La Pugna Continuación de "El Visitante"
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Los "hiwis" no fueron exclusividad de la SS, pues hasta la División Azul los tuvo.
Por otra parte, el ejército alemán tenía larga tradición de unidades coloniales, abortada en 1918, pero solo era cuestión de resucitarla.
Saludos
Por otra parte, el ejército alemán tenía larga tradición de unidades coloniales, abortada en 1918, pero solo era cuestión de resucitarla.
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Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Lo sé, pero fueron los que empezaron a reclutar auxiliares en el ejército alemán... y los españoles somos como somos...
Por eso dije que iría bien una breve mención a la creación de una legión extranjera o algo que explicase ese cambio, pero no unidades coloniales, pues tratándose de territorios "franceses" sentaría mal entre los aliados paneuropeos.
Por eso dije que iría bien una breve mención a la creación de una legión extranjera o algo que explicase ese cambio, pero no unidades coloniales, pues tratándose de territorios "franceses" sentaría mal entre los aliados paneuropeos.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Mientras la 15ª Panzer avanzaba por Siria, otro reyezuelo árabe se atrevió a mover ficha. El rey de Arabia Ibn Saud, que era el caudillo de los Saud, un clan procedente de un villorrio en el desierto llamado Ryad, se había hecho con el poder de la mayor parte de Arabia a principios de siglo. Saud era de la secta wahabita, que practicaba una versión del Islam muy estricta, y pensaba que debía imponerla a sus vecinos mediante la espada. Poco después de acabar la Gran Guerra, Saud expulsó a los hachemitas, otro clan árabe, de su feudo del Hezdaj. Pero el clan hachemita, que se decía descendiente de Mahoma, y que era tradicional enemigo de los Saud, tenía un as en la manga: se había unido a los aliados durante la guerra. Como los británicos no deseaban enredarse en disputas tribales recién acabada la terrible guerra de trincheras, permitieron a Saud conservar la provincia conquistada. A cambio, crearon los reinos de Irak y de Transjordania para premiar los servicios de los hachemitas.
Como era habitual en el mundo árabe, Saud era otro ambicioso —además de rijoso, cruel, corrupto y unas cuantas cosas más, ninguna agradable—, y se creía el profeta redivivo. Pensaba que Arabia debía incluir no solo los desiertos de la península, sino también los emiratos de las costas del Mar Rojo y del Golfo Pérsico, los desiertos de Medio Oriente hasta Palestina, e incluso Damasco y el sur de Irak. Sobre todo, creía que Transjordania era territorio árabe que los ingleses le habían robado, y que en Amman gobernase uno de los odiados hachemitas añadía leña al fuego del odio. El reyezuelo azuzó el Ikwan, una especie de milicia tribal, para que hiciese varias incursiones en Transjordania. Los británicos las derrotaron con facilidad, pero al final se hartaron, y obligaron a Ibn Saud a disolver el Ikwan. El rey aprovechó la ocasión para quitarse de encima a una facción que profesaba una versión del Islam aun más radical que la suya.
El hundimiento de la monarquía hachemita de Ammán avivó las nunca dormidas ansias de Ibn Saud, que creyó que esta vez podría conseguir la aquiescencia e incluso el apoyo británico para hacerse con el reino vecino. Sin embargo las negociaciones entre ambas partes se atascaron: por una parte, los ingleses solo estaban dispuestos a ceder Transjordania si Arabia Saudí se unía a la guerra, lo que mejoraría mucho su posición en el Mar Rojo. Pero para entrar en guerra Ibn Saud exigía no solo Transjordania, sino también Siria —lo que no era un problema para los ingleses, siempre dispuestos a negociar con las posesiones de otros—, Kuwait, e incluso exigía parte de Irak. Lógicamente, para los ingleses no tenía sentido luchar en Oriente Medio si era para regalárselo a un árabe que hasta ahora no había movido un dedo a su favor. Desde luego, ni a ingleses ni a saudíes les importaba ni un bledo lo que opinasen los habitantes de las regiones con las que estaban regateando.
Aunque todavía estaba negociando con los británicos, Ibn Saud pensó que tal vez pudiese hacerse con Transjordania sin necesidad de comprometerse, y volvió a probar la táctica de dos decenios antes: envió grupos de caballería, poco más que forajidos, que enarbolando los antiguos estandartes del Ikwan empezaron a infiltrarse en el antiguo reino de Abdalá. El movimiento nos tomó por sorpresa, ya que esperábamos conocer con antelación cualquier movimiento de Saud: su reino no se diferenciaba de los demás regímenes árabes en su pésima seguridad interna. Debían pensar que los fieles del Islam nunca traicionarían a un correligionario, y por Ryad se hablaba libremente de lo que los enviados del monarca trataban con los ingleses. Como se puede imaginar, las noticias llegaban a Jerusalén más rápidamente que si las cablegrafiasen, ya que había demasiados árabes que temían la ambición y la intolerancia de Saud. Pero, por una vez, la seguridad árabe funcionó, ya que los irregulares saudíes eran hombres del desierto, que despreciaban a los habitantes de ciudades y oasis, y que antes se cortarían la mano que delatar a su tribu.
