La Pugna Continuación de "El Visitante"
- urquhart
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Hola a todos,
los nipones en Insulindia pondría de los nervios a Canberra, y un sudor frío recorrería las salas del Viceroy's House en Nueva Delhi. Tampoco agradaría mucho en el 1600 de Penn. Av., toda la política de embargo petrolero a Japón se vendría al traste.
Por otro lado, ¿como combinaría esta fase de la LTU con la LTR donde Tokio alentó el nacionalismo indonesio, formando incluso el germen de las fuerzas que a partir de 1945 combatirían a los holandeses?
los nipones en Insulindia pondría de los nervios a Canberra, y un sudor frío recorrería las salas del Viceroy's House en Nueva Delhi. Tampoco agradaría mucho en el 1600 de Penn. Av., toda la política de embargo petrolero a Japón se vendría al traste.
Por otro lado, ¿como combinaría esta fase de la LTU con la LTR donde Tokio alentó el nacionalismo indonesio, formando incluso el germen de las fuerzas que a partir de 1945 combatirían a los holandeses?
Tempus Fugit
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Pues probablemente en este escenario Japón haría lo mismo. Porque, nominalmente, las colonias holandesas seguirían bajo el Holanda o la Unión Paneuropea, y en un futuro se podría reclamar el volver a controlarlas. Para Japón probablemente fuese más interesante un gobierno autóctono. Eso, si no les daba por considerarlas tierra de promisión y colonizarlas, algo que me parece poco probable, dada la elevada densidad de población y por tratarse de un ambiente muy extraño para posibles colonos japoneses.
Evidentemente, un movimiento de este tipo sería un buen problema para el vecindario. El Imperio Británico tendría que decidir entre dejar que los nipones se hiciesen con el control de la colonia, o ir a la guerra con un enemigo que tiene una flota muy potente. A Estados Unidos (a su presidente) le encantaría ir a la guerra, pero le resultaría muy difícil explicar los motivos a su pueblo: para los norteamericanos, apoyar a un gobierno europeo a mantener sus colonias era anatema, y al fin de cuentas los japoneses no estarían sino cumpliendo lo que podría considerarse un mandato legal. Desde luego, el bloqueo de materias primas a Japón (no solo petróleo, sino también minerales estratégicos) se iría a la porra. Si Japón no ataca a Estados Unidos porque resulta que los petroleros no encuentran problemas para navegar, a FDR se le hace bastante cuesta arriba fabricar incidentes, máxime si en lugar de tener enfrente a una Alemania ocupando Europa hay algún organismo con un aspecto cuasilegal.
Efectivamente en Canberra se subirían por las paredes (si los temblores les dejaban). En Nueva Delhi ya andan un tanto preocupados por las actividades de un tal Rommel en el norte de Irak, donde parece que está a partir un piñón con el Sha.
Así a primera vista no parece tan mala jugada ¿no? Pero aun queda bastante de política antes de que se pueda volver a los tiros. Paciencia.
Saludos
Evidentemente, un movimiento de este tipo sería un buen problema para el vecindario. El Imperio Británico tendría que decidir entre dejar que los nipones se hiciesen con el control de la colonia, o ir a la guerra con un enemigo que tiene una flota muy potente. A Estados Unidos (a su presidente) le encantaría ir a la guerra, pero le resultaría muy difícil explicar los motivos a su pueblo: para los norteamericanos, apoyar a un gobierno europeo a mantener sus colonias era anatema, y al fin de cuentas los japoneses no estarían sino cumpliendo lo que podría considerarse un mandato legal. Desde luego, el bloqueo de materias primas a Japón (no solo petróleo, sino también minerales estratégicos) se iría a la porra. Si Japón no ataca a Estados Unidos porque resulta que los petroleros no encuentran problemas para navegar, a FDR se le hace bastante cuesta arriba fabricar incidentes, máxime si en lugar de tener enfrente a una Alemania ocupando Europa hay algún organismo con un aspecto cuasilegal.
Efectivamente en Canberra se subirían por las paredes (si los temblores les dejaban). En Nueva Delhi ya andan un tanto preocupados por las actividades de un tal Rommel en el norte de Irak, donde parece que está a partir un piñón con el Sha.
Así a primera vista no parece tan mala jugada ¿no? Pero aun queda bastante de política antes de que se pueda volver a los tiros. Paciencia.
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- JLVassallo
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Impresionante como se esta re-acomodando de a poco el mapa de Europa.
Los nipones dejar de cometer atrocidades lo veo dificil, vienen de victorias continuas y va a ser dificil que se frenen esos actos (opinión personal).
Muy bueno el relato.
Saludos.
Los nipones dejar de cometer atrocidades lo veo dificil, vienen de victorias continuas y va a ser dificil que se frenen esos actos (opinión personal).
Muy bueno el relato.
Saludos.
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Con que se controlen en Indonesia, vale. Imposible no es, porque en Indochina lo hicieron hasta 1945.
Gracias por los inmerecidos elogios.
Saludos
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- urquhart
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Hola a todos,
Totalmente de acuerdo con Domper
Los japoneses no se comportaron en Insulindia o Indias Orientales Holandesas como en China, ni muchísimo menos. Es más, alentaron el nacionalismo indonesio, y crearon el germen de una milicia que sería la que expulsaría a los holandeses de forma definitiva. La estructura política creada por los japoneses, a la sombra de la cual se forjó Sukarno, daría paso a la República de Indonesia tan pronto los japoneses se rindieron. Los holandeses no recuperaron el control de la colonia.
Fijemonos en Filipinas, en 1943 crean un gobierno de la llamada Segunda República Filipina, en la que el Vicepresidente, Benigno Aquino, sería abuelo del actual Presidente, de idéntico nombre. La historiografía estaounidense nos presentará a los héroes de la Resistencia filipina, aunque también hubo unidades pro niponas, como las que formaron el Philippine Constabulary desamericanizado,organización que tras 1898 hereda las funciones de la Guardia Civil, y formada en sus inicios a su semejanza.
