La Pugna Continuación de "El Visitante"
- JLVassallo
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Estoy pensando una cosa, los franceses estaban construyendo el Transahara ¿se podría adelantar? o ¿se podría usar la línea ferrea española y enlazar con la francesa en Mauritania? Más al sur el Níger y sus líneas férreas serían los nudos de comunicaciones.Domper escribió:Se había construido una línea férrea de vía estrecha que desde Marrakech llegaba hasta Agadir y luego hasta Tantán, que permitió la llegada constante de suministros a las nuevas bases.
El objetivo es enviar por tierra suministros y tropas al Sudán francés para empezar a ocupar las colonias inglesas:
-Gambia es indefendible, por lo que deberán retirarse a la costa.
-Guinea portuguesa tampoco tiene muchas fuerzas.
-Sierra Leona y Costa de Oro son mayores por lo que dependerá de la guarnición y las fuerzas disponibles.
Nigeria por su tamaño y el apoyo del África Ecuatorial Francesa de De Gaulle no sería conquistable, pero puede sufrir incursiones.
Se trata de obtener unos cuantos éxitos, privarle de bases navales y obligar a los ingleses a prestar atención a un nuevo frente en el Golfo de Guinea.
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Dos cuestiones:
El Transahariano era una obra enorme y no sé hasta qué punto los recursos franceses eran suficientes para finalizarlo. En cualquier caso sería una obra que costaría años finalizarla y que por tanto tendría escasa utilidad en el curso de las actuales operaciones. De hecho parecería más sensato utilizar esos recursos para la mejora de carreteras. De considerarse imprescindible un ferrocarril que conectase con el África Ecuatorial Francesa, sería más lógico conectar el Chad con los ferrocarriles de Sudán: menor distancia y menores obstáculos naturales. Aun así, la “red de ferrocarriles” en África distaba de serlo: no eran sino pequeños tramos sin conexión.
Por otra parte: no voy a citar cada campaña colonial. No estoy escribiendo un tratado de historia ucrónica. De hecho, apenas se ha citado lo que ocurre con el África Ecuatorial Francesa. Dado que en este escenario la situación de Francia es mejor, y que los ingleses atacan y hunden la escuadra francesa de Alejandría (en la primera semana de agosto) he supuesto que De Gaulle consigue bastantes me nos adhesiones, y que no se produce la cadena se sublevaciones que hizo que De Gaulle acabase controlando toda el África Ecuatorial Francesa a finales de 1940. Eso significaría que, a lo sumo, De Gaulle controlaría las posesiones insulares del Pacífico, y tal vez Chad y el Congo francés.
En cualquier caso, los franceses bastante tendrían con llevar a la obediencia a sus colonias díscolas, lo que no sería fácil dada la superioridad naval británica. Por otra parte, cuidado con esas campañas coloniales que tan fáciles parecen: las distancias no son pequeñas, y las comunicaciones, pésimas.
Saludos
El Transahariano era una obra enorme y no sé hasta qué punto los recursos franceses eran suficientes para finalizarlo. En cualquier caso sería una obra que costaría años finalizarla y que por tanto tendría escasa utilidad en el curso de las actuales operaciones. De hecho parecería más sensato utilizar esos recursos para la mejora de carreteras. De considerarse imprescindible un ferrocarril que conectase con el África Ecuatorial Francesa, sería más lógico conectar el Chad con los ferrocarriles de Sudán: menor distancia y menores obstáculos naturales. Aun así, la “red de ferrocarriles” en África distaba de serlo: no eran sino pequeños tramos sin conexión.
Por otra parte: no voy a citar cada campaña colonial. No estoy escribiendo un tratado de historia ucrónica. De hecho, apenas se ha citado lo que ocurre con el África Ecuatorial Francesa. Dado que en este escenario la situación de Francia es mejor, y que los ingleses atacan y hunden la escuadra francesa de Alejandría (en la primera semana de agosto) he supuesto que De Gaulle consigue bastantes me nos adhesiones, y que no se produce la cadena se sublevaciones que hizo que De Gaulle acabase controlando toda el África Ecuatorial Francesa a finales de 1940. Eso significaría que, a lo sumo, De Gaulle controlaría las posesiones insulares del Pacífico, y tal vez Chad y el Congo francés.
En cualquier caso, los franceses bastante tendrían con llevar a la obediencia a sus colonias díscolas, lo que no sería fácil dada la superioridad naval británica. Por otra parte, cuidado con esas campañas coloniales que tan fáciles parecen: las distancias no son pequeñas, y las comunicaciones, pésimas.