Al principio no se produjeron incidentes, ya que la mayor parte de Transjordania no es sino un desierto vacío habitado por tan solo unos pocos beduinos. Hubo algunas matanzas en oasis perdidos, sin que se supiese nada en Ammán. Pero, inopinadamente, un numeroso grupo de irregulares cayó sobre la ciudad de Maan. La localidad, que estaba en un oasis al sur de la capital, albergaba a unos pocos miles de habitantes que vivían del comercio y del cultivo de pequeños huertos. También tenía cierto valor estratégico al ser un cruce de carreteras, mejor dicho, de lo que pasaba por carreteras en tan inhóspito país, y por ser una estación del ferrocarril del Hezdaj y de Aqaba. Al ser un lugar atractivo para el apetito saudí, los hachemitas habían mantenido en Maan una pequeña guarnición, pero al derrumbarse el régimen la mayor parte de los soldados habían desertado y vuelto con sus tribus. En su lugar había quedado un destacamento de policías árabes, que eran apoyados una compañía reducida de brandenburger. La misión de los soldados alemanes más que vigilar la ciudad, que no se creía que corriese riesgos, era instruir a la que sería la guardia nacional transjordana, pero que apenas se estaba empezando a reclutar.
La banda que atacó Maan, según supimos luego, estaba formada por casi dos mil hombres. Estaba compuesta sobre todo caballería ligera armada con fusiles e incluso cimitarras, pero también había algunos oficiales con cierto grado de preparación. Los forajidos, con experiencia de cien incursiones en el desierto, consiguieron llegar a la ciudad sin ser advertidos. Con las primeras luces cientos de jinetes cabalgaron por las calles dando caza a policías y soldados, de los que apenas la mitad consiguió refugiarse en la antigua estación de ferrocarril, un conjunto de sólidos edificios de mampostería situados en las afueras.
En las primeras horas los irregulares saudíes se dedicaron al saqueo de la ciudad y prestaron escasa atención a la estación, lo que permitió que los brandenburger supervivientes formasen un perímetro defensivo e incluso efectuasen incursiones a las casas vecinas para recoger provisiones y un poco de agua. Pero también tuvieron que dar cobijo a bastantes policías que habían conseguido escapar de los atacantes, y a algunos notables de la localidad, que llegaron acompañados de sus familias. Hasta llegó un comerciante griego que consiguió introducir en el cuartel un carromato con las existencias de su tienda de ultramarinos. Con tanto refugiado, las escasas provisiones apenas alcanzarían para dos o tres días, y menos aun el agua. Tenían pocas municiones y estaban incomunicados: los saudíes habían cortado las líneas de teléfono y de telégrafo, y el camión radio de nuestros soldados había sido incendiado en los primeros instantes.
A media mañana los asaltantes repararon en la estación. Eran hombres del desierto cuyos padres habían luchado con las bandas del Ikwan, se creían los mejores guerreros del mundo, y pensaron que podrían barrer a los impíos europeos de un empellón. Lanzaron una gran carga de caballería contra el cuartel que tuvo que ser un espectáculo grandioso: cientos de árabes con largos ropajes, enarbolando fusiles y cabalgando briosos corceles. Pero en el fortín les esperaban las ametralladoras alemanas, cuyas ráfagas hicieron una carnicería con los atacantes. Las callejuelas quedaron obstruidas con montañas de cadáveres de bestias y de hombres. Valor no les faltaba a los saudíes, que intentaron dos cargas más, cada una más sangrienta que la anterior. Finalmente desistieron y esperaron a su artillería, que aun estaba recorriendo el desierto. Mientras, los irregulares se apostaron en las casas vecinas para tirotear a nuestros soldados, esperando que el calor y la sed los debilitasen.
Al mismo tiempo comenzó el horror. En Maan se practicaba una versión del Islam mucho más laxa que la de los intolerantes wahabitas. Los fanáticos no podían tolerar lo que ellos llamaban impiedad, e intentaron erradicarla con la espada. Los primeros fueron los pocos soldados alemanes que habían conseguido capturar: fueron golpeados, castrados y luego decapitados, y dejaron sus cuerpos a la vista de sus compañeros que seguían resistiendo. Luego fue el turno de los policías, de los funcionarios, de los comerciantes ricos y de cualquiera que tuviese que ver algo con el anterior régimen. Las mujeres que se atrevieron a salir a la calle fueron violadas y degolladas. Niñas y niños fueron esclavizados y arreados, como recuas de animales, hacia el desierto.
Las noticias del ataque tardaron en llegar a Amman. Cuando se descubrió que las comunicaciones estaban cortadas se pensó que se debía a una avería, y se envió un tren para repararla. El convoy cayó en una emboscada y desapareció. Un segundo convoy también fue emboscado, pero esta vez los supervivientes pudieron avisar mediante el telégrafo de lo que ocurría. En la capital se supuso, con razón, que se trataba de una incursión del vecino saudí. Pero la Legión Árabe había sido disuelta, la única fuerza armada disponible era la policía, y el comité que había sustituido al difunto rey Abdalá aun no había conseguido afirmarse en poder. Solo a mediodía del día siguiente se les ocurrió pedirnos ayuda. Para entonces la situación en el fortín era pésima: habían gastado la mayor parte de las municiones, y solo quedaba un poco de agua que reservaban para los heridos.