Totalmente de acuerdo con Domper
Los japoneses no se comportaron en Insulindia o Indias Orientales Holandesas como en China, ni muchísimo menos. Es más, alentaron el nacionalismo indonesio, y crearon el germen de una milicia que sería la que expulsaría a los holandeses de forma definitiva. La estructura política creada por los japoneses, a la sombra de la cual se forjó Sukarno, daría paso a la República de Indonesia tan pronto los japoneses se rindieron. Los holandeses no recuperaron el control de la colonia.
Fijemonos en Filipinas, en 1943 crean un gobierno de la llamada Segunda República Filipina, en la que el Vicepresidente, Benigno Aquino, sería abuelo del actual Presidente, de idéntico nombre. La historiografía estaounidense nos presentará a los héroes de la Resistencia filipina, aunque también hubo unidades pro niponas, como las que formaron el Philippine Constabulary desamericanizado,organización que tras 1898 hereda las funciones de la Guardia Civil, y formada en sus inicios a su semejanza.
Tempus Fugit
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Al día siguiente el ministro Von Papen se reunió con el embajador japonés, y todavía estaba agitado cuando llegó a la Cancillería.
—Os lo dije ayer y lo repito ¡No puedo aguantar a los japoneses! Esos cretinos orgullosos se van de cabeza al abismo, y encima presumen de su inconsciencia. Ya sabéis como es Oshima: fue uña y carne con Ribbentrop y Hitler, e intentó hacerle la rosca a Goering, pero cuando le planté cara con el asunto de Indochina, empezó a hacerle carantoñas a Seyss-Inquarth…
—La amistad con ese tipo no es buena para la salud —bromeó Schellenberg.
—Walter, la verdad, aunque seas un guasón no sé cómo puedes hacer chistes con esto. Creo que nuestro amigo Oshima está buscándose la vida yendo detrás de Halder y de su pandilla de descontentos.
—No te preocupes, que ya tengo vigilado a Oshima. No se puede echar ni un pedo sin que me entere…
—Walter, por favor —esas groserías desagradaban a Von Papen. Y también a Von Manstein, aunque por ahora seguía callado—. En resumen —siguió el ministro—, que ese tipo por fuera todo es cortesías y reverencias, pero luego es resbaladizo como una anguila. Es más manipulador que tú, Walter, que ya es decir.
—Gracias —respondió Schellenberg.
Von Papen no siguió la broma, y continuó—. Le he pedido a Oshima que se reuniese conmigo, y cuando ha llegado el tipo estaba tan contento como un gato que se ha zampado un ratón. Empecé preguntándole por las intenciones de su país, pero fue inútil: se fue por la tangente, hablando de destinos manifiestos, esferas de influencia, incluso se le escapó que pensaba que la nueva raza dominante sería la nipona. Aguanté todas esas tonterías, y le volví a preguntar por los planes japoneses, pero vuelta a lo mismo. Le intenté tirar de la lengua, sugiriendo que teníamos problemas con los rusos y que no veríamos con malos ojos que Japón recuperase Mongolia y la Siberia marítima. Solo entonces conseguí una respuesta clara: me dijo que Japón honraría el pacto de no agresión que había firmado con los soviéticos.
—¿Los japoneses respetando pactos? Solo cuando les conviene —repuso Schellenberg.
—No dices nada nuevo. Por fin me cansé de evasivas y le planté los hechos sobre la mesa. Le dije que sabíamos que iban a atacar a los norteamericanos. Tendríais que haber visto la cara que puso: no sé si es porque Oshima es un actor excelente, o porque no sabe nada. Pero no le dejé reaccionar: le expuse que Alemania se oponía a ese ataque, y haría lo que fuese para evitarlo. El embajador siguió mostrándose incrédulo, y me preguntó por mis fuentes.
—No se las revelarías —dijo Schellenberg.
—Claro que no. No soy tan tonto. Al contrario, aproveche para meterle una buena pulla. Le contesté que Sorge, ese tipo que los japoneses ahorcaron hace poco, era nuestro principal agente, y que si no habíamos avisado a Tokio de sus actividades era porque estaba investigando la infiltración de espías rusos en Japón. Le dije que la ejecución de Sorge no solo había sido una torpeza, sino un acto inamistoso de un país que se decía aliado, pero que en honor de la amistad entre Alemania y Japón no habíamos protestado.
—¿Luego me llamas manipulador? —bromeó Schellenberg.
—Ya habíamos quedado que usaríamos a Sorge como tapadera —el mariscal se volvió y me miró: nada de eso se había dicho en la anterior reunión; Von Papen y Schellenberg seguían tenían la fea costumbre de tener reuniones a solas.
Von Papen siguió diciendo—. No me entretuve más con lo del espía, y le solté a Oshima que Tokio tenía que olvidarse de sus planes de ataque. Fue entonces cuando saltó la vena orgullosa de ese tipo: me dijo, con toda cortesía, desde luego, que Japón haría lo que se le pasase por las narices, y que quién nos habíamos creído que éramos dándole órdenes a su divino emperador. A cortesías no me gana ni Oshima, y con similar delicadeza le expuse que los norteamericanos habían conseguido infiltrar agentes en Berlín, y que era posible que llegasen a sus oídos los planes nipones. Ni por esas: el embajador tuvo el descaro de ofrecerse a solucionar nuestros problemas de seguridad imponiendo más determinación a tu agencia —dijo mirando a Schellenberg.
El general, por primera vez, se molestó—. No me digas que ese inútil quiere decirme como hacer mi trabajo. Ya conozco a los de su calaña: están hinchados de ideas gloriosas que se pagan con la sangre de otros. Si sigue por ese camino será mejor que Oshima mire con cuidado antes de cruzar las calles, pues los tranvías son muy peligrosos.
