Y al final la guerra
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NOTA DE PRENSA:
Y al final, la guerra
La aventura de las tropas españolas en Irak
Luis Miguel Francisco y Lorenzo Silva
Martes, 10 de octubre, 12.00 horas
Círculo de Bellas Artes (Alcalá, 42)
Intervendrá: José Bono, ex ministro de Defensa
Nayaf, Irak, 4 de abril de 2004, 12 horas. La Base «Al Ándalus» es atacada por el ejército del Mahdi. Más de dos centenares de soldados españoles, pertenecientes en su mayoría a la División Mecanizada, se encuentran en pocos segundos en el fragor de un encarnizado combate. Aquel día supondrá la explosión de un conflicto gestado por unos invasores que desmantelaron un país sin acertar a prever cómo reconstruirlo, y en el que los militares españoles se vieron envueltos sin que en España se supiera cómo ni muchos entendieran por qué.
A partir de ese día, los españoles, que sufren continuos ataques y son objeto de innumerables emboscadas, han de usar una y otra vez las armas para defender sus vidas contra una insurgencia fanatizada y suicida que llega a enviarles niños armados con lanzagranadas para atacarlos. Y al final, la guerra es el emocionante relato del quehacer de las tropas españolas en tierras de Irak, de lo que vivieron mientras duró la misión. Es una historia de guerra en la supuesta paz iraquí.
Luis Miguel Francisco y Lorenzo Silva han logrado, a partir de testimonios y documentos inéditos, encajar las piezas y reconstruir de manera exhaustiva una historia cruda y despiadada, tan repleta de fuego, coraje y muerte como desconocida y silenciada. Con un estilo trepidante, han logrado hacer ver la verdad de la guerra a través de una prosa que está destinada a convertirse en uno de los clásicos sobre investigaciones militares. Un texto sin precedentes en nuestro país.
LOS AUTORES
LUIS MIGUEL FRANCISCO (Madrid, 1973), ingresó en el Ejército como voluntario a los diecisiete años. Es militar de carrera del arma de caballería, perteneciente a la XXI promoción de la Academia General Básica de Suboficiales. Ha estado destacado en cuatro ocasiones en Bosnia Herzegovina, la primera de ellas en plena guerra en 1993 -cuando tan sólo tenía veinte años-, y las otras en 1998, 1999 y 2000, siempre como miembro de unidades de la fuerza. Es autor de Annual 1921, crónica de un desastre (2005). Asiduo colaborador y articulista de varias revistas técnicas y de Historia Militar, entre las que destaca la Revista Española de Historia Militar e Historia de Iberia Vieja. Ha publicado también numerosos relatos. Fue finalista en 2003 del concurso de relatos breves de la UNED.
LORENZO SILVA (Madrid, 1966) estudió Derecho en la Universidad Complutense y trabajó como abogado de 1992 a 2002. Autor de una variada obra, entre sus libros cabe destacar: La flaqueza del bolchevique (Finalista del Premio Nadal 1997), El lejano país de los estanques (Premio Ojo Crítico 1998), El ángel oculto, El alquimista impaciente (Premio Nadal 2000), Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos, El nombre de los nuestros (Finalista del Premio Ciudad de Cartagena de Novela Histórica 2002), La niebla y la doncella, Laura y el corazón de las cosas (ilustrado por Jordi Sábat, Premio Destino Infantil-Apel.les Mestres 2002-2003), Carta blanca (Premio Primavera, 2004) y Líneas de sombra. Historias de criminales y policías. Muchos de sus títulos han sido traducidos al ruso, francés, alemán, italiano, portugués y catalán. Además es autor de En tierra extraña, en tierra propia, editado por La Esfera de los Libros. Como guionista ha adaptado, junto a Manuel Martín Cuenca, La flaqueza del bolchevique, por la que fueron nominados al Goya. En la actualidad colabora con regularidad en El Semanal y El Mundo, y esporádicamente en medios como ABC, El Correo o El País. También imparte un taller de narrativa para jóvenes en el Centro de Poesía José Hierro de Getafe.
FICHA TÉCNICA
Colección: Actualidad
Páginas: 508
Precio: 28 euros
Fecha de publicación: 10 de octubre de 2006
En el ejercito hay dos formas de hacer las cosas, bien o como siempre.
- urquhart
- General de Ejército
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Buenas Tardes amigos:
intenté pinchra la dirección ofrecida por panzer-vec, la web de El Mundo me dijo que estaba equivocada, usé el buscador de el mismo diario y encontré el siguiente post del foro de uno de los autores:
GUERRA / LA «AVENTURA» DE IRAK
«LEVANTÉ LA PISTOLA, FUI HACIA ÉL Y LE VACIÉ EL CARGADOR»
Fotos y testimonios inéditos de militares españoles que combatieron en Irak. Tras 100 entrevistas, Lorenzo Silva, coautor de un nuevo libro, demuestra cómo se nos ocultó que España participó en una guerra total
LORENZO SILVA
«No, no estuvimos en la guerra de Afganistán ni en la de Irak porque no tuvimos fuerzas combatientes en ninguna de las dos». Con esta contundencia se expresa el ex ministro de Defensa Federico Trillo en el prólogo de su libro Memoria de entreguerras. Y en el texto refiere, como único episodio relevante de crisis vivido por los militares desplegados en Irak, el ataque a la base de Nayaf el 4 de abril de 2004, presentándolo como una iniciativa espontánea del líder chií Muqtada Al Sadr, jefe del autodenominado Ejército del Mahdi, y añadiendo que en un par de días «la situación volvió a la normalidad». He aquí, en palabras de uno de sus responsables, la versión oficial de la intervención española que aún hoy mantiene el PP.
