Revolucion Francesa y Guerras Napoleónicas 1792-1815
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5.- los falsos discursos de reconciliación que siguieron a los hechos de octubre, ¿Cómo podían saber los convencionalistas que no eran sinceros? ¿Acaso ellos mismos actuaban de acuerdo a lo que predicaban en sus discursos? ¿Desde cuando la sinceridad o no de un discurso es un delito?
6.- la falsedad del juramento del 14 de julio prestado a la Confederación… volvemos al punto anterior ¿Por qué era falso? ¿En qué se basaban? ¿Acaso no eran falsos aquellos que hablaban de “fraternidad” y mientras el Rey juraba, cantaban vociferantes el Ça Ira o producían feroces enfrentamientos entre católicos y protestantes o amotinaban a las tropas?
7.- ser el autor de las amenazas lanzadas por Mirabeau y Talon y de haber distribuido dinero para comprar gran número de diputados; esto último, posiblemente cierto, era una manera de contrarrestar el juego soterrado del duque de Orleáns, aparte de que su objetivo no era otro que el de sacar al Rey de París, y el Rey no estaría en París de no ser víctima del golpe de Octubre de 1789
8.- ser el instigador de la Conspiración de los Caballeros del Puñal, el 28 de febrero de 1791, la cual jamás existió; se trató de un grupo de caballeros realistas que temiendo un asalto a las Tullerías, acudieron armados al palacio para defender a la familia real; cuando Lafayette les pidió que entregasen sus armas, y ante las súplicas del Rey, así lo hicieron de forma pacífica. Sin embargo, comenzó a correr el bulo por la ciudad de que se trataba de una conspiración para liberar al rey y organizar una contrarrevolución. Lo cierto, es que la famosa Conspiración de los caballeros del Puñal únicamente sirvió para redoblar la vigilancia de las Tullerías, por lo que no me extrañaría que el siniestro duque de Orleáns tuviera algo que ver con aquellos bulos y campañas periodísticas.
Saludos
6.- la falsedad del juramento del 14 de julio prestado a la Confederación… volvemos al punto anterior ¿Por qué era falso? ¿En qué se basaban? ¿Acaso no eran falsos aquellos que hablaban de “fraternidad” y mientras el Rey juraba, cantaban vociferantes el Ça Ira o producían feroces enfrentamientos entre católicos y protestantes o amotinaban a las tropas?
7.- ser el autor de las amenazas lanzadas por Mirabeau y Talon y de haber distribuido dinero para comprar gran número de diputados; esto último, posiblemente cierto, era una manera de contrarrestar el juego soterrado del duque de Orleáns, aparte de que su objetivo no era otro que el de sacar al Rey de París, y el Rey no estaría en París de no ser víctima del golpe de Octubre de 1789
8.- ser el instigador de la Conspiración de los Caballeros del Puñal, el 28 de febrero de 1791, la cual jamás existió; se trató de un grupo de caballeros realistas que temiendo un asalto a las Tullerías, acudieron armados al palacio para defender a la familia real; cuando Lafayette les pidió que entregasen sus armas, y ante las súplicas del Rey, así lo hicieron de forma pacífica. Sin embargo, comenzó a correr el bulo por la ciudad de que se trataba de una conspiración para liberar al rey y organizar una contrarrevolución. Lo cierto, es que la famosa Conspiración de los caballeros del Puñal únicamente sirvió para redoblar la vigilancia de las Tullerías, por lo que no me extrañaría que el siniestro duque de Orleáns tuviera algo que ver con aquellos bulos y campañas periodísticas.
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Continuemos pos, relatando el acta de acusación:
9.- La huida a Varennes, lógica, ya que para aquella época, el Rey no pensaba más que en huir de la capital con su familia, para sustraerla a las amenazas que diariamente ser vertían sobre ella y liberar su conciencia de la presión constante de que era objeto.
¿Por qué imputarle la huida de París cuando estaba allí en contra de su voluntad desde octubre de 1789 sin que hubiera ninguna disposición legal que le obligara a permanecer en la capital de Francia?
10.- Ser el responsable del tiroteo ocurrido en el Campo de Marte el 17 de julio de 1791, cuando fue resultado de una manifestación ilegal convocada por franciscanos y jacobinos en la que se pedía la abolición de la monarquía, en la que se levantaron barricadas, se asesinó a dos inválidos y se produjeron destrozos contra el patrimonio público y privado… pero aún así, fue la Asamblea Nacional y no el Rey quién ordenó al Ayuntamiento de París que hiciera intervenir a la Guardia Nacional, es decir, a Lafayette para reprimir los disturbios y éste lo llevó a cabo siguiendo escrupulosamente todo el procedimiento legal como en su momento vimos.
11.- Haber guardado un silencio cómplice tras la declaración de Pillnitz, pero como jefe del Estado, representante de Francia en el Mundo y moderador de los tres poderes ¿Cómo podía el Rey intervenir en Política Exterior sin recibir, al menos, las directrices del gobierno? ¿No hubiera sido invadir competencias que la Asamblea guardaba celosamente?
12.- Ser el responsable de los incidentes de Nimes, Montauban, Mende y Jallès, disputas habidas entre campesinos católicos y protestantes, instigados en no pocos casos por la demagogia que se transmitía desde París.
Aún no hemos acabado con el pliego de cargo, el proceso contra el Rey de Francia es interesántisimo desde un punto de vista histórico y político, viéndolos actuar, devolviéndolos a la vida, vemos un profundo paralelismo con la actuación de otros revolucionarios a lo largo de la historia, hasta llegar a nuestro más inmediato presente, aquí y ahora.
Saludos
9.- La huida a Varennes, lógica, ya que para aquella época, el Rey no pensaba más que en huir de la capital con su familia, para sustraerla a las amenazas que diariamente ser vertían sobre ella y liberar su conciencia de la presión constante de que era objeto.
¿Por qué imputarle la huida de París cuando estaba allí en contra de su voluntad desde octubre de 1789 sin que hubiera ninguna disposición legal que le obligara a permanecer en la capital de Francia?
10.- Ser el responsable del tiroteo ocurrido en el Campo de Marte el 17 de julio de 1791, cuando fue resultado de una manifestación ilegal convocada por franciscanos y jacobinos en la que se pedía la abolición de la monarquía, en la que se levantaron barricadas, se asesinó a dos inválidos y se produjeron destrozos contra el patrimonio público y privado… pero aún así, fue la Asamblea Nacional y no el Rey quién ordenó al Ayuntamiento de París que hiciera intervenir a la Guardia Nacional, es decir, a Lafayette para reprimir los disturbios y éste lo llevó a cabo siguiendo escrupulosamente todo el procedimiento legal como en su momento vimos.
11.- Haber guardado un silencio cómplice tras la declaración de Pillnitz, pero como jefe del Estado, representante de Francia en el Mundo y moderador de los tres poderes ¿Cómo podía el Rey intervenir en Política Exterior sin recibir, al menos, las directrices del gobierno? ¿No hubiera sido invadir competencias que la Asamblea guardaba celosamente?
12.- Ser el responsable de los incidentes de Nimes, Montauban, Mende y Jallès, disputas habidas entre campesinos católicos y protestantes, instigados en no pocos casos por la demagogia que se transmitía desde París.
Aún no hemos acabado con el pliego de cargo, el proceso contra el Rey de Francia es interesántisimo desde un punto de vista histórico y político, viéndolos actuar, devolviéndolos a la vida, vemos un profundo paralelismo con la actuación de otros revolucionarios a lo largo de la historia, hasta llegar a nuestro más inmediato presente, aquí y ahora.
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No acababan los cargos aquí, no... (si lo hubieran intuido, los revolucionarios franceses habrían acusado a Luis XVI de haber matado a Manolete disfrazado de toro)...
13.- Haber retrasado la firma del decreto que anexionaba Avignon a Francia,
14.- Que siguiera pagando a los guardias de Corps y a los guardias constitucionales que habían estado a su servicio, ¿y? ¿Acaso no era competencia del Rey dirigir la Casa Real? ¿Acaso no podía seguir pagando pensiones a sus antiguos servidores? ¿Por qué?;
15.- Mantener correspondencia secreta con los caudillos de la emigración, la cual, efectivamente la efectuaba, pero debo añadir, con toda la lógica de este mundo… en sus circunstancias, con las amenazas que se ceñían sobre él y su familia, ¿acaso no era lícito buscar la salvación y la ayuda en aquéllos que eran los únicos que se ofrecían a ello?
16.- Ser el responsable de la desorganización e insuficiencia de los ejércitos franceses, pero, como hemos visto, nunca hubo a lo largo de 1792 insuficiencia numérica y en cuanto a la desorganización… ¿Quién la había extendido a soldados y marineros, el Rey o los instigadores de los partidos revolucionarios?
17.- se le acusaba por la negativa a establecer un campamento militar de 20.000 hombres en París, pero acaso no fue la incipiente e ilegal Asamblea Constituyente la que le obligó a hacer desaparecer de París a las fuerzas de Broglie y al resto del ejército francés.. ¿Por qué se le acusaba de aquello a lo que se le había obligado anteriormente, máxime cuando debido al extremismo de los partidos y el populacho su vida corría ahora un peligro que jamás corrieron los diputados de la Asamblea?