—Tranquilo, Walter. Cuando ese tonto salió con esas casi me alegré: se había puesto en evidencia. Me dejé de rodeos y le dije que sabíamos de sus maquinaciones, de cómo estaba intrigando contra el gobierno alemán, y que podría acabar como Seyss y Kaltenbrunner. Luego le exigí que llamase a Tokio para decirles que reculasen, amenazándole con revelar sus planes a los norteamericanos. Le di una semana de plazo: o me confirma que se van a quedar quietecitos, o iré con el cuento a Hull, y la historia saldrá en todos los periódicos del Reich. Oshima se hizo el ofendido, e hizo ademán de irse, pero le retuve: le dije que a pesar de todo, Alemania seguía siendo amiga de Japón. Le ofrecí nuestra ayuda si Estados Unidos atacaba a su país, y le sugerí que si los nipones eran capaces de contenerse, también tendrían su premio: las Indias Orientales Holandesas. Tan solo le pedí tres meses de plazo. Luego sería la Unión Paneuropea la que refrendaría la ocupación japonesa de las colonias holandesas, siempre que lo hiciesen con un poco de seso y no cometiesen tropelías: si podía hacerse sin disparar, mejor, pero si tenían que combatir, que tratasen a los holandeses como a hijos díscolos pero no como a enemigos.
—Tres meses no es mucho —dijo Speer.
—Es muy poco. En ese tiempo tengo que convencer a los franceses para llegar a un acuerdo de paz que incluya el reparto de Bélgica y la refundación de Holanda. He pensado que la conmemoración del Armisticio será ideal para convocar una nueva conferencia de la Unión Paneuropea.
—Espero que sea menos animada que la de Jerusalén.
—Walter, tienes un sentido del humor bastante retorcido. No, había pensado en que la reunión fuese en Aquisgrán, y que podría ser a finales de enero o en febrero. Pero eso no es todo. Sigo sin fiarme de los nipones. Me los imagino capaces prometernos lo que sea y al mismo tiempo, seguir adelante con sus planes. Como medida de precaución yo creo que nos convendría ir con el cuento a los norteamericanos. Había pensado que podría reunirme con su encargado de negocios –el embajador en Berlín había sido llamado a consultas en 1939, y seguía consultando en Washington– y presentarle un resumen de lo que sabemos. Le pediré que mantenga todo en secreto para que no nos malponga con Tokio, aunque puestos a ganarnos una enemistad prefiero la japonesa a la norteamericana. Por si acaso, quiero grabar la reunión, clandestinamente, desde luego.
—Si necesitas mi ayuda, ya sabes —dijo Schellenberg.
—Ya te diré, porque esas cosas no se te dan mal. Es que prefiero tener pruebas que demuestren que hemos advertido a los norteamericanos. Es más, yo también entregaría una copia de esas pruebas a al embajador de algún país neutral. Es que tampoco me fío ni un pelo de Roosevelt. No podemos olvidar que su intención es ir a la guerra, y no me extrañaría demasiado que callase nuestra advertencia, se preparase para derrotar a los japoneses, y tras ser atacado y conseguir una gloriosa victoria, de rebote nos declarase la guerra. Si intentase hacer eso, con estas pruebas podríamos organizar un buen escándalo.
—Una maniobra como esa se me tendría que haber ocurrido a mí —dijo Schellenberg.
—Si os parece bien, iré pidiendo una cita con el encargado de negocios norteamericano. De paso, intentaré negociar con los franceses. Pero tengo un problema —dijo, mirando a Von Manstein.
—Suéltalo —respondió un tanto agriamente el mariscal, que ya se imaginaba lo que iba a decir Von Papen.
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Respecto a Japón la idea de la Esfera de Coprosperidad (en cierto modo influida por la Doctrina Monroe) podría modificarse para hacerse menos lesiva.
Interesante lo de filtrar Pearl Harbour, eso podría tener consecuencias o no.
Puede que al gobierno de EE.UU. le parezca un farol de Alemania para distraerlos con el Pacífico, subestimen a los japoneses y usen la lógica de que nadie es tan idiota de empezar una nueva guerra mientras estás combatiendo a uno de los países más grandes del mundo.
Pero también puede suponer que se refuercen las fuerzas del Pacífico sobre todo en Filipinas e incluso les hagan el juego a Japón y su idea de batalla decisiva.
Sería interesante que Camberra recibiera algún rumor de los planes japoneses para que presionen a Londres exigiendo suspender el envió de más tropas australianas a Iraq y el envió de unidades navales a Singapur.
PD: yo ofrecería a Japón compartir tecnología incluso el misíl naval siempre que no se muevan. Como su Armada, sabiéndose inferior a otras, había profundizado en el desarrollo de la aviación y en crear superacorazados, la idea de un arma avanzada podría hacerla muy receptiva.
El ejército japonés debería recibir también copia de lo que se sabe de los últimos carros soviéticos para que les de un infarto en masa, vista la experiencia en su guerra con sus carros frente a los antiguos modelos soviéticos y la necesidad de defender Manchuria.
De esa forma están bloqueadas todas las ramas del liderazgo japonés: la industria con la promesa de petróleo y de alguna tecnología, el Ejército porque va a exigir desviar los recursos para reequipar su ejército de Manchuria, y la Armada porque la idea de nuevas armas y el desvió de recursos para el Ejército harán que se planteé esperar (además de que sus planes ahora son públicos).
Interesante lo de filtrar Pearl Harbour, eso podría tener consecuencias o no.
Puede que al gobierno de EE.UU. le parezca un farol de Alemania para distraerlos con el Pacífico, subestimen a los japoneses y usen la lógica de que nadie es tan idiota de empezar una nueva guerra mientras estás combatiendo a uno de los países más grandes del mundo.
Pero también puede suponer que se refuercen las fuerzas del Pacífico sobre todo en Filipinas e incluso les hagan el juego a Japón y su idea de batalla decisiva.
Sería interesante que Camberra recibiera algún rumor de los planes japoneses para que presionen a Londres exigiendo suspender el envió de más tropas australianas a Iraq y el envió de unidades navales a Singapur.
