Las peores DERROTAS del ejercito español
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Pues el tema lo veo interesantísimo, aunque no gracias a las aportaciones de cierto y simpático quinceañero chileno... no seáis duro con él.
Amigo TercioIdiaquez, tienes razón una vez más, esos convenios los había y los hubo hasta en la misma Guerra Civil Española de 1936 - 1939... lo del pago del pasaje ya es menos aceptable aunque creo que ese el artículo 2º al cual las recién creadas autoridades peruanos pusieron alguna objeción si quiera formalmente:
2° Todo individuo del ejército español podrá libremente regresar a su país, y será de cuenta del Estado del Perú costearle el pasaje, guardándole entretanto la debida consideración y socorriéndole a lo menos con la mitad de la paga que corresponda mensualmente a su empleo, ínterin permanezca en el territorio.
»2° Concedido; pero el gobierno del Perú sólo abonará las medias pagas mientras proporcione transportes. Los que marcharen a España no podrán tomar las armas contra la América mientras dure la guerra de la independencia, y ningún individuo podrá ir a punto alguno de la América que esté ocupado por las armas españolas.
En cualquier caso, es obvio y enigmático y quizas "la prueba de algo obscuro" lo que dice el siempre interesante amigo urquhart, las posiciones realistas eran formidables, casi inatacables...¿Por qué ir hacia el hoyo? ¿en razón de qué?
Saludos
Amigo TercioIdiaquez, tienes razón una vez más, esos convenios los había y los hubo hasta en la misma Guerra Civil Española de 1936 - 1939... lo del pago del pasaje ya es menos aceptable aunque creo que ese el artículo 2º al cual las recién creadas autoridades peruanos pusieron alguna objeción si quiera formalmente:
2° Todo individuo del ejército español podrá libremente regresar a su país, y será de cuenta del Estado del Perú costearle el pasaje, guardándole entretanto la debida consideración y socorriéndole a lo menos con la mitad de la paga que corresponda mensualmente a su empleo, ínterin permanezca en el territorio.
»2° Concedido; pero el gobierno del Perú sólo abonará las medias pagas mientras proporcione transportes. Los que marcharen a España no podrán tomar las armas contra la América mientras dure la guerra de la independencia, y ningún individuo podrá ir a punto alguno de la América que esté ocupado por las armas españolas.
En cualquier caso, es obvio y enigmático y quizas "la prueba de algo obscuro" lo que dice el siempre interesante amigo urquhart, las posiciones realistas eran formidables, casi inatacables...¿Por qué ir hacia el hoyo? ¿en razón de qué?
Saludos
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Si me lo permitís, voy a escribir los comentarios que sobre la Independencia de América escribe el general Martínez de Campos y subrrayaré lo que considere más interesante, espero que sea de interés para el foro:
La defensa de Sudamérica duró dieciocho años. Fue una simple guerra civil en la que España colaboró muy pobremente.
Sólo en 1815, reintegrado Fernando VII a su corte, pudo enviarse a América una expedición de 10.000 hombres, que marchó al "infierno venezolano", así llamado por el clima y la dureza de la guerra habida allí. Pero aparte de esa sola expedición interesante, los envíos de tropas, los destinos de oficiales, las remisiones de material, de municiones y armamento, fueron siempre pobres y aún casi miserables, comparados, sobre todo, con la grandiosidad del escenario y la importancia de la misión encomendada a nuestro ejército.
Los defensores de Sudamérica se abastecian "sobre el país". Ni víveres ni acémilas fueron enviados desde la Península. Los regimientos se nutrían sobre la tierra que ellos mismos defendían. Fueron incluso abastecidos de hombres por la misma. El reclutamiento fue local en las campañas realizadas en defensa de nuestro territorio americano; y hay que reconocer que ese sistema dio un perfecto resultado. El mejor soldado que tuvo España en Sudamérica fue el propio sudamericano. Pero los jefes y oficiales complicaron el asunto; su presencia dio lugar a un gran desorden en la que las ideas, los principios, los afectos, los deberes se tergiversaron lastimosamente y cooperaron de ese modo al desastroso final de la contienda. Militares nacidos en España olvidaron el juramento a sus banderas y empuñaron armas por la separación; venezolanos que nunca conocieron el solar de sus mayores fueron leales al monarca hasta la ruina, hasta el martirio, hasta la muerte; un ciclón de demencia, de delirio, sacudía a las multitudes, despedazándolas a tiros, a machetazos o a mordiscos.
En tan abigarradas condiciones, nuestra lucha contra el separatismo estuvo repleta de epopeyas: el regimiento de la Reina, en Venezuela, que sucumbe íntegramente, por no rendirse; las operaciones realizadas por Boves; la muerte de Liniers, en Argentina; la energía de Morillo, que abierto el pecho de un lanzazo, siguió batiéndose; la resistencia de Rodil que defenderá en el Callao las últimas banderas de España...;
(sigue pero prefiero ponerlo en otro post para facilitar la lectura)
Saludos
La defensa de Sudamérica duró dieciocho años. Fue una simple guerra civil en la que España colaboró muy pobremente.
Sólo en 1815, reintegrado Fernando VII a su corte, pudo enviarse a América una expedición de 10.000 hombres, que marchó al "infierno venezolano", así llamado por el clima y la dureza de la guerra habida allí. Pero aparte de esa sola expedición interesante, los envíos de tropas, los destinos de oficiales, las remisiones de material, de municiones y armamento, fueron siempre pobres y aún casi miserables, comparados, sobre todo, con la grandiosidad del escenario y la importancia de la misión encomendada a nuestro ejército.
Los defensores de Sudamérica se abastecian "sobre el país". Ni víveres ni acémilas fueron enviados desde la Península. Los regimientos se nutrían sobre la tierra que ellos mismos defendían. Fueron incluso abastecidos de hombres por la misma. El reclutamiento fue local en las campañas realizadas en defensa de nuestro territorio americano; y hay que reconocer que ese sistema dio un perfecto resultado. El mejor soldado que tuvo España en Sudamérica fue el propio sudamericano. Pero los jefes y oficiales complicaron el asunto; su presencia dio lugar a un gran desorden en la que las ideas, los principios, los afectos, los deberes se tergiversaron lastimosamente y cooperaron de ese modo al desastroso final de la contienda. Militares nacidos en España olvidaron el juramento a sus banderas y empuñaron armas por la separación; venezolanos que nunca conocieron el solar de sus mayores fueron leales al monarca hasta la ruina, hasta el martirio, hasta la muerte; un ciclón de demencia, de delirio, sacudía a las multitudes, despedazándolas a tiros, a machetazos o a mordiscos.
En tan abigarradas condiciones, nuestra lucha contra el separatismo estuvo repleta de epopeyas: el regimiento de la Reina, en Venezuela, que sucumbe íntegramente, por no rendirse; las operaciones realizadas por Boves; la muerte de Liniers, en Argentina; la energía de Morillo, que abierto el pecho de un lanzazo, siguió batiéndose; la resistencia de Rodil que defenderá en el Callao las últimas banderas de España...;
(sigue pero prefiero ponerlo en otro post para facilitar la lectura)
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y, al lado de eso, los egoísmos personales de unos jefes que entremezclaban su ideal de sana independencia con ciertas ambiciones personales. Entre ellos figuran los grandes protagonistas de la obra consumada, que fueron hombres dignos - simultáneamente - de aplauso y de acerba crítica; hombres que supieron dominar a mucha gente y solventar extrañas situaciones; hombres de muchísima energía y de cualidades sobresalientes, pero en quienes existía siempre el deseo de llegar - de grado o por la fuerza - a su proyectada meta. Esos hombres discutieron entre sí, potentemente; pero hay que reconocer que supieron casi todos eliminarse a tiempo, y evitar una catástrofe. No hubo guerras interiores en nuestra América. No las hubo, al menos, durante nuestra lucha antiseparatista. No las hubo porque O'Higgins y Belgrano bajaron la cabeza ante José de San Martín (el primero en Chile y el segundo en Buenos Aires); porque el mismo O'Higgins cedió más tarde ante el político Carrera (en Chile); porque San Martín se resignó ante la perseverante fortaleza de Bolivar en Guayaquil. Todos, en efecto, se entregaron; todos menos Sucre. Éste nunca se inclinó, jamás cedió. Estaba por encima de los restantes por su espíritu de raza y por su bravura. Subordinado absoluto y soldado verdadero, estuvo en su puesto, sin osadía ni ambiciones.
Eran hombres - todos ellos - que sabían lo suficiente de los otros para obrar de esa manera. Conocían los defectos y virtudes de su propia raza hispánica, mezclada o sin mezclar, con sangre indígena. Bolivar mismo, en carta a su ministro Santander, , escribía: "Todo está lleno de traidores...; cada uno guarda a sangre y fuego lo que tiene...; cada canalla quiere ser un soberano..."
Y nada más tengo que decir sobre los hombres
(en la última parte habla sobre los diversos países, paso a añadirlo)
Saludos
Eran hombres - todos ellos - que sabían lo suficiente de los otros para obrar de esa manera. Conocían los defectos y virtudes de su propia raza hispánica, mezclada o sin mezclar, con sangre indígena. Bolivar mismo, en carta a su ministro Santander, , escribía: "Todo está lleno de traidores...; cada uno guarda a sangre y fuego lo que tiene...; cada canalla quiere ser un soberano..."
Y nada más tengo que decir sobre los hombres
(en la última parte habla sobre los diversos países, paso a añadirlo)
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Los argentinos de una parte, y los mejicanos de otra, fueron los primeros en alzarse contra España, pero en justicia hay que decir que Estados Unidos y el Reino Unido fueron los impulsores de unos y otros. Argentina fue la primera en conseguir la independencia. La ayuda moral y material de los ingleses cooperó bastante a dicho resultado; mas conviene recordar que el virreinato de la Plata - casi recién organizado - era el que más vehementemente propugnaba la "emancipación". No obstante, al Uruguay y al Paraguay actuales, les preocupaba menos separarse de España que soslayar la férula argentina. Su alzamiento fue una simple consecuencia de la política de Buenos Aires.