Se le imputaban sandeces como el hecho de que las plazas fuertes estuvieran desarmadas, lo cual no era cierto, y desde luego, si alguna lo estaba, que lo estaba con toda seguridad, no era por una actividad ilícita o dolosa del Rey sino por la desorganización de los ministerios y el caos en que estaba sumida Francia desde 1789, o que anunció muy tarde el avance de los prusianos, o que organizaba compañías secretas por toda Francia… el colmo de la sandez, del despropósito y de la desvergüenza fue aquélla que lo acusaba de haber vertido sangre el 10 de agosto de 1792.
Saludos
13.- Haber retrasado la firma del decreto que anexionaba Avignon a Francia,
14.- Que siguiera pagando a los guardias de Corps y a los guardias constitucionales que habían estado a su servicio, ¿y? ¿Acaso no era competencia del Rey dirigir la Casa Real? ¿Acaso no podía seguir pagando pensiones a sus antiguos servidores? ¿Por qué?;
15.- Mantener correspondencia secreta con los caudillos de la emigración, la cual, efectivamente la efectuaba, pero debo añadir, con toda la lógica de este mundo… en sus circunstancias, con las amenazas que se ceñían sobre él y su familia, ¿acaso no era lícito buscar la salvación y la ayuda en aquéllos que eran los únicos que se ofrecían a ello?
16.- Ser el responsable de la desorganización e insuficiencia de los ejércitos franceses, pero, como hemos visto, nunca hubo a lo largo de 1792 insuficiencia numérica y en cuanto a la desorganización… ¿Quién la había extendido a soldados y marineros, el Rey o los instigadores de los partidos revolucionarios?
17.- se le acusaba por la negativa a establecer un campamento militar de 20.000 hombres en París, pero acaso no fue la incipiente e ilegal Asamblea Constituyente la que le obligó a hacer desaparecer de París a las fuerzas de Broglie y al resto del ejército francés.. ¿Por qué se le acusaba de aquello a lo que se le había obligado anteriormente, máxime cuando debido al extremismo de los partidos y el populacho su vida corría ahora un peligro que jamás corrieron los diputados de la Asamblea?
Se le imputaban sandeces como el hecho de que las plazas fuertes estuvieran desarmadas, lo cual no era cierto, y desde luego, si alguna lo estaba, que lo estaba con toda seguridad, no era por una actividad ilícita o dolosa del Rey sino por la desorganización de los ministerios y el caos en que estaba sumida Francia desde 1789, o que anunció muy tarde el avance de los prusianos, o que organizaba compañías secretas por toda Francia… el colmo de la sandez, del despropósito y de la desvergüenza fue aquélla que lo acusaba de haber vertido sangre el 10 de agosto de 1792.
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en fín, sigo con este triste, tristísimo asunto:
Todo el proceso contra Luís XVI es una ilegalidad y un despropósito que ejemplifica muy bien tanto lo que los revolucionarios franceses entendían por “legalidad” como por “justicia”, con ello no se pretendía más que la muerte de un Rey como un hecho propagandístico en la disputa bélica en la que Francia estaba envuelta por obra y gracia de los revolucionarios: era una forma contemporánea de “quemar las naves” y decirle a Europa, a Brunswick, a Coburgo y a Pillnitz, “queréis un rey, yo os daré la cabeza de uno”, sin importar, si dicha cabeza era culpable o inocente. Fue un asesinato legal.
Por si fuera poco, las noticias del frente no eran tranquilizadoras en ese mes de diciembre de 1792; las fuerzas de Dumouriez se reducían a causa de las deserciones, Beurnonville había fracasado en una serie de infructuosos intentos por apoderarse de Tréveris mientras Custine acababa de ser arrojado de Francfort. Quizás ello influyera en el inhumano comportamiento de la Convención y del Ayuntamiento de París, ya que si en un principio la Convención permitió al rey tener contacto con su familia mientras durase el proceso, el Ayuntamiento de París, en un claro ejemplo de arbitrariedad y despotismo (no ilustrado, precisamente) se negó a cumplir el decreto e impidió que el monarca pudiera estar con su familia y recibir dicho apoyo en tan decisivos momentos en la vida de una persona. El miércoles, 26 de diciembre, a las nueve y media de la mañana, tras haberse cumplido el plazo concedido para su defensa, y acompañado de sus tres abogados (Tronchet, Malesherbes y Desèze), se presentó el Rey, ahora llamado Luís Capeto, a la vista de su causa en la Convención Nacional. Aquello fue de todo, salvo un proceso judicial, ya que el tribunal estaba compuesto por los miembros de la Convención, estos se dedicaban en la tribuna a perorar sobre la República, la conveniencia o no de matar al Rey etc etc. Finalmente, el lunes 7 de de enero de 1793 el juicio quedó visto para sentencia. Una semana más tarde, el 14 de enero, los miembros de la Convención se reúnen para decidir las preguntas que deben resolverse, y al día siguiente, 15, se pasó a la votación nominal. Cada miembro de la asamblea debía pronunciar su voto en la tribuna y podría explicarlo si quería. Todos los votos debían escribirse y firmarse, para que no hubiera la menor duda.
Saludos
Todo el proceso contra Luís XVI es una ilegalidad y un despropósito que ejemplifica muy bien tanto lo que los revolucionarios franceses entendían por “legalidad” como por “justicia”, con ello no se pretendía más que la muerte de un Rey como un hecho propagandístico en la disputa bélica en la que Francia estaba envuelta por obra y gracia de los revolucionarios: era una forma contemporánea de “quemar las naves” y decirle a Europa, a Brunswick, a Coburgo y a Pillnitz, “queréis un rey, yo os daré la cabeza de uno”, sin importar, si dicha cabeza era culpable o inocente. Fue un asesinato legal.
Por si fuera poco, las noticias del frente no eran tranquilizadoras en ese mes de diciembre de 1792; las fuerzas de Dumouriez se reducían a causa de las deserciones, Beurnonville había fracasado en una serie de infructuosos intentos por apoderarse de Tréveris mientras Custine acababa de ser arrojado de Francfort. Quizás ello influyera en el inhumano comportamiento de la Convención y del Ayuntamiento de París, ya que si en un principio la Convención permitió al rey tener contacto con su familia mientras durase el proceso, el Ayuntamiento de París, en un claro ejemplo de arbitrariedad y despotismo (no ilustrado, precisamente) se negó a cumplir el decreto e impidió que el monarca pudiera estar con su familia y recibir dicho apoyo en tan decisivos momentos en la vida de una persona. El miércoles, 26 de diciembre, a las nueve y media de la mañana, tras haberse cumplido el plazo concedido para su defensa, y acompañado de sus tres abogados (Tronchet, Malesherbes y Desèze), se presentó el Rey, ahora llamado Luís Capeto, a la vista de su causa en la Convención Nacional. Aquello fue de todo, salvo un proceso judicial, ya que el tribunal estaba compuesto por los miembros de la Convención, estos se dedicaban en la tribuna a perorar sobre la República, la conveniencia o no de matar al Rey etc etc. Finalmente, el lunes 7 de de enero de 1793 el juicio quedó visto para sentencia. Una semana más tarde, el 14 de enero, los miembros de la Convención se reúnen para decidir las preguntas que deben resolverse, y al día siguiente, 15, se pasó a la votación nominal. Cada miembro de la asamblea debía pronunciar su voto en la tribuna y podría explicarlo si quería. Todos los votos debían escribirse y firmarse, para que no hubiera la menor duda.
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- Soldado Primero
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olaaaa
Muy bueno el articulo sobre el juicio a Luis XVI deberas y es solo mi opinion:Las revoluciones muestran lo peor del ser humano.
Increible como se trato al Rey y eso que no era un asesino como Stalin o Hitler,en realidad si lo vemos objetivamente era mucho mas moderado que los otros reyes franceses,pero su falta de voluntad a la hora de emprender las reformas en el Estado y que acabaran con esa sangria que significaba los gastos de la nobleza para Francia las cosas hubieran sido diferentes.
Y quisiera saber su opinion acerca del Duque de Orleans:Es cierto que el voto a favor de que mataran a su primo y por que hizo esta barbaridad.
Increible como se trato al Rey y eso que no era un asesino como Stalin o Hitler,en realidad si lo vemos objetivamente era mucho mas moderado que los otros reyes franceses,pero su falta de voluntad a la hora de emprender las reformas en el Estado y que acabaran con esa sangria que significaba los gastos de la nobleza para Francia las cosas hubieran sido diferentes.
Y quisiera saber su opinion acerca del Duque de Orleans:Es cierto que el voto a favor de que mataran a su primo y por que hizo esta barbaridad.
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Estimado Tornado,
antes que nada, saludarte y darte la bienvenida. Celebro que te guste la historia (larga) de la Revolución Francesa y las Guerras de Coalición.