Pero la realidad fue muy otra. Los soldados españoles combatieron, y vaya si combatieron, a lo largo de su larga y peligrosa misión en las tierras de la antigua Babilonia. Lo hicieron antes, durante y después del 4 de abril, y hasta el mismísimo día de su retirada, el 21 de mayo. Es verdad que antes del 4 de abril sólo hubo acciones esporádicas, en gran medida por la esforzada política de negociación con los líderes locales que desarrollaron los responsables de la Brigada Plus Ultra. Pero desde el 4 de abril (que no fue, por cierto, un calentón de Al Sadr, sino la represalia por el secuestro de su lugarteniente Al Yacubi, ejecutado por los estadounidenses sin avisar a los españoles), los ataques fueron generalizados, y las acciones de fuego continuas. Tanto es así que la Brigada agotó sus municiones y hubo que reponerlas desde España.
Hasta ahora, con la salvedad de algún incidente reflejado parcialmente en informaciones de prensa aisladas, esta historia pertenecía sólo a la memoria de sus protagonistas. Quien esto escribe, junto a Luis Miguel Francisco, creyó que merecía la pena buscarlos, hablar con ellos y contar a todos lo que en su día se nos ocultó. No fue fácil obtener los permisos, y hubo que recorrer media España para llegar a los lugares donde estaban dispersos los veteranos de Irak. Pero después de meses de trabajo y más de 100 entrevistas, he aquí la historia completa, o casi completa. Narrada desde el punto de vista de quienes la vivieron; hombres y mujeres que después de jugarse la vida sentían la frustración de que sus compatriotas no lo supieran y apenas se les hubiera reconocido. No hay una condecoración de la misión iraquí, como la hay de todas las demás en que ha participado España. Fue un sacrificio ignorado, porque al gobierno que lo decidió no le interesaba proclamarlo y el siguiente no quiso conmemorarlo.
Asombra que sólo murieran 11 militares españoles en Irak. Ni eran muchos, ni llevaban el material más adecuado (las lecciones del avispero iraquí se aplican ahora en el Líbano, adonde nuestras tropas llevan medios ofensivos y defensivos mucho más potentes). Hubieron de suplir las carencias, la falta de claridad de las directrices políticas y la imprevisión con su esfuerzo y su coraje. Lo que les pasó no debía quedar oculto. Aquí está. Después de leerlo, que cada cual saque sus conclusiones.
«¡SATAN, NOS ESTAN DISPARANDO DESDE EL PUENTE!»
Diwaniya, 22 de abril de 2004. Una patrulla española sufre un violento ataque junto a un viaducto (luego descubrirán que bajo el puente había un arsenal del Mahdi).
El sargento Javier va en cabeza; detrás, le sigue el teniente Roberto, conocido con el sobrenombre de Satán, su indicativo de radio. Ve a una persona vestida de negro, detalle que en sí mismo no tiene por qué significar nada, puesto que el color predomina entre los atuendos de la gente de la zona. Pero su actitud es sospechosa y también hay un coche detenido bajo el viaducto. Al menos dos razones para recelar. El sargento Javier ordena a su tirador: «Verdugo, vigila al tipo de encima del puente». A continuación informa: «Satán, aquí Telémaco, hay movimientos sospechosos encima del puente». Siguen avanzando, hasta situarse en mitad de la curva del carril de incorporación. De pronto, se asoma un miliciano que estaba escondido. Tiene un lanzagranadas en la mano. Apunta. Dispara. Al instante el proyectil está pasando por encima del blindado del sargento Javier. El soldado Cano contempla el cohete, la distancia que recorre no supera los 150 metros, pero son unos segundos en los que puede apreciar perfectamente el vuelo. La reacción no se hace esperar. Localizan el punto desde donde les han hecho fuego. El sargento encara su fusil, apunta y dispara dos, tres tiros mientras se percata de cómo una segunda granada vuela hacia él. Pasa entre los dos vehículos a una considerable altura y vuelve a reventar detrás de ellos. «¡Satán, nos están disparando desde el puente, han caído dos RPG!».
Llegan refuerzos. Es el pelotón del sargento Villaverde y el cabo primero Marco. Los cuatro blindados de caballería toman posiciones con el objeto de cubrir los 360º de la zona de combate. Ya no se sabe desde dónde puede surgir la amenaza. El fuego de mortero se hace más intenso y peligrosamente preciso. Los españoles deben cambiar una y otra vez de posición para que el enemigo no los fije.
