Revolucion Francesa y Guerras Napoleónicas 1792-1815
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Valmy
Prusianos en la Batalla de Valmy, 1792.
El 20 de Septiembre de 1792, las tropas Prusianas dirigidas por el rey Federico-Guillermo II de Prusia y el Duque de Brünswick, se encuentran cara a cara con las tropas Francesas en la llanura de Valmy.
El rey de Prusia tiene a su disposición a 160.000 hombres. Los generales Dumouriez y Kellermann tan solo disponen de 95.000. Los Prusianos están bien entrenados, organizados, disciplinados. Los Franceses son un atajo de voluntarios, de llamados a filas, campesinos o ciudadanos mal equipados, que no tienen la costumbre de combatir, no saben de la guerra y avanzan en desorden. Los Prusianos pueden, cuando quieran, marchar sobre París. Los Franceses, faltos de víveres, se encuentran desmoralizados.
La batalla empieza. De un lado a otro silban millares de bolas de cañón disparadas en multitud de ráfagas. El suelo tiembla bajo los impactos incesantes. Finalmente, los Prusianos atacan.
Los Franceses, inmóbiles, están dispuestos para cargar con sus bayonetas. Kellermann deja avanzar al enemigo sin disparar una sola bala. De repente, su sombrero en la punta de su sable, grita:
-¡Viva la Nación!
Grito que todo el ejército Francés repite inmediatamente como un gigantesco eco, atronador.
Entonces, de repente, ¿qué ocurre?
Los Prusianos, que avanzaban en rangos apretados, seguros de sí mismos, convencidos de vencer, se paran en seco. Se paran justo antes de abordar las líneas Francesas y se repliegan. Tocan la retirada.
La batalla de Valmy, que ha costado de 300 a 400 hombres al ejército Francés, y 84 exactamente al Prusiano, se da por terminada.
El General Kellermann está estupefacto. ¿Por qué el rey de Prusia ha retirado sus tropas antes de iniciar el asalto? ¿Por qué no ha combatido cuando tenía todas las probabilidades de aniquilar las tropas de la República?
Es todo un misterio, y Napoleón I mismo declaró que aquella inesperada retirada de Federico-Guillermo II era, para él, un problema sin solución explicable.
Se le puede tachar, desde luego, como uno de esos misterios de la Historia.
Sin embargo, en 1839, 47 años después de la famosa batalla de Valmy, un periódico, el "Diario de las Ciudades y de las Provincias", publicó un relato extraordinario que bien podría contener la clave de ese enigma.
Según ese periódico, el rey de Prusia habría vivido, días antes de la batalla de Valmy, una curiosa aventura.
El hecho se habría producido el 15 o 16 de Septiembre. Aquel día, los Prusianos, seguros de su próxima victoria, dan en Verdun, una noche de gala presidida por Federico-Guillermo II, dónde se encuentran mezclados los oficiales del Duque de Brünswick y los emigrados Franceses que esperan ver la derrota de los ejércitos de la República Francesa. En una atmósfera exultante, los invitados, levantan sus copas de champaña, para brindar y desear la victoria de las tropas Prusianas, la liberación de la Familia Real de Luis XVI, prisionera en el Temple, y la ruina de los Jacobinos.
De repente, un hombre vestido de negro se acerca respetuosamente al rey de Prusia y le susurra algo al oído.
El monarca palidece. Acaba de oír una frase que conoce muy bien: la contraseña de los Rosacruces.
Está, en efecto, afiliado a esa secta desde hace mucho tiempo, y ostenta en su seno una alta graduación.
-¿Vuestra Majestad desea seguirme? añade el hombre a oídos del soberano.
Sin pedir explicaciones, el rey de Prusia se disculpa ante los invitados y obedece a aquel extraño personaje. Éste le arrastra por una escalera que les lleva al sótano. Allí, penetran en una sala con las paredes revestidas de paños negros, iluminada por antorchas fijadas sobre trípodes funerarios.
El rey, que cree firmemente en los fantasmas y en la brujería, tiene pinta de estar intimidado.
-Esperadme aqui y no os mováis, le susurra el hombre antes de desaparecer detrás de las fúnebres cortinas.
Solo en aquella siniestra sala, Federico-Guillermo II empieza a temerse lo peor. ¿No se tratará de una trampa? ¿Le asesinarán? Intenta recordar si ha traicionado sin querer un secreto de la Orden... Espera un momento, preso de sudores fríos. El silencio le ahoga. Súbitamente, se oyen crujidos tras las cortinas negras. Asustado, se apresura a subir por las escaleras. Pero una voz siniestra, de ultra-tumba, le paraliza y le hiela la sangre:
-¡Párate!¡No salgas de aqui sin haberme oído antes!
Las cortinas se apartan y, a la luz vacilante de las antorchas, el rey ve aparecer el espectro de su tío, Las cortinas se apartan y, a la luz vacilante de las antorchas, el rey ve aparecer el espectro de su tío, Federico II "el Grande" de Prusia.
Lo reconoce enseguida. Está convencido que es el soberano filósofo, protector de Voltaire, que ha conocido con su rostro enjuto, su perfil delgado, sus hombros encorvados, sus ojos vivos, su cara mal afeitada, e incluso (un detalle que le marca), su nariz embadurnada de tabaco... Lleva su legendaria casaca Silesiana, su bicornio, y se apoya en su bastón, como antaño.
Helado por la aparición, Federico-Guillermo II ve como se le acerca con pequeños pasos. Finalmente, el fantasma de Federico "el Grande" se para a pocos pasos de él y le mira fijamente a los ojos.
-¿Me reconoces? dice el fantasma con una voz apenas apagada por 6 años de tumba.
Incapaz de pronunciar una sola palabra, Federico-Guillermo II asienta con la cabeza.
-¡Me reconoces, pues! concluye el espectro. Cuando trajiste de vuelta de Baviera a Breslau las tropas que te había confiado, te abracé con fuerza y te dije: "Tu eres más que mi sobrino, tu eres mi hijo! Serás tú quien heredará mi poderío y mi gloria...". Pues bien, vengo a reclamarte hoy una obediencia filial. Vengo a repetirte las palabras que Carlos VI de Francia oyó en el bosque de Le Mans: "No cabalgues más adelante, te han traicionado!"
Y el espectro de Federico II se puso a explicarle a su sobrino y sucesor que los monárquicos emigrados arrastraban a los ejércitos Prusianos en una peligrosísima aventura, que los Franceses no podrán soportar que un pueblo extranjero interfiera en sus asuntos (incluso los que esperan el retorno del Antiguo Régimen), y que, si se empeña en marchar sobre París, ya no serán 95.000 hombres los que se levantarán contra los regimientos de Brünswick, sino Francia entera.
-Te lo repito, añade el espectro, para tus tropas; no vayas más adelante!
Acto seguido, hizo un corto saludo y desapareció por dónde había venido.
En el momento en que se encuentra nuevamente solo, el rey de Prusia, empapado en sudor, se precipita escaleras arriba y vuelve a su aposento.
Al día siguiente, las tropas Prusianas, que debían ponerse en marcha camino de París, recibieron la contra-orden de permanecer en el mismo sitio. Entonces se produjo el enfrentamiento en Valmy, donde el rey de Prusia interrumpió el asalto de sus tropas para mayor sorpresa de sus oficiales. Finalmente, se supo que, en vez de marchar sobre París como lo había anunciado el "Manifiesto de Brünswick", los Prusianos hicieron sus baúles y volvían a la frontera franco-alemana.
La República se había salvado gracias a un fantasma...
Según algunos historiadores, que conocen esta sorprendente anécdota, es probable que la aventura vivida por el rey de Prusia fuese cierta, pero que el fantasma que había visto, era totalmente falso.
Se baraja la hipótesis de que Federico-Guillermo II haya sido víctima de una maquinación que ha dado buenos resultados. Se conocían sus gustos por el ocultismo y la magia, se le sabía crédulo, impresionable. Nada era más fácil que engañarle en esas circunstancias.
Ni siquiera dudó ante ese decorado teatral, aquellas cortinas negras y esas antorchas... Estaba acostumbrado a la puesta en escena fúnebre de las logias masónicas de su época. También hay que tener en cuenta que, entonces, Alemania atravesaba una extraordinaria crisis mística y filosófica. Las sociedades secretas pululaban, florecían. La mayoría de los aristócratas pertenecían a algunas sectas de iluminados. Era campo abonado, puesto que estaban dispuestos a creer en todo y en cualquier cosa. Federico-Guillermo II no era una excepción. Era un timorato, soñador, miembro de los Rosa-Cruz, que creía en los fantasmas y que no proyectaba nada sin haber antes consultado los augurios. Era, desde luego, la víctima ideal para una superchería.
Pero, ¿quién fue el que interpretó el papel del espectro de Federico II "el Grande"?
