Lo oculto de Pearl Harbor
- Capitan rojillo
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El despegue de los aviones
A 600 millas de Pearl Harbor, Nagumo recibió el último mensaje de Yamamoto: «Está en juego el encumbramiento o la caída de nuestro imperio». El Akagi, enarbolando la bandera que llevó Heihachiro Togo en su victoria contra Rusia en 1905, estaba ya subiendo a cubierta los aviones de la primera oleada. Los pilotos habían sido sorprendidos esa madrugada con un sekihan (plato de arroz hervido con frijolitos rojos, reservado para las grandes ceremonias), después de una austera dieta de dos semanas. A las seis de la mañana, los 183 aparatos comandados por Fuchida habían despegado de los portaaviones Akagi, Kaga, Zuikaku, Shokaku, Hiryu y Soryu. Un suave viento del Este ofrecía la dirección idónea de vuelo; y, a pesar de la mar gruesa que hacía cabecear hasta 15 grados los grandes buques, los 49 aparatos de bombardeo horizontal, 51 de bombardeo en picado, 40 torpederos y 43 cazas Zero partieron hacia Pearl Harbor.
«Los que vienen son amigos»
En la estación de radar del Ejército norteamericano de Opana (Hawaii), el soldado George Elliott observó en la pantalla una gran bandada de aviones que se acercaban desde el nornoroeste y se encontraban a unos 220 km de distancia. A las siete y seis minutos, Elliott comunicó su hallazgo al teniente Kermit Tyier, oficial de guardia en el Centro de Información del fuerte Shafter. Tyier desestimó el hecho, argumentó que podía tratarse de aparatos de los dos portaaviones norteamericanos partidos dos días antes de Honolulu y dijo recordar que «he escuchado la radio al venir y hay emisión toda la noche cuando las fortalezas volantes B-17 vienen desde EE.UU. En todo caso, los que vienen son amigos».
Cuando Elliott insistió en que eran muchos aviones los que se aproximaban a gran velocidad, el teniente Tyier le espetó: «No se preocupe más».
«Un aviso de guerra»
El ataque... la guerra, habían sido decididos por el emperador Hiro Hito el 1 de diciembre. Tres días antes, el secretario de Estado de EE.UU. para la Marina, Frank Knox, telegrafió a todos los altos oficiales norteamericanos, incluido el contralmirante Theobaid, jefe de la flota del Pacífico, el siguiente mensaje: «Este telegrama debe considerarse como un aviso de guerra. Las negociaciones con Japón para estabilizar la situación en el Pacífico han cesado. Hay que prepararse para una agresión en los próximos días, que seguramente se producirá en Filipinas, Malasia o Borneo».
Tanto Theobaid como el almirante Kimmel, comandante en jefe de la escuadra estacionada en Pearl Harbor, fueron despistados por esa información. Al indicarles un peligro lejanísimo para su base, el Gobierno norteamericano propició que los jefes militares de Pearl Harbor no adoptaran precauciones contra un peligro cercano. El historiador John Toland asegura que «Washington ha ocultado durante décadas su fallo de no alertar a Pearl Harbor del inminente peligro».
A 600 millas de Pearl Harbor, Nagumo recibió el último mensaje de Yamamoto: «Está en juego el encumbramiento o la caída de nuestro imperio». El Akagi, enarbolando la bandera que llevó Heihachiro Togo en su victoria contra Rusia en 1905, estaba ya subiendo a cubierta los aviones de la primera oleada. Los pilotos habían sido sorprendidos esa madrugada con un sekihan (plato de arroz hervido con frijolitos rojos, reservado para las grandes ceremonias), después de una austera dieta de dos semanas. A las seis de la mañana, los 183 aparatos comandados por Fuchida habían despegado de los portaaviones Akagi, Kaga, Zuikaku, Shokaku, Hiryu y Soryu. Un suave viento del Este ofrecía la dirección idónea de vuelo; y, a pesar de la mar gruesa que hacía cabecear hasta 15 grados los grandes buques, los 49 aparatos de bombardeo horizontal, 51 de bombardeo en picado, 40 torpederos y 43 cazas Zero partieron hacia Pearl Harbor.
«Los que vienen son amigos»
En la estación de radar del Ejército norteamericano de Opana (Hawaii), el soldado George Elliott observó en la pantalla una gran bandada de aviones que se acercaban desde el nornoroeste y se encontraban a unos 220 km de distancia. A las siete y seis minutos, Elliott comunicó su hallazgo al teniente Kermit Tyier, oficial de guardia en el Centro de Información del fuerte Shafter. Tyier desestimó el hecho, argumentó que podía tratarse de aparatos de los dos portaaviones norteamericanos partidos dos días antes de Honolulu y dijo recordar que «he escuchado la radio al venir y hay emisión toda la noche cuando las fortalezas volantes B-17 vienen desde EE.UU. En todo caso, los que vienen son amigos».
Cuando Elliott insistió en que eran muchos aviones los que se aproximaban a gran velocidad, el teniente Tyier le espetó: «No se preocupe más».