Sí, estoy totalmente de acuerdo contigo, las Revoluciones CASI SIEMPRE muestran lo peor del ser humano, revoluciones sangrientas como la Francesa o la Rusa, o la Española así lo acreditan.. en cambio la Revolución Americana de 1776 fue una revolución liberal, creadora de derechos (no anuladoras de los mismos como la francesa), tal vez más práctica y posiblemente más pobre a nivel intelectual... pero desde mi punto de vista, infinitamente más honesta.. creo que fue la única revolución por la que merecía la pena luchar, pero eso es muy subjetivo.
Totalmente coincido contigo, Luis XVI fue el más bueno, el más simple, el más bondadoso de los reyes de Francia, pero fue su bondad, su indecisión para afrontar los gravísimos problemas financieros, los que a la postre lo llevarían a la tumba, un Luis XIV, un Luis XI no se hubieran visto en esas, porque el mismo día en que los diputados del Tercer Estado se les levantó para formarse en asamblea permanene, hubieran enviado a las tropas a pasarlos a cuchillo.. y aquí paz y después gloria.. es como Nicolás II, de haber sido Alejandro III otra cosa hubiera sonado...
¡Ah, amigo Tornado! has nombrado al posiblemente más siniestro, peligroso (por su inteligencia) y temible personaje de cuántos intervinieron en aquella siniestra revolución...
Sí, Felipe duque de Orleans, de Montpensier, de Chartres, Príncipe de la Sangre, primo hermano del Rey Luis XVI, hijo del Regente de Francia, y reputado Masón, Gran Maestre de las logias, odiaba al Rey por envidia y resentimiento y a la iglesia, por ser portadora del mensaje cristiano, fue un personaje, a la vez temible y fascinante, misterioso e inteligente.. estuvo detrás de todos los golpes de Estado de la primera parte de la Revolución: ¿Quién financió a las Sociedades de Pensamiento?, las Logias, los clubs.. fue el hombre que creó, con su inmensa fortuna, el famoso Club de los Treinta.. el mismo club que publicó y editó el famoso escrito de Sièyes.. fue la mano negra que condujo los oportunos golpes de Estado de junio/julio de 1789..
Controlaba todo, propietario de lo que hoy llamaríamos "una cadena de restaurantes y clubs", controlaba a las masas de los barrios bajos, poseía periodistas, agitadores profesionales, correveidiles, prostitutas, forjadores de rumores... que cobraban de sus arcas: entre aquellos que tenía comprado con su dinero se encontraban aristócratas, burgueses, artesanos, ociosos, bandidos, clérigos etc etc.. los Sans Culottes comían de su mano.. fue él, su dinero y su control de los "medios de comunicación de masas" lo que posibilitó, por iniciativa suya, que un grupo de 43 aristócratas abandonaran el brazo propio y se pasaran al tercer estado, cuando éste se sublevó en junio de 1789... fue el principal responsable del golpe de estado del 14 de julio de 1789 y si creemos a una de sus amantes, la prostituta (de lujo, eso sí) Elliott, el duque planeó el golpe en un desayuno con Lafayette y el alcalde de París, Bailly.
A medida que la Revolución fue radicalizándose, también lo hizo el duque de Orleáns. Sentaba en su mesa a los líderes más extremistas y recitaba versos en el Club de los Jacobinos, tratando de halagar a Danton y al psicópata Collot de Herbois, pensaba que allá donde no llegara su dinero, su carisma y presencia bastarían para tener controlado todo el proceso revolucionario...¡fútil locura! una REVOLUCIÓN no se controla jamás.
Empleó la demagogia barata para adquirir una ascendencia entre las masas como nadie tuvo a lo largo de toda la revolución.. lo suyo fue una huida hacia adelante, como dijera su amigo, el también aristócrata revolucionario y regicida Saint-Fargeau "Cuando se tienen 600.000 libras de renta, sólo se puede estar o en Coblenza o en la cima de la Montaña».. allí estaba nuestro duque, que ahora se hacía llamar FELIPE IGUALDAD, ese mismo título parece un chiste de mal gusto y de pura demagogia, de la más barata de todas, allí estaba con sus amigos Marat, Robespierre, Saint Just...
Sin embargo, como todo proceso revolucionario, la francesa se le fue de las manos, él, que manejara los acontecimientos, se convirtió en un pelele, en un instrumento de los nuevos dueños de la Revolución y eso le aterró... se le ha culpado de haber votado la muerte incondicional del Rey, para mí, de todos sus malignos actos, aquél fue el menos perverso de todos, pues para entonces, enero de 1793, el duque ya no tenía margen de maniobra: un hombre que hilaba tan fino, tan lleno de matices, un virtuoso de las conspiraciones cortesanas, no podía sentirse agusto entre aquellas hordas de revolucionarios fanáticos y sangrientos, incorruptibles y feroces, que todo lo veían blanco o azul.. no, ya no controlaba el proceso pero ¿qué podía hacer? En 1793 ya no había vuelta atrás, los blancos lo odiaban, lo consideraban un cerdo traidor a su clase y a su sangre, los Condes de Artois y Provenza lo habían declarado traidor, el príncipe de Condé se jactaba de que él mismo lo ahorcaría en un árbol, los azules ya no eran aquéllos del 89 ni siquiera eran los del 91... ahora eran unos revolucionarios que no se asustaban ante las veladas amenazas, que no aceptaban sobornos, eran incorruptibles, como dijera Robespierre:
"Somos ciegos como la justicia, duros como la verdad, insoportables como los mismos principios"
No, ya no podía hacer nada contra ellos, ni les tenían miedo ni los podía comprar.. ¿Qué hacer en medio de unos hombres sedientos de sangre, que no temen morir y que matan como un deber moral, como una especie de ángeles exterminadores?
El duque ya no tenía caminos por donde desviarse, ni a izquierda ni a derecha... cuando vio la cabeza cortada de una de sus amantes de antaño, la elegante princesa de Lambelle, el duque, tal vez por vez primera, sintió miedo, el miedo de ver que has engendrado un monstruo que ya no controlas y que puede algún día revolverse contra tí
La muerte del Rey, al que creo, sinceramente, nunca quiso hacerle ese daño (era demasiado inteligente para gustarle la sangre) fue su ruina, su mismo hijo, vencedor de Jemappes, se pasó a los austriacos y eso precipitó la caída del antiguo duque; su inmensa fortuna quedó confiscada y aún pudo ver en la puerta de su residencia el cartel de «Propiedad Nacional».
Tras un periodo de penoso encarcelamiento en Marsella, fue juzgado, condenado a muerte y ejecutado en la Plaza de la Revolución de París a las cuatro de la tarde del 6 de noviembre de 1793. El duque de Orleáns subió los peldaños del patíbulo con las manos atadas a la espalda, perfectamente vestido, peinado y empolvado, con la dignidad y calma de un gran señor de ese Viejo Régimen que tanto había contribuido a destruir. Cuando uno de los ayudantes del verdugo se disponía a quitarle las botas, él le disuadió: «No perdamos el tiempo. Lo haréis más fácilmente cuando esté muerto. ¡Terminemos cuanto antes!». Tenía 46 años. Ni siquiera había sobrevivido diez meses a su primo.
Thiers nos dice de este príncipe de sangre real que su muerte no inspiró ninguno de aquellos consuelo que sirven a las muertes injustas. La menos sentida de las muertes y la que más lástima debió inspirar. Fue Felipe Igualdad un hombre que sintió aversión por todo, un escepticismo absoluto por todo, por la vida, las ideas, la sociedad.. murió con el mismo desprecio hacia los hombres y hacia la vida que había mostrado a lo largo de ésta.
Creo que el Duque de Orleans fue el ejemplo del escéptico que crée aprovecharse de los idealistas, por considerar su falta de ideales superior a esos hombres... olvidó que ya Maquiavelo nos previno contra los idealistas y fanáticos.
Saludos
antes que nada, saludarte y darte la bienvenida. Celebro que te guste la historia (larga) de la Revolución Francesa y las Guerras de Coalición.
Sí, estoy totalmente de acuerdo contigo, las Revoluciones CASI SIEMPRE muestran lo peor del ser humano, revoluciones sangrientas como la Francesa o la Rusa, o la Española así lo acreditan.. en cambio la Revolución Americana de 1776 fue una revolución liberal, creadora de derechos (no anuladoras de los mismos como la francesa), tal vez más práctica y posiblemente más pobre a nivel intelectual... pero desde mi punto de vista, infinitamente más honesta.. creo que fue la única revolución por la que merecía la pena luchar, pero eso es muy subjetivo.
Totalmente coincido contigo, Luis XVI fue el más bueno, el más simple, el más bondadoso de los reyes de Francia, pero fue su bondad, su indecisión para afrontar los gravísimos problemas financieros, los que a la postre lo llevarían a la tumba, un Luis XIV, un Luis XI no se hubieran visto en esas, porque el mismo día en que los diputados del Tercer Estado se les levantó para formarse en asamblea permanene, hubieran enviado a las tropas a pasarlos a cuchillo.. y aquí paz y después gloria.. es como Nicolás II, de haber sido Alejandro III otra cosa hubiera sonado...
quisiera saber su opinion acerca del Duque de Orleans
¡Ah, amigo Tornado! has nombrado al posiblemente más siniestro, peligroso (por su inteligencia) y temible personaje de cuántos intervinieron en aquella siniestra revolución...
