Revolucion Francesa y Guerras Napoleónicas 1792-1815
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Así pues, el apaciguamiento no dio buenos resultados... no los da nunca:
Bajo la impresión de tales acontecimientos, el conde de Aranda planteó ante el Consejo de Estado, el 24 de agosto, el rompimiento con Francia, señalando los pros y los contras de tal medida. Se acordó, por lo pronto, la notificación a Austria, Prusia y Cerdeña nuestra decisión de incorporarnos lo antes posible a la causa que ellos defendían. A partir de ese momento, se comenzó a realizar los aprestos militares necesarios, pues hasta entonces, la imprevisión española no había tomado más que simples medidas de policía a lo largo de la frontera. El 7 de septiembre, el conde de Aranda propuso al rey un plan de campaña consistente en atacar por ambos extremos del Pirineo, con un ataque principal en Cataluña y uno secundario por Guipúzcoa, que no se iniciarían hasta estar reunidos los elementos necesarios, disimulando los preparativos como simples maniobras. Pero al conocerse en España, el resultado de la batalla de Valmy y la retirada de austriacos y prusianos hacia el Rin y los Países Bajos, el ardor bélico del conde de Aranda se enfrió bastante y, desdiciéndose de sus compromisos con Berlín, Viena y Turín, se esforzó en concertar un tratado de neutralidad con la flamante nueva República Francesa. A cuyo fin entabló negociaciones con el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Lebrun, a través de su representante, el embajador Bourgoing.
Las condiciones exigidas por los franceses para concertar el tratado eran muy duras, exigiendo que el gobierno español reconociera a la República lo que indirectamente suponía reconocer la licitud del destronamiento de Luís XVI, así como la retirada de las tropas españolas de la frontera, sin dejar en ella más que las guarniciones ordinarias, cuya fuerza se reduciría a lo estrictamente indispensable. El conde de Aranda trató en vano de suavizar estas exigencias, alegando su buena disposición hacia la nación vecina, pero el gobierno revolucionario francés, engreído por sus victorias sobre austriacos, piamonteses y prusianos, se mantuvo inflexible. Y, en vista de ello, el rey Carlos IV consideró definitivamente fracasada la política de apaciguamiento propugnada por Aranda y lo sustituyó, el 15 de noviembre de 1792, al frente de la Secretaría de Estado por un hombre nuevo de apenas 25 años: Don Manuel Godoy.
Éste, lejos de romper con la política de Aranda, continuó sus negociaciones para concertar un pacto de neutralidad con Francia, pero subordinándolas a la salvación de Luís XVI y su familia, preocupación fundamental de los reyes de España, de cuya voluntad se constituyó Godoy en fiel intérprete y ejecutor.
Manolito se las sabía todas...
Saludos
Bajo la impresión de tales acontecimientos, el conde de Aranda planteó ante el Consejo de Estado, el 24 de agosto, el rompimiento con Francia, señalando los pros y los contras de tal medida. Se acordó, por lo pronto, la notificación a Austria, Prusia y Cerdeña nuestra decisión de incorporarnos lo antes posible a la causa que ellos defendían. A partir de ese momento, se comenzó a realizar los aprestos militares necesarios, pues hasta entonces, la imprevisión española no había tomado más que simples medidas de policía a lo largo de la frontera. El 7 de septiembre, el conde de Aranda propuso al rey un plan de campaña consistente en atacar por ambos extremos del Pirineo, con un ataque principal en Cataluña y uno secundario por Guipúzcoa, que no se iniciarían hasta estar reunidos los elementos necesarios, disimulando los preparativos como simples maniobras. Pero al conocerse en España, el resultado de la batalla de Valmy y la retirada de austriacos y prusianos hacia el Rin y los Países Bajos, el ardor bélico del conde de Aranda se enfrió bastante y, desdiciéndose de sus compromisos con Berlín, Viena y Turín, se esforzó en concertar un tratado de neutralidad con la flamante nueva República Francesa. A cuyo fin entabló negociaciones con el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Lebrun, a través de su representante, el embajador Bourgoing.
Las condiciones exigidas por los franceses para concertar el tratado eran muy duras, exigiendo que el gobierno español reconociera a la República lo que indirectamente suponía reconocer la licitud del destronamiento de Luís XVI, así como la retirada de las tropas españolas de la frontera, sin dejar en ella más que las guarniciones ordinarias, cuya fuerza se reduciría a lo estrictamente indispensable. El conde de Aranda trató en vano de suavizar estas exigencias, alegando su buena disposición hacia la nación vecina, pero el gobierno revolucionario francés, engreído por sus victorias sobre austriacos, piamonteses y prusianos, se mantuvo inflexible. Y, en vista de ello, el rey Carlos IV consideró definitivamente fracasada la política de apaciguamiento propugnada por Aranda y lo sustituyó, el 15 de noviembre de 1792, al frente de la Secretaría de Estado por un hombre nuevo de apenas 25 años: Don Manuel Godoy.
