La Pugna Continuación de "El Visitante"

[zaptor]

Buenas tardes

http://publicaciones.defensa.gob.es/ppr ... .html#/74/
... mirando hacia atrás, el AC-47, que a su vez tenía su raíz en un invento francés: en la guerra de Indochina, no se donde lo leí, un fraile o religioso francés propuso montar ametralladoras en la puerta lateral de un DC-3
... pero no localizo el artículo original donde lo leí :P ...

Un saludo

[Domper]

El origen del AC-47 no está claro. Se ha atribuido la invención a un misionero, Nate Saints, que para llevar provisiones a puestos perdidos por la selva lo hacía con una soga por la que hacía deslizarse una cesta, minetras con la avioneta orbitaba. Pero parece que en la realidad el AC-47 fue producto de un programa destinado a probar el armamento en diferentes aeronaves (de ahí también salió la versión armada del helicóptero UH-1).

Lo del misionero creo recordar que salió en el capítulo sobre el AC-47 de la revista NAM. Pero tengo mis dudas sobre esa información.

Con todo, durante la SGM hubo casos anecdóticos de ametrallamientos desde bombarderos, no con las armas de proa, sino conlas torretas de defensa. Los bombarderos de la SGM eran ideales para esa misión, pero he escogido el Junkers porque al no estar armado obliga a hacer el apaño del fuego lateral.

De todas formas, si se intenta usar un Junkers como ametrallador a la luz del día, no auguro nada bueno para sus dotaciones.

Saludos

P.D.: el antepasado del A-10 no fue el Hs 129, sino el AD Skyraider. Como podréis comprobar si leéis mi libro.

[Domper]

Tilo Schroeder. Con Rommel en el Edén. Op. cit.

La afortunada intervención de la Luftwaffe no solo salvó a nuestros soldados sitiados en Maan, sino que propinó un severo correctivo a la incursión wahabita: durante el día siguiente nuestros aviones de largo alcance, que habíamos trasladado urgentemente al área, persiguieron a los grupos de caballería que intentaban escapar. Lamentablemente no teníamos casi fuerzas de tierra, porque de ser así no hubiese escapado ni un bandido. A pesar de ello, contamos casi mil cadáveres, y supusimos que bastantes más perecieron en el desierto, intentando huir tras haber perdido sus animales. No hicimos prisioneros: cuando se conocieron las atrocidades que los irregulares saudíes habían hecho en Maan, nuestras tropas ultimaron a heridos y rendidos. Tan solo unos pocos conservaron la vida durante unas horas mientras eran interrogados, pero ni hablando como cotorras eludieron su cita con el paredón.

Tras el ataque sufrido la respuesta obvia hubiese debido ser la declaración de guerra a Arabia Saudí, pero desde Berlín nos aconsejaron prudencia. La situación en Oriente ya era suficientemente delicada sin necesidad de ganarnos un nuevo enemigo. Pero si dejábamos sin castigo la incursión saudí solo estaríamos dando pie a nuevos ataques. De hecho, un avión de reconocimiento descubrió al día siguiente a una gran columna de caballería que se acercaba a Al-Azraq, un puesto de policía en medio del desierto a unos 100 kilómetros al este de Amman. Esta vez estábamos mejor preparados, ya que a la capital transjordana acababa de llegar una columna blindada preparada para liberar Maan, operación que por fortuna ya no era necesaria. Los blindados cayeron sobre los irregulares y los destrozaron con sus armas automáticas, y luego los aviones persiguieron a los pocos supervivientes durante su retirada hacia la frontera.

Suponíamos que tras dos desastres seguidos Ibn Saud se lo pensaría dos veces antes de seguir provocándonos. Pero era cuestión de tiempo que loa ingleses y los norteamericanos equipasen a los saudíes con armas modernas, y entonces las incursiones serían mucho más peligrosas. También había que considerar que nuestro prestigio, algo tan importante en el mundo árabe, quedaría muy dañado si no respondíamos contundentemente.

El general Rommel estuvo considerando varias opciones. La más atractiva era la toma de algunas localidades saudíes fronterizas: podrían ser Al Qurayyat y Turaif, demasiado cercanas al oleoducto Kirkuk-Haifa para nuestro gusto. Otra posibilidad sería invadir la costa este del golfo de Aqaba y la cercana localidad de Tabuk. Sin embargo, el general rechazó ambas operaciones. Por una parte, organizar una expedición de castigo demoraría nuestra planeada ofensiva en Irak. Por otra, eran localidades bastante alejadas que costaría mantener, y que estarían expuestas a ataques sorpresivos desde el desierto. Además, al invadir el territorio saudí tal vez lo que consiguiésemos es que Ibn Saud se uniese definitivamente a nuestros enemigos.

