Crisis de la República romana
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Crisis de la República romana
El programa político de Publio Sulpicio Rufo
Sobre las motivaciones que movieron a Sulpicio Rufo se han escrito muchas cosas contradictorias. Algunos autores lo presentan como un continuador de la política de Livio Druso, otros como una mera marioneta de algunos grupos con intereses en la guerra contra Mitrídates; unos lo exculpan mientras otros lo condenan. Baste decir que las fuentes están un tanto mediatizadas por las "Memorias" de Sila. Pasando a las mismas:
"Mario se atrajo al tribuno de la plebe Sulpicio, un hombre sin rival en las más despiadadas atrocidades, de modo que no era necesario buscar a otro aún más malvado, sino sólo que se superara a sí mismo. Su crueldad, osadía y avaricia no se detenía ante infamia o vileza alguna. Vendía la ciudadanía romana a libertos y extranjeros y recibía el dinero en un puesto que tenía montado en el Foro. Mantenía a tres mil hombres armados y le acompañaba un numeroso grupo de jóvenes del orden ecuestre que estaban dispuestos a todo, a los que llamaba el Antisenado. Promulgó una ley por la que ningún miembro del Senado podía deber más de dos mil dracmas, pero él a su muerte dejó tres millones de deuda"
Plutarco, Sila
Sobre este texto comentar que la ciudadanía romana no se vendía en ningún tenderete del Foro sino que, aparte de hereditaria, se otorgaba u obtenía mediante un decreto.
En cuanto a ese "Antisenado", el mismo Plutarco, en la vida de Mario habla de 600:
"Estas cosas hicieron estallar la enfermedad silenciosa que desde hacía tiempo desgarraba la ciudad, Mario había encontrado el instrumento más indicado para la ruina común en la insolencia de Sulpicio, quien en todos los aspectos admiraba y emulaba a Saturnino, si bien le reprochaba su falta de atrevimiento y sus escrúpulos en sus acciones políticas; para contrarrestar esto, tomó en torno a sí a seiscientos caballeros, como si fuera su guardia personal, a los que dio el nombre de antisenado"
El orden ecuestre había visto gravemente afectados sus intereses por la invasión de la provincia de Asia, a los que, entre otras cosas, no les era indiferente la cuestión del mando de la guerra. Por su parte, Mario no se iba a resignar a unos planes que traía de largo (recordemos su visita a la zona) pero su elección para hacerse cargo del mando había sido prácticamente anulada por la actual coyuntura gubernamental.
Continuando con el programa político de Sulpicio Rufo:
"El tribuno de la plebe Publio Sulpicio, instigado por Caio Mario, presentó unas proposiciones de ley perniciosas, a saber: que se llamase de nuevo a los exiliados, que se repartiesen nuevos ciudadanos y libertos entre las tribus, y que Caio Mario fuese nombrado general en jefe para enfrentarse Mitridates, rey del Ponto"
Periochae LXXVII
Esto es, que regresaran los exiliados como consecuencia de la Lex Varia de maiestate, la distribución de los nuevos ciudadanos en las 35 tribus tradicionales (y no en el reducido número en el que habían sido integrados) y el traspaso de la dirección de la guerra contra Mitrídates a Mario (ya se le había asignado a Sila).
"Después que Mitrídates, el rey del Ponto y de otros pueblos, invadió Bitinia, Frigia y la parte de Asia limítrofe con estos países según he relatado en el libro precedente, Sila obtuvo, siendo cónsul, por sorteo el mando de Asia y de la guerra mitridàtica —él aún se hallaba en Roma—. Pero Mario, considerando que la guerra sería fácil y lucrativa y codiciando el mando, indujo con muchas promesas al tribuno de la plebe Publio Sulpicio a que le ayudara a conseguirlo. Hizo concebir también las esperanzas a los nuevos ciudadanos itálicos, que tenían muy poco poder en las elecciones, de que los iba a distribuir entre todas las tribus, sin mencionar para nada su interés personal, con el fin de tenerlos bien dispuestos para todo. Sulpicio presentó de inmediato una propuesta de ley en este sentido; si esta ley era ratificada, iba a suceder todo aquello que Mario o Sulpicio deseaban, pues los nuevos ciudadanos eran mucho más numerosos que los antiguos. Pero estos últimos se dieron cuenta de ello y se opusieron tenazmente a ambos. Luchaban entre sí con palos y piedras, y la perturbación iba en continuo incremento, así que los cónsules tuvieron miedo de la proximidad del día de la votación y decretaron un iustitium [•] de muchos días, lo que suele ocurrir en tiempos de fiesta, a fin de aplazar la votación y el peligro"
Apiano, Guerras Civiles I 55
[•] Creo recordar que ya se comentó lo que era el iustitium en la primera página del tema (el veto de Marco Octavio). Por si acaso, era el cese, en situaciones excepcionales, de toda actividad judicial y, en general, pública
Sobre las motivaciones que movieron a Sulpicio Rufo se han escrito muchas cosas contradictorias. Algunos autores lo presentan como un continuador de la política de Livio Druso, otros como una mera marioneta de algunos grupos con intereses en la guerra contra Mitrídates; unos lo exculpan mientras otros lo condenan. Baste decir que las fuentes están un tanto mediatizadas por las "Memorias" de Sila. Pasando a las mismas:
"Mario se atrajo al tribuno de la plebe Sulpicio, un hombre sin rival en las más despiadadas atrocidades, de modo que no era necesario buscar a otro aún más malvado, sino sólo que se superara a sí mismo. Su crueldad, osadía y avaricia no se detenía ante infamia o vileza alguna. Vendía la ciudadanía romana a libertos y extranjeros y recibía el dinero en un puesto que tenía montado en el Foro. Mantenía a tres mil hombres armados y le acompañaba un numeroso grupo de jóvenes del orden ecuestre que estaban dispuestos a todo, a los que llamaba el Antisenado. Promulgó una ley por la que ningún miembro del Senado podía deber más de dos mil dracmas, pero él a su muerte dejó tres millones de deuda"
Plutarco, Sila
Sobre este texto comentar que la ciudadanía romana no se vendía en ningún tenderete del Foro sino que, aparte de hereditaria, se otorgaba u obtenía mediante un decreto.
En cuanto a ese "Antisenado", el mismo Plutarco, en la vida de Mario habla de 600:
"Estas cosas hicieron estallar la enfermedad silenciosa que desde hacía tiempo desgarraba la ciudad, Mario había encontrado el instrumento más indicado para la ruina común en la insolencia de Sulpicio, quien en todos los aspectos admiraba y emulaba a Saturnino, si bien le reprochaba su falta de atrevimiento y sus escrúpulos en sus acciones políticas; para contrarrestar esto, tomó en torno a sí a seiscientos caballeros, como si fuera su guardia personal, a los que dio el nombre de antisenado"
El orden ecuestre había visto gravemente afectados sus intereses por la invasión de la provincia de Asia, a los que, entre otras cosas, no les era indiferente la cuestión del mando de la guerra. Por su parte, Mario no se iba a resignar a unos planes que traía de largo (recordemos su visita a la zona) pero su elección para hacerse cargo del mando había sido prácticamente anulada por la actual coyuntura gubernamental.
Continuando con el programa político de Sulpicio Rufo:
"El tribuno de la plebe Publio Sulpicio, instigado por Caio Mario, presentó unas proposiciones de ley perniciosas, a saber: que se llamase de nuevo a los exiliados, que se repartiesen nuevos ciudadanos y libertos entre las tribus, y que Caio Mario fuese nombrado general en jefe para enfrentarse Mitridates, rey del Ponto"
Periochae LXXVII
Esto es, que regresaran los exiliados como consecuencia de la Lex Varia de maiestate, la distribución de los nuevos ciudadanos en las 35 tribus tradicionales (y no en el reducido número en el que habían sido integrados) y el traspaso de la dirección de la guerra contra Mitrídates a Mario (ya se le había asignado a Sila).
"Después que Mitrídates, el rey del Ponto y de otros pueblos, invadió Bitinia, Frigia y la parte de Asia limítrofe con estos países según he relatado en el libro precedente, Sila obtuvo, siendo cónsul, por sorteo el mando de Asia y de la guerra mitridàtica —él aún se hallaba en Roma—. Pero Mario, considerando que la guerra sería fácil y lucrativa y codiciando el mando, indujo con muchas promesas al tribuno de la plebe Publio Sulpicio a que le ayudara a conseguirlo. Hizo concebir también las esperanzas a los nuevos ciudadanos itálicos, que tenían muy poco poder en las elecciones, de que los iba a distribuir entre todas las tribus, sin mencionar para nada su interés personal, con el fin de tenerlos bien dispuestos para todo. Sulpicio presentó de inmediato una propuesta de ley en este sentido; si esta ley era ratificada, iba a suceder todo aquello que Mario o Sulpicio deseaban, pues los nuevos ciudadanos eran mucho más numerosos que los antiguos. Pero estos últimos se dieron cuenta de ello y se opusieron tenazmente a ambos. Luchaban entre sí con palos y piedras, y la perturbación iba en continuo incremento, así que los cónsules tuvieron miedo de la proximidad del día de la votación y decretaron un iustitium [•] de muchos días, lo que suele ocurrir en tiempos de fiesta, a fin de aplazar la votación y el peligro"
Apiano, Guerras Civiles I 55
[•] Creo recordar que ya se comentó lo que era el iustitium en la primera página del tema (el veto de Marco Octavio). Por si acaso, era el cese, en situaciones excepcionales, de toda actividad judicial y, en general, pública
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Crisis de la República romana
Matanza de romanos e itálicos en Asia
"Entretanto, Mitrídates construyó más naves para atacar a los rodios y escribió en secreto a todos los sátrapas y gobernadores de las ciudades, para que, al cabo de treinta días, atacaran todos a la vez a los romanos e italianos que hubiera entre ellos, así como a sus esposas, hijos y libertos de origen itálico, y tras darles muerte, los arrojaran insepultos y se repartieran sus bienes con el rey Mitrídates. Hizo saber también que impondría un castigo a los que enterraran a los muertos u ocultaran a los vivos y que habría recompensas para los delatores de algunos de estos hechos o para quienes dieran muerte a los que estuvieran ocultos. A los esclavos les prometió la libertad, si mataban o traicionaban a sus amos, y a los deudores, la condonación de la mitad de su deuda, si hacían lo mismo con sus acreedores. Estas órdenes secretas las envió Mitrídates a todas las ciudades a la vez, y cuando llegó el día fijado, toda suerte de calamidades tuvieron lugar a lo largo y ancho de Asia, de las que algunas fueron como sigue.