Éste, lejos de romper con la política de Aranda, continuó sus negociaciones para concertar un pacto de neutralidad con Francia, pero subordinándolas a la salvación de Luís XVI y su familia, preocupación fundamental de los reyes de España, de cuya voluntad se constituyó Godoy en fiel intérprete y ejecutor.
Manolito se las sabía todas...
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Pues así era, caballeros, así era el entrañable, con todos sus defectos, Manolito
Con este objetivo, el duque de la Alcudia, ya iniciado el proceso contra el rey francés, envió instrucciones al embajador español, señor don José Ocariz para que hiciese saber al gobierno de la República que España estaba dispuesta a firmar el tratado, reconociendo de facto el nuevo régimen de Francia y retirando las tropas de la frontera, con tal de que Luís XVI y su familia fueran puestos en libertad y autorizados a trasladarse a España, bajo promesa de abstenerse en lo sucesivo de toda actividad política; promesa de cuyo cumplimiento se hacía responsable el gobierno español.
Tal propuesta fue leída en la Convención el 28 de diciembre de 1792 y rechazada despectivamente por los diputados extremistas que la consideraron un “ejemplo más de la cobardía y corrupción de los Borbones”.
Godoy no desistió de sus propósitos y puso a disposición de Ocariz un crédito ilimitado para comprar el voto de los convencionales franceses a favor de la absolución del monarca francés o, por lo menos, de la apelación al pueblo, en caso de que la sentencia fuera condenatoria. Pero tampoco este procedimiento dio resultado, pues la mayoría de los sobornados, después de embolsarse pingües cantidades, dejaron de cumplir sus compromisos ante la presión y las amenazas de los fanáticos jacobinos. (dicho sea de paso, la corrupción del dinero, en la historia, poco tiene que hacer ante la aústera y sangrienta honestidad de los fanáticos)
Todavía, el 17 de enero de 1793, cuando se estaba escrutando los votos que habían de decidir la suerte de Luís XVI, como ya hemos visto, Ocariz entregó a la Convención un documento en el que el gobierno español se comprometía a mediar para la paz entre la República y las potencias coaligadas, a cambio de que se suspendiera la ejecución de la sentencia; pero la nota no fue leída en Asamblea y Dantón, como relatamos, propuso la inmediata declaración de guerra a España.
Así pues ni el apaciguamiento ni el dinero servían ante el extremismo revolucionario de los fanáticos... al menos en 1793..
saludos
Con este objetivo, el duque de la Alcudia, ya iniciado el proceso contra el rey francés, envió instrucciones al embajador español, señor don José Ocariz para que hiciese saber al gobierno de la República que España estaba dispuesta a firmar el tratado, reconociendo de facto el nuevo régimen de Francia y retirando las tropas de la frontera, con tal de que Luís XVI y su familia fueran puestos en libertad y autorizados a trasladarse a España, bajo promesa de abstenerse en lo sucesivo de toda actividad política; promesa de cuyo cumplimiento se hacía responsable el gobierno español.
Tal propuesta fue leída en la Convención el 28 de diciembre de 1792 y rechazada despectivamente por los diputados extremistas que la consideraron un “ejemplo más de la cobardía y corrupción de los Borbones”.
Godoy no desistió de sus propósitos y puso a disposición de Ocariz un crédito ilimitado para comprar el voto de los convencionales franceses a favor de la absolución del monarca francés o, por lo menos, de la apelación al pueblo, en caso de que la sentencia fuera condenatoria. Pero tampoco este procedimiento dio resultado, pues la mayoría de los sobornados, después de embolsarse pingües cantidades, dejaron de cumplir sus compromisos ante la presión y las amenazas de los fanáticos jacobinos. (dicho sea de paso, la corrupción del dinero, en la historia, poco tiene que hacer ante la aústera y sangrienta honestidad de los fanáticos)
Todavía, el 17 de enero de 1793, cuando se estaba escrutando los votos que habían de decidir la suerte de Luís XVI, como ya hemos visto, Ocariz entregó a la Convención un documento en el que el gobierno español se comprometía a mediar para la paz entre la República y las potencias coaligadas, a cambio de que se suspendiera la ejecución de la sentencia; pero la nota no fue leída en Asamblea y Dantón, como relatamos, propuso la inmediata declaración de guerra a España.