El coronel Von Leyser, que tenía el mando en Ammán, supuso que parte de la guarnición habría sobrevivido, ya que los ferroviarios informaban que en Maan seguían los combates. La fuerza que tenía el coronel era muy reducida: dos batallones del regimiento de infantería 169, recién llegado a Palestina, y un escuadrón de coches de reconocimiento. Temiendo que lo de Maan no fuese sino una maniobra de distracción, avisó al puesto de mando de la división en Jerusalén y dejó a la mayor parte de sus tropas en la capital. Organizó una pequeña fuerza de socorro con los coches blindados, una compañía que montó en los pocos camiones que tenía, y otra en tren. Pero la columna no podría llegar a la ciudad atacada antes de la noche, y moverse con una fuerza tan reducida en la oscuridad era una invitación para que la emboscasen y destruyesen. Por eso la fuerza de relevo se detuvo al ocaso, quedando aun veinte kilómetros hasta Maan.
Cuando en el Cuartel General supimos que una fuerza alemana estaba cercada en pleno desierto, nos encontramos con que no podíamos hacer casi nada: en Palestina había dos divisiones y media de infantería, pero tenían movilidad muy reducida, indicio de la preocupante carencia de vehículos que sufría la Wehrmacht. Las divisiones panzer 7ª y 21ª, y las 10ª y 20ª motorizadas estaban en Irak, y la 15ª panzer y 18ª motorizada en Siria. La alternativa era la aviación, pero la mayor parte de la Luftwaffe había sido trasladada a Irak y Siria. En Palestina teníamos muchos aviones ligeros, que estábamos usando para combatir a los guerrilleros, pero carecían de suficiente autonomía. Parecía que la guarnición de Maan iba a tener que esperar un día más.
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Amén de que los guripas trataban mucho mejor a los rusos (civiles o militares, crstianos o judíos) que el landser aleman medio. Natural que los prisioneros rusos se quisieran quedar con los españoles (hubo casos como un soldado que vigilaba a un grupo de prisioneros en invierno, le faltaban minutos para ser una estatua de hielo, los rusos lo cogieron, le quitaron el arma, lo pusieron entre ellos alreddor de un fueo y una vez que se hubo recuperado le dieron el fusil y a vigilarlos otra vez) si eran tratados como personas lo que no ocurría con alemanes ni mucho menos con su propia gente.
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Hubo casos de prisioneros rusos que defendieron con uñas y dientes (y fusiles) las posiciones... españolas.
Señal de lo que el ejército alemán hubiese podido lograr con otra política.
Saludos
Señal de lo que el ejército alemán hubiese podido lograr con otra política.
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- urquhart
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Hola a todos,
Bueno, los alemanes lograron enrolar a unos miles de hiwis para luchar en Normandia, cierto que la opción era morir de hambre en cualquiera de los campos de prisioneros.
No es escusa, pero los divisionarios del primer contingente, iban a luchar contra el bolchevismo, no contra Rusia; y los alemanes iban a acabar con el bolchevismo, los bolcheviques, y ya de paso con cualquier infrahumano a su alcance, con predilección por los judios de ciudadanía soviética. Los divisionarios de los reemplazos, después de todo llegaron a Rusia por cuestiones de indole personal, desde evitar la mili eterna para antiguos miembros del EPR, a limpiar expediente, a medrar a futuro, buscar ascensos, o por la simple búsqueda de aventura (sin este componente no existirían las Legiones Extranjeras). En fin, como dijo Ronald Reagan de los de la Brigada Lincoln, eran buenos muchachos, que equivocaron el bando...http://elpais.com/diario/1985/04/26/opi ... 50215.html
Personalmente creo que en la Ucronía que nos presenta Domper, los alemanes se verán obligados a crear fuerzas auxiliares en Transjordania, Egipto y cualquier tiranía que creen o caiga en sus manos. Pueden copiar la Legión Árabe, con oficiales y suboficiales árabes, pero con jefes y oficiales alemanes; e incluso con algún experten incrustado en las unidades Transjordanas y egipcias. Es más, alguna de las unidades del Ejército egipcio, con mandos de reconocida anglofobia como Nasser y el Movimiento de Oficilaes Libres, podría luchar contra los irregulares sauditas en Transjordania.
Por supuesto, Benito debería dejar de proclamarse Espada del Islam
Imagen propagandística
Imagen previo al photshop de la época
Bueno, los alemanes lograron enrolar a unos miles de hiwis para luchar en Normandia, cierto que la opción era morir de hambre en cualquiera de los campos de prisioneros.