Méjico y Perú, por otra parte, fueron los dos pueblos que menos deseaban independizarse. Estaban tan compenetrados con España que - en un momento dado - fueron más realistas que españoles. Fueron más fieles a Fernando VII que los peninsulares. Como jamás lo vieron, su destierro no importaba. El virrey estaba en su puesto, y ambos pueblos - peruanos y mejicanos - se contentaban con la presencia del ilustre personaje destinado a representarlo. México, alejado de los Estados Unidos, y Perú, sin la directa interevención de San Martín y Bolivar - no peruanos, ni uno ni otro, hubieran continuado siendo España hasta el momento decisivo en que la separación se hubiera producido en forma correcta y oportuna.
Colombia y Venezuela se apartaron de nosotros por razones de índole diversa. Inglaterra y Estados Unidos facilitaron la gestión de varios seres ambiciosos, sin más objeto, que el de liberar las referidas zonas de nuestra influencia comercial y militar. Luego, la evolución tuvo lugar violentamente. Un dictador se impuso.
Chile, Bolivia, Perú y Ecuador recibieron la independencia de manos de los propios hombres que habían asegurado las de Argentina y de Colombia. Simón Bolívar y José de San Martín fueron los generadores del proceso. Acogidos noblemente, se impusieron por la fuerza.
En resumen, América se emancipó sin darse casi cuenta de ello. Nuestro ejército no pudo evitarlo. Fue un ejército honorable y fue digno de España.. pero "cuando la masa popular del Nuevo Mundo, abierta a la comprensión de sus futuros intereses, merced a la constante propaganda de los separatistas, dejó de sostener el edificio colonial, este edificio colonial se vino abajo" (Capitan don Rafael Sevilla, veterano de las Guerras de América).
Hubo batallas victoriosas y hubo derrotas importantes. Pero España perdió su Imperio por causas no relacionadas con la eficacia de su ejército, un ejército que mantuvo siempre con honor su bandera.
Así termina el comentario del general Martínez Campos sobre aquellas guerras.
¿Dónde está el deshonor, la cobardía, la Vergüenza de la que hablan algunos jovencitos poco ilustrados?
Saludos
Méjico y Perú, por otra parte, fueron los dos pueblos que menos deseaban independizarse. Estaban tan compenetrados con España que - en un momento dado - fueron más realistas que españoles. Fueron más fieles a Fernando VII que los peninsulares. Como jamás lo vieron, su destierro no importaba. El virrey estaba en su puesto, y ambos pueblos - peruanos y mejicanos - se contentaban con la presencia del ilustre personaje destinado a representarlo. México, alejado de los Estados Unidos, y Perú, sin la directa interevención de San Martín y Bolivar - no peruanos, ni uno ni otro, hubieran continuado siendo España hasta el momento decisivo en que la separación se hubiera producido en forma correcta y oportuna.
Colombia y Venezuela se apartaron de nosotros por razones de índole diversa. Inglaterra y Estados Unidos facilitaron la gestión de varios seres ambiciosos, sin más objeto, que el de liberar las referidas zonas de nuestra influencia comercial y militar. Luego, la evolución tuvo lugar violentamente. Un dictador se impuso.
Chile, Bolivia, Perú y Ecuador recibieron la independencia de manos de los propios hombres que habían asegurado las de Argentina y de Colombia. Simón Bolívar y José de San Martín fueron los generadores del proceso. Acogidos noblemente, se impusieron por la fuerza.
En resumen, América se emancipó sin darse casi cuenta de ello. Nuestro ejército no pudo evitarlo. Fue un ejército honorable y fue digno de España.. pero "cuando la masa popular del Nuevo Mundo, abierta a la comprensión de sus futuros intereses, merced a la constante propaganda de los separatistas, dejó de sostener el edificio colonial, este edificio colonial se vino abajo" (Capitan don Rafael Sevilla, veterano de las Guerras de América).
Hubo batallas victoriosas y hubo derrotas importantes. Pero España perdió su Imperio por causas no relacionadas con la eficacia de su ejército, un ejército que mantuvo siempre con honor su bandera.
Así termina el comentario del general Martínez Campos sobre aquellas guerras.
¿Dónde está el deshonor, la cobardía, la Vergüenza de la que hablan algunos jovencitos poco ilustrados?
Saludos
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- Sargento Segundo
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Efectivamente los textos de las batallas que menciono aparecen con la fuente anexada (no son mios sino de wikipedia), lo que significa que no son elucubraciones o invenciones sino algo de lo que cualquiera puede
corroborar.
Ahi va otra derrota lamentable (otra palabra diferente ) del ejercito español:
La Batalla de Medina de Rioseco o Batalla del Moclín
Guerra de Independencia Española el 14 de julio de 1808 en las inmediaciones de Medina de Rioseco (Valladolid) que se saldó con la derrota del Ejército español comandado conjuntamente por los generales españoles García de la Cuesta y Joaquín Blake frente al Mariscal Jean-Baptiste Bessières.
Contenido [ocultar]
1 Preliminares
2 Desarrollo de la batalla
3 Consecuencias
4 Actos conmemorativos
5 Enlaces relacionados
Preliminares [editar]Tras la victoria francesa del 12 de junio en la Batalla de Cabezón, una porción de los galos entró en Valladolid, evacuado tres días más tarde. Bessières poco sobrado de efectivos, amontonando en su mesa decenas de informes relativos a alistamientos, concentración y movimientos de tropas españolas, desembarco de las inglesas, etc., desguarneció Valladolid, lo cual incita a García de la Cuesta a tratar de recuperar posiciones en la llanura castellana.
Vencido en Cabezón, García de la Cuesta condujo a su hueste hacia el norte de la provincia, a Benavente, donde se le unen los reclutas locales, los leoneses y un regimiento expedido, a regañadientes, por la Junta asturiana. Unos 10.000 soldados de infantería de nuevo cuño, mal reglados, en quienes por su cantidad y calidad no podía fiar las esperanzas de una maniobra ofensiva. La salvación radicaba en el Ejército de Galicia, relativamente importante, dirigido por Joaquín Blake, dependiente de la Junta del Reino de Galicia, para la cual Cuesta despacha a Zayas Chacón. Lo políticos gallegos transigieron en enviar a su gente a Castilla, aunque en privado desconfían del capitán general-presidente, razón de que condicionasen la ayuda a la autonomía de mando.
A principios de julio los dos ejércitos se dan la mano en el valle del Bierzo. Cuesta y Blake concertan un plan de ataque: lanzarse sobre Valladolid para ascender en dirección a Palencia y separar a Lasalle del resto de unidades del Cuerpo de Observación. Bessières, que tiene al corriente al emperador de la agrupación de contingentes españoles, no aparta los ojos del prioritario tramo Burgos-Valladolid, y recibe refuerzos.
Los ejércitos de Galicia y Castilla marchan sobre Valladolid. Los franceses hacen lo propio mirando a Benavente. Cuesta, tan desorientado como Blake, pasa a una veintena de kilómetros de las columnas francesas. Al tiempo que dubita, llama en auxilio a los gallegos, y permanece inmóvil, augurando un inverosímil ataque imperial desde Valladolid, planteamiento secundado por el Ejército de Galicia que se situó en la meseta de Valdecuevas, en tanto que el de Castilla quedó en el llano frente a Rioseco, sancionando el desatino:
(…) la situación de uno y otro Ejército no podía ser más absurda. Uno arriba y avanzado, y el otro abajo y retrasado. Cualquier acción coordinada hubiera sido un auténtico milagro (…) la brecha que dejaban entre sí ambas formacionesera más que una invitación a los franceses para que penetrasen por ella, partiendo en dos a los ejércitos españoles y batiéndolos separadamente.[1]
Desarrollo de la batalla [editar]Enterado del movimiento de las tropas españolas, Bessières organizó un ejército de campaña de unos 14 000 hombres que marchó rápidamente a detener a los españoles. El choque se produjo en Medina de Rioseco, con las tropas españolas divididas en dos partes muy distantes, situadas sin protección en los flancos y con una línea de retirada muy reducida. Bessières decidió atacar por el medio, envolver y aplastar a los gallegos primero y después a los castellano de Cuesta que, al comienzo de la batalla, habían sido contenidos. La operación fue un éxito francés: Blake perdió cerca de 3 000 hombres y toda su artillería, mientras que los franceses sufrieron menos de 500 bajas y aseguraron el camino a madrid para José I que se había detenido en Burgos. Para el emperador esta batalla suponía la solución definitiva de los asuntos de España, y para el pueblo español, conocer los horrores de la guerra, pues los prisioneros fueron ejecutados y el pueblo de Medina de Rioseco saqueado.
Consecuencias [editar]La derrota española supuso la ocupación de Castilla por las tropas francesas, empezando por la ciudad de Valladolid, y de Santander unos días después. Sin embargo, la victoria de Bessières no acaba con la rebelión de Zaragoza, que pronto contagia a Logroño. En Cataluña, las tropas francesas son derrotadas dos veces en el Bruc, mientras que la sublevación de Gerona corta las líneas de suministro con Francia. En Oporto, las tropas españolas devuelven la autoridad a las instituciones portuguesas y prenden a sus hasta entonces aliados franceses. En Andalucía, Dupont sufre la derrota de Bailén 5 días después de Medina de Rioseco (19 de julio) frente a las tropas del general Castaños: la Guerra de la Independencia se extendía a todo el país.
fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de ... de_Rioseco
corroborar.
Ahi va otra derrota lamentable (otra palabra diferente ) del ejercito español:
La Batalla de Medina de Rioseco o Batalla del Moclín
Guerra de Independencia Española el 14 de julio de 1808 en las inmediaciones de Medina de Rioseco (Valladolid) que se saldó con la derrota del Ejército español comandado conjuntamente por los generales españoles García de la Cuesta y Joaquín Blake frente al Mariscal Jean-Baptiste Bessières.