PD: yo ofrecería a Japón compartir tecnología incluso el misíl naval siempre que no se muevan. Como su Armada, sabiéndose inferior a otras, había profundizado en el desarrollo de la aviación y en crear superacorazados, la idea de un arma avanzada podría hacerla muy receptiva.
El ejército japonés debería recibir también copia de lo que se sabe de los últimos carros soviéticos para que les de un infarto en masa, vista la experiencia en su guerra con sus carros frente a los antiguos modelos soviéticos y la necesidad de defender Manchuria.
De esa forma están bloqueadas todas las ramas del liderazgo japonés: la industria con la promesa de petróleo y de alguna tecnología, el Ejército porque va a exigir desviar los recursos para reequipar su ejército de Manchuria, y la Armada porque la idea de nuevas armas y el desvió de recursos para el Ejército harán que se planteé esperar (además de que sus planes ahora son públicos).
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Yo no tengo demasiada buena impresión del Japón de la época. En la historia he puesto mi opinión, que los oficiales intermedios (de capitán a coronel) eran los que se habían creído su propia propaganda, y para ellos cualquier medida apaciguadora, estuviese justificada o no, era poco más que una traición y una deshonra. Recuerda que en su día el mismísimo Yamamoto corrió peligro de ser asesinado por extremistas que le reprochaban su participación en la conferencia naval de Londres (aunque fue un triunfo para Japón, los ultranacionalistas esperarían que el resto de las potencias se humillase ante Japón) o el Pacto Tripartito (la nación divina no necesitaba aliados).
Además en todo este berenjenal los más influyentes no eran ni los empresarios ni la marina, sino cierto número de oficiales del ejército, los mismos que habían metido a Japón en la costosa guerra de China, y que demostraron (en cuestiones como la logística) no saber hacer ni la O con un canuto. Por ejemplo, el coronel Ichiki, que pereció en Guadalcanal en una carga absurda con todo su regimiento (hubo cierta justicia porque Ichiki era el que había empezado la guerra de China). Al menos, se tiene la ventaja de que todo lo que querían esos oficiales era seguir con su guerra en China.
Sobre la tecnología para la marina japonesa, yo me andaría con mucho ojo. El programa de misiles aun es secreto, los nipones no tienen nada que ni si quiera se acerque a eso, y vaya usted a saber las vueltas que pueda dar la vida: es posible que Inglaterra acabe pidiendo la paz, y toque defender las colonias francesas de Indochina contra los nipones. Mejor limitarse a tecnologías que sean algo más avanzadas que las japonesas, pero sin ser revolucionarias: no motores a reacción, pero sí el radial BMW 801. No misiles antibuque, pero sí radares.
Respecto a lo que puedan hacer los norteamericanos, ten en cuenta que el único objetivo de Alemania es retrasar como sea la entrada de Estados Unidos en guerra. Le importa muy poco que FDR considere que el aviso es un engaño (aunque los norteamericanos tenían sus propias fuentes de inteligencia que podrían confirmar la alerta), que refuercen o no Pearl Harbor, etcétera. Lo importante es que los japoneses no ataquen y, si lo hacen, poder demostrar públicamente que no ha sido con la ayuda alemana, sino al contrario.
Finalmente, Australia es una potencia enemiga ¿para qué filtrarle nada? ¿para que Churchill vaya con el cuento a FDR y encima quiera arrogarse los laureles de haber avisado a tiempo? Porque cualquier cosa que llegue a Canberra saltará a Londres en cuestión de minutos, y Londres la usará contra Alemania. A los australianos les bastaba con ver como se movían los japoneses, y el día que desembarquen en Borneo saltarán todas las alarmas.
Saludos
Además en todo este berenjenal los más influyentes no eran ni los empresarios ni la marina, sino cierto número de oficiales del ejército, los mismos que habían metido a Japón en la costosa guerra de China, y que demostraron (en cuestiones como la logística) no saber hacer ni la O con un canuto. Por ejemplo, el coronel Ichiki, que pereció en Guadalcanal en una carga absurda con todo su regimiento (hubo cierta justicia porque Ichiki era el que había empezado la guerra de China). Al menos, se tiene la ventaja de que todo lo que querían esos oficiales era seguir con su guerra en China.
Sobre la tecnología para la marina japonesa, yo me andaría con mucho ojo. El programa de misiles aun es secreto, los nipones no tienen nada que ni si quiera se acerque a eso, y vaya usted a saber las vueltas que pueda dar la vida: es posible que Inglaterra acabe pidiendo la paz, y toque defender las colonias francesas de Indochina contra los nipones. Mejor limitarse a tecnologías que sean algo más avanzadas que las japonesas, pero sin ser revolucionarias: no motores a reacción, pero sí el radial BMW 801. No misiles antibuque, pero sí radares.
Respecto a lo que puedan hacer los norteamericanos, ten en cuenta que el único objetivo de Alemania es retrasar como sea la entrada de Estados Unidos en guerra. Le importa muy poco que FDR considere que el aviso es un engaño (aunque los norteamericanos tenían sus propias fuentes de inteligencia que podrían confirmar la alerta), que refuercen o no Pearl Harbor, etcétera. Lo importante es que los japoneses no ataquen y, si lo hacen, poder demostrar públicamente que no ha sido con la ayuda alemana, sino al contrario.
Finalmente, Australia es una potencia enemiga ¿para qué filtrarle nada? ¿para que Churchill vaya con el cuento a FDR y encima quiera arrogarse los laureles de haber avisado a tiempo? Porque cualquier cosa que llegue a Canberra saltará a Londres en cuestión de minutos, y Londres la usará contra Alemania. A los australianos les bastaba con ver como se movían los japoneses, y el día que desembarquen en Borneo saltarán todas las alarmas.
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Sebastian Haffner. “El nacimiento de Europa”. Op. cit.
