El Bombardeo Estrategico
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La nueva estrategia británica y a elección de Arthur Bert Harris
El 14 de febrero de 1942, una directiva del ministro del Aire Sir Archibald Sinclair y del Comité de Defensa Británico ordenaba al Bomber Command destruir 43 ciudades elegidas por Sir Charles Portal, jefe del estado mayor aéreo: “el objetivo primario debe ser concentrado ahora en la moral de la población civil enemiga y, en particular, de los trabajadores industriales”.
El hombre elegido para poner por obra la directiva del 14 de febrero fue el mariscal del Aire Arthur Bert Harris, que comenzó su carrera militar en Rhodesia con 16 años y contaba 50 cuando fue nombrado jefe del Bomber Command el 21 de febrero. Una semana antes, el vice mariscal del aire Baldwin levantó las restricciones impuestas al uso de los bombardeos tras el informe Butt, expresando su confianza de que el radar Gee (TR 1335) supusiera “una ayuda para localizar los objetivos y bombardear a ciegas”. El Gee se había empleado en agosto de 1941, pero al ser derribado un Wellington equipado con este radar y temerse que los alemanes investigaran posibles contramedidas, se decidió no volverlo a usar hasta que se dispusiera de suficiente número para equipar a buena parte de los bombarderos.
Harris nació en 1892 y en la primera guerra mundial voló contra los Zeppelines en Inglaterra y como piloto de caza en Francia. En 1921 fue jefe del 31er Squadron en la India y en 1922 del 45º en Mesopotamia (Irak). Allí transformó los aviones de transporte de tropas Vickers Vernon en bombarderos con el fin de aplicar la política de control aéreo propugnada por Trenchard. En los años 30, supervisó el desarrollo de los modelos Wellington, Stirling y Halifax. Desde el comienzo de la guerra estaba convencido de que el mejor método para ganarla era “destruir el potencial bélico del enemigo” y de que para ello era necesaria la intervención concentrada de una poderosa flota de bombardeo.
Su certeza inconmovible influyó sobre las tripulaciones de los bombarderos. Sin embargo, personalmente era un hombre cerrado y obstinado al que muy pocos aviadores llegaron a conocer. Harris afirmaba que “la moral” era un blanco problemático, cuya elección provenía de un “consejo surgido de la desesperación”; y pensaba que los alemanes no eran tan fáciles de desmoralizar. Harris era partidario de destruir la capacidad bélica material de los alemanes, bombardeando masiva y continuamente los centros industriales, concepto en el que incluía las fábricas, los transportes, otros servicios y los barrios de trabajadores. La desmoralización de la población era para él un producto secundario en una guerra de desgaste económico. “Machacar las ciudades” y “desurbanizar” produciría tanto efecto como una hipotética destrucción de fábricas que prácticamente sólo podría lograrse por casualidad. En el momento en que tomó el mando del Bomber Command, comenzaba la producción en serie de los bombarderos pesados en cuya concepción había participado: había 69 disponibles sobre un total de 378 aparatos; a fin de año serían casi 2.000, incluyendo 178 cuatrimotores Lancaster (avión que costaba 75.000 libras).
El cambio en la jefatura del Bomber Command británico coincidió con el comienzo de los preparativos norteamericanos para tomar parte en el bombardeo estratégico en Europa, con tácticas que, al menos desde el otro lado del Atlántico, prometían ser más eficaces y por tanto exigían de los británicos un esfuerzo por mantener su prestigio. En febrero llegó a Gran Bretaña el brigadier general Ira Eaker como jefe de la 8ª Fuerza Aérea norteamericana, a las órdenes del mayor general Carl Spaatz, que continuó en EE.UU. Spaatz, nieto de un inmigrante alemán, fue el único alto mando de la USAAF que había combatido en la primera guerra mundial. Dotado para el trabajo en equipo, era capaz de cumplir las órdenes que le desagradaban, pero también de trabajar pacientemente para modificar las opiniones del alto mando. Spaatz declarará tras la guerra que “no fueron razones religiosas o morales las que me llevaron a no alinearme con el bombardeo de zonas urbanas” sino por creer más eficaces los ataques contra “blancos estratégicos”. Igualmente Eaker explicó que “nunca tuve la sensación de que hubiera algún sentimiento moral entre los jefes de las AAF”.
Elemento clave del éxito que se prometían los norteamericanos debía ser el visor Norden.
Los norteamericanos seguían aferrados a su programa de bombardeo de precisión, pero no ignoraban hacia qué dirección evolucionaban los británicos. Así el 15 de septiembre, el químico Robert P. Russel, vicepresidente de Standard Oil Development y miembro del NDRC, resumía las informaciones enviadas por sus observadores en Europa asegurando que “las posibilidades inherentes en el bombardeo incendiario han brillado intensamente en los meses recientes. Por primera vez ha hecho su aparición el ataque masivo, y ahora es clara su practicidad en ataques destructivos. Cada vez están disponibles incendiarias mucho mejores, aunque todavía no en plena producción”.
Arnold amplió el programa de 30.000 pilotos por uno de 50.000, que implicaba la formación de 14.000 especialistas bombarderos; en julio, el programa se ampliaba a 70.000 pilotos y 24.640 bombarderos. El número acumulado de graduados de las escuelas de bombardeo sería de 1.407 en junio de 1942, 4.748 en diciembre y 52.495 al final de la guerra. El curso, de 12 semanas de duración —con 32 horas de teoría, 16 de práctica giroscópica, 32 de bombas, 128 de visor de bombardeo, 16 de piloto automático y 34 vuelos de al menos tres horas—, fue reducido a 10 y 9 semanas a principios de 1942, volvió a ser de 12 en 1943, 18 semanas en 1944, y hasta 24 a fin de ese año a causa del exceso de personal. Se necesitaba un bombardero para cinco pilotos, y el entrenamiento era más exigente: en cinco clases de la escuela de Childress se graduó el 83% de los aspirantes a bombardero, mientras que en la escuela de pilotos de caza de Eagle Pass conseguía el título el 97%. Una vez graduados los bombarderos, el entrenamiento de las tripulaciones en formación corría a cargo de las Fuerzas Aéreas (sobre todo 2ª, pero también 1ª, 3ª y 4ª): las 30.000 tripulaciones de B-17 y B-24 entrenadas entre diciembre de 1942 y agosto de 1945, bombardeando desde 12.000 pies-3.658 m), obtuvieron errores circulares de 86 m (B-17: ángulo de 1,35 grados) y 92,7 m (B-24: ángulo de 1,45 grados), inferiores a los previstos en el AWPD/1 (1,59 grados).
El 14 de febrero de 1942, una directiva del ministro del Aire Sir Archibald Sinclair y del Comité de Defensa Británico ordenaba al Bomber Command destruir 43 ciudades elegidas por Sir Charles Portal, jefe del estado mayor aéreo: “el objetivo primario debe ser concentrado ahora en la moral de la población civil enemiga y, en particular, de los trabajadores industriales”.
El hombre elegido para poner por obra la directiva del 14 de febrero fue el mariscal del Aire Arthur Bert Harris, que comenzó su carrera militar en Rhodesia con 16 años y contaba 50 cuando fue nombrado jefe del Bomber Command el 21 de febrero. Una semana antes, el vice mariscal del aire Baldwin levantó las restricciones impuestas al uso de los bombardeos tras el informe Butt, expresando su confianza de que el radar Gee (TR 1335) supusiera “una ayuda para localizar los objetivos y bombardear a ciegas”. El Gee se había empleado en agosto de 1941, pero al ser derribado un Wellington equipado con este radar y temerse que los alemanes investigaran posibles contramedidas, se decidió no volverlo a usar hasta que se dispusiera de suficiente número para equipar a buena parte de los bombarderos.
Harris nació en 1892 y en la primera guerra mundial voló contra los Zeppelines en Inglaterra y como piloto de caza en Francia. En 1921 fue jefe del 31er Squadron en la India y en 1922 del 45º en Mesopotamia (Irak). Allí transformó los aviones de transporte de tropas Vickers Vernon en bombarderos con el fin de aplicar la política de control aéreo propugnada por Trenchard. En los años 30, supervisó el desarrollo de los modelos Wellington, Stirling y Halifax. Desde el comienzo de la guerra estaba convencido de que el mejor método para ganarla era “destruir el potencial bélico del enemigo” y de que para ello era necesaria la intervención concentrada de una poderosa flota de bombardeo.
Su certeza inconmovible influyó sobre las tripulaciones de los bombarderos. Sin embargo, personalmente era un hombre cerrado y obstinado al que muy pocos aviadores llegaron a conocer. Harris afirmaba que “la moral” era un blanco problemático, cuya elección provenía de un “consejo surgido de la desesperación”; y pensaba que los alemanes no eran tan fáciles de desmoralizar. Harris era partidario de destruir la capacidad bélica material de los alemanes, bombardeando masiva y continuamente los centros industriales, concepto en el que incluía las fábricas, los transportes, otros servicios y los barrios de trabajadores. La desmoralización de la población era para él un producto secundario en una guerra de desgaste económico. “Machacar las ciudades” y “desurbanizar” produciría tanto efecto como una hipotética destrucción de fábricas que prácticamente sólo podría lograrse por casualidad. En el momento en que tomó el mando del Bomber Command, comenzaba la producción en serie de los bombarderos pesados en cuya concepción había participado: había 69 disponibles sobre un total de 378 aparatos; a fin de año serían casi 2.000, incluyendo 178 cuatrimotores Lancaster (avión que costaba 75.000 libras).
El cambio en la jefatura del Bomber Command británico coincidió con el comienzo de los preparativos norteamericanos para tomar parte en el bombardeo estratégico en Europa, con tácticas que, al menos desde el otro lado del Atlántico, prometían ser más eficaces y por tanto exigían de los británicos un esfuerzo por mantener su prestigio. En febrero llegó a Gran Bretaña el brigadier general Ira Eaker como jefe de la 8ª Fuerza Aérea norteamericana, a las órdenes del mayor general Carl Spaatz, que continuó en EE.UU. Spaatz, nieto de un inmigrante alemán, fue el único alto mando de la USAAF que había combatido en la primera guerra mundial. Dotado para el trabajo en equipo, era capaz de cumplir las órdenes que le desagradaban, pero también de trabajar pacientemente para modificar las opiniones del alto mando. Spaatz declarará tras la guerra que “no fueron razones religiosas o morales las que me llevaron a no alinearme con el bombardeo de zonas urbanas” sino por creer más eficaces los ataques contra “blancos estratégicos”. Igualmente Eaker explicó que “nunca tuve la sensación de que hubiera algún sentimiento moral entre los jefes de las AAF”.
Elemento clave del éxito que se prometían los norteamericanos debía ser el visor Norden.
Los norteamericanos seguían aferrados a su programa de bombardeo de precisión, pero no ignoraban hacia qué dirección evolucionaban los británicos. Así el 15 de septiembre, el químico Robert P. Russel, vicepresidente de Standard Oil Development y miembro del NDRC, resumía las informaciones enviadas por sus observadores en Europa asegurando que “las posibilidades inherentes en el bombardeo incendiario han brillado intensamente en los meses recientes. Por primera vez ha hecho su aparición el ataque masivo, y ahora es clara su practicidad en ataques destructivos. Cada vez están disponibles incendiarias mucho mejores, aunque todavía no en plena producción”.
Arnold amplió el programa de 30.000 pilotos por uno de 50.000, que implicaba la formación de 14.000 especialistas bombarderos; en julio, el programa se ampliaba a 70.000 pilotos y 24.640 bombarderos. El número acumulado de graduados de las escuelas de bombardeo sería de 1.407 en junio de 1942, 4.748 en diciembre y 52.495 al final de la guerra. El curso, de 12 semanas de duración —con 32 horas de teoría, 16 de práctica giroscópica, 32 de bombas, 128 de visor de bombardeo, 16 de piloto automático y 34 vuelos de al menos tres horas—, fue reducido a 10 y 9 semanas a principios de 1942, volvió a ser de 12 en 1943, 18 semanas en 1944, y hasta 24 a fin de ese año a causa del exceso de personal. Se necesitaba un bombardero para cinco pilotos, y el entrenamiento era más exigente: en cinco clases de la escuela de Childress se graduó el 83% de los aspirantes a bombardero, mientras que en la escuela de pilotos de caza de Eagle Pass conseguía el título el 97%. Una vez graduados los bombarderos, el entrenamiento de las tripulaciones en formación corría a cargo de las Fuerzas Aéreas (sobre todo 2ª, pero también 1ª, 3ª y 4ª): las 30.000 tripulaciones de B-17 y B-24 entrenadas entre diciembre de 1942 y agosto de 1945, bombardeando desde 12.000 pies-3.658 m), obtuvieron errores circulares de 86 m (B-17: ángulo de 1,35 grados) y 92,7 m (B-24: ángulo de 1,45 grados), inferiores a los previstos en el AWPD/1 (1,59 grados).
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Millenium: mil bombarderos contra Colonia
A fines de 1941 comenzó la producción de bombas explosivas (high-explosive, HE) de 2.000 y 4.000 libras (907 y 1.814 kg) de alta capacidad (high capacity, HC), que explotaban en superficie —en lugar de tras haberla penetrado— para destruir los edificios. La bomba de 4.000 libras recibió el apodo de Cookie (“galleta”), se estrenó en el bombardeo de Emden el 31 de marzo y a lo largo de la guerra se arrojaron 68.000. La Super Cookie de 8.000 libras (3.629 kg) formada por dos cilindros en tándem de diámetro algo mayor (38 pulgadas, 96,5 cm) que el de la Cookie (30 pulgadas, 76 cm), y que sólo cabía en las bodegas de los Lancaster y Halifaxes, fue arrojada por primera vez sobre Essen el 10 de abril.
En el ataque a Essen el 8 de marzo de 1942 —entre marzo y abril, 1.555 aparatos atacaron la ciudad repartidos en seis bombardeos— se utilizó por primera vez el sistema de navegación Gee. Dado su corto alcance (desde Inglaterra hasta el borde de la región del Ruhr) y su sensibilidad ante las perturbaciones, no mejoró mucho la eficacia del bombardeo, pero los aviones no tenían que volar en fila india, mejorando su seguridad. Harris ordenó que un tripulante de cada bombardero fuera entrenado para arrojar las bombas, liberando de esta tarea al navegador. Además, organizó un cuerpo especial de exploradores (Pathfinders) que dirigían a los bombarderos hacia el objetivo y lo iluminaban.
El 30 de marzo, Alexander Lindemann (Lord Cherwell) enviaba a Churchill una minuta opinando que el bombardeo de ciudades (bombardeos por áreas, area bombing) podría ser el medio para quebrar la moral alemana. Los datos de Lindemann fueron discutidos por algunos asesores, como Sir Henry Tizard (graduado en química en Oxford, había servido en la RAF desde la primera guerra mundial evaluando la precisión en los bombardeos), pero nadie dudó del fondo de su argumentación. Además de establecer el radar, Tizard había advertido antes del comienzo de la segunda guerra mundial sobre la necesidad de perfeccionar los visores y métodos de navegación en los bombarderos. Ahora, dudaba de que el Bomber Command contara con medios para “dejar sin casa” (dehousing) a los alemanes, y proponía concentrar los bombarderos en la lucha contra los submarinos.
En su minuta a Churchill, Cherwell citaba los estudios de Solly Zuckerman. Durante la guerra, estudió los efectos de las bombas, concluyendo que las alemanas de 50 kg eran más mortíferas que las de 250 ó 1.000 Kg. Tras los bombardeos de Hull y Birmingham en 1940 y 1941 concluyó que una tonelada de bombas mataba a cuatro personas y dejaba sin hogar a 140; los hogares eran más fácilmente destruidos por las bombas explosivas, y las fábricas por las incendiarias; la moral civil no se quebró, principalmente porque se mantuvieron los empleos y un alto nivel de salarios. Zuckerman no era partidario de los bombardeos de ciudades, sino de nudos ferroviarios, y opinaba que para destruirlos se precisaba una bomba de 500 libras por acre (350 kg por km2). La conclusión relativa a la destrucción de hogares se debía a que la Luftwaffe empleó pocas bombas incendiarias y el tiempo demostraría que las casas, igual que las fábricas, se destruyen más fácilmente con estas bombas. Lo más extraño es que Cherwell empleara los datos de Zuckerman para apoyar los bombardeos de ciudades, ignorando la anotación de que no habían dañado la moral.
En Colonia habían muerto seis personas en los bombardeos de mayo y junio de 1940. 185 más murieron en numerosos bombardeos más hasta abril de 1942. Como centro de comunicaciones y al ser atravesada por el Rin, su situación era fácil de identificar y a ella se dirigían con frecuencia bombarderos despistados, de modo que en muchas ocasiones no se alarmaba a sus 768.000 habitantes. En la noche del 30 al 31 de mayo de 1942, bajo el nombre clave de operación Millennium, Harris envió 1.047 bombarderos de todos los tipos —incluidos 79 Hampdens, 46 Manchesters y 28 Whitleys—, la mitad de ellos con el sistema Gee que les ayudó a navegar siguiendo el río desde el norte: la segunda y tercera ola de bombarderos pudieron ver ya la ciudad gracias a los incendios. Se arrojaron 1.455 toneladas, dos tercios de ellas incendiarias. Murieron 480 personas, 13.000 pisos fueron destruidos y 45.000 personas quedaron sin hogar. El principal dato que podía evaluar Harris era que fueron derribados 41 aparatos: un desgaste del 3,9% en lugar del 5% que estaba dispuesto a aceptar. Si no era fácil evaluar la eficacia o rentabilidad de los ataques masivos, al menos desde el punto de vista del desgaste parecían menos desastrosos de lo que algunos auguraban.
Entre el 16 de junio de 1943 y el 9 de julio siguiente, Colonia sufriría cuatro grandes bombardeos más: el segundo de ellos, realizado en la noche del 28 de junio por 608 bombarderos —esta vez casi todos cuatrimotores— mató a 4.377 personas y dejó a 230.000 sin casa. Por comparación con Millennium, en esa ocasión el cielo estaba cubierto, pero uso de marcadores permitió una precisión mucho mayor; además los aviones volaron en formación y el bombardeo duró mucho menos: 67 minutos. A petición de los católicos de la ciudad, el arzobispo concedió que, en caso de bombardeo, se pudiera lucrar indulgencia plenaria rezando una simple oración: “Señor Jesús, misericordia”. En 1944 comenzó la 8ª AAF a bombardear también Colonia: 28 veces en octubre, apuntando sobre todo a los puentes sobre el Rin. Del 28 de octubre al 1 de noviembre cayeron 9.000 toneladas de bombas sobre el barrio del Rin. El 2 de marzo de 1945 bombardearon Colonia por última vez 858 Lancasters y Halifaxes: cientos de muertos quedaron ya sin enterrar, pues la población había abandonado la ciudad. El 6 de marzo, quedaban 10.000 personas para ver la llegada de los norteamericanos. El 95% del casco viejo había sido destruido.
A fines de 1941 comenzó la producción de bombas explosivas (high-explosive, HE) de 2.000 y 4.000 libras (907 y 1.814 kg) de alta capacidad (high capacity, HC), que explotaban en superficie —en lugar de tras haberla penetrado— para destruir los edificios. La bomba de 4.000 libras recibió el apodo de Cookie (“galleta”), se estrenó en el bombardeo de Emden el 31 de marzo y a lo largo de la guerra se arrojaron 68.000. La Super Cookie de 8.000 libras (3.629 kg) formada por dos cilindros en tándem de diámetro algo mayor (38 pulgadas, 96,5 cm) que el de la Cookie (30 pulgadas, 76 cm), y que sólo cabía en las bodegas de los Lancaster y Halifaxes, fue arrojada por primera vez sobre Essen el 10 de abril.
En el ataque a Essen el 8 de marzo de 1942 —entre marzo y abril, 1.555 aparatos atacaron la ciudad repartidos en seis bombardeos— se utilizó por primera vez el sistema de navegación Gee. Dado su corto alcance (desde Inglaterra hasta el borde de la región del Ruhr) y su sensibilidad ante las perturbaciones, no mejoró mucho la eficacia del bombardeo, pero los aviones no tenían que volar en fila india, mejorando su seguridad. Harris ordenó que un tripulante de cada bombardero fuera entrenado para arrojar las bombas, liberando de esta tarea al navegador. Además, organizó un cuerpo especial de exploradores (Pathfinders) que dirigían a los bombarderos hacia el objetivo y lo iluminaban.
El 30 de marzo, Alexander Lindemann (Lord Cherwell) enviaba a Churchill una minuta opinando que el bombardeo de ciudades (bombardeos por áreas, area bombing) podría ser el medio para quebrar la moral alemana. Los datos de Lindemann fueron discutidos por algunos asesores, como Sir Henry Tizard (graduado en química en Oxford, había servido en la RAF desde la primera guerra mundial evaluando la precisión en los bombardeos), pero nadie dudó del fondo de su argumentación. Además de establecer el radar, Tizard había advertido antes del comienzo de la segunda guerra mundial sobre la necesidad de perfeccionar los visores y métodos de navegación en los bombarderos. Ahora, dudaba de que el Bomber Command contara con medios para “dejar sin casa” (dehousing) a los alemanes, y proponía concentrar los bombarderos en la lucha contra los submarinos.
