Anécdotas, Curiosidades, Refranes, Cancionero ...
- ZULU 031
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Anécdótico y pintoresco es el de la denominación de las unidades de cada ejército, que vino dada en gran medida por la ideología de ambos bandos. Los criterios de bautismo fueron varios: el nombre de sus comandantes (Columna Beorlegui, Sagardía, Durruti); la procedencia geográfica (Brigadas de Navarra); una numeración (Quinto Regimiento); un nombre más o menos poético (Columna de Hierro, Regimiento Fantasma); un recuerdo histórico (Tercios Oriamendi o Lácar); un homenaje político (Columna Macià-Companys, Batallón Arana Goiri); una advocación religiosa (Tercio de Montserrat), etc.
Pero, junto a estas denominaciones, en el bando republicano proliferaron los batallones y otras unidades bautizados con nombres tan inspirados como "Exterminio", "Linces de la República", "Chacales del progreso", "Lobos grises de la Pasionaria", "Los que no corren" "Hienas antifascistas", "Dinamita cerebral", "Somos la rehostia" o "Los Hijos de Puta".
Pero, junto a estas denominaciones, en el bando republicano proliferaron los batallones y otras unidades bautizados con nombres tan inspirados como "Exterminio", "Linces de la República", "Chacales del progreso", "Lobos grises de la Pasionaria", "Los que no corren" "Hienas antifascistas", "Dinamita cerebral", "Somos la rehostia" o "Los Hijos de Puta".
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Saludos Zulu:
A ver si puedes sacarme de dudas. Creo que existio un batallon internacional de origen italiano ( ¿batallon de la muerte? ). Este tenia una parafernalia mas propia de Vittorio Sica que otra cosa. Creo recordar que dicho batallon cuando entró en combate se paso en bloque a los nacionales. ¿ sabes algo de eso y de su comandante? Creo que era un ser un poco truculento tipo - ¿ Como te atreves a sonreir si mañana vamos a morir?
Gracias
A ver si puedes sacarme de dudas. Creo que existio un batallon internacional de origen italiano ( ¿batallon de la muerte? ). Este tenia una parafernalia mas propia de Vittorio Sica que otra cosa. Creo recordar que dicho batallon cuando entró en combate se paso en bloque a los nacionales. ¿ sabes algo de eso y de su comandante? Creo que era un ser un poco truculento tipo - ¿ Como te atreves a sonreir si mañana vamos a morir?
Gracias
- ZULU 031
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La "NIÑA" (Así se llamaba a la República en los años treinta)
Nació bella de aspecto y pletórica de promesas: todo recién nacido constituye un lindo ramillete de esperanzas. ¿Qué de extraño tiene que despertara simpatías? Su misma inocencia era incentivo para el respeto y el cariño. Pero apenas empezó a crecer pudo advertirse que sus facciones cambiaban, y no ciertamente para mejorar; sobre todo, hubo de notarse que su carácter era hosco, desapacible y agresivo. Lejos de necesitar protección (y se la brindó, liberal, la Ley de Defensa al efecto votada), había que defenderse contra ella. Y cuando se vio cómo la criaturita sacaba los ojos a los pájaros, torturaba a los gatos y apedreaba a los transeúntes, se cayó tardíamente en la cuenta; sus malos instintos, pronto revelados, ponían de manifiesto que no era hija de un matrimonio de amor, sino producto de triste ayuntamiento entre el despecho republicano y la envidia marxista.
Del libro «Humoradas, doloras y greguerías jurídicas», 1960, de Nicolás Pérez Serrano, catedrático de la Universidad Complutense y abogado, de ideas liberales y antifranquistas, que fue uno de los redactores, junto con el profesor Jiménez Asúa, de la Constitución republicana de 1931.
Nació bella de aspecto y pletórica de promesas: todo recién nacido constituye un lindo ramillete de esperanzas. ¿Qué de extraño tiene que despertara simpatías? Su misma inocencia era incentivo para el respeto y el cariño. Pero apenas empezó a crecer pudo advertirse que sus facciones cambiaban, y no ciertamente para mejorar; sobre todo, hubo de notarse que su carácter era hosco, desapacible y agresivo. Lejos de necesitar protección (y se la brindó, liberal, la Ley de Defensa al efecto votada), había que defenderse contra ella. Y cuando se vio cómo la criaturita sacaba los ojos a los pájaros, torturaba a los gatos y apedreaba a los transeúntes, se cayó tardíamente en la cuenta; sus malos instintos, pronto revelados, ponían de manifiesto que no era hija de un matrimonio de amor, sino producto de triste ayuntamiento entre el despecho republicano y la envidia marxista.
Del libro «Humoradas, doloras y greguerías jurídicas», 1960, de Nicolás Pérez Serrano, catedrático de la Universidad Complutense y abogado, de ideas liberales y antifranquistas, que fue uno de los redactores, junto con el profesor Jiménez Asúa, de la Constitución republicana de 1931.
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DECRETO RESERVADO
«Ministerio de Hacienda.—Excmo. Sr.: Por su Excelencia el Presidente de la República, y con fecha 13 del actual, ha sido firmado el siguiente Decreto reservado de este Departamento ministerial: «La anormalidad que en el país ha producido la sublevación militar aconseja al Gobierno adoptar aquellas medidas precautorias que considere necesarias para mejor salvaguardar las reservas metálicas del Banco de España, base del crédito público. La índole misma de la medida y la razón de su adopción exigen que este acuerdo permanezca reservado. Fundado en tales consideraciones, de acuerdo con el Consejo de Ministros y a propuesta del de Hacienda, vengo en disponer, con carácter reservado, lo siguiente: Artículo z.° Se autoriza al Ministro de Hacienda para que en el momento que lo considere oportuno ordene el transporte, con las mayores garantías, al lugar que estime de más seguridad, de las existencias que en oro, plata y billetes hubiera en aquel momento en el establecimiento central del Banco de España. Artículo 2.° El Gobierno dará cuenta en su día a las Cortes de este Decreto.—Lo que comunico a V. E. para su conocimiento y efectos oportunos.—Madrid, trece de septiembre de mil novecientos treinta y seis.»
«Ministerio de Hacienda.—Excmo. Sr.: Por su Excelencia el Presidente de la República, y con fecha 13 del actual, ha sido firmado el siguiente Decreto reservado de este Departamento ministerial: «La anormalidad que en el país ha producido la sublevación militar aconseja al Gobierno adoptar aquellas medidas precautorias que considere necesarias para mejor salvaguardar las reservas metálicas del Banco de España, base del crédito público. La índole misma de la medida y la razón de su adopción exigen que este acuerdo permanezca reservado. Fundado en tales consideraciones, de acuerdo con el Consejo de Ministros y a propuesta del de Hacienda, vengo en disponer, con carácter reservado, lo siguiente: Artículo z.° Se autoriza al Ministro de Hacienda para que en el momento que lo considere oportuno ordene el transporte, con las mayores garantías, al lugar que estime de más seguridad, de las existencias que en oro, plata y billetes hubiera en aquel momento en el establecimiento central del Banco de España. Artículo 2.° El Gobierno dará cuenta en su día a las Cortes de este Decreto.—Lo que comunico a V. E. para su conocimiento y efectos oportunos.—Madrid, trece de septiembre de mil novecientos treinta y seis.»
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Una nueva manipulación de la Historia: La exposición sobre la II República en la Universidad de Valencia.
Un saludo.
Memoria histórica
UNA NUEVA MANIPULACIÓN DE LA HISTORIA: LA EXPOSICIÓN SOBRE LA II REPÚBLICA EN LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA
Minuto Digital: 09.05.2006
El Hall de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Valencia acogió durante la semana del 2 al 5 de mayo una amplia exposición dedicada formalmente a reivindicar la memoria de las víctimas del Fascismo pero consagrada en la práctica a una apología de la II República, cuyo 75º Aniversario acaba de cumplirse. Pese al aval prestado por la Universidad de Valencia, cuyo rector la inauguró oficialmente el pasado martes, cuyo Vicerrectorado de Cultura y cuyas Facultades de Derecho, Ciencias Sociales y Economía aparecen entre los patrocinadores, la misma contenía errores historiográficos de bulto. La supervisión de la exposición ha corrido de cargo de la profesora de Historia Dolores García Cantús, figurando el catedrático –y antiguo líder del PSPV-PSOE– Joan Romero como Presidente de Honor del comité organizador.
Entre esos errores, algunos dificilmente justificables, destacan por lo menos éstos:
1.– En el panel dedicado a “Los bombardeos de la Legión Cóndor” –la unidad áerea enviada por Alemania para ayudar al ejército franquista– la mayor parte de las fotografías que se incluyen (y así se especifica en un rótulo) son de las ruinas de la localidad aragonesa de Belchite. Como es bien sabido, el bombardeo de Belchite fue llevado a cabo por la aviación republicana en 1937, la cual en un intento de desalojar a las tropas franquistas que se habían atrincherado en la localidad, provocó su destrucción total, la pérdida de su rico patrimonio histórico, y el éxodo de sus 5.000 habitantes. De hecho, las ruinas de Belchite, que se mantienen intactas desde entonces toda vez que el pueblo fue reconstruido en una ubicación cercana, han sido durante décadas uno de los símbolos más conocidos de la guerra.
2.– En el panel dedicado a los “intelectuales republicanos” que marcharon al exilio, se exhiben dos fotografías de los poetas Antonio y Manuel Machado. Aunque Antonio Machado sí marchó –y murió– en el exilio, su hermano el también poeta Manuel Machado no solo permaneció en España, sino que fue uno de los más ardientes defensores del régimen de Franco, en cuyo honor escribió sonetos y otras composiciones.
3.– En el panel dedicado al nazismo, se incluye en un rotulo la conocida leyenda que presidía la entrada de varios campios de concentración alemanes: “El trabajo os hará libres” (Arbeit macht frei). Sin embargo, la leyenda que se ha colocado al lado de la anterior “El que entre aquí que pierda toda esperanza” no es de Hitler ni de Goebbels ...sino de Dante.
4.– En el panel dedicado a la Guerra, se incluyen dos fotografías que presuntamente ilustran la magnitud de la represión en el bando franquista. En una de ellas, varios guardias civiles armados escoltan a un grupo de campesinos hechos prisioneros; en la otra un oficial (el Gral. López Ochoa) pasa revista a una unidad militar. Ambas imágenes datan sin embargo de 1934, y proceden de la represión que el Gobierno republicano desplegó para contrarrestar la Revolución de Asturias, represión que se saldó con aproximadamente 2.000 muertos –algunos ejecutados sin previo juicio– y miles de encarcelados.
5.– En las columnas del Hall de la Facultad de Derecho en donde se acoge la exposición se ha llevado a cabo una exposición de carteles de la época ...entre los cuales se incluyen carteles del Partido Socialista Popular (PSP) de Tierno Galván, de Comisiones Obreras, la Liga Comunista Revolucionaria, o la Organización Comunista de España-Bandera Roja, entidades las cinco surgidas durante la transición democrática y que carecen de vinculación alguna con la época republicana.
6.– Se cita entre los “militares de la República” a Buenaventura Durruti. Durruti, líder anarcosindicalista, vivió los años de la República en el exilio, acusado de varios crímenes –entre ellos, el intento de asesinato de Alfonso XIII–, y solo regresó a España en vísperas de la guerra. En todo caso, jamás fue un militar, sino un dirigente político que como otros anarquistas se puso al frente de milicias civiles armadas en los primeros días de la contienda.
7.– En la exposición se transcribe íntegro el “Romance de la Guardia Civil Española”, de Federico García Lorca, a modo de ilustración del papel jugado por la Guardia Civil en la represión franquista. Sin embargo, el poema del autor granadino data de 1928, año en el que aparece el celebre “Romancero Gitano”, en el que se incluye esta composición: no solo es anterior al franquismo, sino incluso a la propia República.
8.– En el panel dedicado a la arquitectura del periodo republicano, que se identifica con el estilo racionalista, se incluye de manera prominente una fotografía de la conocida como Casa del Chavo, la actual sede de la Tesorería de la Seguridad Social en la esquina de Marqués de Sotelo con Barcelonina ... a pesar de que el edificio es de estilo casticista, y data de 1928, en plena época de la Dictadura.
En suma, aunque la intención expuesta por los promotores de la exposición en el programa de la misma –“No se puede vivir plenamente la propia libertad sin conocer el pasado. Nunca la ignorancia y la evasión pueden ser guías adecuadas del presente”– parece bien loable, el resultado es muy otro: una exposición claramente manipulativa de la historia, que endosa al franquismo la represión republicana, y atribuye a la República las obras públicas de la Dictadura.
http://www.minutodigital.com/noticias/2605.htm
Un saludo.
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- Coronel
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OCURRIÓ EL 19 DE MAYO DE 1939
Enrique Clemente
Demostración y advertencia
PRIMER DESFILE DE LA VICTORIA EN MADRID
El llamado desfile de la Victoria que tuvo lugar en Madrid hoy hace 67 años fue una demostración de poder, de culto a la personalidad de Franco y una advertencia a los vencidos de que la Guerra Civil iba a tener una terrible continuación en la posguerra.
Caía una fina lluvia sobre la rebautizada avenida del Generalísimo de Madrid (antes, paseo de la Castellana). A las nueve menos cuarto de la mañana, con uniforme militar, camisa azul de la Falange y boina roja de los carlistas llegaba Franco a la alta tribuna desde donde iba a presidir el desfile de la Victoria. A su izquierda estaba el Gobierno en pleno uniformado, excepto el ministro de Justicia; el cardenal Gomá, primado de España, y el gran visir de Marruecos. A su derecha, los generales Varela, Queipo de Llano, Cervera y Kindelán, entre otros.