Se sospecha de alguien, gracias al dramaturgo Beaumarchais.
Un buen día, a mediados de septiembre de 1792, el Caballero de Beaumarchais se fue a visitar a su buen amigo, el célebre actor Fleury, que había interpretado "La Boda de Fígaro"...
Pero, Fleury no estaba en su domicilio. Una chiquilla del servicio de la casa, explicó a Beaumarchais que se había ido al campo.
-¿Volverá mañana? preguntó Beaumarchais.
-0h no! Estará ausente por ocho días, al menos. Se ha ido a Verdun.
Sorprendido, Beaumarchais volvió a su casa, preguntándose qué diablos podía haber ido a hacer ese actor en Verdun, donde el rey de Prusia había, precisamente, establecido su cuartel general.
Algunas semanas más tarde, Beaumarchais se topó con su amigo Fleury, y aprovechó para preguntarle sobre su extraña ausencia:
-¿Qué hacíais en Verdun?
Para su mayor sorpresa, el actor, con aires de embarazo y de "Tierra trágame", afirmó descaradamente que no había abandonado París.
Beaumarchais le cuenta que eso no es posible, ya que llamó a su puerta y apareció aquella chiquilla...
-¡Es un error! interrumpió Fleury, cambiando inmediatamente de tema.
Sin embargo, Beaumarchais insistió repetida e insistidamente en la eterna cuestión, diez, veinte, cien veces, intentando sonsacarle algo. Pero Fleury eludía las preguntas, sonriente. No soltó palabra sobre el tema de su inexplicable ausencia de la capital.
Finalmente, Beaumarchais concluyó que el viaje de Fleury debía permanecer siendo un secreto por razones misteriosas.
¿Fleury habría interpretado el papel del espectro de Federico "el Grande"?
Es muy posible.
Años antes de que estallara la Revolución, había saboreado las mieles del éxito, interpretando el papel de Federico II de Prusia en el Teatro-Francés. Y no contentándose con maquillarse y adoptar el aspecto físico del monarca, de copiar sus andares y de imitar su voz, había conseguido hacerse con sus viejos trajes, su casaca, sus botas y su sombrero. Y todo París había hablado y alabado su impresionante imitación, tan verídica, tan perfecta. Además, hablaba perfectamente el alemán...
¿Y quién maquinó esa puesta en escena?
Se supone que un miembro de la Convención, sabedor del tendón de Aquiles de Federico-Guillermo II, y recordando haber visto la impresionante interpretación de Fleury en el teatro. ¿Quién? Se baraja el nombre de Fabre d'Églantine, que también era un hombre de teatro...
Beaumarchais falleció en 1799 pero, mucho antes de abandonar este bajo mundo, tuvo largas conversaciones con el abad Sabattier, amigo suyo, al que contó la extraña anécdota del viaje de Fleury a Verdun en septiembre de 1792, días antes de la victoria de Valmy. Sabattier se encargó de dejar constancia, evidentemente.
Y aunque se cree que la historia no se supo hasta que fue publicada en 1839, se sabe de buena tinta que la "aparición" de Federico "el Grande", fue filtrada justo después de Valmy por el ministro prusiano Bischoffswerder, a quien el rey confió el secreto.
Si toda esta historia es cierta, entonces se puede aventurar que la Iª República Francesa fue salvada por un rey de Prusia que creía en fantasmas...
in "HISTORIAS MÁGICAS DE LA HISTORIA", de Louis Pauwels & Guy Breton, 1977.
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El 20 de Septiembre de 1792, las tropas Prusianas dirigidas por el rey Federico-Guillermo II de Prusia y el Duque de Brünswick, se encuentran cara a cara con las tropas Francesas en la llanura de Valmy.
El rey de Prusia tiene a su disposición a 160.000 hombres. Los generales Dumouriez y Kellermann tan solo disponen de 95.000. Los Prusianos están bien entrenados, organizados, disciplinados. Los Franceses son un atajo de voluntarios, de llamados a filas, campesinos o ciudadanos mal equipados, que no tienen la costumbre de combatir, no saben de la guerra y avanzan en desorden. Los Prusianos pueden, cuando quieran, marchar sobre París. Los Franceses, faltos de víveres, se encuentran desmoralizados.
La batalla empieza. De un lado a otro silban millares de bolas de cañón disparadas en multitud de ráfagas. El suelo tiembla bajo los impactos incesantes. Finalmente, los Prusianos atacan.
Los Franceses, inmóbiles, están dispuestos para cargar con sus bayonetas. Kellermann deja avanzar al enemigo sin disparar una sola bala. De repente, su sombrero en la punta de su sable, grita:
-¡Viva la Nación!
Grito que todo el ejército Francés repite inmediatamente como un gigantesco eco, atronador.
Entonces, de repente, ¿qué ocurre?
Los Prusianos, que avanzaban en rangos apretados, seguros de sí mismos, convencidos de vencer, se paran en seco. Se paran justo antes de abordar las líneas Francesas y se repliegan. Tocan la retirada.
La batalla de Valmy, que ha costado de 300 a 400 hombres al ejército Francés, y 84 exactamente al Prusiano, se da por terminada.
El General Kellermann está estupefacto. ¿Por qué el rey de Prusia ha retirado sus tropas antes de iniciar el asalto? ¿Por qué no ha combatido cuando tenía todas las probabilidades de aniquilar las tropas de la República?
Es todo un misterio, y Napoleón I mismo declaró que aquella inesperada retirada de Federico-Guillermo II era, para él, un problema sin solución explicable.
Se le puede tachar, desde luego, como uno de esos misterios de la Historia.
Sin embargo, en 1839, 47 años después de la famosa batalla de Valmy, un periódico, el "Diario de las Ciudades y de las Provincias", publicó un relato extraordinario que bien podría contener la clave de ese enigma.
Según ese periódico, el rey de Prusia habría vivido, días antes de la batalla de Valmy, una curiosa aventura.
El hecho se habría producido el 15 o 16 de Septiembre. Aquel día, los Prusianos, seguros de su próxima victoria, dan en Verdun, una noche de gala presidida por Federico-Guillermo II, dónde se encuentran mezclados los oficiales del Duque de Brünswick y los emigrados Franceses que esperan ver la derrota de los ejércitos de la República Francesa. En una atmósfera exultante, los invitados, levantan sus copas de champaña, para brindar y desear la victoria de las tropas Prusianas, la liberación de la Familia Real de Luis XVI, prisionera en el Temple, y la ruina de los Jacobinos.
De repente, un hombre vestido de negro se acerca respetuosamente al rey de Prusia y le susurra algo al oído.
El monarca palidece. Acaba de oír una frase que conoce muy bien: la contraseña de los Rosacruces.
Está, en efecto, afiliado a esa secta desde hace mucho tiempo, y ostenta en su seno una alta graduación.
-¿Vuestra Majestad desea seguirme? añade el hombre a oídos del soberano.
Sin pedir explicaciones, el rey de Prusia se disculpa ante los invitados y obedece a aquel extraño personaje. Éste le arrastra por una escalera que les lleva al sótano. Allí, penetran en una sala con las paredes revestidas de paños negros, iluminada por antorchas fijadas sobre trípodes funerarios.
El rey, que cree firmemente en los fantasmas y en la brujería, tiene pinta de estar intimidado.
-Esperadme aqui y no os mováis, le susurra el hombre antes de desaparecer detrás de las fúnebres cortinas.
Solo en aquella siniestra sala, Federico-Guillermo II empieza a temerse lo peor. ¿No se tratará de una trampa? ¿Le asesinarán? Intenta recordar si ha traicionado sin querer un secreto de la Orden... Espera un momento, preso de sudores fríos. El silencio le ahoga. Súbitamente, se oyen crujidos tras las cortinas negras. Asustado, se apresura a subir por las escaleras. Pero una voz siniestra, de ultra-tumba, le paraliza y le hiela la sangre:
-¡Párate!¡No salgas de aqui sin haberme oído antes!
Las cortinas se apartan y, a la luz vacilante de las antorchas, el rey ve aparecer el espectro de su tío, Las cortinas se apartan y, a la luz vacilante de las antorchas, el rey ve aparecer el espectro de su tío, Federico II "el Grande" de Prusia.
Lo reconoce enseguida. Está convencido que es el soberano filósofo, protector de Voltaire, que ha conocido con su rostro enjuto, su perfil delgado, sus hombros encorvados, sus ojos vivos, su cara mal afeitada, e incluso (un detalle que le marca), su nariz embadurnada de tabaco... Lleva su legendaria casaca Silesiana, su bicornio, y se apoya en su bastón, como antaño.
Helado por la aparición, Federico-Guillermo II ve como se le acerca con pequeños pasos. Finalmente, el fantasma de Federico "el Grande" se para a pocos pasos de él y le mira fijamente a los ojos.