En su minuta a Churchill, Cherwell citaba los estudios de Solly Zuckerman. Durante la guerra, estudió los efectos de las bombas, concluyendo que las alemanas de 50 kg eran más mortíferas que las de 250 ó 1.000 Kg. Tras los bombardeos de Hull y Birmingham en 1940 y 1941 concluyó que una tonelada de bombas mataba a cuatro personas y dejaba sin hogar a 140; los hogares eran más fácilmente destruidos por las bombas explosivas, y las fábricas por las incendiarias; la moral civil no se quebró, principalmente porque se mantuvieron los empleos y un alto nivel de salarios. Zuckerman no era partidario de los bombardeos de ciudades, sino de nudos ferroviarios, y opinaba que para destruirlos se precisaba una bomba de 500 libras por acre (350 kg por km2). La conclusión relativa a la destrucción de hogares se debía a que la Luftwaffe empleó pocas bombas incendiarias y el tiempo demostraría que las casas, igual que las fábricas, se destruyen más fácilmente con estas bombas. Lo más extraño es que Cherwell empleara los datos de Zuckerman para apoyar los bombardeos de ciudades, ignorando la anotación de que no habían dañado la moral.
En Colonia habían muerto seis personas en los bombardeos de mayo y junio de 1940. 185 más murieron en numerosos bombardeos más hasta abril de 1942. Como centro de comunicaciones y al ser atravesada por el Rin, su situación era fácil de identificar y a ella se dirigían con frecuencia bombarderos despistados, de modo que en muchas ocasiones no se alarmaba a sus 768.000 habitantes. En la noche del 30 al 31 de mayo de 1942, bajo el nombre clave de operación Millennium, Harris envió 1.047 bombarderos de todos los tipos —incluidos 79 Hampdens, 46 Manchesters y 28 Whitleys—, la mitad de ellos con el sistema Gee que les ayudó a navegar siguiendo el río desde el norte: la segunda y tercera ola de bombarderos pudieron ver ya la ciudad gracias a los incendios. Se arrojaron 1.455 toneladas, dos tercios de ellas incendiarias. Murieron 480 personas, 13.000 pisos fueron destruidos y 45.000 personas quedaron sin hogar. El principal dato que podía evaluar Harris era que fueron derribados 41 aparatos: un desgaste del 3,9% en lugar del 5% que estaba dispuesto a aceptar. Si no era fácil evaluar la eficacia o rentabilidad de los ataques masivos, al menos desde el punto de vista del desgaste parecían menos desastrosos de lo que algunos auguraban.
Entre el 16 de junio de 1943 y el 9 de julio siguiente, Colonia sufriría cuatro grandes bombardeos más: el segundo de ellos, realizado en la noche del 28 de junio por 608 bombarderos —esta vez casi todos cuatrimotores— mató a 4.377 personas y dejó a 230.000 sin casa. Por comparación con Millennium, en esa ocasión el cielo estaba cubierto, pero uso de marcadores permitió una precisión mucho mayor; además los aviones volaron en formación y el bombardeo duró mucho menos: 67 minutos. A petición de los católicos de la ciudad, el arzobispo concedió que, en caso de bombardeo, se pudiera lucrar indulgencia plenaria rezando una simple oración: “Señor Jesús, misericordia”. En 1944 comenzó la 8ª AAF a bombardear también Colonia: 28 veces en octubre, apuntando sobre todo a los puentes sobre el Rin. Del 28 de octubre al 1 de noviembre cayeron 9.000 toneladas de bombas sobre el barrio del Rin. El 2 de marzo de 1945 bombardearon Colonia por última vez 858 Lancasters y Halifaxes: cientos de muertos quedaron ya sin enterrar, pues la población había abandonado la ciudad. El 6 de marzo, quedaban 10.000 personas para ver la llegada de los norteamericanos. El 95% del casco viejo había sido destruido.
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Éxitos crecientes de la caza nocturna
El grupo de analistas del profesor P.M.S. Blackett evaluó en abril de 1942 la eficacia de los bombardeos sobre Alemania y concluyó que no habían reducido la producción industrial alemana ni en un 1%. En Alemania moría en accidentes de tráfico el doble de personas que a consecuencia de los bombardeos. La comisión presidida por John Singleton, concluyó en mayo que menos del 25% de las bombas arrojadas caían en un radio de 8 kilómetros en torno a su objetivo y sólo el 30% caían en terreno construido. Influyentes personalidades pidieron que el esfuerzo dedicado al arma de bombardeo se dedicara a las fuerzas armadas terrestres con vistas a abrir un segundo frente. A partir de mayo, Harris tuvo que afrontar un notable aumento de pérdidas porcentuales en cada salida de sus bombarderos. Entre enero y mayo, la media de bombarderos que no regresaban de cada misión fue del 3,3%; entre febrero y mayo fue del 3,7%; entre junio y agosto, del 4,8%. En junio llegó a Londres Spaatz para organizar la 8ª flota aérea de la USAAF.
El 31 de julio se consumó un proceso ya iniciado de retirada de reflectores de la línea Kammhuber a las ciudades, por las reclamaciones de los Gauleiter ante Hitler y a la vista de la poca eficacia del cinturón de luz (helle Gürtel) frente a las incursiones de bombarderos por miles. La propia caza nocturna había mostrado la superior eficacia de la caza a oscuras (Dunaja) frente a la iluminada (Henaja). La helle Gürtel había supuesto la creación de 27 puestos de control para cada una de las áreas en que se dividían los 800 km de línea defensiva. En cada una había, además, dos radares Wüzburg-Riese. Al convertirse cada área al sistema Dunaja, uno de los radares gigantes actuaba como blauer Riese y el otro como roter Riese, constituyendo una barrera de control aún más formidable que la de los reflectores, ya que cada radar superaba en 80 km el alcance de aquéllos. El procedimiento ahora estandarizado fue llamado “de cama con baldaquino” (Himmelbettverfahren), si bien el nombre no tenía aparentemente nada que ver con la técnica usada. Progresivamente, todo el territorio del Reich y de los países occidentales ocupados se cubrió de radares, de modo que era prácticamente imposible para los bombarderos eludir la posibilidad de ser captados por aquéllos.
El grupo de analistas del profesor P.M.S. Blackett evaluó en abril de 1942 la eficacia de los bombardeos sobre Alemania y concluyó que no habían reducido la producción industrial alemana ni en un 1%. En Alemania moría en accidentes de tráfico el doble de personas que a consecuencia de los bombardeos. La comisión presidida por John Singleton, concluyó en mayo que menos del 25% de las bombas arrojadas caían en un radio de 8 kilómetros en torno a su objetivo y sólo el 30% caían en terreno construido. Influyentes personalidades pidieron que el esfuerzo dedicado al arma de bombardeo se dedicara a las fuerzas armadas terrestres con vistas a abrir un segundo frente. A partir de mayo, Harris tuvo que afrontar un notable aumento de pérdidas porcentuales en cada salida de sus bombarderos. Entre enero y mayo, la media de bombarderos que no regresaban de cada misión fue del 3,3%; entre febrero y mayo fue del 3,7%; entre junio y agosto, del 4,8%. En junio llegó a Londres Spaatz para organizar la 8ª flota aérea de la USAAF.
El 31 de julio se consumó un proceso ya iniciado de retirada de reflectores de la línea Kammhuber a las ciudades, por las reclamaciones de los Gauleiter ante Hitler y a la vista de la poca eficacia del cinturón de luz (helle Gürtel) frente a las incursiones de bombarderos por miles. La propia caza nocturna había mostrado la superior eficacia de la caza a oscuras (Dunaja) frente a la iluminada (Henaja). La helle Gürtel había supuesto la creación de 27 puestos de control para cada una de las áreas en que se dividían los 800 km de línea defensiva. En cada una había, además, dos radares Wüzburg-Riese. Al convertirse cada área al sistema Dunaja, uno de los radares gigantes actuaba como blauer Riese y el otro como roter Riese, constituyendo una barrera de control aún más formidable que la de los reflectores, ya que cada radar superaba en 80 km el alcance de aquéllos. El procedimiento ahora estandarizado fue llamado “de cama con baldaquino” (Himmelbettverfahren), si bien el nombre no tenía aparentemente nada que ver con la técnica usada. Progresivamente, todo el territorio del Reich y de los países occidentales ocupados se cubrió de radares, de modo que era prácticamente imposible para los bombarderos eludir la posibilidad de ser captados por aquéllos.
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Churchill vende a Stalin el bombardeo como segundo frente
Según Richard Overy, Churchill y Roosevelt “probablemente habrían cedido a la presión” de los jefes de sus ejércitos para suspender los bombardeos y concentrar sus esfuerzos en la guerra convencional, “si no fuera porque la parte soviética repitió en 1942 insistentemente su exigencia de abrir un segundo frente. La decisión a favor de una guerra de bombardeo estratégico que había de cumplir esa función no se tomó por tanto por razones militares, sino a consecuencia de una necesidad política”.
El 30 de julio, Churchill propuso a Stalin un encuentro, que según la constestación rusa del día 31 debía celebrarse en Moscú. El 12 de agosto despegó el primer ministro británico desde Egipto en un B-24 modificado, llegando a Moscú en la misma tarde, donde le recibió Stalin. Inicialmente, el dictador soviético criticó los planes de sus aliados occidentales de retraso de la ofensiva para 1943 asegurando que “no podrán ganar ninguna guerra si no quieren correr ningún riesgo” y que “no deberían tener tanto miedo de los alemanes”.
Entonces dejó caer Churchill sus propuestas de bombardeo de Alemania y de desembarco en el Norte de África a fines de 1942. Stalin se mostró partidario de la segunda acción por cuanto podía implicar la retirada de Italia de la guerra, y aún más la primera: “por primera vez coincidió aquí la opinión de los dos hombres”, según telegrafiaba al día siguiente el enviado especial de Roosevelt, Averell Arriman, que acompañó a Churchill en el viaje. Stalin insistió en que, además de fábricas, se bombardearan edificios habitados, y propuso en concreto qué ciudades serían las más indicadas. “En poco tiempo habían destruido entre los dos —sobre el papel— las principales ciudades industriales de Alemania”, escribió Harriman.
Churchill prometió a Stalin que el bombardeo sería “sin piedad”. Stalin aceptó que esta era la única contribución posible británica y, tras cuatro horas, la conversación terminó con mejor atmósfera de como había comenzado. Al regresar tres días más tarde a El Cairo, Churchill informó inmediatamente a oficiales del 8º ejército: “Alemania ha provocado esta guerra de bombardeo. Ahora se verán sus ciudades reducidas a ruinas y ceniza”. Apenas llegado a Londres, mandó enviar estadísticas sobre la RAF a Moscú y reforzar la flota de bombardeo.
Según Richard Overy, Churchill y Roosevelt “probablemente habrían cedido a la presión” de los jefes de sus ejércitos para suspender los bombardeos y concentrar sus esfuerzos en la guerra convencional, “si no fuera porque la parte soviética repitió en 1942 insistentemente su exigencia de abrir un segundo frente. La decisión a favor de una guerra de bombardeo estratégico que había de cumplir esa función no se tomó por tanto por razones militares, sino a consecuencia de una necesidad política”.
El 30 de julio, Churchill propuso a Stalin un encuentro, que según la constestación rusa del día 31 debía celebrarse en Moscú. El 12 de agosto despegó el primer ministro británico desde Egipto en un B-24 modificado, llegando a Moscú en la misma tarde, donde le recibió Stalin. Inicialmente, el dictador soviético criticó los planes de sus aliados occidentales de retraso de la ofensiva para 1943 asegurando que “no podrán ganar ninguna guerra si no quieren correr ningún riesgo” y que “no deberían tener tanto miedo de los alemanes”.
Entonces dejó caer Churchill sus propuestas de bombardeo de Alemania y de desembarco en el Norte de África a fines de 1942. Stalin se mostró partidario de la segunda acción por cuanto podía implicar la retirada de Italia de la guerra, y aún más la primera: “por primera vez coincidió aquí la opinión de los dos hombres”, según telegrafiaba al día siguiente el enviado especial de Roosevelt, Averell Arriman, que acompañó a Churchill en el viaje. Stalin insistió en que, además de fábricas, se bombardearan edificios habitados, y propuso en concreto qué ciudades serían las más indicadas. “En poco tiempo habían destruido entre los dos —sobre el papel— las principales ciudades industriales de Alemania”, escribió Harriman.
Churchill prometió a Stalin que el bombardeo sería “sin piedad”. Stalin aceptó que esta era la única contribución posible británica y, tras cuatro horas, la conversación terminó con mejor atmósfera de como había comenzado. Al regresar tres días más tarde a El Cairo, Churchill informó inmediatamente a oficiales del 8º ejército: “Alemania ha provocado esta guerra de bombardeo. Ahora se verán sus ciudades reducidas a ruinas y ceniza”. Apenas llegado a Londres, mandó enviar estadísticas sobre la RAF a Moscú y reforzar la flota de bombardeo.
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Los primeros bombardeos norteamericanos en Europa
Hasta fines de agosto de 1942 habían llegado a Gran Bretaña 119 bombarderos procedentes de EE.UU. El 15% de los enviados se perdió durante el trayecto que llevaba desde la Península del Labrador y Terranova y Groenlandia hasta el norte de Escocia. Los norteamericanos estaban convencidos de que las mejores características de vuelo, blindaje y armamento de sus bombarderos les permitirían bombardear de día, y de que su sistema de disparo (Norden, que no pusieron a disposición de los británicos) lograría mayor precisión en los bombardeos, aunque tampoco las pruebas hasta entonces realizadas habían sido satisfactorias.
El primer bombardeo de la 8ª AAF en Europa tuvo lugar el 17 de agosto, contra el nudo ferroviario de Rouen-Sotteville. Bajo mando del general Ira Eaker, doce B-17 escoltados por cuatro escuadrillas de caza de la RAF arrojaron la mitad de sus bombas sobre el blanco, sin sufrir daños: Eaker afirmó que el 10% de las bombas cayó sobre el blanco y el 25% en un radio de 750 pies-229 m (se bombardeó desde 22.500 pies-6.858 m: el ángulo de error para esta cuarta parte de las bombas habría sido de 1,9 grados), en un tiempo en que los bombarderos nocturnos británicos arrojaban sólo el 10% de sus bombas a una milla del blanco (ángulo de 14,8 grados desde 20.000 pies-6.096 m); añadiendo que con diez grupos de bombardeo (cada uno con 4 escuadrones de 12 bombarderos: en total 480 aparatos) podría destruir la industria aeronáutica alemana y los astilleros de submarinos. El 20 de agosto, tampoco se perdió ningún B-17 en el bombardeo del nudo ferroviario de Amiens-Longeau, pero el error circular fue de 3.550 pies-1.082 m (ángulo de 8,8 grados desde 23.000 pies-7.010 m). Durante el resto de 1942 los norteamericanos se limitaron a atacar objetivos en Francia, dentro del alcance de la protección de los cazas de la USAAF. En el bombardeo contra Lille el 9 de octubre (donde por primera vez junto a los B-17 actuaron los B-24 con visores S-1) afirmaron haber derribado 102 aviones, lo que hubiera representado el 25% de la Luftwaffe en Europa occidental: en realidad sólo fueron dos. A cambio, se perdieron cuatro de los 108 bombarderos y el error circular fue de 5.000 pies-1.524 m (ángulo de error de 12,3 grados desde 23.000 pies-7.010 m). Los primeros cinco meses de bombardeo norteamericano registraron un error circular medio de 900 pies-274 m (2,2 grados desde 7.010 m), el doble de la media previa a la guerra. La bomba más usada por los norteamericanos hasta abril de 1943 (M-44 de mil libras —453,6 kg—, algo más de la mitad de su peso, 248 kg, de TNT) creaba, en suelo arenoso y con espoleta retardada, un cráter de 4 m de profundidad y 14 de diámetro: resultaría inútil salvo caso de impacto directo.
Hasta fines de agosto de 1942 habían llegado a Gran Bretaña 119 bombarderos procedentes de EE.UU. El 15% de los enviados se perdió durante el trayecto que llevaba desde la Península del Labrador y Terranova y Groenlandia hasta el norte de Escocia. Los norteamericanos estaban convencidos de que las mejores características de vuelo, blindaje y armamento de sus bombarderos les permitirían bombardear de día, y de que su sistema de disparo (Norden, que no pusieron a disposición de los británicos) lograría mayor precisión en los bombardeos, aunque tampoco las pruebas hasta entonces realizadas habían sido satisfactorias.
El primer bombardeo de la 8ª AAF en Europa tuvo lugar el 17 de agosto, contra el nudo ferroviario de Rouen-Sotteville. Bajo mando del general Ira Eaker, doce B-17 escoltados por cuatro escuadrillas de caza de la RAF arrojaron la mitad de sus bombas sobre el blanco, sin sufrir daños: Eaker afirmó que el 10% de las bombas cayó sobre el blanco y el 25% en un radio de 750 pies-229 m (se bombardeó desde 22.500 pies-6.858 m: el ángulo de error para esta cuarta parte de las bombas habría sido de 1,9 grados), en un tiempo en que los bombarderos nocturnos británicos arrojaban sólo el 10% de sus bombas a una milla del blanco (ángulo de 14,8 grados desde 20.000 pies-6.096 m); añadiendo que con diez grupos de bombardeo (cada uno con 4 escuadrones de 12 bombarderos: en total 480 aparatos) podría destruir la industria aeronáutica alemana y los astilleros de submarinos. El 20 de agosto, tampoco se perdió ningún B-17 en el bombardeo del nudo ferroviario de Amiens-Longeau, pero el error circular fue de 3.550 pies-1.082 m (ángulo de 8,8 grados desde 23.000 pies-7.010 m). Durante el resto de 1942 los norteamericanos se limitaron a atacar objetivos en Francia, dentro del alcance de la protección de los cazas de la USAAF. En el bombardeo contra Lille el 9 de octubre (donde por primera vez junto a los B-17 actuaron los B-24 con visores S-1) afirmaron haber derribado 102 aviones, lo que hubiera representado el 25% de la Luftwaffe en Europa occidental: en realidad sólo fueron dos. A cambio, se perdieron cuatro de los 108 bombarderos y el error circular fue de 5.000 pies-1.524 m (ángulo de error de 12,3 grados desde 23.000 pies-7.010 m). Los primeros cinco meses de bombardeo norteamericano registraron un error circular medio de 900 pies-274 m (2,2 grados desde 7.010 m), el doble de la media previa a la guerra. La bomba más usada por los norteamericanos hasta abril de 1943 (M-44 de mil libras —453,6 kg—, algo más de la mitad de su peso, 248 kg, de TNT) creaba, en suelo arenoso y con espoleta retardada, un cráter de 4 m de profundidad y 14 de diámetro: resultaría inútil salvo caso de impacto directo.
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El Bomber Command se toma un respiro
Entre el 22 de octubre y el 11 de diciembre, Harris organizó una serie de 14 bombardeos nocturnos contra ciudades del norte de Italia (Génova, Milán y Turín), más uno diurno contra Turín, para apoyar la segunda batalla del Alamein y la operación Torch en el norte de África. Los bombarderos volaban sobre territorios ocupados pero eludiendo la línea Kammhuber, de modo que sirvieron para disminuir la angustia de sus tripulantes, ya que las pérdidas fueron del 1,8% de la fuerza enviada en conjunto. Además, sirvieron para que la fuerza de exploradores (Pathfinder) ensayara tácticas. En este período, sólo hubo cinco grandes bombardeos contra objetivos en Alemania. En el frente del Este también se retiraban los alemanes, sin que pudieran frenar tal evolución casos como el de Hans-Ulrich Rudel, que pilotando Stuka destruyó 519 carros de combate soviéticos (17 en un solo día: el 25 de noviembre) más 70 botes de desembarco en Kubaň. Rusos fueron los más exitosos aviadores aliados: Ivan Nikitović Kožedub (62 victorias), Alexandr Ivanović Pokryškin (50) y otros 47 con entre 30 y 50 victorias. El primero de ellos se estrenó en combate en noviembre de 1942.
En el norte de África, los norteamericanos se encontraron con juguetes-trampa dejados por los alemanes en su retirada. Arnold planeó arrojar sobre Alemania artilugios semejantes (escondidos en estilográficas, relojes y libros de bolsillo) sin informar de ello al ejército, pero tuvo que desechar la idea a fines de enero de 1943. Vannevar Bush rechazó el encargo, sugiriéndole que se dirigiera al OSS, cuyo director de investigación, Stanley Lovell, alegó que tal producción no podría mantenerse en secreto y que además sería “fantásticamente cara”. Además, el uso de juguetes-trampa había provocado en el norte de África animosidad contra los alemanes y simpatía hacia los aliados.
Entre el 22 de octubre y el 11 de diciembre, Harris organizó una serie de 14 bombardeos nocturnos contra ciudades del norte de Italia (Génova, Milán y Turín), más uno diurno contra Turín, para apoyar la segunda batalla del Alamein y la operación Torch en el norte de África. Los bombarderos volaban sobre territorios ocupados pero eludiendo la línea Kammhuber, de modo que sirvieron para disminuir la angustia de sus tripulantes, ya que las pérdidas fueron del 1,8% de la fuerza enviada en conjunto. Además, sirvieron para que la fuerza de exploradores (Pathfinder) ensayara tácticas. En este período, sólo hubo cinco grandes bombardeos contra objetivos en Alemania. En el frente del Este también se retiraban los alemanes, sin que pudieran frenar tal evolución casos como el de Hans-Ulrich Rudel, que pilotando Stuka destruyó 519 carros de combate soviéticos (17 en un solo día: el 25 de noviembre) más 70 botes de desembarco en Kubaň. Rusos fueron los más exitosos aviadores aliados: Ivan Nikitović Kožedub (62 victorias), Alexandr Ivanović Pokryškin (50) y otros 47 con entre 30 y 50 victorias. El primero de ellos se estrenó en combate en noviembre de 1942.