El coronel Dinort propuso otra alternativa: bombardear la capital de Ibn Saud, Ryad. No sería fácil, ya que la ciudad estaba a más de 1.300 kilómetros de nuestras bases, demasiado para nuestros bombarderos. Los italianos habían efectuado algunas incursiones sobre el Golfo Pérsico con su bombardero pesado SM.82, un trimotor de grandes dimensiones, pero por motivos obvios preferíamos que la misión fuese efectuada por bombarderos alemanes.

Afortunadamente, Alemania también tenía aviones de largo alcance. Del bombardero pesado de Heinkel, el He 277, solo había algún prototipo, y tampoco estaba disponible la propuesta alternativa de Junkers, el Ju 189. Pero el Focke Wulf 200, un aparato de reconocimiento marítimo, tenía suficiente autonomía para la operación. Una llamada urgente a Berlín fue suficiente para que cinco días después ocho cuatrimotores Fw 200 aterrizasen en el aeropuerto de Lidda. Al día siguiente seis de ellos volaron hasta Ryad, donde bombardearon a baja altura el palacio real. Como la incursión tenía un objetivo político y no militar, solo unas pocas bombas ligeras eran explosivas. El resto era inerte, rellenas de cemento, aunque lanzadas desde cierta altura hicieron un buen desaguisado en el palacio real. Además llevaban un mensaje en alemán, inglés y árabe que advertía que la siguiente visita no sería de cortesía. El rey Saud entendió el aviso, y no mucho después llegó un enviado con un mensaje real: el rey prometía no molestarnos si a cambio estábamos dispuestos a negociar las fronteras en una futura conferencia de paz. La propuesta, en realidad, no comprometía a ninguna de las dos partes: era simplemente un “vamos a dejarlo para luego”, y Berlín la aceptó sin mayores inconvenientes.

Sin embargo, las incursiones saudíes en Transjordania nos habían demorado otras dos semanas.

[wilhelm]

La historia del Teniente Freitag me ha gustado mucho, aunque no he terminado de imaginar como sería el invento de las ametralladoras laterales. ¿Se supone que al dar circulos, utiliza el centro del mismo como punto de ataque?

[Domper]

Así es como disparan los aviones cañoneros.

Saludos

[delta 021]

Saludos ...como muestra un boton

[kaiser-1]

Este sería el AC-47 en acción, con tres ametralladoras multitubo de 7'62mm.

[Domper]

Relato de Thorsten Koertig

El teniente coronel Teege había recibido el mando del 8º Regimiento Panzer tras las heridas sufridas por el coronel Cramer en un accidente de tráfico, y yo lo sustituí en el mando del II batallón, una unidad veterana que había hecho todo el camino desde Bardia hasta Haifa. La rebelión siria nos había hecho correr para ocupar Alepo, pero una vez ahí se aprovechó la ocasión para reequiparnos: pudimos sustituir nuestros antiguos Panzer III y IV por nada menos que 50 de los nuevos Panzer IVF2. En Berlín por fin habían entendido que el armamento de nuestros tanques era demasiado ligero, y que los tiempos del Panzer III habían pasado. El Panzer IVF2 iba a ser, de momento, el tanque principal del ejército, y nuestro regimiento, uno de los primeros en ser transformados. Nos despedimos de nuestros antiguos tanques, bastante baqueteados tras las batallas de Egipto y Suez, y los entregamos a un batallón de caballería francés. Poco importó a nuestros aliados abandonar sus viejos Hotchkiss. Mientras, nosotros tuvimos que aprender las peculiaridades de nuestro nuevo tanque.

El Panzer IVF2 había sido desarrollado a toda prisa para poder batir a esos supertanques rusos de los que habíamos oído hablar, y por fin tenía un cañón de 75 milímetros de alta velocidad que era capaz de destruir cualquier tanque enemigo. También se le había añadido una placa de blindaje delante que lo hacía invulnerable a los cañones antitanques ingleses. Pero si ya el Panzer IV original era un poco pesado, la nueva versión estaba subpotenciada, y la suspensión, sobre todo la frontal, sufría por el aumento de peso. Pero no nos importaba perder un poco de movilidad si a cambio podíamos destruir los tanques enemigos desde lejos.