-¿Me reconoces? dice el fantasma con una voz apenas apagada por 6 años de tumba.
Incapaz de pronunciar una sola palabra, Federico-Guillermo II asienta con la cabeza.
-¡Me reconoces, pues! concluye el espectro. Cuando trajiste de vuelta de Baviera a Breslau las tropas que te había confiado, te abracé con fuerza y te dije: "Tu eres más que mi sobrino, tu eres mi hijo! Serás tú quien heredará mi poderío y mi gloria...". Pues bien, vengo a reclamarte hoy una obediencia filial. Vengo a repetirte las palabras que Carlos VI de Francia oyó en el bosque de Le Mans: "No cabalgues más adelante, te han traicionado!"
Y el espectro de Federico II se puso a explicarle a su sobrino y sucesor que los monárquicos emigrados arrastraban a los ejércitos Prusianos en una peligrosísima aventura, que los Franceses no podrán soportar que un pueblo extranjero interfiera en sus asuntos (incluso los que esperan el retorno del Antiguo Régimen), y que, si se empeña en marchar sobre París, ya no serán 95.000 hombres los que se levantarán contra los regimientos de Brünswick, sino Francia entera.
-Te lo repito, añade el espectro, para tus tropas; no vayas más adelante!
Acto seguido, hizo un corto saludo y desapareció por dónde había venido.
En el momento en que se encuentra nuevamente solo, el rey de Prusia, empapado en sudor, se precipita escaleras arriba y vuelve a su aposento.
Al día siguiente, las tropas Prusianas, que debían ponerse en marcha camino de París, recibieron la contra-orden de permanecer en el mismo sitio. Entonces se produjo el enfrentamiento en Valmy, donde el rey de Prusia interrumpió el asalto de sus tropas para mayor sorpresa de sus oficiales. Finalmente, se supo que, en vez de marchar sobre París como lo había anunciado el "Manifiesto de Brünswick", los Prusianos hicieron sus baúles y volvían a la frontera franco-alemana.
La República se había salvado gracias a un fantasma...
Según algunos historiadores, que conocen esta sorprendente anécdota, es probable que la aventura vivida por el rey de Prusia fuese cierta, pero que el fantasma que había visto, era totalmente falso.
Se baraja la hipótesis de que Federico-Guillermo II haya sido víctima de una maquinación que ha dado buenos resultados. Se conocían sus gustos por el ocultismo y la magia, se le sabía crédulo, impresionable. Nada era más fácil que engañarle en esas circunstancias.
Ni siquiera dudó ante ese decorado teatral, aquellas cortinas negras y esas antorchas... Estaba acostumbrado a la puesta en escena fúnebre de las logias masónicas de su época. También hay que tener en cuenta que, entonces, Alemania atravesaba una extraordinaria crisis mística y filosófica. Las sociedades secretas pululaban, florecían. La mayoría de los aristócratas pertenecían a algunas sectas de iluminados. Era campo abonado, puesto que estaban dispuestos a creer en todo y en cualquier cosa. Federico-Guillermo II no era una excepción. Era un timorato, soñador, miembro de los Rosa-Cruz, que creía en los fantasmas y que no proyectaba nada sin haber antes consultado los augurios. Era, desde luego, la víctima ideal para una superchería.
Pero, ¿quién fue el que interpretó el papel del espectro de Federico II "el Grande"?
Se sospecha de alguien, gracias al dramaturgo Beaumarchais.
Un buen día, a mediados de septiembre de 1792, el Caballero de Beaumarchais se fue a visitar a su buen amigo, el célebre actor Fleury, que había interpretado "La Boda de Fígaro"...
Pero, Fleury no estaba en su domicilio. Una chiquilla del servicio de la casa, explicó a Beaumarchais que se había ido al campo.
-¿Volverá mañana? preguntó Beaumarchais.
-0h no! Estará ausente por ocho días, al menos. Se ha ido a Verdun.
Sorprendido, Beaumarchais volvió a su casa, preguntándose qué diablos podía haber ido a hacer ese actor en Verdun, donde el rey de Prusia había, precisamente, establecido su cuartel general.
Algunas semanas más tarde, Beaumarchais se topó con su amigo Fleury, y aprovechó para preguntarle sobre su extraña ausencia:
-¿Qué hacíais en Verdun?
Para su mayor sorpresa, el actor, con aires de embarazo y de "Tierra trágame", afirmó descaradamente que no había abandonado París.
Beaumarchais le cuenta que eso no es posible, ya que llamó a su puerta y apareció aquella chiquilla...
-¡Es un error! interrumpió Fleury, cambiando inmediatamente de tema.
Sin embargo, Beaumarchais insistió repetida e insistidamente en la eterna cuestión, diez, veinte, cien veces, intentando sonsacarle algo. Pero Fleury eludía las preguntas, sonriente. No soltó palabra sobre el tema de su inexplicable ausencia de la capital.
Finalmente, Beaumarchais concluyó que el viaje de Fleury debía permanecer siendo un secreto por razones misteriosas.
¿Fleury habría interpretado el papel del espectro de Federico "el Grande"?
Es muy posible.
Años antes de que estallara la Revolución, había saboreado las mieles del éxito, interpretando el papel de Federico II de Prusia en el Teatro-Francés. Y no contentándose con maquillarse y adoptar el aspecto físico del monarca, de copiar sus andares y de imitar su voz, había conseguido hacerse con sus viejos trajes, su casaca, sus botas y su sombrero. Y todo París había hablado y alabado su impresionante imitación, tan verídica, tan perfecta. Además, hablaba perfectamente el alemán...
¿Y quién maquinó esa puesta en escena?
Se supone que un miembro de la Convención, sabedor del tendón de Aquiles de Federico-Guillermo II, y recordando haber visto la impresionante interpretación de Fleury en el teatro. ¿Quién? Se baraja el nombre de Fabre d'Églantine, que también era un hombre de teatro...
Beaumarchais falleció en 1799 pero, mucho antes de abandonar este bajo mundo, tuvo largas conversaciones con el abad Sabattier, amigo suyo, al que contó la extraña anécdota del viaje de Fleury a Verdun en septiembre de 1792, días antes de la victoria de Valmy. Sabattier se encargó de dejar constancia, evidentemente.
Y aunque se cree que la historia no se supo hasta que fue publicada en 1839, se sabe de buena tinta que la "aparición" de Federico "el Grande", fue filtrada justo después de Valmy por el ministro prusiano Bischoffswerder, a quien el rey confió el secreto.
Si toda esta historia es cierta, entonces se puede aventurar que la Iª República Francesa fue salvada por un rey de Prusia que creía en fantasmas...
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- General
- Mensajes: 16109
- Registrado: 23 Ene 2003, 13:19
Gracias Manuel Martínez, sería otra interesante y plausible explicación para el extraño y misterioso comportamiento de Brunswick en Valmy...
Saludos
... un fantasma en forma de actor que se une a las otras hipótesis, de la masonería, el soborno etc etc etc.La República se había salvado gracias a un fantasma...
Saludos
-
- Teniente Coronel
- Mensajes: 2511
- Registrado: 30 May 2004, 05:48
El tema de la Revolución francesa es inagotable.
Hace unos 3 ó 4 años recuerdo que dieron una película de Eric Rohmer sobre esta época, recreando el punto de vista de una bella noble escocesa, testigo presencial de los hechos y muy cercana (como que demasiado, parecía) a Felipe Egalité, el duque de Orléans.
Según me enteré luego, Rohmer había echado mano de las memorias de esta mujer, siguiéndolas incluso al pie de la letra en los diálogos.
Como me pareció una narración interesante y novedosa, busqué por todas las bibliotecas, consulté a todos los amigos, pero no hallé el libro.
Acabo de enterarme de que Editorial Valdemar ha publicado una traducción en el 2001. Ojalá pueda hacerme con un ejemplar.
http://www.valdemar.com/product_info.php?cPath=5&products_id=274
Saludos,
Lavoe
Hace unos 3 ó 4 años recuerdo que dieron una película de Eric Rohmer sobre esta época, recreando el punto de vista de una bella noble escocesa, testigo presencial de los hechos y muy cercana (como que demasiado, parecía) a Felipe Egalité, el duque de Orléans.
Según me enteré luego, Rohmer había echado mano de las memorias de esta mujer, siguiéndolas incluso al pie de la letra en los diálogos.
Como me pareció una narración interesante y novedosa, busqué por todas las bibliotecas, consulté a todos los amigos, pero no hallé el libro.