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1 Preliminares
2 Desarrollo de la batalla
3 Consecuencias
4 Actos conmemorativos
5 Enlaces relacionados
Preliminares [editar]Tras la victoria francesa del 12 de junio en la Batalla de Cabezón, una porción de los galos entró en Valladolid, evacuado tres días más tarde. Bessières poco sobrado de efectivos, amontonando en su mesa decenas de informes relativos a alistamientos, concentración y movimientos de tropas españolas, desembarco de las inglesas, etc., desguarneció Valladolid, lo cual incita a García de la Cuesta a tratar de recuperar posiciones en la llanura castellana.
Vencido en Cabezón, García de la Cuesta condujo a su hueste hacia el norte de la provincia, a Benavente, donde se le unen los reclutas locales, los leoneses y un regimiento expedido, a regañadientes, por la Junta asturiana. Unos 10.000 soldados de infantería de nuevo cuño, mal reglados, en quienes por su cantidad y calidad no podía fiar las esperanzas de una maniobra ofensiva. La salvación radicaba en el Ejército de Galicia, relativamente importante, dirigido por Joaquín Blake, dependiente de la Junta del Reino de Galicia, para la cual Cuesta despacha a Zayas Chacón. Lo políticos gallegos transigieron en enviar a su gente a Castilla, aunque en privado desconfían del capitán general-presidente, razón de que condicionasen la ayuda a la autonomía de mando.
A principios de julio los dos ejércitos se dan la mano en el valle del Bierzo. Cuesta y Blake concertan un plan de ataque: lanzarse sobre Valladolid para ascender en dirección a Palencia y separar a Lasalle del resto de unidades del Cuerpo de Observación. Bessières, que tiene al corriente al emperador de la agrupación de contingentes españoles, no aparta los ojos del prioritario tramo Burgos-Valladolid, y recibe refuerzos.
Los ejércitos de Galicia y Castilla marchan sobre Valladolid. Los franceses hacen lo propio mirando a Benavente. Cuesta, tan desorientado como Blake, pasa a una veintena de kilómetros de las columnas francesas. Al tiempo que dubita, llama en auxilio a los gallegos, y permanece inmóvil, augurando un inverosímil ataque imperial desde Valladolid, planteamiento secundado por el Ejército de Galicia que se situó en la meseta de Valdecuevas, en tanto que el de Castilla quedó en el llano frente a Rioseco, sancionando el desatino:
(…) la situación de uno y otro Ejército no podía ser más absurda. Uno arriba y avanzado, y el otro abajo y retrasado. Cualquier acción coordinada hubiera sido un auténtico milagro (…) la brecha que dejaban entre sí ambas formacionesera más que una invitación a los franceses para que penetrasen por ella, partiendo en dos a los ejércitos españoles y batiéndolos separadamente.[1]
Desarrollo de la batalla [editar]Enterado del movimiento de las tropas españolas, Bessières organizó un ejército de campaña de unos 14 000 hombres que marchó rápidamente a detener a los españoles. El choque se produjo en Medina de Rioseco, con las tropas españolas divididas en dos partes muy distantes, situadas sin protección en los flancos y con una línea de retirada muy reducida. Bessières decidió atacar por el medio, envolver y aplastar a los gallegos primero y después a los castellano de Cuesta que, al comienzo de la batalla, habían sido contenidos. La operación fue un éxito francés: Blake perdió cerca de 3 000 hombres y toda su artillería, mientras que los franceses sufrieron menos de 500 bajas y aseguraron el camino a madrid para José I que se había detenido en Burgos. Para el emperador esta batalla suponía la solución definitiva de los asuntos de España, y para el pueblo español, conocer los horrores de la guerra, pues los prisioneros fueron ejecutados y el pueblo de Medina de Rioseco saqueado.
Consecuencias [editar]La derrota española supuso la ocupación de Castilla por las tropas francesas, empezando por la ciudad de Valladolid, y de Santander unos días después. Sin embargo, la victoria de Bessières no acaba con la rebelión de Zaragoza, que pronto contagia a Logroño. En Cataluña, las tropas francesas son derrotadas dos veces en el Bruc, mientras que la sublevación de Gerona corta las líneas de suministro con Francia. En Oporto, las tropas españolas devuelven la autoridad a las instituciones portuguesas y prenden a sus hasta entonces aliados franceses. En Andalucía, Dupont sufre la derrota de Bailén 5 días después de Medina de Rioseco (19 de julio) frente a las tropas del general Castaños: la Guerra de la Independencia se extendía a todo el país.
fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de ... de_Rioseco
- tercioidiaquez
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Ahi va otra derrota lamentable (otra palabra diferente ) del ejercito español
Medina de Rioseco fue una derrota española, en la que se desarrollaron algunos de los hechos más gloriosos de toda la guerra de la indepedencia española.
Obviamente la wikipedia no cuenta todo, sino tu pequeño cerebro no podría asimilar tanto dato.
En la batalla se realiza la carga de dos batallones de granaderos españoles (convergentes) contra una batería de la guardia joven, y tres batallones de la misma guardia.
De los 1.200 granaderos, la mitad son barridos por la metralla y las descargas de fusilera francesa, pero los 600 restantes,logran a punta de bayoneta capturar la batería, derrotando a la misma guardia imperial.
Del mismo modo, durante la retirada del campo de batalla, se ordena al batallón de voluntarios de Clavijo, cargar para cubrir la retirada de la artillería.
Estos, unos 800 hombres, que apenas saben cargar el mosquete y que los oficiales han debido cargar las armas de sus hombres, se lanzan a la carga contra la vanguardia francesa.
Siguindo a su bandera, el pendón de Clavijo, enseña de origen medieval que se guardaba como un tesoro desde la Reconquista, los voluntarios logran ganar el tiempo suficiente para permitir que una batería española logre retirarse.
Ya ves, todo esto sin necesidad de Wikipedia. Pregunta a quien sabe y aprenderás algo.
“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Derrota Española en las Filipinas.
EDITADO POR EL MODERADOR
Hace un siglo, a comienzos de 1898, la suerte de los últimos restos del Imperio colonial español estaba casi decidido. En Cuba, el capitán general Blanco fracasaba en su intento de pacificación y el gobierno autonómico formado en enero apenas despertó adhesiones. España llegaba políticamente con una década de retraso. Diez años de atraso tenía, también la flota española, único medio para defender las lejanas colonias del Caribe y del Pacífico: en lo años setenta aquellos barcos hubieran sido competitivos; a finales del siglo, buena parte de ellos eran anticuados o sólo constituían nombres en las listas de efectivos y los más modernos apenas estaban en situación de combatir por necesitar limpieza de fondos, por jugar con multitud de calibres que hacían difícil el municionamiento, por falta de adiestramiento en las tripulaciones, por falta, de parte de la artillería pesada en su unidad más moderna, el Colón...Tan mala era la situación general de la Marina, la de la flota encargada de la defensa de las Filipinas resultaba lamentable. Aquella escuadra servía para poco más que combatir a los piratas y hubo de medirse a una flotilla norteamericana, más grande que la española, mucho más moderna y mejor adiestrada. En este telón de fondo, como historiador he deseado descubrir el panorama en que se movió el conflicto hispano-norteamericano de las Filipinas y sus consecuencias, así como también mostrar el expansionismo norteamericano en el Pacífico y narrar las vicisitudes de la desigual batalla de Cavite, donde la flota española se enfrentó valerosamente a la escuadra norteamericana muy superior, derrotándola, en la que sólo el valor de las tripulaciones de los buques de guerra españoles estuvieron a la altura de las circunstancias. El 25 de febrero de 1898, tres meses antes de estallar la guerra entre EEUU y España, Theodore Roosevelt, subsecretario de Marina, aprovechó aquel día de vacaciones que se había tomado su jefe, John Long, secretario de Marina, para pasar a la acción por su cuenta. El propio Long cuenta en sus memorias que Roosevelt se encontró esa jornada con la Armada en sus manos y comenzó a lanzar un verdadero torrente de órdenes perentorias mandando movimientos de barcos, autorizando la adquisición de compra de municiones, convocando a expertos, autorizando la adquisición de cañones para una flota auxiliar aún no existentes, incluso, enviando peticiones al Congreso para que este autorizase el reclutamiento de un número ilimitado de hombres (1). Ese mismo día, Roosevelt envió un telegrama al Comodoro George Dewey jefe de la Escuadra norteamericana en el Pacífico: Diríjase con su flota...a Hong Kong y aprovisiónese de carbón. En caso de declaración de guerra con España, su deber es impedir que la flota española abandone la costa asiática e (iniciar) luego operaciones ofensivas en las Islas Filipinas. Por supuesto, Long, reprendió a Roosevelt, pero no revocó sus numerosas órdenes para que no trascendiese a la prensa y evitar así la polémica. Sin embargo, conviene señalar que la primera parte del telegrama estaba justificada, ya que si había guerra con España, se pensaba en la hipotética posibilidad de que el Gobierno español enviara su pequeña Escuadra destinada en Filipinas a bombardear la costa californiana. Precisamente en Washington se desconocía por completo la debilidad de la Armada española y por ella se había creado una flotilla para defender la costa atlántica ante un no menos fantástico golpe de mano del almirante Pascual Cervera. La escuadra asiática de EEUU, aunque inferior en todos los aspectos, o la del Atlántico, estaba eficazmente preparada para la guerra.