El locutor Fernando Fernández de Córdoba (el mismo que había leído el 1 de abril el famoso parte que ponía fin a la Guerra Civil, «cautivo y desarmado...») comenzaba su retransmisión para Radio Nacional recitando la Marcha triunfal de Rubén Darío.
Antes de que se iniciara la parada militar, el general Varela, único bilaureado del Ejército español, impuso al «invencible Caudillo» la máxima condecoración militar española, la Gran Cruz Laureada de San Fernando. Tras de lo cual dio comienzo en el Madrid «reconquistado a los enemigos de España» ?como decía la prensa? un impresionante desfile, encabezado por el jefe del Ejército del Centro, general Saliquet. Alcanzó veinticinco kilómetros de longitud, duró cinco horas, participaron 120.000 soldados y asistieron medio millón de madrileños.
Los que primero partieron fueron los Carabinieri, seguidos de un batallón de camisas negras italianos con sus dagas levantadas en saludo romano. El desfile lo cerró la Legión Cóndor, a cuyo frente estaba el general Von Richthofen. Es decir, los representantes de las dos potencias que contribuyeron decisivamente al triunfo franquista.
Desfilaron tropas regulares españolas, falangistas, requetés que portaban grandes crucifijos, legionarios y mercenarios marroquíes. Todos ellos llevaban banderas acribilladas durante la Guerra Civil. Curiosamente marchó también una milicia de caballería de señoritos andaluces montados en los caballos en los que solían jugar al polo y en sus costosos corceles árabes. En el cielo una formación de biplanos dibujaba en el aire «Viva Franco» y otro aeroplano escribía con humo el nombre del Caudillo.
«El desfile (relataba el inventor del fascismo español, Giménez Caballero, en Arriba) ha sido un milagro. Milagro que sólo tiene un nombre: ¡Franco, Franco, Franco!».
Concluida la parada militar, se hizo el silencio cuando Fernández de Córdoba anunció: «Españoles, habla el Caudillo». Franco pronunciaba su primer discurso a los madrileños y advertía de lo que iba a venir: «Terminó el frente de la guerra, pero sigue la lucha en otro campo. La victoria se malograría si no continuásemos con la tensión y la inquietud de los días heroicos, si dejásemos libertad de acción a los eternos disidentes, a los rencorosos, a los egoístas, a los defensores de la economía liberal». Acabada la guerra, no llegó la paz, sino una terrible represión.
El dictador fue aclamado durante el trayecto que le condujo en coche descubierto hasta el palacio de Oriente, donde se celebró un almuerzo. Al día siguiente, recibía la bendición de la Iglesia. El Caudillo entró en la iglesia de Santa Bárbara bajo palio, trato que estaba reservado al Santísimo Sacramento y a los reyes. El momento culminante se produjo cuando depositó su espada victoriosa ante el Cristo de Lepanto traído de Barcelona.
Enrique Clemente
Demostración y advertencia
PRIMER DESFILE DE LA VICTORIA EN MADRID
El llamado desfile de la Victoria que tuvo lugar en Madrid hoy hace 67 años fue una demostración de poder, de culto a la personalidad de Franco y una advertencia a los vencidos de que la Guerra Civil iba a tener una terrible continuación en la posguerra.
Caía una fina lluvia sobre la rebautizada avenida del Generalísimo de Madrid (antes, paseo de la Castellana). A las nueve menos cuarto de la mañana, con uniforme militar, camisa azul de la Falange y boina roja de los carlistas llegaba Franco a la alta tribuna desde donde iba a presidir el desfile de la Victoria. A su izquierda estaba el Gobierno en pleno uniformado, excepto el ministro de Justicia; el cardenal Gomá, primado de España, y el gran visir de Marruecos. A su derecha, los generales Varela, Queipo de Llano, Cervera y Kindelán, entre otros.
El locutor Fernando Fernández de Córdoba (el mismo que había leído el 1 de abril el famoso parte que ponía fin a la Guerra Civil, «cautivo y desarmado...») comenzaba su retransmisión para Radio Nacional recitando la Marcha triunfal de Rubén Darío.
Antes de que se iniciara la parada militar, el general Varela, único bilaureado del Ejército español, impuso al «invencible Caudillo» la máxima condecoración militar española, la Gran Cruz Laureada de San Fernando. Tras de lo cual dio comienzo en el Madrid «reconquistado a los enemigos de España» ?como decía la prensa? un impresionante desfile, encabezado por el jefe del Ejército del Centro, general Saliquet. Alcanzó veinticinco kilómetros de longitud, duró cinco horas, participaron 120.000 soldados y asistieron medio millón de madrileños.
Los que primero partieron fueron los Carabinieri, seguidos de un batallón de camisas negras italianos con sus dagas levantadas en saludo romano. El desfile lo cerró la Legión Cóndor, a cuyo frente estaba el general Von Richthofen. Es decir, los representantes de las dos potencias que contribuyeron decisivamente al triunfo franquista.
Desfilaron tropas regulares españolas, falangistas, requetés que portaban grandes crucifijos, legionarios y mercenarios marroquíes. Todos ellos llevaban banderas acribilladas durante la Guerra Civil. Curiosamente marchó también una milicia de caballería de señoritos andaluces montados en los caballos en los que solían jugar al polo y en sus costosos corceles árabes. En el cielo una formación de biplanos dibujaba en el aire «Viva Franco» y otro aeroplano escribía con humo el nombre del Caudillo.
«El desfile (relataba el inventor del fascismo español, Giménez Caballero, en Arriba) ha sido un milagro. Milagro que sólo tiene un nombre: ¡Franco, Franco, Franco!».
Concluida la parada militar, se hizo el silencio cuando Fernández de Córdoba anunció: «Españoles, habla el Caudillo». Franco pronunciaba su primer discurso a los madrileños y advertía de lo que iba a venir: «Terminó el frente de la guerra, pero sigue la lucha en otro campo. La victoria se malograría si no continuásemos con la tensión y la inquietud de los días heroicos, si dejásemos libertad de acción a los eternos disidentes, a los rencorosos, a los egoístas, a los defensores de la economía liberal». Acabada la guerra, no llegó la paz, sino una terrible represión.
El dictador fue aclamado durante el trayecto que le condujo en coche descubierto hasta el palacio de Oriente, donde se celebró un almuerzo. Al día siguiente, recibía la bendición de la Iglesia. El Caudillo entró en la iglesia de Santa Bárbara bajo palio, trato que estaba reservado al Santísimo Sacramento y a los reyes. El momento culminante se produjo cuando depositó su espada victoriosa ante el Cristo de Lepanto traído de Barcelona.
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Martina Ramos Albarran que, tenía unos doce años durante el asedio del Alcázar cuennta:
Lo primero que vimos cuando se liberó el Alcázar fue a un legionario que entró en el sótano gritando: «¡Viva España!». Pero, cómo sería de repelente el olor que teníamos, ¡que el legionario se mareó! Y recuerdo otra cosa: supongo que las letrinas se pondrían en seguida a tope y la gente salía a hacer sus necesidades a una zona cercana a uno de los torreones. Era un sitio lleno de malos olores. Y, fíjate, cuando liberaron el Alcázar y salimos fuera, al pasar por allí ya no olía mal. Me acerqué y, qué curioso, ¿sabes que había? ¡Un enorme campo de trigo! Como comíamos sólo eso, ¡había nacido el trigo! Parecía un milagro.
Lo primero que vimos cuando se liberó el Alcázar fue a un legionario que entró en el sótano gritando: «¡Viva España!». Pero, cómo sería de repelente el olor que teníamos, ¡que el legionario se mareó! Y recuerdo otra cosa: supongo que las letrinas se pondrían en seguida a tope y la gente salía a hacer sus necesidades a una zona cercana a uno de los torreones. Era un sitio lleno de malos olores. Y, fíjate, cuando liberaron el Alcázar y salimos fuera, al pasar por allí ya no olía mal. Me acerqué y, qué curioso, ¿sabes que había? ¡Un enorme campo de trigo! Como comíamos sólo eso, ¡había nacido el trigo! Parecía un milagro.
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Franco se queda sin rivales políticos
Para Franco, el accidente de Alcocero supuso «una gran pérdida, pero no sólo para la guerra. Aquí podremos reemplazarle. En la paz, en cambio, temo no sea ello posible». Pero el embajador alemán dijo que «el Generalísimo, sin duda, se siente aliviado por la muerte de Mola».
Las reacciones del Caudillo y de Von Faupel a la muerte de Mola en el pueblo Burgalés de Alcocero el 3 de junio de 1937 son un buen reflejo de la controversia que produjo el siniestro. Mientras unos afirman que no fue más que un accidente desgraciado a causa de un fallo mecánico en el Air Speed Envoy en el que viajaba, la leyenda llega a hablar incluso de sabotaje.
Emilio Mola Vidal nació en Cuba en 1887. Como muchos de los militares de su generación ingresó joven en la academia —a los 17 años— y sirvió en Marruecos desde 1906. Los méritos que hizo en Dar Akoba en 1924 lo llevaron al generalato y a la jefatura de la circunscripción de Larache. Su enemistad con los republicanos se forjó a partir de 1930, cuando, a petición de Berenguer, se hizo cargo de la Dirección General de Seguridad. La llegada de la República lo separó del puesto y del Ejército hasta la amnistía de 1934, cuando Gil Robles, ministro de Defensa, le dio el mando de las tropas de África. La victoria del Frente Popular dos años después relegó a los desafectos a funciones sin importancia, pero en el caso de Mola su nuevo destino de Navarra le permitió erigirse, llegado el momento, en máximo responsable del levantamiento en la Península. Tan fue así, que se le conoció como el Director del alzamiento.
Tras participar en la formación de la Junta de Defensa Nacional de Burgos, Mola se hizo cargo del Ejército del Norte. Conquistó San Sebastián e intervino en las batallas por Madrid, aunque sin resultado, por lo que volvió a centrar sus esfuerzos en el norte, en este caso en Bilbao.
Fue mientras se luchaba en el cinturón de hierro —el sistema de construcciones defensivas de la capital vasca— cuando tuvo lugar el fatal accidente aéreo. Los republicanos habían empeñado valiosos esfuerzos en aliviar la situación de sus camaradas de Euskadi con una acción en las inmediaciones de Segovia. El siniestro ocurrió precisamente en un viaje de Mola a ese frente para supervisar sobre el terreno las operaciones.
A falta de una investigación que aclarase suficientemente lo que pasó, parece que las causas del accidente fueron las malas condiciones meteorológicas y un fallo mecánico. Según los testimonios de los vecinos de la zona, el piloto se vio sorprendido por la niebla —que no mencionaban los partes meteorológicos de aquella mañana— e intentó eludir los picos de la sierra de la Brújula, de unos 900 metros. Después hizo un par de pasadas sobre Alcocero en busca de un lugar llano en el que poder efectuar un aterrizaje de emergencia. En ese momento el avión ya planeaba con los motores apagados. A las diez y media se estrelló.
Si la ofensiva en la sierra madrileña fracasó en su intento de ayudar a los vascos y no consiguió avance alguno, al menos tuvo como efecto imprevisto la desaparición de uno de los enemigos mortales de la República. El odio que la España roja sentía hacia Mola lo recogió Neruda para componer Mola en los infiernos (similar al poema que le dedicó al otro triunviro del bando nacional fallecido en accidente de avión: Sanjurjo en los infiernos), publicado en plena Guerra Civil en el tercer volumen de Residencia en la Tierra.
Sea como fuere, la muerte de Mola evitó a Franco, como mínimo, posibles disputas internas. Según Serrano Súñer, Mola, que en aquella época aspiraba a encabezar el Gobierno, tenía previsto plantear una nueva distribución del enorme poder que el ferrolano había ido acaparando poco a poco.
Para Franco, el accidente de Alcocero supuso «una gran pérdida, pero no sólo para la guerra. Aquí podremos reemplazarle. En la paz, en cambio, temo no sea ello posible». Pero el embajador alemán dijo que «el Generalísimo, sin duda, se siente aliviado por la muerte de Mola».
Las reacciones del Caudillo y de Von Faupel a la muerte de Mola en el pueblo Burgalés de Alcocero el 3 de junio de 1937 son un buen reflejo de la controversia que produjo el siniestro. Mientras unos afirman que no fue más que un accidente desgraciado a causa de un fallo mecánico en el Air Speed Envoy en el que viajaba, la leyenda llega a hablar incluso de sabotaje.
Emilio Mola Vidal nació en Cuba en 1887. Como muchos de los militares de su generación ingresó joven en la academia —a los 17 años— y sirvió en Marruecos desde 1906. Los méritos que hizo en Dar Akoba en 1924 lo llevaron al generalato y a la jefatura de la circunscripción de Larache. Su enemistad con los republicanos se forjó a partir de 1930, cuando, a petición de Berenguer, se hizo cargo de la Dirección General de Seguridad. La llegada de la República lo separó del puesto y del Ejército hasta la amnistía de 1934, cuando Gil Robles, ministro de Defensa, le dio el mando de las tropas de África. La victoria del Frente Popular dos años después relegó a los desafectos a funciones sin importancia, pero en el caso de Mola su nuevo destino de Navarra le permitió erigirse, llegado el momento, en máximo responsable del levantamiento en la Península. Tan fue así, que se le conoció como el Director del alzamiento.
Tras participar en la formación de la Junta de Defensa Nacional de Burgos, Mola se hizo cargo del Ejército del Norte. Conquistó San Sebastián e intervino en las batallas por Madrid, aunque sin resultado, por lo que volvió a centrar sus esfuerzos en el norte, en este caso en Bilbao.