Acabo de enterarme de que Editorial Valdemar ha publicado una traducción en el 2001. Ojalá pueda hacerme con un ejemplar.
http://www.valdemar.com/product_info.php?cPath=5&products_id=274
Saludos,
Lavoe
-
- General
- Mensajes: 16109
- Registrado: 23 Ene 2003, 13:19
LA CONVENCIÓN NACIONAL
El 20 de septiembre, el mismo día de la batalla de Valmy, se reunía en París la Convención Nacional, dominada por los elementos más radicales de la Revolución (girondinos, jacobinos, franciscanos), al punto que los girondinos comenzaban a ser vistos como moderados y aún “monárquicos”.
El 21, la Convención, por unanimidad, declaró abolida la monarquía, el 22, a propuesta de Billaud – Varennes, se aprobó que se fechara a partir de ese histórico momento, y que entrara en vigor a partir de 1793 que se convertiría en año uno de la República y el 25 se proclamó formalmente “La República Francesa, única e indivisible”.
Toma de Spira (Speyer)
Al comenzar la campaña, los austriacos establecieron para proteger la línea del Rin, un cordón de tropas, desde Rheinfelden a Philippsbourg, mientras los franceses, por su parte, formaron dos campos militares, que vigilaban el Rin. De este modo, el general Biron, tenía concentrado 45.000 hombres en Alsacia, para oponerse a cualquier tentativa de los austriacos, que mantenían dos cuerpos: el del príncipe de Esterhazy, con 12.000 hombres en Breisgau (Freiburg), y el del conde Erbach, que con 13.000 hombres, se extendía desde Mainz a Spira, cubriendo 95 kilómetros de línea. Los cuerpos de emigrados del Príncipe de Condé, en números de 4.000 hombres, ocupaban el Margraviato de Baden, y completaban la línea de defensa.
El ejército francés del Rin, se encontraba, a su vez, dividido en dos cuerpos: el del general Biron, de 40.000 hombres, concentrados en Alsacia, con cuartel general en Estrasburgo, y el de Custine, 25.000 hombres, con cuartel en Landau, y que ocupaba las líneas de Weissembourg.
Cuando el príncipe de Hohenlohe – Kirchberg se fue alejando de Thionville en dirección a Champaña, para reunirse al ejército de invasión, del que ya hemos visto su actuación en Valmy, fue sustituido en el Mosela por el cuerpo del conde Erbach, el cual sólo dejó 4.000 hombres protegiendo los repletos polvorines que los coaligados poseían en Spira. Custine, informado de la momentánea debilidad del enemigo, solicitó y obtuvo del ministro de defensa y del general Biron, al que estaba subordinado, autorización para intentar un golpe de mano sobre Spira.
En consecuencia partió de Landau, el 29 de septiembre, y penetró en el Palatinado a la cabeza de 18.000 hombres, divididos en tres columnas: la del centro, marchó por Lingenfeld hacia las alturas de Heiligenstein; la de la izquierda, avanzó directamente sobre Spira por Weingarten y Schwegenheim; la de la derecha, a cuyo frente iba Custine, se dirigía también a Spira, aunque por Germersheim.
El 30, las tres columnas fueron apareciendo a la vista del objetivo. El coronel Winckelmann, jefe de la guarnición austriaca dejada por el conde Erbach para cubrir Spira, que había cometido el error de no evacuar los polvorines, se decidió por una defensa vigorosa: envió a la orilla derecha del Rin la caja militar y la mayor parte de su equipo, y teniendo bien enmascaradas las puertas de la ciudad, se desplegó en batalla: su derecha apoyada en un precipicio situado debajo de la puerta que conduce a Worms, su izquierda, prolongada hasta unos jardines cercados por fuertes setos y su centro cubierto por un bosque pantanoso. Esta posición, aunque respetable, no era lo suficientemente fuerte como para que Custine desistiera de su propósito. El general Neuwinger, uno de los jefes de las columnas francesas, estableció una batería de 10 cañones y comenzó a bombardear las líneas austriacas, mientras lanzaba sobre su derecha a cuatro batallones de infantería a ocupar una altura que dominaba la posición enemiga. Los austriacos se defendieron fieramente, pero debilitados por el fuego de la artillería y amenazados con ser desbordado por su izquierda, se retiraron apresuradamente a la ciudad. Pero los franceses les siguieron con cuidado y, si bien su artillería fue incapaz de abrir las puertas, los gastadores se aproximaron lo suficiente como para romperlas a hachazos. Dos de ellas fueron forzadas, y los atacantes se lanzaron dentro de la ciudad, precipitándose por las calles. La retaguardia austriaca resistió lo suficiente como para proteger la retirada de Winckelmann. Atrincherados en las casas, los defensores hicieron un fuego terrible sobre los asaltantes. Pero viendo que nada les detenía, también ellos comenzaron a retirarse, en orden al principio, pero Custine los persiguió con rapidez, llevando el desorden en sus filas, mientras la columna de la izquierda cerraba toda posibilidad de fuga. Winckelmann fue arrinconado en el Rin y tuvo que rendirse. Los franceses hicieron 2.900 prisioneros y causaron 113 muertos. El resto logró escapar cruzando el río, muchos de ellos heridos. Las bajas de Custine en esta acción fueron de 78 muertos y 136 heridos. De este modo, los franceses se apoderaron de todos los polvorines, repletos de munición de todo tipo, más un centenar de cañones y obuses y cuatro banderas.
Saludos
El 20 de septiembre, el mismo día de la batalla de Valmy, se reunía en París la Convención Nacional, dominada por los elementos más radicales de la Revolución (girondinos, jacobinos, franciscanos), al punto que los girondinos comenzaban a ser vistos como moderados y aún “monárquicos”.
El 21, la Convención, por unanimidad, declaró abolida la monarquía, el 22, a propuesta de Billaud – Varennes, se aprobó que se fechara a partir de ese histórico momento, y que entrara en vigor a partir de 1793 que se convertiría en año uno de la República y el 25 se proclamó formalmente “La República Francesa, única e indivisible”.
Toma de Spira (Speyer)
Al comenzar la campaña, los austriacos establecieron para proteger la línea del Rin, un cordón de tropas, desde Rheinfelden a Philippsbourg, mientras los franceses, por su parte, formaron dos campos militares, que vigilaban el Rin. De este modo, el general Biron, tenía concentrado 45.000 hombres en Alsacia, para oponerse a cualquier tentativa de los austriacos, que mantenían dos cuerpos: el del príncipe de Esterhazy, con 12.000 hombres en Breisgau (Freiburg), y el del conde Erbach, que con 13.000 hombres, se extendía desde Mainz a Spira, cubriendo 95 kilómetros de línea. Los cuerpos de emigrados del Príncipe de Condé, en números de 4.000 hombres, ocupaban el Margraviato de Baden, y completaban la línea de defensa.
El ejército francés del Rin, se encontraba, a su vez, dividido en dos cuerpos: el del general Biron, de 40.000 hombres, concentrados en Alsacia, con cuartel general en Estrasburgo, y el de Custine, 25.000 hombres, con cuartel en Landau, y que ocupaba las líneas de Weissembourg.
Cuando el príncipe de Hohenlohe – Kirchberg se fue alejando de Thionville en dirección a Champaña, para reunirse al ejército de invasión, del que ya hemos visto su actuación en Valmy, fue sustituido en el Mosela por el cuerpo del conde Erbach, el cual sólo dejó 4.000 hombres protegiendo los repletos polvorines que los coaligados poseían en Spira. Custine, informado de la momentánea debilidad del enemigo, solicitó y obtuvo del ministro de defensa y del general Biron, al que estaba subordinado, autorización para intentar un golpe de mano sobre Spira.
En consecuencia partió de Landau, el 29 de septiembre, y penetró en el Palatinado a la cabeza de 18.000 hombres, divididos en tres columnas: la del centro, marchó por Lingenfeld hacia las alturas de Heiligenstein; la de la izquierda, avanzó directamente sobre Spira por Weingarten y Schwegenheim; la de la derecha, a cuyo frente iba Custine, se dirigía también a Spira, aunque por Germersheim.