En el norte de África, los norteamericanos se encontraron con juguetes-trampa dejados por los alemanes en su retirada. Arnold planeó arrojar sobre Alemania artilugios semejantes (escondidos en estilográficas, relojes y libros de bolsillo) sin informar de ello al ejército, pero tuvo que desechar la idea a fines de enero de 1943. Vannevar Bush rechazó el encargo, sugiriéndole que se dirigiera al OSS, cuyo director de investigación, Stanley Lovell, alegó que tal producción no podría mantenerse en secreto y que además sería “fantásticamente cara”. Además, el uso de juguetes-trampa había provocado en el norte de África animosidad contra los alemanes y simpatía hacia los aliados.
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La reunión de Casablanca y Pointblank
Por primera vez desde que accediera en 1933 a la presidencia de EE.UU., Roosevelt tomó un avión en enero de 1943, para encontrarse con Churchill en Casablanca. El desembarco en el norte de África restaba sentido a la ofensiva de bombardeo en Europa sólo en apariencia: ambos dignatarios acordaron dar prioridad al bombardeo de Alemania. Esa decisión era una consecuencia de otra: la de retrasar a 1944 el desembarco en Europa occidental, para dar prioridad al golpe “en la panza” propugnado por Churchill con su estrategia mediterránea. Las nuevas tareas del estado mayor conjunto anglo-norteamericano fueron formuladas el 21 de enero como la “perturbación y destrucción progresiva de la estructura militar, industrial y económica de Alemania y el minado de la moral de su población hasta el punto de que su capacidad de ofrecer resistencia armada quede decisivamente debilitada”. La ofensiva combinada de bombardeo contra Alemania recibió el nombre de Pointblank. Churchill no quedó convencido de que el bombardeo diurno norteamericano fuera a ser más eficaz que el nocturno británico, pero lo aceptó porque Eaker aseguró que sería muy costoso remodelar sus aviones y entrenar sus tripulaciones para el bombardeo nocturno.
También se trató en Casablanca sobre la bomba atómica, sin que los norteamericanos dieran detalles del proyecto en que trabajaban. En la conferencia de clausura, los aliados acordaron exigir a las potencias del eje una rendición incondicional. Estas dos palabras fueron el punto de mayor trascendencia, y fueron una ocurrencia personal de Roosevelt. Según afirmaba Cordell Hull en las memorias que publicó en 1948, no formaban parte de la estrategia del ministerio de Exteriores norteamericano: “nosotros nos quedamos tan sorprendidos como Churchill cuando el presidente, en una rueda de prensa en presencia de Churchill, de repente habló de eso por primera vez”. La cosa se complicó, por lo que se refiere al emperador del Japón, al precisar Roosevelt ante los periodistas en la Casa Blanca el 12 de febrero que la política de la “capitulación incondicional” no tenía por objetivo “hacer algo contra la población normal de las potencias del Eje”, sino “castigar y pedir cuentas a sus líderes culpables y bárbaros”.
La RAF plasmó las decisiones de Casablanca en una directiva del estado mayor aéreo (operaciones) fechada el 14 de enero, que establecía una campaña de tres meses autorizando el bombardeo por áreas en los puertos de Brest, Lorient, St. Nazaire y La Pallice: El U-Boot Defence Committee británico, que en noviembre de 1942 sustituyó al Comité del Atlántico, había desechado el bombardeo de las bases de submarinos alemanes en Francia, porque no existía una bomba capaz de perforar los búnkeres y por la destrucción de ciudades francesas que exigía. Apenas se dio luz verde, la noche del 14 de enero tuvo lugar el primero de nueve bombardeos británicos de Lorient, avisando previamente a la población mediante octavillas. La base de Brest sufrió 65 bombardeos a lo largo de la guerra, sin que resultara dañado ningún submarino. Los puertos de Brest, St. Nazaire y Lorient quedaron destruidos, sin que se dañaran las bases; y algo semejante sucedió en el núcleo ferroviario de Rennes, bombardeado por la 8ª USAAF: tras los malos resultados, Harris pudo volver a concentrar sus fuerzas contra Alemania. También se decidió en Casablanca destinar ochenta aviones de gran autonomía para suprimir el hueco sin protección aérea para los convoyes al sur de Groenlandia. El empleo de este tipo de aviones por orden de Roosevelt sería, a partir del marzo de 1943, la razón del definitivo declive de los submarinos alemanes en el Atlántico.
En enero de 1943 la 8ª AAF realizó su primer bombardeo en Alemania. Los norteamericanos se daban cuenta de que los blancos del AWPD/1 eran utópicos: la industria militar alemana se encontraba repartida en 6.000 pequeñas empresas. Además, el jefe de las fuerzas norteamericanas en Europa, teniente general Dwight Eisenhower consideraba como misión principal de la 8ª AAF la de “obtener y mantener el dominio del aire sobre el oeste de Francia”. El Comité de Analistas de Operaciones aconsejó a Arnold atacar seis tipos de industrias por este orden de preferencia: submarinos, aeronáutica, bolas para rodamientos, petróleo, goma sintética y transportes militares. El coronel Richard D’O. Hughes volvió a encargarse de elaborar —esta vez para la Unidad de Objetivos Enemigos de la embajada norteamericana en Londres— una lista de 76 blancos, que se incorporó en junio al plan de ofensiva Pointblank. Un mes antes, en mayo, por primera vez la 8ª AAF había lanzado una misión con más de 250 bombarderos. En junio contaba con 25 grupos y en diciembre con 26. Sumando los 9 de la 15ª AAF, en enero de 1944 pudieron los norteamericanos lanzar operaciones con 750 bombarderos y en febrero con mil.
Los británicos sustituyeron desde comienzos de 1943 el Gee por los sistemas de lanzamiento de bombas y navegación Oboe (Observer bombing over enemy) y H2S (Home Sweet Home). Oboe dirigía dos emisiones de radio hacia el objetivo, utilizadas por los exploradores para marcar el blanco para los siguientes bombarderos. La curvatura de la tierra limitaba su eficacia a 450 km. El H2S era un radar a bordo de los aparatos, con longitud de onda en la banda S de 10 cm, poca resolución y alcance entre 30 y 50 millas (48-80 km), que permitía identificar los blancos —o al menos el contraste entre grandes superficies edificadas, que devolvían la señal apareciendo en blanco en la pantalla, y el campo o el mar, que la absorbían y aparecían en negro— para bombardear de noche incluso bajo densas capas de nubes. A fines de 1942 se había equipado con él a 24 bombarderos de la fuerza exploradora (PFF): 12 Halifaxes y 12 Stirlings. Fue usado operativamente por primera vez contra Hamburgo en la noche del 30 de enero, con muy pobres resultados. En febrero, Harris contaba con nueve Mosquitos y un millar de bombarderos, 650 de ellos cuatrimotores. La RAF tenía almacenados cinco millones de bombas incendiarias de 4 libras (1,8 kg), de las que se fabricaban 60.000 por semana: hasta el final de la guerra se arrojarán 80 millones sobre Alemania.
Los alemanes podían perturbar el Gee con emisiones de radio y el 2 de enero cayó en sus manos el H2S de un Stirling derribado sobre Amsterdam. La caza nocturna alemana contaba a fines de 1942 con cinco Geschwader y 15 Gruppen repartidas en cien áreas de caza, cada una con dos radares gigantes Würzburg-Riese y sus asociados de alerta temprana (Freya). El personal de tierra de estas zonas (Luftnachrichtendienst) sumaba 40.000 personas, a las que se sumaban 900.000 que manejaban la artillería antiaérea y los reflectores. Pero los nuevos aviones de la Nachtjagd llegaban con más lentitud que los del Bomber Command. El Bf 110 seguía siendo el más numeroso y pocos de los 257 Ju 88C —el mejor caza nocturno exceptuando el He 219— producidos en 1942 fueron destinados a la defensa del Reich, yendo la mayoría al frente del Este. En primavera de 1943, el 70% de los aviones de caza alemanes operaba en Europa occidental.
Por primera vez desde que accediera en 1933 a la presidencia de EE.UU., Roosevelt tomó un avión en enero de 1943, para encontrarse con Churchill en Casablanca. El desembarco en el norte de África restaba sentido a la ofensiva de bombardeo en Europa sólo en apariencia: ambos dignatarios acordaron dar prioridad al bombardeo de Alemania. Esa decisión era una consecuencia de otra: la de retrasar a 1944 el desembarco en Europa occidental, para dar prioridad al golpe “en la panza” propugnado por Churchill con su estrategia mediterránea. Las nuevas tareas del estado mayor conjunto anglo-norteamericano fueron formuladas el 21 de enero como la “perturbación y destrucción progresiva de la estructura militar, industrial y económica de Alemania y el minado de la moral de su población hasta el punto de que su capacidad de ofrecer resistencia armada quede decisivamente debilitada”. La ofensiva combinada de bombardeo contra Alemania recibió el nombre de Pointblank. Churchill no quedó convencido de que el bombardeo diurno norteamericano fuera a ser más eficaz que el nocturno británico, pero lo aceptó porque Eaker aseguró que sería muy costoso remodelar sus aviones y entrenar sus tripulaciones para el bombardeo nocturno.
También se trató en Casablanca sobre la bomba atómica, sin que los norteamericanos dieran detalles del proyecto en que trabajaban. En la conferencia de clausura, los aliados acordaron exigir a las potencias del eje una rendición incondicional. Estas dos palabras fueron el punto de mayor trascendencia, y fueron una ocurrencia personal de Roosevelt. Según afirmaba Cordell Hull en las memorias que publicó en 1948, no formaban parte de la estrategia del ministerio de Exteriores norteamericano: “nosotros nos quedamos tan sorprendidos como Churchill cuando el presidente, en una rueda de prensa en presencia de Churchill, de repente habló de eso por primera vez”. La cosa se complicó, por lo que se refiere al emperador del Japón, al precisar Roosevelt ante los periodistas en la Casa Blanca el 12 de febrero que la política de la “capitulación incondicional” no tenía por objetivo “hacer algo contra la población normal de las potencias del Eje”, sino “castigar y pedir cuentas a sus líderes culpables y bárbaros”.
La RAF plasmó las decisiones de Casablanca en una directiva del estado mayor aéreo (operaciones) fechada el 14 de enero, que establecía una campaña de tres meses autorizando el bombardeo por áreas en los puertos de Brest, Lorient, St. Nazaire y La Pallice: El U-Boot Defence Committee británico, que en noviembre de 1942 sustituyó al Comité del Atlántico, había desechado el bombardeo de las bases de submarinos alemanes en Francia, porque no existía una bomba capaz de perforar los búnkeres y por la destrucción de ciudades francesas que exigía. Apenas se dio luz verde, la noche del 14 de enero tuvo lugar el primero de nueve bombardeos británicos de Lorient, avisando previamente a la población mediante octavillas. La base de Brest sufrió 65 bombardeos a lo largo de la guerra, sin que resultara dañado ningún submarino. Los puertos de Brest, St. Nazaire y Lorient quedaron destruidos, sin que se dañaran las bases; y algo semejante sucedió en el núcleo ferroviario de Rennes, bombardeado por la 8ª USAAF: tras los malos resultados, Harris pudo volver a concentrar sus fuerzas contra Alemania. También se decidió en Casablanca destinar ochenta aviones de gran autonomía para suprimir el hueco sin protección aérea para los convoyes al sur de Groenlandia. El empleo de este tipo de aviones por orden de Roosevelt sería, a partir del marzo de 1943, la razón del definitivo declive de los submarinos alemanes en el Atlántico.
En enero de 1943 la 8ª AAF realizó su primer bombardeo en Alemania. Los norteamericanos se daban cuenta de que los blancos del AWPD/1 eran utópicos: la industria militar alemana se encontraba repartida en 6.000 pequeñas empresas. Además, el jefe de las fuerzas norteamericanas en Europa, teniente general Dwight Eisenhower consideraba como misión principal de la 8ª AAF la de “obtener y mantener el dominio del aire sobre el oeste de Francia”. El Comité de Analistas de Operaciones aconsejó a Arnold atacar seis tipos de industrias por este orden de preferencia: submarinos, aeronáutica, bolas para rodamientos, petróleo, goma sintética y transportes militares. El coronel Richard D’O. Hughes volvió a encargarse de elaborar —esta vez para la Unidad de Objetivos Enemigos de la embajada norteamericana en Londres— una lista de 76 blancos, que se incorporó en junio al plan de ofensiva Pointblank. Un mes antes, en mayo, por primera vez la 8ª AAF había lanzado una misión con más de 250 bombarderos. En junio contaba con 25 grupos y en diciembre con 26. Sumando los 9 de la 15ª AAF, en enero de 1944 pudieron los norteamericanos lanzar operaciones con 750 bombarderos y en febrero con mil.
Los británicos sustituyeron desde comienzos de 1943 el Gee por los sistemas de lanzamiento de bombas y navegación Oboe (Observer bombing over enemy) y H2S (Home Sweet Home). Oboe dirigía dos emisiones de radio hacia el objetivo, utilizadas por los exploradores para marcar el blanco para los siguientes bombarderos. La curvatura de la tierra limitaba su eficacia a 450 km. El H2S era un radar a bordo de los aparatos, con longitud de onda en la banda S de 10 cm, poca resolución y alcance entre 30 y 50 millas (48-80 km), que permitía identificar los blancos —o al menos el contraste entre grandes superficies edificadas, que devolvían la señal apareciendo en blanco en la pantalla, y el campo o el mar, que la absorbían y aparecían en negro— para bombardear de noche incluso bajo densas capas de nubes. A fines de 1942 se había equipado con él a 24 bombarderos de la fuerza exploradora (PFF): 12 Halifaxes y 12 Stirlings. Fue usado operativamente por primera vez contra Hamburgo en la noche del 30 de enero, con muy pobres resultados. En febrero, Harris contaba con nueve Mosquitos y un millar de bombarderos, 650 de ellos cuatrimotores. La RAF tenía almacenados cinco millones de bombas incendiarias de 4 libras (1,8 kg), de las que se fabricaban 60.000 por semana: hasta el final de la guerra se arrojarán 80 millones sobre Alemania.
Los alemanes podían perturbar el Gee con emisiones de radio y el 2 de enero cayó en sus manos el H2S de un Stirling derribado sobre Amsterdam. La caza nocturna alemana contaba a fines de 1942 con cinco Geschwader y 15 Gruppen repartidas en cien áreas de caza, cada una con dos radares gigantes Würzburg-Riese y sus asociados de alerta temprana (Freya). El personal de tierra de estas zonas (Luftnachrichtendienst) sumaba 40.000 personas, a las que se sumaban 900.000 que manejaban la artillería antiaérea y los reflectores. Pero los nuevos aviones de la Nachtjagd llegaban con más lentitud que los del Bomber Command. El Bf 110 seguía siendo el más numeroso y pocos de los 257 Ju 88C —el mejor caza nocturno exceptuando el He 219— producidos en 1942 fueron destinados a la defensa del Reich, yendo la mayoría al frente del Este. En primavera de 1943, el 70% de los aviones de caza alemanes operaba en Europa occidental.
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¿Transportes o combustible? De Lindemann a Zuckerman
A comienzos de 1943, los aliados establecieron en el norte de África un mando de bombardeo para apoyar el desembarco en Sicilia (operación Husky). Este fue el punto de partida de la discusión acerca de si convenía concentrar los ataques en la red de transportes en lugar de contra la producción de combustibles. En noviembre de 1942 y abril de 1943, James B. Gordon (¿???) y Charles Portal enviaron a Eaker sendas advertencias sobre el desengaño que los bombardeos norteamericanos provocaban en las poblaciones europeas. El secretario asistente de guerra para el Aire, Robert A. Lovett, indicó a Eaker el 23 de marzo que las restricciones para evitar bombardear a los civiles harían ineficaces los bombardeos, y que los británicos no las respetaban: si no podía bombardear los búnkeres de Lorient, debía “aniquilar la ciudad igual que lo hace la RAF”, es decir, mediante “bombardeos por áreas” (area bombing). Dos días más tarde, el 25 de marzo, el comandante supremo aliado en Europa, Dwight D. Eisenhower, aceptaba un plan de bombardeos previos al desembarco en Francia, presentado por su lugarteniente, el mariscal del aire Arthur Tedder, y elaborado por Solly Zuckerman, que era partidario de centrar los ataques en las redes de transporte.
El plan Zuckerman será discutido durante más de un año, en el cual los mandos de la USAAF defenderán su preferencia por atacar las fábricas de combustibles, también por pensar que provocarían menos muertos entre las poblaciones aliadas que los ataques a los ferrocarriles. Eaker decidió no seguir la orden de Lovett, ordenó elaborar una lista de blancos en los que el daño a civiles sería menor, y pasó la lista a los británicos para que la aprobaran. Tales precauciones no regían para Alemania: en el ataque a Vegesack el 18 de marzo, la 8ª AAF empleó por primera vez la táctica de “arrojar con el jefe” con la nueva formación (combat box o Javelin Down formation, con entre 18 y 21 bombarderos) ideada por el jefe del 305º grupo de bombardeo, Curtis E. LeMay. Éste calculó que la artillería alemana necesitaba 372 disparos para derribar a un B-17 volando a 25.000 pies-7.620 m, y que las acciones evasivas en un bombardeo desde menor altitud (los cañones de 8,8 cm tenían un alcance eficaz de 20.000 pies-6.096 m) lo hacían menos rentable y preciso. La nueva formación ofrecía mayor potencia de fuego frente a los cazas y diez minutos de vuelo rectilíneo hacia el blanco: apuntaba sólo el “líder” y en caso de formaciones con varias “cajas de combate”, también otros jefes secundarios. El jefe podía anular el lanzamiento automático de su visor Norden, para arrojar las bombas antes o después, en función de su puesto dentro de la formación.
La 8ª AAF llegó a la conclusión de que bombas de mayor peso causaban mayores efectos que más bombas menores. El efecto de la espoleta retardada, por su parte, era mayor si el retraso era muy pequeño respecto al impacto: cuatro bombas con espoleta retardada a 0,25 segundos producían daños en unos 600 m2 y con un retraso de sólo 0,01 segundos, en casi 1.500 m2. A partir de abril de 1943, se usaron preferentemente las bombas explosivas de corto retraso M-43 y M-64 (de 500 libras, 226,8 Kg), y la incendiaria M-47. La M-43, con 267 libras de TNT, creaba un cráter de 0,6 m de profundidad y 2,7 de diámetro en terreno arenoso con espoleta instantánea: con un cálculo optimista, se pensaba que las ocho M-43 de un B-17 podrían dañar un área de casi 3.000 m2: poco más de una octogésima parte del área (236.409 m2) abarcada en el error circular medio de la 8ª AAF (900 pies-274 m, ángulo de error de 2,2 grados desde 23.000 pies-7010 m).
Respecto a las bombas incendiarias, Arnold dijo el 26 de abril a su jefe de material y suministros, que las usarían con tres finalidades: destruir con precisión blancos industriales, crear en áreas densamente pobladas fuegos que sirvieran de orientación a los bombarderos de la RAF en sus incursiones nocturnas, y “quemar las zonas con mayor densidad de edificaciones en ciudades y pueblos en ataques diurnos cuando la ocasión lo requiera”. El día 30, pidió a su asistente T.J. Hanley que comunicara a su estado mayor que “ésta es una guerra brutal y la forma de detener la matanza de civiles es causar tanto daño, destrucción y muerte que los civiles pidan a su gobierno que detenga la lucha. Esto no significa que convirtamos a los civiles o las instituciones civiles en objetivo militar, pero no podemos dejar de golpear sólo porque algunos de ellos puedan resultar muertos”.
A comienzos de 1943, los aliados establecieron en el norte de África un mando de bombardeo para apoyar el desembarco en Sicilia (operación Husky). Este fue el punto de partida de la discusión acerca de si convenía concentrar los ataques en la red de transportes en lugar de contra la producción de combustibles. En noviembre de 1942 y abril de 1943, James B. Gordon (¿???) y Charles Portal enviaron a Eaker sendas advertencias sobre el desengaño que los bombardeos norteamericanos provocaban en las poblaciones europeas. El secretario asistente de guerra para el Aire, Robert A. Lovett, indicó a Eaker el 23 de marzo que las restricciones para evitar bombardear a los civiles harían ineficaces los bombardeos, y que los británicos no las respetaban: si no podía bombardear los búnkeres de Lorient, debía “aniquilar la ciudad igual que lo hace la RAF”, es decir, mediante “bombardeos por áreas” (area bombing). Dos días más tarde, el 25 de marzo, el comandante supremo aliado en Europa, Dwight D. Eisenhower, aceptaba un plan de bombardeos previos al desembarco en Francia, presentado por su lugarteniente, el mariscal del aire Arthur Tedder, y elaborado por Solly Zuckerman, que era partidario de centrar los ataques en las redes de transporte.