De ello se había ocupado minuciosamente Roosevelt, quien había sabido poner al frente a una persona de sus mismas ideas expansionistas. Una vez al frente de esa flota, el Comodoro Dewey no perdió el tiempo. Compró un mercante como buque de carboneo y adquirió todo el carbón que pudo hallar en Hong-Kong y en otros puertos de la zona. En cuanto a la situación en Filipinas, la paz de Biac-no-bató (23 de diciembre de 1897), había puesto fin a la insurrección de los indígenas contra España y los jefes rebeldes tagalos se hallaban dispersos por el sudoeste asiático. El líder de los insurrectos, Emilio Aguinaldo, llegó a Singapur a finales de abril y el cónsul norteamericano Julius W. Pratt decidió entrevistarse con él. En la conversación que mantuvieron, Pratt aseguró a Aguinaldo que su causa era inviable, salvo que aceptase combatir en colaboración con la flota estadounidense. El líder tagalo le contesto que sería excelente el que los EEUU quisieran ayudarle a conseguir la independencia de su país. No obstante, Pratt no dejo nada al respecto, pues actuaba por su cuenta sin haber recibido instrucciones de Washington; además, el que los EEUU estuvieran dispuestos a ayudar a los filipinos para que lograran su independencia, era algo que aún estaba por ver. Los Estados Unidos, jamás entraron en una guerra, para librar al pueblo filipino y al pueblo cubano del yugo español, como quien diría la prensa de entonces, simplemente aprovecharon la ocasión y el momento bajo una política expansionista de Roosevelt para comerse el pastel de los resquicios del tambaleante imperio español. Lo que para la política roosveltiana, aquello favoreció su imagen ante Cuba, Puerto Rico, y Filipinas, con la esperanza de que el poderoso estado yanqui les ayudara si pedir nada a cambio. Pobres infelices, sólo hay que analizar la historia y ver que tras acabar la guerra hispano-cubana, dichas posesiones fueron ocupadas militarmente por EEUU. Las colonias simplemente habían cambiado de amo, españoles por americanos. He incluso hoy en día, más de un siglo después, aquellas gentes continúan pasando hambre y penalidades de todo tipo.
Continuando con nuestro estudio sobre lo ocurrido, cuando Aguinaldo salió del consulado, publico una ardiente proclama, en la que anunciaba a su pueblo que los norteamericanos se unirían a la causa independentista filipina. Esta noticia corrió como la pólvora en el Archipiélago y en pocas horas el pacto de Biac-na-bató quedó en el olvido. El día 24 de abril, el comodoro Dewey recibió la orden de zarpar de Hong-Kong rumbo a la bahía de Manila. Aguinaldo no llegó a tiempo para alcanzar a Dewey, pero este embarcó a dos cabecillas tagalos para que establecieran contacto con los insurrectos tan pronto como la escuadra llegara a las costas del Archipiélago. El conflicto era ya inminente. Tras algunas discusiones y presiones el presidente William Mckinley acabó cediendo y autorizó a Long para que ordenara a Dewey su marcha a Filipinas. El secretario de Marina telegrafió a Dewey: “La Guerra ha comenzado entre EEUU y España. Zarpe inmediatamente hacia Filipinas. Comience de inmediato operaciones, especialmente contra la flota española. Deberá capturar o destruir buques. use todos los medios a su alcance”. Puede afirmarse que al día siguiente, 25 de abril, Mckinley no sólo inició la guerra que había aprobado el Congreso para liberar la oprimida Cuba, que gran ironía, por su parte, sino también otra guerra que llegaría a tener resultados muy diferentes y que pondría en movimiento toda una cadena de consecuencias insospechables. Pero, asimismo, era la guerra de Roosevelt, el subsecretario de Marina que ponía telegramas a espaldas de su jefe; la del cónsul Pratt, que fomentaba la insurrección filipina desde Singapur por su cuenta; y la del comodoro Dewey, quien al salir al combate se llevaba a dos cabecillas de los insurrectos. Al ser la guerra un hecho, la escuadra de Dewey abandona Hong-Kong para salvaguardar la neutralidad británica, y se retira a la bahía de Mius, situada en los llamados Nuevos Territorios, arrendados a Gran Bretaña, pero de soberanía china; al zarpar, Dewey ordenó arrojar por la borda todo aquello que fuera inflamable, desde el piano del Olympia hasta los recuerdos orientales que habían adquirido sus hombres. Por último conviene destacar que la labor más fructífera de Dewey estuvo en el intensivo y excelente entrenamiento que dio a sus dotaciones de los buques de su escuadra. Durante tres meses, las prácticas de tiro fueron constantes y no se ahorraron municiones, al saber que Roosevelt enviaría más. Por esta razón, Dewey llegaría a declarar años más tarde que la batalla de Cavite se había ganado frente a la bahía de Hong-Kong donde sus navíos salían a diario a efectuar maniobras y prácticas de tiro.
Haciendo una somera comparación entre ambas escuadras, la norteamericana contaba con casi diecinueve mil toneladas de desplazamiento, mientras la española no llegaba a las nueve mil; Dewey disponía de cuatro cruceros, dos de ellos protegidos, mientras que Montojo no tenía nada comparable y los buques norteamericanos eran más modernos y tenían todos ellos movilidad; los españoles eran más anticuados, más lentos, más vulnerables y en parte, estaban varados. La artillería norteamericana montaba diez cañones de 203 mm, trece de 150 mm, treinta de 120 o 130 mm y treinta de tiro rápido de seis libras; la artillería española tenía seis piezas de 160 mm, cuatro de 150 mm y dieciséis de 120 o 130 mm. La desproporción era astronómica; Dewey contaba con el doble de piezas de fuego que Montojo, el peso de su andanada era el triple y, además, sus piezas eran más modernas, de mayor alcance y muchas de ellas instaladas en torres giratorias. Consciente de su debilidad, Montojo planteó desembarcar marinería y cañones y defender la ciudad de los norteamericanos, pero el capitán general de Manila, se negó a ello. El almirante decidió entonces plantar cara a la escuadra norteamericana en Subic, pero tal y como he descrito en las anteriores líneas, hubo que desistir y se retiro a Cavite, dentro de la bahía de Manila. La amplia bahía de Manila tenía su entrada protegida por baterías, pequeñas e ineficaces; en teoría estaba minada --pero las minas estaban fondeadas a excesiva profundidad -- y barrada con torpedos, que nadie sabía si estaban instalados o no. La escuadra de Dewey penetro por la boca grande --el paso situado al sur de la isla de Corregidor-- en plena noche del 30 de abril al 1 de mayo, sin luces, a una velocidad de seis nudos y en línea. Abría la marcha el Olympia, seguido del Baltimore, el Petrel, el Raleigh y el Concord. Esto fue descubierto por la batería de la isla de Corregidor, que abrió fuego con sus cuatro piezas de campaña, cuyos disparos fueron cortos. No obstante, los invasores contestaron, silenciando esos cañones. Seguidamente penetraron el Boston y los buques auxiliares McCullach, Nasham y Zafiro. En el interior de la bahía, estos tres últimos barcos se apartaron, y a las 05:15h. de la mañana la línea de Dewey estaba ante Cavite, cuya batería disparó los primeros cañonazos. El Olympia había sido tocado por dos torpedos --al parecer, los únicos colocados-- que no le hicieron ningún daño. La flota de Montojo estaba dispuesta, en la ensenada de Cañacao, de oeste a este: El Juan de Austria y el Ulloa, éste con sólo sus cañones de estribor, costado que minaba al enemigo, cerca de Punta Sangley; seguidos del Castilla, fondeado y toscamente protegido su casco de madera por sacos terreros y barcazas cargadas de arena. Seguido del Reina Cristina, con el costado de babor hacia Manila; a su amura de babor, el Isla de Luzón y a su aleta el Isla de Cuba. En la aleta de éste, el Marqués del Duero. Era una triste línea de barcos fondeados, conscientes de su debilidad, demasiado apiñados, pero quizá esperando que su fuego resultara más concentrado. El resto de buques, el Argos, el Manila y el Mindanao, sin valor militar, estaban detrás, en la bahía de Bacoor, al amparo de la batería Malate; el Velasco y el Lezo, inútiles, fondeados junto a Cavite, también en aguas de Bacoor. Aquella mañana, las tripulaciones desayunaron a las 04:00h. y a las 05:00h. la batería de Punta Sangley disparó sus piezas. Empezaba el combate. Dewey ordenó proa al sur y, observando que el fuego español era corto, mando disparar a las 05:40h. sus cañones de proa, a unos 4.000 metros y, después viró al este siguiendo la línea española desde unos 900 metros. Al llegar a la altura de Punta Sangley, ordenó virar y repasar ante la línea de Montojo, disparando desde unos 2.000 metros. Repitió esta maniobra otras cuatro veces, manteniendo una distancia, según los autores norteamericanos de 1650 a 650 metros, mientras que Orellana afirma que la distancia media era de 2.000 metros, fuera del alcance de los cañones españoles. De los barcos de Montojo y de las baterías se hacía un fuego tan nutrido como inútil, pues los tiros se quedaban cortos la mayoría de las veces. La artillería norteamericana iba destruyendo los barcos españoles, mientras éstos, pese a las bajas y los incendios, seguían disparando furiosamente. Cuando Dewey iba a intentar la quinta pasada, Montojo soltó los cables del Reina Cristina y decidió embestir la línea norteamericana, o al menos, acercarse más para dañarla con su fuego, ordenado a los buques de su escuadra que le siguieran. Al punto, la escuadra norteamericana concentró sus disparos sobre el Reina Cristina, destrozando sus cubiertas, el puente y la popa, que fue perforada en toda la manga por un proyectil de 203 mm, destruyendo la caldera de popa y provocando un violento incendio cerca de la santabárbara, por lo que hubo de inundarla. Sólo dos artilleros quedaron en pie y aún intentaban disparar. De sus cuatrocientos marineros, la mitad estaban muertos o heridos. Montojo, herido en una pierna por un cascote de metralla quiso embarrancar el buque en la costa, pero después ordenó a la tripulación abandonarlo, pues el crucero se hundía entre explosiones. Seguidamente, él y su Estado Mayor se trasladaron al buque Isla de Cuba, desde donde siguió dirigiendo la batalla. A bordo del Reina Cristina su comandante, Luis Cardoso, dirigía el salvamento de los últimos heridos, cuando una granada le destrozó junto con el primer condestable, el primer contramaestre y varios marineros.