Los efesios dieron muerte, arrastrándolos al exterior, a los que se habían refugiado en el templo de Diana y estaban abrazados a las estatuas. Los de Pérgamo, a los que habían tomado refugio en el templo de Esculapio, como no querían salir, los asaetearon abrazados a las imágenes. Los de Adramitio penetraron en el mar en pos de los que intentaban escapar a nado, los mataron y ahogaron a sus hijos. Los caunios, que habían quedado tributarios de los rodios después de la guerra contra Antíoco y habían sido liberados por los romanos no hacía mucho, arrastraron, desde el altar de la estatua de Vesta, a los italianos que se habían refugiado en el templo dedicado a esta diosa junto a la casa senatorial y mataron, en primer lugar, a sus hijos ante los ojos de sus madres, y después, a éstas y a sus esposos. Los tralianos, para evitar ser responsables directos del crimen, contrataron para este trabajo a un hombre atroz, Teófilo el paflagonio; éste los reunió en el templo de la Concordia y llevó a cabo la carnicería e, incluso, cortó las manos de algunos de ellos que estaban abrazados a las estatuas. Tal fue la suerte que corrieron, a un tiempo, los italianos y romanos de Asia, hombres, niños, mujeres, libertos y esclavos, todos cuantos eran de raza itálica. Por lo cual quedó claro, sobre todo, que Asia cometió tales atrocidades contra ellos no tanto por miedo a Mitrídates, como por el odio que sentían hacia los romanos"
Apiano, Sobre Mitrídates 22, 23
"Entretanto, Mitrídates construyó más naves para atacar a los rodios y escribió en secreto a todos los sátrapas y gobernadores de las ciudades, para que, al cabo de treinta días, atacaran todos a la vez a los romanos e italianos que hubiera entre ellos, así como a sus esposas, hijos y libertos de origen itálico, y tras darles muerte, los arrojaran insepultos y se repartieran sus bienes con el rey Mitrídates. Hizo saber también que impondría un castigo a los que enterraran a los muertos u ocultaran a los vivos y que habría recompensas para los delatores de algunos de estos hechos o para quienes dieran muerte a los que estuvieran ocultos. A los esclavos les prometió la libertad, si mataban o traicionaban a sus amos, y a los deudores, la condonación de la mitad de su deuda, si hacían lo mismo con sus acreedores. Estas órdenes secretas las envió Mitrídates a todas las ciudades a la vez, y cuando llegó el día fijado, toda suerte de calamidades tuvieron lugar a lo largo y ancho de Asia, de las que algunas fueron como sigue.
Los efesios dieron muerte, arrastrándolos al exterior, a los que se habían refugiado en el templo de Diana y estaban abrazados a las estatuas. Los de Pérgamo, a los que habían tomado refugio en el templo de Esculapio, como no querían salir, los asaetearon abrazados a las imágenes. Los de Adramitio penetraron en el mar en pos de los que intentaban escapar a nado, los mataron y ahogaron a sus hijos. Los caunios, que habían quedado tributarios de los rodios después de la guerra contra Antíoco y habían sido liberados por los romanos no hacía mucho, arrastraron, desde el altar de la estatua de Vesta, a los italianos que se habían refugiado en el templo dedicado a esta diosa junto a la casa senatorial y mataron, en primer lugar, a sus hijos ante los ojos de sus madres, y después, a éstas y a sus esposos. Los tralianos, para evitar ser responsables directos del crimen, contrataron para este trabajo a un hombre atroz, Teófilo el paflagonio; éste los reunió en el templo de la Concordia y llevó a cabo la carnicería e, incluso, cortó las manos de algunos de ellos que estaban abrazados a las estatuas. Tal fue la suerte que corrieron, a un tiempo, los italianos y romanos de Asia, hombres, niños, mujeres, libertos y esclavos, todos cuantos eran de raza itálica. Por lo cual quedó claro, sobre todo, que Asia cometió tales atrocidades contra ellos no tanto por miedo a Mitrídates, como por el odio que sentían hacia los romanos"
Apiano, Sobre Mitrídates 22, 23
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Crisis de la República romana
Oposición a Sulpicio Rufo
Antes de nada, un pequeño inciso sobre una de las leyes propuestas por Sulpicio:
Fue a través de Mario cómo Sulpicio Rufo estableció contacto con el orden ecuestre. Esa ley referente a las deudas significaba una venganza de los prestamistas ecuestres contra la actitud manifestada por el senado, más concretamente contra el mismo Sila, cuyo estado financiero le hacía objeto de las repercusiones de la ley.
Retomando el orden de los acontecimientos, se desconocen las circunstancias concretas en las que Sulpicio presentó sus propuestas las que, como hemos visto, desencadenaron violentos disturbios callejeros. Es por eso que los cónsules decretaron el iustitium.
Y Mario, ¿qué hacía mientras tanto?:
"Cuando los itálicos se sometieron por fin, eran muchos los que en Roma se postulaban, con el apoyo de los demagogos, para el mando en la guerra contra Mitrídates. Sulpicio, tribuno de la plebe y hombre enteramente atrevido, presentó a Mario contra todo pronóstico y le propuso como general contra Mitrídates en calidad de procónsul. Hubo división de pareceres entre la gente: unos preferían a Mario, mientras que otros reclamaban a Sila e invitaban a Mario a que visitara los baños termales de Bayas y se curara de sus dolencias físicas, provocadas, según sus propias palabras, por la vejez y el reúma. No en vano, allí mismo, cerca de Miseno, poseía una suntuosa mansión, dotada de más lujos y refinamientos femeninos de los que parecerían propios de un varón que había sido artífice de tales guerras y expediciones. Se dice que Cornelia había comprado esta casa por setenta y cinco mil denarios y que, no mucho tiempo después, Lucio Lúculo la había adquirido a un precio de dos millones quinientos mil, tal había sido la rapidez con que había aumentado su suntuosidad y tal el crecimiento que había experimentado el gusto por el lujo. Sin embargo, Mario, empujado por un ansia adolescente y tratando de sacudirse de encima su vejez y sus limitaciones físicas, bajaba a diario al Campo de Marte para ejercitarse con los jóvenes y exhibir un cuerpo todavía ágil con las armas y dotado aún para los ejercicios ecuestres, a pesar de que con la edad se había embotado por la gordura, pues había ganado en carnes y corpulencia. A algunos les complacía que se entregara a estos ejercicios y descendían al Campo para contemplar su entrega en esta suerte de porfías, mientras que los que le prestaban mayor atención se lamentaban por la ambición y sed de honor que hacían que aquel, que de pobre había pasado a ser inmensamente rico y de insignificante a ser tremendamente grande, fuera incapaz de establecer los límites de su buena fortuna o de contentarse con ser admirado y disfrutar con tranquilidad de lo que poseía. Como si todo le faltase, después de tantos triunfos y gloria, ansiaba arrastrar su avanzada edad hasta Capadocia y el Ponto Euxino con el objeto de hacer la guerra a Arquelao y Neoptólemo, sátrapas de Mitrídates. Las justificaciones que Mario daba para esto parecían completamente ridículas, pues sostenía que quería participar en la campaña para adiestrar personalmente a su hijo en la guerra"
Plutarco, Mario
Era ilusorio pensar que la medida tomada por los cónsules (el iustitium) iba a paralizar la acción tribunicia de Sulpicio. Éste convocó una asamblea en el Foro (o aun permanecían allí los cónsules en asamblea), que degeneró en un tumulto:
"Sulpicio no aguardó a la finalización del iustitium, sino que ordenó a sus partidarios que fueran al foro con puñales ocultos e hicieran lo que requiriese la ocasión, sin respetar a los mismos cónsules si era necesario. Y una vez que lo tuvo dispuesto todo, denunció como ilegales los iustitia, y ordenó a los cónsules Cornelio Sila y Quinto Pompeyo que pusieran fin a los mismos de inmediato para proceder a la votación de las leyes. Una vez que se produjo un tumulto, aquellos que llevaban preparados los puñales los desenvainaron y amenazaron con matar a los cónsules, los cuales se oponían a lo ordenado; finalmente, Pompeyo huyó en secreto y Sila se retiró bajo el pretexto de deliberar. Entretanto, los facciosos de Sulpicio dieron muerte al hijo de Pompeyo, que era yerno de Sila (casado con Cornelia, hija de la primera mujer de Sila), por manifestar y exponer con franqueza algún tipo de opinión. Sila retornó, anuló el iustitium y se apresuró hacia Capua para reunirse con el ejército que estaba allí, con la idea de cruzar desde Capua hasta Asia para la guerra contra Mitrídates; pues nada sabía de lo que había sido urdido contra él. Sulpicio, una vez anulado el iustitium y ausente Sila de la ciudad, hizo ratificar la ley y eligió a Mario, por cuya causa había sucedido todo esto, para hacerse cargo del mando de la guerra contra Mitrídates en lugar de Sila"
Apiano, Guerras Civiles I 56
Ciertamente hay algo en el texto de Apiano que suena un tanto raro; me refiero a que Sila, se retira a deliberar y, tras la muerte de su yerno, retorna al Foro, anula el iustitium y se marcha hacia Capua para reunirse con el ejército e iniciar la guerra contra Mitrídates. Y sobre todo esa frase de: "pues nada sabía de lo que había sido urdido contra él". ¿No sabía nada después de la que se había montado en el Foro?.