El plan Zuckerman será discutido durante más de un año, en el cual los mandos de la USAAF defenderán su preferencia por atacar las fábricas de combustibles, también por pensar que provocarían menos muertos entre las poblaciones aliadas que los ataques a los ferrocarriles. Eaker decidió no seguir la orden de Lovett, ordenó elaborar una lista de blancos en los que el daño a civiles sería menor, y pasó la lista a los británicos para que la aprobaran. Tales precauciones no regían para Alemania: en el ataque a Vegesack el 18 de marzo, la 8ª AAF empleó por primera vez la táctica de “arrojar con el jefe” con la nueva formación (combat box o Javelin Down formation, con entre 18 y 21 bombarderos) ideada por el jefe del 305º grupo de bombardeo, Curtis E. LeMay. Éste calculó que la artillería alemana necesitaba 372 disparos para derribar a un B-17 volando a 25.000 pies-7.620 m, y que las acciones evasivas en un bombardeo desde menor altitud (los cañones de 8,8 cm tenían un alcance eficaz de 20.000 pies-6.096 m) lo hacían menos rentable y preciso. La nueva formación ofrecía mayor potencia de fuego frente a los cazas y diez minutos de vuelo rectilíneo hacia el blanco: apuntaba sólo el “líder” y en caso de formaciones con varias “cajas de combate”, también otros jefes secundarios. El jefe podía anular el lanzamiento automático de su visor Norden, para arrojar las bombas antes o después, en función de su puesto dentro de la formación.
La 8ª AAF llegó a la conclusión de que bombas de mayor peso causaban mayores efectos que más bombas menores. El efecto de la espoleta retardada, por su parte, era mayor si el retraso era muy pequeño respecto al impacto: cuatro bombas con espoleta retardada a 0,25 segundos producían daños en unos 600 m2 y con un retraso de sólo 0,01 segundos, en casi 1.500 m2. A partir de abril de 1943, se usaron preferentemente las bombas explosivas de corto retraso M-43 y M-64 (de 500 libras, 226,8 Kg), y la incendiaria M-47. La M-43, con 267 libras de TNT, creaba un cráter de 0,6 m de profundidad y 2,7 de diámetro en terreno arenoso con espoleta instantánea: con un cálculo optimista, se pensaba que las ocho M-43 de un B-17 podrían dañar un área de casi 3.000 m2: poco más de una octogésima parte del área (236.409 m2) abarcada en el error circular medio de la 8ª AAF (900 pies-274 m, ángulo de error de 2,2 grados desde 23.000 pies-7010 m).
Respecto a las bombas incendiarias, Arnold dijo el 26 de abril a su jefe de material y suministros, que las usarían con tres finalidades: destruir con precisión blancos industriales, crear en áreas densamente pobladas fuegos que sirvieran de orientación a los bombarderos de la RAF en sus incursiones nocturnas, y “quemar las zonas con mayor densidad de edificaciones en ciudades y pueblos en ataques diurnos cuando la ocasión lo requiera”. El día 30, pidió a su asistente T.J. Hanley que comunicara a su estado mayor que “ésta es una guerra brutal y la forma de detener la matanza de civiles es causar tanto daño, destrucción y muerte que los civiles pidan a su gobierno que detenga la lucha. Esto no significa que convirtamos a los civiles o las instituciones civiles en objetivo militar, pero no podemos dejar de golpear sólo porque algunos de ellos puedan resultar muertos”.
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Schräge Musik y Wilde Sau. Nuevas tácticas, radares y aviones
En abril, Hajo Herrmann y otros siete pilotos, desafiando la orden de Hitler que impedía limitar el fuego antiaéreo, comenzó a practicar sobre Berlín la táctica de la “jabalina” (wilde Sau), consistente en atacar (con cazas monomotores más ágiles) a los bombarderos mientras estaban sobre el objetivo, aprovechando para ello la mayor visibilidad que aportaban los reflectores. Göring aprobó la creación de una unidad experimental (Nachtjadgversuchskommando) que operaría en el Ruhr, acordando con el general Hintz, responsable del II. Flakkorps, que la artillería antiaérea disparara sólo por debajo de 5.500 metros (18.000 pies). Su táctica se estrenaría el 3 de julio sobre Colonia: la defensa de la ciudad no estaba encomendada al II. Flakkorps sino a la 7. Flakdivision y Herrmann no pudo pedir que la artillería se abstuviera de disparar a partir de cierta altitud; tanto los diez cazas de Herrmann como la artillería reclamaron los doce derribos (hasta entonces la artillería había obtenido uno o dos derribos por bombardeo): se adjudicó la mitad a cada uno.
El 9 de mayo, el Oberleutnant Heinrich Schmitt, veterano de la guerra civil española y de la batalla de Inglaterra, desertó en compañía de su operador de radar, Oberfeldwebel Paul Rosenberger, y del mecánico Oberfeldwebel Erich Kantwill, aterrizando en Dyce, Aberdeen, con el Ju 88R-1 D5+EV equipado con radar Lichtenstein, tras haber despegado de Grøve (Dinamarca) para un vuelo de rutina y emitir un SOS por presunto incendio de un motor volando sobre el mar. Esto permitió a los ingleses desarrollar el radar Serrate que captaba las emisiones del Lichtenstein: lo estrenaron cinco Beaufighters enviados sin éxito contra los aeropuertos de Eindhoven, Deelen y Gilze-Rijen el 14 de junio. En junio se introdujeron dos aparatos más para uso defensivo de los bombarderos: Boozer y Monica. El primero era un receptor (pasivo) que encendía luces rojas y amarillas si el avión era iluminado, respectivamente, por los radares Lichtenstein o Würzburg. Monica emitía ondas de radio que, reflejadas por un avión cercano, producían un pitido en los cascos del piloto: una progresión creciente de pitidos denunciaba la existencia de un avión que se acercaba.
Entretanto, también los alemanes desarrollaban nuevas tácticas, en concreto, la del tiro oblicuo (schräge Musik o música torcida, denominación crítica que los nazis dieron al jazz). Su uso había sido propugnado por el Oberleutnant Rudolf Schoenert, pero contra ella se manifestaron ases como Helmut Lent y Werner Streib. En julio de 1942, al condecorar a Schoenert con la RK, Kammhuber le autorizó a experimentar con el tiro oblicuo. A fines de año, cuando Schoenert mandaba el II./NJG 5, un suboficial de armamento, Obrefeldwebel Mahler, instaló ametralladoras gemelas de 20 mm en la cabina de un Bf 110 apuntando hacia atrás y en ángulo, y con ellas obtuvo Schoenert una victoria en mayo de 1943. “Schräge Musik" no fue descubierta por los británicos hasta principios de 1944, cuando se analizaron los impactos de un Lancaster que regresó gravemente dañado. En junio comenzó a instalarse el sistema (R 22: dos ametralladoras Mauser MG 151 de 20 mm, formando ángulo de 70º con la horizontal del fuselaje) también en aviones Do 217 y Ju 88C. Los cañones disparaban con una cadencia de 800 disparos por minuto y tenían 200 proyectiles cada uno, ninguno de ellos trazadores, pues se trataba de aprovechar el punto muerto de visión de los bombarderos británicos, acercándose por abajo y por detrás para disparar entre los motores de alguna de las alas, donde se encontraban los depósitos de combustible en el caso de los Lancaster. La idea había sido aplicada de forma independiente al menos por otro piloto, el Hauptmann Wittgenstein (IV./NJG 5), en el frente del Este, a partir de marzo de 1943.
El He 219 pudo estar disponible a principios de 1943, y en opinión de Hinchliffe bien pudo haber elevado las bajas del Bomber Command por encima del límite aceptable. El prototipo del Projekt 1060 de Heinkel había sido examinado el 22 de enero de 1942 por Kammhuber en Rostock/Marienehe, pero los bombardeos de los meses de marzo y abril destruyeron la mayoría de la documentación (aunque no el prototipo) y los trabajos fueron trasladados a Schwechat (Viena). El primer vuelo de pruebas tuvo lugar en Marienehe en noviembre, y el piloto, Peters, se mostró entusiasmado. Se encargaron doce ejemplares de pre-producción, asegurándose que ésta comenzaría a mediados de 1943. Poco después, sin embargo, Milch anunció que la producción en serie no sería posible antes de 1944. En marzo de 1943 se probaron comparativamente el He 219 y el Ju 88S, encargándose producir el primero a razón de doscientas unidades mensuales. Heinkel, sin embargo, repuso que de momento sólo podía fabricar diez por mes. En el primer vuelo de combate de un He 219, en la noche del 12 de junio, Werner Streib —acompañado por su operador de radio Helmut Fischer—, derribó cinco bombarderos en 77 minutos. Milch comentó que posiblemente Streib habría obtenido el mismo éxito con otro avión, pero tuvo que ceder al entusiasmo de la caza nocturna por el He 219 y ordenar una producción en serie que, en ese momento, según estimaba Heinkel, podía ser de 24 aparatos mensuales. El reabastecimiento permanente del grupo I./NJG 1 con He 219 no empezará hasta marzo de 1944, y Milch continuará criticando la utilidad de un avión tan “especializado” que costaba 30.000 horas de trabajo por ejemplar. Como tantos otros, Milch tenía su mirada puesta en el Este, donde los rusos producían 29.200 bombarderos por año, frente a los 10.000 cazas que anualmente podría construir Alemania.
Refiriéndose a los efectos del bombardeo de Düsseldorf el 12 de junio, Hinchliffe los compara —a efectos imaginativos— con los de un ataque terrorista de los que el lector haya tenido noticia: “piense en la destrucción, las muertes, la sangre, las mutilaciones, las viudas, los huérfanos; y multiplíquelo por mil”. Pero, habiendo sido por su parte navegador en un bombardero de la RAF entre 1944 y 1945 (y derribado en una ocasión), el autor afirma que es “igualmente imposible expresar en palabras la experiencia de volar en un bombardero pesado sobre Alemania. El sentimiento de soledad a pesar de saber uno que su máquina es una entre cientos; el miedo que encoge el estómago, porque cada minuto puede ser el último de tu vida; y el miedo de que los otros miembros de la tripulación vean que uno está asustado; el ruido, el frío, el bamboleo, las bruscas subidas y bajadas del avión; y el indescriptible olor, mezcla de petróleo, lubricante, goma, líquido de la letrina química y posibles vómitos. Y daba igual lo que uno estuviera haciendo a la gente de abajo, porque después de todo eso no era más que un trabajo y había cosas de mayor importancia inmediata en que pensar, y las más importantes eran hacer uno su tarea y sobrevivir”.
El 14 de mayo, la RAF bombardeó la fábrica de Skoda en Pilsen (actual República Checa), perdiendo nueve aparatos, y con un resultado que sorprendió a los planificadores por su precisión: el 90% de las bombas cayó en un radio de 5,6 km del blanco. Los norteamericanos, que el 18 de mayo estrenaban en el bombardeo de Vegesack su combinación de visor Norden y piloto-estabilizador automático (AFCE C-1), seguían confiando en el bombardeo de precisión. El 10 de junio, Arnold enviaba a todos sus comandantes un mensaje en el que aseguraba que la precisión ahorraría vidas propias, al no tener que atacar repetidas veces un mismo blanco, y a las “poblaciones víctimas” sufrimientos que envenenarían las relaciones entre países tras la guerra. “El bombardero simplemente añade extensión al horror, especialmente si no se usa con discreción; pero si se usa con el debido grado de comprensión, se convierte de hecho en la más humana de todas las armas”.
En abril, Hajo Herrmann y otros siete pilotos, desafiando la orden de Hitler que impedía limitar el fuego antiaéreo, comenzó a practicar sobre Berlín la táctica de la “jabalina” (wilde Sau), consistente en atacar (con cazas monomotores más ágiles) a los bombarderos mientras estaban sobre el objetivo, aprovechando para ello la mayor visibilidad que aportaban los reflectores. Göring aprobó la creación de una unidad experimental (Nachtjadgversuchskommando) que operaría en el Ruhr, acordando con el general Hintz, responsable del II. Flakkorps, que la artillería antiaérea disparara sólo por debajo de 5.500 metros (18.000 pies). Su táctica se estrenaría el 3 de julio sobre Colonia: la defensa de la ciudad no estaba encomendada al II. Flakkorps sino a la 7. Flakdivision y Herrmann no pudo pedir que la artillería se abstuviera de disparar a partir de cierta altitud; tanto los diez cazas de Herrmann como la artillería reclamaron los doce derribos (hasta entonces la artillería había obtenido uno o dos derribos por bombardeo): se adjudicó la mitad a cada uno.
El 9 de mayo, el Oberleutnant Heinrich Schmitt, veterano de la guerra civil española y de la batalla de Inglaterra, desertó en compañía de su operador de radar, Oberfeldwebel Paul Rosenberger, y del mecánico Oberfeldwebel Erich Kantwill, aterrizando en Dyce, Aberdeen, con el Ju 88R-1 D5+EV equipado con radar Lichtenstein, tras haber despegado de Grøve (Dinamarca) para un vuelo de rutina y emitir un SOS por presunto incendio de un motor volando sobre el mar. Esto permitió a los ingleses desarrollar el radar Serrate que captaba las emisiones del Lichtenstein: lo estrenaron cinco Beaufighters enviados sin éxito contra los aeropuertos de Eindhoven, Deelen y Gilze-Rijen el 14 de junio. En junio se introdujeron dos aparatos más para uso defensivo de los bombarderos: Boozer y Monica. El primero era un receptor (pasivo) que encendía luces rojas y amarillas si el avión era iluminado, respectivamente, por los radares Lichtenstein o Würzburg. Monica emitía ondas de radio que, reflejadas por un avión cercano, producían un pitido en los cascos del piloto: una progresión creciente de pitidos denunciaba la existencia de un avión que se acercaba.
Entretanto, también los alemanes desarrollaban nuevas tácticas, en concreto, la del tiro oblicuo (schräge Musik o música torcida, denominación crítica que los nazis dieron al jazz). Su uso había sido propugnado por el Oberleutnant Rudolf Schoenert, pero contra ella se manifestaron ases como Helmut Lent y Werner Streib. En julio de 1942, al condecorar a Schoenert con la RK, Kammhuber le autorizó a experimentar con el tiro oblicuo. A fines de año, cuando Schoenert mandaba el II./NJG 5, un suboficial de armamento, Obrefeldwebel Mahler, instaló ametralladoras gemelas de 20 mm en la cabina de un Bf 110 apuntando hacia atrás y en ángulo, y con ellas obtuvo Schoenert una victoria en mayo de 1943. “Schräge Musik" no fue descubierta por los británicos hasta principios de 1944, cuando se analizaron los impactos de un Lancaster que regresó gravemente dañado. En junio comenzó a instalarse el sistema (R 22: dos ametralladoras Mauser MG 151 de 20 mm, formando ángulo de 70º con la horizontal del fuselaje) también en aviones Do 217 y Ju 88C. Los cañones disparaban con una cadencia de 800 disparos por minuto y tenían 200 proyectiles cada uno, ninguno de ellos trazadores, pues se trataba de aprovechar el punto muerto de visión de los bombarderos británicos, acercándose por abajo y por detrás para disparar entre los motores de alguna de las alas, donde se encontraban los depósitos de combustible en el caso de los Lancaster. La idea había sido aplicada de forma independiente al menos por otro piloto, el Hauptmann Wittgenstein (IV./NJG 5), en el frente del Este, a partir de marzo de 1943.
El He 219 pudo estar disponible a principios de 1943, y en opinión de Hinchliffe bien pudo haber elevado las bajas del Bomber Command por encima del límite aceptable. El prototipo del Projekt 1060 de Heinkel había sido examinado el 22 de enero de 1942 por Kammhuber en Rostock/Marienehe, pero los bombardeos de los meses de marzo y abril destruyeron la mayoría de la documentación (aunque no el prototipo) y los trabajos fueron trasladados a Schwechat (Viena). El primer vuelo de pruebas tuvo lugar en Marienehe en noviembre, y el piloto, Peters, se mostró entusiasmado. Se encargaron doce ejemplares de pre-producción, asegurándose que ésta comenzaría a mediados de 1943. Poco después, sin embargo, Milch anunció que la producción en serie no sería posible antes de 1944. En marzo de 1943 se probaron comparativamente el He 219 y el Ju 88S, encargándose producir el primero a razón de doscientas unidades mensuales. Heinkel, sin embargo, repuso que de momento sólo podía fabricar diez por mes. En el primer vuelo de combate de un He 219, en la noche del 12 de junio, Werner Streib —acompañado por su operador de radio Helmut Fischer—, derribó cinco bombarderos en 77 minutos. Milch comentó que posiblemente Streib habría obtenido el mismo éxito con otro avión, pero tuvo que ceder al entusiasmo de la caza nocturna por el He 219 y ordenar una producción en serie que, en ese momento, según estimaba Heinkel, podía ser de 24 aparatos mensuales. El reabastecimiento permanente del grupo I./NJG 1 con He 219 no empezará hasta marzo de 1944, y Milch continuará criticando la utilidad de un avión tan “especializado” que costaba 30.000 horas de trabajo por ejemplar. Como tantos otros, Milch tenía su mirada puesta en el Este, donde los rusos producían 29.200 bombarderos por año, frente a los 10.000 cazas que anualmente podría construir Alemania.
Refiriéndose a los efectos del bombardeo de Düsseldorf el 12 de junio, Hinchliffe los compara —a efectos imaginativos— con los de un ataque terrorista de los que el lector haya tenido noticia: “piense en la destrucción, las muertes, la sangre, las mutilaciones, las viudas, los huérfanos; y multiplíquelo por mil”. Pero, habiendo sido por su parte navegador en un bombardero de la RAF entre 1944 y 1945 (y derribado en una ocasión), el autor afirma que es “igualmente imposible expresar en palabras la experiencia de volar en un bombardero pesado sobre Alemania. El sentimiento de soledad a pesar de saber uno que su máquina es una entre cientos; el miedo que encoge el estómago, porque cada minuto puede ser el último de tu vida; y el miedo de que los otros miembros de la tripulación vean que uno está asustado; el ruido, el frío, el bamboleo, las bruscas subidas y bajadas del avión; y el indescriptible olor, mezcla de petróleo, lubricante, goma, líquido de la letrina química y posibles vómitos. Y daba igual lo que uno estuviera haciendo a la gente de abajo, porque después de todo eso no era más que un trabajo y había cosas de mayor importancia inmediata en que pensar, y las más importantes eran hacer uno su tarea y sobrevivir”.
El 14 de mayo, la RAF bombardeó la fábrica de Skoda en Pilsen (actual República Checa), perdiendo nueve aparatos, y con un resultado que sorprendió a los planificadores por su precisión: el 90% de las bombas cayó en un radio de 5,6 km del blanco. Los norteamericanos, que el 18 de mayo estrenaban en el bombardeo de Vegesack su combinación de visor Norden y piloto-estabilizador automático (AFCE C-1), seguían confiando en el bombardeo de precisión. El 10 de junio, Arnold enviaba a todos sus comandantes un mensaje en el que aseguraba que la precisión ahorraría vidas propias, al no tener que atacar repetidas veces un mismo blanco, y a las “poblaciones víctimas” sufrimientos que envenenarían las relaciones entre países tras la guerra. “El bombardero simplemente añade extensión al horror, especialmente si no se usa con discreción; pero si se usa con el debido grado de comprensión, se convierte de hecho en la más humana de todas las armas”.
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Arnold habla de precisión y Spaatz propone destruir Roma
En el marco de la preparación del desembarco en Sicilia (operación Husky), Solly Zuckerman, asesor de Tedder, elaboró un plan de bombardeo de la isla de Pantelleria, cuya guarnición se rindió sin combatir. Zuckerman se ganó la admiración de Spaatz por esta planificación, pero ambos personajes extrajeron conclusiones divergentes. A partir de la rendición de un puñado de italianos en una pequeña isla —donde los transportes no jugaban papel alguno—, Zuckerman insistió en que la mejor forma de apoyar la invasión de Italia y Francia era bombardear los transportes. Para Spaatz, Pantelleria probó que “la mente humana no puede aguantar un bombardeo en progresión ascendente”: se podía obtener la capitulación del enemigo sólo con el bombardeo. La invasión de Sicilia comenzada con intensos bombardeos a partir del 10 de julio, supuso la apertura de un segundo frente europeo, con un coste de 7.319 bajas norteamericanas y 9.353 británicas, frente a 164.000 del eje (32.000 alemanas) en 38 días de combates. El 14 de junio Spaatz se propuso —según escribía en su diario, y comunicaba el día 18 a Spaatz— destruir Nápoles como modo de invitar al gobierno italiano a rendirse, y Roma en caso de que la propuesta fuera rechazada.
