La Pugna Continuación de "El Visitante"

Los Ejércitos del mundo, sus unidades, campañas y batallas. Los aviones, tanques y buques. Churchill, Roosevelt, Hitler, Stalin y sus generales.
Domper
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La Pugna Continuación de "El Visitante"

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Capítulo 18


Publicaciones del Ministerio de la Guerra. “Caballeros de la Real y Militar Orden de San Fernando”

Caballero Laureado de San Fernando Teniente Coronel José Payeras Alsina.

Nacido el 22 de junio de 1900 en Palma de Mallorca, ingresado en la Academia de Infantería el 24 de junio de 1915, siendo promovido a alférez en julio de 1920 y a teniente el 8 de julio de 1922. En 1926 pertenecía al Batallón de Montaña Gomera – Hierro nº 11.

Al inicio de la Guerra Civil se encontraba en situación de retiro en su ciudad natal, presentándose el 19 de julio en la Comandancia Militar de Baleares, donde desempeña el cargo de capitán de Milicias, pasando al Regimiento de Infantería Palma nº 26.

Por Orden de 31 de marzo de 1937 es destinado a la 1ª Brigada de Navarra, participando en la Batalla del Jarama (Loma Roja) donde resulta herido. Agregado a la División Marroquí 150, toma parte en los combates de la Sierra de Juacer, en el Sector de Miajadas, con el cuartel general de Saénz de Buruaga en Chapinería, como jefe del Tabor Ifni-Sahara en Monte Perales, y como Jefe del Batallón nº 254 en Rompio, Trigales y los Corrales.

Habilitado para comandante es destinado por orden del general Buruaga al IX Tabor del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán nº 1, con el cual participa en los combates de Belchite y de Llanos de Mediana.

Por Orden de 07 de septiembre de 1.937 es confirmado en su habilitación. Participó en los combates de la posición de Valdecerrallos, ocupación de 1ª y 2ª Rocosa y la cota 1.149.

Por Orden de 9 de junio de 1.938 se le concede la Medalla Militar Colectiva, recompensa conseguida por su Unidad en la operación del río Cinqueta. Por Orden de 19 de septiembre del 38 es reingresado en la situación de actividad, ascendiendo por Orden del 22 del mismo mes al empleo de comandante con antigüedad de 8 de julio de 1938.

Al mando del IX Tabor en 1.939 tomó parte en la ocupación de Sierra Cerrada, Pons, Cotas 703 y 708, de los pueblos de Poligt y Villaplana, Vértice San Mare, cotas 803, 798 y 763, Solsona, Pueblo Noves, cotas 882 y 897 en el kilómetro 25 de la carretera de Berga. En la ocupación de Plá del Camp, Espuñola, Avia y Berga. En Barcelona, en la ocupación del Barrio de Hospitalet.

Al terminar la guerra fue nombrado Jefe de las Milicias de F.E.T. y J.O.N.S de Baleares (Palma de Mallorca). Estaba casado con doña Catalina Bennassar Baller.

En 1940 pasó como voluntario a la Comandancia Militar de Canarias. Al mando del IV Tabor de Tiradores de Ifni se distingue en las acciones de Santa Margarita, Montañeta y Almatriche.

Habilitado para teniente coronel, defiende la posición de la Isleta al mando del Regimiento de Infantería 39. Es capturado al quedarse sin municiones. Se evade de los invasores británicos y organiza la defensa de la isla de Gran Canaria, dirigiendo las acciones de Miraflor, Teror, Moya, Ojero, Lomo Carbonero, Almatriche, Gobierno Militar, Fataga, Mogán, Agaete y San Juan. La tenaz defensa de los guerrilleros canarios dirigidos por Payeras expulsa del interior de la isla a los invasores ingleses. Organiza el ataque de Puerto de la Luz que hunde el acorazado Ramillies y cinco barcos más. Defiende Santa Brígida, Lomo de San Pedro y Tenteniguada.

El 6 de noviembre de 1941 cae heroicamente en la acción de Tirajana, cuando atacada la población por una fuerza superior canadiense, organiza la retirada de las fuerzas españolas bajo su mando. Es gravemente herido en las piernas por una granada inglesa, pero prohíbe que se le evacúe, tomando una ametralladora para proteger el repliegue de sus tropas. Herido nuevamente en el pecho, es capturado por los invasores. Al ser reconocido, se le traslada a Las Palmas, donde es vilmente asesinado.

Por orden de 19 de diciembre de 1941 es ascendido a teniente coronel por méritos de guerra, con antigüedad de 1 de enero de 1940. Como resultado de juicio contradictorio se le concede a título póstumo la Cruz Laureada de San Fernando.



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cesar
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Mensaje por cesar »

Bueno, se calientan las cosas (más) en Mesopotamia, ¿habrá ocurrido un lamentable daño colateral en la casa de los Hussein en Tikrit?, si vienen mal dadas, ¿qué país neutral van a invadir ahora los británicos?(me lo sospecho, eso de poner antes al Jaguar es lo que tiene).

