La Pugna Continuación de "El Visitante"

[Domper]

Franz Kinau

Vimos pasar decenas y decenas de aviones formando rebaños: Heinkel 111, Junkers 88 y los nuevos Dornier 217. Otros aparatos más pequeños, nuestros cazas, los seguían de cerca, como si los pastoreasen. Nosotros despegamos de Sint-Denijs y nos elevamos poco a poco, intentando ahorrar combustible: como los depósitos de 450 litros aun no estaban listos teníamos que usar los antiguos de 300, y había que ser precavido con el consumo.

Poco a poco tomamos altura. Enseguida llegamos al Mar del Norte y seguimos hacia la costa inglesa. Esta vez el objetivo no sería West Anglia, sino que íbamos a machacar los aeródromos de Norfolk, al norte de Londres, zona previamente vedada para nuestros aviones por la distancia. Esperábamos que los ingleses no se esperasen un ataque allí.

Yo seguía al capitán Kaulitz, el jefe de la schwarm —grupo de cuatro aviones— al que pertenecía. Mi papel era de piloto de protección, es decir, volaba algo por detrás y por encima del capitán, vigilando su cola. Otra rotte —pareja de aviones— nos daba protección. Estábamos buscando enemigos cuando oí un grito por la radio.

—¡Los ingleses están cayendo sobre los pesados!

Miré hacia mi derecha y abajo, y vi como varios aviones de alas redondeadas acosaban a nuestros bombarderos. Uno estalló, y dos más se retiraron echando humo. Nuestros aviones dejaron caer sus depósitos y se dirigieron hacia los bombarderos, para espantar a los cazas ingleses. Entonces me vi rodeado de trazadoras y sentí que mi avión se estremecía. Instintivamente hice medio tonel y me lancé en picado, pero las trazadoras me seguían. Giré como un loco, llevando al avión hasta su límite e incluso más allá, sintiendo como protestaba la estructura. Por fin conseguí dejar atrás a mi perseguidor. Mi avión se mantenía en el aire a duras penas: una nube de humo negro denotaba que el motor perdía aceite. El parabrisas estaba rajado, y había notado dos martillazos en mi espalda: el asiento blindado me había salvado la vida... o tal vez no. Aun tenía que volar hasta la costa belga.

Mantuve el motor a las mínimas revoluciones posibles, intentando no apurarlo, mientras vigilaba que nadie se lanzase sobre mí. Fui perdiendo altura poco a poco, y cuando al fin vi las largas playas del continente estaba casi rozando las olas. Intenté elevar mi avión pero noté que el motor no respondía: iba a tener que intentar aterrizar en la playa. Suavemente viré hasta alinearme con la costa. Tendría que tomar tierra —mejor dicho, arena— con la panza: tenía tan poco margen de velocidad que si sacaba el tren de aterrizaje la resistencia del aire frenaría tanto al tullido avión que entraría en pérdida y se desplomaría. Además que en un aterrizaje sobre arena blanda era fácil que las ruedas se clavasen y el pobre caza acabase dando la voltereta. Me apreté el arnés, deslicé la cubierta de la cabina y me preparé para el impacto.

Cuando sobrevolaba la playa, buscando una zona llana, sin dunas, el motor empezó a ratear y se paró: ahora o nunca. Saqué los flaps y elevé un poco el morro: mi avión perdió velocidad, descendió poco a poco sobre la arena y empezó a arrastrarse por ella, frenando bruscamente: noté un tremendo tirón cuando el arnés me retuvo e impidió que me estrellase contra el panel de instrumentos. El pobre avión saltaba como un caballo desbocado, y no recuerdo nada más del aterrizaje: debí golpearme y perder el conocimiento durante unos segundos.