Saludos
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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TituloEscena
El sargento me siguió contando como había peleado por las calles de San Sebastián mientras nos preparábamos para la última etapa del viaje, la más peligrosa. Tampoco sería por mar, ya que los destructores ingleses patrullaban con frecuencia el estrecho entre las dos islas para intentar cortar los suministros a los rebeldes. Vano intento, porque los Junkers 52 de El Aaiún volaban todas las noches sobre Gran Canaria llevando provisiones, armas y municiones. Pero para llevar personas había un medio menos peligroso que saltar en paracaídas a un jardín de rocas volcánicas.
Yo pensaba que en Tenerife faltaría de todo, y era casi cierto. Pero aun quedaba gasolina, no mucha de aviación, pero miles de litros de la de coche: en la capital había una refinería que surtía a todo el archipiélago, Portugal y media África, y al iniciarse la agresión inglesa Serrador ordenó sacar el combustible de los depósitos y almacenarlo por toda la isla. Cuando llegó la Royal Navy para bombardear las instalaciones, los depósitos estaban vacíos. En la isla se habían implantado restricciones, pero se hacía un uso bastante liberal de los vehículos, y un cochecillo —un Balilla— me llevó hasta un pequeño aeródromo del sur, de una tierra negruzca que según me dijeron era difícil distinguir desde el aire. En una aldea cercana los españoles habían escondido cuantas avionetas y un par de aviones bastante grandes, pintados de gris oscuro.
Las avionetas eran Fieseler Fi 156 Storch, pero a mí me llevaron en otro avión de Fieseler, bastante mayor, que no conocía. Era un gran biplano con alas plegables que delataban su origen naval. Me contaron su historia mientras esperábamos que anocheciese: era un Fi 167, un biplano torpedero que podía despegar y aterrizar de un pañuelo, pero que era demasiado lento para su uso en combate. Los alemanes, al verse con un trasto inútil entre manos, hicieron lo habitual: colocárselo a un aliado, esta vez a los españoles. Supongo que al verlo en Madrid no se quedarían muy contentos, pensando en las cabriolas que tendrían que hacer sus pobres pilotos para eludir a los rápidos cazas ingleses. Pero al ver lo bien que despegaban y aterrizaban, los modificaron para usarlos como transportes clandestinos, quitando el armamento y dejando sitio para llevar un par de pasajeros. Además el avión podía transportar, en lugar del torpedo, un contenedor de carga.
Cuando cayó la noche el gran biplano recorrió la pista iluminada por la luna y despegó. De noche el mar parecía negro como la tinta, pero el vuelo fue bastante más cómodo que con el Savoia. Tras media hora sobre las oscuras aguas pudimos atisbar, iluminados por la luna, los impresionantes acantilados de la costa occidental de Gran Canaria. Entonces el aparato se elevó unos metros, hasta que el piloto pudo distinguir una linterna parpadeante, y luego unas luces en forma de ‘L’. Se dirigió hacia ellas, entrando por una brecha entre los farallones, y segundos después tomó tierra en una cortísima pista. Un par de guerrilleros con ropas raídas y calzados con alpargatas, pero armados con excelentes Máuser, salieron a nuestro encuentro y nos condujeron hacia unos huertos. Otros hombres descargaron el contenedor, que llevaron con unas angarillas más allá de la pista. También llegaron dos camillas con heridos que montaron en el Fieseler. Luego el avión despegó y se volvió hacia Tenerife: la operación había durado menos de cinco minutos. Yo estaba sorprendido por la eficiencia de los españoles ¿y su fama de vagos descuidados?
En las semanas siguientes comprendí que los españoles podían ser vagos y descuidados, que preferían morir que perderse sus siestas, que jamás limpiarían sus fusiles, y por nada del mundo acabarían lo que empezaban… salvo si se trataba de la guerra. Esos hombres habían nacido para pelear, y viéndolos entendí que a Roma le costase dos siglos conquistar Iberia, y que los Tercios españoles —muchos de ellos de habla italiana— hubiesen dominado Europa.
Un hombre nos saludó.
—¡Vaya calor que hace esta noche! Espero que hayáis tenido buen viaje, porque ahora empieza lo bueno. Me llamo Paco y seré vuestro guía. Tenemos que estar lejos de aquí antes del amanecer.
Empezamos a correr cuesta arriba, pero en lugar de dirigirnos hacia el interior, fuimos hacia el sur. El guía, a quien subir por esas pendientes no le costaba ningún esfuerzo, nos iba amenizando el recorrido.
—Osease que eres otro italiano como el tenente Ferraro ¿le conoces? ¿me dices que sí? Vaya tío, el solo hundió un acorazado, que pocos hombres podrán presumir de eso. Yo fui quien lo recibí en el Puerto de Mogán, cerca de aquí, y viéndolo tan timidito me equivoqué, pensando que era un espagueti de risa… No te ofendas, pero es que algunos de tus colegas no dejaron buen recuerdo en España, que tuve algún amigo que no se alegró ni poco cuando lo de Guadalajara. Pero habiendo acompañado a Ferraro ya sé que también vosotros valéis como un español, y más que diez herejitos.