En el caso de Roma, Churchill y Roosevelt consintieron en el bombardeo de las estaciones ferroviarias de San Lorenzo y Littorio, contando con que sería suficiente para forzar la rendición. Marshall consideró que sería una “tragedia” destruir la basílica de San Pedro, pero que “no dejar fuera de uso las estaciones de ferrocarril sería una calamidad”. La decisión quedó en manos de Eisenhower, que prefería atacar al sur de la ciudad eterna, pero que el 30 de junio aceptó que se bombardeara Roma el 19 de julio. Los pilotos fueron instruidos para no bombardear el Vaticano ni las iglesias de San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor. Los B-17 bombardearon desde 23.000 pies-7.010 m con buena visibilidad San Lorenzo, y bombarderos medios atacaron Littorio y el aeropuerto de Ciampino. Las instalaciones quedaron neutralizadas durante varios días —Arnold contabilizaría en junio de 1944 “más de 800 vagones volcados”—, pero además de morir civiles, la Basílica de San Lorenzo, que no estaba marcada en los mapas y distaba trescientos metros de la estación, fue parcialmente destruida por una bomba.
Tras el bombardeo, el gobierno italiano trató de declarar a Roma ciudad abierta, y el rey Vittorio Emanuele, que estaba considerando la posibilidad de destituir a Mussolini, lo hizo seis días después. Eisenhower suspendió un segundo bombardeo de Roma y todos los bombardeos de ciudades italianas previstos. Los alemanes renunciaron a hacerse fuertes en Roma y el gobierno italiano anunció un armisticio el 8 de septiembre. El bombardeo había conseguido algunos de sus objetivos —S. H. Harvey afirma que los bombardeos aliados provocaron en el norte de Italia un aumento del abstencionismo laboral en las fábricas de aproximadamente un 60%—, pero el poder que se rendía no era el que llevaba a cabo la guerra: tras el armisticio italiano los alemanes desarmaron al ejército italiano, se establecieron en sólidas posiciones e hicieron el avance aliado en Italia más costoso y lento que en Francia.
La cooperación entre las AAF y la Comisión Americana para la Protección y Salvamento de Monumentos Artísiticos e Históricos en Europa, establecida el 20 de agosto por Roosevelt, ayudó a evitar bombardeos de monumentos italianos, si bien sólo cuatro localidades (Florencia, Roma, Torcello y Venecia) no podían ser bombardeadas sin consentimiento del estado mayor de las MAAF. Otros dos grupos de ciudades no podían ser atacadas con cielo totalmente cubierto, y se distribuyeron fotos para reconocer los monumentos. Con todo, entre julio y diciembre, cazabombarderos aliados dañaron el centro de Pisa, apuntando teóricamente a sus puentes; B-24 de la 15ª AAF que debían atacar el puerto de Livorno destruyeron la catedral, el palacio ducal, varias iglesias y el museo, amén de dañar edificios de habitación; Impruneta, una localidad cercana a Florencia evacuada por los alemanes, fue destruida; y las ruinas de Pompeya fueron bombardeadas sin razón aparente. El incidente más grave sería, sin embargo, la destrucción de Montecassino el 15 de febrero de 1944.
En el marco de la preparación del desembarco en Sicilia (operación Husky), Solly Zuckerman, asesor de Tedder, elaboró un plan de bombardeo de la isla de Pantelleria, cuya guarnición se rindió sin combatir. Zuckerman se ganó la admiración de Spaatz por esta planificación, pero ambos personajes extrajeron conclusiones divergentes. A partir de la rendición de un puñado de italianos en una pequeña isla —donde los transportes no jugaban papel alguno—, Zuckerman insistió en que la mejor forma de apoyar la invasión de Italia y Francia era bombardear los transportes. Para Spaatz, Pantelleria probó que “la mente humana no puede aguantar un bombardeo en progresión ascendente”: se podía obtener la capitulación del enemigo sólo con el bombardeo. La invasión de Sicilia comenzada con intensos bombardeos a partir del 10 de julio, supuso la apertura de un segundo frente europeo, con un coste de 7.319 bajas norteamericanas y 9.353 británicas, frente a 164.000 del eje (32.000 alemanas) en 38 días de combates. El 14 de junio Spaatz se propuso —según escribía en su diario, y comunicaba el día 18 a Spaatz— destruir Nápoles como modo de invitar al gobierno italiano a rendirse, y Roma en caso de que la propuesta fuera rechazada.
En el caso de Roma, Churchill y Roosevelt consintieron en el bombardeo de las estaciones ferroviarias de San Lorenzo y Littorio, contando con que sería suficiente para forzar la rendición. Marshall consideró que sería una “tragedia” destruir la basílica de San Pedro, pero que “no dejar fuera de uso las estaciones de ferrocarril sería una calamidad”. La decisión quedó en manos de Eisenhower, que prefería atacar al sur de la ciudad eterna, pero que el 30 de junio aceptó que se bombardeara Roma el 19 de julio. Los pilotos fueron instruidos para no bombardear el Vaticano ni las iglesias de San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor. Los B-17 bombardearon desde 23.000 pies-7.010 m con buena visibilidad San Lorenzo, y bombarderos medios atacaron Littorio y el aeropuerto de Ciampino. Las instalaciones quedaron neutralizadas durante varios días —Arnold contabilizaría en junio de 1944 “más de 800 vagones volcados”—, pero además de morir civiles, la Basílica de San Lorenzo, que no estaba marcada en los mapas y distaba trescientos metros de la estación, fue parcialmente destruida por una bomba.
Tras el bombardeo, el gobierno italiano trató de declarar a Roma ciudad abierta, y el rey Vittorio Emanuele, que estaba considerando la posibilidad de destituir a Mussolini, lo hizo seis días después. Eisenhower suspendió un segundo bombardeo de Roma y todos los bombardeos de ciudades italianas previstos. Los alemanes renunciaron a hacerse fuertes en Roma y el gobierno italiano anunció un armisticio el 8 de septiembre. El bombardeo había conseguido algunos de sus objetivos —S. H. Harvey afirma que los bombardeos aliados provocaron en el norte de Italia un aumento del abstencionismo laboral en las fábricas de aproximadamente un 60%—, pero el poder que se rendía no era el que llevaba a cabo la guerra: tras el armisticio italiano los alemanes desarmaron al ejército italiano, se establecieron en sólidas posiciones e hicieron el avance aliado en Italia más costoso y lento que en Francia.
La cooperación entre las AAF y la Comisión Americana para la Protección y Salvamento de Monumentos Artísiticos e Históricos en Europa, establecida el 20 de agosto por Roosevelt, ayudó a evitar bombardeos de monumentos italianos, si bien sólo cuatro localidades (Florencia, Roma, Torcello y Venecia) no podían ser bombardeadas sin consentimiento del estado mayor de las MAAF. Otros dos grupos de ciudades no podían ser atacadas con cielo totalmente cubierto, y se distribuyeron fotos para reconocer los monumentos. Con todo, entre julio y diciembre, cazabombarderos aliados dañaron el centro de Pisa, apuntando teóricamente a sus puentes; B-24 de la 15ª AAF que debían atacar el puerto de Livorno destruyeron la catedral, el palacio ducal, varias iglesias y el museo, amén de dañar edificios de habitación; Impruneta, una localidad cercana a Florencia evacuada por los alemanes, fue destruida; y las ruinas de Pompeya fueron bombardeadas sin razón aparente. El incidente más grave sería, sin embargo, la destrucción de Montecassino el 15 de febrero de 1944.
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Spaatz se opone al plan de transportes
El 18 de junio Spaatz, se había opuesto al plan Zuckerman, alegando que las redes ferroviarias eran fácilmente reparables y que sería más rentable atacar objetivos petrolíferos, para inmovilizar a los alemanes y porque la USAAF forzaría así a la Luftwaffe a combatir, la anularía y conseguiría la superioridad aérea para el día D. Harris, por su parte, insistía en continuar bombardeando las ciudades de Alemania. Spaatz pensaba, como otros mandos norteamericanos, que el bombardeo de “blancos estratégicos” obtendría por sí sólo la victoria incluso aunque fracasara la invasión de Europa, y protestaba porque el plan Zuckerman —que exigía precisión— relegaba a los norteamericanos a un papel táctico, mientras permitía a Harris bombardear Alemania “dándole una oportunidad de derrotarla antes de la invasión”. En su libro From Apes to Warlords, Zuckerman se explica la postura de Spaatz porque “si bien no tenía fe en la destrucción de ciudades en sí misma, no era reacio a propagar el terror”.
Spaatz ganó para su causa a Churchill, al gabinete de guerra británico y a parte de los altos mandos de la RAF, que calculaban que el plan de transportes mataría a 40.000 civiles franceses y belgas y heriría a 120.000. Churchill intercedió ante Roosevelt, pero el presidente, el departamento de guerra y Arnold decidieron aceptar la elección de Eisenhower. Spaatz amenazó con dimitir y se llegó a una solución de compromiso: la USAAF se adheriría a la letra del plan Zuckerman, pero podría atacar de forma colateral blancos petrolíferos cercanos a las estaciones de ferrocarril, como sería, en mayo de 1944, el caso de Ploesti.
El bombardeo de Buna, la planta de goma sintética de I.G. Farbenindustrie en Marl-Hüls el 22 de junio fue la primera operación de la 8ª AAF en la nueva ofensiva combinada y su primer bombardeo diurno en el Ruhr. Entre las nuevas mejoras tácticas se contaba la de aumentar el intervalo entre las oleadas de bombarderos para evitar que el humo de los primeros grupos dificultara el bombardeo a los siguientes. Con 25 minutos en lugar de dos minutos de intervalo, la segunda oleada aumentaba su precisión un 32%, la tercera un 58%, la cuarta un 105% y la quinta un 178%. El porcentaje de bombas que impactaban en un radio de mil pies-305 m era doble en los dos primeros grupos que en el resto. Otra mejora táctica fue que, por ser un objetivo grande, los bombarderos apuntaban a distintos blancos, para lograr una mejor distribución de las bombas. La producción de Buna se suspendió tras este bombardeo un mes y quedó restringida durante seis. Nunca volvió a ser objeto de un bombardeo masivo: algunos expertos calcularon que para destruirla totalmente habrían hecho falta entre tres y cinco de estas operaciones. Buna fabricó durante la guerra el 30% de la goma sintética alemana, aparte de combustible para aviación (el dimetilbenceno, C6H4(C2H5)2). 1.780 bombas cayeron en el área de 2,2 km2 que cubría la fábrica, suponiendo el 21% de las 422 toneladas arrojadas, que cubrieron un área de 31 km2 (14 veces la de la fábrica).
El 29 de junio, el coronel Leonard Harmon pilotó el primer B-29 de serie entregado a las AAF. Los Estados Unidos habían destinado 3.000 millones de dólares al programa del primer bombardero con altitud estándar superior a 30.000 pies-9.144 m. Sus compartimentos estaban presurizados como si volara a 8.000 pies-2.438 m (se despresurizaba al bombardear para evitar una descompresión explosiva en caso de ser alcanzado por proyectiles). Desarrollado en absoluto secreto —el primer prototipo, XB-29, voló en 1942—, trabajaron en él más de 750 ingenieros durante dos años, y la cifra aumentará hasta más de mil a mediados de 1945. La innovación más revolucionaria del B-29 era el sistema electrónico computarizado de control central de fuego (CFC).
El secretario del aire norteamericano Lovett veía cada vez con mejores ojos los métodos de bombardeo británicos. El 30 de junio escribía al mariscal de la RAF W. L. Welsh que había estudiado las imágenes del informe sobre La Batalla de Essen (marzo de 1943: de los 65.000 edificios de la ciudad sede de Krupp, quedarían sin daños tras 172 bombardeos al final de la guerra 5.000; el 7,7%; en número de muertos —6.384— ocuparía el noveno lugar en Alemania). Lovett experimentó “gran interés y, he de confesarlo, algo de ese barbarismo sádico sobre el que yo bromeaba la pasada noche”. Por el contrario, el contacto con la realidad no producía el mismo resultado en Churchill: durante la campaña del Ruhr, asistió con Richard Casey, representante de Australia en el gabinete de guerra, a la proyección de una película que mostraba lo que piloto, navegador y bombardero veían durante un bombardeo. Churchill exclamó: “¿somos bestias? ¿No hemos llegado demasiado lejos?”. Casey le contestó: “No empezamos nosotros con eso. Se trata de ellos o nosotros”. Hitler, por su parte, sólo pensaba en devolver la misma moneda: rechazó destinar más cazas a la defensa antiaérea y encargó a Göring bombardear Inglaterra. En julio, dijo a un general de su estado mayor (Heiber): “el inglés no abandonará hasta que destruyamos sus ciudades, no hay otro modo”. Bajo el nombre clave de Steinbock, el bombardeo Gran Bretaña se previó para el otoño.
El 21 de julio, el general Anderson opinaba que su 8º Bomber Command destruiría la economía alemana hasta tal punto que no sería necesario invadir el continente “con la consecuente pérdida de miles y posiblemente millones de vidas”. Consecuencia del apegamiento a la política de bombardeo selectivo era la preferencia por el uso de bombas explosivas frente a las incendiarias, por las que abogaba entre otros Horatio Bond, jefe de ingeniería de la Asociación Nacional de Protección contra el Fuego, enviado a Inglaterra por la protección civil (Office of Civil Protection), quien asegura que trató de “presionar constantemente a la fuerza aérea y a sus asesores científicos para que emprendieran la tarea de explotar los ataques con fuego para poner fin a la guerra”.
Esta presión tendría un éxito creciente a partir de la operación Gomorrha, y así en julio de 1943 la 8ª AAF arrojó 250 toneladas de incendiarias; para subir a 5.000 mensuales a fines de 1944 y a 7.726 en marzo de 1945.
El 18 de junio Spaatz, se había opuesto al plan Zuckerman, alegando que las redes ferroviarias eran fácilmente reparables y que sería más rentable atacar objetivos petrolíferos, para inmovilizar a los alemanes y porque la USAAF forzaría así a la Luftwaffe a combatir, la anularía y conseguiría la superioridad aérea para el día D. Harris, por su parte, insistía en continuar bombardeando las ciudades de Alemania. Spaatz pensaba, como otros mandos norteamericanos, que el bombardeo de “blancos estratégicos” obtendría por sí sólo la victoria incluso aunque fracasara la invasión de Europa, y protestaba porque el plan Zuckerman —que exigía precisión— relegaba a los norteamericanos a un papel táctico, mientras permitía a Harris bombardear Alemania “dándole una oportunidad de derrotarla antes de la invasión”. En su libro From Apes to Warlords, Zuckerman se explica la postura de Spaatz porque “si bien no tenía fe en la destrucción de ciudades en sí misma, no era reacio a propagar el terror”.
Spaatz ganó para su causa a Churchill, al gabinete de guerra británico y a parte de los altos mandos de la RAF, que calculaban que el plan de transportes mataría a 40.000 civiles franceses y belgas y heriría a 120.000. Churchill intercedió ante Roosevelt, pero el presidente, el departamento de guerra y Arnold decidieron aceptar la elección de Eisenhower. Spaatz amenazó con dimitir y se llegó a una solución de compromiso: la USAAF se adheriría a la letra del plan Zuckerman, pero podría atacar de forma colateral blancos petrolíferos cercanos a las estaciones de ferrocarril, como sería, en mayo de 1944, el caso de Ploesti.
El bombardeo de Buna, la planta de goma sintética de I.G. Farbenindustrie en Marl-Hüls el 22 de junio fue la primera operación de la 8ª AAF en la nueva ofensiva combinada y su primer bombardeo diurno en el Ruhr. Entre las nuevas mejoras tácticas se contaba la de aumentar el intervalo entre las oleadas de bombarderos para evitar que el humo de los primeros grupos dificultara el bombardeo a los siguientes. Con 25 minutos en lugar de dos minutos de intervalo, la segunda oleada aumentaba su precisión un 32%, la tercera un 58%, la cuarta un 105% y la quinta un 178%. El porcentaje de bombas que impactaban en un radio de mil pies-305 m era doble en los dos primeros grupos que en el resto. Otra mejora táctica fue que, por ser un objetivo grande, los bombarderos apuntaban a distintos blancos, para lograr una mejor distribución de las bombas. La producción de Buna se suspendió tras este bombardeo un mes y quedó restringida durante seis. Nunca volvió a ser objeto de un bombardeo masivo: algunos expertos calcularon que para destruirla totalmente habrían hecho falta entre tres y cinco de estas operaciones. Buna fabricó durante la guerra el 30% de la goma sintética alemana, aparte de combustible para aviación (el dimetilbenceno, C6H4(C2H5)2). 1.780 bombas cayeron en el área de 2,2 km2 que cubría la fábrica, suponiendo el 21% de las 422 toneladas arrojadas, que cubrieron un área de 31 km2 (14 veces la de la fábrica).
El 29 de junio, el coronel Leonard Harmon pilotó el primer B-29 de serie entregado a las AAF. Los Estados Unidos habían destinado 3.000 millones de dólares al programa del primer bombardero con altitud estándar superior a 30.000 pies-9.144 m. Sus compartimentos estaban presurizados como si volara a 8.000 pies-2.438 m (se despresurizaba al bombardear para evitar una descompresión explosiva en caso de ser alcanzado por proyectiles). Desarrollado en absoluto secreto —el primer prototipo, XB-29, voló en 1942—, trabajaron en él más de 750 ingenieros durante dos años, y la cifra aumentará hasta más de mil a mediados de 1945. La innovación más revolucionaria del B-29 era el sistema electrónico computarizado de control central de fuego (CFC).
El secretario del aire norteamericano Lovett veía cada vez con mejores ojos los métodos de bombardeo británicos. El 30 de junio escribía al mariscal de la RAF W. L. Welsh que había estudiado las imágenes del informe sobre La Batalla de Essen (marzo de 1943: de los 65.000 edificios de la ciudad sede de Krupp, quedarían sin daños tras 172 bombardeos al final de la guerra 5.000; el 7,7%; en número de muertos —6.384— ocuparía el noveno lugar en Alemania). Lovett experimentó “gran interés y, he de confesarlo, algo de ese barbarismo sádico sobre el que yo bromeaba la pasada noche”. Por el contrario, el contacto con la realidad no producía el mismo resultado en Churchill: durante la campaña del Ruhr, asistió con Richard Casey, representante de Australia en el gabinete de guerra, a la proyección de una película que mostraba lo que piloto, navegador y bombardero veían durante un bombardeo. Churchill exclamó: “¿somos bestias? ¿No hemos llegado demasiado lejos?”. Casey le contestó: “No empezamos nosotros con eso. Se trata de ellos o nosotros”. Hitler, por su parte, sólo pensaba en devolver la misma moneda: rechazó destinar más cazas a la defensa antiaérea y encargó a Göring bombardear Inglaterra. En julio, dijo a un general de su estado mayor (Heiber): “el inglés no abandonará hasta que destruyamos sus ciudades, no hay otro modo”. Bajo el nombre clave de Steinbock, el bombardeo Gran Bretaña se previó para el otoño.
El 21 de julio, el general Anderson opinaba que su 8º Bomber Command destruiría la economía alemana hasta tal punto que no sería necesario invadir el continente “con la consecuente pérdida de miles y posiblemente millones de vidas”. Consecuencia del apegamiento a la política de bombardeo selectivo era la preferencia por el uso de bombas explosivas frente a las incendiarias, por las que abogaba entre otros Horatio Bond, jefe de ingeniería de la Asociación Nacional de Protección contra el Fuego, enviado a Inglaterra por la protección civil (Office of Civil Protection), quien asegura que trató de “presionar constantemente a la fuerza aérea y a sus asesores científicos para que emprendieran la tarea de explotar los ataques con fuego para poner fin a la guerra”.
Esta presión tendría un éxito creciente a partir de la operación Gomorrha, y así en julio de 1943 la 8ª AAF arrojó 250 toneladas de incendiarias; para subir a 5.000 mensuales a fines de 1944 y a 7.726 en marzo de 1945.
"IN HOC SIGNO TUETUR PIUS, IN HOC SIGNO VINCITUR INIMICUS"
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Gomorrha
Hasta principios de Julio de 1943, las autoridades de Hamburgo habían registrado 137 bombardeos que habían causado 1.387 muertos y 4.496 heridos. La Nachtjagd de Kammhuber contaba a fines de ese mes con 16 grupos trabajando en el sistema Himmelbett, con 700 aparatos contando los de estado mayor. Antes de terminar la campaña del Ruhr, Harris había dirigido a los comandantes de sus grupos una instrucción operativa encabezada con la “Intención” de “destruir Hamburgo”: “La destrucción total de esta ciudad acarreará inconmensurables resultados al reducir la capacidad industrial de la máquina bélica del enemigo. Ello, junto con el efecto sobre la moral alemana, que se hará sentir por todo el país, jugará un papel muy importante para abreviar y ganar la guerra”.
En la noche del 3 al 4 de julio de 1943 Hajo Herrmann derribó un primer avión con la táctica wilde Sau, que con el tiempo daría lugar a la Luftdivision JG 300. Pidió que no se iluminara sólo el cielo, sino las ruinas de Berlín: por el mal tiempo y por ser inexpertos, los cazas nocturnos no sabían aterrizar, a veces ni siquiera despegar con mal tiempo. Al instalarse el Lichtenstein-SN-2 los bombarderos podían ser avistados (pero en bloque, no individualmente) a 6 km de distancia. El más exitoso piloto de caza nocturno sería el mayor Heinz Wolfgang Schaufer, 121 victorias nocturnas: su avión se expondría tras la guerra en Hyde Park.
