Los Mitos de la Guerra del Pacífico (Chile - Perú, archivo)
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- Cabo
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"..cuando encontrandonos de guardia fuera del puerto, avistamos al norte dos humos, los que poco despues reconocimos ser los dos blindados antedichos. Inmediatamente lo comunicamos a la Esmeralda quien nos puso señal de SEGUIR SUS AGUAS poniendonos acto contiguo en son de combate y saliendo afuera para batirnos"
Aqui todos sabemos que existio una sola orden que fue "seguir sus aguas" y en base a esa orden, tanto Prat como Condell se colocaron en son de combate. Pero la cosa cambia despues.
"..comprendiendo que por mas esfuerzo que hicieramos dentro del puerto nos era dificil, sino imposible, VENCER O ESCAPAR a un enemigo diez veces mas poderosos que nosotros, RESOLVI PONER PROA AL SUR acercamdome lo mas posible a tierra"
Y cambia porque Condell resuelve por si solo ya no seguir las aguas de la Esmeralda que se dirigia a batirse con los blindados peruanos, sino poner proa al sur, es decir dirigirse al lado contrario ¿porque?, el mismo Condell lo dice "por mas esfuerzo que hicieramos dentro del puerto nos era dificil vencer o ESCAPAR", cosa que era mas facil hacer (escapar) sino permanecia junto a la Esmeralda dentro del puerto. Desde mi punto de vista esta es la actitud cuestionable de Condell, no el intentar escapar de un enemigo diez veces superior, eso es normal y no tendria nada de malo, sino el incumplir con una orden directa para salvarse.
Condell al poner proa al sur no enfrenta, afronta, pone frente a frente, cara a cara, hace frente a un enemigo o hace cara a un peligro, no. Al poner proa al sur su intencion, al no poder vencer (algo logico), su intencion es escapar, salir de ese encierro, de ese peligro, huir, alejarse, librarse. Dejando a su compañero de armas que tenia la intencion de batirse, convirtiendo un solo hecho de armas en dos sucesos que finalmente, por cuestiones extrictamente circunstanciales, lo terminan favoreciendo.
Cuando Condell escapaba por la unica via abierta que era poniendo su proa al sur y pegandose instintivamente a la costa por tener su buque poco calado, siendo perseguida por la Independencia, esta encalla por cuestiones del azar que nada tienen que ver con Condell, o en todo caso, por imprudencia o impericia del comandante peruano y esta circunstancia no puede convertirlo en heroe, peor aun, si es cierto que estando la Independencia recostada ya sobre su costado de estribor sin posibilidad de defenderse y Condell dio la orden de acribillar a los naufragos que intentaban alcanzar tierra, no solo seria cuestionable, sino que seria una actitud indigna para cualquier militar, pero claro, esto no lo estoy afirmando, es parte de la historiografia peruana de la cual humildemente yo creo que es cierto. Ademas esta ese otro asunto de intentar desprestigiar al comandantre encallado y consecuentemente vencido, afirmando que rindio su nave para salvarse de un futuro cuestionamiento por haber abandonado el puerto de Iquique. En Iquique Condell escapa y ne punta negra se le presento la virgen.
Forista Chonix.
Por favor, no emplee las negritas en todo el texto, sólo en la parte que desea resaltar.
Mod. 7.
Aqui todos sabemos que existio una sola orden que fue "seguir sus aguas" y en base a esa orden, tanto Prat como Condell se colocaron en son de combate. Pero la cosa cambia despues.
"..comprendiendo que por mas esfuerzo que hicieramos dentro del puerto nos era dificil, sino imposible, VENCER O ESCAPAR a un enemigo diez veces mas poderosos que nosotros, RESOLVI PONER PROA AL SUR acercamdome lo mas posible a tierra"
Y cambia porque Condell resuelve por si solo ya no seguir las aguas de la Esmeralda que se dirigia a batirse con los blindados peruanos, sino poner proa al sur, es decir dirigirse al lado contrario ¿porque?, el mismo Condell lo dice "por mas esfuerzo que hicieramos dentro del puerto nos era dificil vencer o ESCAPAR", cosa que era mas facil hacer (escapar) sino permanecia junto a la Esmeralda dentro del puerto. Desde mi punto de vista esta es la actitud cuestionable de Condell, no el intentar escapar de un enemigo diez veces superior, eso es normal y no tendria nada de malo, sino el incumplir con una orden directa para salvarse.
Condell al poner proa al sur no enfrenta, afronta, pone frente a frente, cara a cara, hace frente a un enemigo o hace cara a un peligro, no. Al poner proa al sur su intencion, al no poder vencer (algo logico), su intencion es escapar, salir de ese encierro, de ese peligro, huir, alejarse, librarse. Dejando a su compañero de armas que tenia la intencion de batirse, convirtiendo un solo hecho de armas en dos sucesos que finalmente, por cuestiones extrictamente circunstanciales, lo terminan favoreciendo.
Cuando Condell escapaba por la unica via abierta que era poniendo su proa al sur y pegandose instintivamente a la costa por tener su buque poco calado, siendo perseguida por la Independencia, esta encalla por cuestiones del azar que nada tienen que ver con Condell, o en todo caso, por imprudencia o impericia del comandante peruano y esta circunstancia no puede convertirlo en heroe, peor aun, si es cierto que estando la Independencia recostada ya sobre su costado de estribor sin posibilidad de defenderse y Condell dio la orden de acribillar a los naufragos que intentaban alcanzar tierra, no solo seria cuestionable, sino que seria una actitud indigna para cualquier militar, pero claro, esto no lo estoy afirmando, es parte de la historiografia peruana de la cual humildemente yo creo que es cierto. Ademas esta ese otro asunto de intentar desprestigiar al comandantre encallado y consecuentemente vencido, afirmando que rindio su nave para salvarse de un futuro cuestionamiento por haber abandonado el puerto de Iquique. En Iquique Condell escapa y ne punta negra se le presento la virgen.
Forista Chonix.
Por favor, no emplee las negritas en todo el texto, sólo en la parte que desea resaltar.
Mod. 7.
- Fulvio Boni
- General de Brigada
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Estimedos
Urquart y AElgueta. Chonix, Grumo etc
A ver, interesante varios puntos
creo que las zonas de calma a que hace referencia Urquart si bien interesante no corresponde a este hilo seguir analizandolas, pero si muy interesante, en mi caso educativo.
La suerte ...... es Ud afortunado?, pregunta napoleonica para encargar un comando o promover ... Ufff, tanto que decir a ese respecto, péro como se señala muchas veces la suerte se busca, o algunos nacen con estrella y otros nacen estrellados.
Condell el heroe real de la jornada ....... Eso es evidente, por que la victoria es la victoria poco importa si es un penal trucho en el minuto 90, ganar es ganar.
Alguien alguna vez me dijo algo como estar metido en una guerra es de lo peor que te puedas imaginar, solo hay algo peor ... perderla.
No te vayas a llevar una impresion equivoca urquart, Condell, es a todas luces considerado un heroe nacional, es que su figura se ve eclipsada por la de Prat.
Ultima y esta me gusto, por que es para darle vueltas ..."Prat era un temerario"
Ufff, fuerte la cosa para un chileno, debes entenderlo, es cercano a un pecado de blasfemia.
´pero puestos a blasfemar ........incluso podriamos plantear que todo fue producto de un pecado de orgullo, orgullo muy herido, el iba a demostrarles a todos esos masones hijos de la G.P. que siempre lo estuvieron posponiendo de que madera estaba hecho, que a el los pantalones no se le caian y etc.
Aunque la verdad eso no encaja mucho con la personalidad del tipo.
Nota:
Lo religioso era muy importante para hombres de la epoca , para el comun de la marineria no les venias con ideas ilustradas ni antireligiosas, si eras un mason por ejemplo o protestante en esa epoca te guardabas mucho de hacer referencia a la religion frente a tus hombres.
y si es muy distinto asumir conductas suicidas pero en las que dejas el trabajo sucio ( que te maten) en manos del enemigo, que quitarte la vida tu mismo, que nadie quiere agregarle a la lista de pecados la de suicidio cuando se encuentre con el Caballero de Arriba, que puchas se la va a tomar fatal y para la eternidad
saludos
Urquart y AElgueta. Chonix, Grumo etc
A ver, interesante varios puntos
creo que las zonas de calma a que hace referencia Urquart si bien interesante no corresponde a este hilo seguir analizandolas, pero si muy interesante, en mi caso educativo.
La suerte ...... es Ud afortunado?, pregunta napoleonica para encargar un comando o promover ... Ufff, tanto que decir a ese respecto, péro como se señala muchas veces la suerte se busca, o algunos nacen con estrella y otros nacen estrellados.
Condell el heroe real de la jornada ....... Eso es evidente, por que la victoria es la victoria poco importa si es un penal trucho en el minuto 90, ganar es ganar.
Alguien alguna vez me dijo algo como estar metido en una guerra es de lo peor que te puedas imaginar, solo hay algo peor ... perderla.
No te vayas a llevar una impresion equivoca urquart, Condell, es a todas luces considerado un heroe nacional, es que su figura se ve eclipsada por la de Prat.
Ultima y esta me gusto, por que es para darle vueltas ..."Prat era un temerario"
Ufff, fuerte la cosa para un chileno, debes entenderlo, es cercano a un pecado de blasfemia.
´pero puestos a blasfemar ........incluso podriamos plantear que todo fue producto de un pecado de orgullo, orgullo muy herido, el iba a demostrarles a todos esos masones hijos de la G.P. que siempre lo estuvieron posponiendo de que madera estaba hecho, que a el los pantalones no se le caian y etc.
Aunque la verdad eso no encaja mucho con la personalidad del tipo.
Nota:
Lo religioso era muy importante para hombres de la epoca , para el comun de la marineria no les venias con ideas ilustradas ni antireligiosas, si eras un mason por ejemplo o protestante en esa epoca te guardabas mucho de hacer referencia a la religion frente a tus hombres.
y si es muy distinto asumir conductas suicidas pero en las que dejas el trabajo sucio ( que te maten) en manos del enemigo, que quitarte la vida tu mismo, que nadie quiere agregarle a la lista de pecados la de suicidio cuando se encuentre con el Caballero de Arriba, que puchas se la va a tomar fatal y para la eternidad
saludos
- urquhart
- General de Ejército
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- Registrado: 06 Feb 2006, 13:13
- Ubicación: Barcelona
Hola Fulvio:
deberíamos tal vez ponernos de acuerdo en el significado de temerario, no sea que la acepción del término sea diferente en ambos Hemisferios. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española:
En ningún momento deseo mancillar la memoria de Don Arturo Prat y Chacón, tan sólo, y con la distancia temporal y espacial, criticar su actuación aquel día de mayo de 1879. Considero que abordar un buque blindado, que cuenta con armas automáticas, y con la dotación protegida, es un acto imprudente, que arrostra el mayor peligro concebido en la mente de cualquier ser humano, la de la propia muerte. Prat, con su decisión, no sólo sella su propio destino, si no el de aquellos que siguieron su ejemplo.
Si recalamos por un momento en la tercera acepción, referida al juicio temerario, ¿no sería esa apreciación la de Williams Rebolledo en la reunión de oficiales donde según todsa las fuentes declaró Prat sus intenciones?
Ustedes le consideran un héroe, eclipsando la figura de otros comandantes que en esa misma contienda victorias que finalmente les conducirían a vencer a la coalición boliviano peruana; y algunas de ellas de caracter resolutivo. Tanto es así, que Don Arturo Prat es para ustedes la muestar del compendio de valores castrenses y patrióticos; y figura galvanizadora con su acción del pueblo chileno.
De nuevo, y desde la distancia, si tuviera que elegir, me quedo con Don Carlos Condell de la Haza, buen marino y mejor comandante. ¿Su tacha es que desobedeció una orden directa de su superior? Cuantas veces se dan ordenes imposibles, o que sencillamente conducen a la derrota sin paliativos. La acción de Prat, de haber sido imitada por Condell hubiera dejado la División de Bloqueo en el fondo del mar frente a Iquique, y a la MArina de Guerra del Perú con la totalidad de sus blindados, más allá de los dos monitores anclados en El Callao; y el bloqueo de Iquique roto. Si bien este extremo se produjo, la flota del Perú quedó disminuida de forma inapelable, fue una victoria pírrica. Tampoco debe olvidarse que Don Miguel Grau y Seminario atacó a la división Chilena cumplimentando una orden directa de su Presidente... desconozco cuál hubiera sido su actuación de no mediar aquélla.
Saludos.
deberíamos tal vez ponernos de acuerdo en el significado de temerario, no sea que la acepción del término sea diferente en ambos Hemisferios. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española:
temerario, ria.
(Del lat. temerarĭus).
1. adj. Excesivamente imprudente arrostrando peligros.
2. adj. Se dice de las acciones de quien obra de este modo.
3. adj. Que se dice, hace o piensa sin fundamento, razón o motivo. Juicio temerario.
En ningún momento deseo mancillar la memoria de Don Arturo Prat y Chacón, tan sólo, y con la distancia temporal y espacial, criticar su actuación aquel día de mayo de 1879. Considero que abordar un buque blindado, que cuenta con armas automáticas, y con la dotación protegida, es un acto imprudente, que arrostra el mayor peligro concebido en la mente de cualquier ser humano, la de la propia muerte. Prat, con su decisión, no sólo sella su propio destino, si no el de aquellos que siguieron su ejemplo.
Si recalamos por un momento en la tercera acepción, referida al juicio temerario, ¿no sería esa apreciación la de Williams Rebolledo en la reunión de oficiales donde según todsa las fuentes declaró Prat sus intenciones?
Ustedes le consideran un héroe, eclipsando la figura de otros comandantes que en esa misma contienda victorias que finalmente les conducirían a vencer a la coalición boliviano peruana; y algunas de ellas de caracter resolutivo. Tanto es así, que Don Arturo Prat es para ustedes la muestar del compendio de valores castrenses y patrióticos; y figura galvanizadora con su acción del pueblo chileno.
De nuevo, y desde la distancia, si tuviera que elegir, me quedo con Don Carlos Condell de la Haza, buen marino y mejor comandante. ¿Su tacha es que desobedeció una orden directa de su superior? Cuantas veces se dan ordenes imposibles, o que sencillamente conducen a la derrota sin paliativos. La acción de Prat, de haber sido imitada por Condell hubiera dejado la División de Bloqueo en el fondo del mar frente a Iquique, y a la MArina de Guerra del Perú con la totalidad de sus blindados, más allá de los dos monitores anclados en El Callao; y el bloqueo de Iquique roto. Si bien este extremo se produjo, la flota del Perú quedó disminuida de forma inapelable, fue una victoria pírrica. Tampoco debe olvidarse que Don Miguel Grau y Seminario atacó a la división Chilena cumplimentando una orden directa de su Presidente... desconozco cuál hubiera sido su actuación de no mediar aquélla.
Saludos.
Tempus Fugit
- GRUMO
- Mariscal de Campo
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- Registrado: 14 Ago 2005, 06:32
Debo aclarar mi respeto a la figura de Pratt
Saludois
Grumo
Saludois
Grumo
¡Somos o no pilotos de combate!.... ya, que nos den otra misión y salimos 3 o 4 fierros, rasanteamos hasta donde podamos y si nos van tumbando.... nos tumbaron pues.... pero por lo menos uno llega y rompe.... así no regresemos los demás.... total para eso nos hemos formado, para eso estamos preparados, y si vamos a morir.... bueno nos inmolamos por la patria, es la oportunidad de demostrar lo que somos y valemos”. Coronel FAP Marco Antonio Schenone Oliva , piloto muerto en el Cenepa
- Fulvio Boni
- General de Brigada
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- Registrado: 07 Oct 2005, 03:10
Estimado Urquart
En efecto tu hablas desde la distancia, y eso te da una objetividad de la que debo reconocer carezco.
Tan poca es la distancia para mi que ni siquiera me veo en la obligacion de elegir entre uno u otro, los tengo a ambos, y de ambos me felicito.
Una nota aparte, no se de donde sacaste eso de que Condell desobedece ordenes superiores, Sera por eso de siga mis aguas??.
Hombre que aguas iba a seguir Condell si la Esmerada se quedo quieta, los blindados peruanos se venian hacia dentro de la rada, no recibio ulteriores ordenes rspecto del cambio de situacion, no hay desobediencia en tomar una desicion tactica en pleno combate, en especial al estar incomunicado del superior.
Aseguro que a Prat le hubiese encantado poder poner su nave a salvo como lo hizo Condell solo que ... no pudo.
Temerario: en esta como en otras ocasiones me remito mas que a la RAELC ( por que aparte vamos a tener que establecer que es ser prudente en esas circunstancias) a lo que se me enseño en este hemisferio por gente del otro.
Un tipo valiente esta en contraposicion de temerario, el temerrio carece de miedo que superar, que caracteriza al valiente.
El temerario en general es un irresponsable
El temerario en general es un irracional
Los temerario pueden ser por cierto atractivos como figuras, y muy utiles otras
Acusame de cursi pero prefiero al tipo ordinario que en situaciones extraordinarias se supera ... no es necesario saltar al abordaje de un buque blindado, a veces solo mantener la posicion asignada requiere mas cojo*** de lo que muchos suponen.
Saludos a todos
menos a JAG si es que esta por aca
En efecto tu hablas desde la distancia, y eso te da una objetividad de la que debo reconocer carezco.
Tan poca es la distancia para mi que ni siquiera me veo en la obligacion de elegir entre uno u otro, los tengo a ambos, y de ambos me felicito.
Una nota aparte, no se de donde sacaste eso de que Condell desobedece ordenes superiores, Sera por eso de siga mis aguas??.
Hombre que aguas iba a seguir Condell si la Esmerada se quedo quieta, los blindados peruanos se venian hacia dentro de la rada, no recibio ulteriores ordenes rspecto del cambio de situacion, no hay desobediencia en tomar una desicion tactica en pleno combate, en especial al estar incomunicado del superior.
Aseguro que a Prat le hubiese encantado poder poner su nave a salvo como lo hizo Condell solo que ... no pudo.
Temerario: en esta como en otras ocasiones me remito mas que a la RAELC ( por que aparte vamos a tener que establecer que es ser prudente en esas circunstancias) a lo que se me enseño en este hemisferio por gente del otro.
Un tipo valiente esta en contraposicion de temerario, el temerrio carece de miedo que superar, que caracteriza al valiente.
El temerario en general es un irresponsable
El temerario en general es un irracional
Los temerario pueden ser por cierto atractivos como figuras, y muy utiles otras
Acusame de cursi pero prefiero al tipo ordinario que en situaciones extraordinarias se supera ... no es necesario saltar al abordaje de un buque blindado, a veces solo mantener la posicion asignada requiere mas cojo*** de lo que muchos suponen.