Abrí los ojos preguntándome donde estaba, y al recordarlo solté el arnés y salté de la cabina del avión, temiendo que se incendiase... cayendo al agua: las olas bañaban mi avión y arrastraban la gasolina que salía del depósito. Miré por última vez al pobre Friedrich, que la marea empezaba a tragar, y me dirigí hacia el interior. Desde una duna cubierta de hierba pude divisar un campanario hacia el que me encaminé, pero mucho antes de llegar me encontró una patrulla que había visto caer mi avión. Tras interesarse por mi estado me acompañaron hasta el pueblo —Koksijde se llamaba— donde me recogió un coche y me llevó hasta la base.

Allí todo eran caras largas. Cinco aviones no habían regresado, entre ellos el de mi capitán. También habían caído siete bombarderos. Todos decían que era como lo del verano anterior, cuando los cazas ingleses derrotaron a nuestros bombarderos. Peor noticia era que los nuevos cazas ingleses —el modelo 5 de Spitfire y los Hurricane— llevaban cañones que habían resultado letales para nuestros aviones

[Domper]

Diario de Von Hoesslin

La ofensiva contra los bombarderos enemigos estaba siendo un fracaso. Al menos esas eran las noticias que recibíamos en el OKW. En tres días de ataques la Luftwaffe había perdido más de cien aviones, y los ingleses bastantes menos. Las bases de los bombarderos británicos apenas habían sufrido daños. Aunque el parte de guerra oficial dijo otra cosa, todos sabíamos que habíamos sido derrotados.

Tras tantos meses de victorias, el que la RAF hubiese vuelto a vencer a nuestra Luftwaffe era frustrante. En el Bendlerblock todos esperábamos algo más de Von Richthofen. Ya sabía que no iba a ser un camino de rosas: había estado en las reuniones que Richthofen había tenido con Von Manstein, en las que nos dijo que teníamos que estar preparados para sufrir importantes bajas. Era comprensible, ya que los ingleses combatirían sobre su territorio, apoyándose en su red de aeródromos y con la ayuda de sus estaciones de detección de aviones. Venía a ser como asaltar una fortificación enemiga: por bien que se haga, se sufren bajas. Pero nosotros contábamos con más aviones y mejores, nuestras tácticas eran superiores, y el nuevo modelo del Messerschmitt 109 tenía suficiente alcance como para acompañar a nuestros bombarderos sobre Inglaterra. Aunque nosotros tuviésemos pérdidas, yo esperaba que las de los ingleses fuesen peores. Pero los informes decían que no solo los ingleses habían tenido pocas bajas, sino que las bases de sus bombarderos, el principal objetivo de nuestra ofensiva, seguían casi intactas.

Parecía que la elección de Von Richthofen había sido un error, y yo esperaba la decisión del mariscal. Sabía que si algo odiaba Von Manstein era ese tipo de generales que la única estrategia que entendían era la de lanzar a sus pobres soldados contra las ametralladoras enemigas. No es que el mariscal fuese un timorato, ya que pensaba que las victorias solían necesitar un sacrificio que se pagaba con la sangre de nuestros soldados. Pero al mariscal le repugnaban las matanzas inútiles.

Los rumores sobre la probable destitución de Von Richthofen se extendieron hasta tal punto que eran la comidilla del OKW. En la cantina no se hablaba de otra cosa, y se llegó a decir que Von Richthofen había tenido un enfrentamiento con Sperrle, antiguo jefe de Richthofen y al mando de la Luftflotte 3, la encargada de las operaciones contra Inglaterra. Iban de boca en boca los nombres de sus posibles sustitutos: el citado Sperrle, Stumpff, Jeschonnek, incluso se hablaba de Udet, aunque todo el mundo sabía que vivía pegado a la botella. Sin embargo el candidato con más posibilidades, si había que hacer caso a los rumores, era Milch.