En esos momentos, entra en escena un convoy americano que se dirige a la ruta Tampa. «Al ver el carnaval que teníamos montado, se pararon antes de llegar al desvío. Cuando detectaron que nos estaban fustigando desde las casetas, raudos y veloces les tiraron con todo lo que llevaban. Y aquí paz y después gloria». Los disparos quedan momentáneamente acallados y el convoy americano sigue su camino. No se sabe si queda alguien en los alrededores del puente. Es necesario hacer un reconocimiento. El teniente Roberto ordena a Villaverde que explore la parte baja. Recuerda el sargento: «Estábamos parados, de repente nos pasaban rafagazos por delante, pero miraba y no veía nada. Pegué un par de tiros con el cañón a las columnas para ver si alguno se movía, pero allí no se movía nadie. Y el teniente me dijo que reconociera. Me metí por debajo con todas las escotillas cerradas, girando la torre para un lado y para otro, salimos por el otro lado, cruzamos la mediana y dimos media vuelta. Justo antes de meternos debajo de nuevo, dije al conductor que parara. Abrí mi escotilla, saqué el fusil y vi a un fulano en el suelo con un AK-47 en la mano al que disparé. Me habían dicho que había uno, yo vi a uno vivo, me lo cargué y me bajé del blindado. Fui hacia el fulano, pistola en mano, le quité el AK, lo tiré y justo en ese momento miré y vi a otro con un RPK apoyándolo para dispararme. Coincidieron las miradas, yo levanté la pistola y fui hacia él disparando. Le vacié el cargador».
«LO MAS PARECIDO A UNA PATADA EN LOS HUEVOS»
Nayaf, 3 de abril de 2004. EEUU arruina con una acción unilateral el trabajo de meses de la Plus Ultra. Ha ganado las elecciones el PSOE, contrario a la guerra.
3 de abril de 2004. 4.44 hora Charlie. Fuerzas de operaciones especiales norteamericanas actúan sobre Nayaf, zona de responsabilidad española. La Brigada Plus Ultra no tiene conocimiento de los hechos. La misión, realizada por unidades SEAL de la Marina de Estados Unidos, ha dado como resultado la detención del clérigo Mustafa Yaffa Al Yacubi, lugarteniente de Muqtada Al Sadr, el señor de la guerra en la zona de Nayaf. Al Yacubi es una pieza clave en el diálogo hispano-iraquí. De tendencia moderada, actúa como portavoz en las negociaciones con la brigada española.
A las siete de la madrugada del día 3, la Brigada Plus Ultra recibe las primeras noticias, pero no será hasta tres horas después cuando, desde el Cuartel General de Bagdad, el comandante norteamericano responsable del área de operaciones aportará las informaciones que ya empezaba a retransmitir la televisión.
Para el general Coll y todo su Cuartel General aquella actitud «fue lo más parecido a una patada en los huevos». Antes de la llamada americana, a primera hora de la mañana, la esposa de Al Yacubi se presenta en Base Al Andalus para solicitar la liberación de su marido, a la vez que intenta hacerle llegar comida y ropa. Afirma que los que detuvieron a su esposo lucían uniformes y banderas españolas. Poco a poco la información irá corriendo de boca en boca entre las molestas tropas españolas. Algunas de las versiones aseguran incluso que las banderas españolas se habían colocado en forma de capa, otras afirman que los SEAL hablaban en castellano. En cualquier caso, a esas horas, para todo el pueblo de Nayaf, la Plus Ultra carga con la culpa de la detención.
Los medios de comunicación se han encargado también de hacer su trabajo. La CNN es de las primeras en vincular la autoría de los hechos a las tropas españolas. La seguirán todos los medios locales y demás emisoras internacionales. Esa misma tarde, más de 500 seguidores de Al Sadr se concentran en la puerta del destacamento español para exigir la liberación del detenido. De nada sirven los esfuerzos por persuadirles, ya se han formado un veredicto. Las tropas españolas son las culpables y deben devolver en el plazo de una hora al detenido o tendrán que lamentar las consecuencias.
«¡HAN DADO A GONZALO! ¡HAN DADO A GONZALO!»
Al Hamza, 22 de enero de 2004. El comandante Gonzalo, de la Guardia Civil, cae en un enfrentamiento con una banda de malhechores. Los hechos, minuto a minuto.
A eso de las ocho, un vehículo llega a la zona que hasta hacía escasos minutos había estado cercada. Es un Opel Omega azul marino y en él viajan cuatro individuos. Uno de ellos es el hombre al que buscan, Nahi Mrej. El comandante y los policías están apostados para sorprenderlo, cuando desde la casa su mujer le avisa a gritos. El vehículo maniobra bruscamente para volver a salir a la carretera y escabullirse. Los agentes se interponen y el comandante Gonzalo, un oficial de la policía iraquí y Nasser (el intérprete, español de padre sirio) hacen varios disparos. Le han dado al coche en un lateral y en el capó, pero no pueden impedir que escape. El oficial iraquí, el teniente coronel Karim, ordena a uno de sus hombres que traiga el automóvil, una pick-up.