El 30, las tres columnas fueron apareciendo a la vista del objetivo. El coronel Winckelmann, jefe de la guarnición austriaca dejada por el conde Erbach para cubrir Spira, que había cometido el error de no evacuar los polvorines, se decidió por una defensa vigorosa: envió a la orilla derecha del Rin la caja militar y la mayor parte de su equipo, y teniendo bien enmascaradas las puertas de la ciudad, se desplegó en batalla: su derecha apoyada en un precipicio situado debajo de la puerta que conduce a Worms, su izquierda, prolongada hasta unos jardines cercados por fuertes setos y su centro cubierto por un bosque pantanoso. Esta posición, aunque respetable, no era lo suficientemente fuerte como para que Custine desistiera de su propósito. El general Neuwinger, uno de los jefes de las columnas francesas, estableció una batería de 10 cañones y comenzó a bombardear las líneas austriacas, mientras lanzaba sobre su derecha a cuatro batallones de infantería a ocupar una altura que dominaba la posición enemiga. Los austriacos se defendieron fieramente, pero debilitados por el fuego de la artillería y amenazados con ser desbordado por su izquierda, se retiraron apresuradamente a la ciudad. Pero los franceses les siguieron con cuidado y, si bien su artillería fue incapaz de abrir las puertas, los gastadores se aproximaron lo suficiente como para romperlas a hachazos. Dos de ellas fueron forzadas, y los atacantes se lanzaron dentro de la ciudad, precipitándose por las calles. La retaguardia austriaca resistió lo suficiente como para proteger la retirada de Winckelmann. Atrincherados en las casas, los defensores hicieron un fuego terrible sobre los asaltantes. Pero viendo que nada les detenía, también ellos comenzaron a retirarse, en orden al principio, pero Custine los persiguió con rapidez, llevando el desorden en sus filas, mientras la columna de la izquierda cerraba toda posibilidad de fuga. Winckelmann fue arrinconado en el Rin y tuvo que rendirse. Los franceses hicieron 2.900 prisioneros y causaron 113 muertos. El resto logró escapar cruzando el río, muchos de ellos heridos. Las bajas de Custine en esta acción fueron de 78 muertos y 136 heridos. De este modo, los franceses se apoderaron de todos los polvorines, repletos de munición de todo tipo, más un centenar de cañones y obuses y cuatro banderas.
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Toma de Worms
Custine fue informado que el conde Erbach al frente de su cuerpo de ejército (12.000 hombres), tras conocer la caída de Spira, acudía a marchas forzadas para cubrir Worms y Mainz. El general francés decidió dar un nuevo golpe de mano antes de la llegada del cuerpo austriaco y ordenó a uno de sus lugartenientes, el general Neuwinger, que con un destacamento de 4.600 hombres, se apoderase de Worms, a 50 kilómetros de Spira, que carecía de defensa a pesar de contar con importantes polvorines. Y, en efecto, cuando el 4 de octubre de 1792, los franceses penetraron en Worms no hallaron ninguna presencia del enemigo. De este modo, sin disparar ni un solo tiro, Neuwinger se apoderó del segundo polvorín más importante que los coaligados disponían en la línea del Rin.
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Custine fue informado que el conde Erbach al frente de su cuerpo de ejército (12.000 hombres), tras conocer la caída de Spira, acudía a marchas forzadas para cubrir Worms y Mainz. El general francés decidió dar un nuevo golpe de mano antes de la llegada del cuerpo austriaco y ordenó a uno de sus lugartenientes, el general Neuwinger, que con un destacamento de 4.600 hombres, se apoderase de Worms, a 50 kilómetros de Spira, que carecía de defensa a pesar de contar con importantes polvorines. Y, en efecto, cuando el 4 de octubre de 1792, los franceses penetraron en Worms no hallaron ninguna presencia del enemigo. De este modo, sin disparar ni un solo tiro, Neuwinger se apoderó del segundo polvorín más importante que los coaligados disponían en la línea del Rin.
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Sitio de Lille
Mientras el ejército principal del duque de Brunswick avanzaba por las llanuras de Champaña, los austriacos, dirigidos por el duque Alberto de Sajonia – Teschen, amenazaban el norte de Francia, en una operación secundaria de distracción. Dumouriez, que había concentrado la mayor parte de sus fuerzas contra Brunswick, había dejado la frontera norte muy debilitada: 9.000 hombres al mando del general Moreton. Demasiado débil para contener al duque de Sajonia Teschen, había evacuado el campo de Maulde y se había retirado en parte hacia Valenciennes y en parte hacia Condé y Bouchain. Libre de obstáculos, el ejército austriaco pudo maniobrar con libertad de movimientos, ocupando Lannoy, el 9 de septiembre, Roubaix, el 11 y Tourcoing, el 15, amenazando al mismo tiempo a Douay, Valenciennes y Lille, para no descubrir sus intenciones. El duque de Sajonia – Teschen trasladaba discretamente sus fuerzas hacia el lado de Lille, donde apareció el 23 de septiembre, reconociéndola por todos lados ese mismo día. Sus principales campos los estableció en los poblados de Lezenne y Annappes (hoy en día Villeneuve d´Ascq), situados a 7 y 11 kilómetros respectivamente al este de Lille, sobre la ruta de Tournay. El ejército austriaco que rodeaba la ciudad estaba compuesto por 25.000 infantes y 8.000 jinetes, poderoso para batir a cualquier fuerza que los franceses tuvieran por la zona, pero insuficiente para montar un sitio en regla a una plaza del tamaño y la fortaleza de Lille. En realidad, mientras duró este semi cerco, las comunicaciones de la ciudad con Douay y Dunkerque permanecieron perfectamente libres. El plan, pues, del duque de Sajonia – Teschen no era tomar la ciudad mediante un prolongado y minucioso sitio, sino someterla a un terrible bombardeo; contaba con esa parte de la población contraria a la Revolución y con el temor de todos los habitantes a ver sus casas y su ciudad destruidas. Creía, por tanto, que al igual que ocurriera en Longwy y en Verdun, la población presionaría a la guarnición para que ésta capitulase. Al menos eso pensaba el buen duque...
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Mientras el ejército principal del duque de Brunswick avanzaba por las llanuras de Champaña, los austriacos, dirigidos por el duque Alberto de Sajonia – Teschen, amenazaban el norte de Francia, en una operación secundaria de distracción. Dumouriez, que había concentrado la mayor parte de sus fuerzas contra Brunswick, había dejado la frontera norte muy debilitada: 9.000 hombres al mando del general Moreton. Demasiado débil para contener al duque de Sajonia Teschen, había evacuado el campo de Maulde y se había retirado en parte hacia Valenciennes y en parte hacia Condé y Bouchain. Libre de obstáculos, el ejército austriaco pudo maniobrar con libertad de movimientos, ocupando Lannoy, el 9 de septiembre, Roubaix, el 11 y Tourcoing, el 15, amenazando al mismo tiempo a Douay, Valenciennes y Lille, para no descubrir sus intenciones. El duque de Sajonia – Teschen trasladaba discretamente sus fuerzas hacia el lado de Lille, donde apareció el 23 de septiembre, reconociéndola por todos lados ese mismo día. Sus principales campos los estableció en los poblados de Lezenne y Annappes (hoy en día Villeneuve d´Ascq), situados a 7 y 11 kilómetros respectivamente al este de Lille, sobre la ruta de Tournay. El ejército austriaco que rodeaba la ciudad estaba compuesto por 25.000 infantes y 8.000 jinetes, poderoso para batir a cualquier fuerza que los franceses tuvieran por la zona, pero insuficiente para montar un sitio en regla a una plaza del tamaño y la fortaleza de Lille. En realidad, mientras duró este semi cerco, las comunicaciones de la ciudad con Douay y Dunkerque permanecieron perfectamente libres. El plan, pues, del duque de Sajonia – Teschen no era tomar la ciudad mediante un prolongado y minucioso sitio, sino someterla a un terrible bombardeo; contaba con esa parte de la población contraria a la Revolución y con el temor de todos los habitantes a ver sus casas y su ciudad destruidas. Creía, por tanto, que al igual que ocurriera en Longwy y en Verdun, la población presionaría a la guarnición para que ésta capitulase. Al menos eso pensaba el buen duque...
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Situada en una llanura, bordeada por el río Deule, que nutría con sus aguas los fosos de la fortaleza, sus obras habían sido reparadas y reformadas bajo la dirección del gran Vauban. Su ciudadela pasaba por ser la mano de obra de este ingeniero militar. Poseía cinco bastiones regulares, que formaban una estrella de cinco brazos con las cortinas cubiertas por un revellín de tierra, y acompañadas con cinco semi lunas, toda ella rodeada por un profundo foso (4’5 metros de ancho, por 3 de profundidad), caminos cubiertos, un glacis y escarpa. Por lo tanto, Lille tenía unas fortificaciones respetables, bien aprovisionadas en pertrechos de boca y guerra para resistir un largo sitio. En cuanto a su guarnición estaba compuesta por 8.000 hombres, de los que 3.000 eran soldados del ejército regular y el resto milicianos de los voluntarios nacionales, valientes y decididos, sin duda, pero carentes de experiencia, instrucción, disciplina u organización. La mayoría de ellos no sabían si quiera como cargar y disparar un fusil. La caballería estaba formada por 1.200 jinetes pero sólo por 600 caballos, del mismo modo que había 132 artilleros para 164 piezas. En resumidas cuentas, que por una razón u otra, ni austriacos ni franceses estaban en condiciones de imponerse el uno al otro.