Bajo el nombre clave Gomorrha, 791 bombarderos despegaron en la noche del 24 al 25 de julio de 1943, coincidiendo con la retirada alemana después de la batalla de Kursk, con destino a Hamburgo. La supresión de la presencia de submarinos alemanes en el Atlántico desde mayo permitió a Harris echar mano de los bombarderos del Coastal Command. En este ataque se puso en práctica por primera vez el sistema Window. Estaba formado por tiras de papel de aluminio (de unos 30 cm de anchura por metro y medio de longitud, llamadas Düppel en Alemania) pintadas de negro: algunos cientos de ellas formaban en la pantalla de radar un eco semejante al de un Lancaster; varios miles lo bloqueaban. A pesar de los temores de que este sistema ideado por R. V. Jones pudiera ser empleado por los alemanes contra los radares de la defensa inglesa, los británicos decidieron dar prioridad a la defensa de sus bombarderos contra los radares alemanes y usarlo. La defensa antiaérea sólo pudo derribar a dos de los 740 bombarderos que sobrevolaron la ciudad. Las 54 baterías pesadas y 26 ligeras se limitaron a intentar establecer una barrera de interdicción, ayudados por 22 reflectores que de vez en cuando conseguían iluminar algún blanco.
El bombardeo comenzó con las señalizaciones verdes y rojas (llamadas Tannenbäumen, abetos) en torno al blanco: la torre de la Iglesia de San Nicolás. El objetivo eran los barrios de viviendas de Eimsbüttel y Hoheluft. Pero los británicos habían calculado el “efecto de arrastre” y señalaron otro blanco al sur. Los pilotos de bombarderos, cuanto más duraba un ataque, lanzaban con más frecuencia sus bombas antes de tiempo, con el fin de escapar a la Flak. El “efecto” consistía en que la alfombra de bombas se desarrollaba en sentido inverso al de la dirección de vuelo.
El cielo se volvió rojo con los incendios. La luz se fue también en refugios como el que había bajo el cine Mühlenkamp, que retumbaba con cada bomba que caía en las cercanías. Muchos habitantes no acudieron a los refugios al oírse la primera alarma a las 0,19 h., habituados como estaban a alarmas sin importancia. La neogótica Nikolaikirche y la “ciudad nueva” quedaron reducidas a ruinas, mientras que la Michaeliskirche, gracias al sacrificio de muchas personas, quedó sin dañar en medio de las ruinas. Gravemente dañados quedaron los barrios de Hoheluft, Grindel, Wandsbek, Eilbek y el puerto: 3.975 km2, sobre todo al oeste de la ciudad, fueron declarados “totalmente dañados”. A las 3,01 se señaló el fin de la alarma.
El Bomber Command volvió a bombardear los días 27 y 29, apoyado por los bombardeos diurnos de la 8ª flota aérea de la USAAF. Los 12 aviones perdidos supusieron una cuota (2,8%) muy inferior a la hasta entonces registrada. Los habitantes de Eilbek, Wandsbek, St. Georg, Hamm, Borgfelde, Hammerbrook y Rothenburgsort no encontraron cobijo frente al granizo de bombas (Bombenhagel, expresión cristalizada en la lengua alemana para definir a estos bombardeos). El tercer ataque afectó sobre todo a Harburg. El Selbstschutz dejó de funcionar. Las bombas incendiarias ganaron en efectividad. Las tormentas de fuego, con tremendos efectos de succión, duraron dos días. A pesar de que Barmbek estaba parcialmente despoblado, murieron allí 9.666 personas. En la zona de “daño total” de 5.825 km2 quedaron 8.781 edificios totalmente destruidos. Otras 160.000 personas quedaron sin casa.
En total fueron arrojadas 4.491 toneladas de bombas explosivas y 4.192 de bombas incendiarias. Los múltiples fuegos agrupados provocaron una tormenta de fuego, con vientos de succión huracanados que dejaban sin oxigeno a cuantos estaban dentro o cerca de ella: en su perímetro la temperatura era de 800º C. Casi un tercio de los edificios de habitación y el 56% de los pisos quedaron destruidos. Con seguridad hubo más de 41.000 muertos. Autores como Martin Middlebrook estiman que menos del 1% pueden apuntarse a cuenta de las bombas norteamericanas. 900.000 personas huyeron de la ciudad. La mayoría de ellos pensaba que había llegado el fin de la guerra, si no el fin del mundo. El gobernador Karl Kaufmann pensaba el 1 de agosto que la ciudad había sido destruida en un 90% y el jefe de las SS y de la policía, Graf von Bassewitz-Behr, comparaba lo sucedido con la destrucción de Pompeya por el Vesubio.
El bombardeo de Hamburgo no influyó en el curso de la guerra, ni supuso un punto de inflexión en el bombardeo. Speer dijo tres días más tarde a Hitler que si se producían ataques semejantes sobre seis ciudades más, la actividad de su ministerio quedaría colapsada. Hans Jeschonnek, jefe de estado mayor de la Luftwaffe, se suicidó dos semanas más tarde, tras el ataque a Peenemünde. La producción alemana de cazas fue de 873 en julio de 1943. A pesar de que buen número de las ciudades al alcance del sistema Oboe fueron atacadas, las predicciones catastrofistas de Speer no se cumplieron. Goebbels prefería dejar ahogarse a miles de civiles antes que explicar lo sucedido en Hamburgo y Kassel.
Hasta principios de Julio de 1943, las autoridades de Hamburgo habían registrado 137 bombardeos que habían causado 1.387 muertos y 4.496 heridos. La Nachtjagd de Kammhuber contaba a fines de ese mes con 16 grupos trabajando en el sistema Himmelbett, con 700 aparatos contando los de estado mayor. Antes de terminar la campaña del Ruhr, Harris había dirigido a los comandantes de sus grupos una instrucción operativa encabezada con la “Intención” de “destruir Hamburgo”: “La destrucción total de esta ciudad acarreará inconmensurables resultados al reducir la capacidad industrial de la máquina bélica del enemigo. Ello, junto con el efecto sobre la moral alemana, que se hará sentir por todo el país, jugará un papel muy importante para abreviar y ganar la guerra”.
En la noche del 3 al 4 de julio de 1943 Hajo Herrmann derribó un primer avión con la táctica wilde Sau, que con el tiempo daría lugar a la Luftdivision JG 300. Pidió que no se iluminara sólo el cielo, sino las ruinas de Berlín: por el mal tiempo y por ser inexpertos, los cazas nocturnos no sabían aterrizar, a veces ni siquiera despegar con mal tiempo. Al instalarse el Lichtenstein-SN-2 los bombarderos podían ser avistados (pero en bloque, no individualmente) a 6 km de distancia. El más exitoso piloto de caza nocturno sería el mayor Heinz Wolfgang Schaufer, 121 victorias nocturnas: su avión se expondría tras la guerra en Hyde Park.
Bajo el nombre clave Gomorrha, 791 bombarderos despegaron en la noche del 24 al 25 de julio de 1943, coincidiendo con la retirada alemana después de la batalla de Kursk, con destino a Hamburgo. La supresión de la presencia de submarinos alemanes en el Atlántico desde mayo permitió a Harris echar mano de los bombarderos del Coastal Command. En este ataque se puso en práctica por primera vez el sistema Window. Estaba formado por tiras de papel de aluminio (de unos 30 cm de anchura por metro y medio de longitud, llamadas Düppel en Alemania) pintadas de negro: algunos cientos de ellas formaban en la pantalla de radar un eco semejante al de un Lancaster; varios miles lo bloqueaban. A pesar de los temores de que este sistema ideado por R. V. Jones pudiera ser empleado por los alemanes contra los radares de la defensa inglesa, los británicos decidieron dar prioridad a la defensa de sus bombarderos contra los radares alemanes y usarlo. La defensa antiaérea sólo pudo derribar a dos de los 740 bombarderos que sobrevolaron la ciudad. Las 54 baterías pesadas y 26 ligeras se limitaron a intentar establecer una barrera de interdicción, ayudados por 22 reflectores que de vez en cuando conseguían iluminar algún blanco.
El bombardeo comenzó con las señalizaciones verdes y rojas (llamadas Tannenbäumen, abetos) en torno al blanco: la torre de la Iglesia de San Nicolás. El objetivo eran los barrios de viviendas de Eimsbüttel y Hoheluft. Pero los británicos habían calculado el “efecto de arrastre” y señalaron otro blanco al sur. Los pilotos de bombarderos, cuanto más duraba un ataque, lanzaban con más frecuencia sus bombas antes de tiempo, con el fin de escapar a la Flak. El “efecto” consistía en que la alfombra de bombas se desarrollaba en sentido inverso al de la dirección de vuelo.
El cielo se volvió rojo con los incendios. La luz se fue también en refugios como el que había bajo el cine Mühlenkamp, que retumbaba con cada bomba que caía en las cercanías. Muchos habitantes no acudieron a los refugios al oírse la primera alarma a las 0,19 h., habituados como estaban a alarmas sin importancia. La neogótica Nikolaikirche y la “ciudad nueva” quedaron reducidas a ruinas, mientras que la Michaeliskirche, gracias al sacrificio de muchas personas, quedó sin dañar en medio de las ruinas. Gravemente dañados quedaron los barrios de Hoheluft, Grindel, Wandsbek, Eilbek y el puerto: 3.975 km2, sobre todo al oeste de la ciudad, fueron declarados “totalmente dañados”. A las 3,01 se señaló el fin de la alarma.
El Bomber Command volvió a bombardear los días 27 y 29, apoyado por los bombardeos diurnos de la 8ª flota aérea de la USAAF. Los 12 aviones perdidos supusieron una cuota (2,8%) muy inferior a la hasta entonces registrada. Los habitantes de Eilbek, Wandsbek, St. Georg, Hamm, Borgfelde, Hammerbrook y Rothenburgsort no encontraron cobijo frente al granizo de bombas (Bombenhagel, expresión cristalizada en la lengua alemana para definir a estos bombardeos). El tercer ataque afectó sobre todo a Harburg. El Selbstschutz dejó de funcionar. Las bombas incendiarias ganaron en efectividad. Las tormentas de fuego, con tremendos efectos de succión, duraron dos días. A pesar de que Barmbek estaba parcialmente despoblado, murieron allí 9.666 personas. En la zona de “daño total” de 5.825 km2 quedaron 8.781 edificios totalmente destruidos. Otras 160.000 personas quedaron sin casa.
En total fueron arrojadas 4.491 toneladas de bombas explosivas y 4.192 de bombas incendiarias. Los múltiples fuegos agrupados provocaron una tormenta de fuego, con vientos de succión huracanados que dejaban sin oxigeno a cuantos estaban dentro o cerca de ella: en su perímetro la temperatura era de 800º C. Casi un tercio de los edificios de habitación y el 56% de los pisos quedaron destruidos. Con seguridad hubo más de 41.000 muertos. Autores como Martin Middlebrook estiman que menos del 1% pueden apuntarse a cuenta de las bombas norteamericanas. 900.000 personas huyeron de la ciudad. La mayoría de ellos pensaba que había llegado el fin de la guerra, si no el fin del mundo. El gobernador Karl Kaufmann pensaba el 1 de agosto que la ciudad había sido destruida en un 90% y el jefe de las SS y de la policía, Graf von Bassewitz-Behr, comparaba lo sucedido con la destrucción de Pompeya por el Vesubio.
El bombardeo de Hamburgo no influyó en el curso de la guerra, ni supuso un punto de inflexión en el bombardeo. Speer dijo tres días más tarde a Hitler que si se producían ataques semejantes sobre seis ciudades más, la actividad de su ministerio quedaría colapsada. Hans Jeschonnek, jefe de estado mayor de la Luftwaffe, se suicidó dos semanas más tarde, tras el ataque a Peenemünde. La producción alemana de cazas fue de 873 en julio de 1943. A pesar de que buen número de las ciudades al alcance del sistema Oboe fueron atacadas, las predicciones catastrofistas de Speer no se cumplieron. Goebbels prefería dejar ahogarse a miles de civiles antes que explicar lo sucedido en Hamburgo y Kassel.
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Curtis LeMay y los primeros bombardeos de ciudades por la 8ª AAF
El 28 de julio de 1943, la 8ª USAAF realizó dos operaciones cuyos resultados se vieron mermados por el mal tiempo. 182 B-17 se dirigieron a la fábrica Fieseler en Kassel, atacando 58 de ellos el objetivo y reclamando una veintena de derribos a la Luftwaffe. nueve B-17 fueron derribados (cuatro por cazas, otros tantos por artillería y uno por motivo desconocido: equivalen a un 4,9% del total y un 15,5% de la cifra que llegó al objetivo) y 58 dañados, cuatro de ellos irreparablemente. En la segunda operación de la misma misión, 120 B-17 fueron enviadas contra la fábrica de Fw 190 en Oschersleben, al sur de Berlín: la penetración más profunda en territorio alemán de los norteamericanos hasta el momento. Los bombarderos fueron escoltados por 105 P-47 que por primera vez llevaban tanque de combustible adicional. Al regreso, otra escolta de P-47 fue a recibir a los bombarderos en la que fue también su mayor penetración en Alemania (48 km), sorprendiendo a una formación de 60 cazas alemanes, de los que derribaron 9 (contra un P-47 perdido). 37 bombarderos (???) llegaron al objetivo y reclamaron 56-19-41 bajas de la Luftwaffe. 15 bombarderos fueron derribados (13 por cazas y dos por causas desconocidas) y 65 dañados, uno irreparablemente. De los 136 tripulantes derribados cuyo destino se conoce, 73 (54%) murieron y 63 (46%) fueron apresados. Una de las causas de la elevada cifra de bombarderos perdidos (12,5% del total y 40,5% respecto al número que llegó al objetivo) se debía a que todos los Bf 109G llevaban una bomba de 250 kg con espoleta de tiempo y alguno (Heinz Knoke, Bf 109 G6 / U4) un cañón de 30 mm: un B-17 recibió el impacto de una bomba, y dos que volaban junto a éste chocaron entre sí tras la explosión.
En julio de 1943, la 8ª AAF había adoptado como norma el lanzamiento de bombas de toda la formación “con el jefe”, impactando hasta octubre un 24,6% de las bombas con un ángulo de error de 2,5 grados (radio de error de mil pies-305 m desde una altitud de 23.000 pies-7.010 m). Los bombarderos que apuntaban individualmente (como los de la 15ª AAF) conseguían un 8,3% de impactos dentro de ese margen. La nueva táctica implicó un cambio en el cálculo de errores circulares, que ya no medirían la distancia entre el punto de impacto y el punto apuntado. En adelante se midió la distancia entre el blanco y el centro de un círculo de mil pies-305 m que contuviera la mayor cantidad de impactos, refiriéndose a ellos en porcentaje respecto al total. Los errores superiores a tres mil pies-914 m no se incluían en los cálculos. La combinación del Norden con el piloto automático C-1, más este cambio en la forma de evaluar, elevó el porcentaje de impactos en un radio de 305 m, que había sido del 5% entre agosto y diciembre de 1942, al 15% en enero de 1943 y casi al 20% en marzo, para bajar al 10-15% entre mayo y julio. Por el contrario, las pérdidas de aparatos subieron del 7% de mayo al 10% de la Blitz Week (24 al 30 de julio). Aparte de la tripulación, cada B-17 ó B-24 derribado suponía la pérdida de 187.742 ó 215.516 dólares (1,2 y 1,4 millones de $ de 1992). El porcentaje de impactos dentro de los 305 m subiría en agosto por encima del 20%, para descender al 15% en septiembre, subir de nuevo por encima del 25 y del 30% en octubre y noviembre, y bajar en diciembre al 23%. El B-17 tenía mejores posibilidades de supervivencia al volar más alto que el B-24, pero conllevaba mayor imprecisión para el Norden.
El 17 de agosto, 376 B-17 atacaron la fábrica de Messerschmitt AG en Regensburgo y la fábrica de rodamientos de Schweinfurt (que producía la mitad de los empleados en aeronáutica). Sobre Francfort fueron atacados por 300 cazas. Tras la mayor batalla aérea hasta entonces mantenida, 60 B-17 fueron derribados y un centenar gravemente dañados. Los alemanes, que por primera vez emplearon cohetes (Dödel), perdieron 25 aviones. La mayoría de los bombarderos derribados (36) formaban parte de los 230 dirigidos contra Schweinfurt: los daños sufridos por la fábrica fueron insuficientes y quedó claro que sería preciso un nuevo bombardeo. El grupo dirigido contra Regensburgo había sido capitaneado por Curtis LeMay.
Según el USSBS, entre enero y septiembre, sólo una de cada cinco bombas (20%) de la 8ª AAF cayó dentro de un radio de 305 m del objetivo (ángulo de error de 2,5 grados desde 23.000 pies-7.010 m). Los norteamericanos pidieron a la población de los países ocupados por Alemania que se alejara al menos dos kilómetros de las fábricas susceptibles de ser bombardeadas. Los norteamericanos usaron en septiembre por primera vez el H2S —en lugar de la conexión entre el radar antisubmarino ASV-10 y el visor Sperry S-1—, para bombardear con cielos nublados. La modificación norteamericana del H2S se llamó AN/APQ-13. En ese mismo mes, se comenzó a dotar a cazas de escolta con depósitos de combustible suplementarios. Göring no quiso creer que los P-38 derribados sobre Aquisgrán hubieran llegado tan lejos con combustible propio, y supuso que había sido el fuerte viento del oeste lo que los desplazó al este.
Los comandantes de la 8ª AAF adoptaron la táctica británica de bombardeos de ciudades —pero de día— acogiéndose a la orden de bombardear usando el radar en caso de mal tiempo. El primero de estos bombardeos fue el realizado por 138 aparatos contra Münster el 10 de octubre. Mientras que el informe de la misión firmado por el general Frederick L. Anderson afirmaba que las divisiones aéreas 1ª y 3ª tuvieron como blanco “el centro de la ciudad”, la cronología oficial de combate publicada por Carter y Mueller señala ataques de 236 bombardeos pesados el 20 de octubre “contra redes de ferrocarril y canales en torno a y en Münster”. Jörg Friedrich cita al “navegador del grupo” del 95º grupo, Ellis B. Scripture, quien recuerda el telegrama que señalaba como blanco para el bombardeo del día 10, el pórtico gótico occidental entre las dos torres románicas de la catedral. Consciente de que por primera vez se le pedía atacar a civiles, Scripture dijo al coronel Gerhart que no podría volar. Éste le explicó que la guerra es la guerra, que los alemanes llevaban mucho tiempo matando inocentes, que él era el jefe de la misión y Scripture su navegador. “¿Alguna pregunta más? No”, fue la respuesta del navegador.
El 10 de octubre era domingo y en la catedral se comenzaba a celebrar la fiesta de la Maternidad divina de María, del día siguiente. Las sirenas sonaron a las tres menos cinco de la tarde: era el quinto gran bombardeo que sufría Münster. Tras veinte minutos de bombardeo, apareció en los restos de la catedral el obispo Clemens August, conde de Gallen, que con sus prédicas denunciando como asesinato la eutanasia legalizada por los nazis se había ganado en 1941 el apodo de “León de Münster”. La catedral ardió durante toda la noche. Murieron 473 civiles alemanes y 200 aviadores norteamericanos. Además, el 305º grupo se equivocó de ciudad y bombardeó Enschede, en Holanda, matando a 348 personas. Münster sufrió 49 bombardeos en 1943 y 53 más hasta el fin de la guerra, los más graves los días 30 de septiembre —éste derrumbó la fachada de la catedral— y 22 de octubre de 1944. En total se arrojaron sobre ella 5.000 bombas explosivas y 200.000 incendiarias, que mataron a 1.294 de sus 66.000 habitantes (2%). El casco viejo quedó destruido en un 90%.
El 11 de octubre, el coronel Henry A. Berliner, del servicio de inteligencia de las AAF, escribía a otro coronel (Loutzenheiser) recomendando los bombardeos sobre ciudades apuntando con radar siempre que el mal tiempo impidiera los bombardeos de precisión. De esa forma, sin impedir la ofensiva estratégica, las AAF obtendrían “un Hamburgo cada mes”. El día 21, unos cuantos jefes de grupo, entre los que se encontraba LeMay (en cuyos papeles se conservó la documentación), pensando en el inminente regreso a Schweinfurt, discutieron la posibilidad de apuntar al centro de la ciudad. Se comentó que las casas constituían, como las fábricas, un buen blanco, porque permitían “lanzar suficientes bombas como para destruir la ciudad”, de modo que no fuera necesario repetir la misión. LeMay era un hombre decidido a cumplir la misión que se le encomendaba, que en principio era destruir las fábricas: si destruyendo las ciudades destruía las fábricas, consideraba poco menos que un deber hacerlo. Si le venía la imaginación de una niña llorando por su madre muerta —dirá después de la guerra—, “lo que hay que hacer es apartar esa imagen, si quieres conservar tu sano juicio. Y también si quieres seguir haciendo el trabajo que tu nación espera que hagas”.