Y que pasará en Canarias es una cuestión candente también... pero por lo visto sigue la tendencia de los muchachos de Churchill de meterse en todos los charcos encima sin necesidad, esos tanques haciendo el lila en Portugal hubieran venido de perlas en Irak.


APVid
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Domper escribió:Al ser reconocido, se le traslada a Las Palmas, donde es vilmente asesinado.
No tiene mucho sentido a esas alturas que exista un caos en la retaguardía y que los británicos no controlen a las milicias republicanas (incluso el EPR puso orden tras los primeros meses).

Si fue fusilado por los británicos es un crimen de guerra (aunque lo argumenten en su lucha irregular), lo cual va a tener problemas: los mister van a saber lo que es la cruel guerra española y me temo que en la Península los que caigan prisioneros van a pensar que están en el temible Afganistán de Kipling.


Domper
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Mensaje por Domper »

Ya sabéis que la guerra irregular es la mejor receta para hacer salvajadas, y los británicos son muy buenos… hasta que dejan de serlo, y si no se cree, que se pregunte en Kenia lo del Mau mau (años cincuenta). O lo sucedido en Rhodesia, o en Sudáfrica, o en Sudán, o… Los británicos tienden a ser más civilizados con enemigos rubios y con ojos azules.

Desde luego un suceso de este tipo no ayudaría mucho a la mesura, porque la tradición española en el tema tampoco es demasiado misericordiosa.

Se supone que a estas alturas las milicias republicanas en Canarias están de capa caída. Por cierto, eso del orden en la retaguardia republicana tras los primeros meses... se lo podrían preguntar a los del POUM o de la FAI, a los internso de las checas, al obispo Polanco... Las patrullas del alba no estaban tan activas, pero seguían.

Saludos



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Domper escribió:Se supone que a estas alturas las milicias republicanas en Canarias están de capa caída. Por cierto, eso del orden en la retaguardia republicana tras los primeros meses... se lo podrían preguntar a los del POUM o de la FAI, a los internso de las checas, al obispo Polanco... Las patrullas del alba no estaban tan activas, pero seguían.
Un mayor orden si había, la eliminación de Nin fue una acción selectiva, y la supresión de Barcelona también (aunque el papel también ahí estuvo en la otra parte); no había el caos de las primeras semanas.
Domper escribió:Ya sabéis que la guerra irregular es la mejor receta para hacer salvajadas, y los británicos son muy buenos… hasta que dejan de serlo, y si no se cree, que se pregunte en Kenia lo del Mau mau (años cincuenta). O lo sucedido en Rhodesia, o en Sudáfrica, o en Sudán, o… Los británicos tienden a ser más civilizados con enemigos rubios y con ojos azules.
Precisamente había una especie de "código de honor entre europeos civilizados" tanto por parte alemana como anglosajona, con algunos incidentes. Que no incluye a los asiáticos, africanos, europeos del este, rusos,...
Con los italianos salvo algunos casos en Sicilia se aplicaba ese código, y con los españoles se aplicaría igual.

Pero si los mister lo incumplen, la respuesta en la Península va a ser muy clara (y experiencia de la guerra civil había con los prisioneros de las brigadas), así que la guerra va a ser sin cuartel.


Domper
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Antonio Herrera Vich

“Han matado al Comandante Pepe, han matado al Comandante Pepe”.

Nunca olvidaré como lloraba la gente cuando el Parte de Guerra confirmó la noticia.

Al principio fue solo un rumor que propalaban los traidores que escuchaban la deleznable BBC de los herejes, que iba diciendo que habían acabado con la resistencia española en Canarias. Pero cuando Radio Nacional confirmó la noticia, la nación la sintió como un mazazo.

Ese día estábamos en Salamanca. El día había salido muy malo, llovía continuamente y el campo estaba embarrado, por lo que no íbamos a poder volar. Nos habíamos acercado a la ciudad para disfrutar tomando unos vinos cerca de la Plaza Mayor. Estando apoyados en la barra de un tascucho, escuchamos una mujer gritar por una ventana, y luego otra, y otra. El dueño del tugurio entró en lo que pasaba por cocina y salió pálido como el papel: había escuchado como la radio relataba la infamia cometida por los herejes.