Plutarco da otra versión de los hechos:
"De este modo, Sulpicio se presentó acompañado de hombres armados en medio de una asamblea pública que presidían los dos cónsules y, prendiendo al hijo de uno de ellos, que había logrado huir del Foro, lo pasaron a cuchillo. Por su parte, Sila, que estaba siendo perseguido, al pasar por delante de la casa de Mario, hizo lo que nadie habría sospechado e irrumpió en ella, sin que lo advirtieran sus perseguidores, quienes continuaron la carrera. Se cuenta que el propio Mario le acompañó a la otra puerta para que pudiera salir con total seguridad y llegar hasta su campamento. Sin embargo, Sila niega en sus Memorias que buscara refugio en casa de Mario, sino que fue llevado a ella con el objeto de deliberar sobre las cuestiones que Sulpicio le estaba intentando obligar a votar contra su voluntad, para lo que había sido rodeado por un círculo de hombres con las espadas desenfundadas y arrastrado a casa de Mario. Desde allí acudió al Foro, donde, como aquellos exigían, derogó el interdicto sobre la supresión de las actividades. Una vez que esto se llevó a cabo y dueño ya de la situación, Sulpicio entregó el mando del ejército a Mario, quien pasó a disponer los preparativos para la expedición y envió a dos tribunos militares a que se pusieran al frente de las tropas de Sila"
Plutarco, Mario
"Para evitar esta medida los cónsules votaron la «supresión de actividades» y él, entonces, agitó a la muchedumbre contra ellos mientras se encontraban reunidos en el templo de los Dioscuros. Entre otros, hizo matar en el propio Foro al hijo del cónsul Pompeyo, quien tuvo que escapar a escondidas. Sila, también perseguido, se vio obligado a refugiarse en casa de Mario y a abrogar la suspensión de actividades públicas. Entonces Sulpicio cesó a Pompeyo del consulado, pero no se lo arrebató a Sila, sino que se limitó a transferir a Mario el mando de la guerra contra Mitrídates. Al punto envió tribunos militares a Nola para que se hicieran cargo del ejército y se lo entregaran a Mario"
Plutarco, Sila
Tanto en lo relatado por Plutarco como en las "Memorias" de Sila, éste estuvo en casa de Mario tras los disturbios en el Foro (ya fuera para refugiarse, cosa que niega Sila, ya lo hubieran obligado por la fuerza). Sin esperar a la evolución de los acontecimientos, Sila abandona Roma en dirección a Nola, en donde se hallaba ya dispuesto el ejército que debía marchar contra Mitrídates.
"Pero Sila, que logró huir en dirección al campamento, llegó antes que ellos (que los tribunos enviados para hacerse cargo de las tropas en nombre de Mario), y sus soldados, cuando se enteraron de lo sucedido, apedrearon a los tribunos militares"
Plutarco, Sila
Antes de nada, un pequeño inciso sobre una de las leyes propuestas por Sulpicio:
Promulgó una ley por la que ningún miembro del Senado podía deber más de dos mil dracmas
Fue a través de Mario cómo Sulpicio Rufo estableció contacto con el orden ecuestre. Esa ley referente a las deudas significaba una venganza de los prestamistas ecuestres contra la actitud manifestada por el senado, más concretamente contra el mismo Sila, cuyo estado financiero le hacía objeto de las repercusiones de la ley.
Retomando el orden de los acontecimientos, se desconocen las circunstancias concretas en las que Sulpicio presentó sus propuestas las que, como hemos visto, desencadenaron violentos disturbios callejeros. Es por eso que los cónsules decretaron el iustitium.
Y Mario, ¿qué hacía mientras tanto?:
"Cuando los itálicos se sometieron por fin, eran muchos los que en Roma se postulaban, con el apoyo de los demagogos, para el mando en la guerra contra Mitrídates. Sulpicio, tribuno de la plebe y hombre enteramente atrevido, presentó a Mario contra todo pronóstico y le propuso como general contra Mitrídates en calidad de procónsul. Hubo división de pareceres entre la gente: unos preferían a Mario, mientras que otros reclamaban a Sila e invitaban a Mario a que visitara los baños termales de Bayas y se curara de sus dolencias físicas, provocadas, según sus propias palabras, por la vejez y el reúma. No en vano, allí mismo, cerca de Miseno, poseía una suntuosa mansión, dotada de más lujos y refinamientos femeninos de los que parecerían propios de un varón que había sido artífice de tales guerras y expediciones. Se dice que Cornelia había comprado esta casa por setenta y cinco mil denarios y que, no mucho tiempo después, Lucio Lúculo la había adquirido a un precio de dos millones quinientos mil, tal había sido la rapidez con que había aumentado su suntuosidad y tal el crecimiento que había experimentado el gusto por el lujo. Sin embargo, Mario, empujado por un ansia adolescente y tratando de sacudirse de encima su vejez y sus limitaciones físicas, bajaba a diario al Campo de Marte para ejercitarse con los jóvenes y exhibir un cuerpo todavía ágil con las armas y dotado aún para los ejercicios ecuestres, a pesar de que con la edad se había embotado por la gordura, pues había ganado en carnes y corpulencia. A algunos les complacía que se entregara a estos ejercicios y descendían al Campo para contemplar su entrega en esta suerte de porfías, mientras que los que le prestaban mayor atención se lamentaban por la ambición y sed de honor que hacían que aquel, que de pobre había pasado a ser inmensamente rico y de insignificante a ser tremendamente grande, fuera incapaz de establecer los límites de su buena fortuna o de contentarse con ser admirado y disfrutar con tranquilidad de lo que poseía. Como si todo le faltase, después de tantos triunfos y gloria, ansiaba arrastrar su avanzada edad hasta Capadocia y el Ponto Euxino con el objeto de hacer la guerra a Arquelao y Neoptólemo, sátrapas de Mitrídates. Las justificaciones que Mario daba para esto parecían completamente ridículas, pues sostenía que quería participar en la campaña para adiestrar personalmente a su hijo en la guerra"
Plutarco, Mario
Era ilusorio pensar que la medida tomada por los cónsules (el iustitium) iba a paralizar la acción tribunicia de Sulpicio. Éste convocó una asamblea en el Foro (o aun permanecían allí los cónsules en asamblea), que degeneró en un tumulto:
"Sulpicio no aguardó a la finalización del iustitium, sino que ordenó a sus partidarios que fueran al foro con puñales ocultos e hicieran lo que requiriese la ocasión, sin respetar a los mismos cónsules si era necesario. Y una vez que lo tuvo dispuesto todo, denunció como ilegales los iustitia, y ordenó a los cónsules Cornelio Sila y Quinto Pompeyo que pusieran fin a los mismos de inmediato para proceder a la votación de las leyes. Una vez que se produjo un tumulto, aquellos que llevaban preparados los puñales los desenvainaron y amenazaron con matar a los cónsules, los cuales se oponían a lo ordenado; finalmente, Pompeyo huyó en secreto y Sila se retiró bajo el pretexto de deliberar. Entretanto, los facciosos de Sulpicio dieron muerte al hijo de Pompeyo, que era yerno de Sila (casado con Cornelia, hija de la primera mujer de Sila), por manifestar y exponer con franqueza algún tipo de opinión. Sila retornó, anuló el iustitium y se apresuró hacia Capua para reunirse con el ejército que estaba allí, con la idea de cruzar desde Capua hasta Asia para la guerra contra Mitrídates; pues nada sabía de lo que había sido urdido contra él. Sulpicio, una vez anulado el iustitium y ausente Sila de la ciudad, hizo ratificar la ley y eligió a Mario, por cuya causa había sucedido todo esto, para hacerse cargo del mando de la guerra contra Mitrídates en lugar de Sila"
Apiano, Guerras Civiles I 56
Ciertamente hay algo en el texto de Apiano que suena un tanto raro; me refiero a que Sila, se retira a deliberar y, tras la muerte de su yerno, retorna al Foro, anula el iustitium y se marcha hacia Capua para reunirse con el ejército e iniciar la guerra contra Mitrídates. Y sobre todo esa frase de: "pues nada sabía de lo que había sido urdido contra él". ¿No sabía nada después de la que se había montado en el Foro?.
