La Pugna Continuación de "El Visitante"

Los Ejércitos del mundo, sus unidades, campañas y batallas. Los aviones, tanques y buques. Churchill, Roosevelt, Hitler, Stalin y sus generales.
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Cerco de Habbaniya

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Tras la muerte de Goering y el cambio de bando de Transjordania y su Legión Árabe, el ejército británico de Irak ocupa Bagdad. En el norte la 10ª y la 20ª divisiones de infantería motorizada resisten la ofensiva, mientras la 7ª Panzer es cercada en Habbaniya, resistiendo en el istmo entre el lago Habbaniya y el río Éufrates, hasta que refuerzos procedentes de Transjordania rompen el cerco.

Esta vez el mapa es hecho desde el principio para que haya menos confusión. La zona verde es la cultivada, con densidad de población muy elevada, pantanosa, y cruzada por canales de irrigación que van desde acequias de unos palmos de anchas hasta grandes canales navegables. Hay gran número de caminos y carreteras, con muchos puentes. Hacia el Este los Montes Zagros hacen que la margen izquierda del Tigris sea más agreste.



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Ofensiva de Samarra - Tikrit

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El ejército británico de Alexander ataca la curva del canal del Lago Tharthar, cercando a gran parte del ejército iraquí. La 15ª Panzer, procedente de Siria, contrataca y detiene la ofensiva, pero no puede impedir que otro ataque por la orilla oriental del Tigris cerce en Tikrit a la 20ª motorizada y a fracciones del ejército iraquí. Un nuevo contrataque de la 15ª Panzer, por la orilla del lago Tharthar, rompe el cerco y destruye una brigada hindú.



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Batalla de Kerbala

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La 7ª Panzer amaga en la orilla oriental del Tigris, atacando en el espacio entre la zona cultivada y los montes Zagros. Las divisiones 15ª panzer y y 21ª panzer se trasladan desde la zona de Kirkuk a Ramadi, donde ya está la 17ª motorizada. La 17ª ataca por el “istmo” entre el lago salado Razzaza y el Éufrates, mientras que la 15ª panzer rodea el lago, atrapando a la 20ª división india en Kerbala. La 21ª panzer avanza por el desierto hasta Najab.



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Avance hacia Kuwait

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El avance por la derecha del Éufrates de la 21ª panzer se acerca a Kuwait y amenaza con envolver al ejército británico, que inicia su retirada. Al mismo la 15ª panzer limpia las bolsas de resistencia de la orilla y cruza el río aguas debajo de Najab. La 17ª motorizada mantiene los flancos de la bolsa.

En el norte la 10ª y 20ª motorizadas se han unido a la persecución. La 10ª entra en Bagdad mientras la 20ª sigue la orilla del Tigris. La 7ª panzer efectúa un envolvimeintop or el flanco, dirigiéndose hacia Kut-el-Amara y luego hacia Amara.

El ejército británico se retira por la zona cultivada entre los ríos pero se ve obstaculizado por bombardeos aéreos y por la destrucción de puentes sorbe los ríos y canales.



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Ludwig Bauer

Había costado un poco, pero por fin se retiraban los hindúes. Mucho tenían que ver los constantes bombardeos a los que la aviación les sometía: los Stuka y los Dornier pasaban continuamente, lanzando su letal carga de explosivos. Los hindúes, que eran novatos y aun no conocían las mañas de la guerra, no habían sabido esconder bien su artillería. Poco tardó la Luftwaffe en destruirla. Los aviones también daban caza a todo lo que se movía: a decir de los oficiales de enlace, habían incendiado cientos de camiones.

La bisoñez de los enemigos también se notaba en lo mal que aprovechaban el terreno. Se combatía en lo que aparentemente era una llanura, pero estaba cortada por una extensísima red de barrancos secos. Con un poco de esfuerzo podían ser convertidos en posiciones inexpugnables. Por suerte los indios no sabían situar bien la poca artillería que les quedaba, ni tampoco sus cañones antitanque, ni sus ametralladoras. Se metían en el fondo de los barrancos, aunque eran el objetivo de los cañones, e ignoraban las cuevas que en la tierra arcillosa había excavado el agua. Menos mal, porque en algunos sitios las cuevas formaban extensas redes de grietas y túneles, con respiraderos que les hubiesen permitido salir por detrás de nosotros.