No es escusa, pero los divisionarios del primer contingente, iban a luchar contra el bolchevismo, no contra Rusia; y los alemanes iban a acabar con el bolchevismo, los bolcheviques, y ya de paso con cualquier infrahumano a su alcance, con predilección por los judios de ciudadanía soviética. Los divisionarios de los reemplazos, después de todo llegaron a Rusia por cuestiones de indole personal, desde evitar la mili eterna para antiguos miembros del EPR, a limpiar expediente, a medrar a futuro, buscar ascensos, o por la simple búsqueda de aventura (sin este componente no existirían las Legiones Extranjeras). En fin, como dijo Ronald Reagan de los de la Brigada Lincoln, eran buenos muchachos, que equivocaron el bando...http://elpais.com/diario/1985/04/26/opi ... 50215.html
Personalmente creo que en la Ucronía que nos presenta Domper, los alemanes se verán obligados a crear fuerzas auxiliares en Transjordania, Egipto y cualquier tiranía que creen o caiga en sus manos. Pueden copiar la Legión Árabe, con oficiales y suboficiales árabes, pero con jefes y oficiales alemanes; e incluso con algún experten incrustado en las unidades Transjordanas y egipcias. Es más, alguna de las unidades del Ejército egipcio, con mandos de reconocida anglofobia como Nasser y el Movimiento de Oficilaes Libres, podría luchar contra los irregulares sauditas en Transjordania.
Por supuesto, Benito debería dejar de proclamarse Espada del Islam
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Tempus Fugit
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No se le podría apoyar a otras tribus árabes por ejemplo a los vencidos Al Rasheed ofreciéndoles restaurarles en el poder o incluso fraccionar Arabia.Domper escribió:avivó las nunca dormidas ansias de Ibn Saud
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Tal vez, pero recordad que Alemania solo domina el norte de Irak, débilmente unido con la costa mediterránea a través de la rebelde Siria, y los ingleses mantienen su presencia en el Mar Rojo ¿De verdad les interesa meterse en más líos?
Lo de apoyar tribus rebeldes está muy bien... mientras se les pueda apoyar, pero puede tener el efecto de echar a los saudíes a los brazos británicos, lo que voltearía la situación en el Mar Rojo y crearía un gran frente que defender en Transjordania. Mientras las tribus rebeldes progermanas son masacradas por los saudíes (apoyados por ingleses y norteamericanos, que tenían metida la cuchara en Arabia), enseñando al respetable a no fiarse de las promesas de Berlín.
Por ahora habrá que esperar a ver que pasa.
Saludos
Lo de apoyar tribus rebeldes está muy bien... mientras se les pueda apoyar, pero puede tener el efecto de echar a los saudíes a los brazos británicos, lo que voltearía la situación en el Mar Rojo y crearía un gran frente que defender en Transjordania. Mientras las tribus rebeldes progermanas son masacradas por los saudíes (apoyados por ingleses y norteamericanos, que tenían metida la cuchara en Arabia), enseñando al respetable a no fiarse de las promesas de Berlín.
Por ahora habrá que esperar a ver que pasa.
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La presencia británica en el Mar Rojo como se ha indicado es residual (Port Sudan y Suakin) y a punto de desaparecer, los alemanes e italianos controlan Egipto, parte de la costa de Sudán, Eritrea y Yibuti. Además Yemen norte es enemigo tanto de Arabia como de Gran Bretaña y amigo de Italia.Domper escribió:Tal vez, pero recordad que Alemania solo domina el norte de Irak, débilmente unido con la costa mediterránea a través de la rebelde Siria, y los ingleses mantienen su presencia en el Mar Rojo ¿De verdad les interesa meterse en más líos?
Jeddah en la costa está a tiro de piedra y Tabuk en el noroeste también.
Provocar en esas condiciones una rebelión y entregarles por ejemplo el control de la Meca con los efectos psicológicos que tendría desestabilizarían Arabia.
El problema sería para los británicos: los árabes no tienen recursos para hacer frente a una rebelión reforzada por una especie de "Legión Árabe Germana", pero los británicos no pueden permitirse la desestabilización de la zona o que Saud tenga que negociar porque peligrarían sus bases en la costa de Arabia y el suministro de petróleo. Pero al mismo tiempo no pueden enviar tropas hindúes o británicas a Arabia porque crearía un conflicto religioso y debilitaría también su frente en Mesopotamia.
Como opción alternativa hablar con las petroleras estadounidenses bajo estos términos: Alemania respetará dentro de lo que pueda los pozos, oleodúctos y puertos de distribución petrolífera de esas empresas en Arabia (si hay conflicto serían objetivos legítimos), manteniendo también su acceso tras la guerra por el Canal de Suez que controla, además de que tras la reorganización de Oriente la Royal Dutch Shell y la AIOC verán revocadas sus concesiones en Iraq y Persia con lo que las otras 5 hermanas podrían verse beneficiadas con concesiones.
Eso podría convencerlas de que le den un toque a Saud y que al mismo tiempo presionen en EE.UU. para no meterse en la guerra.