Saludos a todos
menos a JAG si es que esta por aca
- ATLANTA
- General de Brigada
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- Registrado: 25 Ago 2007, 09:46
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En todo caso sea un acto temerario y que resuleva el hecho de que Prat fuera un buen o mal comandante no se puede desmentir el hecho que su acto exalto a la población civil a combatir en una guerra que hasta ese entonces era algo lejano y que no afectaba la vida diaria de cada ciudadano. Prat enaltece, como bien lo ha dicho Alberto, la convicción del militar chileno de la época y el ataque de frente sin opción a la rendición, pues ello llevaba a la mayor de las deshonras, este pensamiento significó el sacrificio de cientos de miles de hombres en batalla y el conllevó el respeto de sus oponetes. Urquart, para los chilenos ese hecho temerario significa mucho y aún eleva su figura en los más alto del respeto y admiración hacía una persona, sin ir más lejos, en nuestro país se esta desarrollando una competencia para elegir al más grande de los chilenos de la historía, y adivina quie puntea la votación popular?, el mismo Capitán Prat quien representa valores que hoy pensabamos pérdidos pero que aún permanecen en el subconciente de cada chileno. Con todo esto no quiero desmerecer la gran victoria del Almirante Condell en Punta Gruesa, victoria que significó cubrir con una mortaja de gloria una derrota como la ocurrida en la bahía de Iquique con la "Esmeralda" a cuenta del "Huascar" y su hábil comandante.
saludos
saludos
\\\\\\\"Mientras más sudor derrames en la paz, menos sangre derramaras en la guerra\\\\\\\\"
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- Cabo
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- Registrado: 09 Oct 2007, 06:52
Fulvio Boni escribió:Estimedos
Urquart y AElgueta. Chonix, Grumo etc
A ver, interesante varios puntos
creo que las zonas de calma a que hace referencia Urquart si bien interesante no corresponde a este hilo seguir analizandolas, pero si muy interesante, en mi caso educativo.
La suerte ...... es Ud afortunado?, pregunta napoleonica para encargar un comando o promover ... Ufff, tanto que decir a ese respecto, péro como se señala muchas veces la suerte se busca, o algunos nacen con estrella y otros nacen estrellados.
Condell el heroe real de la jornada ....... Eso es evidente, por que la victoria es la victoria poco importa si es un penal trucho en el minuto 90, ganar es ganar.
Alguien alguna vez me dijo algo como estar metido en una guerra es de lo peor que te puedas imaginar, solo hay algo peor ... perderla.
No te vayas a llevar una impresion equivoca urquart, Condell, es a todas luces considerado un heroe nacional, es que su figura se ve eclipsada por la de Prat.
Ultima y esta me gusto, por que es para darle vueltas ..."Prat era un temerario"
Ufff, fuerte la cosa para un chileno, debes entenderlo, es cercano a un pecado de blasfemia.
´pero puestos a blasfemar ........incluso podriamos plantear que todo fue producto de un pecado de orgullo, orgullo muy herido, el iba a demostrarles a todos esos masones hijos de la G.P. que siempre lo estuvieron posponiendo de que madera estaba hecho, que a el los pantalones no se le caian y etc.
Aunque la verdad eso no encaja mucho con la personalidad del tipo.
Nota:
Lo religioso era muy importante para hombres de la epoca , para el comun de la marineria no les venias con ideas ilustradas ni antireligiosas, si eras un mason por ejemplo o protestante en esa epoca te guardabas mucho de hacer referencia a la religion frente a tus hombres.
y si es muy distinto asumir conductas suicidas pero en las que dejas el trabajo sucio ( que te maten) en manos del enemigo, que quitarte la vida tu mismo, que nadie quiere agregarle a la lista de pecados la de suicidio cuando se encuentre con el Caballero de Arriba, que puchas se la va a tomar fatal y para la eternidad
saludos
Parece que Fulvio no entendio lo que dije o no lo exprese bien. Desde aqui mis respetos para Prat, su heroismo es incuestionable y no admite dudas. Condell es efectivamente el ganador de la jornada en Punta Gruesa, pero este triunfo se debio estrictamente a cuestiones circunstanciales y del azar o de la falta de prudencia y pericia de More que nada tienen que ver con una maniobra de Condell. Condell incumple una orden directa de Prat y abandona el puerto de Iquique porque dentro de el correria la misma suerte que Prat. Por eso el resuelve por si solo abandonar Iquique escapandose hacia el sur haciendo lo mas logico posible, pegarse a tierra. La esperanza es lo ultimo que se pierde y Condell penso escapar y llegar a su destino ileso, jamas penso que la Independencia encallaria y esa circunstancia no se puede magnificar de ese modo. Una cosa es llegar ileso y escapar de tu perseguidor y otra llegar triunfante siendo causante de la perdida de la Independencia como si tu la hubieras hundido.
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- Cabo
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- Registrado: 09 Oct 2007, 06:52
Septimo_de_Linea escribió:"Es mucho mas facil justificar la derrota, que la victoria"
Eso es lo que pasa con las visiones "conjuntas", el perdedor siempre se cree la victima.
Hasta "Chipana" llegara la "armonia"...con Angamos ni hablar (los peruanos insistiran en que 5 buques capturaron al Huascar)...en Pisagua diran que los atacaron 12.000 soldados...y la expedicion completa era de 9.500...en Dolores culparan a los bolivianos de la derrota...en Tarapaca...aseguraran que los chilenos eran mas que ellos....en los Angeles el "Atacama" no "escalo" el sendero de cabras...en Tacna nuevamente es culpa de los bolivianos....en Arica culparan a los chassepots...en Chorrillos y Miraflores sera culpa de Pierola...en la Sierra ellos triunfaron...y finalmente la guerra la gano Inglaterra.
En fin...un pequeño resumen de las "dificultades" que tendran para realizar la historia "conjunta".
saludos
El problema con las "visiones conjuntas" es que no solo el perdedor se cree la "victima" (si pierde logicamente sera la victima) sino tambien el ganador, que justifica su accionar victimizandose tambien. Otro problema es tambien que es mas facil justificar una derrota cuando se deberia analizar haciendo un mea culpa, pero mas grave es no saber ganar y magnificar un triunfo, entrando en tremendas contradicciones restandole meritos al vencido sin darse cuenta de que esto mismo desmerece la propia victoria, pero eso se da solo en paises de este lado del mundo y que, efectivamente, no saben ganar. Porque hay que saber perder, pero tambien hay que saber ganar.
Para Septimo seguro La Covadonga hundio a la Independencia, en Pisagua desembarcaron 9000 y los esperaron 15000 con todo tipo de armamento haciendo la defensa totalmente inexpugnable, en Dolores hubo una gran e inmensa batalla, no hubo antagonismo entre los jefes peruanos y bolivianos, en Tarapaca los peruanos eran el triple por eso ganaron, en Tacna eran mas pero no tanto por eso perdieron, en Arica las defensas peruanas eran inmensas, como castillos medioevales, no era importante el numero sino la inexpugnabilidad de los parapetos, al igual que en Lima, los chilenos nunca fueron mas ni tenian mas armamento, nooooo, las fuerzas estaban parejas, fue una tremenda EPOPEYA ganarles a los peruanos en esas condiciones, Caceres no hizo nada, etc, etc.
Efectivamente habran dificultades, pero es bueno intentarlo.
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- Teniente Primero
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- Registrado: 17 Feb 2007, 09:23
- Ubicación: Chilito Lindo
Lo mejor es leer directamente a un protagonista de la lucha.
CRÓNICAS DE GUERRA
Relatos de un ex combatiente de la Guerra del Pacífico
y La Revolución de 1891
Mayor de Ejército (r) J. Arturo Olid
Edit. RIL 1999
Santiago de Chile
Págs. 23-47
COMBATE DE PUNTA GRUESA
(Narración de J. Arturo Olid A., publicada en La Unión del 21 de mayo de 1916). Teníamos conocimiento de que residían en Valparaíso algunos sobrevivientes de la "Covadonga", la goleta afortunada que rindió en Punta Gruesa a la poderosa fragata acorazada "Independencia" y realizó así una de las hazañas guerreras náuticas más culminantes, después de la que inmortalizó a la "Esmeralda" hundiéndose en la rada de Iquique; averiguando el domicilio de algunos de ellos, dimos con don J. Arturo Olid, que en ese singular combate desempeñaba el modesto cargo de aprendiz en las máquinas del buque ya citado.
Después de oír de boca del señor Olid una descripción del combate en que le cupo en suerte actuar, no hemos trepidado en dar publicidad a la interesante narración que nos hizo el señor Olid, tanto más cuanto que es la más exacta y minuciosa relación que hemos tenido la oportunidad de oír de un testigo ocular de ella.
El señor Olid, que hoy día reside entre nosotros, es Capitán retirado del Ejército y después del Combate de Punta Gruesa pasó a servir a su patria como Oficial del Regimiento de "Artillería de Marina", en cuyas filas hizo toda la Campaña: y fue condecorado con la medalla especial del Combate de Iquique, la de la primera campaña con las acciones de guerra de Pisagua, San Francisco, Tarapacá y Tacna y la medalla de la segunda campaña con las batallas de Chorrillos y Miradores. Es poseedor además de las medallas especiales ofrecidas a los vencedores del '79, por las Municipalidades de Valparaíso y Santiago.
El año 1891 ascendió a Sargento Mayor de Ejército, título que por cierto tenía bien conquistado, pero el triunfo de la revolución destruyó su carrera militar, pues fue de los que permanecieron leales al Presidente Balmaceda e hizo toda esa campaña a bordo de la torpedera "Condell", donde desempeñaba el cargo de Ayudante de Ordenes del Comandante en Jefe de la Escuadra gobiernista, don Carlos E. Moraga.
Terminada la guerra civil, se expatrió de Chile y pasó a servir como Capitán-Teniente de la Armada de Guerra del Brasil, durante la guerra civil que prendió en esa República amiga en la administración del Mariscal Floriano de Peixoto, donde fue colmado de distinciones, conjuntamente con los marinos chilenos Recaredo Amengual, Carlos E. Moraga y Marco Aurelio Stuardo, que servían también altos y delicados puestos navales en la Marina de Guerra brasileña.
El señor Olid vive hoy entre nosotros entregado con verdadero entusiasmo a las tareas de la noble lucha por la vida.
Fuimos amablemente recibidos por el señor Olid, que en realidad no representa físicamente la edad que juzgábamos nosotros, tomando en consideración que había actuado en un combate ocurrido hace ya 37 años. Y una vez que obtuvimos su beneplácito para someterlo a un largo reportaje, relacionado con los hechos históricos que presenció y en los cuales le cupo la honra de actuar, naturalmente en un papel modesto, dada la corta edad que tenía en aquella época, empezamos nuestro cometido, rogándole nos impusiera cómo llegó a estar a bordo de la "Covadonga" el día del combate.
Cómo fue Olid al barco Le diré a usted con toda franqueza, nos dijo el señor Olid, que cuando se declaró la guerra al Perú y Bolivia, yo tenía solamente 14 años de edad y era alumno del Colegio que los Padres Franceses tienen aún en la calle Independencia.
El entusiasmo por ir a la guerra prendió en todos los chilenos como un reguero de pólvora y se vio así cómo acudían a los cuarteles los muchachos imberbes de catorce años, lo mismo que los jóvenes de veinte y los viejos de cincuenta y sesenta. En los cuarteles se rechazaba a los menores de edad, que salían descorazonados y mohínos. De éstos, fui yo uno de los más desalentados, porque además de mis pocos años, era de constitución enclenque y raquítica.
Tuve pues, que conformarme con ver cómo se enrolaban de voluntarios algunos de mis compañeros más robustos que yo y que representaban más edad, y con presenciar la alegría de los elegidos y aceptados para defender la Patria, mientras que los desechados los mirábamos con envidia.
Sin embargo, no desmayé en mis propósitos de ir a la guerra, y en la tarde del día 26 de abril presenté un ultimátum a mis padres, notificándolos que, si no lograba ir de soldado, trataría de embarcarme aunque fuera de grumete en alguno de los buques de guerra que entonces se alistaban para ir al norte.
Esta gallada me valió creo que unos coscachos de mi padre y me desalentó de tal modo que casi desistí de mis patrióticos y belicosos propósitos. Ocurrió felizmente una circunstancia que vino en mi ayuda de un modo casi providencial y que lo relataré, como lo hago con todas estas nimiedades, únicamente con el propósito de que sirva de lección y de ejemplo a los jóvenes de hoy día, que se retraen de servir a la Patria y le sacan el cuerpo al servicio militar por cualquier motivo. Ocurrió, repito, que el día 28 de abril vino de visita a casa de mis padres el ingeniero de la "Covadonga" don Severo Coros. Este caballero era uno de los oficiales más apreciados e inteligentes de la Escuadra y mantenía muy íntimas relaciones de amistad con mi señor padre; venía a despedirse, pues el buque en que estaba embarcado debía zarpar para Iquique en pocos días más en convoy con la "Abtao", vieja corbeta de guerra que estaba en
reparaciones para unirse a los buques bloqueadores de aquel puerto peruano.
Aproveché la circunstancia de que se hablaba de la guerra y le pedí que me llevara con algún cargo en las máquinas, aunque fuera para aceitarlas, y seguramente le agradó mi resolución y mi juvenil entusiasmo, porque en el acto me ofreció sus influencias para
obtener mi embarque de una manera u otra.
Al día siguiente tuvo la amabilidad de volver a casa y me llevó con el permiso de mis padres a la presencia del Comandante General de Marina, que era don Eulogio Altamirano.
Una vez en presencia de este funcionario, le dijo el señor Coros: -Éste es el jovencito por quien me intereso y para quien he pedido a V.S. una orden de embarque como aprendiz mecánico, agregado a la dotación de la "Covadonga", por estar llenas todas las plazas de dotación.
Con ración y sin sueldo
El Comandante General de Marina me estaba observando con aquella penetración que tan peculiar le era y le dijo al señor Coros: -Parece que el jovencito no resistirá la vida dura de a bordo y por otra parte, no habiendo plaza disponible, no veo cómo le vamos a pagar un sueldo que no está consultado en la dotación del buque.
Yo respondí con viveza y recordando el adagio de que a la ocasión la pintan calva: -Eso no importa, señor Comandante General, porque yo acepto ir sin sueldo y sólo con la ración de a bordo.
Mi resolución y falta de interés y de amor por una renta salvaron la situación y poco rato después el señor Altamirano me hizo entregar el decreto siguiente, con el cual ya podía presentarme a bordo:
"Nº 367.- Nómbrase Aprendiz Mecánico de la Armada, con derecho a ración y sin sueldo, a don J. Arturo Olid, quien se embarcará en la goleta "Covadonga" mientras obtiene una plaza efectiva en alguno de los buques que componen la Escuadra Nacional en campaña.
Anótese.-Eulogio Altamirano".
El día I9 de mayo, esto es, dos o tres días después, el ingeniero señor Coros me llevó a la "Covadonga" y dejándome en cubierta bajó a la cámara del Comandante para darle cuenta del nuevo tripulante que llegaba a bordo, bajo sus recomendables auspicios.
Minutos después fui llamado a la cámara del Comandante de la "Covadonga", que era un cuartucho reducidísimo, donde se paseaba con las manos puestas a las espaldas un oficial de buena estatura, pálido, de amplia y blanca frente, el cual me interrogó sobre si tendría ánimo para desempeñar la pesada tarea de un Aprendiz Mecánico, siendo de tan corta edad.
Yo me confundí un poco al contestar lo más acertadamente que pude, dada mi poca experiencia; pero me animó mucho y me fortaleció la expresión bondadosa y de tranquila serenidad con que se dignaba interrogarme el jefe del buque; más aún cuando yo me consideraba un perfecto microbio al lado de aquel gallardo y altivo oficial, de mirada suave a la vez que enérgica y penetrante.
Salí de la cámara muy animado con el bondadoso tratamiento de aquel jefe, que era el Capitán de Fragata graduado don Arturo Prat.
Dos días después zarpamos para Iquique en convoy con la corbeta "Abtao" que mandaba el Capitán de Corbeta don Carlos Condell.
Así fue como me ocurrió el hecho de encontrarme a bordo de la "Covadonga", como Aprendiz Mecánico, a ración y sin sueldo, sin haber visto en mi vida más máquina que la de coser... y esto aún con el honor de ser mandado por el gran futuro héroe chileno, el legendario Arturo Prat.
Prat y sus compañeros
-¿Qué impresiones y recuerdos conserva usted, señor Olid, del Capitán Prat? ¿Es efectivo que era un tanto retraído y poco comunicativo?
-En los pocos días que duró el viaje a Iquique, recuerdo perfectamente que veíamos rara vez al Comandante en cubierta y cuando subía a pasearse un rato, después de la comida, o al puente, desde donde escudriñaba sin cesar el horizonte, hablaba muy poco con los oficiales, excepción hecha con el segundo, que era el Teniente Orella; creo que más bien los oficiales le tenían demasiado respeto al Comandante y no se atrevían a intimar con él por su aspecto siempre grave y reflexivo; por lo demás, era excesivamente bondadoso y afable cuando dirigía la palabra a alguno.
-¿Qué oficiales iban en la "Covadonga"?
-Era segundo Comandante el Teniente don Joaquín Orella y seguían en graduación el Teniente le don Demetrio Eusquiza, el Teniente 2° don Estanislao Lynch, el guardiamarina Miguel Sanz, el cirujano y joven serénense don Pedro Videla y el contador don Enrique Reynolds; y don Severo Coros, ingeniero con cargo de la máquina. El resto del personal de
máquinas lo componían un ingeniero 3a, don Protacio Castillo, y dos aprendices mecánicos que hacían guardias de ingenieros 3fi, Ramón Rebolledo y Roberto Osorio.
La tripulación estaba compuesta de ciento cuatro hombres, de Capitán a paje.
Zafarrancho de combate
-¿Tuvieron algún incidente digno de notarse en el viaje?
-Aparte de los naturales ocasionados por la incomodidad de un buque tan estrecho y con demasiada tripulación, recuerdo únicamente que, navegando a la altura de Caldera, con temporal deshecho (era el mes de los tiempos malos), el "Abtao", que venía navegando tras de nuestro buque, izó sus velas y en menos de dos horas nos pasó hasta perderse de vista en el horizonte. Esa misma tarde fue avistado un buque de guerra, por la proa, que navegaba al sur. Avisado el Comandante Prat de esta novedad, subió precipitadamente al puente de mando y después de observar el buque avistado con sus anteojos llamó a Orella y le ordenó
tocar ¡Zafarrancho de combate!
Era de ver el movimiento y las carreras de la tripulación para tomar sus puestos de combate; las dos piezas de a 70 con que estaba armado el buque fueron desenfundadas en dos minutos y puestas en batería en otros dos; los sirvientes de las piezas apenas se podían tener en pie con los enormes balances y cabeceos del pequeño buque, que bailaba como una
cáscara de nuez sobre las olas inmensas, que amenazaban tragarnos a cada instante.
Las secciones de abordaje se armaron con sendas hachas y unos sables descomunales cuya sola vista espantaba; los oficiales Lynch y Orella mandaban respectivamente las dos piezas. La presión en las máquinas fue levantada en forma de dar el máximo de velocidad, ¡6 millas! y puestos así en facha, el querido tricolor al viento, esperamos se acercara el buque avistado y mostrara a la vez su pabellón.
Con natural ansiedad esperaban todos saber a qué atenerse con respecto al buque avistado, que ya teníamos casi encima y que por su aspecto, su corte airoso y elegante, indicaba ser una corbeta de guerra. Algunos aseguraban que era la "Unión", uno de los más veloces y mejores buques del enemigo, armado con doce piezas de artillería, superiores a las dos
nuestras.
Todos miraban por encima de la borda al buque misterioso y al Capitán Prat, que permanecía impasible en el pequeño puente de mando.
Yo recuerdo que fui mandado por el ingeniero al puente para comunicar al jefe que los calderos estaban con el máximum de su presión y me llamó la atención la intensa palidez del Comandante.