«Un aviso de guerra»
El ataque... la guerra, habían sido decididos por el emperador Hiro Hito el 1 de diciembre. Tres días antes, el secretario de Estado de EE.UU. para la Marina, Frank Knox, telegrafió a todos los altos oficiales norteamericanos, incluido el contralmirante Theobaid, jefe de la flota del Pacífico, el siguiente mensaje: «Este telegrama debe considerarse como un aviso de guerra. Las negociaciones con Japón para estabilizar la situación en el Pacífico han cesado. Hay que prepararse para una agresión en los próximos días, que seguramente se producirá en Filipinas, Malasia o Borneo».
Tanto Theobaid como el almirante Kimmel, comandante en jefe de la escuadra estacionada en Pearl Harbor, fueron despistados por esa información. Al indicarles un peligro lejanísimo para su base, el Gobierno norteamericano propició que los jefes militares de Pearl Harbor no adoptaran precauciones contra un peligro cercano. El historiador John Toland asegura que «Washington ha ocultado durante décadas su fallo de no alertar a Pearl Harbor del inminente peligro».
"La guerra es una matanza entre personas que no se conocen, para provecho de personas que sí se conocen, pero que no se matan”. decía Paul Valery.
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El caso del submarino desconocido
A las siete y doce minutos, el capitán Haroid Kaminsky, de guardia en el Cuartel General del 14.° Distrito Naval, recibió un mensaje del destructor Warden el que se informaba del avistamiento, persecución y hundimiento de un submarino desconocido cerca de la bahía de Pearl Harbor. Kaminsky telefoneó al capitán Fred Earle y éste le dijo que verificase la información y la comunicase al oficial de guardia en la oficina del comandante en jefe de la flota del Pacífico. Earle llamó al comandante del distrito naval, almirante Claude Block, y, tras una larga deliberación por teléfono, ambos decidieron «esperar los acontecimientos».
Simultáneamente, el capitán de fragata Vincent Murphy, de guardia en el cuartel general del comandante en jefe de la flota del Pacífico, recibía la noticia de que un avión patrullero PBY había colaborado en el hundimiento del submarino desconocido lanzando cargas de profundidad. El piloto del avión, William Tanner, estaba desolado, casi seguro de que había atacado un sumergible de EE.UU. y de que su carrera militar terminaba en un fracaso. Tanner había hundido aquel submarino, en colaboración con el Ward, a menos de dos kilómetros de la bahía.
Submarinos enanos
Varios submarinos habían transportado en sus cubiertas de popa, durante todo el trayecto desde las Kuriles hasta la isla Oahu, cinco sumergibles «enanos». El subteniente Kazuo Sakamaki, uno de los dos tripulantes de uno de esos minisubmarinos, dejó en el gran sumergible que lo transportaba una carta de despedida a su familia, en un sobre en el que no faltaban ni el mechón de cabellos ni el pedazo de uña que los japoneses «legan» cuando saben que van a la muerte. Sakamaki entró en la pequeñísima nave de dos plazas con el uniforme reglamentario: chaqueta de cuero y fundoshi (especie de taparrabo japonés). Siguiendo la tradición, se había rociado con perfume y anudado el blanco hashamaki en la cabeza, como los antiguos guerreros del Japón.
Ni uno de los submarinos enanos japoneses regresó a sus naves nodriza. Sólo Sakamaki, que había dejado incluso el importe del franqueo para que su familia recibiera su despedida, su mechón y su uña, sobrevivió a aquella misión, gracias a una avería en el girocompás del submarino, que le obligó a abandonar la nave y nadar a tierra.
Dos planes de ataque...
A las 7.50 de la mañana aparecieron los primeros aviones nipones en el horizonte de Hawaii, pero nadie levantó la cabeza para observarlos. Cinco minutos después, un bombardero en picado lanzaba su regalo de fuego sobre la rampa de hidroaviones de la isla Ford. Los asombrados marines que contemplaban la «inesperada» escena creyeron que alguien se iba a llevar un «paquete» por haber instalado bombas de verdad en aparatos de entrenamiento.
La gran bandada de aviones japoneses voló oculta por nubes situadas a una altura de 1.070 m hasta la costa de Oahu. Fuchida había previsto dos planes de ataque: uno, contando con una sorpresa absoluta, en el que primero actuarían los aviones torpederos, luego los de bombardeo horizontal y finalmente los de bombardeo en picado, para que el humo de las explosiones provocadas por los bombarderos no ocultara los blancos a los torpederos. Otro plan, en caso de «sorpresa frustrada», consistía en un ataque inicial de los cazas y bombarderos en picado contra las bases aéreas y defensas antiaéreas de Oahu, seguido de la acción de los aviones torpederos y de los bombarderos en horizontal, una vez sofocada la resistencia.