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Que recuerde, los ingleses no solo disponen de Port Sudan y Suakim (de los que los italianos aun no los han expulsado, y tal vez no puedan, por aquello de la logística), sino también de Adén. En el Golfo Pérsico, Kuwait y los emiratos árabes. Además, Omán. Eso quiere decir que pueden aislar Arabia con facilidad. Dada la escasa población de la península y el tipo de sociedad, no se necesitaría un cuerpo de ejército: bastaría con unas pocas tropas motorizadas. Alemania también podría usar unidades motorizadas, pero sus bases son más lejanas y depende de rutas terrestres de rendimiento mucho menor.
Sobre todo, para ambos bandos lo prioritario es lo que ocurra en Mesopotamia. Del resultado de la batalla depende el dominio de los pozos de Mosul y Kirkuk (mucho más valiosos entonces que ahora), el devenir político de Irán (recordad que por esas fechas, en la LTR, fue invadido por ingleses y rusos), e incluso el control de Arabia. Meterse a enviar columnas por el desierto solo sirve para perder tiempo.
Otro detalle: los campos saudíes no tenían demasiada producción en 1942, ni los aliados dependían de ese petróleo. USA tenía intereses en Arabia, pero más por meter el dedo en el ojo a los primos del Imperio que por otra cosa. Por otra parte, intentar trastear con las compañías norteamericanas, sobre todo con las petrolíferas, muy escarmentadas tras lo de la Standard Oil, puede ser contraproducente. El negocio principal de esas compañías estaba en los militares norteamericanos y en las gasolineras de Estados Unidos, y podía irse a la porra si Roosevelt o la opinión pública se mosqueaban.
Para acabar: yo no tocaría la Meca ni con pinzas. Mucho que perder, poco que ganar.
Saludos
Sobre todo, para ambos bandos lo prioritario es lo que ocurra en Mesopotamia. Del resultado de la batalla depende el dominio de los pozos de Mosul y Kirkuk (mucho más valiosos entonces que ahora), el devenir político de Irán (recordad que por esas fechas, en la LTR, fue invadido por ingleses y rusos), e incluso el control de Arabia. Meterse a enviar columnas por el desierto solo sirve para perder tiempo.
Otro detalle: los campos saudíes no tenían demasiada producción en 1942, ni los aliados dependían de ese petróleo. USA tenía intereses en Arabia, pero más por meter el dedo en el ojo a los primos del Imperio que por otra cosa. Por otra parte, intentar trastear con las compañías norteamericanas, sobre todo con las petrolíferas, muy escarmentadas tras lo de la Standard Oil, puede ser contraproducente. El negocio principal de esas compañías estaba en los militares norteamericanos y en las gasolineras de Estados Unidos, y podía irse a la porra si Roosevelt o la opinión pública se mosqueaban.
Para acabar: yo no tocaría la Meca ni con pinzas. Mucho que perder, poco que ganar.
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Relato de Max Freitag
Es tradición en cualquier organización militar que se precie tener algún redil donde encerrar a las ovejas negras. Porque si algo no falta en la milicia es de ese tipo de gente que, admirando a las brunas reses, se las arregla para caer en gracia al mando. Mando que, en consecuencia, se defiende, y envía al oscuro ovino a algún rincón escondido, que en mi caso era Nakeh, una aldeúcha perdida en medio del desierto del Sinaí.
Por desgracia, yo tenía el dudoso honor de pertenecer a la deshonrosa orden del borrego umbrío. Entendámonos, ovinos hay de muchos tipos. Está el carnero tenebroso que se esfuerza con denuedo por permanecer en su fúnebre condición, y también hay otros corderitos, blancos como la nieve, a los que les cae un marrón o, mejor dicho, un saco de carbón que los deja más negros que el sobaco de un grillo. Yo era de esa segunda clase. No nos engañemos, nunca había sido un piloto descollante, al contrario, si me aprobaron fue solo porque la Luftwaffe se estaba haciendo cada vez más grande, necesitaban pilotos, y no querían desperdiciar las horas y los mares de gasolina que habían invertido en mí. Lo que a otros compañeros les salía casi naturalmente, a mí me costaba un esfuerzo tremendo. Aun así conseguí calificarme para pilotar los bombarderos Junkers 88, y me afanaba todo lo que podía en hacerlo bien. Hubiese estado volando con los Junkers sobre Mesopotamia si no hubiese sido por mi metedura de pata.
No bebo mucho. Aunque en la escuela de vuelo estaba prohibido, todo el mundo trasegaba a escondidas. Pero por algún motivo misterioso mis camaradas eran capaces seguir volando como los ángeles aunque bebiesen como cosacos. Sin embargo, si yo me mojaba el bigote con un poco de espuma de cerveza me convertía en un cerdo con alas, con la agilidad de una lavadora y las cualidades acrobáticas de una vaca con patines.