La crisis de Indochina con la guerra entre Tailandia y Francia marcó el comienzo del deterioro de las relaciones entre Japón y la Unión Paneuropea. Japón había sido firmante del Pacto Anti Komintern de 1936. El embajador japonés en Berlín, el general Hiroshi Oshima, había mantenido estrechas relaciones con la cúpula nazi, especialmente con el ministro de Asuntos Exteriores Ribbentrop e incluso con el Führer Adolf Hitler. Oshima era un ferviente admirador de la doctrina nacional socialista, y había sido llamado “más nazi que los nazis”. A cambio, Ribbentrop apoyó la carrera militar del embajador, que fue ascendido a brigadier y luego a general de división a petición del ministro alemán. Cuando el Statthalter Goering le sucedió, Oshima intentó mantener el mismo grado de cordialidad con el antiguo canciller y nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Franz Von Papen. Sin embargo Von Papen mantuvo relaciones distantes con Oshima, que buscó acercarse a la facción más extremista del Partido, dirigida por Seyss-Inquart.
Tras la ocupación japonesa de la colonia francesa de Indochina el gobierno francés solicitó a Berlín que intermediase ante Tokio. A pesar de ello, Japón apoyó al reino de Tailandia cuando invadió la colonia francesa, y quiso imponer un tratado desfavorable a los intereses franceses. Las presiones de Berlín consiguieron que las concesiones francesas fuesen menores a lo demandado por Tailandia, pero obligó a Alemania a posicionarse en contra de Japón. Tras el asesinato de Goering y la ascensión al poder de la terna, en la que se incluía Von Papen, las relaciones con Japón se enfriaron aun más, en buena parte debido a las desgraciadas actuaciones del ministro Oshima. Resulta paradójico que en el momento en el que las relaciones comerciales entre ambas potencias mejoraban y que tanto buques forzadores del bloqueo (partidos de puertos españoles) como grandes submarinos de transporte alemanes e italianos realizaban visitas frecuentes a puertos nipones, las manipulaciones del embajador Oshima, que estaba intentando acercarse a miembros de la cúpula militar buscando discrepancias con el nuevo gabinete, estuviesen cerca de causar la ruptura de las relaciones diplomáticas.
Pero ambas potencias tenían demasiados intereses comunes como para romper las relaciones a causa de las desafortunadas actividades de un diplomático. Alemania estaba embarcada en una guerra con el Imperio Británico en el que la marina cada vez tenía un papel más relevante. Dado que le resultaría imposible equiparar la potente flota de superficie británica, la marina germana se había inclinado por la construcción de una potente fuerza de portaaviones, pero su inexperiencia en el campo de la aviación naval hubiese conllevado un retraso de muchos meses. La ayuda japonesa podía permitir abreviar dichos plazos, y Alemania requirió formalmente a Japón la asistencia en el desarrollo de equipos navales como ascensores, catapultas y equipos de frenado de aviones, aviación naval o cañones antiaéreos. Fruto de esta solicitud fue la adopción del cañón tipo 98 de 10 cm (que fue producido bajo patente en la Unión Pauenropea), y el estudio de dos ejemplares del caza naval Mitsubishi A6M Zero resultó clave en el desarrollo de la versión embarcada del Focke Wulf 190, el Fw 190 C. Japón necesitaba, a su vez, apoyo tecnológico para desarrollar aviones de combate, motores de aviación, radiotelémetros, carros de combate, etcétera. Finalmente Alemania acabó cediendo a los japoneses un submarino de tipo IX (U-128) y otro tipo XB (U-118) a cambio de los planos de portaaviones pesados (clase Taiho) y ligeros (Unryu), y la asistencia para construirlos en astilleros europeos.
Sin embargo, el descubrimiento de los planes japoneses para atacar a Estados Unidos…
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Yo creó que no es tanto el submarino sino como los usaron los japoneses, quizás darles unas cuantas lecciones de guerra submarina.Domper escribió:japoneses un submarino de tipo IX (U-128) y otro tipo XB (U-118)
La clave sería neutralizar las diversas ramas influyentes en Japón, así la Conferencia de enlace tiene a Tojo como principal, Shimada no cuenta, Nagano de la Armada es contrario a la guerra con EE.UU., Sugiyama del Ejército es partidario de la guerra (aunque su posición se debilita por el problema en China).Domper escribió:Yo no tengo demasiada buena impresión del Japón de la época. En la historia he puesto mi opinión, que los oficiales intermedios (de capitán a coronel) eran los que se habían creído su propia propaganda, y para ellos cualquier medida apaciguadora, estuviese justificada o no, era poco más que una traición y una deshonra. Recuerda que en su día el mismísimo Yamamoto corrió peligro de ser asesinado por extremistas que le reprochaban su participación en la conferencia naval de Londres (aunque fue un triunfo para Japón, los ultranacionalistas esperarían que el resto de las potencias se humillase ante Japón) o el Pacto Tripartito (la nación divina no necesitaba aliados).
Los grandes Zaibatsus podrían apoyar la posición al estar haciendo un excelente negocio con el comercio con la Unión Paneuropea y la promesa de petróleo.
El Ejército muy militarista podría ser dividido, el poderoso Ejército de Kwantung exigiría material y refuerzos en cuanto conociese los mastodontes soviéticos, lo que drenaría de otras ramas.
En cuanto a esos oficiales, algunos medraron por su relación con el trono, creó que debería dejarle claro a Hiro-Hito los riesgos para que haga alguna declaración pública.
Quizás una visita diplomática con Guillermo de Prusia, de Otto de Austria (si se le puede convencer para que regrese a Austria retirando toda la persecución que le hicieron los nazis), de Abdul Mejid II,... para dejarle claro el riesgo que supone una derrota para una familia imperial (sobre todo si hay otra rama posible para la corona descendiente de la legítima corte del sur).
Y luego una purga de esos oficiales fanáticos.
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Dos cuestiones:
De submarinos, sí que había diferencias, e importantes. Tanto que Japón acabó por no poder emplear salvo para entrenamiento algún UBoot que consiguió. Los submarinos alemanes tenían mejoras importantes, aunque solo fuese por la mucho mejor calidad del acero empleado.