El sargento interrumpió su verborrea, preguntándole hacia dónde íbamos.
—¿Dónde va a ser? A reunirnos con el capitán Aramburu. El Artista, que así lo llaman de cómo maneja la trilita. Es el que manda ahora, después que los herejes hayan matado al Comandante Pepe. Pepe Payeras, vaya tío. Que no era canario pero sí de una isla, y se notó. Todos los herejes andaban tras él pero les volvía loquitos, que si no llega a ser por aquel traidor que le delató... A ese hijo de Satán ya le dimos p’al pelo, que ahora está en las calderas de Pedro Botero. El Artista anda por el interior —señaló las montañas del norte, iluminadas por la luna—, pero no me apetecía tirar recto hacia allí, que dicen que de La Aldea ha salido algún chivatazo. Ya pillaremos al de la boquita y se la dejaremos como la de un buzón, pero ahora será mejor que no nos dejemos ver. Ahora nos metemos por esos montes que luego ya cruzaremos esa degollada de allí pa tirar pa la montaña.
Llegamos a lo alto de la sierra al amanecer. El guía tuvo misericordia de nosotros —yo estaba cansado intentando seguir su ritmo, y Román estaba casi reventado—, y paró durante un buen rato. Buscó un refugio bajo una peña y nos pasó unos chuscos de pan y una botella de agua.
—No me fío del amanecer, que a saber si hay por aquí cerca algún mirón. Además es cuando los herejes salen con sus aviones y no quiero que nos pillen sin cubierto.
Proféticamente, pocos minutos después un avión de ala alta, un Lysander, sobrevoló el valle. Da idea de cómo era el paisaje que nosotros veíamos el avión desde arriba. De la pista de despegue ya no se veía nada: los guerrilleros habían movido unas barreras de espinos que simulaban setos, de tal forma que la pista ahora parecía un campo yermo.
Cuando el avión enemigo se alejó, Paco nos ordenó seguir a cubierto, mientras él se acercaba al borde de la montaña y empezó a inspeccionar la ladera contraria con unos excelentes prismáticos alemanes. Vi con aprobación como hacía pantalla con una mano, para evitar reflejos delatores. Cuando estuvo seguro, nos ordenó seguir.
—Esta parte del camino no es buena, porque vamos a ir por la crestita de la montaña, y nos pueden ver desde lejos. Vamos a intentar no ir por lo más alto y, si tenemos que pasar de una vertiente a otra, lo haremos a rastras. Seguidme.
La cresta era vertiginosa y poco envidiaba a las alpinas. A cada lado se abrían abismos de cientos de metros, y en ocasiones era tan estrecha que apenas permitía pasar de uno en uno. Cuando podía Paco la evitaba, para no perfilarnos contra el cielo, y seguía estrechas terrazas horizontales, formadas por antiquísimas erupciones. Cactus y arbustos espinosos se oponían a nuestro avance y dos veces tuvimos que tumbarnos al oír acercarse un avión. Hasta última hora de la tarde no se empezó a dulcificar el relieve, pero entonces pudimos ver que en el estrecho collado que nos separaba del interior de la isla, la degollada de Tasarte se llamaba, había un control canadiense.
—El general Roberto ese que tienen está cada día más impertinente. Durante una temporada aprendió que lo mejor para sus herejitos era quedarse en casa y dejarnos hacer, pero lo que hizo tu amigo Ferraro le molestó, y después de matar a Pepe se ha crecido, y quiere jugar al pilla pilla con nosotros. No os preocupéis. Pronto le daremos un susto a esa patrullita ¿Veis esa carreterita? Ni se os ocurra acercaros porque podríais encontrar algún regalito. Dejad que lo disfruten los herejitos.
La noche se acercaba y como a los canadienses no les gustaba pasar la noche en la montaña, que más de una patrulla no había despertado, debieron pensar que el relente no era bueno para su salud y montaron en sus coches antes que el sol se pusiese. Paco esperó hasta que se hizo de noche cerrada, y con cuidado nos llevó hasta el collado. Una vez allí, se detuvo.
—Visto que este mirador les gusta a nuestros invitaditos, vamos a hacerlo un poquito más acogedor.
El español revisó los alrededores con cuidado, hasta que el olfato le hizo encontrar lo que encontraba: el rincón, bajo un arbusto, que los canadienses usaban para aliviarse. Miró a su alrededor, hasta encontrar otro arbusto parecido. Con cuidado, cavó un pequeño agujero, colocó un objeto que sacó de la mochila, y lo tapó con un poco de tierra.
Mientras ascendíamos por la ladera contraria, el guía siguió con su charla.
