Isocrates escribió: Lo que parece evidente es que para colocar 10 no colocas ninguno. Cualquier numero de arqueros lo suficientemente grande como para resultar efectivo puede tener problemas a la hora de retirarse si se ven sorprendido por el ataque.
También es evidente que si sitúas solo unas 5 filas de arqueros a lo largo de ese frente, pongamos de 3 a 5.000 arqueros, no solo concentras una impresionante cantidad de arqueros sino que permites su repliegue sin problemas a poco entrenamiento que tengan.
¿Craso? ¿Marco Antonio? ¿No intentaron una expansión hacia el este y juntaron grandes ejércitos para intentarla?
Si reunieron grandes ejércitos, pero no “eran” Roma por mas importancia que tuvieran, y en ambos casos compartían poder con otros triunviros con sus propios planes y con su propias guerras en algún caso. Por otra parte los partos no eran los persas.
"Injusto" -extraño concepto en una discusión de este tipo- es tu punto de vista que mantienen que si Alejandro pudo hacerlo fue por la falta de calidad de su oponente, pero que César lo hizo sin que esa falta de calidad contara de forma relevante.
No es por nada pero yo he mencionado varios motivos para intentar entender el porque, no solo la falta de calidad. Podría deberse a una inferioridad en armamento o a un fallo en el despliegue, en cuanto a la calidad de las fuerzas de Pompeyo, baste decir que el flanco en el que se produjo la ruptura es donde estaban situadas las legiones I y III que habían participado en la guerra de las Galias junto a César y luego habían sido cedidas a Pompeyo por orden del senado.
¿Ves cómo cuándo afecta a César lo entiendes perfectamente?
De nuevo té repito. ¿Acaso he dicho en alguna ocasión que Alejandro cargase sobre 90.000 soldados de golpe? No ¿verdad? Siempre menciono los 30.000 cardacos del flanco porque no tenemos datos o yo no los conozco que nos den un frente menor para la ruptura.
Me temo que sí estaban en un único grupoCésar escribió:Ellos avanzaron al punto, y a banderas desplegadas cargaron con ímpetu tan violento a los caballos pompeyanos, que ni uno hizo frente, antes todos espantados, no sólo abandonaron el campo, sino que huyeron a todo correr a los montes más altos
La única forma en la que 1.800 hombres pueden cargar simultáneamente contra 7.000 caballos es estando todos en un único grupo. Siete mil caballos tendrían que formar unos 28 escuadrones separados, es simplemente imposible cargar contra 28 escuadrones a la vez y ponerlos a todos en fuga.
Me temo que no lo estaban y basta leer a César para darse cuenta de ello:
y los caballos pompeyanos a picarla más bravamente, abriéndose en columnas y cogiendo en medio a los nuestros por el flanco
Así que de nuevo té repito mi deducción de la lectura.
La caballería pompeyana carga sobre la cesariana que se ve obligada a ceder terreno pero sin abandonar el combate, aprovechando la melee las cohortes de infantería cargan sobre los pompeyanos que ceden al pánico y huyen contagiando a las columnas que aun estaban en combate o reorganizándose (mala calidad de la caballería oriental), esta huida posiblemente pisotease o desorganizase a las tropas ligeras que las seguían y que fueron rematadas por las cohortes (solo puede explicarse si estas tropas ligeras ya estaban demasiado cerca de la caballería). Al mismo tiempo la caballería cesariana posiblemente persiguiese a los pompeyanos (de lo contrario no es posible explicar su incapacidad para reorganizarse). Por ultimo las cohortes caen sobre la retaguardia del flanco izquierdo pompeyano anulando la tercera línea que debe hacerles frente, mientras la tercera línea cesariana entra en juego y al no poder las líneas del flanco pompeyano igualar la rotación de refresco al estar enzarzados en un combate a retaguardia todo el flanco cede al pánico contagiándose este al resto del ejército.
Ahora la descripción hecha por César.