Parecerá mentira que en una guerra mundial la muerte de un militar pudiese tener tanta repercusión, pero es que el teniente coronel Payeras, el “Comandante Pepe”, se había convertido en la imagen de la fortaleza hispana contra la pérfida Albión. Era Viriato y el Empecinado, El Cid y Espoz y Mina unidos. Sus valerosos canarios honraban la tradición hispana de luchar a muerte con el invasor, y a juzgar por los partes estaban masacrando a los herejes. Según la información reservada a la que teníamos acceso, algo de verdad había en ello. Payeras había convertido la ocupación de las Canarias en una pesadilla, devolviendo ojo por ojo, diente por diente y vida por vida al invasor. Las hazañas de Payeras no eran mancas, pero es que en el sentir popular se había convertido en un héroe para el que nada era imposible. Hasta se estaba publicando un cuadernillo de colorines en los que relataba sus aventuras, elevadas hasta lo imposible. En la historieta dibujada por Gago, la destrucción del puesto de mando inglés se había convertido en el aniquilamiento de una división de herejes, y la explosión del Puerto de la Luz se había llevado por delante a media Royal Navy. Ahora lo habían asesinado.

Notará que ya no digo ni los míster, ni britones, ni nada de eso. En la Península se supo que los heroicos canarios del Comandante Pepe llamaban herejes a sus enemigos, y cuando Payeras fue vilmente asesinado, cualquier atisbo de respeto que pudieran tener los españoles por los hijos de la Pérfida Albión se esfumó. Ya no eran hombres sino herejes sacrílegos, enemigos repugnantes que siempre traicionaban a España, criaturas inmundas que no merecían ver la luz del sol.

De vuelta en el aeródromo de San Fernando estuvimos comentando en la cantina las últimas noticias. Según se iba sabiendo, las fuerzas del teniente coronel estaban efectuando una incursión hacia el sur cuando fueron sorprendidos cerca de San Bartolomé de Tirajana. La población, antaño pujante, había sido vaciada por los herejes. Habían expulsado a los habitantes, que ahora languidecían en los campos de concentración que los asesinos habían organizado en el norte de la isla, donde las mujeres y niños morían a puñados víctimas de las enfermedades y de las míseras raciones que los hijos de la pérfida les daban.

Los tirajaneros se habían lanzado al monte para unirse con Payeras, pero entre ellos había una rata, una víbora comprada con el oro de Londres que esperaba la ocasión para traicionar al héroe. Ese perro esperó hasta que los hombres de Payeras entraron en el valle, y entonces hizo una señal convenida: desde varios días antes dos compañías canadienses se habían escondido en el caserío. Eran hombres del bosque que sabían vivir y luchar en el monte, y se lanzaron contra los canarios, que no eran más de cincuenta. Nada más empezar la refriega el teniente coronel fue herido por un morterazo. Sus fieles hombres lo quisieron evacuar a las montañas, pero Payeras se negó, porque cualquier retraso podía serles fatal. Pidió una ametralladora y bombas de mano, y durante media hora contuvo a los canadienses, mandando muchas de sus condenadas almas al infierno. Pero otro morterazo le hizo perder el sentido y los malditos se hicieron con el teniente coronel. Entonces los sacrílegos mostraron su sadismo. Remataron a bayonetazos a los demás heridos, pero a Payeras lo curaron a medias, y lo arrastraron hasta la capital. Digo que lo arrastraron y no miento, porque lo ataron a una acémila y a patadas y golpes lo llevaron hasta la carretera. Allí lo tiraron a la caja de un camión que lo llevó hasta Palmas, donde montaron una farsa de juicio público y lo ametrallaron.

¿Qué cómo se supo lo ocurrido? Los herejes no ocultaron su barbarie, y media isla vio lo que pasó. Observaron como arrastraban al comandante malherido, la farsa de juicio, y lo que el enemigo llamó ejecución y que fue realmente un asesinato. Sus testimonios llegaron a los guerrilleros, y luego a la Península, gracias a una excelente emisora alemana que había sido entregada por un submarino. La Dirección de Propaganda ni siquiera tuvo que retocar la noticia, y Radio Nacional emitió una y otra vez la historia de la heroica muerte del Comandante Pepe.

El asesinato de un prisionero tan destacado causó un escándalo enorme incluso en Londres. Las embajadas de las naciones hermanas de Hispanoamérica no perdieron un segundo en relatar a sus gobiernos lo ocurrido: el primer ministro Churchill, el demonio que encabezaba a los infieles, había tenido que dar explicaciones en su Parlamento, justificando el asesinato con el argumento que el teniente coronel no llevaba uniforme ¡maldito traidor! Nosotros sabíamos que los canarios de Payeras llevaban una banda con la bandera española en una manga que los identificaba como soldados, mientras que Churchill estaba enviando bandas de facinerosos que llamaba “comandos”, disfrazados como hombres de bien, a cometer tropelías por toda Europa. Las cárceles españolas estaban llenas de esos bastardos a los que habíamos capturado en nuestras costas, y que su jefe acababa de condenar.