Fue mientras se luchaba en el cinturón de hierro —el sistema de construcciones defensivas de la capital vasca— cuando tuvo lugar el fatal accidente aéreo. Los republicanos habían empeñado valiosos esfuerzos en aliviar la situación de sus camaradas de Euskadi con una acción en las inmediaciones de Segovia. El siniestro ocurrió precisamente en un viaje de Mola a ese frente para supervisar sobre el terreno las operaciones.
A falta de una investigación que aclarase suficientemente lo que pasó, parece que las causas del accidente fueron las malas condiciones meteorológicas y un fallo mecánico. Según los testimonios de los vecinos de la zona, el piloto se vio sorprendido por la niebla —que no mencionaban los partes meteorológicos de aquella mañana— e intentó eludir los picos de la sierra de la Brújula, de unos 900 metros. Después hizo un par de pasadas sobre Alcocero en busca de un lugar llano en el que poder efectuar un aterrizaje de emergencia. En ese momento el avión ya planeaba con los motores apagados. A las diez y media se estrelló.
Si la ofensiva en la sierra madrileña fracasó en su intento de ayudar a los vascos y no consiguió avance alguno, al menos tuvo como efecto imprevisto la desaparición de uno de los enemigos mortales de la República. El odio que la España roja sentía hacia Mola lo recogió Neruda para componer Mola en los infiernos (similar al poema que le dedicó al otro triunviro del bando nacional fallecido en accidente de avión: Sanjurjo en los infiernos), publicado en plena Guerra Civil en el tercer volumen de Residencia en la Tierra.
Sea como fuere, la muerte de Mola evitó a Franco, como mínimo, posibles disputas internas. Según Serrano Súñer, Mola, que en aquella época aspiraba a encabezar el Gobierno, tenía previsto plantear una nueva distribución del enorme poder que el ferrolano había ido acaparando poco a poco.
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- Cabo Primero
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Historia de una compañía expedicionaria (1936-1938)
"La Calavera"
En septiembre de 1936 se constituyó en la Comandancia de Zaragoza una Compañía Expedicionaria que fue destacada al frente de Teruel en primera línea como unidad de choque. Debido al distintivo que adoptó, fiel exponente del temerario valor de sus integrantes, fue bien pronto conocida por el sobrenombre de "La Calavera".
Si bien es cierto que existen miles de obras dedicadas a la Guerra Civil (1936-1939), apenas se ha tratado la participación de la Guardia Civil, tanto en el bando nacional como en el contrario, donde tuvo una efímera presencia bajo la denominación de Guardia Nacional Republicana.
El papel que jugó nuestro Cuerpo, al inicio de la contienda, fue determinante para que la balanza se inclinara en cada provincia en uno u otro sentido. Sin embargo los historiadores e investigadores no han profundizado en dicha cuestión, siendo igualmente casi desconocidos muchos aspectos de su participación.
La historia de "La Calavera", constituye un buen ejemplo de ello. Sus vicisitudes y hechos de armas en los que tuvo una destacada actuación, bien merecerían todo un libro.
La creación de "La Calavera"
El 18 de julio de 1936 el general de Caballería Miguel Cabanellas Ferrer, antiguo Director General de la Guardia Civil y jefe de la 5ª División Orgánica así como comandante militar de Zaragoza, proclamó en su jurisdicción el estado de guerra. Pocas horas después la provincia se encontraba bajo el control de las fuerzas del Ejército y de la Guardia Civil que se habían unido al alzamiento militar iniciado en Melilla el día anterior.
En la vecina provincia de Teruel, el teniente coronel de Infantería Mariano García Brisolara, comandante militar de la plaza, declaró el 19 de julio el estado de guerra junto a las fuerzas de la Guardia Civil mandadas por el teniente coronel Pedro Simarro Roig. Pero al contrario que en la de Zaragoza el movimiento no triunfó en su totalidad, fracasando en las zonas de Utrillas, Montalbán, Alcañiz y Valderrobles.
A partir de ese momento la provincia de Teruel sería triste y obligada protagonista de la Guerra Civil. Ceñida por el cinturón republicano formado por Tarragona, Castellón, Valencia, Cuenca y Guadalajara, sufriría en sus tierras sangrientos y desgastadores combates entre ambos bandos.
Pasadas las primeras semanas el mando nacional decidió replegar a aquellos guardias civiles de la Comandancia de Teruel que por su edad u otras circunstancias, no reunían el perfil adecuado para estar en la primera línea de un frente que se preveía largo, duro y sometido a las extremas condiciones del invierno. Por ello se dispuso su relevo con la creación desde Zaragoza, de una compañía expedicionaria, formada en su mayoría por guardias civiles jóvenes y solteros.
Para su mando se nombró al capitán Roger Oliete Navarro, incorporado desde La Coruña al frente de Teruel el 28 de septiembre. Inmediatamente procedió a su organización adscribiendo a otros guardias civiles voluntarios de la Comandancia de Teruel así como de los que se habían pasado de la zona republicana del Levante.
Procedente de Infantería y veterano de las Campañas de Marruecos, el capitán Oliete convirtió su compañía en una unidad de choque de primera línea. Sus subalternos fueron inicialmente los tenientes Fernando Ortiz Larrosa y Juan Bautista Mari Clerigués, éste último procedente de una columna republicana de Castellón que se había pasado al bando nacional por Puebla de Valverde.
La nueva unidad, que llegó a contar con una plantilla de 1 capitán, 5 tenientes, 1 brigada, 8 cabos y 170 guardias civiles, quedó encuadrada en la 52ª División mandada por el general de brigada de Artillería Mariano Muñoz Castellanos, jefe del Sector de Teruel.
Los primeros combates
"La Calavera" fue inmediatamente enviada al frente y recibió nada más llegar su bautismo de fuego. A partir del 1 de octubre empezó a sostener en el Puerto de Escandón, estratégico cierre del acceso a Teruel por la carretera de Valencia, continuos enfrentamientos hasta que una semana después pudo ser relevada por una compañía de del Ejército.
En los días siguientes los guardias civiles, lejos de descansar, tomaron parte en las acciones de limpieza de las zonas de Albarracín, Argente y Visiedo, en donde sostuvieron constantes combates con fuerzas republicanas, capturando abundante armamento.
Desde el 10 de noviembre y formando parte de la columna mandada por el comandante de la Guardia Civil Pedro Barcina del Moral, tomó parte en las acciones que se produjeron en las zonas de El Muletón y Altos de Celadas, distinguiéndose el día 29 en la defensa del pueblo de Celda.
A partir del 1 de diciembre combatió sucesivamente, con gran éxito y heroico valor, en el frente situado entre Campillo y Bezas, la defensa de la fábrica de luz de San Blas, la ocupación de la posición de Cerro Gordo, defendiéndola seguidamente contra fuerzas republicanas compuestas por tres compañías de infantería y un escuadrón de caballería, capturando gran cantidad de armamento, material y ganado, aún a pesar de soportar incluso fuego de artillería.
Atrincherada "La Calavera" en Cerro Gordo continuó hasta el 1 de febrero de 1937 en que fue relevada, pudiendo regresar a Teruel para descansar. Pero la delicada situación en la zona obligó que al día siguiente fuese concentrada en la población de Cea de Albarracín para a continuación y junto a fuerzas de la 2ª Bandera de la Legión, zapadores y otras, conquistar la posición de Cerro Murillo.
El distintivo de "La Calavera"
Ya para entonces el valor temerario de aquellos guardias civiles era conocido en todo el frente. El capitán Oliete, cuyo bautismo de fuego lo había recibido en septiembre de 1925 durante el desembarco de Alhucemas, parecía no temer la muerte y siempre era el primero en ocupar los puestos de mayor peligro.
Forjado su temple en numerosas acciones de guerra libradas en Marruecos, sabía que una parte importante de la moral combativa de una unidad de choque residía en el ejemplo que diera su jefe. También conocía sobradamente los efectos psicológicos de los distintivos y los sobrenombres. Su experiencia africana se lo había enseñado. Por ello no dudó en adoptar para sus guardias civiles un singular emblema que si bien había sido empleado tradicionalmente por algunas unidades del Ejército, en modo alguno lo había sido por la Guardia Civil.
Se trataba de una calavera sobre las iniciales "G" y "C" entrelazadas sobre fondo negro. Aquella no era ya una compañía tradicional, sino una unidad de choque que era empleada como fuerza de infantería en los posiciones de mayor riesgo y fatiga. Además de su efecto psicológico, dicho distintivo servía para diferenciar a los hombres de aquella unidad del resto, pues en muchos casos era muy difícil, dada la variopinta vestimenta empleada en el frente, distinguir a un guardia civil de un soldado nacional o un miliciano republicano.
Hay que tener presente, que aunque los guardias civiles portaban sus uniformes, el rigor del invierno y las bajas temperaturas turolenses, que llegaron a descender de los 20º bajo cero, les obligaban, al igual que al resto de combatientes, a ponerse encima todo tipo de ropa de abrigo. Por ello las escarapelas con la calavera, cosidas en los capotes, uniformes, prendas de cabeza, etc., eran el mejor medio para ser identificados. En algunos casos las calaveras iban acompañadas de dos tibias cruzadas y hasta se bordó tan singular figura en el banderín de la Compañía.
Aquellas escarapelas, no reguladas por normativa alguna pero si consentidas por el mando en tales circunstancias, harían que junto al temerario valor del que estaban revestidos los guardias civiles que las portaban, fuesen conocidos rápidamente a uno y otro lado del frente como los de "La Calavera".
En el frente de Teruel
El 19 de febrero de 1937 "La Calavera" volvió a ocupar posiciones en los Altos de Celadas, al objeto de distraer la atención de las fuerzas republicanas mientras una columna de los nacionales avanzaba por la zona de Vivel del Río. Conseguido ese objetivo continuaron de columna volante hasta el 18 de abril, en que por orden del jefe del sector de Teruel tuvieron que desplazarse hasta Cea de Albarracín en donde el enemigo había lanzado una ofensiva para tomar la capital.
Allí y junto a una sección de artillería, otra del Regimiento de Infantería nº 17 y otras fuerzas, consiguieron contener el avance de las republicanas gracias al refuerzo recibido por el Regimiento de carros de combate nº 2. Durante dos semanas libraron duros enfrentamientos en las posiciones de Venta del Ratón, Joyante del Fraile y Casilla de Peones Camineros, hasta que finalmente fueron relevados por fuerzas de la 2ª Bandera de la Legión.
El 26 de mayo dos secciones de "La Calavera" fueron destacados para tomar La Muela de Villatar, Casa del Guarda y Banquizar, regresando dos días después a Teruel tras cumplir con éxito su misión. El 3 de junio la Compañía entera fue enviada a Molina de Aragón pasando a formar parte de la columna mandada por el jefe de la Circunscripción nº6, coronel de Artillería Luis Mariñas Gallego, tomando parte sucesivamente en las acciones de Orea, Checa, Orihuela, Alustante y Bronchales, destacando por su arrojo en la conquista de Pinarejo, Sierras de Nogueras, Griegos, Guadalaviar, Villar del Cobo, Frías de Albarracín, cerro de Santa Ana y Moscardó. El 31 de julio "La Calavera" regresó a Molina de Aragón tras recibir numerosas felicitaciones del mando militar nacional.
El 21 de agosto "La Calavera" fue enviada a la zona de Lebratón, al objeto de detener la infiltración de fuerzas republicanas que estaban cruzando el río Tajo por el Vado de Salmerón. Con el refuerzo de una compañía del Regimiento de Infantería nº 18 y otras dos de la Mehal-la de Melilla nº 2, todas ellas bajo el mando del capitán Oliete, se procedió tras duros combates que llegaron al cuerpo a cuerpo a reconquistar el terreno ocupado por aquellas.
Poco después "La Calavera" marchó a Villarquemado para junto a la 3ª compañía del Tercio de Requetés del Pilar, recuperar la posición del cerro de Santa Bárbara que había sido conquistada por los republicanos. En la madrugada del 30 de agosto se consiguió ocuparla, no sin sufrir numerosas bajas. Al día siguiente las fuerzas republicanas lanzaron infructuosamente una violenta contraofensiva para intentar recuperar la posición perdida. Allí su jefe, el capitán Oliete, recibió el impacto de una bala de fusil en la cabeza, resultando gravemente herido, teniendo que ser evacuado.
Estabilizada la situación, "La Calavera" fue relevada y enviada a Santa Eulalia, para partir seguidamente hacia Bueña y tomar la posición de "La Sarteneja". El 10 de septiembre, mientras el capitán Oliete se recuperaba de sus graves heridas, fue enviado para sustituirle el de igual empleo, Enrique Ferrer Calero, también perteneciente a la Comandancia de Zaragoza.
La heroica defensa de "El Cabezo"
El mismo día 10 se dejaron dos secciones de "La Calavera" guarneciendo "La Sartaneja", mientras que otra, reforzada por una sección disminuida de infantería, fue enviada a la de "El Cabezo". En dicho enclave se escribiría una de las páginas más gloriosas de la legendaria Compañía. El mando de la posición recayó sobre el brigada de la Guardia Civil, Miguel Sáez Herranz, de la Comandancia de Teruel, que se había evadido en octubre de 1936 de la zona republicana, procedente de la Comandancia de Valencia.