Hoy día, con mayor experiencia, sé apreciar debidamente la situación del Capitán Prat en ese momento, en que se veía con la enorme responsabilidad de un jefe que mandaba una verdadera cáscara de nuez en frente de un posible enemigo formidable y con un temporal deshecho por añadidura.
Felizmente, cuando ya se iba a dar la orden de intimidar con un cañonazo con pólvora la orden de mostrar su pabellón, el buque a la vista izó la bandera inglesa y resultó ser la corbeta "Turquoise", que se hallaba de estación en esta parte del Pacífico.
Dos días después llegamos a Iquique, donde encontramos ya incorporada a la Escuadra a la corbeta "Abtao".
Durante el bloqueo
-Y del bloqueo de Iquique ¿qué nos puede relatar"?
-El bloqueo de un puerto enemigo es para los marinos una verdadera vía crucis, en que además de la vigilancia que se debe tener a toda hora sobre la costa bloqueada, hay que agregar el aburrimiento natural que origina ese acto de guerra pasivo hasta cierto punto, la escasez de víveres frescos, la monotonía de la vida que no ofrece variedad alguna, la
tensión de los nervios ante el peligro constante y de todas horas de un torpedo traicionero que venga a ocasionar la pérdida estúpida y poco gloriosa de uno de los buques con toda su tripulación.
Todos los días el mismo panorama, las mismas operaciones de fondear por la mañana, después de reconocer prolijamente el sitio elegido para hacerlo, y levar anclas en la tarde para salir mar afuera. Los oficiales se aburren v las tripulaciones se enervan y se fastidian, desesperadas de no encontrar al enemigo para entrar en combate.
En Iquique ocurría todo esto, a pesar de que las tripulaciones aprovechaban el tiempo en ejercitarse diariamente y en adiestrarse en el tiro al blanco, faenas de embarques y desembarques, instrucciones de abordaje, incendios, colisiones, etc.
Diariamente se designaba en la Orden del Día un buque de guardia, el cual tenía la obligación de vigilar especialmente todo movimiento en el interior del puerto, muelles y playas vecinas, con recomendación especial de impedir que funcionaran las máquinas resacadoras de agua
dulce de que se surtían los pobladores y el Ejército ahí acantonado.
Cada vez que las chimeneas de estas resacadoras arrojaban algún humo, el buque de guardia les hacía fuego hasta que el humo desapareciera. Lo mismo ocurría cuando se notaba algún tren o máquina que intentaba dirigirse al interior. En estos casos, los mejores artilleros de la Escuadra, como Moraga u Orella, dirigían la puntería, generalmente con un
éxito que les reportaba las más ardientes felicitaciones de la Escuadra entera.
Deslucida comisión
— ¿Y qué nos dice de la partida de la Escuadra al Callao?
-Cuando los subalternos y pichiruches de la "Covadonga" supimos que el grueso de la Escuadra, con los blindados a la cabeza, saldría para El Callao en demanda de la Escuadra enemiga, que se suponía estaba en ese puerto próxima a zarpar para el sur y cuando supimos que se había resuelto dejar a cargo del bloqueo de Iquique a la "Esmeralda" y a la
"Covadonga", casi nos sentimos con ganas de ahorcarnos de la más alta verga del palo trinquete.
Los jefes y oficiales de ambos buques estaban tan descontentos como nosotros.
¡Cómo! ¡Se iban todos a buscar la gloria de los combates, a medirse en una gran batalla naval con la famosa escuadra peruana y a nosotros se nos dejaba aconchados, cuidando de que no pitaran las chimeneas de las máquinas resacadoras de agua!
Eran de oír las conversaciones, los juramentos, los vocablos gruesos que echaban los marineros y las caras largas de los oficiales, que estimaban como una ofensa cruel e inmerecida la elección hecha en nosotros para dejarnos en tan pobre y deslucida comisión.
Me separo de Prat
El día 19 de mayo hubo cambio de jefes; el Capitán Prat, de la Covadonga" pasó a la "Esmeralda" y Condell, del "Abtao" a nuestro buque y se designó al primero como jefe de la escuadrilla bloqueadora.
Yo creí que sería fácil para mí obtener mi transbordo a un buque más grande y antes de que el Capitán Prat dejara la "Covadonga", pedí permiso al 2a Jefe Orella para hablar con el Comandante, permiso que me fue otorgado de muy buena voluntad.
Una vez en presencia del Capitán Prat y siempre animado por la bondad que me había manifestado en el acto de mi embarque, le expuse mi deseo de ir al buque de su mando, tanto más cuanto que mi protector, el ingeniero señor Coros había sido transbordado a la "Magallanes". El Capitán Prat, que se ocupaba en preparar su equipaje, oyó benévolamente mi petición y me prometió dar orden de transbordarme a la "Esmeralda" tan pronto como zarpara la Escuadra al Callao.
Al siguiente día zarpó la Escuadra y nosotros quedábamos tristes y cariacontecidos, montando la guardia de Iquique y aprontándonos para las largas y monótonas horas del pesado bloqueo. Todos envidiaban la suerte de los que iban a la expedición al Callao, los que seguramente cosecharían gloria y renombre.
Sin embargo, las cosas pasaron de distinto modo.
El 20 de mayo me fue comunicada la orden de transbordo a la "Esmeralda", lo que me vino a probar que el Capitán Prat no había olvidado su promesa al modesto aprendiz de maquinista de la "Covadonga". Con verdadero júbilo arreglé la pequeña maleta y la
diminuta cama que constituían mi equipaje, para irme en el acto a mi nuevo buque; pero al subir a cubierta encontré que estaban izados todos los botes y se aprestaba el buque para salir.
Me presenté al Teniente Orella y este oficial me dijo:
-Jovencito, aguántese aquí hasta mañana, que no voy a arrearle ni el chinchorro para usted.
Así fue como al día siguiente, en que tuvo lugar el combate, me encontré en la "Covadonga", cuando ya pertenecía a la dotación de la "Esmeralda".
Indudablemente, esta circunstancia me salvó la vida, puesto que del personal de máquinas de la "Esmeralda" sólo escapó un aspirante a ingeniero.
Sin embargo, creo que si me hubieran dado a escoger, a sabiendas del desastroso resultado del combate que se trabó al día siguiente, no hubiera trepidado en aceptar mi transbordo, ya que los compañeros que allí sucumbieron escalaron la inmortalidad y la gloria con su generoso martirio.
La muerte por la patria es el más dulce de los sacrificios que puede hacer
un verdadero ciudadano.
Antes del combate
—Y del combate mismo ¿conserva Ud. todos sus recuerdos, podría referirnos algunos hechos desconocidos hasta ahora?
-He leído muchas relaciones más o menos exactas y puedo decirles que ya no queda nada de importancia que no esté ya dicho y publicado.
Sin embargo, no he leído nunca el hecho de que la noche del 20 de mayo, cuando cruzábamos fuera de la bahía montando la guardia y vigilando la entrada del puerto, mientras la vieja "Esmeralda" vigilaba dentro del puerto mismo en su habitual fondeadero, más o menos a las 4 A.M. los serviolas (centinelas marinos del buque) anunciaron que habían creído divisar por el lado sur la estela de un buque.
Montaba la guardia en el puente a esa hora el Teniente Orella y este oficial, que era tan prudente en el trabajo ordinario como temerario en el combate, trató de seguir la dirección de la estela anunciada para saber
a qué atenerse y dar cuenta al Comandante en caso de necesidad.
Yo recuerdo perfectamente haber visto el rastro fosforescente que deja en el agua el movimiento de las hélices de un buque, pues en esos momentos salía yo de guardia de la máquina y antes de irme a dormir quise tomar el aire fresco de la noche en la cubierta del buque.
Oí después que ya no se vio más el rastro y no se le dio mayor importancia al hecho.
Después se supo que los buques enemigos "Huáscar" e "Independencia" pasaron un poco al sur del puerto más o menos a las 4 A.M., esperando que aclarara para atacarnos.
Humos al norte
A las 6 A.M. y ya claro, volvíamos en demanda de nuestro fondeadero cuando el vigía del palo trinquete dio el grito de ¡Humos por el norte!
El oficial de guardia examinó con su anteojo la silueta de los buques avistados y entrando en sospecha de que pudieran ser enemigos, dio parte al Teniente Orella, que recién había dejado el puente para bajar a descansar en su camarote.
Orella no se había acostado aún, pero se había despojado de los zapatos, reemplazándolos por unas zapatillas, con las cuales subió al puente.
Observó apenas dos minutos los buques que se acercaban a todo vapor y en el acto dijo en voz alta: -Son los peruanos: el "Huáscar" y la "Independencia.
En estos momentos de expectación general, llegó al puente el Comandante Condell, que a pesar de estar recogido en su cámara se presentó correctamente uniformado y con su espada al cinto, del cual pendía su revólver. Confirmado el hecho de que los dos más poderosos
buques de guerra enemigos se nos venían encima, se tocó a zafarrancho y ocupó cada cual su puesto de combate, con el corazón alegre y el ánimo dispuesto a luchar y a morir, ya que parecía imposible resistir más de un cuarto de hora la embestida de aquellos formidables enemigos.
La primera impresión
Yo había salido de guardia de la máquina a las 4 A.M. y me había recogido a mi litera, que estaba cerca de la del ingeniero Castillo y naturalmente que estaba rendido de sueño, me había dormido profundamente, cuando fui despertado por el sonido de la corneta que tocaba el alarmante toque de "zafarrancho de combate", a cuyo aviso todo el mundo debe correr a
su puesto después de armarse en la sala de armas.
Sentía el toque de la corneta, el ruido de los cañones de cubierta que eran puestos en batería, las carreras de los marineros que subían y bajaban las escalas, las órdenes rápidas y perentorias que daban los oficiales a sus respectivos pelotones: pero como no había día que no se tocara zafarrancho de combate para ejercitar a la tripulación, me imaginé que se
trataba de un simple ejercicio y me quedé tranquilamente en cama, hasta que la voz del ingeniero Castillo, que me llamaba urgentemente, me hizo comprender que la cosa no era de broma.
En menos de dos minutos estuve listo y armado también, pues pertenecía a la sección de abordaje y mis armas se componían de un descomunal sable que apenas podía y una hacha con la cual debía partir el cráneo del enemigo que se pusiera a mi alcance.
Así armado, me presenté en la máquina, donde estaba ya todo el personal afanado en desempeñar sus respectivas tareas. El Comandante Condell había ordenado levantar al máximo el vapor de las calderas y era de ver como se daba trazas el ingeniero jefe que era don Emilio Cuevas, para cumplir la orden superior.
Mi puesto estaba en la sección de los calderos y ahí debía ayudar a vigilar la presión con el ingeniero Castillo. Desgraciadamente los calderos eran viejísimos, los tubos reventaban unos después de los otros y el agua salía de los calderos por la juntura de los cien parches que tenían, como si se
tratara de un canasto. El señor Castillo se mantenía afirmado en unos sacos de carbón, con el revólver en la mano, listo para saltarle la tapa de los sesos al primer fogonero que desobedeciera sus órdenes o aflojara en la tarea.
Yo iba de los calderos a la máquina, atravesando por un pasillo oscuro y resbaloso, llevando y trayendo las órdenes del ingeniero, que pedía más vapor y las protestas de Castillo, que contestaba lacónicamente: -Dígale al señor Cuevas que vamos a volar de un momento a otro, porque los calderos no resisten.
A esto contestaba Cuevas más lacónicamente aún: -A Castillo, que vuele de una vez, pero que levante más vapor.
El momento más solemne
En estos momentos fui mandado al puente para decirle al Comandante que, si exigía mayor presión, el buque podía volar por el fracaso de los calderos.
En los momentos en que salí a cubierta, la situación era la siguiente:
La "Covadonga" estaba a unos 10 metros de la "Esmeralda", que había ya abandonado su fondeadero y los buques enemigos estarían a unos tres mil metros de nosotros; el "Huáscar" avanzaba sobre los dos buques chilenos y la "Independencia" parecía abrirse al sur para cerrarnos la escapada en esa dirección.
Los Comandantes de la "Esmeralda" y de la "Covadonga", en sus respectivos puentes, las tripulaciones en sus puestos de combate, las máquinas paradas y el silencio más absoluto en ambos buques.
Los jefes iban a ponerse al habla.
Arriba, el cielo azul purísimo y en el pico de mesana de los buques flotaba al viento la bandera tricolor; abajo, el mar tranquilo, como una taza de leche.
Como no podía subir al puente del Comandante, porque comprendí que el momento era solemne, me quedé observando lo que iba a ocurrir, junto con el cirujano Videla, que había subido a cubierta para informarse de la situación.
Así fue como presencié aquel diálogo corto y vibrante que la historia ha inmortalizado ya y que escritores muy autorizados han dado a conocer a todos los chilenos.
En el puente de mando de la vieja "Esmeralda" se destacaba la noble y arrogante figura de Prat, vestido con su uniforme de intachable corrección; estando tan cerca, veíamosle el semblante tranquilo e inalterable, parecía una estatua de mármol, ya que los músculos de su
cara eran en ese instante inamovibles.
La hermosa bandera chilena de combate que había enarbolado la gloriosa corbeta parecía que cubría al heroico jefe con sus amplios pliegues.
Por fin se rompió el silencio; el héroe preguntó si había almorzado la gente. Condell respondió afirmativamente y Prat dijo:
-Seguir mis aguas, cuidar los fondos, tratar de que las balas enemigas que no nos acierten caigan en la población.
-All right! contestó nuestro Comandante y en ese preciso momento el "Huáscar" puso fin al diálogo, enviándonos el primer cañonazo, cuyo proyectil cayó exactamente entre la popa de la "Esmeralda", que ya se dirigía al puerto, y nuestra proa, que ya seguía también las aguas
del buque jefe.
Es imposible que la pluma describa fielmente el entusiasta y espontáneo ¡Viva CHILE! que brotó en ese instante de los labios de las dos tripulaciones. Posiblemente y en las muchas situaciones heroicas y difíciles porque han atravesado la Marina y el Ejército de Chile han podido manifestarse entusiasmos parecidos al que trato de describir: pero jamás creo que pueda otro superar al que brotó en esos instantes, viril, consciente y unísono, del pecho de aquel puñado de patriotas que habían jurado vender caras sus vidas defendiendo el honor y la gloriosa enseña de la patria.
Se separan los buques
Al divisarse los barcos enemigos, el "Lámar", pequeño transporte que servía de carbonero a nuestros dos buques, recibió orden de navegar al sur, lo que hizo con todo éxito, resbalándose suavemente puede decirse, por la punta de la isla denominada hoy de Serrano; y como era presa poco apetitosa para los orgullosos barcos peruanos, la dejaron escapar,
concretando sus esfuerzos para capturarnos a nosotros.
Muchas veces me ha sido hecha la pregunta de la razón por qué la "Covadonga" dejó sola a la "Esmeralda" dentro de la bahía de Iquique y, de consiguiente, por qué no fue consecuente con ella acompañándola hasta el último en su glorioso heroísmo y en su sublime martirio. Y realmente ha habido razón para que muchos se hayan hecho esta
pregunta.
Yo recuerdo perfectamente haber oído discutir en el puente de mando de la "Covadonga" al Comandante Condell con el Teniente Orella y el Teniente Lynch sobre la situación que se producía en los momentos mismos que entrábamos tras de la "Esmeralda" para encerrarnos en Iquique y morir indudablemente con la mayor heroicidad, pero sin divisar una sola probabilidad de mediano éxito. Y lo oí yo en razón de que, habiéndose interrumpido el telégrafo de mando del puente a la máquina, fui designado, probablemente en vista de mi juventud y de que en resumen yo no desempeñaba un gran papel ni era indispensable para el servicio de las máquinas, para llevar las órdenes directamente del Comandante Condell al ingeniero señor Cuevas y debía permanecer en consecuencia al alcance de la voz del jefe del buque para transmitirla por el cubichete de la máquina al ingeniero ya nombrado.
Por esta sencilla razón presencié en cubierta y aún muy cerca del Comandante la mayor parte del combate, en todo su heroico y dramático desarrollo.
El Comandante Condell llamó al puente a Orella y a Lynch y les manifestó que si se encerraba con la "Esmeralda" dentro de la bahía, el "Huáscar" solo batiría y hundiría ambos buques, lo que desde luego se comprobaba con el hecho de que la "Independencia" volteada afuera, mientras el "Huáscar" nos estaba haciendo fuego a nosotros, para proseguir la tarea
con la "Esmeralda" una vez que hubiéramos desaparecido del escenario de la vida.
Era de consiguiente necesario y estratégico a la vez tratar de salir al sur por el mismo rumbo del "Lámar", obligando así a dividirse a los buques enemigos.
Los dos jefes: Prat y Condell
El Comandante Condell tenía un carácter sumamente impetuoso, como lo tenía también Orella, su segundo y su espíritu ardiente y fogoso no concebía ni aceptaba la idea de dejarse echar a pique dentro de la bahía de Iquique, aunque este hecho ocurriera como debía ocurrir, después de una resistencia desesperada y heroica.
A Condell le agradaban las situaciones difíciles, buscaba el peligro y la lucha, no solamente para caer combatiendo como un héroe, sino también para caer arrastrando en lo posible a su enemigo en la caída.
Prat era otro espíritu, otro temperamento.
Estaba modelada su alma en el cumplimiento más absoluto del deber y razonaba fríamente, sin entusiasmos teatrales y de gran efecto. Cuando en el transcurso de su vida se encontró en situaciones difíciles, supo afrontarlas con serenidad, pero con firme resolución de no apartarse un ápice del camino que, según su recto, culto y elevado criterio, se había trazado.
Desde que salió de Valparaíso con el mando de la "Covadonga", llevaba el firme propósito de abordar al buque enemigo con quien le tocara combatir y esta idea estaba tan arraigada en su cerebro que, antes de partir dijo a algunos de sus amigos y compañeros que si le tocaba la suerte de encontrarse con el "Huáscar", lo abordaría.
Y esta idea era en él una obsesión tan arraigada y un problema tan re suelto, que la mayor parte de los ejercicios que se practicaban a bordo de la "Covadonga", desde nuestra salida desde Valparaíso, eran únicamente de abordaje.
Y su segundo Orella, que era un loco temerario por su valor exaltado, lo secundaba a maravilla organizando secciones de abordaje e instruyendo día a día a la tripulación en esta especialidad de Prat.
Yo mismo, que era entonces un pegote que jamás había tenido en mis manos ni una mala escopeta, pertenecía, tal vez muy a mi pesar, a una de las secciones de abordaje... Cuando se transbordó Prat a la "Esmeralda", lo primero que hizo en su nuevo buque fue organizar el abordaje como supremo y único medio para alcanzar una victoria sobre sus presuntos contendores.
Y hay que reconocer que tenía toda razón en adoptar este medio de combatir, ya que entraba casi en lo seguro que, de batirse con alguien, habría de ser con el "Huáscar" y que para vencer a éste de nada le servirían los pequeños cañones que tenía la vieja "Esmeralda", más aptos para hacer salvas de honor que para agujerearle la epidermis a un monstruo de acero, como era el célebre monitor peruano.
Adoptada por Prat esta resolución y dado su carácter inflexible en todo aquello que resolvía, entró a la bahía de Iquique con la firme resolución de hundirse combatiendo con su bandera al tope, pero con la esperanza de hundirse junto con su enemigo o tomarlo al abordaje, como realmente casi sucedió.