Habíamos estado celebrando la victoria de Francia cuando al coronel, que ya me tenía ojeriza, no se le ocurrió mejor idea que ordenarme que le llevase a Le Bourget en avioneta. Mejor me callo lo que fue ese vuelo, pero al coronel le temblaban las piernas cuando bajó. Tras olisquearme el aliento quedé convertido oficialmente en una oveja negra. Fui relegado a efectuar vuelos de enlace o de traslado, y a no acercarme a menos de un kilómetro de un avión moderno. Por eso me perdí las batallas de Egipto y de Suez: mientras mi grupo machacaba a los ingleses, yo paseaba aviones entre Roma y El Cairo. Luego, cuando la acción se trasladó al Mar Rojo y a Irak, me mandaron a Nakeh, un aeródromo en el centro del Sinaí que se usaba como escala entre Egipto y Palestina. La imponente fuerza aérea con la que contábamos consistía en un par de Junkers 52 bastante gastados.
En esas estábamos cuando recibimos un aviso urgente desde Jerusalén: una banda de forajidos había asaltado un pueblo de Transjordania, en el que resistía un pequeño destacamento alemán. El lugar no estaba demasiado lejos, y desde Jerusalén preguntaban si teníamos algún avión capaz de llegar.
La petición sonó como música en mis oídos: por fin podría participar en combates y demostrar mi valía. Omití comunicar al mando que iba a salir, porque ya sabía cuál sería la respuesta, y corrí a preparar mi avión. Con un Tante Ju desarmado poco podría hacer salvo tirar bombas de mano por la puerta, pero después de pensar un poco se me ocurrió un apaño: conseguí que la guarnición del aeródromo me cediese tres ametralladoras, y ordené a los mecánicos que hiciesen algo para fijarlas al avión. Al principio pensaba en que disparasen por debajo del morro, pero para eso era necesario cortar el suelo de la cabina y el fuselaje. No es que me importase mucho, porque ya he dicho que los Junkers que teníamos eran de año de la tana y apenas se mantenían en el aire. Pero a los mecánicos les costaría horas hacer el montaje, y cuando acabasen sería de noche. A un mecánico se le ocurrió otra idea: unir con argollas las tres ametralladoras a un marco metálico —luego supe que había usado dos somieres—, fijar el armadijo al fuselaje, y disparar las ametralladoras por la puerta. Como con tan poco tiempo era imposible hacer un montaje móvil, tendría que ser yo quien apuntase, mirando por la ventanilla de mi izquierda y maniobrando con mi avión. Al no haber sistemas de disparo a distancia, los sirvientes de las armas obedecerían las luces de señales de la cabina: la verde sería la orden de disparar y la roja, de parar.
Recluté a unos cuantos ametralladores y llené el Junkers de cintas de munición y de bengalas. Un armero, al ver las cintas que cargábamos, me avisó que íbamos a tener problemas con las ametralladoras. Las MG 34 no estaban pensadas para disparo continuo, sino para cortas ráfagas tras las cuales había que cambiar el cañón, o el invento se ponía al rojo y hasta podía reventar. Me aconsejó que me llevase cañones de repuesto y que estuviese preparado para cambiarlos en vuelo. Fácil de decir pero difícil de hacer. Puse al armero y a un par de mecánicos a dar martillazos, y al final apañaron un sistema para soltar las armas automáticas, cambiarles el cañón y volver a colocarlas. Un verdadero incordio, pero agradecí el aviso. Por fin, con más retraso del que hubiese querido, despegué rumbo a Maan. Mientras en la base estaban cargando el segundo Junkers con cajas de municiones, que seguramente necesitarían los soldados cercados.
La localidad no estaba muy lejos, y las columnas de humo que se elevaban nos ayudaron a encontrarla. Empecé a sobrevolar las casas a poca altura. Vimos algunos árabes por las calles, pero no les disparamos porque no sabíamos a qué bando pertenecían. En las afueras había indicios de combates: cadáveres de hombres y bestias por las calles, y un par de camiones quemados que aun humeaban. El copiloto me avisó que veía como desde un edificio nos hacían señas. Me acerqué, y comprobé que eran soldados alemanes que agitaban sus guerreras. Pero entonces empecé a oír un ruido como de granizo golpeando el avión: los árabes nos estaban disparando. Afortunadamente, no sabían cómo apuntar a una aeronave que se mueve deprisa, y casi todas las balas debieron pasar desviadas. Pero de la parte posterior llegó un grito de dolor, mostrando que algún proyectil había encontrado su blanco.
El copiloto me señaló una caseta, desde cuyo techo varios hombres vestidos de blanco nos apuntaban con fusiles. Me alejé un poco, y ordené disparar las ametralladoras. Como usaba munición antiaérea, parte de las balas eran trazadoras, y pude ver por donde caían. Marqué en el cristal un punto con un poco de cinta adhesiva, para que me sirviese como punto de mira, y me preparé para atacar.
Al ver cómo me acercaba para otra pasada los insurgentes pensaron que iba a lanzar suministros, y se alzaron en la azotea para dispararme. Entonces empecé a volar en un amplio círculo, manteniendo a los árabes en esa especie de punto de mira que me había apañado, y di la orden de abrir fuego. Las MG 34 bramaron lanzando cientos de proyectiles. Los árabes cayeron como bolos, mientras las paredes de la casucha de adobe se deshacían y se hundían. Busqué otro objetivo mientras los ametralladores sustituían los cañones y recargaban, y volví al ataque.