Bajo sus órdenes estaban el cabo Fernando Gómez Pérez y 26 guardias 2º: Domingo Aguas Bueno, Angel Aguilera Espinosa, José Navarrete López, Angel González Izquierdo, Marcelino Sánchez Gómez, Antonio López Montero, Aurelio Pastor Sancho, Secundino Martínez Eraso, Juan Simón Lacuey, Francisco de Mingo Montes, Carlos Jesús García, los hermanos Hipólito y Luis Hinojosa Fernández, Pedro Martín Peiró, José Giménez Mota, Manuel Valencia Calvo, Aquilino Gómez Rodrigo, Manuel Palomo Márquez , Jesús Jarabo Blasco, Fidel Hidalgo García, Gregorio Delgado Mari Juan, Santiago Albuquerque Martín, José Fernández del Río, Claudio Rodríguez Correal, Juan Araque Cañete y Julio Capa Gómez.
En la encarnizada defensa llevada a cabo el 12 de septiembre frente a sucesivas oleadas de asalto, precedidas de fuego artillero, resultaron muertos 6 de esos guardias civiles y heridos otros 12, incluidos el brigada y el cabo, así como la mayor parte de los soldados de la sección de Infantería que les apoyaba. Tras rechazar cinco asaltos, "El Cabezo" continuó en manos de sus defensores, consolidándose definitivamente con la llegada de refuerzos.
Por el general de Infantería, José Moscardó Ituarte, jefe del V Cuerpo de Ejército del bando nacional, al que pertenecía la 52ª División en la que estaba encuadrada "La Calavera", se procedió a proponer al brigada Sáez para la Medalla Militar Individual, que posteriormente le fue concedida, y se ascendió al empleo de cabo a todos los guardias 2º.
La mascota de "La Calavera"
A esta compañía expedicionaria, como toda buena unidad de choque que se precie, no le podía faltar su propia mascota. Se llamaba "Tobi" y un día apareció por el edificio que utilizaban los componentes de "La Calavera" para pernoctar en Teruel.
Buscaba algo de comida y enseguida encontró el cariño y afecto de aquellos guardias civiles, hasta tal punto que era impensable la salida al frente sin que les acompañara. "Tobi" actuaba en las descubiertas, que se practicaban sobre el terreno, adelantándose a los guardias que marchaban en cabeza.
Por propia iniciativa escuadriñaba cuevas, parapetos y parideras del campo turolense, alertando inmediatamente de la presencia de extraños mediante fuertes ladridos. Si no encontraba a nadie regresaba en silencio y moviendo alegremente su rabo. ¿Cuántos vidas de aquellos guardias civiles no salvó aquel perro?.
Finalmente, al igual que otros muchos integrantes de "La Calavera", murió en el campo de batalla. Fue en la acción de la defensa de Bueñas, sosteniendo el intento de infiltración de fuerzas republicanas, cuando la explosión de una granada enemiga acabó con su vida.
La reconquista de Teruel
Cubiertas las bajas sufridas con guardias civiles voluntarios, "La Calavera" fue reunida nuevamente, participando sucesivamente en las acciones de Bueñas, Monreal, Santa Eulalia, Fuenferrada, Bezas, Calamocha, Caudé, Campo de Aviación de Caudé, y Cella. El 23 de noviembre se había reincorporado a su mando el capitán Oliete, pero el 15 de diciembre tuvo que dejarlo definitivamente al resentirse de la herida sufrida en la cabeza y de la que no había terminado de restablecerse, teniendo que ser evacuado a Zaragoza.
Ese mismo día, el ejército republicano inició una potente y bien preparada ofensiva sobre Teruel a cuyos arrabales llegó el 21 de diciembre, tras entablar duros y constantes combates con las fuerzas nacionales. A partir de ese momento, y bajo un frío inhumano se luchó calle por calle, casa por casa y habitación por habitación. Los principales núcleos de más tenaz resistencia fueron la comandancia militar, el cuartel de la Guardia Civil, la delegación de Hacienda, el gobierno civil, la catedral, el seminario y el instituto.
La batalla por Teruel se convirtió, con la ayuda del frío invierno, en una de las más dramáticas de toda la Guerra Civil. A las 22 horas del 7 de enero de 1938, el coronel de Artillería, Domingo Rey d'Harcourt, gobernador militar de Teruel, tras 24 días de resistencia, se rindió con las escasas y maltrechas fuerza que le quedaban, al objeto de evitar que los numerosos civiles, mujeres, niños y ancianos en su mayoría, que tenía a su cargo, continuasen muriendo de frío, hambre y sed.
Mientras tanto "La Calavera" había permanecido alejada de Teruel, al haber sido retirada del frente, días antes del inicio de la ofensiva republicana y conferírsele nuevas y diferentes misiones. El 30 de diciembre el capitán Ferrer, que había vuelto a hacerse cargo de "La Calavera" fue relevado por el de igual empleo, Francisco Díez Ticio, también procedente de la Comandancia de Zaragoza.
Empezaron a realizar misiones de policía militar, tales como custodia de una estación de ferrocarril, depósitos de municiones y víveres, conducción de los millares de prisioneros republicanos que se fueron produciendo con el avance de las fuerzas nacionales, evacuación forzosa de la población de aquellas localidades que habían quedado aisladas en tierra de nadie para distribuirles por otras, puestos avanzados, protección y dirección de las columnas motorizadas por la zona de operaciones, etc.
Mención especial merece la intervención, como parlamentario, que tuvo que realizar el capitán de "La Calavera" en un hecho muy poco conocido de la Guerra Civil acontecido entre las filas nacionales. Resultó que fuerzas indígenas de Regulares, procedentes de Larache, se sublevaron contra sus mandos, cuando se encontraban desplegadas en la zona de San Blas frente a las posiciones republicanas. El caid que encabezaba a los sublevados solicitó que fuera precisamente un oficial de la Guardia Civil el que se acercara a ellos para parlamentar, no estando dispuestos a hacerlo con uno del ejército. El mando del sector designó para ello al jefe de "La Calavera", quien a su condición de miembro del benemérito Cuerpo se unía la del prestigio de la valerosa y temeraria compañía, algo que los moros siempre respetaban.
El 17 de febrero las fuerzas nacionales iniciaron su ofensiva contra las líneas republicanas al objeto de reconquistar Teruel. El 18 se procedió a su envolvimiento y el 19 se ocupó la línea de resistencia situada al norte de la ciudad. En el último momento, "La Calavera", como perfecta conocedora de sus accesos y callejero, fue reclamada para volver a primera línea de combate y tomar parte en la liberación de la población que le vio nacer.
Así en la madrugada del día 22 los guardias civiles de "La Calavera" fueron transportados en camiones hasta poco más de un kilómetro de las primeras edificaciones. Allí echaron pie a tierra y avanzando bajo un nutrido fuego lograron alcanzar sus calles, convirtiéndose de esta forma en los primeros en entrar en Teruel. Una pareja de ancianos que surgieron de entre unas ruinas, tras reconocer su singular distintivo, se abrazaron a aquellos guardias civiles. ¡Son los de "La Calavera"!, exclamaron. ¡Hay si vosotros hubierais estado aquí ...!, sollozaron.
El capitán Díez Ticio al frente de sus guardias civiles tras encontrarse con el bilaureado general de infantería José Enrique Varela Iglesias que mandaba otra columna que había entrado por la zona del Ovalo, inició inmediatamente el servicio de guarnición que el estado mayor de la 52ª División le había encomendado.
Una vez designados los edificios para alojar la nueva comandancia militar de la plaza y a su compañía, procedió a distribuir a sus hombres en patrullas para recorrer toda la ciudad e informar de la situación. Pronto empezaron a recuperarse numerosos objetos de valor, religiosos y artísticos que habían sido saqueados, destacando unos tapices valorados cada uno en 600.000 pesetas de la época, procedentes de la catedral de Albarracín.
Continuado el avance de las fuerzas nacionales, "La Calavera" siguió prestando servicio de guarnición en Teruel, realizando controles en sus accesos y puestos avanzados, motivo por el cual fue perdiendo ese carácter de unidad de choque para la que había sido creada.
El 3 de mayo de 1938 se procedió finalmente a su disolución, reincorporándose sus componentes a sus respectivas Comandancias de origen o nuevos destinos. Tendrían que transcurrir casi 28 años para que sus supervivientes volvieran a reunirse con ocasión del homenaje que se les tributó en Teruel el 22 de febrero de 1966, siendo ya su primer capitán, Roger Oliete Navarro, General de División Subdirector General del Cuerpo.
Jesús Narciso Núñez Calvo
Comandante de la Guardia Civil
http://www.guardiacivil.org/revista/result.jsp?id=19
"La Calavera"
En septiembre de 1936 se constituyó en la Comandancia de Zaragoza una Compañía Expedicionaria que fue destacada al frente de Teruel en primera línea como unidad de choque. Debido al distintivo que adoptó, fiel exponente del temerario valor de sus integrantes, fue bien pronto conocida por el sobrenombre de "La Calavera".
Si bien es cierto que existen miles de obras dedicadas a la Guerra Civil (1936-1939), apenas se ha tratado la participación de la Guardia Civil, tanto en el bando nacional como en el contrario, donde tuvo una efímera presencia bajo la denominación de Guardia Nacional Republicana.
El papel que jugó nuestro Cuerpo, al inicio de la contienda, fue determinante para que la balanza se inclinara en cada provincia en uno u otro sentido. Sin embargo los historiadores e investigadores no han profundizado en dicha cuestión, siendo igualmente casi desconocidos muchos aspectos de su participación.
La historia de "La Calavera", constituye un buen ejemplo de ello. Sus vicisitudes y hechos de armas en los que tuvo una destacada actuación, bien merecerían todo un libro.
La creación de "La Calavera"
El 18 de julio de 1936 el general de Caballería Miguel Cabanellas Ferrer, antiguo Director General de la Guardia Civil y jefe de la 5ª División Orgánica así como comandante militar de Zaragoza, proclamó en su jurisdicción el estado de guerra. Pocas horas después la provincia se encontraba bajo el control de las fuerzas del Ejército y de la Guardia Civil que se habían unido al alzamiento militar iniciado en Melilla el día anterior.
En la vecina provincia de Teruel, el teniente coronel de Infantería Mariano García Brisolara, comandante militar de la plaza, declaró el 19 de julio el estado de guerra junto a las fuerzas de la Guardia Civil mandadas por el teniente coronel Pedro Simarro Roig. Pero al contrario que en la de Zaragoza el movimiento no triunfó en su totalidad, fracasando en las zonas de Utrillas, Montalbán, Alcañiz y Valderrobles.
A partir de ese momento la provincia de Teruel sería triste y obligada protagonista de la Guerra Civil. Ceñida por el cinturón republicano formado por Tarragona, Castellón, Valencia, Cuenca y Guadalajara, sufriría en sus tierras sangrientos y desgastadores combates entre ambos bandos.
Pasadas las primeras semanas el mando nacional decidió replegar a aquellos guardias civiles de la Comandancia de Teruel que por su edad u otras circunstancias, no reunían el perfil adecuado para estar en la primera línea de un frente que se preveía largo, duro y sometido a las extremas condiciones del invierno. Por ello se dispuso su relevo con la creación desde Zaragoza, de una compañía expedicionaria, formada en su mayoría por guardias civiles jóvenes y solteros.
Para su mando se nombró al capitán Roger Oliete Navarro, incorporado desde La Coruña al frente de Teruel el 28 de septiembre. Inmediatamente procedió a su organización adscribiendo a otros guardias civiles voluntarios de la Comandancia de Teruel así como de los que se habían pasado de la zona republicana del Levante.
Procedente de Infantería y veterano de las Campañas de Marruecos, el capitán Oliete convirtió su compañía en una unidad de choque de primera línea. Sus subalternos fueron inicialmente los tenientes Fernando Ortiz Larrosa y Juan Bautista Mari Clerigués, éste último procedente de una columna republicana de Castellón que se había pasado al bando nacional por Puebla de Valverde.
La nueva unidad, que llegó a contar con una plantilla de 1 capitán, 5 tenientes, 1 brigada, 8 cabos y 170 guardias civiles, quedó encuadrada en la 52ª División mandada por el general de brigada de Artillería Mariano Muñoz Castellanos, jefe del Sector de Teruel.
Los primeros combates
"La Calavera" fue inmediatamente enviada al frente y recibió nada más llegar su bautismo de fuego. A partir del 1 de octubre empezó a sostener en el Puerto de Escandón, estratégico cierre del acceso a Teruel por la carretera de Valencia, continuos enfrentamientos hasta que una semana después pudo ser relevada por una compañía de del Ejército.
En los días siguientes los guardias civiles, lejos de descansar, tomaron parte en las acciones de limpieza de las zonas de Albarracín, Argente y Visiedo, en donde sostuvieron constantes combates con fuerzas republicanas, capturando abundante armamento.
Desde el 10 de noviembre y formando parte de la columna mandada por el comandante de la Guardia Civil Pedro Barcina del Moral, tomó parte en las acciones que se produjeron en las zonas de El Muletón y Altos de Celadas, distinguiéndose el día 29 en la defensa del pueblo de Celda.
A partir del 1 de diciembre combatió sucesivamente, con gran éxito y heroico valor, en el frente situado entre Campillo y Bezas, la defensa de la fábrica de luz de San Blas, la ocupación de la posición de Cerro Gordo, defendiéndola seguidamente contra fuerzas republicanas compuestas por tres compañías de infantería y un escuadrón de caballería, capturando gran cantidad de armamento, material y ganado, aún a pesar de soportar incluso fuego de artillería.
Atrincherada "La Calavera" en Cerro Gordo continuó hasta el 1 de febrero de 1937 en que fue relevada, pudiendo regresar a Teruel para descansar. Pero la delicada situación en la zona obligó que al día siguiente fuese concentrada en la población de Cea de Albarracín para a continuación y junto a fuerzas de la 2ª Bandera de la Legión, zapadores y otras, conquistar la posición de Cerro Murillo.