Sí, Felipe duque de Orleans, de Montpensier, de Chartres, Príncipe de la Sangre, primo hermano del Rey Luis XVI, hijo del Regente de Francia, y reputado Masón, Gran Maestre de las logias, odiaba al Rey por envidia y resentimiento y a la iglesia, por ser portadora del mensaje cristiano, fue un personaje, a la vez temible y fascinante, misterioso e inteligente.. estuvo detrás de todos los golpes de Estado de la primera parte de la Revolución: ¿Quién financió a las Sociedades de Pensamiento?, las Logias, los clubs.. fue el hombre que creó, con su inmensa fortuna, el famoso Club de los Treinta.. el mismo club que publicó y editó el famoso escrito de Sièyes.. fue la mano negra que condujo los oportunos golpes de Estado de junio/julio de 1789..
Controlaba todo, propietario de lo que hoy llamaríamos "una cadena de restaurantes y clubs", controlaba a las masas de los barrios bajos, poseía periodistas, agitadores profesionales, correveidiles, prostitutas, forjadores de rumores... que cobraban de sus arcas: entre aquellos que tenía comprado con su dinero se encontraban aristócratas, burgueses, artesanos, ociosos, bandidos, clérigos etc etc.. los Sans Culottes comían de su mano.. fue él, su dinero y su control de los "medios de comunicación de masas" lo que posibilitó, por iniciativa suya, que un grupo de 43 aristócratas abandonaran el brazo propio y se pasaran al tercer estado, cuando éste se sublevó en junio de 1789... fue el principal responsable del golpe de estado del 14 de julio de 1789 y si creemos a una de sus amantes, la prostituta (de lujo, eso sí) Elliott, el duque planeó el golpe en un desayuno con Lafayette y el alcalde de París, Bailly.
A medida que la Revolución fue radicalizándose, también lo hizo el duque de Orleáns. Sentaba en su mesa a los líderes más extremistas y recitaba versos en el Club de los Jacobinos, tratando de halagar a Danton y al psicópata Collot de Herbois, pensaba que allá donde no llegara su dinero, su carisma y presencia bastarían para tener controlado todo el proceso revolucionario...¡fútil locura! una REVOLUCIÓN no se controla jamás.
Empleó la demagogia barata para adquirir una ascendencia entre las masas como nadie tuvo a lo largo de toda la revolución.. lo suyo fue una huida hacia adelante, como dijera su amigo, el también aristócrata revolucionario y regicida Saint-Fargeau "Cuando se tienen 600.000 libras de renta, sólo se puede estar o en Coblenza o en la cima de la Montaña».. allí estaba nuestro duque, que ahora se hacía llamar FELIPE IGUALDAD, ese mismo título parece un chiste de mal gusto y de pura demagogia, de la más barata de todas, allí estaba con sus amigos Marat, Robespierre, Saint Just...
Sin embargo, como todo proceso revolucionario, la francesa se le fue de las manos, él, que manejara los acontecimientos, se convirtió en un pelele, en un instrumento de los nuevos dueños de la Revolución y eso le aterró... se le ha culpado de haber votado la muerte incondicional del Rey, para mí, de todos sus malignos actos, aquél fue el menos perverso de todos, pues para entonces, enero de 1793, el duque ya no tenía margen de maniobra: un hombre que hilaba tan fino, tan lleno de matices, un virtuoso de las conspiraciones cortesanas, no podía sentirse agusto entre aquellas hordas de revolucionarios fanáticos y sangrientos, incorruptibles y feroces, que todo lo veían blanco o azul.. no, ya no controlaba el proceso pero ¿qué podía hacer? En 1793 ya no había vuelta atrás, los blancos lo odiaban, lo consideraban un cerdo traidor a su clase y a su sangre, los Condes de Artois y Provenza lo habían declarado traidor, el príncipe de Condé se jactaba de que él mismo lo ahorcaría en un árbol, los azules ya no eran aquéllos del 89 ni siquiera eran los del 91... ahora eran unos revolucionarios que no se asustaban ante las veladas amenazas, que no aceptaban sobornos, eran incorruptibles, como dijera Robespierre:
"Somos ciegos como la justicia, duros como la verdad, insoportables como los mismos principios"
No, ya no podía hacer nada contra ellos, ni les tenían miedo ni los podía comprar.. ¿Qué hacer en medio de unos hombres sedientos de sangre, que no temen morir y que matan como un deber moral, como una especie de ángeles exterminadores?
El duque ya no tenía caminos por donde desviarse, ni a izquierda ni a derecha... cuando vio la cabeza cortada de una de sus amantes de antaño, la elegante princesa de Lambelle, el duque, tal vez por vez primera, sintió miedo, el miedo de ver que has engendrado un monstruo que ya no controlas y que puede algún día revolverse contra tí
La muerte del Rey, al que creo, sinceramente, nunca quiso hacerle ese daño (era demasiado inteligente para gustarle la sangre) fue su ruina, su mismo hijo, vencedor de Jemappes, se pasó a los austriacos y eso precipitó la caída del antiguo duque; su inmensa fortuna quedó confiscada y aún pudo ver en la puerta de su residencia el cartel de «Propiedad Nacional».
Tras un periodo de penoso encarcelamiento en Marsella, fue juzgado, condenado a muerte y ejecutado en la Plaza de la Revolución de París a las cuatro de la tarde del 6 de noviembre de 1793. El duque de Orleáns subió los peldaños del patíbulo con las manos atadas a la espalda, perfectamente vestido, peinado y empolvado, con la dignidad y calma de un gran señor de ese Viejo Régimen que tanto había contribuido a destruir. Cuando uno de los ayudantes del verdugo se disponía a quitarle las botas, él le disuadió: «No perdamos el tiempo. Lo haréis más fácilmente cuando esté muerto. ¡Terminemos cuanto antes!». Tenía 46 años. Ni siquiera había sobrevivido diez meses a su primo.
Thiers nos dice de este príncipe de sangre real que su muerte no inspiró ninguno de aquellos consuelo que sirven a las muertes injustas. La menos sentida de las muertes y la que más lástima debió inspirar. Fue Felipe Igualdad un hombre que sintió aversión por todo, un escepticismo absoluto por todo, por la vida, las ideas, la sociedad.. murió con el mismo desprecio hacia los hombres y hacia la vida que había mostrado a lo largo de ésta.
Creo que el Duque de Orleans fue el ejemplo del escéptico que crée aprovecharse de los idealistas, por considerar su falta de ideales superior a esos hombres... olvidó que ya Maquiavelo nos previno contra los idealistas y fanáticos.
Saludos
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Bueno, pues continuando con el proceso de Luis XVI...
Del modo que hemos descrito, se pasó a votar las preguntas adoptadas el día anterior:
La primera era: ¿Es culpable Luís Capeto de haber conspirado contra la libertad de la nación y de haber atentado contra la seguridad general del Estado? De los 749 miembros de la Convención, 8 estaban ausentes por enfermedad, 20 por estar en comisiones por orden de la Asamblea, 37 se declararon incompetentes para dictar sentencia y lo explicaron en la tribuna, 683 declararon culpable a Luís XVI de este cargo y 1 inocente. Así pues, el presidente de la Convención declaró “… a Luís Capeto culpable de haber conspirado contra la libertad de la Nación y de atentar contra la seguridad general del Estado”
La segunda era: “¿Se mandará la sentencia, sea la que fuere, a la sanción del pueblo?” Es la conocida como Apelación al Pueblo; ahora hay 29 ausentes, 5 se excusan de votar, 11 omiten opiniones distintas, 281 vota afirmativamente a la apelación al pueblo, 423 diputados la rechazan. De este modo, el presidente de la Convención declara que “… no se mandará la sentencia de Luís Capeto a la ratificación del pueblo” aquí vemos, una vez más, el interés de estos demócratas por la soberanía popular cuando quizás, ese pueblo, piensa, de vez en cuando, de un modo distinto a los que tienen el poder. Como quiera que con estas dos preguntas se agote el término de la sesión, se dejó la última para la siguiente jornada, 16 de enero.
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Del modo que hemos descrito, se pasó a votar las preguntas adoptadas el día anterior:
La primera era: ¿Es culpable Luís Capeto de haber conspirado contra la libertad de la nación y de haber atentado contra la seguridad general del Estado? De los 749 miembros de la Convención, 8 estaban ausentes por enfermedad, 20 por estar en comisiones por orden de la Asamblea, 37 se declararon incompetentes para dictar sentencia y lo explicaron en la tribuna, 683 declararon culpable a Luís XVI de este cargo y 1 inocente. Así pues, el presidente de la Convención declaró “… a Luís Capeto culpable de haber conspirado contra la libertad de la Nación y de atentar contra la seguridad general del Estado”
La segunda era: “¿Se mandará la sentencia, sea la que fuere, a la sanción del pueblo?” Es la conocida como Apelación al Pueblo; ahora hay 29 ausentes, 5 se excusan de votar, 11 omiten opiniones distintas, 281 vota afirmativamente a la apelación al pueblo, 423 diputados la rechazan. De este modo, el presidente de la Convención declara que “… no se mandará la sentencia de Luís Capeto a la ratificación del pueblo” aquí vemos, una vez más, el interés de estos demócratas por la soberanía popular cuando quizás, ese pueblo, piensa, de vez en cuando, de un modo distinto a los que tienen el poder. Como quiera que con estas dos preguntas se agote el término de la sesión, se dejó la última para la siguiente jornada, 16 de enero.