EL PODER NAVAL EN EL PACÍFICO ANTES DE PEARL HARBOR
A las siete y doce minutos, el capitán Haroid Kaminsky, de guardia en el Cuartel General del 14.° Distrito Naval, recibió un mensaje del destructor Warden el que se informaba del avistamiento, persecución y hundimiento de un submarino desconocido cerca de la bahía de Pearl Harbor. Kaminsky telefoneó al capitán Fred Earle y éste le dijo que verificase la información y la comunicase al oficial de guardia en la oficina del comandante en jefe de la flota del Pacífico. Earle llamó al comandante del distrito naval, almirante Claude Block, y, tras una larga deliberación por teléfono, ambos decidieron «esperar los acontecimientos».
Simultáneamente, el capitán de fragata Vincent Murphy, de guardia en el cuartel general del comandante en jefe de la flota del Pacífico, recibía la noticia de que un avión patrullero PBY había colaborado en el hundimiento del submarino desconocido lanzando cargas de profundidad. El piloto del avión, William Tanner, estaba desolado, casi seguro de que había atacado un sumergible de EE.UU. y de que su carrera militar terminaba en un fracaso. Tanner había hundido aquel submarino, en colaboración con el Ward, a menos de dos kilómetros de la bahía.
Submarinos enanos
Varios submarinos habían transportado en sus cubiertas de popa, durante todo el trayecto desde las Kuriles hasta la isla Oahu, cinco sumergibles «enanos». El subteniente Kazuo Sakamaki, uno de los dos tripulantes de uno de esos minisubmarinos, dejó en el gran sumergible que lo transportaba una carta de despedida a su familia, en un sobre en el que no faltaban ni el mechón de cabellos ni el pedazo de uña que los japoneses «legan» cuando saben que van a la muerte. Sakamaki entró en la pequeñísima nave de dos plazas con el uniforme reglamentario: chaqueta de cuero y fundoshi (especie de taparrabo japonés). Siguiendo la tradición, se había rociado con perfume y anudado el blanco hashamaki en la cabeza, como los antiguos guerreros del Japón.
Ni uno de los submarinos enanos japoneses regresó a sus naves nodriza. Sólo Sakamaki, que había dejado incluso el importe del franqueo para que su familia recibiera su despedida, su mechón y su uña, sobrevivió a aquella misión, gracias a una avería en el girocompás del submarino, que le obligó a abandonar la nave y nadar a tierra.
Dos planes de ataque...
A las 7.50 de la mañana aparecieron los primeros aviones nipones en el horizonte de Hawaii, pero nadie levantó la cabeza para observarlos. Cinco minutos después, un bombardero en picado lanzaba su regalo de fuego sobre la rampa de hidroaviones de la isla Ford. Los asombrados marines que contemplaban la «inesperada» escena creyeron que alguien se iba a llevar un «paquete» por haber instalado bombas de verdad en aparatos de entrenamiento.
La gran bandada de aviones japoneses voló oculta por nubes situadas a una altura de 1.070 m hasta la costa de Oahu. Fuchida había previsto dos planes de ataque: uno, contando con una sorpresa absoluta, en el que primero actuarían los aviones torpederos, luego los de bombardeo horizontal y finalmente los de bombardeo en picado, para que el humo de las explosiones provocadas por los bombarderos no ocultara los blancos a los torpederos. Otro plan, en caso de «sorpresa frustrada», consistía en un ataque inicial de los cazas y bombarderos en picado contra las bases aéreas y defensas antiaéreas de Oahu, seguido de la acción de los aviones torpederos y de los bombarderos en horizontal, una vez sofocada la resistencia.
EL PODER NAVAL EN EL PACÍFICO ANTES DE PEARL HARBOR
"La guerra es una matanza entre personas que no se conocen, para provecho de personas que sí se conocen, pero que no se matan”. decía Paul Valery.
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...que se mezclaron entre sí
Fuchida apreció que gozaban de la ventaja de la sorpresa y disparó una bengala, señal de inicio del primer plan. Los bombarderos en picado ascendieron en círculo hasta 3.600 metros, los aparatos de bombardeo horizontal descendieron en espiral hasta los 1.065 metros y los torpederos se prepararon, casi rozando las olas, a iniciar el ataque. Pero Fuchida observó que los cazas Zero no habían visto su señal y lanzó otro «dragón negro».
Esta vez sí lo vieron los Zero, pero los bombarderos en picado también observaron el segundo disparo y, según la clave, creyeron que la orden era emprender el segundo plan (dos bengalas) y se aprestaron a iniciar el ataque.
Esa confusión provocó un caótico pero demoledor ataque: torpederos, bombarderos en picado y cazas se lanzaron simultáneamente contra bases, buques e instalaciones militares norteamericanas en Oahu.
Fuchida apreció que gozaban de la ventaja de la sorpresa y disparó una bengala, señal de inicio del primer plan. Los bombarderos en picado ascendieron en círculo hasta 3.600 metros, los aparatos de bombardeo horizontal descendieron en espiral hasta los 1.065 metros y los torpederos se prepararon, casi rozando las olas, a iniciar el ataque. Pero Fuchida observó que los cazas Zero no habían visto su señal y lanzó otro «dragón negro».
Esta vez sí lo vieron los Zero, pero los bombarderos en picado también observaron el segundo disparo y, según la clave, creyeron que la orden era emprender el segundo plan (dos bengalas) y se aprestaron a iniciar el ataque.