Condell siguió su natural impulso y después de un rápido cambio de opinión con sus subalternos, tentó por su parte el recurso de dividir el combate dos a dos, haciéndose perseguir por la "Independencia" para arrastrarla, si posible fuera, a las rocas de Punta Gruesa, base de granito inamovible en que fundó este gran marino chileno su futuro enaltecimiento y posiblemente la salvación de la Patria.
La hazaña de Condell
Quiero detenerme unas pocas líneas más en este punto y aclarar dentro de lo posible un hecho que siempre oí formulado más o menos veladamente en muchos escritores, que con mucho acopio de frases no se han atrevido a explicarlo por completo.
Se ha dicho y asegurado en muchas ocasiones que la pérdida de la fragata "Independencia" fue debido a la chiripa de haber chocado con la roca sumergida de Punta Gruesa, por sobre la cual pasó Condell por pura casualidad.
Treinta y siete años después de ocurrido el hecho, es difícil probar lo contrario y más cuando no poseo la pluma ni el talento autorizados de un historiador concienzudo y de alto crédito: pero obra en favor de lo que voy a sostener y a tratar de probar, hasta donde es posible, la circunstancia de que puedo decir: "yo lo vi o yo lo oí", circunstancia que vale como la opinión de tres historiadores juntos, por más respetables que parezcan ser.
La resolución y la idea de Condell al navegar al sur, haciéndose perseguir por la "Independencia", no fue con la esperanza de escapar de veras, puesto que tenía en contra de esta expectativa los siguientes factores:
a) Mientras la fragata peruana desarrollaba 14 millas por hora, la goleta chilena sólo daba 5 millas a revienta calderos.
b) La "Independencia" montaba 12 cañones de a 70 y uno a proa de a
150; la goleta chilena montaba solamente 2 de a 70.
c) El barco enemigo era acorazado y tenía 300 individuos de tripulación y la goleta chilena era de madera y sólo tenía 104 tripulantes.
No hay necesidad de demostrar más las ventajas de un buque sobre el otro.
Ahora bien, ¿qué esperanzas de victoria podía abrigar Condell sobre su enemigo y cuál de escapar de él en último caso?
En medio de su natural impetuosidad, Condell era perspicaz y vio claramente diseñada la expectativa de arrastrar a su poderoso enemigo hacia los bajos de Punta Gruesa, naturalmente sin prever que iba a encallar en determinado punto, porque esto estaba fuera de la previsión humana.
El hecho sólo de conducir a su enemigo a un paraje tan peligroso, como era el de que se trata, significaba para Condell una apreciable ventaja para él y un peligro positivo para el peruano.
Los rusos, en la actual conflagración europea, han atraído deliberadamente muchas veces a las formidables huestes teutonas a regiones pantanosas llenas de peligros naturales y encubiertos, y esta táctica no puede ser calificada como de chiripa, porque siendo
premeditada y de una habilidad innegable, ha manifestado en sus autores altas cualidades de pericia y estrategia.
El éxito no es absolutamente seguro en todos los casos, según sean la capacidad y el tino del enemigo.
Es, pues, fuera de duda que Condell maniobró sabia y concienzudamente al dirigirse con su buque hacia los bajos de Punta Gruesa y que el éxito que obtuvo no fue debido a la casualidad ni al acaso.
Y era tan claro y tan posible el buen resultado de esta maniobra, que a bordo de la "Covadonga" estaban todos, de Capitán a paje, segurísimos de que si la "Independencia" cometía el error de aventurarse por esos parajes para darnos caza, era buque perdido, siempre que tuviéramos la suerte de no ser primeramente hundidos a cañonazos.
Primeras víctimas en la "Covadonga"
Resuelta, pues, en el ánimo de Condell la singular aventura de meterse por los bajos, la puso en práctica en el acto y en vez de encararse con el "Huáscar", que nos hacía fuego desde el centro de la bahía, viró al sur y puso proa resueltamente al cabezo de la Isla de Serrano para deslizarse fuera de Iquique.
Al ver nuestra maniobra, y comprendiendo la intención de Condell, el "Huáscar" izó señales a la "Independencia" y le ordenó cerrarnos el paso al sur, lo que se dispuso a hacer inmediatamente esta nave, con poca fortuna empero, pues la gentil goleta chilena rebalsó la isla y pudo correr entonces francamente al sur y apegada a la costa y en demanda de Punta Gruesa.
Antes de realizar esta maniobra, el "Huáscar" nos envió su saludo de despedida, acertándonos un proyectil de a 300, que casi puso fin ahí mismo a los tácticos proyectos del jefe chileno. Este proyectil entró por el costado de estribor a la altura del entrepuente, donde dormía la tripulación y llevándose un gran trozo del palo trinquete, perforó en su salida nuevamente el casco a proa, casi a flor de agua.
Al atravesar por el entrepuente, destrozó horriblemente las dos piernas al cirujano Videla, que en esos precisos momentos bajaba de cubierta y le llevó también la cabeza al mozo Ojeda, de la cámara de oficiales.
Estas fueron las primeras víctimas que cayeron en la "Covadonga".
Situación de las naves
-Y La "Esmeralda ", ¿Qué hacia entretanto? ¿Alcanzaban ustedes a verla?
-Cuando doblábamos la puntilla de la Isla Serrano, vimos por última vez a nuestra vieja y heroica compañera, y en esos precisos momentos la noble corbeta disparaba sobre el "Huáscar" su primera andanada de proyectiles.
El humo en que se vio envuelta la "Esmeralda" durante ese instante nos hizo creer que había volado su Santa Bárbara; Condell y sus oficiales se descubrieron conmovidos en ese momento, creyendo en el fin prematuro de la corbeta.
Doblada la isla, no la vimos más y hubimos de concretarnos a encarar nuestra situación propia, que no era por cierto de las más divertidas, si se piensa que, por el lado del mar teníamos al costado y a menos de mil metros a una fragata poderosísima, que nos hacía fuego por andanadas de doce cañonazos simultáneamente: que por el lado de tierra y a menos de media milla, veíamos un regimiento peruano de caballería que seguramente seguía por las sinuosidades de la playa para tomarnos prisioneros si varábamos: y bajo la quilla, un semillero de bajos en los cuales podíamos chocar e irnos a pique... y una usted a esto, un andar de cuatro millas a lo sumo.
Me olvidaba de decirle que, al doblar la isla, nos salieron una o dos docenas de embarcaciones cargadas con soldados, las que parece se habían imaginado que nuestro buque iba a vararse en la isla.
Estas embarcaciones iban posiblemente a recibir la tripulación del buque náufrago y a apoderarse de él para custodiarlo. Dos o tres cañonazos de puño y letra de Orella las hicieron regresar más que de prisa a la playa, en medio de la confusión más espantosa.
Vuelvo a la relación del combate con la "Independencia".
Con la "Independencia"
Si el Comandante del buque enemigo se adelanta unas dos millas a nosotros y se atraviesa francamente en nuestro rumbo al sur, en el paraje que a él le hubiera mejor agradado, no habríamos tenido otra cosa que hacer que hundirnos con la bandera al tope, concluyendo así el combate; pero el Capitán peruano parece que deseaba obligarnos a rendirnos, para así poder presentar al pueblo del Perú un trofeo vivo de su valor y empuje.
Esta justa ambición lo perdió.
El rápido andar de la "Independencia", catorce millas, le daba una ventaja enorme, que aprovechaba para jugar con nosotros como lo hace el gato con el ratón.
Tan pronto se colocaba a 500 metros a estribor y nos disparaba una andanada entera, como se alejaba rápidamente a mil o dos mil metros para volver a cargar sus cañones y volver a acercársenos como una flecha y repetir la dosis, eligiendo a su sabor el momento, la distancia y la ocasión que creía propicia para herirnos, mientras nuestros bravos artilleros, que no deseaban perder tiros, sólo disparaban cuando el buque enemigo se acercaba demasiado y el tiro podía darse por bien empleado.
El ojo experto y el pulso firme de Orella, que personalmente disparaba uno de los cañones, atisbaba el momento oportuno y hería, hería sin cesar las partes vitales del casco enemigo, que se revolvía furioso, se alejaba y volvía con furor ciego a descargar sus piezas sobre nuestra débil goleta.
Las andanadas de la fragata peruana no daban felizmente en el blanco: caían al agua, veinte metros adelante, que pasaban por entre nuestra arbola para caer como una perdigonada de cazador inexperto cien o doscientos metros a babor, esto es, entre nuestro buque y la playa,
cuando no iban a intentar con horrísono estruendo en las rocas de la playa misma, haciendo emprender azorado y presto vuelo a las nubes de pájaros marinos, que se elevaban por el espacio, espantados de tan extraordinario concierto.
Recibimos dos cañonazos
Eran las 11 A.M. cuando logró la "Independencia" incrustarnos dos de sus granadas: una perforó nuestro costado a la altura de la máquina y la otra ras: simultáneamente penetró a la altura de los calderos, salvando nuestro ruque de un desastre el hecho de que las carboneras estaban repletas de combustibles y ubicadas precisamente entre el departamento de máquinas y calderos y el costado del buque, haciendo de consiguiente el papel de una rotura de protección a esas partes vitales del buque.
Las dos granadas estallaron entre el carbón sin originar mayores daños y ni siquiera ocasionar ni un amago de incendio.
A las 11 y media, la situación era la misma: la "Independencia" cañoneándonos por el costado de estribor y nosotros contestándole con sin igual ardor y con tal rapidez que, con justificada razón, el jefe del buque peruano decía después del combate, en su parte al Gobierno de su país, que la "Covadonga" hacía un nutrido y certero fuego con sus numerosos cañones o terribles ametralladoras.
Pero el combate se prolongaba demasiado y es de presumir que el Comandante Moore, peruano, juzgara vergonzoso y deprimente para la potencialidad incontrastable del poderoso barco que montaba, el hecho de que el mísero buquecillo chileno estuviera aún a flote, después de tres largas horas de cañoneo constante, y todavía, sufriendo aún su nave las consecuencias de recibir a bordo unos cuantos mensajes de a 70 que el ojo certero de Orella y el diestro pulso del Teniente Lynch le enviaban muy a menudo.
El espolonazo
Minutos antes de las doce y en circunstancias de que la "Covadonga" se arriesgaba a pasar sobre las rocas sumergidas de Punta Gruesa, a la misma hora cronométrica en que Grau dentro de la bahía de Iquique resolvía también terminar con la heroica obstinación de la "Esmeralda", hundiéndola con su espolón, la "Independencia" se replegó sobre sí misma unos cuantos minutos; torrentes de espeso y negro humo salieron por su chimenea y luego vimos que se lanzaba a toda fuerza de máquina sobre nuestro costado de estribor, con el ánimo firme y decidido de partirnos en dos, a la vez que de dispararnos el tiro de gracia con su famosa colisa de a 150 libras, que veíamos asomar por su proa amenazándonos con una destrucción rápida y fulminante.
El gato se había sulfurado de verdad y se lanzaba sobre el tímido ratoncillo para triturarlo de un solo manotón.
Pero los tripulantes de la "Covadonga" no eran zurdos, ni les habían amarrado las manos cuando chicos, como decía después pintorescamente uno de los marinos que relataba los incidentes del combate a uno de sus conocidos de Tocopilla.
En menos de dos minutos, todos los tripulantes que estaban armados con rifles o revólveres corrieron al lado de estribor y empezaron a disparar sus armas sobre la proa del monstruo, que avanzaba levantando olas de espuma en su furiosa arremetida, a la vez que las piezas de Orella y Lynch vomitaban un fuego graneado que cubría de humo y de metralla el casco, la cubierta y la chimenea de la "Independencia".
Era tal el furor, la desesperación y el deseo de morir peleando en la tripulación del pequeño barco chileno, que en su reducida cubierta sólo se oían el rápido crepitar del fuego de rifles, las roncas y breves voces de mando de los cabos de cañón al sacar y poner en batería las piezas y ¿por qué no decirlo? los juramentos gruesos de aquellos hombres enfurecidos que insultaban a gritos al enemigo, mandándoles junto con sus sólidos mensajes de acero, todo un arsenal de injurias nacionales, entre las cuales predominaba con rara y enérgica expresión la palabra que inmortalizó Cambrone en Waterloo...
El chiquillo se acalora
Confieso con humildad muy comprensible que yo estaba sobrecogido y anonadado en la cubierta de la "Covadonga".
Posiblemente, era aquel un espectáculo soberbio por su heroicidad y por su grandeza; pero mi edad no me permitía sentirme con deseos de transformarme ni en héroe ni en pasto de los peces, y cuando recordaba en medio de aquel caos guerrero la mansa y silenciosa tranquilidad de mi hogar y las apacibles horas transcurridas en las aulas de los reverendos Padres Franceses, todo aquello y mucho más pasa por la imaginación de un hombre en peligro inminente de muerte, hubiera deseado volver al colegio, aun a sabiendas de que el muy reverendísimo padre rector don Cosme Lobr me esperaba en la puerta de calle con dos docenas de guantes, de esos especiales para los niños flojos e incorregibles.
Sin embargo, el peligro en que estábamos, la vista de aquel monstruo que avanzaba llevando nuestra muerte y destrucción en su afilada proa, los gritos, los insultos, la batahola formada por aquellos endemoniados marineros cada vez que uno de nuestros cañones acertaba un tiro en el cuerpo de nuestro enemigo, los vivas a Chile salpicados con la poco parlamentaria palabra de Cambrone, la gruesa y ronca voz de Orella, que, espada y revólver en mano, mandaba cargar, entrar y sacar de batería su cañón, y tal vez más que todo el propio instinto de conservación hizo que me contaminara también del furor de aquella gente varonil, y desenfundando un gran revólver, con que también estaba armado, me pusiera a descargarlo tiro tras tiro en dirección al buque enemigo.
Lo mismo hacía nuestro valeroso jefe en el puente de mando, porque el momento aquel no era para estar con las manos ociosas.
Ataque por la popa
Fue así como los artilleros de la "Independencia", que esperaban seguramente pulverizarnos con su famoso cañón de proa, no pudieron descargarlo en ningún momento sobre nosotros y en cambio recibieron tal lluvia de proyectiles de todos calibres que su Comandante juzgó prudente renunciar al ataque de espolón, y virando en redondo, a doscientos metros escasos de la "Covadonga", se alejó nuevamente para regresar de nuevo a los pocos minutos con nuevo y decidido empuje, avergonzado de haber retrocedido y resuelto a concluir de una vez por todas con aquel barquichuelo insolente que osaba encararse ya cuatro largas horas
contra su poderoso y bien artillado barco.
A bordo de la "Covadonga" se comprendió que este era el momento decisivo y que el final de tan largo combate iba a llegar con nuestro aniquilamiento.
Más cauta y previsora que en el ataque anterior, la "Independencia" varió de táctica y en vez de precipitarse a partirnos por el costado, lo hizo buscando nuestra popa, para evitar el fuego de nuestros cañones de costado, sabiendo que su pequeño enemigo carecía de cañones de caza y de retirada.
Fue aquí cuando brilló el papel que correspondió desempeñar en ese momento culminante del combate al heroico piquete del Regimiento de "Artillería de Marina", que cubría la guarnición de la "Covadonga", al mando del alentado Sargento 1º don Ramón Olave.
Como es sabido, el puesto de combate de las guarniciones de los buques de guerra es el de cuidar y defender la bandera.
Olave, Gutiérrez y Latapiat
El Sargento Olave era un soldado de pasta antigua: esclavo de su deber, de la misma escuela de aquellas clases del heroico "2a de Línea" que perdió en Tarapacá su estandarte cuando sus defensores formaban solamente un montón de cadáveres, de los cuales al último que había caído costó esfuerzos inauditos arrancar aquel trapo sagrado, empapado en la sangre de la escolta ratera, sin exceptuar uno solo.
Tal era Olave, que al cubrirse de gloria ese hermoso día, cubrió también de ella al Regimiento al cual tenía el honor de pertenecer.
Y, cruel sarcasmo del destino, el pobre y bravo Sargento no murió en esa ocasión, sino que vino a caer fulminado poco después de la Revolución de 1891, al recibir de repente la noticia de que el gobierno de su país le negaba con rara mezquindad la devolución de sus galones de Capitán, que había ganado uno a uno en el transcurso de la Guerra del '79.
Olave tenía en el piquete de 20 hombres que custodiaba la bandera de la "Covadonga" a otros dos niños casi imberbes como los Cabos 1-. Hilarión Gutiérrez y José María Latapiat, hijo éste de francés, es decir, con la noble sangre de esa misma raza que hoy se bate codo a codo con los ingleses, defendiendo las conquistas de la civilización y las santas tradiciones del derecho bien entendido y que hoy como ayer amparan la causa del débil contra el fuerte.
Gutiérrez y Latapiat eran mozos de sólo quince a diez y seis años y ese día se cubrieron de gloria, especialmente el primero, que tuvo el alto honor de ser citado como uno de los más valerosos defensores de la "Covadonga" en los momentos críticos del ataque al espolón intentado por el buque peruano.
La Patria no ha sido larga y generosa con Gutiérrez, que treinta y siete años después de ocurrido aquel homérico hecho de armas, vive en estrecha y dura situación, disfrutando de una pensión escasa y mísera, equivalente al mezquino sueldo de que gozaba en aquella época.
Latapiat, como Olave, bajó al sepulcro hace ya muchos años, decepcionado y achacoso, sin haber visto compensado debidamente su patriotismo y su sacrificio por la Patria.
¡Qué tal es el destino de todos aquellos que levantaron tan en alto la enseña de Chile en horas bien difíciles y azarosas!
Con estos mozos tan imberbes como valerosos, el Sargento Olave, guarda de la bandera nacional de guerra izada al tope de la "Covadonga", esperó impávido y resuelto el choque que veía venir, como un tren expreso, de aquella enorme mole de acero que se acercaba rugiendo para hundir en el abismo del mar a la pequeña goleta chilena. Los veinte soldados que mandaba Olave con Gutiérrez y Latapiat se concretaron a disparar sus rifles con la rapidez de una verdadera ametralladora sobre la proa de la "Independencia", que ya estaba a doscientos metros, luego a ciento y pronto a cincuenta escasos...
La "Independencia" encalla
En este instante supremo, ocurrió un fenómeno casi sobrenatural: algo inverosímil, aunque esperado y previsto.
La "Covadonga" chocó levemente con su quilla en una roca que no emergía del mar: luego vino un segundo choque: luego después sentimos como que resbalábamos sobre un lecho de roca plana y escurridiza, y cuando algunos de los tripulantes gritaban: -¡Nos varamos!... nos j...! otros gritaron alborozados: —Se varó! se J...!.
Y en ese preciso momento, después de salvar la "Covadonga", escurriéndose sobre la superficie lisa de la roca salvadora, para llegar al término de ella y a flotar nuevamente, libre y más gallarda que antes, sentimos un estruendo horrísono, algo como un terremoto, como el choque de una montaña con otra, y luego vimos a la "Independencia", a la orgullosa y altiva fragata de 12 cañones de a 70 libras, que corría a sólo cincuenta metros de nuestra popa para reducirnos a pequeños átomos, chocar violentamente con la misma roca sobre la cual acabábamos de pasar con tan oportuna como extraña felicidad.
Aquello parecía un sueño, el despertar de una pesadilla, la realización de un verdadero milagro.
Luego, la enorme fragata acorazada montó la roca con una marejada, y quedó incrustada allí para siempre, como si una mano invisible y poderosa la hubiera conducido fatalmente ahí, castigando su altiva soberbia y poderío y su indiscutible grandeza.