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Dejábamos el proceso, en la tercera y más importante de las cuestiones:
La tercera pregunta era: “¿Qué pena sufrirá?” Era la decisiva. De nada servía condenar a Luís XVI si este sufría la pena de destierro o expulsión de Francia, con lo que quedaban satisfechos los que querían salvarle, ya que todo lo más que podían esperar en aquellas circunstancias era arrancarlo del cadalso y esperar para otro momento la recuperación del trono, si es que se pudiera intentar en el futuro. Los jacobinos desde el amanecer, invadieron las tribunas y sus miradas se fijaban en aquéllos que debían depositar el voto . En el momento en que iba a empezar la votación, se solicitó que se fijara un número mínimo de votos para que la sentencia fuera firme. Lehardy propuso los 2/3 de la cámara, por asimilación a los 2/3 necesarios en los tribunales ante cualquier juicio ordinario, pero Danton, que acababa de regresar de Bélgica se negó a ello, afirmando que bastaba la simple mayoría, es decir, la mitad más uno de los miembros de la Cámara . Lanjuinais provocó un nuevo tumulto, solicitando que después de haber atentado a tantas formas de justicia durante el proceso, se observase por lo menos la exigencia formal de los 2/3 que se exigen en cualquier procedimiento vulgar. “Votamos – exclamó – bajo los puñales y los cañones de los extremistas” en alusión a las masas jacobinas que se encontraban en las tribunas de la Convención. La votación comenzó a las siete y media de la tarde y se prolongó toda la noche, hasta las siete de la tarde del 17, ya que la Convención previendo que faltaría tiempo se había declarado en sesión permanente en la mañana de 16. Unos votan por la pena de muerte, otros por la prisión y el destierro cuando termine la guerra; algunos votan la pena de muerte con una restricción: que se difiera la ejecución. Mailhe es el autor de esta restricción que, en la práctica, podría salvar la vida a Luís XVI, ya que lo importante, en aquellos tristes, injustos y dramáticos momentos, era ganar tiempo. Los miembros del partido jacobino situados en las tribunas ejercían una fuerte presión: cuando un diputado subía la escalera que conducía a la mesa, reinaba un silencio sepulcral para poder oírle, pero inmediatamente después de haber emitido el voto, se oían grandes manifestaciones de aprobación o desaprobación. Voto que no fuera el de la pena de muerte, se acogía con murmullos de protestas, que a veces iban acompañados de gestos amenazadores, insultos y amenazas. Este espectáculo, amenazador y sombrío, hizo cambiar no pocas decisiones. Lecointre, cuya posición era bien conocida y defendía el destierro, no pudo soportar la presión y votó de forma inesperada por la muerte. Vergniaud, que había declarado que nunca votaría por la muerte del Rey, lo hace, aunque adhiriéndose a la enmienda Mailhe. Durante la noche, el bochorno continúa. Uno de los diputados enfermos, Duchastel, del departamento de Deux Sévres, se presentó para emitir el voto. Los jacobinos se opusieron pues creían que era un intento realista por salvar a Luís XVI y pretenden interrogarle antes de permitirle el derecho a voto; el presidente de la Convención rechaza tal medida y le concede el voto. Duchastel vota por el destierro. Esa misma noche el ministro de Estado pidió la palabra para comunicar una nota del embajador español, el caballero de Ocariz, en la que ofrecía la neutralidad española y su mediación ante el resto de las potencias si Luís XVI conserva la vida. Danton exige en esos mismos momentos que se declare la guerra a España.
Así se pasó la antidemocrática, injusta y revolucionaria noche del 16 al 17 de enero de 1793... como se ve, aquello fue de todo, menos un proceso judicial.
Saludos
La tercera pregunta era: “¿Qué pena sufrirá?” Era la decisiva. De nada servía condenar a Luís XVI si este sufría la pena de destierro o expulsión de Francia, con lo que quedaban satisfechos los que querían salvarle, ya que todo lo más que podían esperar en aquellas circunstancias era arrancarlo del cadalso y esperar para otro momento la recuperación del trono, si es que se pudiera intentar en el futuro. Los jacobinos desde el amanecer, invadieron las tribunas y sus miradas se fijaban en aquéllos que debían depositar el voto . En el momento en que iba a empezar la votación, se solicitó que se fijara un número mínimo de votos para que la sentencia fuera firme. Lehardy propuso los 2/3 de la cámara, por asimilación a los 2/3 necesarios en los tribunales ante cualquier juicio ordinario, pero Danton, que acababa de regresar de Bélgica se negó a ello, afirmando que bastaba la simple mayoría, es decir, la mitad más uno de los miembros de la Cámara . Lanjuinais provocó un nuevo tumulto, solicitando que después de haber atentado a tantas formas de justicia durante el proceso, se observase por lo menos la exigencia formal de los 2/3 que se exigen en cualquier procedimiento vulgar. “Votamos – exclamó – bajo los puñales y los cañones de los extremistas” en alusión a las masas jacobinas que se encontraban en las tribunas de la Convención. La votación comenzó a las siete y media de la tarde y se prolongó toda la noche, hasta las siete de la tarde del 17, ya que la Convención previendo que faltaría tiempo se había declarado en sesión permanente en la mañana de 16. Unos votan por la pena de muerte, otros por la prisión y el destierro cuando termine la guerra; algunos votan la pena de muerte con una restricción: que se difiera la ejecución. Mailhe es el autor de esta restricción que, en la práctica, podría salvar la vida a Luís XVI, ya que lo importante, en aquellos tristes, injustos y dramáticos momentos, era ganar tiempo. Los miembros del partido jacobino situados en las tribunas ejercían una fuerte presión: cuando un diputado subía la escalera que conducía a la mesa, reinaba un silencio sepulcral para poder oírle, pero inmediatamente después de haber emitido el voto, se oían grandes manifestaciones de aprobación o desaprobación. Voto que no fuera el de la pena de muerte, se acogía con murmullos de protestas, que a veces iban acompañados de gestos amenazadores, insultos y amenazas. Este espectáculo, amenazador y sombrío, hizo cambiar no pocas decisiones. Lecointre, cuya posición era bien conocida y defendía el destierro, no pudo soportar la presión y votó de forma inesperada por la muerte. Vergniaud, que había declarado que nunca votaría por la muerte del Rey, lo hace, aunque adhiriéndose a la enmienda Mailhe. Durante la noche, el bochorno continúa. Uno de los diputados enfermos, Duchastel, del departamento de Deux Sévres, se presentó para emitir el voto. Los jacobinos se opusieron pues creían que era un intento realista por salvar a Luís XVI y pretenden interrogarle antes de permitirle el derecho a voto; el presidente de la Convención rechaza tal medida y le concede el voto. Duchastel vota por el destierro. Esa misma noche el ministro de Estado pidió la palabra para comunicar una nota del embajador español, el caballero de Ocariz, en la que ofrecía la neutralidad española y su mediación ante el resto de las potencias si Luís XVI conserva la vida. Danton exige en esos mismos momentos que se declare la guerra a España.
Así se pasó la antidemocrática, injusta y revolucionaria noche del 16 al 17 de enero de 1793... como se ve, aquello fue de todo, menos un proceso judicial.
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Continuamos con este trágico y desagradable asunto que entra en su recta final:
Al amanecer del 17 aparecen los abogados del Rey para hacer un comunicado a la Asamblea, pero Robespierre, pidió el orden del día y se opuso a ese nuevo intento de los realistas por ganar tiempo. Finalmente a las siete de la tarde del jueves 17 de diciembre, el presidente de la Convención, Vergniaud, proclamó el resultado del escrutinio: la Convención tenía, como hemos dicho, 749 diputados, de ellos 15 estaban en comisión (los días 16 y 17), 8 enfermos, 5 se habían abstenido de votar, lo que reducía los votos a 721, lo que dejaba la mayoría absoluta en 361 votos: 282 votaron por el destierro, 2 por la prisión, 46 por la pena de muerte diferida hasta la firma de la paz, 26 por la pena de muerte pero pidiendo como Mailhe que se examinara si sería conveniente que se aplazara la ejecución, 4 anularon sus votos y 361 votaron por la pena de muerte sin condiciones, entre ellos el primo del rey, el duque de Orleáns. En medio de un enorme silencio, el presidente declaró en nombre de la Convención que “la pena pronunciada contra Luís Capeto era la de muerte”. Malesherbes llevó a cabo un último intento tras la votación y apeló la sentencia de muerte, que la Convención rechazó. Cuestionó entonces el sistema de contabilidad de votos, y el 18 se invirtió toda la sesión en comprobar el recuento de votos, que resulta ser exacta; el 19, finalmente se empleó en la cuestión de la demora; es decir una vez condenado a muerte, si la pena se cumpliría de inmediato o si, por el contrario, se demoraría la ejecución, lo que en la práctica equivalía a salvarle la vida al Rey. Para cortar todo tipo de discusiones estériles, la Asamblea decidió que se votaría exclusivamente sí o no sin que nadie se excusara. Finalmente, a las tres de la madrugada del domingo 20 de enero, terminaba la votación nominal y el presidente declaró por una mayoría de 380 votos por 310 que no se diferiría la ejecución de Luís Capeto.