Plutarco da otra versión de los hechos:
"De este modo, Sulpicio se presentó acompañado de hombres armados en medio de una asamblea pública que presidían los dos cónsules y, prendiendo al hijo de uno de ellos, que había logrado huir del Foro, lo pasaron a cuchillo. Por su parte, Sila, que estaba siendo perseguido, al pasar por delante de la casa de Mario, hizo lo que nadie habría sospechado e irrumpió en ella, sin que lo advirtieran sus perseguidores, quienes continuaron la carrera. Se cuenta que el propio Mario le acompañó a la otra puerta para que pudiera salir con total seguridad y llegar hasta su campamento. Sin embargo, Sila niega en sus Memorias que buscara refugio en casa de Mario, sino que fue llevado a ella con el objeto de deliberar sobre las cuestiones que Sulpicio le estaba intentando obligar a votar contra su voluntad, para lo que había sido rodeado por un círculo de hombres con las espadas desenfundadas y arrastrado a casa de Mario. Desde allí acudió al Foro, donde, como aquellos exigían, derogó el interdicto sobre la supresión de las actividades. Una vez que esto se llevó a cabo y dueño ya de la situación, Sulpicio entregó el mando del ejército a Mario, quien pasó a disponer los preparativos para la expedición y envió a dos tribunos militares a que se pusieran al frente de las tropas de Sila"
Plutarco, Mario
"Para evitar esta medida los cónsules votaron la «supresión de actividades» y él, entonces, agitó a la muchedumbre contra ellos mientras se encontraban reunidos en el templo de los Dioscuros. Entre otros, hizo matar en el propio Foro al hijo del cónsul Pompeyo, quien tuvo que escapar a escondidas. Sila, también perseguido, se vio obligado a refugiarse en casa de Mario y a abrogar la suspensión de actividades públicas. Entonces Sulpicio cesó a Pompeyo del consulado, pero no se lo arrebató a Sila, sino que se limitó a transferir a Mario el mando de la guerra contra Mitrídates. Al punto envió tribunos militares a Nola para que se hicieran cargo del ejército y se lo entregaran a Mario"
Plutarco, Sila
Tanto en lo relatado por Plutarco como en las "Memorias" de Sila, éste estuvo en casa de Mario tras los disturbios en el Foro (ya fuera para refugiarse, cosa que niega Sila, ya lo hubieran obligado por la fuerza). Sin esperar a la evolución de los acontecimientos, Sila abandona Roma en dirección a Nola, en donde se hallaba ya dispuesto el ejército que debía marchar contra Mitrídates.
"Pero Sila, que logró huir en dirección al campamento, llegó antes que ellos (que los tribunos enviados para hacerse cargo de las tropas en nombre de Mario), y sus soldados, cuando se enteraron de lo sucedido, apedrearon a los tribunos militares"
Plutarco, Sila
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Crisis de la República romana
Llegada de Sila a Nola
El ejército se hallaba en Nola asediando la ciudad puesto que era uno de los pocos focos rebeldes samnitas que habían quedado tras la guerra:
"Esa ciudad se mantenía en armas con gran perseverancia, y el ejército romano la asediaba, porque parecía haberse arrepentido de una fidelidad más leal que todas las demás en la guerra púnica"
Veleyo Patérculo, II, 18, 4
Al llegar Sila a Nola, después de salir precipitadamente de Roma, convoca al ejército a una asamblea:
"Cuando Sila se enteró, decidió que el asunto debía resolverse por medio de la guerra y convocó al ejército a una asamblea. Este último se hallaba deseoso de la guerra contra Mitrídates por estimarla lucrativa, y pensaba que Mario enrolaría para ella a otros soldados en vez de a ellos. Sila denunció el ultraje que Sulpicio y Mario le habían hecho, sin aludir abiertamente a ninguna otra cosa —pues no se atrevía aún a hablar de una guerra tal—, y les animó a que estuvieran dispuestos a cumplir lo que se les ordenase. Pero los soldados, comprendiendo cuáles eran sus proyectos y temiendo ser excluidos de la expedición, desvelaron el deseo de Sila y le incitaron a que tuviera el coraje de llevarlos contra Roma. Sila se llenó de alegría y se puso en marcha de inmediato al frente de seis legiones; mas la totalidad de la oficialidad de su ejército, a excepción de un cuestor, le abandonó y huyó hacia Roma porque no soportó conducir el ejército contra su patria. Unos mensajeros que se encontraron con él en el camino le preguntaron por qué marchaba en armas contra su patria, y él les respondió que para librarla de los tiranos"
Apiano, Guerras Civiles I, 57
El carácter de este tipo de ejército ya lo vimos en el apartado Las clientelas militares.
http://www.militar.org.ua/foro/crisis-d ... 4-375.html
Retomando algunas líneas:
El ejército se hallaba en Nola asediando la ciudad puesto que era uno de los pocos focos rebeldes samnitas que habían quedado tras la guerra:
"Esa ciudad se mantenía en armas con gran perseverancia, y el ejército romano la asediaba, porque parecía haberse arrepentido de una fidelidad más leal que todas las demás en la guerra púnica"
Veleyo Patérculo, II, 18, 4
Al llegar Sila a Nola, después de salir precipitadamente de Roma, convoca al ejército a una asamblea:
"Cuando Sila se enteró, decidió que el asunto debía resolverse por medio de la guerra y convocó al ejército a una asamblea. Este último se hallaba deseoso de la guerra contra Mitrídates por estimarla lucrativa, y pensaba que Mario enrolaría para ella a otros soldados en vez de a ellos. Sila denunció el ultraje que Sulpicio y Mario le habían hecho, sin aludir abiertamente a ninguna otra cosa —pues no se atrevía aún a hablar de una guerra tal—, y les animó a que estuvieran dispuestos a cumplir lo que se les ordenase. Pero los soldados, comprendiendo cuáles eran sus proyectos y temiendo ser excluidos de la expedición, desvelaron el deseo de Sila y le incitaron a que tuviera el coraje de llevarlos contra Roma. Sila se llenó de alegría y se puso en marcha de inmediato al frente de seis legiones; mas la totalidad de la oficialidad de su ejército, a excepción de un cuestor, le abandonó y huyó hacia Roma porque no soportó conducir el ejército contra su patria. Unos mensajeros que se encontraron con él en el camino le preguntaron por qué marchaba en armas contra su patria, y él les respondió que para librarla de los tiranos"
Apiano, Guerras Civiles I, 57
El carácter de este tipo de ejército ya lo vimos en el apartado Las clientelas militares.
http://www.militar.org.ua/foro/crisis-d ... 4-375.html
Retomando algunas líneas:
- Mario creó el ejército profesional
- La guerra contra los aliados generará los ejércitos clientelares.
Comenzando por Mario, como ya vimos, consideró a sus veteranos como una fuerza política (una clientela fiel), un grupo de ciudadanos con cuyo voto podía contar. Pero este tipo de soldado creado por el mismo Mario, antes que ciudadano, era sobre todo un soldado al que el oficio de la guerra debía proporcionarle un retiro en la vida civil.
Mario abrió las puertas del ejército a los capite censi, que fueron progresivamente sustituyendo al soldado ciudadano propietario. Evidentemente estos soldados iban a mantenerse fieles a quien les proporcionara los beneficios más inmediatos. Mario los vio como ciudadanos, otros los vieron como soldados, vamos, que además de contar con sus votos contaron también, llegado el caso, con sus espadas.
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Crisis de la República romana
La marcha de Sila hacia Roma
Los partidarios de Mario mataron a los amigos de Sila que se encontraban en la ciudad y les arrebataron sus propiedades. Se sucedían los movimientos y fugas tanto desde el campamento a la ciudad como a la inversa. El Senado no conservaba su poder, sino se regía por las órdenes de Mario y Sulpicio.
Sila, por su parte, avanzaba desde Nola con seis legiones completas: veía que el ejército estaba decidido a avanzar sin demora hacia la ciudad, pero él dudaba en su interior y temía el peligro que eso suponía. Entonces el adivino Póstumo, tras un sacrificio, examinó las señales y, tendiendo ambas manos hacia Sila, le pidió que lo atara y lo encerrara bajo custodia hasta el fin de la batalla, de modo que, si no acababa todo rápido y felizmente para él, le castigara con la pena suprema.
Cuando el senado fue informado de que Sila se aproximaba a Roma, mandó a dos pretores, Bruto y Servilio, para que le
prohibieran continuar su avance. Los pretores se dirigieron a Sila de una manera muy arrogante y los soldados se lanzaron a matarlos, pero al final sólo les rompieron las fasces, les quitaron la púrpura y, tras cubrirlos de insultos, les dejaron marchar de vuelta. A otros emisarios que vinieron sucesivamente a su encuentro, les anunció, sin embargo, que el senado, Mario y Sulpicio se reunieran con él, si querían, en el campo de Marte y que haría aquello que se acordara en la consulta.