A lo que más temíamos era a sus nuevos tanques. Los norteamericanos habían cedido a los británicos de Irak centenares de blindados. No eran ideales: uno era un tanquecito ligero con un cañón de 37 mm, que solo podía hacer daño disparando por detrás. El otro era un tanque bastante pesado, pero cuya torre llevaba el mismo cañoncito que los tanques ligeros: no se les había ocurrido mejor idea que poner el cañón principal en casamata. Pero los tanques americanos eran mucho más de fiar que los ingleses, y pocas veces tenían que ser abandonados por las averías, y el engendro desgarbado —general Lee lo llamaban—, aunque fuese alto como una catedral y tuviese protección deficiente, podía dar un disgusto con su cañón, que podía disparar munición explosiva.

El teniente Bauer inspeccionaba la llanura desde la escotilla de su blindado cuando el radio le alertó.

—Teniente, el sargento Heuman informa que tiene tanques a su izquierda.

Bauer se preocupó. La compañía se movía formando una gran cuña, con Heumann en el flanco izquierdo. Si tenía tanques a su lado, es que estaban a punto de rodearles.

—Zastrow, dile a Heumann que se detenga, y al sargento Mutschmann, que distribuya sus tanques al frente y que luego espere. Nosotros giraremos e iremos a apoyar a Heumann.

Minutos después estaban los tanques de Bauer a la altura de la sección de Heumann. Bauer, de pie en la torre, vio varios blindados ligeros que se movían hacia el norte, y que parecían no haberles visto.

—Perfecto. Vamos a cazarlos. Avanzaremos a saltos.

Las secciones se movieron, haciendo cortas carreras cubriéndose unos a los otros. Pronto estuvieron a menos de mil metros de los tanques enemigos.

—Zastrow, dile a Heumann que abra fuego y se retire. La otra sección, que se resguarde en este wadi.

Los Panzer III de Heumann dispararon contra los tanques ligeros, pero desde tan lejos solo un par de tanques fueron alcanzados. Los demás blindados enemigos —al menos treinta— giraron y enfrentaron la nueva amenaza, lanzándose hacia la sección del sargento. Heumann se retiró poco a poco, dejando el wadi donde se escondía Bauer entre ellos y los carros enemigos. Los tanques de Bauer, en el fondo de los cauces superficiales, eran invisibles para el enemigo. Solo asomaban por el borde del barranco las cabezas de los comandantes de los tanques alemanes, que estaban de pie en las torres. Cuando Bauer juzgó que estaban a unos setecientos metros, dio órdenes a la sección.

—Adelante y fuego.

Los carros ascendieron, deprimieron sus cañones apuntando a los enemigos, y dispararon. Cuatro tanques enemigos se detuvieron. Los panzer siguieron tirando sobre ellos hasta que se incendiaron.

—¡Atrás!

Los Panzer III recularon. Dos fueron alcanzados, pero los proyectiles enemigos rebotaron inofensivamente. Unos cientos de metros más atrás, fueron los panzer de Heumann los que asomaron y dispararon, mientras los de Bauer volvían a esconderse.

—Pregunte a Mutschmann si ve algo.

—Teniente, informa de tanques acercándose. Muchos.

Vaya, se habían encontrado con un buen hueso. Una compañía no podía enfrentarse a lo que parecía una brigada acorazada, ni en condiciones favorables. Bauer dio instrucciones al radioperador.

—Informe al regimiento. Hemos encontrado un regimiento de tanques y nos replegamos hacia Tuz Khurmatu. Dígale a Mutschmann que se retire hacia nosotros.

La compañía se retiró poco a poco, manteniendo la distancia con los tanques enemigos, hasta que recibió instrucciones sobre la posición de los ochenta y ocho. De vez en cuando los tanques paraban y disparaban contra los enemigos: a esa distancia, el efecto de los proyectiles era pequeño, pero servía para que el enemigo se encelase, y que creyese que sus corazas eran invulnerables. Hasta que…

Uno tras otro, los tanques británicos se incendiaron y estallaron. Una batería de Flak 37 había abierto fuego, y los tremendamente precisos cañones fueron alcanzando a los tanques ligeros Stuart. Los proyectiles atravesaban las corazas y estallaban en el interior con efectos demoledores. Pronto una docena de tanques ardía. A pesar de ello los Stuart seguían intentando atacar. Unos cuantos tanques se separaron del grupo e intentaron dar un rodeo por la izquierda.