Comienza la persecución. Los dos coches circulan por una carretera secundaria a gran velocidad: el vehículo de policía parece incapaz de alcanzar al otro, pese a acelerar a tope y derrapar al salir de la curva. De repente, el coche de los sospechosos se cruza en el lateral izquierdo y para entre dos vehículos ya estacionados. También hay dos automóviles al otro lado de la calzada.
El coche patrulla se detiene a la altura de los perseguidos. Abren las puertas y en ese momento comienza un fuerte tiroteo. Ni los policías, ni el comandante, ni Nasser han abierto fuego. Sin embargo, se encuentran atrapados en una lluvia de plomo que les llega desde todas partes. El coche de policía resulta perforado una y otra vez por la munición enemiga. Pronto le dan a uno de los policías iraquíes que van en la caja. Nasser y el teniente coronel cubren el flanco derecho mientras el comandante Gonzalo y el policía iraquí que no está herido lo hacen a la izquierda. De pronto, el policía que apoyaba al comandante comienza a gritar: «Han dado a Gonzalo, han dado a Gonzalo». Nasser se vuelve y ve al comandante recostado en el asiento del conductor. Tiene medio cuerpo fuera del vehículo y presenta un disparo en la frente.
La visión no puede resultarle más traumática. La misión, después de eso, carece de sentido. Los disparos no han dejado de sonar y Nasser exclama dirigiéndose al oficial iraquí: «¡Hay que evacuar al comandante a Base España lo antes posible!». Además, ha observado que a pocos metros hay un colegio. Los alumnos, al escuchar el ruido de las balas, se asoman por puertas y ventanas como si estuvieran contemplando una obra de teatro, ajenos al peligro que corren. En ese instante el intérprete levanta el fusil y empieza a gritar a los atacantes que no disparen, que tienen dos heridos y que además hay un colegio próximo. Al tiempo, de una de las casas, sale un hombre de unos 50 o 60 años. Viste una túnica gris y gesticula de forma desabrida, como si estuviera discutiendo con los agresores. Poco después, los miembros de la banda de Nahi Mrej les hacen ademanes dándoles a entender que se vayan. Nasser aprovecha el momento para acercarse al comandante Gonzalo. Tiene un disparo de AK-47 entre ceja y ceja y del orificio de entrada ha salido un abundante reguero de sangre.
Pero el guardia civil hace intentos de hablar y también gesticula con las manos. En una de ellas todavía tiene asida su pistola, una Llama M-82 reglamentaria. Nasser la coge, la descarga y la guarda. Entre todos introducen al comandante en la caja de la pick-up junto con el otro herido. Nasser se pone al volante. De uno de los matorrales del lateral sale uno de los atacantes. Camina con parsimonia y los mira con la superioridad del vencedor, desafiándolos. El intérprete ve reflejada en esa mirada una alegría sádica, algo que le hiela la sangre y que se le va a quedar grabado para toda la vida.
UN SOLO DISPARO AL ESTOMAGO Y EL MILICIANO CAE HACIA DENTRO
Diwaniya, 5 de abril de 2004. Una misión negociadora a la sede del partido chií Al Dawa degenera en batalla campal. El cabo Sabat va en vanguardia.
El cabo Sabat todavía se está recuperando de la sordera que le ha dejado el cohete al pasarle por encima. Observa cómo desde una de las callejuelas salen tres individuos con sus fusiles AK. Le da tiempo a informar a su superior: «Viene gente armada». Como no recibe respuesta del oficial, que sigue centrado en el fuego del blindado contra el edificio de la sede de Al Dawa, Sabat blasfema, encara el fusil y abre fuego sin lograr hacer blanco. Pero a la segunda repite el disparo y el enemigo cae. Puede contemplar cómo el iraquí se desploma de morro y queda inmóvil en el suelo mientras los otros dos se esconden. Sabat procede de la Brigada Paracaidista y tiene una inmejorable técnica de disparo: no cierra los ojos al abrir fuego, con lo que logra mantener una visión panorámica de toda la zona.
No ha sacado del punto de mira a los otros dos insurgentes, que se han refugiado en los soportales. Uno de ellos alarga la mano y coge al herido para introducirlo en el portal. Sabat no dispara, pero quien sí lo hace es el iraquí que no está ocupado con el herido. Después de hacer fuego se esconde y exhibe su fusil con intención de volver a disparar, pero antes de que pueda hacerlo Sabat ve su prominente barriga sobresalir de la esquina. Apunta, un solo disparo al estómago y el miliciano cae hacia dentro. El cabo ve cómo los pies se asoman a media altura y luego se pierden en la caída.
Los del Mahdi, con todo, no se rinden. Pero Sabat se encuentra más vivo que nunca y sorprende al tercer iraquí en cuanto asoma. El cabo, que no ha dejado de apuntar, dispara y hace blanco: ve cómo la sangre salpica la carretera. El objetivo se halla a unos 50 metros. Por ahí, el Mahdi está neutralizado. Más tarde una camioneta saldrá de ese lugar a toda velocidad. Sabat piensa que en ella van sus heridos.