El distintivo de "La Calavera"
Ya para entonces el valor temerario de aquellos guardias civiles era conocido en todo el frente. El capitán Oliete, cuyo bautismo de fuego lo había recibido en septiembre de 1925 durante el desembarco de Alhucemas, parecía no temer la muerte y siempre era el primero en ocupar los puestos de mayor peligro.
Forjado su temple en numerosas acciones de guerra libradas en Marruecos, sabía que una parte importante de la moral combativa de una unidad de choque residía en el ejemplo que diera su jefe. También conocía sobradamente los efectos psicológicos de los distintivos y los sobrenombres. Su experiencia africana se lo había enseñado. Por ello no dudó en adoptar para sus guardias civiles un singular emblema que si bien había sido empleado tradicionalmente por algunas unidades del Ejército, en modo alguno lo había sido por la Guardia Civil.
Se trataba de una calavera sobre las iniciales "G" y "C" entrelazadas sobre fondo negro. Aquella no era ya una compañía tradicional, sino una unidad de choque que era empleada como fuerza de infantería en los posiciones de mayor riesgo y fatiga. Además de su efecto psicológico, dicho distintivo servía para diferenciar a los hombres de aquella unidad del resto, pues en muchos casos era muy difícil, dada la variopinta vestimenta empleada en el frente, distinguir a un guardia civil de un soldado nacional o un miliciano republicano.
Hay que tener presente, que aunque los guardias civiles portaban sus uniformes, el rigor del invierno y las bajas temperaturas turolenses, que llegaron a descender de los 20º bajo cero, les obligaban, al igual que al resto de combatientes, a ponerse encima todo tipo de ropa de abrigo. Por ello las escarapelas con la calavera, cosidas en los capotes, uniformes, prendas de cabeza, etc., eran el mejor medio para ser identificados. En algunos casos las calaveras iban acompañadas de dos tibias cruzadas y hasta se bordó tan singular figura en el banderín de la Compañía.
Aquellas escarapelas, no reguladas por normativa alguna pero si consentidas por el mando en tales circunstancias, harían que junto al temerario valor del que estaban revestidos los guardias civiles que las portaban, fuesen conocidos rápidamente a uno y otro lado del frente como los de "La Calavera".
En el frente de Teruel
El 19 de febrero de 1937 "La Calavera" volvió a ocupar posiciones en los Altos de Celadas, al objeto de distraer la atención de las fuerzas republicanas mientras una columna de los nacionales avanzaba por la zona de Vivel del Río. Conseguido ese objetivo continuaron de columna volante hasta el 18 de abril, en que por orden del jefe del sector de Teruel tuvieron que desplazarse hasta Cea de Albarracín en donde el enemigo había lanzado una ofensiva para tomar la capital.
Allí y junto a una sección de artillería, otra del Regimiento de Infantería nº 17 y otras fuerzas, consiguieron contener el avance de las republicanas gracias al refuerzo recibido por el Regimiento de carros de combate nº 2. Durante dos semanas libraron duros enfrentamientos en las posiciones de Venta del Ratón, Joyante del Fraile y Casilla de Peones Camineros, hasta que finalmente fueron relevados por fuerzas de la 2ª Bandera de la Legión.
El 26 de mayo dos secciones de "La Calavera" fueron destacados para tomar La Muela de Villatar, Casa del Guarda y Banquizar, regresando dos días después a Teruel tras cumplir con éxito su misión. El 3 de junio la Compañía entera fue enviada a Molina de Aragón pasando a formar parte de la columna mandada por el jefe de la Circunscripción nº6, coronel de Artillería Luis Mariñas Gallego, tomando parte sucesivamente en las acciones de Orea, Checa, Orihuela, Alustante y Bronchales, destacando por su arrojo en la conquista de Pinarejo, Sierras de Nogueras, Griegos, Guadalaviar, Villar del Cobo, Frías de Albarracín, cerro de Santa Ana y Moscardó. El 31 de julio "La Calavera" regresó a Molina de Aragón tras recibir numerosas felicitaciones del mando militar nacional.
El 21 de agosto "La Calavera" fue enviada a la zona de Lebratón, al objeto de detener la infiltración de fuerzas republicanas que estaban cruzando el río Tajo por el Vado de Salmerón. Con el refuerzo de una compañía del Regimiento de Infantería nº 18 y otras dos de la Mehal-la de Melilla nº 2, todas ellas bajo el mando del capitán Oliete, se procedió tras duros combates que llegaron al cuerpo a cuerpo a reconquistar el terreno ocupado por aquellas.
Poco después "La Calavera" marchó a Villarquemado para junto a la 3ª compañía del Tercio de Requetés del Pilar, recuperar la posición del cerro de Santa Bárbara que había sido conquistada por los republicanos. En la madrugada del 30 de agosto se consiguió ocuparla, no sin sufrir numerosas bajas. Al día siguiente las fuerzas republicanas lanzaron infructuosamente una violenta contraofensiva para intentar recuperar la posición perdida. Allí su jefe, el capitán Oliete, recibió el impacto de una bala de fusil en la cabeza, resultando gravemente herido, teniendo que ser evacuado.
Estabilizada la situación, "La Calavera" fue relevada y enviada a Santa Eulalia, para partir seguidamente hacia Bueña y tomar la posición de "La Sarteneja". El 10 de septiembre, mientras el capitán Oliete se recuperaba de sus graves heridas, fue enviado para sustituirle el de igual empleo, Enrique Ferrer Calero, también perteneciente a la Comandancia de Zaragoza.
La heroica defensa de "El Cabezo"
El mismo día 10 se dejaron dos secciones de "La Calavera" guarneciendo "La Sartaneja", mientras que otra, reforzada por una sección disminuida de infantería, fue enviada a la de "El Cabezo". En dicho enclave se escribiría una de las páginas más gloriosas de la legendaria Compañía. El mando de la posición recayó sobre el brigada de la Guardia Civil, Miguel Sáez Herranz, de la Comandancia de Teruel, que se había evadido en octubre de 1936 de la zona republicana, procedente de la Comandancia de Valencia.
Bajo sus órdenes estaban el cabo Fernando Gómez Pérez y 26 guardias 2º: Domingo Aguas Bueno, Angel Aguilera Espinosa, José Navarrete López, Angel González Izquierdo, Marcelino Sánchez Gómez, Antonio López Montero, Aurelio Pastor Sancho, Secundino Martínez Eraso, Juan Simón Lacuey, Francisco de Mingo Montes, Carlos Jesús García, los hermanos Hipólito y Luis Hinojosa Fernández, Pedro Martín Peiró, José Giménez Mota, Manuel Valencia Calvo, Aquilino Gómez Rodrigo, Manuel Palomo Márquez , Jesús Jarabo Blasco, Fidel Hidalgo García, Gregorio Delgado Mari Juan, Santiago Albuquerque Martín, José Fernández del Río, Claudio Rodríguez Correal, Juan Araque Cañete y Julio Capa Gómez.
En la encarnizada defensa llevada a cabo el 12 de septiembre frente a sucesivas oleadas de asalto, precedidas de fuego artillero, resultaron muertos 6 de esos guardias civiles y heridos otros 12, incluidos el brigada y el cabo, así como la mayor parte de los soldados de la sección de Infantería que les apoyaba. Tras rechazar cinco asaltos, "El Cabezo" continuó en manos de sus defensores, consolidándose definitivamente con la llegada de refuerzos.
Por el general de Infantería, José Moscardó Ituarte, jefe del V Cuerpo de Ejército del bando nacional, al que pertenecía la 52ª División en la que estaba encuadrada "La Calavera", se procedió a proponer al brigada Sáez para la Medalla Militar Individual, que posteriormente le fue concedida, y se ascendió al empleo de cabo a todos los guardias 2º.
La mascota de "La Calavera"
A esta compañía expedicionaria, como toda buena unidad de choque que se precie, no le podía faltar su propia mascota. Se llamaba "Tobi" y un día apareció por el edificio que utilizaban los componentes de "La Calavera" para pernoctar en Teruel.
Buscaba algo de comida y enseguida encontró el cariño y afecto de aquellos guardias civiles, hasta tal punto que era impensable la salida al frente sin que les acompañara. "Tobi" actuaba en las descubiertas, que se practicaban sobre el terreno, adelantándose a los guardias que marchaban en cabeza.
Por propia iniciativa escuadriñaba cuevas, parapetos y parideras del campo turolense, alertando inmediatamente de la presencia de extraños mediante fuertes ladridos. Si no encontraba a nadie regresaba en silencio y moviendo alegremente su rabo. ¿Cuántos vidas de aquellos guardias civiles no salvó aquel perro?.
Finalmente, al igual que otros muchos integrantes de "La Calavera", murió en el campo de batalla. Fue en la acción de la defensa de Bueñas, sosteniendo el intento de infiltración de fuerzas republicanas, cuando la explosión de una granada enemiga acabó con su vida.
La reconquista de Teruel
Cubiertas las bajas sufridas con guardias civiles voluntarios, "La Calavera" fue reunida nuevamente, participando sucesivamente en las acciones de Bueñas, Monreal, Santa Eulalia, Fuenferrada, Bezas, Calamocha, Caudé, Campo de Aviación de Caudé, y Cella. El 23 de noviembre se había reincorporado a su mando el capitán Oliete, pero el 15 de diciembre tuvo que dejarlo definitivamente al resentirse de la herida sufrida en la cabeza y de la que no había terminado de restablecerse, teniendo que ser evacuado a Zaragoza.
Ese mismo día, el ejército republicano inició una potente y bien preparada ofensiva sobre Teruel a cuyos arrabales llegó el 21 de diciembre, tras entablar duros y constantes combates con las fuerzas nacionales. A partir de ese momento, y bajo un frío inhumano se luchó calle por calle, casa por casa y habitación por habitación. Los principales núcleos de más tenaz resistencia fueron la comandancia militar, el cuartel de la Guardia Civil, la delegación de Hacienda, el gobierno civil, la catedral, el seminario y el instituto.
La batalla por Teruel se convirtió, con la ayuda del frío invierno, en una de las más dramáticas de toda la Guerra Civil. A las 22 horas del 7 de enero de 1938, el coronel de Artillería, Domingo Rey d'Harcourt, gobernador militar de Teruel, tras 24 días de resistencia, se rindió con las escasas y maltrechas fuerza que le quedaban, al objeto de evitar que los numerosos civiles, mujeres, niños y ancianos en su mayoría, que tenía a su cargo, continuasen muriendo de frío, hambre y sed.
Mientras tanto "La Calavera" había permanecido alejada de Teruel, al haber sido retirada del frente, días antes del inicio de la ofensiva republicana y conferírsele nuevas y diferentes misiones. El 30 de diciembre el capitán Ferrer, que había vuelto a hacerse cargo de "La Calavera" fue relevado por el de igual empleo, Francisco Díez Ticio, también procedente de la Comandancia de Zaragoza.
Empezaron a realizar misiones de policía militar, tales como custodia de una estación de ferrocarril, depósitos de municiones y víveres, conducción de los millares de prisioneros republicanos que se fueron produciendo con el avance de las fuerzas nacionales, evacuación forzosa de la población de aquellas localidades que habían quedado aisladas en tierra de nadie para distribuirles por otras, puestos avanzados, protección y dirección de las columnas motorizadas por la zona de operaciones, etc.
Mención especial merece la intervención, como parlamentario, que tuvo que realizar el capitán de "La Calavera" en un hecho muy poco conocido de la Guerra Civil acontecido entre las filas nacionales. Resultó que fuerzas indígenas de Regulares, procedentes de Larache, se sublevaron contra sus mandos, cuando se encontraban desplegadas en la zona de San Blas frente a las posiciones republicanas. El caid que encabezaba a los sublevados solicitó que fuera precisamente un oficial de la Guardia Civil el que se acercara a ellos para parlamentar, no estando dispuestos a hacerlo con uno del ejército. El mando del sector designó para ello al jefe de "La Calavera", quien a su condición de miembro del benemérito Cuerpo se unía la del prestigio de la valerosa y temeraria compañía, algo que los moros siempre respetaban.
El 17 de febrero las fuerzas nacionales iniciaron su ofensiva contra las líneas republicanas al objeto de reconquistar Teruel. El 18 se procedió a su envolvimiento y el 19 se ocupó la línea de resistencia situada al norte de la ciudad. En el último momento, "La Calavera", como perfecta conocedora de sus accesos y callejero, fue reclamada para volver a primera línea de combate y tomar parte en la liberación de la población que le vio nacer.
Así en la madrugada del día 22 los guardias civiles de "La Calavera" fueron transportados en camiones hasta poco más de un kilómetro de las primeras edificaciones. Allí echaron pie a tierra y avanzando bajo un nutrido fuego lograron alcanzar sus calles, convirtiéndose de esta forma en los primeros en entrar en Teruel. Una pareja de ancianos que surgieron de entre unas ruinas, tras reconocer su singular distintivo, se abrazaron a aquellos guardias civiles. ¡Son los de "La Calavera"!, exclamaron. ¡Hay si vosotros hubierais estado aquí ...!, sollozaron.
El capitán Díez Ticio al frente de sus guardias civiles tras encontrarse con el bilaureado general de infantería José Enrique Varela Iglesias que mandaba otra columna que había entrado por la zona del Ovalo, inició inmediatamente el servicio de guarnición que el estado mayor de la 52ª División le había encomendado.
Una vez designados los edificios para alojar la nueva comandancia militar de la plaza y a su compañía, procedió a distribuir a sus hombres en patrullas para recorrer toda la ciudad e informar de la situación. Pronto empezaron a recuperarse numerosos objetos de valor, religiosos y artísticos que habían sido saqueados, destacando unos tapices valorados cada uno en 600.000 pesetas de la época, procedentes de la catedral de Albarracín.