Estuvimos un par de semanas adaptándonos a nuestras nuevas monturas, mientras veíamos como llegaban armas cada vez más modernas: la división iba a recibir, por fin, una dotación completa de transportes semiorugas, y el batallón antitanque fue equipado con dos docenas de los también nuevos StuG de cañón largo. Supusimos que si estábamos siendo equipados con lo mejor de las fábricas del Reich era porque íbamos a dar buen uso a esas armas.

Mientras, el frente en Irak había estado tranquilo. La 21ª panzer había relevado a la 7ª, que tras los combates de Habbaniya estaba bastante disminuida, mientras la 10ª y la 20ª motorizada cubrían el frente este. Además el ejército iraquí de Rashid Alí cubría los espacios entre las formaciones germanas. Ese ejército, en teoría, contaba con cuatro divisiones y una brigada mecanizada, pero su valor combativo era muy escaso: la deserción hacía que las unidades raramente tuviesen más de la mitad de sus efectivos teóricos, y los oficiales eran ignorantes e indolentes, escogidos más por su pertenencia a familias adineradas que por su mérito. Los fusiles eran británicos, sobrantes de la Gran Guerra, y el material de la brigada mecanizada consistía en un puñado de camiones. Aunque nosotros les habíamos cedido algunos blindados ingleses capturados en el Sinaí, no sabían ni usarlos ni conservarlos. Además la corrupción flotaba a todos los niveles: los soldados sobornaban a los sargentos para conseguir más comida, y los sargentos a los oficiales para que les destinasen a puestos cómodos. Al final el ejército iraquí venía a ser como una gigantesca máquina aspiradora que chupaba los escasos fondos de los pobres reclutas para convertirlos en fortunas que enriquecían a los secuaces de Rashid Alí.

El general Rommel deploraba esas prácticas, pero nuestros aliados iraquíes le explicaron que era su forma de hacer las cosas, y tuvo que aguantarse. Lógicamente, desplegó a los iraquíes allí donde menos daño pudiesen hacer y, cuando el coronel Fahmi Said intentó discutir sus órdenes, le amenazó con retirarse a los campos de petróleo de Mosul y dejar que los iraquíes se las apañasen solos.

Era una pena, porque los árabes, si son bien encuadrados, pueden ser los mejores soldados del mundo. Tras largas discusiones y muchos sobornos, otro de los compinches que dirigían Irak, el coronel Shabib, nos autorizó a reclutar auxiliares entre la población local. Como el general Rommel esperaba, la oferta atrajo a miles de desertores del ejército de Rashid Alí, a los que se sumaron los de los regimientos coloniales franceses de Siria. No mucho después de empezar con la recluta pudimos agregar una o dos secciones árabes a cada una de nuestras compañías de infantería. Además, las montañas de armamento capturado en el Sinaí nos permitieron equipar a nuestros nuevos reclutas sin tener que gastar ni un marco. La intención de Rommel era ir agrupando esas unidades iraquíes en formaciones mayores a medida que fuesen adquiriendo experiencia, hasta llegar a formar un nuevo ejército de Irak que, además, quedaría ligado con nosotros por sólidos lazos de amistad.

Sin embargo el proceso de integración era lento, y con solo cuatro divisiones alemanas para proteger todo el norte de Irak nuestra situación era, como mínimo, delicada. Que los ingleses permaneciesen tranquilos era un signo ominoso: nuestros aviones de reconocimiento habían comprobado que el flujo de mercantes por el Golfo Pérsico era continuo, y nuestras patrullas de reconocimiento detectaban con cada vez mayor frecuencia nuevas unidades enemigas, casi todas procedentes de la India.

Nosotros seguíamos en Alepo con nuestro programa de entrenamiento. Las bajas fueron cubiertas por buenos chicos procedentes de escuela de panzer de Krampnitz, pero tenían que aprender esas habilidades básicas que eran la diferencia entre un veterano vivo y un novato muerto. Asimismo nos preparábamos para viajar a Irak, para derrotar a los ingleses y expulsarlos definitivamente de Oriente Medio.

[Domper]

La madrugada del día dos de noviembre me despertó un ordenanza:

—Mi teniente coronel, el coronel Teege le pide que se reúna con él.

Raro era que Teege me llamase en mitad de la noche, por lo que, además de vestirme rápidamente, ordené a mi ayudante que alertase al batallón. Si solo era un capricho del coronel les serviría como ejercicio. Pero sabía que el coronel Teege no era dado a molestar a sus subordinados con tonterías y menos de madrugada. Algo estaba pasando, y cuanto antes estuviese preparado el batallón, mejor.