Esa confusión provocó un caótico pero demoledor ataque: torpederos, bombarderos en picado y cazas se lanzaron simultáneamente contra bases, buques e instalaciones militares norteamericanas en Oahu.
"La guerra es una matanza entre personas que no se conocen, para provecho de personas que sí se conocen, pero que no se matan”. decía Paul Valery.
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Dos aviones contra 353
Pasaban ya dos minutos de las ocho cuando los bombarderos en picado comenzaron su ataque contra las seis bases aéreas de Hawaii. Los aparatos estallaron uno tras otro, inutilizando a todos los aviones de su alrededor. Era una mañana de domingo y ningún piloto estaba disponible para responder a la ofensiva. De todos los aviones de combate, sólo dos lograron despegar para hacer frente a la nube de bombarderos japoneses y un par más conseguirían despegar entre oleadas. En la base de Wheeler, dos pilotos estaban disponibles, gracias a la casualidad de que George Weich y Ken Taylor acababan de finalizar una partida de poker que les había retenido en su base toda la noche. Sin dormir, Weich y Taylor entraron en la batalla y actuaron brillantemente, aunque sin mucha efectividad. Dos aviones contra 353, entre las dos oleadas de aparatos (la segunda, 170 aeroplanos comandados por el capitán Shimazaki, partió de la flota japonesa a las 7.15 de la mañana).
El teniente Heijiro Abe, pilotando un bombardero Nakajima, tuvo la suerte de acertar con una bomba en el costado del acorazado West Virginia nada más comenzar el bombardeo. Hoy, Abe, de 70 años, es almirante de la Flota de Autodefensa de Japón. lyozoh Fujita vio cómo su comandante de vuelo perecía por los disparos de una ametralladora Browning manejada por un soldado norteamericano lloroso de rabia por su impotencia para hacer frente al ataque nipón. Fujita fue piloto de la Japan Airlines hasta 1977 y mandó repetidas veces vuelos de pasajeros hasta Hawaii.
¡Zafarrancho de combate!
En el agua, el primer torpedo tocó al Helena y la onda expansiva sacudió también al viejo minador Ogiala, parado desde hacía meses en el muelle 1.010 y ya con aves habitando en su chimenea. Dos horas después, el Ogiala volcó sin haber recibido un solo impacto. La leyenda que surgió de inmediato afirmó que el Ogiala «zozobró de miedo».
A las ocho en punto, Oden McMillan comenzó el himno norteamericano con su banda de 23 músicos, a bordo del acorazado Nevada. La música no se interrumpió a pesar de las explosiones que se produjeron de inmediato y, tras la sacudida provocada por el impacto de un torpedo, el oficial Adolfo Solar hubo de gritar con un megáfono: «¡Atención todo el mundo! ¡Zafarrancho de combate! ¡Ataque aéreo! ¡Esto no es un simulacro!»
En la base aérea de Schofieid reinó el caos, bajo las bombas, hasta que el corneta logró atraer a los hombres con el toque de paga, pero el sargento del 27.° Regimiento allí destacado se negó a proporcionar armas a sus hombres para repeler el ataque sin una orden firmada de, por lo menos, el ayudante del comandante.
Acorazados, en llamas
En los acorazados baqueteados por una bomba tras otra, los marineros tuvieron que aserrar los candados de las cajas de municiones para poder iniciar la defensa. Los cañones estaban primorosamente cubiertos por lonas atadas con nudos que fueron cortados con los cuchillos de la cocina.
La estruendosa explosión del Arizona elevó una bola de fuego a 150 metros de altura. En el West Virginia, alcanzado por torpedos y bombas y hundido hasta la cubierta superior, muchos tripulantes fueron sacrificados, cerrando las compuertas estancas ante ellos, para salvar el buque. Dos impactos de torpedo bastaron para hundir el California, mientras en el Okiahoma, taladrado por cuatro torpedos, cientos de hombres descendían a la tercera cubierta, instruidos por un oficial que había «aprendido» que «los acorazados no pueden zozobrar» y, en consecuencia, lo principal era protegerse de los fragmentos de las bombas. El Okiahoma se dio la vuelta cuando las vías de escape de aquellos marinos estaban tapadas por granadas de 455 kilos y carretes de cable de acero de 2,4 metros de diámetro. Muchos sobrevivieron, aprisionados en el buque volcado, sin que pudieran ser rescatados hasta la Navidad.
Sólo el destructor Monaghan reaccionó a tiempo de embestir a un submarino japonés y hundirlo con cargas de profundidad, dentro de Pearl Harbor. El acorazado Nevada logró zarpar hacia la salida de la bahía, sin los cuatro remolcadores precisos ni las dos horas de calentamiento de calderas necesarias, con un torpedo en la panza. Acosado por decenas de bombarderos, el Nevada llegó hasta Hospital Point y quedó embarrancado a la entrada de Pearl Harbor.