LXXXVIII. César, al acercarse a los reales de Pompeyo, reparó que su ejército estaba ordenado en esta forma: en el ala izquierda se veían las dos legiones cedidas por César de orden del Senado al principio de las desavenencias; la una se llamaba primera, tercera la otra. Este puesto ocupaba Pompeyo mismo; Escipión el cuerpo de batalla con las legiones de Siria; la legión de Cilicia juntamente con las cohortes españolas transportadas por Afranio, formaban el ala derecha. Éstas consideraba Pompeyo ser sus mejores tropas; las demás estaban repartidas entre el centro y las alas, y todas completaban ciento diez cohortes y el número de cuarenta y cinco mil combatientes. Dos mil eran los voluntarios veteranos, que por los beneficios recibidos de él en otras campañas vinieron a ésta llamados y los había entreverado en todas las filas. Siete cohortes tenía puestas de guarnición en las tiendas y en los presidios vecinos. El ala derecha estaba defendida por las márgenes escarpadas de un arroyo (64), por lo cual cubrió la izquierda con la tropa de a caballo, y de flecheros y honderos.
LXXXIX. César, siguiendo su antiguo plan, colocó en el costado derecho a la legión décima y en el izquierdo a la nona, bien que muy disminuida por las rotas de Durazo, y de propósito unió a ella la octava, casi haciendo de las dos una, para que recíprocamente se sostuviesen; las cohortes que tenía en el campo de batalla eran ochenta, y treinta y dos mil soldados. En los reales dejó dos cohortes de guardia. Antonio mandaba la izquierda, Publio Sila la derecha, Cneo Domicio el centro; él se puso frente por frente de Pompeyo. Mas echando entonces de ver el flanco indicado, temiendo no fuese atropellada el ala derecha de la multitud de caballos, entresacó prontamente de cada legión de la tercera línea una cohorte (65), y con ellas formó el cuarto escuadrón, oponiéndolo a la caballería enemiga, declarándole el fin que en esto llevaba y que en su valor estaba librada la victoria de aquel día. Mandó al mismo tiempo al tercer escuadrón y a todo el ejército que ninguno acometiese sin su orden; que a su tiempo él daría la señal tremolando un estandarte.
XC. En seguida después, exhortando al ejército al estilo militar, y ponderando sus buenos oficios para con él en todos tiempos, ante todas cosas protestó, «como podía poner por testigos a todos los presentes del empeño con que había solicitado la paz; de las proposiciones hechas por Vatinio en presencia de los dos ejércitos; de la comisión dada a Clodio para tratar de ajuste con Escipión; los medios de que se valió en Orico con Libón sobre enviar embajadores de paz que jamás quiso que por él se derramase sangre, ni privar a la República de uno de los ejércitos». Concluido el razonamiento, a instancias de los soldados, que ardían en vivos deseos de combate, dio con la bocina la señal de acometer.
XCI. Servía de voluntario en el ejército de César, Crastino, comandante de la primera centuria que había sido el año anterior en la legión décima, hombre de singular esfuerzo. Éste, oída la señal: «seguidme, dice, antiguos camaradas míos, y prestad a vuestro general el servicio que le habéis jurado. Ésta es la última batalla; la cual ganada, él recobrará su honor y nosotros nuestra libertad». Y vueltos los ojos a César: «hoy es, dijo, señor, el día en que a mí, vivo o muerto, me habrás de dar las gracias». Diciendo y haciendo, arremetió el primero por el ala derecha, y tras él ciento veinte soldados escogidos de los voluntarios de su misma centuria. XCII. Entre los dos campos mediaba el espacio suficiente para atacarse los dos ejércitos. Pero Pompeyo había prevenido a los suyos que aguantasen la primera descarga de César, ni se moviesen punto de sus puestos, dejando que los enemigos se desordenasen. Esto decían haber hecho a persuasión de Cayo Triario con el fin de quebrantar el primer ímpetu del ataque enemigo y darles lugar a que se desbandasen, y entonces unidos echarse sobre ellos en viéndolos sin formación; que recibirían menos daño de los tiros de los enemigos estando quietos, que saliendo al encuentro, y con la esperanza también de que los soldados de César, teniendo que doblar la carrera, quedarían sin aliento y sin fuerzas del cansancio. Lo cual a mí me parece haberse hecho contra toda razón; pues que naturaleza infundió al hombre ciertos espíritus y bríos, que con el ardor del combate llegan a inflamarse, y que un buen capitán, lejos de apagarlos, más debe fomentarlos; y no sin razón establecieron los antiguos que, al comenzar la batalla, resonasen por todas partes los instrumentos bélicos y todos a una levantasen el grito, sabiendo que así los enemigos se aterraban y hacían coraje los suyos.