Una explosión abrió las entrañas del buque, que bajo el cercano fondo de la rada con la obra muerta ardiendo sobre el agua. En la calurosa mañana, el humo impedía a los norteamericanos ver con claridad lo dañada que estaba la flota española. El Castilla, rotas sus amarras, a la deriva, presentando su costado desprotegido y se incendió. No obstante, siguió luchando hasta que, en llamas y con sólo un cañón útil, su capitán Alonso Morgado, herido, ordenó la evacuación y el abandono. El Don Juan de Austria, que había intentado auxiliar al Castilla, fue averiado gravemente y no pudo completar su esfuerzo. El inmovilizado Ulloa fue alcanzado en la línea de flotación, con su capitán Iturralde, muerto, su oficial contador herido y la mitad de su tripulación caída. El Luzón tenía inutilizados dos de sus cañones y tanto su tripulación como la del Cuba, que al ser buques pequeños atraían menos el fuego enemigo, echaron al mar sus botes y arrastraron en plena batalla el salvamento de sus compañeros de los buques mayores. El Marqués del Duero repetidamente tocado, sólo mantenía en servicio uno de sus tres cañones y una de sus máquinas, con lo que quedaba virtualmente destruido. Dewey ignoraba todo el daño realizado a los españoles y como, además, tenía algunos problemas (el Boston trataba de sofocar un pequeño incendio y en Baltimore una granada española había perforado el puente y herido a varios marineros) ordenó a las 07:35h. la retirada hasta el otro lado de la bahía, tras unos buques mercantes. Los barcos españoles supervivientes del primer cañoneo, aunque algunos gravemente averiados, recibieron la orden de replegarse hacia la bahía de Bacoor. Allí acudieron el Isla de Cuba, el Isla de Luzón , el Marqués del Duero y el Don Juan de Austria, el almirante Montojo, herido abandonó el Cuba y ordenó a los capitanes de los buques en vista de la inutilidad de la resistencia, que si el ataque yanqui se repetía abrieran los grifos, y hundieran sus naves.
Dewey dio de comer a sus tripulaciones, puso en orden sus navíos y ordenó volver al combate. A las once horas rompió el fuego, con el Baltimore en cabeza. La batería de Punta Sangley y el Ulloa, que estaba detrás, fueron bombardeados. El buque ya muy dañado, se hundió mientras el Raleigh, el Petrel y el Concord penetraban en la bahía de Cañacao y desde allí hacían fuego sobre el Mindanao que resultó rápidamente incendiado y fue abandonado por la tripulación. Seguidamente, el Petrel y el Raleigh quisieron entrar en la rada de Bacoor, pero el segundo no pudo hacerlo por su excesivo calado. El Petrel disparó contra el edificio del Gobernador de Cavite, con lo cual el Arsenal hizo bandera blanca. Mientras, los cañones norteamericanos destrozaban en veinte minutos los barcos españoles en Bacoor, dichos buques cumplieron las ordenes de su almirante de autoinmolarse. El Manila fue capturado virtualmente intacto. A las 12:30h. la batalla había terminado. Dewey fondeó ante Manila y amenazó al capitán general de bombardear la ciudad si las baterías hacían fuego. El comodoro carecía de tropas para desembarcar, pero para las autoridades militares españolas, aún pudiendo resistir con las tropas de infantería que mantenía en la capital y en sus alrededores, juntamente con las piezas de artillería de costa de la ciudad, decidieron EDITADO rendirse sin combatir. El estado de la flota norteamericana era inmejorable: sólo el Baltimore tenía ocho heridos leves, y uno de sus cañones había sido temporalmente inhabilitado; el Boston también había sido tocado, pero había controlado los daños y sólo padecía un herido; en el Olympia curaban dos heridas causadas por el retroceso de una pieza. Por el contrario las bajas españolas fueron de 381 hombres entre muertos y heridos, y los supervivientes aún hubieron de rechazar los ataques de los insurrectos filipinos cuando los valerosos marinos de la Armada española, desembarcaron heridos y exhaustos en Cavite. Tras su cómoda victoria, el comodoro Dewey se convirtió en un héroe nacional. Mientras, el derrotado Montojo fue sometido a Consejo de Guerra y apartado del servicio. Manila se rindió a primeros de agosto.
El forista guayaquil tiene un suspensión de una semana. Ud. puede escribir el tema que desee y tratar el desarrollo del mismo a su gusto, lo que no puede es insultra gratuitamente a ningún país o provocar a los foristas con frases que desliza en el texto. No confunda tolerancia con lenidad.
Mod. 7
EDITADO POR EL MODERADOR
Hace un siglo, a comienzos de 1898, la suerte de los últimos restos del Imperio colonial español estaba casi decidido. En Cuba, el capitán general Blanco fracasaba en su intento de pacificación y el gobierno autonómico formado en enero apenas despertó adhesiones. España llegaba políticamente con una década de retraso. Diez años de atraso tenía, también la flota española, único medio para defender las lejanas colonias del Caribe y del Pacífico: en lo años setenta aquellos barcos hubieran sido competitivos; a finales del siglo, buena parte de ellos eran anticuados o sólo constituían nombres en las listas de efectivos y los más modernos apenas estaban en situación de combatir por necesitar limpieza de fondos, por jugar con multitud de calibres que hacían difícil el municionamiento, por falta de adiestramiento en las tripulaciones, por falta, de parte de la artillería pesada en su unidad más moderna, el Colón...Tan mala era la situación general de la Marina, la de la flota encargada de la defensa de las Filipinas resultaba lamentable. Aquella escuadra servía para poco más que combatir a los piratas y hubo de medirse a una flotilla norteamericana, más grande que la española, mucho más moderna y mejor adiestrada. En este telón de fondo, como historiador he deseado descubrir el panorama en que se movió el conflicto hispano-norteamericano de las Filipinas y sus consecuencias, así como también mostrar el expansionismo norteamericano en el Pacífico y narrar las vicisitudes de la desigual batalla de Cavite, donde la flota española se enfrentó valerosamente a la escuadra norteamericana muy superior, derrotándola, en la que sólo el valor de las tripulaciones de los buques de guerra españoles estuvieron a la altura de las circunstancias. El 25 de febrero de 1898, tres meses antes de estallar la guerra entre EEUU y España, Theodore Roosevelt, subsecretario de Marina, aprovechó aquel día de vacaciones que se había tomado su jefe, John Long, secretario de Marina, para pasar a la acción por su cuenta. El propio Long cuenta en sus memorias que Roosevelt se encontró esa jornada con la Armada en sus manos y comenzó a lanzar un verdadero torrente de órdenes perentorias mandando movimientos de barcos, autorizando la adquisición de compra de municiones, convocando a expertos, autorizando la adquisición de cañones para una flota auxiliar aún no existentes, incluso, enviando peticiones al Congreso para que este autorizase el reclutamiento de un número ilimitado de hombres (1). Ese mismo día, Roosevelt envió un telegrama al Comodoro George Dewey jefe de la Escuadra norteamericana en el Pacífico: Diríjase con su flota...a Hong Kong y aprovisiónese de carbón. En caso de declaración de guerra con España, su deber es impedir que la flota española abandone la costa asiática e (iniciar) luego operaciones ofensivas en las Islas Filipinas. Por supuesto, Long, reprendió a Roosevelt, pero no revocó sus numerosas órdenes para que no trascendiese a la prensa y evitar así la polémica. Sin embargo, conviene señalar que la primera parte del telegrama estaba justificada, ya que si había guerra con España, se pensaba en la hipotética posibilidad de que el Gobierno español enviara su pequeña Escuadra destinada en Filipinas a bombardear la costa californiana. Precisamente en Washington se desconocía por completo la debilidad de la Armada española y por ella se había creado una flotilla para defender la costa atlántica ante un no menos fantástico golpe de mano del almirante Pascual Cervera. La escuadra asiática de EEUU, aunque inferior en todos los aspectos, o la del Atlántico, estaba eficazmente preparada para la guerra.
De ello se había ocupado minuciosamente Roosevelt, quien había sabido poner al frente a una persona de sus mismas ideas expansionistas. Una vez al frente de esa flota, el Comodoro Dewey no perdió el tiempo. Compró un mercante como buque de carboneo y adquirió todo el carbón que pudo hallar en Hong-Kong y en otros puertos de la zona. En cuanto a la situación en Filipinas, la paz de Biac-no-bató (23 de diciembre de 1897), había puesto fin a la insurrección de los indígenas contra España y los jefes rebeldes tagalos se hallaban dispersos por el sudoeste asiático. El líder de los insurrectos, Emilio Aguinaldo, llegó a Singapur a finales de abril y el cónsul norteamericano Julius W. Pratt decidió entrevistarse con él. En la conversación que mantuvieron, Pratt aseguró a Aguinaldo que su causa era inviable, salvo que aceptase combatir en colaboración con la flota estadounidense. El líder tagalo le contesto que sería excelente el que los EEUU quisieran ayudarle a conseguir la independencia de su país. No obstante, Pratt no dejo nada al respecto, pues actuaba por su cuenta sin haber recibido instrucciones de Washington; además, el que los EEUU estuvieran dispuestos a ayudar a los filipinos para que lograran su independencia, era algo que aún estaba por ver. Los Estados Unidos, jamás entraron en una guerra, para librar al pueblo filipino y al pueblo cubano del yugo español, como quien diría la prensa de entonces, simplemente aprovecharon la ocasión y el momento bajo una política expansionista de Roosevelt para comerse el pastel de los resquicios del tambaleante imperio español. Lo que para la política roosveltiana, aquello favoreció su imagen ante Cuba, Puerto Rico, y Filipinas, con la esperanza de que el poderoso estado yanqui les ayudara si pedir nada a cambio. Pobres infelices, sólo hay que analizar la historia y ver que tras acabar la guerra hispano-cubana, dichas posesiones fueron ocupadas militarmente por EEUU. Las colonias simplemente habían cambiado de amo, españoles por americanos. He incluso hoy en día, más de un siglo después, aquellas gentes continúan pasando hambre y penalidades de todo tipo.