En la ciudad, ver a los pretores sin las insignias de su cargo y anunciando que ya no se podía detener la revuelta, sino que era irreversible, produjo un gran desaliento. Mario y los suyos comenzaron a prepararse.
En las cercanías de Pictas (pequeña villa a unos 20 Km al sudeste de Roma) se le presentó una embajada que le pidió que cesara su marcha en ese momento y le comunicó que el senado votaría todo lo que le pareciera justo.
Cuando Sila estaba cerca, le salió al encuentro su colega Pompeyo que le cubrió de elogios y se alegró por la decisión tomada, dispuesto a cooperar con él en todo. Mario y Sulpicio, necesitados de un pequeño intervalo de tiempo para su preparación, le enviaron otros emisarios fingiendo que también éstos habían sido enviados por el senado, con la petición de que no acampara a menos de cuarenta estadios de Roma (cerca de 7'5 Km) hasta que examinaran la situación presente. Sila y Pompeyo, sin embargo, comprendiendo con claridad el deseo de aquéllos prometieron que así lo harían, pero siguieron al punto a los emisarios cuando éstos emprendieron el regreso. Una vez que se hubieron alejado, envió sin dilación a Lucio Basilo y a Caio Mumio para que tomaran la puerta y la muralla que está sobre la colina del Esquilino, luego él mismo entraría en combate con la mayor rapidez.
Nota: Lo escrito es la unión de dos textos: Plutarco, Sila y Apiano, Guerras Civiles I, 57. Quitando prodigios, aparaciones de diosas en sueños y cosas por el estilo (a excepción del pasaje sobre el adivino Póstumo).
Los partidarios de Mario mataron a los amigos de Sila que se encontraban en la ciudad y les arrebataron sus propiedades. Se sucedían los movimientos y fugas tanto desde el campamento a la ciudad como a la inversa. El Senado no conservaba su poder, sino se regía por las órdenes de Mario y Sulpicio.
Sila, por su parte, avanzaba desde Nola con seis legiones completas: veía que el ejército estaba decidido a avanzar sin demora hacia la ciudad, pero él dudaba en su interior y temía el peligro que eso suponía. Entonces el adivino Póstumo, tras un sacrificio, examinó las señales y, tendiendo ambas manos hacia Sila, le pidió que lo atara y lo encerrara bajo custodia hasta el fin de la batalla, de modo que, si no acababa todo rápido y felizmente para él, le castigara con la pena suprema.
Cuando el senado fue informado de que Sila se aproximaba a Roma, mandó a dos pretores, Bruto y Servilio, para que le
prohibieran continuar su avance. Los pretores se dirigieron a Sila de una manera muy arrogante y los soldados se lanzaron a matarlos, pero al final sólo les rompieron las fasces, les quitaron la púrpura y, tras cubrirlos de insultos, les dejaron marchar de vuelta. A otros emisarios que vinieron sucesivamente a su encuentro, les anunció, sin embargo, que el senado, Mario y Sulpicio se reunieran con él, si querían, en el campo de Marte y que haría aquello que se acordara en la consulta.
En la ciudad, ver a los pretores sin las insignias de su cargo y anunciando que ya no se podía detener la revuelta, sino que era irreversible, produjo un gran desaliento. Mario y los suyos comenzaron a prepararse.
En las cercanías de Pictas (pequeña villa a unos 20 Km al sudeste de Roma) se le presentó una embajada que le pidió que cesara su marcha en ese momento y le comunicó que el senado votaría todo lo que le pareciera justo.
Cuando Sila estaba cerca, le salió al encuentro su colega Pompeyo que le cubrió de elogios y se alegró por la decisión tomada, dispuesto a cooperar con él en todo. Mario y Sulpicio, necesitados de un pequeño intervalo de tiempo para su preparación, le enviaron otros emisarios fingiendo que también éstos habían sido enviados por el senado, con la petición de que no acampara a menos de cuarenta estadios de Roma (cerca de 7'5 Km) hasta que examinaran la situación presente. Sila y Pompeyo, sin embargo, comprendiendo con claridad el deseo de aquéllos prometieron que así lo harían, pero siguieron al punto a los emisarios cuando éstos emprendieron el regreso. Una vez que se hubieron alejado, envió sin dilación a Lucio Basilo y a Caio Mumio para que tomaran la puerta y la muralla que está sobre la colina del Esquilino, luego él mismo entraría en combate con la mayor rapidez.
Nota: Lo escrito es la unión de dos textos: Plutarco, Sila y Apiano, Guerras Civiles I, 57. Quitando prodigios, aparaciones de diosas en sueños y cosas por el estilo (a excepción del pasaje sobre el adivino Póstumo).
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Crisis de la República romana
Las tropas de Lucio Basilo y de Caio Mumio cayeron sobre la ciudad (flechas en el mapa) pero, cuando se iban haciendo con la posición, una multitud, a falta de armas, comenzó a atacarlos desde las casas con piedras y tejas, lo que les impidió el avance y les obligó a replegarse en las murallas. Sila llegó, vio la situación y comenzó a gritar que se prendiera fuego a las casas; él mismo tomó una antorcha y se puso en marcha. Ordenó a los arqueros que hicieran uso de los proyectiles de fuego y los hicieran caer sobre los tejados de las casas, sin pensar en lo que hacía, sino lleno de ira y poniendo en manos de su cólera todo el plan de ataque: sólo veía enemigos, no mostró consideración alguna ni piedad hacia afines, familiares o allegados. Entró a fuego, y el fuego no distingue entre culpables e inocentes.
Sila avanzó con el resto de las tropas hacia el interior de la ciudad; Mario y Sulpicio le salieron al encuentro cerca del foro Esquilino (en el templo de la Tierra, según Plutarco) con cuantas tropas tuvieron tiempo de armar. Y por primera vez en Roma, tuvo lugar un combate entre enemigos, no bajo el aspecto de una sedición sino al son de las trompas y con enseñas, según la costumbre de la guerra. A tal extremo de peligro arrojó a los romanos la falta de solución de sus luchas intestinas. Puestos en fuga los soldados de Sila, este último arrebató un estandarte y arrostró el peligro en primera línea para hacerles cambiar de actitud por vergüenza hacia su general y por temor a la deshonra de perder la enseña, si la abandonaban. Sila hizo venir desde el campamento a las tropas de refresco y envió a otras dando un rodeo por la vía llamada Suburra (flecha en el mapa) de manera que se dispusieran a atacar al enemigo por la espalda. Los del partido de Mario, como luchaban sin fuerzas con las tropas que les atacaban de refresco y temían verse envueltos por las que estaban rodeándolos, llamaron en su ayuda a los otros ciudadanos que todavía luchaban desde las casas, y proclamaron la libertad para los esclavos que participaran en la lucha. Sin embargo, al no acudir nadie, perdieron las esperanzas en todo y huyeron al punto de la ciudad y con ellos cuantos nobles habían cooperado.
Entonces, Sila avanzó por la vía llamada Sacra (flecha en el mapa) y, de inmediato, castigó, a la vista de todos, a los que habían saqueado lo que encontraban a su paso. Después estableció, a intervalos, puestos de vigilancia por la ciudad, y pasó la noche en compañía de Pompeyo inspeccionando cada uno de ellos, a fin de que no se produjera ningún acto de violencia por parte de la población amedrentada o de los vencedores.
Nota: Plutarco, Sila y Apiano, Guerras Civiles I, 58-59
Sila avanzó con el resto de las tropas hacia el interior de la ciudad; Mario y Sulpicio le salieron al encuentro cerca del foro Esquilino (en el templo de la Tierra, según Plutarco) con cuantas tropas tuvieron tiempo de armar. Y por primera vez en Roma, tuvo lugar un combate entre enemigos, no bajo el aspecto de una sedición sino al son de las trompas y con enseñas, según la costumbre de la guerra. A tal extremo de peligro arrojó a los romanos la falta de solución de sus luchas intestinas. Puestos en fuga los soldados de Sila, este último arrebató un estandarte y arrostró el peligro en primera línea para hacerles cambiar de actitud por vergüenza hacia su general y por temor a la deshonra de perder la enseña, si la abandonaban. Sila hizo venir desde el campamento a las tropas de refresco y envió a otras dando un rodeo por la vía llamada Suburra (flecha en el mapa) de manera que se dispusieran a atacar al enemigo por la espalda. Los del partido de Mario, como luchaban sin fuerzas con las tropas que les atacaban de refresco y temían verse envueltos por las que estaban rodeándolos, llamaron en su ayuda a los otros ciudadanos que todavía luchaban desde las casas, y proclamaron la libertad para los esclavos que participaran en la lucha. Sin embargo, al no acudir nadie, perdieron las esperanzas en todo y huyeron al punto de la ciudad y con ellos cuantos nobles habían cooperado.
Entonces, Sila avanzó por la vía llamada Sacra (flecha en el mapa) y, de inmediato, castigó, a la vista de todos, a los que habían saqueado lo que encontraban a su paso. Después estableció, a intervalos, puestos de vigilancia por la ciudad, y pasó la noche en compañía de Pompeyo inspeccionando cada uno de ellos, a fin de que no se produjera ningún acto de violencia por parte de la población amedrentada o de los vencedores.