Hay que señalar, que al Rey se le condenó a muerte sólo con la mitad más 1, algo que no hubiera valido con un vulgar asesino, se impuso ad hoc para el Rey Cristianísimo
Saludos
Al amanecer del 17 aparecen los abogados del Rey para hacer un comunicado a la Asamblea, pero Robespierre, pidió el orden del día y se opuso a ese nuevo intento de los realistas por ganar tiempo. Finalmente a las siete de la tarde del jueves 17 de diciembre, el presidente de la Convención, Vergniaud, proclamó el resultado del escrutinio: la Convención tenía, como hemos dicho, 749 diputados, de ellos 15 estaban en comisión (los días 16 y 17), 8 enfermos, 5 se habían abstenido de votar, lo que reducía los votos a 721, lo que dejaba la mayoría absoluta en 361 votos: 282 votaron por el destierro, 2 por la prisión, 46 por la pena de muerte diferida hasta la firma de la paz, 26 por la pena de muerte pero pidiendo como Mailhe que se examinara si sería conveniente que se aplazara la ejecución, 4 anularon sus votos y 361 votaron por la pena de muerte sin condiciones, entre ellos el primo del rey, el duque de Orleáns. En medio de un enorme silencio, el presidente declaró en nombre de la Convención que “la pena pronunciada contra Luís Capeto era la de muerte”. Malesherbes llevó a cabo un último intento tras la votación y apeló la sentencia de muerte, que la Convención rechazó. Cuestionó entonces el sistema de contabilidad de votos, y el 18 se invirtió toda la sesión en comprobar el recuento de votos, que resulta ser exacta; el 19, finalmente se empleó en la cuestión de la demora; es decir una vez condenado a muerte, si la pena se cumpliría de inmediato o si, por el contrario, se demoraría la ejecución, lo que en la práctica equivalía a salvarle la vida al Rey. Para cortar todo tipo de discusiones estériles, la Asamblea decidió que se votaría exclusivamente sí o no sin que nadie se excusara. Finalmente, a las tres de la madrugada del domingo 20 de enero, terminaba la votación nominal y el presidente declaró por una mayoría de 380 votos por 310 que no se diferiría la ejecución de Luís Capeto.
Hay que señalar, que al Rey se le condenó a muerte sólo con la mitad más 1, algo que no hubiera valido con un vulgar asesino, se impuso ad hoc para el Rey Cristianísimo
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Condenado estoy a muerte, y yo me río no me abandone la suerte... me temo que al ciudadano Capeto la suerte le abandonó...
La ejecución de Luís XVI
Desde ese momento el rey quedaba condenado; ninguna demora podía diferir ya el momento de la ejecución de la sentencia. El miembro de la Convención por el departamento de Sena y Oise, Armand Kersaint, de los fuldenses, presentó la dimisión el 21 por no poder soportar la vergüenza de sentarse al lado de asesinos. Toda la derecha, tanto la monárquica como la republicana, quedó anonadada, así por la injusta crueldad de la sentencia como por el ascendiente de la Montaña.
Unas horas antes, a las dos de la tarde del 20 de enero, una representación del Consejo ejecutivo de la Convención informa a Luís XVI de su condena a muerte y de su ejecución en el plazo de veinticuatro horas. El rey envió una carta solicitando una demora de tres días, la dirección de un sacerdote y el permiso para que su familia se retirase de Francia a su muerte; cuando se marchaba a su celda pidió el almuerzo, que fue como el ordinario, aunque le habían retirado los cuchillos y, a pesar de las protestas del monarca, se negaron a dárselo. La respuesta a su solicitud llegó por la tarde: la Convención se negaba a permitir una demora de tres días, pero aceptaba sus otras dos demandas. Poco después llegó el sacerdote, con el que estuvo departiendo hasta las ocho de la tarde en que salió de su celda para reunirse con su familia por última vez. Ésta llegó a las ocho y media y la reunión se celebró en el comedor, vigilada por los municipales en todo momento. El Rey se encontró con su esposa, el Delfín, Doña Isabel y la princesa real María Teresa Carlota, futura duquesa de Angulema. La reunión fue de una intensa emoción, con escenas desgarradoras de despedidas finales. A las diez de la noche se marcharon y el rey quedó un momento abatido, hasta que volvió a serenarse. El sacerdote que lo asistía, llamado Edgeworth, abad irlandés y confesor de Doña Isabel, la hermana del Rey, se ofreció para celebrar la misa que Luís no había oído desde hacía mucho tiempo. Después de muchos obstáculos, el Municipio accedió a la petición y se trajo de una iglesia cercana, los ornamentos necesarios para la celebración de la misa. A media noche el rey se acostó, recomendando a su fiel criado Cléry que le despertara antes de las cinco de la mañana.
Sin embargo, antes de que el buen rey salpicara con su sangre las calles de Francia... un regicida iba a pagar con la vida... sería el primero pero no el último...
Saludos
La ejecución de Luís XVI
Desde ese momento el rey quedaba condenado; ninguna demora podía diferir ya el momento de la ejecución de la sentencia. El miembro de la Convención por el departamento de Sena y Oise, Armand Kersaint, de los fuldenses, presentó la dimisión el 21 por no poder soportar la vergüenza de sentarse al lado de asesinos. Toda la derecha, tanto la monárquica como la republicana, quedó anonadada, así por la injusta crueldad de la sentencia como por el ascendiente de la Montaña.
Unas horas antes, a las dos de la tarde del 20 de enero, una representación del Consejo ejecutivo de la Convención informa a Luís XVI de su condena a muerte y de su ejecución en el plazo de veinticuatro horas. El rey envió una carta solicitando una demora de tres días, la dirección de un sacerdote y el permiso para que su familia se retirase de Francia a su muerte; cuando se marchaba a su celda pidió el almuerzo, que fue como el ordinario, aunque le habían retirado los cuchillos y, a pesar de las protestas del monarca, se negaron a dárselo. La respuesta a su solicitud llegó por la tarde: la Convención se negaba a permitir una demora de tres días, pero aceptaba sus otras dos demandas. Poco después llegó el sacerdote, con el que estuvo departiendo hasta las ocho de la tarde en que salió de su celda para reunirse con su familia por última vez. Ésta llegó a las ocho y media y la reunión se celebró en el comedor, vigilada por los municipales en todo momento. El Rey se encontró con su esposa, el Delfín, Doña Isabel y la princesa real María Teresa Carlota, futura duquesa de Angulema. La reunión fue de una intensa emoción, con escenas desgarradoras de despedidas finales. A las diez de la noche se marcharon y el rey quedó un momento abatido, hasta que volvió a serenarse. El sacerdote que lo asistía, llamado Edgeworth, abad irlandés y confesor de Doña Isabel, la hermana del Rey, se ofreció para celebrar la misa que Luís no había oído desde hacía mucho tiempo. Después de muchos obstáculos, el Municipio accedió a la petición y se trajo de una iglesia cercana, los ornamentos necesarios para la celebración de la misa. A media noche el rey se acostó, recomendando a su fiel criado Cléry que le despertara antes de las cinco de la mañana.
Sin embargo, antes de que el buen rey salpicara con su sangre las calles de Francia... un regicida iba a pagar con la vida... sería el primero pero no el último...
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Antes de que caiga el telón definitivo para el Rey de Francia, cayó para un regicida:
Asesinato de Lepelletier: Mientras estas trágicas escenas sucedían en el Temple, en París ocurría un hecho terrible. Un antiguo miembro de la Guardia de Corps, de nombre Philippe Nicolas Marie de Pâris, ardiente realista, estaba resuelto a vengar la muerte del rey en uno de sus jueces. Se decidió por Louis Michel Lepelletier des Forts, marqués de Saint Fargeau, antiguo representante de la Nobleza en la Constituyente, ahora miembro de la Montaña, que había votado por la pena de muerte, como tantos otros de su mismo rango, para hacerse olvidar su nacimiento y su enorme fortuna personal. Grande fue la indignación que con ello causó en los realistas, que lo consideraron un traidor a su clase y a sus antiguos amigos. A las ocho y media de la tarde del 20 de enero, unas personas desconocidas (con toda seguridad monárquicos resentidos) se lo enseñaron al guardia de corps. Lepelletier cenaba en un restaurante del Palais Royal. El joven, de 30 años, y vestido con una gran hopalanda, es decir un largo manto de gala, a veces con cola, que tenía enormes mangas y capucha, y se confeccionaba con tela muy lujosa, a menudo
forrada con piel o seda, se acercó a la mesa donde comía el diputado y le dijo:
- ¿Eres tú el loco Lepelletier, el que ha votado por la muerte del rey?