Desperdiciar la gran oportunidad
Tras la segunda oleada de aviones japoneses, 18 buques estaban hundidos o inutilizados, 188 aviones habían sido destruidos y unos 159 estaban seriamente dañados. Sólo 29 aparatos japoneses habían sido derribados. Los tanques de superficie que albergaban reservas petrolíferas para un año eran ya un blanco fácil e indefenso. Sin ese carburante, la Flota del Pacífico de EE.UU. hubiera debido retirarse a la costa oeste de Norteamérica y dejar el océano en manos de los japoneses. Pero Nagumo estaba intranquilo, desconfiaba de la operación desde un principio y temía que los portaaviones norteamericanos Lexington y Enterprise (cuya salida de Pearl Harbor, dos días antes, había privado a la ofensiva de las dos más preciadas piezas de la flota de EE.UU.) sorprendieran a sus naves.
A pesar de las protestas de Fuchida, Nagumo ordenó el regreso a Japón a la 1.30 de la tarde y desperdició la gran oportunidad de su país de aniquilar el poderío norteamericano en el Pacífico. Setenta unidades de la escuadra de EE.UU., todos los depósitos de carburante de Oahu y los talleres y diques secos del puerto quedaron indemnes y apoyaron el veloz resurgimiento posterior de la Flota norteamericana.
El desastre, desde el punto de vista de EE.UU., permitió a Roosevelt declarar la guerra a Japón, como pretendía desde hacía meses, y cambió radicalmente la opinión pública norteamericana, que se oponía, hasta ese «día de la infamia», a la entrada de Washington en el conflicto bélico mundial.
Pasaban ya dos minutos de las ocho cuando los bombarderos en picado comenzaron su ataque contra las seis bases aéreas de Hawaii. Los aparatos estallaron uno tras otro, inutilizando a todos los aviones de su alrededor. Era una mañana de domingo y ningún piloto estaba disponible para responder a la ofensiva. De todos los aviones de combate, sólo dos lograron despegar para hacer frente a la nube de bombarderos japoneses y un par más conseguirían despegar entre oleadas. En la base de Wheeler, dos pilotos estaban disponibles, gracias a la casualidad de que George Weich y Ken Taylor acababan de finalizar una partida de poker que les había retenido en su base toda la noche. Sin dormir, Weich y Taylor entraron en la batalla y actuaron brillantemente, aunque sin mucha efectividad. Dos aviones contra 353, entre las dos oleadas de aparatos (la segunda, 170 aeroplanos comandados por el capitán Shimazaki, partió de la flota japonesa a las 7.15 de la mañana).
El teniente Heijiro Abe, pilotando un bombardero Nakajima, tuvo la suerte de acertar con una bomba en el costado del acorazado West Virginia nada más comenzar el bombardeo. Hoy, Abe, de 70 años, es almirante de la Flota de Autodefensa de Japón. lyozoh Fujita vio cómo su comandante de vuelo perecía por los disparos de una ametralladora Browning manejada por un soldado norteamericano lloroso de rabia por su impotencia para hacer frente al ataque nipón. Fujita fue piloto de la Japan Airlines hasta 1977 y mandó repetidas veces vuelos de pasajeros hasta Hawaii.
¡Zafarrancho de combate!
En el agua, el primer torpedo tocó al Helena y la onda expansiva sacudió también al viejo minador Ogiala, parado desde hacía meses en el muelle 1.010 y ya con aves habitando en su chimenea. Dos horas después, el Ogiala volcó sin haber recibido un solo impacto. La leyenda que surgió de inmediato afirmó que el Ogiala «zozobró de miedo».
A las ocho en punto, Oden McMillan comenzó el himno norteamericano con su banda de 23 músicos, a bordo del acorazado Nevada. La música no se interrumpió a pesar de las explosiones que se produjeron de inmediato y, tras la sacudida provocada por el impacto de un torpedo, el oficial Adolfo Solar hubo de gritar con un megáfono: «¡Atención todo el mundo! ¡Zafarrancho de combate! ¡Ataque aéreo! ¡Esto no es un simulacro!»
En la base aérea de Schofieid reinó el caos, bajo las bombas, hasta que el corneta logró atraer a los hombres con el toque de paga, pero el sargento del 27.° Regimiento allí destacado se negó a proporcionar armas a sus hombres para repeler el ataque sin una orden firmada de, por lo menos, el ayudante del comandante.
Acorazados, en llamas
En los acorazados baqueteados por una bomba tras otra, los marineros tuvieron que aserrar los candados de las cajas de municiones para poder iniciar la defensa. Los cañones estaban primorosamente cubiertos por lonas atadas con nudos que fueron cortados con los cuchillos de la cocina.
La estruendosa explosión del Arizona elevó una bola de fuego a 150 metros de altura. En el West Virginia, alcanzado por torpedos y bombas y hundido hasta la cubierta superior, muchos tripulantes fueron sacrificados, cerrando las compuertas estancas ante ellos, para salvar el buque. Dos impactos de torpedo bastaron para hundir el California, mientras en el Okiahoma, taladrado por cuatro torpedos, cientos de hombres descendían a la tercera cubierta, instruidos por un oficial que había «aprendido» que «los acorazados no pueden zozobrar» y, en consecuencia, lo principal era protegerse de los fragmentos de las bombas. El Okiahoma se dio la vuelta cuando las vías de escape de aquellos marinos estaban tapadas por granadas de 455 kilos y carretes de cable de acero de 2,4 metros de diámetro. Muchos sobrevivieron, aprisionados en el buque volcado, sin que pudieran ser rescatados hasta la Navidad.