—Vamos a por ellos. En línea, cincuenta metros entre tanques. Disparad cuando tengáis blancos seguros.

Los panzer se detenían, apuntaban y disparaban, mientras los Stuart no dejaban de moverse. Los disparos norteamericanos salían desviados, y raras veces tocaban a los alemanes. Dos Panzer III quedaron inmovilizados al sufrir daños en las cadenas, pero tan solo tres Stuart escaparon.

—A por los otros. —Los tanques de Bauer hicieron el mismo rodeo que habían intentado sus enemigos, y cayeron sobre el flanco de la formación enemiga. Las corazas laterales no podían resistir a los cañones de 50 mm y alta velocidad alemanes. Enfrentados a los ochenta y ocho delante y a los panzer en un flanco, los Stuart supervivientes se retiraron. Justo entonces llegó la infantería enemiga, montada en camiones; al ver a los tanques alemanes los soldados echaron pie a tierra.

—Adelante; vigilad por si tienen cañones.

Como para refrendarlo, la coraza del tanque de Bauer vibró cuando un proyectil inglés la alcanzó y rebotó. Una esquirla rozó la mejilla del capitán, que a pesar de todo siguió asomado. Vio unos soldados que se afanaban alrededor de una silueta baja: uno de los cañones norteamericanos de 37 mm.

—Blanco cañón a las once, distancia setecientos. Alto explosivo ¡Fuego!

El proyectil cayó corto. Un segundo disparo alcanzó el escudo del cañón enemigo y fulminó con su metralla a los artilleros. Bauer siguió mirando: los ingleses no daban sus cañones a los infantes, sino que era cosa de la artillería, que suele trabajar en grupos. Vio otro cañón un poco más lejos, y otros dos a la derecha.

—Zastrow, avisa que tenemos delante una línea de cañones. Uwe, blanco cañón, distancia novecientos, alto explosivo ¡Fuego!

Sin exponerse, los tanques fueron destruyendo los cañones anticarro. Cuando acabaron con ellos, fueron a por la infantería que, al ver que sus balas eran inútiles contra las corazas, empezó a tirar las armas y salir con los brazos en alto.

—Zastrow, dile a Heumann que deje un tanque de vigilancia, y que mande otro para apoyar a los averiados. Los demás, seguimos.

Poco después los carros rodeaban Tuz Khurma, otra polvorienta aldea, y siguieron hacia el sureste. Cuando cayó la noche habían llegado a Kifri. Ante ellos los hindúes escapaban.



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Mensaje por Gaspacher »

En un par de lugares has mencionado la actuación de excavadoras (creo que era Artigas quien se encontraba con una inundación provocada), sin embargo estas pueden considerarse un anacronismo. Las excavadoras nacieron en el siglo XIX asociadas a trabajos de ferrocarriles, puertos, minería, etc., y eran armatostes de cable de un tamaño y peso desproporcionado como las Bucyrus.

Para el nacimiento de las excavadoras móviles hubo que esperar al desarrollo de las excavadoras hidráulicas en los años 50 del siglo XX, lo que las sitúa fuera del marco temporal de la Pugna.


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Mensaje por Domper »

Imagen

Obras del aeródromo de Gibraltar en 1941.

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Maqueta de una excavadora militar norteamericana de 1944.

Saludos



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Mensaje por Gaspacher »

La de arriba son bulldozer que si existían, al igual que las aplanadoras, compactadoras, etc.

La maqueta si es una excavadora, precisamente de cables que por su nula movilidad (a día de hoy tampoco la tienen), eran utilizadas de forma casi exclusiva en puertos, minas y ferrocarriles donde no precisaban moverse más que unos metros. Aun diría más, ese tipo de excavadora si mal no recuerdo data de 1931 en Japón...muy dudoso que en España o Portugal existiesen más que unas cuantas

Las obras tácticas que mencionabas creo que quedarían fuera de su alcance, otra cosa es que las hubiesen hecho con bulldozers, etc.