- Sí – respondió el diputado – pero no estoy loco. He votado según mi conciencia.
- Toma, ahí tienes tu recompensa- y el guardia de Corps le hundió un sable en el costado, destrozándole el riñón izquierdo y perforándole los intestinos.
Lepelletier cayó de la silla al suelo, agonizando, mientras que Pâris desapareció en el tumulto sin que nadie lo prendiese.
El primer Regicida moría apenas dos horas despues de que Luís XVI fuera condenado a muerte... en los siguientes 30 años muchos otros tendrán muerte violenta, en su mayoría devorados entre ellos, pero otros caeran implacables al cuchillo, al veneno, a las balas vengativas de los blancos.. y es que a un Rey apenas le queda ya unas cuantas horas de vida
Saludos
Asesinato de Lepelletier: Mientras estas trágicas escenas sucedían en el Temple, en París ocurría un hecho terrible. Un antiguo miembro de la Guardia de Corps, de nombre Philippe Nicolas Marie de Pâris, ardiente realista, estaba resuelto a vengar la muerte del rey en uno de sus jueces. Se decidió por Louis Michel Lepelletier des Forts, marqués de Saint Fargeau, antiguo representante de la Nobleza en la Constituyente, ahora miembro de la Montaña, que había votado por la pena de muerte, como tantos otros de su mismo rango, para hacerse olvidar su nacimiento y su enorme fortuna personal. Grande fue la indignación que con ello causó en los realistas, que lo consideraron un traidor a su clase y a sus antiguos amigos. A las ocho y media de la tarde del 20 de enero, unas personas desconocidas (con toda seguridad monárquicos resentidos) se lo enseñaron al guardia de corps. Lepelletier cenaba en un restaurante del Palais Royal. El joven, de 30 años, y vestido con una gran hopalanda, es decir un largo manto de gala, a veces con cola, que tenía enormes mangas y capucha, y se confeccionaba con tela muy lujosa, a menudo
forrada con piel o seda, se acercó a la mesa donde comía el diputado y le dijo:
- ¿Eres tú el loco Lepelletier, el que ha votado por la muerte del rey?
- Sí – respondió el diputado – pero no estoy loco. He votado según mi conciencia.
- Toma, ahí tienes tu recompensa- y el guardia de Corps le hundió un sable en el costado, destrozándole el riñón izquierdo y perforándole los intestinos.
Lepelletier cayó de la silla al suelo, agonizando, mientras que Pâris desapareció en el tumulto sin que nadie lo prendiese.
El primer Regicida moría apenas dos horas despues de que Luís XVI fuera condenado a muerte... en los siguientes 30 años muchos otros tendrán muerte violenta, en su mayoría devorados entre ellos, pero otros caeran implacables al cuchillo, al veneno, a las balas vengativas de los blancos.. y es que a un Rey apenas le queda ya unas cuantas horas de vida
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ws
Aqualongo:Tengo que discrepar contigo en cuanto a Luis XVI,es cierto que fue una victima en general pero el tambien tubo mucha culpa en esa revolucion ya que su debilidad e indecision tuvieron mucho que ver en la aparicion de esta y ni que decir de su lujosa vida alejada de los sufrimientos del pueblo que lo alejaron de la masa francesa.
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Amigo Tornado:
cierto es que Luís XVI fue un rey débil y su debilidad en parte propagó y extendidó el radicalismo revolucionario y cierto es que vivía en Versalles "otro mundo".. pero no es cierto que
Francia, como decíamos en el primer mensaje de este post, era el segundo país más rico del mundo, tras Inglaterra, por tanto, si fuera "por hambre" la revolución hubiera ocurrido en los Balcanes, en Suecia o en Rusia, pero no en Francia, tras Inglaterra, el país más desarrollado.
La Revolución fue obra de las logias masónicas, y por cierto, el hambre aumentó con la revolución, no la disminuyó.
saludos
cierto es que Luís XVI fue un rey débil y su debilidad en parte propagó y extendidó el radicalismo revolucionario y cierto es que vivía en Versalles "otro mundo".. pero no es cierto que
lujosa vida alejada de los sufrimientos del pueblo
Francia, como decíamos en el primer mensaje de este post, era el segundo país más rico del mundo, tras Inglaterra, por tanto, si fuera "por hambre" la revolución hubiera ocurrido en los Balcanes, en Suecia o en Rusia, pero no en Francia, tras Inglaterra, el país más desarrollado.
La Revolución fue obra de las logias masónicas, y por cierto, el hambre aumentó con la revolución, no la disminuyó.
saludos
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Bueno que concluya su último acto:
En el Temple, Luís XVI se levantó a las cinco de la mañana de este lunes, 21 de enero de 1793. En su celda, tras vestirse tranquilamente, oyó la de misa del abad Edgeworth junto a Clèry. Después recibió la comunión del mismo sacerdote y esperó la hora de ser enviado al patíbulo. Pidió unas tijeras para poder cortarse el cabello y evitar esa humillante operación, pero el Ayuntamiento no se lo permitió, por desconfianza.
En la capital comenzaba a oírse los redobles de tambor. Todos los que formaban parte de las secciones armadas se dirigían a sus compañías; de creer a Thiers, quien no tenía obligación de participar en ese triste espectáculo, se quedó en su casa. Las puertas y ventanas de las casas permanecían cerradas, con las familias en su interior .
A las ocho de la mañana, Santerre con una representación del Municipio, del Departamento y del Tribunal de lo Criminal, se dirigió al Temple. Al oír Luís XVI el ruido de las puertas abriéndose, se levantó y se dispuso a salir. No quiso volver a ver a su familia para no repetir la triste escena de la víspera. Encargó al fiel Clèry que se despidiera en su nombre de su mujer, su hermana y sus hijos; le dio un mechón de cabello, un sello y algunas alhajas para que se las entregara. Después le dio un apretón de manos y las gracias sinceras por sus servicios a lo largo de tantos años. Hecho esto se dirigió a un antiguo cura, Jacques Roux, para que trasmitiera su testamento al municipio, pero el brutal ex sacerdote le contestó que él estaba allí para llevarlo al patíbulo y no para hacer encargos. Otro, más humano, se ofreció a hacerlo y el rey, dirigiéndose a Santerre, le dijo “vamos”. Entonces salió con la comitiva de la celda, pasaron un patio y se subieron a un coche, donde habían colocado oficiales gendarmes para su custodia. El rey y el sacerdote Edgeworth se sentaron en el fondo. En el trayecto, que según Roux, reinó el más profundo silencio en las calles, el rey iba leyendo los rezos de los agonizantes del breviario del sacerdote. El coche salió del Temple hasta la plaza de la Revolución y avanzaba lentamente en medio de un universal silencio, rodeado en todo el trayecto por un apretado cordón de gente armada a ambos lados de las calles por las que pasaba.
En la plaza de la Revolución se levantaba el cadalso en mitad de un gran espacio vacío y cerrado por piezas de artillería. Alrededor del patíbulo se habían situado los confederados más extremistas y exaltados y el populacho, dispuesto siempre a insultar y a ultrajar el ingenio, la virtud o la desgracia de los poderosos, efectuaba algunas manifestaciones externas de gozo y alegría por la inminente ejecución, aunque la mayoría de París prefiero quedarse en su casa, ahogando en el fondo de su alma los sentimientos que experimentaba.
A las diez y diez se detuvo el coche. Tres minutos después, Luís XVI se levantó erguido del asiento y descendió en la plaza. Se presentaron ante él tres verdugos, pero los rechazó y empezó a quitarse las vestiduras. Mas al ver que querían atarle las manos, experimentó un movimiento de indignación y parecía dispuesto a defenderse. El padre Edgeworth dirigiéndole una postrer mirada, le dijo:
- Sufrid este último insulto. Será la última prueba que os asemejará al Dios que en recompensa pronto hallaréis.
A estas palabras, la víctima, resignada y sumisa, se deja atar y conducir al patíbulo. Allí, Luís, sin que nadie lo previera, se adelanta y, dirigiéndose al pueblo, con voz firme, le dice:
- «Français, je meurs innocent; je pardonne à mes ennemis; je désire que ma mort soit...» (Franceses, muero inocente; perdono a mis enemigos y sólo pido que mi muerte…)
El Rey iba a continuar pero Santerre no se lo permitió y a una orden suya, los tambores comenzaron a redoblar y su ruido apagaron la voz del príncipe…hay quién dice que oyó como terminaba su frase con un “no caiga sobre Francia”; en medio del redoblar de los tambores, los verdugos lo cogen y lo colocan en la guillotina. En esos momentos cae la cuchilla y el padre Edgeworth le dice estas palabras:
- ¡Sube al cielo, hijo de San Luís!