Salí del cuartel cuando se daba el toque de generala. Fui el primero en llegar, pero el coronel me hizo esperar hasta que llegaron los demás jefes. Ninguno sabíamos lo que ocurría. Por fin, Teege nos hizo pasar.

—Caballeros, he recibido la orden de la división de que nos preparemos para trasladarnos a Irak. No puedo darles muchos datos, pero ayer los ingleses se lanzaron a la ofensiva al norte de Bagdad. El general Rommel ha ordenado a la 15ª Panzer que se traslade a Mosul lo más rápidamente posible.

Todos empezamos a hacer preguntas, pero el coronel Teege nos hizo callar con un gesto.

—Siento no tener información más amplia, pero ustedes ya saben que aquí, en Siria, tampoco están las cosas muy claras. Si se nos ha ordenado que nos desplacemos a Irak podrán imaginar la gravedad de lo que está ocurriendo. Vayan a sus unidades y prepárenlas para embarcar en trenes. Los batallones recibirán órdenes de embarque concretas. Thorsten, el suyo es el único que está equipado al completo con los nuevos panzer, por lo que será el primero en salir. Apresúrese.

Cuando volví al cuartel parecía una colmena en plena actividad. Antes del amanecer los tanques ya estaban en marcha, yendo hacia la estación de tren, donde esperaban varios vagones plataforma. Aun así, costó todo el día cargar los cincuenta tanques, los cuarenta blindados Bren —capturados a los ingleses— y los doscientos camiones que formaban el parque móvil del batallón. El personal embarcó en otro convoy, y partimos hacia Irak.

Tardamos casi dos días en llegar a Mosul: la línea era de sentido único, y parecía que en ella se hubiesen reunido todos los trenes de Oriente Medio. Menos mal que Turquía había permitido la llegada de material rodante desde Alemania utilizando sus vías férreas: sin todas esas locomotoras y vagones, aun estaríamos en Alepo. Pero además del colapso causado por el tráfico, los ingleses habían enviado grupos de saboteadores que habían interrumpido la vía en varios puntos. Incluso tuvimos una alerta de ataque aéreo. Una vez en Mosul, en lugar de desembarcar, nos hicieron seguir hacia Baiji, una ciudad situada a mitad de camino de Bagdad y que tenía gran importancia estratégica, al ser una de las estaciones del oleoducto entre Kirkuk y Haifa.

Tardamos tres días desde que recibimos la alerta hasta que pudimos desembarcar nuestros tanques, y eso a pesar de ser la cabeza de la división: el resto de las unidades irían llegando durante las 48 horas siguientes. Pero para entonces ya sabía que la situación era muy grave, por lo que apresté mis tanques para la batalla.

[Gaspacher]

Tiene cierto regusto a la operación Tormenta de invierno, con Raus tratando de liberar al VI ejército de Paulus...

Tan solo ha faltado que viajasen en orden de combate en el tren

[Domper]

Nuestro frente original estaba formado por una línea quebrada que, empezando en el desierto arábigo, pasaba por el lago Habbaniya para llegar al gran lago Tharthar. Luego seguía hasta Samarra, ciudad que está a orillas del Tigris, y finalmente llegaba a la frontera iraní. Eran más de 500 kilómetros, pero al oeste del lago Habbaniya solo había desierto, y al este del Tigris no solo había varios ríos que favorecían la defensa, sino que un avance enemigo se toparía con cerros cada vez más elevados. Por lo tanto el sector más peligroso iba desde el lago Habbaniya al oeste hasta las primeras estribaciones de los montes Zagros. 200 km de terreno llano sin casi obstáculos naturales. En medio, el pantanoso lago Tharthar separaba el curso del Éufrates, al oeste, del Tigris, al este.

Como la ruta más directa desde Bagdad a Mosul o Kirkuk, donde estaban los yacimientos que empezaban a suministrar petróleo a la Unión, pasaba por el este del Tigris, era allí donde nuestras defensas eran mayores: la 20ª motorizada, la 7ª panzer y un regimiento de la 10ª, más una división iraquí. Sin embargo el espacio entre el lago Tharthar y el río Tigris, aunque era de casi 40 kilómetros de anchura, parecía menos peligroso ya que un atacante que se dirigiese hacia Mosul o Kirkuk tendría que cruzar las profundas y rápidas aguas del Tigris. Por ello dicho sector solo estaba defendido por la 2ª división iraquí y la brigada mecanizada, también del ejército de Rashid Alí. Las unidades iraquíes estaban reforzadas por un regimiento de la 10ª motorizada y un batallón de StuG.