—Es una orden del Artista ¿sabéis? Nos ha dicho si vemos que a una patrulla le gusta un sitio, que procuremos dejarles una bromita. La próxima vez que los sacrílegos vengan por aquí, si les entran ganas de hacer aguas menores o mayores, buscarán un lugar recogido y, con un poco de suerte, las señoras canadienses se quedarán bien disgustadas porque las partes íntimas de sus maridos acabarán en…
Justo entonces se oyó una explosión apagada, no muy lejana.
—¿Lo veis? —siguió Paco—. No somos los únicos. La patrullita se habrá encontrado con algún petardo. Tenemos que procurar que los visitantes se sientan queridos, que sepan que cuando salen de sus cuarteles mil ojitos les miran y cien bombitas les esperan.
El sargento me siguió contando como había peleado por las calles de San Sebastián mientras nos preparábamos para la última etapa del viaje, la más peligrosa. Tampoco sería por mar, ya que los destructores ingleses patrullaban con frecuencia el estrecho entre las dos islas para intentar cortar los suministros a los rebeldes. Vano intento, porque los Junkers 52 de El Aaiún volaban todas las noches sobre Gran Canaria llevando provisiones, armas y municiones. Pero para llevar personas había un medio menos peligroso que saltar en paracaídas a un jardín de rocas volcánicas.
Yo pensaba que en Tenerife faltaría de todo, y era casi cierto. Pero aun quedaba gasolina, no mucha de aviación, pero miles de litros de la de coche: en la capital había una refinería que surtía a todo el archipiélago, Portugal y media África, y al iniciarse la agresión inglesa Serrador ordenó sacar el combustible de los depósitos y almacenarlo por toda la isla. Cuando llegó la Royal Navy para bombardear las instalaciones, los depósitos estaban vacíos. En la isla se habían implantado restricciones, pero se hacía un uso bastante liberal de los vehículos, y un cochecillo —un Balilla— me llevó hasta un pequeño aeródromo del sur, de una tierra negruzca que según me dijeron era difícil distinguir desde el aire. En una aldea cercana los españoles habían escondido cuantas avionetas y un par de aviones bastante grandes, pintados de gris oscuro.
Las avionetas eran Fieseler Fi 156 Storch, pero a mí me llevaron en otro avión de Fieseler, bastante mayor, que no conocía. Era un gran biplano con alas plegables que delataban su origen naval. Me contaron su historia mientras esperábamos que anocheciese: era un Fi 167, un biplano torpedero que podía despegar y aterrizar de un pañuelo, pero que era demasiado lento para su uso en combate. Los alemanes, al verse con un trasto inútil entre manos, hicieron lo habitual: colocárselo a un aliado, esta vez a los españoles. Supongo que al verlo en Madrid no se quedarían muy contentos, pensando en las cabriolas que tendrían que hacer sus pobres pilotos para eludir a los rápidos cazas ingleses. Pero al ver lo bien que despegaban y aterrizaban, los modificaron para usarlos como transportes clandestinos, quitando el armamento y dejando sitio para llevar un par de pasajeros. Además el avión podía transportar, en lugar del torpedo, un contenedor de carga.
Cuando cayó la noche el gran biplano recorrió la pista iluminada por la luna y despegó. De noche el mar parecía negro como la tinta, pero el vuelo fue bastante más cómodo que con el Savoia. Tras media hora sobre las oscuras aguas pudimos atisbar, iluminados por la luna, los impresionantes acantilados de la costa occidental de Gran Canaria. Entonces el aparato se elevó unos metros, hasta que el piloto pudo distinguir una linterna parpadeante, y luego unas luces en forma de ‘L’. Se dirigió hacia ellas, entrando por una brecha entre los farallones, y segundos después tomó tierra en una cortísima pista. Un par de guerrilleros con ropas raídas y calzados con alpargatas, pero armados con excelentes Máuser, salieron a nuestro encuentro y nos condujeron hacia unos huertos. Otros hombres descargaron el contenedor, que llevaron con unas angarillas más allá de la pista. También llegaron dos camillas con heridos que montaron en el Fieseler. Luego el avión despegó y se volvió hacia Tenerife: la operación había durado menos de cinco minutos. Yo estaba sorprendido por la eficiencia de los españoles ¿y su fama de vagos descuidados?
En las semanas siguientes comprendí que los españoles podían ser vagos y descuidados, que preferían morir que perderse sus siestas, que jamás limpiarían sus fusiles, y por nada del mundo acabarían lo que empezaban… salvo si se trataba de la guerra. Esos hombres habían nacido para pelear, y viéndolos entendí que a Roma le costase dos siglos conquistar Iberia, y que los Tercios españoles —muchos de ellos de habla italiana— hubiesen dominado Europa.
Un hombre nos saludó.