Los brandenburger en tierra no debían dar crédito a lo que veían: un Tante Ju lanzando chorros de fuego. Porque las balas trazadoras hacían que las ráfagas se viesen desde tierra como haces luminosos que desmoronaban lo que tocaban. En el cuartel debía haber alguien con cabeza, porque de él empezaron a salir cohetes hacia algunas casas cercanas: luego supe que un comerciante griego había llevado una caja de cohetes de feria, y con ellos los soldados marcaron las casas desde las que se les disparaba. Yo las barrí con las ametralladoras, y pronto las calles se llenaron de árabes que corrían.
Tras acallar las posiciones árabes cercanas a nuestras tropas busqué nuevos objetivos. No era fácil, ya que los bandidos se escondían en los edificios. Sus paredes de adobe y cañas no resistían las balas, pero no era cuestión de ametrallar a ciegas las casas, que con seguridad estarían llenas de mujeres y niños. Pero recordé que habíamos visto bastantes caballos muertos junto a la estación de tren. Describí un círculo más amplio alrededor de la localidad, y descubrí un redil con cientos de animales, que los incursores habían dejado a cargo de sus sirvientes. El efecto de las ametralladoras sobre las pobres bestias fue indescriptible: a los caballos no se les puede enseñar a tirarse a tierra, y cayeron segados por mis armas. Una y otra vez me alejaba para recargar y refrescar los cañones, y vuelta a matar animales. Daba lástima matar a esas nobles bestias, pero era eso o la vida de los brandenburger.
Mi ataque a los equinos fue lo que acabó con la resistencia de los saudíes en Maan. Un jinete del desierto no es nada sin su montura y, cuando supieron que estaba matando a los caballos, salieron corriendo para intentar poner a sus animales a salvo. Entonces me lancé a cazar bandidos. En la escasa luz del atardecer, las ráfagas de balas trazadoras parecían como si de mi avión saliese un chorro de luz que castigaba con la muerte lo que tocaba. Como ya escaseaba la munición, ordené disparar con una sola ametralladora, pero bastó: los guerrilleros creían que era el ángel de la muerte el que los perseguía y salieron desbandados. Cuando se hizo de noche, seguí lanzando bengalas y disparando a ciegas: apenas podía encontrar blancos, pero daba igual, porque en tierra pensaban que yo tenía ojos de gato que me permitían verles hasta en la noche más oscura, y los bandidos corrieron aun más. Mientras llegó el otro Junkers, que lanzó varias cajas de municiones en las cercanías del cuartel.
Ya era noche cerrada cuanto tuve que volverme: no quedaba ni munición ni bengalas, y casi no tenía gasolina. Aterricé en Nakeh ayudado por las hogueras que los mecánicos habían encendido, y revisé mi avión. La parte posterior del fuselaje parecía un colador, y de él sacaron en camilla a dos de mis ametralladores. Pero ni una bala se había acercado a los motores o a los tanques de combustible.
Poco antes del amanecer volví a Maan con mi avión ametrallador. Cuando llegaba pude ver que un poco al norte había un tren y varios camiones detenidos: era la fuerza de rescate, que había caído en una emboscada. Mis hombres ya conocían su tarea. Un observador con prismáticos localizaba los puntos donde había enemigos y yo los barría con las ametralladoras. Me elevaba para recargar y preparar las armas, y vuelta. De nuevo, los saudíes no esperaban un ataque así, y corrieron a sus caballos e intentaron escapar. Varios coches blindados se lanzaron en persecución de los jinetes, a los que yo sobrevolaba y ametrallaba. Con blancos tan fáciles agoté mi munición en poco tiempo y tuve que regresar a la base.
Cuando volví a Nakeh el aeródromo bullía de actividad. Una docena de Messerschmitt 110 estaba siendo repostados, y al fondo también había algunos Junkers 88. Pensé que tras lo de la noche me dejarían volarlos, pero al ver que el coronel Seidemann me esperaba con cara de pocos amigos, me temí lo peor.
—¡Teniente Freitag! ¡Tenía que ser una basura como usted! ¿No se le ocurrió mejor idea que jugarse el tipo con ese trasto?
No pude responder. No es que esperase una medalla, pero tampoco una bronca: al menos una felicitación, o por lo menos una palmadita en la espalda.
—Teniente —siguió el coronel—, no sé qué ha hecho ni cómo lo ha hecho, pero me están llegando felicitaciones por la idea de un Junkers ametrallador del que no sabía nada. Usted no sabe la vergüenza que me ha hecho pasar ¿Qué demonios ha hecho?
Balbuceé intentando explicarme. El coronel revisó el avión, vio el montaje de las ametralladoras, los agujeros en el fuselaje y las manchas de sangre en el suelo de la cabina.