Continuado el avance de las fuerzas nacionales, "La Calavera" siguió prestando servicio de guarnición en Teruel, realizando controles en sus accesos y puestos avanzados, motivo por el cual fue perdiendo ese carácter de unidad de choque para la que había sido creada.
El 3 de mayo de 1938 se procedió finalmente a su disolución, reincorporándose sus componentes a sus respectivas Comandancias de origen o nuevos destinos. Tendrían que transcurrir casi 28 años para que sus supervivientes volvieran a reunirse con ocasión del homenaje que se les tributó en Teruel el 22 de febrero de 1966, siendo ya su primer capitán, Roger Oliete Navarro, General de División Subdirector General del Cuerpo.
Jesús Narciso Núñez Calvo
Comandante de la Guardia Civil
http://www.guardiacivil.org/revista/result.jsp?id=19
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Historia de una compañía expedicionaria (1936-1938)
"La Calavera"
En septiembre de 1936 se constituyó en la Comandancia de Zaragoza una Compañía Expedicionaria que fue destacada al frente de Teruel en primera línea como unidad de choque. Debido al distintivo que adoptó, fiel exponente del temerario valor de sus integrantes, fue bien pronto conocida por el sobrenombre de "La Calavera".
Si bien es cierto que existen miles de obras dedicadas a la Guerra Civil (1936-1939), apenas se ha tratado la participación de la Guardia Civil, tanto en el bando nacional como en el contrario, donde tuvo una efímera presencia bajo la denominación de Guardia Nacional Republicana.
El papel que jugó nuestro Cuerpo, al inicio de la contienda, fue determinante para que la balanza se inclinara en cada provincia en uno u otro sentido. Sin embargo los historiadores e investigadores no han profundizado en dicha cuestión, siendo igualmente casi desconocidos muchos aspectos de su participación.
La historia de "La Calavera", constituye un buen ejemplo de ello. Sus vicisitudes y hechos de armas en los que tuvo una destacada actuación, bien merecerían todo un libro.
La creación de "La Calavera"
El 18 de julio de 1936 el general de Caballería Miguel Cabanellas Ferrer, antiguo Director General de la Guardia Civil y jefe de la 5ª División Orgánica así como comandante militar de Zaragoza, proclamó en su jurisdicción el estado de guerra. Pocas horas después la provincia se encontraba bajo el control de las fuerzas del Ejército y de la Guardia Civil que se habían unido al alzamiento militar iniciado en Melilla el día anterior.
En la vecina provincia de Teruel, el teniente coronel de Infantería Mariano García Brisolara, comandante militar de la plaza, declaró el 19 de julio el estado de guerra junto a las fuerzas de la Guardia Civil mandadas por el teniente coronel Pedro Simarro Roig. Pero al contrario que en la de Zaragoza el movimiento no triunfó en su totalidad, fracasando en las zonas de Utrillas, Montalbán, Alcañiz y Valderrobles.
A partir de ese momento la provincia de Teruel sería triste y obligada protagonista de la Guerra Civil. Ceñida por el cinturón republicano formado por Tarragona, Castellón, Valencia, Cuenca y Guadalajara, sufriría en sus tierras sangrientos y desgastadores combates entre ambos bandos.
Pasadas las primeras semanas el mando nacional decidió replegar a aquellos guardias civiles de la Comandancia de Teruel que por su edad u otras circunstancias, no reunían el perfil adecuado para estar en la primera línea de un frente que se preveía largo, duro y sometido a las extremas condiciones del invierno. Por ello se dispuso su relevo con la creación desde Zaragoza, de una compañía expedicionaria, formada en su mayoría por guardias civiles jóvenes y solteros.
Para su mando se nombró al capitán Roger Oliete Navarro, incorporado desde La Coruña al frente de Teruel el 28 de septiembre. Inmediatamente procedió a su organización adscribiendo a otros guardias civiles voluntarios de la Comandancia de Teruel así como de los que se habían pasado de la zona republicana del Levante.
Procedente de Infantería y veterano de las Campañas de Marruecos, el capitán Oliete convirtió su compañía en una unidad de choque de primera línea. Sus subalternos fueron inicialmente los tenientes Fernando Ortiz Larrosa y Juan Bautista Mari Clerigués, éste último procedente de una columna republicana de Castellón que se había pasado al bando nacional por Puebla de Valverde.
La nueva unidad, que llegó a contar con una plantilla de 1 capitán, 5 tenientes, 1 brigada, 8 cabos y 170 guardias civiles, quedó encuadrada en la 52ª División mandada por el general de brigada de Artillería Mariano Muñoz Castellanos, jefe del Sector de Teruel.
Los primeros combates
"La Calavera" fue inmediatamente enviada al frente y recibió nada más llegar su bautismo de fuego. A partir del 1 de octubre empezó a sostener en el Puerto de Escandón, estratégico cierre del acceso a Teruel por la carretera de Valencia, continuos enfrentamientos hasta que una semana después pudo ser relevada por una compañía de del Ejército.
En los días siguientes los guardias civiles, lejos de descansar, tomaron parte en las acciones de limpieza de las zonas de Albarracín, Argente y Visiedo, en donde sostuvieron constantes combates con fuerzas republicanas, capturando abundante armamento.
Desde el 10 de noviembre y formando parte de la columna mandada por el comandante de la Guardia Civil Pedro Barcina del Moral, tomó parte en las acciones que se produjeron en las zonas de El Muletón y Altos de Celadas, distinguiéndose el día 29 en la defensa del pueblo de Celda.
A partir del 1 de diciembre combatió sucesivamente, con gran éxito y heroico valor, en el frente situado entre Campillo y Bezas, la defensa de la fábrica de luz de San Blas, la ocupación de la posición de Cerro Gordo, defendiéndola seguidamente contra fuerzas republicanas compuestas por tres compañías de infantería y un escuadrón de caballería, capturando gran cantidad de armamento, material y ganado, aún a pesar de soportar incluso fuego de artillería.
Atrincherada "La Calavera" en Cerro Gordo continuó hasta el 1 de febrero de 1937 en que fue relevada, pudiendo regresar a Teruel para descansar. Pero la delicada situación en la zona obligó que al día siguiente fuese concentrada en la población de Cea de Albarracín para a continuación y junto a fuerzas de la 2ª Bandera de la Legión, zapadores y otras, conquistar la posición de Cerro Murillo.
El distintivo de "La Calavera"
Ya para entonces el valor temerario de aquellos guardias civiles era conocido en todo el frente. El capitán Oliete, cuyo bautismo de fuego lo había recibido en septiembre de 1925 durante el desembarco de Alhucemas, parecía no temer la muerte y siempre era el primero en ocupar los puestos de mayor peligro.
Forjado su temple en numerosas acciones de guerra libradas en Marruecos, sabía que una parte importante de la moral combativa de una unidad de choque residía en el ejemplo que diera su jefe. También conocía sobradamente los efectos psicológicos de los distintivos y los sobrenombres. Su experiencia africana se lo había enseñado. Por ello no dudó en adoptar para sus guardias civiles un singular emblema que si bien había sido empleado tradicionalmente por algunas unidades del Ejército, en modo alguno lo había sido por la Guardia Civil.
Se trataba de una calavera sobre las iniciales "G" y "C" entrelazadas sobre fondo negro. Aquella no era ya una compañía tradicional, sino una unidad de choque que era empleada como fuerza de infantería en los posiciones de mayor riesgo y fatiga. Además de su efecto psicológico, dicho distintivo servía para diferenciar a los hombres de aquella unidad del resto, pues en muchos casos era muy difícil, dada la variopinta vestimenta empleada en el frente, distinguir a un guardia civil de un soldado nacional o un miliciano republicano.
Hay que tener presente, que aunque los guardias civiles portaban sus uniformes, el rigor del invierno y las bajas temperaturas turolenses, que llegaron a descender de los 20º bajo cero, les obligaban, al igual que al resto de combatientes, a ponerse encima todo tipo de ropa de abrigo. Por ello las escarapelas con la calavera, cosidas en los capotes, uniformes, prendas de cabeza, etc., eran el mejor medio para ser identificados. En algunos casos las calaveras iban acompañadas de dos tibias cruzadas y hasta se bordó tan singular figura en el banderín de la Compañía.
Aquellas escarapelas, no reguladas por normativa alguna pero si consentidas por el mando en tales circunstancias, harían que junto al temerario valor del que estaban revestidos los guardias civiles que las portaban, fuesen conocidos rápidamente a uno y otro lado del frente como los de "La Calavera".
En el frente de Teruel
El 19 de febrero de 1937 "La Calavera" volvió a ocupar posiciones en los Altos de Celadas, al objeto de distraer la atención de las fuerzas republicanas mientras una columna de los nacionales avanzaba por la zona de Vivel del Río. Conseguido ese objetivo continuaron de columna volante hasta el 18 de abril, en que por orden del jefe del sector de Teruel tuvieron que desplazarse hasta Cea de Albarracín en donde el enemigo había lanzado una ofensiva para tomar la capital.
Allí y junto a una sección de artillería, otra del Regimiento de Infantería nº 17 y otras fuerzas, consiguieron contener el avance de las republicanas gracias al refuerzo recibido por el Regimiento de carros de combate nº 2. Durante dos semanas libraron duros enfrentamientos en las posiciones de Venta del Ratón, Joyante del Fraile y Casilla de Peones Camineros, hasta que finalmente fueron relevados por fuerzas de la 2ª Bandera de la Legión.
El 26 de mayo dos secciones de "La Calavera" fueron destacados para tomar La Muela de Villatar, Casa del Guarda y Banquizar, regresando dos días después a Teruel tras cumplir con éxito su misión. El 3 de junio la Compañía entera fue enviada a Molina de Aragón pasando a formar parte de la columna mandada por el jefe de la Circunscripción nº6, coronel de Artillería Luis Mariñas Gallego, tomando parte sucesivamente en las acciones de Orea, Checa, Orihuela, Alustante y Bronchales, destacando por su arrojo en la conquista de Pinarejo, Sierras de Nogueras, Griegos, Guadalaviar, Villar del Cobo, Frías de Albarracín, cerro de Santa Ana y Moscardó. El 31 de julio "La Calavera" regresó a Molina de Aragón tras recibir numerosas felicitaciones del mando militar nacional.
El 21 de agosto "La Calavera" fue enviada a la zona de Lebratón, al objeto de detener la infiltración de fuerzas republicanas que estaban cruzando el río Tajo por el Vado de Salmerón. Con el refuerzo de una compañía del Regimiento de Infantería nº 18 y otras dos de la Mehal-la de Melilla nº 2, todas ellas bajo el mando del capitán Oliete, se procedió tras duros combates que llegaron al cuerpo a cuerpo a reconquistar el terreno ocupado por aquellas.
Poco después "La Calavera" marchó a Villarquemado para junto a la 3ª compañía del Tercio de Requetés del Pilar, recuperar la posición del cerro de Santa Bárbara que había sido conquistada por los republicanos. En la madrugada del 30 de agosto se consiguió ocuparla, no sin sufrir numerosas bajas. Al día siguiente las fuerzas republicanas lanzaron infructuosamente una violenta contraofensiva para intentar recuperar la posición perdida. Allí su jefe, el capitán Oliete, recibió el impacto de una bala de fusil en la cabeza, resultando gravemente herido, teniendo que ser evacuado.
Estabilizada la situación, "La Calavera" fue relevada y enviada a Santa Eulalia, para partir seguidamente hacia Bueña y tomar la posición de "La Sarteneja". El 10 de septiembre, mientras el capitán Oliete se recuperaba de sus graves heridas, fue enviado para sustituirle el de igual empleo, Enrique Ferrer Calero, también perteneciente a la Comandancia de Zaragoza.
La heroica defensa de "El Cabezo"
El mismo día 10 se dejaron dos secciones de "La Calavera" guarneciendo "La Sartaneja", mientras que otra, reforzada por una sección disminuida de infantería, fue enviada a la de "El Cabezo". En dicho enclave se escribiría una de las páginas más gloriosas de la legendaria Compañía. El mando de la posición recayó sobre el brigada de la Guardia Civil, Miguel Sáez Herranz, de la Comandancia de Teruel, que se había evadido en octubre de 1936 de la zona republicana, procedente de la Comandancia de Valencia.
Bajo sus órdenes estaban el cabo Fernando Gómez Pérez y 26 guardias 2º: Domingo Aguas Bueno, Angel Aguilera Espinosa, José Navarrete López, Angel González Izquierdo, Marcelino Sánchez Gómez, Antonio López Montero, Aurelio Pastor Sancho, Secundino Martínez Eraso, Juan Simón Lacuey, Francisco de Mingo Montes, Carlos Jesús García, los hermanos Hipólito y Luis Hinojosa Fernández, Pedro Martín Peiró, José Giménez Mota, Manuel Valencia Calvo, Aquilino Gómez Rodrigo, Manuel Palomo Márquez , Jesús Jarabo Blasco, Fidel Hidalgo García, Gregorio Delgado Mari Juan, Santiago Albuquerque Martín, José Fernández del Río, Claudio Rodríguez Correal, Juan Araque Cañete y Julio Capa Gómez.
En la encarnizada defensa llevada a cabo el 12 de septiembre frente a sucesivas oleadas de asalto, precedidas de fuego artillero, resultaron muertos 6 de esos guardias civiles y heridos otros 12, incluidos el brigada y el cabo, así como la mayor parte de los soldados de la sección de Infantería que les apoyaba. Tras rechazar cinco asaltos, "El Cabezo" continuó en manos de sus defensores, consolidándose definitivamente con la llegada de refuerzos.