Allí quedó, dando enormes barquinazos, sirviendo de mísero juguete a las olas, que tan pronto la inclinaba de un lado como de otro, mientras sus tripulantes se arrojaban desesperados al mar, y mientras rodaban de uno y otro lado sobre su extensa cubierta los fieros cañones que momentos antes habían vomitado torrentes de metralla sobre nuestro indefenso casco, buscando nuestro exterminio.
¡Viva Chile, m....!
Mientras esto ocurría en la fragata enemiga, ¿qué decir de lo que pasaba en nuestro buque?
La escena del bíblico David, echando a tierra con su famosa honda al gigante Goliat, estaba reproducida en las rocas de Punta Gruesa.
Si he de relatar con honrada verdad y franqueza esta parte del desenlace de tan extraordinario combate, puedo asegurar que mientras duró esta .última y casi inesperada escena, la tripulación toda de la "Covadonga" quedó suspensa. Era tan imprevisto, tan remoto a pesar de lo posible, el desenlace, extraordinario y tan al pelo, permítaseme esta chilenada literaria, el choque y la destrucción de nuestro implacable enemigo, que la voz no salía de la garganta: el espíritu estaba sobrecogido por la grandeza y efectividad del casi Milagro: y la súbita desgracia de nuestro contendor acalló durante unos cuan-segundos la natural explosión de alegría que con toda justicia vino en seguida a reemplazar ese rápido instante de natural sobrecogimiento. El Comandante Condell, que estaba en el puente de
mando, sacóse la gorra y gritó ¡Viva CHILE! y a este grito estentóreo contestó la tripulación, como un eco, con otro viva unísono, inconmensurable y vibrante, de emocionado patriotismo.
La escena no es para descrita.
Hasta que se arríe el pabellón
La "Covadonga", que había rebalsado unos quinientos metros el sitio en que había encallado su enemigo, viró en redondo sobre estribor a la voz de orden de su alentado jefe, y hábilmente dirigida vino a situarse con la proa al norte, frente al gigante caído y a menos de doscientos metros de su costado de estribor.
Sobre el puente de mando de la malograda fragata, que daba barquinazos enormes, impelida por la marejada, veíamos algunos jefes y oficiales peruanos que, asidos desesperadamente a las barandas de bronce que circundaban el puente, nos hacían señales con sus pañuelos blancos: y sobre la revuelta cubierta, grupos de marineros trabajaban desesperadamente para arriar algunos de los botes, que al tocar el agua volcábanse inmediatamente.
Sólo entonces vínose a percibir en la "Covadonga" que el orgulloso buque ya náufrago tenía aún izada en el pico del mesana una descomunal bandera peruana, que se batía furiosamente a impulsos del viento: luego, no estaba rendido. Y el Teniente Orella reabrió el fuego de sus cañones, traspasando tres veces consecutivas el casco de la "Independencia" con otros tantos proyectiles sólidos que, perforando su casco de banda a banda, fueron a caer a la vecina playa.
Sin embargo, la bandera enemiga permanecía izada, por lo cual el fuego de nuestra artillería continuó aún, hasta que vimos que algunos marineros corrieron a popa y arriaron la orgullosa bicolor, izando la bandera blanca de rendición.
Si no es para descrito el momento supremo de la encalladura de la "In dependencia", menos lo es el momento en que vimos humillada y maltrecha descender la vistosa bandera de aquel poderoso buque que se debatía en desesperadas convulsiones de muerte...
Entusiasmo en la "Covadonga"
Y como estamos relatando un episodio interesantísimo de nuestra historia militar, que hasta hoy ha sido poco comprendido y quizás nunca suficientemente estudiado y como deseamos narrar con honrada y estricta verdad, debemos referir que en el momento culminante que estamos describiendo, rendido el barco enemigo, anonadado su poder ofensivo y enclavado en las rocas a nuestra merced, el furor bélico incontenible e inenarrable de que estaban poseídos momentos antes nuestros valerosos marineros cesó como por encanto.
Aquellos rostros varoniles, animados de salvaje expresión guerrera, aquel lenguaje violento y duro, aquellas caras que expresaban la decisión del exterminio propio y ajeno, todo ese conjunto de espíritu agresivo que buscaba la muerte retando a muerte al enemigo triunfante y victorioso, desapareció repentinamente para dar lugar a una explosión de sentimientos diversos y encontrados.
El bravo e indomable Orella subió al puente y abrazando estrechamente a Condell le pedía con voz enronquecida que le diera permiso para arriar una embarcación e ir hasta el buque náufrago para traer prisionero al Comandante: los oficiales se abrazaban unos a los otros, emocionados y enternecidos, y vi a rudos y bravos marineros que lloraban y reían conmovidos ante la grandiosidad y el éxito tan inesperado de aquella extraordinaria y ardua jornada.
El Teniente Lynch, extenuado por el cansancio y la emoción del momento, estaba sentado sobre la cureña de su pieza y rodeado de sus leales y fieles artilleros, que lloraban y reían y vivaban a Chile y a Condell, a la "Esmeralda" y a Prat, a la Providencia y a Orella, todo en revuelta y espontánea confusión.
La disciplina rígida y seca, tradicional en nuestros barcos, habíase roto en esos sublimes instantes y todos nos sentíamos iguales y a la misma altura para manifestar nuestro entusiasmo y alegría. Todos corríamos sobre cubierta felicitándonos mutuamente, y el rudo y tosco marinero abrazaba al apuesto y brillante oficial, como éste al grumete que mantenía todavía entre sus manos el fusil aún caldeado del combate que acababa de terminar.
Y en realidad, no era para menos.
Aquel barquichuelo frágil y raquítico, que bien podía haber sido colgado a uno de los pescantes de la "Independencia", y aquella tripulación encogida % estrecha, inerme y casi indefensa ante el poder diez veces superior de su enemiga, habían poco menos que resucitado en esos precisos instantes.
Y la vista del hermoso sol de las doce de aquel hermoso día, el sentimiento de la grandeza de aquel momento y la seguridad de existir real y efectivamente después de haber estado a un milímetro de la muerte, explican claramente el súbito desborde de entusiasmo y de lógico enternecimiento que agitaba e invadía el alma de aquel puñado de chilenos...
Mientras se desarrollaban a bordo de la "Covadonga" estas escenas impresionantes de jubiloso patriotismo, la "Esmeralda" habíase hundido en la rada de Iquique con su pabellón clavado al tope y Prat con una heroica oficialidad y su indomable tripulación había escrito para la historia de su patria la página más grande y más sublime que puede concebirse en los anales de una campaña marítima.
¡El "Huáscar" a la vista!
Cuando Orella exigía nuevamente de su Comandante que lo dejara ir a tomar prisionero al jefe enemigo, volvióse Condell hacia la punta de Iquique, que se divisaba en lontananza, y estirando el brazo contestó a su digno y alentado segundo: Ahora tenemos que entendernos con el "Huáscar", que viene a pedirnos cuenta de la pérdida de la Independencia".
Y efectivamente, doblando la punta de Iquique, pudimos todos percibir al célebre monitor peruano, que corría a todo vapor hacia Punta Gruesa para informarse de la situación de su compañera.
Los entusiastas vivas terminaron como por encanto: las emociones, los enternecimientos y las felicitaciones mutuas quedaron finalizadas: las voces de mando del jefe y las órdenes de los oficiales se multiplicaron nuevamente v la disciplina, el seco y severo cumplimiento de los deberes de cada cual, reemplazó a aquello instantáneamente.
Hubimos de prepararnos para la nueva lucha que veíamos en perspectiva con la llegada del "Huáscar", que avanzaba a toda máquina, como si corriera desolado a vengar el desastre material de la pérdida de la "Independencia", y el moral de la bandera rendida., del pabellón arriado... del blanco y humillante pendón izado al tope, implorando misericordia.
Abramos un paréntesis
Y aquí debemos hacer un hincapié y una pausa para dejar una vez más establecido el hecho histórico de la rendición de la "Independencia".
Hay algunos historiadores peruanos que se han atrevido a negar que este buque arriara su pabellón izando la bandera de rendición: y otros hay que, al escribir la historia de ese hecho de armas marítimo, han pasado como por sobre ascuas por esta parte del combate, sin pronunciarse siquiera ni mencionar tal hecho.
Nosotros aseguramos, treinta y siete años después de ocurrido aquel para nosotros brillante y afortunado combate naval, que la "Independencia" arrió su bandera e izó una otra blanca, que bien puede ser llamada indistintamente de rendición o de parlamento.
Después de transcurridos tantos años, la sangre está ya demasiado fría en nuestras venas: no abrigamos en el alma ni el más mínimo sentimiento de rivalidad ni odio contra nuestros enemigos de esa época, y sólo nos guía, al escribir estos apuntes y recuerdos, el sano y santo propósito de rememorar un hecho de armas que por su significado, por su heroísmo y por sus naturales consecuencias, debemos perpetuar en la memoria de las generaciones nuevas como una simple enseñanza de patriotismo. Más aún, no escribimos para herir ni molestar la susceptibilidad de los numerosos peruanos que hoy día viven en nuestro país buscando con su esfuerzo honrado y tesonero las santas victorias del trabajo.
Mi opinión y la fe que doy de lo que relato son pues, insospechables, porque no me atrevería a sostener una inexactitud histórica en el ocaso de mi vida, más aún, tratándose de una nación cuyos hijos cumplieron como buenos sus deberes defendiendo la causa sagrada de su patria, con admirable coraje y con una energía y heroísmo de que dan fe pública
marinos y soldados de la talla de Grau y Bolognesi.
El "Huáscar" pierde tiempo
Mientras el "Huáscar" volaba en socorro de la "Independencia", la "Covadonga", como dejamos dicho, se aprontaba a sostener un segundo combate con el poderoso monitor que vendría indudablemente ciego de furor para vengar la extraordinaria derrota de su formidable compañera de merodeo.
Se sabe cuánto es el furioso dolor que se apodera del león macho o de su hembra cuando cualquiera de estas fieras cae fulminada por la bala y el ojo certero del atrevido y audaz cazador del desierto. La que sobrevive no piensa sino en rugir y en vengar a la que ha muerto y en la desesperación que de ella se apodera, al contemplar inerme su cadáver, embiste ciega, buscando el oculto enemigo, que teme fundadamente el furor de la vengativa bestia.
CRÓNICAS DE GUERRA
Relatos de un ex combatiente de la Guerra del Pacífico
y La Revolución de 1891
Mayor de Ejército (r) J. Arturo Olid
Edit. RIL 1999
Santiago de Chile
Págs. 23-47
COMBATE DE PUNTA GRUESA
(Narración de J. Arturo Olid A., publicada en La Unión del 21 de mayo de 1916). Teníamos conocimiento de que residían en Valparaíso algunos sobrevivientes de la "Covadonga", la goleta afortunada que rindió en Punta Gruesa a la poderosa fragata acorazada "Independencia" y realizó así una de las hazañas guerreras náuticas más culminantes, después de la que inmortalizó a la "Esmeralda" hundiéndose en la rada de Iquique; averiguando el domicilio de algunos de ellos, dimos con don J. Arturo Olid, que en ese singular combate desempeñaba el modesto cargo de aprendiz en las máquinas del buque ya citado.
Después de oír de boca del señor Olid una descripción del combate en que le cupo en suerte actuar, no hemos trepidado en dar publicidad a la interesante narración que nos hizo el señor Olid, tanto más cuanto que es la más exacta y minuciosa relación que hemos tenido la oportunidad de oír de un testigo ocular de ella.
El señor Olid, que hoy día reside entre nosotros, es Capitán retirado del Ejército y después del Combate de Punta Gruesa pasó a servir a su patria como Oficial del Regimiento de "Artillería de Marina", en cuyas filas hizo toda la Campaña: y fue condecorado con la medalla especial del Combate de Iquique, la de la primera campaña con las acciones de guerra de Pisagua, San Francisco, Tarapacá y Tacna y la medalla de la segunda campaña con las batallas de Chorrillos y Miradores. Es poseedor además de las medallas especiales ofrecidas a los vencedores del '79, por las Municipalidades de Valparaíso y Santiago.
El año 1891 ascendió a Sargento Mayor de Ejército, título que por cierto tenía bien conquistado, pero el triunfo de la revolución destruyó su carrera militar, pues fue de los que permanecieron leales al Presidente Balmaceda e hizo toda esa campaña a bordo de la torpedera "Condell", donde desempeñaba el cargo de Ayudante de Ordenes del Comandante en Jefe de la Escuadra gobiernista, don Carlos E. Moraga.
Terminada la guerra civil, se expatrió de Chile y pasó a servir como Capitán-Teniente de la Armada de Guerra del Brasil, durante la guerra civil que prendió en esa República amiga en la administración del Mariscal Floriano de Peixoto, donde fue colmado de distinciones, conjuntamente con los marinos chilenos Recaredo Amengual, Carlos E. Moraga y Marco Aurelio Stuardo, que servían también altos y delicados puestos navales en la Marina de Guerra brasileña.
El señor Olid vive hoy entre nosotros entregado con verdadero entusiasmo a las tareas de la noble lucha por la vida.
Fuimos amablemente recibidos por el señor Olid, que en realidad no representa físicamente la edad que juzgábamos nosotros, tomando en consideración que había actuado en un combate ocurrido hace ya 37 años. Y una vez que obtuvimos su beneplácito para someterlo a un largo reportaje, relacionado con los hechos históricos que presenció y en los cuales le cupo la honra de actuar, naturalmente en un papel modesto, dada la corta edad que tenía en aquella época, empezamos nuestro cometido, rogándole nos impusiera cómo llegó a estar a bordo de la "Covadonga" el día del combate.
Cómo fue Olid al barco Le diré a usted con toda franqueza, nos dijo el señor Olid, que cuando se declaró la guerra al Perú y Bolivia, yo tenía solamente 14 años de edad y era alumno del Colegio que los Padres Franceses tienen aún en la calle Independencia.
El entusiasmo por ir a la guerra prendió en todos los chilenos como un reguero de pólvora y se vio así cómo acudían a los cuarteles los muchachos imberbes de catorce años, lo mismo que los jóvenes de veinte y los viejos de cincuenta y sesenta. En los cuarteles se rechazaba a los menores de edad, que salían descorazonados y mohínos. De éstos, fui yo uno de los más desalentados, porque además de mis pocos años, era de constitución enclenque y raquítica.
Tuve pues, que conformarme con ver cómo se enrolaban de voluntarios algunos de mis compañeros más robustos que yo y que representaban más edad, y con presenciar la alegría de los elegidos y aceptados para defender la Patria, mientras que los desechados los mirábamos con envidia.
Sin embargo, no desmayé en mis propósitos de ir a la guerra, y en la tarde del día 26 de abril presenté un ultimátum a mis padres, notificándolos que, si no lograba ir de soldado, trataría de embarcarme aunque fuera de grumete en alguno de los buques de guerra que entonces se alistaban para ir al norte.
Esta gallada me valió creo que unos coscachos de mi padre y me desalentó de tal modo que casi desistí de mis patrióticos y belicosos propósitos. Ocurrió felizmente una circunstancia que vino en mi ayuda de un modo casi providencial y que lo relataré, como lo hago con todas estas nimiedades, únicamente con el propósito de que sirva de lección y de ejemplo a los jóvenes de hoy día, que se retraen de servir a la Patria y le sacan el cuerpo al servicio militar por cualquier motivo. Ocurrió, repito, que el día 28 de abril vino de visita a casa de mis padres el ingeniero de la "Covadonga" don Severo Coros. Este caballero era uno de los oficiales más apreciados e inteligentes de la Escuadra y mantenía muy íntimas relaciones de amistad con mi señor padre; venía a despedirse, pues el buque en que estaba embarcado debía zarpar para Iquique en pocos días más en convoy con la "Abtao", vieja corbeta de guerra que estaba en
reparaciones para unirse a los buques bloqueadores de aquel puerto peruano.
Aproveché la circunstancia de que se hablaba de la guerra y le pedí que me llevara con algún cargo en las máquinas, aunque fuera para aceitarlas, y seguramente le agradó mi resolución y mi juvenil entusiasmo, porque en el acto me ofreció sus influencias para
obtener mi embarque de una manera u otra.
Al día siguiente tuvo la amabilidad de volver a casa y me llevó con el permiso de mis padres a la presencia del Comandante General de Marina, que era don Eulogio Altamirano.
Una vez en presencia de este funcionario, le dijo el señor Coros: -Éste es el jovencito por quien me intereso y para quien he pedido a V.S. una orden de embarque como aprendiz mecánico, agregado a la dotación de la "Covadonga", por estar llenas todas las plazas de dotación.
Con ración y sin sueldo
El Comandante General de Marina me estaba observando con aquella penetración que tan peculiar le era y le dijo al señor Coros: -Parece que el jovencito no resistirá la vida dura de a bordo y por otra parte, no habiendo plaza disponible, no veo cómo le vamos a pagar un sueldo que no está consultado en la dotación del buque.
Yo respondí con viveza y recordando el adagio de que a la ocasión la pintan calva: -Eso no importa, señor Comandante General, porque yo acepto ir sin sueldo y sólo con la ración de a bordo.
Mi resolución y falta de interés y de amor por una renta salvaron la situación y poco rato después el señor Altamirano me hizo entregar el decreto siguiente, con el cual ya podía presentarme a bordo:
"Nº 367.- Nómbrase Aprendiz Mecánico de la Armada, con derecho a ración y sin sueldo, a don J. Arturo Olid, quien se embarcará en la goleta "Covadonga" mientras obtiene una plaza efectiva en alguno de los buques que componen la Escuadra Nacional en campaña.
Anótese.-Eulogio Altamirano".
El día I9 de mayo, esto es, dos o tres días después, el ingeniero señor Coros me llevó a la "Covadonga" y dejándome en cubierta bajó a la cámara del Comandante para darle cuenta del nuevo tripulante que llegaba a bordo, bajo sus recomendables auspicios.
Minutos después fui llamado a la cámara del Comandante de la "Covadonga", que era un cuartucho reducidísimo, donde se paseaba con las manos puestas a las espaldas un oficial de buena estatura, pálido, de amplia y blanca frente, el cual me interrogó sobre si tendría ánimo para desempeñar la pesada tarea de un Aprendiz Mecánico, siendo de tan corta edad.
Yo me confundí un poco al contestar lo más acertadamente que pude, dada mi poca experiencia; pero me animó mucho y me fortaleció la expresión bondadosa y de tranquila serenidad con que se dignaba interrogarme el jefe del buque; más aún cuando yo me consideraba un perfecto microbio al lado de aquel gallardo y altivo oficial, de mirada suave a la vez que enérgica y penetrante.
Salí de la cámara muy animado con el bondadoso tratamiento de aquel jefe, que era el Capitán de Fragata graduado don Arturo Prat.
Dos días después zarpamos para Iquique en convoy con la corbeta "Abtao" que mandaba el Capitán de Corbeta don Carlos Condell.
Así fue como me ocurrió el hecho de encontrarme a bordo de la "Covadonga", como Aprendiz Mecánico, a ración y sin sueldo, sin haber visto en mi vida más máquina que la de coser... y esto aún con el honor de ser mandado por el gran futuro héroe chileno, el legendario Arturo Prat.
Prat y sus compañeros
-¿Qué impresiones y recuerdos conserva usted, señor Olid, del Capitán Prat? ¿Es efectivo que era un tanto retraído y poco comunicativo?