Dicho y hecho. La prensa publicó un discurso del Generalísimo que anunciaba que España era una nación de caballeros que no se rebajaría a la iniquidad inglesa, y que no iba a asesinar a los prisioneros. Pero los responsables de delitos de sangre se iban a enfrentar a la justicia española. Al frente de todos iba a estar el general hereje Liddell, el que había estado al mando de la guarnición inglesa de Gibraltar. Iba a ser juzgado por los horrores de La Línea de la Concepción, y con él sus oficiales. También se juzgaría a los espías que Inglaterra había estado tratando de infiltrar en España, y tampoco olvidaría a los pilotos que, violando las leyes de la guerra, estaban lanzando sus artefactos infernales sobre familias inocentes. Si Churchill quería aplicar esas leyes de la guerra a su manera, serían sus hombres quienes se enfrentasen a la justicia española.



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Mensaje por APVid »

Domper escribió: Pero los responsables de delitos de sangre se iban a enfrentar a la justicia española.
Teniendo en cuenta que Tribunales juzgaban la pena era clara.

Sobre el método hay un detalle, en Alemania lo habitual era la guillotina y el fusilamiento, aunque Hitler prefería la horca que se convirtió en el mecanismo normal.
Pero en España no se ahorcaba, sino que se fusilaba pero sobre todo se usaba el garrote vil. Si el gobierno no los considera militares sino criminales podria usar el garrote con los prisioneros.

El resultado es igual en todo caso la guerra se hace más odiosa para ambos bandos, porque los británicos adoptarán represalias a las represalias.
Domper escribió:Notará que ya no digo ni los míster, ni britones, ni nada de eso.
Recomendaría una circular del Alto Mando alemán para todos los miembros del Pacto: los británicos y los miembros de la Commonwealt deben ser denominados siempre imperiales (por el Imperio Británico), en la prensa y en todos los medios. Son el ejército imperial, las tropas imperiales,...

El motivo es crear una mala asociación con su nombre en el mundo; pues puede que en EE.UU. no les gusten los nazis (que ahora ya no están), pero ni allí ni en Latinoamérica el término imperial es agradable. Y convierte la guerra de Churchill no en la defensa de la libertad,..., sino en una pugna por el Imperio.


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Mensaje por Domper »


Nosotros estábamos esperando que mejorase el tiempo para salir a la caza del hereje. Habíamos sido trasladados a Salamanca para apoyar la ofensiva de Guarda, operación que, no voy a negarlo, estaba acabando como el rosario de la aurora. Los ingleses habían contraatacado desde el sur, metiendo a Dávila en un buen aprieto, del que había conseguido escapar por los pelos. Por los pelos, y por el sacrificio del Cuerpo de Castilla de Asensio, que tuvo que contener a los herejes durante dos días, mientras Dávila decidía si moverse o no. Lo sensato hubiese sido abandonar el saliente de Guarda, que para lo que servía y nada… pero la sensatez y Dávila no se llevaban demasiado bien, ya que el hombre pensaba que con un par de ataques a lo bruto se arreglaba todo, que ya me había tocado realizarlos durante nuestra guerra. Como abandonar el entrante sería reconocer la derrota, al fatuo general no se le ocurrió mejor idea que conservar Guarda y Almeida ¡atacando hacia el norte, por el lado contrario al que le estaban entrando los herejes! Tomó una comarca que estaba prácticamente vacía y alardeó de haber conseguido una gran victoria. Mientras ignoró las advertencias de su Estado Mayor, que veía como el Ejército de Portugal se estaba quedando con el cul* al aire.

Aunque Dávila hubiese duplicado la superficie de la bolsa, la situación del Ejército de Portugal era crítica, ya que su flanco norte se apoyaba en el cañón del río Duero. De ser preciso, por allí podría escapar… o no, porque en esa zona el cañón no era tan infranqueable como aguas arriba, el río era ancho y profundo, y no había ningún puente que lo cruzase. Tal vez se pudiesen retirar los soldados, aunque acosta de perder todo el material… y eso siempre que la retirada no se convirtiese en una desbandada. Pero el Ejército tuvo suerte. El general hereje Wilson, viendo el genio militar que tenía enfrente, decidió que en lugar de intentar atrapar a un ejército mal mandado, podría irrumpir en el valle del Duero y llegar hasta Salamanca y Valladolid, incluso a Burgos y el Ebro. Nuestro ejército, aun calzado con alpargatas, no hubiese tenido dificultades en frenar a los herejes, igual que habíamos hecho en Badajoz y Cartaya. Pero ya le he dicho que Dávila había metido la mitad del Ejército de Portugal en la bolsa de Guarda, con las gargantas del Coa y del Duero a la espalda.