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Mensaje por Domper »

No he escogido bien la foto, la pala excavadora es de orugas de motor diésel. Engorrosa pero no un armatoste. Además había tanto en España como en Portugal máquinas similares, aunque fuesen las más engorrosas (pero no imposiblesde mover) Bucyrus, como esta:

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Las había también de empresas mineras, tanto enormes como relativamente móviles. Hay fotos.

Saludos



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Mensaje por APVid »

Bien por los mapas.
Domper escribió:Miles de chipriotas se ofrecieron para servir en el ejército británico.
No veo esos miles y miles de voluntarios.

Si nos atenemos a la LTR con invasión de Grecia y Creta, para noviembre de 1941 se habían presentado a alistarse 18.910 chipriotas (en todo 1941 se presentaron solo 1.500), pero los británicos solo aceptaron 8.289 (79 % grecochipriotas y 20 turcochipriotas lo cual haría problemático ponerles oficiales griegos).
Los descartados se debieron la mitad a motivos de salud y el resto por su afiliación política (simpatías comunistas o nacionalistas), sus antecedentes policiales,... Para oficiales se escogió mayoritariamente a británicos.

Y eso en un momento en que Gran Bretaña necesitaba soldados y había rebajado los requerimientos.

Puede haber unos cuantos más pero miles y miles sería difícil.


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Mensaje por Domper »

No sé, 18.000 son miles ¿no?

En la realidad la necesidad británica de tropas era relativa, porque habían tenido serios conflictos con la comunidad grecochipriota. En las mismas fechas tampoco se aceptaron los mucho más numerosos voluntarios judíos palestinos.

Pero en este escenario la situación es mucho peor. Respecto a oficiales, no creo que en Chipre hubiese los suficientes, por lo que una pedida razonable podría ser encuadrara a los chipriotas en unidades helenas, y que sea lo que Dios quiera. Vamos a quedar a mal con los turcos, pero como ya no conservamos posesiones por ahí…

En cualquier caso, se dice que solo se organizan seis batallones; eso son unos 5.000 hombres, muchos menos de los que se presentaron voluntarios en al realidad.

Saludos



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Thorsten Koertig

La falta de combustible nos impedía participar en la carrera hacia el Golfo, pero mis tanques no estaban ociosos. Desde Kerbala nos movíamos hacia Nayaf, barriendo la orilla del Éufrates. Al vernos llegar, los británicos volaban los puentes del gran río, sin pensar que ese era nuestro objetivo: nuestras intenciones no eran cruzar el río, sino impedir que los ingleses conservasen posiciones en la orilla oeste desde las que contratacar. Cuando los británicos destruían los puentes nos hacían el juego.

Tras pasar por Hindiyah y comprobar que otro puente desaparecía en una nube de humo, teníamos un largo tramo sin otros pasos. Ante el lento avance de los tanques los pocos defensores hindúes se retiraban a la otra orilla usando los botes de los pescadores, pero tenían que abandonar todo su material. En Hayderiyh encontramos un precioso regalo: un depósito con dos millones de litros de gasolina, el bien más preciado esos días. Pero poco después nos tuvimos que emplearnos a fondo. Al acercarnos a Kafel comprobamos que, en lugar de retirarse y hacer estallar el puente, un buen número de hindúes trataba de defender la posición: habían debido comprender que nuestra intención era expulsarles de la orilla derecha del Éufrates. Avance cautelosamente, e hice bien, porque desde unas chozas cercanas al río empezaron a dispararnos con cañones. Seguramente eran los cañones de campaña del ochenta y ocho ingleses, que no eran ni por asomo como los nuestros, pero podían destruir uno de nuestros tanques, sobre todo si andaba desprevenido y les ofrecía el flanco. Habría que organizar un ataque convencional.