Por el general de Infantería, José Moscardó Ituarte, jefe del V Cuerpo de Ejército del bando nacional, al que pertenecía la 52ª División en la que estaba encuadrada "La Calavera", se procedió a proponer al brigada Sáez para la Medalla Militar Individual, que posteriormente le fue concedida, y se ascendió al empleo de cabo a todos los guardias 2º.
La mascota de "La Calavera"
A esta compañía expedicionaria, como toda buena unidad de choque que se precie, no le podía faltar su propia mascota. Se llamaba "Tobi" y un día apareció por el edificio que utilizaban los componentes de "La Calavera" para pernoctar en Teruel.
Buscaba algo de comida y enseguida encontró el cariño y afecto de aquellos guardias civiles, hasta tal punto que era impensable la salida al frente sin que les acompañara. "Tobi" actuaba en las descubiertas, que se practicaban sobre el terreno, adelantándose a los guardias que marchaban en cabeza.
Por propia iniciativa escuadriñaba cuevas, parapetos y parideras del campo turolense, alertando inmediatamente de la presencia de extraños mediante fuertes ladridos. Si no encontraba a nadie regresaba en silencio y moviendo alegremente su rabo. ¿Cuántos vidas de aquellos guardias civiles no salvó aquel perro?.
Finalmente, al igual que otros muchos integrantes de "La Calavera", murió en el campo de batalla. Fue en la acción de la defensa de Bueñas, sosteniendo el intento de infiltración de fuerzas republicanas, cuando la explosión de una granada enemiga acabó con su vida.
La reconquista de Teruel
Cubiertas las bajas sufridas con guardias civiles voluntarios, "La Calavera" fue reunida nuevamente, participando sucesivamente en las acciones de Bueñas, Monreal, Santa Eulalia, Fuenferrada, Bezas, Calamocha, Caudé, Campo de Aviación de Caudé, y Cella. El 23 de noviembre se había reincorporado a su mando el capitán Oliete, pero el 15 de diciembre tuvo que dejarlo definitivamente al resentirse de la herida sufrida en la cabeza y de la que no había terminado de restablecerse, teniendo que ser evacuado a Zaragoza.
Ese mismo día, el ejército republicano inició una potente y bien preparada ofensiva sobre Teruel a cuyos arrabales llegó el 21 de diciembre, tras entablar duros y constantes combates con las fuerzas nacionales. A partir de ese momento, y bajo un frío inhumano se luchó calle por calle, casa por casa y habitación por habitación. Los principales núcleos de más tenaz resistencia fueron la comandancia militar, el cuartel de la Guardia Civil, la delegación de Hacienda, el gobierno civil, la catedral, el seminario y el instituto.
La batalla por Teruel se convirtió, con la ayuda del frío invierno, en una de las más dramáticas de toda la Guerra Civil. A las 22 horas del 7 de enero de 1938, el coronel de Artillería, Domingo Rey d'Harcourt, gobernador militar de Teruel, tras 24 días de resistencia, se rindió con las escasas y maltrechas fuerza que le quedaban, al objeto de evitar que los numerosos civiles, mujeres, niños y ancianos en su mayoría, que tenía a su cargo, continuasen muriendo de frío, hambre y sed.
Mientras tanto "La Calavera" había permanecido alejada de Teruel, al haber sido retirada del frente, días antes del inicio de la ofensiva republicana y conferírsele nuevas y diferentes misiones. El 30 de diciembre el capitán Ferrer, que había vuelto a hacerse cargo de "La Calavera" fue relevado por el de igual empleo, Francisco Díez Ticio, también procedente de la Comandancia de Zaragoza.
Empezaron a realizar misiones de policía militar, tales como custodia de una estación de ferrocarril, depósitos de municiones y víveres, conducción de los millares de prisioneros republicanos que se fueron produciendo con el avance de las fuerzas nacionales, evacuación forzosa de la población de aquellas localidades que habían quedado aisladas en tierra de nadie para distribuirles por otras, puestos avanzados, protección y dirección de las columnas motorizadas por la zona de operaciones, etc.
Mención especial merece la intervención, como parlamentario, que tuvo que realizar el capitán de "La Calavera" en un hecho muy poco conocido de la Guerra Civil acontecido entre las filas nacionales. Resultó que fuerzas indígenas de Regulares, procedentes de Larache, se sublevaron contra sus mandos, cuando se encontraban desplegadas en la zona de San Blas frente a las posiciones republicanas. El caid que encabezaba a los sublevados solicitó que fuera precisamente un oficial de la Guardia Civil el que se acercara a ellos para parlamentar, no estando dispuestos a hacerlo con uno del ejército. El mando del sector designó para ello al jefe de "La Calavera", quien a su condición de miembro del benemérito Cuerpo se unía la del prestigio de la valerosa y temeraria compañía, algo que los moros siempre respetaban.
El 17 de febrero las fuerzas nacionales iniciaron su ofensiva contra las líneas republicanas al objeto de reconquistar Teruel. El 18 se procedió a su envolvimiento y el 19 se ocupó la línea de resistencia situada al norte de la ciudad. En el último momento, "La Calavera", como perfecta conocedora de sus accesos y callejero, fue reclamada para volver a primera línea de combate y tomar parte en la liberación de la población que le vio nacer.
Así en la madrugada del día 22 los guardias civiles de "La Calavera" fueron transportados en camiones hasta poco más de un kilómetro de las primeras edificaciones. Allí echaron pie a tierra y avanzando bajo un nutrido fuego lograron alcanzar sus calles, convirtiéndose de esta forma en los primeros en entrar en Teruel. Una pareja de ancianos que surgieron de entre unas ruinas, tras reconocer su singular distintivo, se abrazaron a aquellos guardias civiles. ¡Son los de "La Calavera"!, exclamaron. ¡Hay si vosotros hubierais estado aquí ...!, sollozaron.
El capitán Díez Ticio al frente de sus guardias civiles tras encontrarse con el bilaureado general de infantería José Enrique Varela Iglesias que mandaba otra columna que había entrado por la zona del Ovalo, inició inmediatamente el servicio de guarnición que el estado mayor de la 52ª División le había encomendado.
Una vez designados los edificios para alojar la nueva comandancia militar de la plaza y a su compañía, procedió a distribuir a sus hombres en patrullas para recorrer toda la ciudad e informar de la situación. Pronto empezaron a recuperarse numerosos objetos de valor, religiosos y artísticos que habían sido saqueados, destacando unos tapices valorados cada uno en 600.000 pesetas de la época, procedentes de la catedral de Albarracín.
Continuado el avance de las fuerzas nacionales, "La Calavera" siguió prestando servicio de guarnición en Teruel, realizando controles en sus accesos y puestos avanzados, motivo por el cual fue perdiendo ese carácter de unidad de choque para la que había sido creada.
El 3 de mayo de 1938 se procedió finalmente a su disolución, reincorporándose sus componentes a sus respectivas Comandancias de origen o nuevos destinos. Tendrían que transcurrir casi 28 años para que sus supervivientes volvieran a reunirse con ocasión del homenaje que se les tributó en Teruel el 22 de febrero de 1966, siendo ya su primer capitán, Roger Oliete Navarro, General de División Subdirector General del Cuerpo.
Jesús Narciso Núñez Calvo
Comandante de la Guardia Civil
http://www.guardiacivil.org/revista/result.jsp?id=19
"La Calavera"
En septiembre de 1936 se constituyó en la Comandancia de Zaragoza una Compañía Expedicionaria que fue destacada al frente de Teruel en primera línea como unidad de choque. Debido al distintivo que adoptó, fiel exponente del temerario valor de sus integrantes, fue bien pronto conocida por el sobrenombre de "La Calavera".
Si bien es cierto que existen miles de obras dedicadas a la Guerra Civil (1936-1939), apenas se ha tratado la participación de la Guardia Civil, tanto en el bando nacional como en el contrario, donde tuvo una efímera presencia bajo la denominación de Guardia Nacional Republicana.
El papel que jugó nuestro Cuerpo, al inicio de la contienda, fue determinante para que la balanza se inclinara en cada provincia en uno u otro sentido. Sin embargo los historiadores e investigadores no han profundizado en dicha cuestión, siendo igualmente casi desconocidos muchos aspectos de su participación.
La historia de "La Calavera", constituye un buen ejemplo de ello. Sus vicisitudes y hechos de armas en los que tuvo una destacada actuación, bien merecerían todo un libro.
La creación de "La Calavera"
El 18 de julio de 1936 el general de Caballería Miguel Cabanellas Ferrer, antiguo Director General de la Guardia Civil y jefe de la 5ª División Orgánica así como comandante militar de Zaragoza, proclamó en su jurisdicción el estado de guerra. Pocas horas después la provincia se encontraba bajo el control de las fuerzas del Ejército y de la Guardia Civil que se habían unido al alzamiento militar iniciado en Melilla el día anterior.
En la vecina provincia de Teruel, el teniente coronel de Infantería Mariano García Brisolara, comandante militar de la plaza, declaró el 19 de julio el estado de guerra junto a las fuerzas de la Guardia Civil mandadas por el teniente coronel Pedro Simarro Roig. Pero al contrario que en la de Zaragoza el movimiento no triunfó en su totalidad, fracasando en las zonas de Utrillas, Montalbán, Alcañiz y Valderrobles.
A partir de ese momento la provincia de Teruel sería triste y obligada protagonista de la Guerra Civil. Ceñida por el cinturón republicano formado por Tarragona, Castellón, Valencia, Cuenca y Guadalajara, sufriría en sus tierras sangrientos y desgastadores combates entre ambos bandos.
Pasadas las primeras semanas el mando nacional decidió replegar a aquellos guardias civiles de la Comandancia de Teruel que por su edad u otras circunstancias, no reunían el perfil adecuado para estar en la primera línea de un frente que se preveía largo, duro y sometido a las extremas condiciones del invierno. Por ello se dispuso su relevo con la creación desde Zaragoza, de una compañía expedicionaria, formada en su mayoría por guardias civiles jóvenes y solteros.
Para su mando se nombró al capitán Roger Oliete Navarro, incorporado desde La Coruña al frente de Teruel el 28 de septiembre. Inmediatamente procedió a su organización adscribiendo a otros guardias civiles voluntarios de la Comandancia de Teruel así como de los que se habían pasado de la zona republicana del Levante.
Procedente de Infantería y veterano de las Campañas de Marruecos, el capitán Oliete convirtió su compañía en una unidad de choque de primera línea. Sus subalternos fueron inicialmente los tenientes Fernando Ortiz Larrosa y Juan Bautista Mari Clerigués, éste último procedente de una columna republicana de Castellón que se había pasado al bando nacional por Puebla de Valverde.
La nueva unidad, que llegó a contar con una plantilla de 1 capitán, 5 tenientes, 1 brigada, 8 cabos y 170 guardias civiles, quedó encuadrada en la 52ª División mandada por el general de brigada de Artillería Mariano Muñoz Castellanos, jefe del Sector de Teruel.
Los primeros combates
"La Calavera" fue inmediatamente enviada al frente y recibió nada más llegar su bautismo de fuego. A partir del 1 de octubre empezó a sostener en el Puerto de Escandón, estratégico cierre del acceso a Teruel por la carretera de Valencia, continuos enfrentamientos hasta que una semana después pudo ser relevada por una compañía de del Ejército.
En los días siguientes los guardias civiles, lejos de descansar, tomaron parte en las acciones de limpieza de las zonas de Albarracín, Argente y Visiedo, en donde sostuvieron constantes combates con fuerzas republicanas, capturando abundante armamento.
Desde el 10 de noviembre y formando parte de la columna mandada por el comandante de la Guardia Civil Pedro Barcina del Moral, tomó parte en las acciones que se produjeron en las zonas de El Muletón y Altos de Celadas, distinguiéndose el día 29 en la defensa del pueblo de Celda.
A partir del 1 de diciembre combatió sucesivamente, con gran éxito y heroico valor, en el frente situado entre Campillo y Bezas, la defensa de la fábrica de luz de San Blas, la ocupación de la posición de Cerro Gordo, defendiéndola seguidamente contra fuerzas republicanas compuestas por tres compañías de infantería y un escuadrón de caballería, capturando gran cantidad de armamento, material y ganado, aún a pesar de soportar incluso fuego de artillería.
Atrincherada "La Calavera" en Cerro Gordo continuó hasta el 1 de febrero de 1937 en que fue relevada, pudiendo regresar a Teruel para descansar. Pero la delicada situación en la zona obligó que al día siguiente fuese concentrada en la población de Cea de Albarracín para a continuación y junto a fuerzas de la 2ª Bandera de la Legión, zapadores y otras, conquistar la posición de Cerro Murillo.
El distintivo de "La Calavera"
Ya para entonces el valor temerario de aquellos guardias civiles era conocido en todo el frente. El capitán Oliete, cuyo bautismo de fuego lo había recibido en septiembre de 1925 durante el desembarco de Alhucemas, parecía no temer la muerte y siempre era el primero en ocupar los puestos de mayor peligro.
Forjado su temple en numerosas acciones de guerra libradas en Marruecos, sabía que una parte importante de la moral combativa de una unidad de choque residía en el ejemplo que diera su jefe. También conocía sobradamente los efectos psicológicos de los distintivos y los sobrenombres. Su experiencia africana se lo había enseñado. Por ello no dudó en adoptar para sus guardias civiles un singular emblema que si bien había sido empleado tradicionalmente por algunas unidades del Ejército, en modo alguno lo había sido por la Guardia Civil.