-En los pocos días que duró el viaje a Iquique, recuerdo perfectamente que veíamos rara vez al Comandante en cubierta y cuando subía a pasearse un rato, después de la comida, o al puente, desde donde escudriñaba sin cesar el horizonte, hablaba muy poco con los oficiales, excepción hecha con el segundo, que era el Teniente Orella; creo que más bien los oficiales le tenían demasiado respeto al Comandante y no se atrevían a intimar con él por su aspecto siempre grave y reflexivo; por lo demás, era excesivamente bondadoso y afable cuando dirigía la palabra a alguno.
-¿Qué oficiales iban en la "Covadonga"?
-Era segundo Comandante el Teniente don Joaquín Orella y seguían en graduación el Teniente le don Demetrio Eusquiza, el Teniente 2° don Estanislao Lynch, el guardiamarina Miguel Sanz, el cirujano y joven serénense don Pedro Videla y el contador don Enrique Reynolds; y don Severo Coros, ingeniero con cargo de la máquina. El resto del personal de
máquinas lo componían un ingeniero 3a, don Protacio Castillo, y dos aprendices mecánicos que hacían guardias de ingenieros 3fi, Ramón Rebolledo y Roberto Osorio.
La tripulación estaba compuesta de ciento cuatro hombres, de Capitán a paje.
Zafarrancho de combate
-¿Tuvieron algún incidente digno de notarse en el viaje?
-Aparte de los naturales ocasionados por la incomodidad de un buque tan estrecho y con demasiada tripulación, recuerdo únicamente que, navegando a la altura de Caldera, con temporal deshecho (era el mes de los tiempos malos), el "Abtao", que venía navegando tras de nuestro buque, izó sus velas y en menos de dos horas nos pasó hasta perderse de vista en el horizonte. Esa misma tarde fue avistado un buque de guerra, por la proa, que navegaba al sur. Avisado el Comandante Prat de esta novedad, subió precipitadamente al puente de mando y después de observar el buque avistado con sus anteojos llamó a Orella y le ordenó
tocar ¡Zafarrancho de combate!
Era de ver el movimiento y las carreras de la tripulación para tomar sus puestos de combate; las dos piezas de a 70 con que estaba armado el buque fueron desenfundadas en dos minutos y puestas en batería en otros dos; los sirvientes de las piezas apenas se podían tener en pie con los enormes balances y cabeceos del pequeño buque, que bailaba como una
cáscara de nuez sobre las olas inmensas, que amenazaban tragarnos a cada instante.
Las secciones de abordaje se armaron con sendas hachas y unos sables descomunales cuya sola vista espantaba; los oficiales Lynch y Orella mandaban respectivamente las dos piezas. La presión en las máquinas fue levantada en forma de dar el máximo de velocidad, ¡6 millas! y puestos así en facha, el querido tricolor al viento, esperamos se acercara el buque avistado y mostrara a la vez su pabellón.
Con natural ansiedad esperaban todos saber a qué atenerse con respecto al buque avistado, que ya teníamos casi encima y que por su aspecto, su corte airoso y elegante, indicaba ser una corbeta de guerra. Algunos aseguraban que era la "Unión", uno de los más veloces y mejores buques del enemigo, armado con doce piezas de artillería, superiores a las dos
nuestras.
Todos miraban por encima de la borda al buque misterioso y al Capitán Prat, que permanecía impasible en el pequeño puente de mando.
Yo recuerdo que fui mandado por el ingeniero al puente para comunicar al jefe que los calderos estaban con el máximum de su presión y me llamó la atención la intensa palidez del Comandante.
Hoy día, con mayor experiencia, sé apreciar debidamente la situación del Capitán Prat en ese momento, en que se veía con la enorme responsabilidad de un jefe que mandaba una verdadera cáscara de nuez en frente de un posible enemigo formidable y con un temporal deshecho por añadidura.
Felizmente, cuando ya se iba a dar la orden de intimidar con un cañonazo con pólvora la orden de mostrar su pabellón, el buque a la vista izó la bandera inglesa y resultó ser la corbeta "Turquoise", que se hallaba de estación en esta parte del Pacífico.
Dos días después llegamos a Iquique, donde encontramos ya incorporada a la Escuadra a la corbeta "Abtao".
Durante el bloqueo
-Y del bloqueo de Iquique ¿qué nos puede relatar"?
-El bloqueo de un puerto enemigo es para los marinos una verdadera vía crucis, en que además de la vigilancia que se debe tener a toda hora sobre la costa bloqueada, hay que agregar el aburrimiento natural que origina ese acto de guerra pasivo hasta cierto punto, la escasez de víveres frescos, la monotonía de la vida que no ofrece variedad alguna, la
tensión de los nervios ante el peligro constante y de todas horas de un torpedo traicionero que venga a ocasionar la pérdida estúpida y poco gloriosa de uno de los buques con toda su tripulación.
Todos los días el mismo panorama, las mismas operaciones de fondear por la mañana, después de reconocer prolijamente el sitio elegido para hacerlo, y levar anclas en la tarde para salir mar afuera. Los oficiales se aburren v las tripulaciones se enervan y se fastidian, desesperadas de no encontrar al enemigo para entrar en combate.
En Iquique ocurría todo esto, a pesar de que las tripulaciones aprovechaban el tiempo en ejercitarse diariamente y en adiestrarse en el tiro al blanco, faenas de embarques y desembarques, instrucciones de abordaje, incendios, colisiones, etc.
Diariamente se designaba en la Orden del Día un buque de guardia, el cual tenía la obligación de vigilar especialmente todo movimiento en el interior del puerto, muelles y playas vecinas, con recomendación especial de impedir que funcionaran las máquinas resacadoras de agua
dulce de que se surtían los pobladores y el Ejército ahí acantonado.
Cada vez que las chimeneas de estas resacadoras arrojaban algún humo, el buque de guardia les hacía fuego hasta que el humo desapareciera. Lo mismo ocurría cuando se notaba algún tren o máquina que intentaba dirigirse al interior. En estos casos, los mejores artilleros de la Escuadra, como Moraga u Orella, dirigían la puntería, generalmente con un
éxito que les reportaba las más ardientes felicitaciones de la Escuadra entera.
Deslucida comisión
— ¿Y qué nos dice de la partida de la Escuadra al Callao?
-Cuando los subalternos y pichiruches de la "Covadonga" supimos que el grueso de la Escuadra, con los blindados a la cabeza, saldría para El Callao en demanda de la Escuadra enemiga, que se suponía estaba en ese puerto próxima a zarpar para el sur y cuando supimos que se había resuelto dejar a cargo del bloqueo de Iquique a la "Esmeralda" y a la
"Covadonga", casi nos sentimos con ganas de ahorcarnos de la más alta verga del palo trinquete.
Los jefes y oficiales de ambos buques estaban tan descontentos como nosotros.
¡Cómo! ¡Se iban todos a buscar la gloria de los combates, a medirse en una gran batalla naval con la famosa escuadra peruana y a nosotros se nos dejaba aconchados, cuidando de que no pitaran las chimeneas de las máquinas resacadoras de agua!
Eran de oír las conversaciones, los juramentos, los vocablos gruesos que echaban los marineros y las caras largas de los oficiales, que estimaban como una ofensa cruel e inmerecida la elección hecha en nosotros para dejarnos en tan pobre y deslucida comisión.
Me separo de Prat
El día 19 de mayo hubo cambio de jefes; el Capitán Prat, de la Covadonga" pasó a la "Esmeralda" y Condell, del "Abtao" a nuestro buque y se designó al primero como jefe de la escuadrilla bloqueadora.
Yo creí que sería fácil para mí obtener mi transbordo a un buque más grande y antes de que el Capitán Prat dejara la "Covadonga", pedí permiso al 2a Jefe Orella para hablar con el Comandante, permiso que me fue otorgado de muy buena voluntad.
Una vez en presencia del Capitán Prat y siempre animado por la bondad que me había manifestado en el acto de mi embarque, le expuse mi deseo de ir al buque de su mando, tanto más cuanto que mi protector, el ingeniero señor Coros había sido transbordado a la "Magallanes". El Capitán Prat, que se ocupaba en preparar su equipaje, oyó benévolamente mi petición y me prometió dar orden de transbordarme a la "Esmeralda" tan pronto como zarpara la Escuadra al Callao.
Al siguiente día zarpó la Escuadra y nosotros quedábamos tristes y cariacontecidos, montando la guardia de Iquique y aprontándonos para las largas y monótonas horas del pesado bloqueo. Todos envidiaban la suerte de los que iban a la expedición al Callao, los que seguramente cosecharían gloria y renombre.
Sin embargo, las cosas pasaron de distinto modo.
El 20 de mayo me fue comunicada la orden de transbordo a la "Esmeralda", lo que me vino a probar que el Capitán Prat no había olvidado su promesa al modesto aprendiz de maquinista de la "Covadonga". Con verdadero júbilo arreglé la pequeña maleta y la
diminuta cama que constituían mi equipaje, para irme en el acto a mi nuevo buque; pero al subir a cubierta encontré que estaban izados todos los botes y se aprestaba el buque para salir.
Me presenté al Teniente Orella y este oficial me dijo:
-Jovencito, aguántese aquí hasta mañana, que no voy a arrearle ni el chinchorro para usted.
Así fue como al día siguiente, en que tuvo lugar el combate, me encontré en la "Covadonga", cuando ya pertenecía a la dotación de la "Esmeralda".
Indudablemente, esta circunstancia me salvó la vida, puesto que del personal de máquinas de la "Esmeralda" sólo escapó un aspirante a ingeniero.
Sin embargo, creo que si me hubieran dado a escoger, a sabiendas del desastroso resultado del combate que se trabó al día siguiente, no hubiera trepidado en aceptar mi transbordo, ya que los compañeros que allí sucumbieron escalaron la inmortalidad y la gloria con su generoso martirio.
La muerte por la patria es el más dulce de los sacrificios que puede hacer
un verdadero ciudadano.
Antes del combate
—Y del combate mismo ¿conserva Ud. todos sus recuerdos, podría referirnos algunos hechos desconocidos hasta ahora?
-He leído muchas relaciones más o menos exactas y puedo decirles que ya no queda nada de importancia que no esté ya dicho y publicado.
Sin embargo, no he leído nunca el hecho de que la noche del 20 de mayo, cuando cruzábamos fuera de la bahía montando la guardia y vigilando la entrada del puerto, mientras la vieja "Esmeralda" vigilaba dentro del puerto mismo en su habitual fondeadero, más o menos a las 4 A.M. los serviolas (centinelas marinos del buque) anunciaron que habían creído divisar por el lado sur la estela de un buque.
Montaba la guardia en el puente a esa hora el Teniente Orella y este oficial, que era tan prudente en el trabajo ordinario como temerario en el combate, trató de seguir la dirección de la estela anunciada para saber
a qué atenerse y dar cuenta al Comandante en caso de necesidad.
Yo recuerdo perfectamente haber visto el rastro fosforescente que deja en el agua el movimiento de las hélices de un buque, pues en esos momentos salía yo de guardia de la máquina y antes de irme a dormir quise tomar el aire fresco de la noche en la cubierta del buque.
Oí después que ya no se vio más el rastro y no se le dio mayor importancia al hecho.
Después se supo que los buques enemigos "Huáscar" e "Independencia" pasaron un poco al sur del puerto más o menos a las 4 A.M., esperando que aclarara para atacarnos.
Humos al norte
A las 6 A.M. y ya claro, volvíamos en demanda de nuestro fondeadero cuando el vigía del palo trinquete dio el grito de ¡Humos por el norte!
El oficial de guardia examinó con su anteojo la silueta de los buques avistados y entrando en sospecha de que pudieran ser enemigos, dio parte al Teniente Orella, que recién había dejado el puente para bajar a descansar en su camarote.
Orella no se había acostado aún, pero se había despojado de los zapatos, reemplazándolos por unas zapatillas, con las cuales subió al puente.
Observó apenas dos minutos los buques que se acercaban a todo vapor y en el acto dijo en voz alta: -Son los peruanos: el "Huáscar" y la "Independencia.
En estos momentos de expectación general, llegó al puente el Comandante Condell, que a pesar de estar recogido en su cámara se presentó correctamente uniformado y con su espada al cinto, del cual pendía su revólver. Confirmado el hecho de que los dos más poderosos
buques de guerra enemigos se nos venían encima, se tocó a zafarrancho y ocupó cada cual su puesto de combate, con el corazón alegre y el ánimo dispuesto a luchar y a morir, ya que parecía imposible resistir más de un cuarto de hora la embestida de aquellos formidables enemigos.
La primera impresión
Yo había salido de guardia de la máquina a las 4 A.M. y me había recogido a mi litera, que estaba cerca de la del ingeniero Castillo y naturalmente que estaba rendido de sueño, me había dormido profundamente, cuando fui despertado por el sonido de la corneta que tocaba el alarmante toque de "zafarrancho de combate", a cuyo aviso todo el mundo debe correr a
su puesto después de armarse en la sala de armas.
Sentía el toque de la corneta, el ruido de los cañones de cubierta que eran puestos en batería, las carreras de los marineros que subían y bajaban las escalas, las órdenes rápidas y perentorias que daban los oficiales a sus respectivos pelotones: pero como no había día que no se tocara zafarrancho de combate para ejercitar a la tripulación, me imaginé que se
trataba de un simple ejercicio y me quedé tranquilamente en cama, hasta que la voz del ingeniero Castillo, que me llamaba urgentemente, me hizo comprender que la cosa no era de broma.
En menos de dos minutos estuve listo y armado también, pues pertenecía a la sección de abordaje y mis armas se componían de un descomunal sable que apenas podía y una hacha con la cual debía partir el cráneo del enemigo que se pusiera a mi alcance.
Así armado, me presenté en la máquina, donde estaba ya todo el personal afanado en desempeñar sus respectivas tareas. El Comandante Condell había ordenado levantar al máximo el vapor de las calderas y era de ver como se daba trazas el ingeniero jefe que era don Emilio Cuevas, para cumplir la orden superior.
Mi puesto estaba en la sección de los calderos y ahí debía ayudar a vigilar la presión con el ingeniero Castillo. Desgraciadamente los calderos eran viejísimos, los tubos reventaban unos después de los otros y el agua salía de los calderos por la juntura de los cien parches que tenían, como si se
tratara de un canasto. El señor Castillo se mantenía afirmado en unos sacos de carbón, con el revólver en la mano, listo para saltarle la tapa de los sesos al primer fogonero que desobedeciera sus órdenes o aflojara en la tarea.
Yo iba de los calderos a la máquina, atravesando por un pasillo oscuro y resbaloso, llevando y trayendo las órdenes del ingeniero, que pedía más vapor y las protestas de Castillo, que contestaba lacónicamente: -Dígale al señor Cuevas que vamos a volar de un momento a otro, porque los calderos no resisten.
A esto contestaba Cuevas más lacónicamente aún: -A Castillo, que vuele de una vez, pero que levante más vapor.
El momento más solemne
En estos momentos fui mandado al puente para decirle al Comandante que, si exigía mayor presión, el buque podía volar por el fracaso de los calderos.
En los momentos en que salí a cubierta, la situación era la siguiente:
La "Covadonga" estaba a unos 10 metros de la "Esmeralda", que había ya abandonado su fondeadero y los buques enemigos estarían a unos tres mil metros de nosotros; el "Huáscar" avanzaba sobre los dos buques chilenos y la "Independencia" parecía abrirse al sur para cerrarnos la escapada en esa dirección.
Los Comandantes de la "Esmeralda" y de la "Covadonga", en sus respectivos puentes, las tripulaciones en sus puestos de combate, las máquinas paradas y el silencio más absoluto en ambos buques.
Los jefes iban a ponerse al habla.
Arriba, el cielo azul purísimo y en el pico de mesana de los buques flotaba al viento la bandera tricolor; abajo, el mar tranquilo, como una taza de leche.
Como no podía subir al puente del Comandante, porque comprendí que el momento era solemne, me quedé observando lo que iba a ocurrir, junto con el cirujano Videla, que había subido a cubierta para informarse de la situación.
Así fue como presencié aquel diálogo corto y vibrante que la historia ha inmortalizado ya y que escritores muy autorizados han dado a conocer a todos los chilenos.
En el puente de mando de la vieja "Esmeralda" se destacaba la noble y arrogante figura de Prat, vestido con su uniforme de intachable corrección; estando tan cerca, veíamosle el semblante tranquilo e inalterable, parecía una estatua de mármol, ya que los músculos de su
cara eran en ese instante inamovibles.
La hermosa bandera chilena de combate que había enarbolado la gloriosa corbeta parecía que cubría al heroico jefe con sus amplios pliegues.
Por fin se rompió el silencio; el héroe preguntó si había almorzado la gente. Condell respondió afirmativamente y Prat dijo:
-Seguir mis aguas, cuidar los fondos, tratar de que las balas enemigas que no nos acierten caigan en la población.
-All right! contestó nuestro Comandante y en ese preciso momento el "Huáscar" puso fin al diálogo, enviándonos el primer cañonazo, cuyo proyectil cayó exactamente entre la popa de la "Esmeralda", que ya se dirigía al puerto, y nuestra proa, que ya seguía también las aguas
del buque jefe.
Es imposible que la pluma describa fielmente el entusiasta y espontáneo ¡Viva CHILE! que brotó en ese instante de los labios de las dos tripulaciones. Posiblemente y en las muchas situaciones heroicas y difíciles porque han atravesado la Marina y el Ejército de Chile han podido manifestarse entusiasmos parecidos al que trato de describir: pero jamás creo que pueda otro superar al que brotó en esos instantes, viril, consciente y unísono, del pecho de aquel puñado de patriotas que habían jurado vender caras sus vidas defendiendo el honor y la gloriosa enseña de la patria.
Se separan los buques
Al divisarse los barcos enemigos, el "Lámar", pequeño transporte que servía de carbonero a nuestros dos buques, recibió orden de navegar al sur, lo que hizo con todo éxito, resbalándose suavemente puede decirse, por la punta de la isla denominada hoy de Serrano; y como era presa poco apetitosa para los orgullosos barcos peruanos, la dejaron escapar,
concretando sus esfuerzos para capturarnos a nosotros.
Muchas veces me ha sido hecha la pregunta de la razón por qué la "Covadonga" dejó sola a la "Esmeralda" dentro de la bahía de Iquique y, de consiguiente, por qué no fue consecuente con ella acompañándola hasta el último en su glorioso heroísmo y en su sublime martirio. Y realmente ha habido razón para que muchos se hayan hecho esta
pregunta.
Yo recuerdo perfectamente haber oído discutir en el puente de mando de la "Covadonga" al Comandante Condell con el Teniente Orella y el Teniente Lynch sobre la situación que se producía en los momentos mismos que entrábamos tras de la "Esmeralda" para encerrarnos en Iquique y morir indudablemente con la mayor heroicidad, pero sin divisar una sola probabilidad de mediano éxito. Y lo oí yo en razón de que, habiéndose interrumpido el telégrafo de mando del puente a la máquina, fui designado, probablemente en vista de mi juventud y de que en resumen yo no desempeñaba un gran papel ni era indispensable para el servicio de las máquinas, para llevar las órdenes directamente del Comandante Condell al ingeniero señor Cuevas y debía permanecer en consecuencia al alcance de la voz del jefe del buque para transmitirla por el cubichete de la máquina al ingeniero ya nombrado.
Por esta sencilla razón presencié en cubierta y aún muy cerca del Comandante la mayor parte del combate, en todo su heroico y dramático desarrollo.