Lorenzo Silva es coautor, junto a Luis Miguel Francisco, de «Y al final, la guerra. La aventura de las tropas españolas en Irak» (La Esfera de los Libros), a la venta el 10 de octubre.
http://lorenzosilva.mypunbb.com/viewtopic.php?id=1052
Un saludo.
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GUERRA / LA «AVENTURA» DE IRAK
«LEVANTÉ LA PISTOLA, FUI HACIA ÉL Y LE VACIÉ EL CARGADOR»
Fotos y testimonios inéditos de militares españoles que combatieron en Irak. Tras 100 entrevistas, Lorenzo Silva, coautor de un nuevo libro, demuestra cómo se nos ocultó que España participó en una guerra total
LORENZO SILVA
«No, no estuvimos en la guerra de Afganistán ni en la de Irak porque no tuvimos fuerzas combatientes en ninguna de las dos». Con esta contundencia se expresa el ex ministro de Defensa Federico Trillo en el prólogo de su libro Memoria de entreguerras. Y en el texto refiere, como único episodio relevante de crisis vivido por los militares desplegados en Irak, el ataque a la base de Nayaf el 4 de abril de 2004, presentándolo como una iniciativa espontánea del líder chií Muqtada Al Sadr, jefe del autodenominado Ejército del Mahdi, y añadiendo que en un par de días «la situación volvió a la normalidad». He aquí, en palabras de uno de sus responsables, la versión oficial de la intervención española que aún hoy mantiene el PP.
Pero la realidad fue muy otra. Los soldados españoles combatieron, y vaya si combatieron, a lo largo de su larga y peligrosa misión en las tierras de la antigua Babilonia. Lo hicieron antes, durante y después del 4 de abril, y hasta el mismísimo día de su retirada, el 21 de mayo. Es verdad que antes del 4 de abril sólo hubo acciones esporádicas, en gran medida por la esforzada política de negociación con los líderes locales que desarrollaron los responsables de la Brigada Plus Ultra. Pero desde el 4 de abril (que no fue, por cierto, un calentón de Al Sadr, sino la represalia por el secuestro de su lugarteniente Al Yacubi, ejecutado por los estadounidenses sin avisar a los españoles), los ataques fueron generalizados, y las acciones de fuego continuas. Tanto es así que la Brigada agotó sus municiones y hubo que reponerlas desde España.
Hasta ahora, con la salvedad de algún incidente reflejado parcialmente en informaciones de prensa aisladas, esta historia pertenecía sólo a la memoria de sus protagonistas. Quien esto escribe, junto a Luis Miguel Francisco, creyó que merecía la pena buscarlos, hablar con ellos y contar a todos lo que en su día se nos ocultó. No fue fácil obtener los permisos, y hubo que recorrer media España para llegar a los lugares donde estaban dispersos los veteranos de Irak. Pero después de meses de trabajo y más de 100 entrevistas, he aquí la historia completa, o casi completa. Narrada desde el punto de vista de quienes la vivieron; hombres y mujeres que después de jugarse la vida sentían la frustración de que sus compatriotas no lo supieran y apenas se les hubiera reconocido. No hay una condecoración de la misión iraquí, como la hay de todas las demás en que ha participado España. Fue un sacrificio ignorado, porque al gobierno que lo decidió no le interesaba proclamarlo y el siguiente no quiso conmemorarlo.
Asombra que sólo murieran 11 militares españoles en Irak. Ni eran muchos, ni llevaban el material más adecuado (las lecciones del avispero iraquí se aplican ahora en el Líbano, adonde nuestras tropas llevan medios ofensivos y defensivos mucho más potentes). Hubieron de suplir las carencias, la falta de claridad de las directrices políticas y la imprevisión con su esfuerzo y su coraje. Lo que les pasó no debía quedar oculto. Aquí está. Después de leerlo, que cada cual saque sus conclusiones.
«¡SATAN, NOS ESTAN DISPARANDO DESDE EL PUENTE!»
Diwaniya, 22 de abril de 2004. Una patrulla española sufre un violento ataque junto a un viaducto (luego descubrirán que bajo el puente había un arsenal del Mahdi).
El sargento Javier va en cabeza; detrás, le sigue el teniente Roberto, conocido con el sobrenombre de Satán, su indicativo de radio. Ve a una persona vestida de negro, detalle que en sí mismo no tiene por qué significar nada, puesto que el color predomina entre los atuendos de la gente de la zona. Pero su actitud es sospechosa y también hay un coche detenido bajo el viaducto. Al menos dos razones para recelar. El sargento Javier ordena a su tirador: «Verdugo, vigila al tipo de encima del puente». A continuación informa: «Satán, aquí Telémaco, hay movimientos sospechosos encima del puente». Siguen avanzando, hasta situarse en mitad de la curva del carril de incorporación. De pronto, se asoma un miliciano que estaba escondido. Tiene un lanzagranadas en la mano. Apunta. Dispara. Al instante el proyectil está pasando por encima del blindado del sargento Javier. El soldado Cano contempla el cohete, la distancia que recorre no supera los 150 metros, pero son unos segundos en los que puede apreciar perfectamente el vuelo. La reacción no se hace esperar. Localizan el punto desde donde les han hecho fuego. El sargento encara su fusil, apunta y dispara dos, tres tiros mientras se percata de cómo una segunda granada vuela hacia él. Pasa entre los dos vehículos a una considerable altura y vuelve a reventar detrás de ellos. «¡Satán, nos están disparando desde el puente, han caído dos RPG!».