Se trataba de una calavera sobre las iniciales "G" y "C" entrelazadas sobre fondo negro. Aquella no era ya una compañía tradicional, sino una unidad de choque que era empleada como fuerza de infantería en los posiciones de mayor riesgo y fatiga. Además de su efecto psicológico, dicho distintivo servía para diferenciar a los hombres de aquella unidad del resto, pues en muchos casos era muy difícil, dada la variopinta vestimenta empleada en el frente, distinguir a un guardia civil de un soldado nacional o un miliciano republicano.
Hay que tener presente, que aunque los guardias civiles portaban sus uniformes, el rigor del invierno y las bajas temperaturas turolenses, que llegaron a descender de los 20º bajo cero, les obligaban, al igual que al resto de combatientes, a ponerse encima todo tipo de ropa de abrigo. Por ello las escarapelas con la calavera, cosidas en los capotes, uniformes, prendas de cabeza, etc., eran el mejor medio para ser identificados. En algunos casos las calaveras iban acompañadas de dos tibias cruzadas y hasta se bordó tan singular figura en el banderín de la Compañía.
Aquellas escarapelas, no reguladas por normativa alguna pero si consentidas por el mando en tales circunstancias, harían que junto al temerario valor del que estaban revestidos los guardias civiles que las portaban, fuesen conocidos rápidamente a uno y otro lado del frente como los de "La Calavera".
En el frente de Teruel
El 19 de febrero de 1937 "La Calavera" volvió a ocupar posiciones en los Altos de Celadas, al objeto de distraer la atención de las fuerzas republicanas mientras una columna de los nacionales avanzaba por la zona de Vivel del Río. Conseguido ese objetivo continuaron de columna volante hasta el 18 de abril, en que por orden del jefe del sector de Teruel tuvieron que desplazarse hasta Cea de Albarracín en donde el enemigo había lanzado una ofensiva para tomar la capital.
Allí y junto a una sección de artillería, otra del Regimiento de Infantería nº 17 y otras fuerzas, consiguieron contener el avance de las republicanas gracias al refuerzo recibido por el Regimiento de carros de combate nº 2. Durante dos semanas libraron duros enfrentamientos en las posiciones de Venta del Ratón, Joyante del Fraile y Casilla de Peones Camineros, hasta que finalmente fueron relevados por fuerzas de la 2ª Bandera de la Legión.
El 26 de mayo dos secciones de "La Calavera" fueron destacados para tomar La Muela de Villatar, Casa del Guarda y Banquizar, regresando dos días después a Teruel tras cumplir con éxito su misión. El 3 de junio la Compañía entera fue enviada a Molina de Aragón pasando a formar parte de la columna mandada por el jefe de la Circunscripción nº6, coronel de Artillería Luis Mariñas Gallego, tomando parte sucesivamente en las acciones de Orea, Checa, Orihuela, Alustante y Bronchales, destacando por su arrojo en la conquista de Pinarejo, Sierras de Nogueras, Griegos, Guadalaviar, Villar del Cobo, Frías de Albarracín, cerro de Santa Ana y Moscardó. El 31 de julio "La Calavera" regresó a Molina de Aragón tras recibir numerosas felicitaciones del mando militar nacional.
El 21 de agosto "La Calavera" fue enviada a la zona de Lebratón, al objeto de detener la infiltración de fuerzas republicanas que estaban cruzando el río Tajo por el Vado de Salmerón. Con el refuerzo de una compañía del Regimiento de Infantería nº 18 y otras dos de la Mehal-la de Melilla nº 2, todas ellas bajo el mando del capitán Oliete, se procedió tras duros combates que llegaron al cuerpo a cuerpo a reconquistar el terreno ocupado por aquellas.
Poco después "La Calavera" marchó a Villarquemado para junto a la 3ª compañía del Tercio de Requetés del Pilar, recuperar la posición del cerro de Santa Bárbara que había sido conquistada por los republicanos. En la madrugada del 30 de agosto se consiguió ocuparla, no sin sufrir numerosas bajas. Al día siguiente las fuerzas republicanas lanzaron infructuosamente una violenta contraofensiva para intentar recuperar la posición perdida. Allí su jefe, el capitán Oliete, recibió el impacto de una bala de fusil en la cabeza, resultando gravemente herido, teniendo que ser evacuado.
Estabilizada la situación, "La Calavera" fue relevada y enviada a Santa Eulalia, para partir seguidamente hacia Bueña y tomar la posición de "La Sarteneja". El 10 de septiembre, mientras el capitán Oliete se recuperaba de sus graves heridas, fue enviado para sustituirle el de igual empleo, Enrique Ferrer Calero, también perteneciente a la Comandancia de Zaragoza.
La heroica defensa de "El Cabezo"
El mismo día 10 se dejaron dos secciones de "La Calavera" guarneciendo "La Sartaneja", mientras que otra, reforzada por una sección disminuida de infantería, fue enviada a la de "El Cabezo". En dicho enclave se escribiría una de las páginas más gloriosas de la legendaria Compañía. El mando de la posición recayó sobre el brigada de la Guardia Civil, Miguel Sáez Herranz, de la Comandancia de Teruel, que se había evadido en octubre de 1936 de la zona republicana, procedente de la Comandancia de Valencia.
Bajo sus órdenes estaban el cabo Fernando Gómez Pérez y 26 guardias 2º: Domingo Aguas Bueno, Angel Aguilera Espinosa, José Navarrete López, Angel González Izquierdo, Marcelino Sánchez Gómez, Antonio López Montero, Aurelio Pastor Sancho, Secundino Martínez Eraso, Juan Simón Lacuey, Francisco de Mingo Montes, Carlos Jesús García, los hermanos Hipólito y Luis Hinojosa Fernández, Pedro Martín Peiró, José Giménez Mota, Manuel Valencia Calvo, Aquilino Gómez Rodrigo, Manuel Palomo Márquez , Jesús Jarabo Blasco, Fidel Hidalgo García, Gregorio Delgado Mari Juan, Santiago Albuquerque Martín, José Fernández del Río, Claudio Rodríguez Correal, Juan Araque Cañete y Julio Capa Gómez.
En la encarnizada defensa llevada a cabo el 12 de septiembre frente a sucesivas oleadas de asalto, precedidas de fuego artillero, resultaron muertos 6 de esos guardias civiles y heridos otros 12, incluidos el brigada y el cabo, así como la mayor parte de los soldados de la sección de Infantería que les apoyaba. Tras rechazar cinco asaltos, "El Cabezo" continuó en manos de sus defensores, consolidándose definitivamente con la llegada de refuerzos.
Por el general de Infantería, José Moscardó Ituarte, jefe del V Cuerpo de Ejército del bando nacional, al que pertenecía la 52ª División en la que estaba encuadrada "La Calavera", se procedió a proponer al brigada Sáez para la Medalla Militar Individual, que posteriormente le fue concedida, y se ascendió al empleo de cabo a todos los guardias 2º.
La mascota de "La Calavera"
A esta compañía expedicionaria, como toda buena unidad de choque que se precie, no le podía faltar su propia mascota. Se llamaba "Tobi" y un día apareció por el edificio que utilizaban los componentes de "La Calavera" para pernoctar en Teruel.
Buscaba algo de comida y enseguida encontró el cariño y afecto de aquellos guardias civiles, hasta tal punto que era impensable la salida al frente sin que les acompañara. "Tobi" actuaba en las descubiertas, que se practicaban sobre el terreno, adelantándose a los guardias que marchaban en cabeza.
Por propia iniciativa escuadriñaba cuevas, parapetos y parideras del campo turolense, alertando inmediatamente de la presencia de extraños mediante fuertes ladridos. Si no encontraba a nadie regresaba en silencio y moviendo alegremente su rabo. ¿Cuántos vidas de aquellos guardias civiles no salvó aquel perro?.
Finalmente, al igual que otros muchos integrantes de "La Calavera", murió en el campo de batalla. Fue en la acción de la defensa de Bueñas, sosteniendo el intento de infiltración de fuerzas republicanas, cuando la explosión de una granada enemiga acabó con su vida.
La reconquista de Teruel
Cubiertas las bajas sufridas con guardias civiles voluntarios, "La Calavera" fue reunida nuevamente, participando sucesivamente en las acciones de Bueñas, Monreal, Santa Eulalia, Fuenferrada, Bezas, Calamocha, Caudé, Campo de Aviación de Caudé, y Cella. El 23 de noviembre se había reincorporado a su mando el capitán Oliete, pero el 15 de diciembre tuvo que dejarlo definitivamente al resentirse de la herida sufrida en la cabeza y de la que no había terminado de restablecerse, teniendo que ser evacuado a Zaragoza.
Ese mismo día, el ejército republicano inició una potente y bien preparada ofensiva sobre Teruel a cuyos arrabales llegó el 21 de diciembre, tras entablar duros y constantes combates con las fuerzas nacionales. A partir de ese momento, y bajo un frío inhumano se luchó calle por calle, casa por casa y habitación por habitación. Los principales núcleos de más tenaz resistencia fueron la comandancia militar, el cuartel de la Guardia Civil, la delegación de Hacienda, el gobierno civil, la catedral, el seminario y el instituto.
La batalla por Teruel se convirtió, con la ayuda del frío invierno, en una de las más dramáticas de toda la Guerra Civil. A las 22 horas del 7 de enero de 1938, el coronel de Artillería, Domingo Rey d'Harcourt, gobernador militar de Teruel, tras 24 días de resistencia, se rindió con las escasas y maltrechas fuerza que le quedaban, al objeto de evitar que los numerosos civiles, mujeres, niños y ancianos en su mayoría, que tenía a su cargo, continuasen muriendo de frío, hambre y sed.
Mientras tanto "La Calavera" había permanecido alejada de Teruel, al haber sido retirada del frente, días antes del inicio de la ofensiva republicana y conferírsele nuevas y diferentes misiones. El 30 de diciembre el capitán Ferrer, que había vuelto a hacerse cargo de "La Calavera" fue relevado por el de igual empleo, Francisco Díez Ticio, también procedente de la Comandancia de Zaragoza.
Empezaron a realizar misiones de policía militar, tales como custodia de una estación de ferrocarril, depósitos de municiones y víveres, conducción de los millares de prisioneros republicanos que se fueron produciendo con el avance de las fuerzas nacionales, evacuación forzosa de la población de aquellas localidades que habían quedado aisladas en tierra de nadie para distribuirles por otras, puestos avanzados, protección y dirección de las columnas motorizadas por la zona de operaciones, etc.
Mención especial merece la intervención, como parlamentario, que tuvo que realizar el capitán de "La Calavera" en un hecho muy poco conocido de la Guerra Civil acontecido entre las filas nacionales. Resultó que fuerzas indígenas de Regulares, procedentes de Larache, se sublevaron contra sus mandos, cuando se encontraban desplegadas en la zona de San Blas frente a las posiciones republicanas. El caid que encabezaba a los sublevados solicitó que fuera precisamente un oficial de la Guardia Civil el que se acercara a ellos para parlamentar, no estando dispuestos a hacerlo con uno del ejército. El mando del sector designó para ello al jefe de "La Calavera", quien a su condición de miembro del benemérito Cuerpo se unía la del prestigio de la valerosa y temeraria compañía, algo que los moros siempre respetaban.
El 17 de febrero las fuerzas nacionales iniciaron su ofensiva contra las líneas republicanas al objeto de reconquistar Teruel. El 18 se procedió a su envolvimiento y el 19 se ocupó la línea de resistencia situada al norte de la ciudad. En el último momento, "La Calavera", como perfecta conocedora de sus accesos y callejero, fue reclamada para volver a primera línea de combate y tomar parte en la liberación de la población que le vio nacer.
Así en la madrugada del día 22 los guardias civiles de "La Calavera" fueron transportados en camiones hasta poco más de un kilómetro de las primeras edificaciones. Allí echaron pie a tierra y avanzando bajo un nutrido fuego lograron alcanzar sus calles, convirtiéndose de esta forma en los primeros en entrar en Teruel. Una pareja de ancianos que surgieron de entre unas ruinas, tras reconocer su singular distintivo, se abrazaron a aquellos guardias civiles. ¡Son los de "La Calavera"!, exclamaron. ¡Hay si vosotros hubierais estado aquí ...!, sollozaron.
El capitán Díez Ticio al frente de sus guardias civiles tras encontrarse con el bilaureado general de infantería José Enrique Varela Iglesias que mandaba otra columna que había entrado por la zona del Ovalo, inició inmediatamente el servicio de guarnición que el estado mayor de la 52ª División le había encomendado.
Una vez designados los edificios para alojar la nueva comandancia militar de la plaza y a su compañía, procedió a distribuir a sus hombres en patrullas para recorrer toda la ciudad e informar de la situación. Pronto empezaron a recuperarse numerosos objetos de valor, religiosos y artísticos que habían sido saqueados, destacando unos tapices valorados cada uno en 600.000 pesetas de la época, procedentes de la catedral de Albarracín.
Continuado el avance de las fuerzas nacionales, "La Calavera" siguió prestando servicio de guarnición en Teruel, realizando controles en sus accesos y puestos avanzados, motivo por el cual fue perdiendo ese carácter de unidad de choque para la que había sido creada.
El 3 de mayo de 1938 se procedió finalmente a su disolución, reincorporándose sus componentes a sus respectivas Comandancias de origen o nuevos destinos. Tendrían que transcurrir casi 28 años para que sus supervivientes volvieran a reunirse con ocasión del homenaje que se les tributó en Teruel el 22 de febrero de 1966, siendo ya su primer capitán, Roger Oliete Navarro, General de División Subdirector General del Cuerpo.
Jesús Narciso Núñez Calvo
Comandante de la Guardia Civil
http://www.guardiacivil.org/revista/result.jsp?id=19
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