Nota: Plutarco, Sila y Apiano, Guerras Civiles I, 58-59
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Crisis de la República romana
Es interesante como este sector NE era el punto débil de la muralla serviana al no estar respaldada por un piedemonte en el trasdos de la misma. Esto hacia que estos muros, una vez minados o derruidos, eran susceptibles de abrir una brecha en el recinto fortificado de la ciudad. Así lo entendieron los diversos atacantes de la ciudad de Roma a lo largo de la Historia, los cuales solían elegir este sector de unos 1.200 metros de muralla, como la zona desde la cual intentar el asalto de la ciudad.
Un saludo
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Crisis de la República romana
Es que era el sector más fácil. Por cierto, se me ha olvidado decir que una de las legiones quedó en reserva y otra fue enviada hacia "el puente de madera", que imagino será el Sublicio (la palabra volsca sublica viene a significar 'mesa de madera', más o menos).
Lo que tengo que buscar es un alzado vertical (idealizado, claro) que vi hace tiempo de esa zona de las murallas, desde el Agger Servii Tulli. Actualmente, si subes desde la zona del foro hacia el Quirinal, se nota la cuesta que hay y se allana casi enfrente de lo que era el Castra Praetoria, que ahora hay un parque en donde fuman cigarros de la risa. Vamos, que los que venían de fuera iban hacia una hondonada, no un alto, no se si me explico.
- Ahí ya dejaron el agger atrás cuando hicieron las murallas aurelianas.
Por cierto, cuando escribía el post me acordé de las "bizantinas" legiones urbanas.
Un saludo.
Lo que tengo que buscar es un alzado vertical (idealizado, claro) que vi hace tiempo de esa zona de las murallas, desde el Agger Servii Tulli. Actualmente, si subes desde la zona del foro hacia el Quirinal, se nota la cuesta que hay y se allana casi enfrente de lo que era el Castra Praetoria, que ahora hay un parque en donde fuman cigarros de la risa. Vamos, que los que venían de fuera iban hacia una hondonada, no un alto, no se si me explico.
- Ahí ya dejaron el agger atrás cuando hicieron las murallas aurelianas.
Por cierto, cuando escribía el post me acordé de las "bizantinas" legiones urbanas.
Un saludo.
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Crisis de la República romana
Con la actuación de Sila se podría decir que se ha llegado a un punto de inflexión, pero visto desde la perspectiva actual. Voy a intentar medio explicar esto.
Las razones inmediatas con las que Sila justificó su, llamémoslo, golpe de estado, quedarán sin explicación. ¿Ofensa personal a su dignitas?, ¿la situación generada por la acción de Sulpicio? A estos interrogantes se les pueden sumar otros ¿llegó Sila a estar al tanto de los planes de Sulpicio y Mario?, ¿tenía él los suyos? o, lo que parece más probable, ¿fue sorprendido por la noticia?; en cualquier caso su respuesta fue tan rápida como drástica.
Desde los tiempos de Tiberio Graco, el senado buscó medidas más o menos legales para mantener el monopolio que ejercía sobre el estado: veto tribunicio, uso de los tribunales, manipulación de las asambleas y, en último recurso, el senatus consultum ultimum. En estos momentos, de forma individual, uno de sus miembros se arrogaba el derecho de invertir un poder real en el restablecimiento de una situación que, aunque beneficiaba a ese senado, no había sido solicitada por él; es decir, Sila actúa en defensa de la legalidad vigente (esto es un tanto largo de explicar, además que deberíamos adelantarnos a los hechos e ir a la línea de sus reformas), e interpreta erróneamente (al menos en apariencia) una acción legalmente aceptada por la que se autoriza a los cónsules en defensa del orden constitucional, al uso de la fuerza, vamos, como si se hubiera decretado un senatus consultum ultimum. Sin embargo, este decreto no se había producido y el senado, tanto si era consciente o no de que Sila actuaba en su interés, no iba a aprobar los métodos empleados. El senado le envió a los pretores Bruto y Servilio para que le prohibieran continuar su avance y ya hemos visto lo que pasó.
Es erróneo pensar que Mario y Sulpicio pensaran que podían defender Roma del empuje de seis legiones, lo mismo que también es equivocado pretender que ellos esperaban esa reacción de Sila; del senado puede que sí, toda vez que ellos supieran que el senatus consultum ultimum no se iba a decretar dado el peso de la figura de Mario. Seguir escribiendo significaría abrir más interrogantes.
Los hechos son que un magistrado ha introducido por primera vez en la historia de Roma el factor del ejército en la política interior. Si actualmente esto se percibe como la puerta de acceso al periodo de las guerras civiles en los que se van a diluir los restos de la República, probablemente para Sila y sus contemporáneos no significaba eso.
La guerra contra los aliados cambió muchas cosas que hasta esos momentos eran impensables que sucedieran. Teorías las hay para todos los gustos; únicamente resaltar ese punto de inflexión (o de no retorno, o cruce del Rubicón) que se ha producido, siendo Sila consciente o no de ello.
Frente a largas disquisiciones de los diversos autores, el principio de la navaja de Ockham ...
Las razones inmediatas con las que Sila justificó su, llamémoslo, golpe de estado, quedarán sin explicación. ¿Ofensa personal a su dignitas?, ¿la situación generada por la acción de Sulpicio? A estos interrogantes se les pueden sumar otros ¿llegó Sila a estar al tanto de los planes de Sulpicio y Mario?, ¿tenía él los suyos? o, lo que parece más probable, ¿fue sorprendido por la noticia?; en cualquier caso su respuesta fue tan rápida como drástica.
Desde los tiempos de Tiberio Graco, el senado buscó medidas más o menos legales para mantener el monopolio que ejercía sobre el estado: veto tribunicio, uso de los tribunales, manipulación de las asambleas y, en último recurso, el senatus consultum ultimum. En estos momentos, de forma individual, uno de sus miembros se arrogaba el derecho de invertir un poder real en el restablecimiento de una situación que, aunque beneficiaba a ese senado, no había sido solicitada por él; es decir, Sila actúa en defensa de la legalidad vigente (esto es un tanto largo de explicar, además que deberíamos adelantarnos a los hechos e ir a la línea de sus reformas), e interpreta erróneamente (al menos en apariencia) una acción legalmente aceptada por la que se autoriza a los cónsules en defensa del orden constitucional, al uso de la fuerza, vamos, como si se hubiera decretado un senatus consultum ultimum. Sin embargo, este decreto no se había producido y el senado, tanto si era consciente o no de que Sila actuaba en su interés, no iba a aprobar los métodos empleados. El senado le envió a los pretores Bruto y Servilio para que le prohibieran continuar su avance y ya hemos visto lo que pasó.
Es erróneo pensar que Mario y Sulpicio pensaran que podían defender Roma del empuje de seis legiones, lo mismo que también es equivocado pretender que ellos esperaban esa reacción de Sila; del senado puede que sí, toda vez que ellos supieran que el senatus consultum ultimum no se iba a decretar dado el peso de la figura de Mario. Seguir escribiendo significaría abrir más interrogantes.
Los hechos son que un magistrado ha introducido por primera vez en la historia de Roma el factor del ejército en la política interior. Si actualmente esto se percibe como la puerta de acceso al periodo de las guerras civiles en los que se van a diluir los restos de la República, probablemente para Sila y sus contemporáneos no significaba eso.
La guerra contra los aliados cambió muchas cosas que hasta esos momentos eran impensables que sucedieran. Teorías las hay para todos los gustos; únicamente resaltar ese punto de inflexión (o de no retorno, o cruce del Rubicón) que se ha producido, siendo Sila consciente o no de ello.
Frente a largas disquisiciones de los diversos autores, el principio de la navaja de Ockham ...
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Crisis de la República romana
Salve, Maese Valerio!
Sabes?, una cosa que jamas habia podido apreciar es como los acontecimientos cabalgan uno de encima de otro. Siempre habia pensado en "fin de la guerra social"-"coup d etat" de Sila" como dos hechos desconectados; pero practicamente son secuenciales! (y eso que a mi me gusta la historia, recuerdo que en el Colegio pasamos de las Guerras Punicas, Caton, los hermanos Graco tocados superficialmente, Espartaco aun mas superficialmente (y la clase tuvo apoyo audiovisual: Kirk Douglas!) y zas! Julio Cesar, la Guerra de las Galias y la Guerra Civil). Muchas gracias, de veras!
Sabes?, una cosa que jamas habia podido apreciar es como los acontecimientos cabalgan uno de encima de otro. Siempre habia pensado en "fin de la guerra social"-"coup d etat" de Sila" como dos hechos desconectados; pero practicamente son secuenciales! (y eso que a mi me gusta la historia, recuerdo que en el Colegio pasamos de las Guerras Punicas, Caton, los hermanos Graco tocados superficialmente, Espartaco aun mas superficialmente (y la clase tuvo apoyo audiovisual: Kirk Douglas!) y zas! Julio Cesar, la Guerra de las Galias y la Guerra Civil). Muchas gracias, de veras!
La verdad nos hara libres
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Crisis de la República romana
Si has visto la conexión que hay entre la Guerra Social y este "golpe de estado", veo que va bien la cosa. La verdad es que mostrando fuentes en su mayoría, sin dar interpretaciones a los hechos, no se si va quedando claro el asunto. Bueno, para medio explicarme sí que tengo que hacer esos "Incisos" tipo Las clientelas militares. Sin ellos si que sería un poco difícil entender (o dar a entender) ciertos aspectos (y de seguro que se me quedan muchos por el camino).