No sé si los comentarios no habían llegado al mariscal o, más probablemente, no les hacía caso. Pero al final tuvo que responder a tanto cotilleo cuando el recién nombrado ministro de armamentos, Speer, le preguntó sobre la ofensiva contra Inglaterra en una reunión del gabinete de guerra. Al principio, el mariscal rehuyó la cuestión, diciendo que las operaciones estaban siguiendo el curso normal. Solo cuando Speer le preguntó sobre los rumores que hablaban de grandes pérdidas le contestó.

—Albert, preferiría que no hicieses mucho caso a las habladurías. Ya sé lo que se dice por los mentideros: que Von Richthofen está pensando en darles fusiles a nuestros pilotos, ya que están cayendo tantos sobre Inglaterra que serán suficientes para conquistarla

Schellenberg contó otro chiste que también había escuchado—. Yo he oído que Von Richthofen va a ser condecorado con la orden de Jarretera por todo el aluminio que está regalando a los ingleses. Otros dicen que en Dornier están poniendo en las piezas instrucciones en inglés, ya que los británicos son sus mejores clientes.

Von Papen rio, hasta Speer sonrió, pero Von Manstein siguió serio.

—Son chistes divertidos pero malintencionados. Por ahora preferiría no investigar, pero no me extrañaría que detrás estuviese la mano de Sperrle, que se consideraba con derecho a suceder a Greim. Pero eso no importa, porque no voy a sustituir a Von Richthofen.

—¿A pesar de lo mal que le ha ido esta semana? —preguntó de nuevo Speer.

—A pesar de ello. Tenéis que entender que en la guerra no todo es fácil. La nueva ofensiva contra los ingleses, que por cierto ha planificado Sperrle y no Richthofen, no ha ido bien, pero es lo normal en las primeras fases de cualquier operación. Tenéis que ver las operaciones de la última semana como una especie de saludo entre luchadores que se prueban las fuerzas.

—Un saludo muy costoso —respondió Speer—. Nuestras fábricas no pueden mantener este ritmo de pérdidas.

Schellenberg intervino— ¿Cómo que no pueden? Según el informe, esta semana la Luftwaffe ha perdido ciento ochenta aviones, entre combates y pérdidas operacionales ¿no es así, Erich? —Von Manstein asintió—. Si las cuentas no me fallan, manteniendo ese ritmo la Luftwaffe perdería nueve mil y pico aviones cada año, e incluso el año pasado fabricamos más.

—No todos eran aviones de combate. También se necesitan entrenadores, de transporte, de reconocimiento…

—De lo que quieras, Albert, pero no uses el argumento de las fábricas. Si no podemos construir más aviones que los ingleses ¿no será que algo no va bien en Armamentos?

Speer entendió la indirecta: había sido admitido en el gabinete de guerra como miembro con voz pero sin voto, y su puesto dependía de la terna. Pero Von Manstein no deseaba que se produjese una confrontación, y explicó su postura.

—Albert, yo también pienso que no podemos mantener indefinidamente tantas bajas. No por los aviones, que espero que tu industria nos suministre, sino por los pilotos. Esta semana hemos perdido en las operaciones contra Inglaterra casi doscientos cincuenta aviadores, entre ellos más de cien pilotos, el tres por ciento de los que teníamos en Francia y Bélgica. Formar un piloto requiere muchos meses de entrenamiento y gastar toneladas de nuestras preciosas reservas de gasolina. Si las operaciones siguen como hasta ahora no os preocupéis, que Von Richthofen no durará. Pero entiendo que lo de la semana pasada ha sido la prueba de una nueva táctica, que no ha salido todo lo bien que quisiéramos. Ahora se trata de aprender de nuestros errores para volver con más fuerza. Escogí a Von Richthofen porque es un hombre inteligente que sabe cómo afrontar las adversidades. Ya se encontró con el mismo problema sobre España en 1937, cuando los cazas rusos resultaron ser mucho mejores de lo que pensábamos. Entonces Richthofen creó nuevas tácticas que han llevado a la Luftwaffe a dominar media Europa. Espero que ahora haga lo mismo. Lo que no pienso hacer es retirar mi confianza a un mando porque sufra un revés. Si lo hiciese ¿qué autoridad tendría su sucesor? Ninguna. Voy a seguir manteniendo a Von Richthofen en su puesto y ya veréis como todo cambiará.