Continuando con nuestro estudio sobre lo ocurrido, cuando Aguinaldo salió del consulado, publico una ardiente proclama, en la que anunciaba a su pueblo que los norteamericanos se unirían a la causa independentista filipina. Esta noticia corrió como la pólvora en el Archipiélago y en pocas horas el pacto de Biac-na-bató quedó en el olvido. El día 24 de abril, el comodoro Dewey recibió la orden de zarpar de Hong-Kong rumbo a la bahía de Manila. Aguinaldo no llegó a tiempo para alcanzar a Dewey, pero este embarcó a dos cabecillas tagalos para que establecieran contacto con los insurrectos tan pronto como la escuadra llegara a las costas del Archipiélago. El conflicto era ya inminente. Tras algunas discusiones y presiones el presidente William Mckinley acabó cediendo y autorizó a Long para que ordenara a Dewey su marcha a Filipinas. El secretario de Marina telegrafió a Dewey: “La Guerra ha comenzado entre EEUU y España. Zarpe inmediatamente hacia Filipinas. Comience de inmediato operaciones, especialmente contra la flota española. Deberá capturar o destruir buques. use todos los medios a su alcance”. Puede afirmarse que al día siguiente, 25 de abril, Mckinley no sólo inició la guerra que había aprobado el Congreso para liberar la oprimida Cuba, que gran ironía, por su parte, sino también otra guerra que llegaría a tener resultados muy diferentes y que pondría en movimiento toda una cadena de consecuencias insospechables. Pero, asimismo, era la guerra de Roosevelt, el subsecretario de Marina que ponía telegramas a espaldas de su jefe; la del cónsul Pratt, que fomentaba la insurrección filipina desde Singapur por su cuenta; y la del comodoro Dewey, quien al salir al combate se llevaba a dos cabecillas de los insurrectos. Al ser la guerra un hecho, la escuadra de Dewey abandona Hong-Kong para salvaguardar la neutralidad británica, y se retira a la bahía de Mius, situada en los llamados Nuevos Territorios, arrendados a Gran Bretaña, pero de soberanía china; al zarpar, Dewey ordenó arrojar por la borda todo aquello que fuera inflamable, desde el piano del Olympia hasta los recuerdos orientales que habían adquirido sus hombres. Por último conviene destacar que la labor más fructífera de Dewey estuvo en el intensivo y excelente entrenamiento que dio a sus dotaciones de los buques de su escuadra. Durante tres meses, las prácticas de tiro fueron constantes y no se ahorraron municiones, al saber que Roosevelt enviaría más. Por esta razón, Dewey llegaría a declarar años más tarde que la batalla de Cavite se había ganado frente a la bahía de Hong-Kong donde sus navíos salían a diario a efectuar maniobras y prácticas de tiro.
Haciendo una somera comparación entre ambas escuadras, la norteamericana contaba con casi diecinueve mil toneladas de desplazamiento, mientras la española no llegaba a las nueve mil; Dewey disponía de cuatro cruceros, dos de ellos protegidos, mientras que Montojo no tenía nada comparable y los buques norteamericanos eran más modernos y tenían todos ellos movilidad; los españoles eran más anticuados, más lentos, más vulnerables y en parte, estaban varados. La artillería norteamericana montaba diez cañones de 203 mm, trece de 150 mm, treinta de 120 o 130 mm y treinta de tiro rápido de seis libras; la artillería española tenía seis piezas de 160 mm, cuatro de 150 mm y dieciséis de 120 o 130 mm. La desproporción era astronómica; Dewey contaba con el doble de piezas de fuego que Montojo, el peso de su andanada era el triple y, además, sus piezas eran más modernas, de mayor alcance y muchas de ellas instaladas en torres giratorias. Consciente de su debilidad, Montojo planteó desembarcar marinería y cañones y defender la ciudad de los norteamericanos, pero el capitán general de Manila, se negó a ello. El almirante decidió entonces plantar cara a la escuadra norteamericana en Subic, pero tal y como he descrito en las anteriores líneas, hubo que desistir y se retiro a Cavite, dentro de la bahía de Manila. La amplia bahía de Manila tenía su entrada protegida por baterías, pequeñas e ineficaces; en teoría estaba minada --pero las minas estaban fondeadas a excesiva profundidad -- y barrada con torpedos, que nadie sabía si estaban instalados o no. La escuadra de Dewey penetro por la boca grande --el paso situado al sur de la isla de Corregidor-- en plena noche del 30 de abril al 1 de mayo, sin luces, a una velocidad de seis nudos y en línea. Abría la marcha el Olympia, seguido del Baltimore, el Petrel, el Raleigh y el Concord. Esto fue descubierto por la batería de la isla de Corregidor, que abrió fuego con sus cuatro piezas de campaña, cuyos disparos fueron cortos. No obstante, los invasores contestaron, silenciando esos cañones. Seguidamente penetraron el Boston y los buques auxiliares McCullach, Nasham y Zafiro. En el interior de la bahía, estos tres últimos barcos se apartaron, y a las 05:15h. de la mañana la línea de Dewey estaba ante Cavite, cuya batería disparó los primeros cañonazos. El Olympia había sido tocado por dos torpedos --al parecer, los únicos colocados-- que no le hicieron ningún daño. La flota de Montojo estaba dispuesta, en la ensenada de Cañacao, de oeste a este: El Juan de Austria y el Ulloa, éste con sólo sus cañones de estribor, costado que minaba al enemigo, cerca de Punta Sangley; seguidos del Castilla, fondeado y toscamente protegido su casco de madera por sacos terreros y barcazas cargadas de arena. Seguido del Reina Cristina, con el costado de babor hacia Manila; a su amura de babor, el Isla de Luzón y a su aleta el Isla de Cuba. En la aleta de éste, el Marqués del Duero. Era una triste línea de barcos fondeados, conscientes de su debilidad, demasiado apiñados, pero quizá esperando que su fuego resultara más concentrado. El resto de buques, el Argos, el Manila y el Mindanao, sin valor militar, estaban detrás, en la bahía de Bacoor, al amparo de la batería Malate; el Velasco y el Lezo, inútiles, fondeados junto a Cavite, también en aguas de Bacoor. Aquella mañana, las tripulaciones desayunaron a las 04:00h. y a las 05:00h. la batería de Punta Sangley disparó sus piezas. Empezaba el combate. Dewey ordenó proa al sur y, observando que el fuego español era corto, mando disparar a las 05:40h. sus cañones de proa, a unos 4.000 metros y, después viró al este siguiendo la línea española desde unos 900 metros. Al llegar a la altura de Punta Sangley, ordenó virar y repasar ante la línea de Montojo, disparando desde unos 2.000 metros. Repitió esta maniobra otras cuatro veces, manteniendo una distancia, según los autores norteamericanos de 1650 a 650 metros, mientras que Orellana afirma que la distancia media era de 2.000 metros, fuera del alcance de los cañones españoles. De los barcos de Montojo y de las baterías se hacía un fuego tan nutrido como inútil, pues los tiros se quedaban cortos la mayoría de las veces. La artillería norteamericana iba destruyendo los barcos españoles, mientras éstos, pese a las bajas y los incendios, seguían disparando furiosamente. Cuando Dewey iba a intentar la quinta pasada, Montojo soltó los cables del Reina Cristina y decidió embestir la línea norteamericana, o al menos, acercarse más para dañarla con su fuego, ordenado a los buques de su escuadra que le siguieran. Al punto, la escuadra norteamericana concentró sus disparos sobre el Reina Cristina, destrozando sus cubiertas, el puente y la popa, que fue perforada en toda la manga por un proyectil de 203 mm, destruyendo la caldera de popa y provocando un violento incendio cerca de la santabárbara, por lo que hubo de inundarla. Sólo dos artilleros quedaron en pie y aún intentaban disparar. De sus cuatrocientos marineros, la mitad estaban muertos o heridos. Montojo, herido en una pierna por un cascote de metralla quiso embarrancar el buque en la costa, pero después ordenó a la tripulación abandonarlo, pues el crucero se hundía entre explosiones. Seguidamente, él y su Estado Mayor se trasladaron al buque Isla de Cuba, desde donde siguió dirigiendo la batalla. A bordo del Reina Cristina su comandante, Luis Cardoso, dirigía el salvamento de los últimos heridos, cuando una granada le destrozó junto con el primer condestable, el primer contramaestre y varios marineros.
Una explosión abrió las entrañas del buque, que bajo el cercano fondo de la rada con la obra muerta ardiendo sobre el agua. En la calurosa mañana, el humo impedía a los norteamericanos ver con claridad lo dañada que estaba la flota española. El Castilla, rotas sus amarras, a la deriva, presentando su costado desprotegido y se incendió. No obstante, siguió luchando hasta que, en llamas y con sólo un cañón útil, su capitán Alonso Morgado, herido, ordenó la evacuación y el abandono. El Don Juan de Austria, que había intentado auxiliar al Castilla, fue averiado gravemente y no pudo completar su esfuerzo. El inmovilizado Ulloa fue alcanzado en la línea de flotación, con su capitán Iturralde, muerto, su oficial contador herido y la mitad de su tripulación caída. El Luzón tenía inutilizados dos de sus cañones y tanto su tripulación como la del Cuba, que al ser buques pequeños atraían menos el fuego enemigo, echaron al mar sus botes y arrastraron en plena batalla el salvamento de sus compañeros de los buques mayores. El Marqués del Duero repetidamente tocado, sólo mantenía en servicio uno de sus tres cañones y una de sus máquinas, con lo que quedaba virtualmente destruido. Dewey ignoraba todo el daño realizado a los españoles y como, además, tenía algunos problemas (el Boston trataba de sofocar un pequeño incendio y en Baltimore una granada española había perforado el puente y herido a varios marineros) ordenó a las 07:35h. la retirada hasta el otro lado de la bahía, tras unos buques mercantes. Los barcos españoles supervivientes del primer cañoneo, aunque algunos gravemente averiados, recibieron la orden de replegarse hacia la bahía de Bacoor. Allí acudieron el Isla de Cuba, el Isla de Luzón , el Marqués del Duero y el Don Juan de Austria, el almirante Montojo, herido abandonó el Cuba y ordenó a los capitanes de los buques en vista de la inutilidad de la resistencia, que si el ataque yanqui se repetía abrieran los grifos, y hundieran sus naves.