Llegan refuerzos. Es el pelotón del sargento Villaverde y el cabo primero Marco. Los cuatro blindados de caballería toman posiciones con el objeto de cubrir los 360º de la zona de combate. Ya no se sabe desde dónde puede surgir la amenaza. El fuego de mortero se hace más intenso y peligrosamente preciso. Los españoles deben cambiar una y otra vez de posición para que el enemigo no los fije.
En esos momentos, entra en escena un convoy americano que se dirige a la ruta Tampa. «Al ver el carnaval que teníamos montado, se pararon antes de llegar al desvío. Cuando detectaron que nos estaban fustigando desde las casetas, raudos y veloces les tiraron con todo lo que llevaban. Y aquí paz y después gloria». Los disparos quedan momentáneamente acallados y el convoy americano sigue su camino. No se sabe si queda alguien en los alrededores del puente. Es necesario hacer un reconocimiento. El teniente Roberto ordena a Villaverde que explore la parte baja. Recuerda el sargento: «Estábamos parados, de repente nos pasaban rafagazos por delante, pero miraba y no veía nada. Pegué un par de tiros con el cañón a las columnas para ver si alguno se movía, pero allí no se movía nadie. Y el teniente me dijo que reconociera. Me metí por debajo con todas las escotillas cerradas, girando la torre para un lado y para otro, salimos por el otro lado, cruzamos la mediana y dimos media vuelta. Justo antes de meternos debajo de nuevo, dije al conductor que parara. Abrí mi escotilla, saqué el fusil y vi a un fulano en el suelo con un AK-47 en la mano al que disparé. Me habían dicho que había uno, yo vi a uno vivo, me lo cargué y me bajé del blindado. Fui hacia el fulano, pistola en mano, le quité el AK, lo tiré y justo en ese momento miré y vi a otro con un RPK apoyándolo para dispararme. Coincidieron las miradas, yo levanté la pistola y fui hacia él disparando. Le vacié el cargador».
«LO MAS PARECIDO A UNA PATADA EN LOS HUEVOS»
Nayaf, 3 de abril de 2004. EEUU arruina con una acción unilateral el trabajo de meses de la Plus Ultra. Ha ganado las elecciones el PSOE, contrario a la guerra.
3 de abril de 2004. 4.44 hora Charlie. Fuerzas de operaciones especiales norteamericanas actúan sobre Nayaf, zona de responsabilidad española. La Brigada Plus Ultra no tiene conocimiento de los hechos. La misión, realizada por unidades SEAL de la Marina de Estados Unidos, ha dado como resultado la detención del clérigo Mustafa Yaffa Al Yacubi, lugarteniente de Muqtada Al Sadr, el señor de la guerra en la zona de Nayaf. Al Yacubi es una pieza clave en el diálogo hispano-iraquí. De tendencia moderada, actúa como portavoz en las negociaciones con la brigada española.
A las siete de la madrugada del día 3, la Brigada Plus Ultra recibe las primeras noticias, pero no será hasta tres horas después cuando, desde el Cuartel General de Bagdad, el comandante norteamericano responsable del área de operaciones aportará las informaciones que ya empezaba a retransmitir la televisión.
Para el general Coll y todo su Cuartel General aquella actitud «fue lo más parecido a una patada en los huevos». Antes de la llamada americana, a primera hora de la mañana, la esposa de Al Yacubi se presenta en Base Al Andalus para solicitar la liberación de su marido, a la vez que intenta hacerle llegar comida y ropa. Afirma que los que detuvieron a su esposo lucían uniformes y banderas españolas. Poco a poco la información irá corriendo de boca en boca entre las molestas tropas españolas. Algunas de las versiones aseguran incluso que las banderas españolas se habían colocado en forma de capa, otras afirman que los SEAL hablaban en castellano. En cualquier caso, a esas horas, para todo el pueblo de Nayaf, la Plus Ultra carga con la culpa de la detención.
Los medios de comunicación se han encargado también de hacer su trabajo. La CNN es de las primeras en vincular la autoría de los hechos a las tropas españolas. La seguirán todos los medios locales y demás emisoras internacionales. Esa misma tarde, más de 500 seguidores de Al Sadr se concentran en la puerta del destacamento español para exigir la liberación del detenido. De nada sirven los esfuerzos por persuadirles, ya se han formado un veredicto. Las tropas españolas son las culpables y deben devolver en el plazo de una hora al detenido o tendrán que lamentar las consecuencias.
«¡HAN DADO A GONZALO! ¡HAN DADO A GONZALO!»