Así pues ni el apaciguamiento ni el dinero servían ante el extremismo revolucionario de los fanáticos... al menos en 1793..
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Nada había servido para nada, así que:
Fracasadas, pues, todas las gestiones – en las que España no se vio secundada por ninguna otra potencia – el 21 de enero de 1793 se cumplió la sentencia de muerte contra Luís XVI, en la forma en que hemos descrito anteriormente.
El suplicio del desventurado monarca causó en la corte española la mayor aflicción y provocó la indignación del pueblo español, cuya tradicional devoción a la monarquía se sintió vivamente ofendida por la muerte afrentosa inflingida a un soberano. En toda España se celebraron solemnes funerales por el alma del que ya se llamaba “rey mártir”, a los que asistieron nutrida concurrencia de todas las clases sociales, y las personas y los bienes de los súbditos franceses afincados en España hubieron de ser protegidos de las iras de la muchedumbre.
El clamor popular se manifestaba así, con rara unanimidad, a favor de la guerra contra Francia; pero Godoy, dándose perfecta cuenta de la gravedad de tal paso, procuraba refrenar las ansias de venganza que tenía la nación. Godoy lo intentó una vez más: celebró con el embajador de Francia, Bourgoing, una última entrevista, en la que le expuso las condiciones en las que España se mantendría aún neutral, pero para ello se debían cumplir dos condiciones:
- Primera: Que la familia Real encarcelada en el Temple fuera liberada y conducida a España.
- Segunda: Que el gobierno de la República cesara a propagar sus doctrinas subversivas a las demás naciones de Europa.
Bourgoing respondió que su gobierno no admitía condiciones de ninguna clase y que el tratado de neutralidad debía ser puro, simple e incondicional; que el desarme sería recíproco pero que Francia “se reservaría el derecho de mantener guarniciones suficientes en los puertos inmediatos a la raya fronteriza” por último indicó que “la guerra es infalible si España no desarma”.
Ante esta respuesta terminante y amenazadora, Godoy consideró indecoroso al honor nacional e inconveniente para la Patria aceptar el tratado que se proponía. En vista de lo cual, el sábado 23 de febrero de 1793, el embajador francés solicitó sus pasaportes y regresó a su país.
Como vemos, desde 1792, la intransigencia de los revolucionarios franceses y su nula capacidad para negociar, quizás por su sentido totalizador de la existencia, había contribuido, y no en poco grado, a la ruptura con prácticamente todas las naciones de Europa.
Saludos
Fracasadas, pues, todas las gestiones – en las que España no se vio secundada por ninguna otra potencia – el 21 de enero de 1793 se cumplió la sentencia de muerte contra Luís XVI, en la forma en que hemos descrito anteriormente.
El suplicio del desventurado monarca causó en la corte española la mayor aflicción y provocó la indignación del pueblo español, cuya tradicional devoción a la monarquía se sintió vivamente ofendida por la muerte afrentosa inflingida a un soberano. En toda España se celebraron solemnes funerales por el alma del que ya se llamaba “rey mártir”, a los que asistieron nutrida concurrencia de todas las clases sociales, y las personas y los bienes de los súbditos franceses afincados en España hubieron de ser protegidos de las iras de la muchedumbre.
El clamor popular se manifestaba así, con rara unanimidad, a favor de la guerra contra Francia; pero Godoy, dándose perfecta cuenta de la gravedad de tal paso, procuraba refrenar las ansias de venganza que tenía la nación. Godoy lo intentó una vez más: celebró con el embajador de Francia, Bourgoing, una última entrevista, en la que le expuso las condiciones en las que España se mantendría aún neutral, pero para ello se debían cumplir dos condiciones:
- Primera: Que la familia Real encarcelada en el Temple fuera liberada y conducida a España.
- Segunda: Que el gobierno de la República cesara a propagar sus doctrinas subversivas a las demás naciones de Europa.
Bourgoing respondió que su gobierno no admitía condiciones de ninguna clase y que el tratado de neutralidad debía ser puro, simple e incondicional; que el desarme sería recíproco pero que Francia “se reservaría el derecho de mantener guarniciones suficientes en los puertos inmediatos a la raya fronteriza” por último indicó que “la guerra es infalible si España no desarma”.
Ante esta respuesta terminante y amenazadora, Godoy consideró indecoroso al honor nacional e inconveniente para la Patria aceptar el tratado que se proponía. En vista de lo cual, el sábado 23 de febrero de 1793, el embajador francés solicitó sus pasaportes y regresó a su país.