Sólo el destructor Monaghan reaccionó a tiempo de embestir a un submarino japonés y hundirlo con cargas de profundidad, dentro de Pearl Harbor. El acorazado Nevada logró zarpar hacia la salida de la bahía, sin los cuatro remolcadores precisos ni las dos horas de calentamiento de calderas necesarias, con un torpedo en la panza. Acosado por decenas de bombarderos, el Nevada llegó hasta Hospital Point y quedó embarrancado a la entrada de Pearl Harbor.
Desperdiciar la gran oportunidad
Tras la segunda oleada de aviones japoneses, 18 buques estaban hundidos o inutilizados, 188 aviones habían sido destruidos y unos 159 estaban seriamente dañados. Sólo 29 aparatos japoneses habían sido derribados. Los tanques de superficie que albergaban reservas petrolíferas para un año eran ya un blanco fácil e indefenso. Sin ese carburante, la Flota del Pacífico de EE.UU. hubiera debido retirarse a la costa oeste de Norteamérica y dejar el océano en manos de los japoneses. Pero Nagumo estaba intranquilo, desconfiaba de la operación desde un principio y temía que los portaaviones norteamericanos Lexington y Enterprise (cuya salida de Pearl Harbor, dos días antes, había privado a la ofensiva de las dos más preciadas piezas de la flota de EE.UU.) sorprendieran a sus naves.
A pesar de las protestas de Fuchida, Nagumo ordenó el regreso a Japón a la 1.30 de la tarde y desperdició la gran oportunidad de su país de aniquilar el poderío norteamericano en el Pacífico. Setenta unidades de la escuadra de EE.UU., todos los depósitos de carburante de Oahu y los talleres y diques secos del puerto quedaron indemnes y apoyaron el veloz resurgimiento posterior de la Flota norteamericana.
El desastre, desde el punto de vista de EE.UU., permitió a Roosevelt declarar la guerra a Japón, como pretendía desde hacía meses, y cambió radicalmente la opinión pública norteamericana, que se oponía, hasta ese «día de la infamia», a la entrada de Washington en el conflicto bélico mundial.
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- Juan Martin Martin
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- Capitan rojillo
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Me surge una duda, en el caso de que los japoneses, no hubieran atacado Pearl Harbor en 1941 y se descartara cualquier acción contra los Estados Unidos por parte de ellos.
¿Hubieran podido los americanos defender posteriormente sus territorios, rutas o mantener la seguridad en el pacifico ante un ejercito japones que estaba adquiriendo fuerza?, ¿los territorios conquistados en ese lapso, no serian suficentes para los recursos que requeria Japon para sostener su guerra?
¿Hubieran podido los americanos defender posteriormente sus territorios, rutas o mantener la seguridad en el pacifico ante un ejercito japones que estaba adquiriendo fuerza?, ¿los territorios conquistados en ese lapso, no serian suficentes para los recursos que requeria Japon para sostener su guerra?
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Capitan rojillo escribió:Me surge una duda, en el caso de que los japoneses, no hubieran atacado Pearl Harbor en 1941 y se descartara cualquier acción contra los Estados Unidos por parte de ellos.
¿Hubieran podido los americanos defender posteriormente sus territorios, rutas o mantener la seguridad en el pacifico ante un ejercito japones que estaba adquiriendo fuerza?, ¿los territorios conquistados en ese lapso, no serian suficentes para los recursos que requeria Japon para sostener su guerra?
Creo que des la vuelta por donde des la vuelta al final acabara igual.... Mas largo, mas o menos dificil pero al final....
Date cuenta que los EE. UU. acabaron botando un portaviones por mes en el 1945 la US Navy tenia 99 portaviones y 41000 aviones
Desperta Ferro Desperta
- Capitan rojillo
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Fusilier escribió:Capitan rojillo escribió:Me surge una duda, en el caso de que los japoneses, no hubieran atacado Pearl Harbor en 1941 y se descartara cualquier acción contra los Estados Unidos por parte de ellos.
¿Hubieran podido los americanos defender posteriormente sus territorios, rutas o mantener la seguridad en el pacifico ante un ejercito japones que estaba adquiriendo fuerza?, ¿los territorios conquistados en ese lapso, no serian suficentes para los recursos que requeria Japon para sostener su guerra?
Creo que des la vuelta por donde des la vuelta al final acabara igual.... Mas largo, mas o menos dificil pero al final....
Date cuenta que los EE. UU. acabaron botando un portaviones por mes en el 1945 la US Navy tenia 99 portaviones y 41000 aviones
Un cordial saludo mi buen Fusilier, con respecto a tu observacion, pongo mi comentario, la cantidad de portavaiones botados y la cantidad de aviones que tenian para el año que indicas, se debio a que movilizaron a su industria belica por el ataque, pero hubiera sido igual antes del 7 de Diciembre de 1941, ya que no tengo conocimiento de que la industria militar estuviera al maximo cuando estuvo la famosa ley de prestamo y arrendamiento para Inglaterra.