—¡Vaya calor que hace esta noche! Espero que hayáis tenido buen viaje, porque ahora empieza lo bueno. Me llamo Paco y seré vuestro guía. Tenemos que estar lejos de aquí antes del amanecer.
Empezamos a correr cuesta arriba, pero en lugar de dirigirnos hacia el interior, fuimos hacia el sur. El guía, a quien subir por esas pendientes no le costaba ningún esfuerzo, nos iba amenizando el recorrido.
—Osease que eres otro italiano como el tenente Ferraro ¿le conoces? ¿me dices que sí? Vaya tío, el solo hundió un acorazado, que pocos hombres podrán presumir de eso. Yo fui quien lo recibí en el Puerto de Mogán, cerca de aquí, y viéndolo tan timidito me equivoqué, pensando que era un espagueti de risa… No te ofendas, pero es que algunos de tus colegas no dejaron buen recuerdo en España, que tuve algún amigo que no se alegró ni poco cuando lo de Guadalajara. Pero habiendo acompañado a Ferraro ya sé que también vosotros valéis como un español, y más que diez herejitos.
El sargento interrumpió su verborrea, preguntándole hacia dónde íbamos.
—¿Dónde va a ser? A reunirnos con el capitán Aramburu. El Artista, que así lo llaman de cómo maneja la trilita. Es el que manda ahora, después que los herejes hayan matado al Comandante Pepe. Pepe Payeras, vaya tío. Que no era canario pero sí de una isla, y se notó. Todos los herejes andaban tras él pero les volvía loquitos, que si no llega a ser por aquel traidor que le delató... A ese hijo de Satán ya le dimos p’al pelo, que ahora está en las calderas de Pedro Botero. El Artista anda por el interior —señaló las montañas del norte, iluminadas por la luna—, pero no me apetecía tirar recto hacia allí, que dicen que de La Aldea ha salido algún chivatazo. Ya pillaremos al de la boquita y se la dejaremos como la de un buzón, pero ahora será mejor que no nos dejemos ver. Ahora nos metemos por esos montes que luego ya cruzaremos esa degollada de allí pa tirar pa la montaña.
Llegamos a lo alto de la sierra al amanecer. El guía tuvo misericordia de nosotros —yo estaba cansado intentando seguir su ritmo, y Román estaba casi reventado—, y paró durante un buen rato. Buscó un refugio bajo una peña y nos pasó unos chuscos de pan y una botella de agua.
—No me fío del amanecer, que a saber si hay por aquí cerca algún mirón. Además es cuando los herejes salen con sus aviones y no quiero que nos pillen sin cubierto.
Proféticamente, pocos minutos después un avión de ala alta, un Lysander, sobrevoló el valle. Da idea de cómo era el paisaje que nosotros veíamos el avión desde arriba. De la pista de despegue ya no se veía nada: los guerrilleros habían movido unas barreras de espinos que simulaban setos, de tal forma que la pista ahora parecía un campo yermo.
Cuando el avión enemigo se alejó, Paco nos ordenó seguir a cubierto, mientras él se acercaba al borde de la montaña y empezó a inspeccionar la ladera contraria con unos excelentes prismáticos alemanes. Vi con aprobación como hacía pantalla con una mano, para evitar reflejos delatores. Cuando estuvo seguro, nos ordenó seguir.
—Esta parte del camino no es buena, porque vamos a ir por la crestita de la montaña, y nos pueden ver desde lejos. Vamos a intentar no ir por lo más alto y, si tenemos que pasar de una vertiente a otra, lo haremos a rastras. Seguidme.
La cresta era vertiginosa y poco envidiaba a las alpinas. A cada lado se abrían abismos de cientos de metros, y en ocasiones era tan estrecha que apenas permitía pasar de uno en uno. Cuando podía Paco la evitaba, para no perfilarnos contra el cielo, y seguía estrechas terrazas horizontales, formadas por antiquísimas erupciones. Cactus y arbustos espinosos se oponían a nuestro avance y dos veces tuvimos que tumbarnos al oír acercarse un avión. Hasta última hora de la tarde no se empezó a dulcificar el relieve, pero entonces pudimos ver que en el estrecho collado que nos separaba del interior de la isla, la degollada de Tasarte se llamaba, había un control canadiense.
—El general Roberto ese que tienen está cada día más impertinente. Durante una temporada aprendió que lo mejor para sus herejitos era quedarse en casa y dejarnos hacer, pero lo que hizo tu amigo Ferraro le molestó, y después de matar a Pepe se ha crecido, y quiere jugar al pilla pilla con nosotros. No os preocupéis. Pronto le daremos un susto a esa patrullita ¿Veis esa carreterita? Ni se os ocurra acercaros porque podríais encontrar algún regalito. Dejad que lo disfruten los herejitos.