Los ingleses, sin embargo, habían lanzado una ofensiva mucho más amplia de lo que habíamos previsto. Al este del Tigris habían atacado desde el río Uzaym hacia Tikrit. Al oeste, lo habían hecho por la ribera del lago Tharthar. Aparentemente, la intención británica era unir ambas pinzas en Tikrit, al norte de Samarra, para así cercar a buena parte de nuestro ejército.

Por desgracia para los británicos, la 20ª motorizada era un hueso duro de roer, sobre todo estando apoyada por la 7ª panzer. Las unidades iraquíes de primera línea apenas resistieron, pero dieron tiempo suficiente a nuestros hombres para interponerse en el eje del avance británico. Además la Luftwaffe machacó a los británicos sin misericordia. Como consecuencia la pinza este inglesa se detuvo tras haber recorrido 40 kilómetros, cuando aun faltaban otros 30 para Tikrit.

Sin embargo, en la pinza occidental sucedió algo excepcional en la guerra: les salió todo a los ingleses tal como habían previsto. El frente en ese sector estaba defendido por la 2ª división iraquí, que se apoyaba en el gran canal existente entre el lago Tharthar y el Tigris. Pero el canal sigue una amplia curva, formando un saliente hacia el enemigo. Al coronel Said, que estaba al mando, no se le había ocurrido mejor idea que desplegar a la división linealmente, sin advertir que se exponía a ser embolsado.

La barrera de fuego de la artillería británica causó muchas bajas a los soldados iraquíes, cuyas fortificaciones eran someras ya que los oficiales que los mandaban estaban más ocupados en recibir sobornos que en obligar a sus hombres a cavar. Los supervivientes quedaron desorientados y, en cuanto vieron que los británicos comenzaban a cruzar el canal, se desbandaron. Solo resistieron los iraquíes en el saliente que formaba el canal, donde los iraquíes consiguieron rechazar un asalto… sin advertir que se trataba de una finta. Apenas dos horas después de iniciarse la ofensiva la mayor parte de la 2ª división había sido cercada, y el resto estaba escapando tras abandonar sus armas. La brigada mecanizada iraquí, que constituía la reserva del sector, en lugar de contraatacar, montó en sus camiones y sus blindados y se retiró hacia Samarra, donde estaban nuestros hombres. Los ingleses abrieron una brecha de veinte kilómetros de anchura y se lanzaron hacia su objetivo. Al caer la noche los coches de exploración hindúes estaban llegando a las afueras de Tikrit, y nuestras líneas amenazaban con colapsarse.

Afortunadamente, al anochecer los hindúes se detuvieron, dando tiempo a que un batallón del regimiento 41 —parte de la 10ª motorizada— llegase a Tikrit. Durante el día siguiente se produjeron encarnizados combates a medida que llegaban más tropas hindúes, australianas y alemanas. Los combates llegaron a absorber a toda la 10ª motorizada alemana y a tres divisiones británicas, mientras Alexander presionaba a la 20ª división en la otra orilla del Tigris. Por suerte, el general inglés no tenía la suficiente flexibilidad mental como para cambiar de objetivo en plena operación, y siguió intentando cerrar la bolsa de Samarra, sin advertir que pocos kilómetros al norte de Tikrit estaba el importantísimo oleoducto de Kirkuk: su destrucción hubiese retrasado varios meses la llegada del petróleo de Mosul al Reich. Iba a ser nuestra tarea que, cuando Alexander descubriese lo que tenía casi al alcance de las manos, no lo pudiese conseguir.

[wilhelm]

Interesante, por otra parte, ¿como se va a ver afectada la logística de los dos contendientes luchando en lugares tan alejados?

Saludos.

[Domper]

Va a ser el principal problema. Pero Irak no está tan alejado para los ingleses, porque poca diferencia hay entre llevar suministros a Suez (como en la LTR) que a Basora.

Saludos

[JLVassallo]

El montar una ofensiva sin una superioridad aérea o por lo menos con una cobertura decente es un camino al desastre.
Abrazos.

[Domper]

Pues se hizo unas cuantas veces durante la guerra. Y a veces hasta salió medianamente bien.

Saludos