Como en todas las épocas, lo lógico es que este tipo de premios, fuera más fácilmente concedidos a los oficiales que a los simples soldados.
Estos frecuentemente, con sentar plaza en un castillo, podrían darse por satisfechos, para terminar sus días.
Respecto a lo de la "nobleza de sangre" Quatrefages comenta que él no ha encontrado ninguna mención a que fuera un impedimento, aunque no se moja: "¿quiere esto decir que no hubo ningún converso en las filas de los escuadrones? Es una cuestión particularmente difícil de aclarar".
Aunque como escribía Marcos de Isaba:
"en la milicia dio principio a su linaje, al cual por las armas rico o pobre soldado [...] alcanzó del príncipe a quien servía se le hiciese merced, que gozase y fuese hecho hidalgo".
Efectivamente, el oficio de las armas podía ennoblecer al "más bajo".
Como el mismo Verdugo, posible hijo de una "chacinera", o el grandísimo Julián Romero, que entró como mochilero, o el propio Lechuga que también entró como simple soldado y es considerado como el padre de la artillería española, Alonso de Contreras, Juan Caro y tantos otros...
Y es que el que valía y sobrevivía, podía llegar muy lejos (sin ser noble), algo que no sé, si podía ser equivalente en otros países.
“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.