La noche se acercaba y como a los canadienses no les gustaba pasar la noche en la montaña, que más de una patrulla no había despertado, debieron pensar que el relente no era bueno para su salud y montaron en sus coches antes que el sol se pusiese. Paco esperó hasta que se hizo de noche cerrada, y con cuidado nos llevó hasta el collado. Una vez allí, se detuvo.
—Visto que este mirador les gusta a nuestros invitaditos, vamos a hacerlo un poquito más acogedor.
El español revisó los alrededores con cuidado, hasta que el olfato le hizo encontrar lo que encontraba: el rincón, bajo un arbusto, que los canadienses usaban para aliviarse. Miró a su alrededor, hasta encontrar otro arbusto parecido. Con cuidado, cavó un pequeño agujero, colocó un objeto que sacó de la mochila, y lo tapó con un poco de tierra.
Mientras ascendíamos por la ladera contraria, el guía siguió con su charla.
—Es una orden del Artista ¿sabéis? Nos ha dicho si vemos que a una patrulla le gusta un sitio, que procuremos dejarles una bromita. La próxima vez que los sacrílegos vengan por aquí, si les entran ganas de hacer aguas menores o mayores, buscarán un lugar recogido y, con un poco de suerte, las señoras canadienses se quedarán bien disgustadas porque las partes íntimas de sus maridos acabarán en…
Justo entonces se oyó una explosión apagada, no muy lejana.
—¿Lo veis? —siguió Paco—. No somos los únicos. La patrullita se habrá encontrado con algún petardo. Tenemos que procurar que los visitantes se sientan queridos, que sepan que cuando salen de sus cuarteles mil ojitos les miran y cien bombitas les esperan.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
- urquhart
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Hola a todos,
Sierra Leona debe ser defendida por el Imperio a toda costa. Una vez Vichy declare la guerra a Londres, de algun modo las fuerzas presentes en Sierra leona deberían neutralizar cualquier intento francés desde Guinea. Y desde ambos extremos del Niger, realizar esas operaciones tan del gusto brit, descendiendo desde SL y ascendiendo desde Nigeria.
Sierra Leona debe ser defendida por el Imperio a toda costa. Una vez Vichy declare la guerra a Londres, de algun modo las fuerzas presentes en Sierra leona deberían neutralizar cualquier intento francés desde Guinea. Y desde ambos extremos del Niger, realizar esas operaciones tan del gusto brit, descendiendo desde SL y ascendiendo desde Nigeria.
Tempus Fugit
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Todo depende del papel de Félix Éboué, si se mantiene lo que hizo en la LTR el Chad, Centroáfrica, Camerún y el Congo francés están en manos francesas libres.Domper escribió:Dado que en este escenario la situación de Francia es mejor, y que los ingleses atacan y hunden la escuadra francesa de Alejandría (en la primera semana de agosto) he supuesto que De Gaulle consigue bastantes me nos adhesiones, y que no se produce la cadena se sublevaciones que hizo que De Gaulle acabase controlando toda el África Ecuatorial Francesa a finales de 1940. Eso significaría que, a lo sumo, De Gaulle controlaría las posesiones insulares del Pacífico, y tal vez Chad y el Congo francés.
Quedaría Gabón, que si se repite lo de la LTR fue invadido en noviembre de 1940.
Tiene pegas esa campaña: deben tomar Tombuktu y Bamako con Senegal y Gao en sus flancos.urquhart escribió:Sierra Leona debe ser defendida por el Imperio a toda costa. Una vez Vichy declare la guerra a Londres, de algun modo las fuerzas presentes en Sierra leona deberían neutralizar cualquier intento francés desde Guinea. Y desde ambos extremos del Niger, realizar esas operaciones tan del gusto brit, descendiendo desde SL y ascendiendo desde Nigeria.
Los franceses reaccionarán enviando coloniales argelinos, marroquíes y saharianos (tuareg,...), gente que conoce el desierto de Mali y que puede ser un grave problema para los coloniales costeros británicos.
En todo caso una complicada guerra colonial en la zona que absorbería recursos británicos para defender Sierra Leona (Gambia y Guinea Portuguesa están perdidas por lógica), combatir en Costa de Marfil, Benin, Togo,... Vamos que los nigerianos con los que se contaba van a tener que combatir allí.
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En el caso de Éboué, haría lo mismo que en la realidad, porque se declaró partidario de De Gaulle desde su llamamiento (otra cosa cuando se rebeló contra Vichy). Pero lo realmente importante no es lo que hiciese el gobernador sino las autoridades militares, que es posible que ante las noticias de un posible acuerdo francoalemán y del nuevo ataque inglés contra la flota de Alejandría.APVid escribió:Todo depende del papel de Félix Éboué, si se mantiene lo que hizo en la LTR el Chad, Centroáfrica, Camerún y el Congo francés están en manos francesas libres.