Schellenberg iba a dar por terminada la reunión cuando Von Manstein planteó otra cuestión.

—Albert, antes he dicho que el entrenamiento de nuestros pilotos requiere mucho combustible ¿En qué situación estamos?

—Algo mejor que el otoño pasado, pero nuestras reservas siguen siendo escasas —repuso Speer—. Aunque la cantidad de petróleo extraída de los campos rumanos ha disminuido, y hemos tenido que destinar parte de ella a nuestros aliados, estamos usando más eficientemente lo que nos llega. También ha aumentado la producción de petróleo sintético, y se está planeando explotar los yacimientos de hidrocarburos de baja calidad que hay por casi toda Europa. Además Stalin, tras el parón de la primavera pasada, ha reiniciado las exportaciones de petróleo y con ellas estamos consiguiendo acumular una pequeña reserva. Mejores aun son las perspectivas. Las reparaciones del oleoducto Mosul–Haifa están casi completadas, y si los ingleses de Irak no interrumpen las tareas…

—No te preocupes por eso. Rommel se los merendará en un plis plas —le repuso Von Manstein.

—Mejor —dijo Speer—, porque en ese caso calculo que antes de fin de mes el petróleo de Irak empezará a llegar a Haifa. De hecho convendría que empezásemos a enviar petroleros hacia allí. Además, los campos de Egipto vuelven a estar a pleno rendimiento y su producción es mayor de lo que esperábamos. También tengo buenas noticias de Libia. Un sondeo de prueba ha encontrado petróleo cerca de Bengasi, en cantidades suficientes para su explotación comercial. Ese petróleo es de muy buena calidad y parece que hay reservas enormes. Estamos metiéndole prisa a los italianos y he enviado a Libia a todos los expertos que he encontrado en Alemania. Lo malo es que no creo que se consiga extraer cantidades importantes antes hasta el año que viene. Pero en resumen, no solo tenemos petróleo suficiente para seguir las operaciones militares, sino que espero que el año que viene tengamos tanto que podremos disminuir la producción de petróleo sintético, que es muy cara.

—Magníficas noticias —dijo Von Papen—. No sabéis la fuerza que ese petróleo dará a la diplomacia del Reich.

—Acabado lo del petróleo, creo que podemos dar por terminada la reunión —dijo Von Manstein—. Sobre todo, que no os preocupe demasiado lo de Inglaterra. Veréis como Von Richthofen resuelve el problema.

[Gaspacher]

No se hasta que punto esas perdidas serían posibles en solo tres días, al fin y al cabo la RAF debe estar ya muy debilitada. Tengamos en cuenta que a las perdidas de la larga campaña de bombardeos se sumara el que habrán enviado un grupo de caza a España y refuerzos para reponer las abundantes bajas en oriente medio... dos operaciones que habrán absorbido una buena porción de veteranos, dejando a los bisoños en Inglaterra.

[Domper]

Mira las pérdidas sufridas por los aliados en la "Big Week": 385 aviones.

Saludos

[Gaspacher]

No creo que sea el mismo caso. Ni los alemanes podrían movilizar oleadas cercanas a mil bombarderos al día durante una semana, ni los británicos contaban con un sistema de artillería antiaérea de igual calidad y cantidad, y encima estarían desplegados en las ciudades y no en los aeródromos. En cuanto a los cazas, como ya he dicho la RAF estaría mucho peor que en la LTR

[APVid]

En cuanto a los cazas, como ya he dicho la RAF estaría mucho peor que en la LTR

Además en este momento Leigh-Mallory está a cargo del 11º Grupo de Caza que asumía el papel principal de la defensa.
Este impuso su Gran Ala, potente, pero lenta y pesada; además pensaba más en el ataque que en la defensa. Así unas maniobras a inicios de año asumiendo la defensa e imitando los ataques del verano dió como resultado simulado que los hubieran destruido en los aeródromos.