En cuanto a lo de Espartaco, por ejemplo, recuerda que ya llevamos dos guerras serviles con pequeños focos en la Campania. Como para partir de cero y resumir los antecedentes ...
En la historia de Roma ( y por extensión, evidentemente, en cualquier historia) todo está conectado. De ahí mi manida frase "esto es un tanto largo de explicar". ¡ Ojo !, explicar evitando como siempre interpretaciones personales.
Un saludo cordial.
En cuanto a lo de Espartaco, por ejemplo, recuerda que ya llevamos dos guerras serviles con pequeños focos en la Campania. Como para partir de cero y resumir los antecedentes ...
En la historia de Roma ( y por extensión, evidentemente, en cualquier historia) todo está conectado. De ahí mi manida frase "esto es un tanto largo de explicar". ¡ Ojo !, explicar evitando como siempre interpretaciones personales.
Súmale también la presión ejercida por Mitrídates y lo que ello conlleva. Además del proceso de integración de esos "nuevos ciudadanos", la reanudación de los manejos de las facciones, los intereses de los soldados no propietarios y como será su futuro, etc.Siempre habia pensado en "fin de la guerra social"-"coup d etat" de Sila" como dos hechos desconectados; pero practicamente son secuenciales
Un saludo cordial.
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Avance de Mitrídates
Llegado el otoño, conquistada Asia, Mitrídates llevó sus tropas hacia el mar como paso previo a la Grecia continental. Sólo Rodas iba a ofrecer una resistencia efectiva mientras el resto de las islas eran conquistadas.
Asalto a Rodas
Entretanto, los rodios fortificaron sus murallas y sus puertos y colocaron máquinas de guerra por todas partes, les ayudaban algunos telmiseos y licios. Todos los italianos que habían escapado de Asia se reunieron en Rodas y, con ellos, Lucio Casio, el procónsul de Asia. Cuando Mitrídates navegó contra ellos, destruyeron los arrabales de la ciudad, para que no fueran de utilidad al enemigo y se hicieron a la mar para librar un combate naval con unos barcos dispuestos para atacar de frente y otros, de costado. Pero el rey, que navegaba alrededor de los suyos con una quinquerreme, ordenó a sus barcos que se desplegaran por las alas hacia alta mar y que, forzando la remadura, envolvieran a los enemigos, pues eran inferiores en número. Por último, los rodios, ante el temor de verse rodeados, se replegaron poco a poco, y después, haciendo virar sus barcos, se refugiaron en el puerto, lo cerraron con barreras y combatieron a Mitrídates desde las murallas. Éste trasladó su campamento cerca de la ciudad, intentando continuamente forzar los puertos; pero, como fracasó en dicho propósito, aguardó a que estuviera presente la infantería procedente de Asia. Mientras tanto, tenían lugar cortas y continuas escaramuzas con los que estaban apostados sobre las murallas; al llevar en ellas los rodios la mejor parte, recobraron poco a poco su confianza y prepararon las naves para atacar a los enemigos, si se les presentaba la ocasión.
Cuando una nave de carga de la flota real pasó navegando a vela junto a ellos, avanzó contra ella una nave rodia de dos bancos de remos. Al acudir con presteza en auxilio de éstas otras naves de ambos bandos, tuvo lugar un fuerte combate naval en el que Mitrídates agobiaba al enemigo por su ímpetu y el número de barcos, pero los rodios rodearon y embistieron a sus naves con tal habilidad, que regresaron a puerto llevando a remolque una trirreme con su tripulación y muchos mascarones de proa y despojos del enemigo. En otra ocasión, al ser apresada por los enemigos una quinquerreme, los rodios, desconociendo este hecho, mandaron a buscarla a seis de sus barcos más rápidos bajo el mando de Damágoras. Mitrídates envió contra él a veinticinco naves y Damágoras se mantuvo en retirada hasta la puesta de sol. Pero, cuando, al oscurecer, las naves del rey dieron la vuelta para emprender el regreso, las atacó, hundió a dos, a otras dos las persiguió hasta Licia y regresó a puerto después de pasar la noche en el mar. Éste fue el resultado del combate naval entre los rodios y Mitrídates, desenlace inesperado para los rodios, a causa de su escaso número de barcos y, para Mitrídates, por el gran número de los suyos. En esta acción, cuando el rey navegaba en torno a sus barcos y apremiaba a los hombres, una nave de Quíos, debido a la confusión, chocó contra el barco de aquél con un fuerte impacto. El rey entonces fingió no darse por enterado, pero después castigó al piloto y al segundo de a bordo y, desde aquel momento, siempre mantuvo su odio hacia los de Quíos.
Por aquellos mismos días, un fuerte viento de Cauno se abatió contra las naves de carga y trirremes que transportaban las tropas de infantería de Mitrídates y las desvió hacia Rodas. Los rodios se hicieron a la mar rápidamente y, atacándolas cuando todavía estaban perturbadas por la tempestad y diseminadas, apresaron a algunas, perforaron otras con los espolones, a otras las quemaron y cogieron cuatrocientos prisioneros. Por este motivo, Mitrídates se preparó para otro combate naval y para un asedio al mismo tiempo. Construyó una sambuca, enorme máquina de guerra que transportó sobre dos naves. Algunos desertores le indicaron una colina fácil de escalar, donde estaba situado el templo de Júpiter Atabirio, rodeado de un muro bajo. Embarcó, por consiguiente, a su ejército en las naves durante la noche y dio escalas a otros, ordenándoles que avanzaran cada uno en silencio, hasta que algunos les hicieran una señal con fuego desde el monte Atabirio, y que, entonces, todos juntos, con el máximo ruido que pudieran, atacaran unos los puertos y otros trataran de forzar las murallas. Así pues, ellos se aproximaron en un silencio profundo, pero los centinelas rodios, dándose cuenta de lo que ocurría, hicieron una señal con fuego y el ejército de Mitrídates, pensando que esa era la señal del monte Atabirio, rasgó al unísono el silencio sepulcral con un clamor enorme, tanto los que llevaban las escalas como los de las naves. Pero los rodios no se arredraron ante ellos, sino que prorrumpieron, a su vez, en otro clamor igual y corrieron en tropel hacia las murallas. Las fuerzas reales no llevaron a cabo ningún intento esa noche y, al día siguiente, fueron rechazadas.
Lo que más temor causaba a los rodios era la sambuca que había sido arrimada junto a las murallas, por donde estaba el templo de Isis, y disparaba, a la vez, muchos proyectiles, arietes y dardos. Además, soldados, en numerosos barcos pequeños, navegaban a su alrededor con escalas para trepar a las murallas por ella. Pero los rodios también resistieron con firmeza este ataque, hasta que la máquina empezó a vencerse a causa del peso y pareció que una aparición de Isis lanzaba una gran cantidad de fuego contra ella. Y Mitrídates, habiendo perdido también la esperanza de este intento, se retiró de Rodas.
Apiano, Sobre Mitrídates 24-27
Llegado el otoño, conquistada Asia, Mitrídates llevó sus tropas hacia el mar como paso previo a la Grecia continental. Sólo Rodas iba a ofrecer una resistencia efectiva mientras el resto de las islas eran conquistadas.
Asalto a Rodas
Entretanto, los rodios fortificaron sus murallas y sus puertos y colocaron máquinas de guerra por todas partes, les ayudaban algunos telmiseos y licios. Todos los italianos que habían escapado de Asia se reunieron en Rodas y, con ellos, Lucio Casio, el procónsul de Asia. Cuando Mitrídates navegó contra ellos, destruyeron los arrabales de la ciudad, para que no fueran de utilidad al enemigo y se hicieron a la mar para librar un combate naval con unos barcos dispuestos para atacar de frente y otros, de costado. Pero el rey, que navegaba alrededor de los suyos con una quinquerreme, ordenó a sus barcos que se desplegaran por las alas hacia alta mar y que, forzando la remadura, envolvieran a los enemigos, pues eran inferiores en número. Por último, los rodios, ante el temor de verse rodeados, se replegaron poco a poco, y después, haciendo virar sus barcos, se refugiaron en el puerto, lo cerraron con barreras y combatieron a Mitrídates desde las murallas. Éste trasladó su campamento cerca de la ciudad, intentando continuamente forzar los puertos; pero, como fracasó en dicho propósito, aguardó a que estuviera presente la infantería procedente de Asia. Mientras tanto, tenían lugar cortas y continuas escaramuzas con los que estaban apostados sobre las murallas; al llevar en ellas los rodios la mejor parte, recobraron poco a poco su confianza y prepararon las naves para atacar a los enemigos, si se les presentaba la ocasión.