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A la llegada del duque Alberto a Lille, dirigía el conjunto de la defensa, el mariscal de campo Ruault, que desde su llegada, se había caracterizado por emplear todos los medios de que disponía para poner la ciudad en un buen estado de defensa, particularmente en conservar libre las comunicaciones con Béthune y Dunkerque, desde donde se le podría, en caso de necesidad, suministrar víveres y municiones, que le llegarían por el Lys y el Deule. No obstante, en París no debieron convencerle mucho sus medidas o quizás no lo considerasen el hombre que las circunstancias exigían, fuere lo que fuere, el teniente general Duhoux fue nombrado para sustituirlo como comandante superior de la plaza. Bajo su mando quedaban los mariscales de campo Ruault, que pasaba a ser jefe de la guarnición, Lamarlière y Champmorin; el capitán de ingenieros Marescot, que se haría célebre más tarde en la defensa y ataque de plazas fortificadas, el teniente coronel Guiscard, responsable de la artillería y Bryan, habitante de Lille y jefe de la Guardia Nacional de la ciudad.
El duque de Sajonia – Teschen, después de pasar el día 23 estableciendo sus baterías, comenzó el ataque el día 24, cuando sus cazadores tiroleses expulsaron al batallón belga que custodiaba el barrio de Fives. Después de un combate urbano muy vivo, los belgas fueron obligados a replegarse, tras incendiar el barrio, lo que hubiera favorecido la aproximación de las tropas austriacas a la ciudad, las cuales, conseguido el objetivo, no prosiguieron la acción.
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El duque de Sajonia – Teschen, después de pasar el día 23 estableciendo sus baterías, comenzó el ataque el día 24, cuando sus cazadores tiroleses expulsaron al batallón belga que custodiaba el barrio de Fives. Después de un combate urbano muy vivo, los belgas fueron obligados a replegarse, tras incendiar el barrio, lo que hubiera favorecido la aproximación de las tropas austriacas a la ciudad, las cuales, conseguido el objetivo, no prosiguieron la acción.
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Mientras se combatía en el barrio de Fives, el duque de Sajonia hizo abrir la primera trinchera, y los trabajos se realizaron con tal actividad durante la noche, que a las seis de la mañana del día siguiente, se había completado en su totalidad la trinchera, lo que demuestra los esfuerzos de los ingenieros austriacos. La trinchera partía del pueblo de Hélemmes, sobre la ruta de Tournay, a 1.800 metros de la plaza, y llegaba mediante cuatro zigzags a retaguardia del pueblecito de Fives. La paralela corría por las calles de este barrio, perpendicular a la calzada de Lille, aunque todavía no había alcanzado el campo. Los trabajos de aproches continuaron los días siguientes, cubriendo el espacio entre el barrio de Fives y el de Malades, prolongando la izquierda de la obra hasta la esquina de la Noble – Tour. De esta forma, los atrincheramientos cubrían el campo de Lille de las avenidas procedentes de Roubaix, Lannoy y Tourcoing mientras las baterías se establecían por escalones, a intervalos de 60 metros.
Por el lado francés, el teniente general Duhoux ordenó una salida el 24 de septiembre con objeto de entorpecer el comienzo de los trabajos de sitio; la salida fue realizada por los tenientes coroneles Valubert y Depierre con 500 hombres, y, aunque los defensores llegaron a la paralela, la intervención de las reservas austriacas les obligó a replegarse sobre la ciudad, precipitadamente, sin apenas causar daños en los trabajos que continuaron a buen ritmo. Duhoux reunió un consejo de guerra el 25 de septiembre que declaró a Lille en “estado de sitio”, ordenó la evacuación de los polvorines, reforzó con empalizadas las viejas puertas de Fives y de la Noble – Tour, situadas en el frente de ataque y decidió que, en último extremo, se inundara el terreno. Otras salidas, ejecutadas los días 25, 26, 27 y 28 de septiembre, obtuvieron el mismo fracaso que la primera y no sirvieron más que para dar cierta consistencia a los guardias nacionales, que rivalizaron en valor y celo con las tropas regulares.
A pesar del fuego de la artillería de la plaza, puesta en juego para estorbar las obras, los austriacos concluyeron éstas el 28 de septiembre, y establecieron su Cuartel General en Annappes. Establecidas todas sus baterías y terminados los aproches, el sábado 29, a las once de la mañana, precedido por un corneta, se presentó ante la puerta de Saint – Maurice, el comandante austriaco d´Aspes, el cual fue introducido, con lo ojos vendados, en la fortaleza, para que diera en mano al comandante de ésta y a la municipalidad, dos requerimientos para que entregasen la plaza, pero ambas fueron rechazadas, tanto por Duhoux, como por André, alcalde de la ciudad.
El histórico bombardeo de Lille sería inevitable...
Por el lado francés, el teniente general Duhoux ordenó una salida el 24 de septiembre con objeto de entorpecer el comienzo de los trabajos de sitio; la salida fue realizada por los tenientes coroneles Valubert y Depierre con 500 hombres, y, aunque los defensores llegaron a la paralela, la intervención de las reservas austriacas les obligó a replegarse sobre la ciudad, precipitadamente, sin apenas causar daños en los trabajos que continuaron a buen ritmo. Duhoux reunió un consejo de guerra el 25 de septiembre que declaró a Lille en “estado de sitio”, ordenó la evacuación de los polvorines, reforzó con empalizadas las viejas puertas de Fives y de la Noble – Tour, situadas en el frente de ataque y decidió que, en último extremo, se inundara el terreno. Otras salidas, ejecutadas los días 25, 26, 27 y 28 de septiembre, obtuvieron el mismo fracaso que la primera y no sirvieron más que para dar cierta consistencia a los guardias nacionales, que rivalizaron en valor y celo con las tropas regulares.
A pesar del fuego de la artillería de la plaza, puesta en juego para estorbar las obras, los austriacos concluyeron éstas el 28 de septiembre, y establecieron su Cuartel General en Annappes. Establecidas todas sus baterías y terminados los aproches, el sábado 29, a las once de la mañana, precedido por un corneta, se presentó ante la puerta de Saint – Maurice, el comandante austriaco d´Aspes, el cual fue introducido, con lo ojos vendados, en la fortaleza, para que diera en mano al comandante de ésta y a la municipalidad, dos requerimientos para que entregasen la plaza, pero ambas fueron rechazadas, tanto por Duhoux, como por André, alcalde de la ciudad.
El histórico bombardeo de Lille sería inevitable...
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He podido leer las primeras entregas de esta serie iniciada por aqualongo, relativas a la Revolución Francesa, sin poder terminarlas, naturalmente, cosa que espero hacer en cuanto mis obligaciones me lo permitan. En los comentarios insertados por aqualongo se arguye que fueron la nobleza y el Parlamento de París "intransigentes" los que iniciaron la Revolución al oponerse a las reformas tributarias de los sucesivos ministros de Hacienda que pretendían recabar de ellos los impuestos conque se pagarían los elevados intereses de la deuda que gravaban de forma insostenible las finanzas reales, maltrechas por las campañas militares en Estados Unidos y otros gastos que el Rey había querido emprender.
Constantemente, se incluyen en los textos pegados por aqualongo expresiones como "según ellos", "alegaban", referidas a las negativas del Parlamento de París y de la Nobleza a implementar las reformas tributarias que solucionarían el problema. Lo cierto es que los únicos "intransigentes" e irracionales fueron el Rey, sus ministros de Hacienda y todos los que les aconsejaban.
Y es que, en general, la gente tiene una visión completamente falsa de los supuestamente omnímodos poderes de los reyes del Antiguo Régimen (visión propagada por una gran mayoría de la llamada "historiografía" oficial, que no está construída más que contra el orden tradicional). Tanto el Parlamento de París como la Nobleza se ajustaban a la legalidad, oponiéndose justamente a lo que no eran sino actos ilegales de absolutismo descarnado: ni el rey ni nadie podían aprobar nuevos impuestos sin convocar Cortes.
El Rey en el Régimen tradicional no podía hacer lo que quisiera. Tenía un justo contrapeso en la Nobleza y en las instituciones que velaban por la legalidad, como los Parlamentos regionales y los Estados Generales, cuando fueran convocados. La Nobleza y el Parlamento de París que "se aferraban a sus privilegios", en realidad lo que estaban haciendo era ajustarse estrictamente a la legalidad. Desterrar a los miembros del Parlamento porque se negaban a a ejecutar actos ilegales, como inscribir nuevos impuestos y empréstitos sin convocar Cortes ni consultar a nadie fue una crueldad y acto tiránico.
Por tanto, puede decirse con toda veracidad y justicia que las tensiones y agitaciones políticas partieron de la injusta voluntad de un rey mal aconsejado por sus ministros de Hacienda y algunos otros personajes de cometer exacciones contra la Nobleza y la legalidad establecida (porque entonces existía también una legalidad, igual que ahora, sin que fuera posible ni al rey ni a nadie saltársela). Una vez convocados, como era ajustado a la legalidad, los Estados Generales o Cortes, entonces sí que comenzaron a actuar, es cierto, ciertas personas organizadamente para hacer de los Estados Generales el germen de una fuerte contestación a la autoridad real: el Comité de los Treinta y los grupitos que en provincias rellenaban los Cuadernos de Quejas, etc., con una vinculación a la Masonería más allá de lo casual, según algunos estudios.