Además Leigh está más volcado en el ataque, en la LTR perdió solo en el verano de 1941 200 pilotos, lanzando peloteras y rodeos contra los alemanes, manteniendo un ritmo de pérdidas desfavorable a Inglaterra de 4:1.

Así pues no veo a la RAF capaz de infligir tal derrota a los alemanes en ese momento con los pilotos veteranos muertos o desplegados en Portugal y Orient, una formación de combate que tardaba demasiado en reunirse, y el sistema de defensa parcialmente cegado por los ataques contra éste y los sistemas antiradar (tiras, emisiones de interferencia desde Francia).

[Hereje]

Hombre, no va a ser todo ir de victoria en victoria xD.

[Domper]

Estamos hablando de ataques mantenidos por más de 500 bombarderos, contra una fuerza aérea que conserva su red de bases y de radares, y que está recibiendo el apoyo de USA. Poco más de un centenar de aviones perdidos en una semana aun resulta poco.

Recordad como la Luftwaffe aun fue capaz de dañar seriamente a los aliados a finales del 44 e incluso en el 45.

Saludos

[APVid]

No, pero una victoria así me parece difícil.

conserva su red de bases y de radares, y que está recibiendo el apoyo de USA

Los radares ya eran conocidos y se abrieron brechas en su red, además del uso de técnicas antirradar (hacerlos perseguir fantasmas, citas de metal,...). Y llevan un año sufriendo 4:1 en pérdidas.

El problema táctico de la Gran Ala es bastante importante, y Leigh-Mallory dijo (visto el pésimo resultado del ejercicio de enero de 1941) que si les atacaban a gran escala el atacaría a los bombarderos en su regreso a Francia cuando ya estuviese toda su Ala concentrada y les infligiría grandes pérdidas para que así no volvieran.

Aunque como aquí el objetivo estaba en el 12º Grupo no sé hasta que punto el otro comandante aplicaría o no la Gran Ala.



PD: los alemanes deberían cambiar sus tácticas de los cazas pues favorecen demasiado a los ases convirtiendo al resto en meras escoltas y como pasó con Marseille muerto el as el resto queda debilitado.
Saben que sus aviones son mejores en combate de energía, por lo que deben aprovecharlo al máximo frente a los maniobreros Spitfire.

[Domper]

Desde el móvil y con vistas al mar.

Varias cosas:

Por una parte, lo de la Gran Ala: tras meses de presión alemana es de suponer que los ingleses han aprendido algo.

De radares, con la tecnología de 1941 tampoco se podía hacer demasiado para suprimirlos.

Finalmente, las bajas que digo son del nivel de las batallas intensas de 1940, o posteriores. Sólo en Dieppe se perdieron más de 100 aviones.

Saludos

[Luis M. García]

Desde el móvil y con vistas al mar.

[Domper]

Esta tarde será desde la piscina; en una tumbona y a la sombra; de vez en cuando, chapuzón.

Saludos

[Luis M. García]

Eso, encima recreese en el agravio...

[kaiser-1]

***** Mensaje cifrado interceptado por el CESID *****

Hay rumores varios de que una serie de oficiales de alto rango quieren sabotear las vacaciones de un abnegado oficial que se las tiene bien ganadas. Se ordena a todo el personal destacado en XXXXXXX proteger el descanso del mencionado oficial y asegurarse de que no haya unidades navales y/o infantería en la zona dependientes del Excmo. Vicealmirante Luis M. García, al que se le supone instigador de la conspiración.

Se autoriza el uso de la fuerza para el éxito de la misión.

[Luis M. García]