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- Capitan rojillo
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Nemo escribió:De todas formas, de lo que sí que tenía información es de que los japonenes habían estudiado detalladamente el ataque de los portaaviones de la Royal Navy contra la flota italiana en Tarento. Ese tenía entendido que fue el origen del ataque contra Pearl Harbour. Los japonenes pensaron que si con un par de portas y dos o tres de docenas de aviones los británicos habían hundido o neutralizado varios acorazados, ellos, con una fuerza mucho mayor, podrían dar un golpe decisivo a la US Navy.
Se que ya esta fuera de tiempo el contestar esto, pero me quede con las ganas de indagarlo y hasta hoy que puedo responder, que efectivamente se envio una delegacion japonesa a Italia para observar y estudiar las maniobras usadas por los britanicos.
la cual concluyó que una versión más grande y mejor soportada que la que uso Cunningham podría hacer que la flota norteamericana se retiarse hasta California, dandole el tiempo a Japón para alcanzar las reservas petroleras de las Indias Orientales Holandesas, que permitiría incrementar la capacidad defensiva. la delegación no solo regreso con las observaciones hechas, si no que ademas llevaban el secreto de los torpedos de poca profundidad que los ingenieros de Cunningham habían ideado.
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- Sargento Segundo
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Por cierto, en el libro Pearl Harbour, de Jean Jaques Artier, sí habla de de que la URSS alertó a los USA del ataque.
Además dice que Yamamoto quedó bastante enfadado por no haber iniciado la tercera oleada, aunque no estuviera prevista.
Realmente, el que hubiera 2 portaaviones merodeando no era óbice, mas bien era un incentivo para dejarlos en el fondo del mar. Hay que recordar que las pérdidas habían sido pocas, la aviación terrestre destruida y eran 2 contra 6.
Creo que fué un error por parte de Nagumo.
cometería más errores del estilo en Midway. Nunca entendí porqué Yamamoto no lo destituyó.
Salud y suerte.
Además dice que Yamamoto quedó bastante enfadado por no haber iniciado la tercera oleada, aunque no estuviera prevista.
Realmente, el que hubiera 2 portaaviones merodeando no era óbice, mas bien era un incentivo para dejarlos en el fondo del mar. Hay que recordar que las pérdidas habían sido pocas, la aviación terrestre destruida y eran 2 contra 6.
Creo que fué un error por parte de Nagumo.
cometería más errores del estilo en Midway. Nunca entendí porqué Yamamoto no lo destituyó.
Salud y suerte.
- UlisesII
- Comandante
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Hola amigos:
El asunto no eran los dos portaaviones merodeando (creo que uno volvía de Wake de vacío), sino que las instalaciones del puerto (depósitos de combustible, diques, arsenales, polvorines, etc...) estaban intactas y lo que interesaba era su destrucción para impedir que fuese utilizada por la Flota del Pacífico durante un tiempo crucial. Recordar que Yamamoto había dicho al príncipe Konoye que durante seis mese podría causar verdaderos estragos. Es posible que el creyera que inhabilitando Pearl durante esos seis meses cruciales pudiera prolongarlos otros seis y así zurcir una paz como era su deseo.
Hasta otra.
ernesto1967 escribió:Por cierto, en el libro Pearl Harbour, de Jean Jaques Artier, sí habla de de que la URSS alertó a los USA del ataque.
Además dice que Yamamoto quedó bastante enfadado por no haber iniciado la tercera oleada, aunque no estuviera prevista.
Realmente, el que hubiera 2 portaaviones merodeando no era óbice, mas bien era un incentivo para dejarlos en el fondo del mar. Hay que recordar que las pérdidas habían sido pocas, la aviación terrestre destruida y eran 2 contra 6.
Creo que fué un error por parte de Nagumo.
cometería más errores del estilo en Midway. Nunca entendí porqué Yamamoto no lo destituyó.
Salud y suerte.
El asunto no eran los dos portaaviones merodeando (creo que uno volvía de Wake de vacío), sino que las instalaciones del puerto (depósitos de combustible, diques, arsenales, polvorines, etc...) estaban intactas y lo que interesaba era su destrucción para impedir que fuese utilizada por la Flota del Pacífico durante un tiempo crucial. Recordar que Yamamoto había dicho al príncipe Konoye que durante seis mese podría causar verdaderos estragos. Es posible que el creyera que inhabilitando Pearl durante esos seis meses cruciales pudiera prolongarlos otros seis y así zurcir una paz como era su deseo.
Hasta otra.
Dios con nosotros ¿Quién contra nosotros? (Romanos 8:31)
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- Sargento Segundo
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No estoy del todo de acuerdo.
El objetivo de la misión era hundir también a los portaaviones yanquis.
Por eso ese ensañamiento con el buque-blanco Utah, al que confundieron con uno.