Al Hamza, 22 de enero de 2004. El comandante Gonzalo, de la Guardia Civil, cae en un enfrentamiento con una banda de malhechores. Los hechos, minuto a minuto.
A eso de las ocho, un vehículo llega a la zona que hasta hacía escasos minutos había estado cercada. Es un Opel Omega azul marino y en él viajan cuatro individuos. Uno de ellos es el hombre al que buscan, Nahi Mrej. El comandante y los policías están apostados para sorprenderlo, cuando desde la casa su mujer le avisa a gritos. El vehículo maniobra bruscamente para volver a salir a la carretera y escabullirse. Los agentes se interponen y el comandante Gonzalo, un oficial de la policía iraquí y Nasser (el intérprete, español de padre sirio) hacen varios disparos. Le han dado al coche en un lateral y en el capó, pero no pueden impedir que escape. El oficial iraquí, el teniente coronel Karim, ordena a uno de sus hombres que traiga el automóvil, una pick-up.
Comienza la persecución. Los dos coches circulan por una carretera secundaria a gran velocidad: el vehículo de policía parece incapaz de alcanzar al otro, pese a acelerar a tope y derrapar al salir de la curva. De repente, el coche de los sospechosos se cruza en el lateral izquierdo y para entre dos vehículos ya estacionados. También hay dos automóviles al otro lado de la calzada.
El coche patrulla se detiene a la altura de los perseguidos. Abren las puertas y en ese momento comienza un fuerte tiroteo. Ni los policías, ni el comandante, ni Nasser han abierto fuego. Sin embargo, se encuentran atrapados en una lluvia de plomo que les llega desde todas partes. El coche de policía resulta perforado una y otra vez por la munición enemiga. Pronto le dan a uno de los policías iraquíes que van en la caja. Nasser y el teniente coronel cubren el flanco derecho mientras el comandante Gonzalo y el policía iraquí que no está herido lo hacen a la izquierda. De pronto, el policía que apoyaba al comandante comienza a gritar: «Han dado a Gonzalo, han dado a Gonzalo». Nasser se vuelve y ve al comandante recostado en el asiento del conductor. Tiene medio cuerpo fuera del vehículo y presenta un disparo en la frente.
La visión no puede resultarle más traumática. La misión, después de eso, carece de sentido. Los disparos no han dejado de sonar y Nasser exclama dirigiéndose al oficial iraquí: «¡Hay que evacuar al comandante a Base España lo antes posible!». Además, ha observado que a pocos metros hay un colegio. Los alumnos, al escuchar el ruido de las balas, se asoman por puertas y ventanas como si estuvieran contemplando una obra de teatro, ajenos al peligro que corren. En ese instante el intérprete levanta el fusil y empieza a gritar a los atacantes que no disparen, que tienen dos heridos y que además hay un colegio próximo. Al tiempo, de una de las casas, sale un hombre de unos 50 o 60 años. Viste una túnica gris y gesticula de forma desabrida, como si estuviera discutiendo con los agresores. Poco después, los miembros de la banda de Nahi Mrej les hacen ademanes dándoles a entender que se vayan. Nasser aprovecha el momento para acercarse al comandante Gonzalo. Tiene un disparo de AK-47 entre ceja y ceja y del orificio de entrada ha salido un abundante reguero de sangre.
Pero el guardia civil hace intentos de hablar y también gesticula con las manos. En una de ellas todavía tiene asida su pistola, una Llama M-82 reglamentaria. Nasser la coge, la descarga y la guarda. Entre todos introducen al comandante en la caja de la pick-up junto con el otro herido. Nasser se pone al volante. De uno de los matorrales del lateral sale uno de los atacantes. Camina con parsimonia y los mira con la superioridad del vencedor, desafiándolos. El intérprete ve reflejada en esa mirada una alegría sádica, algo que le hiela la sangre y que se le va a quedar grabado para toda la vida.
UN SOLO DISPARO AL ESTOMAGO Y EL MILICIANO CAE HACIA DENTRO
Diwaniya, 5 de abril de 2004. Una misión negociadora a la sede del partido chií Al Dawa degenera en batalla campal. El cabo Sabat va en vanguardia.
El cabo Sabat todavía se está recuperando de la sordera que le ha dejado el cohete al pasarle por encima. Observa cómo desde una de las callejuelas salen tres individuos con sus fusiles AK. Le da tiempo a informar a su superior: «Viene gente armada». Como no recibe respuesta del oficial, que sigue centrado en el fuego del blindado contra el edificio de la sede de Al Dawa, Sabat blasfema, encara el fusil y abre fuego sin lograr hacer blanco. Pero a la segunda repite el disparo y el enemigo cae. Puede contemplar cómo el iraquí se desploma de morro y queda inmóvil en el suelo mientras los otros dos se esconden. Sabat procede de la Brigada Paracaidista y tiene una inmejorable técnica de disparo: no cierra los ojos al abrir fuego, con lo que logra mantener una visión panorámica de toda la zona.