Los acontecimientos posteriores son de todos conocidos. El verdadero enemigo de los revolucionarios no era el rey, aunque éste era el símbolo más importante de la Francia tradicional y se le eliminó a su debido tiempo, sino la nobleza, verdadero apoyo y sustento del rey, tanto en Francia como en los demás Reinos cristianos de la vieja Europa. Y ello a pesar de que los más activos revolucionarios salieron precisamente de la Nobleza y del Clero, como el Duque de Orléans, Mirabeau y el Abate Siéyes. Una vez eliminada la posición de la nobleza, el rey no era más que un pelele que se podía eliminar en cualquier momento. Solamente quería hacer este comentario para evitar que la tendenciosidad de las expresiones utilizadas por la historiografía moderna induzca a confusión sobre los culpables del proceso revolucionario.
Constantemente, se incluyen en los textos pegados por aqualongo expresiones como "según ellos", "alegaban", referidas a las negativas del Parlamento de París y de la Nobleza a implementar las reformas tributarias que solucionarían el problema. Lo cierto es que los únicos "intransigentes" e irracionales fueron el Rey, sus ministros de Hacienda y todos los que les aconsejaban.
Y es que, en general, la gente tiene una visión completamente falsa de los supuestamente omnímodos poderes de los reyes del Antiguo Régimen (visión propagada por una gran mayoría de la llamada "historiografía" oficial, que no está construída más que contra el orden tradicional). Tanto el Parlamento de París como la Nobleza se ajustaban a la legalidad, oponiéndose justamente a lo que no eran sino actos ilegales de absolutismo descarnado: ni el rey ni nadie podían aprobar nuevos impuestos sin convocar Cortes.
El Rey en el Régimen tradicional no podía hacer lo que quisiera. Tenía un justo contrapeso en la Nobleza y en las instituciones que velaban por la legalidad, como los Parlamentos regionales y los Estados Generales, cuando fueran convocados. La Nobleza y el Parlamento de París que "se aferraban a sus privilegios", en realidad lo que estaban haciendo era ajustarse estrictamente a la legalidad. Desterrar a los miembros del Parlamento porque se negaban a a ejecutar actos ilegales, como inscribir nuevos impuestos y empréstitos sin convocar Cortes ni consultar a nadie fue una crueldad y acto tiránico.
Por tanto, puede decirse con toda veracidad y justicia que las tensiones y agitaciones políticas partieron de la injusta voluntad de un rey mal aconsejado por sus ministros de Hacienda y algunos otros personajes de cometer exacciones contra la Nobleza y la legalidad establecida (porque entonces existía también una legalidad, igual que ahora, sin que fuera posible ni al rey ni a nadie saltársela). Una vez convocados, como era ajustado a la legalidad, los Estados Generales o Cortes, entonces sí que comenzaron a actuar, es cierto, ciertas personas organizadamente para hacer de los Estados Generales el germen de una fuerte contestación a la autoridad real: el Comité de los Treinta y los grupitos que en provincias rellenaban los Cuadernos de Quejas, etc., con una vinculación a la Masonería más allá de lo casual, según algunos estudios.
Los acontecimientos posteriores son de todos conocidos. El verdadero enemigo de los revolucionarios no era el rey, aunque éste era el símbolo más importante de la Francia tradicional y se le eliminó a su debido tiempo, sino la nobleza, verdadero apoyo y sustento del rey, tanto en Francia como en los demás Reinos cristianos de la vieja Europa. Y ello a pesar de que los más activos revolucionarios salieron precisamente de la Nobleza y del Clero, como el Duque de Orléans, Mirabeau y el Abate Siéyes. Una vez eliminada la posición de la nobleza, el rey no era más que un pelele que se podía eliminar en cualquier momento. Solamente quería hacer este comentario para evitar que la tendenciosidad de las expresiones utilizadas por la historiografía moderna induzca a confusión sobre los culpables del proceso revolucionario.
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Por supuesto la nobleza actuó ajustándose a la legalidad vigente en ese momento, pero eso no justifica ni disculpa su actuación ya que esa legalidad, junto con el orden social al que sustentaba, habían entrado en crisis no entonces sino mucho antes. EL estado monarquico absolutista se tambaleaba bajo el peso de su incoherencia económica y trató de cambiar (aunque sea parcialmente) esa incoherencia en su base, es decir, en el hecho de que dos de los estados, la nobleza y la iglesia, consumían la mayoría de las rentas del reino mientras la carga impositiva caía en exclusiva sobre las espaldas del tercer estado. El hecho de que la ley les respaldara no implica que fuera una buena ley. La nobleza se movió no por el bienestar ni la unidad de Francia sino para mantener intacto un orden insostenible que les beneficiaba en exclusiva a ellos.
La apelación a la legalidad vigente sólo tiene sentido si esa legalidad se apoya en la justicia. De no ser así deberíamos exonerar, por ejemplo, a todos los juzgados en Nuremberg, a los verdugos de Beria, a Pol Pot, a Mobutu y a tantos asesinos que han actuado bajo la cobertura de una legislación hecha a su medida.
La apelación a la legalidad vigente sólo tiene sentido si esa legalidad se apoya en la justicia. De no ser así deberíamos exonerar, por ejemplo, a todos los juzgados en Nuremberg, a los verdugos de Beria, a Pol Pot, a Mobutu y a tantos asesinos que han actuado bajo la cobertura de una legislación hecha a su medida.
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japa escribió:Por supuesto la nobleza actuó ajustándose a la legalidad vigente en ese momento, pero eso no justifica ni disculpa su actuación ya que esa legalidad, junto con el orden social al que sustentaba, habían entrado en crisis no entonces sino mucho antes. EL estado monarquico absolutista se tambaleaba bajo el peso de su incoherencia económica y trató de cambiar (aunque sea parcialmente) esa incoherencia en su base, es decir, en el hecho de que dos de los estados, la nobleza y la iglesia, consumían la mayoría de las rentas del reino mientras la carga impositiva caía en exclusiva sobre las espaldas del tercer estado. El hecho de que la ley les respaldara no implica que fuera una buena ley. La nobleza se movió no por el bienestar ni la unidad de Francia sino para mantener intacto un orden insostenible que les beneficiaba en exclusiva a ellos.
La apelación a la legalidad vigente sólo tiene sentido si esa legalidad se apoya en la justicia. De no ser así deberíamos exonerar, por ejemplo, a todos los juzgados en Nuremberg, a los verdugos de Beria, a Pol Pot, a Mobutu y a tantos asesinos que han actuado bajo la cobertura de una legislación hecha a su medida.
La intervención precedente, sin ningún ánimo de ofender, la podría firmar perfectamente un Voltaire, o un Felipe Egalité. Ésto de suponer ya de entrada que lo que fallaba era la legislación es el presupuesto de base que se necesita para hacer la Revolución. Pues la legislación no la impuso ninguna minoría radical (como sí sucedió con la legislación jacobina), sino el Reino entero representado en Cortes. Si tan mala era la legislación, ¿cómo es que había estado vigente durante tantos siglos?
El problema no era que la legislación estipulase que los impuestos se recaudasen de las clases populares, sino que, si has leído las entregas de aqualongo, Luix XVI, cegado por los delirios de grandeza de sus asesores, para financiar sus megalómanas campañas militares, pretendía firmar una serie de empréstitos por su propia voluntad, sin la autorización preceptiva y necesaria del Parlamento. Además de extender a la nobleza las cargas impositivas para financiarlas.
Dices: "La legalidad sólo tiene sentido si se apoya en la justicia" y "La nobleza se movió no por el bienestar ni la unidad de Francia sino para mantener intacto un orden insostenible que les beneficiaba en exclusiva a ellos". En primer lugar, es evidente a cualquiera que la legalidad que vino después de la abolición de la Monarquía, con la Convención, fue no sólo mucho más injusta que la precedente, sino que fue una legislación directamente asesina y genocida. Hay una gran diferencia entre injusticias legales de tipo impositivo e injusticias legales de tipo asesino. En segundo lugar, ese "órden insostenible" que beneficiaba sólo a la nobleza, según tú, se sostuvo durante varios siglos. Faltan estudios comparativos entre la situación del pueblo llano en la Edad feudal y la Edad Moderna y la situación actual. Antiguamente, las personas más "pobres", por utilizar un vocablo simplificador, si no tenían casa propia, eran acogidas por el "noble que no se movía por el bienestar de Francia", que les daba casa y tierra para que de ella sacasen su sustento a cambio de un porcentaje de la cosecha y de la protección personal. Con el paso de una generación, la casa era suya en propiedad. Actualmente, las personas jóvenes se tienen que endeudar a una hipoteca a 30-40 años que tienen que pagar con la mitad del sueldo de lo que ganan. De ese sueldo, la carga impositiva que soportan oscila entre el 20-30 % de IRPF y Seg. Social, que es lo que se corresponde con unos ingresos que más o menos se corresponden con la media. Si estas personas tienen algún problema económico, el nuevo señor financiero, que, según algunos, es mucho mejor que el tirano feudal de antes, cumplirá pulcramente la ley y le echará a uno de casa. Antes no sucedía ésto, pero convenientemente dirigidos por la historiografía al servicio de los financieros, todos pensamos que lo de los señores feudales de antes tenía que ser terrible, una tiranía insoportable, mientras que estamos orgullosos y contentos de que nos chupen la sangre de nuestro trabajo como nunca se ha hecho.