El 24 de octubre, 16 grupos de bombardeo de las divisiones 1ª y 3ª (229 B-17) despegaron de Gran Bretaña en dos oleadas hacia Schweinfurt. Se repitió lo sucedido dos meses antes: al abandonar la escolta a los bombarderos sobre Aquisgrán, cazas con cohetes, bombas y cañones derribaron a 60 y dañaron a 138 (599 hombres muertos o desaparecidos). Se arrojaron bombas 459 explosivas de mil libras, 663 de 500 y 1.751 incendiarias de 100 libras (16% del total): 482,8 toneladas. El 10% cayó en un radio de 500 pies-152 m respecto al blanco (ángulo de error de 1,2 grados desde 23.000 pies-7.010 m); cinco grupos quedaron por debajo de esta media, tres erraron el blanco y el más preciso fue el 351º (29% de impactos con el radio de error citado). Hubo 63 impactos directos. El 10% de la maquinaria de tres fábricas de rodamientos quedó dañada o destruida. Según Speer la producción en Schweinfurt se redujo un 67%. Las operaciones de la 8ª USAAF sobre Alemania se suspendieron después de este “jueves negro”. Las conclusiones que extrajo Arnold le acercaron al punto de vista de LeMay: el 1 de noviembre, ordenó que siempre que el mal tiempo impidiera los bombardeos de precisión, se atacaran “blancos de área” con el fin de forzar a la Luftwaffe a combatir.
El 28 de julio de 1943, la 8ª USAAF realizó dos operaciones cuyos resultados se vieron mermados por el mal tiempo. 182 B-17 se dirigieron a la fábrica Fieseler en Kassel, atacando 58 de ellos el objetivo y reclamando una veintena de derribos a la Luftwaffe. nueve B-17 fueron derribados (cuatro por cazas, otros tantos por artillería y uno por motivo desconocido: equivalen a un 4,9% del total y un 15,5% de la cifra que llegó al objetivo) y 58 dañados, cuatro de ellos irreparablemente. En la segunda operación de la misma misión, 120 B-17 fueron enviadas contra la fábrica de Fw 190 en Oschersleben, al sur de Berlín: la penetración más profunda en territorio alemán de los norteamericanos hasta el momento. Los bombarderos fueron escoltados por 105 P-47 que por primera vez llevaban tanque de combustible adicional. Al regreso, otra escolta de P-47 fue a recibir a los bombarderos en la que fue también su mayor penetración en Alemania (48 km), sorprendiendo a una formación de 60 cazas alemanes, de los que derribaron 9 (contra un P-47 perdido). 37 bombarderos (???) llegaron al objetivo y reclamaron 56-19-41 bajas de la Luftwaffe. 15 bombarderos fueron derribados (13 por cazas y dos por causas desconocidas) y 65 dañados, uno irreparablemente. De los 136 tripulantes derribados cuyo destino se conoce, 73 (54%) murieron y 63 (46%) fueron apresados. Una de las causas de la elevada cifra de bombarderos perdidos (12,5% del total y 40,5% respecto al número que llegó al objetivo) se debía a que todos los Bf 109G llevaban una bomba de 250 kg con espoleta de tiempo y alguno (Heinz Knoke, Bf 109 G6 / U4) un cañón de 30 mm: un B-17 recibió el impacto de una bomba, y dos que volaban junto a éste chocaron entre sí tras la explosión.
En julio de 1943, la 8ª AAF había adoptado como norma el lanzamiento de bombas de toda la formación “con el jefe”, impactando hasta octubre un 24,6% de las bombas con un ángulo de error de 2,5 grados (radio de error de mil pies-305 m desde una altitud de 23.000 pies-7.010 m). Los bombarderos que apuntaban individualmente (como los de la 15ª AAF) conseguían un 8,3% de impactos dentro de ese margen. La nueva táctica implicó un cambio en el cálculo de errores circulares, que ya no medirían la distancia entre el punto de impacto y el punto apuntado. En adelante se midió la distancia entre el blanco y el centro de un círculo de mil pies-305 m que contuviera la mayor cantidad de impactos, refiriéndose a ellos en porcentaje respecto al total. Los errores superiores a tres mil pies-914 m no se incluían en los cálculos. La combinación del Norden con el piloto automático C-1, más este cambio en la forma de evaluar, elevó el porcentaje de impactos en un radio de 305 m, que había sido del 5% entre agosto y diciembre de 1942, al 15% en enero de 1943 y casi al 20% en marzo, para bajar al 10-15% entre mayo y julio. Por el contrario, las pérdidas de aparatos subieron del 7% de mayo al 10% de la Blitz Week (24 al 30 de julio). Aparte de la tripulación, cada B-17 ó B-24 derribado suponía la pérdida de 187.742 ó 215.516 dólares (1,2 y 1,4 millones de $ de 1992). El porcentaje de impactos dentro de los 305 m subiría en agosto por encima del 20%, para descender al 15% en septiembre, subir de nuevo por encima del 25 y del 30% en octubre y noviembre, y bajar en diciembre al 23%. El B-17 tenía mejores posibilidades de supervivencia al volar más alto que el B-24, pero conllevaba mayor imprecisión para el Norden.
El 17 de agosto, 376 B-17 atacaron la fábrica de Messerschmitt AG en Regensburgo y la fábrica de rodamientos de Schweinfurt (que producía la mitad de los empleados en aeronáutica). Sobre Francfort fueron atacados por 300 cazas. Tras la mayor batalla aérea hasta entonces mantenida, 60 B-17 fueron derribados y un centenar gravemente dañados. Los alemanes, que por primera vez emplearon cohetes (Dödel), perdieron 25 aviones. La mayoría de los bombarderos derribados (36) formaban parte de los 230 dirigidos contra Schweinfurt: los daños sufridos por la fábrica fueron insuficientes y quedó claro que sería preciso un nuevo bombardeo. El grupo dirigido contra Regensburgo había sido capitaneado por Curtis LeMay.
Según el USSBS, entre enero y septiembre, sólo una de cada cinco bombas (20%) de la 8ª AAF cayó dentro de un radio de 305 m del objetivo (ángulo de error de 2,5 grados desde 23.000 pies-7.010 m). Los norteamericanos pidieron a la población de los países ocupados por Alemania que se alejara al menos dos kilómetros de las fábricas susceptibles de ser bombardeadas. Los norteamericanos usaron en septiembre por primera vez el H2S —en lugar de la conexión entre el radar antisubmarino ASV-10 y el visor Sperry S-1—, para bombardear con cielos nublados. La modificación norteamericana del H2S se llamó AN/APQ-13. En ese mismo mes, se comenzó a dotar a cazas de escolta con depósitos de combustible suplementarios. Göring no quiso creer que los P-38 derribados sobre Aquisgrán hubieran llegado tan lejos con combustible propio, y supuso que había sido el fuerte viento del oeste lo que los desplazó al este.
Los comandantes de la 8ª AAF adoptaron la táctica británica de bombardeos de ciudades —pero de día— acogiéndose a la orden de bombardear usando el radar en caso de mal tiempo. El primero de estos bombardeos fue el realizado por 138 aparatos contra Münster el 10 de octubre. Mientras que el informe de la misión firmado por el general Frederick L. Anderson afirmaba que las divisiones aéreas 1ª y 3ª tuvieron como blanco “el centro de la ciudad”, la cronología oficial de combate publicada por Carter y Mueller señala ataques de 236 bombardeos pesados el 20 de octubre “contra redes de ferrocarril y canales en torno a y en Münster”. Jörg Friedrich cita al “navegador del grupo” del 95º grupo, Ellis B. Scripture, quien recuerda el telegrama que señalaba como blanco para el bombardeo del día 10, el pórtico gótico occidental entre las dos torres románicas de la catedral. Consciente de que por primera vez se le pedía atacar a civiles, Scripture dijo al coronel Gerhart que no podría volar. Éste le explicó que la guerra es la guerra, que los alemanes llevaban mucho tiempo matando inocentes, que él era el jefe de la misión y Scripture su navegador. “¿Alguna pregunta más? No”, fue la respuesta del navegador.
El 10 de octubre era domingo y en la catedral se comenzaba a celebrar la fiesta de la Maternidad divina de María, del día siguiente. Las sirenas sonaron a las tres menos cinco de la tarde: era el quinto gran bombardeo que sufría Münster. Tras veinte minutos de bombardeo, apareció en los restos de la catedral el obispo Clemens August, conde de Gallen, que con sus prédicas denunciando como asesinato la eutanasia legalizada por los nazis se había ganado en 1941 el apodo de “León de Münster”. La catedral ardió durante toda la noche. Murieron 473 civiles alemanes y 200 aviadores norteamericanos. Además, el 305º grupo se equivocó de ciudad y bombardeó Enschede, en Holanda, matando a 348 personas. Münster sufrió 49 bombardeos en 1943 y 53 más hasta el fin de la guerra, los más graves los días 30 de septiembre —éste derrumbó la fachada de la catedral— y 22 de octubre de 1944. En total se arrojaron sobre ella 5.000 bombas explosivas y 200.000 incendiarias, que mataron a 1.294 de sus 66.000 habitantes (2%). El casco viejo quedó destruido en un 90%.
El 11 de octubre, el coronel Henry A. Berliner, del servicio de inteligencia de las AAF, escribía a otro coronel (Loutzenheiser) recomendando los bombardeos sobre ciudades apuntando con radar siempre que el mal tiempo impidiera los bombardeos de precisión. De esa forma, sin impedir la ofensiva estratégica, las AAF obtendrían “un Hamburgo cada mes”. El día 21, unos cuantos jefes de grupo, entre los que se encontraba LeMay (en cuyos papeles se conservó la documentación), pensando en el inminente regreso a Schweinfurt, discutieron la posibilidad de apuntar al centro de la ciudad. Se comentó que las casas constituían, como las fábricas, un buen blanco, porque permitían “lanzar suficientes bombas como para destruir la ciudad”, de modo que no fuera necesario repetir la misión. LeMay era un hombre decidido a cumplir la misión que se le encomendaba, que en principio era destruir las fábricas: si destruyendo las ciudades destruía las fábricas, consideraba poco menos que un deber hacerlo. Si le venía la imaginación de una niña llorando por su madre muerta —dirá después de la guerra—, “lo que hay que hacer es apartar esa imagen, si quieres conservar tu sano juicio. Y también si quieres seguir haciendo el trabajo que tu nación espera que hagas”.
El 24 de octubre, 16 grupos de bombardeo de las divisiones 1ª y 3ª (229 B-17) despegaron de Gran Bretaña en dos oleadas hacia Schweinfurt. Se repitió lo sucedido dos meses antes: al abandonar la escolta a los bombarderos sobre Aquisgrán, cazas con cohetes, bombas y cañones derribaron a 60 y dañaron a 138 (599 hombres muertos o desaparecidos). Se arrojaron bombas 459 explosivas de mil libras, 663 de 500 y 1.751 incendiarias de 100 libras (16% del total): 482,8 toneladas. El 10% cayó en un radio de 500 pies-152 m respecto al blanco (ángulo de error de 1,2 grados desde 23.000 pies-7.010 m); cinco grupos quedaron por debajo de esta media, tres erraron el blanco y el más preciso fue el 351º (29% de impactos con el radio de error citado). Hubo 63 impactos directos. El 10% de la maquinaria de tres fábricas de rodamientos quedó dañada o destruida. Según Speer la producción en Schweinfurt se redujo un 67%. Las operaciones de la 8ª USAAF sobre Alemania se suspendieron después de este “jueves negro”. Las conclusiones que extrajo Arnold le acercaron al punto de vista de LeMay: el 1 de noviembre, ordenó que siempre que el mal tiempo impidiera los bombardeos de precisión, se atacaran “blancos de área” con el fin de forzar a la Luftwaffe a combatir.
"IN HOC SIGNO TUETUR PIUS, IN HOC SIGNO VINCITUR INIMICUS"
- El Templario
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Bombardeos en los Balcanes e imprecisión de los bombardeos con radar
En octubre, el mayor D. Dalziel, de la sección de planificación de la fuerza aérea del noroeste de África (NAAF), propuso un ataque masivo, de un día entero de duración, contra Sofía —a la vista del pánico desatado por los bombardeos ingleses de 1941 en la capital búlgara—, combinado con una ofensiva soviética y seguido cinco días más tarde por un ataque semejante contra Bucarest. Los británicos hicieron una propuesta semejante, que fue aceptada por los jefes de estado norteamericanos (American Joint Chiefs), suponiendo que al menos llevaría a Bulgaria a retirar sus tropas de Grecia y Yugoslavia. 91 B-25 bombardearon las estaciones y aeródromos de Sofía el 14 de noviembre, provocando el pánico de sus 300.000 habitantes, protegidos por escasa artillería antiaérea y casi carentes de protección civil. Hubo dos bombardeos más, sin resultados políticos, por lo que los planificadores de la NAAF decidieron concentrar más aviones atacando exclusivamente a la población civil. Para ello, habrían de esperar al 10 de enero de 1944.
Versiones de radar a bordo de los bombarderos propiamente americanas fueron el AN/APS-15, conocida como H2X y popularmente como “Mickey” —usada por las AAF a partir de noviembre, trabajaba en banda X (3 cm) con mayor frecuencia y alcance hasta 90 millas—, el AN/APQ-7 (radar Eagle en banda X de Bell Telephone Laboratories) con mayor alcance y resolución, y el AN/APQ-10, que permitía maniobras evasivas a altitud constante. Al igual que el H2S, el H2X no era un radar automatizado con el visor, sino que sustituía al telescopio óptico: el operador del radar —a quien éste proporcionaba los datos de altitud y distancia en horizontal al blanco (“ground range”)— “mataba” la deriva indicando al piloto el rumbo hacia el blanco, y después transmitía al bombardero varias mediciones del ángulo entre la vertical del avión y el blanco, con las que el bombardero determinaba la velocidad del aparato respecto al suelo, ajustaba el cálculo moviendo el botón de cálculo (“rate knob”) y fijando el blanco, que no veía, en la retícula horizontal. En caso de que hubiera un hueco en las nubes, el bombardero podía ajustar el cálculo ópticamente.
Tanto la 8ª AFF como la 15ª (antes de septiembre de 1944 y enero de 1945) desarrollaron una modificación que fijaba automáticamente el punto de mira en función de los datos de radar, pero era el bombardero quien arrojaba las bombas: se calcula que los defectos del operador provocaban una imprecisión de entre mil y tres mil pies (305-914 m), a los que el ancho de banda añadía 1.500, la transmisión de datos 250 y el tamaño de la señal del blanco en la pantalla del radar añadía 200 pies: un total de al menos 2.750 pies-838 m. Puesto que el radar recibía datos de otros instrumentos para determinar la velocidad en el aire, velocidad del viento, altitud, etc., a aquellos se añadían 3.700 pies: 6.450 pies-1.966 m en total, lo que equivale a un ángulo de error de 15,7 grados desde 23.000 pies-7.010 m.
El error máximo permitido por las especificaciones de la US Navy era de 2,5 millas: 15 m desde 6.096 m (ángulo de 0,14 grados). Entre el 75 y el 85% de los Norden examinados en 1944 en Wright Field no cumplía los requisitos: el error medio de los visores construidos ese año fue de 14 millas (85 m desde 6.096 m, ángulo de 0,8 grados). Los bombardeos por radar obtuvieron errores circulares medios de 3,2 km, comparables a un error angular de casi 28 grados desde 6.096 m. No obstante, en misiones específicamente seleccionadas para ser realizadas con H2X por el excelente contraste entre tierra y mar, se llegó a conseguir un 25% de impactos en un radio de 305 m (2,9 grados desde 6.096 m). Al final de la guerra, las AAF desarrollaron el sistema NOSMO (Norden Sight Modification) que enviaba los datos del radar directamente al visor (sustituyendo a la transmisión oral del operador al bombardero): aplicada al radar AN/APQ-7 (que determinaba velocidad respecto al suelo, velocidad y dirección del viento, más altitud) se llamó NOSMEAGLE y obtuvo una precisión doble que la del H2X: error de 244 m desde 6.096 m (ángulo de 2,3 grados, 40 millas en terminología de la Navy). La guerra en Europa terminó antes de que pudiera ser empleado en combate.
Frente al 100% de bombas arrojadas visualmente por la 8ª AAF en 1942, en 1943 se arrojó un 73% visualmente y un 27% con H2X, en 1944 un 51% y un 39% (más un 9% con Gee-H y un 1% con Micro-H), y en 1945 un 41% y un 43% (más un 11% con Gee-H y un 5% con Micro-H); en total (1942-1945) un 50% de las bombas fueron arrojadas visualmente, un 39% con H2X, un 9% con Gee-H y un 2% con Micro-H. El porcentaje de bombas dentro de un radio de 305 m osciló entre el 9,4 y el 30% según fuera buena o mala la visibilidad, fue del 5% con los sistemas Gee-H y Micro-H, y con el H2X osciló entre el 4,4 y el 0,2% según la mayor o menor posibilidad de asistencia visual. Aún en los peores casos, el H2X implicaba un 41% de impactos en un radio inferior a 5 millas (8 km) del blanco.
Las estadísticas de la 8ª AAF, entre el 1 de enero y el 16 de noviembre de 1943, reflejan hasta qué punto el aumento de altitud de bombardeo disminuía la precisión: el porcentaje de impactos en un radio de 305 m bombardeando desde 12.000 pies-3.658 m (ángulo de error de 4,8 grados) era de casi el 45%; desde 15.000 pies-4.572 m (3,8 grados), menos del 25%; desde 18.000 pies-5.486 m (3,2 grados) en torno al 22%; desde 21.000 pies-6.401 m (2,7 grados) en torno al 13%; desde 24.000 pies-7.315 m (2,4 grados) en torno al 9%, y desde 27.500 pies-8.382 m (2,1 grados) no llegaba al 5%.
A fines de 1943 los británicos desarrollaron a partir del H2S el ASV Mk. VII, cuya longitud de onda era de 3 cm. Frente a este radar, la Luftwaffe produjo una nueva versión del Naxos de la que sólo llegaron a construirse 100 ejemplares. En noviembre perdió la Luftwaffe el 21% de su flota de caza, por efecto de los nuevos cazas aliados de largo alcance.
Los cazas Lockheed P-38 Lightning y Republic P-47 Thunderbolt llevaban de fábrica depósitos de combustible adicionales, lo que ampliaba su autonomía de 800 a 3.000 km. El P-51 Mustang, inicialmente encargado por la RAF para sustituir al Curtiss P-40 Tomahawk construido en EE.UU., llevaba un motor Rolls-Royce Merlín, era rápido y maniobrable y con gran depósito de combustible. Los primeros P-51 capaces para largo recorrido los recibió la 8ª USAAF en noviembre de 1943. En el bombardeo de Kiel en diciembre de 1943 los bombarderos fueron por primera vez escoltados durante todo el trayecto por cazas P-51 con depósitos de combustible desechables. En diciembre perdió la Luftwaffe el 23% de su flota de caza. La producción de cazas bajó hasta 663 en este mes. Por el contrario, la 8ª USAAF cuadruplicó sus efectivos en 8 meses. Por lo que hace a la caza nocturna alemana, sus efectivos habían aumentado hasta unos 800 aparatos.
En octubre, el mayor D. Dalziel, de la sección de planificación de la fuerza aérea del noroeste de África (NAAF), propuso un ataque masivo, de un día entero de duración, contra Sofía —a la vista del pánico desatado por los bombardeos ingleses de 1941 en la capital búlgara—, combinado con una ofensiva soviética y seguido cinco días más tarde por un ataque semejante contra Bucarest. Los británicos hicieron una propuesta semejante, que fue aceptada por los jefes de estado norteamericanos (American Joint Chiefs), suponiendo que al menos llevaría a Bulgaria a retirar sus tropas de Grecia y Yugoslavia. 91 B-25 bombardearon las estaciones y aeródromos de Sofía el 14 de noviembre, provocando el pánico de sus 300.000 habitantes, protegidos por escasa artillería antiaérea y casi carentes de protección civil. Hubo dos bombardeos más, sin resultados políticos, por lo que los planificadores de la NAAF decidieron concentrar más aviones atacando exclusivamente a la población civil. Para ello, habrían de esperar al 10 de enero de 1944.
Versiones de radar a bordo de los bombarderos propiamente americanas fueron el AN/APS-15, conocida como H2X y popularmente como “Mickey” —usada por las AAF a partir de noviembre, trabajaba en banda X (3 cm) con mayor frecuencia y alcance hasta 90 millas—, el AN/APQ-7 (radar Eagle en banda X de Bell Telephone Laboratories) con mayor alcance y resolución, y el AN/APQ-10, que permitía maniobras evasivas a altitud constante. Al igual que el H2S, el H2X no era un radar automatizado con el visor, sino que sustituía al telescopio óptico: el operador del radar —a quien éste proporcionaba los datos de altitud y distancia en horizontal al blanco (“ground range”)— “mataba” la deriva indicando al piloto el rumbo hacia el blanco, y después transmitía al bombardero varias mediciones del ángulo entre la vertical del avión y el blanco, con las que el bombardero determinaba la velocidad del aparato respecto al suelo, ajustaba el cálculo moviendo el botón de cálculo (“rate knob”) y fijando el blanco, que no veía, en la retícula horizontal. En caso de que hubiera un hueco en las nubes, el bombardero podía ajustar el cálculo ópticamente.
Tanto la 8ª AFF como la 15ª (antes de septiembre de 1944 y enero de 1945) desarrollaron una modificación que fijaba automáticamente el punto de mira en función de los datos de radar, pero era el bombardero quien arrojaba las bombas: se calcula que los defectos del operador provocaban una imprecisión de entre mil y tres mil pies (305-914 m), a los que el ancho de banda añadía 1.500, la transmisión de datos 250 y el tamaño de la señal del blanco en la pantalla del radar añadía 200 pies: un total de al menos 2.750 pies-838 m. Puesto que el radar recibía datos de otros instrumentos para determinar la velocidad en el aire, velocidad del viento, altitud, etc., a aquellos se añadían 3.700 pies: 6.450 pies-1.966 m en total, lo que equivale a un ángulo de error de 15,7 grados desde 23.000 pies-7.010 m.