Dewey dio de comer a sus tripulaciones, puso en orden sus navíos y ordenó volver al combate. A las once horas rompió el fuego, con el Baltimore en cabeza. La batería de Punta Sangley y el Ulloa, que estaba detrás, fueron bombardeados. El buque ya muy dañado, se hundió mientras el Raleigh, el Petrel y el Concord penetraban en la bahía de Cañacao y desde allí hacían fuego sobre el Mindanao que resultó rápidamente incendiado y fue abandonado por la tripulación. Seguidamente, el Petrel y el Raleigh quisieron entrar en la rada de Bacoor, pero el segundo no pudo hacerlo por su excesivo calado. El Petrel disparó contra el edificio del Gobernador de Cavite, con lo cual el Arsenal hizo bandera blanca. Mientras, los cañones norteamericanos destrozaban en veinte minutos los barcos españoles en Bacoor, dichos buques cumplieron las ordenes de su almirante de autoinmolarse. El Manila fue capturado virtualmente intacto. A las 12:30h. la batalla había terminado. Dewey fondeó ante Manila y amenazó al capitán general de bombardear la ciudad si las baterías hacían fuego. El comodoro carecía de tropas para desembarcar, pero para las autoridades militares españolas, aún pudiendo resistir con las tropas de infantería que mantenía en la capital y en sus alrededores, juntamente con las piezas de artillería de costa de la ciudad, decidieron EDITADO rendirse sin combatir. El estado de la flota norteamericana era inmejorable: sólo el Baltimore tenía ocho heridos leves, y uno de sus cañones había sido temporalmente inhabilitado; el Boston también había sido tocado, pero había controlado los daños y sólo padecía un herido; en el Olympia curaban dos heridas causadas por el retroceso de una pieza. Por el contrario las bajas españolas fueron de 381 hombres entre muertos y heridos, y los supervivientes aún hubieron de rechazar los ataques de los insurrectos filipinos cuando los valerosos marinos de la Armada española, desembarcaron heridos y exhaustos en Cavite. Tras su cómoda victoria, el comodoro Dewey se convirtió en un héroe nacional. Mientras, el derrotado Montojo fue sometido a Consejo de Guerra y apartado del servicio. Manila se rindió a primeros de agosto.
El forista guayaquil tiene un suspensión de una semana. Ud. puede escribir el tema que desee y tratar el desarrollo del mismo a su gusto, lo que no puede es insultra gratuitamente a ningún país o provocar a los foristas con frases que desliza en el texto. No confunda tolerancia con lenidad.
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Compañero, tenemos el derecho de discutir amistosamente cualquier tema incluido uno como este donde tanto podríamos aprender; sin embargo este personaje viene aquí provocando.
Lo planteo aquí en concreto
http://www.militar.org.ua/foro/iquest-p ... tml#666510
Lo planteo aquí en concreto
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EDITADO POR EL MODERADOR
La flota inglesa, comandada por Nelson, atacó en forma de dos columnas paralelas a la línea en perpendicular formada por Villeneuve, lo que le permitió cortar la línea de batalla enemiga y rodear a varios de los mayores buques enemigos con hasta cuatro o cinco de sus barcos. En un día de vientos flojos, la flota combinada navegaba a sotavento, lo que también daba la ventaja a los ingleses y, para colmo de desdichas, Villeneuve dio la orden de virar hacia el noreste para poner rumbo a Cádiz en cuanto tuvo constancia de la presencia de la flota inglesa. El cuerpo español no estaba de acuerdo en esto. Villeneuve intentaba huir casi sin prestar batalla, cuando la flota combinada franco-española era superior en cuanto a navíos que la inglesa. El ataque de Nelson desorganizó completamente la línea; consiguiendo la división de ésta en dos. Esto permitió a la escuadra de Nelson capturar a los barcos franceses y españoles, cortar la línea y batirles con artillería por proa y popa, los puntos más vulnerables de este tipo de embarcaciones.
Muerte de Horatio Nelson
Nelson es disparado en la cubierta del Victory.El combate empezó al mediodía, cuando un cañonazo de un navío de la retaguardia de la combinada disparó contra el Royal Sovereign que mandaba Collingwood. Casi una hora y media después de empezar el combate, Horatio Nelson muere, alcanzado por un tirador del Redoutable. Villeneuve ordena al contralmirante Dumanoir dirigirse hacia el centro de la batalla; pero éste en un acto de cobardía huye con su barco, el Formidable, junto a tres más, el Mont-Blanc mandado por Lavillesgris; el Duguay-Trouin mandado por Touffet y el Scipión mandado por Berenguer. Estos cuatro barcos huidos (todos franceses), fueron apresados por la flota británica doce días después de la Batalla de Trafalgar, cuando intentaban ganar la costa francesa a la altura de Ortegal.
Derrota de españoles y franceses Dionisio Alcalá Galiano.
Cosme Damián Churruca.En el espacio de dos horas, la mayoría de los navíos más importantes de la flota franco-española ya se habían rendido y ya no disparaban sus cañones. En este tiempo, Gravina, había sido herido y más tarde encontraron la muerte Alcalá Galiano en el Bahama y Cosme Damián Churruca en el San Juan Nepomuceno. Los comandantes quedaban la mayoría heridos, así como sus segundos. Casi al final del propio combate (hacia las 6 p.m.) el navío francés Achille del capitán Deniéport explotó. El motivo fue que se incendió la santabárbara.
A las seis y media de la tarde se finalizó el combate, quedando la combinada franco-española aniquilada en todos los sentidos. La mayoría de los barcos españoles y franceses que habían sido apresados por la flota británica fueron llevados a Gibraltar. Esa noche se desató una tormenta; algunos barcos que no pudieron aguantar, como el Santísima Trinidad se hundió con los heridos; otros pudieron llegar a las costas del Golfo de Cádiz.
El navío de línea Victory durante la batalla.
Los líderes muertos en combate
Federico Gravina.A pesar de saberse vencidos de antemano, y conocedores de su inferior posición táctica, los capitanes y las tripulaciones españolas y francesas se batieron con auténtica heroicidad durante horas contra un enemigo claramente superior, de tal forma que en algunas ocasiones ni siquiera quedó un oficial que rindiera el navío tras la batalla, puesto que muchos de ellos terminaron muriendo o fueron gravemente heridos en la cubierta superior, donde se encontraban a tiro de metralla de las carronadas y de los tiradores apostados en los palos de los buques enemigos. En Trafalgar murieron entre muchos otros, Cosme de Churruca alcanzado por un disparo de cañón en una pierna, Luis Pérez del Camino Llarena, Dionisio Alcalá Galiano y Francisco Alcedo y Bustamante. El almirante Federico Gravina y Nápoli moriría meses más tarde a causa de las heridas sufridas en esta batalla.
Cuthbert Collingwood, que estuvo al mando del bando inglés tras la muerte de Nelson (m. 1810).Francia perdió doce de sus dieciocho barcos, con unos 3.300 muertos, más 1.200 heridos y unos 500 presos por los ingleses. Sólo un tercio de los 15.000 franceses participantes en la batalla volvieron un día a Francia. Inglaterra sufrió en Trafalgar 450 muertos (entre los que, aparte de Nelson, estaban trece de sus mejores oficiales), con 1.250 heridos. Un coste significativo en una victoria que, desde luego, consolidó el liderazgo incuestionable de la armada británica en todos los mares. Para los españoles, Trafalgar fue una derrota dura que pronto adquirió connotaciones trascendentes. Los efectos trágicos fueron bien patentes. España perdió diez de los quince barcos con los que luchó, con un total de 1.022 muertos, 2.500 heridos y unos 2.500 presos, del total de 12.000 españoles intervinientes en la batalla.
Mensaje codificado de Nelson con el sistema de Sir Popham
Un tirador de la cofa del Redoutable, comandado por el capitán Jean-Jaques de Lucas, acabó con la vida del almirante inglés Nelson durante el transcurso de la batalla al combatir el almirante con todas sus insignias y honores cosidos en su casaca y ser fácilmente distinguible del resto.
Consecuencias de la batalla
Estatua de Horatio Nelson en Trafalgar Square.Esta batalla dio al traste con la intención de los franceses de invadir, o al menos bloquear por mar a Inglaterra, (tal y como el lord del Almirantazgo inglés John Jervis había dicho con sorna en 1801: «Yo no digo que los franceses de Napoleón no vayan a venir, pero desde luego, no vendrán por mar») y supone el comienzo del poderío naval inglés, que ostentará durante un siglo.
Villeneuve fue enviado preso a Inglaterra, pero fue puesto en libertad bajo palabra. Volvió a Francia en 1806. El 22 de abril de 1806 se le encontró muerto en su habitación del Hotel de Patrie en Rennes, apuñalado en el pecho seis veces. Se informó que Villeneuve se había suicidado y se le enterró sin ceremonia alguna. Probablemente fuera víctima de una ejecución extrajudicial ordenada por Napoleón o por elementos de su gobierno para evitar el bochornoso espectáculo de un juicio y posterior ejecución de un almirante derrotado en la capital del imperio.
La flota inglesa, comandada por Nelson, atacó en forma de dos columnas paralelas a la línea en perpendicular formada por Villeneuve, lo que le permitió cortar la línea de batalla enemiga y rodear a varios de los mayores buques enemigos con hasta cuatro o cinco de sus barcos. En un día de vientos flojos, la flota combinada navegaba a sotavento, lo que también daba la ventaja a los ingleses y, para colmo de desdichas, Villeneuve dio la orden de virar hacia el noreste para poner rumbo a Cádiz en cuanto tuvo constancia de la presencia de la flota inglesa. El cuerpo español no estaba de acuerdo en esto. Villeneuve intentaba huir casi sin prestar batalla, cuando la flota combinada franco-española era superior en cuanto a navíos que la inglesa. El ataque de Nelson desorganizó completamente la línea; consiguiendo la división de ésta en dos. Esto permitió a la escuadra de Nelson capturar a los barcos franceses y españoles, cortar la línea y batirles con artillería por proa y popa, los puntos más vulnerables de este tipo de embarcaciones.