No ha sacado del punto de mira a los otros dos insurgentes, que se han refugiado en los soportales. Uno de ellos alarga la mano y coge al herido para introducirlo en el portal. Sabat no dispara, pero quien sí lo hace es el iraquí que no está ocupado con el herido. Después de hacer fuego se esconde y exhibe su fusil con intención de volver a disparar, pero antes de que pueda hacerlo Sabat ve su prominente barriga sobresalir de la esquina. Apunta, un solo disparo al estómago y el miliciano cae hacia dentro. El cabo ve cómo los pies se asoman a media altura y luego se pierden en la caída.
Los del Mahdi, con todo, no se rinden. Pero Sabat se encuentra más vivo que nunca y sorprende al tercer iraquí en cuanto asoma. El cabo, que no ha dejado de apuntar, dispara y hace blanco: ve cómo la sangre salpica la carretera. El objetivo se halla a unos 50 metros. Por ahí, el Mahdi está neutralizado. Más tarde una camioneta saldrá de ese lugar a toda velocidad. Sabat piensa que en ella van sus heridos.
Lorenzo Silva es coautor, junto a Luis Miguel Francisco, de «Y al final, la guerra. La aventura de las tropas españolas en Irak» (La Esfera de los Libros), a la venta el 10 de octubre.
http://lorenzosilva.mypunbb.com/viewtopic.php?id=1052
Un saludo.
Tempus Fugit
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- Recluta
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GRACIAS PANZER_VEC
Quiero agradecer públicamente, como coautor de este libro la ayuda recibida de Rubén (Panzer_VEC), su lectura crítica de alguno de sus episodios y sobre todo su esfuerzo de creación en el episodio del 26 de abril.
Creo como militar que soy, al igual que muchos de vosotros... este libro de militares era necesario. Si la sociedad no sabe lo que hacemos, cómo lo hacemos y en que "líos" nos meten o metemos, de verdad un día se creerán que no hacemos nada. Y eso sería dar la razón a los detractores de nuestro estamento.
Gracias a todos por vuestro interés y para cualquier crítica, bofetada, tirón de orejas o algún halago... podéis poneros en contacto con los autores en
[email protected]
[email protected]
Saludos a todos
Creo como militar que soy, al igual que muchos de vosotros... este libro de militares era necesario. Si la sociedad no sabe lo que hacemos, cómo lo hacemos y en que "líos" nos meten o metemos, de verdad un día se creerán que no hacemos nada. Y eso sería dar la razón a los detractores de nuestro estamento.
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- Sargento
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- Ubicación: Madrid
Tuve la suerte de poder asistir a la presentación del libro en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y de conocer al ex-ministro de defensa José Bono.
A la presentación acudieron numerosos medios de comunicación, pero hay que reconocer que atraídos por Bono, no por el libro.
Yo voy por el capítulo 8, y de momento me está encantando. Hasta el momento, mi preferido es el capitulo 7 Tras los muros de Nayaf. Alucinante el comportamiento de los Españoles y Salvadoreños en la defensa de la base Al Ándalus. En el capitulo 1 La emboscada, me emocionó el relato de la muerte de los agentes del CNI, está contada con mucho sentimiento.
Estoy deseando que algún forero se acabe el libro para poder comentarlo entre todos.
A la presentación acudieron numerosos medios de comunicación, pero hay que reconocer que atraídos por Bono, no por el libro.
Yo voy por el capítulo 8, y de momento me está encantando. Hasta el momento, mi preferido es el capitulo 7 Tras los muros de Nayaf. Alucinante el comportamiento de los Españoles y Salvadoreños en la defensa de la base Al Ándalus. En el capitulo 1 La emboscada, me emocionó el relato de la muerte de los agentes del CNI, está contada con mucho sentimiento.
Estoy deseando que algún forero se acabe el libro para poder comentarlo entre todos.
En el ejercito hay dos formas de hacer las cosas, bien o como siempre.
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- Coronel
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¡Lo tengo!, hace 6 minutos que volviendo del gimnasio lo he pillado en una libreria. Estaba en el escaparate con cuatro ejemplares más, supongo que esperaban venderlo bien aquí.
Solo le he echado una ojeada, pero ya he visto una foto de los contratistas en el edificio de la CPA, varias de los combates y del día a día en la base. Cuando me lo termine os contaré.
Solo le he echado una ojeada, pero ya he visto una foto de los contratistas en el edificio de la CPA, varias de los combates y del día a día en la base. Cuando me lo termine os contaré.
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- Cabo Primero
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- Sargento
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Amigo kilo009, creo que ya lo tienen en los Corte Ingles de toda España. Prueba a buscar por ahí.
Las fotografías ilustran perfectamente el texto. Hay muchas, la mayoría inéditas y muy buenas. Se echa en falta algún croquis que ayude a comprender los combates. Ya le echaré la bronca al escritor
Las fotografías ilustran perfectamente el texto. Hay muchas, la mayoría inéditas y muy buenas. Se echa en falta algún croquis que ayude a comprender los combates. Ya le echaré la bronca al escritor
En el ejercito hay dos formas de hacer las cosas, bien o como siempre.
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- Sargento
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