Dávila, dando muestras de su genio militar, decidió que el objetivo de Wilson sería recuperar Guarda o Almeida, las mayores localidades de la bolsa que había conquistado. Pero a los herejes Guarda no les importaba ni un pimiento, y muy cucamente, en lugar de acudir a la cita con Dávila, y se fue hacia Fuentes de Oñoro y Ciudad Rodrigo. Ese sector estaba defendido por una división bisoña que, al verse ante los tanques ingleses, se deshizo como un azucarillo. El Cuerpo de Ejército de Castilla tuvo que acudir de nuevo a la brecha, y luchó como un león, pero no fue suficiente. El regimiento Brunete perdió casi todos los tanques, mientras que la división Viriato también se quedó casi sin blindados. Pero el general Galera sabía lo que se hacía, y en lugar de seguir desangrándose en terreno abierto, donde los herejes tenían ventaja, se encastilló en Ciudad Rodrigo con lo que quedaba de la división: el regimiento Alcázar, lo que quedaba del Brunete y poco más. Los ingleses ignoraron a Galera y siguieron hacia Salamanca, donde cundió el pánico. Fue una vergüenza ver como los prohombres del régimen hicieron las maletas y tomaron las de Villadiego, difundiendo noticias alarmistas, según las cuales las avanzadas herejes estaban llegando a Salamanca, Alba de Tormes e incluso Valladolid.

Por fortuna, la resistencia de Galera en Ciudad Rodrigo estaba creando un buen problema al enemigo, ya que estaba en medio de sus líneas de aprovisionamiento. Mientras, los valientes viriatos protegían Salamanca. Además los ingleses estaban cometiendo un error garrafal. Al romper el frente en Fuentes de Oñoro tuvieron la ocasión de cercar todo el Ejército de Portugal, ya que al norte no había nada que los separase del Duero. Mientras, Dávila seguía impasible, manteniéndose en Guarda y Almeida sin darse cuenta del peligro mortal que corría. Pero Wilson se aferró a sus nuevos objetivos, es decir, repetir las glorias de Wellington, y perdió una ocasión de oro.

Y en todo esto ¿dónde estaba yo? Pues en tierra, mordiéndome las uñas. Las incesantes lluvias habían encharcado el aeródromo y no podíamos despegar, aunque nos moríamos de ganas de volar nuestros Mochos. Desde Getafe solo había podido hacer media docena de servicios, y bastaron para que me anotase dos bombarderos más. Aparecieron, eso sí, todo tipo de problemas, lógicos en un avión que aun estaba un poco verde. Lo más molesto es que el sistema de aislamiento del motor no funcionaba bien del todo, y se colaba tanto calor en la cabina que parecía una sauna finlandesa. Nos apeábamos de los aviones mojados como si saliésemos de un río, y menos mal que el personal de tierra nos esperaba con mantas, porque con semejante baño de sudor y el frío de la meseta la pulmonía acechaba.

Para la ofensiva de Guarda habían mandado nuestra escuadrilla a San Fernando, una miserable pista de tierra entre Ciudad Rodrigo y Salamanca, con un terreno arcilloso que se empantanó en cuanto cayeron cuatro gotas. Nosotros nos temíamos que los tanques herejes nos sorprendiesen con lo puesto, y el comandante Salvador exigió a nuestros hombres esfuerzos ímprobos para traer grava y reparar las rodadas de la pista. Al menos la aviación de los invasores no debía estar mucho mejor, porque raramente aparecía. Pero no era buen signo ver como se cavaban trincheras alrededor de la base, sobre todo cuando se empezó a escuchar claramente el tronar del cañón.

Por fin el tiempo despejó un poco y pudimos volar. Escoltaríamos con los Mochos a una escuadrilla de Curtiss y de Super Curtiss que iban a ametrallar a los herejes. Ya habíamos visto que la táctica de cadenas no funcionaba bien contra enemigos que tenían muchos cañones antiaéreos, pero algo había que hacer. Los valientes de los Curtiss se lanzaban sobre los vehículos enemigos ametrallándolos a muerte. Poco podían hacer contra los tanques, pero a los camiones se las hicieron pasar moradas. A cambio, las ametralladoras antiaéreas de los herejes hacían que nuestros pilotos cayesen como moscas, pero estábamos luchando por la patria, y la vida de un aviador no valía más que la de un guripa. Nosotros, con los Mochos, íbamos a tener que proteger a los Curtiss, ya que los cazas herejes cada vez se hacían ver más. Últimamente hasta estaban apareciendo unos aviones que los norteamericanos habían regalado a los ingleses. Los Tomahawk, que así los llamaban, eran medianejos, mejores que los Picios y que los Hurricane, pero inferiores a los Messer. Si amanecían ante nuestros Mochos haríamos buena carnicería.

Nada despegar nos dimos un susto de muerte: ni siquiera habíamos empezado a tomar altura cuando nos empezaron a disparar desde tierra: eran los tanques de los herejes, que estaban a tiro de piedra del aeródromo. El comandante Salvador llamó a la base para ordenar que la evacuasen y se retirasen a Matacán, más allá de Salamanca. Justo entonces llegaron los grupos de cadenas, y como la RAF brillaba por su ausencia pudieron atacar a placer. Como si nada. Yo mismo pude ver como un Super Curtiss lanzaba un torrente de balas contra un tanque, que rebotaban haciendo saltar chispas, mientras la tortuga de acero seguía como si tal cosa.

