Dos grandes fiascos del Ejército de Aguirre fueron la Aviación y la Marina. La primera tenía en contra suya una topografía adversa, no sólo por la estructura quebrada y montañosa de Vizcaya, sino por la estrechez de la faja cantábrica, todo lo cual impedía montar en profundidad el despliegue de la red de alerta y construir buenos campos de aviación. Pero lo peor, aquí, fue el desamparo en que dejó a Vizcaya el Gobierno de Valencia.
Desde el comienzo de la gran ofensiva de primavera no cesó el Gobierno vasco de pedir, con marcada insistencia, el envío de fuerzas de aviación, dada la situación de verdadero desamparo en que a este res-pecto se encontraba.
No deja de extrañar que, en Valencia, el jefe del Gobierno y ministro de la Guerra, Largo Caballero, responda a las demandas de Aguirre y de Irujo aconsejándoles que se dirijan a Prieto, que es el que tiene que resolver (2 de abril). Y a Prieto le dice: Tengo que recordarte que el Estado Mayor del Ministerio de la Guerra no interviene para nada en las cuestiones que afectan a las operaciones del norte. Prieto le res-ponde, no sin indignación, que eso no es cierto, como, por otra parte, es lógico.
De ese cruce de cartas se desprende que, en efecto, el Estado Mayor de Guerra ha pedido ya el envío al Norte de dos escuadrillas de caza y una de bombardeo, pero que Douglas, el consejero ruso de avia-ción, comunicaba que en aquel momento no se podía hacer porque los aviones disponibles no tenían au-tonomía de vuelo suficiente para ir en vuelo directo desde los aeródromos del centro. Prieto comunica ese mismo punto de vista a Aguirre, pero no deja de decirle estas dramáticas palabras: “Participo de todas sus inquietudes y de todas sus angustias reiteradas en sus últimos telegramas. Hago nueva gestión para saber si datos técnicos más precisos rectifican la opinión negativa de Douglas que usted conoce ya por habérse-la notificado yo.”
El Gobierno de la República trató de proveerle Aviación al Norte desde el primer momento. Pueden re-cordarse los envíos de aviones a Santander, Bilbao y San Sebastián, entre los que cabe incluir a los que con destinos de carga o transporte de personalidades efectuaban misiones de reconocimiento y de bom-bardeo antes de regresar a su punto de partida.
De un modo ya serio y organizado, a mediados de agosto se decidió basar en este escenario de lucha a una escuadrilla de hidroaviones Savoia 62, de la Aeronáutica Naval. La idea la retrasó el empleo de to-dos ellos en operaciones contra las Baleares, pero, al fracasar éstas, el grupo, al mando del maestre Fer-nández Rivas, emprendió el camino del Norte siguiendo el curso del Ebro. El mal tiempo encontrado a la altura de Logroño les hizo regresar a Cataluña, quedando desperdigados por diversos puntos de la costa.
El Norte, donde los nacionales habían desplegado ya hasta sus Junkers 52, seguía pidiendo ayuda, por lo que la Generalitat catalana, y más concretamente su consejero de Defensa, teniente coronel Diaz San-dino, decidió enviar a Bilbao una fuerza compuesta por tres Breguet XIX y un Nieuport 52 pertenecientes a la escuadrilla Alas Rojas. Ya para esos momentos se encontraban en la capital vasca dos pilotos y un Nieuport catalanes.
Desde el aeródromo de Sariñena, los expedicionarios emprendieron el vuelo, el 16 de septiembre, po-niendo rumbo a Francia, en donde, es de suponer que sin autorización alguna, se adentraron para salir al mar entre San Juan de Luz y Biarritz. Tras pasar a la vista de San Sebastián aproaron hacia Bilbao, po-sándose en Lanilaco a las dos horas y cuarenta y cinco minutos de vuelo. En los depósitos de combustible quedaba gasolina para poco más de cinco minutos Al día siguiente, el grupo inició sus misiones de bom-bardeo sobre el frente de Álava, y también ese día, como consecuencia de un desgraciado accidente al aterrizar en Sondica, se perdió, sin daño alguno para sus tripulantes, uno de los Breguet.
A finales de mes, ahora al mando del capitán Beneito López, un experto en hidros, de nuevo los Savoia 62 se dirigieron, en número de cuatro, a Santander, alcanzando su objetivo después de sobrevolar Francia y de sufrir algunos incidentes, por despiste, que hicieron que sólo el avión de Beneito amerizase en el pun-to preciso. Instalada su base en el Cuadro de Maliaflo, los Savoia cubrieron misiones de reconocimiento naval sumamente útiles dado lo interesante que a vascos y montañeses les resultaba saber, en cada mo-mento, la localización de los buques de guerra y bous auxiliares enemigos. La tarea,- en cualquier caso, fue ardua, ya que al carecer de radio cuando un hidro descubría algo debía amerizar e informar verbal-mente, lo que suponía riesgos y grandes pérdidas de tiempo aunque a veces se daba lugar hasta al diver-timento, como cuando un Savoia, con Beneito a bordo, pasó por debajo del puente —mal llamado colgan-te— de Santurce.
Se hacía indispensable y urgente, a pesar de la buena voluntad del Gobierno mejorar el material aero-náutico.
La precariedad de los defensores de Vizcaya se convirtió en catastróficamente desventajosa al iniciarse la ofensiva del 31 de marzo, ya que el enemigo concentró en ese sector fuerzas nunca vistas antes juntas. En total unos ciento cincuenta aviones, entre los que figuraban ,Junkers 52, Heinkel 111, Domier 17, Sa-voia 79, de bombardeo, y Heinkel 51 y Fiat CR 32, de caza (otros modelos, entre ellos los Messerschmit Bf 109, llegarían luego), repartidos entre el grupo de combate español (González Gallarza, Legión Cóndor (Sperrle) y Aviación Legionaria o italiana (Bernasconi).