La ofensiva se detuvo las tres horas que costó que llegase a un batallón de granaderos panzer. Entonces nuestra artillería empezó a disparar, y cuatro Stukas sobrevolaron el puente y se dejaron caer, lanzando sus bombas sobre los edificios de la orilla. Nuestros soldados desmontaron de sus semiorugas y se desplegaron, mientras los seguíamos un poco por detrás con los tanques. De vez en cuando disparaban ametralladoras enemigas, solo para ser destruidas por los cañones de mis blindados. Los hindúes se retiraban cada vez más apresuradamente, y pronto empezaron a correr. Di la orden de ataque, y los Panzer IV adelantaron a los infantes y se lanzaron contra los pocos enemigos que resistían. El pánico es contagioso, sobre todo cuando tres docenas de tanques se te echan encima, y en seguida una muchedumbre de soldados intentó escapar por el puente. Nuestra artillería lo barrió con sus proyectiles, y finalmente el oficial al mando perdió los nervios y lo voló, dejando atrapado a medio batallón en nuestra orilla del río. Poco resistieron, y mientras los infantes reunían a los prisioneros, yo seguí recorriendo la orilla, buscando el siguiente puente, ya muy cerca de Nayaf.



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Tilo Schroeder. Con Rommel en el Edén. Op. cit.

El mismo día que la 18ª tomaba Nayaf, un grupo de reconocimiento sobrepasó Nasiriya por el este y se lanzó a través del desierto pedregoso hacia la bahía de Kuwait: ya solo quedaban doscientos kilómetros. Fue entonces cuando Alexander reaccionó. Hasta entonces había debido pensar que nuestro movimiento por el desierto solo era una razzia y que podría aguantar en Mesopotamia. Pero se le debó aparecer Wellington en sueños diciéndole que estaba a punto de ser encerrado y que los minutos contaban. Alexander dio la orden de retirada, primero a Kut-el-Amara —de infausto recuerdo para los ingleses—, luego a Amara y finalmente a Basora. Pero era demasiado tarde.

En cuanto el general Rommel vio que los ingleses empezaban a retirarse dio la orden de ataque general. Por la orilla izquierda del Tigris la 7ª Panzer cruzó el río Dyala sin encontrar oposición. Luego siguió hacia el sur, hacia Kut, intentando alcanzar la ciudad antes que los británicos. En su avance capturó cientos de prisioneros cada día, montañas de material, y suficiente gasolina para seguir moviéndose. Además ya habían vuelto los Junkers 52 y las unidades de vanguardia empezaban a recibir su ración diaria de fuel. El día 6 de enero la 20ª motorizada entró en Bagdad y prosiguió con la persecución, cada vez más acelerada. En el otro flanco, en el curso bajo del Éufrates, la 15ª Panzer tomó Samawah por sorpresa. Esta vez sí se hizo con los puentes y cruzó el río: ante un enemigo en descomposición, lo importante era presionarlo de tal forma que no pudiese reaccionar.

Mientras, la Luftwaffe hacía su agosto. Difundió miles de octavillas en las que pedía a los lugareños que no saliesen a los caminos durante la siguiente semana, y que señalasen la presencia de los británicos mediante hogueras. Aunque la inmensa mayoría de los campesinos eran analfabetos, hubo quien entendió el mensaje y lo difundió, y al poco las columnas de humo delataban los escondites de los ingleses. Los acosados británicos, australianos e hindúes respondieron bárbaramente, pero eso les granjeó más odio, y no mucho después los enemigos se rendían nada más ver nuestros vehículos: lo que más temían era quedarse abandonados en medio de un país hostil, rodeados por miles de árabes que querían cobrarse una venganza salvaje.

Finalmente, el once de enero de 1942 una compañía de reconocimiento de la 21ª Panzer llegó a Um Kasar, un puerto fluvial a la orilla del canal Khawr az-Zubayr, al sur de Basora y a solo 40 kilómetros del río Shatt al-Arab, el único acceso a Mesopotamia. Al día siguiente un grupo de motoristas alcanzaron la costa norte de la bahía de Kuwait. Alexander había quedado aislado.



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De Globalpedia, la Enciclopedia Total

Mahimaa ke sapane

Mahimaa ke sapane (Sueño de gloria) es una película antibelicista hindú filmada en 1973, dirigida y producida por Ramanand Sagar. Está ambientada en la fase final de la campaña de Irak, durante la Guerra de Soberanía.