De élites japonesas, me temo que estás volviendo al mismo error. Porque ¿quién mandaba realmente en Tokio? No eran ni Tojo, si Sujiyama, ni Shimada, ni ninguno de esos. Tampoco los grandes conglomerados económico industriales. Todos esos personajes detentaban el poder, desde luego, pero se apoyaban en una camarilla de oficiales de rangos intermedios, muchos de ellos estrechamente relacionados con los industriales (pero no por poseer industrias sino por recibir grandes sobornos). La forma de hacer política de esos mandos era sencilla: si tal o cual dirigente no les gustaba, lo amenazaban o incluso lo asesinaban. El caso más llamativo fue el “incidente del 26 de febrero” de 1936, que en teoría fue abortado por el gobierno, pero en la realidad tuvo que asumir muchas de las exigencias de los rebeldes, aunque estos ya habían sido fusilados: si algo se mantuvo tras el incidente fue que los oficiales intermedios japoneses se creyeron autorizados a desobedecer si las órdenes no les gustaban. Ya he relatado el papel de Ichiki en el “incidente del puente de Marco Polo) y la guerra con China. Que el que entonces era un mayor se permita, por su cuenta, empezar una guerra. No dice mucho del control que el gobierno japonés pudiese tener sobre sus hombres.
El problema, repito, era que si un alto cargo japonés (fuese Tojo o fuese Suzuki, poco importaba) tomaba una decisión que no agradase a sus belicosos subordinados, como pudiera ser legar un acuerdo con China, o plegarse a las exigencias norteamericanas, su cabeza corría peligro. No sé si eso lo sabía FDR, pero supo usar magistralmente esa debilidad japonesa para provocar el ataque japonés.
Saludos
De submarinos, sí que había diferencias, e importantes. Tanto que Japón acabó por no poder emplear salvo para entrenamiento algún UBoot que consiguió. Los submarinos alemanes tenían mejoras importantes, aunque solo fuese por la mucho mejor calidad del acero empleado.
De élites japonesas, me temo que estás volviendo al mismo error. Porque ¿quién mandaba realmente en Tokio? No eran ni Tojo, si Sujiyama, ni Shimada, ni ninguno de esos. Tampoco los grandes conglomerados económico industriales. Todos esos personajes detentaban el poder, desde luego, pero se apoyaban en una camarilla de oficiales de rangos intermedios, muchos de ellos estrechamente relacionados con los industriales (pero no por poseer industrias sino por recibir grandes sobornos). La forma de hacer política de esos mandos era sencilla: si tal o cual dirigente no les gustaba, lo amenazaban o incluso lo asesinaban. El caso más llamativo fue el “incidente del 26 de febrero” de 1936, que en teoría fue abortado por el gobierno, pero en la realidad tuvo que asumir muchas de las exigencias de los rebeldes, aunque estos ya habían sido fusilados: si algo se mantuvo tras el incidente fue que los oficiales intermedios japoneses se creyeron autorizados a desobedecer si las órdenes no les gustaban. Ya he relatado el papel de Ichiki en el “incidente del puente de Marco Polo) y la guerra con China. Que el que entonces era un mayor se permita, por su cuenta, empezar una guerra. No dice mucho del control que el gobierno japonés pudiese tener sobre sus hombres.
El problema, repito, era que si un alto cargo japonés (fuese Tojo o fuese Suzuki, poco importaba) tomaba una decisión que no agradase a sus belicosos subordinados, como pudiera ser legar un acuerdo con China, o plegarse a las exigencias norteamericanas, su cabeza corría peligro. No sé si eso lo sabía FDR, pero supo usar magistralmente esa debilidad japonesa para provocar el ataque japonés.
Saludos
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
- urquhart
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Hola a todos,
en el Japón del Incidente de China, previo a la SGM, el Ejército del Kwantung (EK) , era un estado dentro del Estado. Mukden, Manchukuo, Puente Marco Polo, Doctrina Hokushin-ron... del mismo salieron figuras de trascendencia en el Gobierno de Tokio, como el mismísimo Tojo, Koiso (presidente del Consejo 1944-45), Umezu (Comandante en Jefe del IJA y firmante de la rendición), Yamada, útlimo CeJ del EK (Consejo Superior de Defensa tras su paso por el EK antes de regresar a éste)....
Respecto a los submarinos, los había de la IJN y del IJA... claro que los del IJA eran de transporte, capaces de la ridícula carga de 40 hombres y 23 Tm, los Yu Type I, o 40 Tm los Type II... Pero si nos fijmos en los de lamIJN, los SS se entendían como cazadores de unidades de combate, no un arma contra el tráfico mercante
en el Japón del Incidente de China, previo a la SGM, el Ejército del Kwantung (EK) , era un estado dentro del Estado. Mukden, Manchukuo, Puente Marco Polo, Doctrina Hokushin-ron... del mismo salieron figuras de trascendencia en el Gobierno de Tokio, como el mismísimo Tojo, Koiso (presidente del Consejo 1944-45), Umezu (Comandante en Jefe del IJA y firmante de la rendición), Yamada, útlimo CeJ del EK (Consejo Superior de Defensa tras su paso por el EK antes de regresar a éste)....
Respecto a los submarinos, los había de la IJN y del IJA... claro que los del IJA eran de transporte, capaces de la ridícula carga de 40 hombres y 23 Tm, los Yu Type I, o 40 Tm los Type II... Pero si nos fijmos en los de lamIJN, los SS se entendían como cazadores de unidades de combate, no un arma contra el tráfico mercante
Tempus Fugit
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Interesante el tema de Japón, no se si darán a torcer el brazo, pero ya veremos. De todas formas no creo que llegasen a escuchar mucho a sus socios de europa. Tenian poco espíritu autocrítico y igoraban aquello que no les gustaba, incluso entre sus propios oficiales copetentes. Mirar lo que le pasó a Yamashita, marginado durante toda la guerra tras la campaña de Malasia porque despertó envidias, y al que no se le da un cargo de importancia hasta el final de la guerra, cuando la situación es desesperada ya no hay remedio. O el caso de Yamamoto, que es apartado del ministerio de marina por estar en contra de los planes de ataque a los EEUU.