El Comandante Condell llamó al puente a Orella y a Lynch y les manifestó que si se encerraba con la "Esmeralda" dentro de la bahía, el "Huáscar" solo batiría y hundiría ambos buques, lo que desde luego se comprobaba con el hecho de que la "Independencia" volteada afuera, mientras el "Huáscar" nos estaba haciendo fuego a nosotros, para proseguir la tarea
con la "Esmeralda" una vez que hubiéramos desaparecido del escenario de la vida.
Era de consiguiente necesario y estratégico a la vez tratar de salir al sur por el mismo rumbo del "Lámar", obligando así a dividirse a los buques enemigos.
Los dos jefes: Prat y Condell
El Comandante Condell tenía un carácter sumamente impetuoso, como lo tenía también Orella, su segundo y su espíritu ardiente y fogoso no concebía ni aceptaba la idea de dejarse echar a pique dentro de la bahía de Iquique, aunque este hecho ocurriera como debía ocurrir, después de una resistencia desesperada y heroica.
A Condell le agradaban las situaciones difíciles, buscaba el peligro y la lucha, no solamente para caer combatiendo como un héroe, sino también para caer arrastrando en lo posible a su enemigo en la caída.
Prat era otro espíritu, otro temperamento.
Estaba modelada su alma en el cumplimiento más absoluto del deber y razonaba fríamente, sin entusiasmos teatrales y de gran efecto. Cuando en el transcurso de su vida se encontró en situaciones difíciles, supo afrontarlas con serenidad, pero con firme resolución de no apartarse un ápice del camino que, según su recto, culto y elevado criterio, se había trazado.
Desde que salió de Valparaíso con el mando de la "Covadonga", llevaba el firme propósito de abordar al buque enemigo con quien le tocara combatir y esta idea estaba tan arraigada en su cerebro que, antes de partir dijo a algunos de sus amigos y compañeros que si le tocaba la suerte de encontrarse con el "Huáscar", lo abordaría.
Y esta idea era en él una obsesión tan arraigada y un problema tan re suelto, que la mayor parte de los ejercicios que se practicaban a bordo de la "Covadonga", desde nuestra salida desde Valparaíso, eran únicamente de abordaje.
Y su segundo Orella, que era un loco temerario por su valor exaltado, lo secundaba a maravilla organizando secciones de abordaje e instruyendo día a día a la tripulación en esta especialidad de Prat.
Yo mismo, que era entonces un pegote que jamás había tenido en mis manos ni una mala escopeta, pertenecía, tal vez muy a mi pesar, a una de las secciones de abordaje... Cuando se transbordó Prat a la "Esmeralda", lo primero que hizo en su nuevo buque fue organizar el abordaje como supremo y único medio para alcanzar una victoria sobre sus presuntos contendores.
Y hay que reconocer que tenía toda razón en adoptar este medio de combatir, ya que entraba casi en lo seguro que, de batirse con alguien, habría de ser con el "Huáscar" y que para vencer a éste de nada le servirían los pequeños cañones que tenía la vieja "Esmeralda", más aptos para hacer salvas de honor que para agujerearle la epidermis a un monstruo de acero, como era el célebre monitor peruano.
Adoptada por Prat esta resolución y dado su carácter inflexible en todo aquello que resolvía, entró a la bahía de Iquique con la firme resolución de hundirse combatiendo con su bandera al tope, pero con la esperanza de hundirse junto con su enemigo o tomarlo al abordaje, como realmente casi sucedió.
Condell siguió su natural impulso y después de un rápido cambio de opinión con sus subalternos, tentó por su parte el recurso de dividir el combate dos a dos, haciéndose perseguir por la "Independencia" para arrastrarla, si posible fuera, a las rocas de Punta Gruesa, base de granito inamovible en que fundó este gran marino chileno su futuro enaltecimiento y posiblemente la salvación de la Patria.
La hazaña de Condell
Quiero detenerme unas pocas líneas más en este punto y aclarar dentro de lo posible un hecho que siempre oí formulado más o menos veladamente en muchos escritores, que con mucho acopio de frases no se han atrevido a explicarlo por completo.
Se ha dicho y asegurado en muchas ocasiones que la pérdida de la fragata "Independencia" fue debido a la chiripa de haber chocado con la roca sumergida de Punta Gruesa, por sobre la cual pasó Condell por pura casualidad.
Treinta y siete años después de ocurrido el hecho, es difícil probar lo contrario y más cuando no poseo la pluma ni el talento autorizados de un historiador concienzudo y de alto crédito: pero obra en favor de lo que voy a sostener y a tratar de probar, hasta donde es posible, la circunstancia de que puedo decir: "yo lo vi o yo lo oí", circunstancia que vale como la opinión de tres historiadores juntos, por más respetables que parezcan ser.
La resolución y la idea de Condell al navegar al sur, haciéndose perseguir por la "Independencia", no fue con la esperanza de escapar de veras, puesto que tenía en contra de esta expectativa los siguientes factores:
a) Mientras la fragata peruana desarrollaba 14 millas por hora, la goleta chilena sólo daba 5 millas a revienta calderos.
b) La "Independencia" montaba 12 cañones de a 70 y uno a proa de a
150; la goleta chilena montaba solamente 2 de a 70.
c) El barco enemigo era acorazado y tenía 300 individuos de tripulación y la goleta chilena era de madera y sólo tenía 104 tripulantes.
No hay necesidad de demostrar más las ventajas de un buque sobre el otro.
Ahora bien, ¿qué esperanzas de victoria podía abrigar Condell sobre su enemigo y cuál de escapar de él en último caso?
En medio de su natural impetuosidad, Condell era perspicaz y vio claramente diseñada la expectativa de arrastrar a su poderoso enemigo hacia los bajos de Punta Gruesa, naturalmente sin prever que iba a encallar en determinado punto, porque esto estaba fuera de la previsión humana.
El hecho sólo de conducir a su enemigo a un paraje tan peligroso, como era el de que se trata, significaba para Condell una apreciable ventaja para él y un peligro positivo para el peruano.
Los rusos, en la actual conflagración europea, han atraído deliberadamente muchas veces a las formidables huestes teutonas a regiones pantanosas llenas de peligros naturales y encubiertos, y esta táctica no puede ser calificada como de chiripa, porque siendo
premeditada y de una habilidad innegable, ha manifestado en sus autores altas cualidades de pericia y estrategia.
El éxito no es absolutamente seguro en todos los casos, según sean la capacidad y el tino del enemigo.
Es, pues, fuera de duda que Condell maniobró sabia y concienzudamente al dirigirse con su buque hacia los bajos de Punta Gruesa y que el éxito que obtuvo no fue debido a la casualidad ni al acaso.
Y era tan claro y tan posible el buen resultado de esta maniobra, que a bordo de la "Covadonga" estaban todos, de Capitán a paje, segurísimos de que si la "Independencia" cometía el error de aventurarse por esos parajes para darnos caza, era buque perdido, siempre que tuviéramos la suerte de no ser primeramente hundidos a cañonazos.
Primeras víctimas en la "Covadonga"
Resuelta, pues, en el ánimo de Condell la singular aventura de meterse por los bajos, la puso en práctica en el acto y en vez de encararse con el "Huáscar", que nos hacía fuego desde el centro de la bahía, viró al sur y puso proa resueltamente al cabezo de la Isla de Serrano para deslizarse fuera de Iquique.
Al ver nuestra maniobra, y comprendiendo la intención de Condell, el "Huáscar" izó señales a la "Independencia" y le ordenó cerrarnos el paso al sur, lo que se dispuso a hacer inmediatamente esta nave, con poca fortuna empero, pues la gentil goleta chilena rebalsó la isla y pudo correr entonces francamente al sur y apegada a la costa y en demanda de Punta Gruesa.
Antes de realizar esta maniobra, el "Huáscar" nos envió su saludo de despedida, acertándonos un proyectil de a 300, que casi puso fin ahí mismo a los tácticos proyectos del jefe chileno. Este proyectil entró por el costado de estribor a la altura del entrepuente, donde dormía la tripulación y llevándose un gran trozo del palo trinquete, perforó en su salida nuevamente el casco a proa, casi a flor de agua.
Al atravesar por el entrepuente, destrozó horriblemente las dos piernas al cirujano Videla, que en esos precisos momentos bajaba de cubierta y le llevó también la cabeza al mozo Ojeda, de la cámara de oficiales.
Estas fueron las primeras víctimas que cayeron en la "Covadonga".
Situación de las naves
-Y La "Esmeralda ", ¿Qué hacia entretanto? ¿Alcanzaban ustedes a verla?
-Cuando doblábamos la puntilla de la Isla Serrano, vimos por última vez a nuestra vieja y heroica compañera, y en esos precisos momentos la noble corbeta disparaba sobre el "Huáscar" su primera andanada de proyectiles.
El humo en que se vio envuelta la "Esmeralda" durante ese instante nos hizo creer que había volado su Santa Bárbara; Condell y sus oficiales se descubrieron conmovidos en ese momento, creyendo en el fin prematuro de la corbeta.
Doblada la isla, no la vimos más y hubimos de concretarnos a encarar nuestra situación propia, que no era por cierto de las más divertidas, si se piensa que, por el lado del mar teníamos al costado y a menos de mil metros a una fragata poderosísima, que nos hacía fuego por andanadas de doce cañonazos simultáneamente: que por el lado de tierra y a menos de media milla, veíamos un regimiento peruano de caballería que seguramente seguía por las sinuosidades de la playa para tomarnos prisioneros si varábamos: y bajo la quilla, un semillero de bajos en los cuales podíamos chocar e irnos a pique... y una usted a esto, un andar de cuatro millas a lo sumo.
Me olvidaba de decirle que, al doblar la isla, nos salieron una o dos docenas de embarcaciones cargadas con soldados, las que parece se habían imaginado que nuestro buque iba a vararse en la isla.
Estas embarcaciones iban posiblemente a recibir la tripulación del buque náufrago y a apoderarse de él para custodiarlo. Dos o tres cañonazos de puño y letra de Orella las hicieron regresar más que de prisa a la playa, en medio de la confusión más espantosa.
Vuelvo a la relación del combate con la "Independencia".
Con la "Independencia"
Si el Comandante del buque enemigo se adelanta unas dos millas a nosotros y se atraviesa francamente en nuestro rumbo al sur, en el paraje que a él le hubiera mejor agradado, no habríamos tenido otra cosa que hacer que hundirnos con la bandera al tope, concluyendo así el combate; pero el Capitán peruano parece que deseaba obligarnos a rendirnos, para así poder presentar al pueblo del Perú un trofeo vivo de su valor y empuje.
Esta justa ambición lo perdió.
El rápido andar de la "Independencia", catorce millas, le daba una ventaja enorme, que aprovechaba para jugar con nosotros como lo hace el gato con el ratón.
Tan pronto se colocaba a 500 metros a estribor y nos disparaba una andanada entera, como se alejaba rápidamente a mil o dos mil metros para volver a cargar sus cañones y volver a acercársenos como una flecha y repetir la dosis, eligiendo a su sabor el momento, la distancia y la ocasión que creía propicia para herirnos, mientras nuestros bravos artilleros, que no deseaban perder tiros, sólo disparaban cuando el buque enemigo se acercaba demasiado y el tiro podía darse por bien empleado.
El ojo experto y el pulso firme de Orella, que personalmente disparaba uno de los cañones, atisbaba el momento oportuno y hería, hería sin cesar las partes vitales del casco enemigo, que se revolvía furioso, se alejaba y volvía con furor ciego a descargar sus piezas sobre nuestra débil goleta.
Las andanadas de la fragata peruana no daban felizmente en el blanco: caían al agua, veinte metros adelante, que pasaban por entre nuestra arbola para caer como una perdigonada de cazador inexperto cien o doscientos metros a babor, esto es, entre nuestro buque y la playa,
cuando no iban a intentar con horrísono estruendo en las rocas de la playa misma, haciendo emprender azorado y presto vuelo a las nubes de pájaros marinos, que se elevaban por el espacio, espantados de tan extraordinario concierto.
Recibimos dos cañonazos
Eran las 11 A.M. cuando logró la "Independencia" incrustarnos dos de sus granadas: una perforó nuestro costado a la altura de la máquina y la otra ras: simultáneamente penetró a la altura de los calderos, salvando nuestro ruque de un desastre el hecho de que las carboneras estaban repletas de combustibles y ubicadas precisamente entre el departamento de máquinas y calderos y el costado del buque, haciendo de consiguiente el papel de una rotura de protección a esas partes vitales del buque.
Las dos granadas estallaron entre el carbón sin originar mayores daños y ni siquiera ocasionar ni un amago de incendio.
A las 11 y media, la situación era la misma: la "Independencia" cañoneándonos por el costado de estribor y nosotros contestándole con sin igual ardor y con tal rapidez que, con justificada razón, el jefe del buque peruano decía después del combate, en su parte al Gobierno de su país, que la "Covadonga" hacía un nutrido y certero fuego con sus numerosos cañones o terribles ametralladoras.
Pero el combate se prolongaba demasiado y es de presumir que el Comandante Moore, peruano, juzgara vergonzoso y deprimente para la potencialidad incontrastable del poderoso barco que montaba, el hecho de que el mísero buquecillo chileno estuviera aún a flote, después de tres largas horas de cañoneo constante, y todavía, sufriendo aún su nave las consecuencias de recibir a bordo unos cuantos mensajes de a 70 que el ojo certero de Orella y el diestro pulso del Teniente Lynch le enviaban muy a menudo.
El espolonazo
Minutos antes de las doce y en circunstancias de que la "Covadonga" se arriesgaba a pasar sobre las rocas sumergidas de Punta Gruesa, a la misma hora cronométrica en que Grau dentro de la bahía de Iquique resolvía también terminar con la heroica obstinación de la "Esmeralda", hundiéndola con su espolón, la "Independencia" se replegó sobre sí misma unos cuantos minutos; torrentes de espeso y negro humo salieron por su chimenea y luego vimos que se lanzaba a toda fuerza de máquina sobre nuestro costado de estribor, con el ánimo firme y decidido de partirnos en dos, a la vez que de dispararnos el tiro de gracia con su famosa colisa de a 150 libras, que veíamos asomar por su proa amenazándonos con una destrucción rápida y fulminante.
El gato se había sulfurado de verdad y se lanzaba sobre el tímido ratoncillo para triturarlo de un solo manotón.
Pero los tripulantes de la "Covadonga" no eran zurdos, ni les habían amarrado las manos cuando chicos, como decía después pintorescamente uno de los marinos que relataba los incidentes del combate a uno de sus conocidos de Tocopilla.
En menos de dos minutos, todos los tripulantes que estaban armados con rifles o revólveres corrieron al lado de estribor y empezaron a disparar sus armas sobre la proa del monstruo, que avanzaba levantando olas de espuma en su furiosa arremetida, a la vez que las piezas de Orella y Lynch vomitaban un fuego graneado que cubría de humo y de metralla el casco, la cubierta y la chimenea de la "Independencia".
Era tal el furor, la desesperación y el deseo de morir peleando en la tripulación del pequeño barco chileno, que en su reducida cubierta sólo se oían el rápido crepitar del fuego de rifles, las roncas y breves voces de mando de los cabos de cañón al sacar y poner en batería las piezas y ¿por qué no decirlo? los juramentos gruesos de aquellos hombres enfurecidos que insultaban a gritos al enemigo, mandándoles junto con sus sólidos mensajes de acero, todo un arsenal de injurias nacionales, entre las cuales predominaba con rara y enérgica expresión la palabra que inmortalizó Cambrone en Waterloo...
El chiquillo se acalora
Confieso con humildad muy comprensible que yo estaba sobrecogido y anonadado en la cubierta de la "Covadonga".
Posiblemente, era aquel un espectáculo soberbio por su heroicidad y por su grandeza; pero mi edad no me permitía sentirme con deseos de transformarme ni en héroe ni en pasto de los peces, y cuando recordaba en medio de aquel caos guerrero la mansa y silenciosa tranquilidad de mi hogar y las apacibles horas transcurridas en las aulas de los reverendos Padres Franceses, todo aquello y mucho más pasa por la imaginación de un hombre en peligro inminente de muerte, hubiera deseado volver al colegio, aun a sabiendas de que el muy reverendísimo padre rector don Cosme Lobr me esperaba en la puerta de calle con dos docenas de guantes, de esos especiales para los niños flojos e incorregibles.
Sin embargo, el peligro en que estábamos, la vista de aquel monstruo que avanzaba llevando nuestra muerte y destrucción en su afilada proa, los gritos, los insultos, la batahola formada por aquellos endemoniados marineros cada vez que uno de nuestros cañones acertaba un tiro en el cuerpo de nuestro enemigo, los vivas a Chile salpicados con la poco parlamentaria palabra de Cambrone, la gruesa y ronca voz de Orella, que, espada y revólver en mano, mandaba cargar, entrar y sacar de batería su cañón, y tal vez más que todo el propio instinto de conservación hizo que me contaminara también del furor de aquella gente varonil, y desenfundando un gran revólver, con que también estaba armado, me pusiera a descargarlo tiro tras tiro en dirección al buque enemigo.
Lo mismo hacía nuestro valeroso jefe en el puente de mando, porque el momento aquel no era para estar con las manos ociosas.
Ataque por la popa
Fue así como los artilleros de la "Independencia", que esperaban seguramente pulverizarnos con su famoso cañón de proa, no pudieron descargarlo en ningún momento sobre nosotros y en cambio recibieron tal lluvia de proyectiles de todos calibres que su Comandante juzgó prudente renunciar al ataque de espolón, y virando en redondo, a doscientos metros escasos de la "Covadonga", se alejó nuevamente para regresar de nuevo a los pocos minutos con nuevo y decidido empuje, avergonzado de haber retrocedido y resuelto a concluir de una vez por todas con aquel barquichuelo insolente que osaba encararse ya cuatro largas horas
contra su poderoso y bien artillado barco.
A bordo de la "Covadonga" se comprendió que este era el momento decisivo y que el final de tan largo combate iba a llegar con nuestro aniquilamiento.
Más cauta y previsora que en el ataque anterior, la "Independencia" varió de táctica y en vez de precipitarse a partirnos por el costado, lo hizo buscando nuestra popa, para evitar el fuego de nuestros cañones de costado, sabiendo que su pequeño enemigo carecía de cañones de caza y de retirada.
Fue aquí cuando brilló el papel que correspondió desempeñar en ese momento culminante del combate al heroico piquete del Regimiento de "Artillería de Marina", que cubría la guarnición de la "Covadonga", al mando del alentado Sargento 1º don Ramón Olave.
Como es sabido, el puesto de combate de las guarniciones de los buques de guerra es el de cuidar y defender la bandera.
Olave, Gutiérrez y Latapiat
El Sargento Olave era un soldado de pasta antigua: esclavo de su deber, de la misma escuela de aquellas clases del heroico "2a de Línea" que perdió en Tarapacá su estandarte cuando sus defensores formaban solamente un montón de cadáveres, de los cuales al último que había caído costó esfuerzos inauditos arrancar aquel trapo sagrado, empapado en la sangre de la escolta ratera, sin exceptuar uno solo.
Tal era Olave, que al cubrirse de gloria ese hermoso día, cubrió también de ella al Regimiento al cual tenía el honor de pertenecer.
Y, cruel sarcasmo del destino, el pobre y bravo Sargento no murió en esa ocasión, sino que vino a caer fulminado poco después de la Revolución de 1891, al recibir de repente la noticia de que el gobierno de su país le negaba con rara mezquindad la devolución de sus galones de Capitán, que había ganado uno a uno en el transcurso de la Guerra del '79.
