían conseguido retirarse a la capital, y dos eran de malteses, de escasa confianza. Enfrentado a lo inevitable, y temiendo un combate urbano que causase todavía más sufrimiento a la población civil, el general Dobbie pidió condiciones de rendición. El 2 de octubre las banderas italiana y alemana ondearon sobre el fuerte de San Telmo.”



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urquhart
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Mensaje por urquhart »

Hola a todos,

Las opciones británicas eran nulas. si fracasa el asedio, se sitia la Isla, no creo que los brits fueran capaces de convertir la Isla en una versión mediterránea de Leningrado, menos aún sin la posibilidad de abastecer la Isla.

Pero más allá de la pérdida de la Isla, en el breve plazo en que se ha producido la derrota del Imperio, los italo alemanes han conseguido un trofeo del Grand Harbour, con supongo sus facilidades al completo

Saludos


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Domper
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Mensaje por Domper »

El Grand Harbour deMalta es como Mahón en Menorca: muy útil para los británicos, nada para italianos o españoles. Solo son objetivos si se echa a los británicos, pero no para uso propio. Los italianos ya tienen Nápoles, Palermo, Catania, Augusta, Bari y sobre todo Tarento ¿Para qué usar un puerto isleño al que hay que llevar todo lo que se precise? Además es previsible que no haya más operaciones bélicas en el Mediterráneo Central.

Saludos



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