Yo tenía unas ganas locas de vaciar mis armas contra los blindados, pero teníamos órdenes terminantes de no exponernos al fuego de tierra, al menos hasta que no recibiésemos más Mochos. Como la aviación inglesa no hizo acto de presencia, nos aburrimos dando vueltas mientras veíamos como los ingleses invadían nuestra antigua base. Aterrizamos en Matacán, medio avergonzados y medio cabreados.

Fue tomando unos vinos tras el vuelo cuando un teniente, no recuerdo cual, dijo— ¡Tenemos que volver para quemar a esos herejes! —No sabía el efecto que tendrían sus palabras.



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delta 021
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Mensaje por delta 021 »

Domper escribió:
Escoltaríamos con los Mochos a una escuadrilla de Curtiss y de Super Curtiss que iban a ametrallar a los herejes. Ya habíamos visto que la táctica de cadenas no funcionaba bien contra enemigos que tenían muchos cañones antiaéreos, pero algo había que hacer. Los valientes de los Curtiss se lanzaban sobre los vehículos enemigos ametrallándolos a muerte. Poco podían hacer contra los tanques
Pos material (y otros tipos de aviones) donde elegir habia...
BOMBAS EXPLOSIVAS

- Bomba Hispania A-5
- Bomba Hispania A-6
- Bomba "Legionaria" de 2 Kg.
- Bomba "Negrilla" de 10 Kg
- Bomba "Negrilla" de 10 Kg. para cargas especiales
- Bomba "Negrilla" de 50 Kg.
- Bomba "Negrilla" de 50 Kg. para cargas especiales
- Bomba "Negrilla" de 250 Kg.
- Bomba "Negrilla" de 500 Kg.

BOMBAS HISPANIA HIDROSTÁTICAS
- Bomba Hispania Hidrostática de 50 Kg.
- Bomba Hispania Hidrostática de 100 Kg.

BOMBAS INCENDIARIAS
- Bomba Incendiaria B-1
- Bomba Incendiaria B-2
- Bomba Incendiaria B-3
- Bomba Incendiaria B-4

Amen de las alemanas , y las heredadas :alegre: francesas , rusas y republicanas.

Pero si el SH 2.0 no las tiene en cuenta por su mayor sapiencia sera .
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GRITA DEVASTACION Y SUELTA A LOS PERROS DE LA GUERRA.
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Mensaje por urquhart »

Hola a a todos,

Domper, tras la GCE y la Guerra de iNvierno, ¿no hubieran sido equipados con cohetes los I15 e I152? Por ahí deben quedar algunos de los RZ Natacha, que como aviones de asalto nocturno, con los que consiguieron ciertos éxitos durante la GCE podrían visitar los vivac anglo británicos.

Por otro lado, Paco ¿no enviaría al motorista al CG del ejército de Portugal? De todos modos, Dávila y Wilson parecen jugar al mismo juego, territorio; en lugar de intentar el segundo quebrar a las fuerzas españolas.


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Mensaje por Domper »

En el libro “Destructores de tanques” hablo de la eficacia de las bombas contra los tanques. Las ligeras necesitan impactos directos, incluso fallando por un metro no hacen nada. Las medias y pesadas tienen un radio de acción contra tanques mínimo: las de 1.000 kg es de pocos metros.

Contando que la dispersión de las bombas lanzadas por los aviones españoles iba de decenas de metros (caso de los aviones de cooperación) a cientos de metros (SM.79), tal vez no sean muy eficaces contra tanques.

Respecto a los cohetes, aparte de su mínima eficacia contra carros (hasta que aparecieron los de alta velocidad) no creo que los rusos le cuenten a Paquito nada de sus experiencias. Respecto a los Polikarpov RZ Natacha, en la LTR quedó poco más de una docena en Marruecos. En este escenario, con los alemanes cediendo aviones (mejor un MS.406 que un He 51 o un Natacha) han quedado todos arrumbados.

Sobre el motorista, ya veremos.

Saludos



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Mensaje por Domper »

El exabrupto del teniente hizo fortuna, y se repitió por cantinas y salas de banderas. Al final llegó hasta el coronel González-Gallarza, que mandaba los grupos de cadenas, es decir, los aviones encargados de atacar al ejército enemigo. El coronel estaba pensando en cómo dañar esos tanques que eran inmunes a las balas y a las pequeñas bombas que podían llevar sus aviones. La sugerencia de reabrir los quemaderos le hizo recordar que durante la Cruzada, cuando nuestros legionarios se habían enfrentado por primer a vez con los tanques rusos, se había recurrido a las bombas de gasolina. Más adelante los Heinkel de las cadenas habían lanzado sus depósitos de gasolina contra las trincheras rojas ¿funcionaría contra los tanques? No se perdería mucho por intentarlo.