XCIII. Los nuestros, dada la señal, avanzando con las lanzas en ristre y advirtiendo que no se movían los pompeyanos, como prácticos y enseñados de otras batallas, por sí mismos pararon en medio de la carrera, porque al fin no les faltasen las fuerzas, y tomando aliento por un breve rato, echaron otra vez a correr, arrojaron sus lanzas, y luego conforme a la orden de César pusieron mano a las espadas. No dejaron de corresponderles los pompeyanos, sino que recibieron intrépidamente la carga, sostuvieron el ímpetu de las legiones sin deshacer las filas, y disparados sus dardos, vinieron a las dagas. A este tiempo, del ala izquierda de Pompeyo, como estaba prevenida, desfiló a carrera abierta toda la caballería y se derramó toda la cuadrilla de ballesteros, a cuya furia no pudo resistir nuestra caballería, sino que comenzó a perder tierra y los caballos pompeyanos a picarla más bravamente, abriéndose en columnas y cogiendo en medio a los nuestros por el flanco. Lo cual visto, César hizo seña al cuarto escuadrón, formado de intento para este caso de seis cohortes. Ellos avanzaron al punto, y a banderas desplegadas cargaron con ímpetu tan violento a los caballos pompeyanos, que ni uno hizo frente, antes todos espantados, no sólo abandonaron el campo, sino que huyeron a todo correr a los montes más altos. Con su fuga toda la gente de honda y arco, quedando descubierta e inutilizadas sus armas, fue pasada a cuchillo. Las cohortes sin parar, dando un giro, embistieron por la espalda al ala izquierda de los pompeyanos, que todavía peleaban y se defendía con buen orden, y los acorralaron.
XCIV. Al punto César mandó avanzar el tercer escuadrón, que hasta entonces había estado en inacción y sin moverse del sitio. Con que viniendo éstos de refresco por el frente, y cargándoles los otros por la espalda, ya no pudieron resistir los pompeyanos, y así todos echaron a huir. No en vano César había predicho en su exhortación a los soldados que las dichas cohortes, que formaban el cuarto escuadrón contrapuesto a la caballería de Pompeyo, habían de comenzar la victoria. Ellas fueron las que la desbarataron; ellas hicieron aquella carnicería de los flecheros y honderos; ellas por la banda siniestra rodearon el ejército de Pompeyo y lo pusieron en huida. Mas Pompeyo, vista la derrota de la caballería, y de aquel cuerpo en quien más confiaba, desesperado de la victoria, se retiró del campo huyendo a uña de caballo a los reales, y a los centuriones que estaban de guardia en la puerta principal, en voz clara, que los soldados la oyeron: «Defended, dice, los reales, y defendedlos bien, si sucediere algún trance; yo voy a dar orden de asegurar las otras puertas, y otras providencias para la defensa de los reales. » Dicho esto, se metió dentro de su pabellón con temor de perderlo todo, pero aguardando no obstante el paradero.
En primer lugar, de que César no lo dice; en segundo lugar de que la última línea pompeyana debía estar compuesta de más de 10.000 hombres. Si tuvieron tiempo de formar para enfrentarse a los 1.800 hombres de César que fueran vencidos es una muestra aún más clara de su ineficiencia e inutilidad
La ultima línea debía estar formada por un máximo de 1.600 hombres en el caso de ser una legión y 3.200 si ataco a dos, y sin duda formaron ya que este ataque no rompió las líneas pompeyanas y fue la ya discutida capacidad de relevo de las legiones la que dio el triunfo a César.
El resto esta noche o mañana. Saludos.