Si hacian estas cosas con su gente más capaz, no les veo haciendo caso a los de fuera.
De todas formas esta el tema muy interesante.
Si hacian estas cosas con su gente más capaz, no les veo haciendo caso a los de fuera.
De todas formas esta el tema muy interesante.
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Capítulo 23
De Globalpedia, la Enciclopedia Total.
El Fuerte de Douaumont es el mayor de las 19 grandes fortificaciones que protegían la ciudad de Verdún, en el noroeste de Francia. Construido en 1885 formando parte de las defensas contra las invasiones alemanas, en 1915 el Estado Mayor francés concluyó que los fuertes de Verdún no podían resistir los bombardeos de los obuses pesados alemanes de 420 mm, con los cuales el ejército alemán había conquistado varios grandes fuertes belgas en el verano de 1914. Considerados por tanto inefectivos, en 1915 tanto el fuerte de Douaumont como otros fuertes de la región fortificada de Verdún fueron parcialmente desarmados y abandonados. El 25 de febrero de 1916 el fuerte fue ocupado sin combate por una compañía alemana. Su caída, solo tres días tras el inicio de la batalla de Verdún, causó honda impresión en el ejército francés, que durante los siguientes meses trató de reconquistarlo con enorme coste de vidas humanas. Douaumont fue tomado por los franceses el 24 de octubre de 1916 al ser asaltado por tres divisiones de infantería, dando fin a la batalla de Verdún.
En las cercanías del fuerte se encuentra el osario de Douaumont, que recoge los restos de cientos de miles de soldados, franceses y alemanes, que perecieron en la batalla. El mismo fuerte es considerado un cementerio de guerra, ya que en uno de sus túneles perecieron 900 soldados alemanes tras la explosión de un depósito de municiones y lanzallamas. Los restos de 679 de ellos permanecen en la galería, que fue cegada.
Tras la reconquista de Douaumont el ejército francés restauró una torreta escamoteable con un cañón de 155 mm y otra de 75 mm. En 1940, poco antes de que el fuerte fuese capturado de nuevo por los alemanes, las dos torretas fueron saboteadas por zapadores franceses. Los ocupantes alemanes desmontaron las torres, construyendo en su lugar un monumento dedicado a los caídos alemanes y franceses…
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Diario de Von Hoesslin
Lo lógico hubiese sido que el canciller Von Brauchitsch fuese quien viajase a Verdún, para así dar el lustre adecuado a la delegación alemana. Pero varios motivos desaconsejaron su presencia. Por una parte, la salud del canciller no era buena. Había consultado con su médico porque sufría una angina de pecho que cada vez le molestaba más. Aunque Von Brauchitsch callaba sus achaques, su médico informaba puntualmente al general Schellenberg, que sabía demasiado de los apetitos sexuales del galeno. Pero, además de la salud del canciller, lo que de verdad preocupaba al Gabinete de Guerra era que el mariscal tuviese alguna salida por peteneras. Aunque Schellenberg no tenía pruebas de que Von Brauchitsch estuviese alentando a Halder y sus conspiradores, el canciller había intentado un par de veces presidir las reuniones del gobierno, a pesar del acuerdo según el cual el canciller podría enriquecerse y presumir cuanto quisiese, con la condición de no molestar. Como el mariscal Pétain era otro elemento de la misma cuerda, el general Schellenberg no se fiaba de lo que pudiese ocurrir si los dos personajes se juntaban. Previendo conflictos, envió a un agente de la embajada alemana en Estocolmo un abultado dossier con las finanzas de Von Brauchitsch, con orden de entregarlo a la prensa si pasaba cualquier cosa.
Con todo, la intención que tenía Von Papen al acudir a Verdún no era solo protocolaria, sino la de celebrar un encuentro con las autoridades francesas. No quería que fuese una conferencia formal, bajo la atenta mirada de la prensa –incluso en tiempos de guerra la atención el público seguía a los movimientos de sus líderes–, sino una simple toma de contacto, que permitiría un margen de negociación mucho mayor. Aun así, era preciso preparar la reunión hasta la última coma: “reunión informal” no significa “conversación alocada”. Era preciso concretar la oferta que se podía hacer a los franceses, y sobre esto Von Papen tenía una idea realmente original.
—Creo en que todos estamos de acuerdo en que si queremos ganar la guerra necesitamos la colaboración francesa. Necesitamos sus industrias, su flota y su posición estratégica.
—Siempre podremos obligarles —dijo Schellenberg.
—Walter, podríamos hacerlo, pero no creo que sea la solución. Por una parte, no nos podríamos fiar de lo que hiciesen nuestros vecinos ¿te subirías a un avión fabricado a punta de pistola? Menos me fiaría de una ayuda francesa conseguida mediante la coacción. Por otra, sería una fuente de animadversión que antes o después les llevaría a echarse en los brazos de nuestros enemigos. Si el gobierno francés no lo hiciese, serían sus ciudadanos los que acabarían volviendo sus ojos al traidor De Gaulle. Francamente, no me apetece estar mirando continuamente por encima del hombro por temor a traiciones.
—Por las miradas por encima del hombro no te preocupes, que me encargo yo.
—Ya me lo imagino. Pero tus espías te estarán diciendo que Francia es un pozo de resentimiento. No hará falta que te explique que así poca ayuda conseguiremos.
—¿Qué propones que hagamos para ganarnos la amistad francesa? ¿Darles Bélgica, como dijiste el otro día? —preguntó Schellenberg.
—Había pensado en algo más amplio. Podríamos darles la luna a los franceses, y seguirían odiándonos mientras nuestra bandera siga ondeando sobre Metz.
—Ondea ahora y seguirá ondeando —dijo Von Manstein—. Alsacia y Lorena son parte del Imperio Alemán —Schellenberg y Speer asintieron.