Como vemos, desde 1792, la intransigencia de los revolucionarios franceses y su nula capacidad para negociar, quizás por su sentido totalizador de la existencia, había contribuido, y no en poco grado, a la ruptura con prácticamente todas las naciones de Europa.
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Tras la ruptura.
La lucha era ya inevitable. Sin embargo, el día 27, el conde de Aranda envió un memorial en que se declaraba opuesto al rompimiento con Francia, fundándose en que nuestra Nación, peleando por motivos desinteresados, no tenía nada que ganar y si mucho que perder. Mostraba el ilustrado conde incluso simpatía por los revolucionarios: “¿y sería por ventura prudente meterse a pelear contra los ardientes promotores de la libertad? No irían por cierto nuestros soldados a acometerles con el mismo fuego que si se tratase de una expedición a Tierra Santa o de la conquista de algún reino. Muchos pensarían quizás del mismo modo que los enemigos mismos a quienes iban a combatir. ¿Quién sabe si no habrá peligro de que se contagiase nuestro ejército con las doctrinas francesas? A esto se añade que el fanatismo por la libertad dará suma fuerza a los ejércitos franceses. Es grande la diferencia entre los que pelean por una opinión que los tiene preocupados, y los que van a la guerra por sólo cumplir con la obligación de su oficio…”
En consecuencia, Aranda proponía la neutralidad armada como solución; algo imposible ya que Francia exigía imperiosamente el desarme de España. Y, por otra parte, no hubo nada que discutir, porque la Convención, que ya había roto con Holanda e Inglaterra, declaró la guerra a España el jueves 7 de marzo.
saludos
La lucha era ya inevitable. Sin embargo, el día 27, el conde de Aranda envió un memorial en que se declaraba opuesto al rompimiento con Francia, fundándose en que nuestra Nación, peleando por motivos desinteresados, no tenía nada que ganar y si mucho que perder. Mostraba el ilustrado conde incluso simpatía por los revolucionarios: “¿y sería por ventura prudente meterse a pelear contra los ardientes promotores de la libertad? No irían por cierto nuestros soldados a acometerles con el mismo fuego que si se tratase de una expedición a Tierra Santa o de la conquista de algún reino. Muchos pensarían quizás del mismo modo que los enemigos mismos a quienes iban a combatir. ¿Quién sabe si no habrá peligro de que se contagiase nuestro ejército con las doctrinas francesas? A esto se añade que el fanatismo por la libertad dará suma fuerza a los ejércitos franceses. Es grande la diferencia entre los que pelean por una opinión que los tiene preocupados, y los que van a la guerra por sólo cumplir con la obligación de su oficio…”
En consecuencia, Aranda proponía la neutralidad armada como solución; algo imposible ya que Francia exigía imperiosamente el desarme de España. Y, por otra parte, no hubo nada que discutir, porque la Convención, que ya había roto con Holanda e Inglaterra, declaró la guerra a España el jueves 7 de marzo.
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Nunca hubo, en toda la historia de España, una guerra más popular que esta que comenzaba:
A la declaración de guerra del gobierno francés – precedida de actos deliberados de hostilidad contra nuestras naves de guerra y de comercio – hubo de responder Carlos IV con una contradeclaración, de 23 de marzo, en que explicaba al país sus fallidos intentos de mantener la paz y la ineludible necesidad de aceptar el reto que se nos lanzaba. En realidad, tales explicaciones eran innecesarias porque la masa general de los españoles se hallaba decidida de antemano a luchar contra la Revolución Francesa, impía y demagógica con un entusiasmo que no se veía en España desde la época de la Reconquista.
Desde mediados de febrero de 1793, en la Gaceta de Madrid se habían comenzado a publicar listas de mozos que se ofrecían voluntarios para la lucha y de personas de toda clase social y condición que efectuaban generosos donativos con que atender a los gastos de la misma. Como escribe un francés, el abate de Pradt, que llegaría a ser secretario de Napoleón, Arzobispo de Malinas y Embajador en Varsovia, la nación española superó a todas las de Europa en donaciones hechas por patriotismo; así la Francia, revolucionaria y atea, no había recibido por donación más que 5 millones de francos, la Inglaterra comercial e industrial, con todo su fervor, llevó su largueza hasta los 45 millones de francos en 1793, mientras que España reunió por donaciones voluntarias la cantidad de 63 millones de francos en ese mismo año, “don patriótico, en verdad, el más crecido que se encuentra en la historia de los pueblos modernos” .