Trama

El teniente Ramesh Kumar (Dharmendra) es el descendiente de una familia de casta Jat, de antigua estirpe guerrera. Desde su infancia el padre de Ramesh, el coronel Roopesh Kumar, le ha relatado sus experiencias durante la campaña de Mesopotamia de 1917, y Ramesh quiere emular las glorias de su progenitor. Chitrangda (Mala Sinha), la prometida de Ramesh, es admiradora del Congreso Nacional Indio, y ruega a Ramesh que se mantenga al margen de una guerra que solo concierne a los opresores coloniales. Pero Ramesh desoye los consejos de Chitrangda y se presenta voluntario para ser destinado a Irak, donde el Ejército de la India combate con los rebeldes iraquíes y el Orientarmee de Rommel. Chitrangda se enfrenta a Ramesh intentando que renuncie a su cargo y se quede en la India, pero el coronel apoya la decisión de su hijo. Cuando el coronel Roopesh muere de un ataque cardiaco, Ramesh se decide a ir a Irak. Intenta abrazar a su prometida, que le rechaza.

El teniente llega a Bombay donde es asignado a una compañía de soldados también de casta jat. Se trata de jóvenes animosos aunque sin experiencia, que desean alcanzar la gloria militar. Todos hablan de las tradiciones militares y de las campañas en Mesopotamia durante la Gran Guerra. El duro entrenamiento crea fuertes lazos de amistad entre los oficiales, sobre todo entre Ramesh y Parkash Singh, un subteniente tan voluntarioso como Ramesh. Durante su estancia en Bombay los dos jóvenes oficiales idealizan la guerra contra los alemanes y hablan de sus prometidas, Chitrangda y Poonam (Tun Tun). Una de las conversaciones es interrumpida por un aviso urgente: el teniente coronel Nanaji Golwalkar (Agha) les comunica que el batallón va a embarcar rumbo a Irak aunque todavía no haya completado su entrenamiento.

El batallón desembarca en Basora y es enviado en tren hacia Bagdad. Aunque los soldados desfilan marcialmente, son abucheados por la población árabe. Los soldados mantienen la disciplina y marchan en ordenada y orgullosa columna, aguantando las verduras podridas que les lanzan los civiles. Montan en un tren que les lleva hasta Bagdad, donde desembarcan en una estación que parece un inmenso hospital en el que piden ayuda miles de heridos con vendas ensangrentadas. A pesar de ello Ramesh y Parkash siguen conversando e idealizando la guerra que les espera.

El batallón sigue su marcha hacia el frente. El paisaje que atraviesa es cada vez más desolador, con casas quemadas, vehículos calcinados, árboles tronchados y campos cubiertos de cráteres. Se escucha el silbido de un proyectil, y las explosiones se suceden a lo largo de la columna, que a pesar de todo sique sigue avanzando marcialmente. Los hombres caen, y Parkash es uno de los primeros, muriendo en los brazos de Ramesh. Pero el batallón sigue su marcha. Cuando llegan al frente, orgullosos de haber resistido los bombardeos, reciben la orden de retirarse.

El batallón se vuelve con el mismo orgullo. Recorre una planicie desolada mientras se escuchan disparos aislados: tras cada uno un soldado cae, y finalmente es alcanzado Ramesh, que es alcanzado en una pierna. Un sanitario le venda y sus hombres confeccionan unas parihuelas para llevarle.

Sigue la marcha, pero Ramesh, debilitado por la herida supurante, por el sol, la sed y el hambre, empieza a perder contacto con la realidad. Se alternan escenas de la retirada con otras en las que Ramesh cree ver a sus conocidos: Parkash y Poonam, el coronel Roopesh, su novia Chitrangda, los hombres que han muerto por el camino. El coronel sigue contándole a Ramesh las glorias de la guerra, pero Parkash le contradice, y le enseña a Ramesh la realidad, mostrando escenas de la retirada del batallón: cuando son expulsados de los camiones que les llevaban para hacer sitio a una unidad australiana, o cuando un hospital de campaña se niega a aceptar heridos hindúes. También aparecen fantasmas de árabes que acusan a Ramesh de su muerte: le muestran como el batallón, tras encontrar en una aldea dos cadáveres mutilados de soldados hindúes, ha arrasado las chabolas y fusilado a los habitantes. Espectros de los soldados hindúes muertos se enfrentan a los fantasmas árabes, con imágenes de cómo los soldados rezagados son torturados y asesinados.