—Freitag, usted sigue sin gustarme ni un pelo, pero no tengo más remedio que darle la enhorabuena. Aunque en lo sucesivo preferiría que me avisase antes de poner en práctica ideas de este tipo. He de decirle que su ataque ha causado honda impresión en las altas esferas —entonces, el coronel sonrió, pensando que por fin se libraría de mí, y dijo—: Voy a encomendarle una nueva misión. Usted va a organizar una escuadrilla de aviones ametralladores.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
¿Ju 52 actuando como A-10?Domper escribió:Usted va a organizar una escuadrilla de aviones ametralladores.
Adén está fuera del Mar Rojo; Port Sudan y Suakim es todo lo que les queda en ese mar, y salvo que las tropas del Pacto sean idiotas la ruta naval a esos puertos y los propios puertos debe ser infernal ante los ataques aéreos desde Egito, Sudán y Eritrea.Domper escribió:Que recuerde, los ingleses no solo disponen de Port Sudan y Suakim (de los que los italianos aun no los han expulsado, y tal vez no puedan, por aquello de la logística), sino también de Adén.
Vamos que los suministros deben cruzar sin escolta aérea, que no me imagino a la Royal atreverse a meter un portaaviones en el Mar Rojo.
Los alemanes no van a entrar en Arabia, sino enviar tropas árabes y armar a las tribus, recuerda que los alemanes tienen Sinaí y Jordania y toda la costa del Mar Rojo a donde enviar por mar suministros.Domper escribió: Dada la escasa población de la península y el tipo de sociedad, no se necesitaría un cuerpo de ejército: bastaría con unas pocas tropas motorizadas. Alemania también podría usar unidades motorizadas, pero sus bases son más lejanas y depende de rutas terrestres de rendimiento mucho menor.
Los británicos no pueden permitirse que los árabes se encuentren con un conflicto ni pueden enviar esas unidades motorizadas so pena de provocar una revuelta religiosa.
La debilidad británica podría ser contraproducente porque si Persia está al norte del Golfo Pérsico (la vital ruta para Mesopotamia) la costa de Emiratos, Oman,... es el lado sur; y si esos protectorados piensan que Gran Bretaña no los apoyaría buscarán otro protector.
La pérdida de Medina o La Meca a manos de tribus proalemanas sería un golpe total para los Saud, perderían la legitimidad religiosa y la principal fuente de ingresos del reino.Domper escribió:Para acabar: yo no tocaría la Meca ni con pinzas. Mucho que perder, poco que ganar.
No olvidemos que ese fue un territorio conquistado por ellos, y Hail que está entre estos y la capital Riyadh también fue un territorio conquistado de otra tribu.
Estas empresas pueden mover a la opinión pública, ya bastante problema tuvieron sus políticas sociales como para atreverse a una nacionalización en este momento como se hizo en México.Domper escribió:Por otra parte, intentar trastear con las compañías norteamericanas, sobre todo con las petrolíferas, muy escarmentadas tras lo de la Standard Oil, puede ser contraproducente. El negocio principal de esas compañías estaba en los militares norteamericanos y en las gasolineras de Estados Unidos, y podía irse a la porra si Roosevelt o la opinión pública se mosqueaban.
Los republicanos se verían muy subvencionados para lanzar una campaña contra Roosevelt y su "comunismo".
PD: si no se va ha hacer nada de eso al menos enviar armas a Sanaá para que Yemen empiece una guerra contra los británicos de Adén, están deseando hacerlo, sería un problema muy incómodo para Gran Bretaña y someterlo les sería difícil (una campaña en las montañas de Yemen ya ha mostrado lo peligroso que es).
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¿Ju 52 actuando como A-10?APVid escribió:Domper escribió:Usted va a organizar una escuadrilla de aviones ametralladores.
Creo sr. APVid que no como un A-10 si no como el preludio de un C-130 con ametralladoras http://3.bp.blogspot.com/-OoYYHXheo_4/T ... 4%2529.jpg.
Slds.
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Yo creo que al saud con un tironcillo de orejas bastaria, demostrarle que seria una aventura cara. Eso si si se considera oportuna ya habria cumplida venganza mas adelante claro.
Lo importante en el mar rojo es expulsar a los brits de toda la costa africana, cosa que no estara lejos de suceder supongo. Y preparar la invasion de Aden. tanto con medios como con planes. Lo cual seria un golpe estrategico de primer orden .
Sobre las tropas arabes en siria, si saliese bien podria abrir la puerta una gran reserva demografica de tropas para alemania, y no solo arabes si no kurdos, coptos etc.
Lo importante en el mar rojo es expulsar a los brits de toda la costa africana, cosa que no estara lejos de suceder supongo. Y preparar la invasion de Aden. tanto con medios como con planes. Lo cual seria un golpe estrategico de primer orden .
Sobre las tropas arabes en siria, si saliese bien podria abrir la puerta una gran reserva demografica de tropas para alemania, y no solo arabes si no kurdos, coptos etc.
- reytuerto
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Estimada ApVid:
No, no como A10 (cuyo abuelo sería el Henschel 129), sino como antepasado del AC 130. Saludos.
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