Y no sólo eso, los grandes de España, encabezados por Godoy, los duques del Infantado, Arión, Medinaceli, Osuna, Frías y Uceda reclutaron y equiparon unidades a su costa, destinadas a reforzar a los cuerpos activos del ejército.
Si hubo, pues, entonces, una nación capaz de emular el fanatismo revolucionario de los franceses con un fanatismo de signo contrario, esa fue España, dispuesta también a un levantamiento en masa en defensa de sus ideales monárquicos y religiosos.
Saludos
A la declaración de guerra del gobierno francés – precedida de actos deliberados de hostilidad contra nuestras naves de guerra y de comercio – hubo de responder Carlos IV con una contradeclaración, de 23 de marzo, en que explicaba al país sus fallidos intentos de mantener la paz y la ineludible necesidad de aceptar el reto que se nos lanzaba. En realidad, tales explicaciones eran innecesarias porque la masa general de los españoles se hallaba decidida de antemano a luchar contra la Revolución Francesa, impía y demagógica con un entusiasmo que no se veía en España desde la época de la Reconquista.
Desde mediados de febrero de 1793, en la Gaceta de Madrid se habían comenzado a publicar listas de mozos que se ofrecían voluntarios para la lucha y de personas de toda clase social y condición que efectuaban generosos donativos con que atender a los gastos de la misma. Como escribe un francés, el abate de Pradt, que llegaría a ser secretario de Napoleón, Arzobispo de Malinas y Embajador en Varsovia, la nación española superó a todas las de Europa en donaciones hechas por patriotismo; así la Francia, revolucionaria y atea, no había recibido por donación más que 5 millones de francos, la Inglaterra comercial e industrial, con todo su fervor, llevó su largueza hasta los 45 millones de francos en 1793, mientras que España reunió por donaciones voluntarias la cantidad de 63 millones de francos en ese mismo año, “don patriótico, en verdad, el más crecido que se encuentra en la historia de los pueblos modernos” .
Y no sólo eso, los grandes de España, encabezados por Godoy, los duques del Infantado, Arión, Medinaceli, Osuna, Frías y Uceda reclutaron y equiparon unidades a su costa, destinadas a reforzar a los cuerpos activos del ejército.
Si hubo, pues, entonces, una nación capaz de emular el fanatismo revolucionario de los franceses con un fanatismo de signo contrario, esa fue España, dispuesta también a un levantamiento en masa en defensa de sus ideales monárquicos y religiosos.
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No lejos de España...
El jueves 24 de enero de 1793, el gobierno inglés notificó al embajador francés en Londres, señor de Chauvelin, que siendo el representante de un país que había cometido regicidio, no podía permanecer por más tiempo en Inglaterra, por lo que le notificaba la orden de expulsión del país, lo que venía a culminar un aumento de la tensión entre ambas potencias, que se había iniciado, en su crisis final, hacía unas semanas: el miércoles 2 de enero, el bergantín británico “Childers”, de 16 cañones, del capitán Robert Barlow, se dirigía hacia el puerto de Brest cuando una de las dos baterías que protegían la entrada a dicho puerto, abrió fuego en el momento en que el barco se encontraba a 1.400 metros de la entrada. Un proyectil pasó por encima del navío. El capitán Barlow creyendo que su barco habría sido confundido con algún buque enemigo, enarboló la bandera británica; entonces el fuerte que le había disparado izó la bandera francesa, con un banderín rojo sobre ella, a la que contestó el fuerte situado al otro lado de la entrada del puerto. Por si fuera poco, al tiempo que ocurría el incidente, la pleamar empujaba al “Childers” hacia el puerto, cerca de las dos baterías, las cuales abrieron ahora un fuego cruzado sobre el buque. Afortunadamente para el inglés, se levantó una fuerte brisa contraria a la corriente, y el capitán Barlow pudo hacer vela. El Childers, al ser de pequeño tamaño, no era un blanco fácil, por lo que únicamente fue alcanzado por un proyectil, uno de 48 libras que alcanzó un cañón, partiéndolo en tres pedazos pero que providencialmente no hirió a ningún hombre.
La negativa del Rey de Inglaterra, Jorge III, y del stadhouder holandés Guillermo V, amenazado por la propaganda que los revolucionarios franceses introducían desde Bélgica, de aceptar las propuestas que la Revolución había presentado para llegar a un entendimiento tras la muerte del rey, motivó que el viernes 1º de febrero de 1793, la Convención declarase la guerra al Reino Unido y a Holanda. Con la entrada en la guerra de Inglaterra se abría una dimensión naval y mundial al conflicto que hasta entonces no tenía, como ya veremos.