Si hubiesen hundido al Enterprise y al Hornet que regresaban, sería un éxito completo, una especie de Tsushima de 1941.
Por supuesto, que los depósitos y la base eran importantes, pero opino que más eran los portaaviones.
Salud y suerte.
El objetivo de la misión era hundir también a los portaaviones yanquis.
Por eso ese ensañamiento con el buque-blanco Utah, al que confundieron con uno.
Si hubiesen hundido al Enterprise y al Hornet que regresaban, sería un éxito completo, una especie de Tsushima de 1941.
Por supuesto, que los depósitos y la base eran importantes, pero opino que más eran los portaaviones.
Salud y suerte.
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- Sargento Segundo
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Veamos, ya en su momento el Almirante Richardson le comentó al presidente Roosevelt que tras unas cuantas maniobras la base de Pearl Harbor podría ser atacada desde el aire.
Roosevelt influenciado por otros miembros del Estado Mayor (Almirante Stark por ejemplo) creyó que la base estaba segura y como castigo relevó a Richardson.
Aún así EEUU no se dejó sorprender, si, ha habido un cúmulo extraño de circunstancias pero, ¿en que batalla de la WWII no las ha habido?
La red antisubmarinos estuvo cerrada hasta que un buque estadounidense
(Luego pongo el nombre) pasó y con él una gran parte de los sumbarinos.
El portaaviones Enterprise no fue retrasado voluntariamente, lo hizo por culpa d euna tormenta. Al igual que el Hornet.
Las baterías antiaéres no estaban alertadas debido a que la declaración de guerra se había hehco sólo un par de horas antes.
Además recordemos que era domingo con lo que la mayoría del personal se encontraba de servicio y aunque se l hubiese llamado la mayoría estaban borrachos desde la noche anterior y la mayoría d los almirantes no habrían llegado a tiempo a sus puestos.
La guerra en aquellos tiempos se decidía mediante los acorazados no hay que ver nada más los planes de construcción previsto para todas las armadas del mundo.
En el ataque a Pearl Harbor se hundieron los más importantes y los que no necesitarían de meses de preparación antes de entrar en combate.
Un saludo.
Roosevelt influenciado por otros miembros del Estado Mayor (Almirante Stark por ejemplo) creyó que la base estaba segura y como castigo relevó a Richardson.
Aún así EEUU no se dejó sorprender, si, ha habido un cúmulo extraño de circunstancias pero, ¿en que batalla de la WWII no las ha habido?
La red antisubmarinos estuvo cerrada hasta que un buque estadounidense
(Luego pongo el nombre) pasó y con él una gran parte de los sumbarinos.
El portaaviones Enterprise no fue retrasado voluntariamente, lo hizo por culpa d euna tormenta. Al igual que el Hornet.
Las baterías antiaéres no estaban alertadas debido a que la declaración de guerra se había hehco sólo un par de horas antes.
Además recordemos que era domingo con lo que la mayoría del personal se encontraba de servicio y aunque se l hubiese llamado la mayoría estaban borrachos desde la noche anterior y la mayoría d los almirantes no habrían llegado a tiempo a sus puestos.
La guerra en aquellos tiempos se decidía mediante los acorazados no hay que ver nada más los planes de construcción previsto para todas las armadas del mundo.
En el ataque a Pearl Harbor se hundieron los más importantes y los que no necesitarían de meses de preparación antes de entrar en combate.
Un saludo.
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- General de División
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- Registrado: 05 Dic 2003, 10:52
Pescaito escribió:Las baterías antiaéres no estaban alertadas debido a que la declaración de guerra se había hehco sólo un par de horas antes.
La idea japonesa era presentar la declaración de guerra un par de horas antes del ataque, pero por problemas en el descifrado del mensaje y su mecanografiado, llegó después del ataque, con lo que no podrían haber estado advertidos (al menos, con el conocimiento de la guerra)
Aunque tampoco hay que olvidar que pocas horas antes habían hundido un submarino en la boca del puerto.
- pedro moreno garcia
- Cabo
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lo que yo he llegado a saber sobre el ataque a la base naval, es que estados unidos mucho antes de la segunda guerra mundial sabian que la unica forma de atacar dicha base era lo que hicieron los japoneses, se dice que incluso los estados unidos permitieron a los agentes secretos japoneses fotografiar la base, e incluso que contaban ya con una maquina que decifraba los codigos japoneses, y que sacaron los portaviones para evitar que fueran dañados estos.
que estados unidos estaban muy interesados en entrar en la segunda guerra mundial, no solo entregando grandes cantidades de armas a inglaterra y dinero, y que buscaron una escusa para poder participar al igual que en la primera guerra mundial. se dice que hubo un informe clasificado en manos del presidende norteamericano y que decidieron que era la oportunidad para su participacion en la guerra
que estados unidos estaban muy interesados en entrar en la segunda guerra mundial, no solo entregando grandes cantidades de armas a inglaterra y dinero, y que buscaron una escusa para poder participar al igual que en la primera guerra mundial. se dice que hubo un informe clasificado en manos del presidende norteamericano y que decidieron que era la oportunidad para su participacion en la guerra
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