El error máximo permitido por las especificaciones de la US Navy era de 2,5 millas: 15 m desde 6.096 m (ángulo de 0,14 grados). Entre el 75 y el 85% de los Norden examinados en 1944 en Wright Field no cumplía los requisitos: el error medio de los visores construidos ese año fue de 14 millas (85 m desde 6.096 m, ángulo de 0,8 grados). Los bombardeos por radar obtuvieron errores circulares medios de 3,2 km, comparables a un error angular de casi 28 grados desde 6.096 m. No obstante, en misiones específicamente seleccionadas para ser realizadas con H2X por el excelente contraste entre tierra y mar, se llegó a conseguir un 25% de impactos en un radio de 305 m (2,9 grados desde 6.096 m). Al final de la guerra, las AAF desarrollaron el sistema NOSMO (Norden Sight Modification) que enviaba los datos del radar directamente al visor (sustituyendo a la transmisión oral del operador al bombardero): aplicada al radar AN/APQ-7 (que determinaba velocidad respecto al suelo, velocidad y dirección del viento, más altitud) se llamó NOSMEAGLE y obtuvo una precisión doble que la del H2X: error de 244 m desde 6.096 m (ángulo de 2,3 grados, 40 millas en terminología de la Navy). La guerra en Europa terminó antes de que pudiera ser empleado en combate.
Frente al 100% de bombas arrojadas visualmente por la 8ª AAF en 1942, en 1943 se arrojó un 73% visualmente y un 27% con H2X, en 1944 un 51% y un 39% (más un 9% con Gee-H y un 1% con Micro-H), y en 1945 un 41% y un 43% (más un 11% con Gee-H y un 5% con Micro-H); en total (1942-1945) un 50% de las bombas fueron arrojadas visualmente, un 39% con H2X, un 9% con Gee-H y un 2% con Micro-H. El porcentaje de bombas dentro de un radio de 305 m osciló entre el 9,4 y el 30% según fuera buena o mala la visibilidad, fue del 5% con los sistemas Gee-H y Micro-H, y con el H2X osciló entre el 4,4 y el 0,2% según la mayor o menor posibilidad de asistencia visual. Aún en los peores casos, el H2X implicaba un 41% de impactos en un radio inferior a 5 millas (8 km) del blanco.
Las estadísticas de la 8ª AAF, entre el 1 de enero y el 16 de noviembre de 1943, reflejan hasta qué punto el aumento de altitud de bombardeo disminuía la precisión: el porcentaje de impactos en un radio de 305 m bombardeando desde 12.000 pies-3.658 m (ángulo de error de 4,8 grados) era de casi el 45%; desde 15.000 pies-4.572 m (3,8 grados), menos del 25%; desde 18.000 pies-5.486 m (3,2 grados) en torno al 22%; desde 21.000 pies-6.401 m (2,7 grados) en torno al 13%; desde 24.000 pies-7.315 m (2,4 grados) en torno al 9%, y desde 27.500 pies-8.382 m (2,1 grados) no llegaba al 5%.
A fines de 1943 los británicos desarrollaron a partir del H2S el ASV Mk. VII, cuya longitud de onda era de 3 cm. Frente a este radar, la Luftwaffe produjo una nueva versión del Naxos de la que sólo llegaron a construirse 100 ejemplares. En noviembre perdió la Luftwaffe el 21% de su flota de caza, por efecto de los nuevos cazas aliados de largo alcance.
Los cazas Lockheed P-38 Lightning y Republic P-47 Thunderbolt llevaban de fábrica depósitos de combustible adicionales, lo que ampliaba su autonomía de 800 a 3.000 km. El P-51 Mustang, inicialmente encargado por la RAF para sustituir al Curtiss P-40 Tomahawk construido en EE.UU., llevaba un motor Rolls-Royce Merlín, era rápido y maniobrable y con gran depósito de combustible. Los primeros P-51 capaces para largo recorrido los recibió la 8ª USAAF en noviembre de 1943. En el bombardeo de Kiel en diciembre de 1943 los bombarderos fueron por primera vez escoltados durante todo el trayecto por cazas P-51 con depósitos de combustible desechables. En diciembre perdió la Luftwaffe el 23% de su flota de caza. La producción de cazas bajó hasta 663 en este mes. Por el contrario, la 8ª USAAF cuadruplicó sus efectivos en 8 meses. Por lo que hace a la caza nocturna alemana, sus efectivos habían aumentado hasta unos 800 aparatos.
"IN HOC SIGNO TUETUR PIUS, IN HOC SIGNO VINCITUR INIMICUS"
- El Templario
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Batalla sobre Berlín: los norteamericanos se unen al bombardeo de ciudades
En noviembre de 1943, Arnold encargó a un equipo de los mejores historiadores que, a la luz de los acontecimientos históricos como el colapso alemán al fin de la primera guerra mundial, evaluaran las posibilidades de que el tercer Reich se derrumbara. Dividió la materia entre comités de empresarios y académicos, en los que a veces incluyó oficiales militares. El empresario aeronáutico Donald Douglas, amigo y pariente de Arnold, aportó información sobre desarrollo tecnológico. Robert A. Millikan, del Instituto de Tecnología de California, estableció una Junta Científica Asesora de las AAF, presidida por el profesor Theodore von Karman.
Después de Gomohrra, Harris aseguró que podía destruir Berlín de una punta a otra: “podría costarnos entre cien y doscientos aparatos, pero al enemigo le costará la guerra”. Entre agosto de 1943 y marzo de 1944, 19 grandes bombardeos materializaron esa batalla de Berlín, en la que murieron 9.390 civiles y 2.690 aviadores, arrojándose 17.000 toneladas de bombas explosivas y 16.000 de incendiarias en 10.813 salidas de bombarderos. La proporción de bombas caídas por habitante de Berlín fue semejante a la de Hamburgo, unos 8 kg, pero en la capital no hubo tormenta de fuego. Prueba de que la defensa antiaérea alemana se había recuperado del golpe representado por Window, es el desgaste del Bomber Command al atacar Berlín en septiembre. En conjunto, los ataques realizados a comienzos del otoño registraron un 14% de bombarderos derribados o dañados. El H2S no mejoró en esas circunstancias la puntería, ya que el radar mostraba una imagen muy imprecisa de lo que sucedía en tierra. Sólo 27 de los 1.719 bombarderos enviados contra Berlín en la primera oleada (1,6%) lanzaron sus bombas en un radio de 5 km2 sobre el blanco.
En octubre ejecutó el Bomber Command su segunda tormenta de fuego, en Kassel. El día 3, había demolido la fábrica de locomotoras de Henschel y un depósito de munición al oeste de Ihringhausen, sin atacar el centro de la ciudad. En la noche siguiente 406 bombarderos dañaron el centro de Francfort, matando a 414 civiles aparte de los 90 niños y 15 empleadas víctimas de un impacto directo en el refugio del hospital infantil de la Gagernstraße. Entre las 20,55 y las xx,xx del día xx, 569 bombarderos de diez escuadrones arrojaron sobre Kassel 416.000 bombas incendiarias con gran precisión —el blanco eran la plaza e iglesia de San Martín— y una densidad de hasta dos bombas por metro cuadrado. Murieron 10.000 personas, la décima parte de la población del casco viejo o un 4,42% de la población presente, porcentaje muy superior al 2,73 de Hamburgo. Pasaría casi un año hasta que el Bomber Command volviera a lograr un efecto semejante, en Stuttgart y Darmstadt.
En noviembre fueron casi 6.000 los bombarderos lanzados por la RAF contra Berlín, de los cuales un 2,8% se perdió. Mientras que autores británicos como Hinchliffe suponen que la cifra de personas que ese mes perdieron su hogar en la capital alemana es de cien mil, Jörg Friedrich da por buena la de medio millón para los tres principales ataques —22, 23 y 26 de noviembre— en los que murieron 3.758 berlineses aparte de medio millar de aviadores británicos (el 4,7% de los casi 1.600 aparatos que sumaron estas tres misiones fue derribado). Los bombardeos no producían el efecto moral esperado por Harris. Goebbels visitó el 27 de noviembre el barrio obrero de Reinickendorf y fue recibido con un entusiasmo al que en su diario califica de “tan increíble como indescriptible. Me llevaban en volandas y me llamaban por el nombre de pila. Las mujeres me abrazaban. Tuve que repartir autógrafos; fumarme un cigarro con la gente. En suma, aquí reina un ambiente como de día de feria”.
Harris había anunciado a Churchill el 3 de noviembre que 19 ciudades alemanas habían sido “literalmente destruidas”, otras 19 severamente dañadas y nueve más afectadas. En 38 lugares se había destruido una cuarta parte de la superficie habitable, y el Ruhr estaba “liquidado”. En diciembre, afirmó que la continuación de la batalla de Berlín, atacando todas las ciudades por encima de 50.000 habitantes —con el 75% de la población— “haría inevitable la capitulación” alemana para el 1 de abril. En 1943 se lanzaron sobre Alemania 120.000 toneladas de bombas, que causaron 103.000 víctimas. 55.000 piezas de artillería antiaérea, entre ellas muchos cañones de 88 mm que hubieran podido ser empleados en la lucha antitanque en el este, defendían las ciudades. Más de dos tercios de los cazas se empleaban en la lucha contra los bombarderos. En la posguerra, Speer aseguró que en 1943 se habían dejado de producir en Alemania 6.000 carros de combate, 10.000 cañones pesados y 20.000 antiaéreos: un 9% menos de lo previsto, que constituía la “mayor batalla perdida”. Con todo, la producción había aumentado un 50% respecto a 1942. La de acero creció un 6,5% y la de carbón un 7%.
El desgaste de los bombarderos de la RAF alcanzó su punto más grave el 24 de marzo de 1944, con un 10% de pérdidas en un bombardeo contra Berlín. El resultado se debía a una nueva táctica alemana (zahme Sau), en la que uno o dos observadores dirigían a los grupos de caza hacia sus objetivos. El 16 de marzo de 1944 fue disuelta la 30ª división de caza (nocturna) de Hajo Herrmann, cuyos pilotos poco entrenados y en cambio extenuados habían hecho famosa la táctica wilde Sau.
En la noche del 30 de marzo volaron 795 bombarderos británicos en ruta directa hacia Núremberg, con cielo despejado. La caza fue alertada ya antes de que cruzaran la frontera alemana. Antes de llegar a Fulda, habían sido derribados 95 bombarderos (casi un 12% del total). Los alemanes calificaron este resultado como su mayor éxito hasta el momento. Para los británicos fue el final de la Batalla de Berlín. Para los historiadores oficiales de la RAF, Charles Webster y Noble Frankland, “en sentido operacional, la Batalla de Berlín fue más que un fracaso, fue una derrota”. Por el contrario, para Dudley Saward, fue un éxito porque de todos modos contribuyó a ganar la guerra. Para Hincliffe, la primera parte de la previsión de Harris resultó cierta, ya que se perdieron 466 bombarderos pesados; pero el que no se cumpliera la segunda (que Alemania se rendiría) no muestra que la batalla se perdiera, sino sólo que la predicción era falsa: un juicio sobre su éxito o fracaso sería inseparable del que se hiciera para toda la campaña de bombardeo estratégico llevada a cabo por Harris.
Por primera vez la 8ª USAAF bombardeó Berlín en marzo de 1944 acompañando a los bombarderos en todo el trayecto la escolta de P-51 con autonomía de 3.000 km. Se trató de la primera serie de bombardeos propiamente de área, ya que en la mayor parte de los casos, debido al mal tiempo, se apuntó con radar, y éste lo más que podía determinar era grandes masas de edificios. Si bien el principal beneficio que esperaban obtener los norteamericanos era obligar a la Luftwaffe a combatir en situación desventajosa, el bombardeo de ciudades cada vez era menos un mero señuelo y más un auténtico objetivo: “no quedará una maldita casa en pie”, escribía a este respecto el general Frederick L. Anderson en su diario el 6 de marzo. Mientras que los británicos suspendieron su ofensiva contra la capital alemana, los norteamericanos la continuaron con cinco grandes bombardeos en abril y mayo. El 15 de mayo, el departamento del director de inteligencia de la 8ª AAF, explicaba que estos ataques tenían por fin forzar la capitulación alemana antes del desembarco, y si no se conseguía, al menos provocar el mayor caos posible. El mismo día, Spaatz mandaba al jefe de la 15ª AAF, general Norstad, una lista de blancos de bombardeo en la red de transportes francesa, precisando que se había redactado pensando en minimizar las bajas civiles, y que “esta consideración no se aplica en Alemania”.
El visor Norden perdió mucho de su carácter secreto en primavera de 1944, cuando los Estados Unidos se lo proporcionaron a los rusos para facilitar operaciones de bombardeo pendular en las que los bombarderos harían escala en Poltava.
En noviembre de 1943, Arnold encargó a un equipo de los mejores historiadores que, a la luz de los acontecimientos históricos como el colapso alemán al fin de la primera guerra mundial, evaluaran las posibilidades de que el tercer Reich se derrumbara. Dividió la materia entre comités de empresarios y académicos, en los que a veces incluyó oficiales militares. El empresario aeronáutico Donald Douglas, amigo y pariente de Arnold, aportó información sobre desarrollo tecnológico. Robert A. Millikan, del Instituto de Tecnología de California, estableció una Junta Científica Asesora de las AAF, presidida por el profesor Theodore von Karman.
Después de Gomohrra, Harris aseguró que podía destruir Berlín de una punta a otra: “podría costarnos entre cien y doscientos aparatos, pero al enemigo le costará la guerra”. Entre agosto de 1943 y marzo de 1944, 19 grandes bombardeos materializaron esa batalla de Berlín, en la que murieron 9.390 civiles y 2.690 aviadores, arrojándose 17.000 toneladas de bombas explosivas y 16.000 de incendiarias en 10.813 salidas de bombarderos. La proporción de bombas caídas por habitante de Berlín fue semejante a la de Hamburgo, unos 8 kg, pero en la capital no hubo tormenta de fuego. Prueba de que la defensa antiaérea alemana se había recuperado del golpe representado por Window, es el desgaste del Bomber Command al atacar Berlín en septiembre. En conjunto, los ataques realizados a comienzos del otoño registraron un 14% de bombarderos derribados o dañados. El H2S no mejoró en esas circunstancias la puntería, ya que el radar mostraba una imagen muy imprecisa de lo que sucedía en tierra. Sólo 27 de los 1.719 bombarderos enviados contra Berlín en la primera oleada (1,6%) lanzaron sus bombas en un radio de 5 km2 sobre el blanco.
En octubre ejecutó el Bomber Command su segunda tormenta de fuego, en Kassel. El día 3, había demolido la fábrica de locomotoras de Henschel y un depósito de munición al oeste de Ihringhausen, sin atacar el centro de la ciudad. En la noche siguiente 406 bombarderos dañaron el centro de Francfort, matando a 414 civiles aparte de los 90 niños y 15 empleadas víctimas de un impacto directo en el refugio del hospital infantil de la Gagernstraße. Entre las 20,55 y las xx,xx del día xx, 569 bombarderos de diez escuadrones arrojaron sobre Kassel 416.000 bombas incendiarias con gran precisión —el blanco eran la plaza e iglesia de San Martín— y una densidad de hasta dos bombas por metro cuadrado. Murieron 10.000 personas, la décima parte de la población del casco viejo o un 4,42% de la población presente, porcentaje muy superior al 2,73 de Hamburgo. Pasaría casi un año hasta que el Bomber Command volviera a lograr un efecto semejante, en Stuttgart y Darmstadt.
En noviembre fueron casi 6.000 los bombarderos lanzados por la RAF contra Berlín, de los cuales un 2,8% se perdió. Mientras que autores británicos como Hinchliffe suponen que la cifra de personas que ese mes perdieron su hogar en la capital alemana es de cien mil, Jörg Friedrich da por buena la de medio millón para los tres principales ataques —22, 23 y 26 de noviembre— en los que murieron 3.758 berlineses aparte de medio millar de aviadores británicos (el 4,7% de los casi 1.600 aparatos que sumaron estas tres misiones fue derribado). Los bombardeos no producían el efecto moral esperado por Harris. Goebbels visitó el 27 de noviembre el barrio obrero de Reinickendorf y fue recibido con un entusiasmo al que en su diario califica de “tan increíble como indescriptible. Me llevaban en volandas y me llamaban por el nombre de pila. Las mujeres me abrazaban. Tuve que repartir autógrafos; fumarme un cigarro con la gente. En suma, aquí reina un ambiente como de día de feria”.
Harris había anunciado a Churchill el 3 de noviembre que 19 ciudades alemanas habían sido “literalmente destruidas”, otras 19 severamente dañadas y nueve más afectadas. En 38 lugares se había destruido una cuarta parte de la superficie habitable, y el Ruhr estaba “liquidado”. En diciembre, afirmó que la continuación de la batalla de Berlín, atacando todas las ciudades por encima de 50.000 habitantes —con el 75% de la población— “haría inevitable la capitulación” alemana para el 1 de abril. En 1943 se lanzaron sobre Alemania 120.000 toneladas de bombas, que causaron 103.000 víctimas. 55.000 piezas de artillería antiaérea, entre ellas muchos cañones de 88 mm que hubieran podido ser empleados en la lucha antitanque en el este, defendían las ciudades. Más de dos tercios de los cazas se empleaban en la lucha contra los bombarderos. En la posguerra, Speer aseguró que en 1943 se habían dejado de producir en Alemania 6.000 carros de combate, 10.000 cañones pesados y 20.000 antiaéreos: un 9% menos de lo previsto, que constituía la “mayor batalla perdida”. Con todo, la producción había aumentado un 50% respecto a 1942. La de acero creció un 6,5% y la de carbón un 7%.
El desgaste de los bombarderos de la RAF alcanzó su punto más grave el 24 de marzo de 1944, con un 10% de pérdidas en un bombardeo contra Berlín. El resultado se debía a una nueva táctica alemana (zahme Sau), en la que uno o dos observadores dirigían a los grupos de caza hacia sus objetivos. El 16 de marzo de 1944 fue disuelta la 30ª división de caza (nocturna) de Hajo Herrmann, cuyos pilotos poco entrenados y en cambio extenuados habían hecho famosa la táctica wilde Sau.
En la noche del 30 de marzo volaron 795 bombarderos británicos en ruta directa hacia Núremberg, con cielo despejado. La caza fue alertada ya antes de que cruzaran la frontera alemana. Antes de llegar a Fulda, habían sido derribados 95 bombarderos (casi un 12% del total). Los alemanes calificaron este resultado como su mayor éxito hasta el momento. Para los británicos fue el final de la Batalla de Berlín. Para los historiadores oficiales de la RAF, Charles Webster y Noble Frankland, “en sentido operacional, la Batalla de Berlín fue más que un fracaso, fue una derrota”. Por el contrario, para Dudley Saward, fue un éxito porque de todos modos contribuyó a ganar la guerra. Para Hincliffe, la primera parte de la previsión de Harris resultó cierta, ya que se perdieron 466 bombarderos pesados; pero el que no se cumpliera la segunda (que Alemania se rendiría) no muestra que la batalla se perdiera, sino sólo que la predicción era falsa: un juicio sobre su éxito o fracaso sería inseparable del que se hiciera para toda la campaña de bombardeo estratégico llevada a cabo por Harris.
Por primera vez la 8ª USAAF bombardeó Berlín en marzo de 1944 acompañando a los bombarderos en todo el trayecto la escolta de P-51 con autonomía de 3.000 km. Se trató de la primera serie de bombardeos propiamente de área, ya que en la mayor parte de los casos, debido al mal tiempo, se apuntó con radar, y éste lo más que podía determinar era grandes masas de edificios. Si bien el principal beneficio que esperaban obtener los norteamericanos era obligar a la Luftwaffe a combatir en situación desventajosa, el bombardeo de ciudades cada vez era menos un mero señuelo y más un auténtico objetivo: “no quedará una maldita casa en pie”, escribía a este respecto el general Frederick L. Anderson en su diario el 6 de marzo. Mientras que los británicos suspendieron su ofensiva contra la capital alemana, los norteamericanos la continuaron con cinco grandes bombardeos en abril y mayo. El 15 de mayo, el departamento del director de inteligencia de la 8ª AAF, explicaba que estos ataques tenían por fin forzar la capitulación alemana antes del desembarco, y si no se conseguía, al menos provocar el mayor caos posible. El mismo día, Spaatz mandaba al jefe de la 15ª AAF, general Norstad, una lista de blancos de bombardeo en la red de transportes francesa, precisando que se había redactado pensando en minimizar las bajas civiles, y que “esta consideración no se aplica en Alemania”.
El visor Norden perdió mucho de su carácter secreto en primavera de 1944, cuando los Estados Unidos se lo proporcionaron a los rusos para facilitar operaciones de bombardeo pendular en las que los bombarderos harían escala en Poltava.
"IN HOC SIGNO TUETUR PIUS, IN HOC SIGNO VINCITUR INIMICUS"
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