Saludos
El jueves 24 de enero de 1793, el gobierno inglés notificó al embajador francés en Londres, señor de Chauvelin, que siendo el representante de un país que había cometido regicidio, no podía permanecer por más tiempo en Inglaterra, por lo que le notificaba la orden de expulsión del país, lo que venía a culminar un aumento de la tensión entre ambas potencias, que se había iniciado, en su crisis final, hacía unas semanas: el miércoles 2 de enero, el bergantín británico “Childers”, de 16 cañones, del capitán Robert Barlow, se dirigía hacia el puerto de Brest cuando una de las dos baterías que protegían la entrada a dicho puerto, abrió fuego en el momento en que el barco se encontraba a 1.400 metros de la entrada. Un proyectil pasó por encima del navío. El capitán Barlow creyendo que su barco habría sido confundido con algún buque enemigo, enarboló la bandera británica; entonces el fuerte que le había disparado izó la bandera francesa, con un banderín rojo sobre ella, a la que contestó el fuerte situado al otro lado de la entrada del puerto. Por si fuera poco, al tiempo que ocurría el incidente, la pleamar empujaba al “Childers” hacia el puerto, cerca de las dos baterías, las cuales abrieron ahora un fuego cruzado sobre el buque. Afortunadamente para el inglés, se levantó una fuerte brisa contraria a la corriente, y el capitán Barlow pudo hacer vela. El Childers, al ser de pequeño tamaño, no era un blanco fácil, por lo que únicamente fue alcanzado por un proyectil, uno de 48 libras que alcanzó un cañón, partiéndolo en tres pedazos pero que providencialmente no hirió a ningún hombre.
La negativa del Rey de Inglaterra, Jorge III, y del stadhouder holandés Guillermo V, amenazado por la propaganda que los revolucionarios franceses introducían desde Bélgica, de aceptar las propuestas que la Revolución había presentado para llegar a un entendimiento tras la muerte del rey, motivó que el viernes 1º de febrero de 1793, la Convención declarase la guerra al Reino Unido y a Holanda. Con la entrada en la guerra de Inglaterra se abría una dimensión naval y mundial al conflicto que hasta entonces no tenía, como ya veremos.
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Con la entrada en la guerra y en la coalición de España e Inglaterra, la hasta entonces neutralidad portuguesa, no podía mantenerse por más tiempo. También hasta esos momentos en Portugal había habido un equilibrio entre los que pretendían una política de mano dura con la Revolución Francesa, representada en Luís Pinto de Sousa, ministro de Asuntos Exteriores, y la que buscaba el apaciguamiento y la contemporización con los revolucionarios franceses, representada por el duque de Lafões, y que se asemejaba a la adoptada en España por el conde de Aranda o en Inglaterra por el partido Whig. No obstante, el 15 de julio de 1793, Portugal firmó un convenio con España para enviar una fuerza expedicionaria al Pirineo, de la que más adelante se tratará en profundidad y el 26 de septiembre firmó el tratado de alianza con Inglaterra y entró oficialmente en la coalición contra Francia, aunque, oficialmente, no le declaró la guerra, por lo que, desde un punto de vista teórico, Portugal era un país neutral.
Así fue, Portugal estableció una moda (muy extendida hoy en día) de luchar en una guerra sin declarar la guerra
Saludos
Así fue, Portugal estableció una moda (muy extendida hoy en día) de luchar en una guerra sin declarar la guerra
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EL ESTADO DE LOS EJÉRCITOS Y LAS ARMADAS EN 1793
Al comenzar el año, la guerra se extiende y nuevos países, Inglaterra, España, Portugal y Holanda entran en el conflicto, modificándolo tanto en un aspecto cuantitativo como cualitativo, pues será a partir de ahora, cuando el factor naval cobre importancia.
AUSTRIA: El Königlich Armee contaba en 1792 con 120.000 hombres, y a lo largo del año tuvo poco más de 22.000 bajas, por lo que en 1793, Austria, con las levas, logró mantener el mismo número de soldados que tuvo el año anterior, y, al igual que entonces, su mayor parte continuó dentro de su territorio, en el centro y este de Europa.
Contaba con un total de 57 regimientos de línea y 2 de guarnición:
Unidad Composición
Regimiento de Infantería “Kaiser Franz II” Nr 1. Moravos
Regimiento de Infantería “Erzherzog Ferdinand” Nr 2. Húngaros
Regimiento de Infantería “Erzherzog Karl” Nr 3. Baja Austria
Regimiento de Infantería “Deutschmeister” Nr 4. Baja Austria
Regimiento de Guarnición Nr 1
Regimiento de Guarnición Nr 2
Regimiento de Infantería “Freiherr von Schroder” Nr 7 Moravos
Regimiento de Infantería “Freiherr von Huff” Nr.8 Moravos
Regimiento de Infantería “Graf Clerfayt” Nr.9 Valones
Regimiento de Infantería “Freiherr von Keuhll” Nr. 10 Bohemios
Regimiento de Infantería “Michael, Graf Wallis” Nr 11 Bohemios
Regimiento de Infantería “Marchese Manfredini” Nr 12 Moravos
continuará...
