Pero chavalote tu en que mundo vives?
Multiculturales, jóvenes y ambiciosos. Son cada vez más y están cambiando el rostro social, demográfico y económico de la sociedad española. El 9,9 por ciento de la población es ya extranjera lo que nos sitúa a la cabeza de Europa por delante de países con gran tradición migratoria como Francia (9,6 por ciento), Alemania (8,9) o Reino Unido (8,1 por ciento). España es el país más multiétnico de la UE —en Madrid están hay 183 nacionalidades de las 190 reconocidas por Naciones Unidas— y el segundo en todo el mundo que mayor número de inmigrantes recibe, sólo superado por EE.UU, según un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
Los datos fueron aportados ayer durante la presentación del II Anuario de la Comunicación del Inmigrante en España en la que se confirmó que la tendencia migratoria es al alza. Las estimaciones señalan que en el año 2025 España contará con más de ocho millones de población foránea, frente a 42 millones de autóctonos. Los inmigrantes ganarán peso y representarán el 16 por ciento del total.
La mayoría de quienes ya viven entre nosotros (siete de cada diez) lo hacen de forma definitiva, es decir, su objetivo es quedarse. «Aunque para casi todos el plan inicial es el de regresar, el arraigo y las oportunidades laborales hacen que ese retorno se esté viendo pospuesto», argumenta la embajadora de Colombia en España, Noemí Sanín, en el anuario refiriéndose a sus compatriotas. La explicación es extensiva al resto de inmigrantes, que se han convertido en uno de los motores de la economía española en algunos ámbitos.
«Hay sectores como la hostelería, el turismo y la construcción donde la mayoría de empleados son extranjeros». La secretaria de Estado de Inmigración y Emigración, Consuelo Rumí, que presentó el anuario, aseguró que el año pasado se contrató a 200.000 inmigrantes en sus países y este año se superarán las 250.000 contrataciones destinadas a esos empleos que los españoles no quieren.
«A través del catálogo de ocupaciones de difícil cobertura sabemos en qué sector y provincia necesitamos trabajadores», señaló Rumí. Paradójicamente, hace sólo unos días se conoció el dato de que los parados extranjeros eran 170.581 en septiembre, según los servicios públicos de empleo estatal, un 22,1 por ciento más que durante el mismo mes del año pasado. Los servicios y la construcción vuelven a aglutinar el mayor número de desempleados extranjeros.
Pese al paro, los inmigrantes destinarán a lo largo de este año unos 40.000 millones de euros a la compra de viviendas (un 15 por ciento las adquiere), automóviles —«la automoción está sufriendo una auténtica revolución con los llamados coches de bajo coste»— y todo tipo de bienes tanto duraderos como perecederos. Y no se conformarán con gastar porque además enviarán a sus países de origen remesas por valor de 6.250 millones de euros. Más de un 30 por ciento irán a parar a Colombia y Ecuador.
«La inmigración económica supone el 10 por ciento del PIB de Madrid (...) y es un buen negocio ya que ha permitido el crecimiento de sectores intensivos en mano de obra», sostiene José Vicéns, catedrático de Economía en la Autónoma de Madrid, en el anuario.
Hoy hay más de dos millones de extranjeros afiliados a la Seguridad Social, un 10,2 por ciento del total, y casi cuatro millones y medio viviendo entre nosotros. La población más numerosa es la marroquí (576.344 personas), seguida de la rumana (524.995) y la ecuatoriana (421.384 personas), que ha pasado al tercer lugar en los últimos meses tras la llegada masiva de rumanos.
No obstante, con respecto a este último grupo hay que tener en cuenta que tras su ingreso en la UE en enero la cifra va en aumento. Sirva como referencia que a finales de diciembre del año pasado 211.325 personas de esa nacionalidad contaban con tarjeta de residencia en vigor mientras que el 30 de junio pasado se habían disparado hasta las 404.604, según datos del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. No les ha disuadido ni la moratoria impuesta a los trabajadores ni las colas y la falta de previsión de este Ministerio y del de Interior.
Eso por lo que respecta a la cara económica. Pero los cambios clave y de calado profundo se perciben sobre todo a través de los indicadores sociodemográficos. Nuevos estilos de vida, nuevos gustos, necesidades, religiones, idiosincrasias y crecimiento sostenido (cercano al 24 por ciento en la última década).
La mayoría, como se ha dicho (siete de cada diez) se quedarán entre nosotros, según un estudio de ACNielsen. Uno de los indicadores es la compra de vivienda, pisos de segunda mano situados en barrios periféricos. «Una vez regularizada su situación y ante las escasas perspectivas en el país de origen, optan por establecerse aquí y traer a sus familias» (la reagrupación familiar es uno de los mecanismos legales que más sigue engordando la estadística).
El 16 por ciento de las parejas son ya mixtas (34.000 el año pasado); casi el 17 por ciento de los niños que nacen en España son de parejas mixtas o con los dos padres extranjeros, mientras que hace diez años representaban el 4 por ciento y el 13 por ciento de los jóvenes menores de 18 años que pasean por nuestras ciudades y pueblos son inmigrantes o hijos de inmigrantes. La tasa de escolaridad de estos niños no ha dejado de crecer en la última década y alcanza ya casi el 7 por ciento.
La llamada generación «intermedia» (los nacidos en territorio español y los llegados a edad temprana) es la gran incógnita de futuro social y económica por su carácter de ambas orillas. El debate está abierto sobre si sus costumbres están más cercanas al país de acogida o mantienen una conducta similar a la de sus padres.
El futuro pasa por la integración de estos nuevos habitantes. El Gobierno asegura que ha destinado más de 2.000 millones a la tarea y que no se hace «política de escaparate». No todos están de acuerdo. Ayer, cuando casi no se habló de irregulares ni ilegalidades, la imagen que se intentó desterrar por encima de todo es que la inmigración «no es un problema», sino todo lo contrario. Con los más próximos y con los diferentes. No es casualidad que el anuario haya dedicado capítulos especiales al colectivo marroquí «el que menos simpatía despierta entre los españoles» y al chino —cerca de 100.000 están empadronados— y nadie les puede negar su dinamismo económico.
EJPAÑA VA BIEN
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