Quedaría Gabón, que si se repite lo de la LTR fue invadido en noviembre de 1940.
Con todo, podríamos considerar que el África Ecuatorial se une a los gaullistas, salvo Togo y Dahomey (porque se dice lo contrario en la historia). No se cuenta nada de Gabón, pero probablemente en este escenario las FFL son menos potentes por lo que o tienen apoyo inglés (que metidos en lo de Canarias tampoco están para fiestas) o no se ha hecho nada. En todo caso, si sale algo de eso más adelante, ya se verá.
Saludos
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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En el África Occidental había en junio de 1940: el Régiment Mixte d'Infanterie Coloniale de l'AOF, 1º, 2º y 7º Régiments de Tirailleurs Sénégalais, 1º a 8º Bataillons de Tirailleurs Sénégalais y Régiment d'Artillerie Coloniale.
Allí creó que solo hay un Bataillon de Tirailleurs Sénégalais para el Congo y Gabón; y algunas embarcaciones (el submarino Poncelet, el aviso Bouganville).
Si han ocupado la Guinea Española me extraña que dejen de lado el Gabón.Domper escribió:Con todo, podríamos considerar que el África Ecuatorial se une a los gaullistas, salvo Togo y Dahomey (porque se dice lo contrario en la historia). No se cuenta nada de Gabón, pero probablemente en este escenario las FFL son menos potentes por lo que o tienen apoyo inglés (que metidos en lo de Canarias tampoco están para fiestas) o no se ha hecho nada. En todo caso, si sale algo de eso más adelante, ya se verá.
Allí creó que solo hay un Bataillon de Tirailleurs Sénégalais para el Congo y Gabón; y algunas embarcaciones (el submarino Poncelet, el aviso Bouganville).
- urquhart
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Hola a todos,
para la campaña de Gabón los Franceses Libres contaban con superioridad numérica y material. Por otra parte, se hacen con Gabón en octubre de 1940, supongo que esta parte de la LTU es idéntica a la LTR.
El dominio del aire, un puñado de Lysanders en manos gaullistas, y sobre todo, los 13 carros de la 1ère compagnie autonome de chars de combat serían vitales para controlar Gabón.
para la campaña de Gabón los Franceses Libres contaban con superioridad numérica y material. Por otra parte, se hacen con Gabón en octubre de 1940, supongo que esta parte de la LTU es idéntica a la LTR.
El dominio del aire, un puñado de Lysanders en manos gaullistas, y sobre todo, los 13 carros de la 1ère compagnie autonome de chars de combat serían vitales para controlar Gabón.
Tempus Fugit
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La historia diverge a final de junio, y en la primera semana de agosto los ingleses hunden la escuadra francesa de Alejandría.
Con todo, parece razonable que Gabón haya caído durante 1940 o a principios del 41. Poco importa.
Saludos
Con todo, parece razonable que Gabón haya caído durante 1940 o a principios del 41. Poco importa.
Saludos
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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La siguiente parte del camino no fue mejor que la anterior. Primero una estrecha senda que recorría una terraza al borde del vacío: el lugar le pareció a Paco tan difícil que no quiso pasarlo de noche e hizo un alto para dormir. Al día siguiente llegamos a lo alto de una cordillera todavía más alta que la del día anterior, solo para descender y volver a subir a otra más elevada. Finalmente llegamos al puesto de mando español, que esos días estaba en un estrecho barranco colgado sobre un valle. El lugar, cubierto de bosque, estaba protegido de vistas aéreas o de tierra, y permitía otear la llegada del enemigo desde muchos kilómetros de distancia. Paco nos aseguró que ahí estábamos a salvo.
—Aquí estáis más seguros que en vuestra casita. Yo siempre digo que no hace falta esconderse tanto, pero el Artista es un desconfiado que no se fía ni de su sombrita.
Nos condujo a una pequeña cueva, que según nos dijo había sido morada de guanches. Allí no estaba el capitán Aramburu, pero sí un amigo: el teniente Ferraro. Nos abrazamos, y después Ferraro, ávido de información, estuvo preguntándome sobre lo ocurrido en Italia y en la flotilla en su ausencia. Poco pude contarle, salvo la victoriosa conquista de Malta, la espina inglesa clavada en el costado italiano, a la que, por desgracia, la flotilla solo había contribuido con unas pocas lanchas rápidas. Luego tuve el placer de entregar al teniente un paquete que no solo contenía cartas de su familia, sino también la medalla de plata al valor, con la que había sido condecorado tras el ataque al SS Nottingham.