Muerte de Horatio Nelson
Nelson es disparado en la cubierta del Victory.El combate empezó al mediodía, cuando un cañonazo de un navío de la retaguardia de la combinada disparó contra el Royal Sovereign que mandaba Collingwood. Casi una hora y media después de empezar el combate, Horatio Nelson muere, alcanzado por un tirador del Redoutable. Villeneuve ordena al contralmirante Dumanoir dirigirse hacia el centro de la batalla; pero éste en un acto de cobardía huye con su barco, el Formidable, junto a tres más, el Mont-Blanc mandado por Lavillesgris; el Duguay-Trouin mandado por Touffet y el Scipión mandado por Berenguer. Estos cuatro barcos huidos (todos franceses), fueron apresados por la flota británica doce días después de la Batalla de Trafalgar, cuando intentaban ganar la costa francesa a la altura de Ortegal.
Derrota de españoles y franceses Dionisio Alcalá Galiano.
Cosme Damián Churruca.En el espacio de dos horas, la mayoría de los navíos más importantes de la flota franco-española ya se habían rendido y ya no disparaban sus cañones. En este tiempo, Gravina, había sido herido y más tarde encontraron la muerte Alcalá Galiano en el Bahama y Cosme Damián Churruca en el San Juan Nepomuceno. Los comandantes quedaban la mayoría heridos, así como sus segundos. Casi al final del propio combate (hacia las 6 p.m.) el navío francés Achille del capitán Deniéport explotó. El motivo fue que se incendió la santabárbara.
A las seis y media de la tarde se finalizó el combate, quedando la combinada franco-española aniquilada en todos los sentidos. La mayoría de los barcos españoles y franceses que habían sido apresados por la flota británica fueron llevados a Gibraltar. Esa noche se desató una tormenta; algunos barcos que no pudieron aguantar, como el Santísima Trinidad se hundió con los heridos; otros pudieron llegar a las costas del Golfo de Cádiz.
El navío de línea Victory durante la batalla.
Los líderes muertos en combate
Federico Gravina.A pesar de saberse vencidos de antemano, y conocedores de su inferior posición táctica, los capitanes y las tripulaciones españolas y francesas se batieron con auténtica heroicidad durante horas contra un enemigo claramente superior, de tal forma que en algunas ocasiones ni siquiera quedó un oficial que rindiera el navío tras la batalla, puesto que muchos de ellos terminaron muriendo o fueron gravemente heridos en la cubierta superior, donde se encontraban a tiro de metralla de las carronadas y de los tiradores apostados en los palos de los buques enemigos. En Trafalgar murieron entre muchos otros, Cosme de Churruca alcanzado por un disparo de cañón en una pierna, Luis Pérez del Camino Llarena, Dionisio Alcalá Galiano y Francisco Alcedo y Bustamante. El almirante Federico Gravina y Nápoli moriría meses más tarde a causa de las heridas sufridas en esta batalla.
Cuthbert Collingwood, que estuvo al mando del bando inglés tras la muerte de Nelson (m. 1810).Francia perdió doce de sus dieciocho barcos, con unos 3.300 muertos, más 1.200 heridos y unos 500 presos por los ingleses. Sólo un tercio de los 15.000 franceses participantes en la batalla volvieron un día a Francia. Inglaterra sufrió en Trafalgar 450 muertos (entre los que, aparte de Nelson, estaban trece de sus mejores oficiales), con 1.250 heridos. Un coste significativo en una victoria que, desde luego, consolidó el liderazgo incuestionable de la armada británica en todos los mares. Para los españoles, Trafalgar fue una derrota dura que pronto adquirió connotaciones trascendentes. Los efectos trágicos fueron bien patentes. España perdió diez de los quince barcos con los que luchó, con un total de 1.022 muertos, 2.500 heridos y unos 2.500 presos, del total de 12.000 españoles intervinientes en la batalla.
Mensaje codificado de Nelson con el sistema de Sir Popham
Un tirador de la cofa del Redoutable, comandado por el capitán Jean-Jaques de Lucas, acabó con la vida del almirante inglés Nelson durante el transcurso de la batalla al combatir el almirante con todas sus insignias y honores cosidos en su casaca y ser fácilmente distinguible del resto.
Consecuencias de la batalla
Estatua de Horatio Nelson en Trafalgar Square.Esta batalla dio al traste con la intención de los franceses de invadir, o al menos bloquear por mar a Inglaterra, (tal y como el lord del Almirantazgo inglés John Jervis había dicho con sorna en 1801: «Yo no digo que los franceses de Napoleón no vayan a venir, pero desde luego, no vendrán por mar») y supone el comienzo del poderío naval inglés, que ostentará durante un siglo.
Villeneuve fue enviado preso a Inglaterra, pero fue puesto en libertad bajo palabra. Volvió a Francia en 1806. El 22 de abril de 1806 se le encontró muerto en su habitación del Hotel de Patrie en Rennes, apuñalado en el pecho seis veces. Se informó que Villeneuve se había suicidado y se le enterró sin ceremonia alguna. Probablemente fuera víctima de una ejecución extrajudicial ordenada por Napoleón o por elementos de su gobierno para evitar el bochornoso espectáculo de un juicio y posterior ejecución de un almirante derrotado en la capital del imperio.
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- Teniente Primero
- Mensajes: 1041
- Registrado: 17 Feb 2007, 09:23
- Ubicación: Chilito Lindo
Buenas
En Rancagua el 1 y 2 de Octubre de 1814 el Ejercito "chileno-realista" de Osorio, vencio al Ejercito "chileno-patriota" de Carrera y Ohiggins....es decir, fue "chileno contra chileno". Del Ejercito de Osorio 600 eran "españoles de España" (ver youtube = paco), 200 peruanos y 4.000 chilenos.
Para mi, la peor derrota de las huestes del Rey en Chile, ocurrio en Valdivia el 3 y 4 de Febrero de 1820. cuando los infantes de marina de Chile, bajo las ordenes de Cochrane, Beauchef (veterano de Austerlist) y Miller, quienes junto a 300 hombres capturaron las 15 fortificaciones con sus 115 cañones, defendidas por 1.800 soldados, en tan solo una noche.
saludos
En Rancagua el 1 y 2 de Octubre de 1814 el Ejercito "chileno-realista" de Osorio, vencio al Ejercito "chileno-patriota" de Carrera y Ohiggins....es decir, fue "chileno contra chileno". Del Ejercito de Osorio 600 eran "españoles de España" (ver youtube = paco), 200 peruanos y 4.000 chilenos.
Para mi, la peor derrota de las huestes del Rey en Chile, ocurrio en Valdivia el 3 y 4 de Febrero de 1820. cuando los infantes de marina de Chile, bajo las ordenes de Cochrane, Beauchef (veterano de Austerlist) y Miller, quienes junto a 300 hombres capturaron las 15 fortificaciones con sus 115 cañones, defendidas por 1.800 soldados, en tan solo una noche.
"La Toma de Valdivia en forma tan osada fue INDISCUTIBLEMENTE uno de los actos mas extraordinarios de todas las Guerras de Independencia. Ademas del puerto, fuertes y Ciudad, los cuales cayeron todos en manos de los invasors, se tomo gran cantidad de pertrechos militares y el ex transporte chileno Dolores"
Donal E. Worcester "Sea and Power and Chilean Independence"
saludos
Mi patria sabe que está sola en Sudamérica; pero tiene fe en su estrella, en su derecho y en la justicia que le asiste; y si mañana es atacada, sus hijos, cual otros viriatos sucumbirán todos, antes que rendirse...
Nicanor Molinare
Nicanor Molinare
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- Registrado: 23 Ene 2003, 13:19
Las fuerzas de Rancagua eran tan españolas como las de Junin y Ayacuchos, no venga con el cuento de que unos eran chlenos contra chilenos y otros eran chilenos contra españoles...
Ya puse en un post ayer como la mayoría de los soldados españoles eran españoles americanos y sí, Rancagua es una victoria española.
ah, por cierto, no es Austerlist sino Austerlitz, y "veteranos" de Austerlitz cayeron a millares en España...
Un saludito, dito.
Se llamaban españoles peninsulares, ya que Chile también era España, eso distinguía a los peninsulares de los españoles americanos.
Ya puse en un post ayer como la mayoría de los soldados españoles eran españoles americanos y sí, Rancagua es una victoria española.
ah, por cierto, no es Austerlist sino Austerlitz, y "veteranos" de Austerlitz cayeron a millares en España...
Un saludito, dito.
españoles de España
Se llamaban españoles peninsulares, ya que Chile también era España, eso distinguía a los peninsulares de los españoles americanos.
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- Teniente Primero
- Mensajes: 1041
- Registrado: 17 Feb 2007, 09:23
- Ubicación: Chilito Lindo
Casimiro Marco del Pont, Gobernador de Chile fue capturado cerca del Puerto de San Antonio al sur de Valparaiso...cuando fue interrogado por los jefes patriotas porque tenia tan pocos guardias con el, respondio que cuando los soldados se enteraron de que se irian al Perú, simplemente desertaron pues dijeron ser chilenos...
Agualongo dijo:
En Bailen no? ....de a centenares cayeron en Maipú.
Monumento "A los Vencedores de los Vencedores de Bailen" en Maipú, actual comuna del Gran Santiago.
saludos
Agualongo dijo:
y "veteranos" de Austerlitz cayeron a millares en España...
En Bailen no? ....de a centenares cayeron en Maipú.
Monumento "A los Vencedores de los Vencedores de Bailen" en Maipú, actual comuna del Gran Santiago.
saludos
Mi patria sabe que está sola en Sudamérica; pero tiene fe en su estrella, en su derecho y en la justicia que le asiste; y si mañana es atacada, sus hijos, cual otros viriatos sucumbirán todos, antes que rendirse...
Nicanor Molinare
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- Registrado: 23 Ene 2003, 13:19
Pues en Baién cayeron veteranos de Austerlitz, pero estaba pensando más en pequeños combates.
Maipú, Cochabamba, La Puerta, Rancagua, Ayacucho, Sipe Sipe, son derrotas y victorias españolas, en los ejércitos del Rey había españoles peninsulares y americanos, y en los ejércitos separatistas había españoles peninsulares y americanos.
Saludos
Maipú, Cochabamba, La Puerta, Rancagua, Ayacucho, Sipe Sipe, son derrotas y victorias españolas, en los ejércitos del Rey había españoles peninsulares y americanos, y en los ejércitos separatistas había españoles peninsulares y americanos.
Saludos
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