—No os molestéis por lo que voy a decir pero, de verdad ¿Alsacia y Lorena son alemanas o francesas? Sí, ya sé que ahora están en nuestras manos pero ¿qué piensan sus habitantes? No podemos obligar a nadie a ser alemán con amenazas.
—Ellos les obligaron a ser franceses —contestó Von Manstein.
—Ya lo sé. Pero si nos empecinamos con esas dos regiones, nos arriesgamos a perderlo todo ¿Qué creéis que pasará si perdemos? No me miréis con esa cara, que el otro día vosotros mismos estuvisteis diciendo lo que podría ocurrir si Estados Unidos o Rusia, o los dos, se meten en la guerra. Necesitamos firmar la paz con los franceses cuanto antes, y mejor que sea amistosa.
—¿Devolviéndoles lo que nos robaron? —ironizó Von Manstein.
—No exactamente. Os cuento cual podría ser una idea. Propongo que se celebre un plebiscito en Alsacia y Lorena, dando a las familias la opción de seguir siendo alemanas, o ser francesas. Votación que sería mejor que fuese por familias, porque suelen ser más tradicionalistas que los jovenzuelos, y muchos adultos vivieron en lo que en su día fue Alemania. Creo que será mejor una consulta pública que basarnos en el conocimiento del alemán, porque para los franceses será mucho más difícil cuestionar los resultados de una elección popular: podrían decir que en Colmar se entiende alemán pero que son franceses. Sin embargo, si Colmar vota por seguir siendo alemana, tendrán que callar. Con los resultados de la votación se podrá establecer una nueva frontera. Sin embargo, pondría tres condiciones. Por una parte, que solo puedan votar las familias que puedan demostrar que viven en esas regiones desde principios de siglo. Por otra, que la nueva frontera deberá ser sensata, sin “islas” alemanas en territorio francés, o viceversa.
—¿Para que sea militarmente defendible? —cuestionó Von Manstein.
—Sí, pero el principal motivo es otro: la inmersión francesa se ha sufrido sobre todo en las grandes ciudades. No me gustaría que ganásemos en las aldeas de los Vosgos pero perdiésemos en Estrasburgo. Así, salga lo que salga, Alsacia seguirá siendo alemana aunque tengamos que hacer cesiones en Lorena. Después de establecer la nueva frontera, se facilitará el reasentamiento de las familias que lo deseen.
—¿Cuál es la tercera condición? —preguntó Schellenberg, cada vez más interesado.
—Que las dos regiones reciban un estatuto especial que permita que los ciudadanos alemanes puedan vivir en el lado francés, gozando de plenitud de derechos, y lo mismo los franceses que prefieran seguir viviendo en Alemania. Es más, yo propondría que estas medidas se extiendan también a Saarland…
—¿Estás loco? —protestó Speer— ¿Quieres regalarle el Sarre a los franceses?
—Claro que no ¿No recuerdas lo que salió en el último plebiscito? Ni uno de cada cien votantes votó por integrarse en Francia. Ofreciendo el Sarre, parecerá que hacemos una concesión en pro de la amistad francogermana, cuando realmente no les entregaremos ni un palmo de tierra. Además, el sistema tendrá otra ventaja: obligará a las administraciones francesa y alemana a trabajar codo con codo. Nosotros cuidaremos que la relación sea amistosa, colaborando en todo lo que podamos, e incluso aguantando alguna impertinencia, que seguro que habrá.
—Aun así Francia acabará perdiendo, como mínimo, toda Alsacia —reflexionó Schellenberg—. No creo que les guste.
—Ahí viene la segunda parte: podríamos hacer lo mismo con Bélgica y Holanda. Ya lo estuvimos discutiendo el otro día: la partición de Bélgica puede ser una buena forma de atraernos a franceses y holandeses a nuestro bando. Aunque allí yo no haría ningún plebiscito, sino que me basaría por la lengua, no vaya a ser que nos encontremos con que la gente vote en blanco, o que no vaya a votar.
—No está mal: nadie nos obliga a ser coherentes.
—Walter, esos chistes serían divertidos en un cabaret pero no aquí. Tengo mis dudas sobre lo que puedan hacer los belgas si se les deja elegir. Ya sé que se podrían falsificar los resultados de una elección, pero cuanto más limpio sea el proceso, mejor. Walter, no vendría más que promovieses algún movimiento que pida la reunificación con Francia.
—Dicho y hecho —respondió Schellenberg.
Siguió Von Papen—. En Bélgica también se podría aplicar un estatuto especial parecido al de Alsacia, pero yo lo extendería a todos los Países Bajos: al fin y al cabo, el holandés es un dialecto germano, y tal vez los holandeses prefieran convertirse en alemanes.
—Sabes que casi ningún holandés lo aceptará —dijo Schellenberg.
—Tal vez unos cuantos, si sabemos mover bien los hilos. Pero el estatuto especial para Holanda tiene otro trasfondo…
Schellenberg pensó un poco, se le iluminó la cara, y se adelantó a la explicación de Von Papen—. Creía que aquí yo era el único discípulo de Maquiavelo, pero tú, Franz, también eres un alumno aventajado. Creo que lo que quieres decir es que, al extender el estatuto especial a Holanda…
—Con ciertas condiciones, porque en Holanda no hay franceses.
—Pero sí posibles alemanes —dijo Schellenberg—, por lo que, aunque Holanda sea independiente, nuestra administración podrá intervenir, basándose en el famoso estatuto, y acabar convirtiendo el país en un satélite ¿No es así?
—Y en un futuro, aceptar su integración en el Imperio Alemán como un territorio autónomo. Mientras, mantendremos a Holanda bajo la tutela de la Unión Paneuropea…
—Es decir, bajo nuestra tutela —apostilló Schellenberg.
—Bajo nuestra tutela —confirmó Von Papen—. Entonces habrá que resolver el problema que serán las colonias holandesas díscolas, solicitando la asistencia japonesa. Pero ya habrá tiempo para eso. Primero tendremos que hablar con nuestros queridos enemigos de París.
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