El teniente guardó las cartas para leerlas luego, y pasó a explicarme el motivo por el que había pedido refuerzos. Siendo Gran Canaria una isla, era evidente el gran papel que podían tener los incursores acuáticos. Sin embargo, tras el desastre que habían sufrido los ingleses en el Puerto de la Luz habían reforzado su vigilancia. Mediante tortura habían conseguido que un prisionero les revelase que la guerrilla usaba las alcantarillas de la ciudad. Los ingleses habían enviado patrullas para vigilarlas, y se habían encontrado con las omnipresentes trampas explosivas que dejaban los españoles. Finalmente cerraron parte de los accesos con fuertes rejas, que revisaban periódicamente, y dinamitaron las salidas del alcantarillado. Lo que convirtió lo que quedaba de la ciudad baja de Las Palmas en un estanque de aguas putrefactas. El puerto era vigilado continuamente por lanchas patrulleras, algunas equipadas con silenciosos motores eléctricos: volver a atacar la rada sería imposible.
Que un solo hombre hubiese conseguido que tantos canadienses tuviesen que proteger la rada no era mal resultado, pero Ferrero tenía que intentar dar otro golpe, esta vez en Gando. Las calmadas aguas de la bahía eran utilizadas por el Mando Costero de la RAF, que había desplazado a Canarias media docena de hidroaviones Catalina de origen norteamericano. En un primer momento los hidros habían operado desde el Puerto de la Luz —de lo que quedaba de él tras los combates de La Isleta—, pero la explosión del barco de municiones había destruido las instalaciones de la base. Lo poco que quedaba del puerto —los muelles y pocas grúas— se usaba ahora para servir a los barcos patrulleros y, sobre todo, para las reparaciones del Ramillies: el acorazado era un objetivo de primer orden, que había sido atacado varias veces por los bombarderos basados en África, aunque sin suerte. Los ingleses habían conseguido tapar las brechas del casco con cemento, y estaban bombeando los miles de toneladas de agua que había embarcado; en cuanto acabasen el acorazado sería remolcado a Inglaterra para las reparaciones definitivas.
Los hidros habían sido trasladados a Gando: aunque la bahía estaba menos abrigada que la de Las Palmas, unas rampas construidas en la playa permitían sacar los aviones del agua, y con las instalaciones de la base aérea se podían mantener los aparatos sin tener que enviar un buque nodriza. El teniente me explicó que esta vez iban a ser esos hidros nuestro objetivo. Teníamos que estudiar el terreno y las posibilidades de atacar los aparatos, en lo que —aun no lo sabíamos— iba a ser una gran operación conjunta.
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Hola a todos,
montar una misión de OEs para liquidar 6 hidroaviones.... en esta ecuación falta una variable... la base de hidros podría ser inutilizada con un ataque aéreo.
Saludos
montar una misión de OEs para liquidar 6 hidroaviones.... en esta ecuación falta una variable... la base de hidros podría ser inutilizada con un ataque aéreo.
Saludos
Tempus Fugit
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No es tan fácil. El problema de los ataques aéreos a Gando es que desde Lanzarote y Fuerteventura se puede alertar a la base de Gando, que está a suficiente discancia como para que los cazas monomotores no puedan llegar.
Por otra parte el ataque al Puerto de la Luz ha resultado tremendamente exitoso, no por las destrucciones, sino porque obliga a los británicos a dedicar recursos desproporcionados para proteger el puerto. Una incursión similar en Gando puede significar que las fuerzas antiguerrilleras tengan un batallón menos.
Saludos
Por otra parte el ataque al Puerto de la Luz ha resultado tremendamente exitoso, no por las destrucciones, sino porque obliga a los británicos a dedicar recursos desproporcionados para proteger el puerto. Una incursión similar en Gando puede significar que las fuerzas antiguerrilleras tengan un batallón menos.
Saludos
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Sería interesante ese momento, desde la isla pueden enviar por radio el aviso a África de su salida, para que envíen contra él torpederos y bombarderos de picado (¿quizás Rudel?) y lo hundan en mar abierto.Domper escribió: Los ingleses habían conseguido tapar las brechas del casco con cemento, y estaban bombeando los miles de toneladas de agua que había embarcado; en cuanto acabasen el acorazado sería remolcado a Inglaterra para las reparaciones definitivas.
- urquhart
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Hola a todos,
Domper, visto lo visto, y lo previsto; lo mejor es que los canadienses abandonen las Canarias, y se establezcan en Cabo Verde y Azores... a duras penas pueden protegerse a sí mismos, están al alcance de los paneuropeos, más si Francia entra de forma activa en el conflicto.
Domper, visto lo visto, y lo previsto; lo mejor es que los canadienses abandonen las Canarias, y se establezcan en Cabo Verde y Azores... a duras penas pueden protegerse a sí mismos, están al alcance de los paneuropeos, más si Francia entra de forma activa en el conflicto.
Tempus Fugit
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