Ante el fracaso virtual de las compras en el extranjero, lo que se imponía era enviar aviones desde la zona republicana del Centro-Noreste, lo que representaba tener que sobrevolar un buen trecho de territorio enemigo.
Francia, de no haberse sentido acosada por las agentes del Comité de No Intervención, es de suponer que habría actuado de otra forma, pues en principio, era proclive a ayudar a los gubernamentales. En los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores, durante las operaciones a lo largo de la frontera, encontra-mos referencia de numerosas violaciones del espacio aéreo propio, incluido el lanzamiento de alguna que otra bomba por parte de aviones con bandas rojas e incluso con el fuselaje completamente pintado de rojo.
Una prueba más de la complacencia francesa la tenemos el 7 de octubre, cuando se posó en el aero-puerto de Parma, en viaje de Bilbao a Madrid, una Monospar que llevaba como piloto a José Maria Yan-guas, como mecánico a Luis Otaño y como pasajeros a Ramón Viguri y Andrés María Irujo. El inspector de la Policía Especial, Pennanech, informó a sus superiores que les había autorizado a ir a comer a Biarritz.
Esta cuestión, que es una de las claves básicas de la batalla del Norte, y se mantendrá con caracteres a veces envenenados mientras se aguante el frente. También Llano de la Encomienda no cesaba de pedir el envío de aparatos.
Las cifras medias, evidentemente exiguas, de aviones oscilaron entre los 15 y 30. Largo Caballero habló extensamente del problema (confróntese su obra Mis recuerdos), así como Segismundo Casado (léase Así cayó Madrid). Según Largo, la culpa la tenía el mando supremo ruso, suministradores, casi en exclusiva, de la aviación en toda la zona en que gobernaba. Su indignación llegó al colmo cuando, ya en el mes de mayo, Prieto le manifestó que los técnicos —los rusos, claro, está— habían “descubierto” que la ruta Torrelavega-Reinosa podía ser cubierta por los aviones. Ante esta revelación, un ministro anarquista Garcia-Oliver declaró: “¡Entonces hemos estado engañando a los vascos!". El engaño continuaría.
El Lehendakari Aguirre, decide el crear una pequeña flota de embarcaciones de guerra debido al acoso que los buques franquistas ejercían sobre las aguas del Cantábrico. El 30 de octubre se crea la Marina Auxiliar de Euzkadi y un mes después el Gobierno Vasco incauta cuatro bous provenientes de los calade-ros de Islandia y Terranova.
En la medida en que se fue agravando la situación militar no sólo la aviación cobraba importancia dra-mática; el bloqueo naval empezó a crear problemas de abastecimiento, servicio éste que siempre tuvo muy eficazmente organizado el Gobierno vasco. Pero se vio empeorado al levar anclas la escuadra de Buiza y Kuznetsov. Entonces sólo quedaron en Bilbao dos destructores, el Ciscar y el José Luis Diez, y tres sub-marinos, a los que se sumó la que hemos visto llamada por Aguirre “Marina Auxiliar de Guerra de Euzka-di": varios bacaladeros —al principio unos siete— armados circunstancialmente. La tripulación de estas pequeñas embarcaciones —voluntarios de los puertos vizcaínos— se comportó bien, y en más de una ocasión con heroísmo, pero la moral de la dotación de los destructores y submarinos era catas- trófica.
En una carta de Aguirre a Prieto puede leerse: “La actuación de las unidades de Marina que han venido a estos puertos ha sido tan desdichada que ya ha cundido en la opinión pública, no ya la crítica acerba, sino hasta el desprecio burlón... El comándame del Ciscar, cocainómano, frecuentador de cabarets, habla más de la cuenta... La anarquía y la indisciplina a bordo del Ciscar son evidentes... El comandante del submarino que está en Portugalete se pasa el día en el refugio con una silla, provocando la hilaridad de cuantos se acogen a aquel lugar...”
La Aviación y la Marina vasca en la GCE
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Un enlace con una web que trata del tema de la "Marina auxiliar de Euzkadi":
http://www.gipuzkoa.net/kultura/museos/ ... e/mgae.htm
Un aspecto poco conocido de la guerra civil.
Un saludo
http://www.gipuzkoa.net/kultura/museos/ ... e/mgae.htm
Un aspecto poco conocido de la guerra civil.
Un saludo
- Arkanoid70
- Soldado Primero
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Muchas gracias Alberto Bru por tus aportaciones, las conocía de oidas pero ahora quedan documentadas.
De todas maneras los heroicos gudaris se retrataron cuando a espaldas de sus presuntamente amigos del Ejército Republicano firmaron el Pacto de Santoña con los italianos del CTV y les dejaron literalmente con el cul* al aire.
Esa tradición de darse muchos golpes de pecho y luego traicionar a los suyos o dar un tiro por la espalda parece inherente al nacionalismo vasco, antes fue el PNV y ahora ha tomado el testigo ETA.
Para vascos valientes los requetés del Tercio de Begoña o sus primos navarros del Tercio de Montejurra.
De todas maneras los heroicos gudaris se retrataron cuando a espaldas de sus presuntamente amigos del Ejército Republicano firmaron el Pacto de Santoña con los italianos del CTV y les dejaron literalmente con el cul* al aire.
Esa tradición de darse muchos golpes de pecho y luego traicionar a los suyos o dar un tiro por la espalda parece inherente al nacionalismo vasco, antes fue el PNV y ahora ha tomado el testigo ETA.
Para vascos valientes los requetés del Tercio de Begoña o sus primos navarros del Tercio de Montejurra.
Desperta ferro
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