Durante toda la noche se estuvo trabajando en Matacán. Un capitán aficionado a la química recreativa —hay gente pa tó, que dijo el maestro— estuvo mezclando gasolina con aceite de motor, jabón de taco —usó tanto que en Salamanca se estuvo oliendo a macho cabrío durante semanas—, un poquillo de aluminio en polvo y una pizquita de fósforo. Me imagino al amigo probando la mezcla y diciendo “no pica casi, necesita un pelín más de fósforo”, “mmm, está en su punto de aluminio”, o “nada como la potasa para realzar el sabor”. Mientras los mecánicos tomaron los depósitos de repuesto de los Heinkel 51 dados de baja, que había bastantes en el aeródromo, y los llenaron de la mezcla. Acoplaron pequeñas bombetas a los depósitos, y tira p’alante. El invento tenía más peligro que un mono con una pistola, porque no habían podido poner ningún sistema de seguro, y si algún avión hacía alguna tontería al despegar pegaría un fogonazo curioso. Pero los pilotos eran profesionales de tomo y lomo que cuidaron de sus Súper Curtiss como si fuesen bebés. Una docena de biplanos iba cargada con las bombas improvisadas, mientras el resto les dábamos escolta.

Para entonces los tanques enemigos habían aplastado el aeródromo de San Fernando y corrían hacia Salamanca. Como despreciaban a nuestros cazas, ni se preocuparon al vernos aparecer. No sabían lo que se preparaba. Los frágiles biplanos picaron sobre los tanques enemigos, y lanzaron sus depósitos de gasolina. Esas bombas incendiarias eran tan aerodinámicas como un piano de cola, y cayeron donde Dios les dio a entender, que fue a bastantes metros de los tanques enemigos… pero dio igual, porque al estallar las bombetas esparcieron salpicaduras de gasolina ardiente que se pegaron a la piel de los tanques herejes y se coló por las rendijas. En ese primer ataque cinco blindados acabaron como piras funerarias, sin que nosotros perdiésemos ningún avión. Vuelta a Matacán a cargar las pocas bombas que habían podido fabricar en esas horas, y vuelta. Ardieron otros dos tanques. Siete tanques no es que fuese una victoria homérica, pero a los herejes les entró tal canguelo que en lo sucesivo, cuando veían que los Curtiss o los Angelitos —Henschel Hs 123— se lanzaban sobre ellos, saltaban de sus blindados y salían a escape, dando ocasión a cazarlos con las ametralladoras. Con tanto biplano pirómano y tanta gasolina los ingleses pensaron que Salamanca igual no era tan bonita como decían, que con tanta lluvia se estaría mejor en la playa, y prefirieron dejar la visita para mejor ocasión. Nosotros los animábamos a que se tomasen unas vacaciones playeras, y si alguien se hacía el remolón, un poco de gasolina ardiente ayudaba a convencerle.

Molesto como estaba con nuestros aviones, el general Wilson debió poner verdes a los de la RAF, que al final se decidieron a salir a proteger a sus tanques. No es que les fuese fácil porque sus aeródromos estaban bastante alejados, y cuando llegaron debían estar muy justos de fuel, o al menos eso pensé al ver que la mitad de los aviones se volvía. Mejor para nosotros: la guerra no era el juego de gentleman de los que dicen gustar los herejes, y si teníamos gasolina y ellos no, les enseñaríamos lo que vale un peine.

En los días de lluvia el comandante y yo habíamos estado pensando en cómo sacar el máximo partido a nuestros Mochos. Desde luego, el vuelo por parejas, con jefe y punto, tenía sus ventajas. No sé si usted sabe de lo que hablo. La táctica de parejas la desarrollo la Legión Cóndor durante nuestra guerra civil, para aprovechar la velocidad de sus Messer. Cuando se vuela en las típicas patrullas de tres aviones los pilotos tienen que estar más atentos de no chocar con sus compañeros que del combate. Sin embargo, cuando se vuela por parejas el “punto”, el piloto de menos experiencia, vuela detrás del líder, un poco más alto y separado, con mucho espacio para maniobrar, y su misión es proteger a su jefe mientras este último ataca a los aviones enemigos. El jefe, a su vez, está atento por si algún listo quiere atacar al punto, para dar la vuelta y espantarlo. Si en lugar de dos se vuela con cuatro aviones, se organizan en dos parejas, una de las cuales protege a la otra.

Lo malo del sistema es que solo el jefe de la patrulla dispara, mientras que el punto, es decir, el piloto de protección, y la otra pareja, no hacen sino seguir al jefe. Al final solo uno de cada cuatro aviones ataca al enemigo. Teníamos muy pocos Mochos, y si de cuatro que volaban solo uno disparaba, mal negocio haríamos, porque desperdiciaríamos las formidables características de nuestros aviones. Una noche, sentados en una mesa y vaciando una botella de vino, estuvimos dándole vueltas a una idea que le rondaba al comandante Salvador. Llenamos bastantes cuartillas con bosquejos, y luego hicimos unos avioncitos de juguete con cartoncitos, con los que probamos la idea del comandante. Parecía buena, y habría que ensayarla en el aire.