Al comenzar el año, la guerra se extiende y nuevos países, Inglaterra, España, Portugal y Holanda entran en el conflicto, modificándolo tanto en un aspecto cuantitativo como cualitativo, pues será a partir de ahora, cuando el factor naval cobre importancia.
AUSTRIA: El Königlich Armee contaba en 1792 con 120.000 hombres, y a lo largo del año tuvo poco más de 22.000 bajas, por lo que en 1793, Austria, con las levas, logró mantener el mismo número de soldados que tuvo el año anterior, y, al igual que entonces, su mayor parte continuó dentro de su territorio, en el centro y este de Europa.
Contaba con un total de 57 regimientos de línea y 2 de guarnición:
Unidad Composición
Regimiento de Infantería “Kaiser Franz II” Nr 1. Moravos
Regimiento de Infantería “Erzherzog Ferdinand” Nr 2. Húngaros
Regimiento de Infantería “Erzherzog Karl” Nr 3. Baja Austria
Regimiento de Infantería “Deutschmeister” Nr 4. Baja Austria
Regimiento de Guarnición Nr 1
Regimiento de Guarnición Nr 2
Regimiento de Infantería “Freiherr von Schroder” Nr 7 Moravos
Regimiento de Infantería “Freiherr von Huff” Nr.8 Moravos
Regimiento de Infantería “Graf Clerfayt” Nr.9 Valones
Regimiento de Infantería “Freiherr von Keuhll” Nr. 10 Bohemios
Regimiento de Infantería “Michael, Graf Wallis” Nr 11 Bohemios
Regimiento de Infantería “Marchese Manfredini” Nr 12 Moravos
continuará...
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Regimiento de Infantería “Freiherr Reisky” Nr 13 italianos
Regimiento de Infantería “Freiherr von Klebeck” Nr 14 Alta Austria
Regimiento de Infantería “Prinz zu Oranien” Nr 15 Bohemios
Regimiento de Infantería “Freiherr Terzi” Nr. 16 Estiria
Regimiento de Infantería “‘Furst Hohenlohe” Nr.17 bohemios
Regimiento de Infantería “Graf Stuart” Nr.18 Bohemios
Regimiento de Infantería “Freiherr Alvinczy” Nr.19 Húngaros
Regimiento de Infantería “Graf Kaunitz-Rietberg” Nr.20 Silesios
Regimiento de Infantería “Gemmingen” Nr. 21 Bohemios
Regimiento de Infantería “Graf Lacy” Nr. 22 Moravos
Saludos
Como podemos ver en el "ejército austriaco" había de todo, hasta "austriacos"
Regimiento de Infantería “Freiherr von Klebeck” Nr 14 Alta Austria
Regimiento de Infantería “Prinz zu Oranien” Nr 15 Bohemios
Regimiento de Infantería “Freiherr Terzi” Nr. 16 Estiria
Regimiento de Infantería “‘Furst Hohenlohe” Nr.17 bohemios
Regimiento de Infantería “Graf Stuart” Nr.18 Bohemios
Regimiento de Infantería “Freiherr Alvinczy” Nr.19 Húngaros
Regimiento de Infantería “Graf Kaunitz-Rietberg” Nr.20 Silesios
Regimiento de Infantería “Gemmingen” Nr. 21 Bohemios
Regimiento de Infantería “Graf Lacy” Nr. 22 Moravos
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Como podemos ver en el "ejército austriaco" había de todo, hasta "austriacos"
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Regimiento de Infantería “Gran duque Fernando III de Toscana” Nr. 23 (italianos)
Regimiento de Infantería “Freiherr von Preiss” Nr. 24 (polacos)
Regimiento de Infantería “Graf Brechainville” Nr. 25 (bohemios)
Regimiento de Infantería “Schroder” Nr. 26 (Carintia)
Regimiento de Infantería “Graf Strassoldo” Nr. 27 (Estiria)
Regimiento de Infantería “Graf Wartensleben” Nr. 28 (bohemios)
Regimiento de Infantería “Graf Wallis Oliver” Nr. 29 (Moravos)
Regimiento de Infantería “Furst de Ligne” Nr. 30 (Valones)
Regimiento de Infantería “Beaulieu” Nr. 31 (Transilvanos)