Cuando una nave de carga de la flota real pasó navegando a vela junto a ellos, avanzó contra ella una nave rodia de dos bancos de remos. Al acudir con presteza en auxilio de éstas otras naves de ambos bandos, tuvo lugar un fuerte combate naval en el que Mitrídates agobiaba al enemigo por su ímpetu y el número de barcos, pero los rodios rodearon y embistieron a sus naves con tal habilidad, que regresaron a puerto llevando a remolque una trirreme con su tripulación y muchos mascarones de proa y despojos del enemigo. En otra ocasión, al ser apresada por los enemigos una quinquerreme, los rodios, desconociendo este hecho, mandaron a buscarla a seis de sus barcos más rápidos bajo el mando de Damágoras. Mitrídates envió contra él a veinticinco naves y Damágoras se mantuvo en retirada hasta la puesta de sol. Pero, cuando, al oscurecer, las naves del rey dieron la vuelta para emprender el regreso, las atacó, hundió a dos, a otras dos las persiguió hasta Licia y regresó a puerto después de pasar la noche en el mar. Éste fue el resultado del combate naval entre los rodios y Mitrídates, desenlace inesperado para los rodios, a causa de su escaso número de barcos y, para Mitrídates, por el gran número de los suyos. En esta acción, cuando el rey navegaba en torno a sus barcos y apremiaba a los hombres, una nave de Quíos, debido a la confusión, chocó contra el barco de aquél con un fuerte impacto. El rey entonces fingió no darse por enterado, pero después castigó al piloto y al segundo de a bordo y, desde aquel momento, siempre mantuvo su odio hacia los de Quíos.
Por aquellos mismos días, un fuerte viento de Cauno se abatió contra las naves de carga y trirremes que transportaban las tropas de infantería de Mitrídates y las desvió hacia Rodas. Los rodios se hicieron a la mar rápidamente y, atacándolas cuando todavía estaban perturbadas por la tempestad y diseminadas, apresaron a algunas, perforaron otras con los espolones, a otras las quemaron y cogieron cuatrocientos prisioneros. Por este motivo, Mitrídates se preparó para otro combate naval y para un asedio al mismo tiempo. Construyó una sambuca, enorme máquina de guerra que transportó sobre dos naves. Algunos desertores le indicaron una colina fácil de escalar, donde estaba situado el templo de Júpiter Atabirio, rodeado de un muro bajo. Embarcó, por consiguiente, a su ejército en las naves durante la noche y dio escalas a otros, ordenándoles que avanzaran cada uno en silencio, hasta que algunos les hicieran una señal con fuego desde el monte Atabirio, y que, entonces, todos juntos, con el máximo ruido que pudieran, atacaran unos los puertos y otros trataran de forzar las murallas. Así pues, ellos se aproximaron en un silencio profundo, pero los centinelas rodios, dándose cuenta de lo que ocurría, hicieron una señal con fuego y el ejército de Mitrídates, pensando que esa era la señal del monte Atabirio, rasgó al unísono el silencio sepulcral con un clamor enorme, tanto los que llevaban las escalas como los de las naves. Pero los rodios no se arredraron ante ellos, sino que prorrumpieron, a su vez, en otro clamor igual y corrieron en tropel hacia las murallas. Las fuerzas reales no llevaron a cabo ningún intento esa noche y, al día siguiente, fueron rechazadas.
Lo que más temor causaba a los rodios era la sambuca que había sido arrimada junto a las murallas, por donde estaba el templo de Isis, y disparaba, a la vez, muchos proyectiles, arietes y dardos. Además, soldados, en numerosos barcos pequeños, navegaban a su alrededor con escalas para trepar a las murallas por ella. Pero los rodios también resistieron con firmeza este ataque, hasta que la máquina empezó a vencerse a causa del peso y pareció que una aparición de Isis lanzaba una gran cantidad de fuego contra ella. Y Mitrídates, habiendo perdido también la esperanza de este intento, se retiró de Rodas.
Apiano, Sobre Mitrídates 24-27
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Crisis de la República romana
Inciso
La "sambuca" era un instrumento musical; un arpa triangular con muchas cuerdas:
Es decir, al aparato usado por la flota de Mitrídates se le llama "sambuca" como al instrumento.
Polibio da una descripción del mismo:
"También tenían ocho naves quinquerremes, a las que en parte habían desmontado los remos, en unas a estribor y en otras a babor; habían juntado a pares estas naves por los flancos desprovistos de remos. Las hicieron avanzar por medio de los remos que quedaban por la parte exterior, hacia la muralla; estos buques estaban dotados de unos ingenios llamados «arpas», construidos como se expone a continuación: los marineros disponen una escalera de cuatro pies de ancho que llegue a la altura del muro del sitio donde van a desembarcar. Montan a cada lado de esta escalera unas barandas de mimbre y, por encima, la protegen con escudos volados; luego la abaten transversalmente sobre los flancos de las naves en cuestión; con todo, queda bastante por encima de la proa. En las puntas de las vergas han dispuesto previamente unas pequeñas poleas con sus correspondientes cables. Cuando se acerca el momento en que se deben utilizar estos artefactos, atan los cables a la parte superior de las escaleras y unos hombres situados en la punta de la popa tiran de ellos, mientras que otros, por el otro lado, apoyan la erección de la escalera por medio de puntales y la aseguran. Luego bogan con los remos que han quedado por la parte exterior de los navios, los acercan a tierra e intentan adosar la escalera a la muralla. Por su parte superior la escalera tiene una plataforma protegida por unas rejas de mimbre por delante y por los lados; desde esta plataforma cuatro hombres luchan contra los defensores de las almenas que intentan impedir la aproximación del ingenio. Aplicadas ya la escalera y la plataforma, que rebasa la altura de la muralla, entonces sueltan las rejas laterales de mimbre y los hombres saltan a las almenas o a las torres. El resto de los soldados les sigue por la misma arpa, cuya escalera ha quedado fijada firmemente a ambas naves mediante unas cuerdas. Todo este conjunto recibe con razón el nombre de «arpa», porque cuando se ha alzado la escalera, la figura que forma con las naves tiene un gran parecido a este instrumento musical"
Polibio VIII, 4, 2-11
• Ésta es la única interpretación que he encontrado del artefacto. Valga a modo orientativo; para el resto, la imaginación y a sumarle a la imagen las cuerdas, las rejas de mimbre ... vamos, hasta que se parezca al arpa
La "sambuca" era un instrumento musical; un arpa triangular con muchas cuerdas:
Es decir, al aparato usado por la flota de Mitrídates se le llama "sambuca" como al instrumento.
Polibio da una descripción del mismo:
"También tenían ocho naves quinquerremes, a las que en parte habían desmontado los remos, en unas a estribor y en otras a babor; habían juntado a pares estas naves por los flancos desprovistos de remos. Las hicieron avanzar por medio de los remos que quedaban por la parte exterior, hacia la muralla; estos buques estaban dotados de unos ingenios llamados «arpas», construidos como se expone a continuación: los marineros disponen una escalera de cuatro pies de ancho que llegue a la altura del muro del sitio donde van a desembarcar. Montan a cada lado de esta escalera unas barandas de mimbre y, por encima, la protegen con escudos volados; luego la abaten transversalmente sobre los flancos de las naves en cuestión; con todo, queda bastante por encima de la proa. En las puntas de las vergas han dispuesto previamente unas pequeñas poleas con sus correspondientes cables. Cuando se acerca el momento en que se deben utilizar estos artefactos, atan los cables a la parte superior de las escaleras y unos hombres situados en la punta de la popa tiran de ellos, mientras que otros, por el otro lado, apoyan la erección de la escalera por medio de puntales y la aseguran. Luego bogan con los remos que han quedado por la parte exterior de los navios, los acercan a tierra e intentan adosar la escalera a la muralla. Por su parte superior la escalera tiene una plataforma protegida por unas rejas de mimbre por delante y por los lados; desde esta plataforma cuatro hombres luchan contra los defensores de las almenas que intentan impedir la aproximación del ingenio. Aplicadas ya la escalera y la plataforma, que rebasa la altura de la muralla, entonces sueltan las rejas laterales de mimbre y los hombres saltan a las almenas o a las torres. El resto de los soldados les sigue por la misma arpa, cuya escalera ha quedado fijada firmemente a ambas naves mediante unas cuerdas. Todo este conjunto recibe con razón el nombre de «arpa», porque cuando se ha alzado la escalera, la figura que forma con las naves tiene un gran parecido a este instrumento musical"
Polibio VIII, 4, 2-11
• Ésta es la única interpretación que he encontrado del artefacto. Valga a modo orientativo; para el resto, la imaginación y a sumarle a la imagen las cuerdas, las rejas de mimbre ... vamos, hasta que se parezca al arpa
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Crisis de la República romana
He encontrado ésta, aunque es de unos hechos posteriores:
Mithridates VI besieges Cyzicus, 73 BC, Adam Hook
Pero vamos, que la idea de como era la "sambuca" está, o debería estar, clara.
Mithridates VI besieges Cyzicus, 73 BC, Adam Hook
Pero vamos, que la idea de como era la "sambuca" está, o debería estar, clara.
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Crisis de la República romana
Estimado Don Valerio
Lo primero es agradecer, como varios ya han hecho, el trabajo de escribir este hilo.
Lo segundo y dado que desde hace casi un mes que estamos en las sambucas....¿Imprimo y encuaderno o espero un ratito mas a que agregue algo? (una broma, espero no se tome a mal).
Lo primero es agradecer, como varios ya han hecho, el trabajo de escribir este hilo.
Lo segundo y dado que desde hace casi un mes que estamos en las sambucas....¿Imprimo y encuaderno o espero un ratito mas a que agregue algo? (una broma, espero no se tome a mal).
Mi Complejo de Inferioridad es Mejor que el Tuyo.
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