Olave tenía en el piquete de 20 hombres que custodiaba la bandera de la "Covadonga" a otros dos niños casi imberbes como los Cabos 1-. Hilarión Gutiérrez y José María Latapiat, hijo éste de francés, es decir, con la noble sangre de esa misma raza que hoy se bate codo a codo con los ingleses, defendiendo las conquistas de la civilización y las santas tradiciones del derecho bien entendido y que hoy como ayer amparan la causa del débil contra el fuerte.
Gutiérrez y Latapiat eran mozos de sólo quince a diez y seis años y ese día se cubrieron de gloria, especialmente el primero, que tuvo el alto honor de ser citado como uno de los más valerosos defensores de la "Covadonga" en los momentos críticos del ataque al espolón intentado por el buque peruano.
La Patria no ha sido larga y generosa con Gutiérrez, que treinta y siete años después de ocurrido aquel homérico hecho de armas, vive en estrecha y dura situación, disfrutando de una pensión escasa y mísera, equivalente al mezquino sueldo de que gozaba en aquella época.
Latapiat, como Olave, bajó al sepulcro hace ya muchos años, decepcionado y achacoso, sin haber visto compensado debidamente su patriotismo y su sacrificio por la Patria.
¡Qué tal es el destino de todos aquellos que levantaron tan en alto la enseña de Chile en horas bien difíciles y azarosas!
Con estos mozos tan imberbes como valerosos, el Sargento Olave, guarda de la bandera nacional de guerra izada al tope de la "Covadonga", esperó impávido y resuelto el choque que veía venir, como un tren expreso, de aquella enorme mole de acero que se acercaba rugiendo para hundir en el abismo del mar a la pequeña goleta chilena. Los veinte soldados que mandaba Olave con Gutiérrez y Latapiat se concretaron a disparar sus rifles con la rapidez de una verdadera ametralladora sobre la proa de la "Independencia", que ya estaba a doscientos metros, luego a ciento y pronto a cincuenta escasos...
La "Independencia" encalla
En este instante supremo, ocurrió un fenómeno casi sobrenatural: algo inverosímil, aunque esperado y previsto.
La "Covadonga" chocó levemente con su quilla en una roca que no emergía del mar: luego vino un segundo choque: luego después sentimos como que resbalábamos sobre un lecho de roca plana y escurridiza, y cuando algunos de los tripulantes gritaban: -¡Nos varamos!... nos j...! otros gritaron alborozados: —Se varó! se J...!.
Y en ese preciso momento, después de salvar la "Covadonga", escurriéndose sobre la superficie lisa de la roca salvadora, para llegar al término de ella y a flotar nuevamente, libre y más gallarda que antes, sentimos un estruendo horrísono, algo como un terremoto, como el choque de una montaña con otra, y luego vimos a la "Independencia", a la orgullosa y altiva fragata de 12 cañones de a 70 libras, que corría a sólo cincuenta metros de nuestra popa para reducirnos a pequeños átomos, chocar violentamente con la misma roca sobre la cual acabábamos de pasar con tan oportuna como extraña felicidad.
Aquello parecía un sueño, el despertar de una pesadilla, la realización de un verdadero milagro.
Luego, la enorme fragata acorazada montó la roca con una marejada, y quedó incrustada allí para siempre, como si una mano invisible y poderosa la hubiera conducido fatalmente ahí, castigando su altiva soberbia y poderío y su indiscutible grandeza.
Allí quedó, dando enormes barquinazos, sirviendo de mísero juguete a las olas, que tan pronto la inclinaba de un lado como de otro, mientras sus tripulantes se arrojaban desesperados al mar, y mientras rodaban de uno y otro lado sobre su extensa cubierta los fieros cañones que momentos antes habían vomitado torrentes de metralla sobre nuestro indefenso casco, buscando nuestro exterminio.
¡Viva Chile, m....!
Mientras esto ocurría en la fragata enemiga, ¿qué decir de lo que pasaba en nuestro buque?
La escena del bíblico David, echando a tierra con su famosa honda al gigante Goliat, estaba reproducida en las rocas de Punta Gruesa.
Si he de relatar con honrada verdad y franqueza esta parte del desenlace de tan extraordinario combate, puedo asegurar que mientras duró esta .última y casi inesperada escena, la tripulación toda de la "Covadonga" quedó suspensa. Era tan imprevisto, tan remoto a pesar de lo posible, el desenlace, extraordinario y tan al pelo, permítaseme esta chilenada literaria, el choque y la destrucción de nuestro implacable enemigo, que la voz no salía de la garganta: el espíritu estaba sobrecogido por la grandeza y efectividad del casi Milagro: y la súbita desgracia de nuestro contendor acalló durante unos cuan-segundos la natural explosión de alegría que con toda justicia vino en seguida a reemplazar ese rápido instante de natural sobrecogimiento. El Comandante Condell, que estaba en el puente de
mando, sacóse la gorra y gritó ¡Viva CHILE! y a este grito estentóreo contestó la tripulación, como un eco, con otro viva unísono, inconmensurable y vibrante, de emocionado patriotismo.
La escena no es para descrita.
Hasta que se arríe el pabellón
La "Covadonga", que había rebalsado unos quinientos metros el sitio en que había encallado su enemigo, viró en redondo sobre estribor a la voz de orden de su alentado jefe, y hábilmente dirigida vino a situarse con la proa al norte, frente al gigante caído y a menos de doscientos metros de su costado de estribor.
Sobre el puente de mando de la malograda fragata, que daba barquinazos enormes, impelida por la marejada, veíamos algunos jefes y oficiales peruanos que, asidos desesperadamente a las barandas de bronce que circundaban el puente, nos hacían señales con sus pañuelos blancos: y sobre la revuelta cubierta, grupos de marineros trabajaban desesperadamente para arriar algunos de los botes, que al tocar el agua volcábanse inmediatamente.
Sólo entonces vínose a percibir en la "Covadonga" que el orgulloso buque ya náufrago tenía aún izada en el pico del mesana una descomunal bandera peruana, que se batía furiosamente a impulsos del viento: luego, no estaba rendido. Y el Teniente Orella reabrió el fuego de sus cañones, traspasando tres veces consecutivas el casco de la "Independencia" con otros tantos proyectiles sólidos que, perforando su casco de banda a banda, fueron a caer a la vecina playa.
Sin embargo, la bandera enemiga permanecía izada, por lo cual el fuego de nuestra artillería continuó aún, hasta que vimos que algunos marineros corrieron a popa y arriaron la orgullosa bicolor, izando la bandera blanca de rendición.
Si no es para descrito el momento supremo de la encalladura de la "In dependencia", menos lo es el momento en que vimos humillada y maltrecha descender la vistosa bandera de aquel poderoso buque que se debatía en desesperadas convulsiones de muerte...
Entusiasmo en la "Covadonga"
Y como estamos relatando un episodio interesantísimo de nuestra historia militar, que hasta hoy ha sido poco comprendido y quizás nunca suficientemente estudiado y como deseamos narrar con honrada y estricta verdad, debemos referir que en el momento culminante que estamos describiendo, rendido el barco enemigo, anonadado su poder ofensivo y enclavado en las rocas a nuestra merced, el furor bélico incontenible e inenarrable de que estaban poseídos momentos antes nuestros valerosos marineros cesó como por encanto.
Aquellos rostros varoniles, animados de salvaje expresión guerrera, aquel lenguaje violento y duro, aquellas caras que expresaban la decisión del exterminio propio y ajeno, todo ese conjunto de espíritu agresivo que buscaba la muerte retando a muerte al enemigo triunfante y victorioso, desapareció repentinamente para dar lugar a una explosión de sentimientos diversos y encontrados.
El bravo e indomable Orella subió al puente y abrazando estrechamente a Condell le pedía con voz enronquecida que le diera permiso para arriar una embarcación e ir hasta el buque náufrago para traer prisionero al Comandante: los oficiales se abrazaban unos a los otros, emocionados y enternecidos, y vi a rudos y bravos marineros que lloraban y reían conmovidos ante la grandiosidad y el éxito tan inesperado de aquella extraordinaria y ardua jornada.
El Teniente Lynch, extenuado por el cansancio y la emoción del momento, estaba sentado sobre la cureña de su pieza y rodeado de sus leales y fieles artilleros, que lloraban y reían y vivaban a Chile y a Condell, a la "Esmeralda" y a Prat, a la Providencia y a Orella, todo en revuelta y espontánea confusión.
La disciplina rígida y seca, tradicional en nuestros barcos, habíase roto en esos sublimes instantes y todos nos sentíamos iguales y a la misma altura para manifestar nuestro entusiasmo y alegría. Todos corríamos sobre cubierta felicitándonos mutuamente, y el rudo y tosco marinero abrazaba al apuesto y brillante oficial, como éste al grumete que mantenía todavía entre sus manos el fusil aún caldeado del combate que acababa de terminar.
Y en realidad, no era para menos.
Aquel barquichuelo frágil y raquítico, que bien podía haber sido colgado a uno de los pescantes de la "Independencia", y aquella tripulación encogida % estrecha, inerme y casi indefensa ante el poder diez veces superior de su enemiga, habían poco menos que resucitado en esos precisos instantes.
Y la vista del hermoso sol de las doce de aquel hermoso día, el sentimiento de la grandeza de aquel momento y la seguridad de existir real y efectivamente después de haber estado a un milímetro de la muerte, explican claramente el súbito desborde de entusiasmo y de lógico enternecimiento que agitaba e invadía el alma de aquel puñado de chilenos...
Mientras se desarrollaban a bordo de la "Covadonga" estas escenas impresionantes de jubiloso patriotismo, la "Esmeralda" habíase hundido en la rada de Iquique con su pabellón clavado al tope y Prat con una heroica oficialidad y su indomable tripulación había escrito para la historia de su patria la página más grande y más sublime que puede concebirse en los anales de una campaña marítima.
¡El "Huáscar" a la vista!
Cuando Orella exigía nuevamente de su Comandante que lo dejara ir a tomar prisionero al jefe enemigo, volvióse Condell hacia la punta de Iquique, que se divisaba en lontananza, y estirando el brazo contestó a su digno y alentado segundo: Ahora tenemos que entendernos con el "Huáscar", que viene a pedirnos cuenta de la pérdida de la Independencia".
Y efectivamente, doblando la punta de Iquique, pudimos todos percibir al célebre monitor peruano, que corría a todo vapor hacia Punta Gruesa para informarse de la situación de su compañera.
Los entusiastas vivas terminaron como por encanto: las emociones, los enternecimientos y las felicitaciones mutuas quedaron finalizadas: las voces de mando del jefe y las órdenes de los oficiales se multiplicaron nuevamente v la disciplina, el seco y severo cumplimiento de los deberes de cada cual, reemplazó a aquello instantáneamente.
Hubimos de prepararnos para la nueva lucha que veíamos en perspectiva con la llegada del "Huáscar", que avanzaba a toda máquina, como si corriera desolado a vengar el desastre material de la pérdida de la "Independencia", y el moral de la bandera rendida., del pabellón arriado... del blanco y humillante pendón izado al tope, implorando misericordia.
Abramos un paréntesis
Y aquí debemos hacer un hincapié y una pausa para dejar una vez más establecido el hecho histórico de la rendición de la "Independencia".
Hay algunos historiadores peruanos que se han atrevido a negar que este buque arriara su pabellón izando la bandera de rendición: y otros hay que, al escribir la historia de ese hecho de armas marítimo, han pasado como por sobre ascuas por esta parte del combate, sin pronunciarse siquiera ni mencionar tal hecho.
Nosotros aseguramos, treinta y siete años después de ocurrido aquel para nosotros brillante y afortunado combate naval, que la "Independencia" arrió su bandera e izó una otra blanca, que bien puede ser llamada indistintamente de rendición o de parlamento.
Después de transcurridos tantos años, la sangre está ya demasiado fría en nuestras venas: no abrigamos en el alma ni el más mínimo sentimiento de rivalidad ni odio contra nuestros enemigos de esa época, y sólo nos guía, al escribir estos apuntes y recuerdos, el sano y santo propósito de rememorar un hecho de armas que por su significado, por su heroísmo y por sus naturales consecuencias, debemos perpetuar en la memoria de las generaciones nuevas como una simple enseñanza de patriotismo. Más aún, no escribimos para herir ni molestar la susceptibilidad de los numerosos peruanos que hoy día viven en nuestro país buscando con su esfuerzo honrado y tesonero las santas victorias del trabajo.
Mi opinión y la fe que doy de lo que relato son pues, insospechables, porque no me atrevería a sostener una inexactitud histórica en el ocaso de mi vida, más aún, tratándose de una nación cuyos hijos cumplieron como buenos sus deberes defendiendo la causa sagrada de su patria, con admirable coraje y con una energía y heroísmo de que dan fe pública
marinos y soldados de la talla de Grau y Bolognesi.
El "Huáscar" pierde tiempo
Mientras el "Huáscar" volaba en socorro de la "Independencia", la "Covadonga", como dejamos dicho, se aprontaba a sostener un segundo combate con el poderoso monitor que vendría indudablemente ciego de furor para vengar la extraordinaria derrota de su formidable compañera de merodeo.
Se sabe cuánto es el furioso dolor que se apodera del león macho o de su hembra cuando cualquiera de estas fieras cae fulminada por la bala y el ojo certero del atrevido y audaz cazador del desierto. La que sobrevive no piensa sino en rugir y en vengar a la que ha muerto y en la desesperación que de ella se apodera, al contemplar inerme su cadáver, embiste ciega, buscando el oculto enemigo, que teme fundadamente el furor de la vengativa bestia.
Mi patria sabe que está sola en Sudamérica; pero tiene fe en su estrella, en su derecho y en la justicia que le asiste; y si mañana es atacada, sus hijos, cual otros viriatos sucumbirán todos, antes que rendirse...
Nicanor Molinare
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Exacto GMSA....hay varios temas donde "hincarle el diente". Por ejemplo:
Este MITO es sostenido aun por los foristas peruanos....que la Independencia no rindio su bandera...
La vida militar de este hombre, J.Arturo Olid es fabulosa...Se encontro presente (con 14 años) en practicamente todas las Batallas...Punta Gruesa, Tarapaca, Tacna, Chorrillos, Miraflores, Con-Con, Placilla y hasta en la Guerra Civil Brasileña.
El Relato que hace de la Batalla de Tarapaca en el mismo libro, es emocionante...
saludos
Hasta que se arríe el pabellón
...Sin embargo, la bandera enemiga permanecía izada, por lo cual el fuego de nuestra artillería continuó aún, hasta que vimos que algunos marineros corrieron a popa y arriaron la orgullosa bicolor, izando la bandera blanca de rendición.
Si no es para descrito el momento supremo de la encalladura de la "In dependencia", menos lo es el momento en que vimos humillada y maltrecha descender la vistosa bandera de aquel poderoso buque que se debatía en desesperadas convulsiones de muerte...
Este MITO es sostenido aun por los foristas peruanos....que la Independencia no rindio su bandera...
La vida militar de este hombre, J.Arturo Olid es fabulosa...Se encontro presente (con 14 años) en practicamente todas las Batallas...Punta Gruesa, Tarapaca, Tacna, Chorrillos, Miraflores, Con-Con, Placilla y hasta en la Guerra Civil Brasileña.
El Relato que hace de la Batalla de Tarapaca en el mismo libro, es emocionante...
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Mi patria sabe que está sola en Sudamérica; pero tiene fe en su estrella, en su derecho y en la justicia que le asiste; y si mañana es atacada, sus hijos, cual otros viriatos sucumbirán todos, antes que rendirse...
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- GRUMO
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Entonces vamos a hincarle el diente
Con la anuencia anticipada de los moderadores, aqui un link con interesantes comentarios e información de Punta Gruesa
Indico el link para que no se considere que parcializo o tergiverso
http://www.batallas.org/viewtopic.php?t=2576&start=15&sid=683f80affc8820b56964bd09cbc3b9e7
¿Se rindió el Independencia? ¿No se rindió el Independencia?..Es claro que hubo ametrallamiento de naufragos en todo caso
Es un honor y gloria morir por la patria..Lastima que no escuchamos la opinion del muerto y solo de los vivos
Saludos
El "hincadiente"
Grumo
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El "hincadiente"
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¡Somos o no pilotos de combate!.... ya, que nos den otra misión y salimos 3 o 4 fierros, rasanteamos hasta donde podamos y si nos van tumbando.... nos tumbaron pues.... pero por lo menos uno llega y rompe.... así no regresemos los demás.... total para eso nos hemos formado, para eso estamos preparados, y si vamos a morir.... bueno nos inmolamos por la patria, es la oportunidad de demostrar lo que somos y valemos”. Coronel FAP Marco Antonio Schenone Oliva , piloto muerto en el Cenepa
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GRUMO escribió:Entonces vamos a hincarle el diente
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¿Se rindió el Independencia? ¿No se rindió el Independencia?..Es claro que hubo ametrallamiento de naufragos en todo caso
Es un honor y gloria morir por la patria..Lastima que no escuchamos la opinion del muerto y solo de los vivos
Saludos
El "hincadiente"
Grumo
Cual es tu Nick en Batallas? Adivinas el mio?...una pista, estoy registrado desde 2005
saludos
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Septimo_de_Linea escribió:Exacto GMSA....hay varios temas donde "hincarle el diente". Por ejemplo:Hasta que se arríe el pabellón
...Sin embargo, la bandera enemiga permanecía izada, por lo cual el fuego de nuestra artillería continuó aún, hasta que vimos que algunos marineros corrieron a popa y arriaron la orgullosa bicolor, izando la bandera blanca de rendición.
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Por el contrario séptimo_de_linea, es un mito de los historiadores chilenos la "arriada" de bandera por parte de la Independencia. Condell dice eso en su parte (incluso q More gritaba a viva voz q estaba rendido ), pero se aleja de la realidad, al igual que el relato de Olid sobre ese hecho.
En el parte de More no se habla de ninguna arriada de bandera. La convicción de morir con su buque está clara en la orden de mandar a volar la Santa Bárbara pero el agua ya habia entrado en ella. Grau al llegar a Punta Gruesa tampocó encontró a la Independencia con la bandera arriada.
El cirujano de la Independencia el Dr. Enrique Basadre relata q los extrangeros hablaban de arriar la bandera. El doctor corrió en dirección a More y le dijo: Por Dios, comandante, que no arríen el pabellón: Deje Ud. que nos destruyan. a lo que More le respondió y ordenó a la tripulación con determinación: "Nadie ha mandado que se arríe el pabellón; que no lo arríen!"
y no se arrió
Es interesante el relato de Olid cuando menciona la intención de Prat de dañar a la población q despues se transformó en una orden para tomarla como escudo ante el Huáscar.
- GRUMO
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Septimo_de_Linea escribió:GRUMO escribió:Entonces vamos a hincarle el diente
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saludos
Estimado amigo Séptimo
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Saludos cordiales
El "unregistrade"
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¡Somos o no pilotos de combate!.... ya, que nos den otra misión y salimos 3 o 4 fierros, rasanteamos hasta donde podamos y si nos van tumbando.... nos tumbaron pues.... pero por lo menos uno llega y rompe.... así no regresemos los demás.... total para eso nos hemos formado, para eso estamos preparados, y si vamos a morir.... bueno nos inmolamos por la patria, es la oportunidad de demostrar lo que somos y valemos”. Coronel FAP Marco Antonio Schenone Oliva , piloto muerto en el Cenepa
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