Cae la cabeza del rey en la cesta y corre su sangre, son las diez y dieciocho minutos de la mañana, el verdugo enseña la cabeza en todas direcciones mientras unos cuantos fanáticos mojan en la sangre picas y pañuelos que se diseminan por las calles hacia el Temple, al grito de ¡Viva la República!, ¡Viva la Nación!.
De este modo terminan 1.000 años de la historia de Francia.
Amén.
En el Temple, Luís XVI se levantó a las cinco de la mañana de este lunes, 21 de enero de 1793. En su celda, tras vestirse tranquilamente, oyó la de misa del abad Edgeworth junto a Clèry. Después recibió la comunión del mismo sacerdote y esperó la hora de ser enviado al patíbulo. Pidió unas tijeras para poder cortarse el cabello y evitar esa humillante operación, pero el Ayuntamiento no se lo permitió, por desconfianza.
En la capital comenzaba a oírse los redobles de tambor. Todos los que formaban parte de las secciones armadas se dirigían a sus compañías; de creer a Thiers, quien no tenía obligación de participar en ese triste espectáculo, se quedó en su casa. Las puertas y ventanas de las casas permanecían cerradas, con las familias en su interior .
A las ocho de la mañana, Santerre con una representación del Municipio, del Departamento y del Tribunal de lo Criminal, se dirigió al Temple. Al oír Luís XVI el ruido de las puertas abriéndose, se levantó y se dispuso a salir. No quiso volver a ver a su familia para no repetir la triste escena de la víspera. Encargó al fiel Clèry que se despidiera en su nombre de su mujer, su hermana y sus hijos; le dio un mechón de cabello, un sello y algunas alhajas para que se las entregara. Después le dio un apretón de manos y las gracias sinceras por sus servicios a lo largo de tantos años. Hecho esto se dirigió a un antiguo cura, Jacques Roux, para que trasmitiera su testamento al municipio, pero el brutal ex sacerdote le contestó que él estaba allí para llevarlo al patíbulo y no para hacer encargos. Otro, más humano, se ofreció a hacerlo y el rey, dirigiéndose a Santerre, le dijo “vamos”. Entonces salió con la comitiva de la celda, pasaron un patio y se subieron a un coche, donde habían colocado oficiales gendarmes para su custodia. El rey y el sacerdote Edgeworth se sentaron en el fondo. En el trayecto, que según Roux, reinó el más profundo silencio en las calles, el rey iba leyendo los rezos de los agonizantes del breviario del sacerdote. El coche salió del Temple hasta la plaza de la Revolución y avanzaba lentamente en medio de un universal silencio, rodeado en todo el trayecto por un apretado cordón de gente armada a ambos lados de las calles por las que pasaba.
En la plaza de la Revolución se levantaba el cadalso en mitad de un gran espacio vacío y cerrado por piezas de artillería. Alrededor del patíbulo se habían situado los confederados más extremistas y exaltados y el populacho, dispuesto siempre a insultar y a ultrajar el ingenio, la virtud o la desgracia de los poderosos, efectuaba algunas manifestaciones externas de gozo y alegría por la inminente ejecución, aunque la mayoría de París prefiero quedarse en su casa, ahogando en el fondo de su alma los sentimientos que experimentaba.
A las diez y diez se detuvo el coche. Tres minutos después, Luís XVI se levantó erguido del asiento y descendió en la plaza. Se presentaron ante él tres verdugos, pero los rechazó y empezó a quitarse las vestiduras. Mas al ver que querían atarle las manos, experimentó un movimiento de indignación y parecía dispuesto a defenderse. El padre Edgeworth dirigiéndole una postrer mirada, le dijo:
- Sufrid este último insulto. Será la última prueba que os asemejará al Dios que en recompensa pronto hallaréis.
A estas palabras, la víctima, resignada y sumisa, se deja atar y conducir al patíbulo. Allí, Luís, sin que nadie lo previera, se adelanta y, dirigiéndose al pueblo, con voz firme, le dice:
- «Français, je meurs innocent; je pardonne à mes ennemis; je désire que ma mort soit...» (Franceses, muero inocente; perdono a mis enemigos y sólo pido que mi muerte…)
El Rey iba a continuar pero Santerre no se lo permitió y a una orden suya, los tambores comenzaron a redoblar y su ruido apagaron la voz del príncipe…hay quién dice que oyó como terminaba su frase con un “no caiga sobre Francia”; en medio del redoblar de los tambores, los verdugos lo cogen y lo colocan en la guillotina. En esos momentos cae la cuchilla y el padre Edgeworth le dice estas palabras:
- ¡Sube al cielo, hijo de San Luís!
Cae la cabeza del rey en la cesta y corre su sangre, son las diez y dieciocho minutos de la mañana, el verdugo enseña la cabeza en todas direcciones mientras unos cuantos fanáticos mojan en la sangre picas y pañuelos que se diseminan por las calles hacia el Temple, al grito de ¡Viva la República!, ¡Viva la Nación!.
De este modo terminan 1.000 años de la historia de Francia.
Amén.
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La entrada en guerra de Holanda, Reino Unido, España y Portugal
En 1792 ante la eventualidad, más que posible, de un conflicto abierto entre Francia, por una parte, y Austria y Prusia, por otra, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Delessart envió a Madrid como plenipotenciario a Monsieur de Bourgoing, que contaba con amistades en la corte española, por haber residido muchos años en Madrid como secretario de embajada. Su misión consistía en asegurarse de las intenciones del Rey de España y procurar por toda clase de medios que el conde de Floridablanca, fuese sustituido de la secretaría de estado por su manifiesta hostilidad a la Francia Revolucionaria. Pero cuando llegó a la capital de España, el 25 de febrero de 1792, su predecesor en la embajada, el señor d´Urtubize le había allanado el camino, al convencer a Carlos IV en una reunión particular que la salvación de la monarquía francesa dependía del apoyo que su gobierno constitucional encontrara en las diferentes cortes europeas y, en especial, en la de España, ligada por lazos familiares tan estrechos al país vecino.
Carlos IV, bondadoso e indolente, consultó con las personalidades del reino los argumentos del embajador francés, señor d´Urtubize, entre ellas con el conde de Aranda que tachó de inepta y temeraria la política del conde de Floridablanca. Por lo que, con tal dictamen, el 28 de febrero de 1792, Carlos IV destituyó a este último y lo reemplazó en sus funciones por el Conde de Aranda, que comenzó una política de apaciguamiento (como se ve esto de apaciguar a los desalmados no es nada nuevo, no) y contemporización con los revolucionarios franceses, que pocos o nulos resultados dio, pues en abril, el rey de Francia tuvo que aceptar un gobierno girondino que declaró la guerra a Austria y Prusia y, posteriormente a Piamonte, exaltando el furor del populacho hasta el paroxismo, culminando con el golpe de estado del 10 de agosto que tiene su símbolo en el asalto a las Tullerías, la destitución del rey y el encarcelamiento en el Temple con su familia.
Parece que el apaciguamiento y la tolerancia, amén del Talante, poco resultado da en la historia, cuando el de frente ni se apacigua, ni tolera ni es talentoso...
Saludos
En 1792 ante la eventualidad, más que posible, de un conflicto abierto entre Francia, por una parte, y Austria y Prusia, por otra, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Delessart envió a Madrid como plenipotenciario a Monsieur de Bourgoing, que contaba con amistades en la corte española, por haber residido muchos años en Madrid como secretario de embajada. Su misión consistía en asegurarse de las intenciones del Rey de España y procurar por toda clase de medios que el conde de Floridablanca, fuese sustituido de la secretaría de estado por su manifiesta hostilidad a la Francia Revolucionaria. Pero cuando llegó a la capital de España, el 25 de febrero de 1792, su predecesor en la embajada, el señor d´Urtubize le había allanado el camino, al convencer a Carlos IV en una reunión particular que la salvación de la monarquía francesa dependía del apoyo que su gobierno constitucional encontrara en las diferentes cortes europeas y, en especial, en la de España, ligada por lazos familiares tan estrechos al país vecino.
Carlos IV, bondadoso e indolente, consultó con las personalidades del reino los argumentos del embajador francés, señor d´Urtubize, entre ellas con el conde de Aranda que tachó de inepta y temeraria la política del conde de Floridablanca. Por lo que, con tal dictamen, el 28 de febrero de 1792, Carlos IV destituyó a este último y lo reemplazó en sus funciones por el Conde de Aranda, que comenzó una política de apaciguamiento (como se ve esto de apaciguar a los desalmados no es nada nuevo, no) y contemporización con los revolucionarios franceses, que pocos o nulos resultados dio, pues en abril, el rey de Francia tuvo que aceptar un gobierno girondino que declaró la guerra a Austria y Prusia y, posteriormente a Piamonte, exaltando el furor del populacho hasta el paroxismo, culminando con el golpe de estado del 10 de agosto que tiene su símbolo en el asalto a las Tullerías, la destitución del rey y el encarcelamiento en el Temple con su familia.
Parece que el apaciguamiento y la tolerancia, amén del Talante, poco resultado da en la historia, cuando el de frente ni se apacigua, ni tolera ni es talentoso...
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