La táctica era fácil de explicar pero difícil de ejecutar: volaríamos por parejas, pero no uno siguiendo al otro, sino a la par, y atacaríamos los dos a la vez. Pero sin perder de vista al otro avión. Si el compañero era atacado, rehuiría al enemigo con una maniobra de tijeras, pero la pareja dejaría lo que estuviese haciendo, aunque estuviese a punto de derribar a Churchill con puro y todo, y limpiaría la cola del compañero, emprendiendo giros cerrados hasta cruzarse con el enemigo y regarlo con plomo. Solo funcionaría si cada piloto estaba muy pendiente de lo que pasaba, pero así multiplicaríamos la potencia de fuego de nuestras escuadrillas. Esa tarde de noviembre íbamos a estrenarla.

—¡Chiquitín, herejes a las diez y abajo —gritó por la radio el comandante— ¡Vamos!

Los dos aviones nos lanzamos en picado contra los ingleses, que tenían el sol de cara. Sin que se diesen cuenta nos pusimos a su cola. Una ráfaga corta, y dos aviones estallaron, mientras nosotros ascendíamos con los Mochos, preparándonos para repetir el ataque. Los ingleses intentaron seguirnos, cometiendo su segundo error del día: al ascender perdieron velocidad, mientras que los potentes BMW de nuestros cazas nos daban ventaja. Alabeamos, invertimos el curso y volvimos a caer sobre los Tomahawk, que apenas podían mantenerse en el aire. Yo puse tibio a un inglés, pero no cayó, porque el avión norteamericano era muy resistente. El comandante Salvador, que tenía mejor puntería, derribó al suyo. Escapamos, y vuelta. Para entonces los cazas enemigos habían adoptado una formación circular, defendiéndose la cola unos a otros. Excelente táctica… contra aviones como los Picios pero no contra nuestros fulgurantes Mochos. Nos lanzamos una y otra vez, escogiendo una presa, picando sobre ella, friéndola a tiros y volviendo a ascender, mientras el resto de la formación enemiga nos disparaba desde lejos, porque acercarse no podían.

En una de estas, un Tomahawk se puso a mi cola. Avisé al comandante, e inmediatamente efectué un giro cerrado, y luego otro. El inglés me siguió, y se le tuvieron que quedar los ojos abiertos como platos cuando al tercer giro se encontró con Salvador que le daba candela con un tiro de deflexión. Ese fue su quinto derribo del día. Yo bastante tuve con acabar con tres. Tuvimos la suerte que el combate se produjese junto a nuestros Curtiss, cuyos pilotos se hicieron lenguas contando como el comandante Salvador se había cargado media RAF. Por las acciones de ese día se repartieron muchas medallas, incluyendo dos laureadas, la de González-Gallarza y la que a partir de entonces lució el avión del comandante Salvador en el morro.

Por las maestranzas de España los herreros se dedicaron a dar forma a las bombas de gasolina que tan buena receta resultaba contra los ingleses.



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Mensaje por urquhart »

Hola a todos,



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Mensaje por kaiser-1 »

Y cierto emperador romano mencionó que los cadáveres del enemigo siempre olían bien. Si llega a oler los churrascos que estamos preparando en Salamanca, ¡se nos vuelve caníbal el mozo! :militar21:


- “El sueño de la razón produce monstruos”. Francisco de Goya.
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Mensaje por Domper »

Todo esto no es casual. Me explico.

Aunque se habían usado diversas mezclas incendiarias durante la GCE (incluyendo lo del depósito de los Heinkel 51, no me invento nada) el napalm como tal (napalm es “nafta palmitato, es decir, jabón) empezó a usarse en 1944. Los primeros usos fueron en Tinian y en Normandía.

Pero fue en Corea cuando se planteó un problema diferente: los tanques T-34-85. La US Navy disponía de un cohete bastante mejor que los de los Typhoon ingleses: el HVAR (Hight velocity aerial rocket) que tenía mucha menos dispersión y era un arma razonablemente eficaz contra tanques, sobre todo cuando se desplegó una versión de mayor calibre con carga hueca. Pero el arma que se reveló más eficaz contra tanques fue el napalm, con la ventaja de no requerirse excesiva precisión.

Obviamente, lo que un Super Chato o un Angelito puedan tirar no va a ser tan grande como un F4U Corsair o un reactor, pero a cambio se trataba de aviones lentos que además como bombarderos eran bastante precisos. Posteriormente aviones de mayor capacidad podrían usar cargas mayores, de 250 o incluso 500 litros.

En este caso he combinado una aviación con experiencia en el apoyo táctico y en usar gasolina, con la necesidad de freír tanques.

Saludos



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