El batallón prosigue su retirada, andando, en camión, en un tren que descarrila al encontrar las vías dañadas por un bombardeo, en barcaza. Tiene que vadear ríos y canales porque los puentes están destruidos, y en cada desventura mueren hombres. El batallón se va reduciendo primero a una compañía, luego una sección, finalmente solo unos pocos soldados que llevan la camilla de Ramesh, cada vez más enfermo y más alejado de la realidad.

Finalmente los pocos soldados llegan a Basora, donde ruge la batalla: es la única escena de la película donde se ve al enemigo, aunque nunca a soldados, sino solo máquinas de guerra: aviones y tanques. Es la escena filmada con mayor realismo, en la que ya no aparecen fantasmas. El terrible combate, en los que caen soldados a puñados, ignora al pequeño grupo como si fuese ajeno a la batalla: los pocos supervivientes siguen llevando la camilla de Ramesh, cruzando calles en llamas, pasando entre tanques que les ignoran, viendo aviones que lanzan sus bombas. Llegan al río y embarcan a Ramesh en un bote, que llevado por la corriente recorre el río Shatt el-Arab rumbo al mar: aunque el río está lleno de barcos que arden o se hunden, el bote flota plácidamente, con Ramesh fijando su mirada en el cielo. Finalmente el bote llega al mar completamente vacío, y en el horizonte se difuminan las figuras del coronel, que sigue hablando de gloria, y de Parkash y de Chitrangda, que esperan a Ramesh.



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Capítulo 39

Javier de Mazarrasa. Los carros de combate en España. Colección Armas nº 1. San Martín. Madrid, 1977.

Pardillo y Súper Pardillo

Los combates de Guarda y Ciudad Rodrigo demostraron que el Pardillo, aunque era un carro fiable, fácil de mantener y muy apreciado por sus tripulaciones, no tenía ni armamento ni blindaje adecuado. El cañón de 37 mm era incapaz de batir la coraza de los nuevos tanques de infantería británicos, e incluso tenía dificultades con los tanques de crucero. Respecto a la protección, su coraza llegaba a 50 mm de espesor, los mismos que los del Panzer III, pero estaba hecha de acero rígido que se fracturaba con facilidad cuando era alcanzada por proyectiles antitanque, desprendiendo fragmentos que herían a sus tripulantes. Un impacto en la torre, incluso no penetrante, solía causar la baja de los tres tripulantes. Además parte de la coraza estaba remachada, y cuando el tanque era alcanzado, fragmentos de los remaches saltaban al interior del tanque con la fuerza de balas.

Mejorar la coraza de los Pardillos hubiese implicado la reconstrucción casi completa del tanque. La mejora estaba al alcance de la industria siderúrgica española, que había producido el blindaje para sus buques de guerra, pero hubiese implicado meses de retraso. Como medida provisional se añadió una placa de hierro dulce en el interior del tanque, destinada a contener los fragmentos. Pero la placa se desprendía con facilidad, siendo aun más peligrosa que los remaches, por lo que solo fueron modificados unos pocos carros. En otros Pardillos se añadió una placa de acero flexible de 15 mm de grosor en el exterior, pero la protección no mejoraba apenas y el peso extra sobrecargaba la suspensión. Finalmente los intentos de mejora del blindaje fueron abandonados.

Para intentar mejorar la potencia de fuego, en dos docenas de Pardillos se sustituyó el cañón de 37 mm por otro de 45 mm, copia del antitanque ruso de la guerra civil. Con el cañón de 45 mm los Pardillos podían enfrentarse al menos a los carros de crucero ingleses, pero el mayor tamaño del cañón y el volumen de la munición obligaron a retirar el tercer tripulante de la torre. Se consideró que la escasa mejoría no compensaba el serio inconveniente que suponía una torre con solo dos tripulantes, y por ello no fueron modificados más tanques. También pesó en la decisión que el cañón de 45 mm fuese el antitanque más eficaz del ejército (casi comparable a los Skoda de 8 cm) y se necesitaba cada cañón que salía de las fábricas.