No es que "el Estado absolutista se tambalease en su incoherencia económica", sino, para decirlo de forma más clara, porque quizá no he sabido explicarme antes, el Estado absolutista era un estado antinobiliario, antitradicional, una desviación del necesario equilibrio que tiene que existir en una Monarquía entre el Rey y la Nobleza, que, a la vez, es el mejor sostén de la autoridad del Rey. El verdadero enemigo de la Revolución era la nobleza, pues a uno sólo, como el Rey, se le puede controlar fácilmente. Pero a muchos, como los miembros del estamento noble, no se les puede controlar con la misma facilidad. Por éso la Revolución se hizo contra la Nobleza en primer lugar, incluso con apoyo del Rey y de algunos elementos nobles. Una vez guillotinados sistemáticamente los elementos molestos, los nobles, hay que acabar con el último símbolo, con el Rey. Éso fue la Revolución. El poder no lo tomó el "Tercer Estado", sino una banda de agitadores y asesinos que trataron de borrar por todos los medios (genocidio incluído) cualquier vestigio de régimen tradicional.
Beria, Pol Pot y Mobutu con quien guardan un parecido evidente es con Robespierre, no con Luis XVI ni la nobleza francesa, que nunca asesinaron a sangre fría a nadie para imponer "ideas" con la saña y minuciosidad conque se hizo desde la Convención.
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El problema económico de base en el sistema francés del s.XVIII no era la monarquía, sino la existencia de una clase nobiliaria enorme y ya sin función. Has hablaso del campesino medieval protegido por su señor. Eso ya no existía en el S. XVIII. La nobleza había abandonado sus tierras y se limitaba a exprimirlas para mantener su tren de vida, dejando sus posesiones en manos de administradores cuya función no era mantenerlas en buen estado, mejorarlas o cuidar de sus campesinos, sólo garantizar que el dueño siguiera recibiendo dinero. Por supuesto eso fue el resultado de concentrar más poder en manos de la monarquía (proceso iniciado por Luis XIII y sobre todo Luis XIV) sin desposeer de sus bienes a la nobleza, sólo anulándola políticamente y transformándola en un adorno de la corte. Esa situación ya se mostró problemática en tiempos del rey Sol y fue empeorando tras él. La popularidad del rey en el tercer estado se fue diluyendo con Luis XV, a la vez que se desintegraba su autoridad como monarca, y sólo se recuperó con la llegada de su hijo al poder (siempre la llegada de un nuevo monarca podía hacer pensar que las cosas mejorarían). Luis XVI trató de restaurar su autoridad y chocó de frente con una clase nobiliaria que se había acostumbrado al desgobierno y no estaba dispuesta a ceder sus privilegios económicos, y menos aún a compartirlos con la emergente burguesía.
Por supuesto la "solución" (si es que la Revolución francesa puede considerarse así) fue atroz. El sistema absolutista podría haber evolucionado hacia una monarquía de tipo parlamentario como la británica, y tanto el rey como los nobles habrían sobrevivido para verlo, pero por ese lado tampoco había salida, puesto que el rey, pese a la debilidad de su caracter, tampoco estaba dispuesto a ceder nada del poder que había heredado. En esas circunstancias el resultado devoró a ambos estamentos y devastó Francia, aunque el resultado final tras las reformas napoleónicas fue un estado burocrático seguramente tan injusto como el anterior, pero más sostenible.
Al comienzo del post hice una comparación con la llegada de la II República a España. No fue el movimiento político republicano el que derribó a Alfonso XIII, sino las maniobras de los monarquicos que trataban de hacerse con el poder tras la desaparición de Primo de Rivera, y del propio rey tratando de mantenerse como si la dictadura no hubiera sido responsabilidad suya. EL resultado fue totalmente opuesto a lo que esperaban ambos: Alfonso XIII tuvo que marcharse de España y nadie recuerda a los políticos que hicieron tambalearse su autoridad (para buscar sus nombres hay que irse a la bibliografía especializada). En Francia más de un siglo antes el resultado fue aún más destructivo, pero los motivos fueron similares: una disputa entre los estamentos que detentaban el poder trajo consigo la dsaparición del régimen que les sostenía.
En cuanto a la criminal actuación de los revolucionarios y el pisoteo de todo derecho en esos años, creo que Aqualongo la ha mostrado con todo lujo de detalles y no creo que para nadie que haya leido el hilo haya pasado desapercibida.
Por supuesto la "solución" (si es que la Revolución francesa puede considerarse así) fue atroz. El sistema absolutista podría haber evolucionado hacia una monarquía de tipo parlamentario como la británica, y tanto el rey como los nobles habrían sobrevivido para verlo, pero por ese lado tampoco había salida, puesto que el rey, pese a la debilidad de su caracter, tampoco estaba dispuesto a ceder nada del poder que había heredado. En esas circunstancias el resultado devoró a ambos estamentos y devastó Francia, aunque el resultado final tras las reformas napoleónicas fue un estado burocrático seguramente tan injusto como el anterior, pero más sostenible.
Al comienzo del post hice una comparación con la llegada de la II República a España. No fue el movimiento político republicano el que derribó a Alfonso XIII, sino las maniobras de los monarquicos que trataban de hacerse con el poder tras la desaparición de Primo de Rivera, y del propio rey tratando de mantenerse como si la dictadura no hubiera sido responsabilidad suya. EL resultado fue totalmente opuesto a lo que esperaban ambos: Alfonso XIII tuvo que marcharse de España y nadie recuerda a los políticos que hicieron tambalearse su autoridad (para buscar sus nombres hay que irse a la bibliografía especializada). En Francia más de un siglo antes el resultado fue aún más destructivo, pero los motivos fueron similares: una disputa entre los estamentos que detentaban el poder trajo consigo la dsaparición del régimen que les sostenía.
En cuanto a la criminal actuación de los revolucionarios y el pisoteo de todo derecho en esos años, creo que Aqualongo la ha mostrado con todo lujo de detalles y no creo que para nadie que haya leido el hilo haya pasado desapercibida.
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- General de División
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En cuanto al estado nobiliario-monárquico tradicional, basado en la propiedad de la tierra y en la autoridad de los nobles en sus reigiones, puede haber sido sostenible en el S. XIII, pero no era una alternativa viable quinientos años más tarde, con una economía que ya no se basaba en la agricultura sino en el comercio y la industria. De todas formas la imagen que pintas de la Edad Media no se ajusta demasiado a la realidad a menos que hablemos de la primera parte del medievo. Para el advenimiento del Renacimiento la disputa entre los nobles y la autoridad real ya era una realidad continuada (al comienzo dela Guerra de los Cien Años podemos hablar de una Inglaterra en la que la autoridad eel rey es incontestable enfrentada a una Francia en la que los nobles aún mantienen fragmentada la autoridad), y la política interior de la Monarquía española desde Isabel y Fernando hasta Felipe II es la de reducir la autoridad de los nobles como tal estamento estableciendo una adecuada burocracia que, aunque apoyada en la aristocracia, mantenga inviolada la autoridad real. Ese proceso fracasó con los siguientes Austrias en España y en Francia con Luis XV (aunque en gran parte como consecuencia de la ruinosa política exterior del rey Sol).
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- Sargento Segundo
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japa escribió:La popularidad del rey en el tercer estado se fue diluyendo con Luis XV, a la vez que se desintegraba su autoridad como monarca, y sólo se recuperó con la llegada de su hijo al poder (siempre la llegada de un nuevo monarca podía hacer pensar que las cosas mejorarían).
Bien, pero ésto que dices tampoco explica la revuelta revolucionaria. Ésta más bien fue obra de una minoría radical, como ha puesto de manifiesto aqualongo.
Por otra parte, una cosa es que un rey concreto tenga poco prestigio entre sus súbditos y otra que se pretenda trastocar el entero régimen monárquico. No tiene nada que ver.
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