Regimiento de Infantería “Graf Gyulai Samuel’ Nr.32 (Húngaros)
Saludos
Regimiento de Infantería “Freiherr von Preiss” Nr. 24 (polacos)
Regimiento de Infantería “Graf Brechainville” Nr. 25 (bohemios)
Regimiento de Infantería “Schroder” Nr. 26 (Carintia)
Regimiento de Infantería “Graf Strassoldo” Nr. 27 (Estiria)
Regimiento de Infantería “Graf Wartensleben” Nr. 28 (bohemios)
Regimiento de Infantería “Graf Wallis Oliver” Nr. 29 (Moravos)
Regimiento de Infantería “Furst de Ligne” Nr. 30 (Valones)
Regimiento de Infantería “Beaulieu” Nr. 31 (Transilvanos)
Regimiento de Infantería “Graf Gyulai Samuel’ Nr.32 (Húngaros)
Saludos
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Regimiento de Infantería “Graf Sztaray” Nr. 33 (húngaros)
Regimiento de Infantería “Furst Esteráis Antal” Nr.34 (Húngaros)
Regimiento de Infantería “Freiherr von Wenkheim” Nr.35 (bohemios)
Regimiento de Infantería “Furst zu Furstenberg” Nr. 36 (bohemios)
Regimiento de Infantería “Freiherr de Vins” Nr. 37 (Húngaros)
Regimiento de Infantería “‘Herzog von Wurttemberg” 38 (Italianos)
Regimiento de Infantería “‘Graf Nadasdy” Nr. 39 (húngaros)
Regimiento de Infantería “Graf Mittrowski” Nr.40 (moravos)
Regimiento de Infantería “Freiherr von Bender” Nr. 41 (Polacos)
Regimiento de Infantería “Graf Matheson” Nr. 42 (bohemios)
Regimiento de Infantería “Graf Thurn” Nr. 43 (italianos)
El regimiento Nº 42, Graf Matheson pasó a denominarse Graf Esbach-Schonberg en marzo de 1793.
Saludos
Regimiento de Infantería “Furst Esteráis Antal” Nr.34 (Húngaros)
Regimiento de Infantería “Freiherr von Wenkheim” Nr.35 (bohemios)
Regimiento de Infantería “Furst zu Furstenberg” Nr. 36 (bohemios)
Regimiento de Infantería “Freiherr de Vins” Nr. 37 (Húngaros)
Regimiento de Infantería “‘Herzog von Wurttemberg” 38 (Italianos)
Regimiento de Infantería “‘Graf Nadasdy” Nr. 39 (húngaros)
Regimiento de Infantería “Graf Mittrowski” Nr.40 (moravos)
Regimiento de Infantería “Freiherr von Bender” Nr. 41 (Polacos)
Regimiento de Infantería “Graf Matheson” Nr. 42 (bohemios)
Regimiento de Infantería “Graf Thurn” Nr. 43 (italianos)
El regimiento Nº 42, Graf Matheson pasó a denominarse Graf Esbach-Schonberg en marzo de 1793.
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Regimiento de Infantería “Belgiojoso” Nr. 44 Polacos
Regimiento de Infantería “Freiherr von Lattermann” 45 Estiria
Regimiento de Infantería “Freiherr von Neugebauer’ 46 Polacos
Regimiento de Infantería “Graf Kinsky” Nr. 47 Bohemios
Regimiento de Infantería “Freiherr von Schmidtfeld” 48 Italianos
Regimiento de Infantería “Graf Pellegrini” Nr. 49 Baja Austria
Regimiento de Infantería “Graf Stain” Nr. 50 Alta Austria
Regimiento de Infantería “Freiherr Splenyi” Nr. 51 Húngaros
Regimiento de Infantería “Erzherzog Anton” Nr. 52 Húngaros
saludos
Regimiento de Infantería “Freiherr von Lattermann” 45 Estiria
Regimiento de Infantería “Freiherr von Neugebauer’ 46 Polacos
Regimiento de Infantería “Graf Kinsky” Nr. 47 Bohemios
Regimiento de Infantería “Freiherr von Schmidtfeld” 48 Italianos
Regimiento de Infantería “Graf Pellegrini” Nr. 49 Baja Austria
Regimiento de Infantería “Graf Stain” Nr. 50 Alta Austria
Regimiento de Infantería “Freiherr Splenyi” Nr. 51 Húngaros
Regimiento de Infantería “Erzherzog Anton” Nr. 52 Húngaros
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