El Ministerio del Ejército asumió que el chasis del TNHPS (nombre por el que fue conocido inicialmente el Pardillo en Bohemia) no admitía más mejoras, y que solo podría ser empleado en el desarrollo de vehículos auxiliares, como cañones autopropulsados, cazacarros, o transportes acorazados. Esa había sido la intención de Albert Speer, por entonces Ministro de Armamento alemán, al ofrecer la licencia de producción del Sd.Kfz. 140 (nombre en código del Pardillo) a la industria española. Sin embargo, el Ejército Español aspiraba a proveerse con un tanque de diseño nacional, para lo cual había ordenado la producción del tanque Verdeja. Tampoco el Verdeja admitía un desarrollo que le permitiese cumplir con las nuevas necesidades bélicas, por lo que encargó a la firma italiana Ansaldo, que junto con la empresa francesa Renault acababa de formar el grupo Europanzer, el diseño de un tanque capaz de cumplir las misiones hasta ahora encomendadas a los T-26, Verdeja y Pardillo, y que también pudiese sustituir a los cañones de asalto Tejón. El diseño de Ansaldo llevaría al desarrollo del tanque ligero Lince, que fue adoptado por el Pacto de Aquisgrán y construido en grandes cantidades.

Sin embargo el Ejército Español seguía disponiendo de gran número de Pardillos, y no renunció a potenciarlos. Poco antes Alemania había cedido a España gran cantidad de armamento procedente de la antigua Checoslovaquia, entre ellos muchos cañones de 8 cm (realmente, 7,5 cm) que habían sido utilizados con buenos resultados en los combates de Portugal. Además de las unidades cedidas por Alemania, en Trubia se empezaba a fabricar bajo licencia una versión de mayor potencia. Por ello se solicitó una versión del Pardillo destinada al apoyo táctico que llevase ese cañón. Como resultaba imposible montar el gran cañón en la torre original, se construyó una torre nueva, de mayores dimensiones. Estaba hecha con placas soldadas con un espesor máximo de 40 mm, y carecía de techo. Podía rotar 360°, pero se recomendaba no disparar con ángulos mayores de 60° hacia adelante y 40° hacia atrás, porque de lo contrario el carro podía volcar. Un gran freno de boca de doble etapa contenía el retroceso, aunque al disparar producía un estampido muy molesto para las dotaciones, y levantaba una gran nube de polvo al disparar. La dotación de proyectiles pasó a ser de solo 26 proyectiles, siendo preciso que los Súper Pardillos fuesen acompañados de transportes de munición, generalmente semiorugas o Pardillos dañados a los que se había retirado la torre.

La conversión de los Súper Pardillos recibió máxima prioridad. Se hizo en la factoría de Trubia, donde se construyeron las nuevas torres, las primeras artesanalmente, y se instaló el cañón. En total, 196 Pardillos fueron transformados en Súper Pardillos, siendo entregadas las primeras ocho unidades en diciembre. Fueron enviadas a Portugal, llegando a tiempo para combatir en Évora, en la fase final de la batalla de Estremoz. El Súper Pardillo fue muy apreciado por el ejército por su potencia de fuego, similar a la del Tejón y solo superada por los Panzer IV de cañón largo, pero fue mucho menos querido por sus dotaciones. La protección era excesivamente ligera y se seguía produciendo el problema del desprendimiento de fragmentos, aun más acusado con las placas de blindaje construidas en España. La torre abierta, aunque permitía una excelente visibilidad, no protegía contra la artillería, el fuego de francotiradores o contra las bombas de mano. La torre era demasiado angosta para el cañón, los tres tripulantes y la munición, y la escasa dotación de proyectiles obligaba a tener que recargar con frecuencia, exponiéndose al fuego enemigo.

Los Súper Pardillos fueron entregados a batallones acorazados independientes en los que sustituyeron a los obsoletos T-26B rusos. Tras las primeras pruebas se comprobó que los Súper Pardillo no podían emplearse en las mismas misiones que los tanques convencionales, pero resultaron bastante útiles cuando se los usó como armas de apoyo o incluso como cazatanques, para lo cual se distribuyeron proyectiles perforantes. A partir de 1943 los Súper Pardillo fueron reemplazados por los primeros Lince, que llevaban el mismo armamento pero estaban mejor protegidos.



Tu regere imperio fluctus Hispane memento

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